Introducción al Estudio de los Libros Bíblicos

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NOMBRE: Introducción a los Libros Bíblicos
AUTOR(ES): Desconocido.
FECHA:
LUGAR:
FUENTE: internet
COMPILACIÓN: Prof. Santos Nicolás Salomón www.santosnsalomon.com.ar y Portal Católico www.unioncondios.org
OBSERVACIONES: Un buen material para introducirse en el estudio de las Sagradas Escrituras.
Introducción al Estudio de los Libros Bíblicos
Pentateuco
Los cinco primeros libros de la Biblia suelen recibir el nombre genérico de Pentateuco. En
la tradición judía se denominan Torá, instrucción o ley, y en la cristiana se designan a
menudo como libros históricos. Ambas tradiciones tienen su fundamento, pues tanto la
historia como la ley se entrelazan en los libros del Pentateuco, formando una vasta
composición.
La línea histórica abarca desde la creación del cosmos y del hombre hasta la muerte de
Moisés, ocurrida en el momento en que Israel está a punto de cruzar el Jordán y de
conquistar la tierra prometida.
La concepción de la historia en estos libros no se corresponde con la de los historiadores
modernos. Los autores sagrados interpretan la historia de Israel como la historia de un
encuentro con Dios. Más que de una exposición histórica en el sentido estricto, se trata de
un relato de las gestas de Dios tal como el pueblo las vivió a lo largo de su historia. La
historia narrada en el Pentateuco está totalmente impregnada de la experiencia de Dios. Es
una historia de salvación, en la que se pueden distinguir seis etapas: 1. Historia de los
orígenes [Gén1,1] a [Gén11,1]; 2. Historias patriarcales [Gén12,1] a [Gén50,1]; 3. La
historia del éxodo [Éx1,1] a [Éx15,1]; 4. Sinaí [Éx19,1] a [Éx24,1]; 5. La marcha a través
del desierto [Éx16,1] a [Éx18,1]; [Núm10,1] a [Núm20,1]; 6. Conquista de la tierra
[Núm20,1] a [Núm36,1]. El libro del Deuteronomio se presenta como el discurso de
despedida de Moisés al pueblo de Israel en los umbrales de la tierra prometida.
En estas coordenadas históricas se insertan las secciones legales. Las leyes del pueblo de
Dios aparecen todas conexas con el Sinaí. No sólo el decálogo [Éx20,1] y el código de la
alianza [Éx21,1] a [Éx23,1], sino también la legislación sacerdotal y la ley de santidad
[Éx25,1], [Núm10,1] se colocan a los pies de la montaña santa. En el Sinaí, Israel recibió la
ley y selló una alianza con el Señor, el Dios que se reveló allí mismo a Moisés con vistas a
liberar a su pueblo de Egipto. Estos acontecimientos históricos encuadran y dan sentido a la
ley. A la acción del Señor, que salva, corresponde el compromiso del pueblo, que observa
la ley de Dios. La ley es el signo de la nueva vida de los hombres liberados, la expresión de
la alianza entre Dios y el pueblo.
El Deuteronomio, parte actual del Pentateuco, goza de una cierta independencia. En él se
combinan también las secciones históricas con las legales, unas y otras ligadas a los eventos
del Horeb (nombre de la montaña santa en este libro). La historia fundamenta la ley; una
ley predicada, invitando apremiantemente a Israel a su observancia.
En la tradición judía y cristiana, el Pentateuco se ha atribuido íntegramente a Moisés.
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Resulta claro, sin embargo, que numerosos elementos no pueden remontarse hasta él. Así,
el c. 34 del Deuteronomio, por citar sólo un ejemplo, narra cómo murió y fue enterrado
Moisés. ¿Sería Moisés autor de semejante relato? En realidad, el autor del Pentateuco ha
quedado en el anonimato. Más que de un autor, hay que hablar de varios recopiladores,
autores y redactores de un largo proceso de formación. No vamos a entrar aquí en el
complejo problema de la composición del Pentateuco. Es una cuestión actualmente muy
discutida, en la que aún se está lejos de lograr un acuerdo. Baste decir que se suele
distinguir un proceso oral, que se remonta al menos hasta la época patriarcal, y otro escrito,
que se extiende fundamentalmente entre los ss. X y V a.C.
Vistas así las cosas, la atribución del Pentateuco a Moisés parece una pura ficción literaria.
Tal atribución, sin embargo, tiene otro alcance. Significa que los libros del Pentateuco
derivan su autoridad de la obra de Moisés. Él es la figura central en estos libros como líder
de Israel, desde la salida de Egipto hasta la entrada en la tierra, y como mediador por
excelencia de la alianza y de la ley de Dios.
JOSUÉ
El libro de Josué narra la conquista y distribución de la tierra prometida. Una conquista en
la que Dios mismo se compromete y lucha en favor de su pueblo. Una distribución en la
que todo el pueblo debe participar, pues la tierra representa el don por excelencia del Señor.
En las páginas de esta historia se refleja la fe de Israel en un Dios que desea establecer su
reinado en su pueblo.
Dos grandes secciones de tipo histórico y geográfico, encuadradas por unos marcos
teológicos, componen el libro. La primera (cc. [Jos2,1] a [Jos11,1]) versa sobre la conquista
de la Transjordania: Jericó (cc. [Jos2,1] a [Jos6,1]), Ay (cc. [Jos7,1] a [Jos8,1]) y Gabaón
(c. [Jos9,1]), en primer lugar, para continuar con las zonas del sur y las del norte (cc.
[Jos10,1] a [Jos11,1]). La sección se concluye con una lista general de los territorios
conquistados y de los reyes vencidos (cc. [Jos11,16] a [Jos12,24]).
La segunda sección (cc. [Jos13,1] a [Jos21,1]) trata de la distribución de la tierra entre las
doce tribus. Primero, la Transjordania (c. [Jos13,1]), y luego, la Cisjordania: meridional
(cc. [Jos14,1] a [Jos15,1]), central (cc. [Jos16,1] a [Jos17,1]) y septentrional (cc. [Jos18,1] a
[Jos19,1]), para terminar con una lista de las ciudades de refugio y de las ciudades levíticas
(cc. [Jos20,1] a [Jos21,1]). Tras su largo caminar por el desierto, los israelitas pueden
descansar tranquilos y en paz en la tierra de la promesa.
Los marcos narrativos (c. [Jos1,23]ss) muestran cómo a la promesa y al don de Dios en
favor de su pueblo ha de corresponder el compromiso de Israel con su Dios. Se invita a
todas las tribus a optar por el Señor, que las ha sacado de Egipto y las ha guiado y
conducido hasta la tierra. La opción por el Señor, la aceptación de la alianza que él ofrece,
hará de todas las tribus de Israel el verdadero pueblo de Dios.
La figura central de esta historia es Josué, designado por el Señor como sucesor de Moisés
para introducir a su pueblo en la tierra prometida. El nombre de Josué significa "el Señor
salva". Los judíos de lengua griega transforman este nombre en Jesús, "el Salvador". La
tradición cristiana verá a Josué como tipo de Jesús. Ambos, aunque en maneras diferentes,
han salvado al pueblo de Dios, introduciéndolo en la tierra de la promesa.
DEUTERONOMIO
En su forma actual, el Deuteronomio se presenta como las palabras que Moisés dirigió a
Israel al otro lado del Jordán, en los umbrales de la tierra prometida ([Dt1,1]; [Dt9,1]).
Presintiendo cercanos los días de su muerte, Moisés quiso legar al pueblo sus últimas
instrucciones.
Algunos autores califican el Deuteronomio como un discurso de despedida de Moisés. A
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juzgar por los diferentes títulos que jalonan el libro, más que por uno, el Deuteronomio está
compuesto por tres discursos y un apéndice.
El segundo discurso, central en orden e importancia, abarca la mayor parte del libro (cc.
[Dt4,44] a [Dt28,68]). Sus títulos lo definen como la ley de Moisés [Dt4,44]; o como las
normas, las leyes y los preceptos de Moisés [Dt4,45]. En ellos se refleja bien el contenido,
ya que el cuerpo del discurso lo constituye el código legal (cc. [Dt12,1 ] a [Dt25,1]).
Los otros dos discursos podemos conceptuarlos como mirada retrospectiva y prospectiva.
En cuanto introducción general al libro, más aún, a los libros de la historia deuteronomista
(Josué-Reyes), el primer discurso (cc. [Dt1,1] a [Dt4,43]) apunta a lo que sigue, pero
sintetiza también parte de la historia precedente (Génesis-Números). Análogamente, el
tercer discurso (cc. [Dt28,69] a [Dt30,20]) se proyecta sobre lo que precede, pero abre paso
a la historia que sigue.
Desde el punto de vista teológico, el Deuteronomio es uno de los libros más ricos del
Antiguo Testamento. Cinco grandes temas se dan cita en él: un Dios, un pueblo, una tierra,
una ley, un santuario. Estos, a su vez, atraen a otros: elección, alianza, bendición,
maldición, etcétera.
La idea de un Dios se da la mano con la de un pueblo. El Señor es el Dios de Israel, y este,
el pueblo de Dios. La unidad de Dios, solemnemente proclamada desde el principio,
constituye el dogma principal [Dt6,4]. De entre todos los pueblos, el Señor eligió a Israel
como pueblo de su propiedad [Dt7,6]. Tal elección crea lazos especiales entre los dos.
Israel tiene que amar al Señor, alabarlo y reconocerlo como a su Dios. Se exige de Israel un
amor total y exclusivo, que implica una separación de las otras naciones. Israel no puede
portarse como ellas, pues es un pueblo santo y consagrado al Señor. Los israelitas son hijos
de Dios y hermanos entre sí.
De Dios le vienen a Israel los bienes que posee. La tierra figura como el más importante.
Tanto su conquista como la fuerza para trabajarla y adquirir sus riquezas proceden del
Señor, no de Israel ni de los otros dioses o pueblos. Por esto, Israel no ha de vanagloriarse;
pero tampoco ha de temer, sino tan sólo confiar en el Señor. La tierra de Canaán es una
tierra buena [Dt8,7]ss. Contrasta con la de Egipto y con el desierto. Egipto era una tierra de
servidumbre; la de Canaán es de señorío [Dt6,10]ss; [Dt11,10]ss. El desierto era un
sequedal sin una gota de agua, mientras que en Canaán abundan las fuentes y veneros. La
tierra prometida es, en fin, "una tierra que mana leche y miel".
Asentado en esta tierra, el pueblo necesita una ley para vivir en sociedad. Ser fieles a la ley
equivale a ser fieles al Señor. Observar los mandamientos es tanto como temer al Señor,
amarle y servirle [Dt10,12]ss. Del cumplimiento de las leyes depende la vida y la bendición
del pueblo (c. [Dt28,1]).
La unidad de Dios lleva, en última instancia, a la unidad de santuario (c. [Dt12,1]). La
centralización del culto forma parte del capital más valioso y original del libro del
Deuteronomio. Se pide a Israel que destruya los lugares de culto y que adore al Señor en el
lugar que él eligiere para hacer habitar allí su nombre.
NÚMEROS
La primera enseñanza de este libro es que la salvación se realiza en un camino, a través del
desierto, aunque no acabe en él. A su paso por el desierto, Israel experimenta lo que
significa marchar con Dios.
El título de este libro en la Biblia hebrea, En el desierto, describe mejor su contenido que el
de Números, título dado por la traducción griega de los Setenta, en base al censo del pueblo
de Israel (cc. [Núm1,1] a [Núm26,1]). Las historias expuestas en el libro de los Números
pertenecen a un período del desierto en el que se pueden distinguir tres estaciones
principales, correspondientes a cada una de las tres secciones del libro. La historia
comienza en el desierto del Sinaí, con una serie de disposiciones y medidas antes de partir
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(cc. [Núm1,1] a [Núm10,10]). La segunda sección (cc. [Núm10,11] a [Núm20,13]) tiene
como punto neurálgico Cades, donde el pueblo pasó gran parte de su estancia en el desierto.
Finalmente, los cc. [Núm20,14] a [Núm36,13] se desenvuelven en las cercanías de la tierra
prometida, al este del Jordán.
La estancia en el desierto ha significado para Israel una experiencia religiosa extraordinaria,
rica en lecciones no sólo para sus protagonistas, sino también para las sucesivas
generaciones. En su marcha por el desierto, Dios acompaña y guía a su pueblo, pero sin
privarlo de la búsqueda, sin coartar la libertad y la iniciativa humana. En cada momento,
Israel tiene que decidir responsablemente. La actitud del pueblo contrasta continuamente
con la del Señor. Israel se niega a caminar, se enfrenta a sus jefes y ofrece resistencia al
plan salvífico de Dios. El Señor castiga a los rebeldes, pero nunca abandona a su pueblo ni
ceja en su plan de salvación.
El período del desierto es un tiempo de purificación y de maduración. La experiencia del
desierto educa y forma al pueblo, ayudándole a crecer y preparándolo para la etapa
definitiva, que orienta y da sentido a su marcha: la vida en la tierra prometida. En su avance
hacia esta meta, el pueblo tiene que superar muchas tentaciones. Son las mismas que frenan
a cada hombre en su ascensión hacia la meta final. También el hombre de hoy puede verse
reflejado en esta experiencia histórica del pueblo de Dios.
LEVÍTICO
El Levítico trata principalmente del culto y de las personas a él consagradas que, en la
perspectiva del libro, son únicamente los descendientes de la tribu de Leví (de donde deriva
el título de esta obra).
El libro del Levítico consta de seis partes, más o menos trabadas entre sí: 1. Leyes sobre las
diversas categorías de sacrificios (cc. [Lev1,1] a [Lev7,1]); 2. Ceremonias para la
consagración sacerdotal (cc. [Lev8,1] a [Lev10,1]); 3. Leyes referentes a lo puro e impuro
(cc. [Lev11,1] a [Lev15,1]); 4. El gran día de la expiación (c. [Lev16,1]); 5. La ley o código
de santidad (cc. [Lev17,1] a [Lev26,1]); 6. Conclusión (c. [Lev27,1]).
Aunque los materiales del libro no siempre sean homogéneos, más que mostrar su distinta
procedencia y naturaleza, interesa poner de relieve los elementos comunes, que dan unidad
y solidez al conjunto. Ante todo, hay que notar que el Levítico, a pesar de ser tratado como
libro independiente, se halla estrechamente vinculado al libro del Éxodo. Las leyes
sacerdotales y la ley de santidad sólo se entienden si se colocan en la perspectiva de los
eventos del éxodo y del Sinaí.
El culto israelita es la expresión de su fe en el Dios que ha sacado a Israel de Egipto y que
ha entablado con él una alianza en el Sinaí. El Señor libró a Israel de las ataduras del
Faraón para hacer de él un pueblo consagrado a su servicio. De una servidumbre forzada, a
un servicio libre. En la alianza, Israel pasa a ser el pueblo de Dios, un pueblo separado y
apartado de los demás, para que pueda entrar más fácilmente en comunión con el Señor. En
la óptica del Levítico, el culto se presenta como la forma más apropiada para entrar en
contacto con el Señor, para vivir en comunión con él.
La comunión con el Señor debe ser la meta de toda celebración litúrgica. Los diversos tipos
de sacrificios (cc. [Lev1,1] a [Lev7,1]) ofrecidos por los sacerdotes levitas (cc. [Lev8,1] a
[Lev10,1]) son siempre un intento del hombre por entrar en relación más estrecha con la
divinidad. Dado que el Levítico se escribe en un momento en que Israel toma clara
conciencia de sus pecados, se explica su particular insistencia en el valor reconciliador de
los sacrificios. En este sentido, la celebración más importante es la del Yom kippur, o gran
día de la expiación y del perdón (c. [Lev16,1]), en el que el pueblo se reconciliaba
plenamente con el Señor. Las leyes sobre la pureza-impureza (cc. [Lev11,1] a [Lev15,1])
cobran sentido a la luz de la misma concepción básica. Se ha de evitar cualquier impureza
que comprometa las relaciones del hombre con Dios. La ley de santidad (cc. [Lev17,1] a
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[Lev26,1]) gira sobre el mismo quicio. Puesto que el Señor es santo, el pueblo por él
escogido ha de ser santo. La santidad exige separación de todo lo profano y consagración al
servicio del Señor. Esto implica el cumplimiento fiel de la voluntad divina, evitando todo lo
que física o moralmente pueda alejar al pueblo de Dios.
Con su forma de entender el pecado y la reconciliación mediante el sacrificio, el libro del
Levítico pone las bases para asentar y comprender la obra de Cristo, sumo sacerdote, quien
con el sacrificio de sí mismo asegura al hombre el acceso a Dios, la definitiva comunión
con él.
ÉXODO
Que el Señor sacó a Israel de Egipto es el artículo fundamental del credo israelita. La
importancia de esta afirmación se percibe en las huellas profundas que dejó impresas en la
conciencia de Israel, palpables a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Israel nace, como
pueblo de Dios, en el momento histórico-salvífico de la salida de Egipto.
Éxodo significa "salida". Se aplica como título al segundo libro de la Biblia, porque el
acontecimiento central expuesto en él es el de la salida de los israelitas de Egipto. El libro
del Éxodo discurre entre dos puntos geográficos: Egipto y el Sinaí. Entre ambos median el
mar y el desierto. Cada uno de estos lugares geográficos evoca una realidad salvífica.
Egipto ha quedado en el recuerdo de Israel como el lugar de opresión; la salida de allí
implica una liberación o redención. Al mar va ligado el milagro más importante de la
historia de Israel; los acontecimientos de la salida de Egipto son como un preludio, que
culmina en el evento del mar. El camino del desierto aparece salpicado de intervenciones
salvíficas de Dios, que conserva a su pueblo en medio de dificultades y resistencias. El
Sinaí es el lugar del encuentro entre Dios e Israel; un encuentro amistoso, en el que el Señor
sella una alianza con su pueblo y le da una ley, una especie de carta magna del hombre
liberado. En estas coordenadas geográfico-teológicas se mueve el libro del Éxodo, con sus
tres partes principales: 1. Relato de la liberación de la esclavitud de Egipto, coronado por el
canto de victoria de los redimidos (cc. [Éx1,1] a [Éx15,1]); 2. Marcha a través del desierto
(cc. [Éx16,1] a [Éx18,1]); 3. La alianza del Sinaí y sus leyes (cc. [Éx19,1] a [Éx40,1]).
Israel descubrió a Dios en los acontecimientos históricos. Toda la exposición de su historia
está recorrida por la experiencia de Dios, a quien se considera motor de la historia. Para
Israel, el Señor es, ante todo, el Dios que le sacó de Egipto. La salida de Egipto no es el
resultado de una mera concatenación de circunstancias naturales, más o menos
extraordinarias, sino más bien la consecuencia de la intervención poderosa del Señor. La
liberación de Egipto es presentada como la gran acción del Señor. La alianza y la ley se
comprenden a la luz de estos acontecimientos histórico-salvíficos. A la acción del Señor
que salva ha de corresponder el compromiso de la alianza. La ley del Señor es signo y
expresión de la nueva vida de los liberados.
En el centro de esta historia, justo entre el Señor y el pueblo de Israel, destaca la figura de
Moisés. A la salida de Egipto, Moisés actúa como caudillo, siguiendo fielmente el plan de
salvación del Señor, para el que ha sido llamado. En la ratificación de la alianza y en la
transmisión de la ley, Moisés hace de mediador entre Dios y el pueblo.
El mensaje del Éxodo sigue siendo vivo y actual para el nuevo pueblo de Dios, el pueblo de
la nueva alianza; un pueblo libre, en marcha hacia la ciudad permanente (cf [Heb13,14]).
GÉNESIS
El Génesis es, ante todo, una obra de tipo religioso y teológico, en la que se expresan las
creencias del pueblo de Dios. Cuando en este libro se habla de la creación del cosmos o del
hombre, no se pretende transmitir una verdad científica, sino una verdad de fe.
Parafraseando a san Agustín, podemos decir que el Génesis no enseña cómo va el cielo,
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sino cómo se va al cielo.
Génesis significa "comienzo". Este libro abarca el período que se extiende desde la
creación hasta la estancia de los israelitas en Egipto. La historia del pueblo de Dios
comienza propiamente con la salida de los israelitas de Egipto, esto es, con el Éxodo. En
este sentido, el Génesis es un prólogo a la historia del pueblo de Dios. Un prólogo en dos
partes, correspondientes a las dos grandes secciones del libro. La primera, generalmente
denominada historia de los orígenes (cc. [Gén1,1] a [Gén11,1]), sitúa la historia del pueblo
de Dios en el marco más amplio de la historia universal. La segunda (cc. [Gén12,1] a
[Gén50,1]) versa sobre los patriarcas, los antepasados de Israel.
La historia de los orígenes plantea una serie de interrogantes fundamentales para el hombre:
¿cómo se originó el mundo?, ¿qué relación existe entre el cielo y la tierra, entre Dios y el
hombre?, ¿cuál es el sentido de la existencia humana?, ¿cómo y por qué ha entrado el mal
en el mundo? Los once primeros capítulos del Génesis intentan responder a estas y otras
cuestiones elementales de la vida. El autor sagrado comienza alabando la bondad
primigenia del hombre y de todas las cosas creadas por Dios, para exponer luego la
irrupción del mal en el mundo como consecuencia del pecado de los primeros padres. El
diluvio intenta sanar el mal en su raíz, pero el hombre continúa pecando después del
diluvio. En este contexto entronca la historia de los patriarcas.
De todos los pueblos de la tierra, Dios eligió una familia, un hombre: Habrahán, para hacer
de él su propio pueblo, en el que serían benditas todas las familias de la tierra. [Gén12,1] a
[Gén50,1] contiene la historia de esta familia en tres generaciones: Abrahán, Isaac y Jacob.
Estas historias muestran la actuación de Dios: cómo ha ido preparando a su pueblo en orden
a la salvación del mundo. Los patriarcas testimonian la fe en este Dios, que acompaña, guía
y salva al hombre en su caminar.
En el libro del Génesis se puede percibir aún el eco de distintas voces. Son las voces de
varias generaciones: una larga tradición oral, que más tarde fue fijada por escrito, dando
como resultado el texto actual del libro. El lector atento puede descubrir en sus páginas las
huellas de diferentes autores y redactores. Puede ser este un ejercicio interesante; pero lo
que más interesa es captar el mensaje de fe y esperanza en Dios, tal como lo vivió y
experimentó el antiguo pueblo de Dios. Fe y esperanza en un Dios que modela al hombre a
su imagen y semejanza; un Dios fiel a sus promesas, cuyo plan de salvación abarca desde el
principio hasta el final de los tiempos.
JUECES
Elegidos por el Señor en momentos críticos para el pueblo, los grandes "jueces" de Israel
intervienen como jueces carismáticos, bajo la acción del espíritu divino, que les impulsa, y
salvan al pueblo.
El término "jueces", con que se designa tanto el período que va desde el asentamiento en la
tierra prometida hasta la instauración de la monarquía como el libro en el que se narra la
historia de este período, no se corresponde exactamente con nuestro concepto actual de
juez. En el libro se distinguen dos clases de "jueces": los comúnmente denominados "jueces
mayores", que son en realidad grandes héroes o libertadores del pueblo, y los "jueces
menores", cuya función consiste en juzgar, pero no se limita a este oficio, pues poseen
verdadera autoridad en el gobierno del pueblo.
El núcleo central del libro de los Jueces (cc. [Jue3,1] a [Jue16,1]) lo forma la exposición de
la historia y actividad de los jueces mayores y menores, en número de doce: Otoniel
[Jue3,7] a [Jue3,11], Ehud ([Jue3,12] a [Jue3,30]), Sangar [Jue3,31], Débora (cc. [Jue4,1] a
[Jue5,1]), Gedeón [Jue6,1] a [Jue9,57], Tolá [Jue10,1] a [Jue10,2]), Yaír [Jue10,3] a
[Jue10,5], Jefté [Jue10,6] a [Jue12,7], Ibsán [Jue12,8] a [Jue12,10], Elón [Jue12,11] a
[Jue12,12], Abdón [Jue12,13] a [Jue12,15] y Sansón [Jue13,1] a [Jue16,31].
Preceden y siguen, respectivamente, al cuerpo central del libro, dos introducciones y dos
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apéndices. La primera introducción (cc. [Jue1,1] a [Jue1,25]) narra, de modo sumario, la
instalación y conquista de las tribus en Canaán. Esta sección, lo mismo que los apéndices,
probablemente fueron añadidos al libro original. La introducción propiamente dicha al libro
de los Jueces se contiene en [Jue2,6] a [Jue3,6]. En ella se ofrecen las claves religiosas y
teológicas para la comprensión del período de los Jueces, valiéndose de un esquema
cuatripartito: 1. Pecado de Israel; 2. Irritación del Señor y castigo del pueblo, entregándolo
en manos de los enemigos; 3. Arrepentimiento de Israel e invocación de la ayuda divina; 4.
Liberación por medio de un "juez" o "salvador" suscitado por Dios. Los dos apéndices (cc.
[Jue17,1] a [Jue18,1] y [Jue19,1] a [Jue21,1]) han sido colocados aquí porque tratan de
acontecimientos contemporáneos de los del libro de los Jueces. Cuentan historias de levitas
y tribus del período inmediatamente anterior a la instauración de la monarquía. En este
sentido, tienden un puente entre el libro de los Jueces y los de Samuel-Reyes.
Aunque hablemos de "jueces" o "salvadores", no se ha de olvidar que la salvación viene
siempre del Señor. Él es quien suscita oportunamente a estas personas para llevar a cabo su
obra salvadora. El Señor es el verdadero salvador de Israel.
1 Y 2 LIBRO DE SAMUEL
Los dos libros actuales de Samuel, primitivamente, en hebreo, formaban una sola obra. La
traducción griega de los Setenta los dividió en dos partes, aproximadamente iguales en
extensión, y así lo hicieron más tarde la traducción latina de la Vulgata y las versiones
modernas.
Tres son los personajes principales de estos libros: Samuel, Saúl y David. Samuel es el
último gran juez y salvador de Israel. Aparece, además, investido de autoridad profética y
juega un papel determinante en la constitución de la monarquía israelita. Quizá por esto se
haya dado su nombre a estos dos libros. A Samuel se debe la unción de los dos primeros
reyes de Israel: Saúl y David, los otros dos protagonistas de estos libros. Saúl es una figura
noble, pero con un destino trágico. Su vida y actividad se hallan entrelazadas con las de
David, que es presentado como el verdadero héroe de esta obra.
Los libros de Samuel relatan una historia que abarca desde los primeros días de Samuel
hasta los últimos de David. De Samuel se narra, en primer lugar, su nacimiento y su
vocación profética, ligada al servicio en el santuario de Silo, para ocuparse luego de sus
actividades como juez y salvador de Israel ([1Sam1,1] a [1Sam7,1]). Siendo ya anciano
Samuel, los representantes de Israel se dirigen a él para expresarle su deseo de tener un rey
como las demás naciones, con el fin de hacer frente más fácilmente a sus enemigos. A pesar
de que Samuel no está de acuerdo con esta proposición, al final cede y se inviste a Saúl
como rey [1Sam8,1] a [1Sam12,1]. De las luchas de Saúl con los filisteos y los amalecitas
ha quedado constancia en los cc. [1Sam13,1] a [1Sam15,1] de 1Samuel. A partir del c. 16,
Saúl comienza a ceder paso a David. Uno crece y el otro mengua. Saúl camina
inexorablemente hacia su ocaso, mientras que David va en continuo ascenso. Precisamente
esto ha dado pie a los exégetas a calificar la historia de [1Sam16,1] a [2Sam5,1] de
"Historia de la ascensión de David". Esta historia tiene su continuación, y en cierto modo
también su contrapartida, en [2Sam9,1] a [2Sam20,1] (+ [1Re1,1] a [1Re1,2]: la división
entre los libros de Samuel y los de los Reyes es un tanto artificial, pues si se deja de lado
[2Sam21,1] a [2Sam24,1], una edición tardía en [1Re1,1] a [1Re1,2] se contiene la
continuación y culminación de [2Sam9,1] a [2Sam9,20]), generalmente considerada como
"Historia de la sucesión al trono de David", y que algunos autores proponen calificar con el
nombre de "Historia de la ascesión de Salomón".
Entre ambas historias -cada una con su unidad e independencia, primitivamente- se coloca,
a modo de puente, [2Sam6,1] a [2Sam8,1]. En [2Sam6,1] se narra el traslado del arca desde
Silo (cf [1Sam4,1] a [1Sam6,1]) -el tema del arca formaba también en sus orígenes una
composición propia- a Jerusalén, consagrando así la ciudad conquistada por David como
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Introducción a los Libros Bíblicos
capital de su reino. Del imperio conseguido por David ha quedado constancia en el c.
[2Sam8,1]. La profecía de Natán [2Sam7,1] establece el principio de la sucesión
monárquica en favor de la casa de David.
La monarquía israelita desaparecerá un día, a pesar de las esperanzas que muchos pusieron
en ella. Permanecerá, sin embargo, la casa de David; y la promesa de Natán se verá
plenamente cumplida en Jesús de Nazaret, a quien Mateo proclama desde la primera línea
de su Evangelio como el "hijo de David".
ISAÍAS
Isaías es uno de los profetas cuyo pensamiento ha incidido más directamente en la reflexión
religiosa del pueblo elegido. Su actuación histórica debe situarse en el s. VIII a.C., cuando
el expansionismo asirio planteaba serias dificultades a la subsistencia de los reinos de Israel
y Judá. Por otra parte, la desacertada política de sus propios soberanos había sumido al
pueblo en el más alarmante desconcierto. Viendo cómo la injusticia social echaba cada vez
más hondas raíces, muchos se preguntaban qué hacía el Señor. Se llegó a tener la sensación
de un total abandono divino. Para reavivar la fe y la confianza en la divinidad, decide Isaías
consignar en su obra un sublime mensaje de ilusión esperanzada. Por eso su libro llena toda
una página de la azarosa historia de aquel pueblo a la deriva. Cierto que desde un punto de
vista histórico, el reino del norte sucumbió ante el envite de los asirios (721 a.C.). Sin
embargo, Judá logró subsistir. Y fue precisamente en el reino del sur donde el profeta
atisbó la fuerza de ese "resto fiel" destinado a compartir las delicias del futuro reino
mesiánico.
El libro de Isaías es, sin duda, el aporte más inspirado dentro de la tradición profética. Sin
embargo, son muy pocos los creyentes que han leído toda la obra. Si se hace con calma,
resulta fácil observar cambios drásticos de estilo, vocabulario y proyección doctrinal. Todo
ello ha contribuido a que la crítica moderna, tras someterla a un meticuloso análisis, haya
podido descubrir en ella la presencia de tres autores diferentes: Isaías I ([Is1,1] a [Is39,1]),
Isaías II o Deuteroisaías [Is40,1] a [Is55,1], Isaías III o Tritoisaías [Is56,1] a [Is66,1]. Cada
uno de esos autores escribe en una época determinada, afrontando situaciones concretas,
donde lo político, lo religioso y lo social aparecen casi siempre muy entreverados. Ahora
bien, en toda la obra domina la obsesión por afrontar las crisis desde una óptica de
esperanza, cifrada en la instauración del reino mesiánico, en el que todos los justos (="resto
fiel") podrán vivir sin la angustia que provoca la inseguridad sociorreligiosa.
Isaías I es, sin duda, el autor más conocido. Actuó en una situación de confusionismo
político-religioso (s. VIII a.C.). Debe acentuarse ante todo su crítica social: denuncia la
corrupción, los abusos y atropellos de los ricos, que explotan sin piedad a los aldeanos y
campesinos. Isaías -siguiendo en este caso la línea de Amós- clama por instaurar un
régimen justo, pues sin justicia no puede haber amor. Su postura religiosa se ancla en la
elección de David y en la santidad de Jerusalén. Ello le permite afirmar que, a pesar de
cuantos peligros se ciernen sobre el pueblo, este subsistirá, pues Jerusalén es la morada del
Señor, que la hace con ello inviolable. Dentro de esta óptica han de situarse sus vaticinios
mesiánicos, en los que pretende alimentar la esperanza de una liberación plena (="día del
Señor"), con el lógico exterminio de todos los imperios opresores y la instauración del reino
mesiánico. Los eventos políticos -aunque adversos, e incluso nefastos, para el pueblo
elegido- nunca perturbaron la inquebrantable fe del profeta.
Isaías II (Deuteroisaías) lanza su mensaje durante el destierro babilónico (s. VI a.C.).
Destruida Jerusalén (templo), era preciso fomentar entre los exiliados la esperanza del
retorno y la consiguiente restauración. Elabora, pues, una primorosa teología del "segundo
éxodo", cuya meta se cifra en la reconstrucción de un reino, en el que el mesías divino
podrá instaurar su égida de plenitud. El autor tiene que afrontar la obstinación de los
exiliados, cuya experiencia es del todo decepcionante. Y, vertiendo dosis de entusiasmo,
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Introducción a los Libros Bíblicos
logra fraguar en el destierro la más honda esperanza de restauración mesiánica.
Deuteroisaías es un poeta enamorado de Dios y de cuantos anclan en él su confianza.
Isaías III (Tritoisaías) se supone que actuó después del retorno de los exiliados (s. VI a.C.).
Aun cuando los críticos discrepen a la hora de pronunciarse sobre su autor y la época
concreta en que profirió sus oráculos, se muestran dispuestos a empalmar su mensaje con el
de Isaías II. Aunque con menos inspiración poética, el profeta mantiene una misma línea de
pensamiento, en la que domina la tesis de la plenitud mesiánica. Tanto que a él recurrieron
preferentemente los autores neotestamentarios a la hora de fundamentar teológicamente el
mesianismo de Jesús ([Mt5,34]; [Mt21,13]; [Mc9,48]; [Mc11,17]; [Lc4,18] [Lc4,19];
[Lc19,46]...). Isaías III hace de la esperanza ilusión.
Todo ello invita a ver la obra de Isaías como una aportación profética donde, a pesar de la
diversidad de autores y épocas, se impone la idea de una liberación mesiánica, con la que el
pueblo elegido se situará por fin más allá de la opresión política y de la injusticia social. Y,
gracias a una profunda depuración religiosa, podrá vivir feliz bajo el impulso del mesías
divino, cuyo reino dará vida a esa paz paradisíaca que el hombre perdiera a causa del
pecado.
LIBROS PROFÉTICOS
{K}1. El profeta, un hombre de vocación. El vocablo hebreo para designar al profeta es
nabi, participio pasivo del verbo naba, "llamar".
Un profeta, por tanto, es un "llamado", un vocacionado, un hombre que es profeta por
vocación divina, que ha recibido de Dios una misión y se considera un instrumento
manejado por Dios. A diferencia de los sacerdotes, que lo eran por la sangre, por pertenecer
a una familia o por elección de los hombres para ejercer una función, los profetas lo son por
vocación divina, por elección de Dios para llevar a cabo una misión que les es
encomendada por el mismo Dios. El profeta es un carismático, un elegido.
Arrogarse sin más y porque sí, sin ser llamado, por adulación buscadora de honores o por
mezquino interés económico, el oficio de profeta es un gran error, que cometieron los
llamados falsos profetas o pseudoprofetas, tan censurados en la Biblia.
{K}2. El profeta, la voz de Dios. Profeta es el que habla en lugar de otro, en este caso en
lugar de Dios. La misión del profeta no es anunciar el futuro -aunque este sea el sentido que
la acepción popular da a la profecía-, sino proclamar la palabra de Dios, ser intérprete entre
Dios y los hombres. Tarea noble y gratificante, aunque también ingrata y dolorosa, tener
que ser heraldo de una palabra que unas veces anuncia felicidad y bienandanza, pero otras
muchas veces es fustigadora de vicios morales e injusticias sociales, pues tiene que
recriminar a los poderes públicos sus comportamientos y sus procedimientos injustos, y a
las clases populares su idolatría, su insolidaridad y su inmoralidad pública.
El profeta es un hombre que no puede callar, pues la palabra de Dios es un fuego en sus
entrañas, que no le deja vivir tranquilo hasta que sea proclamada sin miedo y con vigor; una
fuerza divina, subyugante y arrolladora, le empuja irresistiblemente a ser fustigador de
estos vicios, incluso contra su propio temperamento y su propia voluntad. La voz de los
profetas es la voz de Dios y la voz de los que no tienen voz, de los oprimidos, de los
marginados, de los explotados, de los pobres, del pueblo de la tierra.
El profeta no es otra cosa que la misma "boca de Dios", por la que Dios dice al hombre lo
que él quiere decirle en las diversas situaciones en que el hombre se encuentra. Esta, y no
otra, es la misión del profeta: proclamar los oráculos divinos. La frase, tan frecuente en la
Biblia, "esto dice el Señor" define perfectamente la misión del profeta: decir lo que el Señor
dice.
{K}3. El profeta, el hombre del Espíritu. El profeta es un hombre inspirado, es decir, un
hombre poseído por el Espíritu, al que no puede resistir, al que forzosamente se tiene que
doblegar (todas las profecías son fruto del Espíritu). Es un hombre sublimado por el
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Espíritu, transportado por el Espíritu a un mundo nuevo, en el que, fuera de sí, extasiado,
como un místico, con la experiencia inmediata de Dios, recibe la comunicación de ideas y
de conceptos, que debe luego comunicar al mundo real en que se encuentra y en el que se
desarrolla la convivencia humana.
{K}4. El profeta, un hombre de Dios. Es de Dios y habla de Dios, es un testimonio de la
verdad. El objeto de la profecía es Dios mismo, que castiga y perdona, que interviene en la
historia humana y que en cada circunstancia histórica le dice al hombre lo que debe hacer.
Los profetas dan a conocer lo que Dios quiere. Gracias a ellos los reyes y los poderes
públicos saben en cada momento lo que deben hacer, la manera de gobernar al pueblo, la
política nacional e internacional que deben llevar a cabo.
El profeta es un "representante de los intereses divinos". Gracias a los profetas se mantuvo
incorrupta, entre tantas corrupciones, la fe yavista, el monoteísmo. Ellos arremetieron
vigorosamente contra el sincretismo religioso, contra el formulismo ritualista, contra el
legalismo acomodaticio que asfixiaba las esencias más ricas del monoteísmo y amenazaba
al pueblo de Dios con unas estructuras de injusticia social y de opresión de las clases
humildes, el mundo de los pobres, porque ellos mismos, en notable porcentaje, pertenecían
a ese mismo mundo.
{K}5. El profeta, un hombre de palabra y de acción. Mejor aún, es el hombre de la palabra,
de la Palabra eterna, viva y eficaz, palabra, que nunca deja sin efecto, que realiza lo que
significa y lo que anuncia. El profeta es un predicador, un proclamador de la palabra de
Dios; y es consciente de que la palabra que él profiere, aunque es suya, es, sobre todo,
palabra de Dios.
Por lo general, los profetas no se preocupan de escribir, aunque a veces hayan escrito algo o
dictado parte de sus profecías y de sus experiencias. Los escritos que se les atribuyen son
testimonios de sus actividades; ordinariamente compilaciones y síntesis redaccionales,
elaboradas por sus discípulos o sus contemporáneos. Una cosa es el profeta, y otra el que
escribe lo que el profeta dice o hace, la profecía. El profeta habla y actúa. Muchas veces se
convierte en un actor, que con sus gestos y sus acciones simbólicas, llamativas e incluso
extravagantes, llama la atención no sólo a través del oído, sino de la vista y de la
sensibilidad de cuantos le oyen y contemplan.
{K}6. Maneras de recibir y de expresar el mensaje profético. El profeta recibe el mensaje
de Dios unas veces a través de sueños, otras a través de visiones. Estas visiones pueden ser
objetivas, subjetivas e intelectuales. Las más frecuentes son las subjetivas. Dios actúa en la
imaginación del profeta, el cual, llevado de su fantasía, elabora imágenes visuales y
auditivas cargadas de significados, que han de ser transmitidos y explicados al pueblo, a la
comunidad humana. En las intelectuales, el profeta conoce, sin necesidad de imágenes, la
verdad que Dios le comunica. El profeta elabora también él mismo su mensaje,
interpretando los condicionamientos sociales, religiosos y políticos que le es dado vivir,
descubriendo en los "signos de los tiempos", de su tiempo, la voluntad de Dios.
Todo esto, el profeta lo comunica de múltiples maneras. En un lenguaje poético y brillante,
a manera de elocuentes discursos, de coplas, de canciones, de elegías, de himnos, de
sentencias rítmicas, que incidían fuertemente en el corazón y en la memoria de los oyentes.
Con unos gestos y unas acciones simbólicas, que daban plasticidad a sus palabras e
impresionaban grandemente a los espectadores. Generalmente, la iconografía literaria de
los profetas estaba tomada del entorno costumbrista, geográfico e histórico en que ellos
mismos se encontraban. Porque ese era el modo de ser perfectamente comprendidos.
Aunque también hay que decir que en los oráculos proféticos falta toda perspectiva
temporal, pues tienen muchas veces su explicación cumplida en un futuro lejano, que ni
ellos mismos precisaban.
{K}7. Profetas mayores. Por razón de la extensión de sus escritos o de sus oráculos, se
consideran "mayores" cuatro profetas: Isaías, que ejerce sus actividades en el período
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asirio, en el reino de Judá. Jeremías, en el período babilónico, también en el reino de Judá.
Ezequiel, a quien se supone en Babilonia durante el exilio. Daniel, del que la crítica
moderna afirma que el libro que lleva su nombre no es un libro profético, sino un libro
apocalíptico, que fue escrito entre los años 167 y 164 antes de Cristo.
{K}8. Profetas menores. Se llaman "menores" porque, en comparación con los "mayores",
sus escritos y sus oráculos son más reducidos. Son los siguientes: Período asirio: En el
reino de Israel, Amós y Oseas; en el reino de Judá, Miqueas. Período babilónico: En el
reino de Judá, Sofonías, Nahún, Baruc, Habacuc; en Babilonia, Isaías II (cc [Is40,1] a
[Is55,1] de Isaías). Período persa: Isaías III (cc, [Is55,1] a [Is66,1] de Isaías), Ageo,
Zacarías I (cc. [Zac18,1] de Zacarías) y Malaquías. De época incierta: Joel, Abdías,
Zacarías II (cc, [Zac9,1] a [Zac14,1] de Zacarías) y Jonás (novela didáctica).
PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS
Los acontecimientos narrados en 1Macabeos se desarrollan en el contexto histórico y
cultural de ese gran movimiento que llamamos "helenismo", iniciado en Oriente con las
campañas de Alejandro Magno, que conquista Palestina en el 332 a.C. A la muerte de
Alejandro (323 a.C.), sus sucesores (los diadocos) se reparten el imperio; la franja
palestina, que formará parte de la Celesiria, queda primero en poder de los Tolomeos de
Egipto (los lágidas), hasta que el año 198 a.C. pasa definitivamente a depender de los
seléucidas de Siria. Durante todo este tiempo fue respetada la idiosincrasia religiosa y
cultural de los judíos. Pero tras la derrota de Antíoco III y la paz de Apamea (188 a.C.),
donde los romanos le impusieron pesadas cargas económicas, su nieto Antíoco IV Epífanes
inició, principalmente por razones políticas, el camino de la helenización total del pueblo
judío. Aquí se crean entonces dos grupos opuestos: los partidarios de la helenización,
abiertos a la nueva corriente cultural y religiosa, y los que vieron en ella, no sin razón, un
peligro paralelo al cananeo, con las consecuencias de disolución y desaparición de la fe
judía tradicional. 1Macabeos relata la rebelión de estos judíos a partir de la profanación del
templo por las tropas de Antíoco (167 a.C.) y del levantamiento de Matatías, que fue
seguido por las acciones militares de sus hijos, los "Macabeos": Judas, Jonatán y Simón.
El título de "Primer libro de los Macabeos" es reciente, y pertenece a la era cristiana. En
realidad privilegia la figura de Judas "Macabeo" (quizá "martillo" en hebreo), mientras que
el libro trata de las gestas de toda esta familia de los Asmoneos. No conocemos el título
original del libro, escrito en hebreo, aunque conservado sólo en una aceptable traducción
griega, que puede completarse en parte con la versión latina de la Vulgata, hecha sobre un
texto griego algo diferente del actual. El libro no fue aceptado en el canon judío y encontró
algunas dificultades para entrar en el cristiano, a causa sobre todo de la oposición de
Orígenes en Oriente y de san Jerónimo en Occidente. Aparece ya en las listas de libros
canónicos del s. IV y su naturaleza canónica fue confirmada por los concilios de Florencia
y de Trento. Este libro deuterocanónico no fue aceptado en la Biblia protestante, que sigue
fielmente el canon hebreo.
El estilo de 1Macabeos es notablemente retórico, lleno de viveza en los relatos de batallas y
con cierta grandilocuencia a veces. Utiliza, sin duda, varios documentos de archivo y
escribe un tipo de historia que, siendo plenamente de fiar en los sucesos básicos, no tiene
empacho en engrandecer determinados acontecimientos e integrar discursos ficticios, al
estilo de la historia helenista de su época. Aunque casi puede considerarse como un libro de
batallas, su finalidad es en último término religiosa. Ciertamente concentra el interés en
narrar sucesos reales, pero siempre a la luz de una convicción de fe: la defensa de las
tradiciones patrias, especialmente de la ley, preservará tanto la identidad nacional como la
imprescindible identidad religiosa del judaísmo. Su autor es quizá un saduceo o un fariseo
moderado, que escribe en tiempos posteriores a Juan Hircano (134 a.C.) y antes de la
anexión romana del reino judío por Pompeyo el año 64 a.C.; probablemente más cerca de la
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Introducción a los Libros Bíblicos
primera fecha que de la segunda.
Al lector actual el libro puede darle la impresión de que es prácticamente una obra profana,
defensora de un cierto nacionalismo a ultranza. En el fondo, sin embargo, encontramos
algunas motivaciones religiosas de interés. La fidelidad a Dios está en el trasfondo de cada
relato, aunque a veces se presente mezclada con otras motivaciones menos puras. Esta
fidelidad a Dios se traduce concretamente en fidelidad a la ley y a la tradición santa, y se
dirigen plegarias a un Dios que es el único que puede salvar, por más que a veces se
presente un tanto lejano. Falta en el libro la inmediatez y cercanía de Dios a los hombres
concretos, tan vivamente resaltadas en otras obras bíblicas. Hoy la lectura de 1Macabeos
nos ayuda a descubrir, por una parte, la grandeza que sin duda se oculta en todo
movimiento que identifica al nacionalismo y la identidad del pueblo con su fe; pero a la vez
nos manifiesta claramente la ambig\u00fcedad que llevan siempre consigo tales actitudes,
que conducen en todos los casos, más pronto o más tarde, al fracaso de ambas, como
sucederá en gran parte tras el hundimiento del estado teocrático asmoneo, inaugurado por
Juan Hircano, con quien el libro concluye. Esta es, sin duda, una de las dimensiones más
perennes y actuales de nuestro libro.
1Macabeos puede dividirse, atendiendo sobre todo a las figuras claves de la historia que
narra cronológicamente, en cuatro grandes partes:
1. Introducción: antecedentes de la situación, profanación del templo y levantamiento de
Matatías [1Mac1,1] a [1Mac2,70].
2. Judas Macabeo, artífice de la lucha de liberación hasta lograr la independencia religiosa
de los judíos [1Mac3,1] a [1Mac9,22].
3. Acontecimientos bajo la guía de Jonatán [1Mac9,23] a [1Mac12,53].
4. Conclusión de las luchas de liberación bajo Simón, hasta el establecimiento del gobierno
independiente de los asmoneos con su primer rey sacerdote Juan Hircano I [1Mac13,1] a
[1Mac16,24].
{2}SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS
Contra lo que podría esperarse, 2Macabeos no es la continuación del primer libro de los
Macabeos. El período que narra este libro abarca sólo desde el año 175 a.C., momento
inmediatamente anterior a la persecución religiosa de los judíos por Antíoco IV Epífanes,
hasta la victoria de Judas Macabeo sobre Nicanor el año 160 a.C. Tampoco coincide con
1Macabeos ni en su estilo ni en su género literario. La obra, que se presenta como resumen
o epítome de otra más larga, en cinco libros, de Jasón de Cirene, está escrita directamente
en griego con un lenguaje más rico y variado que el de su homónimo anterior. En seguida
se percibe un estilo diferente al de aquel, con mayor énfasis en la oratoria y una más
rebuscada sonoridad y brillantez, no siempre del gusto del lector contemporáneo. Lo que
principalmente pretende su autor es suscitar la emoción, el "pathos" del lector. De aquí que
se haya calificado este modo narrativo como patetismo o género literario patético, muy
común, por otra parte, en la llamada escuela asiánica de esta época. Conmover y ganar al
lector para su causa, como si de una alegación de abogado de tratase, es la finalidad
pretendida por este cultivador de lo que también se ha calificado como "historia patética".
Todo ello plantea, lógicamente, el grado de veracidad histórica de la obra. Por supuesto que
no hemos de buscar aquí las precisiones y el orden lógico propios de la historia actual. El
autor insiste en determinados acontecimientos significativos, subraya los rasgos que más
convienen a su finalidad de conmover y, siguiendo por lo demás una actitud común entre
los historiadores helenistas contemporáneos suyos, expresa la ayuda del cielo mediante
apariciones y manifestaciones divinas. Se propone otras veces, como él mismo dice en el
epílogo de la obra, no sólo comunicar datos históricos, sino sobre todo proporcionar al
lector culto un libro de agradable lectura. Y, sin embargo, 2Macabeos sigue siendo un libro
básicamente de historia, y no una simple novela de fondo histórico, aunque no siempre sea
fácil decidir sobre la historicidad de muchos detalles. Por lo demás, en la obra se usan
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Introducción a los Libros Bíblicos
documentos y fuentes, orales y escritos, que posiblemente se encontraban ya en la amplia
obra original de Jasón de Cirene, siendo por otro lado poco probable que el redactor final
haya conocido 1Macabeos.
Poco o nada sabemos acerca del autor de 2Macabeos. De quien compuso originariamente la
obra, Jasón, sabemos que era de Cirene. De quien la resumió y reelaboró, hasta llegar a la
forma en que nosotros la conocemos, podemos sospechar que fuese un judío alejandrino,
aunque no es imposible que fuese de Palestina. Probablemente se trataba de un fariseo,
como lo manifiesta, entre otras cosas, su fe en la resurrección de los muertos. La obra
original de Jasón debió escribirse entre el 160 y el 130 a.C., aunque todo depende de si en
ella se hablaba originalmente o no de los otros hermanos Macabeos. Si no conocía la
muerte de Judas cuando escribía, habría que situarla hacia el 160 a.C. En cuanto al autor del
resumen actual, ha debido hacer su trabajo en los años finales del s. II a.C., quizá antes de
que fuese ampliamente conocido 1Macabeos.
2Macabeos, como libro deuterocanónico, ha seguido para su recepción en el canon cristiano
las mismas vicisitudes que 1Macabeos. Pero desde el punto de vista religioso es sin duda
más interesante que él. En esta obra encontramos las primeras afirmaciones
veterotestamentarias sobre el Dios creador de la nada, la resurrección de los muertos, la
intercesión de los santos y el valor expiatorio de los sufragios por los difuntos. Todas estas
afirmaciones han de situarse en el trasfondo teológico de una obra que, sobre todo, afirma
la justicia y santidad de Dios, lo que lleva consigo que la ley sea santa y no deba ser
transgredida, y que el creyente haya de ser fiel a la ley incluso hasta la muerte. El gran
valor de la oración, así como una nueva valoración de la muerte de los mártires, más
positiva que en otros libros del AT, son también otras de sus aportaciones. En el NT se
encuentra una probable alusión a [2Mac6,1] en [Heb11,35]. Y la liturgia de la Iglesia
católica ha usado desde muy pronto [2Mac12,42] a [2Mac12,46] como testimonio del valor
de los sufragios por los difuntos.
El libro puede dividirse en tres grandes bloques:
1. Cartas de los judíos palestinos a los de Egipto, e introducción del compendiador (1-2).
2. Antecedentes y persecución de Antíoco [2Mac3,1] a [2Mac7,1].
3. Purificación del templo y victoria final de los judíos [2Mac8,1] a [2Mac15,1].
ESDRAS Y NEHEMIAS
Los libros de Esd-Neh, que formaron en sus comienzos una sola obra, tratan del retorno a
Jerusalén de los judíos desterrados en Babilonia, de la reconstrucción del templo destruido
y del establecimiento de la nueva comunidad judía en la Tierra santa bajo la guía de la ley.
Los libros históricos anteriores narran cómo Jerusalén, capital del reino de Judá, fue tomada
y destruida por Nabucodonosor el año 587 a.C. Su último rey, Sedecías, y gran número de
judíos, son deportados a Babilonia, como antes lo había sido otro grupo en el 597 a.C., y
después lo sería uno más pequeño en el 582 a.C. [2Re24,1] a [2Re25,1]; [Jer52,28].
Cincuenta años más tarde el rey persa Ciro el Grande conquista Babilonia (539 a.C.) e
inicia una nueva política religiosa, permitiendo la vuelta de los desterrados a sus lugares de
origen, así como la restauración del culto en los santuarios destruidos. Entre los que
volverán al frente de grupos judíos están Sesbasar, Zorobabel, Esdras y Nehemías,
protagonistas de esta obra, que se inicia precisamente con el edicto de Ciro permitiendo el
regreso de los deportados, y narra sobre todo la obra llevada a cabo por Esdras y Nehemías
para reorganizar la comunidad judía.
Ambos libros, que forman una unidad, son la continuación natural de 1-2Crón, aunque no
es unánime la opinión de que formasen con ellos una sola obra. Su redactor final pertenece
sin duda a la escuela del cronista y parece trabajar en Jerusalén hacia finales del s. IV o
comienzos del s. III a.C. Las principales fuentes que utiliza en la composición de Esd-Neh
son: una historia de restauración bajo Ciro, en la que estaban incorporados varios
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Introducción a los Libros Bíblicos
documentos [Esd1,1] a [Esd4,5]; una narración, escrita en arameo, sobre la reconstrucción
del templo de Jerusalén, con valiosos documentos de la cancillería persa [Esd4,6] a
[Esd6,18]; unas memorias de Esdras, redactadas quizá por él para las autoridades persas y
la judería de Babilonia, y, posiblemente, unas memorias personales de Nehemías. El
redactor cronista ha unificado todo este material, subrayando el papel de levitas y
sacerdotes, así como la importancia del templo, y presentando a la nueva comunidad judía
retornada como la legítima continuadora del Israel anterior al exilio.
Históricamente estos libros aportan datos de gran interés, especialmente por incorporar
documentos históricos de la época y por ser la única relación detallada de la vida de la
comunidad judía tras el destierro. No obstante, los problemas que plantean desde este punto
de vista son bastantes. El más discutido, y sin clara solución posible, es el de precisar el
orden de llegada a Jerusalén de Esdras y Nehemías. Sea de esto lo que fuere, ambos
personajes son, sin lugar a dudas y cada uno en su campo, los verdaderos restauradores de
la comunidad judía tras el destierro, y los que crearon el marco religioso y político que
llegaría hasta los tiempos de Jesús.
Desde el punto de vista religioso, junto a las características propias del cronista ya
conocidas, estos libros nos describen la trabajosa reconstrucción religiosa de la comunidad
judía tras su casi aniquilación anterior, y abren ante nuestros ojos el apasionante y actual
tema de la necesaria reconquista de una identidad religiosa y comunitaria, con sus ventajas
y peligros. Acentuar la identidad supone el peligro de cerrarse en "ghetto"; desatenderla y
abrirse a los nuevos vientos culturales trae el peligro de una disolución impersonal y una
posible desaparición significativa de la comunidad judía. Para el cronista, Esdras y
Nehemías lograron reconstruir en torno al templo y a la ley al auténtico Israel, heredero de
las promesas mosaicas y davídicas.
Esd-Neh puede estructurarse, a grandes rasgos, en estas cinco partes: 1. Primera vuelta del
destierro y reconstrucción del templo [Esd1,1] a [Esd1,6], [Esd1,22]; 2. La reforma de
Esdras [Esd7,1] a [Esd7,10], [Esd7,44]; 3. La reforma de Nehemías [Neh1,1] a [Neh1,7]
[Neh7,72]; 4. Proclamación de la ley y renovación de la alianza [Neh8,1]; [Neh8,10],
[Hen8,39]; 5. Apéndice final.
1 Y 2 LIBRO DE LAS CRÓNICAS
Los libros de las Crónicas llevan en hebreo el nombre de "Acontecimientos de los días",
que tradujo san Jerónimo por "Crónica de toda la historia divina". Esta denominación tardó,
sin embargo, en imponerse, conociéndose durante mucho tiempo como "Paralipómenos",
título recibido en la versión griega de los Setenta, y que significa "las cosas omitidas" (por
los libros históricos anteriores). Ambos libros formaban al principio un solo conjunto,
seguido probablemente de Esd-Neh. Por diversas razones fueron admitidos en el canon
hebreo posteriormente a Esd-Neh; de aquí que estén situados después de ellos. En su
conjunto ofrecen un vasto panorama histórico, el más amplio de toda la Biblia, pues va
desde los orígenes del hombre hasta los tiempos del destierro babilónico. Pero este amplio
período de tiempo se narra de forma muy diversa mediante cuatro bloques claramente
diferenciados: una gran sección compuesta por las genealogías que van desde Adán hasta
David [1Crón1,1] a [1Crón9,1]; la descripción amplia del reinado de David [1Crón10,1] a
[1Crón29,1]; el reinado de Salomón [2Crón1,1] a [2Crón9,1]; la historia del reino de Judá,
sin excluir a Israel, desde la muerte de Salomón hasta el destierro [2Crón10,1] a
[2Crón10,36].
No nos queda rastro del autor, al que se suele denominar con el término genérico de
"cronista" y que bien pudo ser una persona o una escuela. Dejando de lado pequeños
añadidos y adaptaciones, el conjunto de la obra, sobre todo si se incluye en ella Esd-Neh, es
ya conocida por el Sirácida (180 a.C.) y probablemente se debe situar hacia la primera
mitad del s. III a.C., momento en que es necesario afirmar la unidad de la comunidad judía
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y la fidelidad a la ley y al culto en el templo de Jerusalén frente al peligro de dispersión que
podía existir entre las numerosas comunidades judías esparcidas por todo el Mediterráneo,
así como frente al cisma de los samaritanos.
Lo que sí puede percibirse mejor es el modo de composición que ha utilizado el autor. Es
característico de esta obra la reproducción de documentos y la mención explícita no pocas
veces de las fuentes que en ella se usan. Especialmente importante es el uso constante de
los libros de Sam-Re, si bien adaptando su contenido a la finalidad que el autor pretende.
De estos libros, el cronista ha conocido una redacción hebrea algo distinta de la que ha
llegado hasta nosotros, lo que explica algunas divergencias entre ambos. Además usa otras
fuentes históricas profanas desconocidas para nosotros. Y desde luego muchos datos, tanto
de las genealogías como de las plegarias que cita, han sido tomados de diversos libros
bíblicos. Con todo ello, nuestro autor sigue un procedimiento redaccional que consiste
fundamentalmente en seleccionar aquellos relatos, y las partes de ellos, que interesan al
escritor desde su perspectiva concreta, dejando de lado sobre todo algunos episodios que
considera inconvenientes, especialmente en las secciones dedicadas a David y Salomón.
Todo ello lo adapta conforme a determinados presupuestos teológicos, resaltando
especialmente cómo las desgracias reales se deben a la desobediencia a Dios y a su ley,
mientras que la fidelidad en todo lo relativo al templo y al culto es premiada con la
bendición divina. Se trata, pues, de ofrecer más una "teología de la historia" que una
historia objetiva, por más que muchos datos de Crónicas reflejen claramente
acontecimientos reales y completen algunos huecos de Sam-Re. En conjunto, la obra del
cronista es como un comentario actualizado de la historia del pueblo israelita, para mostrar
una enseñanza concreta a los judíos del tiempo en que se escribe esta obra.
Desde el punto de vista teológico, conviene subrayar cómo, según el cronista, David y la
realeza davídica son el centro de la historia, que se juzga siempre en relación al templo de
Jerusalén y su culto, verdadero núcleo religioso de estos escritos. De aquí la importancia de
los sacerdotes, descendientes de Aarón, y sobre todo de los levitas, a los que se hace
proceder de la tribu de Leví, y que son los oficiantes principales de las grandes fiestas
cúlticas, descritas con tal acento de alegría en medio de las alabanzas, que es imposible no
conmoverse ante su descripción. La historia del pueblo es descrita desde el ángulo religioso
como una historia enteramente dirigida por Dios. De aquí la importancia que tiene la
obediencia a Dios y a su ley, así como la preocupación por el esplendor del culto en el
templo. Jerusalén es la ciudad santa por excelencia y ocupa siempre el centro del interés del
autor. Es difícil saber si estos libros contienen o no una proyección mesiánica concreta.
Probablemente el cronista, en una época sin especial brillo, cuando ya no existe la realeza,
se ha propuesto ser el guardián de la tradición mesiánica davídica, aunque ello no se
expresa de modo explícito.
Para nosotros, como cristianos, estos libros continúan teniendo una dimensión actual, pues
nos invitan a contemplar el pasado de la comunidad judía que vivía poco antes del
nacimiento de Jesús, pero no como un bello recuerdo digno de figurar en un museo, sino
como una predicación viva, que ha de ser escuchada como una llamada a la fidelidad, a la
obediencia y al culto verdaderos, mientras pone ante nuestros ojos un anticipo de la visión
del reino de Dios y del rey mesiánico, que es su mensajero y que encontrará su plenitud en
Cristo Jesús, el hijo de David.
1 Y 2 LIBRO DE LOS REYES
Los dos libros de los Reyes, al igual que los de Samuel, en la primitiva Biblia hebrea
formaban una sola obra. La traducción griega los separó en dos partes, cortando
bruscamente el reinado de Ocozías y el ciclo del profeta Elías. Los libros de los Reyes
continúan el hilo histórico de los de Samuel. En [1Re1,1] a [1Re2,1] se contiene la
conclusión original del reino de David, expuesto en los libros de Samuel.
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Introducción a los Libros Bíblicos
La historia de los libros de los Reyes abarca el período que va desde los últimos días del rey
David hasta el destierro de Babilonia. Dejando aparte [1Re1,1] a [1Re2,1], por las razones
indicadas, los libros de los Reyes se componen de tres grandes bloques de tipo histórico: 1.
Historia del reino de Salomón [1Re3,1] a [1Re11,1]); 2. Historia de los reinos de Israel y de
Judá hasta la desaparición del reino del norte ([1Re12,1] a [2Re17,1]); 3. Historia del reino
de Judá hasta su destrucción [2Re18,1] a [2Re25,1]. Para la composición de esta historia,
los compiladores y redactores se sirvieron de varias fuentes, algunas de las cuales aparecen
expresamente citadas en los libros de los Reyes. Así, en [1Re11,41] se menciona el Libro
de los Hechos de Salomón, que seguramente prestó la base para la narración de [1Re3,1] a
[1Re11,1]. La segunda y la tercera parte utilizaron, entre otras fuentes, el Libro de las
Crónicas de los reyes de Israel y el Libro de las Crónicas de los reyes de Judá, comúnmente
citados al final de cada uno de los reinados (cf [1Re14,19]; [1Re14,29]; [1Re15,7];
[1Re15,31]; [2Re21,25]; [2Re23,28]; etc).
Mención aparte merecen los profetas, que, juntamente con los reyes, son los protagonistas
principales de estos libros. Destacan tres por el papel que jugaron en la historia de los
reinos de Israel y de Judá, así como por el espacio, que se les asigna en estos libros: 1.
Elías, ([1Re17,1] a [1Re19,1]; [1Re21,1]; [2Re1,1] a [1Re2,1]); 2. Eliseo ([2Re3,4] a
[2Re8,15]; [2Re9,1] a [2Re9,13]; [2Re13,14] a [2Re13,25]); 3. Isaías ([2Re18,13] a
[2Re20,19]; [Is36,1] a [Is39,1]). Los ciclos de Elías y Eliseo, paralelos en muchos de los
episodios, combinan una narración histórica sobria con una serie de tradiciones o leyendas
populares de tipo hagiográfico. La actividad profética de Isaías muestra la íntima conexión
existente entre la profecía y la monarquía, rasgo este común a los demás profetas. Aunque
la misión del profeta no sea directamente política, sus intervenciones inciden -muy
directamente- en la marcha de los acontecimientos. Los profetas se sienten solidarios con su
pueblo; su mensaje se encarna en la historia del pueblo de Dios.
Más que una historia en sentido estricto, los libros de los Reyes contienen una reflexión
teológica sobre la historia de Israel y de Judá. En ella se enjuician los diferentes monarcas y
los acontecimientos que condujeron al pueblo hasta la pérdida de la tierra y el consiguiente
exilio en Babilonia. Los reyes no son juzgados tanto por sus derrotas o victorias en el
terreno político o militar cuanto por su fidelidad o infidelidad a la palabra de Dios
contenida en la ley y predicada por los profetas. Entre los pecados que se les suelen achacar
sobresale la idolatría: erección de altares a otros dioses para darles culto. Se les imputan
otras muchas faltas de tipo religioso -también de tipo social- y se emiten algunos juicios de
valor genéricos, acreditando o descalificando la actividad de los reyes. A excepción de
Salomón, Asá, Ezequías y Josías, que "hicieron el bien a los ojos del Señor" como David su
padre (a David se le propone como modelo de fidelidad al Señor), los demás reyes "obraron
el mal a los ojos de Dios". Por medio de sus profetas, el Señor los exhortó y amonestó
repetidas veces, pero ellos no siguieron su palabra y por eso los castigó. La caída de
Jerusalén y el destierro se explican como un castigo divino por la desobediencia,
particularmente en cuestiones cultuales, a la palabra de Dios.
¿Representan, la caída de Jerusalén y el exilio, el punto final de la historia del pueblo
elegido? La palabra de Dios siempre se cumple. Sus amenazas ya se han realizado. Sigue
en pie, sin embargo, la promesa de David. La conclusión del segundo libro de los Reyes
deja abierta una puerta a la esperanza.
JEREMÍAS
Elegido y consagrado por Dios como profeta, Jeremías fue un modelo de fidelidad y de
entrega a la misión recibida, lo que ha hecho que pasara a la tradición cristiana como figura
del profeta Jesús.
Jeremías es hijo de Jelcías, de los sacerdotes de Anatot. Nació hacia el año 650 a.C. y
recibió su vocación profética el año decimotercero del reinado de Josías, es decir, en el año
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Introducción a los Libros Bíblicos
627 a.C.
Su actividad profética se desarrolló a lo largo de unos cuarenta años, durante cuatro
períodos distintos: el primero, del 627-609, coincide con la restauración nacional y religiosa
en tiempos de Josías, favorecida por la coyuntura política internacional: decadencia de
Asiria, estado incipiente de Babilonia e intenciones pacíficas de Egipto. El segundo, del
609-598, bajo el reinado de Joaquín, fue un período difícil para el reino de Judá, pues tuvo
que aguantar el peso de las grandes potencias del entorno: Egipto y Babilonia. A esta época
pertenece el famoso discurso del templo [Jer7,1] a [Jer7,15]; [Jer7,26]. El tercer período
(597-586), en tiempos de Sedecías, comenzó con relativa normalidad y calma, que duraron
mientras se mantuvo el pacto jurado con Nabucodonosor, pero terminó trágicamente con la
conquista de Jerusalén. En el cuarto período, a partir de la conquista de Jerusalén, Judá era
una provincia del imperio babilonio. Nabucodonosor había nombrado a Godolías como
gobernador de Judá; pero tres meses después de su nombramiento Godolías fue asesinado y
la comunidad judía huyó a Egipto arrastrando con ella al profeta Jeremías.
Jeremías murió en Egipto, lejos de su patria, completamente destruida. Su mensaje, sin
embargo, perduró después de su muerte. El tiempo se encargó de dar razón a sus palabras y
a sus acciones, por insensatas que hubieran podido parecer a muchos connacionales suyos
cuando las profirió. No pocos de ellos tuvieron ocasión de contemplar aterrados la
destrucción del templo y de la ciudad, tal como lo había predicho el profeta, y de
reflexionar, en consecuencia, sobre sus palabras y sobre los hechos acaecidos. Ciertamente,
el mensaje del profeta ejerció gran influjo en los judíos durante los años del exilio, como lo
prueba la elaboración de su mensaje realizada en esta época.
El libro de Jeremías contiene materiales diversos, tanto en poesía como en prosa. Los
exégetas suelen distinguir tres niveles de tradición: 1. Los pasajes auténticos del profeta, en
su mayoría en poesía; 2. La prosa biográfica acerca de Jeremías, atribuida generalmente a la
pluma de su discípulo y secretario Baruc; 3. Un suplemento exílico, de la escuela
deuteronomista o afín, al menos, a esta corriente.
En el libro de Jeremías predominan los oráculos de condena: primero, contra Judá y
Jerusalén [Jer1,4] a [Jer25,14]; y, segundo, contra las naciones [Jer25,15] a [Jer25,38];
[Jer46,1] a [Jer51,1]. Los oráculos contra Judá y Jerusalén suscitaron reacciones violentas
del rey, de los ministros y del pueblo contra Jeremías, que incluso llegaron a poner en
peligro su vida. Acerca de estos acontecimientos ha quedado constancia en los cc. [Jer26,1]
a [Jer29,1] y [Jer36,1] a [Jer45,1]. Algunos autores califican estos textos de "historias de la
pasión de Jeremías". En ellos no sólo se muestran los sufrimientos del profeta, sino también
el rechazo de la palabra de Dios por él predicada. Pero no todo fueron oráculos de condena
o lamentos del profeta. Llamado para "extirpar y destruir", lo fue también para "plantar y
reconstruir" [Jer1,10]. En el centro de su libro (cc. [Jer30,1] a [Jer35,1]) nos ha dejado una
colección de oráculos de salvación sobre Judá y Jerusalén, entre los que destaca el anuncio
de la nueva alianza de Dios con su pueblo [Jer31,31] a [Jer31,34].
Profundamente enraizado en la historia de su pueblo (cf [Jer1,1] a [Jer1,13]; [Jer1,52]),
Jeremías contribuyó al nacimiento y formación de un nuevo pueblo, el pueblo de la nueva
alianza por él anunciada. Por eso, su testimonio y su mensaje siguen vivos entre nosotros,
el nuevo pueblo de Dios.
EZEQUIEL
Ezequiel, hijo de un sacerdote (Buzi), es posible que ejerciera también el sacerdocio. Así lo
sugiere su conocimiento del ritualismo sacro y su interés por el templo. Deportado a
Babilonia con el rey Joaquín (587 a.C.), desplegó toda su actividad profética entre los
judíos exiliados. Es considerado como el profeta de la esperanza, porque todo su mensaje se
cifra en avivar la ilusión de un retorno al país. Gozó de tal prestigio entre los exiliados que
le consideraron su padre espiritual. Faltan datos para reconstruir su trayectoria profética.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Sobran, en cambio, para definir su personalidad. Ezequiel presenta ciertos rasgos de
anormalidad (¿catalepsia, esquizofrenia, afasia?), reflejados en gestos estrambóticos y
reacciones desconcertantes, que a veces rayan en el delirio.
La obra ezequieliana está preñada de simbolismos, por lo que sus oráculos casi nunca
deben entenderse de forma literal. Es posible que el profeta acusara cierto desequilibrio
psíquico. Pero, ¿por qué alarmarse? Muchos líderes religiosos de la humanidad no siempre
se han regido por los parámetros de la normalidad; y es precisamente ese aparente
excentricismo lo que les ha permitido impactar en las masas. Algo así pudo ocurrir con
Ezequiel: sus alucinaciones y pantomimas encarnaban una religiosidad depurada, que
exigía romper los encuadres tradicionalistas para afrontar el futuro sin complejos ni recelos.
El gran profeta convenció a los desterrados de que su infortunio debía servirles no tanto
para lamentarse como para decantar actitudes. El correctivo divino no había hecho sino
poner fin a una situación caótica que clamaba por una intervención drástica. No obstante el
Señor pretendía reanudar las relaciones amistosas con su pueblo, siempre que este
remodelara su religiosidad en base a una teología de la esperanza. Así trató de hacerlo
Ezequiel con resultados muy positivos. No resulta fácil resumir las ideas que rigen su
proclama y su denuncia. Mas quizá todas ellas graviten en torno a un binomio
(condenación-salvación), punto de arranque para fraguar una clara conciencia de "resto
fiel", destinado a heredar las promesas divinas, que culminarían obviamente en la
instauración definitiva del reino mesiánico.
Casi todas las grandes visiones de este extraño profeta se hallan vinculadas con el templo
de Jerusalén. Este se encuentra, por supuesto, destruido en el momento de proferir sus
oráculos. No importa. Ezequiel interpreta los hechos como signos del abandono divino a
causa de las infidelidades del pueblo. Pero cuando se realice la ansiada restauración, todo el
esplendor de la gloria divina se adentrará de nuevo en el templo renovado [Ez40,2] a
[Ez42,1]. En torno a ese nuevo templo se reorganizará un culto depurado, implantándose
una teocracia ideal, donde el Señor asumirá directamente las funciones regias. Para
acercarse a ese lugar santo, será preciso expiar antes los pecados y transgresiones
([Ez42,12]; [Ez43,18] a [Ez43,25]). Sólo entonces habrá terminado de verdad el cautiverio,
para dar paso a una égida de esplendor con una nueva tierra, equiparada al antiguo jardín de
Edén [Ez36,35]. En esa fase de esplendor todo experimentará un cambio radical, siendo el
corazón de cada creyente escenario de esa catarsis purificadora. Con ello abre el profeta las
puertas a una nueva vivencia religiosa, fraguada en la interioridad de cada israelita. Tal es
la base para integrar el "nuevo Israel".
A lo largo de su obra muestra cómo Dios, a pesar del proceder insensato de su pueblo,
garantiza una liberación realizada en cuantos compartan ese espíritu de ilusión que Ezequiel
no ceja de infundir. Ellos constituirán el "resto fiel" con el que Dios formará el "nuevo
Israel", convertido -bajo el impulso del mesías- en dueño absoluto de la humanidad. El
resto de las naciones se postrarán ante la soberanía del Señor, el cual las invitará a
compartir las delicias de ese reino de paz y amor. No en vano el Señor es dueño de todo el
mundo. Con ello ensancha el profeta los horizontes del universalismo salvífico, hasta el
punto de englobar a la humanidad entera en el designio divino. Para integrar el reino
mesiánico, no será suficiente compartir un simple ritualismo cúltico. Habrá que aportar un
cambio de actitud que afecte a la interioridad misma de la persona. Es en el fondo del
corazón donde se fragua el destino de cada individuo. Para alcanzar tales objetivos, es
indispensable que los exiliados adopten un porte de absoluta fidelidad al Señor. En ella
cimenta Ezequiel todos sus vaticinios sobre el nuevo pueblo de Dios, a quien el mesías
convertirá en dueño de toda la humanidad.
MIQUEAS
Miqueas ("quién como Yavé") procedía de Moréset, aldea situada a unos 45 kilómetros al
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Introducción a los Libros Bíblicos
suroeste de Jerusalén. Ejerció su ministerio durante los reinados de Jotán (ca. 742-735),
Acaz (735-715) y Ezequías (715-¿687?), la mayor parte del mismo muy probablemente
entre los años 714-701. Profeta rural como Amós, tiene tal parecido con este en la denuncia
de los abusos socioeconómicos que se le ha denominado Amós redivivo. Es un recio
campesino de formas y lenguaje duros contra los explotadores de los colonos de Moréset.
Es contemporáneo de Isaías, sin que podamos afirmar que pertenecía al grupo de sus
discípulos.
En el plano nacional, Judá había alcanzado la cumbre de su poderío con Ozías (Azarías)
(ca. 783-742). Jotán mantuvo el reino floreciente en el aspecto material, pero se practicaba
un culto supersticioso y aumentaba la corrupción. Acaz fue un rey impío, que fomentó por
todos los medios (cf [2Re16,1]) la decadencia de la fe. Con Ezequías hay una gran
prosperidad material, pero muchas injusticias sociales. En el orden religioso llevó a cabo
una importante reforma que reparó los extravíos de sus padres, reforma que, según
[Jer26,18]ss, estuvo influenciada por la predicación de Miqueas.
El libro, que presenta una división simétrica y armónica, comprende dos partes, y cada una
de ellas dos secciones. La primera (cc. [Miq1,1] a [Miq5,1]) contiene oráculos
condenatorios contra Israel y Judá ([Miq1,1] a [Miq3,1]) y una promesa de salvación
([Miq4,1] a [Miq5,1]). La segunda (cc. [Miq6,1] a [Miq7,1]) presenta similarmente,
oráculos conminatorios contra Israel ([Miq6,1] [Miq7,6]) y una promesa de salvación
([Miq7,7] a [Miq7,20]). En su largo proceso de formación el libro recibió materiales
posteriores al profeta, como el [Miq7,8] a [Miq7,20].
Miqueas critica las injusticias sociales y la falsa religiosidad. A pesar de la predicación de
Oseas y Amós, los dirigentes continuaban acaparando propiedades y despojando a los
débiles, pensando sus contemporáneos que podían tener contento a Dios con su religiosidad
exterior. Por ello, con un lenguaje más lacerante e incisivo que estos, critica las injusticias
de los propietarios, de los comerciantes e incluso de los sacerdotes, y denuncia la confianza
cuasimágica que ponían en las prácticas cultuales, sin preocuparse de la ética.
Pero señala un ideal positivo de vida religiosa que resume los temas fundamentales de
Amós, Oseas e Isaías: la justicia, el amor y la fe humilde [Miq6,8]. Anuncia el castigo de
Israel y Judá como manifestación de la justicia de Dios, que no puede tolerar tanta maldad e
injusticia. Se salvará un "resto" [Miq4,7]; [Miq5,2]s sobre el que reinará el futuro rey
mesiánico, que descenderá de Belén [Miq5,1]ss.
JONÁS
La tradición, judía y cristiana, identificó al autor del libro con el profeta Jonás ("paloma")
de [2Re14,25]. Pero el autor de nuestro libro es de época posterior: supone lejana la
destrucción de Nínive [Jon3,3], utiliza el hebreo posexílico y emplea arameismos. La
utilización de Jeremías y Ezequiel, la reacción contra la corriente separatista de la
comunidad posexílica y el interés por las relaciones entre Israel y los demás pueblos
indican que el autor es un judío, que lo compuso hacia el 400.
No podemos precisar el ambiente histórico en que fue escrito el libro. No se trata,
probablemente, de una historia real, sino de una composición didáctica; la conversión
repentina y masiva de Nínive es desconocida en la historia universal, y la cita de [Mt12,41]
no decide que se trate de una historia, sino que puede citar como se cita una parábola.
Sí podemos, en cambio, constatar las corrientes predominantes en la época de composición
del libro: tendencia a presentar doctrinas en forma de historia con el fin de hacerlas más
atrayentes y plásticas (cf Job, Tobías, Judit, Ester); el particularísimo judío, que desprecia a
los otros pueblos, a los que considera destinados al exterminio. Ese es el ambiente en el que
el libro va a transmitir un mensaje sorprendente.
Comprende dos partes (visiones). La primera contiene la desobediencia del profeta y la
tempestad [Jon1,1] - [Jon1,7], lanzamiento de Jonás al mar una vez confesada su culpa
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Introducción a los Libros Bíblicos
[Jon1,8] a [Jon1,16], oración y salvación milagrosa de Jonás [Jon2,1] a [Jon2,11]. La
segunda refiere la conversión de Nínive [Jon3,1] a [Jon3,10] y la justificación de la
misericordia de Dios a despecho de Jonás [Jon4,1] a [Jon4,11].
La doctrina fundamental del libro de Jonás es la universalidad del amor y de la providencia
de Dios (aparte de la imagen típica de Jesús en [Mt12,39]s, que desbordan los límites del
pueblo escogido y llegan a las naciones paganas: de ahí que un profeta de Dios sea enviado
a una ciudad extranjera. Esta universalidad es uno de los temas mesiánicos fundamentales
(cf [Is2,2]). Dios es el dueño de todo y lo gobierna todo: los cielos, la tierra, el mar, la
tempestad y la calma. Nínive está también bajo su poder. El mal le desagrada y pide justo
castigo; pero el Señor es misericordioso e inclinado al perdón cuando ve sincero
arrepentimiento, también entre los paganos; y su providencia se compadece de todos,
incluso de los niños y de los animales.
ABDÍAS
Del profeta Abdías ("siervo de Dios") no tenemos dato alguno patronímico o geográfico. Y
su pequeño escrito es el más breve de todos los proféticos. Aparece en él como un hombre
de carácter apasionado y fogoso; y refleja, en su oposición a los edomitas, el nacionalismo
cerrado, de tipo exclusivista, que surgió en amplios círculos del judaísmo posexílico. Pero
le guía sobre todo su fe y esperanza en la justicia divina.
La rivalidad entre Israel y Edón, simbolizada ya en las relaciones de Jacob y Esaú (cf
[Gén25,19] a [Gén36,43]), se mantuvo a lo largo de toda la historia ([2Sam8,13]s;
[1Re14,1] a [1Re14,17]; [2Re14,22]; [2Re16,5]s). Edón celebró con fruición la caída de
Jerusalén y llegó a ocupar parte de su territorio. De ahí la frecuencia y dureza de los
oráculos bíblicos contra Edón ([Am1,11]s; [Is34,5] a [Is34,17]; [Jer49,7] a [Jer49,22]). El
libro fue escrito poco después del 550, fecha que algunos retrasan hasta los años 425-400, y
tiene antecedentes en una abundante literatura de tendencia antiedomita ([Is34,1]; [Is63,1] a
[Is63,6]; [Ez25,12] a [Ez25,17]; [Ez35,1]; [Lam4,21]; [Mal1,2] a [Mal1,4]).
Comprende tres partes: 1. Juicio (caída) de Edón (vv. 1 v); 2. Causas de esa caída
[Abd10,1] a [Abd16,1]; 3. Nuevo Israel [Abd17,1] a [Abd21,1].
El profeta apela a la comunidad de sangre de Edón y Jacob para justificar la gravedad de la
conducta fratricida de Edón. Pero este puede considerarse como tipo de todos los enemigos
de Judá. Abdías no habla sólo de venganza, sino también de la justicia de Dios, que castiga
y salva. Otro punto importante es el anuncio del día del Señor, en que serán castigados los
pueblos y salvado el pueblo escogido; en realidad, mira a todos los tiempos y a todo el
universo. Finalmente, la conclusión anuncia la restauración de Israel, que si bien mira a la
restauración después del destierro, la profecía termina con una sentencia mesiánica sobre el
imperio universal y espiritual de Dios.
AMÓS
Es oriundo de Técoa [Am1,1], situada a nueve kilómetros al sureste de Belén, zona poco
propicia para la agricultura, por lo que sus habitantes se dedicaban a la ganadería. Su
profesión era pastor, quizá mejor ganadero (noqued, cf [2Re3,4], que alternaba con el
cultivo de sicómoros [Am7,14]. A pesar de proceder de Judá, ejerció su ministerio profético
en el reino de Israel en tiempo de Jeroboán II de Israel (ca. 786-746) y Ozías de Judá (ca.
783-742). Llamado al profetismo sin preparación previa alguna [Am7,14] a [Am7,16], no
pertenecía a las asociaciones de profetas adictos a la corte. Así pudo sentirse independiente
en su ministerio, que tuvo que ejercer en medio de una sociedad hostil y extranjera. Lo
realiza en las cercanías del santuario de Betel, donde tuvo que enfrentarse con los intereses
creados del sacerdote Amasías (cf [Am7,10] a [Am7,17]).
Utiliza un estilo de gran inspiración y calidad poética, vigoroso, directo y dialogal con el
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Introducción a los Libros Bíblicos
auditorio, rico en imágenes que toma del ambiente rural y del mundo de los animales
([Am3,4] [Am3,5] [Am3,12]; [Am5,19]; [Am7,1]).
El ambiente nacional es el que mencionamos respecto de Oseas. En el orden internacional,
Egipto se halla replegado en sus fronteras. Asiria es la potencia hegemónica en todo el
Oriente Medio. Tras una etapa de decadencia, se rehace y llega a su esplendor con los reyes
Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (727-721), Sargón V (721-705) y Senaquerib
(705-691), que pone asedio a Jerusalén [2Re19,35].
En el reino de Israel, Jeroboán llevaba ya unos treinta años de reinado cuando aparece
Amós. Aprovechando el letargo de Egipto y la decadencia de Asiria había ensanchado sus
fronteras hasta llevarlo a su mayor expansión geográfica. Ninguno de los pequeños reinos
vecinos le creaba preocupación: Judá no levantó cabeza desde la derrota de Amasías hacia
el 785 [2Re14,1], y Damasco, al norte, había sido vencido por Asiria y, luego, por Joás de
Israel. Como consecuencia, Israel experimentó una situación de bienestar y desarrollo
económico: se construyeron mansiones suntuosas recubiertas de marfil [Am5,11];
[Am3,15]; los nobles tenían residencias de invierno y de verano, y celebraban banquetes
entre música y perfumes. Junto a ellos vivían en cabañas gentes pobres, a quienes prestaban
con usura y sometían a una cierta esclavitud; de nada valían sus quejas ante los jueces, a
quienes aquellos sobornaban con sus regalos (cf [Am8,4] a [Am8,8]; [Am2,6] a [Am2,8]).
En el aspecto religioso continuaba el cisma (cf [1Re12,17]). En Betel había un culto
solemne y suntuoso, para el que se escogían animales rollizos y oblaciones de harina y
aceite, con lo que creían tranquilizar sus conciencias. Pero ese culto estaba viciado por
prácticas paganas, se reducía a puro formulismo y no iba acompañado de una vida ética y
honesta, que supone el cumplimiento de la voluntad de Dios y el alejamiento de las
injusticias.
El libro, de cuya autenticidad no puede dudarse, excepto en pequeños fragmentos,
comprende una introducción con oráculos contra las naciones paganas y contra Judá e
Israel [Am1,1] a [Am2,1]. Sigue una serie de sermones contra los abusos de las altas clases
sociales, y oráculos contra los cultos idolátricos [Am3,1] a [Am6,1]. Vienen a continuación
cinco visiones, que simbolizan plásticamente los castigos que Dios enviará a la sociedad
corrompida de Samaría [Am7,1] a [Am9,1], [Am10,1]. Concluye con un anuncio de
restauración mesiánica, con lo que implica de bendiciones temporales [Am9,11] a
[Am9,15].
El Señor, Dios único y dueño de la historia, ha escogido a Israel como pueblo peculiar suyo
[Am2,1] a [Am3,1] y lo ha llevado a la tierra prometida [Am2,10]; [Am9,7] sin mérito
alguno por su parte [Am9,7]. Israel ha sido infiel con su orgullo [Am6,8], culto cismático e
idolátrico [Am4,1] a [Am4,6]; [Am7,9], con el ritualismo externo [Am4,4] a [Am4,12];
[Am5,4]ss y con sus graves injusticias sociales. Contra estas clama vigorosamente el
profeta Amós (cf [Am3,9] a [Am3,11]; [Am4,1]; [Am5,10] a [Am5,12]; [Am6,4] a
[Am6,8]; [Am8,4] a [Am8,6]), que se le denomina con toda razón "el profeta de la justicia
social". Por eso Dios castigará a Israel -anuncia el profeta- con la deportación a Asiria
([Am3,10]s; [Am5,27]; [Am7,17]). Pero se salvará un "resto" ([Am3,12]; [Am5,3];
[Am9,8]), que permitirá la continuación de la historia de Israel y el cumplimiento de las
profecías mesiánicas.
JOEL
Joel (Yavé es Dios), hijo de Petuel, ejerció su ministerio profético, según la opinión hoy
más corriente, después del destierro, hacia el año 400 a.C. Lo ejerció en el reino de Judá, y
probablemente en Jerusalén, dadas las alusiones que hace a la ciudad. Tal vez fue
sacerdote, ya que hace referencias al templo y a las funciones sacerdotales; según otros,
pertenecería al movimiento profético, especie de institución laica que se ocupaba de cuanto
se relacionaba con lo religioso. Habla con franqueza. No teme los juicios del pueblo.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Hombre benévolo, cree sinceramente en la bondad y en la misericordia de Dios.
Contexto histórico. Nos encontramos en la época posterior al destierro y a la reforma de
Esdras y Nehemías, cuando Judá y el templo son el centro de atención. Ya no se hace
mención de Samaría ni de los enemigos tradicionales, Asiria y Babilonia. Es la época del
particularismo, de la aversión a los gentiles y de la preocupación por la liturgia con carácter
ritualista. Nos encontramos en los últimos tiempos del judaísmo, en el que aparece la
literatura escatológica.
Comprende dos partes: La primera ([Jl1,1] a [Jl2,17]): a) descripción de una plaga de
langosta que produce estragos ([Jl1,1] a [Jl1,12]); b) el día del Señor ([Jl2,1] a [Jl2,11]) y la
invitación a la penitencia ([Jl2,12] a [Jl2,17]). La segunda ([Jl2,18] a [Jl4,21]); a) del
perdón del Señor y la vuelta a la prosperidad ([Jl2,18] a [Jl2,27]); b) los bienes mesiánicos
([Jl3,1] a [Jl3,2]), el día del Señor [Jl3,3] a [Jl3,5], el juicio de los pueblos [Jl4,1] a
[Jl4,16]b, perspectivas mesiánicas [Jl44,16]b a [Jl44,21].
El día del Señor es el núcleo principal de la profecía de Joel: la plaga de las langostas le ha
servido de motivo y símbolo para la visión de las calamidades que han de preceder o
acompañar al día del Señor. Debido a la falta de perspectiva cronológica, frecuente en los
profetas, este día abarca, además del dato histórico de la invasión de los enemigos contra
Judá, la era mesiánica, que se caracterizará por la efusión del Espíritu, y la consumación de
los últimos tiempos antes del juicio final. Las catástrofes cósmicas están descritas en
lenguaje apocalíptico, por lo que no pueden tomarse en sentido literal.
En la primera parte aparece una preciosa enseñanza sobre la pedagogía de Dios en la
educación de Israel a lo largo de la historia. A la luz de la alianza, los acontecimientos
tenían valor de palabra de Dios. Las catástrofes, de cualquier tipo, tenían la función de
castigo por los pecados del pueblo. Y a la luz de esa teología, Joel construye una
maravillosa liturgia de conversión. La Iglesia la ha tomado como modelo para la
inauguración de la etapa cuaresmal.
OSEAS
Oseas (Dios salva), oriundo probablemente del mundo agrícola, dadas las numerosas
comparaciones que utiliza relacionadas con él, ejerció su ministerio entre los años 750-725
a.C. Dios le manda que tome una mujer dada a la prostitución y que engendre hijos de ella.
Tiene tres hijos, a quienes Dios manda poner nombres simbólicos de significado siniestro
para Israel. Por mandato de Dios tuvo que tomar otra mujer (c. 3); seguramente se trata de
la primera mujer, Gomer, que había sido infiel al profeta. Este, no obstante, continúa
amándola y la toma de nuevo en matrimonio. Así tenía que simbolizar el amor de Dios a su
pueblo Israel, que había caído una y otra vez en la idolatría, apartándose del Señor y dando
culto a otros dioses.
En el marco internacional, Egipto ha tenido que replegarse a sus fronteras. Asiria es la
potencia hegemónica en todo el Oriente Medio. Después de una época de decadencia en la
primera mitad del s. VIII, se rehace y llega a su esplendor con los reyes. Teglatfalasar III
(745-727); Salmanasar V (727-721), que puso asedio a Samaría; Sargón V (721-705), que
la conquistó el 721, poniendo fin al reino de Israel, y Senaquerib (705-691), que puso
asedio a Jerusalén [2Re19,35]. En el marco nacional, Jeroboán (ca. 786-746), aprovechando
el letargo de Egipto y la época de decadencia de Asiria, llevó el reino de Israel a su mayor
esplendor político y socioeconómico. El período siguiente fue desastroso. Se sucedieron en
pocos años una serie de reyes que ocuparon el trono asesinando a su antecesor casi siempre.
Hasta que Oseas, con su conspiración contra Salmanasar, dio ocasión al asedio de Samaria,
que fue conquistada por Sargón V, con lo que desapareció el reino de Israel. En el aspecto
religioso, los israelitas se habían entregado a un culto formulístico, cismático e idolátrico
(cf [1Re12,1]): Jeroboán, con el fin de evitar que los israelitas del norte subieran a
Jerusalén y se volvieran a la casa de David, hizo construir dos becerros de oro,
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representación sensible del Señor, prohibida en [Éx20,4], y los colocó uno en Betel y otro
en Dan. Al venir del desierto, donde adoraban al Señor, Dios trascendente, se dejaron
seducir, en el país de Canaán, por el culto naturalista a Baal, a quien los cananeos
imploraban la fertilidad del campo y la fecundidad de los animales y de los seres humanos.
Con ello el yavismo se contaminó de baalismo. Los cananeos expresaban las relaciones de
Baal con la tierra en términos conyugales. Oseas, menos intransigente que Amós, adoptará
una actitud más ecuménica: sin ceder en los principios, no tendrá inconveniente en
acercarse a la religión de los cananeos y darle la batalla en su propio terreno: se servirá de
su lenguaje y expresará las relaciones del Señor con su pueblo con la imagen del esposo y
la esposa.
Puede dividirse en cuatro partes: primera, el matrimonio de Oseas ([Os1,1] a [Os3,1]);
segunda, oráculos condenatorios contra los contemporáneos de Oseas ([Os4,1] a [Os10,1]);
tercera, amor de Dios y reproches a Israel ([Os11,1] a [Os14,1]); cuarta, anuncio y promesa
de salvación [Os14,2] a [Os14,10].
Recrimina la política de los dirigentes de Israel. Denuncia y recrimina el gran pecado del
pueblo escogido: la idolatría (culto a Baal), que considera como una apostasía, prostitución,
abandono y rebelión contra Dios, infidelidad y conculcación de la alianza. El Señor es el
Dios de Israel y el único Dios verdadero a quien hay que invocar como Señor de la
naturaleza. Es él quien puede dar la fecundidad de las plantas y de los animales ([Os4,13]s;
[Os8,7]; [Os9,11]).
El Señor ama entrañablemente a Israel [Os11,8]s: como el padre al hijo ([Os11,14];
[Os11,7] a [Os11,9]); como el esposo a la esposa (c. 2; cf [Os2,21]s). Este símil, expresiva
intuición de Oseas ante sus experiencias (o alegoría) matrimoniales, pasó a los otros
profetas, a los sapienciales y al NT. Amor que exige la correspondencia del amor de Israel a
Dios. Con ello Oseas vino a ser "el profeta del amor".
Evoca el desierto como el tiempo ideal de las relaciones de Dios e Israel. En medio de la
prosperidad material y comodidades, el pueblo se ha olvidado del Señor; la solución tendrá
que ser volverle al desierto ([Os2,15] a [Os2,18]; [Os2,9]). La deportación tendrá sentido
medicinal. Finalmente evoca la nueva alianza y los tiempos mesiánicos ([Os2,19] a
[Os2,24]; [Os2,1] a [Os3,20] [Os3,24]; [Os14,5] a [Os14,7]).
NAHÚN
Nahún ("consolado") es oriundo de Elcós, situada, según unos, 30 kilómetros al suroeste de
Jerusalén; en Galilea, según san Jerónimo. Una tradición tardía del s. XVI pretende
identificarla con Alpus, al norte de Nínive, donde se encuentra su tumba, que es lugar de
peregrinación para judíos, cristianos y musulmanes. Ello explicaría el conocimiento que
tiene de la ciudad, cuyos crímenes y destrucción anuncia con estilo vigoroso y lleno de
nítidas y valientes imágenes.
Contemporáneo de Jeremías, poco anterior a Habacuc, ejerció su ministerio entre los años
663 (caída de Tebas; cf [Nah3,8]) y la de Nínive, en el 612. Dado que no profiere
acusaciones contra sus compatriotas (caso único en la literatura profética), hay que pensar
que coincide con los años en que estaba en buena marcha la reforma de Josías, comenzada
el 622-21; en consecuencia, por los años 620-612 a.C.
Puede dividirse en tres partes. Primera: la ira de Dios contra Judá y Nínive (c. [Nah1,1]).
Segunda: profecía de la ruina de Nínive (c. [Nah2,1]). Tercera: los crímenes, causa de la
destrucción de Nínive (c. [Nah3,1]).
El único tema del libro es la destrucción de Nínive; ello le diferencia de los demás profetas,
que fustigan los pecados de Israel y Judá, invitándolas a la conversión. Toda la
preocupación de Nahún es la destrucción del reino asirio, que estuvo a punto de liquidar el
reino de Judá. Pero hay en Nahún una idea religiosa: el triunfo de la justicia de Dios, que
castiga los crímenes cometidos por el imperio asirio. Proclama el triunfo del bien sobre el
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mal, y que los reinos no pueden fundamentarse sobre la injusticia y la violencia sin que al
fin no sean castigados por Dios.
HABACUC
De habacuc, nombre de etimología incierta, no se hace referencia alguna patronímica ni
geográfica. Algunos quieren deducir de [Hab3,16] que habitaba en Jerusalén, y de
[Hab3,19] que pertenecía a la clase sacerdotal o levítica.
Para determinarlo con certeza precisaríamos saber si los opresores de [Hab1,5] a [Hab1,11]
son los asirios, en cuyo caso la profecía sería anterior al 612, o si el instrumento utilizado
por Dios para castigar a Judá -lo que juzgamos más probable (cf [Hab1,6])- son los caldeos.
En este caso Habacuc habría ejercido su ministerio entre la derrota del faraón Necó el 605
en Cárquemis por Nabucodonosor, que convierte a los caldeos en dueños del Asia
occidental, y el asedio de Jerusalén del 797, cuya proximidad parece anunciar el profeta.
Habacuc vendría poco después de Nahún y sería contemporáneo de Jeremías.
Comprende tres partes: 1\u00aa Diálogo del profeta con Dios [Hab1,1] a [Hab2,4]; 2\u00aa
Cinco maldiciones contra el opresor [Hab2,5] a [Hab2,20]: [Hab2,6] a [Hab2,8]; [Hab2,9] a
[Hab2,11]; [Hab2,12] a [Hab2,14]; [Hab2,15] a [Hab2,17]; [Hab2,18] a [Hab2,20]);
3\u00aa Oración y cántico del profeta [Hab3,1] a [Hab3,19].
Anuncia la invasión de los babilonios como castigo de los pecados cometidos por el pueblo
de Dios. El profeta se queja ante Dios porque tolera que los paganos impíos triunfen sobre
Judá. Si bien este ha pecado, no son menos pecadores los babilonios; y Judá, aunque
pecador, es un justo conocedor del verdadero Dios.
Dios responde: Dios escoge a Babilonia para castigar los pecados de Judá. A su tiempo
castigará también los de los babilonios, de modo que al fin triunfará la justicia de Dios.
Mientras llega el triunfo final, "el justo vivirá de la fidelidad" [Hab2,4]. Preciosa sentencia
citada en [Rom1,17] y [Gál3,11].
JOB
1. Título y origen. El libro lleva por título el nombre de su protagonista: Job. Natural de
Hus, ciudad que hay que situar probablemente en Edón. Job no es, por tanto, israelita. Ello
se debe a que la tradición sapiencial de Israel se encuentra enraizada en la sabiduría del
antiguo Oriente, y a que la sabiduría israelita, como la sabiduría de todos los pueblos, tiene
algo de internacional y también de secular. Job representa, pues, al hombre; pero no sólo al
israelita, sino al hombre de todos los pueblos y de todos los tiempos, que se pregunta por el
sufrimiento y el dolor.
