EL ATAQUE A LAS TORRES Y EL DRAMÁTICO INICIO DEL SIGLO

Anuncio
EL ATAQUE A LAS TORRES Y EL
DRAMÁTICO INICIO DEL SIGLO XXI
Hugo Fazio Vengoa*
El artículo analiza los ataques del 11 de septiembre buscando redimensionar el
evento como un punto importante en la evolución del sistema internacional. Para
ello, el autor estudia las razones que pudieron motivar el atentado y contempla las
consecuencias que generará en el orden internacional no solo el suceso en sí, sino
las acciones emprendidas como reacción a éste. Se evalúan también las diversas
facetas en la posición asumida por Estados Unidos desde el momento de la arremetida terrorista, evidenciando los cambios en su política exterior así como las
implicaciones de estas transformaciones en las agendas exteriores de otros países.
Finalmente, el autor sugiere el advenimiento de importantes transformaciones en
el papel del estado, la seguridad, el desarrollo económico internacional y el proceso
de globalización, a la vez que plantea una oportunidad para que el papel de la
comunidad internacional sea más positivo y cambie el actual escenario de odio y
miedo que caracteriza a la nueva cruzada contra el terrorismo.
Palabras clave: 11 de septiembre/ terrorismo/ Estados Unidos/ sistema internacional.
This article analyzes the terrorist attacks of September 11 in relation to the evolution of the
international system. The author discusses the motivations behind the attacks, as well as
evaluating their consequences and those of the international acions designed to counteract
this threat, for the international system. The distinct postures adopted by the United
States in light of the events of September 11, and the implications of shifts in U.S. foreign
policy orientations for the foreign policies of other countries are also studied. Finally, the
author highlights the onset of significant transformations in the role of the state, conceptions of security, international economic development and the globalization process, while
identifying new opportunities for a more positive role on the part of the international
community in modifying current sentiments of polarization and fear that charaderize the
global crusade against terrorism.
Keywords: September 11/ terrorism/ United States/ international system.
Una de las más interesantes disquisiciones
que nos ha legado la evolución de la disciplina histórica durante el siglo XX es la idea
de que el tiempo de la historia transcurre a
un ritmo diferente a la secuencia temporal
que reviste el calendario. Así como hay períodos en los cuales el tiempo pareciera
ralentizarse, encontramos otros momentos
*
en que la historia se acelera y el movimiento
entra en una etapa de desarrollo vertiginoso. Una de estas etapas la vivimos a finales
de la década de los años ochenta con la caída del muro de Berlín, acontecimiento que
puso fin a la división del mundo en Este y
Oeste, dio término al ordenamiento mundial de la guerra fría, culminó con la desin-
Profesor titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.
26 • Colombia Internacional 52
tegración de una de las dos superpotencias
y acabó envolviendo a buena parte del planeta en el "tiempo mundial" de la globalización.
Por lo general, en esos momentos de aceleración de la historia algunos eventos se
convierten en acontecimientos portadores
de grandes y profundas significaciones. Estos "acontecimientos monstruos", para retomar una idea del historiador francés Pierre
Nora (1974), se caracterizan por contener en
su misma esencia la cualidad de establecer
una ruptura entre el "antes" y el "después";
señalan la finalización de un período y traen
en sí las semillas de un nuevo orden.
Si la importancia de la caída del muro de
Berlín consistió en haber sido ese acontecimiento monstruo de proyección global que
puso fin al "breve siglo XX", al decir de Erick
Hobsbawm (1995), y nos proyectó hacia un
futuro al situarnos en el movimiento envolvente de la globalización, conviene preguntarnos si el ataque terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York y al edificio del
Pentágono constituye un acontecimiento
análogo en su significación a lo ocurrido los
días 8 y 9 de noviembre de 1989 o si por el
contrario, debemos interpretarlo simplemente como un hecho más episódico, más localizado y frugal, que no precisa ni un "antes"
ni un "después".
Pese a que es difícil determinar su alcance porque nos encontramos aún bajo los efectos de los esplendores del fenómeno, coincidimos con el historiador británico Timothy
Garton Ash (2001), cuando sostiene que el
ataque terrorista se ubica a medio camino
entre ambos tipos de eventos, pero más cerca del primero, aun cuando nunca llegue a
revestir la carga valorativa que tuvo la caída
del muro de Berlín, entre otras, porque, con
el ataque terrorista el "después" no se configura a partir de la carga simbólica que encierra el suceso, sino que depende en lo fundamental de la voluntad y de las opciones
políticas que se tracen los actores más influyentes del sistema internacional. En este sentido, podríamos asemejarlo más al asesinato
del archiduque en Sarajevo en 1914, que sirvió de detonante para la primera guerra
mundial, sin que constituyera la explicación
de esta conflagración mundial.
MÓVILES Y SIGNIFICADO DE LOS ATAQUES
Con el ánimo de demostrar esta tesis y hacer
inteligible el fenómeno, debemos centrarnos
en primer lugar en el mismo acontecimiento y en las lógicas de que se hace portador. Al
igual que ocurrió con los ataques a las embajadas norteamericanas en Tanzania y Kenia
en 1998, este tipo de ataques, suicidas o no,
no son reivindicados por nadie, por lo que
las motivaciones que impulsan a estas fuerzas a emprender tales actos quedan cubiertas por un velo de silencio. De ello podemos
extraer una primera conclusión: la acción
no comporta el deseo de celebrar ningún
tipo de negociación, por lo que no podemos
analizarlo dentro de los marcos tradicionales de un conflicto entre dos actores convencionales. Por eso es menester crear un marco
de análisis que nos permita aproximarnos a
los móviles que se persiguen con este acto.
Es en este contexto que adquiere toda su
validez la pregunta ¿por qué los ataques se
dirigieron contra las Torres Gemelas en Nueva York y el edificio del Pentágono? Sobre el
lugar donde se produjeron los atentados,
además del hecho de ser el primero el corazón de la economía norteamericana y mundial y el segundo, el nervio central de la inteligencia militar, Timothy Garton Ash
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 27
(2001b), en otro de sus artículos, se pregunta
sobre si los ataques habrían alcanzado el grado de solidaridad si hubiesen ocurrido en
otros países de Europa, como el que se ha
logrado en respuesta a los de Nueva York.
"No, claro que no. América es parte de todos
nosotros: la música, las películas, la televisión. Todo el mundo en Europa o ha estado
en Nueva York o quiere ir a Nueva York"
(Garton Ash, 2001b). Desde este punto de
vista, el lugar donde se produjeron los atentados encierra una simbología y se hace portador de unos imaginarios que trascienden
las fronteras de los Estados Unidos. En ese
sentido, se puede sostener que si bien la potencia del norte constituía el blanco, también era un llamado de atención a todo el
mundo.
Sobre las razones del ataque, Jeremy
Rifkin (2001) nos ofrece una sugestiva respuesta cuando sostiene que si bien millares
son las personas que se han favorecido del
crecimiento del comercio mundial, millones
son también los que han sufrido "el lado oscuro de la globalización y que consideran
las Torres Gemelas como un símbolo del mal.
De hecho, la globalización tiene un lado siniestro, y negarse a reconocerlo y a hacer
algo al respecto sólo puede polarizar más aún
a la comunidad mundial y dar nuevos ímpetus a los movimientos extremistas" (Rifkin,
2001).
En efecto, la globalización económica ha
generado bienestar a sólo una parte de la
población de la humanidad ("las 365 personas más ricas del mundo disfrutan de una
riqueza colectiva que excede a la renta anual
del 40% de la humanidad" (Rifkin, 2001))
mientras que a nivel social ha contribuido a
una tajante división entre aquellos que se
encuentran insertos en los circuitos globales
y los millones que se quedan marginados
("la mitad de la población del mundo está
en la economía extraoficial del trueque y la
subsistencia" (Rifkin, 2001)). En lo que respecta a las comunicaciones, uno de los campos que más ha despertado la admiración de
muchos en épocas recientes por los significativos avances que en este plano se han registrado, no debemos olvidar lo que nos previene el economista cuando escribe que "el
60% de las personas del mundo no ha hecho
nunca una sola llamada telefónica". Por último, en el plano de la cultura, acota que
subsisten "segmentos enteros de la humanidad que sienten que sus historias irrepetibles
y los valores que rigen sus comunidades están siendo pisoteados por las empresas
globales".
