EL ATAQUE A LAS TORRES Y EL DRAMÁTICO INICIO DEL SIGLO XXI Hugo Fazio Vengoa* El artículo analiza los ataques del 11 de septiembre buscando redimensionar el evento como un punto importante en la evolución del sistema internacional. Para ello, el autor estudia las razones que pudieron motivar el atentado y contempla las consecuencias que generará en el orden internacional no solo el suceso en sí, sino las acciones emprendidas como reacción a éste. Se evalúan también las diversas facetas en la posición asumida por Estados Unidos desde el momento de la arremetida terrorista, evidenciando los cambios en su política exterior así como las implicaciones de estas transformaciones en las agendas exteriores de otros países. Finalmente, el autor sugiere el advenimiento de importantes transformaciones en el papel del estado, la seguridad, el desarrollo económico internacional y el proceso de globalización, a la vez que plantea una oportunidad para que el papel de la comunidad internacional sea más positivo y cambie el actual escenario de odio y miedo que caracteriza a la nueva cruzada contra el terrorismo. Palabras clave: 11 de septiembre/ terrorismo/ Estados Unidos/ sistema internacional. This article analyzes the terrorist attacks of September 11 in relation to the evolution of the international system. The author discusses the motivations behind the attacks, as well as evaluating their consequences and those of the international acions designed to counteract this threat, for the international system. The distinct postures adopted by the United States in light of the events of September 11, and the implications of shifts in U.S. foreign policy orientations for the foreign policies of other countries are also studied. Finally, the author highlights the onset of significant transformations in the role of the state, conceptions of security, international economic development and the globalization process, while identifying new opportunities for a more positive role on the part of the international community in modifying current sentiments of polarization and fear that charaderize the global crusade against terrorism. Keywords: September 11/ terrorism/ United States/ international system. Una de las más interesantes disquisiciones que nos ha legado la evolución de la disciplina histórica durante el siglo XX es la idea de que el tiempo de la historia transcurre a un ritmo diferente a la secuencia temporal que reviste el calendario. Así como hay períodos en los cuales el tiempo pareciera ralentizarse, encontramos otros momentos * en que la historia se acelera y el movimiento entra en una etapa de desarrollo vertiginoso. Una de estas etapas la vivimos a finales de la década de los años ochenta con la caída del muro de Berlín, acontecimiento que puso fin a la división del mundo en Este y Oeste, dio término al ordenamiento mundial de la guerra fría, culminó con la desin- Profesor titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. 26 • Colombia Internacional 52 tegración de una de las dos superpotencias y acabó envolviendo a buena parte del planeta en el "tiempo mundial" de la globalización. Por lo general, en esos momentos de aceleración de la historia algunos eventos se convierten en acontecimientos portadores de grandes y profundas significaciones. Estos "acontecimientos monstruos", para retomar una idea del historiador francés Pierre Nora (1974), se caracterizan por contener en su misma esencia la cualidad de establecer una ruptura entre el "antes" y el "después"; señalan la finalización de un período y traen en sí las semillas de un nuevo orden. Si la importancia de la caída del muro de Berlín consistió en haber sido ese acontecimiento monstruo de proyección global que puso fin al "breve siglo XX", al decir de Erick Hobsbawm (1995), y nos proyectó hacia un futuro al situarnos en el movimiento envolvente de la globalización, conviene preguntarnos si el ataque terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York y al edificio del Pentágono constituye un acontecimiento análogo en su significación a lo ocurrido los días 8 y 9 de noviembre de 1989 o si por el contrario, debemos interpretarlo simplemente como un hecho más episódico, más localizado y frugal, que no precisa ni un "antes" ni un "después". Pese a que es difícil determinar su alcance porque nos encontramos aún bajo los efectos de los esplendores del fenómeno, coincidimos con el historiador británico Timothy Garton Ash (2001), cuando sostiene que el ataque terrorista se ubica a medio camino entre ambos tipos de eventos, pero más cerca del primero, aun cuando nunca llegue a revestir la carga valorativa que tuvo la caída del muro de Berlín, entre otras, porque, con el ataque terrorista el "después" no se configura a partir de la carga simbólica que encierra el suceso, sino que depende en lo fundamental de la voluntad y de las opciones políticas que se tracen los actores más influyentes del sistema internacional. En este sentido, podríamos asemejarlo más al asesinato del archiduque en Sarajevo en 1914, que sirvió de detonante para la primera guerra mundial, sin que constituyera la explicación de esta conflagración mundial. MÓVILES Y SIGNIFICADO DE LOS ATAQUES Con el ánimo de demostrar esta tesis y hacer inteligible el fenómeno, debemos centrarnos en primer lugar en el mismo acontecimiento y en las lógicas de que se hace portador. Al igual que ocurrió con los ataques a las embajadas norteamericanas en Tanzania y Kenia en 1998, este tipo de ataques, suicidas o no, no son reivindicados por nadie, por lo que las motivaciones que impulsan a estas fuerzas a emprender tales actos quedan cubiertas por un velo de silencio. De ello podemos extraer una primera conclusión: la acción no comporta el deseo de celebrar ningún tipo de negociación, por lo que no podemos analizarlo dentro de los marcos tradicionales de un conflicto entre dos actores convencionales. Por eso es menester crear un marco de análisis que nos permita aproximarnos a los móviles que se persiguen con este acto. Es en este contexto que adquiere toda su validez la pregunta ¿por qué los ataques se dirigieron contra las Torres Gemelas en Nueva York y el edificio del Pentágono? Sobre el lugar donde se produjeron los atentados, además del hecho de ser el primero el corazón de la economía norteamericana y mundial y el segundo, el nervio central de la inteligencia militar, Timothy Garton Ash El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 27 (2001b), en otro de sus artículos, se pregunta sobre si los ataques habrían alcanzado el grado de solidaridad si hubiesen ocurrido en otros países de Europa, como el que se ha logrado en respuesta a los de Nueva York. "No, claro que no. América es parte de todos nosotros: la música, las películas, la televisión. Todo el mundo en Europa o ha estado en Nueva York o quiere ir a Nueva York" (Garton Ash, 2001b). Desde este punto de vista, el lugar donde se produjeron los atentados encierra una simbología y se hace portador de unos imaginarios que trascienden las fronteras de los Estados Unidos. En ese sentido, se puede sostener que si bien la potencia del norte constituía el blanco, también era un llamado de atención a todo el mundo. Sobre las razones del ataque, Jeremy Rifkin (2001) nos ofrece una sugestiva respuesta cuando sostiene que si bien millares son las personas que se han favorecido del crecimiento del comercio mundial, millones son también los que han sufrido "el lado oscuro de la globalización y que consideran las Torres Gemelas como un símbolo del mal. De hecho, la globalización tiene un lado siniestro, y negarse a reconocerlo y a hacer algo al respecto sólo puede polarizar más aún a la comunidad mundial y dar nuevos ímpetus a los movimientos extremistas" (Rifkin, 2001). En