Como lugar de origen del libro se ha propuesto Egipto, Arabia y Edón. Sin embargo, está
normalmente admitido, y con razón, que debe situarse en Palestina. El libro tiene
precedentes en la literatura sapiencial del antiguo Oriente, que también trató el tema del
sufrimiento y de la injusticia en relación con el sentido de la existencia. Entre estos
precedentes pueden citarse la Lamentación de un hombre ante su Dios (ANET 589-91), el
Diálogo de un desesperado con su alma (ANET 405-7), el poema titulado Alabaré al Señor
de la Sabiduría (ANET 596-600) y la llamada Teodicea babilónica o Diálogo de un
sufriente con su amigo (ANET 601-4). Aunque Job no presenta dependencia literaria de
ninguna de ellas, estas obras constituyen un mundo literario y de reflexión sobre el sentido
de la existencia y del [Mal que sufre el hombre, en el que sobresale el libro de Job.
2. Composición y género literario. En el libro, tal como hoy lo tenemos, pueden
distinguirse al menos tres estratos diferentes. En primer lugar, el texto que conservamos en
prosa, y que en la actualidad constituye el marco narrativo en el que se incluye el resto del
libro; es, en concreto: [Job1,1] a [Job2,1]; [Job42,7] a [Job42,17]. Luego, el gran conjunto
de los discursos poéticos en que intervienen alternativamente Job y sus amigos, y que se
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cierra con el gran discurso del Señor en su hierofanía ([Job3,1] a [Job31,1]; [Job38,1] a
[Job42,6]); y, por fin, el grupo de los discursos de Eliú (cc. [Job32,1] a [Job37,1]). El texto
en prosa es una antigua narración, mientras que el conjunto de los discursos en verso deben
fecharse en torno al comienzo del siglo IV a.C. Constituyen un diálogo o disputa, aunque se
mezclen elementos de otros géneros literarios, como la lamentación [Job3,1] y el poema
sapiencial ([Job28,38], etc.).
3. Mensaje. Este es el problema planteado en el libro de Job: ¿Cómo se explica el
sufrimiento del hombre justo, es decir, el sufrimiento no merecido?, o, formulado desde
otra perspectiva, ¿puede el hombre vivir en el dolor, realidad que pone en entredicho el
sentido de su existencia? Vamos a seguir el tratamiento del problema en cada uno de los
estratos del libro.
La narración: [Job1,1] a [Job2,1]; [Job42,7] a [Job42,17]. Es un relato en el que aparece el
justo Job despojado de sus bienes e hijos y, luego, herido en su propio cuerpo, sin que él
haya hecho nada para merecer ese castigo. En contra de la incitación de su mujer, Job
mantiene su fidelidad a Dios (Dios me lo dio, Dios me lo quitó; ¡bendito sea su nombre!,
[Job1,21]). Su fidelidad es premiada por Dios con nuevas y mayores bendiciones
[Job42,12]. Dos enseñanzas fundamentales se pueden extraer de este relato: los males que
afectan al justo no necesariamente deben interpretarse como castigo divino sino que, más
bien, deben entenderse como prueba del hombre por parte de Dios; queda así criticada una
imagen de la relación del hombre con Dios demasiado "comercial". En consecuencia, en
caso de ser probado por Dios, la postura del hombre justo ha de ser la aceptación de la
voluntad de Dios como Job la acepta. Este primer estrato narrativo del libro, tanto por el
mundo que refleja como por el tipo de lengua en que se expresa, parece corresponder al
mundo patriarcal. Probablemente es a este Job, un personaje real de tiempos antiguos,
entonces ya legendario, a quien se refiere Ezequiel, mencionándolo como dechado de
rectitud [Ez14,14].
Un segundo autor, el verdadero autor del libro tal como hoy lo tenemos, aprovechó esta
narración antigua, la modificó en algunos de sus puntos y suprimió probablemente lo que
los amigos decían a Job al acompañarle en su dolor, sustituyéndolo por los bellísimos
poemas que hoy constituyen la mayor parte del libro ([Job3,1] a [Job31,1] [Job38,1] a
[Job42,6]). Nos encontramos a comienzos del s. IV a.C. El esquema literario en que ahora
fluye el libro de Job es el siguiente: en el marco de un prólogo y un epílogo narrativo
encontramos un diálogo o disputa. En este diálogo tenemos tres ciclos de discursos, en los
que alternan Job y sus amigos: Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Namat, ninguno
de los cuales es israelita. Discuten sobre un problema que no nace propiamente de las
tradiciones teológicas de Israel, sino sobre la pregunta de todo hombre acerca del dolor. Job
maneja fundamentalmente tres argumentos: primero, él se remite a su propia conciencia de
inocencia y considera, en consecuencia, su dolor como inmerecido; por otro lado, aduce la
experiencia diaria de que el dolor no tiene mucho que ver con la actuación del hombre que
lo padece, así como que tampoco los hombres felices han hecho nada para merecer su
felicidad, y, en tercer lugar, muestra la desproporción existente entre su pecado, en caso de
que este existiera, y un castigo de Dios como el que sufre, que necesariamente llevaría
aparejado una imagen de Dios como un ser vengativo, lo cual le resulta inaceptable. Los
amigos, aferrados a la sabiduría tradicional, sólo son capaces de reafirmar, aun en contra de
los mismos hechos, que Job necesariamente ha de ser el responsable del mal que le aflige,
para poder salvaguardar de esta manera la justicia de Dios y el orden de la creación. El
diálogo se hace imposible, pues Job se niega a mantener la justicia de Dios a costa de sí
mismo, y tampoco desea salvaguardar el orden de la creación a costa de la sabiduría. "Con
vosotros morirá la sabiduría", va a decir Job a sus amigos en [Job12,2]. Job acude al Señor
como al único que puede dar respuesta a su pregunta, tras quejarse reiteradamente de su
silencio.
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Al final, en los cc. [Job38,1] a [Job41,1], el Señor acude a la llamada de Job. Pero Dios no
explica nada. Lo único que hace es abrumar a Job con sus preguntas, mostrándole que no
sabe casi nada de lo que es la creación y, en consecuencia, tampoco sabe nada acerca del
dolor. Este es, quizá, el mensaje primordial del libro: la creación entera es un misterio, y
parte de ese misterio de la creación es el misterio del dolor. Ante esto, Job sólo puede
balbucear: "Antes te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos" [Job42,5]. Y
esto no lo dice Job porque Dios se le haya aparecido, lo cual es, al fin y al cabo, una ficción
literaria -y además le ha hablado desde la tempestad-, sino porque, después de haber
sufrido, Job, el hombre, tiene un conocimiento de Dios que no tenía antes, y ese
conocimiento es saberse referido al misterio.
Todavía el libro de Job nos guarda otra sorpresa. Dios, ahora ya en el epílogo narrativo, da
la razón a Job y se la quita a los amigos, "porque no habéis dicho respecto a mí la verdad,
como mi servidor Job" [Job42,7]. El autor que añadió los discursos poéticos al texto en
prosa no sintió contradicción en este punto; y es que, en el fondo, no la hay. Todo lo que
Job ha dicho sobre Dios en su rebeldía es verdad, y resulta sólo superado por la
comprensión de ese mismo Dios y su creación como misterio. Mientras los amigos, por
mantener un Dios fácil de defender en su justicia, lo han empequeñecido y falseado.
Inserto en el conjunto del diálogo se encuentra el c. [Job28,1] del libro. No pertenece
propiamente a la discusión, sino que es más bien un interludio antes del último monólogo
de Job (cc. [Job29,1] a [Job31,1]), que canta el misterio de la creación y la imposibilidad
para el hombre mismo de comprenderlo. Su comprensión corresponde sólo a Dios: "La
sabiduría, ¿de dónde viene?, ¿cuál es el lugar de la inteligencia? Oculta está a los ojos de
todos los vivientes, escondida a los pájaros del cielo... Sólo Dios conoce su camino, sólo él
sabe dónde se halla" ([Job28,20] a [Job21,23]).
Hemos señalado un tercer estrato en el libro ([Job32,1] a [Job37,1]). Son los discursos de
un cuarto amigo que se suma tarde a la discusión. Esta última serie de discursos ha nacido
quizá del escándalo que el libro provocó ya desde antiguo. De hecho, en estos discursos no
avanza mucho más el pensamiento; tampoco se Dan nuevas explicaciones, sino que se
reiteran las ya conocidas, subrayando algunos aspectos que las palabras de Job han podido
dejar oscuros, como la justicia de Dios, su comunicación con el hombre frente al silencio de
Dios, del que Job se ha quejado, y, finalmente, el poder y la grandeza de Dios.
DANIEL
1. El libro narra, en la primera parte, seis hechos [Dan1,1] a [Dan6,28], y en la segunda,
cuatro visiones de un israelita, llamado Daniel, deportado a Babilonia por Nabucodonosor.
El libro lleva dos apéndices deuterocanónicos: la historia de Susana y la destrucción de Bel
y del dragón [Dan13,1] a [Dan14,1], y también el cántico de los tres jóvenes en el horno de
Babilonia [Dan3,24] a [Dan3,90].
Los capítulos deuterocanónicos están escritos en griego]; los protocanónicos, en hebreo
[Dan1,1] a [Dan2,4]a; [Dan8,1] a [Dan12,13] y en arameo [Dan2,4]b a [Dan7,28].
2. El marco histórico comprende los hechos más salientes de la historia en la que se
encuadra la vida de Daniel (que es, en general, la que se refiere al destierro babilónico), y
los hechos posteriores más destacados con los que se relacionan las visiones, que son,
además del imperio babilónico, el imperio persa (o medo-persa), el griego de Alejandro
Magno y de sus sucesores (tolomeos y seléucidas); entre los seléucidas, muy
particularmente, el reino de Antíoco IV Epífanes y su persecución religiosa del judaísmo,
que es el hecho central del libro de Daniel, y durante la cual fue compuesto con el fin de
confortar a los judíos en la prueba. Por esa centralidad de la persecución religiosa, es
conveniente exponerla con un poco más de amplitud. Los datos nos los proporcionan los
dos libros de los Macabeos. La aspiración de Alejandro Magno (336-323) había sido
extender la cultura helénica por todo el mundo conquistado. Los sucesores de Alejandro
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Introducción a los Libros Bíblicos
Magno en el Oriente (tolomeos y seléucidas) prosiguieron la campaña de helenización. Los
judíos recibieron el impacto y se abrieron a la cultura helénica, adoptando muchos las
costumbres paganas (cf v.g., [2Mac4,7]ss). Entretanto, los "hasidim" (el partido de los
piadosos) sufrían profundamente.
El año 167 a.C., o poco después, Antíoco, dándose cuenta de que, en último término, la
oposición judía respecto a él y a sus proyectos de helenización partía de la religión, decidió
proscribir el judaísmo, y da el edicto de abolición [1Mac1,43] a [1Mac1,53]. La ejecución
del decreto de Judea se describe en [1Mac1,54] a [1Mac1,64]. El templo de Jerusalén se
convirtió en un santuario de Júpiter Olímpico [2Mac6,1] a [2Mac6,2]. El culto judío cesó.
Todas las prescripciones religiosas de la ley de Moisés fueron prohibidas en Palestina bajo
pena de muerte.
La reacción de los judíos ante esas medidas persecutorias fue de tres formas. Algunos, o
por inclinación o por miedo, cumplieron el edicto real [1Mac1,46] a [1Mac1,52]. Los
"hasidim", o piadosos, prefirieron morir antes que violar las más mínimas de las
prescripciones dietarias (cf [1Mac1,62] a [1Mac1,63]). De hecho, hubo muchos mártires de
su fe [1Mac1,60] a [1Mac1,61]; [1Mac2,29] a [1Mac2,38]; [Dan11,32]b [Dan11,33]
[Dan11,35]. El autor del libro de Daniel era, sin duda, un "hasid". Finalmente, un tercer
grupo, principalmente del campo, decidió desafiar abiertamente el edicto real y luchar por
su fe con las armas. Fue la insurrección macabea, capitaneada sucesivamente por Judas,
Jonatán y Simón, hijos de Matatías.
El año 164 murió Antíoco Epífanes (cf [1Mac6,1] a [1Mac6,17]), y el 142 Simón conseguía
la independencia, que duraría hasta el 64 a.C., en que Pompeyo estableció el dominio
romano en Palestina. Dentro de la persecución religiosa y la insurrección macabea surge el
libro de Daniel.
3. El libro de Daniel hoy día ya no se considera profético, sino como apocalíptico. El
género apocalíptico es un género literario en que se presentan "revelaciones" (fingidas) bajo
el nombre de un presunto profeta del pasado. La interpretación del libro de Daniel tiene su
historia.
Casi hasta la época moderna no había ninguna dificultad en admitir que un personaje por
nombre Daniel, profeta, llevado cautivo a Babilonia en tiempo de Nabucodonosor, hubiese
relatado los hechos y visiones que constituyen el contenido de este libro bíblico, y que en
gran parte se refieren a los tiempos macabaicos. Pero en la época moderna, desde el final
del s. XVIII y en el XIX, se niega sistemáticamente la tesis tradicional proponiendo como
época de la composición del libro el tiempo de la persecución de Antíoco Epífanes. Los
argumentos de los críticos a favor del origen macabaico del libro de Daniel fueron
extrínsecos e intrínsecos. Sustancialmente llegaron a imponerse, aun en el campo católico,
después de cierta controversia. Fueron estos:
Extrínsecos. a) El canon judío no coloca a Daniel entre los profetas, sino entre los otros
escritos. Esto indica que cuando se formó el canon judío referente a los profetas, todavía no
existía el libro de Daniel. Sí existía en cambio, cuando se formó el canon alejandrino. En
los LXX y en la Vulgata, Daniel figura como el último de los cuatro grandes profetas.
b) El autor del Sirácida (por el año 180) no menciona a Daniel en el elogio dedicado a los
padres. De Ezequiel se pasa a los profetas menores (cf [Dan49,8] a [Dan49,19]). Esto
parece indicar que la figura de Daniel, y, por tanto, el libro, no era conocido para entonces,
pues no se ve razón para silenciar la alabanza de un personaje de tanto relieve en la historia
de Israel según aparece en el libro de su nombre, si es que este libro era conocido del
Sirácida. Hay que tener en cuenta que en el elogio de los padres también se omite el
nombre de Esdras.
Se añade también que si el autor del Sirácida hubiera conocido a Daniel, no hubiera dicho
[Dan49,15] que ninguno había nacido nunca como José, sostén de sus hermanos en tierra
extraña. Matatías, el padre de Judas Macabeo, sí nombra a Daniel con otros personajes
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Introducción a los Libros Bíblicos
ejemplares [1Mac2,49] a [1Mac2,64].
Intrínsecos. a) Argumento general. El autor da la impresión de que escribe en tiempo de
Antíoco Epífanes, a juzgar por el grado de conocimiento o desconocimiento que muestra de
los diversos períodos históricos que van desde la destrucción de Jerusalén hasta los tiempos
macabaicos.
Si un personaje escribe por el tiempo del destierro, esperaríamos una referencia exacta de
los sucesos de entonces, sobre todo tratándose de un personaje como Daniel, que aparece
ocupando un alto puesto y en primer plano. Esperaríamos en lo que aparece como
predicción del futuro las vaguedades propias de las predicciones. Sin embargo, no es así. El
autor muestra tener conocimientos vagos o inexactos del imperio babilónico o persa.
Conoce algo más del imperio griego, y sobre todo de los seléucidas y tolomeos (cf c.
[Dan11,1]). Conoce perfectamente lo que se refiere a Antíoco Epífanes, aunque lo presente
como profecía. Lo que ha de venir después de Antíoco Epífanes reviste las vaguedades de
las predicciones.
Todo concurre a pensar que el autor es un contemporáneo de Antíoco Epífanes, que vive en
medio de la persecución desencadenada contra los judíos por este rey.
b) Puntos en particular:
a) En cuanto al período babilónico.
1\u00ba El libro de Daniel dice que "el año tercero del reinado de Joaquín llegó
Nabucodonosor a Jerusalén y la sitió". Esto parece ser inexacto, pues Nabucodonosor se
volvió rápidamente a Babilonia después de la batalla de Cárquemis para ser coronado rey
por muerte de su padre, Nabopalasar. Se dan algunas explicaciones, pero la cosa queda
oscura.
2\u00ba El libro de Daniel sólo nombra dos reyes de Babilonia, Nabucodonosor y Baltasar,
siendo así que hubo otros reyes. El último de la dinastía fue Nabínides. La misma biblia
nombra a Evil Merodac, hijo y sucesor de Nabucodonosor [2Re25,27]; [Jer52,31].
3\u00ba Baltasar no es rey de Babilonia, pero tampoco un personaje fingido. Inscripciones
cuneiformes lo presentan como hijo de Nabínides. Nunca ocupó el trono, pero participó
algo durante el reinado de su padre. El libro de Daniel parece que habla con poca precisión,
impropia de un presunto contemporáneo de los hechos, presentando a Baltasar como rey,
como hijo y como sucesor de Nabucodonosor (cf [Dan5,2]). Padre, no precisamente
antepasado (cf Bover-Cantera [Dan5,2]), aunque a veces "ab" pueda tener ese significado.
4\u00ba Que Nabucodonosor estuviese loco durante siete años [Dan4,22] y desposeído del
reino, no es confirmado por ningún documento. Sí consta que Nabónides estuvo alejado del
trono por algún tiempo, impedido por alguna enfermedad]; pero nada se dice de
enajenación mental ni de siete años de duración. La confusión entre Nabucodonosor y
Nabónides bastaría para excluir la posibilidad de un testimonio contemporáneo.
b) En cuanto al período persa.
1\u00ba El libro de Daniel presenta a Darío el medo tomando posesión de Babilonia a la
muerte del último rey, Baltasar [Dan5,30] a [Dan5,31]. Ese rey Darío figura también en el
c. 6, cuando Daniel es arrojado al lago de los leones (cf etiam c. [Dan9,1]). Ahora bien, la
historia ignora este Darío, y los documentos señalan a Ciro persa como conquistador de
Babilonia
2\u00ba El autor manifiesta conocer poco del período persa, que transcurre casi sin ninguna
indicación (cc. [Dan2,1] [Dan7,1] [Dan8,1]). En [Dan11,2] se dice que después de Ciro
existirán cuatro reyes, y que el último, el cuarto, muy rico, reuniría a todos contra el reino
de Grecia. Parece estar designando aquí a Jerjes y su gran expedición contra Grecia, que
terminó en la derrota después de Salamina. Pero al decir que se trata del último rey persa y
venir después Alejandro, lo más probable es que se trata de Darío III Codomano. Pero todo
aparece muy confuso y lleno de inexactitudes.
c) En cuanto al período griego.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Conoce bien los hechos salientes de Alejandro Magno [Dan8,8]. Y son referidas muy a
menudo las incidencias entre seléucidas y tolomeos (c. [Dan11,5] a [Dan11,20]).
d) En cuanto al reino de Antíoco Epífanes.
1\u00ba Está representado por un cuerno pequeño en [Dan8,9] a [Dan8,14] y [Dan8,23] a
[Dan8,25]. Muy probablemente también en [Dan7,8] [Dan7,20] a [Dan7,21] [Dan7,24] a
[Dan7,26].
2\u00ba En [Dan11,21] a [Dan11,39] hay una verdadera crónica del reinado de Antíoco
Epífanes (cf supresión del sacrificio diario y construcción de un altar consagrado a una
divinidad pagana (Júpiter Olímpico) en el mismo santuario de Jerusalén. A esto se refiere la
expresión la "abominación de la desolación" (o del Devastador). [Dan11,1] - [Dan12,11].
Véase la cita en [1Mac1,54], donde aparece, como en los LXX, "abominación de la
desolación").
e) En cuanto al período posterior a Antíoco Epífanes.
El autor renuncia ahora a toda descripción circunstanciada, y traza a grandes rasgos la
perspectiva mesiánica (cf [Dan2,44] [Dan2,45] y [Dan7,27]).
4. El autor real del libro de Daniel, que debió ser un "hasid" del tiempo de Antíoco
Epífanes, compuso su libro con intención de confortar a los fieles judíos en la persecución.
No procedió como los profetas escritores, escribiendo un libro de consolación y de aliento
(como el Deutero-Isaías). El profetismo desde hacía tiempo, por ciertas razones históricas,
estaba en descrédito, y ya nadie se presentaba directamente como profeta para dar un
mensaje. El autor de Daniel recurrió al género apocalíptico, que estaba en el ambiente (cf
libros de Henoc, de los Jubileos, Testamento de los Doce Patriarcas, etc.). Tomó
artificiosamente el nombre de un presunto profeta del pasado, por nombre Daniel, que
habría tenido visiones y predicciones (revelaciones=apocalipsis) referentes a la persecución
de Antíoco Epífanes. Estas predicciones eran confortadoras. Los poderes satánicos
perseguidores de Israel habían de ser destruidos por la intervención de Dios, y sería
entregado el reino a los "santos del altísimo" (Israel). La cuestión de la moralidad del
procedimiento, emplear la ficción con el fin bueno de sostener la fe y la confianza en los
momentos difíciles (propio de todos los apocalipsis), es de creer que ni siquiera se la
planteó.
En cuanto a la fecha de composición, el libro conoce la persecución del 167, pero no
conoce la muerte de Antíoco Epífanes en abril del 163, ni alude a la rededicación del
templo en diciembre del 164. El libro debió de ser compuesto entre el comienzo de la
insurrección de Matatías, aludida en 11,34 (el año 167), y la rededicación del templo en 164
[1Mac4,36]ss.
MALAQUÍAS
Malaquías ("mensajero del Señor"), para algunos sinónimo sugerido por [Mal3,1], ya que
se trata de un profeta de cuya familia no tenemos dato alguno. Pero es raro que la tradición
judía no hubiese conservado el nombre del último de los profetas. Sea lo que fuere, se trata
de un judío, ferviente patriota, exigente respecto del culto y la pureza del pueblo escogido,
que no tolera un sacerdocio ignorante y codicioso, ni los matrimonios mixtos, que empañan
la pureza del pueblo escogido.
Nos encontramos en el tiempo que media entre la reconstrucción del templo, que supone
(año 515): [Mal1,10]; [Mal3,1] [Mal3,10]; [Esd6,15], y la prohibición de los matrimonios
mixtos bajo Nehemías; anterior, por tanto, al 445. Malaquías ejerció su ministerio en la
segunda mitad del s. V. El impulso dado por Ageo y Zacarías a la religión había decaído, de
lo que eran los más culpables los sacerdotes (cf [Esd10,15] [Esd10,16] [Esd10,18] a
[Esd10,24]; [Neh13,4] a [Neh13,13]). El culto ofrecido en el templo no era correcto, ni
siquiera en lo externo (se ofrecían animales defectuosos); los judíos repudiaban a sus
mujeres y se casaban con mujeres de origen extranjero; se cometían numerosas injusticias
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Introducción a los Libros Bíblicos
sociales ([Neh5,1] a [Neh5,13]): los ricos llegan incluso a vender a los débiles como
esclavos [Mal2,5]; [Mal3,14].
Contiene un Prólogo [Mal1,1] a [Mal1,5]: preferencia de Israel sobre Edón. Una primera
parte [Mal1,5] [Mal2,9]: el sacrificio nuevo, tras los reproches a los sacerdotes. Una
segunda parte [Mal2,10] a [Mal3,21]: reproches por los matrimonios mixtos y anuncio de la
venida del ángel de la alianza. Concluye con un Epílogo [Mal3,22] a [Mal3,24]: el profeta
precursor.
La solución que da al problema de la retribución se acerca al NT: Dios es justo, y en la era
escatológica juzgará a justos y pecadores; es la condición de justo o pecador lo que salva o
condena. Urge la necesidad de un culto externo justo; pero para que agrade a Dios hay que
evitar toda clase de pecados, sobre todo el adulterio, la magia y la opresión de los débiles.
Los sacerdotes deberán dar ejemplo y mostrar celo por los actos de un culto grato a Dios;
en esto Malaquías es un eco del Deuteronomio, de cuyo espíritu está profundamente
penetrado (cf [Mal1,2] y [Dt7,8]; [Dt1,9] y [Dt10,17]; [Dt2,1] y [Dt4,33], etc).
Sorprendente profecía la de la "ofrenda pura" frente a la relajación del culto de su tiempo,
sacrificio perfecto de la nueva alianza, que se cumple en el sacrificio eucarístico.
Finalmente, la profecía sobre el mensajero misterioso que precederá a la venida del Señor
[Mal3,1], en el que la tradición cristiana ha reconocido al Bautista ([Mt11,10] [Mt11,14];
[Mt17,10] a [Mt17,13]).
ZACARÍAS
Zacarías ("el Señor se acuerda") nació probablemente en el seno de una familia sacerdotal
(cf [Zac1,1]; [Neh12,4] [Neh12,16]), y ciertamente sus vaticinios tienen un marcado sello
levítico. Comenzó su carrera profética unos dos meses después que Ageo (cf [Zac1,1] y
[Ag1,1] [Ag1,15]), con el que coincidió un mes, durante el que se apoyaron mutuamente en
la exhortación a reconstruir el templo. Él continuó su ministerio dos años más, entre el
520-518 a.C., durante el reinado de Darío de Persia, sucesor de Cambises [Zac1,1]
[Zac1,7]). Tiene, como Ageo, la preocupación por la restauración del templo; pero su
preocupación principal fueron los valores morales, la pureza y santidad de vida (cf
[Zac7,5]s, [Zac7,9]s; [Zac8,19]). Se considera a sí mismo como continuador de los profetas
anteriores.
Los autores están de acuerdo en que la primera parte del libro es del profeta Zacarías
[Zac1,1] a [Zac8,1]. Pero muchos opinan que la segunda [Zac9,1] a [Zac14,1] es de un
autor posterior, que escribe en circunstancias distintas. En la primera parte la preocupación
está en la restauración del templo, mientras que en la segunda no se alude a ella ni se hace
mención de Zorobabel y Josué. En la primera tenemos visiones de tipo apocalíptico; en la
segunda, en cambio, se utiliza el género antológico, valiéndose para expresar sus ideas de
autores anteriores al destierro. Esta parte, ciertamente posterior a Jeremías, Ezequiel,
Deutero-Isaías, bajo cuya influencia está, debió ser compuesta hacia el 300, dado que en
[Zac9,13] habla de los griegos; quizá después de Joel y ciertamente antes del Sirácida.
El contexto histórico de la primera parte es el de Ageo, bajo el dominio persa y con no
pocas dificultades para llevar a cabo la reconstrucción del templo. El de la segunda lo
constituye el trasfondo histórico de las conquistas de Alejandro Magno a partir del 333. El
entusiasmo de los tiempos del retorno se había tornado en amargura [Zac11,8], idolatría
([Zac10,1]; [Zac12,2] a [Zac12,26]) y amenazas desde el exterior ([Zac11,10]s a
[Zac12,2]s). Pero la irrupción del elenismo en la pequeña provincia de Judá crea también
un clima de profunda expectación mesiánica.
La primera parte [Zac1,1] - [Zac8,1] contiene una introducción ([Zac1,1] [Zac1,6]), ocho
visiones con sentencias proféticas a modo de comentario, que concluye con una coronación
simbólica de Zorobabel ([Zac1,7] a [Zac6,15]), y un apéndice mesiánico ([Zac7,1] a
[Zac8,23]). En ella el profeta trata de llevar un mensaje de fe y esperanza a la comunidad
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ante las adversidades que sufre: Dios dará la salvación, pero exige previamente la
conversión. El contenido fundamental es el anuncio de la era mesiánica, que vendrá con
seguridad y pronto. Se caracterizará por la reconstrucción del templo y de Jerusalén
([Zac1,16]; [Zac8,3]), la vuelta de todos los dispersados ([Zac2,8]; [Zac4,5]; [Zac6,15];
[Zac7,7]s), la venida de Dios a la ciudad reconstruida [Zac8,3], el aniquilamiento de las
naciones opresoras de Judá ([Zac2,1] a [Zac2,4]), la conversión de las naciones ([Zac2,15];
[Zac8,20] a [Zac8,23]), la destrucción del pecado [Zac3,9] y el establecimiento de la paz
([Zac3,10]; [Zac8,12]).
La segunda [Zac9,1] a [Zac14,1] comprende dos secciones. La primera [Zac9,1] a
[Zac11,1] anuncia la salvación mesiánica del pueblo escogido, en la que merece mención
singular [Zac9,9] - [Zac9,10]: el rey mesiánico, humilde y sencillo, entra solemnemente en
Jerusalén para inaugurar el reino de la paz (cf [Mt21,4]). La segunda [Zac12,1] a [Zac14,1],
dos extensos oráculos en que se describe la lucha escatológica final. Esta parte nos ofrece
una síntesis casi completa de los distintos aspectos y formas en que canalizó y se expresó la
esperanza mesiánica a lo largo del AT. Nos informa también sobre la creciente expectación
mesiánica en que vivían los judíos a medida que se acercaba la era mesiánica. Y previene
de las vicisitudes por las que deberá pasar el reino mesiánico hasta la implantación
definitiva del dominio del Señor, que tendrá su sede en Jerusalén.
AGEO
Ageo ("alegre"), de cuya ascendencia y patria nada se dice, es el primero de los profetas
que ejerce su ministerio después del destierro. Y lo ejerció sólo durante cuatro meses en el
año segundo de Darío (520 a.C.). Mantiene buenas relaciones con los sacerdotes [Ag2,11] y
es, con Zacarías, autor de la restauración de Israel. Es citado en [Esd5,1] y [Esd6,14].
En el ámbito internacional, Ciro conquistó Babilonia el 539 a.C., con lo que el imperio
persa adquiere la hegemonía en el Oriente Medio. Ciro, a diferencia de los babilonios, fue
un hombre humano y liberal y permitió a los cautivos volver a sus patrias respectivas.
En el ámbito nacional, el 538 regresa con Zorobabel la primera expedición de judíos, que
reconstruye el altar de los holocaustos. Después regresa otra caravana. En medio de grandes
dificultades comenzaron la reconstrucción del templo. Ahora políticamente dependen de
Persia, y la comunidad estaba gobernada por dos personajes: el gobernador civil y el sumo
sacerdote. Nehemías obtiene la autonomía administrativa. En el orden religioso, el exilio ha
sido purificador y ha producido un cambio fundamental: desaparecido el reino y sus
instituciones, el pueblo escogido, que ha venido a ser una comunidad religiosa, se centra en
la ley y el templo. Pero ante las dificultades decae el fervor religioso y el entusiasmo por la
reconstrucción del templo.
Comprende cuatro discursos: 1\u00ba, exhortación a reedificar el templo [Ag1,1] a
[Ag1,15]; 2\u00ba, la gloria del nuevo templo [Ag2,1] a [Ag2,9]; 3\u00ba, consulta a los
sacerdotes [Ag2,10] a [Ag2,19]; 4\u00ba, promesas a Zorobabel [Ag2,20] a [Ag2,23].
El templo ocupa el centro del mensaje de Ageo. La comunidad necesitaba un punto focal
visible en que apoyarse, y este no podía ser otro que el templo, signo y lugar de la presencia
de Dios en medio del pueblo. Las calamidades que sobrevienen a la comunidad son debidas
a la negligencia en la reconstrucción del mismo, y la conclusión de este es lo que traerá la
prosperidad. El nuevo templo superaría la gloria del antiguo por su relación con la futura
salvación mesiánica. Desde el templo se extenderá el culto a todas las gentes. El ungido de
Dios, que por el momento se encarna en la persona de Zorobabel, será el que lleve a cabo
un futuro mesiánico lleno de gloria y esplendor.
SOFONÍAS
Sofonías ("Yavé protege"), oriundo probablemente de Jerusalén, dado el conocimiento que
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Introducción a los Libros Bíblicos
tiene de la corte, desempeñó su ministerio profético en tiempo de Josías (640-605),
seguramente durante los primeros años (646-640), cuando Josías era menor de edad y
reinaba un consejo de regencia (dado que censura a los ministros y guarda silencio respecto
del rey), y, en consecuencia, antes de la reforma religiosa llevada a cabo por él.
Contemporáneo de Jeremías, Nahún y Habacuc.
En el marco internacional Asiria es la gran potencia que, con Senaquerib, había
conquistado 46 ciudades a Judá. Pero después de la muerte de Asurbanipal (621), Asiria
decayó rápidamente, lo que suscitó en Judá la esperanza de una restauración nacional.
En el aspecto religioso, a Josías habían precedido dos reyes impíos (Manasés y Amón), que
deshicieron la reforma religiosa de Ezequías, fomentando los cultos idolátricos que aquel
había suprimido. En cuanto a Josías, no había emprendido todavía su famosa reforma
religiosa; de ahí la influencia de costumbres extranjeras y culto a los falsos dioses.
Puede dividirse en cuatro partes: Primera, amenazas contra Judá y Jerusalén [Sof1,2] a
[Sof1,18]; segunda, exhortación a la penitencia y juicio contra las naciones [Sof2,1] a
[Sof2,15]; tercera, profecía contra Jerusalén [Sof3,1] a [Sof3,8]; cuarta, un resto se salvará
[Sof3,9] a [Sof3,20].
El día del Señor ocupa el lugar central del mensaje de Sofonías. Tema frecuente en los
profetas anteriores (Joel, Amós, Isaías), en este profeta adquiere tonos trágicos y vibrantes:
será un día de castigo para los enemigos, y también para Judá si continúa siendo infiel.
Sofonías presenta una valoración de la pobreza como virtud moral: humildad, sumisión a la
voluntad de Dios, esperanza en el mesías (cf [Sof2,3]; [Sof3,11]ss). Tradicionalmente se
venía valorando la riqueza como signo de la bendición de Dios. A la catástrofe que se
avecina sobrevivirá un "resto", que describe con sus notas características de pobreza y
humildad, en el que se cumplirán los planes salvíficos de Dios y al que se unirán todas las
naciones para adorar al verdadero Dios.
PROVERBIOS
{K}1. Título y atribución. El título de la primera colección: Proverbios de Salomón, hijo de
David, rey de Israel, sirve también para todo el libro. Es preciso notar, primero, su
atribución a Salomón, el rey sabio, a quien se atribuirá también Qohélet y el libro de la
Sabiduría. Ello es debido a que Salomón está en el origen de la sabiduría cortesana en
Israel, como David estuvo en el origen del culto y Moisés en el origen de la legislación. Por
eso se atribuirá a los dos últimos el libro de los Salmos y el Pentateuco, respectivamente.
Por otro lado, el término "proverbios" traduce correcta pero inapropiadamente el término
hebreo mesalim, sing. masal. Este vocablo designa la forma literaria más peculiar y
frecuente de la literatura sapiencial. Al castellano puede traducirse por proverbio, refrán y
máxima, pero también por fábula y parábola.
{K}2. Contenido y división del libro. Proverbios es el libro más antiguo de los que
constituyen la literatura sapiencial de Israel. Es una colección de colecciones de mesalim de
la sabiduría antigua, junto con algunos poemas sapienciales. En él encontramos proverbios
que quizá se remonten a la época de Salomón, e incluso anteriores, al lado de otras
máximas y poemas mucho más modernos. Tal como ahora lo tenemos, el libro de
Proverbios no parece ser anterior al s. III a.C.
Las colecciones que, reunidas, forman el libro son las siguientes:
1. Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel ([Prov1,1] a [Prov9,18]). Es la
colección más moderna, junto con el poema de la mujer virtuosa, que cierra el libro. Puede
corresponder al s. IV ó III a.C. Incluye una serie de instrucciones: sobre las malas
compañías, sobre el adulterio, etc., y algunos poemas sobre las excelencias de la sabiduría.
Entre estos poemas ocupa lugar destacado el capítulo 8, sin duda el más relevante desde un
punto de vista teológico de todo el libro.
2. Proverbios de Salomón ([Prov10,1] a [Prov22,16]). Es el núcleo del libro. Una colección,
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también atribuida a Salomón, de 376 proverbios breves e independientes.
3.a. Palabras de los sabios ([Prov22,17] a [Prov24,22]). Una nueva colección, ahora
atribuida a los sabios. Parece inspirada en el texto sapiencial egipcio conocido como la
Instrucción de Amenemope (ANET 421-24), con la que presenta, al menos, 17 paralelos.
3.b. Apéndice a la colección anterior ([Prov24,23] a [Prov24,1]). También esto pertenece a
los sabios.
4. Proverbios de Salomón, que copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá ([Prov25,1] a
[Prov29,7]). Son 126 proverbios de Salomón, pero cuya fijación por escrito se atribuye a
los sabios de la corte de Ezequías. Es, junto con la segunda colección, la más antigua del
libro. Puede fecharse entre los últimos años del s. VIII y los primeros del s. VII a.C.
5. El libro finaliza con cuatro apéndices, tres de los cuales ocupan en el texto griego un
lugar distinto. Son los siguientes: Palabras de Agur ([Prov30,1] a [Prov30,14]); una
colección de proverbios numéricos sin títulos ([Prov30,15] a [Prov30,33]); Palabras de
Lemuel ([Prov31,1] a [Prov31,9]), y un poema sin título sobre la mujer virtuosa
([Prov31,10] a [Prov31,31]), que para algunos es una personificación de la sabiduría.
3. Enseñanza. El libro de Proverbios nos conserva un conjunto de variadas enseñanzas que
cubren los aspectos más diversos de la vida humana: lo individual, lo familiar y también lo
social. Se dirigen al joven, al hombre maduro, a la mujer, al padre, al príncipe, etc.
Utilizando las formas literarias del masal, la instrucción y el poema sapiencial, enseña todo
lo que el hombre del antiguo Israel debe practicar para acomodar su vida al orden de la
creación y, en consecuencia, a la voluntad de Dios, ya que Dios mismo sustenta ese orden.
Todas estas enseñanzas encaminan al hombre a la felicidad, pues la "justicia de la creación"
o sabiduría presente en ella se encarga de premiar al hombre que la respeta. Por eso esta
sabiduría presenta un marcado cariz secular. Teodoro de Mopsuestia infravaloró el libro de
Proverbios porque le parecía mera sabiduría humana. Pero precisamente aquí radica quizá
su grandeza: los sabios que compusieron y conservaron Proverbios pensaban que se puede
leer en el mundo, tal como Dios lo ha creado, su voluntad respecto al hombre.
QOHÉLET
{K}1. Título y origen. El libro se titula "Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de
Jerusalén". Aparece, pues, atribuido a Salomón, como ocurre con otros textos sapienciales;
recurso que se reitera más de una vez a lo largo del libro. Sin embargo, debido al tipo de
lengua, que ciertamente es posterior a la de Esdras y Nehemías, y a algunas dependencias
literarias y ling\u00fcísticas, entre las que no puede desecharse un cierto influjo helénico,
normalmente se lo fecha en la segunda mitad del s. III a.C. En la cuarta cueva de Qumrán
se han encontrado fragmentos datables de hacia el año 150 a.C., que obligan a suponer que
para esa época había alcanzado ya un cierto reconocimiento.
Más problemática resulta la interpretación del vocablo Qohélet, que da nombre al libro y
que la tradición entendió como pseudónimo de Salomón. Es un participio femenino de la
raíz qhl (=reunir la asamblea), que debe ser entendido como nombre de oficio, ya que
ningún personaje femenino parece haber congregado nunca la asamblea en Israel. Hoy
tiende a interpretarse, a partir del significado que la raíz tiene en árabe y siriaco, como
"discutir" o "arg\u00fcir". Podríamos traducir el título por "Palabras de la Discusión, hijo
de David, rey de Jerusalén". Se atribuyen así a Salomón también los resultados de la
sabiduría crítica de Israel. En efecto, "discutir", es el tema principal del libro. Qohélet
discute los logros de la sabiduría tradicional, que de forma demasiado optimista y poco
crítica creía haber dado razón del funcionamiento de la creación.
El término Qohélet fue traducido al griego como "ekklesiastés", es decir, predicador, y de
ahí su nombre en la tradición latina.
2. Contenido. A pesar de diversos intentos, no se puede señalar una estructura o plan
determinado en el libro que merezca la aceptación mayoritaria. Dejando aparte [Qo1,1] a
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[Qo1,11], que puede entenderse como un sumario del conjunto del libro, de manera que
Qohélet empieza propiamente en [Qo1,12]; y [Qo12,8] a [Qo12,14], que constituye un
doble epílogo no salido ya de la mano del autor, lo que encontramos en el cuerpo del libro
entre [Qo1,12] y [Qo12,7] es una colección de formas literarias propias de la sabiduría,
entre las que sobresalen el masal, la confesión y el poema sapiencial. El más bello de estos
últimos en Qohélet es el "Poema sobre la juventud y la vejez" [Qo11,7] a [Qo12,7].
Algunos de los proverbios que aparecen son de corte más tradicional y propios de la
sabiduría antigua y, por tanto, con una visión optimista de la realidad. Sin embargo, la
mayor parte del libro, y en concreto lo que está redactado como confesión -en primera
persona del singular-, se caracteriza por cuestionar, de forma radical y no exenta de cierto
escepticismo, el valor de la realidad creada. Las realidades de la vida que el hombre se
esfuerza por conseguir le parecen a Qohélet vacías por dentro: la riqueza, el trabajo, la
misma sabiduría, todo aquello en lo que el hombre pone su corazón, está, en último
término, vacío. De ahí el estribillo que se repite a lo largo del libro: "todo es un soplo". Eso
no impide que Qohélet exhorte al hombre a aprovecharse de las cosas buenas, pero en el
fondo pequeñas, que la creación puede ofrecer. Pero, además, Qohélet ha perdido su
confianza en el orden inmanente del mundo, que era el núcleo de la concepción de la
sabiduría antigua. Hay una serie de realidades que vienen a negar al sentido de la
existencia. Entre otras, la injusticia, la desproporción entre la actuación del hombre y su
resultado y, en definitiva, la muerte, que iguala al justo con el impío.
Al cristiano que hoy lee a Qohélet, el libro le ha de resultar importante, más que por lo que
dice por haber recogido la Escritura en sus páginas esa vivencia de insatisfacción
existencial a la que no escapa ningún hombre, y que en algunos casos lleva a la negación
del sentido y, por tanto, de Dios. La radical reflexión de Qohélet hizo preguntarse al
israelita qué era lo verdaderamente definitivo, qué era aquello por lo que sí merecía la pena
esforzarse y vivir, e incluso también morir. Pero la respuesta no la dará ya este libro, sino
sus sucesores en la tradición sapiencial.
JUDIT
La acción de este libro narrativo se sitúa durante el reinado de Nabucodonosor, rey de
Babilonia (605-562 a.C.), que en un momento determinado decide atacar a Arfaxad, rey de
Media. Varios pueblos no acuden a la petición de ayuda hecha por Nabucodonosor, el cual,
tras vencer a Arfaxad, decide castigarlos. Entre ellos está Judea, cuyos hombres se hacen
fuertes en Betulia, cerca de la llanura de Esdrelón, donde son cercados por el hambre y la
sed. Una débil mujer, Judit, será el instrumento de Dios para vencer al gran rey y liberar a
su pueblo. Toda la obra se puede dividir así en tres actos del drama: amenaza del ejército de
Nabucodonosor a Judea y campaña de Holofernes [Jdt1,1] a [Jdt7,1]; la heroína Judit
[Jdt8,1] a [Jdt12,1]; liberación del pueblo y victoria de Judá mediante Judit [Jdt13,1] a
[Jdt16,1].
La obra, compuesta quizá originariamente en hebreo, nos ha llegado sobre todo en
traducciones griegas bastante diferentes. Quizá por eso no fuese aceptada en el canon
hebreo, y en consecuencia en el protestante, mientras que la Iglesia católica lo recibió en el
suyo a través de la traducción griega de los Setenta desde muy pronto. Las muchas
incongruencias históricas y geográficas que contiene el relato han convencido a los críticos
de que no estamos ante una narración estrictamente histórica, sino más bien ante una obra
en la que hechos y personajes históricos, pertenecientes a épocas muy diversas, se
combinan hábilmente con una finalidad preferentemente edificante. De hecho, toda una
serie de datos concretos nos inclinan a situar la composición del libro de Judit en la época
macabea, en el s. II, cuando el pueblo judío era asediado por la campaña de helenización
que promovía Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.), con claro peligro para la identidad
judía, tanto política como religiosa y cultural. Su autor habría sido un judío palestino, buen
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Introducción a los Libros Bíblicos
conocedor de la Escritura y hábil narrador, que intentaba animar la esperanza de sus
contemporáneos presentando a Dios como protector de los más débiles.
De hecho, la enseñanza teológica fundamental del libro se contiene en [Jdt9,11]: Dios
protege a los humildes, venga a los desheredados, salva a los que carecen de esperanza
humana, es decir, al pueblo de Israel. Estamos, pues, ante una enseñanza tradicional en la
Biblia, que estaba arraigada en los judíos piadosos desde los tiempos del éxodo y que se
prolongará en el NT: Dios humilla a los soberbios, que confían en su fuerza, y enaltece a
los pequeños, que ponen su confianza en Dios y guardan su ley. Junto a esta enseñanza
fundamental, podemos destacar también sus apreciaciones sobre Dios como Señor de la
historia, que protege a su pueblo, un cierto universalismo, ejemplificado en la figura del
pagano Ajior; una gran apreciación de la viudez, y una presentación notablemente racional
de las intervenciones de Dios, que actúa siempre por medio de las personas y los
acontecimientos, sin intervenciones milagrosas. Notemos, finalmente, que la liturgia
cristiana usa acomodaticiamente el himno del c. [Jdt15,1], especialmente [Jdt15,9], para
alabar a María como "gloria de Jerusalén, gloria de Israel y orgullo de nuestra raza".
LOS LIBROS DEUTEROCANÓNICOS
Los libros que vienen a continuación: Tobías, Judit, Baruc, la Sabiduría de Salomón, la
Sabiduría de Ben Sirac no se encuentran en la Biblia hebrea. Ni tampoco forman parte de
las Biblias destinadas a los protestantes. Lo mismo ocurrió con los libros de los Macabeos.
Este hecho nos pone frente a un gravísimo problema: si no hay acuerdo respecto a algunos
libros, ¿con qué criterios se aceptaron los otros? ¿No debiera uno ir más lejos y declarar
que para ningún libro hay certeza sino sólo una opinión común?
Este es el momento para repetir que la Biblia no existió siempre. Por muchos siglos la
Palabra de Dios fue únicamente lo que entregaban oralmente los sacerdotes y profetas. La
idea misma de una Biblia, colección de Escritos sagrados, sólo se fue gestando poco a poco,
después del regreso del destierro, y sobre todo con Esdras. La Biblia nació tanto de los
profetas como de la comunidad creyente, judía primero, y cristiana después. En la época de
Jesús todos consideraban a los libros de Moisés como Escritura. Los saduceos ponían a los
profetas en un segundo plano, mientras que todas las demás corrientes religiosas, entre
ellos, los fariseos, los tenían por inspirados. Pero con el tiempo, otros libros reunidos bajo
el nombre de Escritos o Libros Sapienciales, vinieron a agregarse sin ninguna norma a los
primeros, sin que se supiera qué grado de autoridad había que otorgarles.
Una parte de estos libros estaba escrita no en hebreo sino en griego, porque la mayoría de
los judíos vivía en países de lengua griega. Esos libros vinieron pues a agregarse a la
traducción griega de la Biblia, antes de que circularan en Palestina donde muchos entendían
esa lengua. De aquí se desprende que había más libros en la Biblia griega que se usaba en el
extranjero e incluso en las sinagogas de Palestina.
Fue sólo después de la destrucción de su nación por los Romanos cuando los fariseos
convocaron a un concilio en Jamnia para reorganizar la comunidad judía (año 95 de nuestra
era). Fijaron la lista de las Escrituras inspiradas, excluyendo sistemáticamente a todos los
libros escritos en griego, porque Dios sólo podía haber hablado en la lengua del pueblo
judío.
Pero la Iglesia ya tenía su práctica. Los apóstoles habían usado la Biblia griega sin hacer
distinción entre sus diversos libros; las discusiones se centraban más bien en los escritos
apostólicos, para saber cuáles debían ser incluidos en el Nuevo Testamento. En el 384, un
decreto del papa Dámaso estableció definitivamente el canon de la Biblia cristiana,
aceptado ya generalmente; éste retenía algunos libros de la Biblia griega rechazados por los
judíos en Jamnia, los que fueron llamados Deuterocanónicos, es decir, los libros de la
segunda colección.
Doce siglos más tarde, cuando se separaron los protestantes, no pusieron en discusión el
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Introducción a los Libros Bíblicos
"canon", es decir, la elección de los libros del Nuevo Testamento, pero se dividieron con
respecto a los deuterocanónicos; por último, pensaron que era más seguro excluirlos y los
llamaron "apócrifos", es decir, no auténticos.
Desde el momento en que se reconoce en el Antiguo Testamento una lenta pedagogía de
Dios, se ve la importancia de estos libros, producto de los tres últimos siglos antes de Jesús,
y que conforman el lazo de unión entre los libros hebreos y los del Nuevo Testamento
escritos en griego. Ellos dan testimonio de los comienzos de la fe en la resurrección de los
muertos, y expresan las primeras intuiciones que preparan la revelación del Verbo y del
Espíritu.
Las discusiones sobre los libros Deuterocanónicos nos recuerdan una vez más que si no
hubiera una Iglesia para decidir con absoluta seguridad cuáles son los libros inspirados,
nadie podría decir lo que es Palabra de Dios. Para que haya una Biblia cristiana es
necesario primero que exista una Iglesia heredera de los apóstoles.
ESTER
Dos redacciones bien distintas nos han llegado del libro de Ester, una en hebreo y otra,
ampliada, en lengua griega. La primera, que tiene plena unidad en sí misma, ocupa [Est1,1]
a [Est10,3] y narra la amenaza de exterminio del pueblo judío exiliado durante el reinado
del persa Asuero (Artajerjes en la versión griega), así como su liberación mediante la
intercesión de la judía Ester, elevada a la categoría de reina, y de Mardoqueo, influyente
judío en la corte persa. A consecuencia de esta victoria, se habría institucionalizado la fiesta
de purim, una especie de festividad popular de origen desconocido, que trataría de explicar
precisamente este relato. Consta de un prólogo: repudio de la reina Vasti y elección de
Ester ([Est1,1] a [Est2,23]); una amplia narración: contraposición Amán-Mardoqueo,
decreto de exterminio de los judíos, intervención de Ester, exaltación de Mardoqueo, ruina
de Amán, victoria de los judíos ([Est3,1] a [Est9,19]); y un epílogo: institución de la fiesta
de purim, elogio de Mardoqueo ([Est9,20] a [Est10,3]). Esta versión hebrea, que en ningún
momento nombra a Dios, deja tras una primera lectura cierto regusto desagradable en el
lector moderno, a causa del enfrentamiento entre paganos y judíos, violentamente expuesto
y no sin ciertos tonos de odio. Cuando se profundiza en su lectura, puede descubrirse cómo
Dios, a pesar de todo, es el actor principal y oculto del drama, que expone en último
término su acción providencial en la historia a favor de su pueblo. La redacción griega no
es una simple traducción del texto hebreo, sino que, junto a leves retoques en el original,
añade varios capítulos ([Est10,4] a [Est16,24]), explicitando la visión religiosa que está en
el original y obrando con ello una transformación notable en el conjunto de la obra. San
Jerónimo, al traducir este libro, relegó los fragmentos griegos al final de la obra.
Aún hoy se sigue discutiendo mucho sobre el género literario de esta obra. Probablemente
se trata de una narración con cierto trasfondo histórico, aunque difícil de precisar;
sobresalen ciertos procedimientos midrásicos empleados, que reinterpretan historias
bíblicas paralelas (p. ej., la historia de José), así como no pocos temas sapienciales y
referencias más o menos claras a los grandes acontecimientos liberadores del éxodo y la
pascua. Todo ello con la finalidad de exponer la acción providente y salvadora de Dios
sobre el pueblo judío. Por lo demás, la redacción de este libro es complicada, y ha de
situarse entre finales del dominio persa (s. II a.C.) y el final de la rebelión macabea (s. II
a.C.). El autor de la versión hebrea parece ser un judío de la diáspora oriental, buen
conocedor de las costumbres persas; los suplementos griegos habrían sido añadidos por un
judío alejandrino a finales del s. II a.C., y formarían parte de los continuos comentarios
midrásicos a este texto, sobre todo con la intención de subrayar su dimensión religiosa.
El texto hebreo fue admitido en el canon judío bastante tarde, debido a que en él no se
nombra a Dios y a su conexión con la fiesta de purim, de origen probablemente pagano, en
la cual se leía el libro. La Iglesia católica aceptó, no sin discusiones, este texto y los
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Introducción a los Libros Bíblicos
suplementos griegos en su canon. Estos últimos no han entrado en la Biblia protestante. En
nuestra edición los ofrecemos integrados en el texto hebreo; pero el libro puede leerse
también en su original hebreo, comenzando desde el capítulo primero.
LAMENTACIONES
Las Lamentaciones son una colección de cinco poemas elegíacos, en forma alfabética, que,
por su forma poética, pertenecen al género literario llamado kinah o canto fúnebre. La
situación histórica que provocó estas lamentaciones fue la destrucción de Jerusalén por los
ejércitos babilonios el año 587 y la deportación del pueblo, en particular la de todas
aquellas personas que podían influir de alguna manera en su restauración. Fue una
catástrofe total, que no dejó esperanza alguna de futuro para Judá. Y esto no sólo a nivel
político, sino también en el terreno religioso. La ciudad santa, elegida por el Señor para
hacer habitar en ella su santo nombre [Dt12,5] y que había sido convertida en el lugar único
del culto del pueblo de Dios a partir de la gran reforma del rey Josías [2Re23,1], había
quedado arrasada y, al menos de momento, sin perspectivas de restauración.
La reacción suscitada en el pueblo por este desastre irreparable puede formularse mediante
la siguiente alternativa: o el Señor había sido superado por las divinidades propias de los
invasores o, de lo contrario, había abandonado a su pueblo. Si el Señor no tenía poder para
salvar [Is50,2], puesto que todo hombre necesita un dios al que dar culto, era lógico
confiarse a otros dioses ([Jer7,18]; [Jer44,17]ss). Pero hubo muchas gentes que, siguiendo
el pensamiento profético, interpretaron el acontecimiento como el juicio divino sobre su
pueblo. Y esta consideración les afianzó en la creencia del señorío único de su Dios, no
sólo sobre su pueblo, sino también sobre la marcha de la historia. Así surgió el pensamiento
de la necesidad de la conversión. El reconocimiento del juicio divino, manifestado en
aquellos acontecimientos adversos, los llevó a una crítica sincera de su propia conducta.
Las Lamentaciones surgieron en el círculo de los que pensaban así. Tradicionalmente han
sido atribuidas a Jeremías. Pero ni el estilo ni el contenido confirman esta opinión. Más
aún, la consideración de las Lamentaciones dentro del género de una liturgia penitencial -al
menos así pueden ser consideradas- hace que no deba pensarse en Jeremías como su autor.
No es probable que Jeremías participase en la mentalidad reflejada en algunas expresiones:
no hay profetas [Lam2,9], no hay capacidad de salvar [Lam4,17], nosotros cargamos con
las culpas de nuestros padres [Lam5,7].
Todos los poemas reflejan una vivencia inmediata de los acontecimientos sobre los que se
lamentan. Las circunstancias y la situación social que presuponen son las que corresponden
a los años 586-540. En el año 586 nació la costumbre de subir a Jerusalén a lamentarse
sobre ella. Nuestros poemas fueron compuestos para ser cantados en estas circunstancias.
En su composición intervinieron distintas manos de sacerdotes y profetas. Su intención era
conducir al pueblo desde su dolor al arrepentimiento, suscitando de nuevo la esperanza en
su Dios.
RUT
Pieza maestra del arte narrativo del Antiguo Testamento, el libro de Rut cuenta una historia
en apariencia meramente humana, pero profundamente religiosa en realidad. Dios, como
guía providente, se halla oculto detrás de cada uno de los episodios que entretejen esta
historia.
El libro de Rut narra la historia de la familia de Elimélec, una familia de Belén de Judá,
que, a causa del hambre de la región, se ve obligada a emigrar a Moab. Allí, bien pronto,
muere Elimélec, y unos años más tarde fallecen también sus dos hijos, que habían
desposado sendas mujeres moabitas, quedando solas las tres viudas. Al narrador le bastan
los cinco primeros versículos de su relato para contar todo esto. Comienza, pues, la historia
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Introducción a los Libros Bíblicos
con tonos bien oscuros; pero irá cambiando de color paulatinamente para concluir con una
nota de felicidad y bendición. Rut, la moabita (el personaje central, que da nombre al libro),
se casa con Booz y da a luz a Obed, el padre de Jesé, el padre de David.
La historia de Rut se sitúa en un período de transición: en el paso de los Jueces [Rut1,1] a la
monarquía [Rut4,17] a [Rut4,22]. Si se considera que el período de los jueces ha quedado
en la tradición bíblica como un tiempo caótico, en el que cada uno hacía lo que quería, con
el libro de Rut se abre una puerta a la esperanza, que se verá colmada con el rey David.
Esto pone de manifiesto cómo los caminos de los hombres no siempre coinciden con los de
Dios. En realidad, él es el verdadero motor de la pequeña historia de cada día y de la gran
historia salvífica. Bajo su providencia, la serie de acontecimientos cotidianos de la familia
de Rut desembocará en el nacimiento de David, elegido por Dios para llevar a buen término
los planes de salvación sobre Israel.
CANTAR DE LOS CANTARES
Siempre ha extrañado que esté en la Biblia el llamado "Cantar de los Cantares", que a
primera vista no parece ser sino un bello poema erótico profano, al estilo de los antiguos
cantares árabes, con expresiones extravagantes, comparaciones incongruas y la total
ausencia del nombre Dios, que no se nombra nunca en un libro bíblico presuntamente
sagrado.
El libro ya suscitó serias dificultades entre los intérpretes judíos, y ha ejercido siempre una
magnética atracción en aquellos que desean explicarse su inclusión y su significado dentro
de la Biblia.
Hacia el final del primer siglo (de la era cristiana), cuando ya el libro desde hacía largo
tiempo formaba parte de la literatura nacional -por su belleza lírica-, pero no de la literatura
canónica, fueron suprimidos los argumentos contra su inclusión entre los libros que son
considerados como canónicos nada menos que por un elocuente abogado como era Rabbi
Akiba, martirizado por los romanos en el 132.
Desde entonces los rabinos y los padres de la primitiva Iglesia citan, parafrasean y
componen sermones sobre el Cantar. En la Edad media, Bernardo de Claraval compuso 86
sermones extractados de su imaginería. Y muchos otros después contiuaron ocupándose de
él, entre los que destaca el místico español san Juan de la Cruz.
La historia de la interpretación necesariamente comienza con su interpretación de
considerarlo como una alegoría en la que se expresa el amor de Dios (esposo) para con su
pueblo Israel (esposa). Por esta interpretación se puede derivar del texto un mensaje místico
de confortación y esperanza en tiempos de gran postración para Israel, como fueron los que
siguieron a la destrucción de Jerusalén, en el año 70, con todas las consecuencias de
abandono. ¡Imposible que Dios abandonase definitivamente a su amada esposa Israel! Bajo
este aspecto, el Cantar equivale a un maravilloso acto de fe y confianza, interpretado como
se interpretaba.
Así, una producción literaria que parecía vacía de toda clara connotación religiosa y se
clasificaba obviamente entre lo erótico vulgar, fue transformada en un vehículo de
expresión de la más profunda relación espiritual existente entre Dios y su pueblo. El punto
de partida en el judaísmo para la alegorización del Cantar puede estar en la alegoría
matrimonial creada por Oseas (c. [Cant2,1]) y recogida por otros autores posteriores.
La interpretación alegórica del libro se hizo corriente entre los rabbis del primer siglo (de la
era cristiana), y era sin duda la predominante entre la masa por las explicaciones que oían
de los rabinos. Hay, sin embargo, pruebas en la Misná de que la interpretación alegórica no
era aceptada por todos.
La Tosefta (Sanh 12,10) recuerda la famosa admonición de R. Akiba "Quien se pone a
cantar en la sala de un banquete y toma estrofas del Cantar de los Cantares y hace de él un
canto secular, no tiene participación en el mundo venidero".
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Introducción a los Libros Bíblicos
Es difícil determinar con algún grado de exactitud cuándo comenzó la alegorización del
Cantar de los Cantares pero las duras condiciones impuestas por Roma, como se insinuó
antes, sobre el pueblo judío en el primer siglo de la era cristiana, sobre todo a partir del año
70, favorecían su expansión. A la luz de esto y del valor literario del libro, no extraña que
entre los rabinos surgieran argumentos para incluir el Cantar de los Cantares entre los libros
que "contaminan las manos", es decir, que son considerados como sagrados y canónicos.
En el Concilio de Yabné, hacia el año 90, donde se discutió este punto, un conjunto de
factores parece que inclinó la balanza en favor de la inclusión del libro en la canon o lista
de los libros inspirados.
Hay que distinguir muy netamente lo que se refiere a la fecha de la inclusión en el canon y
lo que se refiere a la fecha de composición. Esta debió de ser en la época persa,
incorporando material popular.
BARUC
El libro de Baruc ofrece muchos problemas. El primero se refiere a la identificación misma
del personaje. ¿Quién se esconde detrás del nombre que da título a nuestro libro? Aparece
como un hombre importante entre los reconstructores del templo y entre los que aceptan
compromisos serios en el momento de la restauración posterior al destierro ([Neh3,20];
[Neh10,7]). Pero es improbable que nuestro libro tenga algo que ver con la persona
mencionada, de la que no tenemos más noticias.
De acuerdo con la tradición y teniendo en cuenta el contenido del libro, sobre todo su
introducción, Baruc es compañero y secretario de Jeremías. Bajo el control del profeta, él
redactó el año 605 a.C. los discursos pronunciados por Jeremías, y él mismo los leyó ante el
pueblo en un día festivo. Tuvo que volver a leer dichos discursos ante los oficiales de
Joaquín y ante el propio rey, quien los iba destruyendo en el fuego según se los iban
leyendo. Y, al dictado de Jeremías, Baruc volvió a escribirlo todo, añadiendo algunas cosas
más [Jer36,1]ss. Como símbolo de la pervivencia del pueblo y de la seguridad del propio
Baruc, Jeremías dio a su secretario, con todos los requisitos legales en regla, un campo que
había comprado a su primo Janamel [Jer32,11] y pronunció un oráculo con la misma
finalidad [Jer45,1]ss. A la caída de Jerusalén, Baruc fue llevado a Egipto con Jeremías. No
tenemos otras referencias sobre su vida.
El libro que lleva su nombre ofrece serias dificultades para ser atribuido, sin más, a Baruc:
está escrito en griego, y no en hebreo, como los demás libros del AT. Por eso la Biblia
hebrea no lo admitió entre sus escritos. Tampoco lo aceptaron los protestantes. La Iglesia
católica, después de no pocas dudas e incertidumbres, lo recibió como canónico, y así debe
ser considerado. Esto no obsta para que siga discutiéndose su paternidad literaria. La
opinión más generalizada, hoy por hoy, lo considera como resultado de la redacción final
de una serie de escritos independientes que cristalizó en la obra que hoy poseemos,
posterior al destierro babilónico.
LIBRO DE LA SABIDURÍA
{K}1. Título y origen. El título completo del libro, tal como aparece en los manuscritos
griegos, es "Sabiduría de Salomón". El canon de Muratori lo cita como "Sabiduría escrita
por los amigos de Salomón en su honor". Se da, pues, una fluctuante atribución del libro a
Salomón. Sin embargo, hoy se acepta que el libro fue compuesto originalmente en lengua
griega, a comienzos del s. I a.C., en Alejandría. Es, pues, el libro más reciente del AT.
{K}2. Unidad, estructura y contenido. Aunque discutida en tiempos pasados, en la
actualidad se acepta la unidad de composición. Si no hubiera sido escrito por una única
persona, habría que pensar al menos en una misma escuela. Es verdad que la primera parte
del libro es superior en inspiración y belleza literaria a la segunda, lo cual abogaría en favor
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Introducción a los Libros Bíblicos
de dos autores distintos. Sin embargo, los procedimientos de composición, la estructura
arquitectónica del conjunto, así como su mismo pensamiento, todo confluye en la unidad de
autor.
Como ha puesto de relieve Wright, el libro ha sido compuesto utilizando la divina
proporción o regla áurea, que nació como norma de proporcionalidad en la arquitectura y
luego se extendió a otras artes, e incluso a la literatura. La extensión de cada una de las
secciones del libro se halla en proporción matemática con el resto según la siguiente
fórmula: m (m+M=MM, donde "m" es cada una de las secciones menores del libro y "M"
cada una de las secciones mayores. Una sección mayor puede ser, a su vez, sección menor
de otra sección más amplia. Las secciones han sido delimitadas por el autor utilizando el
procedimiento de las inclusiones, con lo cual podemos establecer la siguiente estructura del
conjunto del libro:
La justicia es inmortal [Sap1,1] a [Sap6,21].
a) Exhortación a amar la justicia [Sap1,1] a [Sap1,15].
b) Discurso del malvado [Sap1,16] a [Sap2,24].
c) Los designios ocultos de Dios: el sufrimiento [Sap3,1] a [Sap3,12], la carencia de hijos
[Sap3,13] a [Sap4,6], la muerte temprana [Sap4,7] a [Sap4,19].
b) Palinodia del malvado [Sap4,20] a [Sap5,23].
a) Exhortación a buscar la sabiduría [Sap6,1] a [Sap6,21].
Búsqueda de la sabiduría por Salomón [Sap6,22] [Sap9,18].
a) Introducción [Sap6,22] a [Sap6,25].
b) Discurso de Salomón sobre la naturaleza de la sabiduría [Sap7,1] [Sap8,21].
c) Oración de Salomón pidiendo la sabiduría [Sap9,1] a [Sap9,18].
Sección de transición [Sap10,1] a [Sap11,1].
Midrás sobre el éxodo [Sap11,2] a [Sap19,22]: las criaturas están al servicio de los justos y
sirven de castigo a los malvados.
a) El agua [Sap11,2] a [Sap11,14].
b) Los animales [Sap11,15] a [Sap16,15]; incluye una digresión sobre el poder y la
misericordia de Dios [Sap11,17] a [Sap12,22] y otra sobre el culto a los ídolos [Sap13,1] a
[Sap15,17].
c) Los fenómenos meteorológicos [Sap16,16] a [Sap16,29].
d) El fuego y las tinieblas [Sap17,1] a [Sap18,4].
e) La muerte [Sap18,5] a [Sap19,5].
Conclusión [Sap19,6] a [Sap19,22].
3. Mensaje. El contexto en el que se escribe el libro de la Sabiduría es el del conflicto entre
la fe tradicional de Israel y la pujante cultura helenística. El autor acoge en su obra la
mentalidad y las formas literarias helenísticas, conservando al mismo tiempo en su
integridad la fe tradicional judía. El libro presenta, pues, un aspecto externo totalmente
griego, animado por un alma del todo judía. En este contexto, el mensaje del libro se centra
en tres grandes grupos de ideas: ante todo, la descripción de la verdadera sabiduría como
don de lo alto y comunicación de Dios. Así lo expone Salomón en su discurso; y, por ello,
al concluirlo la pide a Dios. Esta comunicación de Dios al hombre, la verdadera sabiduría,
es la realidad que juzga toda la vida humana. Por eso, con relación a ella pueden
comprenderse en su sentido profundo todas las realidades que el hombre percibe como
negativas y sin sentido. Como tipos de sinsentido, el libro de la Sabiduría expone tres: el
sufrimiento, la carencia de hijos y la muerte temprana. Estos males se comprenden como
designios secretos de Dios que deben su sentido a la justicia. La justicia, identificada aquí
con la sabiduría, es lo único verdaderamente definitivo: "la justicia es inmortal" [Sap1,15].
Finalmente, en la última parte del libro el autor recurre a una relectura de la experiencia del
éxodo para mostrar cómo todas las criaturas, obedientes al designio divino, favorecen a los
justos y sirven de castigo a los malvados [Sap11,5].
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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
1. Lucas es el personaje a quien la tradición ha atribuido el tercer evangelio. De origen
gentil, de nacionalidad sirio-antioquena, de profesión médico, se convirtió al cristianismo
en circunstancias que ignoramos. Aparece por primera vez junto a Pablo, cuando este parte
de Tróade en su segundo viaje misionero [He13,11]. Desde entonces le acompaña en parte
de sus correrías apostólicas, y en su viaje a Jerusalén y a Roma. A su lado permanece en la
prisión y al final de su vida [2Tim4,11]. En los años que siguen a la muerte de san Pablo no
tenemos noticia alguna segura sobre la actividad de Lucas. Se le atribuyen también los
Hechos de los Apóstoles.
2. La estructura coincide sólo en parte con la de Mateo y Marcos. Ha utilizado para la parte
narrativa el evangelio de Marcos, cuyo orden sigue casi totalmente. La parte discursiva la
ha tomado de la fuente Q, lo mismo que Mateo; pero la ha dispuesto de modo diferente a lo
largo del viaje a Jerusalén. Así, después del evangelio de la infancia (cc. [Lc1,1] a [Lc2,1]),
presenta los preliminares y el ministerio en Galilea [Lc3,1] a [Lc9,50]. Sigue el "viaje a
Jerusalén" [Lc9,51] a [Lc19,28], a lo largo del cual ha colocado todo el material que ha
asumido de Q, y que Mateo ha distribuido a lo largo de todo su evangelio. Concluye con la
entrada y predicación en Jerusalén, y los relatos de la pasión y muerte, resurrección y
ascensión de Cristo [Lc19,29] a [Lc24,53].
Después del prólogo, en que utiliza el griego clásico, escribe su evangelio en el griego
popular (la koiné), con un vocabulario y estilo mejor que el de Marcos, cuyos términos y
expresiones vulgares a veces pule o evita. Le distingue sobre todo un alma sencilla y un
corazón delicado, que le hace buscar no lo pintoresco, sino lo que psicológicamente seduce;
destaca los rasgos humanos de los personajes y el impacto y sentimientos que la
predicación de Cristo provocaba en los oyentes. Características suyas son las adiciones, en
las que va dejando plasmada su doctrina; las omisiones de actitudes y episodios que hieren
la sensibilidad, y las transposiciones que hace de los materiales recibidos, bien por
eliminación de un tema antes de pasar a otro, bien por motivos simbólicos o teológicos.
3. La doctrina. Si bien Lucas es considerado como el historiador, ha compuesto un
evangelio por motivos doctrinales [Lc1,4]. Se respira a lo largo de Lucas un triple
marco-ambiental: "psicológico", determinado por la continua mención de los sentimientos
de admiración y alabanza, de gozo y alegría ante la irrupción de lo sobrenatural en la
persona de Jesús; "histórico", que marca las tres etapas de la historia de la salvación, de la
que Cristo constituye el centro; "geográfico", que proyecta la mirada de Jesús, sobre todo
desde [Lc9,51], hacia Jerusalén, donde culminará la acción redentora de Cristo.
Como puntos centrales de su evangelio destacan: la presentación de Jesús como gran
profeta [Lc7,16], lleno del Espíritu Santo [Lc4,1], que a partir del bautismo le dirige en su
actividad. El universalismo de la misericordia de Dios manifestada en Cristo, que aparece
de una u otra manera en casi todas las páginas del evangelio lucano, sobre todo para con los
pecadores, los enfermos, los afligidos y las mujeres, consideradas en aquel entonces como
personas de segunda categoría. Finalmente, el anuncio de la paz y felicidad mesiánicas,
fruto de la salvación, de la bondad y de la misericordia de Cristo.
Finalidad peculiar de Lucas es también poner de relieve las exigencias que lleva consigo la
vocación cristiana (perspectiva ascética). Destaca: la oración; con frecuencia presenta a
Cristo haciendo oración, particularmente ante las grandes decisiones o acontecimientos de
su vida. La abnegación que comporta el seguimiento de Cristo, y que se exige a todo aquel
que quiera ser discípulo suyo. Y el desprendimiento de las riquezas de este mundo. Para
Lucas (el evangelio de la pobreza y la riqueza) los bienes materiales son un bien, pero
suponen un peligro para la salvación por la facilidad con que el corazón se apega a ellos.
Por eso el camino más seguro es la pobreza, el desprendimiento de las riquezas; y a todos
se les exige en grado suficiente para poder mantener el espíritu abierto a la trascendencia, al
más allá.
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Introducción a los Libros Bíblicos
EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
La investigación bíblica de los últimos decenios ha redimido a Marcos, sacándolo del
injusto silencio en que había vivido y colocándolo en el lugar de referencia que le
corresponde por derecho propio. En el cristianismo primitivo tuvo una importancia
excepcional. Nunca será exagerado cuanto se diga sobre el particular. Gracias a él, las
tradiciones orales sobre Jesús adquirieron, por primera vez, la forma de un libro, lo cual,
desde el punto de vista histórico, es un hecho extraordinariamente importante. Más aún, el
acontecimiento de Jesús, reducido a un frío esquematismo por el kerygma original, fue
"arropado", humanizado y, de algún modo, justificado, al ser insertado en el marco
histórico-cultural en que vivió Jesús de Nazaret. El hecho pascual -muerte y resurrecciónse
halla preparado por los sucesos anteriores. La pascua cristiana es la culminación de la
historia de Jesús. Fe e historia confluyen en un acontecimiento único. Y fue Marcos quien,
por primera vez, dejó constancia por escrito de esta conjunción.
Marcos supo descubrir la relación existente entre la doctrina y los hechos de Jesús. Sus
pretensiones y enseñanza tienen el respaldo de las acciones que realizó [Mc2,1] a [Mc2,12],
y los hechos descubren todo su alcance y significado en las palabras que pronunció [Mc3,1]
a [Mc3,5]. Y tanto los hechos como las palabras ponen de relieve la dignidad de Jesús, su
autoridad y poder [Mc1,27].
Marcos nos presenta la vida de Jesús desarrollándose en dos escenarios: Galilea y
Jerusalén. Ambos escenarios están unidos por un viaje que va desde el primero al segundo.
En estos dos escenarios sitúa todo el material evangélico. Esta presentación es arbitraria y
artificiosa: los dos escenarios parecen separados intencionadamente, en el sentido de que
Jesús no actúa en Jerusalén hasta que no ha terminado su actuación en Galilea. La vida de
Jesús debió ser más movida, y así nos es presentada por el evangelio de Juan; la duración
del ministerio en cada uno de los escenarios resulta excesivamente desproporcionada: sólo
unos días en Jerusalén, el resto del tiempo en Galilea. Sin embargo, para describir estos
pocos días dedica más de la tercera parte del evangelio.
El material evangélico de nuestra obra está integrado por los bloques siguientes: 1. El
material narrativo, que es absolutamente preponderante; 2. Le sigue, a bastante distancia, el
discursivo (cc. [Mc4,1]; [Mc13,1]; [Mc7,1]); 3. Las controversias o disputas de escuela,
con las que Marcos ha hecho dos colecciones ([Mc2,1] a [Mc3,6] y [Mc11,27] a
[Mc13,37]); 4. Los sumarios o frases que sintetizan o generalizan la actividad o enseñanza
de Jesús. Al no poder narrar pormenorizadamente todas sus intervenciones, recurre a estos
sumarios-resúmenes para decir: así predicaba o actuaba Jesús por donde pasaba ([Mc1,14]s;
[Mc1,21]s; [Mc1,39]; [Mc2,13]; [Mc3,7] a [Mc3,9]...).
No cabe duda de que el Jesús de Marcos es el Jesús de la pasión. ¿Por qué su insistencia en
la pasión, en el sufrimiento y la cruz? La razón tiene que estar, necesariamente, en relación
con los destinatarios de su obra. Marcos se dirige a una comunidad que se halla bajo el
signo del sufrimiento. El año 64, Nerón había acusado a los cristianos de prender fuego a la
ciudad de Roma. Muchos cristianos habían ardido en la ciudad eterna como teas vivientes.
Pedro y Pablo habían sido martirizados. Los cristianos vivían bajo el signo de la
persecución. En estas circunstancias, Marcos se dirige a ellos con el propósito de ayudarles
a prepararse para la venida del hijo del hombre. Es bien sabido que, según la concepción
apocalíptica, las persecuciones y sufrimientos eran un signo indudable de la proximidad del
fin. Estas circunstancias en que viven los destinatarios de su obra obligan a Marcos a
presentarles el evangelio como una historia didáctica. Él les presentaba la vida de Jesús de
tal manera que pudiera ser considerada como una anticipación de la suya propia.
Según la tradición eclesiástica, el autor de nuestro evangelio es Juan Marcos ([He12,12];
[He13,13]; [He15,37] a [He15,39]). La leyenda posterior le hizo secretario e intérprete de
Pedro [1Pe5,13]. En contra de esta leyenda debemos tener en cuenta lo siguiente: no parece
que el autor sea buen conocedor de Palestina (cf [Mc7,31]); se muestra impreciso al
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Introducción a los Libros Bíblicos
describir los alrededores de Jerusalén [Mc11,1]; conoce difusamente las costumbres judías
[Mc7,3]s; un compañero o acompañante de Pablo debería estar más influenciado por la
teología del Apóstol. El autor ha debido ser un cristiano anónimo de ascendencia pagana.
En cuanto al tiempo y al lugar de composición, poco puede decirse con seguridad. Del
examen interno del libro se deduce que, cuando escribe Marcos, el evangelio ya había sido
abierto al mundo pagano; la presencia amenazadora de Roma en Palestina se adivina
fácilmente (c. [Mc13,1]). Habría que pensar, por tanto, en torno a los años 65-70.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
1. Mateo, apóstol, ha sido considerado siempre como el autor del primer evangelio.
Anteriormente a su llamada por Cristo desempeñó la profesión de recaudador de impuestos,
que abandonó con prontitud y alegría ante la vocación del maestro. Eusebio dice que
predicó el evangelio durante quince años en Palestina, y que antes de marchar a predicarlo
en otras regiones escribió su evangelio. Rufino cuenta que marchó a Etiopía. Sus restos se
conservan en Salerno, en la iglesia que lleva su nombre. La obra escrita por Mateo pudo ser
un sustrato arameo, que estaría bajo nuestro actual evangelio griego. Este se presenta a
todas luces elaborado a base del evangelio de Marcos y de la supuesta fuente Q: colección
de sentencias del Señor. Lo habría sido hacia el año 80, en ambientes judeo-cristianos,
probablemente en Antioquía de Siria, donde la comunidad cristiana tuvo que enfrentarse
con el judaísmo fariseo que sobrevivió a la destrucción de Jerusalén del año 70.
2. Su estructura gira en torno a cinco grandes discursos, precedidos de una sección
narrativa, cuyo tema central es el reino: el sermón del monte (cc. [Mt5,1] a [Mt7,1]:
condiciones para entrar en el reino), el discurso misionero (c. [Mt10,1]: normas para el
apostolado), las parábolas del reino (c. [Mt13,1]: naturaleza y aspectos), el discurso
eclesiástico (c. [Mt18,1]: normas de admisión en el reino) y sermón escatológico (cc.
[Mt24,1] a [Mt25,1]: consumación del reino). Sus características literarias principales son:
utilización de términos y expresiones semitas; agrupaciones en torno a los números siete,
cinco y tres por razones mnemotécnicas y simbólicas, y las inclusiones, consistentes en
comenzar y concluir una perícopa con la misma palabra o expresión. El estilo es conciso y
esquemático, hierático y solemne, propio de la liturgia para la cual parece estar compuesto
este evangelio; por ello se abrevian los relatos de Marcos, la figura de Jesús aparece más
sobria y solemne, sin los rasgos psicológicos tan frecuentes en Marcos, y los apóstoles
envueltos en una aureola de dignidad y de autoridad que causa admiración a las turbas.
3. La doctrina fundamental: Jesús de Nazaret es el mesías prometido en el AT (de ahí la
abundancia de citas mesiánicas). Jesús aparece como maestro singular, pues enseña con
originalidad y con autoridad una doctrina que trae la salvación; por lo demás, el título
"Señor" se aplicaba exclusivamente a Yavé en el AT. El tema que ocupa mayor extensión
es la doctrina sobre el reino: Cristo proclama su cercanía y su llegada. Tiene una doble fase:
terrena y escatológica de salvación, que comporta bienes fundamentalmente espirituales.
Una comunidad eclesial, visible y jerárquica, en la que Pedro y los apóstoles ocupan, por
designio de Cristo, un lugar privilegiado. Sus características más importantes son: la
presencia de Cristo en la comunidad, la proclamación de la palabra, su carácter
esencialmente espiritual (Si bien con graves implicaciones de orden humano y social, que
derivan del precepto del amor al prójimo, fundamento de toda convivencia y reforma
social) y su índole universal, anunciada ya por los profetas. Las exigencias más radicales
son la conversión (decisión radical de aceptación de la persona de Jesús y su mensaje); la fe
como entrega personal a Cristo, que ha de manifestarse en el seguimiento e imitación
personal de Cristo; la nueva justicia, superior a la del AT, y mejor que la de los escribas y
fariseos, que habían reducido la religión a mero formulismo sin verdadero espíritu interior;
nueva justicia que viene a resumirse en el amor a Dios y el amor al prójimo; de ahí la regla
de oro [Mt7,12] y las actitudes sobre las que versará fundamentalmente el juicio final (c.
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Introducción a los Libros Bíblicos
[Mt25,1]).
El ambiente en que fue escrito explica que Mateo ponga con frecuencia de relieve la actitud
de Jesucristo con los fariseos y de la de estos con él. Cristo no desprecia a los fariseos ni
minusvalora su doctrina; lo que critica son las formalidades externas a que reducían
prácticamente la religión. Finalmente, a Mateo se le denomina el evangelio del Padre: con
mucha frecuencia, en Mateo Cristo habla del Padre como Padre suyo y como Padre de los
hombres.
EVANGELIOS
1. El término "evangelio" designaba primitivamente el presente que se daba al portador de
una noticia o el sacrificio que en acción de gracias se ofrecía por ella (Homero, Odisea,
XV, 152s; Jenofonte, Hellen, IV, 3,4; [2Sam4,9]). Después pasó a significar la "buena
noticia" misma: el nacimiento de Augusto en la inscripción de Priene (9 d.C.), y en el AT el
anuncio de la época de salvación ([Sal40,11]; [Sal96,2]; [Is40,9]; [Is52,7]; [Is61,1]). En los
escritos del NT significa la Buena Nueva por antonomasia, el mensaje salvador que,
vaticinado por los profetas, fue proclamado por Cristo y anunciado por los apóstoles
([Mc1,15]; [Mt11,5]; [Lc4,18]; [He5,42]; [Rom2,1]s). A partir del s. II pasó a designar los
escritos en los que se contiene, y a sus autores se los llamó evangelistas. En cuanto género
literario, hay que definirlo como el anuncio y proclamación del mensaje salvífico de Jesús
que lleva consigo una invitación a la conversión y a la fe; proclamación que se hace desde
la fe y para provocar la adhesión a Cristo.
2. Desde un principio la Iglesia ha considerado como inspirados y normativos para la fe
cristiana a los cuatro evangelios canónicos: el de san Mateo, el de san Marcos, el de san
Lucas y el de san Juan. Escritos por los apóstoles o sus inmediatos discípulos, la Iglesia vio
fielmente expresadas en ellos su fe y su doctrina de acuerdo con la tradición apostólica. Las
fórmulas "según" san Mateo, "según" san Marcos, etc., si bien no fueron puestas por los
evangelistas, se remontan a la segunda mitad del s, II y expresan el autor literario. Con tales
fórmulas la Iglesia primitiva manifiesta su fe en un solo y único evangelio, presentado bajo
una cuádruple forma: la unidad en la pluralidad y la pluralidad en la unidad. Los padres han
visto en los cuatro seres misteriosos de la visión de Ezequiel (c. I) los símbolos de los
cuatro evangelistas, que difunden la gloria del Verbo encarnado y su mensaje por todo el
mundo. Fijándose en el principio de cada evangelio atribuyen y simbolizan a Mateo con la
figura del "hombre" (Mateo comienza su obra con la genealogía de Cristo en cuanto
hombre), a Marcos con la figura del "león" (comienza con el Bautista en el desierto), a
Lucas con el "toro" (abre su obra con un sacrificio en el templo) y a Juan con el "águila" (se
remonta en su prólogo al Verbo en el seno del Padre).
3. El mensaje evangélico, antes de ser consignado por escrito, se transmitió oralmente. La
tradición oral, que fue adquiriendo una forma sistemática y estereotipada, dio lugar, unos
decenios después, a nuestros evangelios escritos. La Pontificia Comisión Bíblica, en la
instrucción Sancta Mater Ecclesia del 1964, sobre "La verdad histórica del evangelio",
afirma que "el intérprete, para dejar debidamente asentada la solidez de cuanto nos
transmiten los evangelios, debe diligentemente prestar atención a las tres etapas de la
tradición por las que la doctrina y la vida de Jesús han llegado hasta nosotros" (n. 2). La
primera etapa la constituyen la vida y predicación de Jesús, que está en el origen de la
tradición evangélica. La segunda, la predicación de los apóstoles, que la clarifica a la luz de
la Pascua y bajo la acción del Espíritu Santo que les prometió Cristo ([Jn14,26]; [Jn16,13]),
y la adapta a los diversos ambientes. La tercera, la redacción de los evangelios por parte de
los evangelistas con sus peculiares perspectivas en la presentación de la vida y doctrina de
Cristo.
A) Jesucristo se limitó a predicar la Buena Nueva al pueblo judío, sin escribir cosa alguna.
Escogió unos discípulos, a quienes instruyó de modo peculiar, encargándoles antes de subir
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Introducción a los Libros Bíblicos
a los cielos que predicasen el evangelio en el mundo entero. El tema de su predicación fue
fundamentalmente el reino de Dios: su presencia, que hace actual la salvación; su fuerza
expansiva, capaz de transformar al hombre y a la sociedad no obstante la humildad de sus
principios. Su primera y más radical exigencia es la conversión (metanoia), en orden a la
obediencia de la fe o entrega a la persona de Cristo, y el nuevo estilo de vida que suponen
las bienaventuranzas ([Lc6,20]b a [Lc6,21]). La vida del discípulo ha de caracterizarse por
la alegría del reino, la nueva justicia, superior a la del AT y de un orden diferente a la que
practicaban los escribas y fariseos, y el amor al prójimo como manifestación del amor a
Dios. En la consumación del reino cada uno recibirá conforme a la actitud con que haya
respondido durante su vida a la llamada de Cristo.
B) Los apóstoles, una vez que Cristo subió a los cielos, se dedicaron a la predicación oral
de la Buena Nueva, conforme al mandato de Jesús. Ellos y sus inmediatos discípulos
transmitieron con fidelidad los dichos y hechos de Jesús, como garantizan toda una serie de
textos en que se manifiesta la vigilancia y preocupación de los dirigentes de la Iglesia por la
fiel transmisión de los mismos ([Lc1,1] [Lc1,4]; [He1,1]; [He5,42]; [He8,14]; [He9,32];
[1Cor7,10] [1Cor7,12]; [1Cor11,23]; [1Cor15,3]; [2Cor4,5]; [2Cor11,4]; [Gál1,1] a
[Gál2,1]). Así lo revelan también, además de las técnicas de transmisión oral del ambiente
judío, que hacían muy difícil la deformación de la enseñanza, las categorías de transmisión
que la Iglesia primitiva aplica a los discípulos de Jesús que los transmitían: son apóstoles de
Cristo, enviados con autoridad a predicar su mensaje; ministros de la palabra, que es la
predicación y enseñanza de Cristo ([Lc5,1]; [Lc8,11] [Lc8,21]); testigos de la vida y
resurrección de Jesús, punto central de su testimonio. Al denominarlos de este modo, la
Iglesia primitiva los reconoce como fieles transmisores de lo que Cristo hizo y enseñó.
Pablo, particularmente, se presenta como fiel transmisor de lo que él ha recibido
[1Cor15,3], de una tradición que se remonta al Señor [1Cor11,23]; y, al final de su vida,
recomienda a sus discípulos esa misma fidelidad [1Tim6,20]; [2Tim1,14]. "La autenticidad
de la tradición queda asegurada por la cadena cualificada de los "transmisores", que va
desde Cristo a los apóstoles, desde los apóstoles a los discípulos y desde estos a los fieles"
(Latourelle).
Los apóstoles transmitieron los dichos y hechos de Jesús con aquella más plena inteligencia
que les dio la resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo. Fue a partir de entonces
cuando ellos comprendieron más plenamente la persona y la doctrina de Jesús, que tan
misteriosas les resultaban durante los años del ministerio público (cf [Jn14,26]; [Jn16,12]s).
Ello explica el que los evangelios, que habían de ser norma y canon de la Iglesia durante
todos los siglos de su existencia, no pudieran ser escritos hasta unos decenios después de la
muerte de Cristo, cuando el Espíritu Santo, prometido por Jesús, había llevado a cabo la
clarificación adecuada del mensaje predicado por Jesús.
Y lo transmitieron habida cuenta de las circunstancias y necesidades de los oyentes. En la
elaboración y formulación del material evangélico durante los años que siguieron a la
predicación de Cristo y que precedieron a la composición escrita de los evangelios tuvieron
gran influencia, entre otros, el medio litúrgico, para el que lógicamente se elaboraron
perícopas evangélicas; la expansión misionera, que exigía formulaciones distintas en la
predicación a los judíos y en la proclamación a los gentiles; la catequesis, que exigía
adaptación y derivaciones a las diversas circunstancias de los oyentes. Influyó también
mucho, sobre todo en la predicación a los judíos, el Antiguo Testamento; en él estaban
consignados los anuncios de las realidades mesiánicas que se habían cumplido en Jesús de
Nazaret; en él estaba anunciado incluso que el Mesías llevaría a cabo la redención de la
humanidad por el camino de la humillación y el sacrificio ([Is50,4]ss; [Is52,13]ss; [Sal22,1]
[Sal22,69]), textos que se utilizarán en los relatos de la pasión para responder al escándalo
de la cruz: era designio de Dios consignado en el Antiguo Testamento.
C) Conforme iba pasando el tiempo, varios autores, por motivos diversos, decidieron poner
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por escrito el mensaje evangélico que se transmitía en las diversas Iglesias. Ateniéndonos a
los datos que poseemos, hoy se admite comúnmente que el primero de nuestros evangelios
en ser redactado fue el de Marcos, por los años 65-70, siendo su contenido en su mayoría
narrativo. Le siguió muy probablemente el de Mateo, que utilizó el evangelio de Marcos
para la parte narrativa y una colección de sentencias o discursos del Señor para la parte
discursiva, y cuya fecha de composición muchos retrasan a los años 80; una tercera parte
del contenido es peculiar de Mateo, sin que podamos detectar su fuente. Vino luego el
evangelio de Lucas, que, como Mateo, sigue a Marcos en la parte narrativa y utiliza la
mencionada colección de sentencias para la parte discursiva; pero la mitad de su contenido
tiene origen distinto; no sabemos [Si utiliza fuentes escritas o redacta personalmente
tradiciones orales. En total, el contenido de estos evangelios se puede distribuir así: Marcos
contiene 667 versículos: unos 68 propios, unos 340 comunes con Mateo y Lucas, unos 175
comunes con Lucas. Finalmente, Lucas contiene 1.158 versículos: 541 propios, unos 335
comunes con Mateo y unos 50 con Marcos.
4. A estos tres evangelios se los denomina sinópticos (del término griego syn-orao: ver
conjuntamente), porque disponiendo los tres relatos en columnas paralelas se puede seguir
simultáneamente la triple narración. Entre estos evangelios existen concordancias y
discordancias. Tenemos semejanzas en la materia, en el orden (que llama más la atención
en contraste con Juan) y las formas de expresión, que abogarían por dependencia de una
fuente común o dependencia mutua. Pero presentan también material propio tan importante
que esperaríamos encontrarlo en los otros; se apartan en el orden donde menos se espera, y
tienen discrepancias en la forma de expresión donde pensamos que debería haber la más
perfecta unanimidad (el padrenuestro, las palabras de la consagración, el título de la cruz).
Esto ha planteado la llamada "Cuestión sinóptica", que trata de explicar esa "concordia
discorde". Los numerosos intentos de solución desembocaron en la llamada teoría de las
Dos Fuentes (Marcos y Q: colección de sentencias). Soluciones más complicadas han sido
propuestas ulteriormente, y más satisfactorias, como la de P. Benoit-M. E. Boismard-J. L.
Malillos: Sinopsis de los cuatro evangelios.
5. Los exégetas ponen hoy peculiar interés en observar cómo cada evangelista, utilizando
un material común que corría por las comunidades primitivas, ha realizado una redacción
personal (Historia de la redacción) -tanto literaria como doctrinalmente-, que los constituye
en verdaderos autores literarios de sus obras, como pondrá de relieve la introducción a cada
uno de los evangelios. Una constatación importante: en la redacción de sus obras los
evangelistas no se han propuesto como finalidad (al menos principal) escribir una historia
propiamente dicha, completa y cronológicamente ordenada, sino que han perseguido una
finalidad religiosa: provocar y fundamentar la fe, poner de manifiesto la solidez de la
doctrina predicada [Lc1,6]. Ello quiere decir que lo que nosotros tenemos que buscar en los
evangelios, más que datos históricos (que ciertamente los hay), es el mensaje religioso:
profundizar en la conversión y la fe, escuchar la palabra de Dios que interpela, establecer
un diálogo personal con Dios y darle una respuesta afirmativa. Y cuando en un relato nos
encontramos con datos que parecen contrarios, no intentemos armonizarlos, como se hacía
en tiempos pasados; dejémoslos como están y tratemos de descubrir qué es lo que el
escritor sagrado nos ha querido decir al presentar las cosas de esa manera, seguros de que
algún mensaje se encierra en ello. En la introducción peculiar a cada evangelio y en las
notas marginales se discutirán los detalles.
6. Con el evangelio de san Juan desembarcamos en un mundo nuevo. Esta es la impresión
que recibimos al pasar de los evangelios sinópticos al de Juan. Es como si, al desembarcar,
nos encontrásemos con una montaña altísima, serena y majestuosa, cuya cumbre no
alcanzamos a ver. De pronto, alguien baja de aquella altitud inaccesible, se coloca en medio
de nosotros y comienza a describirnos sus bellezas. Surge la pregunta inevitable, al par que
temerosa, sobre los posibles caminos de acceso a la montaña. Entonces, el escalador
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descendido, sentado en medio de nosotros, comienza a contarnos cosas asombrosas. No
podéis alcanzar a ver toda la montaña: A Dios nadie lo ha visto jamás [Jn1,18]. Quiso, sin
embargo, que los hombres supiesen de él, y para ello envió a su Hijo: Tanto amó Dios al
mundo que dio a su hijo único [Jn3,16].
El evangelio de Juan presenta una unidad y cohesión internas mucho más fuertes que los
sinópticos. Este hecho, sin embargo, no quiere decir que la otra haya salido de una única
mano ni de una única vez. Es preciso contar con ediciones sucesivas del mismo evangelio;
con un redactor final que le dio su forma actual; con unas fuentes escritas, sobre todo para
los "signos", y muy especialmente con un crecimiento progresivo de la obra, que corre
paralela al crecimiento de la fe de la comunidad que refleja su fe en él.
Este crecimiento nos obliga a pensar en tres momentos:
A) El primer encuentro con Jesús. Un grupo de judíos, pertenecientes no al judaísmo
oficial, sino al heterodoxo, creyeron que Jesús era el mesías; pero no el mesías davídico,
sino simplemente el profeta anunciado por Moisés [Dt18,15]ss; no de origen divino, sino
sencillamente un hombre enviado por Dios, el hijo de José de Nazaret [Jn1,45]s; [Jn6,42].
B) Crecimiento en la fe. Esta fe en Jesús en cuanto mesías-profeta... era insuficiente. Debía
ser completada con la confesión de Jesús como Hijo de Dios. Y este nuevo planteamiento
originó serios problemas a dos niveles: dentro de la comunidad, muchos de sus miembros
se negaron a dar el paso requerido, produciéndose el primer desgarrón dentro de ella.
Muchos abandonaron aquella fe incipiente e insuficiente (este es el punto de referencia
esencial para comprender textos como [Jn8,31]ss). El problema se agudizó fuera de la
comunidad, en la inevitable relación con el judaísmo oficial, que consideró aquella
propuesta como inaceptable e incompatible con el dogma fundamental judío del
monoteísmo. Se adoptan entonces medidas de persecución contra los cristianos, a los que se
excomulga de la sinagoga ([Jn9,22] [Jn9,34]; [Jn12,42]; [Jn16,2]). Esto produjo nuevos
desgarramientos dentro de aquella comunidad cristiana.
C) Precisiones sobre la pureza de la fe. Decir que Jesús era Hijo de Dios tenía entonces
-bajo la influencia de la gnosis- el peligro de colocarlo tan alto en el mundo de Dios, que
resultase imposible el contacto real con nuestro mundo. Era entonces muy fácil deducir que
su encarnación, su muerte y la eucaristía hubieran sido sencillamente "aparentes". Fue la
primera herejía cristológica, reflejada ya en nuestro evangelio. De ahí la insistencia en estos
tres puntos por parte de Juan, reflejados en [Jn1,14], el texto de todo el NT que describe
con mayor claridad y crudeza la encarnación; en [Jn6,51] a [Jn6,58], afirmación tajante de
la eucaristía, y en [Jn19,17]ss, donde se describe la realidad de la muerte de Jesús con
argumentos más palpables. El cuarto evangelio nació y sirve para acompañar estos tres
momentos esenciales en el proceso de la fe.
SALMOS
Lo más propio que se puede decir de los Salmos es que son una antología de poemas
religiosos, una especie de devocionario manual para nutrir la piedad popular judía. Los
Salmos abarcan una serie de oraciones y meditaciones que el alma judía, nacional e
individual, fue forjando al hilo de los acontecimientos, especialmente desde el destierro
hasta los tiempos macabaicos, en que los "hasidim" (los piadosos celantes de la ley) se
vieron confrontados con un grave problema de conciencia cuando la persecución de
Antíoco Epífanes (167-164 a.C.).
Es notable cómo el ansia de "justicia" mispat wesedaqah) (sin restringir el contenido de este
término a la justicia aristotélica, sino tomado en una acepción más amplia) invade todo el
Salterio, y la Biblia en general, que en forma tan destacada es el libro del Dios que interpela
a la "justicia interhumana" e invita a la confraternización de todos los hombres como hijos
de Dios que son. Los salmos no son sino un condensado de la revelación bíblica.
Todos los salmistas de aquellos siglos lejanos sentían un ansia infinita de "justicia y
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fraternización" perfecta, de la verdadera justicia de Dios para todos los hombres. Aquellos
"piadosos" (hasidim) ansiaban realizar en ellos el plan de justicia de Dios manifestado en la
revelación, y deseaban que los "agentes de injusticia", obstáculo al plan de Dios en el
mundo, fueran eliminados de la faz de la tierra: "Los malvados serán por siempre
exterminados; la estirpe de los "agentes de injusticia", cercenada; los "justos" poseerán la
tierra y habitarán en ella para siempre" [Sal37,28] a [Sal37,29].