Aunque la globalización, tal como se practica en la actualidad, haya contribuido a crear
un contexto idóneo de donde puedan surgir manifestaciones de rechazo al orden
imperante y que el marginamiento de vastos
sectores de la humanidad cree un caldo de
cultivo para el estallido de acciones extremas, de ello no podemos inferir que la globalización constituya la explicación profunda de este acto terrorista. Simplemente
favorece la creación de un ambiente propicio del que se nutren ciertas manifestaciones de descontento y otorga a algunos un
objetivo hacia el cual canalizar su ira.
Si no podemos imputarle al rechazo de
la globalización la explicación del acto, entonces, ¿qué motivó los ataques? ¿Será entonces que la respuesta la podemos encontrar en el choque de civilizaciones -tesis que
desde inicios de la década de los años noventa popularizó el politólogo Samuel Huntington- el enfrentamiento de religiones, o
es un rechazo de los desesperados pobres
del mundo contra la opulencia del norte?
28 • Colombia Internacional 52
Nos parece que ninguna de estas tesis
puede utilizarse para explicar los hechos
ocurridos en Nueva York, aunque pueden
contener una parte de la verdad. Muchos
medios han podido regocijarse con las desafortunadas palabras empleadas por el magnate de los medios de comunicación y Primer Ministro de Italia, Silvio Berlusconi: "no
podemos poner en el mismo plano a todas
las civilizaciones. Hay que ser conscientes
de nuestra supremacía, de la superioridad
de la civilización occidental. Occidente seguirá occidentalízando e imponiéndose a los
pueblos. Ya lo ha conseguido en el mundo
comunista y con una parte del mundo islámico" (La Repubblica, 2001). Esta afirmación
le costó la condena por parte de altos
dignatarios de buena parte del planeta, incluso de importantes dirigentes del mismo
mundo desarrollado. Sin embargo, no estaría de más recordar que Berlusconi no ha
sido el único que ha esgrimido este tipo de
argumentaciones. El mismo presidente
George Bush en su discurso ante el Congreso, que le valió tantos y prolongados aplausos, utilizó expresiones como "cruzada", "los
que están con nosotros y los que están contra nosotros", "hasta la victoria final" y denominó la respuesta militar al terrorismo como
"Operación justicia infinita", lo que a su manera también rememoraba un choque de civilizaciones. Ello despertó suspicacias en el
mundo musulmán y obligó a que las autoridades norteamericanas tuvieran que cambiar
la denominación del operativo por el no
menos ambiguo de "libertad duradera".
1
Nada permite aglutinar bajo un denominador común la heterogeneidad de los
pueblos de Asia Central y el Medio Oriente,
muchos de los cuales se diferencian por sus
orígenes étnicos (persas, árabes, etc.), otros y
a veces los mismos, por su pertenencia religiosa (cristianos, musulmanes de diferentes
sectas, etc.), lenguas y singularidades en la
evolución histórica1. Además de equivocada, una interpretación en estos términos es
peligrosa. Hablar de "cruzada", "de lucha
del bien contra el mal", "réplica devastadora", "están con nosotros, o están con los
terroristas" es una retórica peligrosa, "no sólo
porque algunas palabras, si manchan para
siempre las conciencias, pueden en ciertos
casos matar, sino porque también -y allí está
la gran victoria de los terroristas-justifican
exactamente la imagen que los integristas
quieren de las democracias en el mundo"
(Nair,2001).
Tampoco podemos inscribir este acontecimiento dentro de una perspectiva que privilegie el enfrentamiento entre religiones,
porque, entre otros motivos, la mayor parte
de los musulmanes ha condenado con sinceridad este acto terrorista, lo que de suyo
descarta la validez de esta hipótesis; ni tampoco representa un choque entre los pobres
del mundo y el capitalismo mundial, aunque la exclusión social conduzca frecuentemente a la desesperación de la que se alimenta el fanatismo. Como acertadamente
escribe Manuel Castells: "es esencial distinguir esta guerra de la oposición al modelo
¿Qué similitud puede existir entre una Turquía que se inscribe dentro de la tradición del kemalismo que sostiene que para progresar el país debe aceptar muchos elementos propios de la cultura occidental,
incluidos los derechos para las mujeres, el aprendizaje de la ciencia moderna y la separación entre el
estado y la religión- y un país como Irán, cuyos gobernantes consideran que se debe regresar al
verdadero islam porque los problemas que enfrentan se deben al abandono de la esencia religiosa y la
imitación de los "infieles"?
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 29
neoliberal que representa el movimiento
antiglobalización, porque esa asimilación
conduciría a criminalizar dicho movimiento y a sofocar el gran debate democrático sobre los contenidos de la globalización que
apenas se ha iniciado" (El País, 2001).
Es, sin duda, en el plano político donde
encontramos elementos de naturaleza más
circunstancial que nos permiten alcanzar
una explicación mucho más concreta de las
motivaciones de los ataques terroristas, aunque tampoco en este plano podamos encontrar una respuesta unívoca. Valga que hagamos una pequeña disgresión en torno a
ciertos elementos históricos y a ciertas particularidades que ha comportado la presencia de los Estados Unidos en el Medio Oriente y Asia Central. Durante la época de la
guerra fría, los Estados Unidos y algunos
estados musulmanes de la región utilizaron
a los grupos musulmanes radicales, llamados en ese entonces "freedom fighters", combatientes por la libertad, como instrumentos
en su política de contención del comunismo y de lucha contra todo régimen que a
éste se le pareciera (los hermanos musulmanes contra el Egipto de Nasser, el Sarekat-iislam contra Sukarno en Indonesia y el
Jamaati-islam contra Benazir Bhutto en
Pakistán) (Ali, 2001). Fue en Afganistán donde alcanzó mayor paroxismo esta asociación,
pues se patrocinó a grupos rebeldes
fundamentalistas para que contribuyeran a
la lucha contra la presencia soviética en este
país (Osama Ben Laden). Una vez que se alcanzaron los objetivos y los soviéticos se retiraron de Afganistán, los grupos rebeldes
fueron abandonados a su propia suerte. Pero
ello no se tradujo en una desmovilización
de estos grupos por cuanto vivieron con entusiasmo su victoria sobre el comunismo. Por
el contrario, durante la década de los años
noventa mantuvieron su actividad y alcan-
zaron cierta notoriedad al convertirse en significativas fuerzas de acción que se utilizaron en conflictos tan dispares como
Afganistán, Sudán, Bosnia y Kosovo.
La motivación que los impulsaba a intervenir en ámbitos tan distintos radicaba en
que sus acciones no sólo se focalizaban en
luchar contra el comunismo. La oposición a
la URSS era concebida como un simple engranaje de una arquitectura mayor que consistía en la búsqueda de una simbiosis entre
la política, el estado, la comunidad y el islam. El fundamento de esta concepción se
articula en una lectura doctrinaria y muy
ortodoxa del islam, tal como se presenta en
la vertiente del wahabismo-yihadismo. Al
respecto, Graham E. Fuller (2001) escribe: "el
islam actúa en el mundo musulmán como
vehículo natural de la política. Al igual que
los occidentales consideran las revoluciones
francesa y estadounidense como modelos de
libertad frente a la tiranía, o la Carta Magna
como doctrina básica de buen gobierno, en
el mundo musulmán el Corán sirve de fuente de justicia, humanidad, buen gobierno y
oposición a la corrupción. El islam proporciona la ideología tanto a la lucha interna
contra el gobierno autoritario laico como a
las minorías musulmanas que aspiran a liberarse del control frecuentemente estricto de
los no musulmanes".