efecto, la globalización económica ha generado bienestar a sólo una parte de la población de la humanidad ("las 365 personas más ricas del mundo disfrutan de una riqueza colectiva que excede a la renta anual del 40% de la humanidad" (Rifkin, 2001)) mientras que a nivel social ha contribuido a una tajante división entre aquellos que se encuentran insertos en los circuitos globales y los millones que se quedan marginados ("la mitad de la población del mundo está en la economía extraoficial del trueque y la subsistencia" (Rifkin, 2001)). En lo que respecta a las comunicaciones, uno de los campos que más ha despertado la admiración de muchos en épocas recientes por los significativos avances que en este plano se han registrado, no debemos olvidar lo que nos previene el economista cuando escribe que "el 60% de las personas del mundo no ha hecho nunca una sola llamada telefónica". Por último, en el plano de la cultura, acota que subsisten "segmentos enteros de la humanidad que sienten que sus historias irrepetibles y los valores que rigen sus comunidades están siendo pisoteados por las empresas globales". Aunque la globalización, tal como se practica en la actualidad, haya contribuido a crear un contexto idóneo de donde puedan surgir manifestaciones de rechazo al orden imperante y que el marginamiento de vastos sectores de la humanidad cree un caldo de cultivo para el estallido de acciones extremas, de ello no podemos inferir que la globalización constituya la explicación profunda de este acto terrorista. Simplemente favorece la creación de un ambiente propicio del que se nutren ciertas manifestaciones de descontento y otorga a algunos un objetivo hacia el cual canalizar su ira. Si no podemos imputarle al rechazo de la globalización la explicación del acto, entonces, ¿qué motivó los ataques? ¿Será entonces que la respuesta la podemos encontrar en el choque de civilizaciones -tesis que desde inicios de la década de los años noventa popularizó el politólogo Samuel Huntington- el enfrentamiento de religiones, o es un rechazo de los desesperados pobres del mundo contra la opulencia del norte? 28 • Colombia Internacional 52 Nos parece que ninguna de estas tesis puede utilizarse para explicar los hechos ocurridos en Nueva York, aunque pueden contener una parte de la verdad. Muchos medios han podido regocijarse con las desafortunadas palabras empleadas por el magnate de los medios de comunicación y Primer Ministro de Italia, Silvio Berlusconi: "no podemos poner en el mismo plano a todas las civilizaciones. Hay que ser conscientes de nuestra supremacía, de la superioridad de la civilización occidental. Occidente seguirá occidentalízando e imponiéndose a los pueblos. Ya lo ha conseguido en el mundo comunista y con una parte del mundo islámico" (La Repubblica, 2001). Esta afirmación le costó la condena por parte de altos dignatarios de buena parte del planeta, incluso de importantes dirigentes del mismo mundo desarrollado. Sin embargo, no estaría de más recordar que Berlusconi no ha sido el único que ha esgrimido este tipo de argumentaciones. El mismo presidente George Bush en su discurso ante el Congreso, que le valió tantos y prolongados aplausos, utilizó expresiones como "cruzada", "los que están con nosotros y los que están contra nosotros", "hasta la victoria final" y denominó la respuesta militar al terrorismo como "Operación justicia infinita", lo que a su manera también rememoraba un choque de civilizaciones. Ello despertó suspicacias en el mundo musulmán y obligó a que las autoridades norteamericanas tuvieran que cambiar la denominación del operativo por el no menos ambiguo de "libertad duradera". 1 Nada permite aglutinar bajo un denominador común la heterogeneidad de los pueblos de Asia Central y el Medio Oriente, muchos de los cuales se diferencian por sus orígenes étnicos (persas, árabes, etc.), otros y a veces los mismos, por su pertenencia religiosa (cristianos, musulmanes de diferentes sectas, etc.), lenguas y singularidades en la evolución histórica1. Además de equivocada, una interpretación en estos términos es peligrosa. Hablar de "cruzada", "de lucha del bien contra el mal", "réplica devastadora", "están con nosotros, o están con los terroristas" es una retórica peligrosa, "no sólo porque algunas palabras, si manchan para siempre las conciencias, pueden en ciertos casos matar, sino porque también -y allí está la gran victoria de los terroristas-justifican exactamente la imagen que los integristas quieren de las democracias en el mundo" (Nair,2001). Tampoco podemos inscribir este acontecimiento dentro de una perspectiva que privilegie el enfrentamiento entre religiones, porque, entre otros motivos, la mayor parte de los musulmanes ha condenado con sinceridad este acto terrorista, lo que de suyo descarta la validez de esta hipótesis; ni tampoco representa un choque entre los pobres del mundo y el capitalismo mundial, aunque la exclusión social conduzca frecuentemente a la desesperación de la que se alimenta el fanatismo. Como acertadamente escribe Manuel Castells: "es esencial distinguir esta guerra de la oposición al modelo ¿Qué similitud puede existir entre una Turquía que se inscribe dentro de la tradición del kemalismo que sostiene que para progresar el país debe aceptar muchos elementos propios de la cultura occidental, incluidos los derechos para las mujeres, el aprendizaje de la ciencia moderna y la separación entre el estado y la religión- y un país como Irán, cuyos gobernantes consideran que se debe regresar al verdadero islam porque los problemas que enfrentan se deben al abandono de la esencia religiosa y la imitación de los "infieles"? El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 29 neoliberal que representa el movimiento antiglobalización, porque esa asimilación conduciría a criminalizar dicho movimiento y a sofocar el gran debate democrático sobre los contenidos de la globalización que apenas se ha iniciado" (El País, 2001). Es, sin duda, en el plano político donde encontramos elementos de naturaleza más circunstancial que nos permiten alcanzar una explicación mucho más concreta de las motivaciones de los ataques terroristas, aunque tampoco en este plano podamos encontrar una respuesta unívoca. Valga que hagamos una pequeña disgresión en torno a ciertos elementos históricos y a ciertas particularidades que ha comportado la presencia de los Estados Unidos en el Medio Oriente y Asia Central. Durante la época de la guerra fría, los Estados Unidos y algunos estados musulmanes de la región utilizaron a los grupos musulmanes radicales, llamados en ese entonces "freedom fighters", combatientes por la libertad, como instrumentos en su política de contención del comunismo y de lucha contra todo régimen que a éste se le pareciera (los hermanos musulmanes contra el Egipto de Nasser, el Sarekat-iislam contra Sukarno en Indonesia y el Jamaati-islam contra Benazir Bhutto en Pakistán) (Ali, 2001). Fue en Afganistán donde alcanzó mayor paroxismo esta asociación, pues se patrocinó a grupos rebeldes fundamentalistas para que contribuyeran a la lucha contra la presencia soviética en este país (Osama Ben Laden). Una vez que se alcanzaron los objetivos y los soviéticos se retiraron de Afganistán, los grupos rebeldes fueron abandonados a su propia suerte. Pero ello no se tradujo en una desmovilización de estos grupos por cuanto vivieron con entusiasmo su victoria sobre el comunismo. Por el contrario, durante la década de los años noventa mantuvieron su actividad y alcan- zaron cierta notoriedad al convertirse en significativas fuerzas de acción que se utilizaron en conflictos tan dispares como Afganistán, Sudán, Bosnia y Kosovo. La motivación que los impulsaba a intervenir en ámbitos tan distintos radicaba en que sus acciones no