En los Salmos se refleja el alma judía (colectiva e individual), que ha pasado por tantos
avatares históricos (colectivos e individuales), cuyo impacto se ha transformado en oración
ante Dios. No es muchas veces la oración perfecta que había de enseñar y practicar Jesús de
Nazaret en un período más avanzado de la revelación; pero sí es la oración, infantil si se
quiere, de un pueblo primitivo sometido a un lento proceso y que va siendo enseñado por
los acontecimientos (dolorosos casi siempre) que vienen de Dios.
{K}El título general del libro. En hebreo es "tehillim". Los masoretas emplean la forma
plural, "tehillot", que significa alabanzas (cf [Sal78,4] etc.).
Muchas versiones traducen "tehillim" por "glorias". (Son las hazañas de Dios a favor de la
justicia o la liberación en la historia colectiva o individual de Israel).
Así el título se refiere al contenido principal de los salmos (que es el de la Biblia), como
son las alabanzas (o "hechos salvíficos") de Yavé (cf [Sal106,48], etcétera).
El griego (Psalmoi) define la forma del libro como himnos cantados con acompañamiento
de instrumentos de cuerda.
En realidad, el actual libro de los Salmos no es precisamente una colección de doxologías.
Contiene una variedad de géneros literarios, muchas veces de tipo sapiencial y didáctico,
que encomian la excelencia de la ley de Moisés [Sal19,7]; [Sal119,1]; [Sal1,1], imitado en
el [Sal112,1]).
{K}El título particular de muchos salmos. En la Biblia hebrea, todos los salmos, a
excepción de los 34 llamados "huérfanos" en los escritos judíos, tienen una especie de
título. Estos epígrafes Dan el nombre del autor tradicional, la ocasión en que David
compuso el salmo, el tipo literario, la melodía y otras instrucciones musicales, así como el
uso litúrgico en el servicio del templo.
Los autores mencionados en estos títulos son Moisés, David, Salomón, los hijos de Coré,
Asaf, Hemán, Etán.
Estos epígrafes se consideran añadidos muy posteriormente a la composición de los
Salmos.
{K}Formación y forma externa. El Salterio está dividido en cinco libros, cada uno de los
cuales termina con una doxología, excepto el último, donde el 150 sirve de doxología final.
Tal vez se trata de una imitación de la división del Pentateuco.
El trasfondo histórico de los Salmos es el mismo que el de la Biblia. Es la historia de Israel,
en la que se reveló Yavé en acontecimientos de todo signo. La Biblia en general y los
Salmos en particular son producto de la historia.
A un pueblo que gime bajo la opresión en Egipto y está a punto de extinguirse, una deidad
nueva (o desconocida), con el nombre de Yavé, le sale al encuentro por medio de Moisés y
lo libera. Israel nace a la historia en una experiencia dramática de liberación, y experimenta
a la deidad nueva con la que se vincula para toda su historia como una deidad que no quiere
que en el mundo de los hombres haya opresores y oprimidos, sino hermanos de una misma
familia.
La historia de Israel es una historia de acontecimientos en extremo desconcertantes.
Después de su salida de Egipto, el paso por el áspero desierto, la laboriosa conquista de
Canaán, el establecimiento de la monarquía con el gran rey David, la construcción por
Salomón del magnífico templo, el cisma de las diez tribus, la desaparición del reino del
norte barrido por los asirios, el reino del sur tributario de los asirios, la destrucción del reino
y del templo por Nabucodonosor, la desaparición sin esperanza de vuelta de la dinastía
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davídica, prometida como eterna; el cautiverio babilónico... Una serie de acontecimientos
luctuosos ante la aparente pasividad del Dios que los había elegido.
Tiene lugar la vuelta del destierro babilónico; pero el pueblo judío no será un país
independiente, sino una simple colonia, primero persa, después griega. Poco después de la
vuelta, los años que van del 400 al 200 son el período más importante en la formación del
Salterio. Pero durante esos dos siglos la "historia" de los judíos es prácticamente un vacío
total.
Viene después la persecución de Antíoco Epífanes (168) y la insurrección macabea. El
breve paréntesis de independencia asmonea daría paso al dominio romano, cuando el año
64 antes de Cristo entró Pompeyo en Jerusalén, a quien se refieren los "Salmos de
Salomón" [Sal7,9], muy parecidos a los llamados "Salmos de David".
Configurada por esa historia, el alma judía (que se expresa en los Salmos) es un alma
esencialmente atormentada. Hecha de fe y de desesperanza. La fe de la elección parece
desmentida a cada paso por los acontecimientos; pero esa fe sigue sin quebrarse ante los
vendavales que la sacuden.
La atribución a David de gran número de salmos carece de fundamento histórico; es una
intención del Cronista, que atribuyó a David toda la organización del culto del templo con
los gremios de cantores. El Pentateuco, canonizado hacia el año 400, nada sabe de esa
organización. La introducción del "canto" en el templo debió de efectuarse entre el 400 (en
que es ignorado) y el 250 (fecha aproximada de composición del libro de las Crónicas), en
que se menciona. Por aquellas fechas los levitas cantores, cuya mención primera está en el
libro de las Crónicas, debieron de tener a su disposición himnarios. Probablemente por
entonces tuvo su origen el bloque de nuestro Salterio. Ninguno de los salmos debió de ser
escrito por David.
Aun prescindiendo de los anacronismos -tales como las numerosas alusiones al templo en
Sión (no existente en tiempo de David) o incluso al destierro [Sal69,35] -, el lenguaje, el
estilo y las composiciones religiosas son radicalmente diferentes de las de su tiempo.
Por tanto, la atribución a David del canto del templo y de muchos salmos obedece al deseo
de prestigiar la institución dándole un venerado autor del pasado, del mismo modo que todo
el sistema legal fue atribuido a Moisés.
Las colecciones de Asaf y de Coré [Sal42,1] a [Sal49,1]; [Sal50,1]; [Sal73,1] a [Sal83,1]
contienen salmos reconocidos generalmente como de fecha macabaica [Sal44,1]; [Sal74,1];
[Sal79,1]; [Sal83,1]; pero, en forma más breve, se remontan probablemente a la mitad del s.
III. Habrían sido adaptados más tarde a las circunstancias de la persecución de Antíoco
Epífanes.
La cuestión real que respecta a la datación del Salterio no es si contiene salmos macabaicos
del s. II, sino más bien si hay salmos preexílicos, una vez que el Salterio en conjunto
representa el pensamiento, fe y culto del judaísmo posexílico.
Gunkel propugna una fecha preexílica para gran parte de los salmos, y uno de sus
argumentos para la fecha temprana de un salmo es la mención de un rey. Pero aparte del 45,
epitalamio compuesto cuando un rey de Israel o de Judá desposó a una princesa extranjera
(manifiestamente una tiriana), ninguno de los salmos reales [Sal2,1]; [Sal18,1]; [Sal20,1];
[Sal21,1]; [Sal45,1]; [Sal72,1]; [Sal101,1]; [Sal110,1]; [Sal132,1]; [Sal144,1] a [Sal144,11]
ofrecen indicios de composición preexílica.
Duhm los data en el período de los reyes asmoneos. De hecho, el salmo 2 lleva el acróstico
de Alejandro Janneo, y el [Sal110,1], el de Simón.
Los salmos [Sal20,1] [Sal21,1] y [Sal72] parecen referirse a un monarca contemporáneo.
Pero no se excluye que el rey en cuestión sea un rey persa o incluso Alejandro Magno. El
Segundo Isaías y el Cronista reconocieron a Ciro como adorador de Yavé, e incluso como a
su "siervo", y es bien sabido que los reyes persas favorecieron a los judíos.
Así pues, si la referencia a un rey no es criterio absoluto para asignar un salmo al período
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Introducción a los Libros Bíblicos
de la monarquía de Judea, carecemos enteramente de toda clase de prueba objetiva para
datar un salmo antes del 586.
Sólo aquellos salmos enteramente carentes de las peculiaridades de pensamiento y de
expresión del judaísmo posexílico es probable que puedan fecharse en época anterior (v.g.,
[Sal24,1]).
Respecto a los "Salmos de devoción", por lo que sabemos, ninguno de ellos debió de ser
escrito antes de las "Confesiones de Jeremías", que es considerado como el "padre de la
sálmica" por haber iniciado el género literario de comunicación de sentimientos íntimos
personales.
Gunkel estableció una clasificación bastante detallada. Haremos algunas indicaciones
generales sobre el tema y sobre los criterios de clasificación.
En cuanto a los salmos litúrgicos, el uso litúrgico de los Salmos, Si se exceptúa [Sal24,7] a
[Sal24,10], cantado en el traslado del arca del santuario de Silo al recién construido templo
de Jerusalén, sólo puede ser planteado en relación con el segundo templo, después del 400,
ya que el Pentateuco, "canonizado" por esa fecha, no sabe nada de la salmodia en el
santuario. En tiempos del Cronista sabemos que se cantaban algunos salmos durante el
servicio sagrado en el templo. No tenemos otra información válida.
En cuanto a los salmos nacionales o individuales, que expresan las emociones religiosas de
la nación, o los que son propia y primariamente expresiones de la religión personal del
autor, hay que dilucidar en muchos casos si el pronombre personal de primera persona
singular a que se refieren varios salmos designa a un individuo o designa a la comunidad.
Hay opiniones. En general, hay que decir que desde el tiempo de Jeremías y de Ezequiel, y
particularmente en el período en que los salmos fueron escritos, el judaísmo se estaba
convirtiendo cada vez más en un camino o modo de salvación para el individuo. A pesar de
los salmos que tratan de la religión en sus aspectos nacionales, el Salterio es en su conjunto
el Manual hebreo de la religión personal.
A veces, la cuestión no está clara. Así, por ejemplo, las numerosas denuncias de
"enemigos" pueden ser entendidas como ataques contra las naciones enemigas extranjeras o
contra judíos malvados; pero también contra enemigos privados que, como en el caso de
Job, acusaban a una infortunada víctima de secreta maldad.
Se ha tratado de clasificar los salmos, por su forma o contenido, en himnos, lamentaciones
de la nación, salmos reales, lamentaciones y acción de gracias del individuo. Pero también
es acertado dividir los salmos en dos grandes grupos: a) los que describen primariamente el
carácter y actividad de la deidad (en su manifestación), y b) los que presentan las
emociones religiosas de la congregación o del creyente, aunque no exista de ordinario línea
de demarcación entre los dos grupos. Los Salmos, en cuanto expresión de la religión
personal, merecen ser resaltados aparte.
Pueden formar el grupo de los salmos históricos aquellos que resumen el curso de la
historia nacional desde el éxodo a la construcción del templo, en los que se resaltan los
hechos gloriosos realizados por Yavé en favor de Israel [Sal78,1]; [Sal105,1]. Los salmos
regios han sido interpretados a veces mesiánicamente, aunque tal interpretación, en sentido
literal, no se requiere para ninguno de ellos.
Entre los salmos históricos hay que resaltar los salmos macabeos de lamentación. Parece
claro que un buen número de lamentaciones públicas fueron compuestas (o adaptadas)
durante la persecución de la religión judía por Antíoco Epífanes en 168-165, poco antes de
la rebelión macabea [Sal44,1]; [Sal74,1]; [Sal79,1]; [Sal84,1]; tal vez también [Sal12,1];
[Sal28,1]; [Sal36,1]; [Sal60,1]=[Sal108,1]; [Sal80,1]; [Sal85,1]; [Sal108,1]; [Sal123,1].
Es algo típico de los salmos en su conjunto, o de un buen número de ellos, ser la expresión
de la religión personal judía.
Después de la ruina del Estado en 586, siguiendo en una línea que había comenzado
Jeremías, la religión dejó de ser para los judíos un natural concomitante de su nacionalidad,
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Introducción a los Libros Bíblicos
y gradualmente se convirtió en un ideal de justicia que había de ser alcanzado mediante un
incesante esfuerzo y la ayuda del bondadoso Dios que ha dado a conocer su voluntad en la
ley y escucha las oraciones de su creyente.
Esta nueva concepción de la religión como una vida personal impregnada de la idea de
Dios y sus exigencias dividía a los judíos en dos campos mutuamente hostiles: los
"piadosos", o pobres, observantes sinceros de la ley y frecuentemente pobres en bienes
mundanos, y los "impíos" o malvados, más interesados en el éxito de los negocios de este
mundo que en la obtención de la justicia y aprobación divina, que para ellos no
comportaban relación con la prosperidad terrena.
Los "piadosos" y los "malvados" estaban netamente divididos en la cuestión de la
retribución divina de los hechos humanos; y los malvados abiertamente negaban que la
"piedad" (justicia) trajese inevitablemente recompensas tangibles.
El Salterio es el libro de los "piadosos" (justos); los malvados, cuya voz se escucha en
partes de Job, Proverbios y Qohélet, son denunciados y maldecidos en los Salmos con
apasionado celo.
La interioridad de la piedad judía alcanza su más noble expresión en las palabras: "Mi
cuerpo y mi corazón languidecen; el sostén de mi corazón, mi patrimonio, es Dios por
siempre" [Sal73,26].
Para hombres de tal fe infantil era muy chocante experimentar tribulaciones serias, una
grave enfermedad, por ejemplo, particularmente porque sus "enemigos" (los malvados)
veían en su infortunio la prueba de la futilidad de su fe y se burlaban de ellos diciendo:
"¿Dónde está tu Dios?" [Sal42,11].
La mayor parte de las lamentaciones contienen oraciones de petición. Muchas de estas
peticiones son el castigo de los malvados. Esta obsesión de los malvados enemigos, que
está incluso en el salmo del buen pastor , [Sal23,5] y en el magnífico salmo de la creación
[Sal104,35], es la nota más discordante en la religión de los Salmos.
Pero hay que tener en cuenta que los salmistas son los profetas de la denuncia cuando los
profetas habían desaparecido. Estaba en juego el honor de la justicia de Dios y el principio
de la retribución.
Las "imprecaciones" en toda su virulencia eran la expresión de la fe en la justicia de Dios
puesta en cuestión; de fallar esa justicia (el castigo de los malvados), la santidad y aun la
veracidad divina experimentarían un fracaso irreparable. Se jugaba nada menos que la fe
(tal como ellos la entendían); por eso reaccionaban sin contemplaciones contra los que la
ponían en tela de juicio.
SIRÁCIDA
{K}1.Título y origen. El título del libro en los manuscritos griegos es Sabiduría de Jesús,
hijo de Sirá. Es el único libro del Antiguo Testamento firmado por su autor (cf [Si50,27].
Sin embargo, en la tradición latina se le conoce con el nombre de Eclesiástico (desde san
Cipriano, +258), sin que sepamos muy bien por qué: quizá por una cierta analogía con el
Eclesiastés, o bien por ser un libro utilizado en la Iglesia, y no por el judaísmo.
Aunque el libro se compuso originalmente en lengua hebrea, el texto canónico para la
Iglesia es la traducción griega. Ello se debe a que no fue un libro del agrado de los fariseos
y quedó fuera del canon hebreo del AT, cuya configuración se debió a ellos en gran
medida. Hoy, sin embargo, poseemos las dos terceras partes del texto hebreo del libro
gracias a fragmentos de manuscritos encontrados en la Genizá de El Cairo -identificados
por S. Schechter en 1896, J. Marcus en 1931 y J. Schirmann en 1958 y 1960-, a otros
fragmentos aparecidos en las cuevas 2 y 11 de Qumrán y a un rollo también fragmentario
descubierto en Masada por Y. Yadin en 1964.
El traductor del libro al griego, nieto del autor, antepuso al libro un prólogo gracias al cual
estamos informados de que la traducción se realizó en Egipto en el año 38 del rey (Tolomeo
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Introducción a los Libros Bíblicos
VII) Evergetes, es decir, el año 132 a.C. Podemos, pues, colocar la composición del libro
dos generaciones antes, esto es, sobre los años 180-190 a.C. Esta fecha concuerda
perfectamente con el último gran hombre del pasado israelita que el libro elogia: Simón (cf
[Si50,1]ss) que fue sumo sacerdote entre los años ca. 220-195 a.C.
{K}2. Contenido y géneros literarios. El libro es la colección de las enseñanzas impartidas
por Jesús ben Sirá a sus discípulos. Presenta las formas literarias propias de la literatura
sapiencial: el masal, la instrucción y el poema sapiencial. Sirácida ofrece también algunos
himnos y oraciones. Su contenido puede dividirse de la siguiente manera:
Prólogo del traductor (que no es canónico).
Las enseñanzas impartidas por Jesús ben Sirá [Si1,1] a [Si42,14]:
A) Primera parte cc. [Si1,1] a [Si23,1], iniciada por el poema sapiencial del c. [Si1,1], que
canta la sabiduría como temor de Dios.
B) Segunda parte (cc. [Si24,1] a [Si42,14]), iniciada por el poema sapiencial del c. [Si24,1],
que canta a la sabiduría encarnada en la Ley y entregada a Israel.
La gloria de Dios [Si42,15] a [Si50,24]:
A) Presente en la creación [Si42,15] a [Si43,33].
B) Presente en la historia o elogio de los antepasados [Si44,1] a [Si50,24].
Apéndices [Si50,25] a [Si51,30].
{K}3. Mensaje. La sabiduría del Sirácida pertenece a la última etapa del judaísmo
veterotestamentario. Es una sabiduría de corte religioso, heredera del punto al que había
llegado la sabiduría anterior, representada por los libros de Job y Qohélet, al afirmar que
Dios es el único sabio, o sea, el único que de verdad conoce el misterio de la creación y de
la existencia. Por otro lado, en este momento histórico (s. II a.C.) la sabiduría tradicional de
Israel se ve confrontada con la pujante cultura helenística. Esta confrontación se va a ir
endureciendo en los años posteriores al libro, hasta el punto de que algunos judíos irán a la
muerte por conservar su tradición y su fe. Pues bien, estas dos perspectivas configuran la
sabiduría de Sirácida. El libro intentará mantener el valor de las tradiciones de Israel
salvaguardando así su identidad como pueblo, entendiendo que en esas tradiciones está la
verdadera sabiduría, revelada a su pueblo por Dios, el único que la conoce. Por eso Sirácida
identifica la sabiduría con la ley en el precioso poema del c. [Si24,1] -inspirado en el c.
[Si8,1] de Proverbios-, porque la ley ha sido entregada por Dios a Israel y en ella se
contiene toda la sabiduría que el hombre necesita. En la medida que el hombre cumple la
ley se hace sabio. Por eso Sirácida entiende la sabiduría como temor de Dios (cf c. [Si1,1]).
El conjunto de las enseñanzas que Ben Sirá imparte a sus discípulos y que en el libro han
sido coleccionadas deben entenderse, pues, como instrucciones para llegar a ser temerosos
de Dios, o, lo que es lo mismo, para convertirse en sabios.
El libro aún presenta otra peculiaridad frente a la sabiduría anterior. En esta época, en Israel
la sabiduría ha entrado en contacto con las tradiciones teológicas y proféticas. La sabiduría
es ahora profecía (cf [Si24,33]). Por eso se va a entender la historia de Israel y de sus
grandes hombres como la historia de la sabiduría. La sabiduría de Dios se manifiesta, como
tradicionalmente se aceptaba, en la creación (cf [Si42,15] [Si43,33]); pero se manifiesta
sobre todo, y esto es nuevo, en la historia, en los grandes hombres que han existido en
Israel. Por eso los últimos capítulos del libro [Si44,1] a [Si50,24] van a contener el Elogio
de los antepasados. Se recuerda la historia de Israel como historia de la sabiduría presente
en la tierra, y se utiliza esa historia como ejemplo para las nuevas generaciones de judíos, a
las que se exhorta así a mantenerse fieles a las tradiciones de los antepasados.
EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
El evangelio de Juan constituye un mundo aparte. Sus profundas diferencias en
comparación con los sinópticos en cuanto a la materia narrada, en cuanto a la estructuración
tan distinta en que encaja la vida y enseñanzas de Jesús, en la naturaleza y contenido de sus
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Introducción a los Libros Bíblicos
discursos, en el lenguaje, le hacen independiente y autónomo. Juan no depende de ellos.
Constituye una fuente o tradición distinta dentro del cristianismo primitivo. Las semejanzas
e incluso coincidencias con ellos no deben explicarse desde un mutuo conocimiento
literario, sino desde la tradición común de la Iglesia. Ha sido llamado evangelio
"espiritual". Y así es. Pero nótese bien que este adjetivo es válido únicamente en la medida
en que dice que, en este evangelio, el soplo del Espíritu ha sido y sigue siendo más fuerte y
más claramente perceptible.
El evangelio de Juan es un escrito doctrinal en forma de evangelio. Su intención primera es
la enseñanza, no la narración. Este se halla en función de aquella; es su vehículo, el vestido
del cuerpo doctrinal. Y es preciso recordar que más importante que el vestido es la persona
que lo lleva. Estamos diciendo que el interés principal de la obra es el teológico, no el
histórico. Una confirmación de ello, hecha a vuela pluma, nos lleva a descubrir que en el
evangelio de Juan los milagros son "signos", flechas indicadoras que, más allá del hecho,
nos obligan a preguntar por su sentido y alcance para todos los tiempos; los "discursos",
más que discursos de Jesús, son discursos sobre Jesús: al leerlos tenemos la impresión de
encontrarnos ante composiciones literarias, desarrollos dogmáticos polarizados siempre en
torno a la persona de Jesús. Su interés es siempre cristológico; las "discusiones" no están
tomadas ni interesadas en los problemas del tiempo de Jesús: ley, sábado, ayuno, limosna,
oración, alimentos puros e impuros (sobre estos temas discute Jesús con sus enemigos en
los evangelios sinópticos), sino en lo que es Jesús, su origen, sus pretensiones de ser el Hijo
de Dios, el enviado; la "doctrina" tampoco encaja en el horizonte israelita: la categoría
"reino, reino de Dios o reino de los cielos" ha desaparecido en cuanto tal (el único vestigio
lo tenemos en [Jn3,3] [Jn3,5]). En su lugar han entrado otras nuevas, como la "verdad", la
"vida"..., cuya característica más acusada es su presencia, sin necesidad de esperar al fin del
mundo.
También los "recursos literarios" tienen sus propios caminos: el evangelista recurre a la
incomprensión, como recurso para provocar ulteriores explicaciones; deja imprecisas las
escenas: ¿qué fue de Nicodemo o de la samaritana? Con ello pretende sacarlas del terreno
de lo anecdótico y trasladarlas al terreno de lo teológico y representativo. A veces las
palabras o frases tienen doble o múltiple sentido, intentado así por el evangelista, porque
uno aclara y completa al otro; en la mención y descripción de las personas, muy
frecuentemente, lo que se busca es su representatividad o funcionalidad...
Nuestro evangelio presenta una unidad y cohesión interna mucho más fuerte que los
sinópticos. Este hecho, sin embargo, no quiere decir que la obra haya sido compuesta de
una única vez y por un único autor. Tenemos claros signos de "composición". Por destacar
lo más sobresaliente: [Jn14,31] tiene su continuación lógica en [Jn18,1]. Esto quiere decir
que entre ambos textos se ha abierto un espacio para colocar los cc. [Jn15,1] [Jn17,1]. El
orden natural de los cc. [Jn4,1] [Jn7,1] sería el siguiente 4.6.5.7, cosa que se vio desde
antiguo. El c. [Jn21,1] es claramente una adición al evangelio ya terminado, como nos
consta, entre otras razones, por el final original que tenemos en [Jn20,30]s. Esto quiere
decir que ha habido varias manos en la obra: un evangelio original (bastante parecido a los
sinópticos); una elaboración del evangelista, que nos aporta lo específico del evangelio, y
un redactor final, que ha completado la obra.
Estos datos, y sobre todo el análisis interno del evangelio, nos dicen que su autor no ha
podido ser Juan el Zebedeo, como ha afirmado la tradición desde Ireneo, no antes. Más aún,
creemos que su autor no pertenece al círculo de los doce. Debemos tener en cuenta lo
siguiente: los rasgos de "composición", las distintas manos, elaboraciones, ediciones... son
innegables desde un estudio serio del texto; el mundo "nuevo" en el que nos introduce este
evangelio: ideología, cristología, lenguaje..., no es el de un pescador de Galilea; la forma de
hablar de Jesús y su enfoque de los problemas no deben explicarse porque Jesús, en este
evangelio, habla para personas doctas, y en los sinópticos para la gente sencilla. La
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Introducción a los Libros Bíblicos
hipótesis no es seria. Jesús hablaba siempre igual. El que habla de forma distinta es nuestro
evangelista; el autor no refleja únicamente experiencias personales; ha utilizado fuentes -la
de los "signos" es admitida casi unánimemente por los estudiosos del evangelio-, lo cual no
es compatible con un testigo ocular; los doce tienen escasísima importancia en este
evangelio, y cuando aparecen nos encontramos como ante aerolitos procedentes del mundo
sinóptico. En cuanto a la identificación del discípulo amado, que no es Juan el Zebedeo ni
ninguno de los doce, como ya hemos dicho, existen varias y serias hipótesis. Ante la falta
de argumentos definitivos en este terreno, nosotros preferimos el anonimato. Como es
sabido, Jesús tenía otros amigos fuera del círculo de los doce. Entre ellos habría que buscar
a esta personalidad extraordinaria que intimó con Jesús más que ningún otro y captó toda la
dimensión y significado de su persona de forma tan singular.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Nuestro libro debe ser encuadrado dentro del género literario llamado en griego práxeis o
hechos: especie de monografía histórica, que recogía, de forma un tanto incoherente, los
hechos de hombres célebres. Esto no obstante, las diferencias de nuestro libro con dicha
clase de literatura son profundas; en el fondo de los hechos, discursos, episodios y personas
tenemos no una intención histórico-biográfica, sino la teología y mentalidad del propio
autor.
La primera sorpresa al leer esta obra la encontramos al descubrir la falacia de su título, que
nos hace pensar que vamos a encontrar en él la historia o, al menos, los hechos más
importantes de los apóstoles. Resulta que, entre ellos, destaca únicamente la actividad de
Pedro en la primera parte. La segunda pone de relieve la figura de Pablo; pero este ni
siquiera es apóstol, según la mentalidad de Lucas, que reserva el título únicamente a los
doce. Los demás apenas son mencionados. Hay más; en el libro de los Hechos, el valor
biográfico es mínimo. Probablemente el título obedece al interés de la Iglesia primitiva por
Pedro y Pablo, en cuanto apóstoles principales.
Nuestro libro no tiene consistencia por sí mismo. Desde siempre ha sido considerado en
relación con el tercer evangelio. Sería algo así como su continuación. Así lo demuestran las
consideraciones siguientes: 1\u00aa, la dedicatoria que hace el autor de ambas obras,
evangelio y Hechos, al mismo personaje desconocido, Teófilo; 2\u00aa, la presentación de
los acontecimientos al comienzo del libro [He1,1] a [He1,11] hace referencia y empalma
directamente con el final del evangelio de Lucas [Lc24,1]; 3\u00aa, en ambos libros
tenemos el mismo estilo y los mismos pensamientos teológicos fundamentales. Las
diferencias que pueden apuntarse obedecen a la naturaleza diversa de ambas obras.
La división o estructura del libro es discutida. Existen dos posibilidades fundamentales: una
primera parte, que giraría en torno a Pedro [He1,1] a [He12,1] o al anuncio del evangelio
hasta que está asegurada la misión a los gentiles [He1,15]; y la segunda, cuyo protagonista
sería Pablo [He13,1] a [He28,1] o la apertura del evangelio hasta llevarlo a Roma en la
persona de Pablo [He16,1] a [He28,1]. Esta división tiene en contra suya la consideración
ya mencionada sobre el escaso interés biográfico que se constata en el libro. Optamos,
como más probable, por la división siguiente: 1\u00ba, predicación y expansión del
evangelio en Jerusalén, con los éxitos, dificultades y problemas consiguientes [He1,15] a
[He8,3]; 2\u00ba, extensión del evangelio por Samaría y la zona costera [He8,4] a
[He11,18]; 3\u00ba, el evangelio llega hasta Antioquía [He11,19] a [He15,20]; 4\u00ba,
expansión del evangelio por las regiones en torno al mar Egeo [He15,36] a [He19,20];
5\u00ba, marcha del evangelio desde Jerusalén hasta Roma, en la persona de Pablo
[He19,21] a [He28,31]. Esta división se funda en las palabras de Jesús: Seréis mis testigos
en Jerusalén... y hasta los confines de la tierra [He1,8].
Nuestro libro no tiene un fin único. Pretende ilustrar varias cosas a la vez. Entre ellas
destacamos las siguientes: 1\u00aa, defensa o apología contra la acusación judía de
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hostilidad del cristianismo frente al Estado; 2\u00aa, el libro de los Hechos es, sobre todo,
predicación: se nos narra la actividad salvífica de Dios frente al mundo, de manera que los
cristianos quedan edificados, y al mismo tiempo se hace propaganda entre los paganos;
3\u00aa, testimonio de la veracidad de las palabras de Jesús: estaré con vosotros... seréis
mis testigos.
Las características más importantes son las siguientes: 1\u00aa, relato de tipo misional, que
presenta el acontecimiento de Jesús caminando por el mundo; 2\u00aa, selección de
cuadros singulares y representativos: la historia nos es contada en historias; 3\u00aa, los
sumarios, que al no poder narrar pormenorizadamente todo lo ocurrido, lo sintetizan o
generalizan en fórmulas esquemáticas [He3,42]; [He4,32]ss; [He5,12] a [He5,16]; 4\u00aa,
los discursos, que son como la columna vertebral del libro. Teniendo en cuenta su número y
su distribución casi por igual a lo largo de toda la obra, se deduce que son el recurso
literario más frecuente del libro y que intentan descubrir la profundidad de los
acontecimientos a los que hace referencia. Son la expresión más adecuada de la teología de
nuestro autor.
En cuanto a la enseñanza teológica, habría que distinguir tres aspectos:
1\u00ba La teología específica de Lucas, que lo hace girar todo en torno a Dios, que tiene
siempre la iniciativa en todos los momentos importantes de la historia de la salvación; en
torno a Jesús, hombre con patente divina, que es el Kyrios, el Cristo, Hijo de Dios y autor
de la vida, aunque Lucas no se remonta al pensamiento de la preexistencia; al Espíritu, que
es el verdadero protagonista de los Hechos, comunicado a cada cristiano en el bautismo...; a
la Iglesia, continuadora de Cristo y de su misión salvadora; al cristiano, caracterizado por la
conversión, el perdón de los pecados, la recepción del Espíritu en el bautismo...
2\u00ba La perspectiva teológica en que se mueve Lucas tiene delante dos puntos de vista:
primero, la relación del cristianismo con Israel, y segundo, la relación del cristianismo con
el mundo pagano.
3\u00ba Las preocupaciones teológicas de la época giran en torno a dos grandes temas:
primero, el de la parusía, y segundo, el de la obligatoriedad de la ley judía.
El valor histórico de los Hechos debe enfocarse teniendo en cuenta que Lucas escribe como
historiador y teólogo al mismo tiempo. Los dos aspectos son inseparables. La historia que
él narra es una historia muy singular; es historia salvífica, que no puede ser juzgada desde
los principios o criterios que nosotros aplicamos a una obra histórica en el sentido moderno
de la palabra. En consecuencia, nuestro libro no puede ser enmarcado, sin más, en género
histórico. Se necesitan muchas precisiones para justificar este encuadramiento.
En relación con el autor, la tradición lo ha atribuido a Lucas. Esta atribución está justificada
desde varios textos ([Col4,13]; [2Tim4,10]s). Existe, además, una relación innegable entre
el libro de los Hechos y el evangelio de Lucas.
CARTA A LOS COLOSENSES
1. El autor. La tradición, ya desde san Ireneo, ha considerado a Pablo como autor de esta
carta. Y así continúan pensando la mayoría de los autores, sobre todo por su semejanza con
la de Filemón, de indudable autenticidad paulina. Hoy algunos, por las diferencias de
vocabulario y estilo y por su más desarrollada teología respecto de las cartas mayores, la
atribuyen a un discípulo de Pablo que habría pretendido hacer hablar al Apóstol en la nueva
situación creada en Colosas. En el primer caso habría sido escrita en los años 54-57 (en
Éfeso) o por los años 61-63 (en Roma). Los que niegan la autenticidad paulina la sitúan
hacia el año 80.
2. Los destinatarios. Son los fieles de Colosas, ciudad situada al sur de la antigua Frigia,
cerca de Laodicea, a unos 180 kms. al este de Éfeso. Ciudad rica y populosa en tiempos de
Herodoto y Jenofonte (ss. V-IV), era una pequeña población en los días de Pablo. No fue
evangelizada por Pablo, sino por Epafras, fiel colaborador de Pablo, quien, convertido
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Introducción a los Libros Bíblicos
probablemente en Éfeso por el Apóstol, fue enviado por este a predicar el evangelio en
Colosas [Col1,7]; [Col4,12]ss. En el momento de escribir la carta, Epafras se encuentra
junto a Pablo.
3. Ocasión y finalidad. Están determinadas por las noticias que Epafras llevó a Pablo.
Falsos doctores predicaban doctrinas muy peligrosas, cuya naturaleza no llegamos a
conocer del todo porque el Apóstol se limita a refutarlas. Una triple tendencia aparece en
ellas: judaizante (circuncisión), atribución a los ángeles de un papel de mediadores de la
salvación por encima de Cristo y un ascetismo rígido que denota influencia de las religiones
mistéricas, tan en boga entonces en el mundo helenista. Frente a tales doctrinas, Pablo tiene
que afirmar la supremacía absoluta de Cristo y su mediación única y universal; él es quien
con su sangre derramada en la cruz reconcilia todas las cosas.
4. División y contenido. Consta de: Introducción [Col1,1] a [Col1,14]: saludo y acción de
gracias. Parte dogmática [Col1,15] a [Col2,23]: supremacía absoluta de Cristo en el orden
de la creación y de la reconciliación; en él habita la plenitud de la divinidad, y es cabeza de
su cuerpo, la Iglesia [Col1,15] a [Col1,23]; participación de Pablo en la obra de Cristo con
sus tribulaciones; el Apóstol ha recibido el encargo de predicar el misterio hasta ahora
escondido [Col1,24] a [Col2,3]; refutación de errores [Col2,4] a [Col2,23]. Parte moral
[Col3,1] a [Col4,9]: plan de vida cristiana, radicado en la unión con Cristo resucitado;
exigencias negativas (renuncia al hombre viejo) y positivas (revestirse del hombre nuevo en
Cristo); recomendaciones para todos los integrantes de la familia, oración y apostolado.
Finalmente, un epílogo [Col4,10] a [Col4,18]: saludos finales.
CARTA A LOS FILIPENSES
1. Pablo, autor indiscutiblemente de esta carta, la escribe desde una prisión. La opinión
tradicional y muchos autores hoy señalan la de Roma (años 61-63). Otros opinan que la
compuso en una supuesta prisión en Éfeso, por los años 54-57. Se basan en la semejanza de
esta carta con las cartas mayores, y en que se explicarían mejor los viajes que menciona la
carta desde Éfeso a Filipos que desde la lejana Roma.
2. Tiene como destinatarios a los fieles de Filipos. Ciudad situada al norte del mar Egeo, en
los confines de Macedonia con Tracia. Debe su nombre a Filipo, padre de Alejandro
Magno, que la conquistó el 360 a.C. El 167 fue sometida a los romanos, y el año 31
Octavio le concedió el "Ius italicum" (derechos y privilegios de los romanos). Pablo llegó a
ella inducido por la visión del joven macedonio [He16,9]s, en la que Pablo ve los designios
de Dios de pasar a predicar el evangelio en Europa. La respuesta de los filipenses a la
predicación de Pablo fue maravillosa. Formaron la comunidad más amante y más amada
del Apóstol. Con ocasión de la prisión le mostraron su sincero afecto, y Pablo guardó
siempre de ellos el más profundo recuerdo (cf [Ef4,1]).
3. La ocasión y finalidad vienen determinadas por la prisión del Apóstol. Al tener noticia de
ella, los filipenses se sintieron hondamente preocupados, y envían a Epafrodito con el
socorro oportuno y el encargo de atenderlo en todo. Este enferma tan gravemente que
estuvo a punto de morir. Dios tuvo misericordia de él y de Pablo [Flp2,27], y recuperó la
salud. Pablo lo envió a Filipos para que su presencia alegrase a los fieles de aquella ciudad.
Por medio de él les envía esta carta, en la que manifiesta a los filipenses su agradecimiento
por su solicitud con el prisionero de Cristo y les exhorta a permanecer en el camino
emprendido y a crecer cada día en la perfección cristiana, sobre todo en la caridad y en la
imitación de Cristo.
4. La disposición y contenido son singulares. Consta de una introducción [Flp1,1] a
[Flp1,11], el cuerpo de la carta (sin la distinción habitual en sección dogmática y moral)
[Flp1,12] a [Flp4,19] y un epílogo [Flp4,21] a [Flp4,23]. No es un tratado dogmático o
moral, como las otras cartas, sino más bien una conversación íntima de padre a hijos, en
que aquel goza y se congratula de la fidelidad y perseverancia de sus fieles, manifestando
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Introducción a los Libros Bíblicos
toda la ternura y afecto de su corazón, a la vez que los anima a perfeccionarse cada vez
más. Es por lo mismo la carta en que mejor aparece el carácter personal de Pablo, su
delicadeza de sentimientos, el afecto profundo que profesaba a sus fieles. Todo ello
compatible y digno de admiración en el "hombre de hierro" que aparece a veces en Hechos
y en algunas cartas. No obstante, ocasionalmente, aparecen puntos doctrinales importantes
a lo largo de ella, sobre todo los cristológicos en [Flp2,5] a [Flp2,11], que es una de las
síntesis doctrinales más densas de la teología paulina.
CARTA A LOS EFESIOS
1. Pablo ha sido considerado tradicionalmente el autor de esta carta, cuya autenticidad
paulina continúan afirmando comentaristas tanto católicos como protestantes. Hoy no
pocos la ponen en duda, habida cuenta de la lengua y el estilo de la carta (más solemne y
complicado que el de las cartas indudablemente paulinas), y sobre todo del desarrollo
doctrinal, que parece postular un largo tiempo entre las cartas mayores y esta. Contendría
doctrina del Apóstol ulteriormente desarrollada por sus discípulos. Quienes la atribuyen a
Pablo colocan su composición en los años 61-63; los que no, vacilan entre los años 70 al
100.
2. Los destinatarios. Éfeso ha sido considerada la ciudad a cuyos fieles fue dirigida la carta.
Situada en la costa occidental del Asia Menor, Pablo permaneció allí durante casi tres años
en su tercer viaje misionero. En favor de ello aboga el título y la inscripción (v. 1) tal como
aparece en la mayoría de los códices. Extraña, sin embargo, la ausencia de saludos y
despedidas, de referencias a episodios tan importantes que le acaecieron en esa ciudad. Las
palabras "en Éfeso" faltan en los más antiguos códices y en la lectura de algunos padres. La
mayor parte de los autores opinan que se trata de una carta circular dirigida a las
comunidades cristianas de Éfeso y ciudades cercanas evangelizadas por Pablo durante su
estancia en Éfeso. Quedó luego el nombre de esta ciudad en la carta por ser la iglesia
principal.
3. Plan y contenido. Contiene un prólogo [Ef1,1] a [Ef1,2], una parte dogmática [Ef1,3]
[Ef3,21], una parte moral [Ef4,1] a [Ef6,20] y un epílogo [Ef6,21] a [Ef6,24].
Los temas principales de la parte dogmática son: la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo en la salvación [Ef1,3] a [Ef1,14]; el triunfo y soberanía de Cristo sobre las jerarquías
angélicas y su papel de cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, plenitud del que lo llena todo
[Ef1,21] a [Ef1,24]; el amor de Dios, que, estando muertos por nuestros delitos, nos
vivificó de modo plenamente gratuito en Cristo [Ef2,1] a [Ef2,10]; la unión en un solo
pueblo de los judíos y los gentiles [Ef2,11] a [Ef2,22], misterio para cuya predicación él ha
sido elegido [Ef3,1] a [Ef3,13]; el fortalecimiento del hombre interior por la acción del
Espíritu mediante el ejercicio de la fe y la caridad [Ef3,14] a [Ef3,21].
La parte moral contiene: una exhortación a la unidad dentro de la diversidad de carismas
que Dios otorga a la Iglesia [Ef4,1] a [Ef4,16]; la recomendación a morir al hombre viejo y
revestirse del nuevo en Cristo, con una serie de consejos prácticos consecuentes, entre los
que sobresale el amor e imitación de Cristo [Ef4,17] a [Ef5,21]; consejos de moral familiar,
sobre todo para los esposos; también para los padres e hijos, señores y siervos [Ef5,22] a
[Ef6,9]. Concluye con una viva descripción de la vida cristiana como una milicia en la que
hay que empuñar las armas del espíritu en la lucha que todo cristiano tiene que sostener
contra las insidias del diablo.
CARTA A LOS GÁLATAS
1. Pablo escribió a los Gálatas entre los años 49/50 ([Gál2,1]ss supone el concilio de
Jerusalén) y los 57/58, fecha de composición de Romanos, que sin duda es ampliación de
Gálatas.
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# Página 57
Introducción a los Libros Bíblicos
Galacia, situada en el Asia Menor, recibió su nombre de los galos, que en el s. III a.C.,
atravesando el mediodía de Europa, invadieron esa región. El año 25, Augusto la convirtió
en provincia romana, comprendiendo esta la Galacia del sur, que abarcaba parte de Frigia,
Panfilia, Pisidia y Licaonia. Se discute quiénes fueron los destinatarios de la carta. La
mayoría de los autores opinan que son los del norte, basándose en el hecho de que el
lenguaje corriente designaba gálatas a los habitantes del norte de Galacia, y en la
afirmación de que fueron evangelizados con ocasión de una enfermedad [Gál4,13], dato
que no menciona Lucas al describir con detalle su misión en la región del sur. Fueron
evangelizados en el segundo viaje misionero [Gál4,13], y ulteriormente en el tercero
[He18,23].
2. La ocasión de la carta fue la predicación de los judaizantes, que afirmaban la necesidad
de la circuncisión en orden a la salvación, frente a la enseñanza de Pablo de la justificación
por la fe sin las obras de la ley. El contexto, la afirmación de la carta (cf [Gál1,6]s [Gál1,8];
[Gál3,3] [Gál3,22]; [Gál5,6] [Gál5,12]; [Gál6,12] a [Gál6,15]) y la indignación con la que
se expresa san Pablo revelan que lo que predicaban los judaizantes de Galacia no era
simplemente la utilidad de la circuncisión, sino su necesidad para la salvación.
Pero lo más grave eran los argumentos que los judaizantes aducían en favor de sus
doctrinas y en descrédito de la autoridad de Pablo: decían que él no había visto al Señor, ni
había recibido de él el evangelio como los demás apóstoles. Afirmaban que, al declarar
abolida la ley, se oponía a los designios de Dios, que la había dado a su pueblo escogido
como condición de su alianza. Finalmente, pensaban que al declarar abolida la ley se abría
la puerta a todas las libertades.
3. Plan y contenido. A esa triple acusación responden las tres partes de la carta: en la
primera (cc. [Gál1,1] a [Gál2,1]) hace una defensa, de tipo apologético-histórico, de su
autoridad apostólica y de la conformidad de su evangelio con el de los apóstoles, que él ha
recibido, lo mismo que su autoridad, del mismo Cristo. En la segunda (cc. [Gál3,1] a
[Gál4,1]), de índole doctrinal, expone que la justificación no viene por las obras de la ley
(cuya misión transitoria explica), sino por la fe en Jesucristo. En la tercera (cc. [Gál5,1] a
[Gál6,1]), de carácter exhortatorio, expone que a partir de Cristo ya no es la ley mosaica,
sino la nueva ley de la caridad el móvil de la conducta de los cristianos, el cual lejos de
llevar al libertinaje conduce a la vida de un hombre nuevo en Cristo Jesús.
PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS
La antigua ciudad de Corinto alcanzó su apogeo en los ss. VI y V a.C. Destruida por los
romanos el año 146, fue reconstruida por Julio César el 44, estableciendo allí una colonia
romana. El año 27 de nuestra era, Roma hizo de ella la capital senatorial de Acaya. Situada
entre dos mares -de ahí el nombre de bizalasos o amfizalasos, bimaris o dos mares-, poseía
dos puertos: uno hacia el oriente, en el mar Egeo, llamado Cencreas, y otro hacia occidente,
en el Jónico, llamado Lequeo. Era una ciudad populosa, de más de medio millón de
habitantes, cuando fue evangelizada por Pablo, y un importante centro comercial. Entre los
diversos aspectos que hicieron célebre a Corinto cabe destacar el de su corrupción moral.
Hasta tal punto que los verbos fornicar y "corintizar" eran sinónimos.
Pablo llegó a Corinto a fines del año 50, y permaneció allí año y medio aproximadamente
([He18,1] a [He18,8]). Como consecuencia de su predicación, surgió en Corinto una
comunidad floreciente, rica en toda clase de carismas, que mereció la felicitación de Pablo.
Sin embargo, el ambiente moral, religioso, cultural y social existente creaba serias
dificultades a cristianos incipientes. No se hace un cristiano en un día. Existían graves
peligros de tipo moral y crisis de conciencia, confusión de los dones carismáticos del
Espíritu con las manifestaciones tumultuosas, lascivas y morbosas de las religiones griegas
y cultos orientales, que los nuevos cristianos habían vivido hasta el momento de su
conversión.
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Introducción a los Libros Bíblicos
En Corinto, el cristianismo chocaba por vez primera con la cultura griega. Corría el riesgo
de ser confundido con una especie más de las sabidurías reinantes. Por otra parte, el espíritu
griego, curioso, inquieto, escéptico, independiente, discutidor y amigo de brillar,
encontraba serias dificultades para doblegarse ante la disciplina austera de la autoridad y de
la tradición, de las renuncias que impone la religión cristiana. En una palabra, la lógica
helenista chocaba violentamente con la "lógica" cristiana. Este es el ambiente en el que se
movió Pablo; y es muy importante tenerlo en cuenta, para que nosotros podamos
comprender los problemas con los que tiene que enfrentarse en sus cartas.
Pablo resolvió los problemas de aquella comunidad recurriendo a principios evangélicos o
teológicos que son válidos para todos los tiempos. Resolvió los casos sin caer en la
casuística. La vida cristiana no se halla vinculada a la brillantez de exposición por parte de
sus anunciadores, sino a Jesús, y este crucificado. Para ser cristiano no es necesario "salir
de la ciudad", es decir, cambiar de profesión. La doctrina sobre el matrimonio y la
virginidad, sobre la jerarquía de los carismas, la cena del Señor, la resurrección...,
conservan todo su valor y frescura originales.
{2}SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS
La segunda Carta a los corintios es el reflejo más fiel del Apóstol. En ella aparece como
místico y hombre de acción, teólogo y misionero, fundador y organizador, roturador y
cultivador, polemista y apóstol, orador y contemplativo. Los mismos contrastes se observan
en su temperamento: orgulloso y humilde, audaz y tímido, tranquilo y apasionado, enérgico
y cortés, afectuoso y sarcástico.
Ninguna comunidad cristiana causó tantos sinsabores, sudores y lágrimas al Apóstol como
la de Corinto. En su riqueza de carismas y vida espiritual estaban las raíces de sus múltiples
problemas. Para empezar, la actividad misionera de Pablo en Corinto duró en torno a los
dos años y medio en total. Posteriormente, e incluso simultáneamente, a esta relación
personal, tuvo que surgir la epistolar. Las dos cartas a los Corintios que se nos conservan
constituyen sólo una parte de la correspondencia mantenida por Pablo con los cristianos de
Corinto. Al menos debió escribirles cuatro cartas: la carta A) es anterior a nuestra primera.
Se hace alusión a ella en [1Cor5,9]: "Os escribí en carta..."; la carta B) es la primera de las
dos que conservamos. Pero esta carta no resolvió todos los problemas. Su categoría de
"apóstol" seguía siendo discutida, por la cizaña que habían metido y seguían metiendo los
predicadores hostiles a Pablo, al estilo de lo ocurrido en Galacia. Ante esta situación, se
decide a ir personalmente a Corinto. Es lo que se llama visita intermedia [2Cor2,1]. Pero la
situación no mejoró gran cosa. Posteriormente envía a Tito con una carta personal, la carta
C), conocida como la carta de las lágrimas [2Cor2,4] a [2Cor2,9]; [2Cor7,8]ss. La presencia
de Tito con la carta C) parece haber arreglado las cosas. La autoridad del Apóstol volvió a
ser aceptada. Al poco tiempo vuelve a enviar a Tito, con dos hermanos no mencionados por
su nombre [2Cor8,16]ss y ellos son los portadores de la carta D), que es precisamente
nuestra segunda a los Corintios.
Nuestra carta se divide claramente en tres partes: presentación y defensa del ministerio
apostólico [2Cor1,12] a [2Cor7,16]; la colecta (cc. [2Cor8,1] a [2Cor9,1]); la apología
polémica (cc. [2Cor10,1] a [2Cor13,1]).
La actualidad de esta segunda carta a los Corintios debe verse en que, más allá de las
situaciones concretas, llegan hasta nosotros los principios iluminadores de la vida y del
ministerio apostólico. Difícilmente pueden decirse cosas más bellas y profundas que las que
aquí encontramos sobre la cuestión. Se destaca la necesidad que deben sentir los creyentes
de identificarse con el mensaje recibido y en el que creen. Se acentúa la exigencia de la
docilidad a Dios y, al mismo tiempo, la aceptación de la tradición de la Iglesia y la
sumisión a la autoridad apostólica. La carta es sumamente útil para el conocimiento de los
orígenes cristianos, que no fueron tan ideales como Lucas nos los pinta en los Hechos.
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Introducción a los Libros Bíblicos
CARTA A LOS ROMANOS
{K}Cartas de San Pablo
En el cristianismo primitivo nadie dejó huellas tan profundamente impresas como nuestro
apóstol; una huella personal que siguió viva en siglos posteriores. Cuando parecía haberse
desdibujado, la reforma protestante se encargó de restaurar su figura deteriorada,
haciéndola recobrar todo su colorido, aunque algunos de los colores aplicados resultasen
excesivamente chillones. Y el pensamiento paulino sigue marcando hoy el auténtico
cristianismo.
Pablo fue el intérprete primero y el teólogo más agudo y penetrante del mensaje cristiano.
Nadie como él ha sabido bucear en las profundidades insondables del misterio cristiano.
Tanto es así que, con evidente exageración, ha sido presentado a veces como el fundador de
la Iglesia, el promotor de los sacramentos, el creador de la teología..., contraponiéndolo
incluso al mismo Jesús. Sin recurrir a otras razones y especulaciones, evoquemos sobre el
particular la actitud del mismo Pablo. Él se sabe, y lo afirma expresamente, transmisor de lo
recibido; un anillo en la cadena de la tradición iniciada por Jesús; en plena conformidad con
la fe de la Iglesia, ya que, en la confrontación, buscada por él mismo, con los demás
apóstoles, estos le dieron la mano en señal de pleno acuerdo; tan seguro del evangelio que
predicaba que si alguien se atreviese a ofrecer otro distinto sería anatematizado, aunque
fuese un ángel del cielo.
Su curriculum vitae lo divide él mismo en dos mitades; antes y después del encuentro con
Cristo. El expediente impecable que presenta antes del acontecimiento de Damasco
comprende dos aspectos: una titulatura gloriosa que le había sido dada y de la que podía
sentirse orgulloso: circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y, más en concreto de la
tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos. Tres títulos gloriosos, aunque no meritorios.
Le habían sido dados. Junto a ellos menciona otros tres títulos adquiridos a pulso: fariseo,
es decir, de la estricta observancia; por el celo de la ley, perseguidor de la Iglesia; según la
justicia que proviene de la ley, irreprensible. Pocos o ninguno podrían decir otro tanto
([Flp3,4] [Flp3,6]).
La segunda mitad de su vida se inicia con un pero, que anula todo lo anterior por
considerarlo inservible. A partir de su encuentro con Cristo, toda su vida fue un marchar en
pos de él por si lograba alcanzarlo, ya que él mismo había sido alcanzado por Cristo
([Flp3,7]ss), trabajando por la causa del evangelio más que todos los demás juntos
[1Cor15,10].
Hijo de una familia judía de la diáspora [He22,3], desde muy niño asiste a las dos clases de
escuelas que estaba mandado crear donde hubiese núcleos importantes de judíos, como
ocurría en Tarso: la beth hassepher, donde aprendían a leer y escribir, y la beth
hamidrassim, donde estudiaban la Torá. A los cinco años todos los niños debían saber el
contenido esencial de la ley: [Dt5,1] y [Dt6,1]; el gran Hallel, que comprendía los
[Sal113,1] a [Sal118,1], y el significado de las fiestas más importantes.
El celo de Pablo por la ley, llevado hasta la persecución de los cristianos, cambió
repentinamente. La ley, como medio de salud, en orden a lograr la recta relación con Dios,
comenzó a ser considerada por Pablo como inoperante y estéril. Entonces, la oposición más
radical al camino cristiano se convierte en un liderazgo apasionado de este nuevo camino
¿Qué había pasado para producirse este cambio tan radical? Las explicaciones naturalistas o
racionalistas del rumbo nuevo tomado por Pablo: desilusión personal ante la impotencia de
la ley; conciencia atormentada como consecuencia de la persecución de los cristianos;
remordimientos que, con ayuda de una tormenta con relámpagos y todo, le hicieron ver el
fantasma de Jesús..., son insuficientes. Serían mayor milagro que el de su verdadera
conversión. En relación con esta cuestión, tan importante para la vida de la Iglesia,
debemos poner de relieve lo siguiente:
Pablo tiene una conciencia muy clara de haberse convertido, de haber encontrado y visto al
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Introducción a los Libros Bíblicos
Señor. Sus manifestaciones no son nunca las de un arrepentido, sino las de un convertido.
No cambió de rumbo por la insuficiencia de la ley, sino porque esta no podía llevar a
Cristo, como él lo había experimentado, y como lo dirá posteriormente en sus escritos.
Lo que descubrió en el camino de Damasco no fue el error o insuficiencia de la ley, sino la
gracia de Dios manifestada en Cristo, y que le salía al paso; pero no sólo como un suceso
personal, sino como el auténtico acontecimiento liberador destinado a todos los hombres.
Los medios utilizados por Lucas para describir este suceso extraordinario: caer derribado en
tierra, quedar deslumbrado, ver una luz, oír una voz..., son recursos utilizados en el AT para
describir las manifestaciones divinas o las teofanías. Recursos que se habían convertido en
una especie de clichés para describir lo sobrenatural. Al recurrir a estas manifestaciones,
procedentes del AT, Lucas pretende acentuar que el cambio radical de Pablo obedeció a
una verdadera revelación. Los detalles externos de la misma no son reconstruibles; y, por
otro lado, carecen de importancia. Este cambio de rumbo en la vida de Pablo tuvo lugar
hacia el año 35 de nuestra era.
Pablo es el apóstol. Él se gloría de haber recibido directamente de Dios el encargo
apostólico. Su categoría de apóstol es su máxima gloria. Y lo afirma de una manera tajante,
sobre todo cuando escribe a alguna comunidad en la que se dudaba o se ponía en tela de
juicio esta categoría (ver especialmente [Gál1,1] y [1Cor9,1]). El ser apóstol significaba
para él la obligación sagrada de anunciar la gracia de Dios, manifestada en Cristo, en
cuanto suceso destinado a la liberación de todos los hombres. Este es su punto de partida,
que él desarrolla en los siguientes puntos fundamentales de su teología:
1\u00ba La justificación por la fe y no por las obras de la ley [Rom3,21]ss. Esta afirmación
es, sin lugar a dudas, la más importante de toda su teología.
2\u00ba El fracaso de Jesús, simbolizado en la cruz, lo interpreta Pablo diciendo que no es
el fracaso de Dios, ni el fracaso de Jesús, ni el fracaso de la ley, sino el fracaso del hombre
mismo, que ha sido incapaz de integrar a Dios en su vida. El único camino eficaz de
liberación es la justicia de Dios, que es su acción salvadora en favor del hombre. Esta
justicia de Dios debe ser aceptada por el hombre mediante la fe.
3\u00ba Todos los demás medios inventados por el hombre para lograr el ensamblaje con
Dios han sido impotentes y, ahora, con el acontecimiento de Cristo, quedan anulados.
4\u00ba Desde estos principios fundamentales, Pablo establecerá el de la libertad frente a la
ley judía en aquello que tenía de judío: la circuncisión, la distinción entre alimentos puros e
impuros, todo lo ritual... Esta afirmación de libertad hizo que Pablo fuese siempre de
sospechosa ortodoxia, incluso para la comunidad cristiana de Jerusalén y sus dirigentes.
En cuanto a sus escritos, Pablo utiliza el género epistolar. La carta fue el primer medio
escrito al que recurrieron los anunciadores del evangelio. Mucho antes de que naciesen los
evangelios fue utilizado el género epistolar para la presentación del acontecimiento
cristiano con las exigencias que implica. El primero en utilizarlo fue Pablo. Y lo hizo con
una maestría no superada todavía. De las 14 cartas atribuidas a Pablo no todas fueron
escritas por él. El estado de la cuestión, hoy por hoy, es el siguiente: todo el mundo
reconoce la paternidad paulina de las grandes cartas: Romanos, primera y segunda a los
Corintios y Gálatas. Menos importantes, aunque con las mismas garantías de autenticidad,
son la primera a los Tesalonicenses, Filipenses y Filemón. Sigue discutiéndose la
paternidad paulina de la segunda a los Tesalonicenses, Efesios y Colosenses. Argumentos
más fuertes se aducen contra las Pastorales (primera y segunda a Timoteo y la de Tito).
Nadie admite hoy la autenticidad paulina de Hebreos. De entre las mencionadas, algunas
son consideradas como cartas de cautividad: Efesios, Filipenses, Colosenses, segunda a
Timoteo y Filemón (por haber sido escritas desde la cárcel).
Notemos, sin embargo, que la negación, duda o discusión sobre la paternidad paulina de
una determinada carta no afecta ni tiene nada que ver con la autoridad de la misma en
cuanto escrito inspirado. Desde el momento que figuran en el canon de los libros inspirados
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Introducción a los Libros Bíblicos
deben ser consideradas como palabra de Dios.
En cuanto a su forma externa, las cartas de Pablo se ajustan al formulario común de la
época, sobre todo en lo referente al encabezamiento y final de las mismas (mitente o
escritor, destinatarios, deseos, saludos). Pablo opta por el formulario oriental judío, en lugar
de hacerlo por el griego. La diferencia es la siguiente: en el encabezamiento de la carta
(mitente, destinatario y deseos), el formulario griego gira en torno al "jairein", alegrarse,
equivalente al "salutem" (salud) latino. Además consta de una sola frase. El formulario
oriental judío gira en torno al "shalom" (paz), y consta de dos frases distintas, la primera de
las cuales se detiene y termina antes de formular el deseo de paz. A modo de ejemplo puede
verse el comienzo de Romanos y Gálatas. Sobre este patrón común destaquemos las
peculiaridades siguientes:
-En su presentación, añade a su nombre el de su oficio-ministerio, que puede ser el de
"apóstol" o el de "siervo" (dulos, en griego, que coloca a Pablo en la línea de los hombres
de Dios del AT. A veces menciona también a sus colaboradores.
-Los destinatarios son tratados como comunidad cristiana, con las variantes exigidas por las
circunstancias de cada una.
-El deseo fundamental es el de la salvación.
-En el cuerpo de la carta es preciso destacar: las partes doctrinales, que interpretan la
Escritura (cf [Rom4]; [1Cor10,1]ss; [Gál3,1] a [Gál4,1]), que enfocan teológicamente algún
problema ([Rom9,1] a [Rom11,1]: la reprobación de Israel), que resumen la fe cristiana
([Rom1,3]s; [1Cor15,3] a [1Cor15,5]), pasajes formulados sobre un andamiaje apocalíptico
([1Tes4,15]ss; [1Cor15,20]ss), catálogos de vicios y virtudes [Rom1,19]ss, esquemas sobre
el ideal de la vida familiar...
-La estructura fundamental de las cartas consta de dos partes: la primera es
dogmático-doctrinal. En ella se expone de diversas formas el hecho cristiano. Lo que hoy
conocemos como "el indicativo", descriptivo de la realidad cristiana. La segunda es
parenético-moral. En ella se exponen las exigencias ético-morales que el hecho cristiano
impone. Lo que hoy conocemos como "el imperativo" o exposición de las exigencias que el
hecho cristiano implica.
Las cartas de Pablo no son tratados sistemáticos, sino escritos circunstanciales. No
obstante, y para hacerlas justicia, es preciso que tengamos en cuenta lo siguiente:
-No se trata de escritos tan circunstanciales como los que nosotros consideramos
habitualmente como tales. Compárense con cualquier tipo de escritos circunstanciales que
conozcamos: una carta, un informe, un proyecto...
-Pablo considera y utiliza sus cartas como un medio para cumplir su tarea específica de
apóstol. En ellas quiere presentar a Jesucristo como el portador de la salud y el salvador del
mundo. Ellas reflejan la concepción paulina sobre el evangelio y la que el propio Pablo
tiene de su vocación.
-Dada la amplitud de su misión y el corto tiempo de que dispone para realizarla, las cartas
son como la prolongación de su persona y de su actividad apostólica. Llegan donde él no
puede llegar o cuando él no puede hacerlo. Las cartas dirigidas a una comunidad se pasaban
a otras, eran leídas en las celebraciones litúrgicas... Así seguía Pablo cumpliendo su misión
apostólica.
-A través de las cartas, es el evangelio el que se anuncia y difunde. Ahora bien, el evangelio
no es una cuestión puramente privada ni circunstancial. Trasciende el tiempo, el espacio y
las comunidades que lo vivieron en un tiempo, para llegar a los hombres de todos los
tiempos y lugares.
-Reflejan la auténtica tarea apostólica, que no termina con el anuncio del evangelio. Es
necesario seguir la trayectoria de las comunidades surgidas de la predicación; estar al tanto
de los procesos o desviaciones de la fe, de los problemas que las sacuden...
De lo dicho anteriormente se deduce que estamos ante verdaderas cartas, y no ante
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Introducción a los Libros Bíblicos
epístolas. ¿Qué diferencia existe entre cartas y epístolas? La carta es un diálogo entre el que
la escribe y el que la recibe. Se supone un conocimiento mutuo; unas circunstancias
particulares que la han provocado. La epístola es más impersonal; se aproxima más al libro;
está por encima o más allá de lo concreto; se dirige al público en general. Los escritos de
Pablo encajan dentro del género "carta".
-Son documentos de intercomunicación viva y personal.
-La persona que escribe lo hace motivada por unas situaciones concretas, para contestar a
preguntas o resolver problemas surgidos en una comunidad o persona determinada.
-Tenemos en ellas confidencias personales, como planes de viaje, encargos, saludos a
personas conocidas...
En confirmación de lo que estamos diciendo pueden verse: la escrita a Filemón, que es
sencillamente una carta de recomendación; la primera a los Corintios es un modelo de la
correspondencia mantenida entre Pablo y las comunidades cristianas [1Cor7,1]; la escrita a
los Gálatas supone una confianza extraordinaria, una relación personal íntima y unos
problemas concretos que Pablo tiene que resolver; incluso la carta a los de Roma,
comunidad no fundada por Pablo, la más teológica de todas, tiene rasgos inconfundibles de
verdadera carta: pretende crear una relación personal...
La misma naturaleza de las cartas entraña determinadas dificultades para su comprensión,
que enumeramos a continuación:
-Su vinculación a un tiempo y a unas circunstancias concretas. Precisamente aquello que les
da su encanto. No siempre conocemos las circunstancias concretas en que surgieron, las
experiencias que reflejan, los problemas en medio de los cuales se debaten, la mentalidad
que presuponen. Lo que era evidente tanto para el que la escribía como para el que la
recibía no lo es para nosotros.
-Los recursos literarios utilizados por Pablo no siempre son perceptibles al primer contacto
con sus escritos: la diatriba o forma dialogal. En sus cartas, Pablo se anticipa a contestar a
las dificultades u objeciones que podrían poner sus lectores a sus afirmaciones o
predicación en general; se pone en lugar de sus lectores. Cuando Pablo, por ejemplo, dice:
¿Qué diremos, pues...?, está resolviendo las dificultades que le pondría el lector; en esta
misma línea, el propio Pablo se adelanta al lector haciendo preguntas; también utiliza la
captatio benevolentiae, adulando a sus lectores ([Rom1,8]; [Rom7,1]); recurre a la pregunta
¿no sabéis? [1Cor9,24], que supone conocido por los lectores el asunto mencionado;
emplea los juegos de palabra [1Cor8,2]s, el paralelismo ([Rom12,4] a [Rom12,8]), la
síntesis [1Cor7,29] [1Cor7,31]; se sirve de imágenes y comparaciones de todas clases para
ilustrar los problemas; de las plantas y árboles [1Cor3,1]; [Rom11,16]ss; del deporte
[1Cor9,24]s; de la vida militar [1Cor9,7] y de la preparación de los soldados para el
combate [1Tes5,8].
-Otro capítulo de dificultades lo tenemos en el paso de lo concreto a lo abstracto. Partiendo
de las situaciones concretas de la comunidad, Pablo se remonta a explicaciones o
desarrollos teológicos que pueden incluso no tener nada que ver con lo que se está tratando.
Para una mejor comprensión, es importante conocer lo más perfectamente posible las
circunstancias concretas en que surgieron los escritos; es necesario conocer la aguja de
marear, las directrices generales del pensamiento paulino; sus esquemas de pensamiento y
sus recursos y formas de expresión; es preciso tener en cuenta que la palabra de Dios se
pronuncia sobre lo concreto, en experiencias vividas, sobre los problemas y necesidades,
ante las dificultades y los errores, en la duda y la esperanza, sobre la vida misma.
{2}CARTA A LOS ROMANOS
1. Pablo y la Iglesia de Roma. Por los años 57/58, desde Corinto, durante su tercer viaje
misionero, escribió san Pablo su Carta a los romanos, cuando la ciudad imperial contaba ya
con una floreciente comunidad cristiana [Rom1,8]. ¿Quién había llevado la fe a Roma?
[He2,10]s menciona entre los presentes en Jerusalén el día de pentecostés "forasteros
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Introducción a los Libros Bíblicos
romanos, judíos y prosélitos". Dado el frecuente comercio entre Roma y el Oriente, fieles
convertidos, sobre todo judíos, debieron ser los primeros en llevar la fe en Cristo a la
ciudad de Roma. Una antigua tradición dice que san Pedro llegó a esta ciudad el año 42,
segundo del emperador Claudio (cf el "se fue a otro lugar" de [He12,17]). Allí
permanecería hasta el año 59, en que Claudio expulsó de Roma a los judíos a causa de los
continuos tumultos que provocaban "impulsados por Cristo" El año 50 está en Jerusalén
[He15,1]. Después volvería a Roma. Juntamente con Pedro se asocia a Pablo como
fundadores de la Iglesia de Roma, por el influjo que ambos ejercieron en ella.
2. Ocasión y finalidad. La ocasión de la carta pudo ser el anunciar a los fieles de Roma su
visita de paso para España [Rom15,24] [Rom15,28], a la que quiere dirigirse el Apóstol una
vez que ha predicado el evangelio en casi todas las ciudades importantes del Mediterráneo
oriental. Pero ya se ve que su intención va mucho más allá. La primera finalidad fue sin
duda dar a los romanos un compendio de lo que pudiéramos llamar su evangelio. La
comunidad romana de la capital del imperio estaba llamada a ejercer una influencia
extraordinaria, y esto no era indiferente al apóstol de los gentiles. Por ello quiere comunicar
con ellos su fe [Rom1,12] y contribuir a su formación [Rom1,13]. Dada la insistencia en la
doctrina de la justificación por la fe y no por las obras de la ley, tal vez intentó prevenir los
ataques de los judaizantes y que se repitiese lo de Galacia. Finalmente, a la luz de las
exhortaciones de la última parte de la carta, es probable que haya intentado fomentar las
buenas relaciones entre los judíos y los gentiles, entre los que había discusiones que, si bien
no eran sobre temas fundamentales, podían sembrar divisiones y turbar la unidad.
3. Plan y contenido de la carta. Comienza con una introducción [Rom1,1] a [Rom1,17], al
final de la cual indica el tema de la carta: fuerza salvífica del evangelio para todo el que
cree, porque en él se revela el poder de Dios (vv. [Rom1,16]s). Sigue la parte dogmática
[Rom1,18] [Rom11,36], en la que expone: a) la necesidad de la justificación para gentiles y
judíos [Rom1,18] a [Rom3,20]; b) el modo como se lleva a cabo la justificación: por la fe
en Cristo redentor [Rom2,21] a [Rom4,25]; c) los frutos de la justificación: reconciliación
con Dios, justificación por Cristo (la obra de Adán y la obra de Cristo); la unión con Cristo
que se realiza por el bautismo, la liberación de la ley mosaica, la vida por el Espíritu y las
garantías de la futura gloria [Rom5,1] a [Rom8,39]; d) el problema de la incredulidad de los
judíos y cumplimiento de las promesas [Rom9,1] a [Rom11,36].
A continuación, la parte moral [Rom12,1] a [Rom15,13], que contiene recomendaciones
sobre la humildad, la caridad sobre todo, la obediencia [Rom12,1] a [Rom13,14], la unidad
y concordia que debe existir entre los fuertes y los débiles en la fe [Rom14,1] a [Rom15,3].
Concluye con un epílogo [Rom15,14] a [Rom16,27], en que presenta la razón de su carta,
los proyectos del Apóstol y numerosos saludos
Este amplio temario pone de relieve la importancia excepcional de esta carta: en primer
lugar, la importancia doctrinal: es una de las más bellas síntesis de los puntos centrales de
la teología paulina. A ello hay que añadir que se trata de una síntesis maravillosamente
elaborada, como no aparece en ningún otro documento de NT, ya en los años 57/58.
Finalmente, es digna de mención la importancia histórica por la parte que tuvo en la
controversia entre católicos y protestantes en los tiempos de la Reforma, como también la
inestimable aportación al pensamiento occidental cristiano.
PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES
Tesalónica, la actual Salónica, era, en tiempos de Pablo, una ciudad populosa, comercial y
cosmopolita. Esto obedecía a su privilegiada situación estratégica, en la vía Egnacia, la
calzada principal que unía Roma con el Oriente. Allí llegó Pablo el año 50, procedente de
Filipos y acompañado de Silas y Timoteo ([He17,1] [He17,10] [He17,13]; [He18,5]).
Como era su costumbre, entraron en contacto en primer lugar con los judíos, a los que
predicaron durante tres sábados. Rechazados por estos, se vieron obligados a ejercer su
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Introducción a los Libros Bíblicos
apostolado en una casa particular, la de Jasón. Tuvieron notable éxito. Entonces la envidia
de los judíos provocó una rebelión contra ellos. Se les acusaba de sediciosos y de enemigos
del césar. Los misioneros tuvieron que escapar de noche de la ciudad, huyendo a Berea.
Después del encabezamiento de rigor, expone el Apóstol, en la primera parte, una mirada
retrospectiva sobre cómo fue predicado, recibido y conservado fielmente el evangelio en
Tesalónica ([1Tes1,2] a [1Tes3,13]). La exposición es al mismo tiempo condenación y
rechazo de las acusaciones calumniosas que los judíos habían lanzado contra los
misioneros. La preocupación de Pablo por la suerte de sus cristianos de Tesalónica era tan
grande que apenas podía vivir [1Tes3,8], hasta que Timoteo le trajo noticias
tranquilizadoras. La segunda parte se compone de exhortaciones y enseñanzas. El mensaje
cristiano debe convertirse en fuente de santificación en el amor y en la esperanza [1Tes4,1]
a [1Tes5,24]. Su excesiva preocupación por la suerte de los muertos debe ceder ante la
esperanza cierta, que se apoya en la palabra del Señor, de que un día estaremos todos con el
Señor [1Tes4,13] a [1Tes4,18]. Mientras llega ese día, es necesario mantenerse alerta,
unidos a Cristo en la fe, la esperanza y la caridad [1Tes5,12] a [1Tes5,22]. Estamos ante el
escrito más antiguo del Nuevo Testamento.
SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES
Esta segunda carta a los de Tesalónica presupone la primera [2Tes2,2] [2Tes2,15];
[2Tes3,14] y es muy similar a ella en el estilo y en el contenido. Después del
encabezamiento, viene una acción de gracias a Dios por la valentía con que se han
mantenido en la fe a pesar de las dificultades. Las persecuciones les harán dignos del reino.
La intención principal de la carta es corregir una excesiva preocupación por la parusía o
segunda venida del Señor: el día del Señor todavía no ha llegado; primero tiene que
manifestarse la apostasía y el impío; el impío ya está en acción, pero hay un obstáculo que
le impide manifestarse; después de su manifestación será destruido [2Tes2,1] a [2Tes2,12].
Sigue una acción de gracias con la invitación a la perseverancia. De repente se interrumpe
el tomo suave de la carta y se vuelve bruscamente contra los holgazanes, a los que dirige la
célebre frase "el que no trabaje que no coma" [2Tes3,6] a [2Tes3,16].
De la primera carta nadie duda que sea de Pablo. Las razones aducidas para cuestionar la
paternidad paulina de la segunda son las siguientes: 1) una excesiva semejanza con la
primera. No era esa la costumbre de Pablo; más que tener las ideas en la cabeza para
escribirlas, hace suponer que el autor tuvo delante la primera carta. Por otra parte, el
desarrollo de los signos anunciadores de la parusía [2Tes2,1]ss, ausentes en la primera
carta, no pertenece al estilo ni encaja dentro de las preocupaciones del Apóstol. Ninguno de
los dos argumentos es convincente para excluir la paternidad paulina. Y no se olvide el
acento que pone en el saludo final [2Tes3,17]. La carta parece haber sido escrita pocos
meses después de la primera.
PRIMERA CARTA A TIMOTEO
Las cartas pastorales introducen un cambio de panorama. Son escritos dirigidos a personas
concretas -Timoteo y Tito-, discípulos de Pablo, con el fin de darles instrucciones en orden
a las iglesias que el Apóstol les había confiado. De ahí el título de pastorales, con el que
desde el s. XVIII se las viene designando. Está claro, sin embargo, que se trata de escritos
"oficiales", cuyas enseñanzas valen para todos los siglos de la Iglesia.
Sobre el autor no existe acuerdo. Unos continúan defendiendo la autenticidad paulina,
reconocida universalmente hasta el s. XVIII. Otros las atribuyen a un discípulo de Pablo
que habría utilizado fragmentos paulinos.
Las dudas provienen del estilo más sencillo y menos rico en imágenes y metáforas; de la
doctrina, que carece de la mente creadora, profundidad de contenido y grandes perspectivas
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teológicas de las cartas de indudable autenticidad paulina, insistiendo más en la
recomendación de las buenas obras; de la organización eclesiástica (obispos, presbíteros,
diáconos), que parece reflejar un estadio posterior al de Pablo, aunque sin llegar al
episcopado monárquico del s. II; finalmente, de los errores que se combaten, en los que se
pretende ver las doctrinas gnósticas de finales del s. I o principios del II. Los defensores de
la autenticidad paulina explican esos datos por la edad avanzada en que las escribe Pablo y
el carácter pastoral práctico de las mismas; la organización eclesiástica podría responder a
la época de transición del final de la vida de Pablo, y los rasgos de gnosticismo pueden
corresponder a un judaísmo gnostizante creado por judeo-cristianos que el Apóstol tuvo ya
que combatir en escritos precedentes. Las razones en pro y en contra tienen cierta solidez, y
la cuestión permanece abierta. Hay autores que no descartan el que futuros estudios
reafirmen la autenticidad paulina.
El contenido es predominantemente pastoral, y presenta oportunas instrucciones y consejos
sobre la organización de la iglesia, la elección y cualidades de los obispos, presbíteros,
diáconos y viudas; sobre la forma en que han de ser combatidos los herejes y otras
preciosas sugerencias para el ministerio apostólico. Pero como la pastoral paulina se
fundamenta en el dogma y la moral, el Apóstol recomienda a la vez virtudes fundamentales
de la vida cristiana como la caridad, la paciencia, la paz, la mansedumbre, el buen ejemplo,
la vida interior como fundamento de una vida activa apostólica. Y afirma puntos
importantes del dogma cristiano como la fe y la esperanza en Cristo, mediador entre Dios y
los hombres; la redención por amor a los mismos; la voluntad salvífica universal de Dios; la
Iglesia, casa de Dios, columna y fundamento de la verdad, pueblo nuevo de Dios rescatado
con el sacrificio de Cristo, una, santa, universal, con su triple jerarquía: obispos, presbíteros
y diáconos; la utilidad de la Sagrada Escritura; la necesidad de los sufrimientos para gozar
de la gloria con Cristo.
1. El destinatario de la primera carta a Timoteo. Timoteo, natural de Listra (Licaonia), era
hijo de padre gentil y madre judía. Durante su primer viaje apostólico, Pablo lo convirtió a
la fe en Cristo, y en el segundo, ante el laudable testimonio de los cristianos, lo asoció a su
ministerio. Fue desde entonces su compañero de fatigas. Durante la primera cautividad del
Apóstol en Roma (años 61-63) se encuentra con él. Después de ella, siguiendo los datos de
la carta, le confiere la dirección de la Iglesia de Éfeso, al frente de la cual se encuentra en el
momento en que le dirige la carta. La tradición dice que murió mártir en Éfeso.
2. Ocasión y contenido. San Pablo quiere darle normas en orden a que pueda cumplir
acertadamente la misión que le ha confiado. En particular, le da recomendaciones sobre la
organización de la Iglesia y el modo como ha de combatir a los herejes. Ha de defender la
verdadera doctrina [1Tim1,1] a [1Tim1,20]. Le da instrucciones sobre la oración de los
fieles [1Tim2,1] a [1Tim2,15]. Le indica las cualidades que han de tener el obispo y el
diácono [1Tim3,1] a [1Tim3,14]. Le exhorta a combatir a los herejes con una conducta
ejemplar [1Tim4,1] a [1Tim4,16]. Le instruye acerca de la conducta a seguir con los
ancianos, con las viudas, con los presbíteros y la que ha de inculcar a los siervos [1Tim5,1]
a [1Tim6,2]. Reprocha el orgullo y la avaricia, y recomienda la piedad, la frugalidad y la
perseverancia [1Tim6,3] a [1Tim6,19]. Concluye exhortando a Timoteo a la guarda fiel de
la sana doctrina [1Tim6,20] a [1Tim6,21].
SEGUNDA CARTA A TIMOTEO
1. Ocasión. San Pablo, prisionero de nuevo en Roma, ve acercarse el día en que deberá
rubricar con su sangre el evangelio que ha predicado y dejar las cristiandades por él
fundadas en manos de sus discípulos. Se encuentra solo en la prisión y va a dirigir su
último escrito a su querido colaborador Timoteo, que tendría que soportar duras luchas para
conservar intacta la fe de sus cristianos frente a falsas doctrinas que podrían ponerla en
peligro. Por ello le dirige esta carta, que viene a ser el testamento de Pablo, en la cual le
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inculca una perseverancia inquebrantable y le da oportunas instrucciones para combatir las
falsas doctrinas. Pero no satisfecho con las instrucciones por carta, quiere hablar
personalmente con él, por lo que le indica que apenas reciba la carta vaya a Roma,
llevándose consigo a Marcos.
2. Contenido. Comienza con un afectuoso saludo y una sentida acción de gracias [2Tim1,1]
a [2Tim1,5]. Sigue la primera parte [2Tim1,6] a [2Tim2,3], en la que san Pablo exhorta a
Timoteo a luchar abnegadamente por el evangelio, poniendo ante sus ojos los motivos que
deben inducirlo a ello: la ordenación, el ejemplo de Pablo y sobre todo el de Cristo. En la
segunda parte [2Tim2,14] a [2Tim4,5] le da instrucciones sobre el modo de combatir a los
falsos doctores, presentes y futuros, a quienes ha de confundir con la predicación de la
verdad y el ejemplo de una vida santa. El epílogo [2Tim4,6] a [1Tim4,22] contiene la más
bella apología de un apóstol y los saludos de costumbre.
PRIMERA CARTA DE SAN JUAN
Nuestra carta es un escrito contradictorio. Por una lado, le falta una estructuración clara. Se
caracteriza más bien por una especie de vaivén entre dos grandes temas: la verdadera fe en
Cristo y la conexión necesaria entre la fe y la conducta. Le faltan además los rasgos
característicos del género epistolar; al leerla, recibimos la impresión de tener en nuestras
manos un escrito de carácter general, una especie de manifiesto teológico, algo así como
una encíclica. Los pensamientos finales son particularmente importantes: la certeza de
poseer la vida es lo que impulsa a la oración, a la permanencia en las verdades
fundamentales, a no pecar como una exigencia de la filiación divina, a guardarse de los
ídolos. Por otra parte, tenemos en ella una serie de detalles muy precisos que obligan a
considerarla como una carta: se supone una situación bien conocida y precisa [1Jn2,18]ss;
se supone un peligro grave para la fe [1Jn2,21]; [1Jn4,4]; tiene delante un sector muy
determinado de lectores; la misma forma de dirigirse a ellos: "hijos", "queridos", está en la
línea apuntada.
La carta es una advertencia contra los herejes que han surgido dentro de la comunidad
cristiana [1Jn2,18]s; [1Jn3,7]. Los cristianos ya han luchado contra estos "seductores",
llamados anticristos. Se caracterizan por presumir de conocer a Dios [1Jn2,4]; [1Jn4,8], de
vivir en comunión con él [1Jn1,6]; [1Jn2,6] [1Jn2,9], de amarlo [1Jn4,20], de estar por
encima o más allá del pecado [1Jn1,8] [1Jn1,10]. Son los gnósticos. Frente a ellos, nuestro
autor afirma la necesidad de mantener la confesión adecuada de la fe: Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, venido en carne. Quien no confiese que Dios se ha manifestado en Jesús no
es cristiano. La insistencia en este punto nos hace pensar que quienes lo negaban eran los
gnósticos, que defendían una cristología doceta, que rechazaban la identidad del Cristo
celeste con el Jesús histórico y no admitían el valor expiatorio de su muerte. Junto a esta
verdad fundamental, y basándose en él, nuestro autor expone las exigencias ético-morales
que ello comporta: decir que Dios es luz lleva consigo el caminar en la luz; presumir del
conocimiento y comunión con el Cristo celeste implica vivir en correspondencia con él, en
lucha contra el pecado, ya que él vino para quitar el pecado y destruir las obras del diablo.
La insistencia casi obsesiva en este punto pone de relieve que aquellos gnósticos
despreciaban el aspecto moral, se consideraban por encima de las exigencias ético-morales,
pensaban que eran impecables.
El autor de la carta, de no ser el mismo redactor último del evangelio de Juan, hay que
buscarlo en ese círculo. Las coincidencias con el cuarto evangelio, en particular con aquello
que pertenece a la redacción final, como son los cc. [1Jn13,1] [1Jn17,1], son grandes: la
misión del Hijo como expresión del amor de Dios; la unidad del Padre y del Hijo; la fe en
Dios como fe en Jesús; el amor fraterno como realización de la fe verdadera; la separación
de los creyentes, en cuanto hijos de Dios, del mundo y del maligno...
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Introducción a los Libros Bíblicos
SEGUNDA CARTA DE SAN JUAN
La segunda carta de san Juan la escribe el presbítero a la "señora elegida", la Iglesia, y a sus
hijos. Es una amonestación a caminar en la verdad y en el amor y una advertencia ante los
"seductores", que no admiten que Jesucristo vino en carne. Fue escrita a una comunidad
concreta, en contra de la primera apariencia, ya que, por dos veces, habla de "señora"
[2Jn1,1] [2Jn1,5]. Es un nombre metafórico. Así lo demuestra el hecho de que esta "señora"
se halle unida por los vínculos del amor con todos los que conocen la verdad; sus hijos, lo
mismo que los hijos del presbítero [2Jn1,4], no son hijos carnales, sino espirituales; los
problemas no son los familiares, sino los de la vida cristiana de una comunidad. El fin de
esta carta es una amonestación a aquella comunidad para que no se deje seducir por el error
de aquellos que niegan que Jesús vino en carne. Es el error gnóstico, cuyas características
tenemos expuestas con mayor precisión y claridad en 1Juan, a cuya introducción y notas
remitimos para un mejor conocimiento del contexto histórico-cultural en el que surge esta
segunda carta de Juan.
TERCERA CARTA DE SAN JUAN
En esta tercera carta, el presbítero escribe a una persona concreta. Gayo, al que, por cuatro
veces, llama "querido". El autor expresa su satisfacción porque su querido Gayo "camina en
la verdad", dentro del ámbito de la realidad divina manifestada en Cristo. El tema se centra
en la hospitalidad caritativa que ha demostrado Gayo con los que van de camino [3Jn1,5].
Probablemente se refiere a los misioneros ambulantes enviados por el presbítero y
rechazados por un tal Diotrefes, dirigente de la comunidad. Muy probablemente el
destinatario de la carta había sido convertido por el presbítero [3Jn1,4]; pero tanto él como
su grupo habían sido orillados de la comunidad [3Jn1,15] por el dominio despótico de
Diotrefes [3Jn1,9]s. Este Diotrefes desprestigiaba al presbítero y a sus enviados con
palabras "llenas de malicia". Él se consideraba el representante de la ortodoxia, el obispo
local; y justificaba su rechazo a los misioneros enviados por el presbítero con la acusación
de que de sus comunidades habían surgido cristianos gnósticos, que negaban la confesión
adecuada de la fe cristiana.
CARTA DE SAN JUDAS
Este breve escrito apenas puede encuadrarse dentro del género epistolar. La introducción
resulta excesivamente genérica; y, al final, tenemos una conclusión litúrgica. El contenido
de la carta es tan genérico que difícilmente es compatible con unos destinatarios concretos
de una determinada comunidad.
Fundamentalmente, la carta es una amonestación dirigida a los cristianos para que no
caigan en la trampa de la doctrina gnóstica. Estos gnósticos establecían una separación total
entre lo material y lo espiritual, sosteniendo que el verdadero ser pneumático o espiritual no
podía verse tocado ni afectado por nada de lo que hiciese la carne. Como Si Dios no fuese
el creador de todo, y el hombre, en su totalidad, no le perteneciese. Como Si la vida
humana pudiese ser parcelada, dejando una parcela para Dios y utilizando la otra según el
deseo caprichoso del hombre. Como Si pudiese ser separado lo espiritual de lo material,
negando toda relación e interferencia entre ello.
El autor de nuestro escrito se presenta como siervo de Jesucristo y hermano de Santiago.
No es apóstol, sino que remite a la enseñanza de los apóstoles. Se ha pensado en Judas, el
hermano del Señor [Mc6,3]. En contra de esta atribución hay que señalar lo siguiente: la
vida libertina que critica apunta a lectores cristianos procedentes del paganismo; esto hace
pensar en un autor distinto de Judas. Habla de los apóstoles y de su enseñanza como de algo
perteneciente al pasado. Nuestra carta supone el mismo ambiente que la segunda de Pedro.
Nos hallamos, por tanto, en el tiempo posapostólico. La actualidad de la carta debe verse en
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la armonía que establece en el hombre, en el cual no pueden establecerse divisiones o
parcelaciones entre lo espiritual y lo material.
PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO
La primera carta de Pedro se abrió paso por sí misma. Su densidad teológica, los
pensamientos básicos que recoge sobre lo constitutivo del ser cristiano y las exigencias
implicadas en ellos son tan objetivos y atractivos, que este escrito atrajo siempre las
miradas de cuantos pensaban en serio su fe. Con toda razón ha sido llamada "la carta del
ánimo-coraje", "carta de la peregrinación", "carta de la esperanza".
La carta consta de una serie de exhortaciones y amonestaciones basadas en la acción de
Dios realizada en Cristo; los imperativos -las exigencias cristianas- se hallan
fundamentados y exigidos, al estilo paulino, en los indicativos, que describen la acción de
Dios y el ser específico del cristiano. Después del saludo a las Iglesias de Asia Menor, que
constituyen el verdadero Israel de Dios, comienza una alabanza a Dios por haber
reengendrado a los lectores, mediante la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva y
a la salud futura: herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible. Los sufrimientos
presentes sirven para purificar la fe. El premio a la perseverancia es la salud final. Es la
salud que los profetas y los mismos ángeles desearon ver. Así pues, redimidos por la sangre
del cordero inmaculado, deben vivir una vida santa, ya que son hijos de Dios,
incorporándose como piedras vivas en el edificio espiritual cuya piedra angular es Cristo
[1Pe1,3] [1Pe2,10]. A continuación se describen las obligaciones o deberes de los cristianos
en el mundo: deben conducirse de una forma digna de su condición [1Pe2,11] [1Pe3,12];
deben seguir el ejemplo de Cristo doliente [1Pe3,13] [1Pe4,11]; se insiste en los mismos
pensamientos en [1Pe4,12] [1Pe5,11].
Uno de los problemas de la carta lo constituye su unidad. A partir del [1Pe4,11] cambia la
situación y las amonestaciones a los cristianos tienen como punto de referencia las
dificultades y persecuciones en medio de las cuales viven. ¿Solución? La solución llamada
"litúrgica" considera la primera parte como una liturgia bautismal, que terminaría en
[1Pe4,11], e iría dirigida a los nuevos cristianos. La segunda parte se dirigiría a todos, y
tendría por eso presente la situación de persecución. Otros autores piensan que la carta tiene
dos partes, sin más, por ir dirigida a varias Iglesias, en las que la situación era diversa. Por
eso hablaría de forma más genérica.
La carta es atribuida a Pedro, apóstol de Jesucristo. Pero hay muy serias dificultades en
contra de la paternidad literaria de Pedro: en la carta no hay vestigio alguno de que su autor
haya conocido a Jesús; el nombre de Babilonia para designar a Roma apareció después de
la guerra judía; lo relativo a las persecuciones hace pensar en tiempos de Domiciano o de
Trajano... No parece que pueda datarse la carta antes de la última década del s. I.
SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO
La carta se presenta como escrita por Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo [2Pe1,1].
Y quiere mantener esta creencia a lo largo de la misma: se presenta como testigo de la
transfiguración [2Pe1,16]ss; recuerda a sus lectores que ya les escribió otra carta [2Pe3,1],
y se declara "hermano" de Pablo [2Pe3,14]. A pesar de todos los argumentos, hay que decir
que la carta no fue escrita por Pedro. Así lo demuestran las siguientes consideraciones: no
fue recibida definitivamente en la Iglesia antes del s. V; este hecho es inexplicable en el
caso de que Pedro hubiese sido su autor. Cuando fue puesta por escrito, ya existía una
especie de canon de libros inspirados, entre los que se contaban las cartas de Pablo
[2Pe3,15]s; esto apunta al tiempo posterior a la muerte de Pedro. La consideración de la
Iglesia como guardiana de la fe recibida nos habla también de un tiempo más tardío. Los
enemigos que inquietan son los que crean problemas a fines del siglo I. También parece
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Introducción a los Libros Bíblicos
demostrada la dependencia de esta carta de la de Judas.
La carta fue compuesta como una especie de "testamento apostólico" de Pedro, lo mismo
que [He20,17]ss lo es de Pablo. En ambos casos tenemos a los dirigentes de la comunidad
cristiana en la época posapostólica debatiéndose con enemigos nuevos, a los que combaten
aduciendo la doctrina y testimonio de los testigos oculares.
Nuestra carta parte de la grandeza de la esperanza cristiana [2Pe1,3]s, que debe
estimularlos a permanecer en su esfuerzo de santificación [2Pe1,5] a [2Pe1,11]. La certeza
de la esperanza cristiana la garantiza él como testigo que fue de la transfiguración del Señor
[2Pe1,12] a [2Pe1,18]. Certeza garantizada también por los escritos del AT [2Pe1,19]
[2Pe1,21]. La misma certeza cristiana debe ser un antídoto contra las falsas doctrinas,
contra los que menosprecian al juicio último. El Señor no ha retrasado su venida. [Si la
aplaza, es para conceder un espacio de tiempo de oferta de la gracia [2Pe3,1] a [2Pe3,13].
Ellos, por el contrario, deben llevar una vida pura y sin mancha en un mundo manchado.
La mayor importancia de la carta tal vez esté en el modo como resuelve los problemas
planteados a la Iglesia de su tiempo. Ante una falsa interpretación del retraso de la parusía,
recurre a la fe de la Iglesia y habla del tiempo de la paciencia de Dios. Hace teología desde
la historia que tiene delante. En un tiempo de Crisis recurre a la esperanza de los orígenes
para descubrir la voluntad de Dios en orden a resolver las dificultades planteadas por la
crisis. Y afirma terminantemente que el cómputo divino, en relación con el tiempo, es muy
distinto al humano. No siempre el hombre es capaz de rastrear los caminos de Dios. Esto,
sin embargo, no nos exime del esfuerzo de intentarlo. La solución dada al problema
planteado puede que no sea la única ni la definitiva, pero basta con que sea una solución.
CARTA DE SANTIAGO
La carta de Santiago siempre ha creado problemas. Desde los tiempos de la Iglesia antigua,
que no la aceptó unánimemente entre los escritos inspirados, hasta nuestros días, en los que
sigue creando dificultades, pasando por el tiempo de la Reforma: "en contra de Pablo,
enseña la justificación por las obras; no predica a Cristo, sino la ley y una fe general en
Dios" (es el juicio de Lutero; por esas razones la excluye de la Biblia). Desde luego, es el
escrito de más acentuado cuño judío de todo el NT. En él se entremezclan constantemente
los elementos judíos y cristianos. Nada sorprendente, por otra parte, ya que el cristianismo
no sólo nació del judaísmo, sino que heredó de él una parte importante de su ética.
La carta de Santiago, que sólo lo es en sentido propio en sus primeros versos, es "católica".
Recoge, por ello mismo, verdades de validez universal y que afectan a todos. Es evidente
que no tenemos en ella todo el evangelio. Más aún, no encontramos ni lo esencial del
mismo, la exposición del misterio pascual. Incluso los ejemplos propuestos a los
destinatarios para estimular su auténtica vida y conducta cristianas están tomados del AT.
Pero todo esto es presentado descubriendo y describiendo, al mismo tiempo, toda la
dimensión de la existencia cristiana. Por consiguiente, estamos ante un documento
cristiano. Añádase, como prueba de ello, la exhortación al de condición humilde a gloriarse
en su exaltación [Sant1,9]. Así sólo hablaba san Pablo; ningún maestro judío. El ser
engendrados por la palabra [Sant1,18] tiene sus raíces en el cuarto evangelio. El "nombre
que ha sido invocado entre vosotros" [Sant2,7] hace referencia al bautismo. El principio de
la no distinción entre ricos y pobres es específicamente cristiano.
Creemos inútil buscar una estructuración real y objetiva en la carta. No existen unos
principios claros conforme a los cuales vaya desarrollándose el pensamiento con lógica.
Esto no existe en la carta. Tenemos, más bien, una serie o cadena de amonestaciones,
grupos de proverbios o simples proverbios aislados, yuxtapuestos o unidos mediante
palabras clave, que son utilizadas a modo de cadena para hacer avanzar el pensamiento o
simplemente exponerlo.
En cuanto al autor, la atribución a Santiago, el hermano del Señor y obispo de Jerusalén,
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Introducción a los Libros Bíblicos
carece de fundamento sólido: no ofrece rasgo alguno que nos haga pensar que su autor
conociera a Jesús; la problemática que recoge, por ejemplo la relativa a la fe y a las obras,
es posterior a la muerte de Santiago; esta atribución es tardía. La carta es anónima, y nos
hace pensar en un tiempo bastante posterior a Pablo, cuando el movimiento gnóstico había
comenzado a intranquilizar a la comunidad cristiana.
CARTA A LOS HEBREOS
Difícilmente encontraremos un escrito más estimulante; en el que mejor se vea reflejado el
cristiano y la comunidad creyente; que recoja nuestras vivencias y problemas con tanta
hondura y humanidad, como lo hace la carta a los Hebreos. Ningún escrito del NT ha
plasmado con tanta audacia y profundidad la más grave tentación que puede dar al traste
con la identidad cristiana, tanto a nivel personal como comunitario: la tentación del
cansancio. Un cansancio proveniente no del trabajo -cosa normal y perfectamente
explicable-, sino de la pérdida de vista de las dimensiones reales del misterio cristiano, de
sus exigencias determinantes, de sus esperanzas gratificantes.
La palabra de Dios, que habla para nosotros, se hace más interesante cuando caemos en la
cuenta de que habla de nosotros. Como lo hace nuestra carta, recordándonos: 1. Los
tiempos gloriosos del amor primero, en que juramos fidelidad perpetua, alimentándonos ya
entonces de manjares sólidos y no de leche, indicada más bien para organismos débiles e
infantiles [Heb5,12]. 2. El grave peligro que corremos de extraviarnos si no prestamos
mayor atención a lo que hemos oído [Heb2,1]; [Si nos volvemos torpes de oído y tardos de
entendimiento [Heb5,11]; Si endurecemos nuestros corazones [Heb3,7]; si no mantenemos
la gozosa satisfacción de la esperanza [Heb3,6]; Si, dominados por la cobardía, olvidamos
los trabajos sufridos por exigencias de fidelidad a la fe cristiana [Heb10,32]ss. 3. La
tentación del cansancio puede ser tan grave que llegue al abandono del camino emprendido,
a la defección total, a la apostasía [Heb3,12]; [Heb6,4]ss.
Además de denunciar el peligro, el autor de nuestra carta recuerda los medios más eficaces
para una solución sólida: comenzar de nuevo, Si es preciso [Heb6,1]ss; traer a la memoria
la fidelidad fundamental de Cristo [Heb3,1]ss que nos sustenta, a condición de responder
con nuestra confianza [Heb3,14]; recordar la eficacia y penetración de la palabra de Dios
[Heb4,12]; evocar nuestra dignidad de "hermanos en Cristo" [Heb2,12]; profundizar en
todo el plan de Dios que, realizado en Cristo, es para nosotros. Constituye un argumento no
despreciable de nuestra fidelidad "la historia [Os contempla": la serie de testigos y
campeones de la fe en el pasado (cc. [Heb11,1] a [Heb12,1]). Todo ello debe ser un
estímulo muy importante para que mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues el
autor de la promesa es fiel.
Hebreos es una auténtica carta cristiana. Por sus características podría y debería figurar
entre las cartas "católicas". No estamos ante una verdadera carta. La razón de haber sido
considerada así la tenemos en algunas alusiones concretas a la situación de los lectores,
referencias directas a ellos e incluso saludos al final. En realidad se trata de un documento
teológico, en el que la Iglesia cristiana expone sus puntos de vista en claro debate con el
judaísmo. El autor ha definido su escrito como una palabra de exhortación [Heb13,22]. Al
catalogarla así debemos recordar las tres características de esta clase de escritos: a) es
palabra de defensa y apología. El autor utiliza todos los recursos a su alcance para
convencer a sus lectores cristianos de la grandeza de la fe que abrazaron. Se trata, por tanto,
de una demostración y defensa de la doctrina cristiana en sí misma y frente al judaísmo. De
aquí deriva su carácter apologético; b) palabra de exhortación. La exhortación, llamada o
toque de atención, se dirige a cristianos vacilantes en su fe. Por eso recurre a todos los
medios para que se mantengan en ella; c) palabra de consuelo. El que ha vivido y vive en
medio de dificultades, pruebas y sufrimientos necesita aliento y cariño. Nuestro escrito los
brinda ampliamente a sus lectores, tanto a nivel humano como, sobre todo, teológico: ¡vale
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Introducción a los Libros Bíblicos
la pena ser cristiano!