Esta concepción se deriva de una interpretación muy ortodoxa de los textos sagrados del islam de acuerdo con una tradición
que data del siglo XVIII y que fue elaborada
en Arabia Saudí por Mohamed Abdul
Wahab. Por ello, en Arabia Saudita, donde
constituye la religión oficial, se conserva una
serie de tradiciones muy fuertes y rígidas,
entre las que sobresalen el hecho de que las
mujeres deben permanecer cubiertas y no
pueden ejercer funciones públicas, el aleo-
30 • Colombia Internacional 52
hol se encuentra proscrito, los delitos se castigan con latigazos, amputaciones y ejecuciones (El País, 2001b). Esta es la concepción
del Islam de la cual se hacen voceros Ben
Laden y los talibanes en Afganistán. A ella
sólo le agregan un ingrediente adicional, el
yidahismo, que postula la lucha armada, la
"guerra santa", contra todos los regímenes
impíos, tanto de Occidente como de algunos estados aliados de éste en el mundo
musulmán (Roussillon, 2001).
Si para estos grupos la lucha contra el
comunismo se inscribió dentro de la línea
de una guerra santa contra el "mal", ciertos
acontecimientos posteriores contribuyeron
a que su centro de atención se desplazara en
otras direcciones. En primer lugar, la guerra
del golfo introdujo una ruptura entre los
estados musulmanes que apoyaron la coalición internacional en contra de Irak y estas
redes que pregonaban la guerra santa, que
se ubicaron en el bando opuesto. El repudio
a esta guerra se basó en que se estaba tolerando una fuerte presencia extranjera en la región, varios de los países de la zona se estaban adscribiendo a un plan geoestratégico
diseñado en Occidente, se atacaba a un país
musulmán y se estaba permitiendo la ocupación extranjera, así fuera momentánea, de
regiones sagradas para el islam. A ello, con
el correr del tiempo se sumó la estricta aplicación de las resoluciones de la ONU, que
ha mantenido un injusto embargo de diez
años sobre Irak, mientras que frente a Israel
la "comunidad internacional" no ha mostrado la misma determinación para imponer los dictámenes de la ONU.
Ello permite también entender porqué
Arabia Saudita se ha convertido en uno de
los blancos predilectos de las redes terroristas, monarquía cuya animadversión igualmente convoca. El hecho de que en el terri-
torio de este país se encuentren dos importantes lugares sagrados de los musulmanes,
la Meca y Medina, ha conducido a que estos
grupos interpreten la permanencia de tropas norteamericanas (desde la guerra del
golfo se encuentran estacionados siete mil
soldados norteamericanos en Arabia Saudita)
como una claudicación frente a fuerzas "impías". Arabia Saudita simboliza la representación de un régimen despótico, corrupto y
fuertemente apoyado desde el "extranjero"
que cumple un importante papel de "estabilizador" del orden regional que las potencias occidentales quieren imponer en el
Medio Oriente. Igualmente representa un
objetivo estratégico en el diseño político de
estas redes terroristas por cuanto es un país
donde existe una sólida presencia islámica
en sus vertientes más ortodoxas pero que
constituye al mismo tiempo la "avanzada"
de Occidente en la región. Como señala
Tzvetan Todorov, "los instigadores de los
atentados del 11 de septiembre tienen la mira
puesta más en los países islámicos que en
nosotros. Su objetivo es reforzar su dominio
sobre Pakistán, sobre Arabia Saudita.
Afganistán ya lo consiguieron. Por consiguiente, estamos ante un proyecto de poder"
(El País, 2001c).
En tercer lugar, no se puede pasar por
alto el irresuelto proceso palestino-israelí, la
política de dos pesos, dos medidas, aplicado
al conflicto por la prepotencia israelí, país
que durante todos estos años ha contado con
el apoyo incondicional de los Estados Unidos. No es de extrañar que durante todo este
largo conflicto, la posición de los palestinos
haya terminado sufriendo una importante
evolución: de su anterior defensa a la creación de un estado laico en Palestina se ha
transitado a una situación en la cual cada
vez se fortalece más la presencia del islamismo radical como manifestación de la impo-
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 31
tencia de la anterior opción política que se
estrelló contra "el muro de Israel y el apoyo
cerrado que recibe de Estados Unidos"
(Ridao,2001).
En cuarto lugar, el carácter transnacional que han asumido estas redes de terroristas islámicos obedece a que tanto los árabes
como los musulmanes cada vez se identifican menos con los estados naciones diseñados en la época poscolonial. Las transformaciones a nivel global han erosionado las
asociaciones civiles y de alguna manera han
descompuesto al estado, órgano que en el
Medio Oriente es y ha sido siempre percibido como el realizador del bien colectivo
(Kamal y Samatar, 1996:188). Esta alineación
es lo que explica porqué es difícil encontrar
otra región del planeta en la que parte importante de la población asuma una actitud
contestataria con la globalización como ha
ocurrido en el Medio Oriente, aun cuando
sólo en ocasiones se pase de las palabras a los
hechos. "El islamismo se ha convertido en el
refugio después de todos los fracasos, que
han desacreditado los regímenes y con ellos
el estado que expresaban" (Valli, 2001).
Igualmente ello es lo que explica porque estas redes terroristas convocan a individuos
de diferentes países, para los cuales el debilitamiento de los referentes identitarios nacionales y/o estatales son sustituidos por
identificaciones de tipo religioso. Es decir,
el carácter transnacional de estas redes no es
el resultado de la globalización, aun cuando
en sus acciones se valgan de los intersticios
creados por ésta, sino del desdibujamiento
de la institucionalización de la política que
en un primer momento fue más nacionalista
y política que religiosa, pero que, ante la
imposibilidad de alcanzar dichos objetivos
y validar estados con perspectivas nacionales, terminó suplantando el componente
político a favor de la identidad religiosa. Es
decir, el auge de los integrismos ha sido el
producto de la incapacidad de los países de
la región de alcanzar mecanismos que garanticen la legitimidad política. Esta débil
legitimidad crea un vacío que permite la
amplia expansión de movimientos populistas e integristas que intentan resolver los problemas mediante los conflictos y las guerras
civiles (Saghiyen, 2001). La opción violenta
que estas redes validan se produce en parte
por la identificación y entronización de las
clases dirigentes árabes y musulmanas con
los circuitos globalizantes que abren un boquete entre estas y las masas desarraigadas urbanas y rurales. "Al renunciar a tomar el poder en la mayor parte de los países
musulmanes, el movimiento islamista no
tiene, pues, otra elección que entre su autodestrucción y la violencia. (Touraine,
2001).
En quinto lugar, de lo anterior se puede
desprender la tesis de que el auge de los movimientos islamistas ha consistido en reconstruir formas de identidad que permitan cerrar la brecha que existe entre modernización
y tradición "con base en una nueva versión
pura del islamismo que está más allá de la
historia, que se enfrente tanto a la culturamundo de Occidente como a la comunidad
tradicional. No es por lo tanto un retorno
religioso, es la generación de un nuevo orden que rechaza la libertad individual y la
ciudadana, en nombre de un neocomunitarismo radical y que arranca su legitimidad de una construcción religiosa que concibe a la modernidad como una blasfemia
contra la revelación del islam" (Ottone,
2000:38).
De estas motivaciones que encontramos
en los ataques podemos concluir que estos
actos tenían dos finalidades precisas. De una
parte, sembrar el terror en el adversario y, de
32 • Colombia Internacional 52
la otra, "suplir la ausencia de todo trabajo de
implantación social entre las poblaciones de
las que se valen, buscando con la adhesión
emotiva la movilización espontánea de las
masas" (Kepel, 2001).