sólo se focalizaban en luchar contra el comunismo. La oposición a la URSS era concebida como un simple engranaje de una arquitectura mayor que consistía en la búsqueda de una simbiosis entre la política, el estado, la comunidad y el islam. El fundamento de esta concepción se articula en una lectura doctrinaria y muy ortodoxa del islam, tal como se presenta en la vertiente del wahabismo-yihadismo. Al respecto, Graham E. Fuller (2001) escribe: "el islam actúa en el mundo musulmán como vehículo natural de la política. Al igual que los occidentales consideran las revoluciones francesa y estadounidense como modelos de libertad frente a la tiranía, o la Carta Magna como doctrina básica de buen gobierno, en el mundo musulmán el Corán sirve de fuente de justicia, humanidad, buen gobierno y oposición a la corrupción. El islam proporciona la ideología tanto a la lucha interna contra el gobierno autoritario laico como a las minorías musulmanas que aspiran a liberarse del control frecuentemente estricto de los no musulmanes". Esta concepción se deriva de una interpretación muy ortodoxa de los textos sagrados del islam de acuerdo con una tradición que data del siglo XVIII y que fue elaborada en Arabia Saudí por Mohamed Abdul Wahab. Por ello, en Arabia Saudita, donde constituye la religión oficial, se conserva una serie de tradiciones muy fuertes y rígidas, entre las que sobresalen el hecho de que las mujeres deben permanecer cubiertas y no pueden ejercer funciones públicas, el aleo- 30 • Colombia Internacional 52 hol se encuentra proscrito, los delitos se castigan con latigazos, amputaciones y ejecuciones (El País, 2001b). Esta es la concepción del Islam de la cual se hacen voceros Ben Laden y los talibanes en Afganistán. A ella sólo le agregan un ingrediente adicional, el yidahismo, que postula la lucha armada, la "guerra santa", contra todos los regímenes impíos, tanto de Occidente como de algunos estados aliados de éste en el mundo musulmán (Roussillon, 2001). Si para estos grupos la lucha contra el comunismo se inscribió dentro de la línea de una guerra santa contra el "mal", ciertos acontecimientos posteriores contribuyeron a que su centro de atención se desplazara en otras direcciones. En primer lugar, la guerra del golfo introdujo una ruptura entre los estados musulmanes que apoyaron la coalición internacional en contra de Irak y estas redes que pregonaban la guerra santa, que se ubicaron en el bando opuesto. El repudio a esta guerra se basó en que se estaba tolerando una fuerte presencia extranjera en la región, varios de los países de la zona se estaban adscribiendo a un plan geoestratégico diseñado en Occidente, se atacaba a un país musulmán y se estaba permitiendo la ocupación extranjera, así fuera momentánea, de regiones sagradas para el islam. A ello, con el correr del tiempo se sumó la estricta aplicación de las resoluciones de la ONU, que ha mantenido un injusto embargo de diez años sobre Irak, mientras que frente a Israel la "comunidad internacional" no ha mostrado la misma determinación para imponer los dictámenes de la ONU. Ello permite también entender porqué Arabia Saudita se ha convertido en uno de los blancos predilectos de las redes terroristas, monarquía cuya animadversión igualmente convoca. El hecho de que en el terri- torio de este país se encuentren dos importantes lugares sagrados de los musulmanes, la Meca y Medina, ha conducido a que estos grupos interpreten la permanencia de tropas norteamericanas (desde la guerra del golfo se encuentran estacionados siete mil soldados norteamericanos en Arabia Saudita) como una claudicación frente a fuerzas "impías". Arabia Saudita simboliza la representación de un régimen despótico, corrupto y fuertemente apoyado desde el "extranjero" que cumple un importante papel de "estabilizador" del orden regional que las potencias occidentales quieren imponer en el Medio Oriente. Igualmente representa un objetivo estratégico en el diseño político de estas redes terroristas por cuanto es un país donde existe una sólida presencia islámica en sus vertientes más ortodoxas pero que constituye al mismo tiempo la "avanzada" de Occidente en la región. Como señala Tzvetan Todorov, "los instigadores de los atentados del 11 de septiembre tienen la mira puesta más en los países islámicos que en nosotros. Su objetivo es reforzar su dominio sobre Pakistán, sobre Arabia Saudita. Afganistán ya lo consiguieron. Por consiguiente, estamos ante un proyecto de poder" (El País, 2001c). En tercer lugar, no se puede pasar por alto el irresuelto proceso palestino-israelí, la política de dos pesos, dos medidas, aplicado al conflicto por la prepotencia israelí, país que durante todos estos años ha contado con el apoyo incondicional de los Estados Unidos. No es de extrañar que durante todo este largo conflicto, la posición de los palestinos haya terminado sufriendo una importante evolución: de su anterior defensa a la creación de un estado laico en Palestina se ha transitado a una situación en la cual cada vez se fortalece más la presencia del islamismo radical como manifestación de la impo- El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 31 tencia de la anterior opción política que se estrelló contra "el muro de Israel y el apoyo cerrado que recibe de Estados Unidos" (Ridao,2001). En cuarto lugar, el carácter transnacional que han asumido estas redes de terroristas islámicos obedece a que tanto los árabes como los musulmanes cada vez se identifican menos con los estados naciones diseñados en la época poscolonial. Las transformaciones a nivel global han erosionado las asociaciones civiles y de alguna manera han descompuesto al estado, órgano que en el Medio Oriente es y ha sido siempre percibido como el realizador del bien colectivo (Kamal y Samatar, 1996:188). Esta alineación es lo que explica porqué es difícil encontrar otra región del planeta en la que parte importante de la población asuma una actitud contestataria con la globalización como ha ocurrido en el Medio Oriente, aun cuando sólo en ocasiones se pase de las palabras a los hechos. "El islamismo se ha convertido en el refugio después de todos los fracasos, que han desacreditado los regímenes y con ellos el estado que expresaban" (Valli, 2001). Igualmente ello es lo que explica porque estas redes terroristas convocan a individuos de diferentes países, para los cuales el debilitamiento de los referentes identitarios nacionales y/o estatales son sustituidos por identificaciones de tipo religioso. Es decir, el carácter transnacional de estas redes no es el resultado de la globalización, aun cuando en sus acciones se valgan de los intersticios creados por ésta, sino del desdibujamiento de la institucionalización de la política que en un primer momento fue más nacionalista y política que religiosa, pero que, ante la imposibilidad de alcanzar dichos objetivos y validar estados con perspectivas nacionales, terminó suplantando el componente político a favor de la identidad religiosa. Es decir, el auge de los integrismos ha sido el producto de la incapacidad de los países de la región de alcanzar mecanismos que garanticen la legitimidad política. Esta débil legitimidad crea un vacío que permite la amplia expansión de movimientos populistas e integristas que intentan resolver los problemas mediante los conflictos y las guerras civiles (Saghiyen, 2001). La opción violenta que estas redes validan se produce en parte por la identificación y entronización de las clases dirigentes árabes y musulmanas con los circuitos globalizantes que abren un boquete entre estas y las masas desarraigadas urbanas y rurales. "Al renunciar a tomar el poder en la mayor parte de los países musulmanes, el movimiento islamista no tiene, pues, otra elección que entre su autodestrucción