Una característica importante de nuestro escrito es su tono oratorio. De su lectura recibimos
la impresión de hallarnos ante una verdadera predicación de la Iglesia primitiva. Una
predicación de tipo doctrinal, en la que los temas se desarrollan en profundidad y no al
modo de la predicación kerigmática, más elemental y sintética. El uso ininterrumpido de los
textos bíblicos y su correspondiente comentario la colocan, al mismo tiempo, en la línea de
la predicación homilética.
Durante mucho tiempo se pensó que los destinatarios de esta carta habían sido cristianos
procedentes del judaísmo, judeo-cristianos. Hoy se piensa que fueron cristianos procedentes
del paganismo, étnico-cristianos. ¿Razones? La necesidad de volver a empezar en el tema
de la doctrina cristiana y de la conversión al Dios único [Heb6,1]s; [Heb11,6]; las
advertencias sobre la caída-apostasía [Heb3,12]. Por otra parte, las alusiones frecuentísimas
al AT no prueban nada en contra de esta forma de ver las cosas, ya que entonces la única
Biblia conocida era el AT.
En cuanto al tiempo de composición, el punto serio de referencia es [Heb13,7]: el tiempo
apostólico se halla ya lejano. También parece interesante la constatación siguiente: la
cuestión del judeo-cristianismo y el étnico-cristianismo está ya superada. Estos dos datos
llevan a la conclusión siguiente: Hebreos debe datarse en la última década del s. I. El autor
es desconocido. No existen razones definitivas para optar por una persona u otra. El apóstol
Pablo está claramente descartado. Igualmente inseguro es el lugar desde donde fue escrita.
La inscripción "a los Hebreos" pudo haber surgido por la fuerte influencia que el judaísmo
helenista tuvo en nuestro escrito.
CARTA A TITO
1. El destinatario. Tito, nacido de padres gentiles, fue convertido a la fe por Pablo [Tit1,4].
Acompañó al Apóstol en su viaje a Jerusalén, con ocasión del concilio, y durante su
estancia en Éfeso. Por dos veces lo envió a Corinto con la misión de restablecer el orden en
aquella Iglesia, lo que cumplió con todo éxito [2Cor7,6]s; [2Cor8,16]s. Liberado de su
primera prisión, según los datos de las pastorales, el Apóstol pasó por Creta dejando allí a
Tito, al frente de cuya Iglesia se encuentra cuando Pablo le dirige la carta. En ella le
encarga que vaya a Nicópolis (Epiro) para entrevistarse con él. Después lo envió a
Dalmacia [2Tim4,10].
2. Ocasión y contenido. Son similares a los de 1Timoteo. San Pablo no tuvo tiempo de
evangelizar a fondo a los fieles de Creta, por lo que encargó a Tito el completar la
formación de los mismos. El carácter díscolo de los cretenses y ciertas doctrinas que
predicaban, sobre todo los judeo-cristianos, precisaban un hombre hábil y vigoroso como
Tito. El Apóstol le escribe la carta con el fin de darle las oportunas instrucciones para
gobernar la grey que le ha confiado y combatir las doctrinas falsas.
Contiene un saludo amplio [Tit1,1] a [Tit1,4]. Señala a Tito las cualidades que han de tener
los obispos-presbíteros y la actitud que ha de observar con los indisciplinados cretenses
[Tit1,5] a [Tit1,16]. Lo instruye sobre los consejos que ha de dar a diversas clases de
personas en conformidad con el ideal de santidad cristiana [Tit2,1] a [Tit2,15]. Le indica
algunas virtudes que ha de recomendar a los fieles ante el amor que Dios nos ha tenido, y la
conducta que él ha de observar frente a las disputas necias [Tit3,1] a [Tit3,11]. Concluye la
carta con encargos y los saludos de costumbre [Tit3,12] a [Tit3,16].
APOCALIPSIS
La Apocalíptica es, ante todo, una mentalidad y una actitud religiosa que, en su concepción
del mundo, cuenta con la acción de Dios, que crea un mundo nuevo y elimina al antiguo
por oponerse a la realización de sus planes de salud para el hombre. Esta concepción, al
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poner por escrito sus perspectivas, crea el correspondiente género literario, llamado
"apocalíptico". La mentalidad apocalíptica y su correspondiente género literario surge en
todas aquellas religiones que se preguntan por el fin del mundo, por el sentido último de la
historia y la suerte adversa del hombre justo en un mundo que le es hostil. No estamos, por
tanto, ante un género literario típicamente cristiano. El cristianismo heredó este género
literario del judaísmo.
El libro del Apocalipsis nos sitúa, una vez más, ante la paradoja. Nosotros hemos vinculado
a este nombre algo que es secreto, oculto, misterioso, enigmático... Y ahí está la paradoja.
Porque, en su intención y finalidad, es exactamente todo lo contrario. Lo dice claramente su
mismo nombre: apocalipsis significa revelación-manifestación [Ap1,1]. Por tanto, por su
misma naturaleza, no pretende ocultar cosas escribiéndolas en un libro sellado con siete
sellos, sino abrir o levantar los sellos y desvelar o dar a conocer los grandes misterios que
afectan a todos los cristianos. El vidente lo escribe por orden expresa del Cristo glorioso.
El Apocalipsis es un libro de consolación, dirigido a una Iglesia perseguida, que tiene
delante de sus ojos como algo temible e inevitable el martirio. Por eso el autor describe los
acontecimientos del presente y de un pasado inmediato y predice lo que ocurrirá a corto
plazo. Estamos diciendo que el Apocalipsis es un libro de su tiempo y para su tiempo,
aunque no sólo para él. No es un libro que describa cosas aéreas que nadie sabe cuándo
ocurrirán.
Las características fundamentales de este género literario son el dualismo: un dualismo
histórico-ético, de fuerzas opuestas y personificadas, que puede ser llamado también
dualismo cósmico, porque todo el cosmos, cielo, tierra y abismo, se halla envuelto en la
oposición o contraposición entre el poder del bien y el del mal; y la escatología: su
preocupación por las cosas últimas, los tiempos últimos, la muerte y el fin de la era presente
y la vida del mundo futuro. El mundo presente se halla bajo el control del maligno, pero
Dios es más fuerte y concederá la victoria a los suyos.
Otras características son: la visión, que es un recurso para ganar la atención del lector; la
pseudonimia: estos escritos son atribuidos a personalidades del pasado para ganar
autoridad, como Abrahán, Moisés, Juan...; la angelología y la demonología juegan un papel
decisivo en las representaciones; el simbolismo de los animales, de las partes del cuerpo, de
los números; la narración de grandes catástrofes predecesoras del fin.
La apocalíptica es hija de la profecía, aunque existe una diferencia fundamental entre ellas.
Mientras que los profetas afirman que los planes de Dios se realizan en y a través de la
historia, de las leyes que la rigen, de sus estructuras, de las personas dirigentes, los
apocalípticos están convencidos de que el mundo actual no puede cambiar, y entonces la
renovación tiene que predecirse mediante la eliminación del orden presente y la aparición
de un mundo nuevo, creado por Dios [Is65,17]. Más aún; en contra de la sobriedad de los
profetas, los apocalípticos se atreven incluso a describir dicho mundo nuevo.
En la historia contemporánea ve nuestro autor el gran drama que se está representando. El
escenario es el mundo, dominado por Roma, y, en particular, la provincia de Asia. En este
escenario aparecen dos fuerzas contrapuestas: el poder estatal pagano y la comunidad
cristiana. El imperio romano es la bestia, el enemigo encarnizado de la Iglesia [Ap13,1]ss;
la Roma pagana es la gran ramera, sentada sobre la bestia [Ap17,1]ss. Las comunidades
cristianas han sufrido ya el ataque de la bestia [Ap2,3] [Ap2,10]; [Ap3,8]s, y esto no ha
sido más que el principio [Ap3,10]s; [Ap6,11]; [Ap13,10]. En la penumbra y entre
bastidores están, a favor de la bestia e impulsándola, Satanás, el dragón, la serpiente
antigua; y detrás de las comunidades cristianas e impulsándolas, está Dios y su Cristo. En el
desarrollo de los acontecimientos no hay imprevistos. Todo está escrito en un libro y todo
se cumplirá. Su contenido, a pesar de todos los horrores, es evangelio, la plenitud y
consumación de la salud [Ap14,6]; [Ap10,7].
Entre la simbología, hay que destacar: el trono=la soberanía divina; el mar de vidrio
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mezclado con fuego=la santidad inaccesible de Dios; el arco iris=la gracia divina; los siete
espíritus=la plenitud del Espíritu; la huida del cielo y de la tierra=el juicio (20,11); el
dragón y sus ángeles=el reino o las fuerzas del mal; la plaga de langostas y las tropas de
caballería=el pecado corporativo de la raza; el arcángel Miguel=Cristo en su lucha contra
las fuerzas de la injusticia; las siete lámparas=la Iglesia universal; Sodoma y Egipto o
Babilonia=Roma y la cultura del mundo contemporáneo; la nueva Jerusalén=la Iglesia o el
pueblo de Dios; los truenos...=la revelación; los ojos=el conocimiento; el color
blanco=victoria; el rojo=martirio; el escarlata=lujuria o magnificencia; el número
cuatro=las cuatro direcciones cardinales; el siete o el cuarenta=perfección; el doce=el
nuevo Israel; mil=una gran muchedumbre.
El autor de este libro no ha sido Juan el Zebedeo. Debe ser buscado dentro del mundo tan
rico que conocemos con el nombre de "mundo de Juan".
Esto no sé exactamente qué es
1.1: INTERPRETACIONES DE LA ESCRITURA [Gén3,1]
FUNDAMENTALISMO
La interpretación que damos de los capítulos 1-3 del Genesis es muy diferente de la que
podía darse en el siglo pasado, cuando todos consideraban esas páginas como una
descripción de cómo Dios creó al mundo y, en especial, al hombre. Y también será
diferente la interpretación del pecado de Adán. Esto nos invita a decir aquí algunas palabras
sobre estas interpretaciones divergentes de la Escritura y sobre la Inspiración de los Libros
Sagrados.
La divergencia se debe a las varias respuestas que uno puede dar a la pregunta siguiente:
Siendo las Escrituras a la vez Palabra de Dios valedera para todos los tiempos, y palabra
humana acondicionada por el temperamento de su autor, por su cultura y las necesidades
de su tiempo, ¿cómo distinguir la parte de estas dos componentes para alcanzar el mensaje
que a nosotros se refiere?
Una primera respuesta la dan los fundamentalistas. Este vocablo se aplica hoy a muchos
movimientos, cristianos, nocristianos, políticos... , pero en un comienzo se trataba de
cristianos que se negaban a regatear las verdades de la fe en nombre de la modernidad. Una
de las cinco verdadeds que defendían era la interpretación literal de la Escritura. Insistían
en especial en que se debía tomar al pie de la letra los relatos de la creación; pues pensaban
que toda otra interpretación llevaba agua al molino de los darwinistas y preparaba la
negación a la vez del pecado original y de la redención. En esto había un doble error:
- primero, porque no tiene sentido eso de interpretar un texto sin preguntarse lo que su autor
quería decir no tiene sentido; y no hay duda de que hubo un autor humano que se dirigía a
una audiencia determinada.
- segundo porque, al no leer el texto en el contexto de su tiempo, se pierde una dimensión
importante de la Escritura, la cual es a la vez una historia y una pedagogía.
El que no ubica los textos en su tiempo pierde una dimensión importante de la Escritura que
es la pedagogía de Dios. Pues desde los comienzos y, desde el tiempo de los Patriarcas
hasta la venida de Jesús y el tiempo de los apóstoles, toda la Historia Sagrada ha sido un
largo proceso en que les esfuerzos humanos, la influencia de los profetas y las conyunturas
internacionales se han unido a la continua presión del Espíritu de Dios para hacer crecer y
madurar en Israel la revelación destinada al mundo. El que desconoce esta pedagogía o
manera de actuar de Dios dentro de la vida de su pueblo hablará, por supuesto, de Historia
Sagrada, pero ésta se limitará para él a una serie de guerras y pruebas del pueblo de Israel
en las que constantemente el pueblo demostró ser poco fiel, y Dios, en cambio, manifestó
su justicia y su misericordia. Mucho se le escapará, tanto más que, al no tomar en cuenta el
tiempo en que se escribieron cada uno de los libros, no verá cómo la manera propia de cada
cual para enfocar esta historia depende del nivel de maduración religiosa de la comunidad
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religiosa en el tiempo que escribió.
El error de interpretación del fundamentalista es mayor todavía en el caso de los primeros
capítulos del Génesis. Prefiere ignorar todo lo que la historia del Eden debe a los relatos
mitológicos del Medio Oriente, e interpreta estas páginas de la Biblia como si Dios hubiera
dictado al autor sagrado sus propios apuntes acerca de lo que hizo en el comienzo : Sí, tomó
la arcilla (a pesar de que no tiene manos), y sopló (a pesar de que no tiene boca), y dijo al
primer hombre (¿en qué idioma si entonces no existían?), y lo llamó Adán (un nombre que
tendrá una significación solamente muchos siglos después cuando se formará el idioma
hebreo), y vino una serpiente que hablaba, y a la mujer no le causó sorpresa que una
serpiente le hablara... Partiendo de sus certitudes el fundamentalista negará que Dios haya
preparado la venida de su Hijo y de la especie humana desde el principio de la creación
mediante la subida laboriosa de los seres vivos. Deberá negar los hechos reconocidos por la
ciencia (no hablamos de las teorías propuestas por científicos, ya sean la darwinista o
cualquier otra hipótesis más actual). Si interpreta del mismo modo el capítulo 5 de la Carta
a los Romanos, se volverá ciego al designio de Dios que quiere salvar a todos los hombres
y mandará al infierno a todos aquellos que no encontraron el mensaje de la fe.
En realidad, no podemos condenar en forma tan absoluta el fundamentalismo, pues tanto
los judíos, como el propio Jesús y los apóstoles interpretaban hasta un cierto punto la
Escritura como lo hacen hoy los fundamentalistas. Esto se debe a que no tenían, ni la visión
de la historia que ahora tenemos, ni la cultura que de ella se deriva. Para dar ejemplos, se
les escapaba que los libros dichos "de Moisés" habían sido escritos varios siglos después de
él, e incluso posteriormente a los libros de los profetas. Lo mismo estaban convencidos que
el conjunto de los Salmos tenía a David por autor. Los efectos de esta ignorancia, sin
embargo, eran limitados por el hecho de que se bañaban en la cultura hebrea que había
producido todos esos libros; más todavía, la tradición de la sinágoga se encargaba de limitar
los excesos que podían resultar de una interpretación de tal o cual libro fuera del conjunto
de la Escritura. Para dar otro ejemplo, si nos referimos a los capítulos del Jardín de Eden, el
nombre de Adán significaba a la vez para ellos el padre de la raza y la raza misma - igual
como cada pueblo nómade llamaba por su nombre al antepasado mítico de la comunidad. Y
se abstenían de concluir del pecado de Adán que su falta hubiera tenido más importancia
que cualquier otra rebelión de la colectividad. En cambio, a lo largo de los siglos que
siguieron, mientras la cristiandad se alejaba de sus raíces culturales hebráicas, los teólogos
que entendían al pie de la letra toda la historia de Adán llegaron a pensar que se trataba de
un solo pecado del primer hombre, el que era castigado por la muerte y el infierno para toda
la humanidad. La Iglesia no ha terminado de pagar un error tan monstruoso.
Si bien el fundamentalismo limitado de Jesús y de los apóstoles (que nos perdonen esta
expresión) no les permitía verificar en los textos bíblicos una pedagogía de Dios de la que
no dudaban, el daño no era mucho porque vivían en tiempos en que cambios políticos de
mayor trascendencia no alteraban la cultura religiosa y los valores de la vida diaria.
Mientras la fe la transmitían la comunidad y la familia, esa fe pedía antes que nada la
observancia de conductas probadas e indiscutidas. Las opciones eran sencillas: seguir la
Ley o ser un rebelde. Y la Ley ordenaba tanto las relaciones de los creyentes con los no
judíos, como las normas de conducta en las diferentes áreas de la existencia. Era de menor
importancia para los creyentes que vieran la historia como una pedagogía de Dios y que
leyeran también los acontecimientos vividos como dispuestos por Dios que nos va guiando
e instruyendo (ver sin embargo [Mt16,2]).
Las revoluciones culturales de nuestro siglo y, más especialmente, de la segunda mitad de
éste, nos han vuelto a poner en un camino de búsqueda. Ya tengamos que apreciar lo que es
transitorio en la doctrina de la Iglesia y lo que no puede cambiar, o queramos entender la
evolución rápida de las comunidades eclesiales, necesitamos profundizar los cambios
atestiguados por la Escritura, en el campo de la fe vivida. Y es ahí donde una visión
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fundamentalista nos puede paralizar, pues ésta busca transformar los testimonios tan
diversos y a veces opuestos que componen las Escrituras en "una" religión codificada por
Dios mismo. Entonces la Palabra de Dios no demora en cederle el paso a un catecismo, el
cual por supuesto se apoya en la Escritura, pero no por eso es sacramento de la Palabra o es
capaz de dar vida.
1.2: COMO SE ESCOGIERON LOS LIBROS SAGRADOS [Esd7,1]
En el presente capítulo Esdras es llamado varias veces escriba, o maestro en la Ley. Ley de
Yavé, según los judíos; Ley del Dios de los Cielos en la carta oficial del gobierno perso que
identificaba a Yavé con el Dios de los Cielos. Se considera habitualmente que Esdras juntó
les libros que componían el primer núcleo de nuestra Biblia. Los libros de Moisés llamados
la Ley eran la parte esencial de ella.
Es entonces cuando la Ley de Dios empieza a ser identificada con un conjunto de libros
tenidos por sagrados: ver al respecto [2Mac2,13] que atribuye esta iniciativa a Nehemías.
Es aquí, pues, donde conviene preguntarnos cómo se reconocen los libros sagrados. Et que
compra una Biblia no duda de que contiene los libros inspirados, que es el libro de la
Palabra de Dios... Pero ¿quién decidió, y con qué criterios, cuáles eran los libros sagrados?
Esta pregunta es fundamental pues, bien seamos católicos o protestantes, cualquiera fuere la
iglesia a la que pertenecemos, toda nuestra fe se basa en esas Escrituras. Si no existe alguna
autoridad capaz de decidir cuáles son los libros inspirados y qué crédito podemos
atribuirles, no habrá fe cristiana. ¿En qué difieren esos libros de los otros escritos
procedentes de sabios, o de santas personas o de profetas? ¿En qué medida nos entregan
éstos la verdad única y eterna que no es sino el propio Dios con su misterio?
EL CANON DE LAS ESCRITURAS
Es llamada "canon" (una palabra de origen griego que significa regla, o derecho como una
regla) la lista oficial de los libros sagrados que son y siempre serán normativos de la fe.
Digamos en pocas palabras que la seguridad de la fe descansa en la seguridad de que Dios
ha dado a los apóstoles de Jesús, y mediante ellos a la Iglesia, una asistancia especial de su
Espíritu para que determine sin error cuáles son los libros sagrados. Volveremos en este
punto a propósito de los llamados libros deutero-canónicos.
Y para empezar, tratemos de ver cómo esos libros sagrados llegaron a ser reconocidos, por
la comunidad israelita primero, luego por la Iglesia.
El punto de partida de cada uno de ellos es un escrito redactado por un profeta, o por el
discípulo de un profeta, o por un sabio acostumbrado a enseñar la ley de Dios. A veces este
autor estaba consciente de ser inspirado, tanto en lo que escribía como en lo que
proclamaba. Otras veces quiso enseñar o comentar la Ley de Dios o descubrir cómo se
verificaba en los acontecimientos, y lo hizo con fe y convicción de que estaba expresando
la fe de Israel, o la de la Iglesia, pero sin por eso pensar que su libro era palabra de Dios.
Luego ha habido los azares de la vida y los daños del tiempo: libros quemados, olvidados.
El libro depositado en una biblioteca rudimentaria como podía ser entonces cae después de
generaciones en manos de un sacerdote o de un letrado que lo encuentra bueno, pero no
adaptado a los tiempos nuevos. Toma parte de él o lo toma entero, pero le añade párrafos y
páginas. Puede ser que el libro sea copiado y difundido y que muchas personas lo
memoricen - pues muy pocos tenían un ejemplar. Pero también puede ser que el libro caiga
en el olvido.
Luego se llega al momento en que la comunidad religiosa, ya sea la comunidad judía o la
Iglesia, se preocupa por juntar sus libros sagrados. Entonces las autoridades religiosas
buscan los libros existentes en las varias comunidades, aprecian el interés que se tiene por
ellos y notan los que la gran mayoría de los creyentes tienen por inspirados. Y finalmente
deciden en nombre de Dios cuáles son los libros que ellas reconocen, los que serán
considerados en adelante como portadores de la Palabra de Dios.
A partir de ese momento, sabiendo que la Iglesia goza de la asistencia del Espíritu de Dios,
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los creyentes hacen un acto de fe y reconocen estos libros como inspirados por Dios. Saben
que si bien la mayoría de esos libros pasaron por varias manos, son en su estado final una
parte del mensaje que Dios quiere dejar a su pueblo para todos los lugares y todos los
tiempos.
Como se ve, en todo este proceso la actuación de Dios ha sido muy discreta, como lo es en
la historia presente de la Iglesia o en nuestras vidas. Estuvo con el autor; estuvo con el
sacerdote o el secretario que revisó y tal vez desfiguró el texto original; estuvo en el
incendio que destruyó ciertos libros tenidos por sagrados como en los lectores que se
encariñaron con tal o cual escrito y lo salvaron del olvido. De alguna manera la cosa puede
parecerse a un juego de azar, pero Dios siempre tiene la carta maestra y se lleva su libro, o
más bien nos lo deja estampado.
Cuanto acabamos de decir vale para todos los libros que componen la Biblia: fue la
comunidad religiosa, judía primero y cristiana después, la que los eligió y los reconoció y
en esto se nos pide un acto de fe sin el cual no tendríamos más Libro Sagrado. La fe es una
decisión en la que reconocemos y elegimos al mismo tiempo al Pueblo y a su Libro. No
sabemos ni lo sabremos nunca por qué camino tal o cual libro entró en ese Canon o Regla
de las Escrituras, pero el hecho es que entró y que la comunidad, judía o cristiana, nunca
renegó de él.
DESPUÉS DE ESDRAS
Parece que el primer núcleo de la Biblia conformado por Esdrás ordenaba ya los libros
según dos categorías: La Ley y los Profetas. La Ley, es decir, los cinco libros atribuidos a
Moisés; los Profetas, es decir, tanto los libros históricos de inspiración profética como los
escritos de los profetas. Fue sin duda un poco más tarde cuando apareció la tercera
categoría, la de los Escritos, a medida que se iban reuniendo esos libros de carácter
diverso pero que podían habitualmente ser considerados como una "literatura de sabiduría".
El prólogo del libro de Sirac es el testimonio de una época, un siglo y medio antes de
Cristo, en la que se había impuesto esa estructura.
El hecho de considerar a esos libros como libros sagrados no les impidió a algunos que se
creían autorizados a hacer ediciones revisadas de ellos o a añadirles nuevos escritos, como
fue el caso de Qumrán. Puesto que se veía en esas Escrituras la expresión de la fe del
pueblo de Dios, había algunos que se consideraban como los intérpretes auténticos de esa
fe. Se añadieron pues otros libros, ya sea a la colección hebrea ya sea a la Biblia griega de
los Setenta: no había pues un tabique divisorio entre las dos, por el hecho de que hasta en
Palestina se usaba la de los Setenta.
Pero esa situación no podía perdurar por siempre: era necesario que algún día las
autoridades tomaran una posición y fijaran un solo canon de los libros sagrados. Era
necesario además que decidieran si el libro estaba terminado o si permanecía abierto a
nuevos escritos. La venida de Jesús y la constitución de la Iglesia iban a precipitar esa
nueva etapa.
EL CANON JUDÍO FIJADO EN JAMNIA
Después de la ruina de Jerusalén y de la destrucción del Templo que terminó con la
rebelión y la guerra judía contra los ejércitos romanos, los fariseos, la única fuerza viva
sobreviviente entre los partidos o "sectas" que habían dividido a la comunidad judía,
hicieron lo que más pudieron para restaurar las instituciones religiosas. Fue en la Escuela
sinagoga de Jamnia, en los años 80 a 100 de nuestra era, donde se estableció una lista de los
libros considerados como necesarios y cuyo carácter sagrado exigía que uno se purificara
después de haberlos tocado. El primer criterio para elegirlos fue la aceptación general de
esos libros y su uso en la liturgia. Se conservó la versión hebráica de Ester a la que los
esenios de Qumrán rechazaban por su falta de espíritu religioso, se aceptó a Daniel y a las
Crónicas y se rechazó la totalidad de los libros que sólo figuraban en la Biblia griega, aun
cuando varios de ellos no eran más que traducciones de un original hebreo (como 1
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Introducción a los Libros Bíblicos
Macabeos, Sirac, Judit).
Ese Canon no fue propuesto en forma de ley, pero se impuso, y desde ese momento se
estimó que el libro estaba terminado. Bajo el nombre de la Ley, los Profetas y los Escritos,
o sea: Torah, Nebiim y Ketubim (abreviado TaNak), la Biblia hebrea alcanzó su forma
definitiva.
EL CANON DE LA IGLESIA
La Iglesia no estaba todavía preparada para una tal determinación; se contentaba con
utilizar la Biblia griega sin discutir el valor de sus libros. Su atención se fue concentrando
en el uso de los escritos nuevos que comenzaban a multiplicarse mientras la Iglesia se iba
extendiendo a nuevos países y también iban desapareciendo uno tras otro los apóstoles de
Jesús que habían sido los testigos oficiales y la autoridad suprema de la fe. Las tradiciones
orales que contenían hechos y gestos de Jesús se agregaban a un cierto número de cartas
enviadas por los apóstoles o que habían sido escritas bajo su nombre. Eran frecuentes las
relaciones entre los diversos países ribereños del Mediterráneo y ponían en común su
riqueza. Roma tenía el evangelio de Marcos, las grandes cartas de Pablo, los Hechos. Siria,
probablemente, entregó Mateo y la carta de Santiago. Asia Menor y las ciudades griegas
aportaron su contribución. Una frase de la segunda carta de Pedro, escrita hacia el año 125,
nos muestra que ya por esa época las cartas de Pablo eran consideradas como textos
inspirados, "igual como las otras Escrituras", sin duda los libros del Antiguo Testamento.
COMO SE ESCOGIERON LOS LIBROS SAGRADOS [2Pe3,16]
No todo fue recibido con la misma consideración. A lo largo del segundo siglo de nuestra
era se descartaron Evangelios o Hechos, de hecho más tardíos que los nuestros, que
parecían apartarse de la fe apostólica o revelar fantasía. Tal o cual de ellos, como el
Evangelio de Tomás, pudo sin embargo haber conservado palabras auténticas de Jesús que
no nos llegaron de otra manera. Igual que para el canon judío, el criterio principal parece
haber sido la aceptación general del texto y su uso litúrgico; pero también querían que ese
escrito proviniera de un apóstol o de su entorno directo. Eso explica que las Epístolas
llamadas Católicas, escritas en su mayor parte en las dos generaciones siguientes, se
presentaran como cartas de Pedro, de Judas, de Santiago.
Aun cuando haya que esperar hasta fines del siglo cuarto para encontrar concilios y
documentos que autorizan la lista de los libros del Nuevo Testamento tal como la tenemos
hoy en día, desde fines del siglo segundo se había ya llegado prácticamente a un acuerdo
sobre el conjunto. No quedaban más que dos libros en discusión, y por razones parecidas:
los orientales no aceptaban la carta a los Hebreos porque veían bien que no era de Pablo, y
los romanos no querían reconocer al Apocalipsis, ya que estaban convencidos de que no era
del apóstol Juan.
1.3: ESCRITURA INSPIRADA POR DIOS [2Tim3,16]
Toda Escritura está inspirada por Dios. Esta frase puede también ser entendida y traducida
en la forma siguiente: Toda Escritura inspirada por Dios es útil para...
Posiblemente la traducción sería más exacta si tomáramos la libertad de modificarla un
poco: "Toda Escritura (es) portadora del Espíritu de Dios". Porque no basta con decir que la
Biblia ha sido escrita bajo el impulso del Espíritu; debemos añadir que los textos son para
nosotros Palabra de Dios sólo en la medida en que permanecemos en el terreno del Espíritu.
Se sabe que la Biblia no es en primer lugar un libro culto, pero sería también poco decir que
es un texto religioso. Este texto es útil para enseñar, para rebatir, para corregir sólo en la
medida en que le hayamos reservado un puesto al Espíritu. La liturgia oriental de San Juan
Crisóstomo es muy elocuente al respecto: el libro de los Evangelios es depositado junto con
el pan y el vino en la mesa de las ofrendas y llevado al altar rodeado de los mismos ritos.
Toda la liturgia muestra que los dos sacramentos, el de la Palabra y el de la Eucaristía están
en el mismo plano, y se invoca al Espíritu tanto sobre el pan y el vino para que sean cuerpo
y sangre de Cristo como sobre el libro para que sea portador del soplo de Dios.
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Introducción a los Libros Bíblicos
LA INSPIRACIÓN DE LA ESCRITURA
Quien quiere interiorizar o reafirmar la fe de la Iglesia en la inspiración divina de los textos
bíblicos tiene que volver a un texto de la segunda Carta a Timoteo [2Tim3,16]: Toda
Escritura (está) inspirada por Dios. Esta frase puede también ser entendida y traducida en la
forma siguiente: Toda Escritura inspirada por Dios es útil para...
Posiblemente la traducción sería más exacta si tomáramos la libertad de modificarla un
poco: "Toda Escritura (es) portadora del Espíritu de Dios". Porque no basta con decir que la
Biblia ha sido escrita bajo el impulso del Espíritu; debemos añadir que los textos son para
nosotros Palabra de Dios sólo en la medida en que permanecemos en el terreno del Espíritu.
Se sabe que la Biblia no es en primer lugar un libro culto, pero sería también poco decir que
es un texto religioso. Este texto es útil para enseñar, para rebatir, para corregir sólo en la
medida en que le hayamos reservado un puesto al Espíritu. La liturgia oriental de San Juan
Crisóstomo es muy elocuente al respecto: el libro de los Evangelios es depositado junto con
el pan y el vino en la mesa de las ofrendas y llevado al altar rodeado de los mismos ritos.
Toda la liturgia muestra que los dos sacramentos, el de la Palabra y el de la Eucaristía,
están en el mismo plano, y se invoca al Espíritu tanto sobre el pan y el vino para que sean
cuerpo y sangre de Cristo, como sobre el libro para que sea portador del soplo de Dios.
Muchos en el pasado creyeron que Dios había dictado los textos sagrados: muchos pintores
representaron al evangelista, con una pluma en la mano, prestando el oído a un angelito
que, detrás de él, le sugiere la palabra que conviene. Más a menudo se dijo que los
escritores sagrados habían sido los instrumentos de Dios, pero se debe precisar lo que
entendían al decirlo: los autores habían actuado no como unas máquinas, sino como
instrumentos libres y responsables.
Creemos que el libro sagrado es totalmente obra tanto de Dios como del que lo ha
redactado. El autor se puso a trabajar, sin saber tal vez la promoción que Dios iba a dar a su
obra, creyendo sólo que estaba haciendo algo útil, y se dedicó a eso tanto con sus
preocupaciones como con las limitaciones de su cultura. Dios, por su parte, ha ordenado, o
planificado, tanto la escritura como los posteriores avatares del libro (véase la nota sobre
el Canon de los libros sagrados). El, que se ha revelado de mil maneras a lo largo de la
historia, quiso que aquel libro tuviera un valor especial, no si se toma aparte, sino dentro
del conjunto de la Biblia. Porque la Biblia no hace sino una sola cosa con Cristo, Palabra de
Dios.
Para nosotros que intentamos saber cómo dichos libros han sido escritos y cómo fueron
reconocidos como Palabra de Dios, bastantes problemas salen a la luz, y nos pareciera a
veces que la carrera sin obstáculos que los condujo hasta la canonización tiene mucho de
azar: ¿Por qué se retuvo tal libro en vez de ese otro? ¿Era necesario contar con Abdías,
Ester o la carta de Judas? Pero si miramos desde el punto de vista de Dios, no hay ningún
azar: para Dios estaba primero la meta que alcanzar, y la meta precede los acontecimientos
que la llevan a cabo según caminos que ningún observador humano habría podido prever.
En el plan de Dios estuvo primero la salvación que traería Cristo; asimismo quiso dejarnos
una revelación escrita de la que el sentido pleno apareciera cuando el Espíritu fuera
derramado sobre el pueblo de Dios. Con esto entendemos que Dios quiso la Biblia como un
instrumento de la que su Espíritu pudiera valerse.
Si lo tomamos así, nos libramos del dilema insolube con el cual se han topado muchos y el
que se podría expresar esquemáticamente en estos términos: O bien todas las palabras son
inspiradas, pero entonces ¿se deben a Dios todos los errores y debilidades del libro? O bien
sólo el sentido del mensaje es inspirado, y las debilidades del relato se deben al escritor,
pero entonces, ¿quién reconocerá el mensaje divino si no está en las palabras? Algunas
personas darán una respuesta que tiene su valor, pero queda insuficiente: la inspiración,
dicen, garantiza el mensaje religioso, pero deja correr los errores con respecto a puntos
históricos o científicos. Eso, en cierta medida, es cierto, pero si miramos cómo los mismos
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Introducción a los Libros Bíblicos
autores sagrados han usado los textos que leían en su Biblia, vemos que para ellos todas las
palabras tenían un sentido: véanse las discusiones de Pablo en [Gal3,1], en especial lo que
se refiere a los descendientesy el descendiente. Y además, si la inspiración sólo cubre el
mensaje religioso, ¿quién dirá lo que es y lo que no es parte del mensaje religioso? Y ¿es la
Biblia en primer lugar un mensaje?
Debemos pues sostener que todo el texto es inspirado, pero lo entendemos en un sentido
muy diferente a como los musulmanes entienden, por ejemplo, la inspiración del Corán.
Para ellos el texto y todas las palabras del texto han sido dadas por Dios en árabe, y ese es
el texto inspirado: no debería ni siquiera traducirse. Para un cristiano, en cambio, el texto
bíblico es un sacramento y por eso el Espíritu no está nunca encadenado a la letra del
original: Dios no habla hebreo, pero El se reveló a gente que hablaba hebreo o griego. De
allí se desprenden dos consecuencias:
1. Si descubrimos errores o, digamos mejor: descalces del texto con respecto a nuestra
cultura, no nos desconcertarán: este texto es un instrumento tanto perfecto como imperfecto
del cual el Espíritu quiere sacar partido y sabrá, sin duda, sacar partido. El Evangelio podrá
expresarse y producir sus frutos en otras culturas; los ejemplos pasados no se opondrán a la
búsqueda de un estilo nuevo de vida: está dicho claramente en [Jn16,12] - [Jn16,13].
2. La inspiración del texto original se encontrará también en las traducciones de la
Escritura, aun cuando se sepa, como dice un proverbio, que una traducción es siempre un
poco de traición.
LAS TRADUCCIONES DE LA BIBLIA
Es un hecho que la inmensa mayoría de los creyentes, incluso cuando la Iglesia (o las
iglesias) los han presionado a leer la Biblia, sólo han conocido sus traducciones. Eso
ocurría ya en la comunidad judía. En tiempos de Jesús, según cálculos estimativos, el 8%
de la población del imperio romano, o sea unos seis millones, correspondía a judíos. Por
esa misma fecha, los de Palestina no eran más de medio millón. La Biblia griega, es decir la
de los Setenta, era pues sin ninguna comparación la más usada. Si hasta era usada en la
misma Palestina, en el corazón del país "hebreo" por varias comunidades, y ella es la que
citan los escritos del Nuevo Testamento. Esto es suficiente para hacer comprender la
situación falsa de cierta tendencia elitista que, hasta dentro de la misma Iglesia, mira con
menosprecio a quien no tenga por lo menos una tintura de hebreo.
Los apóstoles, las comunidades cristianas, los escritos mismos del Nuevo Testamento sólo
conocieron como palabra de Dios a la traducción de los Setenta. Ahora bien, esa
traducción, muy fiel para el Pentateuco, lo es mucho menos para los demás libros y navega
a veces a la deriva en los textos proféticos. ¿Significa eso que la Iglesia que se apoyó en
ella estuvo privada de esa parte enajenable de la Palabra de Dios que es el Antiguo
Testamento? El capítulo 15 de los Hechos presenta al respecto un caso muy interesante: el
apóstol Santiago justifica su posición con un texto de Amós que cita según la traducción
griega [Am15,17]. Pues bien, ésta es muy diferente del texto original. De lo expuesto se
desprende que desde los comienzos de la Iglesia haya habido muchos que consideraban la
versión de los Setenta tan inspirada como el texto hebreo.
A fines del siglo tercero, la Iglesia romana se adapta a la evolución de la lengua y pasa del
griego al latín; un siglo después San Jerónimo lleva a cabo la versión latina de la Vulgata
que será la Biblia oficial de la Iglesia Católica hasta mediados del siglo 20. Jerónimo,
siguiendo al respecto el punto de vista de Orígenes, le daba la prioridad al texto hebreo, y
ese fue el texto que tradujo. Pero se sabe que fuera de su ciencia y de sus méritos, la
traducción contenía varios errores. Y sin embargo, ese fue el texto que fue predicado,
comentado, y cuyas palabras a veces erróneas inspiraron muchas aproximaciones entre un
texto y otro, abriendo así perspectivas a la vida espiritual.
Esta es pues una realidad que se ignora muy fácilmente cuando se discute sobre la
inspiración o la no inspiración del texto; a fin de cuentas son las traducciones las que traen
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Introducción a los Libros Bíblicos
al espíritu del cual vive el pueblo de Dios. ¿No habrá que decir simplemente que el Espíritu
que actúa por el texto original inspirado, actúa también muy libremente por medio de las
traducciones, con sus más o sus menos según que sean bastardas o excelentes, pero
reservando siempre su libertad?
TRADUCCIONES PRECISAS Y VERSIONES PASTORALES
Lo que acabamos de decir para las grandes versiones griega y latina vale también para las
versiones modernas. El traductor, ya que trabaja para un auditorio determinado, procurará
darle en otra lengua, todo lo que pueda entregarle del texto original. Al que se dirija a
estudiantes, ya familiarizados con las lenguas y la historia antigua, se le permitirá emplear
palabras rebuscadas o raras que calcan bien con las palabras hebreas; ni tampoco tendrá
dificultad en forzar la frase castellana para adecuarla a los períodos de una carta de San
Pablo en donde una sola oración puede extenderse por más de diez líneas. Tratará de que el
conocimiento del texto bíblico se inscriba, intelectual y sensiblemente, entre los
conocimientos que tenga el lector de la antig\u00fcedad clásica.
El que se dirija en cambio a un público menos preparado pondrá más atención en los
acentos del texto, en lo que debe ocupar el lugar preponderante de la oración, aun cuando
para eso tenga que cambiar el orden de las palabras, porque no se ordena de la misma
manera lo que es importante y lo que no lo es en hebreo, en griego y en castellano.
Sabiendo que la mayor parte de los escritores sagrados hablaban un lenguaje bastante
comprensible para sus auditores, evitará todo lo que haga de su traducción un "lenguaje
erudito"; no hará de los apóstrofes de Pablo un discurso académico. Aun cuando sepa que
todo el texto es inspirado, no vacilará en reemplazar dos palabras griegas por una sola
castellana que dice lo mismo, o poner dos palabras castellanas allí donde una sola no
bastaría para expresar la palabra hebrea. Hará pues lo que hace todo traductor: el que
quisiera hacer una traducción palabra por palabra y poner un artículo en castellano cada vez
que lo encuentra en inglés o no ponerlo cuando no está en inglés, no haría más que un mal
trabajo.
Se conoce la gran señal de Pentecostés y de la venida del Espíritu. Los auditores de Pedro
escuchan las alabanzas de Dios en todas las lenguas, no sólo en hebreo, la lengua sagrada,
sino cada cual en la lengua de sus padres. La diversidad de lenguas será pues una necesidad
en la Iglesia y en las traducciones de la Biblia. No se puede decir que una traducción es más
verdadera que otra mientras uno no se ponga en la perspectiva propia de cada una de ellas.
EL USO DE LOS TEXTOS INSPIRADOS [2Pe1,21]
Ese texto viene a completar lo que dice [2Tim3,16] sobre el uso de los textos bíblicos. El
autor se opone a los innovadores que se apoyan en una interpretación inédita de algunos
textos para cuestionar la fe tradicional. Este párrafo da por entendido que la verdad es dada
por Dios a su pueblo y que ella es guardada en el interior del pueblo de Dios. La Escritura,
nacida de sus experiencias y proclamada bajo el impulso del Espíritu, entrega su verdad
sólo a los que comparten el sentir de ese pueblo y que viven de su espíritu. Ese texto
justifica la intervención de la jerarquía para defender la herencia de la fe y la interpretación
tradicional de un texto en la medida en que la fe dependa de esa interpretación. Se sabe sin
embargo que más de una vez la jerarquía ha querido apoyarse en textos bíblicos para
justificar concepciones legítimas pero discutibles que confundía indebidamente con la fe.
En realidad nuestro texto va más allá de ese problema. Si la jerarquía puede y debe
intervenir frente a interpretaciones personales que amenazan la fe, no es porque ella sola
sepa leer las Escrituras, sino porque ella es parte del juego del Espíritu y tiene las llaves.
Ella tuvo su parte en la formación de los libros santos, al lado de los profetas, de los sabios
y de los responsables de la comunidad humana, y a veces en conflicto con ellos; y de igual
modo ella tiene su parte en la interpretación de las Escrituras, la que en primer lugar es obra
del Espíritu. Sería un error creer que la llave de las Escrituras está en manos de los
especialistas que estudian la Biblia a partir de disciplinas humanas tales como la historia, la
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Introducción a los Libros Bíblicos
ling\u00fcística o la sociología. Sus estudios dan un conocimiento más exacto del texto,
pero la experiencia espiritual y los nuevos pasos de la acción misionera son los terrenos
decisivos en que el Espíritu actúa para refrescar el mensaje y darle su sentido. Es entonces
cuando el "maestro de religión instruido del Reino de Dios" saca cosas nuevas de sus
reservas [Mt13,52].
Así se entiende entonces que un mismo texto puede dar lugar a comentarios de espíritu muy
diverso. Para un comentarista carismático o amante de la poesía la elección de las palabras
es muy importante porque dirige en parte las resonancias que se buscará en otros pasajes
inspirados. En cambio, para el que enseña o es enseñado, es esencial la sencillez del
lenguaje. Para el que reprende el texto es la base de una advertencia que golpea
directamente a las personas y denuncia los actos en las circunstancias presentes. De ahí que
la comprensión de la Biblia dependa principalmente, no de algún matiz hebreo o griego
sino de los dones de conocimiento de que nos habla Pablo en muchos lugares, y que son la
condición de todo apostolado eficiente ([Rom10,2]; [Ef1,17]; [Flp1,9]; [Col1,9]; [Col3,10])
y el Evangelio de Juan en el capítulo 17.
1.4: AUSENCIA DE ERRORES EN LA BIBLIA [Jn10,35]
No se puede cambiar la Escritura. Con esa réplica que deja muy sorprendidos a sus
auditores, Jesús nos invita a mirar más de cerca muchos textos bíblicos que
menospreciamos y que no sabemos profundizar porque no cuadran con nuestra manera de
pensar y con nuestras propias convicciones religiosas. Los auditores de Jesús sabían que el
Nombre del Dios único no se puede comunicar a criatura alguna, pero, ¿era preciso excluir
toda comunión del hombre con Dios para salvar esta certeza y esta fe? ¿No se podía decir
que Dios se hace presente dentro de la misma humanidad? Y precisamente todo el
Evangelio de Juan pone de relieve, junto con la divinidad del Enviado de Diso, la voluntad
de Dios de divinizarnos a nosotros, mientras que los adversarios de Jesús se quedaban en el
plano de los preceptos y de las tradiciones que había que observar para ser catalogado entre
los buenos.
Pero también es un hecho que esa afirmación de Jesús toca el tema de la ausencia de errores
en la Escritura, y sabemos que desde ya un siglo o dos el carácter de verdad divina que se
atribuye a los libros sagrados ha sido objetado con argumentos procedentes de lados muy
diversos.
ERRORES EN LA BIBLIA: EL ABOGADO DEL DIABLO
Para un creyente la ausencia de error en la Palabra de Dios es innegable, pero aún así es
necesario precisar qué tipo de verdad esperamos de esa palabra. Basta por ejemplo con
comparar dos relatos del mismo hecho en los diferentes evangelios para ver que las
contradicciones en los detalles son numerosas. Compárese, por ejemplo, [Mt20,30] y
[Mc10,46]; [Mt18,1] - [Mt18,3] y [Mc9,33] - [Mc9,35]. Debemos por tanto admitir que
Dios no dictó a los autores de los libros sagrados un acta oficial de lo que sucedió. Los
testimonios y la manera de transmitirlos oralmente hasta el momento en que fueron puestos
por escrito obedecieron a la regla general: los mejores testimonios dependen siempre en
parte de la persona que ve y que sin quererlo da ya una cierta interpretación de lo que vio.
Pero a medida que se ha desarrollado la civilización moderna, se han ido presentando
dificultades aún mayores. Las primeras las trajo el desarrollo de las ciencias; hubo mucha
molestia por la oposición que se notaba entre la visión del mundo y de los orígenes del
hombre que daba la ciencia y la que tenían los autores de la Biblia, en particular en los
primeros capítulos del Génesis. Entonces los cristianos se han dividido. Mientras los
fundamentalistas se atenían a la letra del relato, llegando a negar los hechos científicos más
establecidos, los otros tuvieron que reconocer que la verdad del relato bíblico no estaba en
la descripción de nuestros orígenes, sino en el lugar que esas páginas atribuían a las
criaturas y al hombre en el plan de Dios. Véase al respecto la nota puesta en [Gén1,1].
Luego surgieron las dificultades históricas. Hubo que reconocer que los autores de la Biblia
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Introducción a los Libros Bíblicos
no disponían de nuestros medios para investigar el pasado, pero que en cambio veían en la
historia una ilustración de la acción de Dios en la historia: el cuadro era verdadero aunque
no todos los hechos se pudieran verificar. A partir del momento en que el lector entraba en
esa perspectiva, podía aceptar sin miedo que no se puede dudar de la Escritura.
En seguida vino la evolución de la moral. Muchas leyes morales heredadas de la Biblia y
consideradas hasta entonces como obligatorias para toda persona de buena fe, han dejado
de ser evidentes para nuestros contemporáneos. ¿No se debían relativizar las prohibiciones
sexuales de la Biblia? Véase al respecto el comentario a [1Cor7,1].
El movimiento de emancipación feminista ha suscitado a su vez una objeción terrible: la
Biblia entera fue escrita en el marco de una cultura patriarcal. Las experiencias religiosas
que cuenta fueron en su inmensa mayoría vividas, interpretadas y contadas por hombres, en
circunstancias que las mujeres no tenían los medios para expresarse ni para manifestar su
propia identidad. ¿Cuánto vale la imagen de un Dios macho, guerrero y dominador que
resalta en tantas páginas de la Biblia? Y la inferioridad proclamada de la mujer [1Tim2,11]
- [1Tim2,15] ¿no arroja un manto de duda sobre todo el mensaje humano de la Biblia?
Un último ataque proviene de una mirada más imparcial con respecto a las demás
religiones. A partir del momento en que se ha admitido que Dios previó efectivamente la
salvación de todos los hombres y no sólo de los que creen y son bautizados, ¿de qué sirven
tantos discursos del Nuevo Testamento en especial que parecen decir que sin el Evangelio,
sin el bautismo, sin la fe de Cristo no hay salvación? Véase al respecto las notas puestas en
[Mc16,15] y [Ap22,3].
Así que debemos dicir algunas palabras sobre la Ausencia de errores en la Escritura.
LA AUSENCIA DE ERRORES: EL SACRAMENTO DE LA PALABRA
El libro sagrado es totalmente obra de Dios y totalmente obra de un autor humano, tal como
se dijo en la nota sobre la Inspiración, a propósito de [2Tim3,16]. Dios no lo dictó.
Tampoco presionó al autor para que dijera lo que nunca pensó decir y para que lo dijera a
contrapelo de su propia cultura. La obra del Espíritu ha sido más discreta porque el Espíritu
sabe hacerse nuestro espíritu. Dios y el hombre: el hombre ha aportado su experiencia
religiosa y la de su comunidad, cada una con sus limitaciones; Dios ha hecho que ese libro
ocupara su lugar en un conjunto donde debía inscribirse toda la revelación necesaria para
todos aquellos que El quisiera llamar para que conocieran a su Hijo Unico. Sólo a partir de
ese doble proyecto, de Dios y del hombre, se puede hablar de errores o de ausencia de
errores en la Escritura.
Hay que confesar que el uso habitual del término ausencia de errores para referirse a este
tema es bastante infeliz, pues de partida uno se pone en una posición defensiva. El
adversario ataca: ¡Su Biblia contiene errores! Y se le responde como se pueda. El
fundamentalista se mantiene en sus trece; adaptando la historia contada por Di Melo, el
arqueólogo le dice: Se acaban de encontrar unos huesos en un terreno que tiene 30.000 años
de antig\u00fcedad; ¡su creación del hombre hace sólo 5.000 años es una fábula!. Un
momento, responde el fundamentalista, lo que pasa es que Dios puso esos huesos en ese
lugar para probar nuestra fe. La inmensa mayoría de los creyentes responderá simplemente
que si bien la inspiración del autor garantiza la verdad del mensaje religioso, no lo libera de
sus límites humanos ni de las características de su cultura. Pero sin duda sería mejor
recordar que la Verdad es Dios.
Dios se revela y se comunica, pero siempre lo que busca es ponernos en la verdad, jamás
darnos verdades de las que podríamos hacer un pequeño tratado, el cual bastaría con
mirarlo para tener siempre la buena respuesta. Más que defender la Biblia y hablar de
ausencia de errores de manera general, en abstracto, deberíamos preguntarnos si a veces la
Biblia nos ha inducido al error, o si nos ha llevado a tomar una decisión mala. Seguramente
descubriremos más de una vez ciertos prejuicios del autor y las limitaciones de su mirada:
eso es propio de cualquier cultura y cualquier obra humana. Pero si abordamos el texto con
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la mirada de la fe, siempre se desprenderá la certeza de haber tocado la verdad. La página,
leída con fe y puesta nuevamente en el conjunto de la Biblia, no nos engañará. Se
descubrirá que todo el Antiguo Testamento es una larga pedagogía de Dios, que muchas
verdades fueron surgiendo poco a poco y que algunas incluso se consolidaron sólo con la
venida de Jesús. Pero si se necesita una clave para interpretar ese largo caminar del pueblo
de Dios, e incluso si se quiere reintroducir a algunos actores muy ausentes o muy
menospreciados (como lo fueron las mujeres) se la hallará en la persona del Hijo de Dios
hecho hombre; Dios ordenó toda la revelación de tal manera que condujera a El, y es en El
donde ella se acaba.
En el texto de Juan que hemos citado, Jesús se apoyó en una frase y en una palabra precisa.
El lector moderno tiene pues el derecho a preguntar si él puede también apoyarse con la
misma certeza en las palabras que encuentre. Pero tal vez se equivoca uno si busca criterios
simples, de fácil aplicación, que nos permitieran leer sin error las palabras inspiradas. ¿Por
qué queremos saber si cada palabra es necesaria e infalible? La historia nos enseña que las
discusiones religiosas entre adversarios igualmente convencidos de la ausencia de errores
en la Biblia bien pocas veces llevaron a una reconciliación. Y cuando tenemos que tomar
una decisión, cuántas veces nos hemos preguntado sobre el más o menos de confianza que
merecía tal o cual palabra del bíblica? El problema está en otra parte.
El uso de la palabra de Dios es como un juego que compromete a toda la persona; sus
reglas permanecen ocultas para el que mira la Biblia desde afuera (como lo hace el
demonio en la Tentación de Jesús). El creyente que recibe la Biblia como una revelación de
la Sabiduría divina, la misma que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, sabrá
discernir cuando sea necesario. Pero aún así habrá cabida para nuestros propios errores,
porque nuestra cultura y nuestra experiencia religiosa no están más aseguradas que las de
los siglos pasados.
1.5: LA ESCRITURA Y EL LIBRO EN TIEMPOS BIBLICOS [Jer36,18]
LA ESCRITURA
Cuando Abrahán recorría las tierras desoladas de Palestina, contorneando las ciudades de
Canaán o del delta del Nilo, hacía ya doce o quince siglos que había sido inventada la
escritura; eso no quiere decir, por cierto, que nómades como Abrahán tuvieran
conocimiento de ella. En las dos extremidades de la "fértil medialuna", en Babilonia y en
Egipto, las necesidades del comercio habían acelerado la invención de sistemas gráficos. En
Egipto se habían inventado los jeroglifos (pinturas sagradas), un sistema de dibujos
esquematizados que correspondían cada uno a objetos o a sílabas. En Mesopotamia, la
escritura cuneiforme (en forma de cuñas), cuyos trazos de la caña en la arcilla
correspondían principalmente a sílabas. La escritura egipcia estaba muy ligada a esa lengua,
lo que dificultaba su adaptación a otras. La escritura cuneiforme, en cambio, fue adoptada
por todos los pueblos de Mesopotamia, de Siria y de Canaán.
La escritura se había hecho indispensable para la diplomacia, el comercio y la
administración. Cuando Moisés conducía su tropa fuera de Egipto, evitó el camino de los
fortines donde había un oficial que anotaba cada día las entradas y las salidas. Por esos
mismos años, los egipcios de la ciudad real del faraón Akhenatón utilizaban un diccionario
egipcio-babilónico para sus traducciones. Había circulación de libros y se han encontrado
en las excavaciones de Palestina y de Siria tanto los jeroglifos egipcios como la literatura
babilónica escrita en cuneiformes.
EL ALFABETO
Cuando en el siglo décimo antes de Cristo, Salomón reunió a los primeros letrados de
Israel, se acababa de entrar en la era del alfabeto. Hacía ya veinte siglos que existía la
escritura, pero cada vez se estaba más insatisfecho con los sistemas de escritura, que
exigían demasiados esfuerzos para aprender tanto a leer como a escribir. Después de
muchos ensayos, estaba a punto de imponerse una novedad, el alfabeto de veinticinco a
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Introducción a los Libros Bíblicos
treinta letras, con su distinción de vocales y de consonantes, un instrumento que podía
adaptarse a cualquier lengua. Fue en Fenicia, en las tierras de Biblos, de Tiro y de Sidón,
donde las necesidades del comercio estimularon la investigación y ésta dio resultados. El
alfabeto -o uno de los alfabetos fenicios- fue pronto adoptado en todas partes menos en
Egipto y principalmente en los principados del país de Canaán. De él derivan todas las
escrituras occidentales o semíticas (como el árabe o el hebreo).
Los textos bíblicos fueron pues escritos a partir de esa época en sociedad donde la mayoría
no sabia leer, pero en que la administración y el Templo no habrían podido estar sin textos
escritos. En tiempos de los reyes cualquier puesto militar tenía al menos a un oficial capaz
de recibir y de enviar mensajes. Por lo que toca la Biblia, después de nueve siglos de
tradición oral (para la historia de Abrahán), y después de tres siglos de tradición mucho más
oral que escrita (para Moisés), se estaba entrando en la era del libro.
EL LADRILLO Y EL PAPIRO
¿En qué se escribía? Se escribía en cualquier cosa, en todo lo que se tenía a mano: el
bronce, la piedra, el revoque de yeso de los santuarios, los restos de cerámica, etc. Pero
desde los comienzos, es decir, desde el siglo treinta antes de Cristo, aparecieron dos
grandes soportes de la escritura: el ladrillo y el papiro.
Los pueblos de Mesopotamia eran grandes consumidores de ladrillos de arcilla cocida
[Gén11,3]. Veinte siglos antes de Cristo no había nada mejor para redactar en ellos tanto
poemas como cheques que los ladrillos. El sabio procedimiento del contrato escrito y
sellado en un ladrillo que se envolvía en una nueva capa de arcilla en la que se repetía la
escritura, después de lo cual se dejaba que todo se secara lentamente, hacía el fraude
imposible. Así pues tanto los anales de los reyes como los grandes textos religiosos estaban
grabados para la eternidad; en el siglo octavo antes de Cristo se habían clasificado en los
anaqueles de la gran biblioteca de Asurbanipal más ladrillos documentos que los que se
necesitarían para construir los muros.
Los egipcios, por su parte, habían utilizado un material más manejable, el papiro. A partir
del siglo treinta antes de Cristo se descortezaba un tipo de caña del Nilo y con las bandas de
la corteza, se confeccionaban hojas cuyo formato podía alcanzar entre 40 a 50 cms. Cada
hoja estaba compuesta de dos capas: en la primera las bandas de corteza eran horizontales,
y en la segunda, verticales. La primera formaba el lado derecho de la hoja, más fácil de
escribir ya que se escribía en líneas horizontales, de derecha a izquierda, -lo que revela un
espíritu conservador-, y de arriba abajo: era el interior del rollo. Pero también se podía
escribir en el otro lado: el rollo estaba pues escrito por dentro y por fuera [Ez2,10]. El rollo
normal estaba compuesto de veinte hojas pegadas una al lado de la otra, cuya altura era la
mitad del tamaño original, lo que daba un ancho de 20 cm. y un largo de alrededor de siete
metros.
El único inconveniente del papiro, pero que no es pequeño, es que se deteriora rápidamente
con la humedad. Casi no se ha conservado fuera de Egipto, y en éste sólo se lo ha
encontrado en las regiones muy secas. Pero entonces la sequedad lo hace muy quebradizo
(como es el caso de los papiros conservados en los museos), siendo que es firme cuando
está fresco. Se podía lavar la tinta y escribir un nuevo texto, tal como se hacía con el cuero.
En las excavaciones de Palestina se ha encontrado con frecuencia un sello de arcilla que
servía para asemblar un legajo de papiros, pero los papiros desaparecieron hace mucho
tiempo.
Se escribía con tinta [Jer36,18]; [3Jn13,1] hecha de hollín y de goma, igual como lo hacían
nuestros abuelos con la tinta de China; se tenía un pan de tinta duro que se diluía en el
momento de usarla. Para los títulos y las notas marginales se tenía una tinta roja. Se escribía
con una caña cortada cuya punta se había mascado. El escriba llegaba pues con su material
[Ez9,2], el cual incluía la paleta en la que escribía, los panes de tinta y las cañas-plumas.
Normalmente escribía sentado como un sastre o de rodillas, hasta el tiempo en que, como
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Introducción a los Libros Bíblicos
en Qumrán, se prefería sentarse delante de largas mesas.
EL PERGAMINO
El cuero era poco utilizado. Se llamaba entonces pergamino [2Tm4,13], del nombre de la
ciudad de Pérgamo especializada en la preparación de pieles para ese uso. Su empleo se
desarrolló durante la era cristiana, desde el momento en que la exportación de papiro a
occidente se dificultó hasta el momento en que se comenzó a fabricar el papel, inventado
hacía ya mucho tiempo por los chinos y que fue dado a conocer por los árabes. El
pergamino podía utilizarse en rollos, y los judíos habían conservado ese uso. El libro hecho
de hojas cosidas sólo se usaba para las necesidades del comercio y para tomar notas. El
libro, hecho de hojas de papiro o de pergamino plegadas, cortadas y pegadas, era entonces
llamado codex, del nombre de las plaquetas de madera con que se hacía la cubierta. Los
cristianos, a diferencia de los judíos, recurrieron rápidamente a éste para los textos bíblicos;
sin duda hay que ver allí la marca del medio social al que pertenecían muchos de ellos,
gente de clase media y del comercio, no iletrados, pero sí más interesados por el aspecto
práctico que cohibidos por escrúpulos artísticos o literarios.
En cuanto a nuestros textos bíblicos, la gran mayoría de los documentos a través de los
cuales nos ha llegado el texto original son códices (plural de codex), y éstos eran
pergaminos. Casi únicamente en Egipto se han encontrado textos del Nuevo Testamento
escritos en papiros, ya sean rollos o fragmentos. Y estos papiros son a menudo mucho más
antiguos que nuestros más antiguos pergaminos.
LOS ESCRIBAS
El uso del papiro, material perecible, exigía que se recurriera a muchos escribas para
recopiar los libros y otros documentos importantes. En los países del Medio Oriente el
escriba era un personaje letrado, altamente considerado, a menudo un funcionario, como
Baruc, el secretario -secretario y ministro del rey- que se hizo el secretario de Jeremías
[Jer32,1]; [Jer35,1]; [Jer43,1].
La cosa era muy distinta en el mundo romano; las tareas culturales eran allí comúnmente
encargadas a gente oscura, a veces esclavos griegos que tenían tras ellos toda una tradición.
Después de las invasiones bárbaras, el trabajo del escriba fue principalmente una actividad
de los monjes; éstos se preocuparon de conservar las riquezas del pensamiento antiguo y
ese trabajo que exigía tanto cuidado como paciencia convenía muy bien a su estado. De allí
se deriva la expresión: un trabajo de benedictino.
Siempre era posible que el escriba cometiese errores. Por eso, desde la más remota
antig\u00fcedad, se habían establecido controles; así por ejemplo, se ponía una señal cada
diez líneas, y al final del libro se anotaba el número exacto de líneas. Esas reglas alcanzaron
su máximo de rigurosidad cuando en tiempos de Jesús los masoretas reforzaron los
controles para cualquier copia de un texto bíblico. Entonces se contaban todas las letras del
libro y se indicaba cuál era la letra que quedaba en el medio. Eso explica que aun cuando,
después de siglos, haya manuscritos que contengan errores, esos errores alteraron muy
raramente el sentido del texto.
Las diferencias más notables entre las copias de que disponemos y sus originales son a
menudo las explicaciones o glosas, añadidas por algún escriba para precisar el sentido de
una palabra o de una frase que a él le parecía difícil de comprender por el lector. Y no es
raro que la explicación fuese errónea. Comúnmente los escribas mostraban un gran respeto
por el texto, pero a veces ponían en el margen ya fuera una nota explicativa de alguna
expresión, ya fuera la corrección de un error que habían cometido: un ejemplo claro de ello
es [1Cor4,6]. En el caso de los libros del Antiguo Testamento es mucho más difícil hablar
de glosas, porque esos libros son a veces el resultado de una larga gestación. En ese caso,
los textos más antiguos eran retomados, combinados, reorientados por nuevos autores que
actuaban con plena responsabilidad: es la última redacción del texto, tal como entró en la
Biblia, que es un libro inspirado.
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Introducción a los Libros Bíblicos
1.6: LOS TEXTOS ORIGINALES
¿DÓNDE ESTÁN LOS TEXTOS ORIGINALES DE LA BIBLIA?
Es la primera cuestión que se plantea a menudo en este campo. Parte de una preocupación
crítica: puesto que la Biblia está traducida en todas las lenguas, ¿a partir de qué textos se
debe hacer la traducción? Además, si las traducciones difieren, ¿a qué texto se pueden
referir los expertos para decir cuál es la traducción justa?
Es difícil responder debidamente si no se precisa primeramente que, en el caso de la Biblia,
el texto original no significa la misma cosa que cuando se discute, por ejemplo, sobre el
texto original de una novela de Galdós.
Por lo que se refiere a las obras modernas, uno o varios autores escriben un manuscrito.
Este manuscrito es el texto original: la misión del editor consiste en publicarlo. Podríamos
preguntarnos si el editor, o la censura, no han cambiado nada del texto original, y muy a
menudo podremos hacernos con el manuscrito escrito por el autor. La Biblia nació en un
contexto completamente diverso. La mayoría de los libros del Antiguo Testamento han
pasado por una larga historia hasta el momento en que la comunidad religiosa se hace cargo
de ellos y decide difundirlos. El manuscrito ha pasado por muchísimas manos, ha sido
recopilado y a veces ha sufrido no pocas modificaciones. Y así hasta el momento en que la
comunidad lo considera como un libro sagrado que en adelante deberá reproducirlo tal
como es. Véase El canon de las Escrituras.
De hecho es en los cuatro últimos siglos antes de la era cristiana cuando se constituye la
colección de los libros del pueblo de Israel conocida como la TaNaK (es decir,
abreviadamente: Ley-Profetas-Escritos): es nuestro Antiguo Testamento. En cuanto al
Nuevo Testamento, pasaron muy pocos años entre la escritura del manuscrito y su
promoción al rango de libro reconocido por la comunidad: de unos diez a treinta años para
los Evangelios. Las cartas de Pablo, salvo casos excepcionales, no fueron retocadas; es
solamente probable que dos o tres de las epístolas actuales estén formadas por varios
billetes de Pablo, de los que guardaron los párrafos más importantes. Aunque sobre algunos
de estos libros haya habido dudas durante tres siglos antes de reconocerlos como
inspirados, de hecho se guardaban mucho de retocarlos.
DE LOS COPISTAS A LOS MUSEOS
Debe quedar claro que en el caso de que no se tiene el manuscrito original, en el sentido
moderno de este término, para ninguno de los libros de la Biblia: sólo poseemos copias. La
razón es sencilla: los manuscritos se deterioraban rápidamente y había que volverlos a
copiar: ver el documento El libro y la escritura, especialmente el párrafo Los escribas.
Desde hace siglos los expertos se han afanado por encontrar los manuscritos más antiguos,
porque cuanto menos hayan sido copiados, menos errores contienen teóricamente. Han
realizado asimismo un enorme trabajo de cotejo entre todos los manuscritos de que
disponían para ver las diferencias, tratando de encontrar después la pista de los diversos
errores. Es el mismo problema que se le plantea al profesor cuyos alumnos han copiado
unos de otros. Con un poco de sentido común, y aplicando las reglas de la crítica llamada
textual, se llega a saber quién ha copiado a quién y cuál era el trabajo original.
En cuanto al Antiguo Testamento hebreo, se sabe que en el siglo X de nuestra era los judíos
se alarmaron por las pequeñas diferencias entre los diversos manuscritos existentes.
Entonces escogieron el que les parecía el mejor, lo hicieron texto oficial y destruyeron
todos los demás. Afortunadamente se han descubierto después algunos manuscritos
antiguos que se habían salvado de la hoguera y con ellos se han podido corregir algunos
errores del texto oficial.
El texto griego del Antiguo Testamento tenía el inconveniente de no ser, la mayor parte de
las veces, el texto original, sino la traducción de un original hebreo. Con frecuencia se
trataba de una buena traducción, pero una buena traducción no es nunca el original. En
compensación se contaba, en el caso del griego, con bellos manuscritos de pergamino que
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se remontaban al siglo IV de nuestra era, es decir, mucho más antiguos que las copias
actuales del texto hebreo. En un buen número de lugares su texto era más próximo al
original hebreo antiguo que el texto oficial hebreo de que nosotros disponemos hoy, y ellos
nos han ayudado a encontrar el sentido primitivo de varios versículos.
Para el Nuevo Testamento, el trabajo de crítica da resultados mucho más satisfactorios,
debido a que las copias de que disponemos están muy próximas en el tiempo a los
manuscritos de los autores. No solamente contamos para el conjunto del Nuevo Testamento
con textos enteros de pergamino del siglo IV, sino que contamos con textos parciales
copiados en papiro, algunos de comienzos del siglo II, es decir, de unos cincuenta años
después de la aparición del libro. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, las epístolas, los
cuatro evangelios, tal o cual libro, o solamente algunas páginas de un libro del Nuevo
Testamento que habían copiado personas privadas.
Este trabajo sobre los mismos textos ha sido facilitado por el estudio de todas las obras
escritas a partir del siglo I por los autores cristianos. Ellos citan los textos de la Biblia, los
comentan, discuten sobre el sentido de los textos o de sus variantes con aquellos que no
tienen la misma visión de la fe. Apenas si hay un solo versículo del Nuevo testamento que
no haya sido citado por más de un autor. Es, pues, un medio para saber lo que ellos leían en
su Biblia, que no era otra cosa que lo que nosotros leemos hoy.
Así, pues, desde hace más de un siglo se ha hecho un trabajo enorme para descubrir el texto
original más allá de los innumerables y pequeños detalles en que difieren los manuscritos.
El trabajo ha merecido la pena: aunque se discuta y siga discutiendo siempre sobre el texto
exacto de numerosos versículos, hay muy pocos lugares donde el sentido haya sido
gravemente alterado. Puede decirse sin temor de errar que ningún texto de la
antig\u00fcedad, ningún texto sagrado de otra religión, ha sido sometido a una crítica
semejante, por lo que no puede preciarse de tal autenticidad.
¿DÓNDE ESTÁN LOS ORIGINALES?
El lector habrá entendido que en este párrafo no hablamos de los originales, sino de
nuestros originales: en realidad se trata de las copias más antiguas y seguras. Se encuentran
por doquier en todos los grandes museos y las antiguas bibliotecas europeas, ya provengan
de la cristiandad europea o hayan sido traídos del Medio Oriente por los rebuscadores (y a
veces los saqueadores) de la arqueología. Resulta completamente inútil ir a consultarlos
sobre el lugar, si no es por la curiosidad de ver lo que eran ciertas obras de una calidad
excepcional. Para quienes gustan de saber y citar algunos nombres, podemos recordar los
grandes códices (véase El libro y la Escritura) más conocidos: el Vaticano, el Sinaítico, el
Alejandrino, el Código de Beza; además de los famosos papiros de Bodmer.
Tanto el texto hebreo del Antiguo Testamento, y su versión griega, como el texto griego del
Nuevo Testamento se publican en ediciones baratas y se encuentran, por lo menos, en todas
las librerías bíblicas. Se trata de textos donde, en todos los detalles que varían según los
manuscritos, los expertos han elegido la variante más probable; además, en casi todas las
ediciones, algunas notas señalan en todos los detalles dudosos las variantes que se
encuentran en ciertos manuscritos.
Digamos, por fin, que sólo nos separan de la letra de la Biblia nuestra capacidad personal
y nuestro esfuerzo para instruirnos y desarrollar nuestra cultura. En cuanto a recibir la
Palabra de Dios, no es solamente una cuestión de estudio: no olvidemos que es un libro
inspirado, o sea portador del Espíritu, por lo que sólo entrega la Palabra al que está abierto
al Espíritu de Jesús.
2.1:
DIOS HABLA [Gén1,3]
Dijimos en el comentario que este primer capítulo era algo así como el prefacio del primer
núcleo de la Biblia, cuando Esdras reunió los libros de Moisés y de los profetas ([Neh8,1];
[2Mac2,13]).
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Si comparamos este primer capítulo con otros relatos de los pueblos antiguos - podríamos
hablar de sus cosmogonias (escritos referentes a la formación del universo) o de sus mitos
(cuentos que expresan en forma figurada creencias referentes al orden del mundo)aparecerán algunos puntos en que éste dice lo que otros no dicen. Unos de los más
importantes es el enfasis puesto en esas palabras: Dios dijo:
Las Escrituras son nuestra regla, pero antes que cualquier escritura, ha sido dicha una
palabra. La expresión Dios dijo volverá un sinnúmero de veces a través de la Biblia, pero,
según los lugares, el enfasis estará puesto en que Dios toma la iniciativa de expresarse, o en
que Dios da una enseñanza o una orden. En estos primeros Dios dijo, debemos entender lo
uno y lo otro.
DIOS ES UN DIOS QUE HABLA
Presentar la Biblia solamente como una enseñanza de Dios sería reducir la fe. Enseñanzas
sí las hay, pero más importante todavía es el hecho de que Dios hable. ¡Qué revelación más
decisiva acerca de Aquel o de Aquello que debe de ser la eternidad misma! De entrada se
descartan las dudas del que pregunta: ¿Acaso tiene conciencia ? ¿Nos conoce? ¿Puede
comunicarse con su creación? ¿Querrá algo de nosotros? Muy pocos filósofos se han
atrevido a dar una respuesta positiva a estas preguntas..
Pero ya en estos textos antiguos se define la fe judía y cristiana: Dios sale de sí y se dirige a
nosotros esperando una respuesta. Trás el universo, su inmensidad, sus misterios, sus
sombras y sus luces, existe Alguien que ha desatado una aventura de incalculables
consecuencias. Y lo más arriesgado de esta aventura ha sido que El entablara un dialogo
con sus criaturas. Cuando hablamos nosotros, no es solamente para dar órdenes, o para
pedir. Cuando hablo, estoy tocando a la puerta de otro para que él vea que yo existo, para
ponerlo a prueba y ver si él también existe de verás. Y cuando haya sido escuchado, yo
también sabré que existo y cuento para algo.
La revelación cristiana no será en primer lugar una ley del Cielo que tendríamos que seguir
so pena de un fracaso o de un castigo: Dios es "el Otro" que despierta en nosotros nuestra
misma conciencia y nos saca de nuestra soledad. Este es el punto a partir del cual
podremos entender las numerosas páginas que testimonian de una llamada de Dios a sus
profetas: Moisés, Elías, Isaías, Jeremías y muchos más, como ya sabemos. Cualquier
llamada de Dios produce en el que la recibe una nueva conciencia de sí mismo y le da
capacidad para cumplir con la misión recibida. De ahí que toda la historia bíblica será de
alguna manera la obra de profetas.
Dios es un Dios que habla. No esperó para hacerlo que tuviera criaturas capaces de oirle,
sino que habló primero para decirse a sí mismo. La Palabra está en Dios desde el comienzo.
Ella es su misma Sabiduría y él no la conoce sino dándole vida, frente a sí mismo para
luego volver a traerla a sí mismo para que comparta su propia plenitud. Este misterio del
Dios-que-se-dice-a-sí-mismo o, del Padre con su Hijo, está en el origen de la creación, y
por eso nuestro mundo es un mundo en el que Dios habla.
2.2: ¿SOY YO EL GUARDIÁN DE MI HERMANO? [Gén4,9]
¿Acaso Caín no tenía excusas? La leyenda que la Biblia retomó y trastocó lo consideraba el
más fuerte y el fundador de un pueblo. Ningún deseo de justicia puede impedir a las leyes
de la naturaleza y que triunfe el más fuerte. Siempre ha habido sociedades tranquilas y
razas agresivas, en otras palabras, vegetarianos y depredadores. Las invasiones bárbaras de
que nos habla la historia fueron ejecutadas por razas conquistadoras que dominan
actualmente el mundo. Y es digno de destacarse que después de la cristianización de esos
"bárbaros" el Evangelio se haya extendido gracias a aquellos que, por el hecho de ser
cristianos, no perdieron su sed de conquista en todos los dominios de la existencia, del
deporte y de la ciencia. El liberalismo que impusieron contribuyó a acelerar la unificación
del mundo, lo que encaja muy bien en el plan de Dios, pero eso se hizo en general
destruyendo irremediablemente las culturas y los espacios de humanidad que los demás
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habían construído pacientemente.
Se ha comprobado la debilidad de la beneficencia organizada y el mal uso que se puede
hacer de cualquier protección. Pero la desigualdad cada vez mayor entre una minoría de
ricos y una multitud inconmensurable de pobres, vuelve a poner en el tapete la cuestión de
los medios legítimos y de las libertades destructivas. También los profetas tuvieron que
enfrentarse con situaciones parecidas cuando el reino de Israel vio cómo una minoría de
ricos acaparaba, a veces legalmente, las tierras ([Is10,1] - [Is10,4]; [Miq2,1] - [Miq2,10]).
Sin duda hoy en día es más difícil decir quiénes son buenos y quiénes, malos, más aún si
los aprovechadores son a menudo aquellos a los que su conciencia cristiana les plantea
igual que a Zaqueo la pregunta: "¿Qué has hecho de tu hermano?" Pero en un mundo que se
está globalizando, nadie ha logrado aún formular soluciones. El evangelio proclamado,
vivido de cara al mundo o, en secreto, hará que ciertamente surjan profetas, revoluciones
morales.
2.3: LA SUERTE DIVERSA DE LAS TRIBUS [Gén49,3]
La tribu de Rubén, al otro lado del Jordán, no prosperó. No tuvo parte en la conquista de
Canaán: voir le chant de Débora [Jue5,15]; de ella no salió ninguno de los que la Biblia
recuerda. La fechoría atribuida al antepasado recuerda seguramente una actuación de dicha
tribu que les apareció a las demás como una traición.
Respecto de Simeón y Leví, ver lo dicho en [Gén34,1]. Simeón, en el sur de Juda, no
contaba sino con algunos pueblos y poblados y fue absorbida por su vecina. Ruben,
Simeón, Leví y Judá eran los cuatro hijos de Lea, la mayor de las esposas de Jacob (ver el
comentario de [Gén35,23]). Según parece, estas cuatro tribus estaban desde hacía largos
años en Cadés cuando llegaron allí los compañeros de Moisés y les participaron la
revelación del Horeb. Estos iban a dar origen a las tribus de Ephraím, Manasés y Benjamín,
hijas éstas de Raquel.
Si bien Simeón se desvaneció, Leví, disperso también entre las tribus, permaneció como
una casta privilegiada por el hecho de ser los únicos sacerdotes reconocidos por la Ley. A
esta tribu pertenecía Moisés [Éx2,1], y posiblemente fue esta la razón por lo cual lo
apoyaron sin reserva en el asunto del becerro de oro [Éx32,26], recibiendo una bendición
que era de hecho su consagración como sacerdotes (en [Éx32,29] el texto dice precisamente
"Sus manos han sido llenadas para Yavé" usando el término propio de la consagración
sacerdotal. En las bendiciones de Moisés, posteriores a éstas, ya no se menciona a Simeón,
mientras que se olvidó el castigo de Leví y soló se realza su privilegio [Dt33,8]. Las dos
historias contadas en [Jue18,1] y [Jue19,1] son testimonio del tiempo en que todavía no
existía el templo de Jerusalén con su clero de levitas-sacerdotes regido por las leyes de
David [1Crón23,1] - [1Crón23,28]. Los levitas eran entonces gente pobre que no disponía
de un territorio común, e iban de una parte a otra según encontraban alguna ocasión de
servir en un santuario que les diera de comer.
Muy posiblemente Judá se formó agregándose diversos clanes ubicados en el sur de
Palestina, entre los cuales se destacaban los queniceos; esto explicaría la importancia
reconocida a Caleb, el queniceo, en los relatos de la conquista [Núm13,6]; [Núm32,12].
Según las bendiciones de Moisés posteriores a éstas [Dt33,7], Judá se quedó buen tiempo
aparte en sus cerros del sur de Palestina, de hecho, hasta el rey David.
La preeminencia reconocida a Judá en los versículos 9-12 se debe tal vez al hecho de que
ese párrafo fue redactado e insertado cuando la dinastía de David ya había pasado a ser el
único centro de Israel. Pero no por eso se tocó el párrafo referente a las tribus del norte, a
las que se llamaba "casa de José". El que escribió la historia de José, patrón común de
Efraín y de Manasés, no ignoraba que éstas eran, junto con Benjamín y más que las otras, el
grupo de Moisés. Ellas fueron durante varias generaciones las herederas de su mensaje
hasta que, por una decisión del Dios al que nadie puede hacer suyo, casi desaparecieron. El
no haber aceptado la unificación con David, creándose el reino de Jeroboam en Siquem fue
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un pecado de ceguera respecto del plan de Dios. Y dos siglos después, ocurrió el naufragio
de dicho reino, sin que hubiera un grupo capaz de guardar la herencia de Israel y luego
hacerla revivir, como sucedió con Judá. Pero la bendición que a ellas se refiere se remonta
al tiempo en que seguían siendo el corazón del pueblo de Dios.
Isacar tiene derecho a un juego de palabras con la palabra "asalariado" que se pronuncia
igual. Una tribu que debió haberse juntado a las demás sin entusiasmo: eran de esos que no
ambicionaban más que vivir en paz al lado de los cananeos, poniéndose a su servicio.
Dijimos respecto de [Gén35,23] que si bien todas las tribus se reconocían hermanas, no
todas tenían el mismo pasado, ni la misma dignidad. No se puede dudar de que las hijas de
las "sirvientas" Bilá y Zelfa se juntaron más tarde a las demás sin haber compartido con
ellas las tradiciones sobre Moisés y la estadia en Cadés.
2.4: LAS SIETE NACIONES [Éx3,8]
Aquí las naciones que han de ser desposeídas de la tierra de Canaán son seis. La misma
lista se encontrará en otros lugares: [Éx3,17]; [Éx23,23] ... ; [Jos12,8]. En DGT 7,1 se les
añadirá los Guergaseos, lo que permite hablar de siete naciones como en [Jos3,10]. La lista
se encuentra casi idéntica en diez lugares, y más corta en otros más. Esta lista es sólo una
enumeración tradicional y no serviría para un atlas geográfico. Pues al entrar los israelitas
en Canaán, encontraron allí una población mezclada de amoreos (los que eran de la misma
raza que Abraham) y de heteos. Estos últimos procedían del norte y habían ocupado el país
durante el tiempo; formaban la clase alta. De hecho el pueblo cananeo se presentaba como
un mosaico de reinos pequeñitos y la Biblia los llama a veces con el nombre de estas
comarcas: son llamados jebuseos en Jerusalén [2Sam5,6], heveos y guergaseos en otros
lugares (ver [Gén10,17]).
Nótese con qué tranquilidad se habla de quitarles la tierra que ocupan. Al mirar al pasado
los autores de esos libros, se daban cuenta que la conquista había sido un elemento esencial
para la fundación de un pueblo de Dios diferente a los demás y que en esto había una
voluntad de Dios. Estos textos siguen inspirando algunos protagonistas de los actuales
conflictos del Medio Oriente como si justificaran nuevas conquistas. En esto reconocemos
una interpretación fundamentalista del texto sagrado: lo que fue voluntad de Dios en
tiempos lejanos es considerado por algunos como una norma para hoy, como si el pueblo de
Dios, sus derechos y sus deberes, su base territorial y sus instituciones debieran ser lo que
eran treinta siglos atrás.
2.5: AARÓN [Éx4,10]
¿Moisés busca aún pretextos? ¿Teme no poseer las cualidades humanas indispensables para
un jefe? Dios que llama dará los medios necesarios.
Tu hermano Aarón hablará por ti. Para entender mejor el papel atribuido a Aarón en estos
acontecimientos, recordemos que en tiempos posteriores los sacerdotes judíos serían
llamados . Por esta razón Aarón, sin duda hermano de Moisés en un sentido muy vago, al
igual que , pasó a ser con el tiempo su hermano sanguíneo. El comparte la autoridad de
Moisés e interpreta sus palabras: todo esto apunta en realidad a los sacerdotes de Israel y
consolida su autoridad.
2.6: YAVÉ ENDURECE EL CORAZON [Éx10,1]
He endurecido su corazón. Aquí guardamos un modismo hebraico que debería entenderse
como: Pero para los hebreos el corazón es el lugar donde se decide, como para nosotros lo
es la cabeza. Esto, pues, no quiere decir que Dios volvió malo el corazón del Faraón, sino
que el Faraón se empecina, y eso es lo que quería Dios, pues su plan saca partido aun de los
obstáculos que se le oponen. El autor ciertamente no quería decir que Dios había llevado al
Faraón a que pecara.
2.7: LA MUERTE DE LOS PRIMOGENITOS [Éx12,12]
Daré muerte a todos los primogénitos de Egipto. Hemos comentado esta expresión en
[Gén11,1]. Ver también el comentario de [Gén22,1]. Aquí conviene notar cómo los autores
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del Exodo enfatizan el gesto soberano de Dios. Esta matanza quería justificar la ofrenda de
los primeros nacidos de los animales a Dios, y también el rescate de los primogénitos de
Israel conforme a las leyes del capítulo 13.
De esto resulta también la dignidad propia del hijo mayor en Israel. La Biblia invita a la
familia a que crea en la vida y sea fecunda, no para satisfacción propia sino como una
misión que debe cumplir. El primogénito y las primicias son lo mejor, y son para Dios.
Ofrecérselos es pagar la deuda que uno contrató con Dios por el solo de haber sido
escogido preferentemente a las demás naciones.
Israel pertenece a Dios y es consagrado al culto divino. La Biblia le enseña en esta forma la
sentencia que Gandhi puso entre los siete mandamientos de la moralidad social: "no puede
haber culto sin sacrificios". No habrá culto que no encierre y no acepte cierta forma de
muerte; la carta a los Hebreos lo recordará [Heb9,22] cuando vea en el culto sangriento del
Templo la expresión de una ley profunda inscrita en el plan de salvación, la cual había de
cumplirse en Jesús.
La nueva alianza concedida a los bautizados ya no es la integración a un pueblo diferente
de los demás y tampoco podemos pagar un don de Dios que nos ha sido comunicado de
persona a persona en la fe y el amor. Esta alianza incluye sin embargo una perspectiva de
muerte: Juan recordará que la salvación de Jesús no es solamente una purificación, cuyo
signo es el agua, sino también un sacrificio, cuyo signo es la sangre [1Jn5,6].
2.8: EL DIOS SALVADOR [Éx14,30]
Seguramente habrá pocas personas que honren a alguna divinidad sin esperar de ella un
poco o mucho de ayuda en sus dificultades: "Líbrame de este problema; sálvame del
enemigo que me persigue...; cúrame de tal enfermedad..." Lo que allí se busca es su
salvación. Pero la salvación que ofrecen las grandes religiones tiene un sentido muy
diferente, ya sea que se hable de la salvación budista, de la musulmana, o de la cristiana; se
trata de la toma de conciencia de un mal profundo que afecta a la condición humana, de la
aspiración a una vida más feliz después de la muerte, de la fe en un camino que se nos
ofrece si obedecemos a determinados preceptos o si llevamos a cabo algunos cambios en
nuestra vida.
En este sentido, es muy cierto que toda la Biblia nos ofrece la salvación, pero es un mensaje
que se da sólo en parte desde un comienzo. No hay salvación que se pueda ofrecer a todos
sin que ellos mismos no hayan hecho antes algo del camino. Tanto el niño como el joven o
el adulto necesitan mucho tiempo y experiencia para que puedan distinguir entre lo que es
bueno o lo que es malo para él, entre lo que sólo es apariencia y lo que es verdadera riqueza
y verdadera felicidad. Y todas las experiencias que nos cuenta la Biblia apuntan a la misma
dirección: el hombre no puede salvarse por sí solo. Empieza con grandes proyectos y bellas
intenciones, pero siempre, tarde o temprano, cae. Muchos pueblos creían que los dioses
tenían envidia de nosotros; la Biblia elimina estas sospechas desde el [Gén3,1], y es
entonces cuando da un primer mensaje de esperanza, sin precisarlo: al final habrá una
victoria de la humanidad sobre el mal.
Pero eso no se hará sin Dios. Y el libro del Exodo nos enseña el carácter particular de la
salvación cristiana cuando nos recuerda las intervenciones del Dios Salvador. Lo que la
Biblia destaca, cuando la tropa de Moisés es librada de sus perseguidores, e incluso una
parte en las orillas mismas del Mar de Juncos, no es en primer lugar que fue salvada sino
que hubo un Dios Salvador: Yavé fue mi salvación, el es mi Dios, el Dios de mi padre
[Éx15,2]. El texto muestra claramente que Israel era incapaz de salir del problema y que ni
siquiera tuvo el coraje de mirar de frente el peligro, pero Yavé intervino gratuitamente en
favor de ellos. Intervino tanto por fidelidad a las promesas que había hecho a sus padres
[Éx15,2] como porque quería que Israel fuera su pareja [Éx15,13].
Ese paso del mar no era sin duda más que un pequeño incidente con respecto a la historia,
y la salvación que se ofrecía a nómades que querían escaparse puede parecernos bien ajena
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a los grandes problemas que atormentan a la humanidad; sin embargo lo esencial ya está
dicho. Se necesitarán siglos para descubrir toda la amplitud de la salvación que Dios ofrece
a la humanidad, pero ya en esta página se sostiene que el hombre no puede salvarse por sus
propias fuerzas. Es asunto de Dios y de su amor [Éx15,13] o más bien de su libre
generosidad. Lo que importa no es que haya una salvación sino que haya un Dios Salvador.
Y uno ya está, en cierto sentido, salvado cuando sabe que Dios es un Dios que interviene y
que ama; él es tanto el compañero como la meta.
El hombre será para Dios una pareja poco fiel y siempre insegura: la Biblia nos hablará
largamente del pecado del hombre. La reconciliación con Dios y el perdón de los pecados
serán el tema central de la salvación anunciada por los profetas cuando anuncien una era de
paz y de reconciliación con la naturaleza. Y de la misma manera, en el Nuevo Testamento,
nuestra reconciliación con Dios Padre gracias a la muerte de Jesús será el alma de la
salvación cristiana.
2.9: LA LITURGIA CELESTE [Éx25,40]
Estos largos capítulos dedicados en primer lugar a la descripción de todos los objetos de
culto que Moisés tenía que fabricar en su desierto, y luego, a la elaboración de esos mismos
objetos, no será ciertamente lo que más nos atraiga en el libro del Exodo. Y sin embargo
eran de primerísima importancia para el que hizo la última redacción de ese libro. Es fácil
comprobar que el relato interrumpido en [Éx24,8] es retomado directamente en [Éx31,18] y
que el bloque de caps. [Éx25,1] a [Éx25,31] termina con un recuerdo del sábado cuya
conclusión ocupa los primeros versículos del cap. 35. Está claro entonces que los capítulos
[Éx25,1] y [Éx35,1] a [Éx35,40] conformaban al principio un solo conjunto y que se los
insertó en el libro tal como existían anteriormente.
En la versión anterior la finalización del libro era la celebración de la alianza perpetua entre
Dios e Israel, seguida inmediatamente por el pecado original de Israel, la fiesta del ternero
de oro. Pero el libro, tal como entró en la Biblia, tuvo una nueva finalización: la alianza de
Dios con Israel encontrará su perfecta expresión en el culto que Israel, el único entre todas
las naciones, le rinda a Yavé en su Templo.
Dijimos brevemente en el comentario de [Éx25,1] que toda esa visión de la
Tienda-Santuario en el desierto tenía algo así como dos fundamentos. Por una parte se
conservaba el recuerdo de una tienda que cobijaba los objetos sagrados de la tribu nómade
(para Israel era esencial el cofre llamado arca) y que lo acompañaba en sus
desplazamientos. Y por otra parte, quería sostenerse que el Templo de Jerusalén no era más
que la prolongación del gran santuario móvil, la Tienda, que Moisés había mandado
elaborar en los orígenes, con capacidad para una multitud inmensa de 600.000 personas. La
Tienda era ya pues el Templo y éste debía ser la expresión de la fidelidad de Israel a la
Alianza. Estos capítulos dedicados a todo el material del culto y que regían el dominio de
Dios, se ubican pues lógicamente allí donde los pusieron, antes de todas las demás leyes
que se encontrarán en el Levítico y en los Números.
La Tienda -o más tarde el Templo- es el lugar donde se lleva a cabo la liturgia según las
leyes dadas por Dios mismo. Es lo que significa el versículo [Éx25,40]. Construirás la
Morada conforme al modelo que te he dado en el monte. (Nota: la versión de la Pastoral es
diferente). Lo mismo en [Éx26,30] y [Éx27,8]. Se encontrará una confirmación de un culto
terrestre semejante a la liturgia celestial en otros pasajes de la Biblia: [Sap9,8]; [Si24,9]. En
el Nuevo Testamento el discurso de Esteban hace alusión a ello. Es bueno recordar esto
para comprender lo que dice el evangelio de San Juan respecto al Templo que es el cuerpo
-y nosotros diríamos la persona de Jesús [Jn2,21]. La carta a los Hebreos evoca el Templo
celestial a donde entró Cristo portando su propia sangre [Heb9,11] y enseguida pasa a otra
imagen [Heb10,19]: el Templo es el cuerpo de Cristo.
El Apocalipsis de Juan hablará también de ese Templo celestial en el que se pronuncian las
sentencias de Dios con respecto a la historia, a partir de [Jn11,19] hasta el cap. [Jn16,1]. Al
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final de la historia, esa visión del Templo desaparecerá de la escena, porque en el estado
final, Dios es todo en todos [Jn21,22.]
Todo este recuerdo no está quizás demás, ya que nuestro cristianismo occidental ha
olvidado esa larga tradición que, a la inversa, marca profundamente la liturgia de la
eucaristía de la Iglesia griega.
2.10: LOS MILAGROS DEL DESIERTO [Éx40,36]
Es cierto que a través de toda la aventura del Sinaí hubo signos muy importantes de la
intervención de Dios, que fueron verdaderos milagros. No se ve cómo podrían haber nacido
esas tradiciones sobre las maravillas del desierto si no hubiera habido algo. Se adornaron,
se añadieron muchas cosas, pero allí igual que en todas partes sólo se presta a los ricos.
(Nunca sabremos cómo se presentaron las cosas. Acontecimientos que, vistos a la distancia
podrían no ser más que el producto de la casualidad, fueron interpretados como obras de
Dios por los que los vivieron y sintieron en carne propia, y que fueron impactados por mil
detalles concretos que no dejaban lugar a duda. Los que transmitieron luego esos recuerdos,
como eran incapaces de salvaguardar el contexto, hicieron que los hechos perdieran su
sentido divino y se tornaran ordinarios. Sabiendo que había habido algo maravilloso, los
que transmitían la tradición lo expresaron a su manera multiplicando los prodigios, como se
hacía en las historias maravillosas. Se puede decir, en general, que se inventaron milagros
para reemplazar a los que no se podían contar tales como fueron.
Por lo que respecta a la nube, es un hecho que cuando comienza un pequeño ciclón en el
Sinaí (lo cual no es raro), se lo nota frecuentemente por un torbellino que levanta granos de
arena tan finos que forman una polvareda cristalina impalpable: una verdadera columna
luminosa que se desplaza lentamente, totalmente resplandeciente a la luz del sol. Es muy
probable que la nube del Éxodo provenga de testimonios relativos a esos fenómenos. Pero
lo que aquí interesa es la interpretación que se les dio. La nube era una bella imagen, dada
por Dios, y que podía expresar muchas cosas para las que no hay palabras: la presencia
misteriosa de Dios con nosotros, luminosa y oscura a la vez.
2.11: EL DIOS SANTO QUE HACE SANTO [Lev10,3]
Daré a conocer mi santidad a través de los que se allegan a mí. Esta es una palabra bien
esclarecedora sobre el destino de un pueblo santo. Muchos entenderán su pertenencia a un
pueblo o a una Iglesia como un llamado a llevar una vida más exigente [1Tes4,7], querrán
que la perfección de su vida cotidiana sea un testimonio rendido a la verdad en la que han
creído [1Pe3,1], o querrán hacer honor a Aquel cuyo nombre llevan [Mt5,16]; [Rom2,24].
Otros sacarán una conclusión muy diferente: si la Iglesia es santa, hay que mirar sus
actuaciones con un prejuicio favorable y atribuir sólo a debilidades humanas las faltas que
le reprocha la opinión pública y que nadie podría negar. Otros sostendrán que esa santidad
nos obliga al silencio y a la obediente aprobación de lo que dicen o hacen los que se sientan
en la cátedra de Moisés [Mt23,2]; [He4,19].
La Palabra de Dios pone aquí de manifiesto la tremenda responsabilidad de los que Dios se
ha elegido. Ya sea que honren a Dios, ya sea que obstaculicen la irradiación de su Gloria,
Dios será reconocido a través de ellos. La elección de parte de Dios de un pueblo que será
santo, y como tal diferente a los demás, no significa que ese pueblo sea mejor que los otros
pueblos: los finales de este siglo han desenterrado y sacado a la luz muchas faltas
cometidas por el pueblo cristiano a escala continental y ante las cuales la conciencia de los
más altos responsables casi no se ha enmudecido. Falso o verdadero, autores serios han
podido decir que la violencia religiosa llegó a su punto más alto entre los cristianos. Y
aunque ahora los prelados piden perdón por los pecados cometidos por sus predecesores,
olvidan a veces los escándalos actuales de que son responsables.
Pero lo cierto es que Dios en todos los casos manifestará su Santidad: dará a conocer al
mundo los pecados cometidos en secreto por los suyos [2Sam12,12], humillará a los que
debieran haber sido su orgullo -y hasta acepta por un tiempo ser despreciado junto con ellos
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Introducción a los Libros Bíblicos
[Ez36,20] y [Ez36,22]. En una palabra nadie podrá jugar o cubrirse con su nombre. Dios
desconcierta a quien cree conocerlo, y desconcertará más aún a los que quieran usurpar su
gloria y su autoridad [Is42,8]; [Is48,11], no siendo más que un tiesto entre otros tiestos
[Is45,9]. El segundo libro de los Macabeos, tan duro contra los perseguidores del pueblo de
Dios, no es menos severo con este pueblo: todas nuestras persecuciones, dice, las hemos
merecido por nuestros pecados, y una señal del interés muy especial que Dios nos tiene es
que no tarda en hacernos pagar nuestras infidelidades [2Mac5,18]; [2Mac7,18].
2.12: PENALIZACIÓN DE LA MUJER [Lev12,5]
Este párrafo es uno de los que sancionan de manera indiscutible el estatus inferior de la
mujer. En [Lev27,1], la valorización de las personas marcará sin equívoco el valor menor
de la mujer, pero podría decirse que allí se trata de una apreciación desde el punto de vista
económico, en el caso que un hombre o una mujer puedan ser vendidos como esclavos.
Aquí, en cambio, está muy claro que la mujer es mucho menos digna de acercarse a Dios.
No podemos sino alegrarnos de que esas leyes hayan sido consideradas, desde el primer
concilio de Jerusalén [He15,10], como disposiciones transitorias que tenían valor
únicamente para el pueblo judío y sólo para el tiempo que precedía a la venida del
descendiente de Abrahán [Gál3,19].
Pero, por otra parte, si bien no se puede cambiar la Escritura, ¿no sería esta discriminación
el punto de partida de un don de Dios? Puesto que a Dios le gusta acabar con los privilegios
adquiridos, y si toleró por un tiempo esa inferioridad oficial, ¿no fue acaso para darles más
generosamente a las mujeres carismas que los hombres casi no tienen?
2.13: PROHIBICIONES SEXUALES [Lev18,6]
El párrafo [Lev1,5] era algo así como el preámbulo de las leyes que siguen: justificaba la
imposición de leyes en un terreno donde los pueblos vecinos no tenían casi escrúpulos. Las
reglas morales, sobre todo en el terreno sexual, han sido siempre para una buena parte el
resultado de un consenso social cuyos orígenes no podían recordarse. Formaban parte de las
tradiciones de cada pueblo. Fue un hecho que los diferentes pueblos que entraron en el
territorio de Canaán adoptaron sus costumbres al mismo tiempo que su religión naturista.
Dios, sin embargo, le impone a su pueblo costumbres diferentes. No es posible discutir,
sólo hay que obedecer, y la obediencia se ve reforzada por una experiencia que se extiende
por generaciones: la licencia sexual lleva a la muerte [Dt4,3]
Hay pues aquí una serie de leyes cuya interpretación podría variar después, como fue el
caso de los matrimonios entre consanguíneos, un problema que suscitó el decreto de
Jerusalén [He15,20]. Pero el conjunto fue mantenido por la tradición judía, y cuando Pablo
pone en tela de juicio la imposición de la Ley y de las costumbres judías a los convertidos
del mundo griego, ni por un instante discute las prohibiciones sexuales del Levítico. En los
resúmenes de moral elemental como son los pasajes [1Cor5,9] y [1Cor6,9] volvemos a
encontrarlas. En [Rom1,22] Pablo ve una estrecha unión entre las relaciones homosexuales
y la idolatría: el ejemplo de la sociedad griega en la que había sido educado lo había
instruido al respecto.