En síntesis, una parte sustancial de la población del Medio Oriente se encuentra en
una temporalidad que le es propia y por lo
tanto parece que está poco interesada y poco
dispuesta a ser permeada por las dinámicas
sistémicas globales y anhelan con ahínco
definir su propio lugar en el mundo. Al respecto, un analista hace algunos años, escribía: "El nivel regional no es más fácil de definir en sí o en su relación con el centro del
sistema en formación; las diferentes regiones del mundo no viven ni en el mismo tiempo, ni con la misma intensidad, ni con la
misma certeza, la actual mutación del sistema global" (Salame, 1992:6). Complicado es,
por lo tanto, sintetizar las motivaciones que
pueden esconder estos ataques. Generalizando puede sostenerse que existen factores de
índole local-regional (fragilidad de los estados, volatilidad de los referentes políticos
de construcción de comunidad, divorcio entre élites y masas populares, debilitamiento
de los cauces institucionales de representación y acción política, marginamiento y
empobrecimiento de vastos sectores sociales), regional-internacional (errática política norteamericana en el Medio Oriente, utilización instrumental de algunos estados por
parte de Occidente, prolongadas situaciones de conflictividad) y regional-global (disonancia entre la temporalidad regional y la
mundial, frágil inserción en los circuitos
globales en tanto que el petróleo constituye
el principal, por no decir único, eslabonamiento). De todo esto se puede extraer una
segunda conclusión: la respuesta a los ataques terroristas no puede simplificarse en
una demonización de quienes perpetraron,
inspiraron o instigaron estos ataques. La respuesta, más allá de las retaliaciones inmediatas, debe comportar una visión de conjunto que busque dar explicación a estos
problemas, porque sólo ello podrá servir para
prevenir la repetición de situaciones análogas en el futuro inmediato o lejano.
LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
DE LOS ACTOS TERRORISTAS
Como señalábamos con anterioridad, este
ataque a las torres por sí solo no da lugar a
un "acontecimiento monstruo" global como
fue la caída del Muro de Berlín en el sentido
de que aquel en su esencia contenía las semillas del ordenamiento del mundo en torno a lo que se ha denominado la globalización y la democracia de mercado. Por el
contrario, el ataque a las torres se convertirá
en constructor de futuro sólo en la medida
en que existan actores que entren a
reconfigurar el orden mundial y a resolver
de raíz los motivos que impulsaron a sectores de terroristas transnacionales a emprender esta masacre. Para poder precisar la calidad de la respuesta debemos ante todo
determinar cuáles han sido las consecuencias inmediatas que tuvo el ataque a las Torres Gemelas.
Un primer efecto inmediato de este ataque, imposible de medir pero que se convierte en una variable con la cual debemos
contar, probablemente consistirá en el ejemplo demostración que puede despertar en
este y otros grupos terroristas. Algunas experiencias históricas previas ya nos habían
demostrado la importancia que tenía recurrir a acciones terroristas. Después de los largos años en los cuales los kosovares emprendieron una resistencia pasiva para obtener
legítimos derechos frente a la arrogante
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 33
Serbia, sus estrategias no despertaron el interés ni de los políticos europeos ni de los
medios de comunicación internacionales.
Pero cuando el Ejército de Liberación de
Kosovo decidió optar por la estrategia terrorista, fue cuando Europa Occidental empezó a preocuparse por el conflicto y terminó
defendiendo su causa (Garton Ash, 2000).
Algo similar ha ocurrido con el ataque a las
torres. Sin que ello pueda utilizarse como
justificación de tan atroz acto, la atención se
ha concentrado a tal punto en la región del
Oriente Próximo que las posibilidades de
resolver las diferentes tensiones que existen
en la zona han aumentado de manera
exponencial. (Es interesante recordar la tardía declaración del gobierno norteamericano de apoyar la creación de un estado
palestino, con lo cual sin duda se ha buscado ganar el apoyo de los árabes en la cruzada militar contra Afganistán). Pero, el "éxito" alcanzado por este acto terrorista ¿no
motivará a otros grupos de esta red, o simplemente a otros grupos, a intentar emular y
repetir este tipo de acciones, sobre todo si la
respuesta de Estados Unidos se adapta a sus
propósitos? Es ahí por donde podemos suponer que el terrorismo ha ingresado con
gran fuerza en la agenda y en la vida política
internacional.
Que el terrorismo internacional se convierta en una nueva y poderosa arma política, en ningún caso lo legitima. Desde todo
punto de vista el terrorismo constituye un
error monumental. Un ataque como el perpetrado al pueblo norteamericano con el
derribo de las Torres Gemelas seguramente
puede producir resultados opuestos a los esperados por los promotores de dichos ataques. Hace más difícil que la opinión pública de los países que sienten como suya esta
amenaza puedan presionar a sus respectivos gobiernos sobre la necesidad de favore-
cer profundas transformaciones en el sistema internacional. Valga la pena recordar que
una fuerza decisiva que impulsó al gobierno norteamericano a retirar las tropas estadounidenses de Vietnam fue la presión de
vastos sectores de la sociedad norteamericana que se movilizaron en contra de las veleidades intervencionistas del gobierno. Por el
contrario, en el caso de las Torres Gemelas
encontramos que se ha producido la situación contraria. De ser un gobierno frágil y
poco popular, el de Bush cuenta en la actualidad con un elevado respaldo para llevar a
cabo la represalia y seguramente no habrá
grupo social o político que esté dispuesto a
impedir la transferencia de fondos al sector
militar, incluso si ello termina debilitando
aún más la ya de por sí frágil área social.
Como escribe Vincenc Navarro (2001), "las
mayores víctimas del terrorismo serán, pues,
las propias clases populares de Estados Unidos y los mayores beneficiarios serán los
grandes grupos militares e industriales influyentes en el gobierno del presidente Bush,
que estimularán las tensiones internacionales que refuerzan a su vez, a las derechas de
la mayoría de países del norte". Es decir, con
el ataque los únicos sectores que finalmente
terminan beneficiándose son precisamente
aquellos que los terroristas pretendían
demonizar. Los perdedores somos todos los
demás, incluidos los fanáticos musulmanes
que han quedado privados de algunos de
sus anteriores bastiones de apoyo.
El mismo Jeremy Rifkin (2001), que citábamos con anterioridad, nos previene sobre
lo que podría ser una segunda consecuencia del ataque: el establecimiento de un estado policíaco. "A raíz de los ataques terroristas contra Estados Unidos, corremos el riesgo
de perder la inocencia que nos ha hecho tan
abiertos y acogedores con los extranjeros, (...)
ya estamos empezando a desconfiar de los
34 • Colombia Internacional 52
extranjeros. Nuestro miedo creciente a los
enemigos desconocidos que están entre nosotros podría alimentar el tipo de paranoia
de moda contra los grupos religiosos, étnicos
y raciales que socavaría para siempre el espíritu de apertura que es el sello del modo de
vida estadounidense y la clave de nuestra
grandeza. En nuestro deseo desesperado de
seguridad personal y colectiva podríamos
renunciar a nuestras más preciadas libertades civiles y acabar en un estado policial. Si
esto sucediera, entonces los terroristas responsables de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono habrán conseguido una
victoria mucho mayor, al haber mutilado el
peculiar espíritu estadounidense".
Esto no es simplemente una posible evolución de las que nos previene el célebre economista. El fiscal general de los Estados Unidos, John Ashcroft, solicitó al Congreso
norteamericano la aprobación de un conjunto de medidas antiterroristas entre las que se
encuentran la posibilidad de practicar detenciones en casos excepcionales por tiempo indefinido, que la policía pueda realizar
registros no autorizados expresamente por
el juez y que la cobertura del delito de terrorismo se extienda hasta el punto de que sea
posible condenar a una persona por mera
"asociación", aunque no le sea probada ninguna actividad terrorista concreta. (El País,
2001 d). Si bien el Congreso de los Estados
Unidos ha mostrado sus reticencias a aprobar este tipo de medidas, la mera presentación de este plan, así como la declaración
del gobierno británico de endurecer las condiciones de asilo y suspender en parte la
Convención Europea de Derechos Humanos que hace poco había suscrito el gobierno británico, argumenta a favor de la eventual evolución de los sistemas de seguridad
internos en muchos países desarrollados. Las
empresas de la "nueva economía" han com-
prendido claramente esta situación y están
desarrollando a pasos agigantados nuevos
componentes de seguridad que permitan
hacer frente a estas inciertas situaciones de
inseguridad que puede generar el terrorismo. No debemos extrañarnos si esta rama de
la economía se vuelve una de las más dinámicas. O sea, la derechización en la resolución de los asuntos internacionales seguramente irá acompañada probablemente de
una derechización en el manejo de las políticas domésticas.
