Silencio. Bex SaHa. El recuerdo de ese día de octubre difícilmente

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Silencio.
Bex SaHa.
El recuerdo de ese día de octubre difícilmente se podrá borrar. Mario jamás olvidará el día en que la confusión lo invadió de
esa manera, pues a su corta edad nunca había sentido tanta incertidumbre y desazón. Quizá con el transcurso de los meses y
de los años, todo lo presenciado cobre un mejor sentido para él. Sin embargo, ese día de octubre, se enfrentó a algo
completamente nuevo para él; algo que le hizo pensar que el tiempo se detenía, le hizo pensar que el tiempo era como una
liga que se extendía lentamente y que en cualquier momento podría romperse dejando caos a su alrededor. Sintió miedo
también, aunque a ciencia cierta no podría estar muy seguro por qué.
Su padre y él caminaban por la calle, como cualquier otro día entre semana, mientras platicaban sobre el gol que Mario
había anotado en el partido con sus amigos. No escatimó en detalles, de hecho, hasta exageró el relato por la emoción que lo
llenaba en ese momento. Se disponía a contar el final, cuando se dio cuenta que su papá había dejado de prestar atención y
lo había tomado rápidamente de la mano. Se acercaban despacio a aquella calle grande y bonita que a Mario tanto le gustaba
cruzar camino a casa y que hoy se encontraba inusualmente llena de gente y no de autos.
Las voces de un grupo de personas que caminaban despacio ahogaron el inocente relato del niño y casi de inmediato hubiera
parecido que esos cantos congelaban a su papá. Apretaba su mano mucho más fuerte de lo normal, como si no quisiera que
se escapara de su lado y en sus ojos se notaba un destello distinto, uno que jamás había visto en él. En ese momento, Mario
no supo distinguir si era tristeza o decepción lo que se reflejaba en ellos. Fue hasta meses después que se dio cuenta que era
una mezcla de ambos sentimientos, pues ahora se daba cuenta que es la mirada que muchos mexicanos compartimos día a
día.
Justo cuando iba a preguntar qué era lo que sucedía, su papá lo subió a sus hombros y lo siguiente que sucedió fue como si
una cubeta de agua helada hubiera caído sobre su cabeza. No podía ver el paisaje usual citadino de autos, estrés y prisa,
ahora veía una ciudad distinta. Era como una corriente de agua que busca pacientemente salir al mar.
Había mucha gente que cargaba pancartas, mapas, cruces, fotografías y banderas mexicanas. Papá comenzó por explicarle
que en las fotografías aparecían los rostros de 43 estudiantes desaparecidos y que todos los que hoy estaban ahí reunidos
pedían al gobierno que los regresaran a sus casas. Pero, '¿por qué desaparecieron, papá? ' Intentó balbucear, sin embargo su
voz no salió.
Una muchacha pasó frente a ellos con una cartulina que leía 'Vivos se los llevaron, vivos los queremos', mientras su voz
hacía resonar estas dos oraciones tan simples y al mismo tiempo llenas de fuerza. Mario entendía cada vez menos, no era
que hubieran desaparecido, más bien alguien se los había llevado. ¿Quién? ¿Quién había sido tan malvado para llevarse a 43
estudiantes? ¿A dónde los llevaron? Todo parecía salido de un cuento de horror, al final los pedían vivos, ¿por qué si habían
desaparecido tendrían que estar muertos?
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Silencio.
Bex SaHa.
Sintió crecer un vacío en su estómago, esto tendría que ser parte de una película o una obra de teatro. De pronto, ya no
quería estar ahí, no quería saber quién se había llevado a esos estudiantes ni quería saber por qué pensaban que no estarían
vivos. Le llamó la atención leer que muchos habían escrito que los jóvenes son el futuro de México y de Latinoamérica. Se
acordó que su maestra siempre les decía eso, 'ustedes son el futuro del mundo'. '¿Por qué querrían desaparecernos?' pensó
confundido. Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas.
Miraba atónito a la gente circular. La mayoría de los reunidos eran estudiantes. Ellos caminaban y gritaban, lo que su padre
le explicó eran consignas políticas, Mario no entendía bien lo que eran pero lograban erizarle la piel escucharlas al unísono.
Al mismo tiempo se dio cuenta que las voces en conjunto eran tan poderosas que lograban contagiar a más gente que, como
ellos, se acercaban a ver qué era lo que sucedía. Gritaban sobre el gobierno, lo culpaban y le recriminaban estas
desapariciones. Por un momento, Mario pensó haber entendido mal, seguramente alguien como él, que no conoce tantas
cosas y es aún un niño, puede confundirse fácilmente.
Sin embargo, el relato de su padre, con un cierto dejo de enojo en su voz, le hizo darse cuenta que había entendido
correctamente. Las consignas hablaban sobre la culpabilidad del gobierno, de por qué no da respuestas, ni da la cara para
asumir responsabilidades. Pensó en las familias de estos estudiantes y en la incertidumbre que los debe cobijar con el
transcurso de los días. El hueco en el estómago sigue ahí, cada vez más grande y un frío terrible comienza a recorrerlo. Es
entonces cuando Mario le pide a su papá que se muevan de lugar, que sigan su camino a casa.
Mientras reanudan su caminar, se encuentran con un grupo de personas con grandes banderas. Algunas de estas banderas no
lucían sus bellos colores, esos que para Mario habían generado una sensación de seguridad y bienestar. Ahora, por el
contrario, le parecían salidas de un cuento de terror: negras y deshechas.
'Es que al final Mario, no son sólo 43 los que nos hacen falta, el país está de luto. Por eso ya no hay más colores que poner'
Le dijo su papá avergonzado.
Caminaron unos cuantos minutos en silencio. Habían pasado ya el tumulto y aún se podían escuchar las voces, los cantos,
las consignas. Su confusión había crecido y en su cabeza revoloteaban millones de preguntas que no sabía si era bueno
hacer. Lo más seguro es que ningún niño se imagine que estas cosas malvadas, dignas de un cuento de terror, puedan
suceder y mucho menos tan cerca. La realidad es que sus padres siempre han procurado protegerlo y también le han
enseñado a ver y creer en lo mejor de las personas. Ese día de octubre, el frío que recorrió su cuerpo difícilmente podrá
olvidarlo.
Se detuvieron un momento en el parque que está en la esquina de su casa. Su padre lo miró y con una débil sonrisa le dijo:
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Silencio.
Bex SaHa.
'Era importante para mí que vieras lo que sucede en tu país y es importante que entiendas también que tu mamá y yo te
vamos a cuidar siempre y estaremos contigo siempre.' Una tristeza inundó al pequeño y aunque tuvo ganas de llorar no lo
hizo. Pensó que quizá no entendía mucho de lo que en ese momento estaba sucediendo, pero recordó entonces a todas esas
personas que sin conocer a esos estudiantes, salieron ese día de octubre a pedir que estuvieran bien, a cuidarlos como sus
papás lo hacen con él.
'¿Crees que los encuentren? ¿Quién tuvo la culpa?...' Tenía tantas dudas y tantas imágenes en su cabeza. Se sentía
completamente inseguro, temeroso, como si la felicidad que había habitado dentro de él se hubiera ido.
'Tranquilo, Mario. Hay muchas respuestas que ni yo tengo. Lo importante es ver cómo nos hemos empezado a unir, ¿te diste
cuenta lo que gritaban? ¡Qué poderosos podemos ser si nos unimos! ¿no crees?'
Entonces, en ese momento, Mario entendió lo peligroso y doloroso que puede ser el silencio.
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