Causa asombro actualmente ver a cristianos que se levantan en contra de esas leyes como si
la Palabra de Dios tuviera que interpretarse, ablandarse y acabar en el museo por el único
motivo de que sectores muy importantes del mundo contemporáneo rechazan cualquier
disciplina sexual. ¿Pero qué autoridad pueden atribuirse los voceros de una sociedad sin
hijos y por lo tanto en vías de desaparición? [Lev18,25]. La vía cristiana no es el resultado
de un consenso democrático, sino que se impone por la fuerza del Espíritu. El pueblo que
Dios se ha elegido [1Pe2,9] recibió una determinada visión del hombre y de la manera
como debe alcanzar su madurez, y no puede renegar ni de la Cruz ni de la manera de imitar
a Dios que lo hace distinto a los no cristianos. En el comentario de [1Cor7,1] aludimos al
argumento mayor de Pablo para justificar la disciplina sexual del cristiano: nuestra
consagración a Cristo por el bautismo. Pero las prohibiciones propiamente tales no son
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inventadas por Pablo, sino que son esencialmente del Levítico.
2.14: LA MORADA Y LA TIENDA [Núm9,15]
Aquí al igual que en otros lugares del Exodo y de los [Núm3,25] La Morada cuya
construcción ocupa la mayor parte del Exodo 25-40 se identifica con la Tienda del
Testimonio. Es claro además que el libro del Exodo habla indiferentemente de la Tienda del
Testimonio y de la Tienda de las Citas.
Digamos en primer lugar que las dos palabras Testimonio y Citas son parientes entre sí en
hebreo. Testimonio es el Testimonio o Declaración Divina que se guarda en el Arca y que
se expresa entre otras cosas a través de los Diez Mandamientos. Citas: es el lugar donde
Dios cita a Moisés cuando quiere conversar con él ([Éx29,42]; [Núm12,5]; [Núm17,7] [Núm17,8]). En ambos casos se trata de una tienda en cuyo secreto Dios se manifiesta
únicamente a Moisés [Núm12,5].
Pero cuando luego se quiso montar toda la ficción de la Morada grandiosa, primer esbozo
del Templo de Jerusalén, se la quiso identificar con esa Tienda de la cual conservaban el
recuerdo las tradiciones más antiguas (ver especialmente [Éx38,21]). En realidad, si se
quería una Morada grandiosa para el culto divinmo, se soñaba más bien en un tiempo en
que Dios citaba a su amigo y le hablaba cara a cara [Núm12,7] - [Núm12,8]. En todo el
libro de Job está implícito este sueño que los profetas acariciaron de vez en cuando
[Is30,20].
El presente párrafo hace el elogio de un tiempo en el que Dios intervenía personalmente,
daba órdenes y tomaba en sus manos la dirección del pueblo. Ya hemos tenido ocasión de
recordar que los libros santos presentan la historia pasada como una gran epopeya en la que
Dios llevaba soberanamente todas las cosas a un término en el que quedaban de manifiesto
su justicia y su salvación. Se lo ve desde la historia de Abrahán, se lo vuelve a ver en el
libro de Josué, y mucho después, en las Crónicas. Pero eso era un punto de vista de fe, y
por el momento los que fueron los actores de la historia tuvieron una experiencia bastante
diferente: lo poco que se había hecho con grandes esfuerzos contenía muchas sombras y la
presencia de Dios había sido comúnmente muy discreta, aun cuando no se dudara de ella.
En varios lugares vemos la extrañeza e incluso el escándalo del creyente que compara lo
que ocurre ante sus ojos con lo que las tradiciones cuentan del pasado y no comprende que
Dios haya cambiado [Sal77,1]: ¿Por qué los cielos están ahora cerrados y ya no responden?
[Is63,7] - [Is63,16]; [Sal74,9] - [Sal74,10].
¿Qué secreto deseo impulsó a los hombres de fe a hacer al pasado más bello de lo que fue y
a Dios más generoso? En primer lugar, se ha proyectado sobre la historia antigua todo lo
que se habría querido ver en el presente, comenzando por la historia de Adán y siguiendo
por la de Moisés y la de David; pero luego se ha proyectado hacia el futuro lo que se leía en
los libros de historia, y se ha comenzado a esperar. Fue el aguijón de la esperanza lo que
hizo madurar en Israel la espera de una era nueva con un Mesías enviado por Dios. En
todas las culturas se había puesto una edad de oro al comienzo de los tiempos, pero luego se
decidió que no habría más que una edad de hierro. En verdad en todas las latitudes ha
habido hombres y mujeres que "han esperado contra toda esperanza" [Rom4,18], pero
ciertamente fue en la revelación bíblica en donde la locura de la esperanza se instaló más
profundamente.
2.15: LOS ANCIANOS [Núm11,24]
En Exodo 18 veía el origen de los jueces, o Ancianos, en una sugerencia del suegro
madianita de Moisés. Aquí, en cambio, es Dios quien lo ordena. Como sea, estos ancianos
serán la autoridad con más profundas raíces en la tradición israelita. En tiempos de los
reyes, el poder central va a reducir su rol y los manipulará, como se ve en [1Re21,8] [1Re21,12]. Volverán a ocupar el primer lugar durante el Exilio en Babilonia, como se
puede ver en Ezequiel [Ez8,1]; [Ez14,1]; [Ez20,1]. De vuelta del Exilio su autoridad se
combinará con la de los sacerdotes: el sanedrín o consejo supremo del pueblo judío en
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tiempos del Nuevo Testamento estará compuesto por sacerdotes, ancianos y maestros de la
Ley. De hecho, esos ancianos son los jefes de las más importantes familias. Pero, fuera de
Palestina, en todas las comunidades diseminadas entre las naciones, los sacerdotes no
desempeñarán un rol activo, ya que el Templo no está allí, y quienes tendrán la autoridad en
las sinagogas serán los ancianos.
Los ancianos expresan la idea de un pueblo de Dios hecho de comunidades, en que los jefes
no se sienten superiores a la comunidad y los problemas se solucionan en forma humana
más que administrativa. Están al opuesto de una autoridad que pretende imponerse desde
arriba. La Biblia reserva el derecho del rey y del sumo sacerdote, elegidos de Dios, pero
mantiene una actitud crítica cuando un jefe pretende hacerse el dueño del pueblo de Dios
[1Sam8,11]; [2Sam24,1]; [1Re12,1]. El día que el Apocalipsis nos muestre al pueblo de
Dios congregado en el cielo para recibir a Cristo que se presenta victorioso, veinticuatro
ancianos son sus representantes y están sentados alrededor del trono: ya no se habla de
reyes [Ap4,4].
No olvidemos que en la Iglesia primitiva, la autoridad de los apóstoles, auténticos testigos
de Cristo y de la fe, no disminuía en nada la de los ancianos. Para elegirlos se seguía el
modelo de las sinagogas; presidían la comunidad y su eucaristía, pero el hecho de que la
palabra anciano haya tenido el mismo sentido que presbítero no significa en absoluto que
hayan sido los equivalentes a los "presbíteros" de hoy. En el N.T. los apóstoles son fieles al
espíritu comunitario del pasado y al mismo tiempo conscientes de su autoridad como
testigosde Cristo; no por casualidad Pedro y Juan se dan a sí mismos el título de ancianos
[1Pe5,1]; [2Jn1,1]; [3Jn1,1].
La comunicación del espíritu a los ancianos entraña varias enseñanzas. Por una parte, las
autoridades del pueblo de Dios no pueden decidir más que bajo la inspiracións de la
sabiduría divina; pero también el espíritu que reciben los ancianos es aquel mismo que
residía en Moisés, y esto significa que nadie podrá cambiar las bases de la revealación.
Puede sorprendernos el que el Deuteronomio prevea la venida del Profeta al que todos
deberán escuchar: gracias a este texto se queda abierto el porvenir, y si bien Jesús recuerde
la inspiración divina de la Ley, no por eso se creerá obligado a quedarse dentro de los
marcos de Moisés.
2.16: DIOS PERDONA [Núm14,11]
La siguiente página y la oración de Moisés son muy semejantes a lo que leímos en
[Éx32,9], [Éx32,13]. Encontraremos algo equivalente en Jeremías. Este diálogo es
ciertamente una manera de expresar tanto lo que debiera ser la reacción de un Dios justo
que castiga la desobediencia como cual será la actitud de Dios que ve más allá del momento
presente. El nunca se sentirá disminuido por nuestras faltas, lo perdona todo castigando.
Podría pensarse que este "perdón de Dios" muestra solamente la continuidad de su obra a
través de las edades: castiga a la generación presente, la que no entrará enm la Tierra, pero
no detendrá la obra que ha emprendido al elegirse un pueblo. Esa obra debe continuarse
hasta el fin de la historia.
Sin embargo la palabra perdonar da a entender algo más. No hay nada en Dios que recuerde
las pequeñeces de nuestra psicología; al contrario el es en el nivel más amplio la capacidad
de darse en la comprensión y el amor o el juego mutuo. Y por profundo que sea el misterio
de Dios es soberanamente importante para nosotros sostener esta palabra de perdón, que
sólo tendrá sentido allí donde haya mirada mutua y deuda verdadera que el amor reconoce.
No le pidamos al libro de los Números, pues aquí se trata de tradiciones antiguas, el
desarrollo y las finezas que irán apareciendo después. Los profetas, por sobre todo, más que
de la paciencia de Dios hablarán de su fidelidad; y posteriormente vendrá la conciencia de
una relación mutua entre Dios y la persona humana en un solo Espíritu [1Cor6,17]. Allí
todo es perdonado, y Dios es más que paciente puesto que ya se ha entregado a sí mismo.
2.17: EL DIOS QUE CASTIGA [Núm17,1]
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Otra vez en este relato, "Dios castiga". Algunos, al leer con demasiada prisa, no descubren
aquí sino esta enseñzanza, siempre la misma: los que se portan mal serán castigados. En el
presente caso se hablará de aquellos que se rebelan contra los representantes de Dios. Otras
personas se quedarán con la idea de un Dios muy enojadizo y rencoroso y harán suya la
queja de los israelitas en [Núm17,27]: Si seguimos así, vamos a perecer todos.
No debe sorprendernos que en esos libros Dios actúe con autoridad, se enoje y castigue,
aun en ocasiones en que los culpables actuaron tal vez con ignorancia. Y ¿qué le importa a
él, hoy, si dichas actuaciones nos escandalizan (ver el libro de Job)? Esta fuera de duda que
Dios se adapta a la imagen que de él nos hacemos. A diferencia del profesor que adoctrina
sin preocupar mayormente por cómo sus palabras serán interpretadas, Dios habla a cada
cual con el lenguaje que le es familiar. Devuelve a cada uno sus propias condenaciones y da
a los que reprende las señales que podrán interpretar. Siendo que Dios quería revelarse a un
pueblo todavía primitivo, acostumbrado a una justicia expeditiva que ignorabalas
motivaciones de los culpables, no podía sino adoptar sus modales.
Aun en caso de que esta historia fuera verídica, ¿que perdieron los culpables? ¿A qué
felicidad y a cuántos años de vida tenían derecho ante Dios? ¿Podemos hablar de autoritad
cuando nos referimos al que desde los orígenes ha visto todas nuestras vidas? En él ya no
cuentan el número de nos día en la tierra ni los años en que pudimos gozar de una
jubilación, ni los sufrimientos, tal vez horribles, que nos llevaron a nuestra madurez eterna.
2.18: EL SUMO SACERDOTE [Núm35,22]
Véase la prescripción de los versículos 25 y 28: hasta la muerte del Sumo Sacerdote.
El Sumo Sacerdote no es sólo el encargado de cumplir ritos. Desde el momento en que ha
sido consagrado por una unción muy solemne [Éx29,1]; [Lev8,1] pasa a ser y lo será hasta
su muerte un parapeto contra los azotes divinos. Como se vio en los episodios dedicados a
Aarón él es quien protege al pueblo de la cólera de Dios [Núm17,12]. El tiene el tremendo
privilegio de entrar cada año para la Fiesta del Perdón en el santuario más recóndito del
Templo, el Santo de los Santos [Heb9,7]. Allí derrama sobre la cubierta del Arca, el
Instrumento de Expiación, la sangre de la vaca sacrificada [Núm19,1]. La vestimenta
sagrada que lleva son una parte esencial del rito, de ahí el lugar que ocupan en el Exodo las
reglas de su confección [Éx26,1] y [Éx39,1]. En tiempos de Jesús, bajo la ocupación
romana, el gobernador guardaba esa vestimenta y sólo la entregaba en el momento de la
Fiesta para recuperarla inmediatamente: ese era el medio de que disponía para tener al
Sumo Sacerdote a su merced.
La muerte del Sumo Sacerdote era ocasión de una amnistía semejante a la que acompañaba
al año del Jubileo. En tiempos de Jesús, las mujeres de la familia del Sumo Sacerdote se
preocupaban especialmente de los presos y les daban limosnas para que no tuvieran la idea
de pedirle a Dios que apresurara su salida de la prisión causándole la muerte al Sumo
Sacerdote. El precepto que se lee en [Éx22,27] se refiere especialmente al Sumo Sacerdote.
Se comprenderá entonces que ese ungido o Mesías del Señor sea un personaje sagrado (en
lenguaje bíblico, una persona santa) a pesar de sus aspectos negativos. Véase a propósito de
esto la presentación de Cristo como el Sumo Sacerdote de los nuevos tiempos en Heb cap
5-10.
2.19: LA SABIDURÍA DE LA BIBLIA [Dt4,5]
No hay pueblo tan sabio e inteligente como esta gran nación. Este libro es contemporáneo
del cap. 20 del Exodo y de nuestros Diez Mandamientos. Fue escrito ocho siglos antes de
Cristo y ya en él leemos esta afirmación: Dios nos ha dado una sabiduría tal que no le ha
sido comunicada a los demás pueblos. Podría uno sonreír a la distancia y pensar que, desde
el campanario de su aldea, el escritor sagrado no veía más que un rincón del mundo y que
de buenas ganas ignoraba tanto las milenarias culturas egipcias y mesopotámicas que lo
habían precedido como aquellas grandes culturas y religiones de la lejana Asia.
Y sin embargo, era consciente de ser el depositario de leyes sorprendentes:
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- la afirmación de Yavé, Dios único, al que no se puede representar;
- la fe en el Dios Justo que exige la fidelidad interior y la práctica de la justicia por sobre
cualquier otra forma de culto;
- la obligación rigurosa del sábado como el medio para preservar la libertad y la dignidad
de las personas;
- la protección de la vida humana y el respeto al extranjero, el que a menudo era más bien
un forastero, es decir un israelita viviendo en el territorio de una tribu que no era la suya;
- el rechazo a cualquier licencia sexual,
El autor del libro ya veía el beneficio de estas leyes que sólo se apreciaría a la larga, cuando
hubieran desaparecido una tras otra las culturas vecinas.
Pero si el orgullo de ser los detentores de una sabiduría superior podía hacer nacer en Israel
el sentimiento de ser privilegiado, se puede también invertir el orden de los términos: la
certeza de haber sido llamado por Dios con un destino único era uno de los pilares de la
sabiduría de Israel. Todo el edificio de la Ley se habría derrumbado si no se hubiera creído
en la alianza de Yavé con Israel [Dt4,13]; [Dt4,20]. El Deuteronomio se inspiró
fuertemente en la predicación de los primeros profetas de la escuela de Elías, y nos va a
repetir de mil maneras que sólo hay salvación para Israel en la fidelidad a su vocación.
Aquí encontramos un rasgo característico de la identidad del pueblo de la Biblia. Hoy en
día debemos ciertamente abrir los ojos ante las religiones del mundo y ver cómo a través de
ellas Dios ha hecho una obra de salvación en las diversas culturas. Es muy útil reconocer
que ni la religión de Israel ni el cristianismo han sido comienzos absolutos, sino que sus
doctrinas han tenido antecedentes en otras religiones. Sin embargo, cuando se hayan
aclarado todos esos aspectos y se haya intentado elaborar una "genealogía de las
religiones", no se habrá dicho nada aún sobre lo que es esencial a la revelación bíblica: esta
revelación ha sido encargada al único pueblo al que Dios se dio a conocer cara a cara.
Mientras otros se hagan testigos de lo indecible de Dios, aquí Dios se dice y se hace
próximo. Por doquier las demás religiones propondrán leyes divinas, hablarán de sabiduría
y buscarán al Absoluto, pero en ninguna parte pondrán en el corazón de la búsqueda, o del
servicio o de la obediencia, un conocimiento de Dios cara a cara [Dt4,7]; [Dt4,35];
[Col2,8].
Es cierto que el Deuteronomio dice: "No han visto nada, sólo han oído la Palabra de Dios"
[Dt4,12]; [Dt5,24]. Pero en esas palabras sólo hay un rechazo a cualquier imagen y el
llamado a la fe; no niegan que Dios se haya manifestado. El discurso que el autor atribuye a
Yavé es constantemente la palabra de un Dios que se revela a los que ama y que le aman
[Dt4,37]; [Dt7,8]; [Dt6,4]. Pasemos al Nuevo Testamento y tendremos el Discurso después
de la Cena de Juan [Jn14,1] a [Jn 17,26]. Eso no tiene equivalente ni antecedentes en
ninguna otra religión.
2.20: HAS SIDO ELEGIDO [Dt7,6]
El te ha elegido de entre todos los pueblos de la tierra para que seas su propio pueblo. Con
frecuencia se escucha esta pregunta: ¿por qué Dios eligió a Israel en vez de cualquier otro
pueblo? Debemos recordar que Dios no está en la situación de un jurado que elige entre
diversos candidatos y que sólo puede evaluar sus méritos y sus aptitudes. La elección de
Israel se hizo en la eternidad, aún antes de que se pusiera en marcha la historia y que se
diversificaran los pueblos. Por esta razón la Biblia hace remontar sus genealogías hasta el
primer Adán [Gén5,1]; [Lc3,38].
A los cristianos se les plantea ahora una cuestión más grave. Si bien el judío actual está
consciente de su originalidad en medio de los demás pueblos, por el solo hecho de haber
nacido de padres judíos, a un cristiano en cambio le cuesta decir en qué es diferente a los
demás, y más todavía cómo ha sido elegido por Dios. A diferencia del primer caso, lo que
hace a un cristiano no es el nacimiento en tal o cual familia o en tal o cual pueblo. Es cierto
que en los países de Europa y de América hasta una fecha muy reciente, se era cristiano de
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Introducción a los Libros Bíblicos
nacimiento y se llegaba casi necesariamente al bautismo. Los padres decidían de la fe de
sus hijos y al hacerlo seguían una larga tradición que nadie podría criticar. Dicha tradición,
sin embargo, dejaba en la sombra una de las características esenciales del bautismo, a saber,
la respuesta a una llamada. Véase el texto de Jeremías que anuncia la nueva alianza: se trata
de un reconocimiento mutuo de Dios y de sus hijos o hijas.
Los Hechos nos muestran cómo la Iglesia nació de esos judíos que reconocieron en Jesús a
su Mesías y que, con él, quisieron ser el pueblo de la nueva alianza. Y cuando se dieron
cuenta que el conjunto del pueblo no los seguía, comprendieron mejor que habían sido
elegidos. Algunos años después, los griegos y los no judíos que en todos los países se
dejaban impactar por el Evangelio tenían una experiencia semejante: les había sido
necesaria una disciplina y un catecumenado para entrar en la comunidad de los elegidos de
Dios, pero Dios era quien les había permitido perseverar. Cada uno de ellos era consciente
de que la gracia de Dios hizo que se encontraran con tal o cual persona que los atrajo a la
Iglesia.
En la medida en que la llegada al bautismo ha sido un recorrido personal y una puesta a
prueba de la fe, la celebración del bautismo ha ido acompañada o seguida de una efusión
del Espíritu, a veces muy fuerte en el plano de la sensibilidad, que recuerda la carta a los
Hebreos [Heb10,32]; [Heb12,18] y que supone la carta de Pedro [1Pe1,1]. Sea cual fuere el
momento en que el Espíritu manifiesta su presencia en la vida de cada uno [1Cor12,7];
[Gál3,2], es difícil hallar una fe auténticamente cristiana que no se apoye en una
experiencia espiritual. Ese don del Espíritu es, según la Escritura, la prueba más evidente de
que hemos sido llamados personalmente [Rom8,16].
2.21: LA OTRA CARA DE LA HISTORIA [1Sam29,1]
Ese comienzo del capítulo nos deja un poco desacomodados y no deja de sembrar dudas
sobre la conciencia que podía tener David de su identidad israelita. El libro que sigue (en
realidad sólo será la segunda mitad del Libro de Samuel) lo mostrará preocupado de
realizar en provecho propio la unidad de Israel. Pero las páginas que se acaban de leer ¿son
objetivas cuando lo presentan como la esperanza de los israelitas y como la noble víctima
de un Saúl envidioso y maníaco? Este es el momento tal vez de recordar que no se sabe
nada de una tribu de Judá anterior a David; Judá era sin duda entonces sólo el nombre de
esa región de los montes de Judá, ocupada por diversos clanes de los cuales el más
importante era el de los Queniceos. Y el núcleo duro de las tribus, los herederos de Moisés,
eran Efraín, Manasés y Benjamín, la tribu de Saúl.
Se podría dar a toda esa historia una interpretación muy diferente. Frente a Saúl que,
torpemente tal vez, trata de realizar la unidad de las tribus, David juega su propia carta
como campeón de la gente del Sur. Con sus guerrillas realiza la unidad de la tribu de Judá
al mismo tiempo que paraliza los esfuerzos de Saúl para unificar a Israel. Quien tendrá
éxito en la tarea será David, y Judá, el nuevo advenedizo, desplazará a los que hasta
entonces preservaban el ideal de Israel en gestación. David recibirá para su dinastía las
promesas de Dios, pero habrá contribuido a arraigar fuertemente los rencores mutuos del
norte y del sur, preparando así el cisma, sesenta años después.
Esto nos invita a reflexionar sobre la acción de Dios y la de los hombres en la historia del
pueblo de Dios, y sobre la parte también que les toca a los escritores inspirados en la
fabricación de la historia santa. Existe toda la libertad para dar otras interpretaciones, y a lo
mejor estarán más en lo cierto, pero sólo serán interpretaciones, y no cambiarán la historia.
Porque la Biblia ya le dio el sentido y todos los escritores sagrados han prolongado esa
primera visión de los libros de Samuel. En el primer libro, David pasa a ser el vencedor de
Goliat; al fin del segundo será el autor de los Salmos. El libro de las Crónicas hará de él el
verdadero creador del Templo y de todo el culto de Israel. Se puede pensar que David se
pareció muy de lejos a ese personaje de leyenda, pero nadie podría negar que su historia, tal
como se nos ha transmitido, ha sido portadora de una fuerza espiritual y humana enorme.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Ha determinado por una buena parte el destino de los judíos, y sin ella Jesús perdería sus
raíces humanas. Aquí debemos reconocer que el libro inspirado escapa a los hombres y que
Dios se sirve de él para dirigir soberanamente los destinos de su pueblo.
2.22: LA REDENCIÓN [Mt20,28]
Rescatar, reparar, liberar, rescate: esas palabras cuya diferencia no siempre vemos
acompañan las imágenes y las ideas que ordinariamente nos formamos sobre la Redención.
Tras las palabras del Nuevo Testamento que traducimos por rescatar puede ser conveniente
distinguir cuatro palabras hebreas del Antiguo Testamento que no han sido siempre
traducidas por las mismas palabras griegas.
En primer lugar tenemos el verbo rescatar. Ese rescate es una adquisición, pero lo que se
adquiere es un bien que la mayoría de las veces perteneció a la familia y que esta recupera.
La palabra rescate sed encuentra más veces en el pequeño libro de Rut que en todo el resto
de la Biblia. En el Nuevo Testamento podría traducírselo con más frecuencia por el verbo
liberar: [Rom8,23]; [Ef1,7]; [Col1,14]; [Gal3,13]; [Gal4,5]. En [Heb9,15] y [Tit2,14] es
único término que conviene es rescatar.
También está la palabra adquisición. Cuando la Biblia recuerda la elección que hizo Dios
de un pueblo que le pertenece, habla a veces de una adquisición para indicar que Dios se
hace el dueño y el propietario de Israel y que nadie en adelante podría quitárselo. Se
encontrará ese sentido en [2Pe2,1] para designar a los que había sido llamados a formar
parte del pueblo de Dios. En [Ap14,3] y [Ap14,4] son los 144.000 elegidos y vírgenes del
cerro Sión los que han sido adquiridos (o tomados) entre los demás seres humanos.
En cambio, en el presente texto de Mateo y en el texto paralelo de [Mc10,45], y luego en
[1Tim2,6], la palabra que traducimos por rescate debe ser entendida como el sacrificio de
expiación que se debía pagar por una falta cometida. Aquí, en Mateo, Jesús se refiere al
Servidor de Dios del libro de Isaías que ofrece su vida para reparar las faltas de su pueblo
([Is52,13] a [Is53,12]). Es el único lugar del Evangelio donde Jesús da ese sentido a su
muerte, pero los Hechos nos muestran que los predicadores del Evangelio gustaban usar la
profecía de Isaías para proclamar a Jesús-Mesías. A partir de ahí, seguramente,
desarrollaron las tres afirmaciones que leemos en varios lugares de la predicación
apóstolica: Jesús murió por nuestros pecados; murió para que se perdonen los pecados; se
hizo víctima por nuestros pecados.
Esa idea de un sacrificio por nuestros pecados puede sorprendernos en la medida en que
instintivamente tratamos de eludir nuestra responsabilidad en ese desorden universal que es
el pecado; reconozcamos además que nos sentimos humillados por el solo hecho de que
otro tenga que pagar por nosotros. Pero nuestra molestia proviene de que ese rescate ha
sido a menudo comentado de manera muy sorprendente. Mientras los textos bíblicos que
hablan de rescate, tomados en su conjunto, insisten más en el aspecto de liberación que en
el aspecto de pago, algunos han entendido que la muerte de Jesús fue un pago que hizo al
demonio para aflojar su dominio sobre la humanidad. Otros hablan de ofensas hechas a
Dios que exigían una reparación y que quedaron saldadas con los sufrimientos y el
sacrificio de Cristo.
Es muy cierto que Jesús murió por nuestros pecados, pero la Redención va mucho más lejos
que el pago de una serie de deudas. Hay una ordenamiento del mundo, así como hay un
ordenamiento del hombre que supera nuestras perspectivas a corto plazo. Era necesario que
todo culminara en un equilibrio perfecto para que todo pudiera volver a Dios. Jesús tenía
por misión asegurar ese regreso de un mundo enajenado, y el pecado era el mayor dato de
nuestra enajenación. La unidad del universo y de los hijos de Dios dispersos solo podía
realizarse en una reconciliación que sería también una reconciliación con Dios después de
la falta original -la de los espíritus tutores y rectores de la creación. La muerte voluntaria de
Jesús era el recomposición, en sentido figurado, de tal quiebra. De ahí a asegurar que Jesús
en el momento de morir tuvo ante sus ojos todas nuestras faltas individuales, es algo
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Introducción a los Libros Bíblicos
totalmente ajeno; pero todas nuestras faltas forman parte del pasivo y ninguna de nuestras
"rebeliones" ([Is53,5] y [1Jn3,4]) podía olvidarse así no más.
Los que en el pasado entendieron ese texto de Pablo como la afirmación de un pecado
mayor efectivamente cometido por el primer hombre, no dejaron de ver en la muerte de
Jesús la reparación de ese pecado tan misterioso. Muchas veces los artistas han pintado al
pie de la cruz un cráneo que sería el de Adán. Sin embargo los evangelios no están
interesados ni en ese pecado ni en ese pecador: ver el comentario sobre le Pecado Original
en [Gén3,1].
Hasta aquí nos hemos quedado en una visión intelectual y moral de la Redención, pero
debemos ir más lejos. Cuando los apóstoles comentan el sacricio de Jesús muerto por
nuestros pecados, muerto por nuestra liberación ([Rom3,25]; [Rom4,25]; [Rom5,6];
[2Cor5,20] y [1Pe2,21]) no pretenden principalmente explicar sino que más bien quieren
forzar nuestra admiración frente a la grandeza del amor divino. Generosidad en primer
lugar de Dios Padre ([Rom8,3]; [Jn3,16]; [1Jn4,10]); pero luego reconocimiento y
aplastamiento en la humildad ante el sacrificio voluntario del Hijo [Rom5,7]. Y de ahí
viene su entrega total a la persona de Jesús [Gál2,19].
Se ha dicho que nadie ha sido tan amado como lo ha sido, lo es y lo será Jesús, y este es
otro aspecto de la Redención. Si creemos que el sacrificio de Cristo salva a la humanidad
entera [1Jn2,2], así como también que este mismo Hijo-Verbo ilumina toda conciencia
humana [Jn1,9], es también un hecho que la inmensa mayoría de los pueblos no han sabido
nada de eso. Pero a partir del momento en que Dios se elige un pueblo al que se revela y al
que revela su plan de salvación ([Is54,13]; [Jer31,34]; [Ef3,5]), toda una parte de la
Redención se efectuará a través de las relaciones mutuas entre Dios y ese pueblo elegido
([Is62,1]; [Sof3,17]). Los que fueron llamados vieron el amor de Dios y creyeron [1Jn4,16].
Y así queda abierta para Dios la posibilidad de efectuar con ellos una experiencia única, la
del amor recíproco en la claridad.
Esa es la razón por la cual Jesús quiere - y esa es una de sus mayores motivaciones- que su
sacrificio purifique [Ef5,26] y santifique [1Cor6,11] a los que ha adquirido [He20,28] o va
a adquirir para Dios ([Ap5,9]; [Ap14,3]). Se consagra por ellos ([Jn17,19]; [Heb10,14]). Y
por su parte, la contemplación de los rebajamientos y del amor del Hijo les sugerirá todas
las locuras del amor, lo mismo que constituirá en la eternidad la admiración de las
potencias celestiales [1Pe1,12].
2.23: JESÚS Y LOS FARISEOS [Mt23,1]
El capítulo 23 de Mateo debe leerse a la luz de las oposiciones y persecuciones que conoció
la Iglesia en Palestina hasta el momento en que los cristianos fueron excluidos de la
comunidad judía. La ruptura fue definitiva con los decretos tomados por los fariseos en el
año 95 en su concilio de Jamnia, cuando reorganizaron la comunidad israelita después de la
destrucción de Jerusalén. Fue entonces cuando determinaron el canon de los libros sagrados
y también encerraron la religión judía en tradiciones y costumbres muy precisas, poniendo
fin a una actitud más abierta que había facilitado, en tiempos de Cristo, un desarrollo
impresionante del proselitismo judío en el mundo romano y había multiplicado las
conversiones de los "griegos".
El Evangelio de Mateo, escrito en esos años, se pone muy polémico respecto de los
fariseos, por representar este judaísmo, adversario de la Iglesia. Hablando de los fariseos
del tiempo de Jesús, tiende a ver en ellos sus principales enemigos. Pero, si bien al hacerlo
deforma la realidad histórica mejor expresada por Lucas, no por eso podemos deshechar el
testimonio que nos deja de una oposición fundamental entre fariseismo y evangelio: el libro
de Mateo es palabra de Dios, y esto significa que nos da, sobre las situaciones que Jesús
enfrentó, la visión que Dios quiso que guardáramos.
A pesar de que, bajo muchos aspectos, Jesús hizo suya la interpretación de la Biblia que
daban los fariseos (y fueron ellos numerosos entre los primeros discípulos), su religión
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Introducción a los Libros Bíblicos
hecha en gran parte de deberes y de derechos, no se acordaba con otra visión resultante del
solo hecho que Jesús fuera el Hijo entregado por el Padre para salvación de los pecadores.
En el presente capítulo Mateo presenta una polémica de Jesús contra los fariseos. Esta no
puede dejar indiferente a ningún cristiano, pues el fariseismo es la expresión, en un tiempo
determinado, de una actitud religiosa tan presente entre nosotros como lo era en tiempos de
Jesús. En tiempos pasados, muchos autores cristianos hablaron de ellos como si todos
hubieran sido gente hipócrita y de mala fe. Al leer esos comentarios, uno sospecha que
intuían, pero no querían reconocer, hasta qué punto ellos, clérigos, maestros, elite supuesto
del pueblo cristiano, ocupaban en la Iglesia el mismo lugar en que se ubicaban los fariseos
en la sociedad de su tiempo y caían bajo las mismas acusaciones del evangelio. Ansiosos
por distinguirse de ellos, no podían sino pintarlos en forma caricatural. Hoy, en cambio, son
muchos en la Iglesia los que quisieran, no sólo justificar los fariseos de semejantes
alegaciones, sino ignorar o incluso rechazar las advertencias del evangelio que a ellos se
refieren. Posiblemente la razón de un tal fervor es la misma que inspiró la actitud opuesta
en tiempos anteriores: canonizan a los fariseos en la medida misma en que han pasado a
ocupar sus puestos, incurriendo en el mismo peligro: el de ser aquellos sabios y prudentes a
los cuales no ha sido revelado el misterio de Jesús.
2.24: MANDABA A LOS ESPÍRITUS IMPUROS [Mc1,16]
Sabemos muy poco sobre lo que fue la vida de Jesús durante los dieciocho meses o un poco
más que pasó con ellos. Juan se preocupó de hablarnos de los primeros encuentros [Jn1,29].
Marcos señala aquí el llamado que Jesús les dirigió un día: "no fueron ustedes quienes me
eligieron".
2.25: LOS HERMANOS DE JESÚS [Mc3,31]
Aquí no pretendemos más que completar lo que ya dijimos en el comentario de este
versículo [Mc3,31]. Uno puede extrañarse de que los testimonios del evangelio al respecto
sean interpretados habitualmente con tan poca impartialidad. ¿Será porque la insistencia (y
a veces los excesos) de la predicación católica referente a María son rebatidos por un
examen más objetivo de los textos? Lo que más bien llama la atención, es que en este punto
muchos niegan testimonios y datos sin más argumentos que algunos "tal vez" y "se puede
pensar".
Recordemos primero que "María siempre virgen" no es solamente una tradición antigua
como se lee incluso bajo la pluma de católicos, sino que es parte de la fe y del Credo. No se
trata de un sentimiento piadoso respecto a hechos discutibles que serían ajenos a la
revelación. Si Dios-Hijo Unico se hizo realmente hombre, y si fue concebido en un acto
libre, digno a la vez de Dios y de una mujer consciente de la gracia única de la que era
objeto, la que sería su madre en el sentido más fuerte de la palabra, es imposible que Dios
no la haya hecho suya en forma exclusiva y definitiva. Ninguna persona que haya tenido
una experiencia espiritual fuerte se atreverá a cuestionar este punto. Y es este sentimiento
(nos referimos a una intuición de la verdad divina) el que está debajo de la afirmación
constante de la fe cristiana. Hacer toda la luz sobre este punto no es, pues, otra cosa que
desvelar el rostro de Dios tal como se ha manifestado en las Escrituras. Y si otras Iglesias
siguen desconociendo este aspecto de las maravillas divinas, esta no es una razón suficiente
para que lo callemos.
Ahora bien, ¿serán ambiguos los textos? Dijimos que si los hermanos de Jesús eran hijos de
su madre, el autor debió haber escrito: "tu madre y los hijos de tu madre". Pero esto no se
lee en ningún lugar. Más todavía, si tres evangelios quisieron recordar la respuesta de Jesús
en ese momento, por qué no la confirmaron con un texto que venía muy bien al caso y que
todos conocían: "me volví como un extraño para mis hermanos, un desconocido para los
hijos de mi madre" [Sal69,9]. Este salmo es citado en más de 15 lugares del N.T., pero
nunca aparece el versículo 9, el que más debía llamar la atención de la Iglesia si Jesús
hubiera tenido hermanos.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Son muy débiles los argumentos para negar que la palabra hermano designe aquí a
parientes. El único que hayamos encontrado es el siguiente. Un exegeta descubre que en un
lugar del N.T. (y nada más que en ese lugar) se encuentra la palabra griega primo [Col4,10]
y concluye: Si Pablo la usó en ese lugar, ¿cómo pudo ser que no la usara hablando de los
Hermanos del Señor, si fueran realmente primos? Sencillamente, Pablo la usó en
Colosenses porque sus corresponsales griegos conocían Aristarcos como un primo de
Bernabé, pero en otro lugar habló de los hermanos del Señor porque ese era el nombre que
todos daban a los primos de Jesús en un contexto arameo. Y, como ya dijimos, los textos
griegos de la Biblia guardaron siempre el termino hermano cuando lo leían en el texto
hebreo o arameo.
Dijimos el peso que tiene el testimonio de [Mc15,40], respaldado por [Mc15,47] y
[Mt27,56] respecto de María madre de Santiago y de José. Y no falta más para que varios
exegetas propongan conjeturas e hipótesis para impugnar esta afirmación. Al fin y al cabo,
uno no puede sino preguntarse por qué la virginidad de María y la mención de su hijo único
causan tanto malestar a mucha gente seria e inteligente. "Me odiaron sin causa alguna" dice
[Jn15,25].
2.26: EL BUEN USO DE LAS SEÑALES [Mc8,12]
A esta gente no se le dará ninguna señal. En realidad, Jesús ha dado muchas señales
[Jn20,30] y Juan insiste en el hecho de que sus milagros forman parte de las señales que
permiten reconocerlo [Jn10,38]. Por lo tanto aquí da la impresión de que se niega a hacerlos
porque se le ordena [Jn6,30] y porque no se dan las condiciones para pasar de la señal a la
fe [Jn6,26].
Hay otros pasajes empero donde Jesús se queja de que necesitemos siempre señales para
creer [Jn4,48]. Para él la señal que Dios da, al igual que la oración escuchada, son como el
don de una persona que se revela y así es como debemos acogerlos [Jn16,24]. Muchas
veces pareciera que en nuestras relaciones con Dios, consideramos la confianza como una
cosa difícil y costosa, y nos parece justo que Dios no la reclame sin haber dado pruebas
claras de que existe, de que nos oye y de que nuestros servicios u obediencia serán
recompensados. Pero, desde el momento en que le exigimos estas garantías, le negamos la
única cosa que a él le interesa. ¿Qué gusto sentirá El con que cumplamos nuestras
obligaciones religiosas o realicemos buenas obras? A El no le va ni le viene. Al contrario,
toda su alegría (la palabra no es demasiado fuerte) consiste en comenzar desde aquí abajo
ese juego del amor recíproco en el que somos capaces de dar un paso adelante para ver
como reaccionará, y un segundo y un décimo si se obstina en no responder. Esto es un
acercamiento a la vida eterna.
2.27: EL QUE NO CREA SERÁ CONDENADO [Mc16,16]
El texto original dice: El que no crea será condenado. Aun cuando entendamos eso como el
que se resista a creer, hay allí una afirmación terrible, de efectos incalculables.
El que no cree es aquel al que se le presenta el mensaje. En el contexto de este párrafo,
una serie de señales acompañarán al mensaje, bastante elocuentes para que se pueda
reconocerlo como un mensaje del Cielo. El que no crea en tales circunstancias será
condenado, es decir que, al ser juzgado por Dios y rendir cuentas de sus actos buenos o
malos, recibirá una condenación con respecto a esta desconfianza: allí hubo una falta de su
parte. Es lo mismo que se lee en [Mt10,40].
El que crea y se bautice se salva, es decir, goza desde ya de los dones que Dios tiene
reservados a los que lo han reconocido en la persona de su Hijo, los que, gracias a la fe, se
benefician de un reordenamiento de todo su ser. Estos son a la vez beneficiarios y
cooperadores del misterio de salvación que Dios lleva a cabo en el corazón de la historia de
la humanidad. Porque en esa obra que interesa tanto a los que están cerca como a los que
están lejos, una parte esencial está reservada a su pueblo especial. Y si éste renunciara a
cumplir esa misión, la humanidad estaría condenada a perderse, en todo el sentido de la
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Introducción a los Libros Bíblicos
palabra.
Uno se pregunta cómo pudo Dios permitir que esas verdades fueran interpretadas tan
tendenciosamente en la Iglesia occidental, y esto hasta fines del siglo diecinueve. Los
portadores de la fe estaban convencidos de que todos debían acoger su predicación, aun
cuando hablaran un idioma odiado o incomprendido o no mostraran las señales indicadas
en el Evangelio. Quisieron imponer el bautismo sin haber preparado antes un renacimiento
de las personas, como si le atribuyeran al rito un efecto mágico. Sostenían, lo que el texto
no dice, que el que no creyere perdía la salvación eterna y estaba condenado a un infierno
sin fin. Ver a este respecto la Introducción al libro de Jonás.
Esa interpretación inexacta que hacía de la institución eclesial el partido de los salvados,
frente a la masa de los perdidos, satisfacía el fondo de violencia que subyace en el corazón
de cualquier comunidad cuando se cree elegida por Dios para entregar al mundo la única
verdad.
Uno puede extrañarse de que esa interpretación errada de la Escritura haya sido tan
comúnmente aceptada sin que se hayan manifestado profetas que la combatieran. Hay allí
un misterio. Sin embargo, sepamos reconocer que esa visión del mundo en blanco y negro
sin medias tintas ha estimulado en millones de creyentes una férrea voluntad para dominar
sus instintos y realizar muchas veces acciones heroicas: todo menos pecar.
2.28: LA LISTA DE LOS DOCE [Lc6,14]
Véase la nota puesta en [Mc3,14].
Es cierto que Jesús los escogió Doce, y dicho número era rico de sentido, siendo el de las
tribus de Israel: se les encarga la totalidad del pueblo de Dios.
Es posible que algunos de esos Doce no hayan dejado huellas en los recuerdos de la
comunidad primitiva y que la Iglesia, preocupada por guardar el número de doce haya
incluido en la lista unos discípulos de la primera hora que se habían ganado cierta fama. Se
notan puntos comunes, ya sea reales o forjados por la tradición, entre el apóstol Felipe y el
"diácono" Felipe [He6,1] [He8,1].
Se sabe que la lista de los Doce no es la misma en los tres evangelios sinópticos, a los que
habría que agregar [He1,13]. No se sabe si hay que traducir Judas de Santiago por hijo o
hermano de Santiago. Se ve sin embargo que reemplaza a Tadeo (llamado Lebbé en
algunos manuscritos antiguos) al que citan Mateo y Marcos. ¿Es Tadeo el mismo que Judas
de Santiago? ¿O bien era uno de los Doce que se retiró y fue pronto olvidado, siendo
reemplazado en ese momento por Judas de Santiago? Lucas nos habla del reemplazo de
Judas Iscariote [He1,15] pero no estaba obligado a hablarnos de otros reemplazos, lo que
era factible dado que hubo un tiempo en que se daba el título de apóstoles a algunos que
pasaban por fundadores de iglesias. Fuera de eso, no hay razón alguna para identificar a
Bartolomé con Natanael: el hecho de que [Jn1,45] - [Jn1,50] nos muestre a este último
entre los primeros discípulos no es prueba de que haya pertenecido al grupo de los Doce.
Simón, el zelote, es llamado el cananeo en [Mt10,4]. Este vocablo, en hebreo, significa lo
mismo que zelote en griego: el fanático. Se refería a terroristas que asaltaban a los romanos
y sus colaboradores.
2.29: TU FE TE HA SALVADO [Lc8,43]
Numerosos manuscritos antiguos tienen para este versículo un texto más largo y más
cercano a [Mc5,25]. Ese detalle vale poco al lado de la palabra de Jesús: Tu fe te ha
salvado. Se la encuentra en Mateo y en Marcos en el mismo relato, y además cuatro veces
en Lucas [Lc7,50]; [Lc17,19]; [Lc18,42] y [He14,9]. ¿De qué fe se trata? Por muy mal
informados que hubieran estado los enfermos, sabían sin embargo bastante para considerar
a Jesús como un profeta [Mc6,15] y se acercaban a él con la misma certeza: Dios ha
visitado a su pueblo [Lc7,16].
Esta es la fe tal como se la encuentra en el pueblo sencillo y sin teología. Y Jesús es el
primero en valorizarla. Si nos remitimos a los relatos de milagros del Antiguo Testamento
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Introducción a los Libros Bíblicos
que pueden compararse con los del evangelio -aunque de hecho sólo se los encontrará en
los capítulos consagrados a Elías y a Eliseo [1Re17,1]; [2Re1,1] - [2Re1,7] - la fe no está
ausente, pero no es lo más importante [Núm21,9]. Los relatos destacan el carisma del
profeta, y el profeta, que tiene la fe y el carisma, pide a Dios el milagro. El evangelio por su
parte, y muy especialmente el de Marcos, da testimonio del poder de Jesús, el que, a
diferencia del profeta, no pide a Dios sino que da una orden. Lucas en cambio se complace
en recordar las palabras de Jesús que celebran el poder de la fe.
Muchas personas miran en menos ese poder de la fe e inmediatamente piensan: Es la
misma fe que atrae la clientela donde los charlatanes. No ven allí más que una
autosugestión, la que en determinados casos da el latigazo que se necesitaba, pero que no
tiene valor en el plano médico ni menos en el religioso.
La palabra de Jesús nos invita más bien a envidiar esa fe sin instrucción que reconoce a
menudo a los profetas pero que no hace gran uso de la Iglesia instalada; ella es una de
nuestras grandes riquezas. En el mundo que nos rodea, en el comienzo de todo lo que es
grande ha estado la fe, si no bajo la forma de Dios ha visitado a su pueblo, a lo menos en su
versión laicizada: la suerte nos ayudará. Todos, y en todas las religiones entienden ese
lenguaje.
El Antiguo Testamento, si bien muestra a esa fe en acción (véase [Heb11,1]), poco habla de
ella. Los escritos del Nuevo Testamento en cambio hacen a cada rato el elogio de la fe, pero
con más frecuencia se trata de la fe en Cristo el Señor. Esos libros nos hablan de creyentes
que viven conscientemente su vida nueva de bautizados, y lo importante de la fe según
Cristo (véase la nota en [He4,12]) es que ella permite el acceso a los bienes sobrenaturales.
Se está pues al lado del terreno en donde se debate la pobre gente. Pero aquí el Evangelio
nos recuerda a esa gran mayoría de nuestros hermanos para quienes no está asegurado el
pan del día siguiente y para quienes médicos y servicios de salud constituyen un lujo fuera
de su alcance. Su fe mal o poco instruida, muy condicionada por las necesidades del
momento [2Re4,39]; [Jn2,3], no es menos valiosa a los ojos de Dios. Un optimismo
irracional los lleva a veces a pensar que Dios los sacará del apuro, y Dios se reconoce en
esa idea que ellos se hacen de él.
2.30: EL PROJIMO [Lc10,29]
Los más antiguos comentarios rabínicos de la Biblia - contemporáneos de los
evangeliosmuestran
que los maestros estaban divididos con respecto a la pregunta de quién es el
prójimo. La pregunta que se le planteó a Jesús tenía pues una gran actualidad. Y las
interpretaciones de la palabra prójimo iban de la familia más cercana a los familiares, a
todo hermano judío, incluso a los prosélitos que no eran todavía plenamente judíos. Pero
nadie había traspasado esa barrera tanto nacional como religiosa.
La respuesta de Jesús es pues absolutamente nueva. Tal como la ha demostrado el filósofo
Henri Bergson, pasar del prójimo miembro del mismo grupo social a un prójimo que puede
ser cualquier otra persona, no es sólo una ampliación, sino que es acceder a otro mundo. El
amor al prójimo que se trataba de practicar entre judíos y griegos en la Iglesia primitiva a
pesar de las desconfianzas mutuas (y eso era una de las principales preocupaciones de
Pablo: [2Cor8,1] - [2Cor9,1]) era una riqueza nueva dada al mundo. San Juan, por su parte,
lo veía como un mandamiento totalmente nuevo [Jn13,34]; [1Jn2,8]. Si ahora la respuesta
de Jesús no nos parece tan extraordinaria, es simplemente porque esa parábola ha
transformado ya las conciencias. Sin embargo ese amor al prójimo continúa apareciendo
como una novedad en el mundo actual; si bien se dan numerosos ejemplos de ayuda al
prójimo lejano cuando se trata de casos individuales y de salvar a marginados, es cosa más
sorprendente cuando el amor permite el reencuentro de grupos sociales entre los cuales
existen barreras.
2.31: EL ROSTRO HUMANO DE DIOS [Lc18,1]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Las parábolas en las que Jesús presta a Dios un rostro tan humano traerán tal vez algún
malestar a varias personas que tienen una formación filosófica. En un primer tiempo a uno
lo conmueve esa humanidad de Dios; pero luego recapacita, y la parábola ya no es para él
sino una comparación de la que uno no debe fiarse demasiado. ¿Acaso Dios no es el Unico
y el Uno, el Absoluto y la primera Substancia, eterno, inmutable e incomovible? Es ahí sin
embargo, donde la fe ve con mayor claridad que la razón. El Dios de los filósofos, aun
cuando le conceden generosamente las dotes de toda persona digna de este nombre, no deja
de ser habitualmente concebido a imagen y semejanza de los principios y de los profesores.
Jesús en cambio nos invita a ver en él todo lo que admiramos en las personas realmente
inteligentes, las que gustan de usar el humor y la fantasia; en los amantes, que bien poco
observan la moderación; en los padres, preocupados por sus hijos. Es cierto que dichas
parábolas han originado figuraciones de Dios y prácticas religiosas que muchas veces
olvidaron el misterio de lo Infinito. Pero no debemos desconfiar menos de las certezas de
nuestra predicación y de los discursos respecto de Aquel que nuestra teología ignora mucho
más que lo conoce. Uno se pondrá más indulgente con respecto a los excesos de la piedad
popular si recuerda que la misión propia de la revelación cristiana es la de iniciar una
comunión sencilla y confiada entre Dios y sus hijos e hijas. Nuestra Biblia dejó a otros la
prosternación y solamente habla de ella al mencionar la ciudad celestial: [Ap4,10];
[Ap5,14]; [Ap7,11] ...
2.32: ESTABA EN LAS ESCRITURAS [Lc24,45]
Lucas nos muestra a Jesús resucitado dándoles a los apóstoles y a la Iglesia las bases de una
interpretación cristiana de las Escrituras [Lc24,27] y [Lc46,1] - [Lc47,1].
Los padecimientos del Mesías y su resurrección. Sería difícil encontrar un solo texto que lo
diga explícitamente, pero sí toda la historia bíblica está hecha de muertes y de
resurrecciones. Muchos salmos son la acción de gracias de un fiel que estaba al borde de la
tumba y al que Dios devolvió la vida. El famoso poema del Servidor que se lee en [Is53,1]
habla, sin duda alguna, en la intención del autor, de la minoría fiel que asegurará el futuro
de Israel. Pero de hecho Dios ha querido que hablara de esa minoría fiel bajo al figura de un
Servidor. Dios permitió que hablara de muerte injusta y de resurrección, de perdón de los
pecados y de una posteridad de justos, para expresar el destino de ese pueblo fiel. Eso es
suficiente para que apliquemos ese texto al que resumía en su persona la descendencia de
Abrahán y el destino del pueblo elegido.
Una palabra de Jesús en [Jn10,35] nos recuerda que no se puede cambiar la Escritura. Se
podría decir que en tal o cual lugar las palabras sobrepasaron el pensamiento del autor, que
aparecieron allí por casualidad... Pero es un hecho que están allí, y aunque debamos guardar
la prioridad a lo esencial del mensaje, la palabra que sorprende, o la imagen insólita han de
ser siempre recibidas como un llamado a la reflexión. En una discusión el oponente podrá
decir que la respuesta de Jesús en [Jn10,35] no era incuestionable y que atraía hacia sí el
texto; de igual modo será muy difícil probarle que la Escritura anunciaba la muerte y la
resurrección de Jesús si de partida no ha reconocido a Jesús como el Mesías. Una discusión
puramente racional del texto muy rara vez conducirá a la fe; en el episodio de la Tentación
en [Mt4,1] y [Lc4,1], el demonio hace un uso excelente de los textos que cita.
La interpretación cristiana de la Escritura no se limita a una investigación racional que
reponga los textos en su contexto para no decir más que lo que el autor sagrado quiso decir.
Cuando Jesús dijo: Estaba en la Escritura, no se trata en primer lugar de probar que estaba
escrito. Mejor sería decir que la resurreción de Jesús le da a la Escritura una dimensión que
antes no tenía. Había desde ya una interpretación judía que se iba tejiendo a medida que se
ampliaba la experiencia del pueblo de Dios, pero ahora los hechos nuevos obligaban a una
relectura de los textos. Lo da a entender [Mt13,52] al hablar de un maestro de la Ley que,
después de haber vivido la experiencia del Reino de Dios, descubre tesoros nuevos en el
texto antiguo.
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Introducción a los Libros Bíblicos
La letra es un instrumento con el que juega libremente el Espíritu, y la experiencia diaria
nos enseña que la sabiduría del libro sagrado penetra en los corazones sin pasar siempre por
los caminos de la lógica. Muy a menudo una imagen sugiere una línea de pensamiento, se
hace la conexión con otras imágenes que nos ofrece el libro, con otros pasajes en donde se
encuentran las mismas palabras, y se anudan los hilos para establecer una interpretación o
para descubrir el juego de Dios en las situaciones en que vivimos.
El creyente, o el profeta, que relee la Escritura no traiciona los textos, sino que les da una
vida nueva, y al final, habrá hecho una obra poética, en el primer sentido del término: el
poeta es el que crea. La poesía no se sujeta en primer lugar a las normas didácticas, y lo
mismo se puede decir, a un nivel más elevado, para la Escritura. Dios es tanto poeta como
profesor (para no decir que lo es mucho más) y el Espíritu Santo insinúa la verdad más allá
de la letra. Guste esto o no, ese tipo de interpretación poética o profética es generalmente
más poderosa que la exégesis racional para iluminar el espíritu. Bien es cierto que se deben
prevenir las elucubraciones desquiciadas o perversas, y la segunda carta de Pedro se alza
con fuerza contra las interpretaciones personales (véase la nota puesta en [2Pe1,20] sobre la
Inspiración de la Biblia). Por eso es que se lee la Escritura "en la Iglesia"; eso no quiere
decir que solamente repetimos lo que han dicho los antiguos o lo que dice la jerarquía, sino
que tenemos los ojos y los oídos abiertos para asegurarnos de que nos mantenemos en la
gran corriente de la tradición y de que no andamos perdidos.
Así fue como procedió la profecía en la Iglesia primitiva, y la Escritura nos ha dejado dos
modelos insuperables de ella en la carta a los Hebreos y en el Apocalipsis. Un libro, sobre
todo, facilitó el florecimiento de esa profecía: fue el de los Salmos. Se creía que era
totalmente obra de David, y que además el Mesías era hijo de David. Esos dos datos
reunidos impulsaron el desarrollo de muchas investigaciones sobre tal o cual versículo de
los salmos. Los letrados y los monjes meditaban sobre las intuiciones y la oración de
David, y a partir de allí se trató de comprender mejor el misterio de Cristo.
En los dos pasajes de Lucas que hemos citado, Jesús se atiene a lo que será la base de la
predicación apostólica, y a esas primeras lecciones se refiere Lucas cuando nos dice que
Jesús instruyó a sus apóstoles por el Espíritu Santo después de la Resurrección [He1,2].
2.33: EL VERBO ¿ES DIOS O NO? [Jn1,1]
Y El Verbo era Dios. Esa afirmación ha sido discutida no sólo porque exige un mínimo de
reflexión, sino sobre todo porque hiere ciertos prejuicios doctrinales. Tal es el caso de los
Testigos de Jehová quienes no dudan en traducir: "la Palabra era un dios". Y para justificar
tal traducción se apoyan en el texto de [Jn10,34] - [Jn10,36]: la palabra griega Theos, dicen,
puede significar tanto un dios como Dios, y cuando se trata de Dios, siempre aparece el
artículo en griego: O Theos, el Dios. Pero aquí no hay ningún artículo, por lo tanto se trata
de un dios.
La realidad es muy diferente. Cuando se trata, no de un sujeto sino de un atributo, como es
el caso aquí con: era Dios, el griego bíblico pone el artículo si Dios es considerado como
una persona, pero no lo pone si Dios significa la naturaleza divina. Ciertamente aquel que
es Dios (o las personas que son Dios) constituyen una sola cosa con la naturaleza divina,
pero no es la misma cosa la persona que la naturaleza. Luego, no se usa el artículo si se dice
lo que es Dios, y se usa si designa al que es Dios.
Tenemos un ejemplo de ello en el libro de los Reyes. En [1Re8,60] Salomón declara: "Así
todos los pueblos de la tierra sabrán que Yavé es Dios y que no hay otro fuera de él". Y
Dios está sin artículo: sólo Yavé es Ser divino. En cambio en [1Re18,21] Elías dice al
pueblo: "Si Yavé es Dios, síganlo, si es Baal, síganlo". Y Dios está con artículo porque la
elección es entre dos personas. Lo mismo en [Dt32,39] y [Jos2,11] se ven dos ejemplos de
Dios sin artículo, y cada vez es para decir que Yavé es un Ser todopoderoso y soberano.
Si pasamos al Nuevo Testamento, encontramos un nuevo dato. Recordamos en el
comentario de [Jn20,11] que desde los días de la Resurrección y de Pentecostés, la fe
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# Página 108
Introducción a los Libros Bíblicos
cristiana había adquirido la certeza de que Jesús era Hijo de Dios en el sentido más firme
del término. Muy pronto habían comenzado a jugar con las palabras Dios y Señor para
designar al Padre y al Hijo sin que este último fuera privado de su rango divino. Y es fácil
ver cómo Pablo los nombra siempre juntos: para él Dios es el Padre, y, de acuerdo a lo que
hemos dicho sobre el uso del artículo en griego, Pablo escribe siempre: el Dios, porque es
la persona del Padre.
En esas condiciones, si Juan quería decir que el Verbo era de naturaleza divina, es decir,
que compartía la naturaleza divina de Dios-Padre, pero sin ser la misma persona que el
Padre, no podía sino expresarse tal como lo hizo: el Verbo era Dios, sin artículo. E
inmediatamente después dice: "Estaba desde el comienzo junto a Dios": y aquí aparece el
Dios, con artículo, porque dice que el Verbo estaba cerca de la persona de Dios-Padre.
Es verdad que desde los inicios de la Iglesia, tanto para los judíos como para los griegos la
fé cristiana en Jesús Hijo de Dios, nacido de Dios, y que comparte el misterio divino del
Padre, era un desafío a la razón filosófica y a las religiones que se habían enseñado, y lo
mismo sigue siendo todavía para los Testigos de Jehová. Pues traducir: el Verbo (o la
Palabra) era un dios, es absolutamente un absurdo, ya que si quisieran ser consecuentes con
su argumento, debieran traducir igualmente en [Jn16,27]: Salí de un dios. Porque allí
tampoco hay artículo.
2.34: JUAN Y LOS SAMARITANOS [Jn1,47]
He aquí a un verdadero israelita. Cuando el Evangelio habla del Mesías, recurre
habitualmente, no al vocabulario común de los judíos, sino al de los samaritanos, herederos
lejanos del reino de Israel y de las tribus del norte. Habló de Elías, el gran profeta de Israel,
del Profeta mencionado por el Deuteronomio [Dt18,15], uno de los libros que figuraban
igualmente en la Biblia de los samaritanos; en el versículo 45 la frase está torcida y todo el
acento está puesto: del cual habló Moisés en la Ley, porque los Samaritanos reivindicaban a
Moisés, pero no a los profetas casi todos judíos; Jesús es el hijo de José, un nombre querido
por la gente del norte por que era el territorio de las tribus de José; y Natanael responde: Tú
eres el Rey de Israel. Jesús reprende evocando el sueño de Jacob en Betel, un hombre y un
lugar que son todavía típicamente samaritanos.
Todo eso nos lleva a pensar que algunas partes por lo menos del evangelio de Juan fueron
escritas para los samaritanos o, más precisamente, para comunidades cristianas del otro
lado del Jordán donde se sentían más cerca de los samaritanos que de los judíos. En el
capítulo 4 la conversación excepcionalmente larga con la samaritana mostrará las mismas
características, hasta la réplica del v. 42, porque la expresión Salvador del mundo parece
haber nacido por esa época en la provincia de Samaría. En los capítulos siguientes Juan
escribirá muchas veces: los judíos, como si hablara de un grupo extranjero.
El descubrimiento en China de documentos importantes provenientes de cristianos
llamados nestorianos que llevaron allá el Evangelio en el siglo sexto ha arrojado alguna luz
sobre sus tradiciones antiguas. Provenían de países situados al este del Jordán y se
consideraban como los herederos de Juan; en cambio sus tradiciones miraban con
desconfianza a los judíos de Judea.
2.35: LOS SIMBOLOS DEL EVANGELIO DE JUAN [Jn2,11]
Es verdad que el Evangelio de Juan se aplicó a descubrir el simbolismo de muchos detalles
de los acontecimientos de que fue testigo; halló la clave de ellos en su conocimiento de las
Escrituras. Algunos plantearán actualmente la pregunta: ¿quiso Dios todos esos
simbolismos? ¿Los tenía presente en su espíritu Jesús cuando actuaba? ¿No son más bien
una interpretación de Juan, admirable tal vez, pero no menos subjetiva?
Es imposible dar una respuesta sencilla a esas preguntas. Hemos tenido oportunidad de
recordar que nunca ha habido una interpretación "única" de la Escritura. Ella es portadora
del Espíritu [2Tim3,16] y es el Espíritu quien enseña a cada uno una parte de los tesores
que ella encierra. Señalaremos aquí algunos simbolismos que parece que fueron inscritos
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# Página 109
Introducción a los Libros Bíblicos
por Juan en su relato de las bodas de Caná.
CANÁ
El evangelista ha conservado en la memoria ese acontecimiento de Caná, pero lo relee
ahora a la luz de la Resurrección y las aproximaciones simbólicas se multiplican porque se
revela ahora la alegría de las Bodas de Dios con la humanidad.
Las primeras palabras del relato sitúan la fiesta en el tiempo: el tercer día. Es el último día
de la "semana inaugural" que sigue al Prólogo del Evangelio de Juan, es pues el séptimo día
desde el comienzo del ministerio en Galilea, en la presentación que de él hace el cuarto
evangelista.
Ese tercer día repone el acontecimiento en la historia de la salvación. Con ocasión de la
teofonía y de la conclusión de la Alianza en el Sinaí, Dios había dicho a Moisés: "Vuelve
donde el pueblo y mándales que se purifiquen hoy y mañana...; y estén listos para pasado
mañana (el tercer día) porque pasado mañana Yavé bajará a vista de todos sobre el monte
Sinaí" [Éx19,10] - [Éx19,11].
Pero el tercer día le recuerda también al creyente la Resurrección de Cristo y las promesas
de la vida eterna.
Sin embargo, en Caná "no había llegado su hora", hora de la pasión y de la cruz, pero hora
también en la que resplandecerá su Gloria de Hijo de Dios y su amor por los hombres.
"La madre de Jesús", la primera que se menciona en el relato, interviene discretamente
junto a su hijo; está atenta a la falta de vino sin el cual la fiesta habría sido un fiasco. María,
hija de Israel, presenta a su hijo la angustia de su pueblo; junto con él, ella aguarda la
salvación que le ha sido prometida. Ante la petición de su madre, Jesús responde con un
registro muy diferente: "Mujer, ¿qué hay entre tú y yo?" ¿Qué hay de común en efecto
entre la carencia de vino, un incidente lamentable, pero banal, y la "primera de las señales"
por la que Jesús manifiesta su gloria?: a partir de ese momento, El instaura el reino de Dios
en la tierra.
La referencia a la Hora insiste en esa distancia entre el hecho puntual y la revelación
mesiánica del acontecimiento. María comprende que la respuesta de Jesús va infinitamente
mucho más allá y ordena a los sirvientes: "Hagan todo lo que El les mande"; a su vez ella
los invita a la actitud fundamental que la ha hecho vivir y actuar desde el día de la
Anunciación: Yo soy la esclava del Señor, que se haga según tu palabra [Lc1,38].
María se revela bajo un doble aspecto: como hija de Israel se la ve siendo solidaria con su
pueblo, como madre de Jesús, es desde ya la figura de la Iglesia, el Israel de Dios.
Jesús hace servir el vino en la mesa de Caná, usando las jarras de piedra que contenían el
agua de las purificaciones rituales, símbolo cultual del judaísmo. Ese vino otorgado en
profusión y conservado hasta ese día, proclama la eclosión de la Alianza nueva, anunciada
por los profetas e inaugurada en Jesucristo.
De ese modo la historia de la humanidad sólo tiene dos tiempos: el tiempo de la promesa y
el tiempo del cumplimiento. Por su misterio pascual Cristo lleva a su plenitud y transfigura
esa historia: invita a la humanidad a participar del festín eterno de las Bodas del Cordero
[Ap19,9].
2.36: YO HE BAJADO DEL CIELO [Jn6,33]
El pan que Dios da es el que ha bajado del cielo y que da vida al mundo. Nos encontramos
siete veces en este capítulo con esa palabra: bajado del cielo. Es suficiente para darnos a
entender que para Juan esa afirmación es esencial. Es muy difícil de aceptar por quien tenga
una formación algo racionalista: ¿cómo el Hijo, siendo Dios, puede bajar del cielo? En el
siglo cuarto se acusó a los nestorianos de dividir a Cristo: insistían de tal manera en la
realidad humana de Jesús, que parecía que fuera una persona aparte del Hijo de Dios. Era
algo así como si de lo alto del Cielo el Hijo eterno se hubiera unido estrechamente a un
hombre al que piloteaba, asumiendo todo lo que ese hombre excepcional hiciera. Puede ser
que los nestorianos hayan cometido ese error, pues nosotros lo cometemos con mucha
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Introducción a los Libros Bíblicos
frecuencia. Existe una manera muy común de hablar de Jesús, que pone una gran distancia
entre él y el misterio de Dios en donde mora el Hijo eterno.
A lo mejor algunos dirán: el Hijo no puede perder su condición divina y cambiarla por una
condición humana. Por cierto, El no pierde su naturaleza divina, sino que de alguna manera
la depone para volver a tomarla [Jn10,17], lo que es muy diferente. Esa encarnación del
Hijo de Dios [Jn1,14] no puede más que chocar a nuestra razón tal como a la concepción
del ser divino que existía entre los filósofos griegos. Sin embargo se la encuentra en todos
los textos del Nuevo Testamento que nos hablan del misterio del Hijo; véase [Jn3,32];
[Jn6,62]; [Jn8,14] y la nota en [Flp2,6].
2.37: LA CRISIS DE LOS DISCÍPULOS [Jn6,66]
Juan es el único que nos habla de tal crisis en la audiencia de Jesús y del alejamiento de
numerosos discípulos, aunque los sinópticos también dar a entender que hubo una
reducción de la masa que lo rodeaba. [Mc9,30] nos dice un poco después que Jesús iba de
un lugar a otro y que no quería que se supiera donde estaba porque estaba ocupado
instruyendo a sus discípulos. Se puede pensar entonces que ya no eran las muchedumbres
las que acudían y, si tomamos en cuenta lo que Juan dice en este párrafo, se comprende
mejor como, en los otros evangelios, Jesús pasa de la enseñanza a las muchedumbres a la
formación de los verdaderos fieles.
Pero, si hubo una crisis y grave, ¿cuál fue el motivo? Juan da una doble respuesta. La
primera es que la turba estaba decepcionada por el mesianismo (otros dirán por la negativa
de mesianismo) de Jesús. Cada uno se hacía en Israel su propia idea del Mesías, pero había
sin embargo un punto en común y ese era la restauración nacional. Pues bien, cuando la
popularidad de Jesús llega a su punto más alto, se derrumba. [Mc6,45] confirma a su
manera la desilusión de que nos habla [Jn6,14].
El segundo motivo es más de fondo. Rehusar el mesianismo tal como lo entendía el pueblo
no ponía en tela de juicio la enseñanza de Jesús; aquí en cambio Juan ha querido que
captemos la incapacidad de los simpatizantes por ponerse a la altura de la revelación que
Jesús les entregaba. Lo estimaban enormemente como Maestro, se maravillaban de sus
poderes como sanador, creían que Dios actuaba por medio de él, pero cuando comenzaron a
percibir lo que Jesús llevaba consigo lo abandonaron. Hay personas que sólo juran por tal o
cual gran hombre y que aceptan como sagrado todo lo que diga. Esto provoca molestia o
burla; felizmente esas personas no son numerosas y la mayoría muestra más sabiduría. Pues
bien, fue precisamente esa mayoría del pueblo judío, alertada por la Ley en contra de
cualquier culto a la personalidad, la que se escandaliza porque Jesús elude cualquier
comparación y cualquier esfuerzo por ubicarle un sitio entre los Maestros y los Profetas.
Juan no creó de la nada el discurso del capítulo 6; debió reunir aquí varias sentencias que
Jesús oponía a la esperanza mesiánica tal como la encontraba en el pueblo. Ahora bien,
Jesús dice y repite que El es el pan que ha bajado del cielo. Y lo que es aún más grave,
todas sus afirmaciones se desligan del Antiguo Testamento al que cita cuidadosamente.
¡Cuán lejos se está de los escritos religiosos de su tiempo e incluso de los libros más tardíos
del Antiguo Testamento! Jerusalén... el Templo..., los suspiros de Israel oprimido..., la
compasión del Eterno por su pueblo... Muy por el contrario Jesús parece sólo interesarse en
que el Padre sea descubierto en el Hijo: allí está el reino. Y si la hora es única, es porque
Dios se ha hecho presente.
Los discípulos ponen pie atrás porque no están dispuestos a abandonar toda su herencia
religiosa por la sola fe en aquel que ejerce sobre ellos una tal atracción: no sólo escucharle
y creerle sino creer en El. ¿Quién se lo reprocharía? Nadie puede venir a mí si mi Padre no
se lo ha concedido (65).
Jesús nunca les dijo que renegaran de sus prácticas religiosas, sino que ellas someterse a
algo muy distinto: la búsqueda y la experiencia de una comunión con Dios por el Hijo, y
gracias a la vida en el Espíritu. Es fácil ver que esa crisis de los discípulos de Jesús está
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Introducción a los Libros Bíblicos
siempre latente en el mundo cristiano: la idea de que la totalidad de Dios y del universo nos
sea ofrecida hoy mismo en él y sólo en él es intolerable para los sabios, y algunos no
descansarán hasta que no hayan hecho de Jesús uno de los más grandes o el más grande
entre los hombres, pero sin creer en El.
2.38: NO HAY OTRO NOMBRE [He4,12]
No hay salvación en ningún otro. Podríamos preguntarnos qué entiende Pedro por
salvación. Dios se había manifestado como el único Salvador de su pueblo y como el único
Nombre por el cual los hombres debían ser salvados. Pero ahora, como lo proclama Pedro,
toda la obra de Dios en Israel pasará por ese Mesías ya instalado a su derecha [Sal110,1].
La salvación que no se encuentra en nadie más es en primer lugar la "liberación de Israel"
[Lc2,25] que aguardaban muchos de los auditores de Pedro. Y Pedro no vacila en
prometerles tiempos mejores [Lc3,20].
Pero los profetas nunca separaron la salvación de Israel de una renovación interior de los
creyentes. Y los apóstoles van inmediatamente a acentuar esa salvación aportada a los que
creen; no se habla de cristianos sino de "salvados" [Lc2,47]. No hay duda de que tenían
conciencia de ser salvados y lo manifestaban en su vida cotidiana. Pero ¿podría eso durar?
En el entusiasmo del primer momento, el que cree se siente renovado y tiene la impresión
de que sus problemas se han resuelto. O más sencillamente como dicen algunas personas:
"Ayer eso me paralizaba, ahora ya no me hago más un mundo". La presencia de una
persona amada que pasa a ser el centro de nuestra existencia basta para darnos alas: Jesús
era amado. Y no hablemos del don del Espíritu.
Jamás habrían pensado en renegar del pasado de Israel, de la revelación hecha a los
profetas, de los recursos y de la fe de la comunidad judía, que había producido apóstoles y
mártires, sin considerar la multitud de justos humildes y anónimos. Estos convertidos
querían ser fieles a la Ley [Dt30,10]; [Is51,7]; [1Mac1,57];[Sal1,2] y la Alianza
[1Mac2,20]; [Sal78,37] y esa era la manera de vivir la fe, como lo dice la carta a los
Hebreos en el gran capítulo 11. Pero no es lo mismo creer en Dios a partir de las
intervenciones de su Providencia, o bien de creer en la alianza de Dios con Israel, escrita
tanto en la historia como en la Escritura; o bien de recibir a Jesús como el Hijo Unico, Dios
encarnado que vino a nosotros para compartir nuestra condición. Este acontecimiento único
es más poderoso que cualquier otra revelación para atraer al corazón humano a la confianza
en Dios Padre, y a la humildad y al amor verdadero, a ejemplo de Jesús.
Pues bien, con Jesús la fe había adquirido una dimensión nueva. Por eso las cartas de Pablo
no hablan sólo de la fe en Cristo [He21,21]; [Gál2,16] ... sino de la fe de Cristo, es decir,
propia de los cristianos, que se apoya en Cristo, que es según Cristo [He3,16]; [Rom3,22];
[Flp3,9] ...) La prueba de que la fe de Cristo ha transformado el panorama psicológico y
espiritual del creyente la tenemos en el don del Espíritu que acompañaba al bautismo. En él
no sólo se daba un carisma, un favor sensible destinado a recompensar al creyente sino que
un mundo nuevo se le abría y se abría en él.
Esta salvación personal, que ocupará pronto el primer lugar en la Iglesia, es una renovación
en profundidad del alma creyente. En primer lugar hay un perdón de los pecados. Porque
Jesús ha dejado al descubierto el pecado como no se lo había hecho antes de él; basta con
leer el Sermón de la Colina. Para algunos de los oyentes de Pedro el pecado consiste
también en haber aprobado la condenación de Jesús, y para todos los demás el haber
desoído sus llamados. Pero ahora Dios ofrece una reconciliación mucho más profunda que
las del pasado, esencialmente porque él ha manifestado su inmenso amor y su poder de
perdón, por la cruz de Cristo. Aun cuando los creyentes no supieran expresar bien todavía
su fe en ese Hijo de Dios, estaban en conscientes de que lo habían ganado todo: ellos eran,
para retomar el lenguaje de los profetas, el "resto de Israel" y los "salvados de Sión" [Is4,3].
Pues bien, cuando Pedro dice que el que cree se salva, no se trata principalmente de escapar
a una condenación o a un apocalipsis inminente [He2,21], como se pensó durante los
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Introducción a los Libros Bíblicos
primeros años de la Iglesia [1Tes5,1] - [1Tes5,4]; [2Tes1,6]. La salvación es una plenitud.
Los salvados son a la vez beneficiarios y cooperadores del misterio de salvación que Dios
efectúa en el corazón de la historia humana. Y cuando miran en su derredor, no pueden
dudar de que han entrado con cuerpo y alma en un estado, o más bien en una verdad propia
de los que creyeron y entraron en la Iglesia.
Cuando Pedro dice, no sólo para Israel sino para todos los pueblos: Ningún otro Nombre
bajo el cielo ha sido dado a los hombres, no está limitando la obra de la salvación. No niega
el trabajo de Dios en esa gran parte de la humanidad que no conocerá a Cristo; más bien
habla por los que lo están escuchando y para ese pueblo que Dios ya se eligió para ser el
portador de sus misterios. Y no dice tampoco que los que no creen serán condenados, sino
que pierden esa salvación que era el gran don de Dios.
2.39: BAUTISMO E IMPOSICION DE MANOS [He8,14]
Ese párrafo distingue el bautismo de la imposición de manos que confiere el Espíritu
[He19,6]. Ambas cosas se distinguen nítidamente en [Heb6,2]. En cambio los evangelios
hablaban del bautismo en el Espíritu Santo que no era más que el bautismo cristiano, y lo
oponían al bautismo de agua que era el de Juan Bautista.
Hay que recordar aquí las palabras de Pedro en [He10,47]: los que han recibido el Espíritu
Santo igual que nosotros. Si nos atenemos igualmente al detalle de las explicaciones de
Pedro en [He11,16], hay que concluir que desde los primeros días los apóstoles quisieron
transmitir por una imposición de manos (véase [Núm27,18]) el don que habían recibido.
Tal vez Jesús les había dicho algo en esos días que siguieron a su Resurrección y durante
los cuales les dio sus instrucciones por el Espíritu Santo: [He1,2]. En cambio no hablan del
bautismo "en el Espíritu" tal como Jesús lo había dicho. Parece pues que desde sus orígenes
la iniciación cristiana incluyó ambos ritos y uno sólo puede preguntarse si estaban unidos o
había un intervalo entre ellos. Por otra parte es cierto que la imposición de manos pasó a ser
sin ninguna ruptura de sentido o de práctica nuestra confirmación.
Las controversias modernas sobre un bautismo del Espíritu, que sería independiente del
sacramento de la confirmación, se deben a la conjuntura actual. Como el bautismo y la
confirmación se administran lo más a menudo sin que haya habido el proceso normal de
conversión y de descubrimiento de Cristo, el Señor, lo que les da su pleno sentido, las
manifestaciones visibles o carismáticas del Espíritu son más raras o más discretas. Por eso a
ciertos grupos les parece importante retomar ese proceso, con la esperanza con frecuencia
recompensada de obtener tales gracias. Pero pretender que el Espíritu no es dado por la
confirmación y que es necesario añadir otros ritos, sería sin duda un menosprecio de la
manera común y tradicional de la vida cristiana.
2.40: EL DECRETO DE JERUSALEN [He15,22]
Dijimos en el comentario de [He15,22] que a lo mejor Lucas juntó aquí en un mismo relato
el encuentro de Jerusalén y el decreto tomado posteriormente por Santiago para su propia
diócesis con mayoría de judíos. Debemos notar que varios manuscritos perteneciendo al
grupo llamado occidental llevan un texto diferente para los versículos 20 y 29. Allí las
prohibiciones son parcial o totalmente suprimidas y en cambio se pide a los cristianos no
judíos que respeten la gran ley de la caridad ya sugerida en el Levítico [Lev19,18] y
[Lev19,34]: no hagan a otros lo que ustedes no quieren que les hagan.
Cuando se examina este capítulo junto con el de Pablo en [Gál2,1], varios detalles dan a
pensar que el encuentro se desarrolló en el marco de la fiesta de la Consagración del
Templo. De esta liturgia provienen el texto de Amos con la mención de la choza de David,
que es el Templo, y los apóstoles comparados a las columnas del Templo [Gál2,9], y la
alusion al yugo que "nuestros padres no fueron capaces de soportar". Siguiendo el ejemplo
de moderación dado por los mismos judíos respecto de los prosélitos que se les juntaban, la
Iglesia iba más lejos todavía y les garantizaba la libertad respecto de las leyes de lo puro y
lo impuro.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Así, pues, parece que nuestro texto fue retocado más tarde para ponerlo en consonancia con
el decreto mencionado en [He21,25], el cual mantenía esas reglas para las regiones
cercanas a Palestina.
2.41: JESÚS ES EL SEÑOR: ¿LO INVENTÓ LA FE ? [Rom1,5]
La figura de Jesús, tal como se desprende de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, es
la de un rabí, un maestro de la Ley en la más pura tradición del pueblo de Israel [Jn3,2].
Anque, posteriormente, se haya dado a los conflictos con los fariseos un poco más de
importancia que la que habían tenido, no se ha olvidado sin embargo que la enseñanza de
Jesús se aproximaba a la de los fariseos en muchos puntos [Mc2,16]; [Mc12,28];
[Mc12,32]. Discípulos y adversarios le veían como un maestro de la ley autodidacto
[Jn7,15]. Pues bien, ¿cómo se pudo pasar de ahí a la figura de Cristo tal como aparece de
modo muy especial en las cartas de Pablo: el Señor de la historia, el nuevo Adán, aquel que
ha recibido un "Nombre" incomunicable?
Los apóstoles y toda la comunidad cristiana, que ha nacido de esta certidumbre, han creído
la resurrección de Jesús. No se dudaba de que él fuera el Mesías; también se creía que él era
hijo de Dios en un sentido todo especial, completamente diverso de lo que los judíos
entendían con este término. Pero hizo falta mucho tiempo para deducir de ello todas las
consecuencias, y es seguro que este paso fue más difícil para aquellos que habían
conocido personalmente a Jesús y lo habían visto a través del cristal de su cultura judía. No
porque Jesús no hubiera sido plenamente judío incluso en su manera de enseñar, sino
porque lo que ellos habían amado en él les impedía ir más lejos. Ellos se veían reflejados
ciertamente en la carta de Santiago, el más "judío" de los escritos apostólicos. El autor de
esta carta, aun reconociendo a Jesús como "nuestro Señor", veía ante todo en él al maestro
de una ley nueva que recoge lo mejor del Antiguo Testamento [Sant2,1] y [Sant2,8].
Las comunidades cristianas de Palestina se van, pues, a mantener apegadas a esta imagen
que les ha quedado del rabí galileo, impulsadas por el grupo de Nazaret, los "hermanos de
Jesús" [Gál1,19]. Él había resucitado, sin duda, pero no había retrasado el reloj del mundo,
y su herencia era ante todo una moral depurada. En algunas generaciones estos
"judeo-cristianos" se van a encontrar como extranjeros a la fe de la Iglesia, cuyo centro
pasará mientras tanto de Jerusalén a Roma.
Es aquí donde Pablo juega un papel decisivo sin proponérselo. Él no ha inventado al Cristo
Señor y Redentor: ya estaba presente en las primeras proclamaciones de Pedro ([He2,32];
[He3,15]). Pero Pablo no había sido marcado (y al mismo tiempo limitado) por la imagen y
las palabras del rabí galileo; muy al contrario, su conversión había sido un encuentro con el
mismo Dios en la persona de Jesús, y la había tomado de lo alto por su relación con la
predicación itinerante del Maestro [2Cor5,16].
Si Jesús no hubiera resucitado, se habría quedado como un simple maestro: sus palabras
habrían sido quizá más importantes que él mismo. Pero si era verdad que su cuerpo había
desaparecido del sepulcro la mañana de Pascua, aquello suponía un quebranto en las leyes
del universo. A partir de entonces todas las apariciones del resucitado encerraban un solo
mensaje: ¡Jesús Señor! Se estaba muy lejos del Jeremías aureolado de gloria o del Elías
llevado al cielo. En Pentecostés Pedro dice que por esta resurrección Dios había
rehabilitado a su "santo Servidor" [He3,13], pero añade: "Dios lo ha hecho Señor". Bien
pronto habrá que reconocer en Jesús al "hijo de la mujer elevado al cielo para tomar en sus
manos el Libro de la Historia" [Ap12,5]; [Ap5,7]. Pablo y Juan tienen todo el derecho para
hablar de ello porque son verdaderos testigos: ambos han sido invitados a echar una ojeada
allá arriba [Ap4,1]; [2Cor12,2].
Ahora era la persona de Jesús la que daba la clave de sus palabras, porque él era Dios
nacido de Dios. Cuando Pablo hable de Cristo como "imagen de Dios" [Col1,15], no nos
invitará ante todo a reencontrar en los gestos de Jesús la bondad del Padre: él pensará más
inmediatamente en el Hijo que, desde el origen, es la manifestación, proyección y sabiduría
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Introducción a los Libros Bíblicos
activa de Dios eternamente invisible. Es él quien ha atravesado el tiempo y nuestra historia,
para que por él toda la creación y la historia de los hombres vuelvan al misterio divino
[Col1,20].
En los evangelios Jesús sólo quería ser el anunciador del Reino de Dios. Pero con Pablo
sólo hay Reino en el Hijo hecho hombre y resucitado [Col3,1]. Ahí se sitúa la zanja entre la
fe cristiana y la posición de aquellos que, entre los judíos, sienten la máxima simpatía por la
figura de Jesús. No ha sido Pablo el que ha elevado un muro de incomprensión: el
escándalo estaba en la resurrección de Jesús y en su muerte en cruz.
El escándalo no es menor para el cristiano de nuestros días. Por mucha fe que tengamos, a
veces nos asalta la duda: ¿será verdad todo esto? Y muchos libros escritos por incrédulos o
incluso por cristianos instruidos corroboran nuestras dudas: "¿La resurrección? No hay otra
prueba sobre ella que un sepulcro vacío... Por otra parte, ¿lo sabemos?... Después se ha
interpretado, se ha creído ver... Se dice que ha resucitado, era un modo de rodearle de una
aureola y de reafirmar la esperanza de la comunidad...".
Todas estas razones no dan sin embargo razón de una convicción íntima en el corazón del
creyente; un instinto de Dios le dice que la verdad está en el misterio y no en las
interpretaciones que pretenden eliminarlo [1Jn2,27]. Hablamos de "un instinto de Dios",
porque ésta no es una cuestión de sentimiento. Nosotros creemos, lo cual quiere decir ante
todo que recibimos el testimonio de los apóstoles y de la Iglesia y creemos como ellos
creyeron. Pero si nosotros aceptamos la fe, Dios no nos dejará solos con nuestras dudas,
pues hay una promesa para aquel que cree: el don del Espíritu Santo [He2,38]. Los textos
bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento dicen claramente que no se da fe sin una
experiencia espiritual [Heb12,18] y sigue siendo más verdadero para aquellos que viven,
como es con frecuencia nuestro caso, en una civilización impermeable a la fe [1Cor12,3].
2.42: EL VOCABULARIO DE LA JUSTIFICACIÓN [Rom3,20]
Desde el momento en que abordamos los textos tan importantes de Pablo sobre la
"justificación", es bueno precisar el sentido de las palabras que él emplea y que deberemos
expresar bien en nuestra lengua que no es la suya. La diferencia por lo demás no está sólo
aquí entre el griego y el castellano; Pablo utiliza las palabras de la Biblia griega de los
Setenta, la que en cierta medida había determinado el lenguaje religioso de los judíos de
lengua griega, y esas palabras deben ser comprendidas a la luz de las experiencias
religiosas del Antiguo Testamento.
Nuestro vocabulario de la justificación y de la gracia ha estado marcado fuertemente por las
interminables controversias teológicas y por las polémicas entre católicos y protestantes del
siglo 16 al 18. Nuestros antepasados de antes de Cristo estaban muy lejos de imaginar
semejantes cuestiones. El vocabulario de la redención, del pecado, de la justificación, ha
nacido de la experiencia que tenían de las entre grupos o personas, entre uno menos
importante y otro más poderoso que pasa a ser su protector. El más poderoso concede una
alianza con obligaciones recíprocas. Sucede que el inferior se rebela, que peca contra su
soberano ([2Re18,14]; [Ez17,15]) y lo traiciona. Por su parte el soberano puede apreciar la
fidelidad de su aliado y lo considera como justo.
Allí tenemos las palabras de la Alianza. Por cierto no se duda de la misericordia de Dios, se
sabe que perdona, pero también el pueblo es consciente de la justicia de Dios: Si pone en
práctica los mandamientos de la Alianza, se merecerá una mirada favorable de Dios. Los
profetas harán progresar la espera del juicio: entonces Dios justificará a los suyos, es decir,
los reconocerá como justos y los perdonará. Otra idea se abre camino mientras el pueblo
sigue pecando: el hombre necesita de una conversión y esa no puede ser sino la obra de
Dios [1Re18,37]; pero no es la palabra justificación.
Después del Exilio, en la oración de los Salmos, vemos desarrollarse el deseo del creyente
sincero de cumplir del mejor modo los preceptos de la Ley, sabiendo que quien los ponga
en práctica vivirá por ellos [Lev18,5]. Conocedor de su propia debilidad, no se cansará de
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Introducción a los Libros Bíblicos
pedir a Dios un corazón puro dispuesto a observar su Ley. Pero cuando leemos que Dios
justifica, eso significa siempre que reconoce la justicia de alguien y que la proclama.
Esta era la manera de sentir y de expresarse de los creyentes de origen judío, o de los
convertidos a la religión judía a los que se dirigía Pablo. El, sin embargo, propone una
reorientación radical de las palabras y de la actitud religiosa. Hasta entonces, la
justificación dependía sobre todo del hombre y de su fidelidad en poner en práctica los
preceptos de la Ley. La justicia era un conjunto de cualidades reunidas en el corazón y en la
vida del creyente, pero se la apreciaba en primer lugar como una perfección moral y legal
que merecía la benevolencia de Dios. La relación con Dios era en buena parte jurídica: la
Ley establecía un código de derechos y obligaciones, y aún cuando la piedad esperara
mucho de la misericordia divina, cada cual se hacía responsable de su propia justificación.
Pablo, ahora, descubre el valor universal de la venida del Cristo, es decir, del Mesías. Por
él, y gracias a la fe, Dios reordena la persona humana. La palabra griega que Pablo utiliza
significaba tanto "justicia" como "proceso de justificación" (llegar a ser justo, o hacerse
justo, o reconocer como justo). Ahora eso la justificación será una refundición de la persona
en lo más profundo de sí misma: la fe cristiana abre el espíritu y lo sitúa en el corazón de la
verdad. Si la palabra justi-ficar nos desconcierta, es fácil reemplazarla por otras palabras
castellanas que tienen un origen muy próximo: recti-ficar, re-habilitar, re-ordenar,
re-ajustar, re-formar...
Esa media vuelta de la palabra irá acompañada de una evolución de la palabra, compra o
redención (véase la nota en [Mt20,28]). Por otra parte, el hecho de que la nueva justicia sea
una perfección interior, obra de Dios, lleva a reubicar una con respecto a la otra las palabras
santo y justo.
Para el Antiguo Testamento, la santidad es propia de Dios, pues expresa su misterio, lo que
lo mantiene a distancia de todo lo que no es El y de todo lo que se puede decir de El. Santo
se opone a profano. Se llama santos, en el libro de Daniel y en los Salmos, a los seres
celestiales que están cerca de Dios, nosotros diríamos los ángeles ([Dan4,10] y [Dan4,14];
[Sal89,6]). En el dominio terrenal, la palabra santo se aplica a las personas y cosas que
están consagradas a Dios, y que por lo tanto obedecen a leyes distintas a las propias de los
profanos: así son los sacerdotes, el Santuario, los objetos de culto. Incluso cuando Dios le
dice a todo el pueblo: "Sean santos porque yo soy santo", la palabra no tiene el sentido que
le daríamos actualmente. Ella asocia a la idea de justicia la de ser un pueblo diferente a los
demás porque está consagrado a Dios. En el Antiguo Testamento, cuando se quiere
expresar que una persona es perfecta a los ojos de Dios y que le es agradable, se utilizan las
palabras justa y piadosa.
Desde el momento en que la justicia es entendida como una refundición de la persona y le
abre el acceso a una comunión con Dios, pasa a ser sinónimo de santidad. En dos lugares
encontramos las dos palabras asociadas y en un orden diferente ([1Cor6,11]; [Ap22,11]), lo
que demuestra que no son dos etapas sucesivas, o dos acciones diferentes de Dios, sino dos
palabras cuyo sentido se completa para una persona familiarizada con el lenguaje griego de
los Setenta. Comúnmente la palabra santo tiene en Pablo el sentido de "consagrado a Dios",
y así es como encontramos a menudo la expresión "los santos" para designar a los
cristianos. Pero también Pablo manifiesta que los que están consagrados a Dios deben ser
sin tacha e irreprochables, es decir, santos en el sentido en que lo entendemos ([1Cor1,8];
[Col1,22]); esa santidad cristiana será una imitación de la perfección divina [Mt5,45].
2.43: NO HAY PROCLAMACIÓN SIN RIESGOS [Gál5,1]
¿Creen que seguiría siendo perseguido? (v.11) Quien escribe estas cartas es el mismo Pablo
al que los judíos perseguían de una ciudad a otra. Y si así era perseguido no era por azar. Es
probable que su carácter estricto le haya atraído muchos enemigos, pero eso no explica lo
más importante.
Recordemos que Dios lo había elegido como apóstol del mundo grecorromano, pero habría
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Introducción a los Libros Bíblicos
sido imposible evangelizar en pocos años ese mundo pagano sin haberse apoyado en las
innumerables comunidades judías que se habían formado desde hacía siglos en todas las
ciudades del Imperio. En los siglos anteriores a Jesús los inmigrantes judíos y sus
comunidades habían preparado el camino para la difusión de la Palabra de Dios,
estableciendo con su entorno lazos a veces agresivos pero a la vez conquistándose
simpatías y ganando adeptos.
Pablo tenía pues que encontrar en esas comunidades judías a los primeros "griegos" que
luego conquistarían a otros. Pero, ¿qué ocurriría si la mayoría de los judíos, a ejemplo de
los de Palestina, se negaban a creer? Podría entonces tratar de mantenerse sin provocar
choques, o presentarse discretamente como una secta judía que se adhería a la persona y a
la enseñanza de Jesús, y procurar ganarse a algunos no judíos sin ofender a los judíos. Pues
éstos, aunque eran una minoría, disponían de tanta fuerza en el Imperio Romano que su
hostilidad atraería sobre la Iglesia los más graves peligros y llegaría hasta amordazar el
apostolado cristiano. ¿No era más prudente quedarse dentro de la sinagoga?
Pero Pablo prefiere correr el riesgo. Urge a los judíos a convertirse, a reconocer a Aquel en
quien se han realizado las promesas de Dios, y si se niegan a creer, Pablo se separará de
ellos. Esta ruptura dolorosa será el motivo de las primeras persecuciones contra los
cristianos. Hasta el mismo Pablo será víctima de ellas. Pero precisamente esa actitud
decidida y la afirmación firme y clara de Jesús Señor y Salvador será lo que les dé a las
primeras comunidades cristianas su dinamismo apostólico.
Es cierto que esa predicación intrépida incluye cierta forma de violencia de la que ahora
nos es más fácil tomar conciencia, pero no por eso debemos ignorar o despreciar el camino
que eligió Pablo, que era el del mismo Jesús.
2.44: EL MISTERIO DEL HIJO [Flp2,6]
Este texto de Pablo es uno de los más importantes del Nuevo Testamento. Es sabido que
desde los primeros días de la predicación de los apóstoles el gran desafío de la fe ha sido de
situar a Cristo con respecto al Dios único, su Padre. El punto de partida de cualquier
esfuerzo por definir la fe era la certeza de que Jesús era "el Hijo": éste era su "nombre" en
el sentido bíblico de la palabra [Heb1,4], es decir, lo que mejor expresaba lo esencial de su
ser y de su misión. La Resurrección lo había confirmado y cuando los apóstoles
recapacitaban en el pasado, se acordaban de muchas palabras e insinuaciones de Jesús, tan
como de varios de sus gestos que confirmaban esta evidencia: habiendo llegado después de
muchos servidores y profetas, había actuado con la autoridad y la libertad del Hijo
[Mt11,26]. Las primeras predicas de Pedro afirman la glorificación y la elevación de
Jesús-Mesías a un rango divino [He2,33] y durante algún tiempo se conformarán con estas
expresiones. Pero ahora, en la carta a los Filipenses, Pablo va a precisar la trayectoria del
Hijo de Dios que descendió hasta nosotros.
Está claro que en estas líneas Pablo aplica a Jesús la profecía del Servidor que leemos en
[Is52,13] - [Is53,12]: el Servidor de Yavé, pasando por la humillación, alcanzará gloria. Sus
sufrimientos le permitirán ser el Redentor. Pero, en este lugar, Pablo enfatiza la libre
decisión de Cristo que renuncia a todo llegando a ser como nada, y con esto le da al texto
una significación nueva.
El, siendo de condición divina. Hablamos de condición, a pesar de que Pablo emplea un
término griego que significa más precisamente "la forma", pero con un sentido más amplio
que nuestra palabra castellana. No es solamente la forma que el ojo reconoce, sino la forma
de ser de una persona, incluso podríamos hablar de su naturaleza. Hablando de condición,
no pensemos que se trate solamente de un rango divino al que Jesús podía pretender: suya
era la condición divina, es decir la forma de ser propia de Dios, o sea la naturaleza divina
con su gloria y majestad.
Tomando la condición de servidor. El primer sentido de la palabra griega es: "esclavo".
Pero esta nunca fue la condición de Jesús. Aunque uno dijera que el suplicio de la cruz era
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reservado a los esclavos, el texto distingue esta condición humilde de la aceptación
posterior de la cruz. El vocablo griego, pues, debe ser entendido en el sentido de servidor
que tiene muy comúnmente en la Biblia: Moisés, servidor de Dios..., Pablo, servidor de
Jesucristo.... Si bien Pablo quiso expresar con mucha fuerza el rebajamiento de Cristo, por
otra parte tenía a la vista la profecía del Servidor. Cristo se redujo a nada despojándose de
la condición propia de Dios y tomando una condición plenamente humana, la del Servidor
redentor.
Aquí tenemos una intuición muy profunda del misterio de Jesús Hijo de Dios. Su identidad,
o su personalidad está toda en este rebajamiento seguido de una exaltación que deja
maravillado a Pablo. Hay que reconocer que nos conformamos demasiadas veces con
palabras al hablar del misterio de la Trinidad, y guardamos inconscientemente la imagen de
tres personas bastante semejantes una a la otra que están instaladas en una común
naturaleza. Y sin decirlo, imaginamos a Dios establecido en una eternidad inmóvil e
inmutable como lo pensaba el filósofo Aristóteles. Se olvida que Dios es el Padre, el Padre
de quien todo procede.
El Hijo comparte todo lo que es Dios Padre; es su imagen, pero es Dios de un modo muy
diferente. No convendría apretar demasiado la palabra "imagen" que leemos en [Col1,15],
porque es parte de una serie de términos que traducen en forma diversa la relación del Hijo
al Padre. El es el Verbo [Jn1,1], la Irradiación [Heb1,1]), la Sabiduría... El Hijo no es, ni
una reproducción, ni un rival del Padre. Si el Padre proyecta a su Hijo en la eternidad, esto
se debe a que la dinámica del amor está inscrita en lo más profundo del Dios-Amor. La
total generosidad y la comunicación de sí mismo que es propia del Padre hace surgir frente
a él esta otra cara del amor que consiste en desprenderse de uno mismo: y es propio del
Hijo este perderse a sí mismo para ser retomado en la unidad divina.
Así, pues, cuando Pablo nos dice que Cristo se redujo a nada, este rebajamiento es anterior
a las humillaciones que Jesús conoció en su naturaleza humana. Al decir Pablo que no se
apegó a su igualdad con Dios, nos se refiere a unos privilegios o algún bienestar que Jesús
podía reservarse en medio de los hombres, pues es en Dios mismo que el Hijo se redujo a la
nada.
Ahora bien, el movimiento por el cual el Padre proyecta a su Verbo en la eternidad
continúa con la creación del universo: es en este universo creado donde el Hijo alcanza el
término de su rebajamiento. En la eternidad se rebaja para volver a gozar las riquezas del
Padre y -si se nos permite esta expresión- él da a la vida divina su ritmo y como su
respiración. Pero entrando en el universo, fija en éste el momento a partir del cual el tiempo
se despliega, antes y después de su encarnación. En ese preciso momento nace en un rincón
de nuestro mundo para hacer ahí la experiencia de nuestras limitaciones, empezando por la
experiencia del tiempo que lleva a la muerte a todos los seres creados.