En tercer lugar, los ataques del 11 de septiembre demostraron que cualquier sociedad, incluida la más desarrollada, es vulnerable a este tipo de acciones. De esto se
pueden desprender dos lecturas inmediatas: de una parte, el escudo antimisiles que
con tanto celo habían defendido los "halcones" de la administración Bush ha quedado
hecho trizas, porque el programa siempre
partía del supuesto de que el ataque provendría del exterior, pero nunca desde el mismo
espacio aéreo norteamericano. "Hasta el brutal despertar del martes, la administración
de Bush estaba convencida de que la seguridad norteamericana exigía un enorme aumento del presupuesto de defensa (40 mil
millones más de dólares), y dedicar la mayor
parte de ese presupuesto, primero a la creación de un sistema de defensa contra misiles
nucleares y, segundo, el desarrollo de la capacidad militar estadounidense en el espacio. El ataque producido esta semana, de la
teología contra tecnología y sin ningún estado a la vista, demuestra hasta que punto se
equivocaba Bush al pensar que puede alcanzar la invulnerabilidad de Superman"
(Carlin, "El fin de una era, El País, s/f.).
De la otra, ya existen serios indicios de
un notable incremento del gasto en defensa
por parte del gobierno norteamericano. Pero
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 35
lo más importante no será tanto la cuantía
destinada a la defensa como la reorientación
que le imprimirá a los ejes sobre los cuales se
fundamenta la política exterior norteamericana. Desde 1992, Bill Clinton se había propuesto unir a las naciones del mundo por
medio de una red de interdependencia económica, lo que se tradujo en un relativo desplazamiento de las élites militares. Tras el ataque seguramente se va a asistir a un vuelco
en esta relación otorgándole mayor campo
de maniobra al aparato militar porque ahora
el gobierno Bush encontró los medios que le
sirven de pretexto para retonificar la concepción realista de la cual se hace portador
por encima de la visión y la práctica
interdependentista heredada del gobierno
de Clinton (Clemons, 2001). Los medios no
han escapado a esta tendencia. Es muy sintomático el hecho de que si hasta no hace
mucho los espacios de opinión de gran audiencia estaban en manos de economistas,
hoy por hoy, su lugar ha comenzado a ser
ocupado por personas vinculadas a los aparatos militar y de seguridad. Igualmente es
ilustrativo el hecho de que si tras la apertura
de la bolsa de Nueva York las acciones de la
mayoría de las grandes empresas cayeron en
picada, incluidas las de la "nueva economía",
un repunte muy significativo presentó la
cotización de acciones de las industrias que
suministran pertrechos militares. De ahí que
probablemente ingresemos a una era en la
cual se establecerán correspondencias mayores entre los componentes internos y externos de la seguridad militar.
Ahora bien, vale la pena destacar que un
mayor presupuesto y la centralidad del componente militar de por sí no garantiza que
Estados Unidos vaya a estar mejor preparado para resolver los problemas a que deberá
hacer frente. De una parte, porque los países
desarrollados dejaron de tener el monopo-
lio de la destrucción masiva. De la otra, porque los nuevos desafíos mundiales ya no tienen lugar a partir de un esquema tradicional de conflictos entre estados, concepción
que sigue siendo la predominante entre los
estrategas del Pentágono. Más bien, el mundo está evolucionando hacia un esquema de
conflictos asimétricos (Bishara, 2001) para los
cuales la pesada maquinaria militar norteamericana se encuentra mal adaptada. Es
decir, mayor presupuesto en defensa no constituye garantía de que se pueda prever y resolver el tema de la seguridad a no ser que la
seguridad se conciba como un mecanismo
único que integre la dimensión interna y la
internacional. Pero como bien ha quedado
demostrado tras el ataque a las torres, estos
conflictos asimétricos, que poco tienen que
ver con la guerra convencional, no prevén
alcanzar una victoria militar; su objetivo
principal consiste en sembrar un clima de
terror. Es una nueva forma de violencia porque es dispersa y no se encuentra mediatizada directamente por un estado. El arma de
destrucción probablemente más utilizada no
será el armamento nuclear, sino las armas biológicas, la llamada "bomba nuclear de los
pobres", que tiene un bajo costo y es fácil de
construir dados los avances registrados por
la ingeniería genética. Parece que las élites
dirigentes de los países centrales, con el gobierno norteamericano a la cabeza, no han
comprendido a cabalidad que se está ante
algo totalmente nuevo. Por ello se han empeñado en encontrar un blanco que
cohesione (Ben Laden, Afganistán), incluso
con anterioridad a que se tuviese claridad
de su participación.
En cuarto lugar, si luego del fin de la
guerra fría se había incrementado el sentimiento de los norteamericanos "de ser un
pueblo escogido que habita una tierra prometida", el 11 de septiembre demostró que
36 • Colombia Internacional 52
no existe lugar en la tierra, por rico y poderoso que sea, que pueda soñar seguir viviendo en una torre de cristal. Si la inseguridad
en sus diferentes manifestaciones era una
realidad cotidiana de muchas regiones
periféricas ahora se ha instalado en el corazón del mundo. Ha demostrado que la interdependencia no es sólo una cualidad de
la economía, sino también de la política y de
los imaginarios.
En quinto lugar, uno de los ámbitos donde se percibirán con más fuerza las consecuencias de los ataques terroristas será en el
campo de la política exterior. De modo inmediato, porque los anteriores y urgentes
temas de la agenda han pasado a segundo
plano, lo que denota un esfuerzo por cambiar los centros de atención de la política
exterior de Estados Unidos y de varios estados europeos. Así, por ejemplo, después de
que se proclamara en varias oportunidades
que para la nueva administración norteamericana no había asunto más importante que
las relaciones con México en este instante el
Reino Unido es considerado el "amigo más
sincero".
Pero lo más durable en este plano seguramente será el hecho de que los ataques terroristas le darán un norte al accionar político de los Estados Unidos en el mundo.
Recordemos que el término "cruzada" ya
antes se había empleado contra el comunismo, guerra que también se definía en términos del bien contra el mal. No eran meras
palabras cuando el director del Instituto de
Estudios de Estados Unidos, adjunto a la
Academia de Ciencias de la URSS, Georgui
Arbátov, declaraba en plena época gorbachoviana: "¡les vamos a hacer una cosa terrible. Los vamos a privar de la imagen del
enemigo!". Desde entonces, la política exterior norteamericana careció de una estrategia que le asignara sentido a su accionar en
el mundo y orientara su actuación a nivel
internacional. Durante el mandato de Bush
padre se propuso favorecer la instauración
de un nuevo orden mundial, pero sus acciones, así como las de su sucesor en la Casa
Blanca, distaron enormemente de esa finalidad. "Milagrosamente", escribe Ignacio
Ramonet (2001), "los atentados del 11 de septiembre le restituyen un elemento estratégico mayor, del cual los había privado la Unión
Soviética durante diez años: un adversario.
¡Por fin!".
