Año: 13, Marzo 1971 No. 242 «Los Precios» y «El Costo Más Margen» 1 por PAUL L. POIROT CUANDO LA DEMANDA ES LA ÚNICA CONSIDERADA, Y SE DESCUIDA LA OFERTA Todo vendedor de artículos de consumo o de servicios quiere cubrir sus costos de producción y recibir como resultado de tal venta algo que sea mucho mayor, hasta donde sea posible, a tales costos. Dicha persona dedica largas horas a mantener registros y, con raras excepciones, cree que él es realmente quien pone el precio de sus bienes o servicios al agregar un «margen» sobre tales costos. La verdad, sin embargo, es que todos los registros de costos de un artículo o servicio no quedan eliminados y se vuelven irrelevantes en cuanto al precio real de mercado en base del cual dicho artículo es comerciado, o sea, aquel precio determinado por las fuerzas competitivas de la oferta y la demanda. Este precio, a su vez, se convierte en el nuevo costo que ha de ser considerado 1 [i] Tomado de la revista THE FREEMAN, de enero de 1971. por el que adquiere tal artículo, sin tener en cuenta cuánto trabajo invirtió él o el anterior dueño en el artículo o servicio. Y si este nuevo dueño se lo vende a alguien más que quiera comprarlo, lo demandado por este último tiene tan poco que ver con la determinación del precio, como los registros de costos del vendedor original. El costo, naturalmente, influye en la oferta en el mercado y por lo tanto en el precio; pero los costos incurridos no determinan el precio. El creer o decir que todo lo que se comercia no es más que la suma de los costos incurridos en producirlo o el conjunto de la mano de obra de alguien es introducir una confusión en el proceso de regateo que determina el precio a que un intercambio libre se efectúa. Los únicos factores apropiados para que se llegue a un intercambio voluntario son que cada una de las partes involucradas en la transacción, en ese preciso momento, valúa lo que va a recibir en más de lo que valúa lo que está dando a cambio. Que cada uno crea que está ganando con el intercambio, sin importar cuáles fueron los costos en que se incurrió cuando se produjo lo que se da o se recibe a cambio. En esto consiste toda la teoría subjetiva del valor. Toma en consideración la demanda así como también los costos de producción. Es esta determinación de precios en el mercado libre competitivo la que permite que los registros actualizados de utilidades y costos sirvan al hombre de negocios, para calcular si habrá utilidades o pérdidas, para luego poder juzgar si se sigue o no en determinada actividad de negocios. Sus registros de costos y utilidades de ayer podrán darle una guía sobre la eficiencia de sus procedimientos. Pero los precios de hoy constituyen la más cercana indicación obtenible de lo que los costos y utilidades de mañana pueden ser. ¿Qué significan los precios de edificios y maquinaria que se encuentran en uso hoy en día al compararlos con los precios de equipos de producción modernos que están saliendo a la venta o que están por ser inventados? ¿Qué son los precios actuales de materia prima comparados con nuevos o potenciales sustitutos? ¿Cómo se comparan los valores de mano de obra de hoy día con los de producción con maquinaria automática? Y, ¿cómo compara sus precios actuales de los productos o servicios que vende con los precios de artículos o servicios de la competencia? LA TEORÍA DE LA MANO DE OBRA A pesar de esta maravillosa facilidad de valuación del mercado y del cálculo económico, un hombre como productor encuentra casi imposible visualizar su producto o servicio de otra manera que no sea como resultado de mano de obra y trabajo. Si él trabaja bajo salario, él demandará una tasa de salario lo suficientemente alta para poder hacer frente al creciente costo de la vida. Si él vende trigo, maíz o frijoles, él quiere precios que sean lo suficientemente altos para cubrir sus costos de producción. Si él está prestando un servicio postal bajo el auspicio del monopolio garantizado por el gobierno, él querrá tarifas postales altas para cubrir costos. En otras palabras, la inclinación del que vende algo es tratar de defenderse de las fuerzas de oferta y demanda para poder asegurarse un precio que incluya una «decente» utilidad sobre los costos. Lo que él busca, en efecto, es un cliente garantizado. El monopolio de servicio postal es un buen ejemplo de tal condición: si los clientes no cubren los costos, otros contribuyentes son obligados a hacerlo. Precios libres, con servicios postales competitivos, están prohibidos. No habría manera de saber cuál sería la demanda o la oferta de servicios postales, si tanto los compradores como los vendedores del servicio tuvieran que buscar en el mercado libre alguna indicación que les dijera cuánto y de cuáles escasos recursos deberían dedicarse a tal propósito. Los recursos son usados en el monopolio postal ciegamente sin saber si su uso representa pérdida o utilidad. La fuerza del gobierno vela porque los costos sean cubiertos por los contribuyentes sin importar la ineficiencia y el desperdicio. Los precios establecidos por el gobierno, así como los contratos suscritos por él, incluyendo el pago de subsidios de cualquier clase, son siempre la base de «Costo-másmargen», porque, en esos casos, el eficiente método de usar los precios del mercado libre ha sido prohibido. La oferta y la demanda han quedado descartadas en la determinación de dichos precios: el cliente es inducido a creer que los recursos utilizados no son tan escasos, sino más bien relativamente libres; se garantiza al proveedor que los contribuyentes cubrirán sus costos, no importando cuáles sean éstos. Tan socialista manera de poner precios no nos proporciona métodos eficientes de cálculo económico que nos permita medir el éxito o el fracaso, el beneficio o la pérdida, la conservación o el desperdicio. Por lo tanto, los socialistas están de antemano sentenciados a trastabillar en la oscuridad de su anticuada teoría del valor-trabajo, la suma de costos. Mientras los hombres continúen viendo los bienes y servicios como un paquete de mano de obra o como la suma de costos de producción, continuarán solicitando de sus gobiernos subsidios, dádivas, privilegios, utilidades garantizadas, proteccionismo y otras granjerías. Mientras más se haga esto, menores serán las oportunidades de comerciar obteniendo utilidades en el mercado libre, o sea, el único sistema de poner precios que conserva, en vez de malgastar los recursos escasos 2 . El principal y primero de dichos recursos es el hombre mismo, no por su capacidad de consumir, como los socialistas sugieren, sino por su poder de producción para servirse a sí mismo al servir a los demás. El Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad privada, cultural y académica , cuyos fines son sin afan de lucro, apoliticos y no religiosos. Con sus publicaciones contribuye al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la filosofia de la libertad. Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala correo electrónico: [email protected] 2 [ii] Puede darse por sentado que las necesidades más urgentes de los consumidores serán servidas de una manera o de otra y que es mejor lograrlo en la forma más eficiente posible. La utilidad o la pérdida que obtenga un hombre de negocios es su medida de eficiencia, o sea, su capacidad de mantener al mínimo el costo de servir al consumidor. Las utilidades denotan conservación de recursos; y las pérdidas, desperdicio de los mismos. http://www.cees.org.gt Permitida su Reproducción educativos y citando la fuente. con fines