La Biblia nos afirma que el Hijo ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido
[[Lc19,10], y que Dios ha enviado a su propio Hijo para enfrentar al pecado [Rom8,3]. En
estas condiciones, si su encarnación tiene por objeto el de reparar una falta original, es
necesario confrontar estas verdades con lo que acabamos de decir. ¿Cómo será posible que
este rebajamiento del Hijo sea una característica eterna de su persona y que al mismo
tiempo su venida y su Pasión tengan por objeto reparar una caída original posterior a la
creación? Aquí toda respuesta y discusión es vana pues no podemos comprender ni la
eternidad ni las relaciones mutuas de la eternidad y del tiempo: para Dios no hay un antes y
un después. La Biblia nos impone una visión de la historia en la que se suceden creación,
pecado y redención, pero todo ya no hace sino una sola cosa en el mundo de Dios.
Es, pues, en el mismo misterio divino, donde encontramos el modelo que Jesús propondrá a
sus discípulos (a los teólogos les gusta guardar al respecto la palabra griega "kenosis" que
significa sencillamente "reducirse a nada"). Y consta que, según [Mc8,34] y más todavía en
[Lc8,23] y [Jn12,24], Jesús habla de este perderse a sí mismo, no como de un deber que
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impondría a sus discípulos, sino como de algo necesario para todos.
Así, pues, la Resurrección de Cristo, que la Iglesia pone al centro de su culto no es
solamente una glorificación de Jesús que celebramos a veces sin creer mucho en ella.
Tampoco es un honor póstumo que Dios le habría decernido, una inmortalidad de más
categoría que aquella a la que nosotros aspiramos; no es solamente la vuelta a la vida de un
tal Jesús mediante el cual el Hijo se habría hecho presente en la tierra a pesar de que se
quedaba arriba: es con toda verdad la vuelta del Hijo al Padre. El Hijo "que por un
momento fue hecho más bajo que los ángeles" [Heb2,9] vuelve a encontrar el Nombre y la
Gloria --Juan es el que lo dice expresamente en [Jn17,5]--. Y pasa a ser verdadero Dios y
verdadero hombre; él es el hombre en Dios o el hombre glorificado. Jesucristo es Señor, y
trae de vuelta con él a toda la creación [Col1,20].
La persona misteriosa del Hijo tiene, pues dos caras. En nuestro mundo y en el tiempo, no
se ve más que la trayectoria de Jesús de la que María y los apóstoles fueron los testigos.
Esta manifestación seguía a otras venidas de la Sabiduría a nuestro mundo [Sap9,10];
[Sir24,8]; [Jn1,5] y [Jn8,1] - [Jn10,1] y les ponía el punto final. Y por otra parte, en la
eternidad, el Hijo nace del Padre, pero eso es sólo para vaciarse de sí mismo y perderse, y
luego ser retomado. Entonces llega a su consumación el gozo mutuo que tienen de sí les
personas divinas. Pero Pablo no nos conduce hasta ese punto y es en el Evangelio de Juan
donde se nos darán algunas luces al respecto [Jn14,1] - [Jn17,1].
Reconozcamos la pobreza de nuestro lenguaje, que será siempre incapaz de abarcar el
misterio de Dios. Por siglos los cristianos se han desgarrado en nombre de esas expresiones
diferentes de la fe, en vez de aceptar humildemente que haya otros que sean más sensibles
que nosotros a determinados aspectos del misterio. No existe una sola manera de expresar
la fe, pues de lo contrario la Iglesia no habría recibido a la vez el Evangelio de Marcos y él
de Juan.
2.45: CRISTO, PRINCIPIO Y FIN DEL UNIVERSO [Col1,15]
No es difícil ver que el pasaje [Col1,15] a [Col1,20] es un himno. Es algo así como un
paréntesis en el texto, porque sin él se pasaría normalmente del versículo [Col1,14] al
[Col1,21], pero no se puede decir que fue insertado más tarde en la carta de Pablo porque
sirve de conclusión a la oración que antecede y se conecta muy naturalmente con lo que
sigue.
Esta presentación excepcional del lugar central que ocupa Cristo en el plan de Dios merece
que nos detengamos en ella. Todo el plan del Dios creador está centrado en el Hijo; El ya
estaba presente en Dios como la imagen del Padre; después de su resurrección pasa a ser la
cabeza de ese pueblo particular de Dios que es la Iglesia, pero al mismo tiempo es el centro
en torno al cual se mueve nuestra historia y en El logrará el universo su unidad.
Se sabe que desde la resurrección la primera comunidad cristiana creyó en Cristo como en
el Mesías y salvador de Israel. Pero además, desde ese momento, creyó también que El era
de origen divino. Siempre es tan difícil precisar su pensamiento que no hay palabras para
ello, por eso los primeros cristianos y muy en especial los apóstoles, testigos oficiales de
Jesús, quisieron precisar en qué sentido se lo llamaba y se creía en El como Hijo de Dios.
Porque esta expresión ya existía en la Biblia, ya que era el título de los reyes consagrados
por Dios, y ese título convenía de una manera particular al Mesías-Salvador. A partir de la
Resurrección se impone la certeza de que Jesús es el Hijo de Dios; pero la palabra seguía
siendo imprecisa porque era claro para todos que solamente hay un Dios y que Jesús era
hombre. Sin lugar a dudas el Espíritu sugirió las palabras. En los días que precedieron a
Pentecostés, la comunidad junto con orar discutió y reflexionó sobre su fe [He1,14]. El
testimonio de María sobre la concepción de Jesús debió pesar fuertemente: es por eso que
Lucas lo cita ampliamente en sus dos primeros capítulos que proceden de un antiguo
documento de las iglesias de Palestina. También fue muy importante el testimonio de los
tres testigos de la Transfiguración. Pero fue durante toda la generación que vio la
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preparación de los evangelios cuando los profetas de la Iglesia primitiva (entre los cuales
hay que reconocer a Pablo) hicieron progresar el vocabulario cristiano; precisaron el
sentido que tenía el rango divino atribuido a Jesús.
El primer paso fue cuando se le dio a Jesús el título de Señor (véase el comentario de
[Jn20,11] y se le aplicaron sin vacilar muchos textos de la Escritura en donde el Señor no es
otro que Yavé-Dios ([Mt21,16]; [2Cor3,16]). De ese modo se hacía una afirmación sin
duda alguna posible de su rango divino. Los saludos de Pablo en sus cartas citan siempre
lado a lado al Padre y a Jesús como los autores de una única gracia: el Padre es Dios y Jesús
es el Señor ([1Cor1,3]; [2Cor1,2]). Pero todavía no se precisaba la situación y la
personalidad del Hijo frente al Padre.
Al respecto tenemos aquí un texto muy rico. Diremos algunas palabras sobre él. Todo el
trasfondo de Pablo es bíblico. En el libro de los Proverbios, en la parte más reciente que
debe remontarse al siglo segundo o tercero antes de Cristo, se lee un poema sobre la
Sabiduría [Sap8,22], en donde ésta es presentada como una persona. La sabiduría designa el
plan activo de Dios sobre su creación, anterior al universo, origen de todo lo que hay de
orden, de belleza y de armonía en el mundo. Ella baja a donde los hombres, porque es allí
donde se encuentra más a gusto, y se instala en Israel para inspirar a sus sabios. En el libro
de Sirac se encuentra de nuevo un poema sobre la Sabiduría [Sap24,1] en el que ella es de
nuevo personificada. Pero el sentido está un poco cambiado: la Sabiduría designa esta vez
al espíritu de la Ley. Bajó del cielo donde celebraba el culto divino en su santuario celestial,
y echó raíces en Jerusalén: ella se encuentra como que encarnada en el Libro de la Ley.
Podrían compararse estos textos. Pero si bien el himno de los Colosenses le debe su
estructura, se independiza de ellos y se muestra mucho más audaz: Cristo tiene un rango,
una realidad, un señorío sobre el mundo que faltaba en los textos sobre la Sabiduría.
15. El es la imagen del Dios que no se puede ver. ¿Dónde encontró Pablo esa palabra
imagen que aplica a Cristo y que no está en los textos sobre la Sabiduría? Seguramente
pensó en [Gén1,27]. Aplicó al Hijo del Hombre lo que allí se dice del hombre, igual como
[Heb2,6] lo hace interpretando el Salmo 8. Casi en ninguna parte de la Biblia se encuentra
la palabra imagen asociada a Dios, porque se sabía que las imágenes de Dios estaban
totalmente excluidas. Sin embargo están [Núm12,8] donde Moisés contempla la imagen de
Dios, el [Sal17,15] y [Ez1,28]. El mismo [Dt4,12], que reafirma: "ustedes no han visto
imagen, solo han oído la voz", debió incitarlo a ver en el Hijo hecho hombre la imagen del
Padre invisible.
16. Para toda criatura es el Primogénito (Nota: La Pastoral traduce: "El Primogénito de toda
creación"; según la interpretación que se da aquí, hay que cambiar). Hemos puesto para y
no de (el primogénito de toda criatura), porque en la Biblia el primogénito ocupa un puesto
especial, no es sólo el primero de los hermanos. Cristo no es creado; Pablo se cuida muy
bien de decirlo siendo que la Sabiduría es "creada" en [Pro8,22] y también en [Si24,8] y
[Si24,9], aun cuando haya salido de la boca de Dios. Él es la imagen a partir de la cual todo
ha sido creado. No se puede hacer de El una supercriatura anterior a toda la creación (como
lo afirman los Testigos de Jehová) porque antes de la creación no hay sino Dios, y ¿qué
puede haber en Dios que no sea eterno y uno con Él? Si Él era entonces el Hijo ([Heb1,2] y
[Heb1,4]) es porque no era criatura.
Todo fue hecho para Él (Nota: De nuevo, hay que cambiar la traducción de la Pastoral).
Otro elemento nuevo. El que servía a la sabiduría obtenía los favores de Yavé [Pro8,35],
pero aquí todo retorna a Cristo. Como lo decía ya [1Cor15,24], El sólo entregará el Reino
cuando le haya sido sometido todo el Universo.
17. Todo se mantiene en Él. he aquí el principio de unidad del universo; recordemos que
para los griegos, el todo, es también el universo.
19-20. Todo se reconcilia con Dios (Nota: Lo mismo que antes: hay que cambiar la
traducción de la Pastoral) después que la sangre de su cruz haya restablecido la paz. La
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Introducción a los Libros Bíblicos
redención no es solo una reparación de los pecados que hayamos cometido sino que es un
acontecimiento de orden cósmico. Hay allí un punto que se nos escapa, porque la idea que
tenemos del universo es la que nos da la ciencia a partir de lo que vemos, y lo que allí
vemos es un orden puramente material y físico: velocidades, distancias, años luz (Nota: ¿Y
a nivel subcuántico? ¿y qué pasa con el universo holográfico?). Pero no sabemos cómo ve
un espíritu todo ese conjunto, porque para él las distancias no existen (Nota: tampoco
existen a nivel subcuántico): y ¿cuál es la realidad del universo a los ojos de Dios? Todas
las interpretaciones son pues posibles, y Pablo nos dice que la obra llevada a cabo por el
Hijo, muerto en Palestina hace dos mil años, culmina el orden del uuniverso.
2.46: LA MUJER Y EL DRAGON [Ap12,1]
Esa visión de la mujer retoma el sol, la luna y las estrellas del sueño de José en [Gén37,9],
pero el rol del sol y de la luna llevan inmediatamente a pensar en la mujer del [Cant6,10].
En el Génesis se trataba de José en medio de sus hermanos, en el Cantar era Israel en medio
de las naciones (veáse las líneas precedentes del [Cant6,8]. Aquí parece que la mujer es el
centro de la creación. El capítulo se presenta como una continuación de [Gén3,15] pero sin
ignorar al Emmanuel ni a su madre en [Is7,14] y [Miq5,2].
Este capítulo es uno de aquellos que dan a entender la mezcla de diferentes piezas, de ahí
que se han imaginado muchas soluciones para reorganizarlo y para encontrar los elementos
originales; la multiplicidad de esos ensayos demuestra que ninguno se ha impuesto. Este
capítulo, al igual que el primer capítulo de los Efesios, se divide en dos tiempos: primero lo
que pasa en el plano eterno de Dios, luego su realización en la tierra; esto está muy de
acuerdo con la visión de la historia que tienen las apocalipsis.
1-2 La mujer y la Encarnación en el centro del plan de Dios sobre el universo.
3-4a La presentación del dragón, ángel poderoso. Se dice que él provocará la rebelión en la
esfera celeste, pero no que ésta tenga lugar en ese momento.
4b-6 El dragón decidió devorar al hijo de la mujer, y Dios interviene: el hijo será señor de
las naciones, aun cuando la mujer tenga que vivir en el desierto (como la madre del
Emmanuel).
7-9 División del mundo de los espíritus y expulsión de los malvados.
10-12 El coro (en el sentido de la tragedia antigua) alaba las decisiones de Dios.
13-18 Se pasa a las consecuencias de esta crisis en el tiempo y en la historia. La que está en
juicio es la Iglesia, al día siguiente de la Resurrección. Pero es difícil interpretar el río que
el dragón vomita detrás de la mujer. En 17-18 se vuelve a las persecuciones en contra de los
cristianos en el Imperio, a los que Juan se dirige.
Si quisiéramos ahora precisar el sentido de la visión, habría que reubicarla en el libro.
Véase al respecto la nota puesta en [Ap8,1]. La visión de los dos testigos, en el cap. 11, es
la evangelización y el llamado a la conversión a lo largo de toda la historia. Ahora, la visión
de la Mujer y del Dragón presenta a los protagonistas de la lucha que ocupará los capítulos
siguientes. La Mujer es la humanidad desposada con Dios. No digamos que es la Iglesia,
porque ella estaba allí antes de Cristo y ella es quien lo da a luz, pero en cada época se
identifica con el pueblo salvado. Antes de Cristo, ella era la esposa del Cantar, aguardando
ansiosa la visita de su Rey. Luego, ella constituye una sola cosa con sus hijos que, ahora,
son los del Evangelio, testigos y profetas de Jesús; porque en la cultura hebrea los hijos
de... sean de Adán, de Belial o de los profetas designan a una colectividad que constituyen
una sola cosa con el padre legendario al que están vinculados.
Aquí Juan conservó su lenguaje, pero hay un elemento nuevo: la madre de Jesús es una
persona concreta, y de repente la Mujer sale del mundo de los símbolos para encarnarse en
María.
Si Juan reconoce en María a la Mujer, tanto en Caná como en el calvario, es también muy
legítimo conservar aquí esa identificación. Y al contrario sería un error pensar que la señal
impresionante sea una manera de designar de un modo exclusivo a tal persona o cual
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comunidad que Juan tenía en la cabeza: la profecía da una señal que abarca la totalidad del
tiempo, y luego Juan la aplica, o nosotros la aplicamos, con más o menos acierto, a los
acontecimientos y a las personas que se ubican en la línea indicada. La figura de la Mujer
en el centro del Apocalipsis es extremadamente importante porque, aunque la Biblia esté
casi totalmente dominada por el punto de vista de los hombres y teñida de experiencias
vividas sólo por hombres, uno de los rasgos dominantes de la revelación cristiana, y lo que
da su identidad a la fe, es concebir toda la relación de los hombres con Dios como la
preparación de un matrimonio grandioso. El Cantar y la señal de la Mujer expresan lo que
está en el corazón de toda la revelación profética. De igual manera es verdad que cuando la
Iglesia defiende la predestinación de María, su virginidad perpetua y su presencia en toda la
obra de la salvación, ella reafirma uno de los rasgos esenciales del Dios de la Biblia: no
reconocer los privilegios de María es no volver a encontrarse con Dios únicamente, es
adulterar el rostro que Dios ha querido darse a sí mismo.
Pero es un hecho también que en nuestro siglo la piedad mariana ha invadido muchos
dominios de los cuales estaba antes ausente. En los siglos pasados, la misma fe y la misma
visión de Dios y de Cristo-Esposo se apoyaban en convicciones y en una piedad diferentes.
Una pléyade de enamorados se han vuelto a encontrar en la Esposa del Cantar, viendo
totalmente en ella ante todo la figura de la Iglesia: se sabían parte importante del misterio y
de la predestinación de Dios. La identificación de María con la Mujer no debería ser ahora
una manera más de subestimar nuestra propia vocación y el amor único en el cual nos ha
conocido el Padre. Jesús invitó a sus apóstoles a creer que estaban en el centro del plan de
Dios, más que envidiar a los más grandes santos del pasado y vivir por medio de personas
interpuestas.
2.47: PROFECIAS Y PREDICCIONES [Ap20,7]
Observamos aquí un brusco cambio de velocidad de la visión profética. Juan habló
ampliamente de la idolatría romana y de las persecuciones del poder totalitario, luego, con
el capítulo 20 entramos en los tiempos que siguen y Juan ve en ellos aparentemente sólo la
dicha de la paz recuperada. La bestia totalitaria y el falso Cristo -instituciones más que
personas- han sido enviados al fuego eterno y los agentes de Satanás han sido eliminados
pura y simplemente [Ap19,21]. Sólo después de esos mil años de paz resumidos en algunas
líneas el demonio se pone a trabajar nuevamente; en dos párrafos la gran revuelta (Pablo
hablará de la apostasía en [2Tes2,3] es dominada y la historia se termina con el demonio
que es enviado nuevamente al infierno.
Hallamos aquí lo que ya se notaba en los profetas del Antiguo Testamento: la profecía ve
en los acontecimientos del momento una presencia anticipada del Juicio, pasa por encima
de todo lo que tienen de positivo y sólo quiere mostrar lo que en ellos clama por una
intervención de Dios. Luego todo el tiempo que transcurrirá entre el fin del sistema actual
condenado y el fin de la historia no es más que un gran engaño: el profeta no estaba allí
para describir de antemano el desarrollo de la historia.
Hay una continuidad entre la profecía del Antiguo Testamento y la profecía cristiana. Aun
cuando la revelación se concluye, y de manera definitiva, con el Apocalipsis, el carisma
profético no se extingue sin embargo. Muchas personas actualmente se vuelven hacia los
mensajes celestiales, tanto más numerosos cuanto más se ha agrandado el mundo y cuanto
más las revoluciones en curso hayan echado abajo nuestras certezas. Sea cual fuere la parte
de credulidad y de ilusión en los mensajes celestiales que florecen un poco por todas partes,
sería muy injusto menospreciar todas esas advertencias; a menudo provienen de profetas
cuyo carisma es difícil de recusar. La mayor parte del tiempo no hacen más que repetir de
manera intensiva, con imágenes que impactan nuestra imaginación y que llevan al
convencimiento, los llamados del Evangelio a la conversión y la inminencia del juicio de
Dios de los sistemas idolátricos que nos aprisionan. Aun cuando su mensaje no aporte nada
más que lo que hallamos en la Escritura leída con fe, esas profecías no son inútiles, porque
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Introducción a los Libros Bíblicos
tocan a los que la Iglesia o las circunstancias no les han permitido entrar en la Biblia.
No se trata pues de ignorar la profecía cristiana de nuestro tiempo desde el sitial de nuestra
ciencia teológica, a menudo muy racionalista; el Espíritu y los espíritus son tan necesarios
como los prelados en la vida de la Iglesia, incluso si tocan el monopolio de la autoridad.
Pero, hay que aplicarles, eso sí, los criterios de la Biblia. Debiéramos escuchar las
advertencias, prestar atención a las señales próximas que se nos presentan; pero, en cambio,
todo lo que, en esos mensajes, quisiera reenseñarnos lo que sucederá, debe ser atribuido a la
ilusión y a las limitaciones humanas del profeta y no al Espíritu de Dios.
2.48: LA SALVACION DE LOS NO CRISTIANOS [Ap22,3]
¿El Nuevo Testamento, palabra definitiva, no nos debiera decir cómo se salvarán los que no
han conocido al Unico Salvador? Pero no lo hace, y el Apocalipsis que concluye al libro,
sólo nos habla de una lucha sin cuartel de las potencias del mal, instaladas en todas las
esferas de la sociedad, contra la Iglesia naciente. En ningún momento menciona a los
innumerables no cristianos que no han sido, ni los testigos de la palabra, ni los instrumentos
del mal.
Y lo mismo ocurre en las cartas de Pablo: los no cristianos son los de afuera; son un mundo
en el cual el espíritu malo actúa libremente. Incluso el texto de [1Tim2,4] (Dios quiere que
todos los hombres se salven...) ignora nuestra cuestión, porque sólo se refiere a la voluntad
divina de hacer llegar a todos los hombres el mensaje de salvación.
Ignorar hasta tal punto a los que constituyen la inmensa mayoría podría hacer del
cristianismo un mensaje sectario: ya dijimos una palabra sobre ese "fuera de la Iglesia no
hay salvación" a propósito de [Mc16,16]. No debemos sin embargo sorprendernos: los
libros del Nuevo Testamento iban dirigidos a pequeñas comunidades cuyo universo se
limitaba al mundo grecorromano y cuyos problemas no iban más allá de su ciudad. Allí
estaba el combate para esos cristianos a menudo mal vistos o perseguidos: había que
decirles que de su fidelidad dependía la salvación del mundo.
Nada, sin embargo, justifica en el Evangelio una discriminación con respecto a los que no
recibieron la revelación bíblica: veamos cómo actúa Jesús con los no Judíos en [Mc7,24];
[Mc8,10]. Y del mismo modo la parábola del Juicio final [Mt25,31] no hace ninguna
distinción entre creyentes y no creyentes. Eso es suficiente para llevarnos a replantear el
problema de la salvación de los que no han recibido la fe. La cuestión por lo demás no
consiste ahora en saber si Dios tiene el espíritu lo bastante amplio como para interesarse en
"los de afuera", sino en comprender cómo dispuso El la historia humana de manera que
todos sean salvados por el único Salvador, pero que sólo una minoría deba conocer al Hijo
hecho hombre. ¿Por qué vocaciones tan opuestas: conocer o no la gran manifestación
divina? si creemos que Dios actúa con una generosidad sin límites y sin distinción de
personas, ¿cómo podemos ver en eso una obra digna de él?
A muchos cristianos, hoy, les gustaría pensar que solamente el lenguaje y la cultura nos
separan de aquellos que no comparten nuestra fe, que la diversidad religiosa nace de
nuestras limitaciones y que la verdad debe ser encontrada más allá de los diferentes credos.
están abiertos a las espiritualidades orientales o inmersos en nuestra cultura liberal, existe la
gran tentación de negar las diferencias y de remitirlo todo al terreno de las religiones
comparadas. La revelación cristiana se opone a ese tipo de concesiones: aun cuando
aceptemos que haya otras revelaciones de Dios y que otras religiones se apoyen en profetas
que no son los nuestros, pero que debemos respetar, el Hijo es único así como Dios es uno.
Sin embargo, sin renegar de la unicidad de la salvación cristiana, podemos ampliar nuestra
visión tradicional: bastaría con poner en evidencia no una afrenta sino un desafío de las
sabidurías no cristianas con la del pueblo de Dios. Durante siglos se ha querido
tranquilizarse rebajando esas otras sabidurías y religiones: no son más que balbuceos
humanos allí donde Dios nos da la plena luz. Pero, ¿por qué no reconocer que hay allí dos
caminos igualmente queridos por Dios, aunque el Espíritu del mal ha sembrado allí toda
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clase de confusión y de espejismos?
No podemos dudar de nuestra vocación privilegiada, pero tampoco podemos concluir que
Dios mide los dones que concede a los otros y que los salva de sobra. Dios salva a unos
manifestándose y a otros dejándolos que busquen [He17,27]; lo que aquí nos parece una
contradicción es de hecho una exigencia absoluta de la santidad de Dios. Porque Dios no se
puede descubrir sin quedar al mismo tiempo oculto, El no puede prometer y comprometer
alguna parte sin hundirse inmediatamente en el misterio o, si preferimos, hundirnos en
nuestra condición de criatura.
Hablar del Dios Santo es confesar que tenemos una conciencia aguda no tanto de lo que El
es sino de su acción siempre imprevisible. Los acontecimientos que vivimos, con su buena
dosis de tragedias y de escándalos, se nos presentan entonces como un juego divino: vemos
que se desarrollan en un fondo de realidad donde no hay más que el misterio de la libertad
divina. Nuestro Dios es un fuego devorador, y nosotros quedamos sin poder hacer nada
frente a las iniciativas y a la exuberancia de sus riquezas inalcanzables, a menudo terribles,
las que pueden aplastarnos con nuestra sabiduría.
El Dios Santo ha querido la cosa más inconcebible para la razón humana: hacer que seres
creados vuelvan a El en su eternidad. Asumió en eso riesgos sorprendentes: ¿ qué pueden y
qué deben conocer de Dios? ¿Qué experiencias deben efectuar en el curso de su existencia
tan limitada en el tiempo, qué deben adivinar del Ser superior del cual provienen para que
su vida presente sea un preludio de la eternidad? ¿Qué traumatismos son necesarios para
prepararlos para esa metamorfosis?
El apóstol Santiago sostiene que en Dios no hay tinieblas y que en El todo es luz. Pero esa
luz no es la nuestra y nos encegue. ¿Qué creyente, al salir de la oración, no se encuentra de
pronto perturbado por una desgracia imprevista? ¿Cómo pudo Dios permitir eso...?
Vayamos más lejos: no ha habido nunca un amigo de Dios, a quien se ha revelado más allá
de las normas comunes, que no haya tenido que pasar por tiempos de prueba interior, a
veces terrible, donde pareciera que todo lo que ha experimentado no fue más que un sueño.
Porque Dios no puede revelarse sin que nuestras palabras, y luego nuestras experiencias
traicionen su verdad.
Ese misterio de una luz que se da y que se niega está en lo más profundo de la obra de
salvación. Las tensiones que en Dios mismo se anudan y concluyen en la unidad, son la
razón última de las contradicciones inscritas en el plan de salvación con sus diversos
caminos: la mayoría de los hombres emprenderá la búsqueda de Dios por cuenta propia,
aun cuando Dios se reserve el intervenir discretamente; pero otros son elegidos para ser su
pueblo y recibir su propio testimonio. Vivirán otras experiencias y serán los testigos de una
sabiduría divina ignorada por los que no han sido llamados. Y así es como el Dios santo
salva la historia humana, utilizando tanto su mano izquierda como la derecha, tanto su cara
luminosa como su cara oscura.
Dios previó que la mayoría de los hombres no conocieran a su Salvador durante su vida
terrena, porque eso es bueno y necesario. Pero no digamos que por eso son menos amados:
Dios ama a cada uno y a cada una con un amor total que será capaz de transfigurarlos en
todas sus dimensiones cuando llegue la hora. Y cuando llegue esa hora, nadie se quejará de
haber hecho su camino sin el peso y las riquezas de la revelación, porque las flaquezas que
fueron nuestra parte en la tierra aparecerán como los instrumentos del amor particular que
Dios nos tiene desde su eternidad. Y en esos innumerables hijos e hijas de Dios que en la
tierra no son su pueblo, El sabe elegirse buenos amigos.
Pero Dios quiso manifestarse a un pueblo al que ha hecho suyo, porque eso también es
bueno y necesario. El llamado a Abrahán primero, el llamado a creer en Cristo después,
hicieron nacer un pueblo, no superior a los demás, sino diferente. Ese pueblo es realmente
privilegiado porque Dios se dio a sí mismo. No sólo lo conocemos, sino que nos
ejercitamos desde ya en lo que será la vida de todos en la eternidad, la relación de amor
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mutuo en la ternura y en la fidelidad. Y ese pueblo desempeña una función esencial en la
historia humana aunque haya escrito muchas páginas poco brillantes. Entre los que han
experimentado las riquezas del amor de Cristo, ¿quién dudará en decir que ha recibido la
mejor parte? ¿Habría por tanto que decir que ese privilegio inmerecido nos da una
superioridad sobre los que no fueron llamados? San Pablo respondió a esa interrogante en
su carta a los Romanos [Rom3,1].
Es el momento de mirar más de cerca la contrapartida del don de Dios. Si la revelación de
la Biblia nos ofreciese plena seguridad e hiciese de nosotros ejemplos de virtud, podríamos
hablar de desigualdad. Pero es el Dios Santo el que nos ha acercado a El, y nosotros vamos
a quemarnos en el fuego de su santidad. ¿Quién soportará el peso del primer mandamiento:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas?" ¿Y
quién actuará mejor que esos apóstoles a los que Jesús reprochaba a cada rato su falta de
fe? La historia bíblica es la de una larga lista de rebeliones y de incomprensiones que
continúan en la historia de la Iglesia. Jesús dio a entender que los salvados, en el sentido
que El da al término, son muy pocos. El pueblo elegido es más que cualquier otro un
pueblo de pecadores, y aquí se restablece el equilibrio [Mal1,11].
Aunque es pecador, el creyente quisiera compartir con todos las riquezas de su fe
[2Cor5,14]. Pero hay un límite que no podemos pasar: Dios no nos ha consultado para
ofrecerle a cada cual su destino y sufriremos a menudo al ver que Dios mantiene a los que
amamos en caminos en los que Cristo está ausente [Rom9,3].
No terminaremos jamás de hacer la síntesis del camino cristiano y de los otros caminos,
aunque del otro lado haya algunos que piensan que la hicieron, porque en la base de la
revelación están las palabras elección y gracia. No hablar de la elección, sería renegar de
toda la historia bíblica. Y esa elección está confirmada por la palabra gracia que
únicamente la fe cristiana pone en el centro de nuestras relaciones con Dios. Pero ¿para qué
quisiéramos edificar a todo costo una síntesis o realizar la unidad antes de que venga el día
de Dios? Lo que cuenta no es lo que se ha podido levantar aquí abajo. Deberíamos más bien
preguntarnos si los dos caminos, tanto el camino en que Dios se revela como aquel otro en
que se va caminando a tientas, no son igualmente necesarios para que al fin las riquezas del
amor de Dios puedan ser plenamente reconocidas: ver en [Rom15,8].
2.49: APARICIONES Y ANGELES [Gén16,1]
¿Qué pensar de esas apariciones de ángeles? ¿Realidad o manera de decir? Precisemos lo
siguiente:
No debemos confundir los ángeles y el Angel de Yavé. Solamente en los libros más tardíos
del Antiguo Testamento (y, por supuesto, en el Nuevo) se habla de ángeles con el sentido
que les damos: criaturas espirituales que ocupan un lugar en el ordenamiento del mundo y
en la salvación de los hombres. Así, en [Za1,1] y [Za2,1]. También en [Dn9,21] y
[Dn10,12] - [Dn10,21]. En cambio, los antiguos israelitas hablaban del Angel de Yavé, o
sea, de un Mensajero de Yavé para expresar muchas cosas que no sabían explicar y que
denotaban una intervención de Dios. Cuando una epidemia destruye providencialmente el
ejército asirio, es el ángel de Yavé: ver [Is37,36] y también [2Sam24,16]. Sabiendo que a
Dios nadie lo puede ver, cuando alguien tenía una aparición se hablaba del Angel de Yavé:
ver [Jue6,11].
Toda la Biblia muestra que Dios se da a conocer a los que lo buscan, usando un sinnúmero
de medios. Habla por medio de los acontecimientos; ilumina el corazón del que lee la
Palabra; habla por medio de nuestras intuiciones y sueños; habla por medio de visiones o
palabras y, a veces, como en el caso de los grandes profetas, en forma más directa, en un
contacto íntimo y espiritual.
Pero no podemos tomar al pie de la letra todo lo que se dice de apariciones o palabras
recibidas de Dios, porque los pueblos antiguos no se expresaban como nosotros. Cuando un
hombre se preguntaba a sí mismo o era tentado por el Mal , ellos expresaban a veces esta
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meditación interior por medio de personajes y decían que el demonio o Dios dialogaban
con ese hombre: ver [Jos7,10] y [1Re3,4].
Muy posiblemente, Dios no actuaba con los hombres antiguos de la Biblia de la misma
manera que en nuestro tiempo. Ahora, después de la venida de Cristo, todo lo tenemos en él
y en su Iglesia, y Dios habitualmente reserva visiones y apariciones para los que lleva por
un camino especial. En cambio, en los primeros siglos de la Biblia, Dios se comunicaba
mucho más con estos medios más ostensibles, pero inferiores.
2.50: RELIGION Y FE [Dt4,32]
Estos dos términos aparecen constantemente cuando hablamos de nuestra relación con
Dios. Debemos sin embargo saber lo que entendemos por "religión" y lo que queremos
decir cuando hablamos de la fe.
Los pueblos de la antig\u00fcedad y muchos hombres de hoy en día son "religiosos": creen
que el mundo en que viven es obra de un Dios creador "que hizo el cielo y la tierra y todo
lo que ellos contienen." Es por eso que encontramos en todas las religiones de la
antig\u00fcedad, igual como en las primeras páginas de la Biblia, relatos de la creación que
explican el origen del mundo y del hombre. Siendo Dios el autor de la Creación, sólo él
puede dar las reglas de su funcionamiento: todas las religiones, pues, han asociado muy
naturalmente a sus relatos de los orígenes prescripciones de orden moral.
El Dios de la religión (o los dioses, pues el politeísmo está muy difundido) es servido por
un clero que, en nombre del pueblo, le agradece los bienes que da a los hombres y le ruega
para que renueve sus beneficios a lo largo del año que viene. Así es como las fiestas
religiosas están constituidas principalmente por acciones de gracias y primicias, como lo
vemos también en los textos rituales del Antiguo Testamento. La religión es por naturaleza
conservadora, pues asegura la buena marcha del mundo; sin "esperanza" pues el hombre
nada tiene de nuevo que esperar, sino sólo aguardar que el mañana le dé como el hoy lo que
necesita en este mundo.
Al abrir la Biblia y al hacer nuestra "profesión de fe", reconocemos que también somos un
pueblo religioso; ¿no decimos acaso: "Creo en Dios Todopodero, Creador del cielo y de la
tierra"? Pero esta religión que confesamos ha sido totalmente transfigurada por la fe: el
Dios Creador se ha "revelado", se ha manifestado al pueblo de Israel al que escogió desde
toda la eternidad para que fuera su "testigo en medio de las naciones." A lo largo de los
siglos Dios se ha "revelado" incluso en la historia de Israel: condujo a su pueblo, como un
padre guía a su hijo [Dt1,31] a una plenitud que el hombre no puede concebir ni siquiera
imaginar ([Ef 1,15] a [Ef1,23]; [Ef3,14] a [Ef3,21]; [Col1,9] a [Col1,14]; [Col1,25] a
[Col1,27]).
Dios se da a conocer tal cual es y lleva al hombre a una comunión de amor eterno con él
[Jn17,21]. De ahí que la esperanza, al menos tal cual nos la define Pablo [Rom8,24] a
[Rom8,25] está en el corazón mismo de nuestra fe, y si nuestra acción de gracias se eleva
siempre a Dios por los bienes que recibimos de él, se eleva mucho más, infinitamente más,
hacia el Padre "que nos ha autorizado a participar de la herencia con los santos en la luz",
hacia aquel "que nos arrancó del poder de las tinieblas y nos hizo pasar al Reino de su Hijo
muy amado" [Col1,12] a [Col1,13].
2.51: DIOS SALVA A TODOS LOS HOMBRES [Jon4,1]
Jonás no ama a los paganos, y si Dios los salva, él no está dispuesto a pagar el pato. Pero
esas pequeñeces, dignas de un creyente muy mediocre, no deben ocultarnos un escándalo
del que pareciera que Dios tiene la culpa. ¿Cómo se entiende que Dios salva a todos los
hombres, si al mismo tiempo repite, a lo largo de toda la Biblia, que el único elegido es
Israel, que Jesús sólo tiene palabras de vida, y que no podemos ser salvados sin el
bautismo? ¿Acaso tiene Dios dos maneras de hablar? ¿O bien debemos creer que la
salvación cristiana es una entre todas las que Dios ha dado a los pueblos de diferentes
culturas y religiones?
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Uno de los primeros que se preguntaron al respecto, el filósofo y mártir san Justino, pensó
que ya antes de Jesús, el Verbo de Dios estuvo en el mundo como una semilla de verdad, y
que iluminó a los sabios de todas las religiones. San Agustín, por el contrario, tomó al pie
de la letra [Mc16,16]: "El que no crea será condenado." Por ende, se vio obligado a
demostrar que todo lo que vemos de bueno en los no cristianos es fruto de un orgullo
secreto. En ellos no hay sino virtudes humanas, es decir, una perfección aparente que no
tiene valor a los ojos de Dios. Esta solución radical fogueaba el entusiasmo de los
bautizados y la Iglesia no demoró en adoptarla.
Hay que decir que la Iglesia ya se había sentado en el trono de gloria que a Cristo, su
esposo, le correspondía. Siendo él el unico Salvador, ella se daba como la intermediaria que
ninguno podía ignorar sin condenarse para siempre. Era verdad que el misterio de la Iglesia
abrazaba la humanidad entera, pero se estaban confundiendo dos cuestiones: ¿es la Iglesia
necesaria para la salvación de la historia humana? Y aquella otra: ¿no hay acaso salvación
para aquellos que no se ubican dentro de la estructura eclesial?
Así fue como la Iglesia de Occidente se encastilló en la posición de san Agustín y la
apuntaló con la doctrina del pecado original de la que él había trazado las grandes líneas
(véase el comentario de [Gén3,1] y de [Rom5,12]). Se sostenía imperturbablemente que
debido al pecado de Adán, todos los hombres se condenaban al infierno, excepto aquellos
que fueran bautizados o que al menos manifestaran el deseo de hacerlo. Y esto se dijo y se
predicó hasta una época muy reciente.
Fue sólo en la primera mitad del siglo XX, especialmente con el Concilio Vaticano II, que
este muro se cayó oficialmente. Durante los tres siglos anteriores esa condena sin apelación
de todas las religiones y de la gran mayoría de los hombres que no entraron en el
movimiento cristiano, había escandalizado a innumerables espíritus abiertos, dando así paso
al ateísmo occidental, pero la Iglesia (o mejor, las Iglesias) seguían inmutables. No hay
pues que extrañarse de que, apenas se reconoció que la voluntad de Dios era salvar a todos
los hombres (y esto no sólo en teoría, a saber, que "Dios quiere salvar a todos los hombres
con la condición de que crean y se hagan católicos romanos"), la masa de los cristianos
haya comenzado a desestimar su fe. No se la negaba, se pensaba que tal vez era mejor, pero
que todas las religiones tenían el mismo valor. Bien pronto se llegó a pensar que en este
terreno no hay camino que se imponga y que cada uno se salva como puede, si es que aún
se puede hablar de salvarse o ser salvado.
Los creyentes de hoy no pueden asimilar, en algunos años ni siquiera en el transcurso de un
siglo, un viraje de tal magnitud, y sin duda seremos incapaces, antes de mucho tiempo, de
entender a la vez cómo Dios ama y salva a todos los hombres y cómo el llamado a la fe que
hemos recibido es una gracia única. Debemos escuchar lo que Dios dice al profeta Jonás,
pero no por eso olvidaremos que Jesús es mucho más que cualquier Jonás o Salomón
[Mt12,41], más que cualquier sabio o profeta de Oriente o de Occidente. Ninguno, fuera de
él, ha recibido el Nombre divino sin el cual la humanidad no se salvará [He4,12].
2.52: EL INFIERNO [Mt10,17]
Cuídense de los hombres. Este punto se desarrollará en [Jn15,18].
Los azotarán en las sinagogas. En el mundo romano las varias colectividades étnicas tenían
cierta organización interna Los judíos tenían allí sus sinagogas y podían castigar ciertos
delitos según sus propias leyes [He9,2].
2.53: SABIDURÍA DE JESÚS [Mc6,1]
No es más que el carpintero. Este es el único lugar en que Jesús es llamado hijo de María.
En boca de los judíos, que deberían llamarlo hijo de José, sería algo extraño, a lo mejor un
insulto. Pero manuscritos antiguos llevan: el hijo del carpintero, igual que en [Mt13,55]. Y
Orígenes afirma que en ningún lugar del evangelio Jesús es llamado: el carpintero. Otros
manuscritos llevan: el hijo del carpintero y de María. El texto actual debió de ser
modificado por respeto a María.
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2.54: PURO E IMPURO [Mc7,14]
En la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro, pues no se podía
participar en el culto sin poseer ese estado de pureza. La palabra pureza no tenía para ellos
el mismo sentido que le damos ahora. Hombre puro era el que no se había contaminado, ni
siquiera por inadvertencia, con alguna de las cosas prohibidas por la Ley.
Por ejemplo, la carne de cerdo y de conejo era considerada impura: no se debía comer. Una
mujer durante sus reglas o cualquier persona que tuviese hemorragias eran tenidas por
impuras durante un determinado número de días, y nadie debía ni tocarlas siquiera. Un
leproso era impuro hasta que sanara. Si caía un bicho muerto en el aceite, éste se hacía
impuro y se debía tirar, etc. Todo el que se hubiera manchado con esas cosas, aunque no
fuera por culpa suya, tenía que purificarse, habitualmente con agua, y otras veces pagando
sacrificios.
Estas leyes habían sido muy útiles en un tiempo para acostumbrar al pueblo judío a vivir en
forma higiénica. Servían, además, para proteger la fe de los judíos que vivían en medio de
pueblos que no conocían a Dios. Pues, ¿cómo podrían conservar su fe en el Dios único, si
se les permitiera convivir con esos pueblos, tenerlos como amigos e imitarlos en todo?
Ahora bien, con esas innumerables costumbres religiosas que el judío tenía que observar, se
apartaba necesariamente de los que no compartían su fe, llevaba un tipo de vida distinto y
se quedaba en medio de sus correligionarios.
Jesús quita a estos ritos su carácter sagrado; nada de lo que Dios ha creado es impuro; Dios
no se ofende porque hayamos tocado a un enfermo, un cadáver o alguna cosa manchada
con sangre. No le molesta que comamos esto o aquello. El pecado es siempre algo que ha
salido del corazón, y no algo que hicimos sin querer.
Es verdad que el Antiguo Testamento enseña los conceptos de "puro e impuro", pero todo
eso se escribió a lo largo de siglos, y no todo lo que dice cada libro vale para todos los
siglos. Como dirá Pablo en su epístola a los Gálatas [Gál4,1] a [Gál4,7], el pueblo de Dios
pasó por una etapa de niñez en que hubo que darle reglas precisas para formarlo; pero
"cuando llegó la plenitud de los tiempos", cuando el pueblo de Dios se hizo adulto, esas
reglas perdieron su razón de ser.
Es totalmente legítimo que haya cristianos que adopten una alimentación vegetariana o
comunidades cristianas que consideren el rechazo al alcohol o al tabaco como un
testimonio que ayuda a su medio. Pero no deben decir que eso forma parte de la fe, ni
juzgar a quienes conservan su libertad. De lo contrario estarían rebajando la salvación
cristiana al olvidar que va más allá de cualquier cuestión de "comida o bebida"
[Rom14,17].
2.55: EL NOMBRE DE JESUS [Mc16,15]
Al resucitar Jesús, su naturaleza humana empieza a participar plenamente de la gloria
divina. Jesús es ahora Hijo de-Dios-con-poder [Rom1,4], y nos pide que creamos en su
Nombre, o sea, en el poder divino que acaba de recibir y que actúa en él.
El Nombree es un término que significa poco para nosotros, pero para los judíos significaba
la presencia activa de Dios. Este término permitía hablar de la presencia misteriosa de Dios
sin desmedro de su grandeza. Por ejemplo, la Biblia no dice que Dios caminaba con los
hebreos hacia la Tierra Prometida (sabemos que Dios no va caminando); en cambio dice
que su Nombre [Núm6,27] o su Rostro [Éx33,15], o su Angel [Éx23,23] estaba en medio
de ellos. Dios no podía encerrarse en un Templo de piedras, pero la Biblia decía que su
Nombre residía en aquel lugar para bendecir desde allí todas las actividades de su pueblo
[1Re8,27] y [1Re8,29].
El Nombre, pues, significaba el poder o la presencia divina. Y Pablo dice que Jesús
resucitado ha recibido un Nombre que supera todo otro nombre [Flp2,9]. Dios Padre se lo
ha comunicado, y Jesús, que lo recibe del Padre, no es menos que él: todo lo que es del
Padre es ahora suyo. Jesús no recibe solamente un título o una gloria divina, pues la Gloria
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Introducción a los Libros Bíblicos
divina no podría darse a ningún otro que a Dios; si él recibe un título divino (ya anunciado
en [Is9,5], es porque en realidad ya había recibido del Padre la Divinidad, o sea, su mismo
Ser divino.
Jesús, pues, es Dios igual que el Padre, pero lo es de un modo diferente, porque todo lo
recibe del que todo lo tiene. Por eso también está escrito que su Nombre es El Hijo
[Heb1,4]. Y cuando nos dirigimos al Padre invocando el Nombre de Jesús, esto significa
mucho más que ampararnos con sus méritos [Heb5,9] o valernos de su poderosa intercesión
[Heb7,25]; en el Nombre de Jesús nos presentamos como hijos, sabiendo que Dios nos
abraza en el mismo amor paterno que tiene a su muy Amado [Ef1,6].
En adelante el Señor Jesús somete poco a poco, con poder divino, la historia de los hombres
y el recorrido personal de cada uno de nosotros. Los discípulos son enviados al mundo para
sanarlo y santificarlo. Los milagros y sanaciones, cuya importancia se enfatiza en este
párrafo, no son el fin, sino señales y medios; el fin de la evangelización es que toda la
creación se reúna en torno a la Persona del Hijo de Dios hecho hombre, por obra de su
Espíritu. "No teman, nos dice Jesús, mi Iglesia no es un refugio contra el mundo, sus
seducciones y sus problemas, sino que, al bautizarse, cada uno de ustedes empieza a ser
apóstol".
Estas señales acompañarán a los que crean (17). Los Hechos de los Apóstoles relatan
algunas de estas señales y milagros en los primeros años de la Iglesia. Hoy se siguen
verificando, con otras más, en todos los lugares en que los cristianos toman en serio su
misión de evangelizar a la creación.
2.56: LOS CASTIGOS DE DIOS [Lc13,11]
En este pasaje Jesús pone en tela de juicio la idea que tenemos de los castigos de Dios. No
se puede creer en Dios sin creer en la justicia, y entre los Griegos, que tenían dioses
caprichosos y poco honrados, la justicia era una fuerza divina superior a los dioses. Pero
siempre uno se cree el centro del mundo y se cree mejor. Si la desgracia cae sobre alguno,
otros piensan que eso es justo, pero cuando nos toca a nosotros, nos preguntamos: "¿Qué le
he hecho a Dios para que me suceda esto?"
El Evangelio tomará en cuenta varios aspectos de la pregunta. En primer lugar, tratemos de
superar el espíritu de clan o de partido (véase [Lc6,32]); el mal hecho por nuestros
enemigos no es peor que el que hacemos nosotros. En segundo lugar, la justicia de Dios
sobrepasa en mucho a la nuestra, y sólo se realiza verdaderamente en el otro mundo (el
caso de Lázaro [Lc16,19]).
Las desgracias que en esta vida nos parecen "castigos de Dios" no son, en realidad, más que
señales, medidas pedagógicas de que se sirve el Señor para que seamos conscientes del
pecado, pues él saca el bien del mal. Y muchas veces Dios convierte a un pecador
otorgándole una gracia inesperada (véase el caso de Zaqueo: [Lc19,1]).
Entonces, ¿por qué se habla tanto de los castigos de Dios en el Antiguo Testamento?
Precisamente porque el pueblo de Dios no tenía idea todavía del más allá y era necesario
mostrarles castigos de Dios en la presente vida para que creyeran en su justicia. De hecho,
Dios sigue dando signos semejantes, tanto para las personas como para las colectividades, y
es bueno que los sepamos reconocer, aun sabiendo que esta no es la última palabra de la
justicia divina.
Diccionario Onomástico
Abba
Padre, papito. Una palabra aramea que reservaba a su Padre y que los apóstoles recordaron
por lo mucho que les sorprendía. [Gál4,6] [Mc14,36] [Rom8,15]
Abigaíl
Mujer de Nabal, aplacó a David (1Sam 25,3-4); habiéndose quedado viuda, se casó con él
(1Sam 25,39-40; 27,3; 30,5; 2Sam 2,2; 3,3; 1Crón 3,1). Hija de Jesé y hermana de David
(1Crón 2,16-17).
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# Página 129
Introducción a los Libros Bíblicos
Abrahán
Su nombre equivale a "padre de una multitud" (Gén 17,3-5). Pastor nómada, vivió entre
1800 y 1600 a.C. Hijo de Téraj, arameo (cfr. Dt 26,5), de Ur de los Caldeos pasó a Jarán
(Gén 11,31); primer creyente, partió para Canaán y fue fundador del pueblo elegido (Gén
11,26-25,11); Yavé estipuló con él una alianza (Gén 15,18; 17,2-8; Bar 2,34; He 3,25); le
prometió una descendencia y la tierra de Canaán (Gén 12,2-3.7; 13,15-16; 22,17); padre de
Ismael (Gén 16) y de Isaac (Gén 21), dispuesto a sacrificarlo (Gén 22); se casó con Sara
(Gén 11,29) y Queturá (Gén 25,1); ejemplo de fe (Gén 15,6; Ne 9,8; Jdt 8,26; 1Mac 2,52;
Si 44,20); llamado padre de Israel (Éx 33,1; Dt 1,8; Sal 47,10; Jer 4,1-2; Zac 8,13; Mt 3,9;
8,11; 22,32), padre de los creyentes (Rom 4,1-22; Gál 3,6-7.14-15; Heb 11,8-9.17-18),
amigo de Dios (Is 41,8; Sant 2,23); antepasado de Jesús (Mt 1,1).
Abram
(Abrahán) Su nombre equivale a "padre de una multitud" (Gén 17,3-5). Pastor nómada,
vivió entre 1800 y 1600 a.C. Hijo de Téraj, arameo (cfr. Dt 26,5), de Ur de los Caldeos
pasó a Jarán (Gén 11,31); primer creyente, partió para Canaán y fue fundador del pueblo
elegido (Gén 11,26-25,11); Yavé estipuló con él una alianza (Gén 15,18; 17,2-8; Bar 2,34;
He 3,25); le prometió una descendencia y la tierra de Canaán (Gén 12,2-3.7; 13,15-16;
22,17); padre de Ismael (Gén 16) y de Isaac (Gén 21), dispuesto a sacrificarlo (Gén 22); se
casó con Sara (Gén 11,29) y Queturá (Gén 25,1); ejemplo de fe (Gén 15,6; Ne 9,8; Jdt 8,26;
1Mac 2,52; Si 44,20); llamado padre de Israel (Éx 33,1; Dt 1,8; Sal 47,10; Jer 4,1-2; Zac
8,13; Mt 3,9; 8,11; 22,32), padre de los creyentes (Rom 4,1-22; Gál 3,6-7.14-15; Heb
11,8-9.17-18), amigo de Dios (Is 41,8; Sant 2,23); antepasado de Jesús (Mt 1,1).
Acab
Séptimo rey de Israel (874-853 a.C.), hijo de Omrí, aliado de Tiro, favoreció con la
expansión comercial un fuerte sincretismo religioso (1Re 16,29-30); con su mujer Jezabel
fue el gran enemigo de Elías (1Re 17-22); rechazó a los arameos (1Re 20,1-2.23-24); hizo
un pacto con ellos (1Re 20,34); mandó matar a Nabot (1Re 21,2-3); asesinado con su
familia (1Re 22,28-29; 2Re 9,7; 10,1-2; 2Crón 18,1.19; Mi 6,16). Profeta mentiroso,
maldijo a Jeremías (Jer 29,21).
Agalli\u00e2n
Exultar, o saltar de alegría. [Mt5,12]
Agap\u00e2n
Amar. Es el verbo más común por el amor al prójimo; tiene una misma raíz con agapé, el
mandamiento del amor. [Mt5,44] [Mt5,46]
Agap\u00e8tos: Amado. Este término, cuando empleado solo, se refiere en el Evangelio a
Jesús: él es el Amado del Padre, el que se complace en él como Yavé se complacía en sus
elegidos [Is42,1]. Los apóstoles lo emplean para sus corresponsales. [2Pe1,17] [2Tim1,2]
[3Jn2,1] [Col1,7] [He15,25] [Lc20,13] [Mc9,7] [Mc12,6] [Mt3,17] [Mt12,18] [Mt17,5]
[Rom16,8]
Ageo: Profeta, décimo de los doce llamados menores, autor del libro homónimo, repatriado
con Zorobabel (cfr. Ag 1,1), promotor de la reconstrucción del templo después del exilio
(Esd 5,1; 6,14); actuó hacia el 520 a.C.
Agiazein: Santificar. En un comienzo significaba más bien consagrar, pero, junto con la
palabra "agios", santo, significa a menudo santificar en el Nuevo Testamento. [1Cor1,2]
[1Cor7,14] [1Pe3,15] [1Tes5,23] [1Tim4,5] [Ef5,26] [He20,32] [He26,18] [Heb2,11]
[Heb9,13] [Heb10,10] [Heb10,29] [Heb13,12] [Jn10,36] [Jn17,17] [Jn17,19] [Lc11,2]
[Mt6,9] [Mt23,17] [Rom15,16]
Agios: Mientras la palabra santo (kadesh) es en hebreo propia de Dios y de los seres
divinos, el presente agios, o santo, se refiere también en griego a una vida noble y pura.
Este término puede calificar a la Iglesia, el pueblo que Dios ha consagrado para sí. Los
santos son aquellos que Dios escogió para sí, pero también se les dice que su vida moral
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debe ser santa y perfecta ante Dios. [1Cor1,2] [1Cor6,1] [1Cor14,33] [1Cor16,1]
[1Cor16,15] [1Tes3,13] [1Tes5,10] [2Cor1,1] [2Cor8,4] [2Cor9,1] [2Cor13,12] [2Tes1,10]
[Ap8,4] [Ap13,7] [Ap14,12] [Col1,2] [Col1,4] [Col1,22] [Ef1,1] [Ef1,4] [Ef1,15] [Ef2,19]
[Ef3,8] [Ef3,18] [Ef4,12] [Ef5,3] [Ef6,18] [Flp1,1] [Flp4,2] [He9,13] [He9,32] [He9,41]
[He26,10] [Heb6,10] [Heb13,24] [Rom1,7] [Rom8,27] [Rom12,13] [Rom15,25] [Rom16,2]
Agios t. Theou: El Santo de Dios. Es otra manera de referirse al Mesías, el sacerdote o rey
consagrado por Dios. [Jn6,69] [Lc4,34] [Mc1,24]
Agi\u00f4sun\u00e8: Esta es la obra del Dios que nos sanctifica, transformándonos y
perfeccionándonos interiormente. Designa también la santidad en el sentido común de la
palabra. [1Tes3,13] [2Cor7,1] [Rom1,4]
Agnos: Esta palabra significa: puro, non profanado, casto. [1Jn3,3] [1Pe3,2] [1Tim5,22]
[2Cor7,11] [2Cor11,2] [Flp4,8] [Sant3,17] [Tit2,15]
Ag\u00f4n: Es el combate de los romanos, o la competición de los griegos. Pablo más que
cualquier otro utiliza este término. [1Tes2,2] [1Tim6,2] [2Tim4,7] [Col2,1] [Flp1,30]
[Heb12,1]
Agorazein: Comprar o adquirir. Este verbo se refiere en la Biblia al Dios que escoge y se da
a sí mismo un pueblo. Por ende habrá que entenderlo muchas veces como: rescatar.
[1Cor6,20] [1Cor7,23] [2Pe2,1] [Ap5,9] [Ap13,17] [Ap14,3]
Ai\u00f4n: Esta es la palabra eón muy de boga entre los gnósticos. Significa a la vez un
mundo y un tiempo. Se trataba de uno de los ciclos de la historia, según el concepto que de
ella tenían los griegos. En el N.T. es, al singular, el mundo presente; al plural, los siglos. En
Hebreos, son los seis días de la creación. [Gál1,4] [Heb1,2] [Heb11,3] [Lc18,30] [Lc20,34]
[Mt12,32]
Agua: Por su misma naturaleza y en cuanto criatura insigne de Dios (Gén1,2), (Gén1,7),
(Gén1,9); (Pro8,27-29); (1Pe3,5); ver (Sal104) se presenta en la Biblia como elemento
vivificador (Gén2,5-6), (Gén2,10-14); (Dt11,14); (Jer5,24); (Is30,23), (Is30,25); (Job5,10)
o temible (Gén7,11-12), (Gén7,17-24); (Job12,15); (Sal32,6), según los casos. De ahí que
el agua sea en la Biblia un elemento simbólico de primer orden para significar unas veces la
bendición divina (Dt28,12); (Lev26,3-4); (Gén27,28); (Sal132,2-3); (Ap22,1-2)
"paralelamente, la falta de agua se interpreta como señal de maldición (Dt28,23-24);
(Lev26,19); (Is19,5-7); (Ez4,16-17)"; otras veces simbolizará la desgracia que se cierne
sobre el hombre (Sal18,5), (Sal18,17); (Sal42,8); (Sal124,4-5); (Sal144,7), y otras,
finalmente, la eficacia purificadora y vivificadora de la acción divina (Núm8,7);
(2Re5,10-14); (Ez47,1-12); (Is44,3-4); (Jer17,8); (Jn4,10-14); (Jn7,37-39); (Jn19,34);
(1Cor10,4). Esto último es válido especialmente para las aguas bautismales (Mt3,11) par;
(Mt28,19); (Jn3,5); (He22,16); (1Cor6,11); (Ef5,26); (Heb10,22).
agua: Por su misma naturaleza y en cuanto criatura insigne de Dios (Gén1,2), (Gén1,7),
(Gén1,9); (Pro8,27-29); (1Pe3,5); ver (Sal104) se presenta en la Biblia como elemento
vivificador (Gén2,5-6), (Gén2,10-14); (Dt11,14); (Jer5,24); (Is30,23), (Is30,25); (Job5,10)
o temible (Gén7,11-12), (Gén7,17-24); (Job12,15); (Sal32,6), según los casos. De ahí que
el agua sea en la Biblia un elemento simbólico de primer orden para significar unas veces la
bendición divina (Dt28,12); (Lev26,3-4); (Gén27,28); (Sal132,2-3); (Ap22,1-2)
"paralelamente, la falta de agua se interpreta como señal de maldición (Dt28,23-24);
(Lev26,19); (Is19,5-7); (Ez4,16-17)"; otras veces simbolizará la desgracia que se cierne
sobre el hombre (Sal18,5), (Sal18,17); (Sal42,8); (Sal124,4-5); (Sal144,7), y otras,
finalmente, la eficacia purificadora y vivificadora de la acción divina (Núm8,7);
(2Re5,10-14); (Ez47,1-12); (Is44,3-4); (Jer17,8); (Jn4,10-14); (Jn7,37-39); (Jn19,34);
(1Cor10,4). Esto último es válido especialmente para las aguas bautismales (Mt3,11) par;
(Mt28,19); (Jn3,5); (He22,16); (1Cor6,11); (Ef5,26); (Heb10,22).
Akarpos: Sin frutos, o estéril. [1Cor14,14] [2Pe1,8] [Ef5,11] [Mt13,22] [Tit3,4]
Akolouthein: Seguir. Este verbo casi siempre se refiere en el NuevoTestamento al hacerse o
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Introducción a los Libros Bíblicos
al ser discípulo. Esa es la razón por la cual a veces nos parece que Jesús está continuamente
moviéndose seguido por los suyos. [Jn1,37] [Jn1,43] [Jn8,12] [Lc5,11] [Lc18,43] [Mt4,20]
[Mt4,22] [Mt4,25] [Mt8,2] [Mt8,10] [Mt8,19] [Mt8,22] [Mt8,23] [Mt9,9] [Mt9,19]
[Mt9,27] [Mt27,55]
Akrobustia: Prepucio. La importancia de la circuncisión, como de la señal necesaria o el
"sacramento" de la Alianza hizo que esta palabra ausente de nuestras conversaciones
"decentes" se empleaba comúnmente para designar al mundo de los no-judíos, los
no-circuncidados. [Col3,11] [Ef2,11] [Gál2,7] [He11,3] [Rom2,27] [Rom3,30] [Rom4,9]
[Rom4,11]
Alabastron: Alabastro. Así se llama a la piedra para yeso cuando se presenta con grandes
cristales. Es fácil de tallar y se parece al mármol. [Lc7,37] [Mc14,3] [Mt26,7]
Alejandro: - Hijo de Simón de Cirene (Mc 15,21). Sanedrita, juzgó y liberó a Pedro y Juan
(He 4,6). - Hebreo de Éfeso favorable a Pablo (He 19,33). Tal vez = - Apóstata de Éfeso
excomulgado por Pablo (1Tim 1,20). Quizá = el Herrero. - el Herrero. Opositor de Pablo y
del evangelio (2Tim 4,14).- Magno. Rey de Macedonia (333-323 a.C.), fundador del
imperio de los griegos o helenístico que se extendió desde Egipto hasta los confines de la
India, dividido después entre sus generales (1Mac 1,1-9; Dan 2,40; Dan 11,3).
Alejandro Balas: Llamado también "Epífanes". Rey seléucida sedicente hijo de Antíoco
Epífanes, nombró a Jonatán sumo sacerdote (1Mac 10,15); aliado de Tolomeo (1Mac
10,5.23.47-48), traicionado y decapitado (1Mac 11,1-19.39).
Alianza: Palabra clave y punto de partida de todo el pensamiento religioso bíblico. El Dios
de la Biblia es un Dios que quiere establecer y establece un pacto de amor y de fidelidad
con los hombres. Todo se desarrolla a través de un gigantesco proceso histórico, complejo,
maravilloso y con frecuencia desconcertante. En (Gén9,9); (Gén15,1-21) y (Gén17,1-21) se
anticipa el tema de la alianza, acontecimiento que conoce su punto culminante en la
incomparable experiencia religiosa del Sinaí (Éx19,1) - (Éx20,1); (Éx24,1); (Dt5,1). A
partir de este momento, la llamada fórmula de la alianza "Yo seré vuestro Dios y vosotros
seréis Mi pueblo", será una constante en la revelación bíblica (Éx6,7); (Lev26,12);
(Dt26,16); (Dt19,1); (Dt29,12); (2Sam7,24); (Jer7,23). En los momentos cruciales de la
historia israelita asistimos a la renovación de la alianza en los días mismos de Moisés
(Éx34,10-28); en tiempos de Josué (Jos8,30-35); (Jos24,1-28); en tiempos de David
(2Sam7,8-16); (2Sam23,5) y de Salomón (1Re8,14-29), (1Re8,52-61); en tiempos de Jonás
y, sobre todo, de Josías ((2Re11,17); (2Re23,1-33)), y en los tiempos de la restauración
posexílica (Neh8,1-18). Pero las repetidas infidelidades del pueblo y los
consiguienTescastigos (2Re17,7-23); (2Re23,26-27); (Jer22,9); (Ez16,15-52) hacen que los
profetas anuncien una alianza nueva (Is42,6); (Is55,3); (Is59,21); (Is61,8); (Jer31,31-34);
(Jer32,40); (Ez16,62); (Ez36,24-28); (Ez37,26-27); (Mal3,1). Es la nueva alianza, que tiene
a Jesucristo, en el misterio de su muerte y resurrección como artífice y mediador (Mt26,28);
(Mc14,24); (Lc22,20); (1Cor11,25), y que por lo mismo ya no mantendrá al hombre bajo la
esclavitud de la letra (2Cor3,6) y de la ley (Gál4,21-31). Alianza sellada con el sacrificio
irrepetible y personal de Cristo (He15,11); (Rom8,3-5); (Heb8,6-13), que le confiere una
definitiva eficacia salvadora (He13,38); (Rom8,3); (Gál3,10-12).
Alma: Los términos bíblicos, tanto Hebreos como griegos, que habitualmente se traducen
por "alma" no designan, al menos en la perspectiva semita, una parte del hombre, sino al
hombre entero en cuanto ser vivo. El hombre no tiene "alma", sino que es "alma"; es un ser
viviente. Vida que, por una parte, hay que conservar (Jos9,24); (1Sam19,11); (Sal6,5);
(Sal35,4); (Sal38,13); (Lc21,19); (He27,34); (Mt2,20); (Rom11,3) y, por otra parte, en
cuanto simple valor terreno, no debe ser objeto de preocupaciones excesivas (Mt10,39);
(Mt16,25-26); (Lc14,26); (Lc17,33); (Jn12,25). En este sentido, "salvar el alma" es
alcanzar la vida eterNa para toda la realidad humana (Sant1,21); (1Pe5,20); (Heb10,39).
alma: Los términos bíblicos, tanto Hebreos como griegos, que habitualmente se traducen
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por "alma" no designan, al menos en la perspectiva semita, una parte del hombre, sino al
hombre entero en cuanto ser vivo. El hombre no tiene "alma", sino que es "alma"; es un ser
viviente. Vida que, por una parte, hay que conservar (Jos9,24); (1Sam19,11); (Sal6,5);
(Sal35,4); (Sal38,13); (Lc21,19); (He27,34); (Mt2,20); (Rom11,3) y, por otra parte, en
cuanto simple valor terreno, no debe ser objeto de preocupaciones excesivas (Mt10,39);
(Mt16,25-26); (Lc14,26); (Lc17,33); (Jn12,25). En este sentido, "salvar el alma" es
alcanzar la vida eterNa para toda la realidad humana (Sant1,21); (1Pe5,20); (Heb10,39).
Altar: En la religión de la Biblia, como en todas las religiones, el altar es el lugar del
sacrificio y, por tanto, signo de la presencia divina (Gén8,20); (127); (Gén13,18);
(Gén26,25); (Éx17,15); (Éx20,24-25). Consiguientemente, los altares de los falsos dioses
deben ser destruidos (Éx34,13); (Dt7,5); (Jue6,25); (2Re10,27). En el culto israelita ocupan
un lugar destacado el altar del incienso (Éx30,1-10) y el de los holocaustos (Éx38,1-7). En
la nueva alianza Dios se ha hecho presente en Cristo y no hay más altar que el propio
Cristo, que es también al mismo tiempo víctima y sacerdote (Jn2,21); (Jn17,19);
(1Cor10,16-21); (Heb13,10); (Ap6,9).
altar: En la religión de la Biblia, como en todas las religiones, el altar es el lugar del
sacrificio y, por tanto, signo de la presencia divina (Gén8,20); (127); (Gén13,18);
(Gén26,25); (Éx17,15); (Éx20,24-25). Consiguientemente, los altares de los falsos dioses
deben ser destruidos (Éx34,13); (Dt7,5); (Jue6,25); (2Re10,27). En el culto israelita ocupan
un lugar destacado el altar del incienso (Éx30,1-10) y el de los holocaustos (Éx38,1-7). En
la nueva alianza Dios se ha hecho presente en Cristo y no hay más altar que el propio
Cristo, que es también al mismo tiempo víctima y sacerdote (Jn2,21); (Jn17,19);
(1Cor10,16-21); (Heb13,10); (Ap6,9).
Amartia (a): El pecado: la falta contra una persona que puede ser el prójimo (puede ser el
caso en [Mt18,15]). Pero es casi siempre contra Dios. [Jn8,46]
Amartia (b): Esta palabra que significa: el pecado designa también en la Biblia a la víctima
por el pecado [Lev4,25]. Es el sentido en este lugar. [2Cor5,21] [Mt1,21] [Mt3,6] [Mt9,2]
[Mt9,5] [Mt12,31]
Anach\u00f4rein: Alejarse. Este verbo se refiere a menudo en el evangelio a un alejamiento
de Jesús debido al peligro o a la mala acogida. [Jn6,15] [Mt2,12] [Mt2,14] [Mt4,12]
[Mt12,15] [Mt15,21] [Mt27,5]
Anakeimenos: Tendido, o acostado. Esto se refiere a veces al que está "en la mesa", tendido
sobre los sofás inclinados en torno a la mesa, según la costumbre griega. [Jn12,2] [Lc22,27]
[Mc16,14] [Mt9,10] [Mt22,10] [Mt26,7]
Anastroph\u00e8: La forma de orientarse en la vida. Es la forma de vida, o la conducta
moral, o las opciones tomadas y los compromisos escogidos. [1Pe1,15] [1Pe2,12] [1Pe3,1]
[1Pe3,16] [1Tim4,12] [Ef4,22] [Gál1,13] [Heb13,7] [Sant3,13]
Anathema: El anatema es la fórmula solemne mediante la cual uno hace pasar una persona
o una cosa del área profana al área de lo consagrado a Dios. Muchas veces en el Antiguo
Testamento se consagran a Dios enemigos que se van a exterminar. A veces también se
hace un don irreversible a Dios. En el Nuevo Testamento se usa la palabra refiriéndose a un
miembro de la comunidad que se echa a las tinieblas exteriores: es como una maldición.
[Rom9,3]
Angareuein: Esta palabra es tomada el vocabulario militar de los romanos y significa
requisar. [Mc15,21] [Mt5,41] [Mt27,32]
Anist\u00e8mi: Levantar. Aquí tenemos uno de los dos verbos que el Nuevo Testamento
emplea preferentemente para decir: resucitar. [Lc6,39] [Lc6,44] [Lc11,23] [Lc11,32]
[Lc16,31] [Lc18,33] [Lc20,9] [Lc24,7] [Lc24,46] [Mc8,31] [Mc9,9] [Mc9,31] [Mc10,34]
[Mc12,25] [Mc16,9] [Mt12,41]
Anomia: Esa es la falta contra la ley; tiene a menudo el mismo sentido que "amartia", el
pecado. Aquí los dos términos son asociados, menos para designar dos cosas diferentes que
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para guardar la repetición tan preciada por el estilo hebreo. [1Jn3,4] [Heb10,17] [Rom4,7]
Anthr\u00f4pos: Un hombre, o alguna persona. Al plural este término no hace distinción de
hombres y de mujeres. En las Cartas, las expresiones hombre nuevo, hombre viejo, hombre
exterior e interior, primer hombre... nos ayudan a comprender que nuestro acceso a la vida
"en Cristo" trae consigo, no sólo una renovación de tipo moral, sino una re-creación de la
persona entera. [1Cor2,11] [1Cor2,14] [1Cor15,47] [1Pe3,4] [2Cor12,4] [Col3,9] [Ef2,15]
[Ef3,16] [Ef4,22] [Rom6,6] [Rom7,22]
Antíoco: - Padre de Numenio, embajador de Jonatán en Esparta (1Mac 12,16; 14,22). - III
el Grande. Rey seléucida (223-187 a.C.), luchó contra Tolomeo de Egipto (Dan 11,10-19);
vencido por los romanos en Magnesia en el 189 a.C. (1Mac 1,10; 8,6; 2Mac 1,13). - IV
Epífanes. Rey seléucida (174-164 a.C.), conquistó a Jerusalén (1Mac 1,20-40; 2Mac
5,11-12); perseguidor del judaísmo (1Mac 1,11-12.41-42; 2Mac 6,18-19; 7,1-2), murió tras
las victorias de los Macabeos (1Mac 3,27-28; 6,1-2; 2Mac 3,27-28). Tipo del perseguidor
(Dan 7,8-9; 8,9-10; 9,26-27). - V Eupator. Hijo de Antíoco Epífanes y sucesor suyo
(163-162 a.C.); hizo las paces con Judas Macabeo y fue asesinado por su sobrino (1Mac
6,17-7,4; 2Mac 10,9-14,2). - VI Dioniso. Hijo de Alejandro Epífanes o Balas, elector
(145-142 a.C.) y después asesinado (1Mac 11,39-40.54-55; 12,39-40; 13,31-32). - VII
Sidetes. Hijo de Demetrio Soter (1Mac 15,1), sucesor de Antíoco VI (139-129 a.C.),
primero aliado y después enemigo de Simón Macabeo (1Mac 15-16).
Antípatris: Ciudad cercana a Cesarea adonde fue llevado Pablo prisionero (He 23,31).
antípatris: Ciudad cercana a Cesarea adonde fue llevado Pablo prisionero (He 23,31).
Aoratos: Invisible. Para nosotros lo invisible es de entrada cuestionado como no-existente.
Para el N.T. lo invisible pertenece a un orden más elevado y habitualmente divino.
[1Tim1,17] [Col1,15] [Col1,16] [Heb11,27] [Rom1,20]
Aparch\u00e8: Las primicias. Son a la vez la primera partida de los frutos nuevos, y lo
mejor de la cosecha: es la parte de Dios. Los tres sentidos se juntan a menudo en el N.T.
[1Cor15,20] [1Cor15,23] [1Cor16,15] [2Tes2,13] [Ap14,4] [Rom8,23] [Rom11,16]
[Rom16,5] [Sant1,18]
Aparnein: Negarse a hacer, o: no tener en cuenta, o también renegar de. [Lc12,9] [Lc22,34]
[Mc8,34] [Mt16,24] [Mt26,34] [Mt26,75]
Aphésis amarti\u00f4n: El perdón o, más precisamente, la remisión de los pecados,
asemejada a la de una deuda. [Col1,14] [He5,31] [He10,43] [He13,38] [He26,18] [Lc1,77]
[Lc3,3] [Lc24,47] [Mc1,4] [Mt26,28]
Apokalupsis: Revelación. El sentido puede variar: puesta a la luz de lo escondido,
manifestación solemne, revelación de un misterio divino. [1Cor1,7] [1Cor14,6] [1Pe1,7]
[2Cor12,1] [2Tes1,7] [Ef1,17] [Gál1,12] [Lc2,32] [Rom2,5] [Rom8,19]
Apokaluptein: Revelar, descubrir, descubrirse. Aquí la palabra se refiere a la manifestación
de Dios juez y salvador en el último día. Y es la manifestación gloriosa de Cristo.
[1Cor3,13] [1Pe1,5] [1Pe5,1] [Lc17,30] [Rom1,18] [Rom8,18]
Apokatastasis: Restauración o reordenación del mundo. Ver también [He1,6]. [He3,21]
Apokatist\u00e8mi: Restaurar. La palabra se refiere en el N.T. a la reordenación del
universo y en especial del orden mundial que tendrá lugar en el Juicio. [He1,6] [Heb13,19]
[Mc9,12] [Mt17,11]
Apollumi: Destruir. [Jn12,25] [Mt2,13] [Mt5,29] [Mt5,30] [Mt12,14] [Mt18,14]
Apologia: Disculpas, pero también defensa de sí mismo o de la causa propia ante un juez o
un examinador. Puede referirse a la defensa y justificación de la fe cristiana. [1Cor9,3]
[1Pe3,15] [2Cor7,11] [2Tim4,16] [Flp1,7] [Flp1,16] [He22,1]
Apoluein (a): Desligar, soltar. Se refiere a menudo en la Biblia al hecho de desligar de una
obligación: es permitido. Pero interpretando la ley se puede llegar al extremo de permitirlo
todo y entonces soltar significará: echar a un lado la ley. [Lc6,37] [Lc13,2] [Lc16,18]
[Mc10,11] [Mt1,19] [Mt5,31] [Mt5,32] [Mt19,3]
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Apoluein (b): Desligar. Esta palabra se aplica al despido de la mujer según [Dt24,1], y por
extensión al divorcio. [1Cor12,3] [1Cor16,22] [Gál1,8] [He23,14] [Mc10,4]
Apolutr\u00f4sis: Es el rescate o la liberación. Dios adquiere para sí un pueblo,
rescatándolo de su situación pecadora. Dios llevará a cabo esa obra cuando rescate o
glorifique el cuerpo (o la persona humana entera) en al vida gloriosa). [1Cor1,30] [Col1,14]
[Ef1,7] [Ef1,14] [Ef4,30] [Heb9,15] [Heb11,35] [Lc21,28] [Rom3,24] [Rom8,25]
Apostasia: Abandonar su puesto: apartarse de la ley para seguir a otro maestro o para
escoger otro camino más fácil. [2Tes2,3] [He21,21]
Apostellein: Enviar. Este verbo se hospeda en la palabra "apóstol" o enviado. [Mt10,16].
Aposunag\u00f4gos: Excluido de la sinagoga. Esa es la excomunión: uno es renegado por
la comunidad y pierde también sus derechos ante Dios. [Jn9,22] [Jn12,42] [Jn16,2]
Arameo: (arameos) Nombre común de las tribus semíticas de la Alta Mesopotamia (Gén
10,22; 1Crón 1,17), tronco originario de los patriarcas: Abrahán e Israel (Dt 26,5), Labán
(Gén 25,20; 28,5); después de la Siria meridional y de Damasco (Jue 10,6), en conflicto con
David (2Sam 8,5.6.12; 1Re 10,29; 11,24; 1Crón 2,23; 18,5-6; cfr. Sal 60,2), y varios reyes
de Israel (1Re 15,18; 19,15; 20,1.22; 22,1; 2Re 6,8.24; 8,28; 9,15; 15,37; 24,2; 2Crón 22,5).
Oráculos contra los arameos: Is 7,1-s; 9,11; 17,3; Jer 49,23; Ez 16,57; 27,16; Am 1,5.
Naamán era arameo (2Re 5,20).
arameo: (arameos) Nombre común de las tribus semíticas de la Alta Mesopotamia (Gén
10,22; 1Crón 1,17), tronco originario de los patriarcas: Abrahán e Israel (Dt 26,5), Labán
(Gén 25,20; 28,5); después de la Siria meridional y de Damasco (Jue 10,6), en conflicto con
David (2Sam 8,5.6.12; 1Re 10,29; 11,24; 1Crón 2,23; 18,5-6; cfr. Sal 60,2), y varios reyes
de Israel (1Re 15,18; 19,15; 20,1.22; 22,1; 2Re 6,8.24; 8,28; 9,15; 15,37; 24,2; 2Crón 22,5).
Oráculos contra los arameos: Is 7,1-s; 9,11; 17,3; Jer 49,23; Ez 16,57; 27,16; Am 1,5.
Naamán era arameo (2Re 5,20).
Arca: - de la alianza (hebreo: 'aron habberit). Era el signo visible de la presencia de Dios en
su pueblo (1Sam 4-6; 1Re 8). Pequeño santuario móvil en forma de caja-armario,
acompañaba al pueblo durante el éxodo (Éx 25-26; 36; Núm 10,33-34; 14,44; Dt 10,1-2),
después durante el asentamiento (Jos 3-6; 7,6; Jue 20,27; 1Sam 3-5; 2Sam 11,11;
15,24-25); fue llevada a Jerusalén por David (2Sam 6; Sal 132,8), y colocada en el Santo de
los Santos del templo de Salomón (1Re 3,15; 6,19; 8,1-2). Contenía un vaso de maná (Éx
16,33), las tablas y después el libro de la ley (Éx 25,16; 40,20; Dt 10,5; 31,26; 1Re 8,9) y la
vara de Aarón (Núm 17,25; cfr. Heb 9,4); dos querubines con las alas extendidas estaban
sobre el propiciatorio, plancha de oro que servía de cubierta, considerado como trono de
Dios, para la expiación de los pecados (cfr. Éx 25,10-22; Lev 16,2; Núm 7,89). No se
vuelven a tener noticias de ella después de la destrucción del templo del 586 a.C. (Jer 3,16).
Según una tradición (2Mac 2,5; cfr. Heb 9,4), Jeremías la escondió hasta el fin de los
tiempos. Nel NT aparece como signo de la nueva alianza (Ap 11,19). - de No\u00e8.
Embarcación en la que Noé se salvó del diluvio con su familia y las especies animales (Gén
6,14-8,19; Sap 14,6; Si 44,17; Mt 24,38; Lc 17,27; Heb 11,7). Símbolo del bautismo
cristiano, representa a la Iglesia que salva a todo el que entra en ella (1Pe 3,20-21).
arca: - de la alianza (hebreo: 'aron habberit). Era el signo visible de la presencia de Dios en
su pueblo (1Sam 4-6; 1Re 8). Pequeño santuario móvil en forma de caja-armario,
acompañaba al pueblo durante el éxodo (Éx 25-26; 36; Núm 10,33-34; 14,44; Dt 10,1-2),
después durante el asentamiento (Jos 3-6; 7,6; Jue 20,27; 1Sam 3-5; 2Sam 11,11;
15,24-25); fue llevada a Jerusalén por David (2Sam 6; Sal 132,8), y colocada en el Santo de
los Santos del templo de Salomón (1Re 3,15; 6,19; 8,1-2). Contenía un vaso de maná (Éx
16,33), las tablas y después el libro de la ley (Éx 25,16; 40,20; Dt 10,5; 31,26; 1Re 8,9) y la
vara de Aarón (Núm 17,25; cfr. Heb 9,4); dos querubines con las alas extendidas estaban
sobre el propiciatorio, plancha de oro que servía de cubierta, considerado como trono de
Dios, para la expiación de los pecados (cfr. Éx 25,10-22; Lev 16,2; Núm 7,89). No se
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vuelven a tener noticias de ella después de la destrucción del templo del 586 a.C. (Jer 3,16).
Según una tradición (2Mac 2,5; cfr. Heb 9,4), Jeremías la escondió hasta el fin de los
tiempos. Nel NT aparece como signo de la nueva alianza (Ap 11,19). - de No\u00e8.
Embarcación en la que Noé se salvó del diluvio con su familia y las especies animales (Gén
6,14-8,19; Sap 14,6; Si 44,17; Mt 24,38; Lc 17,27; Heb 11,7). Símbolo del bautismo
cristiano, representa a la Iglesia que salva a todo el que entra en ella (1Pe 3,20-21).
Arch\u00f4n: El primero, en todos los sentidos de la palabra: el príncipe. En griego, es el
gobernador. [Jn12,31] [Jn14,30] [Jn16,11] [Lc11,15] [Mt9,34] [Mt12,34]
Arquelao: Hijo de Herodes el Grande, le sucedió como etnarca de Judea (4 a.C. - 6 d.C.).
Fue desterrado a las Galias por los romanos, que nombraron en su lugar a un procurador.
Arrhab\u00f4na: El primer pago. Dios paga de entrada una parte de sus promesas, y dicha
"promesa" es antes que nada el don del Espíritu. [2Cor1,22] [2Cor5,5] [Ef1,14]
Ascensión: Subida al cielo de Henoc (Gén 5,21-22; Si 44,16), de Elías (2Re 2,1-11; cfr. Si
48,10; Mal 3,23-24; Mt 17,10; Mc 6,15; 8,28; 9,11), de Cristo resucitado (Mc 16,19; Lc
24,50-51; He 1,9-10; 2,33; cfr. Jue 13,20; Lc 9,51; Gv 3,13; 6,62; Heb 1,3; 4,14).
ascensión: Subida al cielo de Henoc (Gén 5,21-22; Si 44,16), de Elías (2Re 2,1-11; cfr. Si
48,10; Mal 3,23-24; Mt 17,10; Mc 6,15; 8,28; 9,11), de Cristo resucitado (Mc 16,19; Lc
24,50-51; He 1,9-10; 2,33; cfr. Jue 13,20; Lc 9,51; Gv 3,13; 6,62; Heb 1,3; 4,14).
Assarios: El as, una moneda romana de poco valor. Dieciséis ases hacían un denario.
[Lc12,6]
Ast\u00e8r: Astro. Se usaba habitualmente al plural para designar a las estrellas. Al
singular, puede ser un planeta o un fuego en el cielo. [Mt2,2] [Mt2,7] [Mt2,9] [Mt2,10]
Astheneia: Astenia, enfermedad o debilidad. En las cartas de Pablo, la palabra se refiere a
menudo a la fe inmadura que no tiene una visión clara de lo que es importante ante Dios, y
de lo que es sólo creencias y prácticas ligadas a una cultura. [2Cor11,3] [2Cor12,5]
[2Cor12,9] [2Cor13,4] [Heb4,15] [Heb5,2] [Heb7,28] [Heb11,34] [Rom6,19] [Rom8,26]
[Rom15,43]
Asthen\u00e8s: Débil, o enfermo. En las cartas de Pablo, este término califica la fe poco
segura o inmadura. El débil en la fe no ha alcanzado todavía la convicción personal y
motivada. Por tanto no distingue bien de las observancias humanas lo que es voluntad de
Dios. [1Cor8,7] [1Cor8,9] [1Cor8,11] [1Cor8,12] [1Cor9,22] [2Cor11,29] [Rom14,1]
[Rom14,2]
Atalía: - Hija de Ajab y Jezabel, mujer de Jorán, rey de Judá y madre de Ocozías (2Re
8,18.26), reinó mediante un golpe de estado (841-835 a.C.); fue destituida y muerta (2Re
11; 2Crón 22-23). (Atalías) - Hijo de Yeroján, descendiente de Benjamín (1Crón 8,26). Jefe de un clan repatriado con Esdras (Esd 8,7).
Augusto: (= elevado). Título del emperador romano César Octaviano en el poder a
comienzos de la era cristiana (31 a.C. - 14 d.C. Lc 2,1).
Baptizomenos eis: Bautizado para o con miras a. El bautismo no nos sumerge en Cristo
sino que nos destina para Cristo. Esa expresión es una manera de distinguir el bautismo
cristiano de los demás bautismos. [1Cor1,13] [1Cor10,2] [Gál3,27] [Rom6,3]
Barbaros: Bárbaro. Entre los griegos este término designaba a todos aquellos cuyo lenguaje
no entendían. [1Cor14,11] [Col3,11] [He28,2] [Rom1,14]
Biazesthai: Hacer violencia. Las formas pasivas de este verbo (sufrir violencia), no se
distinguen de la llamada "voz media" con la cual significa recurrir a la fuerza. Es muy
probable que Mateo lo usa al sentido pasivo y Lucas al medio. [Lc16,16] [Mt11,12]
Becerro: - Símbolo idolátrico erigido por Aarón (Éx 32) y por Jeroboán en Betel y Dan
(1Re 12,28-29; 2Crón 11,15; 13,8-9); condenado por Moisés (Éx 32,30-31) y por Oseas
(Os 8,5-6).
becerro: - Símbolo idolátrico erigido por Aarón (Éx 32) y por Jeroboán en Betel y Dan
(1Re 12,28-29; 2Crón 11,15; 13,8-9); condenado por Moisés (Éx 32,30-31) y por Oseas
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Introducción a los Libros Bíblicos
(Os 8,5-6).
Blasph\u00e8mein: Blasfemar. Eso es hablar de alguien en forma falsa e insultante. En el
N.T. se trata habitualmente de discursos que ofenden a Dios, su honor y sus declaraciones.
[Jn10,36] [Mt9,3]
Blasph\u00e8mia: La difamación. En el N.T. se refiere habitualmente a una palabra que
ofende a Dios, su honor y sus declaraciones. [1Tim6,4] [Ap2,9] [Ap13,1] [Ap17,3]
[Ef4,31] [Jn10,33] [Lc5,21] [Mc14,64] [Mt12,31] [Mt15,19] [Mt26,65]
Brabeion: Es el premio o el trofeo de la competición en el estadio. [1Cor9,24] [Flp3,14]
Bronce: La imagen del bronce o del cobre vehicula el símbolo de la expiación y de la
purificación: véase por ejemplo la serpiente de bronce puesta sobre un asta por Moisés
(Núm 21,8-9; Éx 30,18-21; 1Re 7,15-22), o bien de la amenaza de esterilidad (Dt 28,23;
Lev 26,19). En el lenguaje figurado bíblico bronce significaba también dureza, sea en
sentido negativo (Is 48,4), con el significado de obstinación, sea en sentido positivo (Jer
15,20), como metáfora de la firmeza. Sobre el brillante esplendor del bronce cfr. Ez 1,7;
Dan 10,6; Ap 1,15.
bronce: La imagen del bronce o del cobre vehicula el símbolo de la expiación y de la
purificación: véase por ejemplo la serpiente de bronce puesta sobre un asta por Moisés
(Núm 21,8-9; Éx 30,18-21; 1Re 7,15-22), o bien de la amenaza de esterilidad (Dt 28,23;
Lev 26,19). En el lenguaje figurado bíblico bronce significaba también dureza, sea en
sentido negativo (Is 48,4), con el significado de obstinación, sea en sentido positivo (Jer
15,20), como metáfora de la firmeza. Sobre el brillante esplendor del bronce cfr. Ez 1,7;
Dan 10,6; Ap 1,15.
Charisma (a): Don. En este lugar se trata precisamente de uno de los dones del Espíritu.
[Rom1,11]
Charisma (b): Un don, en el sentido más amplio. [1Cor1,7] [1Cor7,7] [1Cor12,4]
[1Cor12,9] [1Cor12,28] [1Pe4,10] [1Tim4,14] [2Cor1,11] [2Tim1,6] [Rom5,15] [Rom6,23]
[Rom11,29] [Rom12,6]
Ch\u00f4rein: Contener. En un sentido figurado, es lo que se puede captar, comprender y
admitir. [Jn2,6] [Jn8,37] [Mc2,2] [Mt19,11]
Chr\u00e8matistheis: Avisado, o instruido por un oráculo divino. [Mt2,12] [Mt2,22]
Christos: Cristo: esta palabra dice en griego lo mismo que Mesías en hebreo: el que fue
ungido. Aquí estamos en un contexto judío antes de la fe cristiana, y la traducción Mesías
es más indicada. [Mc14,61] [Mc15,32] [Mt16,16] [Mt22,42] [Mt24,5] [Mt26,63] [Mt27,17]
[Jn1,17] [Jn1,25] [Jn3,28] [Jn7,26] [Jn9,22] [Jn10,24] [Jn11,27] [Jn12,34] [Jn17,3]
[Jn20,31] [Lc2,11] [Lc3,15] [Lc4,41] [Lc9,20] [Lc20,41] [Lc22,67] [Lc23,35] [Lc24,26]
[Mc8,29] [Mc12,35] [Mc13,21]
Creación: Todas las cosas "tanto el universo material como el hombre" tienen su origen
en Dios (Gén1,1-2); (Gén1,7); (Gén14,19); (Gén14,22); (Job38,1) - (Job39,1); (Sal8,4-7);
(Sal19,2); (Sal104); (Is37,16); (Sap13,1-5); (He14,15); (He17,24-28); (Rom1,25);
(Rom11,35); (Ap4,11), que lo ha hecho todo bien (Gén1,4); (Gén1,10); (Gén1,12);
(Gén1,18); (Gén1,21); (Gén1,25); (Gén1,31); (1Tim4,4) a partir de la nada (2Mac7,28).
Pero es de advertir que la Biblia llega al Dios creador a través del Dios que elige, salva y
libera a su pueblo (Is42,5-9); (Is43,1-12); (Is44,24-27); (Is45,18-19); (Is48,12-15);
(Is51,4-13). Sólo Dios tiene poder para crear (Jer10,6-16), y lo hace con potencia y
sabiduría inigualables (Is40,21-26); (Am4,3); (Am5,8-9); (Am9,5-6); (Sal104,24);
(Pro3,19-20); (Pro8,22-31). Dios crea y conserva las cosas creadas con amor
(Sap11,24-26). El NT presenta a Dios creando a través de Cristo (Jn1,13); (Col1,15-17);
(Heb1,2-3); (1Cor8,6), y hace también a Cristo artífice de una nueva creación que afecta al
hombre (Rom6,3-11); (2Cor5,17); (Gál6,15); (Col3,9-10) y al universo (2Cor5,18-19);
(Col1,19-20); (2Pe3,13); (Ap21,1-5).
creación: Todas las cosas "tanto el universo material como el hombre" tienen su origen
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en Dios (Gén1,1-2); (Gén1,7); (Gén14,19); (Gén14,22); (Job38,1) - (Job39,1); (Sal8,4-7);
(Sal19,2); (Sal104); (Is37,16); (Sap13,1-5); (He14,15); (He17,24-28); (Rom1,25);
(Rom11,35); (Ap4,11), que lo ha hecho todo bien (Gén1,4); (Gén1,10); (Gén1,12);
(Gén1,18); (Gén1,21); (Gén1,25); (Gén1,31); (1Tim4,4) a partir de la nada (2Mac7,28).
Pero es de advertir que la Biblia llega al Dios creador a través del Dios que elige, salva y
libera a su pueblo (Is42,5-9); (Is43,1-12); (Is44,24-27); (Is45,18-19); (Is48,12-15);
(Is51,4-13). Sólo Dios tiene poder para crear (Jer10,6-16), y lo hace con potencia y
sabiduría inigualables (Is40,21-26); (Am4,3); (Am5,8-9); (Am9,5-6); (Sal104,24);
(Pro3,19-20); (Pro8,22-31). Dios crea y conserva las cosas creadas con amor
(Sap11,24-26). El NT presenta a Dios creando a través de Cristo (Jn1,13); (Col1,15-17);
(Heb1,2-3); (1Cor8,6), y hace también a Cristo artífice de una nueva creación que afecta al
hombre (Rom6,3-11); (2Cor5,17); (Gál6,15); (Col3,9-10) y al universo (2Cor5,18-19);
(Col1,19-20); (2Pe3,13); (Ap21,1-5).
Daimonion: En griego la palabra demonio designaba un espíritu buen o malo. En el
evangelio dicha palabra tiene a menudo el mismo sentido que "espíritu impuro", pero a
menudo también se trata de enfermedades con desórdenes psicológicos, las cuales eran
atribuidas a espíritus. [Jn7,20] [Jn8,48] [Jn10,20] [Lc4,33] [Lc7,33] [Lc8,27] [Lc9,42]
[Lc11,14] [Mc1,34] [Mc3,15] [Mc6,13] [Mc7,26] [Mc16,17] [Mt7,22] [Mt9,33] [Mt11,18]
[Mt12,24] [Mt17,18]
Daniel: (= Dios es mi juez). Tradicionalmente es colocado entre los cuatro profetas
llamados "mayores". es el protagonista del libro homónimo (cfr. 1 Mc 2,60; Mt 24,15),
perteneciente al género apocalíptico, y ambientado en la corte de Babilonia en el tiempo del
destierro. - Personaje famoso por su sabiduría (Ez 14,14.28,3). - Hijo de David, nacido en
Hebrón de Abigaíl (1Crón 3,1). Kileab. - Hijo de Itamar repatriado con Esdras (Esd 8,2).
Tal vez = - Sacerdote, firmó la alianza (Ne 10,7).
David: (= el amado?). Hijo de Jesé (Rut 4,18-19; 1Sam 16,11.19; 20,27.30-31), ungido rey
después de Saúl (1010-970 a.C.; 1Sam 16; 19-27; 1Re 1-2; 1Crón 11-29); venció a Goliat
(1Sam 17); conquistó a Jerusalén hacia el 1000 a.C. (2Sam 5,6-7); el profeta Natán le
anunció una dinastía eterna (2Sam 7,8-16 cfr. Jer 33,15-16), realizada en Jesús, su
descendiente (Mt 1,1.6.17; 22,41-42; Lc 2,11; Gv 7,42; Rom 1,3; 15,12; 2Tim 2,8; Ap 3,7;
5,5; 22,16); pecado de adulterio y arrepentimiento (2Sam 11-12); dramas familiares (2Sam
13-19), y para la sucesión (2Sam 20; 1Re,1-2); su censo (2Sam 24); actividad para la
construcción del templo (1Crón 22-28; cfr. He 7,45); elogiado (Si 45,25; 47,2-3; 48,16);
autor o inspirador de muchos Salmos (Sal 3-4; 6; 7-9; 11-31; 34-41; 51-65; 68-70; 86; 101;
103; 108-110; 122-124; 131-133; 138-145; cfr. He 1,16; 2,25-26; Rom 4,6; Heb 4,7).
Ciudad de David.
Débora: (= abeja). Nodriza de Rebeca (Gén 35,8). - Cuarto juez-salvador de Israel y
profetisa de la tribu de Efraín, guió a Barac contra Yabín y Sísara (Jue 4-5).
Dedicación: (hebreo: hanukkáh; griego: enchenía). Fiesta que recordaba la purificación del
templo por parte de Judas Macabeo después de las profanaciones idolátricas de Antíoco IV
Epífanes (1Mac 1,54; 4,36-61; 2Mac 1,18-36; 2,9-10s; 10,1-2); llamada también fiesta de
las luces; Jesús tomó parte en ella (Gv 10,22; cfr. Gv 12,22). Después de la vuelta del
destierro se celebró la dedicación del templo y de los muros reconstruidos de Jerusalén (Esd
6,16-17; Ne 12,27-28).
dedicación: (hebreo: hanukkáh; griego: enchenía). Fiesta que recordaba la purificación del
templo por parte de Judas Macabeo después de las profanaciones idolátricas de Antíoco IV
Epífanes (1Mac 1,54; 4,36-61; 2Mac 1,18-36; 2,9-10s; 10,1-2); llamada también fiesta de
las luces; Jesús tomó parte en ella (Gv 10,22; cfr. Gv 12,22). Después de la vuelta del
destierro se celebró la dedicación del templo y de los muros reconstruidos de Jerusalén (Esd
6,16-17; Ne 12,27-28).
Deigmatizein: Exponer a la deshonra. [Col2,15] [Mt1,19]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Denarion: El denario. Esta moneda de plata era como el dólar de los romanos y para
muchos trabajadores era el salario del día. [Ap6,6] [Jn6,7] [Jn12,5] [Lc7,41] [Lc20,24]
[Mc6,37] [Mc12,15] [Mt14,5] [Mt18,28] [Mt20,2] [Mt22,19]
Desierto: Tiene en la Biblia una doble significación religiosa a) Tierra estéril, tierra que no
ha bendecido Dios, tierra temible y espantosa (Gén2,5); (Dt1,19); (Is14,23); (Is30,6);
(Sof2,13); (Lc3,14). b) Epoca privilegiada en que Israel nace como pueblo al calor de la
elección divina y en la que, con Dios como guía, alcanza la tierra prometida (Éx3,18);
(Éx5,1); (Éx13,17-21); (Dt8,2); (Dt8,15-18), época de amores e infidelidades (Jer2,2);
(Os2,16-17); (Ez20,10ss); (Sal78,15-17); (Sal78,40); (Sal95,8-10); (Sal106,1). El desierto
se revela así, tanto en el AT como en el NT, como señal de salvación (Is32,15); (Is35,1);
(Is41,18); (Is43,19-20); (Mt4,1); ver (Mt24,26); (Lc1,80); (Lc4,1); (Mc1,12).
Deuteronomio: (Deuteronomio, libro del) Del griego déuteros + nómos, "segunda ley". Es
el quinto libro del Pentateuco. Su estructura se articula sobre tres grandes
discursos-homilías de Moisés al pueblo, para recordarle los acontecimientos pasados, pero
sobre todo para exhortarlo a permanecer siempre fiel al pacto de la alianza con su Dios. La
obra concluye con un apéndice narrativo acerca de los últimos eventos de Moisés. El
Deuteronomio, obra de una escuela teológica de levitas que se había trasladado a Jerusalén
después de la caída del reino separatista de Samaría (722 a.C.), tiende no sólo a la reforma
de las instituciones, cuyo centro ideal es el templo de Jerusalén, sino sobre todo a la
conversión interior (Dt 10,16).
Diakonia: El servicio que uno presta, o el cargo que uno ha recibido; puede referirse a una
ayuda material. Esta palabra vale tanto para un ministro del estado como para un esclavo.
En el N.T. se traduce a menudo por ministerio. [1Cor12,5] [1Cor16,15] [1Tim1,12]
[2Cor3,7] [2Cor3,9] [2Cor4,1] [2Cor5,18] [2Cor8,4] [2Cor9,1] [2Cor9,12] [2Cor11,8]
[2Cor6,3] [2Tim4,11] [Ap2,19] [Col4,17] [Ef4,12] [He1,17] [He1,25] [He6,1] [He6,4]
[He11,29] [He12,25] [He20,24] [He21,19] [Lc6,13] [Lc10,40] [Mt5,43] [Mt6,24] [Mt8,15]
[Rom9,13] [Rom11,13] [Rom12,7] [Rom15,31]
Diakonos: El servidor que cumple su oficio, o el ministro al que se le encargó una misión.