En sexto lugar, la economía resintió duramente los ataques con importantes caídas
registradas en las principales bolsas incluida la de Nueva York. No tanto por las destrucciones ocasionada por el acto terrorista,
que de acuerdo con estimaciones de Paul
Krugman (2001) en ningún caso pueden ser
superiores al 0,1% de la riqueza de los Estados Unidos, como por los efectos que tiene
la implantación de una economía de guerra
que sin duda tendrá consecuencias mayores: "Un gobierno que insistía en que los ciudadanos debían hacerse cargo de sí mismos
ha demostrado de pronto su lado más compasivo: hacia sectores empresariales, como
las líneas aéreas y compañías de seguros,
amenazadas por las consecuencias del ataque. Un descenso del dólar no sería mal recibido por una gran parte de la industria
estadounidense, después de que un dólar
fuerte les permitiera invertir a bajo precio
en gran parte del mundo" (Birnbaum, 2001).
Un mes después de los atentados se han realizado ayudas directas e indirectas provenientes de fondos federales que ascienden a
los 115 mil millones de dólares.
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 37
ALGUNAS CONSECUENCIAS
DE LA REACCIÓN
DEL GOBIERNO NORTEAMERICANO
Desde el ataque del día 11, la actitud del gobierno norteamericano ha pasado por tres
etapas. En un primer momento, existió la
presión por parte de los sectores más duros
en el gobierno de que debía producirse una
respuesta rápida e inmediata contra los eventuales terroristas. La reacción del "ojo por
ojo, diente por diente", se asemejaba al comportamiento israelí o al vaquero del Oeste,
que cada vez que se siente asediado, responde con reacciones instintivas e inmediatas.
Pero el hecho de que en esos primeros momentos no existiese un enemigo claramente
identificado, obligaba a contener la ira, porque se desconocía el blanco.
En un segundo momento, se invocó el
capítulo V del Tratado del Atlántico Norte
que prevé que el ataque contra un miembro
de la alianza representa un ataque a todos
los miembros de la organización. Esta nueva
postura obligaba a la prudencia ya que preveía una coordinación, ubicaba la negociación diplomática por encima de la vendetta
unilateral, pero no estaba exenta de graves
problemas. El principal era que una reacción en estos términos se asemejaba a un ataque de Occidente contra el mundo, lo que
hubiese validado la peligrosa tesis del choque de civilizaciones, y hubiera podido
traducirse en un distanciamiento de algunos estados musulmanes, el apoyo clandestino a redes terroristas y un rechazo a la sempiterna arrogancia de Occidente.
Para aislar a los terroristas no sólo se necesitaba el concurso de Occidente, sino también el apoyo de los países árabes y musulmanes en particular y de la comunidad
mundial en general. Por ello se requirió como
algo perentorio el aval de la ONU. El sábado
29 de septiembre, no sin antes tener que cancelar una parte de la deuda que Estados Unidos arrastraba desde hace años con la ONU
(600 millones de dólares), el Consejo de Seguridad, invocando el capítulo 7 de la Carta
de las Naciones Unidas, que le da al acuerdo
un carácter imperativo y lo convierte en un
elemento de derecho internacional, aprobó
una resolución que obliga a los 189 países
miembros de la organización a luchar contra el terrorismo, congelar sus medios de financiación y negarle cualquier tipo de apoyo político y diplomático. El escenario
creado con el aval logrado en la ONU induce a grandes reacomodos en la vida internacional: de una parte, convierte el tema de la
lucha contra el terrorismo en un asunto
mundial y lo ubica en un lugar elevado de
la agenda internacional. De la otra, genera
unos consensos necesarios que conducen a
grandes transformaciones geopolíticas.
De esta actitud cautelosa y firme del gobierno norteamericano se desprenden grandes e importantes derivados. Washington ha
comprendido que no puede seguir actuando unilateralmente, tiene que abandonar su
tradicional autismo y asumir una posición
más consensuada en relación al complejo
escenario mundial, lo que se traducirá, si la
comunidad internacional lo acompaña, en
un cambio en su modo de operar en la vida
y en la dinámica internacional. Si el abandono del tratado de Kyoto, el rechazo del
protocolo de verificación del tratado que
prohíbe las armas biológicas (qué paradoja,
esto es ahora lo más temido), la renuncia a
entrar en la negociación sobre el tráfico de
armas de pequeño calibre, el desistimiento
de ratificar la convención que crea una corte
criminal internacional, la intensión proclamada de apartarse del tratado anti misiles
entre Washington y Moscú y el abandono
38
Colombia Internacional 52
de la Conferencia de la ONU sobre el racismo habían sido claras demostraciones de la
voluntad unilateralista en que se había empeñado el nuevo gobierno de Washington,
ahora, en condiciones en que parece primar
la voluntad diplomática y negociadora, es
previsible para un futuro próximo una actitud mucho más constructiva por parte de la
administración Bush en torno a muchos temas de la agenda internacional. La buena
noticia es otra idea que surge de las cenizas
de la tragedia, "ojalá, que ahora quede más
claro para todos que ni siquiera el país más
poderoso puede andar solo por el mundo.
Muchos de los instintos unilateralistas tan
evidentes al principio de la administración
Bush afortunadamente se atemperarán ahora que la lucha contra el terrorismo requiere
la cercana cooperación de otros países"
(Naim,2001).
Los cambios a nivel geopolítico serán
consecuencias no menores. De una parte, las
guerras contra el terrorismo y todo lo que
pueda parecérsele han encontrado nuevos
fundamentos de legitimidad. El gobierno
ruso comprendió rápidamente la situación
y ha utilizado todos los escenarios posibles
para presentar la guerra que actualmente libra contra la separatista república chechena
como una guerra contra el terrorismo. "La
mano de quienes ponen las bombas en Nueva York y Washington es la misma que la de
los atentados en Moscú. Los rebeldes
chechenos son fundamentalistas con métodos terroristas", aseveró hace algunos días el
Jefe de Estado ruso (El País, 2001e). Hoy por
hoy, no sólo está legitimada la guerra contra
Chechenia, sino que también Occidente tenderá a hacer la vista gorda ante los abusos y
violaciones de los derechos humanos que se
presenten en este conflicto. Otro foco de tensión que puede tener un desenlace inesperado es el palestino-israelí. La necesidad que
tiene Estados Unidos de contar con el apoyo
de los países árabes y musulmanes puede
convertirse en un acelerador que presione a
las fuerzas y particularmente a los israelíes
para que pongan fin al conflicto y despejen
el camino para una salida negociada.
Se está asistiendo igualmente a un importante cambio geopolítico en el Medio
Oriente. Si durante la guerra fría presenciamos una "bipolaridad" que, con la sola excepción de la revolución iraní de 1979, se
enmarcaba dentro de los parámetros de la
oposición Este-Oeste; en la década de los
años noventa se asistió a otra forma de
"bipolaridad" a nivel regional que se
estructuraba a partir de la actitud que se asumía frente a los Estados Unidos dividiendo
a la región en países pro y anti norteamericanos, ahora se está evolucionado hacia el
despliegue de una amplia tonalidad de grises dentro de este segundo marco de
bipolaridad, con países más conciliadores
(Siria), tibios aliados (Egipto) y "adversarios
amistosos" como Sudán (Le Monde, 2001) e
incluso Irán que ha declarado su intención
de apoyar a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, siempre que esta acción se
realice bajo el amparo de la ONU (El País,
2001Í).
Igualmente, se asiste a importantes transformaciones en la actitud de los países occidentales y principalmente de los Estados
Unidos frente a los que hasta no hace mucho se consideraban países problemas. El levantamiento de las sanciones económicas
que pesaban sobre la India y Pakistán, el respaldo a Rusia en el conflicto que libra con
Chechenia, la actitud más benevolente frente a Uzbekistán, antigua república soviética
que ha encarcelado a millares de musulmanes, el afianzamiento de la cooperación entre Estados Unidos y China, incluido el com-
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 39
ponente militar y la suscripción en tiempo
récord del acuerdo bilateral con Jordania son
una buena ilustración de ello.