y la violencia. (Touraine, 2001). En quinto lugar, de lo anterior se puede desprender la tesis de que el auge de los movimientos islamistas ha consistido en reconstruir formas de identidad que permitan cerrar la brecha que existe entre modernización y tradición "con base en una nueva versión pura del islamismo que está más allá de la historia, que se enfrente tanto a la culturamundo de Occidente como a la comunidad tradicional. No es por lo tanto un retorno religioso, es la generación de un nuevo orden que rechaza la libertad individual y la ciudadana, en nombre de un neocomunitarismo radical y que arranca su legitimidad de una construcción religiosa que concibe a la modernidad como una blasfemia contra la revelación del islam" (Ottone, 2000:38). De estas motivaciones que encontramos en los ataques podemos concluir que estos actos tenían dos finalidades precisas. De una parte, sembrar el terror en el adversario y, de 32 • Colombia Internacional 52 la otra, "suplir la ausencia de todo trabajo de implantación social entre las poblaciones de las que se valen, buscando con la adhesión emotiva la movilización espontánea de las masas" (Kepel, 2001). En síntesis, una parte sustancial de la población del Medio Oriente se encuentra en una temporalidad que le es propia y por lo tanto parece que está poco interesada y poco dispuesta a ser permeada por las dinámicas sistémicas globales y anhelan con ahínco definir su propio lugar en el mundo. Al respecto, un analista hace algunos años, escribía: "El nivel regional no es más fácil de definir en sí o en su relación con el centro del sistema en formación; las diferentes regiones del mundo no viven ni en el mismo tiempo, ni con la misma intensidad, ni con la misma certeza, la actual mutación del sistema global" (Salame, 1992:6). Complicado es, por lo tanto, sintetizar las motivaciones que pueden esconder estos ataques. Generalizando puede sostenerse que existen factores de índole local-regional (fragilidad de los estados, volatilidad de los referentes políticos de construcción de comunidad, divorcio entre élites y masas populares, debilitamiento de los cauces institucionales de representación y acción política, marginamiento y empobrecimiento de vastos sectores sociales), regional-internacional (errática política norteamericana en el Medio Oriente, utilización instrumental de algunos estados por parte de Occidente, prolongadas situaciones de conflictividad) y regional-global (disonancia entre la temporalidad regional y la mundial, frágil inserción en los circuitos globales en tanto que el petróleo constituye el principal, por no decir único, eslabonamiento). De todo esto se puede extraer una segunda conclusión: la respuesta a los ataques terroristas no puede simplificarse en una demonización de quienes perpetraron, inspiraron o instigaron estos ataques. La respuesta, más allá de las retaliaciones inmediatas, debe comportar una visión de conjunto que busque dar explicación a estos problemas, porque sólo ello podrá servir para prevenir la repetición de situaciones análogas en el futuro inmediato o lejano. LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS DE LOS ACTOS TERRORISTAS Como señalábamos con anterioridad, este ataque a las torres por sí solo no da lugar a un "acontecimiento monstruo" global como fue la caída del Muro de Berlín en el sentido de que aquel en su esencia contenía las semillas del ordenamiento del mundo en torno a lo que se ha denominado la globalización y la democracia de mercado. Por el contrario, el ataque a las torres se convertirá en constructor de futuro sólo en la medida en que existan actores que entren a reconfigurar el orden mundial y a resolver de raíz los motivos que impulsaron a sectores de terroristas transnacionales a emprender esta masacre. Para poder precisar la calidad de la respuesta debemos ante todo determinar cuáles han sido las consecuencias inmediatas que tuvo el ataque a las Torres Gemelas. Un primer efecto inmediato de este ataque, imposible de medir pero que se convierte en una variable con la cual debemos contar, probablemente consistirá en el ejemplo demostración que puede despertar en este y otros grupos terroristas. Algunas experiencias históricas previas ya nos habían demostrado la importancia que tenía recurrir a acciones terroristas. Después de los largos años en los cuales los kosovares emprendieron una resistencia pasiva para obtener legítimos derechos frente a la arrogante El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 33 Serbia, sus estrategias no despertaron el interés ni de los políticos europeos ni de los medios de comunicación internacionales. Pero cuando el Ejército de Liberación de Kosovo decidió optar por la estrategia terrorista, fue cuando Europa Occidental empezó a preocuparse por el conflicto y terminó defendiendo su causa (Garton Ash, 2000). Algo similar ha ocurrido con el ataque a las torres. Sin que ello pueda utilizarse como justificación de tan atroz acto, la atención se ha concentrado a tal punto en la región del Oriente Próximo que las posibilidades de resolver las diferentes tensiones que existen en la zona han aumentado de manera exponencial. (Es interesante recordar la tardía declaración del gobierno norteamericano de apoyar la creación de un estado palestino, con lo cual sin duda se ha buscado ganar el apoyo de los árabes en la cruzada militar contra Afganistán). Pero, el "éxito" alcanzado por este acto terrorista ¿no motivará a otros grupos de esta red, o simplemente a otros grupos, a intentar emular y repetir este tipo de acciones, sobre todo si la respuesta de Estados Unidos se adapta a sus propósitos? Es ahí por donde podemos suponer que el terrorismo ha ingresado con gran fuerza en la agenda y en la vida política internacional. Que el terrorismo internacional se convierta en una nueva y poderosa arma política, en ningún caso lo legitima. Desde todo punto de vista el terrorismo constituye un error monumental. Un ataque como el perpetrado al pueblo norteamericano con el derribo de las Torres Gemelas seguramente puede producir resultados opuestos a los esperados por los promotores de dichos ataques. Hace más difícil que la opinión pública de los países que sienten como suya esta amenaza puedan presionar a sus respectivos gobiernos sobre la necesidad de favore- cer profundas transformaciones en el sistema internacional. Valga la pena recordar que una fuerza decisiva que impulsó al gobierno norteamericano a retirar las tropas estadounidenses de Vietnam fue la presión de vastos sectores de la sociedad norteamericana que se movilizaron en contra de las veleidades intervencionistas del gobierno. Por el contrario, en el caso de las Torres Gemelas encontramos que se ha producido la situación contraria. De ser un gobierno frágil y poco popular, el de Bush cuenta en la actualidad con un elevado respaldo para llevar a cabo la represalia y seguramente no habrá grupo social o político que esté dispuesto a impedir la transferencia de fondos al sector militar, incluso si ello termina debilitando aún más la ya de por sí frágil área social. Como escribe Vincenc Navarro (2001), "las mayores víctimas del terrorismo serán, pues, las propias clases populares de Estados Unidos y los mayores beneficiarios serán los grandes grupos militares e industriales influyentes en el gobierno del presidente Bush, que estimularán las tensiones internacionales que refuerzan a su vez, a las derechas de la mayoría de países del norte". Es decir, con el ataque los únicos sectores que finalmente terminan beneficiándose son precisamente aquellos que los terroristas pretendían demonizar. Los perdedores somos todos los demás, incluidos los fanáticos musulmanes que han quedado privados de algunos de sus anteriores bastiones de apoyo. El mismo Jeremy