Ambos sentidos se juntan habitualmente en el N.T., pero a menudo prevalece el segundo,
especialmente cuando Pablo haba de sí mismo. En las Cartas la palabra designa a veces el
diácono en el sentido preciso que la Iglesia da a este ministerio. [1Cor3,5] [1Tim3,8]
[1Tim3,12] [1Tim4,6] [2Cor6,4] [2Cor11,23] [Col1,25] [Ef3,7] [Flp1,1] [Gál2,17]
[Jn12,26] [Mc9,35] [Mc10,43] [Mt20,26] [Mt23,11] [Rom13,4] [Rom15,8] [Rom16,1]
Diaspora: Dispersión. La misma Biblia usa esta palabra refiriéndose a la mayoría del
pueblo de Israel que había salido de su tierra y vivía "entre las naciones". Los profetas
soñaban con la congregación de esa inmensa diáspora en el día de Yavé. En las Cartas más
tardías la diáspora designa a las comunidades cristianas del imperio romano. [1Pe1,1]
[Jn7,35] [Sant1,1]
Diáspora (1): Estas palabras tienen un primer sentido positivo, en cuanto que Dios quiere
que los hombres se multipliquen y pueblen la tierra (Gén1,28); (Gén9,1). Tienen un
segundo sentido negativo, en cuanto castigo de un pecado de soberbia y señal de la división
entre los hombres (Gén11,7-9). Y tienen, sobre todo, un sentido técnico para referirse a los
israelitas dispersos por el mundo a raíz de la caída de los reinos de Israel y de Judá
(2Re17,6-12); ver (Dt28,64-68); (Ez22,15-16). Con el nuevo pueblo de Dios, la dispersión
recupera su valor positivo original: los discípulos de Jesús se desparraman por todo el
mundo para anunciar el evangelio (Mc16,15); (He1,8); (Sant1,1); (1Pe1,1); ver (Jn11,52) y
(He2,1-11).
Diatassein: Establecer. Es siempre un acto de la autoridad que dispone, ordena y nombra
para un puesto. [1Cor7,19] [1Cor9,14] [1Cor11,34] [1Cor16,1] [Gál3,19] [He23,31]
[Lc3,13] [Lc8,55] [Lc17,9] [Lc17,10] [Mt11,1] [Tit1,5]
Diath\u00e8k\u00e8: Testamento, o cualquier arreglo legal entre dos partes. La Biblia
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Introducción a los Libros Bíblicos
griega escogió este vocablo para traducir la Alianza establecida entre Dios y su pueblo, y
esta es su traducción más habitual. De ahí viene que hablamos indiferentemente de
Testamento o de Alianza. Pero en el caso presente, es claro que se trata de un testamento.
[Gál3,15] [Gál3,171] [Heb9,15] [Heb9,16]
Didaskalia: La enseñanza. Palabra del vocabulario de la Iglesia apostólica. Pasará a
designar la enseñanza de la catequesis tradicional de la Iglesia. [1Tim1,10] [1Tim4,1]
[1Tim4,6] [1Tim5,17] [1Tim6,1] [2Tim3,10] [2Tim4,3] [Rom12,7] [Tit2,1] [Tit2,7]
[Tit2,10]
Didaskalos: Maestro. La figura del maestro cristiano se esbozó a partir de la del maestro de
la Ley en Israel. En las Cartas la palabra se refiere siempre a un maestro en religión. Se
refiere a personas que recibieron un cargo oficial muy parecido al de nuestros catequistas.
[1Cor12,28] [1Tim2,7] [2Tim4,3] [Ef4,11] [He13,1] [Heb5,12] [Sant3,1]
Didrachma: La doble dracma. Esa era la moneda, y esta era la tarifa que todo israelita
pagaba anualmente para el Templo. La tasa era igual para ricos y pobres, recordando así
su igualdad ante Dios. [Mt17,24]
Dikaio\u00f4 (a): Este verbo que significa justificar ha recibido un sentido muy preciso en
las cartas de Pablo: Dios justifica, o sea, pone en la verdad la persona humana y la hace
justa a sus ojos. Esta re-ordenación es nada menos que una divinización. [1Cor6,11]
[Gál2,16] [Gál3,8] [Gál3,11] [Gál3,24] [Gál5,4] [He13,38] [He13,39] [Rom2,13]
[Rom3,20] [Rom3,28] [Rom4,2] [Rom4,4] [Rom5,1] [Rom5,9] [Rom6,7] [Rom8,30]
[Sant2,21] [Sant2,23] [Sant2,24] [Tit3,7]
Dikaio\u00f4 (b): Este verbo significa primeramente: justificar, justificarse, hacerle justicia
a alguien, darse apariencia de justo. [1Cor4,4] [1Cor7,37] [1Cor8,9] [1Cor9,4] [1Cor9,5]
[1Cor9,9] [1Cor9,12] [1Cor9,18] [1Tim3,16] [Lc7,29] [Lc7,35] [Lc10,29] [Lc16,15]
[Lc18,14] [Mt11,19] [Mt12,37] [Rom1,17]
Dikaios: Justo. En términos generales esta apelación se refiere a la persona que vive según
el orden establecido por Dios y cumple sus leyes. El Nuevo Testamento insiste en que uno
pasa a ser justo a los ojos de Dios al ser perdonado y santificado por él. Pero, en la vida
diaria, esta palabra significa sencillamente que una persona es derecha y actúa bien. [Lc1,6]
[Mt1,19] [Mt5,45] [Mt9,13] [Mt13,49] [Mt27,19]
Dikaiosun\u00e8 (a): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la perfecta justicia que está en Dios. [Rom3,5]
Dikaiosun\u00e8 (b): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la justificación en el preciso sentido que Pablo le ha dado: es el proceso por el cual
Dios restablece el orden en la persona humana y la hace justa, es decir, derecha y auténtica,
tal como Dios la quiere. [Flp3,9] [Gál2,21] [Gál3,6] [Gál3,21] [Gál5,5] [Rom4,11]
[Rom4,22] [Rom5,17] [Rom5,21] [Rom8,10] [Rom10,3] [Rom10,4] [Rom10,10]
[Sant1,20] [Sant2,23]
Dikaiosun\u00e8 (c) : Este término que significa tanto justicia como justificación es tomado
aquí en el sentido más amplio: lo que es bueno. [1Jn2,29] [1Jn3,10] [1Pe2,24] [1Pe3,14]
[2Cor11,15] [He10,35] [Mt6,1] [Mt6,33] [Rom10,3]
Dikaiosun\u00e8 (d): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a una vida derecha. [1Cor1,30] [1Tim6,11] [2Cor3,9] [2Cor9,9] [2Pe1,1] [Ap22,11]
[Ef4,24] [Ef5,9] [Heb11,7] [Heb12,11] [Mt5,10] [Mt5,20] [Rom14,17]
Dikaiosun\u00e8 (e): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la vida que es buena y derecha ante Dios. [2Cor5,21] [2Cor6,7] [2Cor6,14]
[2Tim3,16] [2Tim4,8] [Ef6,14] [Flp1,11] [Flp1,11] [Flp3,6] [Heb5,13] [Mt5,6] [Mt21,32]
[Rom4,3] [Rom6,16] [Rom6,18] [Rom6,20] [Rom9,30]
Dikaiosun\u00e8 (f): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a al orden justo según el plan de Dios. [Mt3,15]
Dikaiosun\u00e8 (g): Este término que significa tanto justicia como justificación designa
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# Página 140
Introducción a los Libros Bíblicos
aquí la forma en que Dios nos viene justificando. [Rom3,21] [Rom3,22] [Rom3,25]
[Rom3,26]
Dikaioun y Agiazein: Aquí vienen juntos santificar y justificar. Esas no son dos acciones
diferentes, sino dos aspectos de una misma realidad: restauración interior y consagración a
Dios. [1Cor6,11] [Ap22,11]
Dios: Es la realidad primera y definitiva, cuya existencia se impone en la Biblia sin
necesidad de explicación o demostración alguna. Es "el primero y el último" (Is41,4);
(Is44,6); (Is48,12); ver (Ap1,8). El mundo entero es "creación" suya (Gén1,1); (Jn1,1). Lo
llena y lo conoce absolutamente todo, y nada ni nadie puede esconderse a su presencia
(Gén3,10); (Sal139,1-16). Además del nombre Elohím (plural irregular de Él y que designa
toda la intensidad del ser divino) recibe también en la Biblia los nombres de El-Elyon
(Gén14,22), El-Roi (Gén16,13), El-Sadday (Gén17,1); (Gén35,11), El-Olam (Gén21,33),
El-Betel (Gén35,7). Pero, sobre todo, se revela a su pueblo bajo el nombre de Yavé
(Éx3,13-15). Con este nombre, a la vez misterioso, temible y bienhechor (Éx33,18-22);
(Éx34,1-7), se revela como "viviente" (Dt5,26); (Jos3,10); (Jer10,10); (Dan6,21), como
"santo" (Lev20,30); (Is6,3); (Os11,9); (Am2,7); (Am4,2), como "celoso" (Éx20,5);
(Éx32,12); (Is48,11); (Ez36,22), como "único" (Éx20,3); (Is43,10-12); (Jer2,11-13), como
"el absolutamente distinto" (Núm23,19); (Is40,25); (Os11,9), soberanamente encumbrado
sobre las cosas y los hombres (Gén1,1ss), (Gén11,5-7) y a la vez cercano y solícito
(Gén2,7); (Gén3,8); (Gén3,21); (Gén7,16); (Is49,15); (Os11,1), presente en la tormenta
(Éx19,18-19); (Sal29,1) y en la brisa (1Re19,12). Sin embargo, la revelación plena y
definitiva del misterio de Dios se realiza y ofrece en la persona y en la vida de Cristo
(Miq11,27); (Jn1,18); (Ef2,18); (Ef3,12); (Col1,26-27); (Col2,2). Conocer a Cristo es
conocer a Dios (Jn14,7-10); (Jn17,3); (Jn17,26), que precisamente a través de Cristo, el
Hijo, se nos manifiesta como Padre (Rom15,6); (2Cor11,31); (Ef1,3); (Mt6,1-18);
(Mt6,26); (Mt6,32); (Gál4,6), como Espíritu (Mc1,10); (Lc10,21-22); (Jn4,24), como amor
(Jn3,16); (Jn5,20); (Jn10,17); (1Jn4,816); (Rom5,8-10); (Rom8,31-32); (Tit3,4), como
salvación (Mt1,21); (Lc1,47); (Lc1,68-77); (Lc2,11); (He4,12); (He13,26); (He15,11);
(1Tim1,1); (1Tim2,3); (1Tim4,10); (Tit1,3); (Tit2,10); (Tit3,4).
Dokimazein: Poner a prueba, o también: probar y experimentar, o también: escoger para sí.
[1Cor3,13] [1Cor11,28] [1Cor16,3] [1Jn4,1] [1Pe1,7] [1Tes2,4] [1Tes5,21] [1Tim3,10]
[2Cor8,8] [2Cor8,22] [2Cor13,5] [Ef5,10] [Flp1,10] [Gál6,4] [Lc12,56] [Rom1,28]
[Rom2,18] [Rom12,2] [Rom14,22]
Doxa: La gloria. Puede ser la fama o el esplendor; puede ser la riqueza y el lujo. En el N.T.
designa a menudo la Gloria de Dios, es decir, toda su riqueza en su eternidad, aquello
mismo que somos lamados a compartir. [1Cor2,7] [1Tes2,12] [2Cor3,18] [2Cor4,4]
[2Pe1,3] [Col1,27] [Mt4,8] [Mt6,29] [Rom4,20] [Rom6,4] [Rom8,18] [Rom9,23]
Doxazein: Glorificar. Es la acción de Dios que nos prepara para entrar en su Gloria, o sea,
para compartir todo lo que es él en su eternidad. [Mt5,16] [Mt6,2] [Mt9,8] [Mt15 ,31]
Drachma: La dracma, el denario de los griegos = una jornada de trabajo. [Lc15,8]
Dunamei k. Exousia: Con poder y autoridad: el poder de los milagros y la autoridad para
enseñar y echar a los demonios. [Lc9,1]
Dunameis: Los poderes. Esta expresión designa a menudo a los milagros. [1Cor12,10]
[1Cor12,28] [2Cor12,12] [Gál3,5] [He2,2] [He8,13] [He19,1] [Heb2,4] [Lc19,37] [Mc6,2]
[Mc6,14] [Mt7,22] [Mt13,58]
Echein...ouk euchein: Tener... no tener... esta expresión debe entenderse a partir del árbol
que tiene o no tiene frutos. [Lc8,18] [Mc4,25] [Mt13,12] [Mt25,29]
Echtroi: Enemigos. En este lugar significa: en el campo opuesto. [Col1,21] [Rom5,10]
[Rom5,10] [Rom11,28]
Egeirein: Despertar. Es una de las palabras más usadas en el N.T. para decir: resucitar.
[Jn5,21] [Jn12,1] [Jn21,14] [Lc7,22] [Lc8,54] [Lc9,22] [Lc11,31] [Lc20,37] [Lc24,6]
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# Página 141
Introducción a los Libros Bíblicos
[Mt1,24] [Mt2,13] [Mt2,14] [Mt2,20] [Mt2,21] [Mt8,25] [Mt8,26] [Mt9,6] [Mt9,7]
[Mt9,19] [Mt9,25] [Mt10,8] [Mt12,42]
Egersis: El despertar. Una de las palabras que se usan para decir: resurrección. [Mt27,53]
Eidolothuton: Sacrificado a los ídolos. Con este término se entienden las carnes
procedentes de los sacrificios de animales en templos y lugares sagrados de los griegos.
[1Cor8,1] [1Cor8,7] [1Cor10,19] [Ap2,14] [Ap2,20] [He15,29] [He21,25]
Eir\u00e8nopoios: Artesano de la paz. [Mt5,9]
Eis Christon: Para Cristo, o sea: para integrarnos a Cristo. [2Cor1,21] [Gál3,24] [He24,14]
[Rom16,5]
Eis s\u00f4t\u00e8rian: Con miras a la salvación: para ser salvado. [1Pe1,5] [1Pe2,2]
[2Cor7,10] [2Tes2,13] [2Tim3,15] [Flp1,19] [He13,47] [Heb9,28] [Heb11,7] [Rom1,16]
[Rom10,1] [Rom10,10]
Ekatontarxh\u00e8s: Jefe de cien. El oficial romano conocido habitualmente bajo el nombre
de centurión. [He10,1] [He10,22] [He21,32] [He22,25] [He23,17] [He27,1] [Lc7,2]
[Lc23,47] [Mt8,5] [Mt27,54]
Ekkl\u00e8sia: La asamblea de los que Dios ha convocado: se trata habitualmente de la
comunidad cristiana, la Iglesia, pero no es siempre el caso. [1Cor11,18] [1Cor14,19]
[1Cor14,28] [1Cor14,33] [1Cor14,34] [1Cor14,35] [1Tim3,5] [He7,38] [Heb2,12]
[Heb12,23] [Mt18,17]
Eklogu\u00e8: Lo escogido. Aquellos que Dios ha llamado a la fe. [1Tes1,4] [2Pe1,10]
[He9,15] [Rom9,11] [Rom11,5] [Rom11,28]
Ekpeirazein: Poner a prueba, o desafiar, o tentar. [1Cor10,9] [Lc4,12] [Lc10,25] [Mt4,7]
Ekt\u00e8 \u00f4ra: La sexta hora del día, o sea, alrededor del mediodía. [He10,9] [Jn4,6]
Ekt\u00e8...enat\u00e8: La sexta... la novena hora : alrededor del mediodía... como a las
tres. [Lc23,44] [Mc15,33] [Mt20,5] [Mt27,45]
Ele\u00e8mosyn\u00e8: La limosna. Hacer la limosna es uno de los deberes religiosos: ver
el libro de Tobías. [Mt6,2] [Mt6,3]
Elías: (= Yavé es mi Dios). Profeta no escritor, originario di Tisbé de Galaad, actuó en
tiempos de Ajab de Israel en el s. IX a.C. (1Re 17-2Re 2); se opuso a la idolatría de la casa
real (1Re 18,17-40; cfr. 2Crón 21,12), y a sus prepotencias (1Re 21); hizo milagros (1Re
17,7-24; 18,41-42; cfr. Lc 4,25-26); desapareció de modo misterioso (2Re 2,1-15); elogiado
(Si 48,1-11); considerado precursor del Mesías, es identificado con Juan Bautista (Mal
3,23-24; Mt 11,14; 16,14; 17,10-11; 27,47-48; Mc 6,15; 8,28; Lc 1,17; 4,25-26; 9,19-20;
Gv 1,21-22; cfr. Rom 11,2); es transfigurado con Jesús (Mt 17,3-8; Mc 9,4-5; Lc 9,30);
intercede con la oración (Sant 5,17-18). - Hijo di Yeroján, descendiente de Benjamín
(1Crón 8,27). - Hijo de Jarín, repudió a la mujer extranjera (Esd 10,21). - Del clan de
Elán, repudió a la mujer extranjera (Esd 10,26). - Antepasado de Judit (Jdt 8,1).
Eliseo: (= Dios ha salvado). Profeta no escritor de Abel Mejolá del s. IX a.C. (1Re
19,16-17), discípulo de Elías; vio cómo era arrebatado al cielo (2Re 2,1-15; Si 48,12); hizo
milagros (2Re 4-8; cfr. Lc 4,27); salvó a Samaría del asedio (2Re 7); predijo el reino di
Jazael (2Re 8,7-15); ungió rey a Jehú (2Re 9,1-10); muerte (2Re 13,14-20).
Enat\u00e8 \u00f4ra: La novena de las doce horas del día: como a las tres de la tarde.
[He3,1] [He10,3]
Encinar: - de los adivinos o de los maghi. Localidad o árbol sagrado próximo a Siquén (Jue
9,37). Quizá = encina de Moré (Dt 11,30). - de la estela. Referencia próxima a Siquén (Jue
9,6). - del llanto. Localidad próxima a Betel (Gén 35,8). Quizá = Boquim.
encinar: - de los adivinos o de los maghi. Localidad o árbol sagrado próximo a Siquén (Jue
9,37). Quizá = encina de Moré (Dt 11,30). - de la estela. Referencia próxima a Siquén (Jue
9,6). - del llanto. Localidad próxima a Betel (Gén 35,8). Quizá = Boquim.
\u00c8ngiken: Ha pasado a ser muy cercano. Jesús lo dice del Reino. [Lc10,9] [Lc21,8]
[Mc1,15] [Mt3,2] [Mt4,17]
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# Página 142
Introducción a los Libros Bíblicos
Entellein: Dar una orden o establecer una ley. Siempre es un acto de autoridad. [He1,2]
[He13,47] [Heb9,20] [Heb11,22] [Jn14,31] [Jn15,14] [Jn15,17] [Lc4,10] [Mc13,34]
[Mt4,6] [Mt17,9] [Mt19,7] [Mt28,20]
Entol\u00e8: Mandamiento. [Mt5,19]
Epangelia (a): Aquí leemos la promesa sin más: ésa es el don del Espíritu. [He2,33]
Epangelia (b): Esta es a veces una aprobación, pero más habitualmente una promesa. En el
N.T. es a menudo la cosa prometida. La promesa sin más es el don del Espíritu. [1Jn2,25]
[2Pe3,9] [2Tim1,1] [Ef1,13] [Ef2,12] [Ef3,6] [Gál3,14] [Gál3,29] [Gál4,23] [He1,4]
[He2,39] [He7,17] [He13,32] [Heb4,1] [Heb6,15] [Heb9,15] [Heb10,36] [Heb11,9]
[Heb11,39] [Lc24,49] [Rom4,13] [Rom4,20] [Rom9,8]
Epieik\u00e8s: Abierto, acogedor, de relaciones fáciles. [1Pe2,18] [1Tim3,3] [Flp4,5]
[Tit3,2]
Episkopos: Supervisor, el que vigila y controla lo hecho: de ahí viene la palabra obispo.
[1Pe2,25] [1Tim3,2] [Flp1,1] [He20,28] [Tit1,7]
Epithesis t. Cheir\u00f4n: Imposición de las manos. [1Tim4,14] [2Tim1,6] [He8,18]
[Heb6,2]
Epitithesthai t.cheiras: Imponer las manos. Ese es el gesto que transmite la autoridad, o bien
la fuerza del Espíritu [Núm27,23] [He6,6] [He8,17] [He9,12] [He9,17] [He13,13] [He19,6]
[He28,8] [Lc13,13] [Mc5,23] [Mc6,5] [Mc7,32] [Mc8,23] [Mt9,18] [Mt19,15]
Epouranios: Supercelestial: aquellas cosas que se ubican cerca de Dios, por encima de la
bóveda celeste: son pues realidades sobrenaturales, estables y eternas. [1Cor15,40]
[1Cor15,48] [2Tim4,18] [Ef1,3] [Ef1,20] [Ef3,10] [Ef6,12] [Heb3,1] [Heb6,4] [Heb8,5]
[Heb9,23] [Heb12,22] [Jn3,12]
Eschatos: Ultimo. Este término se refiere a menudo a lo que será al fin de los tiempos,
cuando Dios juzgue al mundo: último día y últimos tiempos. [1Cor15,42] [1Jn2,18]
[1Pe1,5] [1Pe1,20] [1Pe2,20] [2Pe3,3] [2Tim3,1] [He2,17] [Heb1,2] [Jn6,39] [Jn6,44]
[Jn6,54] [Jn11,24] [Jn12,48] [Jds 1,18] [Sant5,3]
Escorpiones: Pendiente situada en el confín meridional de Israel (Núm 34,4; Jos 15,3; Jue
1,36).
escorpiones: Pendiente situada en el confín meridional de Israel (Núm 34,4; Jos 15,3; Jue
1,36).
Esdras: - Sacerdote y escriba protagonista con Nehemías de la reconstrucción material y
religiosa después del exilio, hacia el 450 a.C. (cfr. Esd; Ne); promulgó la ley y renovó la
alianza (Ne 8; 10); instituyó la fiesta de las Cabañas (Esd 3; Ne 8,13); dedicó las murallas
reconstruidas (Ne 12,36); reformó la legislación matrimonial (Esd 10). - Sacerdote
repatriado con el sumo sacerdote Josué (Ne 12,1.13). - Sacerdote trompetero en la
dedicación de las murallas (Ne 12,33).
Esdrás: - Sacerdote y escriba protagonista con Nehemías de la reconstrucción material y
religiosa después del exilio, hacia el 450 a.C. (cfr. Esd; Ne); promulgó la ley y renovó la
alianza (Ne 8; 10); instituyó la fiesta de las Cabañas (Esd 3; Ne 8,13); dedicó las murallas
reconstruidas (Ne 12,36); reformó la legislación matrimonial (Esd 10). - Sacerdote
repatriado con el sumo sacerdote Josué (Ne 12,1.13). - Sacerdote trompetero en la
dedicación de las murallas (Ne 12,33).
Espíritu: Espíritu de Dios: La palabra "espíritu" designa en la Biblia diversas realidades. A
veces tiene el significado de soplo, viento (Éx14,21); (Éx18,45); (Éx19,12); (Ez13,13);
(Ez27,26); ver (Jn3,8); (2Tes2,8). Otras veces designa el aliento de vida que Dios infunde
en el hombre (Gén2,7); (Gén6,3); (Job33,4); (Job34,14-15); (Qo12,7); (Sap15,11);
(Sal31,6); ver (Mt28,50); (Lc23,46). Esta última acepción va tomando densidad con el paso
del tiempo, y en el NT el término "espíritu" evoca ya la dimensión supramaterial del ser
humano (Mt5,3); (Mt26,41); (Mc2,8); (Mc8,12); (He7,59); (1Cor5,3); (2Cor2,13);
(Col2,5). Pero, sobre todo, con el término Espíritu la Biblia alude a una realidad divina que
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Introducción a los Libros Bíblicos
el AT describe como fuerza, poder, sabiduría, santidad, y que en última instancia se
identifica con la misma esencia divina (Gén1,2); (Núm11,29); (Jue3,10); (Jue6,34);
(Jue11,29); (Jue13,25); (Jue14,6); (1Sam10,6); (1Sam16,13); (Is11,2); (Is42,1); (Is61,1);
(Ez3,12); (Ez3,24); (Ez8,3); (Ez36,26-27); (Ez39,29); (Jl3,1-2); (Zac12,10); (Sal51,12-13).
El NT profundiza estos datos y nos revela que se trata de una persona dentro de la Trinidad
divina, persona que recibe con frecuencia el nombre de Espíritu Santo (Mt1,18); (Mt1,20);
(Mt3,11) par; (Lc1,15); (Lc1,35); (Lc1,41); (Lc2,25); (Lc4,14); (Lc11,13); (Jn1,33);
(Jn20,22); (He1,5); (He1,16); (He2,4); (He2,33); (He2,38); (He4,8); etcétera; (Rom5,5);
(Rom9,1); (Rom14,17); (Heb2,4); (2Pe1,21); etc., de Espíritu de Dios (Mt12,28) "ver
(Lc4,18)"; (Rom8,14); (1Cor2,11-12); (1Cor3,16) "ver (Ef4,30)"; (Flp3,3); (1Pe4,14);
(1Jn4,2), de Espíritu de Cristo, de Jesús, del Señor (He8,39); (He16,7); (Flp1,19);
(Rom8,9); (Rom8,11) o simplemente de Espíritu, sin más (Mt4,1) par; (Jn1,32-33);
(Jn3,5-8); (Jn7,39); (Rom2,9); (Rom7,6); (Rom8,4-6); (Rom8,9); (Rom8,13-16);
(Rom15,30); etc. El NT, a su vez, "atribuye" a esta persona divina una comunicación
multiforme de sus dones y potencialidades a la Iglesia cristiana y a sus miembros (Jn14,26);
(Jn16,13-15); (Jn20,22-23); (1Jn2,27); (He4,8); (He6,3); (He6,10); (He7,55); (He9,17);
(He11,24); (He21,4); (Rom5,5); (Rom8,15-16); (Rom8,23); (Rom8,26); (Gál4,6);
(1Cor2,10-12); (1Cor12,1-11); (1Cor14, 15); (2Cor1,22); (2Cor5,5); (Ef1,13); (Ef4,30). Es
importante que el cristiano sepa distinguir cuáles son las auténticas manifestaciones del
Espíritu (1Jn4,1); (1Cor12,1-3); (1Cor12,7); (1Cor12,10) y que los responsables de la
comunidad no obstaculicen la acción del Espíritu (1Tes5,19).
espíritu: Espíritu de Dios: La palabra "espíritu" designa en la Biblia diversas realidades. A
veces tiene el significado de soplo, viento (Éx14,21); (Éx18,45); (Éx19,12); (Ez13,13);
(Ez27,26); ver (Jn3,8); (2Tes2,8). Otras veces designa el aliento de vida que Dios infunde
en el hombre (Gén2,7); (Gén6,3); (Job33,4); (Job34,14-15); (Qo12,7); (Sap15,11);
(Sal31,6); ver (Mt28,50); (Lc23,46). Esta última acepción va tomando densidad con el paso
del tiempo, y en el NT el término "espíritu" evoca ya la dimensión supramaterial del ser
humano (Mt5,3); (Mt26,41); (Mc2,8); (Mc8,12); (He7,59); (1Cor5,3); (2Cor2,13);
(Col2,5). Pero, sobre todo, con el término Espíritu la Biblia alude a una realidad divina que
el AT describe como fuerza, poder, sabiduría, santidad, y que en última instancia se
identifica con la misma esencia divina (Gén1,2); (Núm11,29); (Jue3,10); (Jue6,34);
(Jue11,29); (Jue13,25); (Jue14,6); (1Sam10,6); (1Sam16,13); (Is11,2); (Is42,1); (Is61,1);
(Ez3,12); (Ez3,24); (Ez8,3); (Ez36,26-27); (Ez39,29); (Jl3,1-2); (Zac12,10); (Sal51,12-13).
El NT profundiza estos datos y nos revela que se trata de una persona dentro de la Trinidad
divina, persona que recibe con frecuencia el nombre de Espíritu Santo (Mt1,18); (Mt1,20);
(Mt3,11) par; (Lc1,15); (Lc1,35); (Lc1,41); (Lc2,25); (Lc4,14); (Lc11,13); (Jn1,33);
(Jn20,22); (He1,5); (He1,16); (He2,4); (He2,33); (He2,38); (He4,8); etcétera; (Rom5,5);
(Rom9,1); (Rom14,17); (Heb2,4); (2Pe1,21); etc., de Espíritu de Dios (Mt12,28) "ver
(Lc4,18)"; (Rom8,14); (1Cor2,11-12); (1Cor3,16) "ver (Ef4,30)"; (Flp3,3); (1Pe4,14);
(1Jn4,2), de Espíritu de Cristo, de Jesús, del Señor (He8,39); (He16,7); (Flp1,19);
(Rom8,9); (Rom8,11) o simplemente de Espíritu, sin más (Mt4,1) par; (Jn1,32-33);
(Jn3,5-8); (Jn7,39); (Rom2,9); (Rom7,6); (Rom8,4-6); (Rom8,9); (Rom8,13-16);
(Rom15,30); etc. El NT, a su vez, "atribuye" a esta persona divina una comunicación
multiforme de sus dones y potencialidades a la Iglesia cristiana y a sus miembros (Jn14,26);
(Jn16,13-15); (Jn20,22-23); (1Jn2,27); (He4,8); (He6,3); (He6,10); (He7,55); (He9,17);
(He11,24); (He21,4); (Rom5,5); (Rom8,15-16); (Rom8,23); (Rom8,26); (Gál4,6);
(1Cor2,10-12); (1Cor12,1-11); (1Cor14, 15); (2Cor1,22); (2Cor5,5); (Ef1,13); (Ef4,30). Es
importante que el cristiano sepa distinguir cuáles son las auténticas manifestaciones del
Espíritu (1Jn4,1); (1Cor12,1-3); (1Cor12,7); (1Cor12,10) y que los responsables de la
comunidad no obstaculicen la acción del Espíritu (1Tes5,19).
Esposo. Esposa: Para lo referente al contenido antropológico de estos vocablos en la Biblia.
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Introducción a los Libros Bíblicos
Ahora interesa subrayar el valor religioso que estos términos tienen en la Biblia en cuanto
se aplican a Dios y a Israel, respectivamente. Para los profetas bíblicos la elección-alianza
entre Dios e Israel comporta una unión tan íntima y profunda, que para expresarla no
encuentran otra imagen mejor que la del matrimonio. Dios es el esposo siempre fiel
(Is54,5-8); (Is61,10); (Is62,4-5); (Jer31,2-4); (Ez16,6-14); (Ez16,60); (Os2,21-22); ver
(Cant1,15); (Cant4,1-15); (Cant5,1); (Cant6,4-12); (Cant7,1-10); (Cant8,6-7), e Israel es la
esposa amada y amante (Jer2,2); (Os2,16-18), pero con frecuencia infiel (Jer11,15);
(Ez16,15-34); (Os2,4-7). El amor del esposo triunfará finalmente, y Dios por medio de
Jesucristo protagonizará unos nuevos esponsales con su nuevo pueblo (Mt9,15) par;
(Mt25,1-13); (Jn3,29); (2Cor11,2); (Ap19,7-9); (Ap21,2); (Ap21,9).
Eternidad. Eterno: La eternidad es el tiempo de Dios, o mejor la carencia de tiempo en
Dios. La Biblia habla de un "Dios antiquísimo" (Gén21,33) que dura por siempre y para
siempre, sin principio ni fin (Éx15,18); (Is9,6); (Is40,28); (Is41,4); (Is48,12); (Sal90,2);
(Sal90,4); (Sal102,25-28); (Ap1,8); (Ap21,6). Cosas y personas participan a veces
análogamente de la eternidad de Dios (1Sam 7,12-16); (Sal110,4); (Lc1,32); (Lc1,70);
(Lc16,9); (2Cor4,18).
Ester: Protagonista del libro homónimo, hija de Abijail (Est 2,15); reina de Persia favorita
del rey Asuero (Est 2,8.15-16), salvó a los hebreos amenazados de muerte (Est 5-8); el
hecho es recordado en la fiesta de Purim (Est 9,18-19).
Esthiein ton arton: Comer el pan. Esta expresión significa tener una comida. [Jn6,23]
[Lc7,33] [Lc14,1] [Lc14,15] [Mc7,2]
Eterodidaskalein: Enseñar en forma diferente. Ese es uno de los temores de la Iglesia, que
los maestros se aparten de la doctrina recibida, la cual quiere ser el eco de la tradición
apostólica. [1Tim1,3] [1Tim6,3]
Ethn\u00e8: Las naciones. Con este término la Biblia se refiere habitualmente a los pueblos
extranjeros. En el N.T. significa lo más de las veces: los no-judíos, los paganos. [1Cor1,23]
[1Pe4,3] [1Tes2,16] [Ef3,1] [Gál2,12] [Gál3,8] [He10,45] [He11,11] [He11,18] [He13,48]
[He14,5] [He15,3] [He18,6] [He21,25] [Mt10,5] [Rom11,13] [Rom15,9] [Rom15,27] 2Pe
1,14]
Ethnikos: Lo que es propio de no-judíos, su modo de vivir. [3Jn1,17] [Mt5,17] [Mt6,7]
[Mt18,17]
Eucharistein: Dar gracias. Esta palabra significa a menudo: celebrar la eucaristía, en el
mundo griego. [1Cor10,30] [1Cor11,24] [Jn6,11] [Jn6,23] [Lc17,16] [Lc22,17] [Lc22,19]
[Mc8,6] [Mc14,23] [Mt15,36] [Mt27,27] [Rom14,6]
Eudokein: Complacerse en. Para quien piensa en hebreo, es habitualmente considerar
bueno, preferir; en griego es más a menudo complacerse en. [1Cor1,21] [1Cor10,5]
[Col1,19] [Gál1,15] [Heb10,8] [Lc12,32] [Mc1,11] [Mt3,17] [Mt12,18]
Eulogein: Bendecir. No se trata de bendecir algo sino de bendecir a Dios por sus dones.
Esta expresión es característica de la eucaristía en el mundo judío. [1Cor16,16] [Lc2,28]
[Lc24,30] [Mc8,7] [Mt14,19] [Mt26,26]
Eulogia: Bendición, con todos los sentidos de esta palabra en castellano. [1Cor10,16]
[1Pe3,9] [2Cor9,5] [Ap5,12] [Ef1,3] [Gál3,14] [Heb6,7] [Heb12,7] [Rom15,29]
[Rom16,18]
Eusebeia: Piedad. Esta palabra se encuentra más que todo en las cartas tardías. Allí puede
significar también: la religión, la bondad. [1Tim2,2] [1Tim3,16] [1Tim4,7] [1Tim6,3]
[1Tim6,6] [1Tim6,11] [2Pe1,3] [2Pe1,6] [2Tim3,5] [He3,12] [Tit1,1]
Euthus: Inmediatamente. Marcos más que cualquier otro usa esta palabra, pero dándole
habitualmente el sentido de: después, más tarde. [Mc1,10] [Mc1,18] [Mc1,21] [Mc1,23]
[Mc3,6] [Mc8,10] [Mc14,72] [Mc15,1] [Mt3,16]
Evangelizein: Dar la buena nueva, o bien buenas noticias. En los Hechos y las Cartas,
significa habitualmente evangelizar. [1Cor1,17] [1Cor9,16] [1Cor15,1] [1Pe1,12] [1Pe1,25]
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# Página 145
Introducción a los Libros Bíblicos
[1Pe4,6] [1Tes3,6] [2Cor10,16] [2Cor11,7] [Ap10,7] [Ap14,6] [Ef2,17] [Ef3,8] [Gál1,8]
[Gál1,16] [Gál1,23] [He5,42] [He8,4] [He8,25] [He8,35] [He10,36] [He11,20] [He13,32]
[He14,7] [He14,15] [He16,10] [He17,18] [Heb4,2] [Heb4,6] [Lc1,19] [Lc2,10] [Lc3,18]
[Lc4,18] [Lc4,43] [Lc7,22] [Lc8,1] [Lc9,6] [Lc16,16] [Lc20,1] [Mt11,5] [Rom1,15]
[Rom10,15]
Exagorazein t. kairon: Rescatar el tiempo. No dejar estéril el momento presente ni dejar que
se nos escapen las ocasiones. [Col3,5] [Ef5,16]
Exestin: Es permitido. Una palabra importante para quien busca antes que nada observar la
ley: ¿será permitido o prohibido? [1Cor6,12] [He16,21] [Jn5,10] [Lc6,2] [Lc6,9] [Lc14,3]
[Lc20,22] [Mc2,24] [Mc3,4] [Mc6,18] [Mc10,2] [Mc12,14] [Mt12,2] [Mt12,10] [Mt14,4]
[Mt19,3] [Mt20,15] [Mt22,17] [Mt27,6]
Exodo: Con esta palabra, que significa "camino de salida", se evoca el acontecimiento tal
vez más importante en la historia de Israel, un grupo de israelitas acaudillados por Moisés
se liberan de la opresión egipcia, atraviesan la zona de marismas del mar Rojo, cruzan el
desierto del Sinaí, donde concluyen un pacto con Yavé, su Dios, y llegan a Palestina, la
tierra de la promesa (Éx1,1) - (Éx20,1); (Éx32,1) - (Éx34,1); (Núm11,1) - (Núm14,1);
(Núm33,1); (Dt1,1) - (Dt11,1). Este acontecimiento se convierte en tipo y prenda de toda
liberación efectuada por Dios en favor de su pueblo. Primero en favor del pueblo judío
(Is10,25-27); (Jer16,14-15); (Miq7,14-15), especialmente con ocasión del retorno del
destierro babilónico, descrito como un nuevo y maravilloso "éxodo" (Is35,3-10);
(Is40,1-11); (Is42,7-16). Después en favor del pueblo cristiano, a través de la acción
liberadora de Cristo (Jn1,29); (Jn8,34-36); (1Pe1,18-21), cuya vida y muerte es descrita
como un éxodo hacia el Padre (Jn3,14-17); (Jn13,1); (1Cor5,7); (1Cor10,1-6).
Exomologoumai: Confesar, reconocer, a veces proclamar la fe. [Flp2,11] [He19,18]
[Lc10,21] [Mt3,6] [Mt11,25] [Rom14,11] [Rom15,9]
Exousia (a): Autoridad. Significa que uno tiene el poder, o la autoridad, o la capacidad.
[Jn1,12] [Jn5,27] [Jn10,18] [Jn17,2] [Jn26,18] [Lc4,6] [Lc4,36] [Lc5,24] [Lc9,1] [Lc20,2]
[Mc1,22] [Mc2,10] [Mc3,15] [Mc6,7] [Mc11,28] [Mt7,29] [Mt7,29] [Mt9,8] [Mt10,1]
[Mt21,23] [Mt28,18]
Exousia (b): Esta palabra que significa autoridad designa aquí una nación o un poder
establecido. [1Cor15,24] [1Pe3,22] [Ap12,10] [Ap13,2] [Col1,13] [Col1,13] [Col1,16]
[Ef1,21] [Ef2,2] [Ef3,10] [Ef6,12] [Lc22,53]
Exousia (c): Este término que significa habitualmente poder, autoridad, significa aquí el
derecho y la libertad para hacer algo. [1Cor15,25]
Ezequías: (= Yavé es mi fuerza). Decimotercer rey de Judá (716-687 a.C.), hijo de Acaz
(2Re 16,20; 18,1; 1Crón 3,13; 2Crón 28,27) y de Abi (2Re 18,2; 2Crón 29,1); introdujo una
reforma religiosa (2Re 18,1-2; 2Crón 29-31); recogió por escrito la tradición sapiencial
desde el tiempo de Salomón (cfr. Pr 25,1); apoyándose en la palabra de Isaías resistió a
Senaquerib (2Re 18,7-8; 19,2; cfr. 2Mac 15,22; Is 37,2); fue curado de una grave
enfermedad (2Re 20,1-19; 2Crón 32,24; Is 38,1-9.22; 39,3-4); fortificó a Jerusalén y
canalizó el agua del Guijón (2Re 20,20-21; 2Crón 32,5-6); elogiado (Si 48,17); antepasado
de Jesús (Mt 1,9.10). - Hijo de Nearías, de la tribu de Judá (1Crón 3,23). - Hijo de Salún, de
la tribu de Efraín (2Crón 28,12). - Jefe de un clan repatriado con Zorobabel (Esd 2,16; Ne
7,21). - Jefe del pueblo, firmó la alianza (Ne 10,18). - Padre de Amarías, antepasado de
Sofonías (Sof 1,1). Quizá = el rey Ezequías.
Ezequiel: (= Dios es fuerte). Profeta, tercero de los cuatro llamados "mayores", autor del
libro homónimo, hijo de Buzi (Ez 1,3), actuó en Babilonia durante el exilio (593-571 a.C.),
invitando a los deportados a la fidelidad (Si 49,8; Ez 24,24). - Levita, jefe de los cantores
de David (1Crón 24,16).
Fariseo: Grupo religioso nunca recordado en el AT y a menudo en el NT. El término es
interpretado en general como "separados" (de todo lo que es "impuro": en el sentido de su
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rigurosa observancia de la Ley o de una tendencia política?). El origen del movimiento no
está muy claro: en general se ve en los fariseos a los sucesores de los asideos (1Mac 2,42);
según Flavio Josefo ya existía hacia el 150 a.C. Bajo la reina Alejandra (76-67 a.C.) los
fariseos alcanzaron una posición dominante en el judaísmo, que sufrió su influencia durante
siglos. Los fariseos (que se deben distinguir de la casta sacerdotal de los saduceos) no eran
sacerdotes; en virtud de su conocimiento de la Ley poseían gran autoridad entre el pueblo
inculto y por eso se les recuerda de vez en cuando como guías del pueblo. Sus
preocupaciones eran de tipo religioso, no políticas: a diferencia del movimiento de los
celotas, mantenían una posición moderada frente al Estado. Propendían por una
interpretación literal de la ley veterotestamentaria; las innumerables prescripciones
derivadas de la tradición oral tenían para ellos el mismo valor que la ley escrita. A
diferencia de los saduceos, los fariseos defendían la resurrección de los muertos y la
existencia del mundo angélico. "Escribas y fariseos" se encuentran en los evangelios
formando un grupo único (Mt 5,20; 12,30; Mc 7,5; Lc 5,30). Los evangelios someten la
mentalidad y la vida de los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc
18,10-14), su codicia (Mc 12,40), su ambición (Mt 23,5-7) y su hipocresía (Mt 15,3-7).
Deciden junto con la clase sacerdotal la muerte de Jesús (Mt 26,3; Mc 14,53-64) Con
frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tengan en cuenta su celo por las
instituciones y sus méritos religiosos. La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14)
pierde su fuerza expresiva cuando no se toman en serio los méritos del fariseo y la
indignidad religiosa del publicano.
fariseo: Grupo religioso nunca recordado en el AT y a menudo en el NT. El término es
interpretado en general como "separados" (de todo lo que es "impuro": en el sentido de su
rigurosa observancia de la Ley o de una tendencia política?). El origen del movimiento no
está muy claro: en general se ve en los fariseos a los sucesores de los asideos (1Mac 2,42);
según Flavio Josefo ya existía hacia el 150 a.C. Bajo la reina Alejandra (76-67 a.C.) los
fariseos alcanzaron una posición dominante en el judaísmo, que sufrió su influencia durante
siglos. Los fariseos (que se deben distinguir de la casta sacerdotal de los saduceos) no eran
sacerdotes; en virtud de su conocimiento de la Ley poseían gran autoridad entre el pueblo
inculto y por eso se les recuerda de vez en cuando como guías del pueblo. Sus
preocupaciones eran de tipo religioso, no políticas: a diferencia del movimiento de los
celotas, mantenían una posición moderada frente al Estado. Propendían por una
interpretación literal de la ley veterotestamentaria; las innumerables prescripciones
derivadas de la tradición oral tenían para ellos el mismo valor que la ley escrita. A
diferencia de los saduceos, los fariseos defendían la resurrección de los muertos y la
existencia del mundo angélico. "Escribas y fariseos" se encuentran en los evangelios
formando un grupo único (Mt 5,20; 12,30; Mc 7,5; Lc 5,30). Los evangelios someten la
mentalidad y la vida de los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc
18,10-14), su codicia (Mc 12,40), su ambición (Mt 23,5-7) y su hipocresía (Mt 15,3-7).
Deciden junto con la clase sacerdotal la muerte de Jesús (Mt 26,3; Mc 14,53-64) Con
frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tengan en cuenta su celo por las
instituciones y sus méritos religiosos. La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14)
pierde su fuerza expresiva cuando no se toman en serio los méritos del fariseo y la
indignidad religiosa del publicano.
Fariseos: (Fariseo)Grupo religioso nunca recordado en el AT y a menudo en el NT. El
término es interpretado en general como "separados" (de todo lo que es "impuro": en el
sentido de su rigurosa observancia de la Ley o de una tendencia política?). El origen del
movimiento no está muy claro: en general se ve en los fariseos a los sucesores de los
asideos (1Mac 2,42); según Flavio Josefo ya existía hacia el 150 a.C. Bajo la reina
Alejandra (76-67 a.C.) los fariseos alcanzaron una posición dominante en el judaísmo, que
sufrió su influencia durante siglos. Los fariseos (que se deben distinguir de la casta
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sacerdotal de los saduceos) no eran sacerdotes; en virtud de su conocimiento de la Ley
poseían gran autoridad entre el pueblo inculto y por eso se les recuerda de vez en cuando
como guías del pueblo. Sus preocupaciones eran de tipo religioso, no políticas: a diferencia
del movimiento de los celotas, mantenían una posición moderada frente al Estado.
Propendían por una interpretación literal de la ley veterotestamentaria; las innumerables
prescripciones derivadas de la tradición oral tenían para ellos el mismo valor que la ley
escrita. A diferencia de los saduceos, los fariseos defendían la resurrección de los muertos y
la existencia del mundo angélico. "Escribas y fariseos" se encuentran en los evangelios
formando un grupo único (Mt 5,20; 12,30; Mc 7,5; Lc 5,30). Los evangelios someten la
mentalidad y la vida de los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc
18,10-14), su codicia (Mc 12,40), su ambición (Mt 23,5-7) y su hipocresía (Mt 15,3-7).
Deciden junto con la clase sacerdotal la muerte de Jesús (Mt 26,3; Mc 14,53-64) Con
frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tengan en cuenta su celo por las
instituciones y sus méritos religiosos. La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14)
pierde su fuerza expresiva cuando no se toman en serio los méritos del fariseo y la
indignidad religiosa del publicano.
fariseos: (Fariseo)Grupo religioso nunca recordado en el AT y a menudo en el NT. El
término es interpretado en general como "separados" (de todo lo que es "impuro": en el
sentido de su rigurosa observancia de la Ley o de una tendencia política?). El origen del
movimiento no está muy claro: en general se ve en los fariseos a los sucesores de los
asideos (1Mac 2,42); según Flavio Josefo ya existía hacia el 150 a.C. Bajo la reina
Alejandra (76-67 a.C.) los fariseos alcanzaron una posición dominante en el judaísmo, que
sufrió su influencia durante siglos. Los fariseos (que se deben distinguir de la casta
sacerdotal de los saduceos) no eran sacerdotes; en virtud de su conocimiento de la Ley
poseían gran autoridad entre el pueblo inculto y por eso se les recuerda de vez en cuando
como guías del pueblo. Sus preocupaciones eran de tipo religioso, no políticas: a diferencia
del movimiento de los celotas, mantenían una posición moderada frente al Estado.
Propendían por una interpretación literal de la ley veterotestamentaria; las innumerables
prescripciones derivadas de la tradición oral tenían para ellos el mismo valor que la ley
escrita. A diferencia de los saduceos, los fariseos defendían la resurrección de los muertos y
la existencia del mundo angélico. "Escribas y fariseos" se encuentran en los evangelios
formando un grupo único (Mt 5,20; 12,30; Mc 7,5; Lc 5,30). Los evangelios someten la
mentalidad y la vida de los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc
18,10-14), su codicia (Mc 12,40), su ambición (Mt 23,5-7) y su hipocresía (Mt 15,3-7).
Deciden junto con la clase sacerdotal la muerte de Jesús (Mt 26,3; Mc 14,53-64) Con
frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tengan en cuenta su celo por las
instituciones y sus méritos religiosos. La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14)
pierde su fuerza expresiva cuando no se toman en serio los méritos del fariseo y la
indignidad religiosa del publicano.
Filacterias: Pequeñas envolturas de cuero que contienen 4 tiras de pergamino con breves
pasajes bíblicos, atadas a la frente y al brazo con correas de cuero o cuerda para simbolizar
la adhesión de la mente y de la voluntad a la ley de Dios (cfr. Éx 13,9.16; Dt 6,8; 11,18);
censuradas por Jesús como signo de ostentación (Mt 23,5).
filacterias: Pequeñas envolturas de cuero que contienen 4 tiras de pergamino con breves
pasajes bíblicos, atadas a la frente y al brazo con correas de cuero o cuerda para simbolizar
la adhesión de la mente y de la voluntad a la ley de Dios (cfr. Éx 13,9.16; Dt 6,8; 11,18);
censuradas por Jesús como signo de ostentación (Mt 23,5).
Fuente: En las fuentes se abre el oscuro seno de la tierra, haciendo brotar el agua, portadora
de vida. Antiguamente las fuentes fueron veneradas con frecuencia como divinas o
relacionadas con los dioses. Numerosos mitos antiguos hablan de divinidades que hacen
brotar una fuente de la roca o de la tierra; en el culto de Mitra los templos eran erigidos por
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Introducción a los Libros Bíblicos
lo general en las proximidades de una fuente e incluso sobre ella. En los anuncios
proféticos bíblicos aparece a menudo la imagen del agua benéfica de los tiempos
mesiánicos (cfr. Jl 4,18 con Éx 17,6; Ez 47,1-2). En definitiva, todas las fuentes de la
salvación proceden de Dios (Is 12,3; Sal 36,9-10). La esposa del Cantar es llamada "fuente
sellada" (Cant 4,12). En Pr 5,16 las fuentes son imagen del semen del hombre, cuya fuerza
generadora de vida debe ser conservada en la comunión esponsal (Pr 5,15-20). La fe en
Cristo es fuente de vida (Gv 7,38; cfr. 1Cor 10,4). La fuente de salvación referida al Mesías
está en sintonía con la concepción del antiguo Oriente, según la cual el rey es fuente de vida
para su pueblo. En Ap 7,17 el Hijo del hombre aparece como el Cordero que conducirá a
los justos "a las fuentes de las aguas de la vida". Las palabras de la boca pueden ser como
agua de manantial, dulces o amargas (Sant 3,10-11). Una representación muy común en la
pintura catacumbal es el milagro de la fuente realizado por Moisés, cuando golpea la roca
con el bastón y hace brotar agua, gesto interpretado por los padres de la Iglesia como
prefiguración del bautismo. En la época protocristiana el estanque para el agua bautismal
-parecido a una fuente- era alimentado por agua corriente. Con referencia al Sal 42,2, en los
mosaicos posconstantinianos se representaban a menudo corderos o ciervos (símbolo de las
almas que suspiran por Dios) que se abrevan en las cuatro fuentes de agua que fluyen de
una altura, en cuya cima se ponía el Cordero de Dios. El milagro exódico de la fuente
recuerda, en la tradición alegórica patrística, la herida del costado de Cristo y su sangre, que
redime al mundo. La fuente, por fin, puede ser símbolo de María, de quien procede Cristo,
el agua de la vida. Según una leyenda, de la sangre de Pablo brotó la fuente de las Tre
Fontane en Roma.
fuente: En las fuentes se abre el oscuro seno de la tierra, haciendo brotar el agua, portadora
de vida. Antiguamente las fuentes fueron veneradas con frecuencia como divinas o
relacionadas con los dioses. Numerosos mitos antiguos hablan de divinidades que hacen
brotar una fuente de la roca o de la tierra; en el culto de Mitra los templos eran erigidos por
lo general en las proximidades de una fuente e incluso sobre ella. En los anuncios
proféticos bíblicos aparece a menudo la imagen del agua benéfica de los tiempos
mesiánicos (cfr. Jl 4,18 con Éx 17,6; Ez 47,1-2). En definitiva, todas las fuentes de la
salvación proceden de Dios (Is 12,3; Sal 36,9-10). La esposa del Cantar es llamada "fuente
sellada" (Cant 4,12). En Pr 5,16 las fuentes son imagen del semen del hombre, cuya fuerza
generadora de vida debe ser conservada en la comunión esponsal (Pr 5,15-20). La fe en
Cristo es fuente de vida (Gv 7,38; cfr. 1Cor 10,4). La fuente de salvación referida al Mesías
está en sintonía con la concepción del antiguo Oriente, según la cual el rey es fuente de vida
para su pueblo. En Ap 7,17 el Hijo del hombre aparece como el Cordero que conducirá a
los justos "a las fuentes de las aguas de la vida". Las palabras de la boca pueden ser como
agua de manantial, dulces o amargas (Sant 3,10-11). Una representación muy común en la
pintura catacumbal es el milagro de la fuente realizado por Moisés, cuando golpea la roca
con el bastón y hace brotar agua, gesto interpretado por los padres de la Iglesia como
prefiguración del bautismo. En la época protocristiana el estanque para el agua bautismal
-parecido a una fuente- era alimentado por agua corriente. Con referencia al Sal 42,2, en los
mosaicos posconstantinianos se representaban a menudo corderos o ciervos (símbolo de las
almas que suspiran por Dios) que se abrevan en las cuatro fuentes de agua que fluyen de
una altura, en cuya cima se ponía el Cordero de Dios. El milagro exódico de la fuente
recuerda, en la tradición alegórica patrística, la herida del costado de Cristo y su sangre, que
redime al mundo. La fuente, por fin, puede ser símbolo de María, de quien procede Cristo,
el agua de la vida. Según una leyenda, de la sangre de Pablo brotó la fuente de las Tre
Fontane en Roma.
G\u00e8: La tierra es en la Biblia la tierra de Israél. Jesús amplia este sentido restrictivo en
las Bienaventuranzas. [Mt2,21] [Mt5,5]
Géenna: La Gehena, o sea, el barranco de Ben-Hinon, que limitaba a Jerusalén al sur, lugar
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de mala fama cubierto de sepulcros. Se recordaba a las hogueras que ahí se encendieran
para los ídolos, y había pasado a ser una imagen del infierno. [Lc12,5] [Mc9,43] [Mt5,22]
[Mt5,29] [Mt10,28] [Mt18,9] [Mt23,15] [Sant3,6]
Gedeón: - Quinto juez-libertador de Israel, llamado Yerubaal, de la tribu de Manasés, luchó
contra los madianitas y los amalecitas (Jue 6,32; 7,1-25; 8,1-30; 9,1-24; 1Sam 12,11; 2Sam
11,21-22; cfr. Heb 11,32); muerte (Jue 8,32-35). - Antepasado de Judit (Jdt 8,1).
Genea: Generación. Con un demostrativo, el sentido es a menudo: gente de esa clase.
[Col1,26] [Ef3,5] [Flp2,15] [He2,40] [He8,33] [Heb3,10] [Lc1,48] [Lc1,50] [Lc11,29]
[Lc11,50] [Lc16,8] [Lc17,25] [Mt1,17] [Mt11,16] [Mt12,41] [Mt17,17] [Mt23,36]
[Mt24,34]
Genealogia: Esta palabra genealogía, no se refiere primero a una lista de antepasados, sino
a una búsqueda de los orígenes de tal o cual persona o cosa [Gén2,4]. [1Tim1,4] [Tit3,9]
Genesis: Esta palabra no significa tanto el nacimiento como el génesis, el cómo ha nacido.
[Jn3,3] [Jn3,4] [Mt1,1] [Mt1,18]
Genn\u00e2n: Engendrar. Juan en especial lo usa en la voz pasiva : lo que ha nacido de
Dios. Y con esto se refiere a nuestra divinización. [1Jn2,29] [1Jn3,9] [1Jn4,7] [1Jn5,1]
[1Jn5,1] [1Jn5,4] [1Jn5,18] [Jn1,13] [Jn3,6] [Jn8,41] [Jn9,2] [Jn9,19] [Jn9,32] [Jn16,21]
[Jn18,37] [Mt1,2] [Mt1,20] [Mt2,1]
Gn\u00f4nai: Conocer. El verbo tiene aquí el sentido muy hebraico de: tener relaciones.
[Mt1,25]
Gn\u00f4sis: El conocimiento. Al usar esta palabra Pablo alude a menudo al conocimiento
de los misterios que muchos esperaban de las religiones procedentes del oriente. Opondrá a
una tal iniciación el conocimiento místico, don del Espíritu. [1Cor1,5] [1Cor8,1] [1Cor8,7]
[1Cor12,8] [1Cor13,2] [1Cor14,6] [1Tim6,20] [2Cor6,6] [2Cor8,7] [2Cor11,6] [2Pe1,5]
[Col2,3] [Ef3,19] [Lc11,52] [Rom2,20] [Rom15,14]
Gonguzein: Murmurar: éste traduce el descontento y la mala voluntad de aquellos que no se
atreven a criticar a Dios abiertamente. [1Cor10,10] [Jn6,41] [Jn6,61] [Lc5,30] [Lc15,2]
[Lc19,7] [Mt20,11]
Grammateus: El hombre de la letra, o de la ley. Este es el escriba, o maestro de la Ley, el
que, habiendo estudiado y sido formado por otro maestro, enseña y aconseja. [1Cor1,20]
[He19,35] [He23,9] [Lc5,21] [Lc11,53] [Lc20,39] [Mc1,22] [Mc2,6] [Mc2,16] [Mc3,22]
[Mc9,11] [Mc12,28] [Mt2,4] [Mt5,20] [Mt7,29] [Mt9,3] [Mt12,28] [Mt13,52] [Mt16,10]
[Mt23,2] [Mt23,34]
Gr\u00e8gorein: Velar, estar alerta y vigilando. [1Cor16,13] [1Pe5,8] [1Tes5,6] [Ap3,2]
[Ap16,15] [Col4,2] [He20,31] [Lc12,37] [Mc13,34] [Mc14,34] [Mt24,42] [Mt25,13]
[Mt26,38]
Had\u00e8s: Este es el "infierno" de los griegos, que se traduce habitualmente con los
infiernos. En la Biblia griega dicha palabra corresponde al "sheol" de los hebreos y por
ende designa a la morada de los muertos. Pero también en él se alojan los potencias
infernales, es decir los agentes mortíferos a los que gobiernan los espíritus malos.
[Ap1,18] [Ap6,8] [Ap20,13] [He2,27] [He2,31] [Lc16,15] [Lc16,23] [Mt16,18]
Ilast\u00e8rion: El propiciatorio. Esa era la cubierta del arca, lugar muy sagrado de la
presencia divina al que se llevaba la sangre de las víctimas [Éx25,17]; [Lev16,14] [Heb9,5]
[Rom3,25]
Helenismo: Indica la civilización de Oriente anterior a los ss. III-I a.C.: conquistas e
imperio de Alejandro Magno y de sus sucesores (los Diadocos); fundación de muchas
ciudades con clase dominante griega; derecho griego; instituciones griegas; gran
intercambio cultural; adaptación de la lengua griega para que se convierta en la lengua del
comercio, de los viajes, de la diplomacia, de la educación; fusión del patrimonio cultural
griego con el oriental y de sus tradiciones religiosas; culto del soberano; desarrollo de las
ciencias naturales, de la filosofía y de la filología. Alejandría fue quizá el centro más
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importante del helenismo; también las ciudades de la Decápolis fueron helenizadas
fuertemente. Además de las tentativas de repensar la fe judaica teniendo en cuenta el
pensamiento griego (por ejemplo, Aristóbulo, Filón de Alejandría), hubo iniciativas
autoritarias de carácter superficial a favor del helenismo (por ejemplo Antíoco IV), contra
las que se rebeló un intrépido movimiento revolucionario judío (Macabeos). Aunque su
vehemencia fuera atenuada pronto, permaneció siempre viva una reacción que rechazaba
todo lo nuevo. El cristianismo es acogido especialmente entre el judaísmo de lengua griega,
menos rígido en el aspecto religioso. También la unidad cultural y ling\u00fcística realizada
por el helenismo fue más tarde muy beneficiosa en la primera misión cristiana. Todos los
escritos del NT están en griego helenístico (koiné).
helenismo: Indica la civilización de Oriente anterior a los ss. III-I a.C.: conquistas e imperio
de Alejandro Magno y de sus sucesores (los Diadocos); fundación de muchas ciudades con
clase dominante griega; derecho griego; instituciones griegas; gran intercambio cultural;
adaptación de la lengua griega para que se convierta en la lengua del comercio, de los
viajes, de la diplomacia, de la educación; fusión del patrimonio cultural griego con el
oriental y de sus tradiciones religiosas; culto del soberano; desarrollo de las ciencias
naturales, de la filosofía y de la filología. Alejandría fue quizá el centro más importante del
helenismo; también las ciudades de la Decápolis fueron helenizadas fuertemente. Además
de las tentativas de repensar la fe judaica teniendo en cuenta el pensamiento griego (por
ejemplo, Aristóbulo, Filón de Alejandría), hubo iniciativas autoritarias de carácter
superficial a favor del helenismo (por ejemplo Antíoco IV), contra las que se rebeló un
intrépido movimiento revolucionario judío (Macabeos). Aunque su vehemencia fuera
atenuada pronto, permaneció siempre viva una reacción que rechazaba todo lo nuevo. El
cristianismo es acogido especialmente entre el judaísmo de lengua griega, menos rígido en
el aspecto religioso. También la unidad cultural y ling\u00fcística realizada por el
helenismo fue más tarde muy beneficiosa en la primera misión cristiana. Todos los escritos
del NT están en griego helenístico (koiné).
Henoc: - Hijo de Caín y su ciudad (Gén 4,16-17). - Patriarca, padre de Matusalén,
arrebatado por Dios; primer ejemplo de hombre justo (Gén 5,18-19; 1Crón 1,3; Si 44,16;
49,14; Heb 11,5; Jd 14); antepasado de Jesús (Lc 3,37). - Hijo de Madián y sobrino de
Abrahán (Gén 25,4; 1Crón 1,33). - Hijo de Rubén (Gén 46,9; Éx 6,14; Núm 26,5; 1Crón
5,3).
Himnos: (Himno) Canto de alabanza en honor de Dios, usado en la liturgia tanto israelita
(Tob 1,2.18; Jdt 15,13; Est 4,17; 1Mac 13,51; 2Mac 1,30; 10,7.30; Sal 9,12; 21,14; 47,8;
68,33; 98,5; 101,1; 108,2; 135,3; Si 47,8; Is 12,1; cfr. Mt 26,30) como cristiana (He 16,25;
Ef 5,19; Col 3,16).
himnos: (Himno) Canto de alabanza en honor de Dios, usado en la liturgia tanto israelita
(Tob 1,2.18; Jdt 15,13; Est 4,17; 1Mac 13,51; 2Mac 1,30; 10,7.30; Sal 9,12; 21,14; 47,8;
68,33; 98,5; 101,1; 108,2; 135,3; Si 47,8; Is 12,1; cfr. Mt 26,30) como cristiana (He 16,25;
Ef 5,19; Col 3,16).
Hombre: En los primeros capítulos del Génesis se emplea con alguna. frecuencia el término
"hombre" como sinónimo de varón (Gén2,21-25); (Gén3,8-21); (Gén4,1); ver (Mt19,5);
(Mt19,10); (Ef5,31). El NT conserva algún ejemplo de este uso (Mt26,72-74); (Mc14,71);
(Jn8,17); (Jn16,21); (Jn18,29); (Jn19,5); (He5,38). Pero con este término la Biblia designa
sobre todo la entera realidad "material, espiritual y social" del ser vivo creado por Dios a
su imagen (Gén1,26-27); (Gén5,2); (Gén9,6); (Sal8,1); (Sap2,23); (Si17,1-3); ver
(He17,26). Con la irrupción del pecado (Gén3,6-7) la imagen querida por Dios queda
destruida, o al menos gravemente deteriorada, en su dimensión espiritual y moral
(Gén3,10-11) y hace su aparición lo que san Pablo llama "el hombre viejo" (Rom6,6);
(Ef4,22); (Col3,9) o "primer Adán", terreno y corruptible (1Cor15,44-46). Este hombre
viejo debe dar paso al "hombre nuevo", el Adán escatológico, que es ante todo Cristo en
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Introducción a los Libros Bíblicos
persona (Ef2,15), pero también cuantos incorporando la imagen de Cristo recuperan la
imagen de Dios y se convierten en hombres nuevos, en nuevas criaturas ((Rom8,29);
(1Cor15,49); (2Cor3,18); (2Cor4,4); (2Cor5,17); (Gál6,15); (Col3,9-10); (Ef4,22-24)).
hombre: En los primeros capítulos del Génesis se emplea con alguna. frecuencia el término
"hombre" como sinónimo de varón (Gén2,21-25); (Gén3,8-21); (Gén4,1); ver (Mt19,5);
(Mt19,10); (Ef5,31). El NT conserva algún ejemplo de este uso (Mt26,72-74); (Mc14,71);
(Jn8,17); (Jn16,21); (Jn18,29); (Jn19,5); (He5,38). Pero con este término la Biblia designa
sobre todo la entera realidad "material, espiritual y social" del ser vivo creado por Dios a
su imagen (Gén1,26-27); (Gén5,2); (Gén9,6); (Sal8,1); (Sap2,23); (Si17,1-3); ver
(He17,26). Con la irrupción del pecado (Gén3,6-7) la imagen querida por Dios queda
destruida, o al menos gravemente deteriorada, en su dimensión espiritual y moral
(Gén3,10-11) y hace su aparición lo que san Pablo llama "el hombre viejo" (Rom6,6);
(Ef4,22); (Col3,9) o "primer Adán", terreno y corruptible (1Cor15,44-46). Este hombre
viejo debe dar paso al "hombre nuevo", el Adán escatológico, que es ante todo Cristo en
persona (Ef2,15), pero también cuantos incorporando la imagen de Cristo recuperan la
imagen de Dios y se convierten en hombres nuevos, en nuevas criaturas ((Rom8,29);
(1Cor15,49); (2Cor3,18); (2Cor4,4); (2Cor5,17); (Gál6,15); (Col3,9-10); (Ef4,22-24)).
Isaac: Hijo de Abrahán nacido de la promesa, hostilizado por Ismael (Gén 17,17-18;
18,11-12; 21,3-12; 1Crón 1,28.34; Sal 105,9; Mt 1,2; Lc 3,34; He 7,8; Rom 4,18-19; 9,7-8;
Gál 4,29); conducido al sacrificio (Gén 22; Heb 11,17-18; Sant 2,21); se casa con Rebeca
(Gén 24,62); padre de Esaú y Jacob (Gén 25,19-20), depositario de las promesas (Gén
26,24); bendice a Jacob en lugar de Esaú (Gén 27,26-29); su muerte (Gén 35,28-29; 49,31).
El relato del "sacrificio de Isaac" (Gén 22,1-14) tenía originariamente la finalidad de
justificar la sustitución del sacrificio humano por el sacrificio de los animales.
Probablemente pretendía además motivar el culto en el monte Moria.
Isaías: - Profeta, el primero de los cuatro llamados mayores, actúa entre el 740-700 ca. a.C.
(2Re 19-20), autor del libro homónimo, célebre por las profecías mesiánicas (Is 7.9.11; cfr.
Mt 1,22; 3,3; 4,14; 8,17; 12,17; 13,14; Lc 3,4; 4,17; Gv 12,38-39; He 8,28-29; Rom
9,27-28; 10,16.20-21), especialmente del Emanuel (Is 7,14; cfr. 8,8; 9,1; 11,1-5). Según una
tradición hebraica fue muerto en tiempos de Manasés (cfr. 2Re 21,16; Heb 11,37); alabado
(Si 48,24-25). - Hijo de Pelatías, descendiente de David (1Crón 3,21). - Levita cantor de los
hijos de Yedutún (1Crón 25,3.15). - Levita guardián, hijo de Rejabías (1Crón 26,25). Isías.
- Hijo de Atalías repatriado con Esdras (Esd 8,7). - Levita de los hijos de Merarí (Esd 8,19).
- Padre de Itiel, repatriado con Esdras (Ne 11,7).
Jacob: - Patriarca, hijo de Isaac (Gén 25,26), llamado también "Israel" (Gén 32,29),
fundador de las 12 tribus, dio su nombre a todo el pueblo; su historia está narrada en Gén
25,26-35,29: engañó a Esaú para hacerse con la primogenitura (Gén 27,1-46); tomó mujer
en Jarán en casa de Labán (Gén 28,1-2); visión de la escalera en el cielo (Gén 28,10-22);
lucha nocturna (Gén 32,23-33); reencuentro con su hijo José y partida para Egipto (Gén
46-50). Recordado diversamente (Tob 4,12; Jdt 8,26; 2Mac 1,2; Sal 105,23; Sap 10,10; Si
44,22-23; Os 12,13; Mal 1,2; Mt 1,2; 8,11; He 7,8-15; Rom 9,13; Heb 11,9.20-21). Pozo de
Jacob (Gén 33,19; 48,22; Gv 4,1-26). - Padre de José, esposo de María (Mt 1,15).
Jarán: Ciudad comercial de Mesopotamia (cfr. Ez 27,23), donde se estableció Teraj, padre
de Abrahán (Gén 11,31; He 7,2-3); de aquí provienen las mujeres de Isaac y Jacob (Gén
12,4-5; 24,4.10); allí se refugió Jacob huyendo de Esaú (Gén 27,43; 28,10; 29,4); ocupada
por los asirios (2Re 19,12; Is 37,12), fue su capital después de Nínive. Quizá = Caserín.
Jasón: - Hijo de Eleazar, embajador de Judas Macabeo en Roma (1Mac 8,17). - Sumo
sacerdote hermano de Onías, partidario del helenismo (2Mac 1,7; 4,7-27; 5,1-10). Cristiano de Tesalónica convertido por Pablo (He 17,5-6). Tal vez = - Colaborador de
Pablo (Rom 16,21). - de Cirene, cronista de la persecución de Antíoco (2Mac 2,23).
Jesús: (Jesucristo) Nombre con el que la fe del NT designa al Salvador enviado por Dios al
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Introducción a los Libros Bíblicos
mundo. Está compuesto de "Jesús" (que significa precisamente "Dios salva": (Mt1,21)) y
"Cristo" (que significa "ungido", "consagrado"). El NT subraya con fuerza la continuidad
entre el personaje aparecido en la carne y la persona divina confesada por la fe (He1,11);
(He2,36); (He9,5); (He22,8); (He26,15). Especialmente lo subraya san Pablo, que enorme
profusión utiliza con el doble nombre: Jesucristo o bien Cristo Jesús (Rom1,18);
(Rom3,24); (Rom5,1); (Rom6,11); (Rom8,1), (Rom8,11), (Rom8,34), (Rom8,39);
(1Cor1,1-10), (1Cor1,30); (1Cor3,11); (1Cor8,6). En la misma línea se manifiesta san Juan
(1Jn1,3-5); (1Jn2,2), (1Jn2,29) y sobre todo (1Jn4,2) y (1Jn5,1-6). "Este Jesús" a quien
Dios ha hecho Cristo ver (Lc2,11); (He2,36) coronándole de gloria eterna (Heb2,9), es "el
nombre sobre todo nombre" (Flp2,9-11), único que puede curar y salvar (He4,10-12);
(He9,34), a quien es preciso anunciar sin tregua (1Cor2,2) y consagrar la vida entera
(He15,26), por quien vale la pena sufrir (He5,41) y morir (He21,13).
Jezabel: Reina de origen fenicio, mujer de Ajab, rey de Israel (1Re 16,31-32); introdujo y
fomentó el culto de Baal (1Re 18,19); persiguió a los profetas (1Re 18,4.13; 19,1); Elías
predijo su muerte violenta (1Re 21,23), ocurrida en tiempos de Jehú (2Re 9,30-37). Nombre (o sobrenombre) de una profetisa herética de Tiatira (Ap 2,20).
Jezrael: (= Dios siembra). Hijo del fundador de Etán (1Crón 4,3). - Nombre simbólico del
hijo de Oseas y de Gómer (Os 1,4). - Ciudad de la montaña de la tribu de Judá (Jos 15,56;
1Sam 25,43; 27,3; 30,5; 2Sam 2,2; 3,1). - Ciudad de la tribu de Isacar (Jos 19,18; Jue 6,33);
en ella combatió Saúl (1Sam 29,1.11); capital de invierno de Ajab (2Sam 2,9; cfr. 4,4; 1Re
4,12; 18,45-46; 21,23; 2Re 8,29; 2Crón 22,6; cfr. Am 3,15); da el nombre a la llanura
(1Mac 12,49). = Esdrelón. - Llanura que personifica el reino del norte (Os 1,45; cfr. 2Re
9-10.36-37).
Jonatán: - Sacerdote hijo de Guersón y sobrino de Moisés (Jue 18,30). - Hijo de Saúl (1Sam
13,2-22; 14,1-49; 19,1; 1Crón 8,33-34; 9,39-40), amigo de David (1Sam 18,1-2; 19,1-7;
20,1-39; 21,1; 23,16.18), muerto en el Gelboé (1Sam 31,2; 1Crón 10,2; cfr. 2Sam
1,4.11.22-23; 4,4; 21,7.12-13; 1Mac 4,30). - Sacerdote fiel a David (2Sam 15,24-36;
17,15-16; 1Re 1,41-42). - Hijo de Simá, hermano de David (2Sam 21,20-21; 1Crón 20,7). Héroe de David, hijo de Samá (2Sam 23,33; 1Crón 11,34). - Hijo de Jadá, descendiente de
Judá (1Crón 2,32-33). - Hijo de Uzías, tesorero de David (1Crón 27,25). - Preceptor de los
hijos de David (1Crón 27,32). - Levita, maestro del pueblo (2Crón 17,8). - Padre del
repatriado Ebed (Esd 8,6). - Hijo de Asael, se opuso al repudio de las extranjeras (Esd
10,15). - Descendiente del sumo sacerdote Josué (Ne 12,11). - Dos o tres sacerdotes jefes
en el tiempo di Nehemías (Ne 12,14.18; 2Mac 1,23). - Sacerdote, hijo de Semayas, presente
en la dedicación de la muralla (Ne 12,35). - Quinto de los Macabeos, hijo de Matatías
(1Mac 2,1-2; 5,24; 2Mac 8,22), apellidado Apfús (1Mac 2,5), sucedió a Judas al mando del
ejército (1Mac 9,23-24), nombrado estratega y gobernador (1Mac 10,59-60), hecho
prisionero y muerto (1Mac 12,39-40; 13,12-13.23; 14,16-17). Macabeo. - Hijo de Absalón,
enviado por Judas Macabeo a ocupar Jafa (1Mac 13,11). - Escriba del tiempo de Jeremías,
que fue apresado en su casa (Jer 37,15.20; 38,26).
José: - Esposo de María, madre de Jesús (Mt 1,16-25; Lc 1,27; 2,4-5.33-51); como
descendiente de David inserta de derecho a Jesús en el pueblo elegido (Mt 1,16; Lc 3,23);
avisado de la encarnación por un ángel (Mt 1,18-19.24); huyó a Egipto con Jesús y María
(Mt 2,13-21); hizo de padre de Jesús (Mt 13,55; Mc 6,3; Lc 2,41-52; 4,22; Gv 1,45; 6,42). Hijo de Jacob y Raquel (Gén 30,22-23; 1Crón 2,2), vendido por sus hermanos llegó a ser
virrey de Egipto (Gén 37,5-50,23; Éx 13,19; Jos 24,32; Sal 77,16; 105,17-18; Si 49,15; He
7,9; Heb 11,21-22). De sus hijos derivaron las dos tribus de Efraín y Manasés (Gén 30;
1Crón 5,1; cfr. Dt 33,13-14). - Padre de Yigal, explorador de la tribu de Isacar (Núm 13,7).
- Levita, hijo de Asaf (1Crón 25,2.9). - Del clan de Zacay, repudió a la mujer extranjera
(Esd 10,42). - Sacerdote, jefe del clan de Secanías, repatriado (Ne 12,14). - Antepasado de
Judit (Jdt 8,1). - Hijo de Zacarías vencido por Judas Macabeo (1Mac 5,18.56-62). Quizá = » Seguí tu formación en www.unioncondios.org y realiza tus consultas espirituales por email: [email protected]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Hermano de Judas Macabeo (2Mac 8,22). Tal vez = Juan (Gaddi). - Hijo de Matatías,
antepasado de Jesús (Lc 3,24). - Hijo de Jonán, antepasado de Jesús (Lc 3,30). - Hijo de una
María que estaba junto a la cruz de Jesús (Mt 27,56). Quizá = Hermano del Señor. Llamado "de Arimatea", miembro del sanedrín y discípulo que sepultó a Jesús (Mt
27,57-58; Mc 15,47; Lc 23,50-51; Gv 19,38-39). - Llamado "el hermano del Señor",
familiar de Jesús (Mc 6,3), tal vez hijo de Alfeo y hermano de Santiago el Menor (Mt
13,55; 27,56; Mc 15,40). - Primer nombre del apóstol Bernabé. - Llamado "Justo", o
"Barsabá", propuesto como sucesor de Judas junto con Matías (He 1,23).
Josías: - Decimosexto rey de Judá (640-609 a.C.; 2Re 21,24.26; 22,1-2; 1Crón 3,14-15;
2Crón 33,25; 34,1-2; Mt 1,10-11), reformador religioso (2Re 22-23; 2Crón 34-35); muerto
en combate por Necó en Meguido (2Re 23,29-30; 2Crón 35,20-21); lamentación sobre él
(2Crón 35,25); durante su reino profetizaron Jeremías y Sofonías (Jer 1,2-3; Sof 1,1);
alabado (Si 49,1.4). - Desterrado repatriado con Zorobabel (Zac 6,10.14).
Josué: (= Yavé es salvación). Hijo de Nun, llamado antes Oseas (Núm 13,8.16), ministro y
sucesor de Moisés, protagonista del libro homónimo (Éx 17,8-13; 24,13; 32,17-18; 33,11;
Núm 11,28; 13,1-16; 14,6-7.30; 27,18-19; Dt 1,38; 3,21.28; 31,23; 34,9; cfr. He 7,45; Heb
4,8), introdujo al pueblo en la tierra prometida y la distribuyó a las tribus (Jos 13-19), tras el
paso del Jordán (Jos 3-4), la conquista de Jericó y de Ay (Jos 6 e 8), la victoria de Gabaón y
las campañas contra las ciudades del sur y del norte (Jos 10-11); ejemplo de fidelidad y
fortaleza (Si 46,1-8). - Gobernador de Jerusalén, destruyó los ídolos (2Re 23,8). - Sacerdote
jefe de la 90 clase (1Crón 24,11). - Encargado de las décimas en tiempo de Ezequías
(2Crón 31,15). - Sumo sacerdote, hijo de Yosadac, repatriado (Esd 2,2; Ne 7,7; 12,1);
restauró el culto (Esd 3,2); inició la reconstrucción del templo (3,8; 4,3; 5,2; Ag 1,1.12.14;
2,2.4); alabado (Si 49,12; Zac 3,1-10; 6,11-12). - Jefe de un clan repatriado con Zorobabel
(Esd 2,6; Ne 7,11). - Jefe del clan sacerdotal repatriado (Esd 2,36; Ne 7,39). - Levita
repatriado (Esd 2,40; 8,33; Ne 7,43), inició la reconstrucción del templo (Esd 3,9; Ne 3,19).
- Levita en la lectura de la ley (Ne 8,7). - Levita en la liturgia de expiación (Ne 9,4-5). Levita, hijo de Azanías, firmó la alianza (Ne 10,10). - Levita repatriado con Zorobabel (Ne
12,8). - Llamado "el betsemita", en su campo se detuvo el arca (1Sam 6,14.18).
Juan: - Apóstol de los Doce llamados por Jesús, identificado por la tradición (Ireneo) como
autor del tercer evangelio, de 3 cartas y del Apocalipsis, y como "el discípulo preferido de
Jesús" (Gv 20,2-3); hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, llamados "hijos del trueno"
(Boanerges); vocación (Mt 4,21; 10,2; Mc 1,19; Lc 6,14); uno de los predilectos de Jesús
(Mt 17,1; 26,36-37; Mc 5,37; 9,2.38; 10,35.41; 13,3; 14,33; Lc 5,10; 8,51; 9,28-29.54-55);
presente en los milagros (Mc 1,29; 5,37; Lc 5,10; 8,51); en la última cena y en el
Getsemaní (Mc 14,33; Lc 22,8); siguió a Jesús en la pasión (Gv 18,15; 19,26); acogió a
María come madre (Gv 19,26-27); está con Pedro después de la resurrección (Gv 20,2-4;
He 1,13; 3,1-2; 4,13,19; cfr. 8,14; Gál 2,9). - Primogénito de Josías, rey de Judá (1Crón
3,15). - Hijo de Elyoenay, descendiente de David (1Crón 3,24). - Levita, hijo de Azarías
(1Crón 5,35-36). - Héroe de David de la tribu de Benjamín (1Crón 12,5). - Gadita
partidario de David (1Crón 12,13). - Levita portero, hijo de Meselemías (1Crón 26,3). General de un ejército de Josafat (2Crón 17,15; 23,1). Quizá son dos personas diversas. Padre de Azarías, jefe de Efraín (2Crón 28,12). - Hijo de Hacatán repatriado con Esdras
(Esd 8,12). - Hijo de Eliasib, huésped de Esdras (Esd 10,6; Ne 12,22-23). - Del clan de
Bebay, repudió a la mujer extranjera (Esd 10,28). - Hijo de Tobías el Amonita (Ne 6,18). Sacerdote jefe de una cabeza de familias (Ne 12,13). - Sacerdote cantor en la dedicación de
la muralla (Ne 12,42). - Padre de Matatías (1Mac 2,1). - Padre de Eupólemo, embajador en
Roma (1Mac 8,17; 2Mac 4,11). Quizá = - Enviado de Judas Macabeo a Lisias (2Mac
11,17). - Hijo de Carej, consultó a Jeremías (Jer 40,8-16; 41,11-12; cfr. 2Re 25,23), uno de
los que llevaron a Jeremías a Egipto (Jer 42-43,7). - Miembro del sanedrín, juzgó a los
apóstoles (He 4,6). - Primero de los Macabeos, llamado "Gaddi", hijo de Matatías (1Mac
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Introducción a los Libros Bíblicos
2,2; 9,36.38). Quizá = José. - Padre de Simón Pedro (Gv 1,42; 21,15-16). Jonás. - Llamado
"el presbítero", autor de dos cartas de Juan (2Jn 1; 3Jn 1), identificado por la tradición con
el autor del cuarto evangelio.
Judaísmo: Nombre corriente de la religión y de la cultura israelita después de la vuelta del
exilio (2Mac 2,2; 6,6; 13,38; Gál 1,13-14). La expresión típica del judaísmo es la sinagoga,
como punto de referencia, de oración y de estudio de la Biblia. Las fuentes para el
conocimiento del judaísmo son las obras de Filón, de Flavio Josefo y los distintos escritos
rabínicos (el Targum, el Talmud, etc.).
judaísmo: Nombre corriente de la religión y de la cultura israelita después de la vuelta del
exilio (2Mac 2,2; 6,6; 13,38; Gál 1,13-14). La expresión típica del judaísmo es la sinagoga,
como punto de referencia, de oración y de estudio de la Biblia. Las fuentes para el
conocimiento del judaísmo son las obras de Filón, de Flavio Josefo y los distintos escritos
rabínicos (el Targum, el Talmud, etc.).
Judas Macabeo: - Tercero de los Macabeos, hijo de Matatías (1Mac 2,4), llamado
"Macabeo" (= martillo), capitaneó la lucha contra Antíoco Epífanes (166-160 a.C.),
conquistó a Jerusalén y volvió a consagrar el templo (1Mac 3-9; 2Mac 8,1-15,36). Tal vez
sea el mismo de la carta a los Judíos (2Mac 1,10).
Justo: El que obra según la voluntad de Dios (Gén 18,23; Ez 18,5), con los demás (Is 32,1)
y en los tribunales (Am 6,12); el que es irreprensible en la observancia de los preceptos (Sal
112,1; Pr 8,20); son llamados "justos" Abel (1Jn 3,12); Noé(Gén 6,9; Si 44,17; Ez 14,14);
Lot (He 2,7), los Patriarcas amigos de Dios (Mt 23,39); Job (Job 33,1); el Siervo de Yavé
(Is 53,11); el Mesías (Jer 23,5); José, esposo de María (Mt 1,19), Zacarías e Isabel (Lc 1,6);
Juan Bautista (Mc 6,20); Simeón (Lc 2,25); José de Arimatea (Lc 23,50); el centurión
Cornelio (He 10,22). A los creyentes no les basta la justicia de los fariseos (Mt 5,20-21);
"justo" es el hombre regenerado por la fe y por la gracia de Dios (Gál 6,15; Ef 4,23; Tit
3,5). En los libros Sapienciales se le contrapone al impío.
justo: El que obra según la voluntad de Dios (Gén 18,23; Ez 18,5), con los demás (Is 32,1)
y en los tribunales (Am 6,12); el que es irreprensible en la observancia de los preceptos (Sal
112,1; Pr 8,20); son llamados "justos" Abel (1Jn 3,12); Noé(Gén 6,9; Si 44,17; Ez 14,14);
Lot (He 2,7), los Patriarcas amigos de Dios (Mt 23,39); Job (Job 33,1); el Siervo de Yavé
(Is 53,11); el Mesías (Jer 23,5); José, esposo de María (Mt 1,19), Zacarías e Isabel (Lc 1,6);
Juan Bautista (Mc 6,20); Simeón (Lc 2,25); José de Arimatea (Lc 23,50); el centurión
Cornelio (He 10,22). A los creyentes no les basta la justicia de los fariseos (Mt 5,20-21);
"justo" es el hombre regenerado por la fe y por la gracia de Dios (Gál 6,15; Ef 4,23; Tit
3,5). En los libros Sapienciales se le contrapone al impío.
Katabol\u00e8: La creación o, más bien, la fundación, puesto que se veía a Dios poniendo
la tierra sobre firmes pilares, y además, porque Dios había fundado el orden del mundo.
[1Pe1,20] [Ap13,8] [Ap17,8] [Ef1,4] [Heb4,3] [Mt13,35] [Mt25,34]
Katalambanein: Echar mano de, agarrar. [1Cor9,24] [1Tes5,4] [Ef3,18] [Flp3,12] [Flp3,13]
[Jn1,5] [Jn8,4] [Jn12,35] [Rom9,30]
Katallag\u00e8: La reconciliación. [2Cor5,18] [Rom5,11] [Rom11,15]
Katallattein: Restablecer la concordia. [1Cor7,11] [2Cor5,18] [Col1,20] [Col1,25] [Ef2,16]
[Rom5,10]
Kataluein: Como "luein" [Mt5,19], este verbo significa quitarle su fuerza a la Ley. [Mt5,17]
Katatom\u00e8: Los cercenados. Una palabra malintencionada respecto de aquellos que se
llaman a sí mismos "la circuncisión". [Flp3,2]
Katharizein: Purificar. En tiempos antiguos se refería más bien a "lo puro y lo impuro".
Luego se pensó en la purificación del pecado. Ambos sentidos van a menudo a la par.
[1Jn1,7] [1Jn1,9] [2Cor7,1] [Ef5,26] [He15,9] [Heb9,14] [Heb9,22] [Sant4,8] [Tit2,14]
Kauchasthai: Sentirse fuerte y orgulloso gracias a.. [1Cor1,31] [2Cor10,8] [2Cor10,17]
[2Cor12,9] [Flp3,3] [Rom2,17] [Rom2,23] [Rom5,2] [Rom5,11] .
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Introducción a los Libros Bíblicos
Kauch\u00e8ma: Manifestación de la propia seguridad. [Flp1,26] [Heb3,6]
Kauch\u00e8sis: Seguridad y orgullo. [2Cor1,12] [2Cor7,4]
Kenturi\u00f4n: Este es un calco de la palabra centurión, el jefe de cien. [Mc15,39]
[Mc15,45]
Kerd\u00e8: Beneficio, buen negocio, carta maestra. [Flp1,21] [Flp3,7]
K\u00e8rugma: De ahí viene nuestra palabra "kerygma", a pesar de que es, en realidad, no
el mensaje mismo, sino la proclamación del mensaje. [1Cor1,21] [1Cor2,4] [1Cor15,14]
[2Tim4,17] [Lc11,32] [Mc16,9] [Mt12,41] [Rom16,25] [Tit1,3]
K\u00e8russein: Proclamar. [Mt3,1] [Mt4,17] [Mt9,35] [Mt10,7] [Mt11,1]
Klasas: Habiendo partido el pan. Ese era un rito de la comida judía, pero se refiere más bien
a la eucaristía en el N.T. [1Cor10,16] [1Cor11,24] [He2,47] [He20,7] [He27,35] [Lc24,30]
[Mc8,19] [Mt14,19]
Kl\u00e8ronomein: Heredar. Se sabe el valor que el A.T. reconoce a la herencia que el
padre transmite a sus hijos, por ser ésa su parte inalienable de la tierra prometida. De ahí
que se habla de heredar, refiriéndose a la felicidad que cada cual tendrá en el mundo futuro.
[1Cor6,9] [1Cor15,50] [1Pe3,9] [Ap21,7] [Gál5,21] [Heb1,14] [Heb6,12] [Heb12,17]
[Mc10,17] [Mt5,5] [Mt19,29] [Mt25,34]
Kl\u00e8sis: Vocación, llamada, o también a veces condición a la cual uno ha sido llamado.
[1Cor1,2] [1Cor1,26] [1Cor7,20] [2Tim1,9] [Ef1,18] [Ef4,1] [Ef4,4] [Flp3,14]
Kl\u00e8tos: Llamado, o invitado, y por ende a veces: escogido. [1Cor1,1] [1Cor1,24]
[2Pe1,10] [Jds 1,1] [Rom1,1] [Rom1,6] [Rom1,7] [Rom8,28]
Kodrant\u00e8: El cuarto de un as. es la más pequeña de las monedas. [Mt5,26]
Koimasthai: Dormir o haber muerto. El N.T. mostrará su interés por esta última
significación. [1Cor7,39] [1Cor11,30] [1Cor15,6] [1Cor15,18] [1Cor15,51] [1Tes4,13]
[2Pe3,4] [He13,36]
Koinon: Común. Lo que es común se opone a lo sagrado: podrá, pues, ser algo impuro.
[Ap21,27] [He10,14] [He10,28] [Mc7,2] [Rom14,14]
Koin\u00f4nia (a): Aquello en que varios participan: aquí se trata de una colecta. [2Cor8,4]
Koin\u00f4nia (b): Comunión: aquello en que varios participan. [1Cor1,9] [1Cor10,16]
[1Jn1,3] [1Jn1,6] [2Cor9,13] [2Cor13,13] [Flp1,5] [Flp2,1] [Flp3,10] [Gál2,9] [He2,42]
[Heb13,16] [Rom15,26]
Kraspedon: El borde, o la orilla, o la orla... En el caso presente, se trata de los flecos de lana
a cada esquina del mando [Núm15,36] [Lc8,44] [Mc6,56] [Mt9,20] [Mt14,36] [Mt23,5]
Latreuein: Rendir culto. El AntiguoTestamento no hace diferencia entre rendir culto y
servir. [Mc16,12]
Leitourgein: Realizar una celebración oficial. En el N.T. se trata de una función religiosa:
esa es la raíz de nuestra palabra "liturgia". [2Tim1,3] [Ap7,15] [Ap22,3] [Flp3,3] [He7,7]
[He24,14] [He26,7] [He27,23] [Heb8,5] [Heb9,9] [Heb10,2] [Heb12,28] [Heb13,10]
[Lc1,74] [Lc2,37] [Lc4,8] [Mt4,10] [Rom1,9] [Rom1,25]
Lázaro: - Hermano de Marta y María resucitado por Jesús (Gv 11-12). - Nombre del
mendigo de la parábola (Lc 16,19-30).
Leitourgia: Función religiosa: liturgia. [2Cor9,12] [Flp2,17] [Flp2,30] [Heb8,6] [Heb9,21]
[Lc1,23]
Leitourgos, -ikos: El funcionario o el sacerdote que cumple una celebración oficial o
religiosa. Se refiere también a lo que es propio de su ministerio. [Flp2,25] [He13,2]
[Heb1,7] [Heb1,14] [Heb8,2] [Heb10,11] [Rom13,6] [Rom15,16] [Rom15,27]
Ley: La Biblia reconoce y valora positivamente, de forma directa o indirecta, la existencia
de leyes humanas (Pro8,15-16); (Rom13,1-7); (1Tim2,1-2); (Tit3,1); (1Pe2,13-17). Pero la
ley por excelencia es la ley divina, que juega un papel de protagonista en la historia bíblica
de la salvación y conoce diversos momentos en dicha historia: a) El primer momento
corresponde a la etapa premosaica. Es el tiempo de la que se ha llamado "ley natural", cuya
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Introducción a los Libros Bíblicos
existencia se insinúa de manera múltiple en el AT (Gén2,16-17); (Gén4,3); (Gén4,7);
(Gén6,5); (Gén8,20); (Gén9,3-6) y se afirma más expresamente en el NT (Rom5,13-14).
Bajo este régimen religioso se hallan todavía aquellos a quienes no ha llegado la revelación
bíblica (Sap13,1-9); (He14,16); (He17,27); (Rom1,18-32); (Rom2,12-15). b) El segundo
momento corresponde a la llamada "ley mosaica". Es el conjunto de leyes dadas por Dios al
pueblo israelita y que la Biblia, con el nombre de Torá, atribuye a Moisés como único
intermediario (Éx31,18); (Éx34,28); (Jn1,17); (Jn7,19); (Gál3,19), aunque es manifiesto
que gran parte de este material legislativo no tiene a Moisés como responsable directo. Ley
contenida principalmente en los cinco libros del Pentateuco y concentrada en el decálogo
(Éx20,1-17); (Éx34,10-28); (Dt4,1-4); (Dt5,1-22), pero que fue ampliada, actualizada y
acomodada a las necesidades del pueblo en el decurso de su historia, dejando huella en
todos los libros del AT (1Re15,12-15); (2Re18,3-8); (2Re21,1-23); (2Re21,25);
(Jer11,1-12); (Ez22,26); (Os4,6); (Os8,12); (Dan7,25); (Si24,23-24); (1Mac1,41-63);
(2Mac6,18-28). Así se explica que con la palabra ley se designe a veces a cualquier libro
del AT (Jn10,34); (Rom3,19); (1Cor14,21); (1Cor14,34). Pero a pesar de todas las
actualizaciones, la vieja ley de Moisés se va perfilando como insuficiente, y los profetas
anuncian una nueva ley (Is2,3); (Is42,1); (Is42,4), escrita en los corazones (Jer31,33); ver
(Ez36,26-27). c) El tercer momento de la ley, es el de la ley de Cristo. El evangelio de Jesús
no deroga la ley antigua en lo que deba seguir teniendo de válido (Mt5,17-20);
(Mt22,36-40); (Mt23,23); (Lc10,26); ver (Lc2,22-39), pero sí la lleva a su plenitud
definitiva (Mt5,17) totalizando todas las prescripciones particulares en la ley suprema del
amor (Mt7,12); (Jn14,21); (Jn14,23); (Jn15,12-17); (Rom13,8-10); (Sant2,8); (1Jn2,3-11);
(1Jn4,19-21) relativizando el valor salvífico de cualquier ley que, aun siendo buena
(Rom3,31); (Rom7,12-16); (1Tim1,8), no es por sí misma portadora de sáivación
(Rom3,20-28); (Rom9,31); (Gál2,16); (Gál2,21); (Gál3,11); (Gál3,18-21). En la nueva
alianza sólo Cristo salva (Rom3,22-26); (Rom4,24-25); (Rom5); (Gál3,2); (Gál3,5);
(Gál3,13-14); (Gál3,24-29); etc., y por eso Cristo es la nueva ley (ver (Jn1,17); (1Cor9,21);
(Gál6,2)).
ley: La Biblia reconoce y valora positivamente, de forma directa o indirecta, la existencia
de leyes humanas (Pro8,15-16); (Rom13,1-7); (1Tim2,1-2); (Tit3,1); (1Pe2,13-17). Pero la
ley por excelencia es la ley divina, que juega un papel de protagonista en la historia bíblica
de la salvación y conoce diversos momentos en dicha historia: a) El primer momento
corresponde a la etapa premosaica. Es el tiempo de la que se ha llamado "ley natural", cuya
existencia se insinúa de manera múltiple en el AT (Gén2,16-17); (Gén4,3); (Gén4,7);
(Gén6,5); (Gén8,20); (Gén9,3-6) y se afirma más expresamente en el NT (Rom5,13-14).
Bajo este régimen religioso se hallan todavía aquellos a quienes no ha llegado la revelación
bíblica (Sap13,1-9); (He14,16); (He17,27); (Rom1,18-32); (Rom2,12-15). b) El segundo
momento corresponde a la llamada "ley mosaica". Es el conjunto de leyes dadas por Dios al
pueblo israelita y que la Biblia, con el nombre de Torá, atribuye a Moisés como único
intermediario (Éx31,18); (Éx34,28); (Jn1,17); (Jn7,19); (Gál3,19), aunque es manifiesto
que gran parte de este material legislativo no tiene a Moisés como responsable directo. Ley
contenida principalmente en los cinco libros del Pentateuco y concentrada en el decálogo
(Éx20,1-17); (Éx34,10-28); (Dt4,1-4); (Dt5,1-22), pero que fue ampliada, actualizada y
acomodada a las necesidades del pueblo en el decurso de su historia, dejando huella en
todos los libros del AT (1Re15,12-15); (2Re18,3-8); (2Re21,1-23); (2Re21,25);
(Jer11,1-12); (Ez22,26); (Os4,6); (Os8,12); (Dan7,25); (Si24,23-24); (1Mac1,41-63);
(2Mac6,18-28). Así se explica que con la palabra ley se designe a veces a cualquier libro
del AT (Jn10,34); (Rom3,19); (1Cor14,21); (1Cor14,34). Pero a pesar de todas las
actualizaciones, la vieja ley de Moisés se va perfilando como insuficiente, y los profetas
anuncian una nueva ley (Is2,3); (Is42,1); (Is42,4), escrita en los corazones (Jer31,33); ver
(Ez36,26-27). c) El tercer momento de la ley, es el de la ley de Cristo. El evangelio de Jesús
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no deroga la ley antigua en lo que deba seguir teniendo de válido (Mt5,17-20);
(Mt22,36-40); (Mt23,23); (Lc10,26); ver (Lc2,22-39), pero sí la lleva a su plenitud
definitiva (Mt5,17) totalizando todas las prescripciones particulares en la ley suprema del
amor (Mt7,12); (Jn14,21); (Jn14,23); (Jn15,12-17); (Rom13,8-10); (Sant2,8); (1Jn2,3-11);
(1Jn4,19-21) relativizando el valor salvífico de cualquier ley que, aun siendo buena
(Rom3,31); (Rom7,12-16); (1Tim1,8), no es por sí misma portadora de sáivación
(Rom3,20-28); (Rom9,31); (Gál2,16); (Gál2,21); (Gál3,11); (Gál3,18-21). En la nueva
alianza sólo Cristo salva (Rom3,22-26); (Rom4,24-25); (Rom5); (Gál3,2); (Gál3,5);
(Gál3,13-14); (Gál3,24-29); etc., y por eso Cristo es la nueva ley (ver (Jn1,17); (1Cor9,21);
(Gál6,2)).