Pero en esto también hay un reverso de
la medalla. No sólo Estados Unidos tiene interés en operativizar estas rectificaciones con
el propósito de fortalecer su alianza anti-terrorista, sino que todos estos países intentan
también sacar tajada de la alianza. China,
probablemente el próximo mayor importador mundial de petróleo del mundo, no tiene ningún interés en que toda esta zona rica
en hidrocarburos quede bajo el directo control de los Estados Unidos, sobre todo porque además de la tradicional presencia de la
potencia del norte en el Medio Oriente, a
partir de los ataques contra Afganistán amplía su radio de acción e influencia a Asia
Central, incluida una parte de la anterior
Unión Soviética. De ahí que China se haya
unido a la alianza y colabore con Estados
Unidos para participar en los rediseños
geopolíticos que se puedan presentar en la
región una vez "finalice" el conflicto.
Rusia, que tras las creación de la Comunidad Euro-asiática ha intentado poner nuevamente a varios de los estados surgidos de
las cenizas de la URSS bajo su influencia,
igualmente ha operativizado un importante
cambio de actitud. De haber sido un tradicional país "contestatario" tanto durante la
época de la Unión Soviética como en los años
del largo mandato de Boris Yeltsin, ahora se
ha convertido en un país "colaboracionista"
y ha pasado a favorecer la alianza con Estados Unidos para aumentar su presencia e
influencia en la región (incluso se ha comprometido a suministrar armas a la rebelde
Alianza del Norte que combate al régimen
de los talibanes). Nada de extraño que una
vez "finalice" el conflicto de modo implícito
se le asigne o intente asumir la función de
"gendarme regional" (sobre todo en el Asia
Central ex soviético) para evitar la proliferación de redes terroristas musulmanas. Tanto
para China como para Rusia esto constituye
un tema de primer orden, tal como lo testimonia el acuerdo de Shanghai suscrito entre estos dos países junto con Uzbekistán,
Kazajstán y Kirguistán para resolver los problemas de Asia Central.
Pakistán, tradicional aliado de los Estados Unidos, se encuentra en una delicada
situación, porque a la tensa frontera que lo
separa de India, país al que le disputa la región de Cachemira, la evolución de los acontecimientos puede deparar que en su frontera con Afganistán surja un nuevo foco de
tensión, esta vez en su flanco Oeste. Irán, gran
y prudente potencia regional, tendría mucho que ganar con un debilitamiento de los
talibanes porque entre las fuerzas opositoras
a estos se encuentran importantes aliados
suyos. Puede ser que su radio de influencia
aumente sensiblemente, lo que de suyo no
será del agrado de los norteamericanos que
consideran a Irán como uno de sus principales "enemigos" en el mundo. Otros cambios imprevisibles que pueden presentarse,
sobre todo si el conflicto se prolonga o termina afectando a otros países, se refieren a la
profundización del debilitamiento de algunos estados de la región que pueden encontrarse en serias dificultades para contener un
aumento del malestar social anti norteamericano, tal como lo testimonian las grandes
movilizaciones que han sacudido a Egipto,
Pakistán e Indonesia.
También es probable esperar cambios de
gran envergadura en el mismo continente
europeo. Probablemente se fortalecerá el
papel de Gran Bretaña como puente entre
Europa y EE.UU; Rusia está presionando
para ser aceptada como miembro de pleno
40 • Colombia Internacional 52
derecho en Occidente y en Europa (Rusia se
ha comprometido a proveer hidrocarburos
a Europa en caso de que surjan problemas
de suministro y el canciller alemán, G.
Schroeder, dejó abierta la posibilidad de que
su gobierno se convierta en abanderado para
el ingreso de Rusia a la OTAN) (El País,
2001g); la OTAN ha demostrado que sigue
siendo una institución necesaria para las
naciones más desarrolladas; probablemente
la ampliación de la Unión Europea (UE) sufra algunos tropiezos en razón de la importancia que están adquiriendo los temas de
seguridad, aspecto que deja a algunos candidatos a ingresar en posición de debilidad;
los Balcanes se convertirán en una preocupación exclusivamente europea; por último,
la política exterior y de seguridad común de
la UE probablemente dejará de pensarse
como un eventual contrapeso o alternativa a
la política norteamericana, para constituirse
en un complemento de las acciones conjuntas (Garton Ash, 2001c).
Por último, el hecho de que el núcleo central de la alianza antiterrorista esté constituido por la OTAN implica un fortalecimiento
del eje atlántico en detrimento del pacífico.
Después de finalizada la guerra fría, fueron
innumerables las declaraciones de las autoridades norteamericanas que precisaban que
las relaciones con los países del sudeste asiático se convertirían en la principal prioridad de la política exterior de Washington.
Estas declaraciones, aunadas al crecimiento
de los intercambios entre las dos orillas del
pacífico, generaron un gran desconcierto en
los países de la Unión Europea que respondieron con su propuesta de Alianza Atlántica para intentar conservar sus estrechos vínculos con los Estados Unidos. En las actuales
circunstancias, la solidez de la reciente alianza creada entre este último y la mayor parte
de los países europeos a través de la OTAN,
y el apoyo brindado por la Unión Europea
al gobierno norteamericano en su lucha anti
terrorista, le han devuelto la centralidad al
eje atlántico en los aspectos político, militar
y de seguridad nacional, regional e internacional y dada la imbricación que existe
entre economía y política, esta centralidad
también se expresará en el plano económico. El siglo XXI no será del pacífico, sino del
atlántico.
EVENTUALES CONSECUENCIAS
A MEDIANO Y LARGO PLAZO
Si bien no es nada fácil predecir cuáles podrán ser las evoluciones futuras, las dinámica de las cosas nos permiten suponer algunas transformaciones probables y otras
deseadas. Entre las primeras, tenemos ante
todo las siguientes: los atentados han
agudizado y profundizado la recesión norteamericana. La gravedad de esta situación
radica en que nunca, desde la gran depresión de finales de la década de los años veinte del siglo XX, se había presentado una
sincronización recesiva entre las distintas
regiones del planeta. "Considerando que el
máximo nivel de sincronía recesiva del ciclo
es 100, es de 90 frente a 50 en 1975,60 en 1982
y 65 en 1991. En este último año, la
desaceleración norteamericana se ha ido trasladando por la mayor apertura de los mercados. Conviene recordar que las importaciones de Estados Unidos representan hoy el
6% del PIB mundial, el doble que en 1991"(de
la Dehesa, 2001).
A diferencia de la crisis financiera asiática que golpeó a un conjunto de países de
elevada significación económica a nivel internacional, esa turbulencia no se convirtió
en una crisis de dimensión mundial, porque en ese entonces la economía de Estados
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 41
Unidos y en menor medida la europea, se
encontraban en una fase de crecimiento.
Hoy por hoy, la gravedad de la situación se
manifiesta en que ninguna otra zona del planeta se encuentra en condiciones de convertirse en una locomotora que jalone el conjunto de la economía mundial y permita
amortiguar el impacto de la recesión norteamericana. Después de los atentados en los
diferentes confines del planeta se ha empezado a pronosticar el crecimiento a la baja.
En esto es particularmente inquietante la situación latinoamericana que tendrá que esperar a ver cómo Argentina, el país en este
momento más débil de la región, logra capear el temporal que se le avecina, cuando
tenga que cancelar los intereses de su deuda
externa que supera los US$ 150 mil millones.
En el caso norteamericano, los consumidores que eran la fuerza que había posibilitado
el elevado crecimiento en los años anteriores y en los cuales se depositaba la confianza
para mantener esa tendencia (el gasto de consumo supone casi las dos terceras partes de
la economía norteamericana) se encuentran
en una situación de total escepticismo frente a la marcha de la economía.
Pero si bien la primera consecuencia económica de los ataques terroristas fue que contribuyeron a agudizar la recesión, el impacto mayor no se manifestará en este plano. El
problema de fondo consiste en que para sacar la economía norteamericana de la recesión y devolver la confianza a los inversionistas y consumidores se requiere una activa
participación del estado, el cual a través del
gasto público ponga en marcha la máquina
económica estadounidense. Esta será sin
duda una de las consecuencias más duraderas, y con ello podemos suponer que la etapa neoliberal de la globalización económica
empezará a quedar irremediablemente atrás.