Rifkin (2001), que citábamos con anterioridad, nos previene sobre lo que podría ser una segunda consecuencia del ataque: el establecimiento de un estado policíaco. "A raíz de los ataques terroristas contra Estados Unidos, corremos el riesgo de perder la inocencia que nos ha hecho tan abiertos y acogedores con los extranjeros, (...) ya estamos empezando a desconfiar de los 34 • Colombia Internacional 52 extranjeros. Nuestro miedo creciente a los enemigos desconocidos que están entre nosotros podría alimentar el tipo de paranoia de moda contra los grupos religiosos, étnicos y raciales que socavaría para siempre el espíritu de apertura que es el sello del modo de vida estadounidense y la clave de nuestra grandeza. En nuestro deseo desesperado de seguridad personal y colectiva podríamos renunciar a nuestras más preciadas libertades civiles y acabar en un estado policial. Si esto sucediera, entonces los terroristas responsables de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono habrán conseguido una victoria mucho mayor, al haber mutilado el peculiar espíritu estadounidense". Esto no es simplemente una posible evolución de las que nos previene el célebre economista. El fiscal general de los Estados Unidos, John Ashcroft, solicitó al Congreso norteamericano la aprobación de un conjunto de medidas antiterroristas entre las que se encuentran la posibilidad de practicar detenciones en casos excepcionales por tiempo indefinido, que la policía pueda realizar registros no autorizados expresamente por el juez y que la cobertura del delito de terrorismo se extienda hasta el punto de que sea posible condenar a una persona por mera "asociación", aunque no le sea probada ninguna actividad terrorista concreta. (El País, 2001 d). Si bien el Congreso de los Estados Unidos ha mostrado sus reticencias a aprobar este tipo de medidas, la mera presentación de este plan, así como la declaración del gobierno británico de endurecer las condiciones de asilo y suspender en parte la Convención Europea de Derechos Humanos que hace poco había suscrito el gobierno británico, argumenta a favor de la eventual evolución de los sistemas de seguridad internos en muchos países desarrollados. Las empresas de la "nueva economía" han com- prendido claramente esta situación y están desarrollando a pasos agigantados nuevos componentes de seguridad que permitan hacer frente a estas inciertas situaciones de inseguridad que puede generar el terrorismo. No debemos extrañarnos si esta rama de la economía se vuelve una de las más dinámicas. O sea, la derechización en la resolución de los asuntos internacionales seguramente irá acompañada probablemente de una derechización en el manejo de las políticas domésticas. En tercer lugar, los ataques del 11 de septiembre demostraron que cualquier sociedad, incluida la más desarrollada, es vulnerable a este tipo de acciones. De esto se pueden desprender dos lecturas inmediatas: de una parte, el escudo antimisiles que con tanto celo habían defendido los "halcones" de la administración Bush ha quedado hecho trizas, porque el programa siempre partía del supuesto de que el ataque provendría del exterior, pero nunca desde el mismo espacio aéreo norteamericano. "Hasta el brutal despertar del martes, la administración de Bush estaba convencida de que la seguridad norteamericana exigía un enorme aumento del presupuesto de defensa (40 mil millones más de dólares), y dedicar la mayor parte de ese presupuesto, primero a la creación de un sistema de defensa contra misiles nucleares y, segundo, el desarrollo de la capacidad militar estadounidense en el espacio. El ataque producido esta semana, de la teología contra tecnología y sin ningún estado a la vista, demuestra hasta que punto se equivocaba Bush al pensar que puede alcanzar la invulnerabilidad de Superman" (Carlin, "El fin de una era, El País, s/f.). De la otra, ya existen serios indicios de un notable incremento del gasto en defensa por parte del gobierno norteamericano. Pero El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 35 lo más importante no será tanto la cuantía destinada a la defensa como la reorientación que le imprimirá a los ejes sobre los cuales se fundamenta la política exterior norteamericana. Desde 1992, Bill Clinton se había propuesto unir a las naciones del mundo por medio de una red de interdependencia económica, lo que se tradujo en un relativo desplazamiento de las élites militares. Tras el ataque seguramente se va a asistir a un vuelco en esta relación otorgándole mayor campo de maniobra al aparato militar porque ahora el gobierno Bush encontró los medios que le sirven de pretexto para retonificar la concepción realista de la cual se hace portador por encima de la visión y la práctica interdependentista heredada del gobierno de Clinton (Clemons, 2001). Los medios no han escapado a esta tendencia. Es muy sintomático el hecho de que si hasta no hace mucho los espacios de opinión de gran audiencia estaban en manos de economistas, hoy por hoy, su lugar ha comenzado a ser ocupado por personas vinculadas a los aparatos militar y de seguridad. Igualmente es ilustrativo el hecho de que si tras la apertura de la bolsa de Nueva York las acciones de la mayoría de las grandes empresas cayeron en picada, incluidas las de la "nueva economía", un repunte muy significativo presentó la cotización de acciones de las industrias que suministran pertrechos militares. De ahí que probablemente ingresemos a una era en la cual se establecerán correspondencias mayores entre los componentes internos y externos de la seguridad militar. Ahora bien, vale la pena destacar que un mayor presupuesto y la centralidad del componente militar de por sí no garantiza que Estados Unidos vaya a estar mejor preparado para resolver los problemas a que deberá hacer frente. De una parte, porque los países desarrollados dejaron de tener el monopo- lio de la destrucción masiva. De la otra, porque los nuevos desafíos mundiales ya no tienen lugar a partir de un esquema tradicional de conflictos entre estados, concepción que sigue siendo la predominante entre los estrategas del Pentágono. Más bien, el mundo está evolucionando hacia un esquema de conflictos asimétricos (Bishara, 2001) para los cuales la pesada maquinaria militar norteamericana se encuentra mal adaptada. Es decir, mayor presupuesto en defensa no constituye garantía de que se pueda prever y resolver el tema de la seguridad a no ser que la seguridad se conciba como un mecanismo único que integre la dimensión interna y la internacional. Pero como bien ha quedado demostrado tras el ataque a las torres, estos conflictos asimétricos, que poco tienen que ver con la guerra convencional, no prevén alcanzar una victoria militar; su objetivo principal consiste en sembrar un clima de terror. Es una nueva forma de violencia porque es dispersa y no se encuentra mediatizada directamente por un estado. El arma de destrucción probablemente más utilizada no será el armamento nuclear, sino las armas biológicas, la llamada "bomba nuclear de los pobres", que tiene un bajo costo y es fácil de construir dados los avances registrados por la ingeniería genética. Parece que las élites dirigentes de los países centrales, con el gobierno norteamericano a la cabeza, no han comprendido a cabalidad que se está ante algo totalmente nuevo. Por ello se han empeñado en encontrar un blanco que cohesione (Ben Laden, Afganistán), incluso con anterioridad a que se tuviese claridad de su participación. En cuarto lugar, si luego del fin de la guerra fría se había incrementado el sentimiento de los norteamericanos "de ser un pueblo escogido que habita una tierra prometida", el 11 de septiembre demostró que 36 • Colombia Internacional 52 no existe lugar en la tierra, por rico y poderoso que sea, que pueda soñar seguir viviendo en una torre de cristal. Si la inseguridad en sus diferentes manifestaciones era una realidad cotidiana de muchas regiones periféricas ahora se ha instalado en el corazón del mundo. Ha demostrado que la interdependencia no es sólo una cualidad de la economía, sino también de la política y de los imaginarios. En quinto lugar, uno de los ámbitos donde se percibirán con más fuerza las consecuencias de los ataques terroristas será en el campo de la política exterior. De modo inmediato, porque los anteriores y urgentes temas de la agenda han pasado a segundo plano, lo que denota un esfuerzo por cambiar los centros de atención de la política exterior de Estados Unidos y de varios estados europeos. Así, por ejemplo, después de que se proclamara en varias oportunidades que para la nueva administración norteamericana no había asunto más importante que las relaciones con México en este instante el Reino Unido es considerado el "amigo más sincero". Pero lo más durable en este plano seguramente será el hecho de que los ataques terroristas le darán un norte al accionar político de los Estados Unidos en el mundo. Recordemos que el término "cruzada" ya antes se había empleado contra el comunismo, guerra que también se definía en términos del bien contra el mal. No eran meras palabras cuando el director del Instituto de Estudios de Estados Unidos, adjunto a la Academia de Ciencias de la URSS, Georgui Arbátov, declaraba en plena época gorbachoviana: "¡les vamos a hacer una cosa terrible. Los vamos a privar de la imagen del enemigo!". Desde entonces, la política exterior norteamericana careció de una estrategia que le asignara sentido a su accionar en el mundo y orientara su actuación a nivel internacional. Durante el mandato de Bush padre se propuso favorecer la instauración de un nuevo orden mundial, pero sus acciones, así como las de su sucesor en la Casa Blanca, distaron enormemente de esa finalidad. "Milagrosamente", escribe Ignacio Ramonet (2001), "los atentados del 11 de septiembre le restituyen un elemento estratégico mayor, del cual los había privado la Unión Soviética durante diez años: un adversario. ¡Por fin!". En sexto lugar, la economía resintió duramente los ataques con importantes caídas registradas en las principales bolsas incluida la de Nueva York. No tanto por las destrucciones ocasionada por el acto terrorista, que de acuerdo con estimaciones de Paul Krugman (2001) en ningún caso pueden ser superiores al 0,1% de la riqueza de los Estados Unidos, como por los efectos que tiene la implantación de una economía de guerra que sin duda tendrá consecuencias mayores: "Un gobierno que insistía en que los ciudadanos debían hacerse cargo de sí mismos ha demostrado de pronto su lado más compasivo: hacia sectores empresariales, como las líneas aéreas y compañías de seguros, amenazadas por las consecuencias del ataque. Un descenso del dólar no sería mal recibido por una gran parte de la industria estadounidense, después de que un dólar fuerte les permitiera invertir a bajo precio en gran parte del mundo" (Birnbaum, 2001). Un mes después de los atentados se han realizado ayudas directas e indirectas provenientes de fondos federales que ascienden a los 115 mil millones de dólares. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 37 ALGUNAS CONSECUENCIAS DE LA REACCIÓN DEL GOBIERNO NORTEAMERICANO Desde el ataque del día 11, la actitud del gobierno norteamericano ha pasado por tres etapas. En un primer momento, existió la presión por parte de los sectores más duros en el gobierno de que debía producirse una respuesta rápida e inmediata contra los eventuales terroristas. La reacción del "ojo por ojo, diente por diente", se asemejaba al comportamiento israelí o al vaquero del Oeste, que cada vez que se siente asediado, responde con reacciones instintivas e inmediatas. Pero el hecho de que en esos primeros momentos no existiese un enemigo claramente identificado, obligaba a contener la ira, porque se desconocía el blanco. En un segundo momento, se invocó el capítulo V del Tratado del Atlántico Norte que prevé que el ataque contra un miembro de la alianza representa un ataque a todos los miembros de la organización. Esta nueva postura obligaba a la prudencia ya que preveía una coordinación, ubicaba la negociación diplomática por encima de la vendetta unilateral, pero no estaba exenta de graves problemas. El principal era que una reacción en estos términos se asemejaba a un ataque de Occidente contra el mundo, lo que hubiese validado la peligrosa tesis del choque de civilizaciones, y hubiera podido traducirse en un distanciamiento de algunos estados musulmanes, el apoyo clandestino a redes terroristas y un rechazo a la sempiterna arrogancia de Occidente. Para aislar a los terroristas no sólo se necesitaba el concurso de Occidente, sino también el apoyo de los países árabes y musulmanes en particular y de la comunidad mundial en general. Por ello se requirió como algo perentorio el aval de la ONU. El sábado 29 de septiembre, no sin antes tener que cancelar una parte de la deuda que Estados Unidos arrastraba desde hace años con la ONU (600 millones de dólares), el Consejo de Seguridad, invocando el capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas, que le da al acuerdo un carácter imperativo y lo convierte en un elemento de derecho internacional, aprobó una resolución que obliga a los 189 países miembros de la organización a luchar contra el terrorismo, congelar sus medios de financiación y negarle cualquier tipo de apoyo político y diplomático. El escenario creado con el aval logrado en la ONU induce a grandes reacomodos en la vida internacional: de una parte, convierte el tema de la lucha contra el terrorismo en un asunto mundial y lo ubica en un lugar elevado de la agenda internacional. De la otra, genera unos consensos necesarios que conducen a grandes transformaciones geopolíticas. De esta actitud cautelosa y firme del gobierno norteamericano se desprenden grandes e importantes derivados. Washington ha comprendido que no puede seguir actuando unilateralmente, tiene que abandonar su tradicional autismo y asumir una posición más consensuada en relación al complejo escenario mundial, lo que se traducirá, si la comunidad internacional lo acompaña, en un cambio en su modo de operar en la vida y en la dinámica internacional. Si el abandono del tratado de Kyoto, el rechazo del protocolo de verificación del tratado que prohíbe las armas biológicas (qué paradoja, esto es ahora lo más temido), la renuncia a entrar en la negociación sobre el tráfico de armas de pequeño calibre, el desistimiento de ratificar la convención que crea una corte criminal internacional, la intensión proclamada de apartarse del tratado anti misiles entre Washington y Moscú y el abandono 38 Colombia Internacional 52 de la Conferencia de la ONU sobre el racismo habían sido claras demostraciones de la voluntad unilateralista en que se había empeñado el nuevo gobierno de Washington, ahora, en condiciones en que parece primar la voluntad diplomática y negociadora, es previsible para un futuro próximo una actitud mucho más constructiva por parte de la administración Bush en torno a muchos temas de la agenda internacional. La buena noticia es otra idea que surge de las cenizas de la tragedia, "ojalá, que ahora quede más claro para todos que ni siquiera el país más poderoso puede andar solo por el mundo. Muchos de los instintos unilateralistas tan evidentes al principio de la administración Bush afortunadamente se atemperarán ahora que la lucha contra el terrorismo requiere la cercana cooperación de otros países" (Naim,2001). Los cambios a nivel geopolítico serán consecuencias no menores. De una parte, las guerras contra el terrorismo y