Esta aseveración la basamos además en el
hecho de que en la medida en que los temas
de seguridad adquieran mayor importancia
y se conviertan en un referente obligado en
la actuación nacional e internacional de todos los países, pero sobe todo de los más desarrollados, asistiremos a un escenario en el
cual el estado comenzará a sustituir a la economía de mercado. Como escribe Scalfari
(2001), "La guerra frontal contra el terrorismo, tiene necesidad de más estado. No se
trata de una oscilación de tipo ideológico, es
decir como diría un veterano marxista de un
fenómeno superestructural; se trata por el
contrario de un cambio estructural. Dotado
de una fuerza proporcional a su necesidad.
La guerra total al terrorismo se combate aumentando al máximo nivel posible la seguridad interna e internacional. Si el fin de
ambas partes contendientes es la mayor o
menor seguridad, es evidente que el funcionamiento del libre mercado y sobre todo del
libre mercado global quedará profundamente herido".
En el plano de lo deseable, quizás presenciemos también otro tipo de evoluciones.
Seguramente en un primer momento vamos
a asistir a un fortalecimiento del papel de los
Estados Unidos en el mundo, pero las consecuencias del ataque permiten suponer que
el tiempo del unilateralismo puede quedar
irremediablemente atrás. Porque como escribe David Held, "Ya no vivimos, si es que
alguna vez fue así, en un mundo de comunidades nacionales discretas que tienen el
poder y la capacidad exclusiva para determinar el destino de quienes en ellas habitan.
Por el contrario, vivimos en un mundo de
comunidades de destino superpuestas. Una
respuesta defensible, justificable y sostenible al 11 de septiembre debe ser acorde con
nuestros principios básicos y con las aspiraciones de seguridad de la sociedad internacional, con el derecho y con la administra-
42 • Colombia Internacional 52
don imparcial de la justicia, aspiraciones
dolorosamente formuladas después del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Si
los medios desplegados para luchar contra
el terrorismo contradijesen estos principios,
puede que satisfagan la emoción del momento, pero nuestra mutua vulnerabilidad
se verá acentuada. Nos alejaremos todavía
más de un orden mundial más justo y seguro. Esto podría fácilmente suponer el aumento de la intolerancia respecto a todos los
intentos de protestar y de cambiar las circunstancias políticas, aunque respeten la ley
y tengan una orientación pacífica. Sin una
paz justa en Oriente Próximo y sin un intento de anclar la globalización en unos principios significativos de justicia social no puede haber una solución duradera al tipo de
crímenes que acabamos de ver" (Held, 2001).
Igualmente, independiente de su desenlace, la comunidad mundial, no la de estado, sino la de individuos de todo el planeta
encuentra un terreno abonado para propiciar el desarrollo de un planteamiento alternativo que "contrarrestre la estrategia del
odio y el miedo con otra para ganarse los
corazones y las mentes. Lo que se necesita es
un movimiento a favor de la justicia y
legitimidades globales, no estadounidenses,
cuyo objetivo sea establecer el sistema de
derecho en lugar de la guerra y promover el
entendimiento entre comunidades en lugar
del terror" (Held y Kaldor, 2001). Si tienen
lugar escenarios similares a los que hemos
presentado y el mundo acompaña a Estados
Unidos a asumir la interdependencia política global probablemente podamos al cabo
del tiempo corroborar que con el ataque a
las torres se inició una nueva era. Bienvenidos al siglo XXI.
BIBLIOGRAFÍA
Ali, Tariq. "Au nom du "choc des civilisations"". Le
monde diplomatique No. 571. Septiembre, 2001.
Birnbaum, Norman. "Atenas y Roma, ¿otra vez?".
El País. Septiembre 21, 2001.
Bishara, Marwan. "L'ére des conflits asymétriques".
Le monde diplomatique No. 571. Septiembre, 2001.
Carlin, John. "El fin de una era". El País. s/f.
Clemons, Steven C. "Etats-Unis, excés de puissance".
Le monde diplomatique No. 571. Septiembre, 2001.
de la Dehesa, Guillermo. "¿Es posible evitar una
recesión mundial?. El País. Septiembre 26, 2001.
El País. "La guerra red". El País, septiembre 18, 2001.
El País. "El dinero saudí siembra la yihad". El País.
Septiembre 30, 2001b.
El País. "Los terroristas quieren dominar aún más
Pakistán y Arabia Saudí". El País. Noviembre
14, 2001c.
El País. Septiembre 26, 2001d.
El País. Octubre 4, 2001e. El
País. Octubre 17, 2001f. El
País, octubre 27, 2001g.
Fuller, Graham E. "Afganistán y el terrorismo". El
País. Noviembre 10, 2001.
Garton Ash, Timothy. "Sotto le macerie la grande
¡Ilusione". La Repubblica. Septiembre 15, 2001a.
Garton Ash, Timothy. "Aún no sabemos cómo piensa el terrorismo musulmán". El País. Septiembre 26, 2001b.
Garton Ash, Timothy. "El nuevo mapa de Europa
se traza en Afganistán". El País. Octubre 10,2001c.
Garton Ash, Timothy. Historia del presente. Barcelona: Tusquets, 2000.
Held, David y Kaldor, Mary. "Aprender de las lecciones del pasado". El País. Octubre 8, 2001.
El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 43
Held, David. "Violencia y justicia en una era mundial". El País. Septiembre 19, 2001.
de México: CEPAL, Editorial Jus, Centro
Lindavista, 2000.
Hobsbawm, Erick. Historia del siglo XX. Barcelona:
Crítica, 1995.
Ramonet, Ignacio. "L'adversaire". Le monde
diplomatique No. 571. Octubre, 2001.
Kamal Pasha, Mustapha y Samatar, Ahmed I. "The
Resurgence of Islam". En: Mittelman, James H.
Globalization: critical reflections. Boulder: Lynne
Rienner, 1996.
Kepel, Gilíes. "La trampa de la yihad afgana". El
País. Septiembre 18, 2001.
Krugman, Paul. "Después del horror". El País. Septiembre 15, 2001.
La Repubblica. Septiembre 27, 2001a.
Le Monde. Octubre 9, 2001.
Ridao, José María. "Los heraldos del historicismo".
El País. Septiembre 21, 2001.
Rifkin. "La guerra que hay detrás de la guerra". El
País. Septiembre 22, 2001a.
Roussillon, Allain. "Les islamologues dans l'impasse".
Esprit. París. Agosto-septiembre, 2001.
Saghiyen, Hazem. "No todo es culpa de Estados
Unidos". El País. Octubre 14, 2001.
Naím, Moisés. "Los terroristas también sepultaron
ideas". El País. Septiembre 25, 2001.
Salame, Ghassan. "L'Orient moyen dans un monde
en mutation". Monde árabe Maghreb Machrek
No. 136. Abril-junio, 1992.
Nair, Sami. "Actuar sobre las causas profundas del
drama". El País. Septiembre 26, 2001.
Scalfari, Eugenio. "Piü Stato e meno mercato". La
Repubblica. Septiembre 23, 2001.
Navarro, Vincenc. "El error del terror". El País. Octubre 5, 2001.
Touraine, Alain. "La hegemonía de Estados Unidos
y la guerra islamista". El País. Septiembre 13,
2001.
Nora, Pierre. "Le retour de l'événement". En: Le
Goff, Jacques y Nora, Pierre. Paire de l'histoire.
París: Gallimard, 1974.
Ottone, Ernesto. La modernidad problemática: cuatro
ensayos sobre el desarrollo latinoamericano. Ciudad
Valli, Bernando. "Se il mondo ritorna al passato".
La Repubblica. Septiembre 25, 2001.
Descargar