todo lo que pueda parecérsele han encontrado nuevos fundamentos de legitimidad. El gobierno ruso comprendió rápidamente la situación y ha utilizado todos los escenarios posibles para presentar la guerra que actualmente libra contra la separatista república chechena como una guerra contra el terrorismo. "La mano de quienes ponen las bombas en Nueva York y Washington es la misma que la de los atentados en Moscú. Los rebeldes chechenos son fundamentalistas con métodos terroristas", aseveró hace algunos días el Jefe de Estado ruso (El País, 2001e). Hoy por hoy, no sólo está legitimada la guerra contra Chechenia, sino que también Occidente tenderá a hacer la vista gorda ante los abusos y violaciones de los derechos humanos que se presenten en este conflicto. Otro foco de tensión que puede tener un desenlace inesperado es el palestino-israelí. La necesidad que tiene Estados Unidos de contar con el apoyo de los países árabes y musulmanes puede convertirse en un acelerador que presione a las fuerzas y particularmente a los israelíes para que pongan fin al conflicto y despejen el camino para una salida negociada. Se está asistiendo igualmente a un importante cambio geopolítico en el Medio Oriente. Si durante la guerra fría presenciamos una "bipolaridad" que, con la sola excepción de la revolución iraní de 1979, se enmarcaba dentro de los parámetros de la oposición Este-Oeste; en la década de los años noventa se asistió a otra forma de "bipolaridad" a nivel regional que se estructuraba a partir de la actitud que se asumía frente a los Estados Unidos dividiendo a la región en países pro y anti norteamericanos, ahora se está evolucionado hacia el despliegue de una amplia tonalidad de grises dentro de este segundo marco de bipolaridad, con países más conciliadores (Siria), tibios aliados (Egipto) y "adversarios amistosos" como Sudán (Le Monde, 2001) e incluso Irán que ha declarado su intención de apoyar a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, siempre que esta acción se realice bajo el amparo de la ONU (El País, 2001Í). Igualmente, se asiste a importantes transformaciones en la actitud de los países occidentales y principalmente de los Estados Unidos frente a los que hasta no hace mucho se consideraban países problemas. El levantamiento de las sanciones económicas que pesaban sobre la India y Pakistán, el respaldo a Rusia en el conflicto que libra con Chechenia, la actitud más benevolente frente a Uzbekistán, antigua república soviética que ha encarcelado a millares de musulmanes, el afianzamiento de la cooperación entre Estados Unidos y China, incluido el com- El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 39 ponente militar y la suscripción en tiempo récord del acuerdo bilateral con Jordania son una buena ilustración de ello. Pero en esto también hay un reverso de la medalla. No sólo Estados Unidos tiene interés en operativizar estas rectificaciones con el propósito de fortalecer su alianza anti-terrorista, sino que todos estos países intentan también sacar tajada de la alianza. China, probablemente el próximo mayor importador mundial de petróleo del mundo, no tiene ningún interés en que toda esta zona rica en hidrocarburos quede bajo el directo control de los Estados Unidos, sobre todo porque además de la tradicional presencia de la potencia del norte en el Medio Oriente, a partir de los ataques contra Afganistán amplía su radio de acción e influencia a Asia Central, incluida una parte de la anterior Unión Soviética. De ahí que China se haya unido a la alianza y colabore con Estados Unidos para participar en los rediseños geopolíticos que se puedan presentar en la región una vez "finalice" el conflicto. Rusia, que tras las creación de la Comunidad Euro-asiática ha intentado poner nuevamente a varios de los estados surgidos de las cenizas de la URSS bajo su influencia, igualmente ha operativizado un importante cambio de actitud. De haber sido un tradicional país "contestatario" tanto durante la época de la Unión Soviética como en los años del largo mandato de Boris Yeltsin, ahora se ha convertido en un país "colaboracionista" y ha pasado a favorecer la alianza con Estados Unidos para aumentar su presencia e influencia en la región (incluso se ha comprometido a suministrar armas a la rebelde Alianza del Norte que combate al régimen de los talibanes). Nada de extraño que una vez "finalice" el conflicto de modo implícito se le asigne o intente asumir la función de "gendarme regional" (sobre todo en el Asia Central ex soviético) para evitar la proliferación de redes terroristas musulmanas. Tanto para China como para Rusia esto constituye un tema de primer orden, tal como lo testimonia el acuerdo de Shanghai suscrito entre estos dos países junto con Uzbekistán, Kazajstán y Kirguistán para resolver los problemas de Asia Central. Pakistán, tradicional aliado de los Estados Unidos, se encuentra en una delicada situación, porque a la tensa frontera que lo separa de India, país al que le disputa la región de Cachemira, la evolución de los acontecimientos puede deparar que en su frontera con Afganistán surja un nuevo foco de tensión, esta vez en su flanco Oeste. Irán, gran y prudente potencia regional, tendría mucho que ganar con un debilitamiento de los talibanes porque entre las fuerzas opositoras a estos se encuentran importantes aliados suyos. Puede ser que su radio de influencia aumente sensiblemente, lo que de suyo no será del agrado de los norteamericanos que consideran a Irán como uno de sus principales "enemigos" en el mundo. Otros cambios imprevisibles que pueden presentarse, sobre todo si el conflicto se prolonga o termina afectando a otros países, se refieren a la profundización del debilitamiento de algunos estados de la región que pueden encontrarse en serias dificultades para contener un aumento del malestar social anti norteamericano, tal como lo testimonian las grandes movilizaciones que han sacudido a Egipto, Pakistán e Indonesia. También es probable esperar cambios de gran envergadura en el mismo continente europeo. Probablemente se fortalecerá el papel de Gran Bretaña como puente entre Europa y EE.UU; Rusia está presionando para ser aceptada como miembro de pleno 40 • Colombia Internacional 52 derecho en Occidente y en Europa (Rusia se ha comprometido a proveer hidrocarburos a Europa en caso de que surjan problemas de suministro y el canciller alemán, G. Schroeder, dejó abierta la posibilidad de que su gobierno se convierta en abanderado para el ingreso de Rusia a la OTAN) (El País, 2001g); la OTAN ha demostrado que sigue siendo una institución necesaria para las naciones más desarrolladas; probablemente la ampliación de la Unión Europea (UE) sufra algunos tropiezos en razón de la importancia que están adquiriendo los temas de seguridad, aspecto que deja a algunos candidatos a ingresar en posición de debilidad; los Balcanes se convertirán en una preocupación exclusivamente europea; por último, la política exterior y de seguridad común de la UE probablemente dejará de pensarse como un eventual contrapeso o alternativa a la política norteamericana, para constituirse en un complemento de las acciones conjuntas (Garton Ash, 2001c). Por último, el hecho de que el núcleo central de la alianza antiterrorista esté constituido por la OTAN implica un fortalecimiento del eje atlántico en detrimento del pacífico. Después de finalizada la guerra fría, fueron innumerables las declaraciones de las autoridades norteamericanas que precisaban que las relaciones con los países del sudeste asiático se convertirían en la principal prioridad de la política exterior de Washington. Estas declaraciones, aunadas al crecimiento de los intercambios entre las dos orillas del pacífico, generaron un gran desconcierto en los países de la Unión Europea que respondieron con su propuesta de Alianza Atlántica para intentar conservar sus estrechos vínculos con los Estados Unidos. En las actuales circunstancias, la solidez de la reciente alianza creada entre este último y la mayor parte de los países europeos a través de la OTAN, y el apoyo brindado por la Unión Europea al gobierno norteamericano en su lucha anti terrorista, le han devuelto la centralidad al eje atlántico en los aspectos político, militar y de seguridad nacional, regional e internacional y dada la imbricación que existe entre economía y política, esta centralidad también se expresará en el plano económico. El siglo XXI no será del pacífico, sino del atlántico. EVENTUALES CONSECUENCIAS A MEDIANO Y LARGO PLAZO Si bien no es nada fácil predecir cuáles podrán ser las evoluciones futuras, las dinámica de las cosas nos permiten suponer algunas transformaciones probables y otras deseadas. Entre las primeras, tenemos ante todo las siguientes: los atentados han agudizado y profundizado la recesión norteamericana. La gravedad de esta situación radica en que nunca, desde la gran depresión de finales de la década de los años veinte del siglo XX, se había presentado una sincronización recesiva entre las distintas regiones del planeta. "Considerando que el máximo nivel de sincronía recesiva del ciclo es 100, es de 90 frente a 50 en 1975,60 en 1982 y 65 en 1991. En este último año, la desaceleración norteamericana se ha ido trasladando por la mayor apertura de los mercados. Conviene recordar que las importaciones de Estados Unidos representan hoy el 6% del PIB mundial, el doble que en 1991"(de la Dehesa, 2001). A diferencia de la crisis financiera asiática que golpeó a un conjunto de países de elevada significación económica a nivel internacional, esa turbulencia no se convirtió en una crisis de dimensión mundial, porque en ese entonces la economía de Estados El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 41 Unidos y en menor medida la europea, se encontraban en una fase de crecimiento. Hoy por hoy, la gravedad de la situación se manifiesta en que ninguna otra zona del planeta se encuentra en condiciones de convertirse en una locomotora que jalone el conjunto de la economía mundial y permita amortiguar el impacto de la recesión norteamericana. Después de los atentados en los diferentes confines del planeta se ha empezado a pronosticar el crecimiento a la baja. En esto es particularmente inquietante la situación latinoamericana que tendrá que esperar a ver cómo Argentina, el país en este momento más débil de la región, logra capear el temporal que se le avecina, cuando tenga que cancelar los intereses de su deuda externa que supera los US$ 150 mil millones. En el caso norteamericano, los consumidores que eran la fuerza que había posibilitado el elevado crecimiento en los años anteriores y en los cuales se depositaba la confianza para mantener esa tendencia (el gasto de consumo supone casi las dos terceras partes de la economía norteamericana) se encuentran en una situación de total escepticismo frente a la marcha de la economía. Pero si bien la primera consecuencia económica de los ataques terroristas fue que contribuyeron a agudizar la recesión, el impacto mayor no se manifestará en este plano. El problema de fondo consiste en que para sacar la economía norteamericana de la recesión y devolver la confianza a los inversionistas y consumidores se requiere una activa participación del estado, el cual a través del gasto público ponga en marcha la máquina económica estadounidense. Esta será sin duda una de las consecuencias más duraderas, y con ello podemos suponer que la etapa neoliberal de la globalización económica empezará a quedar irremediablemente atrás. Esta aseveración la basamos además en el hecho de que en la medida en que los temas de seguridad adquieran mayor importancia y se conviertan en un referente obligado en la actuación nacional e internacional de todos los países, pero sobe todo de los más desarrollados, asistiremos a un escenario en el cual el estado comenzará a sustituir a la economía de mercado. Como escribe Scalfari (2001), "La guerra frontal contra el terrorismo, tiene necesidad de más estado. No se trata de una oscilación de tipo ideológico, es decir como diría un veterano marxista de un fenómeno superestructural; se trata por el contrario de un cambio estructural. Dotado de una fuerza proporcional a su necesidad. La guerra total al terrorismo se combate aumentando al máximo nivel posible la seguridad interna e internacional. Si el fin de ambas partes contendientes es la mayor o menor seguridad, es evidente que el funcionamiento del libre mercado y sobre todo del libre mercado global quedará profundamente herido". En el plano de lo deseable, quizás presenciemos también otro tipo de evoluciones. Seguramente en un primer momento vamos a asistir a un fortalecimiento del papel de los Estados Unidos en el mundo, pero las consecuencias del ataque permiten suponer que el tiempo del unilateralismo puede quedar irremediablemente atrás. Porque como escribe David Held, "Ya no vivimos, si es que alguna vez fue así, en un mundo de comunidades nacionales discretas que tienen el poder y la capacidad exclusiva para determinar el destino de quienes en ellas habitan. Por el contrario, vivimos en un mundo de comunidades de destino superpuestas. Una respuesta defensible, justificable y sostenible al 11 de septiembre debe ser acorde con nuestros principios básicos y con las aspiraciones de seguridad de la sociedad internacional, con el derecho y con la administra- 42 • Colombia Internacional 52 don imparcial de la justicia, aspiraciones dolorosamente formuladas después del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Si los medios desplegados para luchar contra el terrorismo contradijesen estos principios, puede que satisfagan la emoción del momento, pero nuestra mutua vulnerabilidad se verá acentuada. Nos alejaremos todavía más de un orden mundial más justo y seguro. Esto podría fácilmente suponer el aumento de la intolerancia respecto a todos los intentos de protestar y de cambiar las circunstancias políticas, aunque respeten la ley y tengan una orientación pacífica. Sin una paz justa en Oriente Próximo y sin un intento de anclar la globalización en unos principios significativos de justicia social no puede haber una solución duradera al tipo de crímenes que acabamos de ver" (Held, 2001). Igualmente, independiente de su desenlace, la comunidad mundial, no la de estado, sino la de individuos de todo el planeta encuentra un terreno abonado para propiciar el desarrollo de un planteamiento alternativo que "contrarrestre la estrategia del odio y el miedo con otra para ganarse los corazones y las mentes. Lo que se necesita es un movimiento a favor de la justicia y legitimidades globales, no estadounidenses, cuyo objetivo sea establecer el sistema de derecho en lugar de la guerra y promover el entendimiento entre comunidades en lugar del terror" (Held y Kaldor, 2001). Si tienen lugar escenarios similares a los que hemos presentado y el mundo acompaña a Estados Unidos a asumir la interdependencia política global probablemente podamos al cabo del tiempo corroborar que con el ataque a las torres se inició una nueva era. Bienvenidos al siglo XXI. BIBLIOGRAFÍA Ali, Tariq. "Au nom du "choc des civilisations"". Le monde diplomatique No. 571. Septiembre, 2001. Birnbaum, Norman. "Atenas y Roma, ¿otra vez?". El País. Septiembre 21, 2001. Bishara, Marwan. "L'ére des conflits asymétriques". Le monde diplomatique No. 571. Septiembre, 2001. Carlin, John. "El fin de una era". El País. s/f. Clemons, Steven C. "Etats-Unis, excés de puissance". Le monde diplomatique No. 571. 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