Libros: (Libro, rollo) Para el hombre que no conoce la escritura, las imágenes y los signos
con que se pueden expresar las ideas son algo sobrenatural, manifestación de poder. Los
dioses eran considerados inventores de la escritura: para los egipcios Thot, para los
babilonios Nabu. Los libros sagrados tienen origen divino bien por ser emanación de una
divinidad, bien por ser acto de creación divina, bien en fin por ser revelados. Para los
hombres del antiguo Oriente non era extraña la concepción de las tablas celestes del
destino, en las que está registrada la suerte de los seres terrenos. Como en las listas
genealógicas (per ejemplo, Gén 5,1-32) están registrados los nombres de los miembros de
la tribu, así Dios escribe en el libro de la vida los nombres de todos los justos (Éx 32,32;
cfr. Is 4,3; Dan 12,1). Todas las acciones del hombre están escritas en el libro (Sal 139,16);
los que pecan son borrados del libro (Sal 69,29). Así el libro se convierte en símbolo de la
verdad de la palabra divina y de la vida que promete (Dan 7,10). "Devorar el libro"
equivale a acoger en el corazón la palabra de Dios (Ez 2,8-9). En el NT son los miembros
de la comunidad cristiana los que se hallan inscritos en el cielo, en el libro de la vida (Heb
12,23; Flp 4,3; Lc 10,20). Además del libro de la vida hay también otros libros en el cielo;
en ellos están registradas todas las acciones de los hombres, y en base a su contenido serán
juzgados los muertos el último día (Ap 20,12; 21,27). El rollo sellado de la revelación
secreta (Ap 5,1-9) Es símbolo del inescrutable consejo de Dios, cuya ejecución ha sido
confiada a Cristo. También Juan recibe el mandato de devorar un librito, que le entrega un
ángel (Ap 10,8-10): el acto de tragarlo simboliza la aceptación plena de la revelación. En el
arte cristiana antigua el libro enrollado es símbolo de los mandamientos de Dios y de la
doctrina de fe. En las esculturas grabadas sobre los sarcófagos, los atados de rollos
colocados al pie de los orantes indican que la persona sepultada allí estaba instruida en la fe
cristiana. Muchas representaciones de Cristo en el trono lo muestran sosteniendo el libro de
la vida en la mano izquierda (cfr. Ap 20,12), con las letras Alfa y Omega escritas, o con las
palabras "Lux mundi".
Liturgia: (= acción del pueblo). El término hebreo significa servir, trabajar, y era utilizado
también para el culto, como oración pública (Éx 12,16; Heb 10,25); prescripciones rituales
(Lev; Dt 10,18; 12,1; 1Tim 2,8); en diversas horas (Sal 55,18; Sap 16,28; Dan 6,11; Lc
1,10; He 3,1); liturgia de la palabra (2Crón 34,30; Bar 1,14; Lc 4,16; He 13,14; 15,21);
liturgia penitencial (Jl 1,13; 2,15).
liturgia: (= acción del pueblo). El término hebreo significa servir, trabajar, y era utilizado
también para el culto, como oración pública (Éx 12,16; Heb 10,25); prescripciones rituales
(Lev; Dt 10,18; 12,1; 1Tim 2,8); en diversas horas (Sal 55,18; Sap 16,28; Dan 6,11; Lc
1,10; He 3,1); liturgia de la palabra (2Crón 34,30; Bar 1,14; Lc 4,16; He 13,14; 15,21);
liturgia penitencial (Jl 1,13; 2,15).
Logia: Oráculo rendido por una divinidad. En este lugar: palabras y promesas. [1Pe4,11]
[He7,38] [Heb5,12] [Rom3,2]
Luein: Desatar, deshacer. En el vocabulario religioso significa: desligar de una obligación,
o anular una ley. [1Cor7,27] [Ap1,5] [Jn2,19] [Jn5,18] [Jn7,23] [Jn10,35] [Lc13,15]
[Lc13,16] [Mt5,19] [Mt16,19] [Mt18,18]
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Malaquías: (= mensajero de Yavé). Profeta, último de los doce llamados "menores", actúa
después del exilio (s. V a.C.) y es autor del libro homónimo. Tal vez no se trate de un
nombre propio, sino sólo de un apelativo (Mal 3,1).
Manasés: - Hijo de José (Gén 41,51; 46,20; Núm 26,28), adoptado por Jacob como
fundador de la tribu homónima (Gén 48,1-2; cfr. Núm 13,11); sus descendientes (Gén
50,23; Núm 26,29; 27,1; 1Re 4,13). - Tribu descendiente del hijo de José, dividida en dos
territorios, la mitad occidental entre el Jordán y el mar (Jos 17,2-3), la mitad oriental en
Transjordania (Núm 1,34-35; Dt 3,13; Jos 1,12; 4,12; 13,29-30; 18,7; 22,7-8; Sal 60,9;
108,9). - Decimocuarto rey de Judá (687-642 a.C.), hijo de Ezequías impío e infiel (2Re
20,21; 21,1-2; 23,11; 2Crón 32,33; Is 1,10-11; Jer 7,18; 8,2; 15,4; 44,17; Ez 8,16), vasallo
de Asiria (2Crón 33,11-12), sacrificó a su hijo a Moloc y toleró la idolatría (2Re 21,2-17;
23,7; 2Crón 33,1.9-10). Antepasado de Jesús (Mt 1,10). - Del clan de Pajat Moab, repudió a
la mujer extranjera (Esd 10,30). - Del clan de Jasún, repudió a la mujer extranjera (Esd
10,33). - Marido de Judit, muerto de insolación (Jdt 8,2-3; 10,3; 16,22-23).
Makrothumia: Magnanimidad, o: paciencia, comprensión. [1Pe3,20] [1Tim1,16] [2Cor6,6]
[2Pe3,15] [2Tim3,10] [2Tim4,2] [Col1,11] [Col3,12] [Ef4,2] [Gál5,22] [Heb6,12]
[Rom2,4] [Rom9,22] [Sant5,10]
María: - Madre de Jesús (Mt 1,16; 2,11; Mc 6,3; He 1,14; cfr. Gál 4,4), esposa de José (Mt
1,19), concibió por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18; Lc 1,27.35; 2,1s); presentó Jesús a los
Magos (Mt 2,11-12); huyó a Egipto con el niño Jesús (Mt 2,13-14); vivió con él en Nazaret
(Mt 2,23; 13,55; Lc 2,39-52), meditando en su corazón (Lc 2,19); provocó el milagro de
Caná (Gv 2,1-11); presente en la vida pública de Jesús (Mt 12,46-47); es proclamada
dichosa por su fe (Lc 11,27-28); presente en el Calvario (Gv 19,25-26); fue confiada a Juan
(Gv 19,26-27); presente en Pentecostés (He 1,14; 2,1). - Hermana de Moisés (Éx 2,1-8;
Núm 26,59; 1Crón 5,29), lo acompañó como profetisa (Éx 15,20-21; cfr. Mi 6,4); murmuró
y contrajo la lepra (Núm 12,1-2; cfr. Dt 24,9); murió en Cades (Núm 20,1). - de Betania.
Hermana de Marta y de Lázaro (Lc 10,39.42; Gv 11,28-35; 12,1-7). Quizá = la pecadora
que ungió a Jesús (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9), no la otra mujer (Lc 7,36). - de Cleofás. Mujer
o hija de Cleofás, quizá pariente de María, madre de Jesús (Gv 19,25). Quizá = - de
Santiago. Madre de Santiago y de José, siguió a Jesús durante la pasión (Mt 27,56; Mc
15,40-41), hasta la sepultura (Mt 27,61; Mc 15,47); testigo de la resurrección (Mt 28,1; Mc
16,1; Lc 24,10). - de Magdala o Magdalena. Liberada del demonio (Mc 16,9; Lc 8,1-3);
estaba junto a la cruz (Mt 27,56.61; Mc 15,40.47; Gv 19,25); testigo de la resurrección (Mt
28,1; Mc 16,1.9; Lc 24,10); se encontró con el Resucitado (Gv 20,1-18). - Madre de Juan
Marcos, hospedó a Pedro (He 12,12). - Cristiana de Roma saludada por Pablo (Rom 16,6).
Matatías: - Levita, hijo de Salún (1Crón 9,31). - Levita en el transporte del arca (1Crón
15,18.21; 16,5). - Levita cantor de los hijos de Yedutún (1Crón 25,3.21). - Padre de los
Macabeos e iniciador de la rebelión contra Antíoco (1Mac 2,1-70; 14,29). - Valeroso
soldado de Jonatán (1Mac 11,70-71). - Hijo de Simón muerto con él (1Mac 16,14-15). Embajador de Nicanor (2Mac 14,19-20). - Hijo de Amós, antepasado de Jesús (Lc 3,25). Hijo de Semeín, antepasado de Jesús (Lc 3,26).
Math\u00e8teuein: Hacer o formar discípulos. [He14,22] [Mt13,52] [Mt27,53] [Mt28,19]
Mégalosun\u00e8: La majestad. La Majestad es uno de los nombres de Dios. [Heb1,3]
[Heb8,1]
Mell\u00f4n: Que ha de venir. Se refiere a veces a los tiempos del Juicio. [2Tim4,1]
[Lc21,36] [Mt11,14] [Rom5,14]
Mell\u00f4n ai\u00f4n: El tiempo (el mundo) que viene. Esos son los tiempos posteriores al
Juicio. [Ef1,21] [Heb6,5] [Mt12,32]
Mellous\u00e8: Que viene. Esta palabra se refiere a menudo a la realización muy cercana
del Juicio. El fin de los tiempos se acerca. [1Pe5,1] [1Tim4,1] [1Tim6,19] [Ap12,4]
[Col2,17] [Gál3,23] [He24,25] [Heb2,5] [Heb10,1] [Heb13,14] [Rom8,18]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Mellous\u00e8 org\u00e8: La cólera que se acerca. Se refiere a una decisión de la justicia
divina que ya ha sido tomada y que traerá dentro de poco un castigo. [Lc3,7] [Mt3,7]
Metanoein: Cambiar de parecer, reorientar su vida... Decimos: arrepentirse. [2Cor12,21]
[Ap2,5] [Ap2,16] [Ap16,9] [He2,38] [He3,19] [He8,22] [He17,30] [He26,20] [Lc10,13]
[Lc11,32] [Lc13,3] [Lc15,7] [Lc17,3] [Mc1,15] [Mc6,12] [Mt3,2] [Mt4,17] [Mt11,20]
[Mt12,41]
Metanoia: La media vuelta o la conversión. Decimos : el arrepentimiento. [Mt3,11]
Mim\u00e8t\u00e8s: Emulo. [1Cor4,16] [1Cor11,1] [1Tes1,6] [1Tes2,14] [2Tes3,7]
[2Tes3,9] [Ef5,1] [Heb6,12] [Heb13,9]
Miqueas: - Profeta, sexto de los doce llamados menores, de Moréset (Mi 1,1; Jer 26,18),
autor del libro homónimo, contemporáneo de Isaías (s. VIII a.C.). - Profeta, hijo de Yimlá,
predijo la derrota de Ajab y de Josafat (1Re 22,8-9; 2Crón 18,7-27). - Padre del dignatario
Acbor (2Re 22,12). - Jefe de Josafat mandado a enseñar la ley (2Crón 17,7). - Sacerdote,
hijo de Zacur (Ne 12,35). - Sacerdote en la dedicación de la muralla (Ne 12,41). - Sobrino
de Safán, protector de Jeremías (Jer 36,11-12).
Misein: Este verbo es el calco de un verbo hebreo que significa a menudo: odiar, pero que,
tratándose de una opción, se refiere a lo que fue rechazado, o menos amado. [Jn12,25]
[Lc6,13] [Mt5,43] [Mt6,24] [Rom9,13]
Misthos: El salario. [Mt5,12]
Mna: Mina. La mina valía cien dracmas de plata. [Lc19,13]
Moisés: Protagonista del éxodo: nacido en Egipto de familia levítica (Éx 2,1; 6,16), salvado
de las aguas por la hija del faraón (Éx 1,10; Sap 18,5), educado en la sabiduría egipcia (He
7,22); elegido por Dios para liberar al pueblo (Éx 3,1-3,18; 5,1-2), lo condujo durante
cuarenta años por el desierto (Éx 15,22-18,27; Núm 11-14; 20); recibió la ley o decálogo
(Éx 19-24); codificó las normas rituales y sociales (cfr. Lev 1,1; 4,1; 26,46; 27,34; Núm
1,1; 36,13; Dt 1,1; 5,1; 32,45); es considerado por la tradición autor de la ley mosaica, Torá
o Pentateuco (cfr. Dt 31,9.24; Jos 1,7.13; 23,6; 2Re 14,6; Mt 19,9; Mc 10,3; Gv 8,5); murió
en el monte Nebo a los 120 años (34,1-5).
Monogen\u00e8s: El hijo único. Ese es un título del Unico de Dios en el N.T. Y es evidente
que él es también el único de su madre. [1Jn4,9] [Heb11,17] [Jn1,14] [Jn1,18] [Jn3,16]
[Jn3,18] [Lc7,12] [Lc8,42] [Lc9,38]
Morf\u00e8: Esta palabra significa a menudo la forma, pero también la forma de ser, la
naturaleza. [Flp2,6] [Flp2,7]
Monte: En el sentimiento religioso, los montes están más próximos a la divinidad que la
llanura (cfr. Gén 22,2.14). Por su elevación hacia el cielo, las cimas de las montañas
parecen la morada visible del Dios invisible, cuya majestad es ocultada por las nubes (cfr.
Éx 3,1-5; 19,2-3; 19,16-20). En la historia de las religiones son numerosas las montañas
sagradas, que, como centro cósmico, se creía que unían cielo y tierra. En Oriente el "monte
de los dioses" fue frecuentemente modelo del templo, dispuesto como una montaña: por
ejemplo, las zigurat babilónicas (cfr. Is 2,2). Según una tradición egipcia, el mundo ha
nacido de la emergencia de la colina originaria de las aguas primordiales. En algunos textos
de las pirámides Atón es llamado "colina", mientras que Enlil, la divinidad suprema de los
sumerios, recibía el sobrenombre de "Gran Monte". El "monte de la asamblea", citado por
Isaías (Is 14,13), se refiere a la concepción difundida en el antiguo Oriente de que éste era
el lugar donde se reúnen los dioses. El monte de Sión es la gloria y la morada del Señor
(2Sam 5,7; Sal 121,1; Zac 8,3; cfr. Ap 21,10-11). También en el NT se encuentra el monte
como imagen favorita del lenguaje religioso. En la montaña Jesús enseña (Mt 5,1-12), elige
a los apóstoles (Mc 3,13-14), reza (Mt 14,23), se transfigura (Mt 17,1-8). - de los Olivos.
Altura al nordeste de Jerusalén al otro lado del valle del Cedrón. Por él pasó David huyendo
de Absalón (2Sam 15,30-31), Salomón erigió en él templetes idolátricos (1Re 11,7; cfr.
2Re 23,13), en él se posó la Gloria del Señor (Ez 11,23), indicado como lugar del juicio
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(Zac 14,4). Está relacionado con la pasión: Jesús pasó por él para dirigirse a Jerusalén (Mt
21,1; Mc 11,1-11; Lc 19,29-30), pernoctaba en él (Lc 21,37, 22,39), allí pronunció el
discurso escatológico (Mc 13,1-2; cfr. de Getsemaní, donde Jesús fue apresado (Mt
26,30-31; Mc 14,26-28; Lc 22,39-40; Gv 18,1-2); indicado como lugar de la ascensión (He
1,11-12), y de la parusía (cfr. Zac 14,4). - de la perdición. Nombre dado al Monte de los
Olivos por la idolatría (2Re 23,13). - de la asamblea. Indica el templo o quizá el monte de
los dioses de Babilonia (Is 14,13).
monte: En el sentimiento religioso, los montes están más próximos a la divinidad que la
llanura (cfr. Gén 22,2.14). Por su elevación hacia el cielo, las cimas de las montañas
parecen la morada visible del Dios invisible, cuya majestad es ocultada por las nubes (cfr.
Éx 3,1-5; 19,2-3; 19,16-20). En la historia de las religiones son numerosas las montañas
sagradas, que, como centro cósmico, se creía que unían cielo y tierra. En Oriente el "monte
de los dioses" fue frecuentemente modelo del templo, dispuesto como una montaña: por
ejemplo, las zigurat babilónicas (cfr. Is 2,2). Según una tradición egipcia, el mundo ha
nacido de la emergencia de la colina originaria de las aguas primordiales. En algunos textos
de las pirámides Atón es llamado "colina", mientras que Enlil, la divinidad suprema de los
sumerios, recibía el sobrenombre de "Gran Monte". El "monte de la asamblea", citado por
Isaías (Is 14,13), se refiere a la concepción difundida en el antiguo Oriente de que éste era
el lugar donde se reúnen los dioses. El monte de Sión es la gloria y la morada del Señor
(2Sam 5,7; Sal 121,1; Zac 8,3; cfr. Ap 21,10-11). También en el NT se encuentra el monte
como imagen favorita del lenguaje religioso. En la montaña Jesús enseña (Mt 5,1-12), elige
a los apóstoles (Mc 3,13-14), reza (Mt 14,23), se transfigura (Mt 17,1-8). - de los Olivos.
Altura al nordeste de Jerusalén al otro lado del valle del Cedrón. Por él pasó David huyendo
de Absalón (2Sam 15,30-31), Salomón erigió en él templetes idolátricos (1Re 11,7; cfr.
2Re 23,13), en él se posó la Gloria del Señor (Ez 11,23), indicado como lugar del juicio
(Zac 14,4). Está relacionado con la pasión: Jesús pasó por él para dirigirse a Jerusalén (Mt
21,1; Mc 11,1-11; Lc 19,29-30), pernoctaba en él (Lc 21,37, 22,39), allí pronunció el
discurso escatológico (Mc 13,1-2; cfr. de Getsemaní, donde Jesús fue apresado (Mt
26,30-31; Mc 14,26-28; Lc 22,39-40; Gv 18,1-2); indicado como lugar de la ascensión (He
1,11-12), y de la parusía (cfr. Zac 14,4). - de la perdición. Nombre dado al Monte de los
Olivos por la idolatría (2Re 23,13). - de la asamblea. Indica el templo o quizá el monte de
los dioses de Babilonia (Is 14,13).
Muerte: La Biblia habla de dos clases de muerte la física-biológica y la espiritual. a) La
muerte física es el acabamiento del hombre en cuanto ser terreno. Se trata de un destino que
afecta a todos los hombres (2Sam14,14); (1Re2,1-2); (Sal89,49); (Sal90,3); (Qo3,2);
(Qo9,5); (Si8,7); (Si14,17); (Heb9,27); sólo Dios conoce el momento (Job14,5); (Qo3,20);
(Si17,1-2), mientras que el hombre lo ignora por completo (Qo9,12); (Lc12,20); (Lc12,40);
(Ap3,3). La muerte física tal como hoy acontece, entre angustias e incertidumbres, es
consecuencia del pecado del hombre (Gén2,17); (Gén3,3); (Gén3,19); (Bar1,13-14);
(Si41,4); (Rom5,12-17); (1Cor15,21-22); (1Cor15,56). Dios puede liberarnos de esta
muerte, tanto manteniéndola de momento alejada de nosotros (Sal13,4); (Sal49,15-16);
(Sal116,3) como sobre todo venciéndola mediante un proceso de resurrección e
inmortalidad (Is25,8); (Ez37,1-14); (Os13,14, (Sal16,10-11); (Sal49,16); (Dan12,2-3);
(2Mac7,9-33); (Bar3-5). Esta victoria sobre la muerte alcanza su punto culminante en
Jesucristo, que la anticipa ya en su vida mortal a través de sus milagros (Mt9,23-26) par;
(Lc7,11-16); (Jn11,28-44), la verifica en su propio cuerpo resucitado (Mt28,1-6) par;
(Jn2,1-9); (He2,23-24); (He3,15); (Rom6,9); (1Tes1,10); (Ap1,18) y la comparte con la
nueva humanidad redimida por él (1Cor15,26); (Heb2,14-15); (1Pe4,6); (Ap20,13-14);
(Ap21,4). b) La muerte espiritual es la situación de lejanía de Dios en cuanto Dios es vida y
fuente de vida. Durante la existencia terrena del hombre, esta muerte espiritual se
materializa en el hecho del pecado, que, si no se elimina oportunamente, acarrea la ruptura
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definitiva de la comunión con Dios o "segunda muerte" (Ap2,11); (Ap20,6); (Ap20,14);
(Ap21,8). Esta muerte-lejanía de Dios, temporal o definitiva, causada por el pecado, había
sido intuida por los profetas (Ez18,1); (Ez33,7-20); los autores del NT se refieren
expresamente a ella (Rom1,32); (Rom6,16); (Rom6,21-23); (Rom8,6); (Gál6,8);
(Sant1,15). También, y sobre todo, de esta muerte "lo mismo que de la muerte
físico-biológica" nos libera Cristo (Jn5,24-26); (Rom5,21); (1Cor15,21); (1Jn3,14).
muerte: La Biblia habla de dos clases de muerte la física-biológica y la espiritual. a) La
muerte física es el acabamiento del hombre en cuanto ser terreno. Se trata de un destino que
afecta a todos los hombres (2Sam14,14); (1Re2,1-2); (Sal89,49); (Sal90,3); (Qo3,2);
(Qo9,5); (Si8,7); (Si14,17); (Heb9,27); sólo Dios conoce el momento (Job14,5); (Qo3,20);
(Si17,1-2), mientras que el hombre lo ignora por completo (Qo9,12); (Lc12,20); (Lc12,40);
(Ap3,3). La muerte física tal como hoy acontece, entre angustias e incertidumbres, es
consecuencia del pecado del hombre (Gén2,17); (Gén3,3); (Gén3,19); (Bar1,13-14);
(Si41,4); (Rom5,12-17); (1Cor15,21-22); (1Cor15,56). Dios puede liberarnos de esta
muerte, tanto manteniéndola de momento alejada de nosotros (Sal13,4); (Sal49,15-16);
(Sal116,3) como sobre todo venciéndola mediante un proceso de resurrección e
inmortalidad (Is25,8); (Ez37,1-14); (Os13,14, (Sal16,10-11); (Sal49,16); (Dan12,2-3);
(2Mac7,9-33); (Bar3-5). Esta victoria sobre la muerte alcanza su punto culminante en
Jesucristo, que la anticipa ya en su vida mortal a través de sus milagros (Mt9,23-26) par;
(Lc7,11-16); (Jn11,28-44), la verifica en su propio cuerpo resucitado (Mt28,1-6) par;
(Jn2,1-9); (He2,23-24); (He3,15); (Rom6,9); (1Tes1,10); (Ap1,18) y la comparte con la
nueva humanidad redimida por él (1Cor15,26); (Heb2,14-15); (1Pe4,6); (Ap20,13-14);
(Ap21,4). b) La muerte espiritual es la situación de lejanía de Dios en cuanto Dios es vida y
fuente de vida. Durante la existencia terrena del hombre, esta muerte espiritual se
materializa en el hecho del pecado, que, si no se elimina oportunamente, acarrea la ruptura
definitiva de la comunión con Dios o "segunda muerte" (Ap2,11); (Ap20,6); (Ap20,14);
(Ap21,8). Esta muerte-lejanía de Dios, temporal o definitiva, causada por el pecado, había
sido intuida por los profetas (Ez18,1); (Ez33,7-20); los autores del NT se refieren
expresamente a ella (Rom1,32); (Rom6,16); (Rom6,21-23); (Rom8,6); (Gál6,8);
(Sant1,15). También, y sobre todo, de esta muerte "lo mismo que de la muerte
físico-biológica" nos libera Cristo (Jn5,24-26); (Rom5,21); (1Cor15,21); (1Jn3,14).
Musterion: El primer sentido es: una decisión secreta. Luego se refiere a un secreto que
cierta secta transmite a sus iniciados. Luego es un misterio. [1Cor2,1] [1Cor2,7] [1Cor4,1]
[1Cor14,2] [1Cor15,51] [1Tim3,9] [2Tes2,7] [Ap1,20] [Ap16,7] [Ap17,5] [Col1,26]
[Col2,2] [Col4,3] [Ef1,9] [Ef3,3] [Ef5,32] [Ef6,19] [Mt13,11] [Rom11,25] [Rom16,25]
Muthos: Se trata menos de un mito que de una fábula, o una leyenda, o una historia de
dioses. [1Tim1,4] [1Tim4,7] [2Pe1,16] [2Tim4,4] [Tit1,14]
Natán: - Hijo de David (2Sam 5,14-15; 1Crón 3,5; 14,4; Zac 12,12). Natam. - Profeta de la
corte, predijo a David una dinastía perenne (2Sam 7; 1Crón 17; cfr. Si 47,1); lo reprendió
después del pecado de adulterio y de homicidio (2Sam 12,1-2; cfr. Sal 51,1); ungió rey a
Salomón (1Re 1,1-40). Autor de memorias que se han perdido (1Crón 29,29; 2Crón 9,29);
ordenó el canto (2Crón 29,25). - Padre de Azarías, prefecto de Salomón (1Re 4,5). Sacerdote, padre de Zabud (1Re 4,5). - Padre de Yigal, héroe de David (2Sam 23,36).
Quizá = - Hermano de Joel, héroe de David (1Crón 11,38). - Hijo de Atay, descendiente de
Judá (1Crón 2,36). - Jefe de repatriados con Esdras (Esd 8,16). - Del clan de Baní, repudió
a la mujer extranjera (Esd 10,39). - Pariente de Tobit (Tob 5,14).
Naz\u00f4raios: Nazoreo. Marcos dice Nazareno; Mateo, Juan y Hechos: Nazoreo; Lucas,
tanto el uno como el otro. [Jn18,5] [Jn19,19] [Lc18,37] [Mt2,23] [Mt26,71]
Nehemías: (= Yavé consuela). Protagonista del libro homónimo, copero del rey Artajerjes
(Ne 1,11), consiguió volver a Jerusalén (Ne 2); nombrado gobernador (Ne 5,14; 12,26),
reconstruyó los muros (Ne 2,11-4,17); luchó contra las injusticias sociales (Ne 5,1-3),
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organizó la defensa y la repoblación de la ciudad (Ne 7,1-72), renovó la alianza (Ne 10) y
consagró los muros (Ne 12,31-33); hizo un segundo viaje (Ne 13,6-7); alabado como
ejemplo de fidelidad (2Mac 1,20-21; 2,13; Si 49,13). - Repatriado con Zorobabel (Esd 2,2;
Ne 7,7). - Hijo de Azbuc, trabajó en la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Ne 3,16).
N\u00e8phein: Ser sobrio: en especial, abstenerse de vino. [1Pe1,13] [1Pe4,7] [1Pe5,8]
[1Tes5,6] [2Tim4,5]
N\u00e8steuein: Ayunar. [Mt4,2] [Mt6,16] [Mt6,17] [Mt6,18] [Mt9,14] [Mt9,15]
Nik\u00e2n: Vencer, superar. La 1 Jn y el Apocalipsis gustan de este verbo al que dan
aplicaciones muy diferentes. [1Jn2,13] [1Jn4,4] [1Jn5,4] [Ap2,7] [Ap2,7] [Ap2,17]
[Ap2,26] [Ap3,5] [Ap3,12] [Ap3,21] [Ap5,5] [Ap6,2] [Ap12,11] [Ap15,2] [Ap21,7]
[Jn16,33]
Nómades: (Nómadas)Viven como pueblos de pastores en los desiertos o en las estepas, el
territorio ocupado por ellos viene indicado en la Sagrada Escritura en sentido muy amplio
como Arabia (2Crón 9,14; Jer 3,2; 25,24; Ez 27,21). Crían camellos, no cultivan ni la tierra
ni las viñas (cfr. Jer 35), viven sólo en tiendas, no tienen una morada fija. A diferencia de
los verdaderos nómadas, los patriarcas son seminómadas; tienen un pequeño rebaño (Gén
30,37-43) y viven por ello en la estepa. Al volverse gradualmente sedentarios llegan a
poseer ganados (Gén 13,5), a cultivar la tierra (Gén 26,12) y a entrar en posesión de la
misma (Gén 33,19). La ética de los nómadas, que ha ejercido gran influencia sobre Israel,
está dominada por la idea del vínculo que une estrechamente a los miembros de la tribu,
que se manifiesta en la hospitalidad y en el derecho de asilo, pero también en la venganza
de la sangre; no es rara la práctica de la prostitución (Gén 38,15-23; Jos 2,1). El derecho del
primogénito en el período nómada puede ser transferido a un hijo más joven (Gén
27,30-37). En el relato de Caín y Abel se expresa la idea de que la vida nómada ha de
considerarse mejor y grata a Dios: Abel el nómada es muerto por envidia por Caín, que ya
es sedentario (Gén 4,11-16). Inversamente, los sedentarios son amenazados por los
nómadas (por ejemplo, Israel después de la conquista; cfr. Jue 6-8). Como los nómadas
viven más expuestos a las condiciones de la naturaleza y no están ligados a un determinado
lugar, aunque sigan integrados en la tribu, se forma una fe en Dios carente de culto, que
subraya mucho el valor personal, en el que domina la idea del pacto y que puede ser
practicada en diversos santuarios. Los profetas consideran la vida religiosa de Israel en el
período nómada de modo ideal, como el gran período de la fe y de la fidelidad a Dios;
recuerdan siempre con nostalgia esta fidelidad (cfr. Jer 2,2; Os 2,16-18; 13,4-6); los
recabitas tratan de realizar este ideal profético de la vida nómada. La carta a los Hebreos
hace referencia al período nómada del pueblo de Dios, diciendo que los cristianos son como
nómadas en busca de la patria (Heb 11,13-16; 13,14).
nómades: (Nómadas)Viven como pueblos de pastores en los desiertos o en las estepas, el
territorio ocupado por ellos viene indicado en la Sagrada Escritura en sentido muy amplio
como Arabia (2Crón 9,14; Jer 3,2; 25,24; Ez 27,21). Crían camellos, no cultivan ni la tierra
ni las viñas (cfr. Jer 35), viven sólo en tiendas, no tienen una morada fija. A diferencia de
los verdaderos nómadas, los patriarcas son seminómadas; tienen un pequeño rebaño (Gén
30,37-43) y viven por ello en la estepa. Al volverse gradualmente sedentarios llegan a
poseer ganados (Gén 13,5), a cultivar la tierra (Gén 26,12) y a entrar en posesión de la
misma (Gén 33,19). La ética de los nómadas, que ha ejercido gran influencia sobre Israel,
está dominada por la idea del vínculo que une estrechamente a los miembros de la tribu,
que se manifiesta en la hospitalidad y en el derecho de asilo, pero también en la venganza
de la sangre; no es rara la práctica de la prostitución (Gén 38,15-23; Jos 2,1). El derecho del
primogénito en el período nómada puede ser transferido a un hijo más joven (Gén
27,30-37). En el relato de Caín y Abel se expresa la idea de que la vida nómada ha de
considerarse mejor y grata a Dios: Abel el nómada es muerto por envidia por Caín, que ya
es sedentario (Gén 4,11-16). Inversamente, los sedentarios son amenazados por los
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nómadas (por ejemplo, Israel después de la conquista; cfr. Jue 6-8). Como los nómadas
viven más expuestos a las condiciones de la naturaleza y no están ligados a un determinado
lugar, aunque sigan integrados en la tribu, se forma una fe en Dios carente de culto, que
subraya mucho el valor personal, en el que domina la idea del pacto y que puede ser
practicada en diversos santuarios. Los profetas consideran la vida religiosa de Israel en el
período nómada de modo ideal, como el gran período de la fe y de la fidelidad a Dios;
recuerdan siempre con nostalgia esta fidelidad (cfr. Jer 2,2; Os 2,16-18; 13,4-6); los
recabitas tratan de realizar este ideal profético de la vida nómada. La carta a los Hebreos
hace referencia al período nómada del pueblo de Dios, diciendo que los cristianos son como
nómadas en busca de la patria (Heb 11,13-16; 13,14).
Nomikos: El hombre de la Ley. es otro nombre para designar al escriba o maestro de la
Ley. [Lc7,30] [Lc10,25] [Lc11,45] [Lc11,52] [Lc14,3] [Tit3,13]
Nomodidaskalos: Maestro de la Ley. Un término menos usado que "grammateus" o
"nomikos". [1Tim1,7] [He5,34] [Lc5,17]
O erchomenos: El que viene. Ese es el Mesías o el Profeta. [Ef1,10] [Jn3,31] [Jn6,14]
[Jn11,27] [Jn12,3] [Lc7,19] [Lc13,35] [Lc19,38] [Mc11,9] [Mt11,3] [Mt26,64]
Ochloi: Los tropeles. Al plural, como es el caso aquí, se entiende de una verdadera
muchedumbre. [Mt13,2]
Ochlos: El tropel. Al singular, como es el caso aquí, puede tratarse de un grupo reducido.
[Lc7,11] [Mt13,2]
Oikonomia: Mantenimiento de la casa, y por ende administración. Se refiere a menudo a la
progresión de la obra salvadora de Dios, o al buen uso de los dones recibidos. [1Cor9,17]
[1Tim1,4] [Col1,25] [Ef3,2] [Ef3,9]
Oikoumen\u00e8: La (tierra) habitada. Este término entraña un concepto de universalidad,
más del planeta que de la humanidad: la palabra no existe todavía. [Ap3,10] [Ap12,9]
[Ap16,14] [He11,28] [He17,6] [He24,5] [Heb1,6] [Heb2,5] [Lc2,1] [Lc4,5] [Lc21,26]
[Mt24,14] [Rom10,18]
Oligopistia: La poca fe: el evangelio usa más a menudo el adjetivo: (persona) de poca fe.
[Mt17,20]
Oligopistos: (Persona) de poca fe. Esta palabra fue forjada por Jesús. [Lc12,28] [Mt6,30]
[Mt8,26] [Mt14,31] [Mt16,8]
\u00d4moioth\u00e8: (El Reino) puede ser comparado. Es la manera hebrea de decir que se
va a presentar una parábola referente al Reino. [Lc7,31] [Lc13,18] [Mc4,30] [Mt7,24]
[Mt11,16] [Mt13,24] [Mt18,23] [Mt22,2] [Mt25,1]
Omologia: La profesión de fe. Esto tiene también el sentido de: el contenido de la fe.
[1Jn1,9] [1Jn2,23] [1Jn4,2] [1Tim6,12] [1Tim6,12] [2Cor9,13] [Ap3,5] [He23,8] [He24,14]
[Heb3,1] [Heb4,14] [Heb10,23] [Heb13,15] [Jn1,20] [Jn9,22] [Jn12,42] [Lc12,8] [Mt7,23]
[Mt10,32] [Rom10,9]
Onoma (a): El Nombre (de Dios), su poder divino. [1Jn3,23] [1Jn5,13] [3Jn1,7] [Flp2,9]
[He2,21] [He9,21] [Heb1,4] [Jn1,12] [Jn2,23] [Jn12,28] [Jn17,6] [Jn17,11] [Jn17,26]
[Jn20,31] [Lc1,49] [Mt12,21] [Rom10,13]
Onoma (b): El nombre. Es también la presencia y el poder de alguna persona. Puede ser
también un Ser superior al que se debe respeto. [1Cor1,15] [1Cor6,11] [1Jn2,12] [Ap2,13]
[Ef1,21] [He3,6] [He3,16] [He4,16] [He5,40] [He8,12] [He18,15] [Jn3,18] [Jn14,13]
[Jn16,23] [Lc9,49] [Lc10,17] [Lc24,47] [Mc9,38] [Mc16,17] [Mt7,22] [Mt18,20] [Mt28,1]
[Rom1,5] [Sant5,14]
Org\u00e8: La cólera. Cuando se usa sola, la palabra se refiere a una decisión de la justicia
divina que ya ha sido tomada y que traerá dentro de poco un castigo. [1Tes2,16] [1Tes5,9]
[Col3,6] [Ef2,3] [Ef5,6] [Jn3,36] [Lc21,23] [Rom1,18] [Rom2,5] [Rom3,5] [Rom4,15]
[Rom9,22] [Rom12,19] [Rom13,4]
Oros: El monte. Cualquier altura, desde el Monte Sinaí hasta la colina de los Olivos, desde
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el lugar muy alto a donde uno va a buscar a Dios, hasta las lomas incultas y de acceso
difícil en las que uno encontrará refugio. [1Cor13,2] [Heb12,22] [Heb12,22] [Jn4,21]
[Jn6,15] [Lc9,28] [Mt5,1] [Mt5,14] [Mt8,1] [Mt15,29] [Mt17, 20] [Mt21,1] [Mt21,21]
[Mt24,16] [Mt28,16]
\u00d4sanna: Esa era una aclamación tradicional: ¡Ayúdanos pues! [Mc11,9] [Mt21,9]
Oseas: - Profeta, el primero de los doce llamados "menores", autor del libro homónimo,
hijo de Beerí, que actúa en el 750-740 ca. a.C. en el reino del norte (cfr. Rom 9,25). Primer nombre de Josué, hijo de Nun, explorador para la tribu de Efraín (Núm 13,8.16). Decimonono y último rey de Israel (731-722 a.C.), hijo de Elá, asesino de Pécaj, sucesor
suyo (2Re 15,30), deportado a Asiria (2Re 17,1-2; 18,1.9-10). - Héroe de David (1Crón
11,46). - Hijo de Azarías, jefe de Efraín (1Crón 27,20). - Jefe del pueblo, firmó la alianza
(Ne 10,24). - Jefe del pueblo en la dedicación de los muros (Ne 12,32). - Padre de Azarías
(Jer 42,1; 43,2).
Osios: Santo. En una misma palabra se unen pureza y santidad, o carácter sagrado.
[1Pe1,13]
Osphues periz\u00f4smen: Los lomos ceñidos, es decir, con la ropa bien tomada de la
cintura, dispuesto para trabajar, listo para hacer frente a cualquier necesidad. [1Tim2,8]
[Ap15,4] [Ap16,5] [He2,27] [He13,34] [Heb7,26] [Tit1,8]
Otoniel: - Sobrino de Caleb, se casó con su hija Acsá (Jos 15,17; Jue 1,13; 1Crón 4,13).
Quizá = - Primer juez y libertador de Israel (Jue 3,7-8; 1Crón 27,15).
Pablo: Las fuentes para la vida del apóstol Pablo se encuentran casi exclusivamente en sus
cartas y en los Hechos. Entre las cartas tienen preferencia aquellas cuya autenticidad no se
pone en duda: Rom, 1-2Cor, Gál, Flp, 1Tes, Flm. Algunas veces existen diferencias entre
ellas y He; en este caso se prefiere en general seguir las cartas. Lo que sabemos de Pablo
fue escrito después de su conversión. Ésta fue su experiencia decisiva, que lo cambió de
perseguidor de los cristianos (He 8,3; 1Cor 15,9) en apóstol; se llevó a cabo mediante la
revelación de Cristo, que le dio la fede y la vocación (He 9,3-6; Gál 1,12-16). Para Pablo
tenía la misma importancia que las apariciones pascuales de Cristo a los demás discípulos
(1Cor 15,5-8). Se realizó en el camino de Damasco (He 22,6). Las diversas narraciones que
hablan de ella testimonian la inesperada acción de Dios. Su significado es controverso; sin
embargo apenas si se sostiene la idea de que la conversión fue la experiencia de una larga
lucha interior. De Pablo se nos dice también algo sobre el tiempo anterior a la conversión.
Nació en Tarso, en Cilicia (He 21,39), era un judío de la diáspora, descendiente de la tribu
de Benjamín (Rom 11,1), y ciertamente era algunos años más joven que Jesús. El hecho de
que poseyera la ciudadanía romana (cfr. He 16,37) indica que la suya debía ser una notable
familia de Tarso. Desde su nacimiento tuvo además de su nombre judío de Saulo el romano
de Pablo (cfr. He 13,9). Recibió una rígida educación religiosa (Flp 3,5-6), fue mandado de
chico a la escuela del rabino Gamaliel, donde se convirtió en un celoso fariseo (He 22,3;
Gál 1,14). Se familiarizó con la Ley, con el modo de pensar rabínico y con la piedad
judaica. Su origen de Tarso (importante ciudad portuaria) le permitió aprender la lengua
que se hablaba en todas partes, conocer la cultura griega, la filosofía popular y la religión,
así como el ambiente del imperio romano. Pablo pensaba y hablaba desenvueltamente en
griego y así estaba en condición de entrar en contacto con el centro del mundo de entonces,
Roma, donde también se hablaba el griego. Aprendió la técnica artesanal del fabricante de
tiendas, que siguió practicando de apóstol (He 18,3; 1Tes 2,9). Desde el punto de vista
médico estaba afectado por un debilitamiento o enfermedad, que no podemos identificar
(Gál 4,13-15; 2Cor 12,7-9). Después de su conversión, fue a Arabia (Gál 1,17), quizá a las
ciudades nabateas que limitan con Damasco, para predicar allí, volvió a Damasco, hubo de
huir a causa de los judíos (He 9,24) y tres años después de la conversión acudió a Jerusalén,
donde se encontró por primera vez con Pedro. Por fin pasó varios años en Siria y Cilicia
(Gál 1,18-21; He 9,30). Con el producto de una colecta partió, después de su tercer viaje
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misionero, para Jerusalén, donde quería asistir a la fiesta de Pentecostés (He 20,16-21,14);
aquí fue arrestado, con la acusación de un presunto ultraje contra el templo (He 21,27-34);
transcurrió dos años de cautividad en Cesarea, la sede del gobernador romano Félix y
después de Festo; a causa de su apelación al César fue conducido a Roma (He 23,23-28,14).
Aquí permaneció bajo vigilancia dos años más (He 28,16-31), pero se podía mover con
relativa libertad. Así terminan las noticias del NT sobre Pablo. Seguramente al fin fue
puesto en libertad; después parece que desempeñó su actividad misionera todavía en la
parte occidental del imperio (hasta España) y fue muerto en Roma en torno al 67 d.C., tras
un nuevo encarcelamiento.
Paideu\u00f4: Educar. Como la educación no se conseguía sin el uso del látigo, este verbo
pasó a significar también: corregir, castigar. [1Cor11,32] [1Tim1,20] [2Cor6,9] [2Tim2,25]
[Ap3,19] [He7,22] [He22,3] [Heb12,6] [Lc23,16] [Tit2,12]
Pantokrat\u00f4r: El dueño del universo. Esa es en la Biblia griega la traducción de
"Sabaot": Dios de los ejércitos, o sea, del universo. [2Cor6,18] [Ap1,8] [Ap4,8] [Ap11,17]
[Ap15,3] [Ap16,7] [Ap19,6] [Ap21,22]
Parabasis: Es en el N.T. la transgresión de una ley. [1Tim2,14] [Gál3,19] [Heb2,2]
[Heb9,15] [Rom2,23] [Rom4,15] [Rom5,14]
Paradosis: Aquello que se trasmite, la tradición. Al plural, son las costumbres, o formas de
vivir de un grupo o de una sociedad. [1Cor11,2] [2Tes2,15] [2Tes3,6] [Col2,8] [Gál1,14]
[Mc7,3] [Mt15,2]
Parakalein: Un verbo de significación muy amplia: pedir, invitar a, suplicar, predicar. Aquí
el sentido es: confortar, consolar. [1Tes3,7] [2Cor1,4] [2Cor7,6] [2Tes2,17] [Col2,2]
[Col4,8] [Ef6,22] [Mt2,18] [Mt5,4]
Parakl\u00e8tos: El que intercede, habla a favor de, defiende la causa. Y no olvidemos que
dicha palabra designaba al que, en la sinagoga, traducía el texto sagrado al idioma hablado.
[1Jn2,1] [Jn14,16] [Jn14,26] [Jn15,26] [Jn16,7]
Paralambanein: Recibir. Dicho verbo se usa en el N.T. con el sentido de aceptar una
tradición. [1Cor11,23] [1Cor15,1] [1Tes2,13] [1Tes4,1] [2Tes3,6] [Col2,6] [Flp4,9]
[Gál1,9] [Gál1,12]
Parapt\u00f4ma: Paso en falso, falta. [2Cor5,19] [Col2,13] [Ef1,7] [Ef2,1] [Gál6,1]
[Mc11,25] [Mt6,14] [Rom4,25] [Rom5,15] [Rom5,18] [Rom11,11]
Parath\u00e8k\u00e8: El depósito que se pone en manos de un deudor en el que uno tiene
fe. [1Tim6,20] [2Tim1,12] [2Tim1,14]
Parousia: La presencia. Se trata habitualmente de la visita del señor, el que se hace
presente. En el N.T. es a menudo la venida de Cristo juez al final de los tiempos.
[1Cor15,23] [1[Jn2,28] [1Tes2,19] [1Tes3,13] [1Tes5,23] [2Pe1,16] [2Pe3,4] [2Tes2,1]
[Mt24,3] [Mt24,27] [Mt24,39] [Sant5,7]
Parr\u00e8sia: Osadía, aplomo, seguridad : actitud del apóstol que proclama la fe sin
miedo, seguro de que el Espíritu confirmará sus palabras. [1Jn2,28] [1Jn3,21] [1Jn4,17]
[2Cor3,12] [Ef3,12] [He4,13] [He4,29] [He28,31] [Heb3,6] [Heb10,19] [Heb10,35]
[Jn7,26] [Jn10,24] [Jn11,14] [Jn16,25] [Jn18,20]
Parthénos: Habitualmente se trata de una virgen; es a veces una joven en un contexto social
en que la niña no casada se queda virgen. La palabra se refiere tanto a hombres como a
mujeres. [Mt1,23]
Pasa sarx: Toda carne. Expresión hebraica que significa: todo mortal. [1Cor1,29]
[1Cor15,39] [1Pe1,24] [Gál2,16] [He2,17] [Jn17,2] [Lc3,6] [Mc13,20] [Mt24,22]
[Rom3,20]
Pedro: (o "Cefas" = roca). Nombre dado por Jesús al apóstol Simón (Mt 16,18; Gv 1,42),
pescador, hijo de Jonás (Mt 16,17), o Juan (Gv 1,42; 21,15); llamado por Jesús (Mt 4,18;
Mc 1,16-17; Gv 1,35-42); confesó su mesianismo y fue nombrado jefe de la Iglesia (Mt
16,13-19; Gv 6,67-68); asistió a la transfiguración (Mt 17,1; Mc 9,2; Lc 9,28), a la curación
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de la hemorroísa (Lc 8,45), a la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37; Lc 8,51); Jesús
curó a su suegra (Mt 8,14-15; Mc 1,29-30; Lc 4,38-39); fue salvado de las aguas (Mt
14,28-29); trató de apartar a Jesús de su misión (Mt 16,22-23; Mc 8,32-33); Jesús lo
interrogó sobre el tributo del templo (Mt 17,24-25), lo invitó al perdón sin límites (Mt
18,21), le ofreció la recompensa por seguirle (Mt 19,27; Mc 10,28; Lc 18,28); incapaz de
velar junto a Jesús en el Getsemaní, intentó impedir su prendimiento (Gv 18,10-11), renegó
de él (Mt 26,33-75; Mc 14,29-72; Lc 22,8-61; Gv 18,15-27); descubrió el sepulcro vacío
(Lc 24,5; Gv 20,2-3); se le apareció el Resucitado (Lc 24,34; 1Cor 15,5) y lo confirmó en
su cargo (Gv 21,15-19). Sus discursos después de Pentecostés (He 2,14-36; 3,11-26;
4,8-19; 5,3-29); curó a un cojo en el templo (He 3,1-10), a Eneas en Lida (He 9,32-33) y
resucitó a Tabita (He 3,36-43). Fue el primero que bautizó a un pagano (He 10); asiste al
concilio de Jerusalén (He 15,7); discusiones con Pablo (Gál 2,7-8; 11.14). Murió en Roma
en torno al 67/68 d.C.. Se le atribuyen dos cartas (1-2Pe).
Peirasmos: La palabra significa tanto la comprobación y la prueba como la tentación.
[1Cor10,13] [1Pe1,6] [1Pe4,12] [1Tim6,9] [Ap3,10] [Gál4,14] [He20,17] [Heb3,8]
[Lc4,13] [Lc8,13] [Lc11,4] [Lc22,28] [Lc22,40] [Lc22,46] [Mc14,38] [Mt6,14] [Mt26,41]
[Sant1,2]
Peirazein: Poner a prueba, o tentar. [1Cor7,5] [1Cor10,9] [1Tes3,5] [2Cor13,5] [Ap2,2]
[Ap2,10] [Ap3,10] [Gál6,1] [He5,9] [He9,26] [He15,10] [He16,7] [Heb2,18] [Heb3,9]
[Heb4,15] [Heb11,17] [Jn6,6] [Jn8,6] [Lc11,16] [Mt3,18] [Mt4,3] [Mt16,1] [Mt19,3]
[Mt22,18] [Mt22,35] [Sant1,13]
Penuel: (= rostro de Dios). Localidad próxima al Yabboq donde Jacob luchó con el ángel
(Gén 32,31-32); allí combatió también Gedeón (Jue 8,8-17); fortificada por Jeroboán (1Re
12,25). - Padre de Guedor y de la ciudad homónima (1Crón 4,4). - Hijo de Sasac, de la tribu
de Benjamín (1Crón 8,25).
Peqah: (Pécaj) Decimoctavo rey de Israel (740-731 a.C.), ex capitán suyo, mató a Pecajías
y le sucedió, y se alió con los arameos contra Judá (2Re 15,25-26.37; 16,5; 2Crón 28,6; Is
7,1-2; 8,6).
Pepoith\u00e8sis: Convicción, pero también lo que justifica nuestra seguridad. [2Cor3,4]
[2Cor8,22] [2Cor10,2] [Ef3,12] [Flp3,4]
Peripatein: Andar. Se refiere a un estilo de vida, a la elección de una vida moralmente
buena o mala, a la puesta en práctica de la fe. [1Cor3,3] [1Cor7,17] [1Jn1,6] [1Jn2,6]
[1Jn2,11] [1Pe5,8] [1Tes2,1] [1Tes4,12] [2Cor4,2] [2Cor5,7] [2Cor10,2] [2Cor12,18]
[2Jn1,3] [2Tes3,6] [3Jn1,4] [Ap9,20] [Col1,10] [Col2,6] [Col3,7] [Col4,5] [Ef2,2] [Ef2,10]
[Ef4,1] [Ef4,17] [Ef5,2] [Ef5,8] [Ef5,15] [Flp3,17] [Gál5,16] [He21,21] [Heb13,9] [Jn6,66]
[Jn8,12] [Jn11,9] [Jn12,35] [Jn21,18] [Mc7,5] [Rom6,4] [Rom8,4] [Rom13,13]
[Rom14,15]
Peritom\u00e8: "La circuncisión". Esta palabra designa a menudo el partido o el grupo de
los circuncidados, oponiéndolos a otros grupos sociales o religiosos. [Col4,11] [Ef2,11]
[Flp3,3] [Gál2,7] [Gál2,12] [He10,45] [He11,2] [Rom3,30] [Rom4,9] [Rom4,12]
[Rom15,8] [Tit1,10]
Periz\u00f4smenoi: Los lomos ceñidos: la parte baja de las ropas se levanta y se toma de la
cintura para caminar o para trabajar sin trabas. [Ef6,14] [Lc12,35] [Lc12,37] [Lc17,8]
Philein: Amar. Este verbo trae un matiz que no se encuentra en "agapan" [Mt5,44], pues
incluye el sentimiento del amor y sólo se usa para los parientes cercanos y los amigos.
[1Cor16,22] [Ap3,19] [Jn5,20] [Jn11,3] [Jn12,25] [Jn15,19] [Jn16,27] [Jn20,2] [Jn21,15]
[Mt10,37] [Mt10,38] [Mt26,48]
Phobein: Temer. En la Biblia se refiere a menudo a la persona que está bajo la impresión de
una manifestación sobrenatural. [Lc9,34]
Phobos: El temor. Esta palabra designa a menudo en la Biblia los sentimientos complejos
de quienes están bajo la impresión de una manifestación sobrenatural. [He2,43] [He5,5]
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[He19,17] [Lc1,65] [Lc2,9] [Lc5,26] [Lc7,11] [Lc7,16] [Lc8,37] [Mc4,41] [Mt28,8]
[Mc16,8]
Phobos k. tromos: Temor y temblor. Así se expresa el temor a dar un paso en falso: uno se
cuida de no actuar muy a la ligera. [2Cor7,15] [Ef6,5] [Flp2,12]
Phoumenoi t. Theon: Los que temen a Dios. Este término designaba a aquellos no-judíos
que los judíos establecidos fuera de Palestina habían convertido. No estaban dispuestos
para recibir la circuncisión, pero participaban en las celebraciones de la sinagoga. [He10,2]
[He10,22] [He13,16] [He13,26]
Phronein (a): Pensar en. Este verbo puede cobrar diferentes sentidos; aquí es: aspirar a,
moverse y preocuparse por. [Col3,2] [Flp2,2] [Flp2,5] [Flp3,15] [Flp3,19] [Flp4,10]
[Rom8,5] [Rom11,20] [Rom12,3] [Rom12,16] [Rom14,6]
Phronein (b): Pensar en. Este verbo puede cobrar diferentes sentidos; aquí: calcular y hacer
planes. [2Cor13,11] [Flp4,2] [He28,22] [Mc8,33] [Mt16,23]
Phulak\u00e8: Esta palabra reúne los sentidos de guardia y de vigilia. Entre los romanos la
noche se dividía en cuatro vigilias, y ese es el sentido en este lugar. El N.T. sigue el uso de
los romanos,mientras que para los hebreos la noche se dividía en tres vigilias. [Lc12,38]
[Mc6,48] [Mt14,25] [Mt24,43].
Phulatt\u00f4: Este verbo puede cobrar todos los sentidos de guardar. Aquí es mantener con
vida. [Jn12,25]
Pistis tou Christou: La fe de Cristo. La fe según Cristo, o que es propia de sus discípulos.
Hoy diríamos: la fe cristiana. [Col2,12] [Gál2,16] [Gál3,22] [He3,16] [Rom3,22]
[Rom3,26]
Pistis, agap\u00e8, elpis: La fe, la caridad, la esperanza. Las tres virtudes son asociadas. Le
esperanza es reemplazada a menudo por la constancia (upomon\u00e8). [1Cor13,13]
[1Tes1,3] [1Tes5,8] [1Tim6,11] [2Tim3,10] [Col1,4] [Tit2,2]
Pistos o logos: Esa es una palabra digna de fe. [1Tim1,15] [1Tim3,1] [1Tim4,9]
[2Tim2,11] [Tit1,9] [Tit3,8]
Pléon\u00e8xia: Avidez, codicia, avaricia. [1Pe2,3] [1Tes2,5] [2Cor9,5] [Col3,5] [Ef4,19]
[Ef5,3] [Lc12,15] [Mc7,22] [Rom1,29]
Pl\u00e8rophoria: La abundancia, la plenitud, la dilatación. Un sentimiento de seguridad
resulta de esta abundancia. [1Tes1,5] [Col2,2] [Heb6,11] [Heb10,22]
Pl\u00e8roun: Llenar, y por ende cumplir une profecía, manifestar su sentido pleno o darle
un sentido más verdadero y profundo. [Jn12,38] [Jn18,32] [Jn19,24] [Mt1,22] [Mt2,17]
[Mt2,23] [Mt3,15] [Mt4,14] [Mt5,17] [Mt8,17] [Mt12,17] [Mt13,35] [Mt21,4] [Mt26,54]
[Mt26,56]
Porneia: La licencia sexual. Toda la gama de las uniones prohibidas, la lujuria y, en forma
esencial, la prostitución. [1Cor5,1] [1Cor6,13] [1Cor12,21] [1Tes4,3] [Ap2,24] [Ap6,6]
[Ap9,21] [Ap14,8] [Ap19,2] [Col3,5] [Ef5,3] [Gál5,19] [He15,20] [He21,25] [Jn6,7]
[Jn8,41] [Jn12,5] [Lc7,41] [Lc19,35] [Lc20,24] [Mc6,37] [Mc7,21] [Mc12,15] [Mc14,5]
[Mt5,32] [Mt5,32] [Mt15,19] [Mt18,28] [Mt19,9] [Mt20,2] [Mt22,19]
Porneiai: Este plural de la palabra que abarca todas las formas de la licencia sexual designa
a lo mejor las fuerzas rebeldes del instinto sexual. [1Cor7,2]
Pozo: De agua viva, opuesto a las cisternas de agua de lluvia (Jer 2,13), símbolo de la
esposa (Pr 5,15; 16,22; Cant 4,12-13); visto como un profundo peligro (Pr 22,14; 23,27). de Beer. Núm 21,16. - de Guerar o de los patriarcas. Gén 26,15-32. - de Jacob. Gv 4,6. - di
Lajay Roí. Gén 16,14.
pozo: De agua viva, opuesto a las cisternas de agua de lluvia (Jer 2,13), símbolo de la
esposa (Pr 5,15; 16,22; Cant 4,12-13); visto como un profundo peligro (Pr 22,14; 23,27). de Beer. Núm 21,16. - de Guerar o de los patriarcas. Gén 26,15-32. - de Jacob. Gv 4,6. - di
Lajay Roí. Gén 16,14.
Prait\u00f4rion: El pretorio. La residencia del gobernador romano con sus dependencias:
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Introducción a los Libros Bíblicos
las audiencias, el cuartel de la guardia y la cárcel. [Flp1,13] [He23,35] [Jn18,28] [Mc15,16]
[Mt27,27]
Profeta: (Profetismo) El profeta bíblico no es un simple adivino o vaticinador del futuro,
aunque sus palabras se refieran con frecuencia a lo que está por suceder. Es
fundamentalmente el confidente, el mensajero, el portavoz de Dios, como Aarón es
portavoz de Moisés (Éx4,10-16); (Éx7,1). En este sentido, Abrahán (Gén20,7) y Moisés
(Núm11,17-25); (Núm12,6-8); (Dt18,15), como grandes confidentes de Dios y partícipes de
su Espíritu, reciben el título de profeta. El profeta, a diferencia de reyes y sacerdotes recibe
la llamada y la misión directamente de Dios (Is6,1-10); (Jer1,4-10); (Ez1,1) - (Ez2,1);
(Am7,14-15); (Lc1,11-17), aunque a veces actúen otros profetas como intermediarios
(Núm27,15-23); (1Re19,16). La Biblia conoce profetas de acción: Débora (Jue4,4), Samuel
(1Sam3,19-20), Natán (2Sam7,1-4); (2Sam12,1-15), Gad (2Sam24,11-19), Ajías
(1Re11,29-38), Elías (1Re17,1) - (1Re22,1), Eliseo (2Re2-13), etcétera; y conoce también
los llamados profetas escritores Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amós, etc., que han
dejado testimonio escrito de su mensaje, bien directamente, bien a través de sus discípulos
(ver (Is8,16); (Jer36,1)). En todo caso, la misión del profeta es iluminar y orientar en
nombre de Dios la vida y la historia del pueblo israelita denunciando todo cuanto suponga
ruptura de la alianza. Por eso, cuando falta esta palabra iluminadora del profeta, el pueblo
se siente huérfano de Dios (1Sam3,1). Pero hay también falsos profetas, que pretenden
hablar en nombre de dioses inexistentes (1Re18,19) o tratan de medrar a costa de adular al
rey y de anunciar al pueblo éxitos falaces (1Re22,11-13); (Jer14,14-16); (Jer23,9-40);
(Lam2,14); (Lam4,13); (Ez13,1-23); (Miq3,5-8). Jesucristo rodea su nacimiento y aparición
en público de un ambiente profético: Juan el Bautista (Mt11,7-14); (Mt14,5); (Mt21,26);
(Lc1,76), Isabel (Lc1,41-45), Simeón y Ana (Lc2,25-38); reivindica para sí, aunque de
manera indirecta, la condición de profeta (Mt13,57); (Lc13,33); (Jn6,14); (Jn7,40); ver
(He3,22-23); (He7,37) y hace partícipe a la Iglesia de su propio espíritu profético
(He2,16-18); (1Cor11,4); (1Cor2,28-29); (Ef2,20); (Ef4,11)
profeta: (Profetismo) El profeta bíblico no es un simple adivino o vaticinador del futuro,
aunque sus palabras se refieran con frecuencia a lo que está por suceder. Es
fundamentalmente el confidente, el mensajero, el portavoz de Dios, como Aarón es
portavoz de Moisés (Éx4,10-16); (Éx7,1). En este sentido, Abrahán (Gén20,7) y Moisés
(Núm11,17-25); (Núm12,6-8); (Dt18,15), como grandes confidentes de Dios y partícipes de
su Espíritu, reciben el título de profeta. El profeta, a diferencia de reyes y sacerdotes recibe
la llamada y la misión directamente de Dios (Is6,1-10); (Jer1,4-10); (Ez1,1) - (Ez2,1);
(Am7,14-15); (Lc1,11-17), aunque a veces actúen otros profetas como intermediarios
(Núm27,15-23); (1Re19,16). La Biblia conoce profetas de acción: Débora (Jue4,4), Samuel
(1Sam3,19-20), Natán (2Sam7,1-4); (2Sam12,1-15), Gad (2Sam24,11-19), Ajías
(1Re11,29-38), Elías (1Re17,1) - (1Re22,1), Eliseo (2Re2-13), etcétera; y conoce también
los llamados profetas escritores Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amós, etc., que han
dejado testimonio escrito de su mensaje, bien directamente, bien a través de sus discípulos
(ver (Is8,16); (Jer36,1)). En todo caso, la misión del profeta es iluminar y orientar en
nombre de Dios la vida y la historia del pueblo israelita denunciando todo cuanto suponga
ruptura de la alianza. Por eso, cuando falta esta palabra iluminadora del profeta, el pueblo
se siente huérfano de Dios (1Sam3,1). Pero hay también falsos profetas, que pretenden
hablar en nombre de dioses inexistentes (1Re18,19) o tratan de medrar a costa de adular al
rey y de anunciar al pueblo éxitos falaces (1Re22,11-13); (Jer14,14-16); (Jer23,9-40);
(Lam2,14); (Lam4,13); (Ez13,1-23); (Miq3,5-8). Jesucristo rodea su nacimiento y aparición
en público de un ambiente profético: Juan el Bautista (Mt11,7-14); (Mt14,5); (Mt21,26);
(Lc1,76), Isabel (Lc1,41-45), Simeón y Ana (Lc2,25-38); reivindica para sí, aunque de
manera indirecta, la condición de profeta (Mt13,57); (Lc13,33); (Jn6,14); (Jn7,40); ver
(He3,22-23); (He7,37) y hace partícipe a la Iglesia de su propio espíritu profético
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Introducción a los Libros Bíblicos
(He2,16-18); (1Cor11,4); (1Cor2,28-29); (Ef2,20); (Ef4,11)
Profetas: (Profetismo) El profeta bíblico no es un simple adivino o vaticinador del futuro,
aunque sus palabras se refieran con frecuencia a lo que está por suceder. Es
fundamentalmente el confidente, el mensajero, el portavoz de Dios, como Aarón es
portavoz de Moisés (Éx4,10-16); (Éx7,1). En este sentido, Abrahán (Gén20,7) y Moisés
(Núm11,17-25); (Núm12,6-8); (Dt18,15), como grandes confidentes de Dios y partícipes de
su Espíritu, reciben el título de profeta. El profeta, a diferencia de reyes y sacerdotes recibe
la llamada y la misión directamente de Dios (Is6,1-10); (Jer1,4-10); (Ez1,1) - (Ez2,1);
(Am7,14-15); (Lc1,11-17), aunque a veces actúen otros profetas como intermediarios
(Núm27,15-23); (1Re19,16). La Biblia conoce profetas de acción: Débora (Jue4,4), Samuel
(1Sam3,19-20), Natán (2Sam7,1-4); (2Sam12,1-15), Gad (2Sam24,11-19), Ajías
(1Re11,29-38), Elías (1Re17,1) - (1Re22,1), Eliseo (2Re2-13), etcétera; y conoce también
los llamados profetas escritores Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amós, etc., que han
dejado testimonio escrito de su mensaje, bien directamente, bien a través de sus discípulos
(ver (Is8,16); (Jer36,1)). En todo caso, la misión del profeta es iluminar y orientar en
nombre de Dios la vida y la historia del pueblo israelita denunciando todo cuanto suponga
ruptura de la alianza. Por eso, cuando falta esta palabra iluminadora del profeta, el pueblo
se siente huérfano de Dios (1Sam3,1). Pero hay también falsos profetas, que pretenden
hablar en nombre de dioses inexistentes (1Re18,19) o tratan de medrar a costa de adular al
rey y de anunciar al pueblo éxitos falaces (1Re22,11-13); (Jer14,14-16); (Jer23,9-40);
(Lam2,14); (Lam4,13); (Ez13,1-23); (Miq3,5-8). Jesucristo rodea su nacimiento y aparición
en público de un ambiente profético: Juan el Bautista (Mt11,7-14); (Mt14,5); (Mt21,26);
(Lc1,76), Isabel (Lc1,41-45), Simeón y Ana (Lc2,25-38); reivindica para sí, aunque de
manera indirecta, la condición de profeta (Mt13,57); (Lc13,33); (Jn6,14); (Jn7,40); ver
(He3,22-23); (He7,37) y hace partícipe a la Iglesia de su propio espíritu profético
(He2,16-18); (1Cor11,4); (1Cor2,28-29); (Ef2,20); (Ef4,11)
profetas: (Profetismo) El profeta bíblico no es un simple adivino o vaticinador del futuro,
aunque sus palabras se refieran con frecuencia a lo que está por suceder. Es
fundamentalmente el confidente, el mensajero, el portavoz de Dios, como Aarón es
portavoz de Moisés (Éx4,10-16); (Éx7,1). En este sentido, Abrahán (Gén20,7) y Moisés
(Núm11,17-25); (Núm12,6-8); (Dt18,15), como grandes confidentes de Dios y partícipes de
su Espíritu, reciben el título de profeta. El profeta, a diferencia de reyes y sacerdotes recibe
la llamada y la misión directamente de Dios (Is6,1-10); (Jer1,4-10); (Ez1,1) - (Ez2,1);
(Am7,14-15); (Lc1,11-17), aunque a veces actúen otros profetas como intermediarios
(Núm27,15-23); (1Re19,16). La Biblia conoce profetas de acción: Débora (Jue4,4), Samuel
(1Sam3,19-20), Natán (2Sam7,1-4); (2Sam12,1-15), Gad (2Sam24,11-19), Ajías
(1Re11,29-38), Elías (1Re17,1) - (1Re22,1), Eliseo (2Re2-13), etcétera; y conoce también
los llamados profetas escritores Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Amós, etc., que han
dejado testimonio escrito de su mensaje, bien directamente, bien a través de sus discípulos
(ver (Is8,16); (Jer36,1)). En todo caso, la misión del profeta es iluminar y orientar en
nombre de Dios la vida y la historia del pueblo israelita denunciando todo cuanto suponga
ruptura de la alianza. Por eso, cuando falta esta palabra iluminadora del profeta, el pueblo
se siente huérfano de Dios (1Sam3,1). Pero hay también falsos profetas, que pretenden
hablar en nombre de dioses inexistentes (1Re18,19) o tratan de medrar a costa de adular al
rey y de anunciar al pueblo éxitos falaces (1Re22,11-13); (Jer14,14-16); (Jer23,9-40);
(Lam2,14); (Lam4,13); (Ez13,1-23); (Miq3,5-8). Jesucristo rodea su nacimiento y aparición
en público de un ambiente profético: Juan el Bautista (Mt11,7-14); (Mt14,5); (Mt21,26);
(Lc1,76), Isabel (Lc1,41-45), Simeón y Ana (Lc2,25-38); reivindica para sí, aunque de
manera indirecta, la condición de profeta (Mt13,57); (Lc13,33); (Jn6,14); (Jn7,40); ver
(He3,22-23); (He7,37) y hace partícipe a la Iglesia de su propio espíritu profético
(He2,16-18); (1Cor11,4); (1Cor2,28-29); (Ef2,20); (Ef4,11)
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# Página 170
Introducción a los Libros Bíblicos
Promesa: Constituye el hilo conductor de toda la historia de la salvación, historia que se
tensa como un arco entre promesa y cumplimiento. El AT no dispone de un vocablo
especial para expresar el concepto de promesa; lo hacen con los de bendición, palabra,
alianza, juramento. Arranca de (Gén3,15); toma impulso con Abrahán, Isaac y Jacob
(Gén12,1-3); (Gén12,7); (Gén13,15-17); (Gén15,18); (Gén26,3); (Gén28,13-15); se
continúa con Moisés (Éx3,8); (Éx6,8); (Dt11,10-17), con David (2Sam7,8-16), con los
múltiples y variados oráculos mesiánicos (Is7,14); (Is9,5); (Is11,1-9); (Jer31,23-34);
(Jer33,14-16); (Ez36,23-30); (Miq5,1-5); (Zac6,12-13), hasta que en Jesucristo se hacen
realidad todas las promesas veterotestamentarias (Lc1,55); (Lc1,68-75); (Lc2,29-32);
(Lc4,21); (Rom4,13-25); (Rom9,4-9); (Rom15,8); (2Cor1,20); (Gál3,13-22); (Heb6,12-18);
(2Pe3,4); (1Jn2,25).
promesa: Constituye el hilo conductor de toda la historia de la salvación, historia que se
tensa como un arco entre promesa y cumplimiento. El AT no dispone de un vocablo
especial para expresar el concepto de promesa; lo hacen con los de bendición, palabra,
alianza, juramento. Arranca de (Gén3,15); toma impulso con Abrahán, Isaac y Jacob
(Gén12,1-3); (Gén12,7); (Gén13,15-17); (Gén15,18); (Gén26,3); (Gén28,13-15); se
continúa con Moisés (Éx3,8); (Éx6,8); (Dt11,10-17), con David (2Sam7,8-16), con los
múltiples y variados oráculos mesiánicos (Is7,14); (Is9,5); (Is11,1-9); (Jer31,23-34);
(Jer33,14-16); (Ez36,23-30); (Miq5,1-5); (Zac6,12-13), hasta que en Jesucristo se hacen
realidad todas las promesas veterotestamentarias (Lc1,55); (Lc1,68-75); (Lc2,29-32);
(Lc4,21); (Rom4,13-25); (Rom9,4-9); (Rom15,8); (2Cor1,20); (Gál3,13-22); (Heb6,12-18);
(2Pe3,4); (1Jn2,25).
Proorizein: Definir, decidir, escoger : la palabra predestinación proviene de este verbo.
[1Cor2,7] [Ef1,5] [Ef1,11] [He4,28] [Rom8,29] [Rom8,30]
Proph\u00e8teia: Profecía. Designa también una palabra de profeta: se entiende de los
profetas de la Iglesia primitiva. [1Cor12,10] [1Cor13,2] [1Cor14,6] [1Tes5,20] [1Tim1,18]
[1Tim4,14] [2Pe1,20] [Ap1,3] [Ap11,6] [Ap19,10] [Ap22,7] [Ap22,18] [Rom12,6]
Proph\u00e8t\u00e8s: El profeta. Se refiere al profeta mencionado en [Dt18,18]. Ese era
uno de los términos usados para designar al Mesías o a uno de los mesías en el caso de que
un de ellos preparara al otro. [Jn1,21] [Jn4,19] [Jn6,14] [Jn7,40] [Jn7,52] [Jn9,17]
Prosagein: Dar acceso. En el N.T. significa: darnos acceso a Dios, no sólo para ser
escuchado sino también para entrar en su misterio. [1Pe3,18]
Prosag\u00f4g\u00e8: El acceso. Se trata del acceso a la benevolencia de Dios y a Dios
mismo: ser atendido por él, serle agradable y entrar en comunión con él. [Ef2,18] [Ef3,12]
[Rom5,2]
Pros\u00e8lutos: Prosélito: "el que se juntó con nosotros". Se refiere a personas no-judías
que se adhirieron a la fe de Israel pero no están dispuestas a aceptar la circuncisión y otras
prácticas: participan en el culto de la sinagoga. [He2,11] [He6,5] [He13,43] [Mt23,15]
Proseuch\u00e8: El rezo para pedir. [Mt6,6]
Proseuchesthai: Rezar. Es la oración en la que uno pide a Dios. [Mt6,5] [Mt6,7]
Proskunein: "Hacer reverencia", postrarse". Aquí el sentido es : adorar, rendir culto.
[1Cor14,25] [Ap4,10] [Ap5,14] [Ap9,20] [Ap13,9] [He7,43] [He24,11] [Jn4,20] [Jn9,38]
[Jn12,20] [Mt2,2] [Mt2,9] [Mt4,9] [Mt4,10]
Proskunein: Hacer reverencia, postrarse. [He10,25] [Heb1,6] [Jn4,20] [Jn9,38] [Jn12,20]
[Lc24,52] [Mt2,11] [Mt8,2] [Mt9,18] [Mt14,33] [Mt15,25] [Mt28,9] [Mt28,17]
Prosopo-lempsia: Atenciones especiales para la cara, o sea, para la persona. Tratamiento
discriminatorio según las condiciones. [Col3,25] [Ef6,9] [Rom2,11] [Sant2,1]
Prosopo-lemt\u00e8s: El que tiene atenciones para el rostro, o sea, para la persona. Y trata
en forma discriminatoria según la condición de las personas. [He10,34]
Pros\u00f4pon blepein: Mirar al rostro, o a la persona: tratar en forma discriminatoria según
la condición de las personas. [Gál2,6] [Lc20,21] [Mc12,14] [Mt22,16] [Sant2,9]
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# Página 171
Introducción a los Libros Bíblicos
Pr\u00f4totokos: El primogénito. Este no es solamente el primer nacido, sino que ocupa un
rango eminente y pertenece a Dios en forma especial. [Col1,15] [Heb1,6] [Heb11,28]
[Heb12,23] [Rom8,29]
Pr\u00f4totokos ek t\u00f4n nekr\u00f4n: El primogénito de entre los muertos..
Recordemos que el primogénito no es solamente el primer nacido, sino que ocupa un rango
eminente y pertenece a Dios en forma especial. [Ap1,5] [Col1,18] [Lc2,7]
Psuch\u00e8: Es comúnmente el alma, con el sentido que los hebreos daban a esta palabra:
el centro de los deseos y de la afectividad. Pero también se debe traducir muy a menudo
"mi alma" con: mi vida, o también con: yo. [1Cor15,45] [He2,27] [He3,23] [Jn10,11]
[Jn12,27] [Jn13,37] [Jn15,13] [Lc1,47] [Lc2,35] [Lc6,9] [Lc12,19] [Lc12,22] [Lc14,26]
[Lc17,33] [Lc21,19] [Mc3,4] [Mc10,45] [Mt2,20] [Mt6,25] [Mt10,39] [Mt11,29]
[Mt12,18] [Mt16,25] [Mt20,28] [Mt22,37] [Mt26,38] [Rom2,9]
Pueblos: Pueblo de Dios: La nación israelita, en cuanto portadora de una promesa de
salvación para toda la raza humana, es en la Biblia el pueblo de Dios por antonomasia
(Éx6,7); (Lev26,12); (Dt26,17-18); (Dt29,12); (2Sam7,24); (Jer7,23); (Ez11,20). Un pueblo
a quien Dios elige (Dt7,6-7); (Is41,8) y llama (Is48,2), y con quien establece una alianza
inquebrantable (Éx24,7-8); (Jer31,35-37); ver (Heb9,19-20), no por su fuerza o sus méritos
(Dt7,7); (Dt8,17); (Dt9,4), sino únicamente por amor (Dt7,8); (Os11,1). Un pueblo con una
dimensión esencialmente religiosa (Éx19,6) y una indeclinable vocación de universalidad
(Gén12,2); (Is42,1-7); (Is43,10-12); (Is49,6); (Is55,4-5); (Jer4,1-2). Un pueblo que,
precisamente a causa de sus repetidas infidelidades a la alianza (Dt4,27); (Is1,10);
(Is10,22); (Jer7,10-12); (Os1,9); (Os13,7-11); ver (Rom9,25-29), anuncia y deja paso al
pueblo de la nueva alianza compuesto "novedad sorprendente y revolucionaria" por
judíos y "gentiles" (He15,14), nuevo pueblo de Dios, es decir, la Iglesia de Jesucristo, que
hereda los títulos, atributos y funciones del pueblo de Dios del AT (Rom9,6-8); (Gál3,29);
(Gál6,16); (Tit2,14); (1Pe2,9); (Ap18,4); (Ap21,3).
pueblos: Pueblo de Dios: La nación israelita, en cuanto portadora de una promesa de
salvación para toda la raza humana, es en la Biblia el pueblo de Dios por antonomasia
(Éx6,7); (Lev26,12); (Dt26,17-18); (Dt29,12); (2Sam7,24); (Jer7,23); (Ez11,20). Un pueblo
a quien Dios elige (Dt7,6-7); (Is41,8) y llama (Is48,2), y con quien establece una alianza
inquebrantable (Éx24,7-8); (Jer31,35-37); ver (Heb9,19-20), no por su fuerza o sus méritos
(Dt7,7); (Dt8,17); (Dt9,4), sino únicamente por amor (Dt7,8); (Os11,1). Un pueblo con una
dimensión esencialmente religiosa (Éx19,6) y una indeclinable vocación de universalidad
(Gén12,2); (Is42,1-7); (Is43,10-12); (Is49,6); (Is55,4-5); (Jer4,1-2). Un pueblo que,
precisamente a causa de sus repetidas infidelidades a la alianza (Dt4,27); (Is1,10);
(Is10,22); (Jer7,10-12); (Os1,9); (Os13,7-11); ver (Rom9,25-29), anuncia y deja paso al
pueblo de la nueva alianza compuesto "novedad sorprendente y revolucionaria" por
judíos y "gentiles" (He15,14), nuevo pueblo de Dios, es decir, la Iglesia de Jesucristo, que
hereda los títulos, atributos y funciones del pueblo de Dios del AT (Rom9,6-8); (Gál3,29);
(Gál6,16); (Tit2,14); (1Pe2,9); (Ap18,4); (Ap21,3).
Rabbi: Mi maestro. Palabra tomada del arameo. Se refiere al docente, el maestro de la Ley..
[Jn1,38] [Jn3,2] [Jn3,26] [Jn4,31] [Jn6,25] [Jn9,2] [Jn11,8] [Mc9,5] [Mc11,21] [Mc14,45]
[Mt23,7] [Mt26,25] [Mt26,49]
Raquel: (= oveja, cordero). Segunda mujer predilecta de Jacob (Gén 29,6-7; 30,1-8;
31,4-5.14-15.32-33), madre de José (Gén 30,22-23), murió al dar a luz a Benjamín (Gén
35,18; 48,7), sepultada junto a Belén (Gén 35,19); ejemplo de madre acongojada por la
lejanía o la muerte de sus hijos (Jer 31,15; Mt 2,18).
Reino: (Reino de Dios) El tema del reino de Dios es central en la Biblia y reviste una gran
complejidad. Yavé, el Dios de Israel, es rey, y su reino abarca el universo entero (Éx15,18);
(Jer10,7); (Jer10,10); (Sal11,4); (Sal47,3); (Sal93,1); (Sal95,3); (Sal96,10); (Sal97,1);
(Sal97,9); (Sal99,1), pero se manifiesta especialmente en Israel, su pueblo (Éx19,6);
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# Página 172
Introducción a los Libros Bíblicos
(Jue8,23) "ver (1Sam8,7); (1Sam12,12)" (Is33,22); (Jer8,19); (Sal48,3). A partir de David
(2Sam7,12-16), el reino de Dios tiene como soporte temporal un reino humano
(1Crón28,5); (2Crón13,8); (Sal2,6). Pero como la experiencia monárquica israelita terminó
en fracaso (2Re17,7-23); (2Re24,1-4), el tema del reino de Dios, aun perdurando, adquiere
poco a poco en la Biblia una dimensión escatológica y trascendente (Is24,23); (Is52,7);
(Sof3,15); (Zac14,9); (Sal96,1) - (Sal99,1); (Sal145,11-13); (Sap3,8); (Dan2,44);
(Dan7,14); (Dan7,27). Este reino de Dios escatológico y transcendente es precisamente el
concepto clave en la predicación de Juan el Bautista (Mt3,2), de Jesús (Mt4,23); (Mt9,35);
(Mt13,24); (Mt13,38); (Mt13,44-47); (Mt20,1); (Mt22,2); (Mt24,14); (Mc1,15) y de los
apóstoles después de pentecostés (He14,22); (He19,8); (He20,25); (He28,23); (He28,31);
(Rom14,17); (1Cor4,20); (Col4,11); (1Tes2,12); (2Tes1,5). Un reino que se hace
básicamente presente en la persona de Cristo (Mt12,28); (Lc17,21), que conoce una
prolongación en el tiempo teniendo a la Iglesia como fundamental mediación humana
querida por Dios (Mc4,26); (Mt13,31-33); (Mt16,18-19), que exige unas disposiciones muy
singulares para pertenecer a él (Mt5,3-10); (Mt6,25-33); (Mt7,21); (Mt13,44); (Mt18,1-4);
(Mt19,14); (Mt25,34); (Jn3,3-5) y que tiene una dimensión trascendente (Jn18,36) a
consumarse, por tanto, en el más allá (Mt6,10); (Mt25,34); (Lc13,28); (Lc14,15);
(Lc21,33); (Lc22,16-18); (1Cor6,9-10); (1Cor15,50); (Gál5,21); (Ef5,5).
reino: (Reino de Dios) El tema del reino de Dios es central en la Biblia y reviste una gran
complejidad. Yavé, el Dios de Israel, es rey, y su reino abarca el universo entero (Éx15,18);
(Jer10,7); (Jer10,10); (Sal11,4); (Sal47,3); (Sal93,1); (Sal95,3); (Sal96,10); (Sal97,1);
(Sal97,9); (Sal99,1), pero se manifiesta especialmente en Israel, su pueblo (Éx19,6);
(Jue8,23) "ver (1Sam8,7); (1Sam12,12)" (Is33,22); (Jer8,19); (Sal48,3). A partir de David
(2Sam7,12-16), el reino de Dios tiene como soporte temporal un reino humano
(1Crón28,5); (2Crón13,8); (Sal2,6). Pero como la experiencia monárquica israelita terminó
en fracaso (2Re17,7-23); (2Re24,1-4), el tema del reino de Dios, aun perdurando, adquiere
poco a poco en la Biblia una dimensión escatológica y trascendente (Is24,23); (Is52,7);
(Sof3,15); (Zac14,9); (Sal96,1) - (Sal99,1); (Sal145,11-13); (Sap3,8); (Dan2,44);
(Dan7,14); (Dan7,27). Este reino de Dios escatológico y transcendente es precisamente el
concepto clave en la predicación de Juan el Bautista (Mt3,2), de Jesús (Mt4,23); (Mt9,35);
(Mt13,24); (Mt13,38); (Mt13,44-47); (Mt20,1); (Mt22,2); (Mt24,14); (Mc1,15) y de los
apóstoles después de pentecostés (He14,22); (He19,8); (He20,25); (He28,23); (He28,31);
(Rom14,17); (1Cor4,20); (Col4,11); (1Tes2,12); (2Tes1,5). Un reino que se hace
básicamente presente en la persona de Cristo (Mt12,28); (Lc17,21), que conoce una
prolongación en el tiempo teniendo a la Iglesia como fundamental mediación humana
querida por Dios (Mc4,26); (Mt13,31-33); (Mt16,18-19), que exige unas disposiciones muy
singulares para pertenecer a él (Mt5,3-10); (Mt6,25-33); (Mt7,21); (Mt13,44); (Mt18,1-4);
(Mt19,14); (Mt25,34); (Jn3,3-5) y que tiene una dimensión trascendente (Jn18,36) a
consumarse, por tanto, en el más allá (Mt6,10); (Mt25,34); (Lc13,28); (Lc14,15);
(Lc21,33); (Lc22,16-18); (1Cor6,9-10); (1Cor15,50); (Gál5,21); (Ef5,5).
R\u00e8mata: Las palabras o el mensaje. [Jn3,34] [Jn5,47] [Jn6,63] [Jn6,68] [Jn8,20]
[Jn8,47] [Jn12,47] [Jn14,10] [Jn15,7] [Jn17,8]
Resucitado: (Resurrección) Victoria del hombre sobre la muerte, recuperando la vida para
siempre también en su dimensión corporal. Es obra exclusiva de Dios, afirmada ya en el
AT (Dan12,2-3); (2Mac7,9-14). La creencia en la resurrección, compartida por los
ambientes más religiosos del tiempo de Jesús (Jn11,24); ver (Mc12,18), (He23,6-8), recibe
el espaldarazo definitivo con la resurrección del propio Jesucristo (Mt28,6); (Mc16,6);
(Lc24,6); (Jn20,8-9); (He2,24); (He3,15); (He4,10)...; (Rom6,4); (1Cor15,4); (1Cor15,20);
(1Pe1,21). Jesucristo se proclama a sí mismo como "la resurrección y la vida" (Jn11,25),
afirma contundentemente la resurrección de todos los hombres (Mc12,25-27); (Jn5,28-29);
(Jn6,39-40); (Jn6,54), realiza resurrecciones provisionales como signo de la resurrección
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# Página 173
Introducción a los Libros Bíblicos
definitiva (Mt9,23-25); (Lc7,12-15); (Jn11,38-44) y es presentado por los autores del NT
como fundamento, primicia y modelo de la resurrección de los cristianos (Rom6,5-8);
(Rom8,11); (1Cor6,14); (1Cor15,12); (2Cor4,14); (Ef2,5-6); (Flp3,10-11); (Col1,18),
(1Tes4,14-16).
Rey: En los tiempos antiguos los soberanos eran considerados detentores de fuerzas
particulares; se les creía sobre todo en constante relación con los dioses. El rey aparecía a
veces como dios visible, como su hijo o su representante. Según la tradición de los
sumerios, la realeza procedía del cielo. En origen la función del soberano estaba unida a la
del sacerdote, como en los reyes-sacerdotes de la antigua Mesopotamia. El culto de la
soberanía tuvo su pleno desarrollo en la época helenística, y alcanzó la apoteosis en el
imperio romano. A diferencia del soberano de Egipto y de la antigua Mesopotamia, el rey
de Israel no fue nunca el centro de fuerza absoluto de su pueblo; esta posición era ocupada
sólo por Yavé, el verdadero rey de su pueblo (cfr. Sal 149,2-3; Is 33,22). Tras una tentativa
fallida (cfr. Jue 9), con Saúl (1030-1010 ca. a.C.) empieza el régimen de los reyes,
consolidado con David (1010-970 a.C.). El poder de Saúl se limita al mando militar; es
más, incluso encuentra rechazo (1Sam 8,7); David inicialmente es rey de Judá y después
también de Israel (2Sam 5,1-3); lo mismo su hijo Salomón (1Re 1,35), tras cuya muerte
(930 a.C.) el reino se divide en dos monarquías: el reino de Israel y el de Judá (cfr. 1Re
12,1-24). En el reino de Israel no se impuso establemente una dinastía, mientras que en el
de Judá fue siempre aceptada la descendencia de David (cfr. 2Re 11,13-20). El poder real
tiene su convalidación en la elección divina (cfr. 1Re 2,15; 1Crón 28,4-5); con la unción el
rey es adoptado por Yavé (2Sam 7,14) y se vuelve intocable (cfr. 1Sam 24,7) como
lugarteniente de Yavé (cfr. Sal 2; 18; 72; 110): no es divinizado, como en las monarquías
orientales. Cuida de modo especial del templo (cfr. 1Crón 22-29) y el culto (2Re 23); es
considerado libertador (2Re 13,5), hace justicia a los pobres (Sal 72,4.12) y es pastor del
pueblo (2Sam 5,2). Jesús es llamado rey (Mt 2,2; 27,42; Gv 1,49; 12,15; 18,33.37;
19,14-15.19; Ap 1,5), pero rechaza el poder (cfr. Mt 4,9; Gv 6,15); los creyentes participan
de su realeza (1Pe 2,9; Ap 1,6).
rey: En los tiempos antiguos los soberanos eran considerados detentores de fuerzas
particulares; se les creía sobre todo en constante relación con los dioses. El rey aparecía a
veces como dios visible, como su hijo o su representante. Según la tradición de los
sumerios, la realeza procedía del cielo. En origen la función del soberano estaba unida a la
del sacerdote, como en los reyes-sacerdotes de la antigua Mesopotamia. El culto de la
soberanía tuvo su pleno desarrollo en la época helenística, y alcanzó la apoteosis en el
imperio romano. A diferencia del soberano de Egipto y de la antigua Mesopotamia, el rey
de Israel no fue nunca el centro de fuerza absoluto de su pueblo; esta posición era ocupada
sólo por Yavé, el verdadero rey de su pueblo (cfr. Sal 149,2-3; Is 33,22). Tras una tentativa
fallida (cfr. Jue 9), con Saúl (1030-1010 ca. a.C.) empieza el régimen de los reyes,
consolidado con David (1010-970 a.C.). El poder de Saúl se limita al mando militar; es
más, incluso encuentra rechazo (1Sam 8,7); David inicialmente es rey de Judá y después
también de Israel (2Sam 5,1-3); lo mismo su hijo Salomón (1Re 1,35), tras cuya muerte
(930 a.C.) el reino se divide en dos monarquías: el reino de Israel y el de Judá (cfr. 1Re
12,1-24). En el reino de Israel no se impuso establemente una dinastía, mientras que en el
de Judá fue siempre aceptada la descendencia de David (cfr. 2Re 11,13-20). El poder real
tiene su convalidación en la elección divina (cfr. 1Re 2,15; 1Crón 28,4-5); con la unción el
rey es adoptado por Yavé (2Sam 7,14) y se vuelve intocable (cfr. 1Sam 24,7) como
lugarteniente de Yavé (cfr. Sal 2; 18; 72; 110): no es divinizado, como en las monarquías
orientales. Cuida de modo especial del templo (cfr. 1Crón 22-29) y el culto (2Re 23); es
considerado libertador (2Re 13,5), hace justicia a los pobres (Sal 72,4.12) y es pastor del
pueblo (2Sam 5,2). Jesús es llamado rey (Mt 2,2; 27,42; Gv 1,49; 12,15; 18,33.37;
19,14-15.19; Ap 1,5), pero rechaza el poder (cfr. Mt 4,9; Gv 6,15); los creyentes participan
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Introducción a los Libros Bíblicos
de su realeza (1Pe 2,9; Ap 1,6).
Reyes: Autoridad indefinida que no apoyó a Adonías (1Re 1,8).
reyes: Autoridad indefinida que no apoyó a Adonías (1Re 1,8).
Rut: Moabita, protagonista del libro homónimo (Rut 1,4.22), ejemplo de piedad filial (Rut
3,10) y de extranjera integrada en el pueblo elegido (Rut 2,10); siguió a su suegra Noemí a
Palestina, se casó con Booz (Rut 4,9-10) y se convirtió en antepasada de David y del
Mesías (Rut 4,13-22; Mt 1,5).
Saba: (Sabá) - Hijo de Yoctán, descendiente de Sem (Gén 10,28; 1Crón 1,22). Quizá = Hijo de Yocsán, descendiente de Abrahán (Gén 25,1-2; 1Crón 1,32). Quizá = - Hijo de
Ramá (Gén 10,7; 1Crón 1,9), epónimo de la región de Arabia, cuya reina visitó a Salomón
(1Re 10,1-2; 2Crón 9,1-2; cfr. Mt 12,42; Lc 11,31); región célebre por el oro, las piedras
preciosas y los perfumes (Job 1,15; 6,19; Sal 72,10.15; Is 60,6; Jer 6,20; Ez 27,22-23;
38,13; Jl 4,8).
Sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El sacerdocio ministerial,
que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu de Leví, con la familia
de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29); (Núm25,10-13); (Dt33,8-11);
(1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos sacerdotes ministeriales
correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer sacrificios (Lev2,2-10);
(Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás beneficios divinos
(Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión (Is28,7); (Jer2,8);
(Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo sacerdocio (Jer33,18);
(Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento en Jesucristo (Heb5,1) (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20); (1Cor11,24-25). b) El
sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de Dios y del que el
sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18); (Gén16,25). Ya el AT
proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6); (Is61,6), y el NT la
confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver (Rom12,1); (Heb12,28).
sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El sacerdocio ministerial,
que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu de Leví, con la familia
de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29); (Núm25,10-13); (Dt33,8-11);
(1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos sacerdotes ministeriales
correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer sacrificios (Lev2,2-10);
(Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás beneficios divinos
(Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión (Is28,7); (Jer2,8);
(Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo sacerdocio (Jer33,18);
(Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento en Jesucristo (Heb5,1) (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20); (1Cor11,24-25). b) El
sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de Dios y del que el
sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18); (Gén16,25). Ya el AT
proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6); (Is61,6), y el NT la
confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver (Rom12,1); (Heb12,28).
Sacerdotes: (Sacerdote) La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El sacerdocio
ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu de Leví, con
la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29); (Núm25,10-13);
(Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos sacerdotes
ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer sacrificios
(Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás beneficios
divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión (Is28,7);
(Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo sacerdocio
(Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento en
Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
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(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
sacerdotes: (Sacerdote) La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El sacerdocio
ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu de Leví, con
la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29); (Núm25,10-13);
(Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos sacerdotes
ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer sacrificios
(Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás beneficios
divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión (Is28,7);
(Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo sacerdocio
(Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento en
Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
Sarkikos: Carnal. La persona que se deja llevar por sus sentidos y por lo sensual, por sus
deseos y sus pasiones. [1Cor3,3] [1Cor9,11] [1Pe2,11] [2Cor1,12] [2Cor10,4]
Sacrificio: En cuanto elemento privilegiado del culto externo a la divinidad, también en la
religión bíblica, ya desde los mismos orígenes (Gén4,3-5); (Gén18,20); (Gén22,1-14);
(Éx5,3), ocupa el sacrificio un puesto de primera fila. La legislación israelita reglamentaba
minuciosamente las distintas clases de sacrificios (Éx29,38-42); (Lev1,1) - (Lev7,1);
(Lev9,1); (Lev10,16-20); (Lev14,12); (Lev22,18-30); (Núm8,8); (Núm15,1); (Núm28,1) (Núm29,1). Pronto los profetas llamaron la atención sobre la necesidad de interiorizar el
sacrificio profundizando en su verdadero significado (Is1,11); (Jer6,20); (Am5,22);
(Si35,1-6). Pero los sacrificios del AT eran simplemente prefigurativos (Heb10,1) del único
y definitivo sacrificio con el que Jesucristo se ofrece al Padre (Mt20,28); (Mt26,28);
(Mc10,45); (Jn1,29); (Jn3,14-17); (Jn13,1); (Jn19,31-37); (Rom5,6-8) de una vez por todas
con una eficacia absoluta y eterna (Heb7,27-28); (Heb9,12-15); (He9,26-28); (He10,5-18);
(1Pe1,18-19); (Ap5,9). En adelante, todo sacrificio "externo o interno" será repetición y
continuación del de Cristo (1Cor11,24-25); (Rom12,1); (Flp4,18); (Heb13,15-16);
(1Pe2,5).
sacrificio: En cuanto elemento privilegiado del culto externo a la divinidad, también en la
religión bíblica, ya desde los mismos orígenes (Gén4,3-5); (Gén18,20); (Gén22,1-14);
(Éx5,3), ocupa el sacrificio un puesto de primera fila. La legislación israelita reglamentaba
minuciosamente las distintas clases de sacrificios (Éx29,38-42); (Lev1,1) - (Lev7,1);
(Lev9,1); (Lev10,16-20); (Lev14,12); (Lev22,18-30); (Núm8,8); (Núm15,1); (Núm28,1) (Núm29,1). Pronto los profetas llamaron la atención sobre la necesidad de interiorizar el
sacrificio profundizando en su verdadero significado (Is1,11); (Jer6,20); (Am5,22);
(Si35,1-6). Pero los sacrificios del AT eran simplemente prefigurativos (Heb10,1) del único
y definitivo sacrificio con el que Jesucristo se ofrece al Padre (Mt20,28); (Mt26,28);
(Mc10,45); (Jn1,29); (Jn3,14-17); (Jn13,1); (Jn19,31-37); (Rom5,6-8) de una vez por todas
con una eficacia absoluta y eterna (Heb7,27-28); (Heb9,12-15); (He9,26-28); (He10,5-18);
(1Pe1,18-19); (Ap5,9). En adelante, todo sacrificio "externo o interno" será repetición y
continuación del de Cristo (1Cor11,24-25); (Rom12,1); (Flp4,18); (Heb13,15-16);
(1Pe2,5).
Salmanazar: Salmanasar: - III. Rey asirio (858-824 a.C.), luchó contra Ajab, y Jehú le pagó
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Introducción a los Libros Bíblicos
un tributo (cfr. 2Re 9,2.14). - V. Rey asirio (726-722 a.C.), hijo de Teglat-Falasar,
encarceló al rey Oseas, asedió a Samaría y acabó con el reino de Israel (2Re 17,3; 18,9-10;
Tob 1,2.13).
Salomé: Salomé: - Una de las mujeres que seguían a Jesús (Mc 15,40), tal vez esposa de
Zebedeo y madre de Santiago y de Juan (Mt 20,20-21; 27,56; Mc 16,1). - Hija de Herodías,
que mandó decapitar a Juan Bautista (Mt 14,6-7; Mc 6,21-22; cfr. Lc 3,19-20). No es
llamada por su nombre en los Evangelios.
Salomón: Salomón: (= pacífico). Rey (970-930 a.C.), hijo de David y de Betsabé (2Sam
5,14; 7,12; 12,24; 1Crón 3,5; 14,4; 22,9); ungido rey por Sadoc (1Re 1), sucedió a su padre
(1Re 2); victoria sobre sus adversarios (1Re 2,13-14; 1Crón 29,22-23); pidió a Dios la
sabiduría (1Re 3,5-15), por la que se hizo célebre (1Re 3,23-24; 5,9-10; 10,1-13.23-24;
2Crón 1,1-2; cfr. Pr 1,1; Cant 1,1; Si 47,12; Mt 12,42; Lc 11,31); su poder y riqueza (1Re
5,1-8; 10,14-22.25-29; cfr. Mt 6,29; Lc 12,27); construyó el templo (1Re 5,15-16; 6; cfr.
2Re 25,15; 1Crón 18,8; 2Crón 2,1-2; 3,1-2; 4,1-2; He 7,47) y el palacio real (1Re 7);
consagración del templo (1Re 8); su oración (1Re 8,22-53); trabajos públicos (1Re
9,20-21); infidelidad (1Re 11,1-2); muerte (1Re 11,41-42; cfr. 2Crón 1-9); figura del
Mesías (Sal 72,1; Heb 1,8-9), antepasado de Jesús (Mt 1,6-7).
Salvación: Acción por la que Dios libera a su pueblo en particular, y en general a todos los
hombres, de una situación calamitosa, que puede ser material o espiritual, temporal o
escatológica. El Dios de la Biblia es un Dios esencialmente salvador (Éx14,13); (Jue2,16);
(Jue2,18); (Jue6,14-16); (Jue13,3-5); (1Sam7,8); (1Sam11,13); (2Sam3,18); (2Re19,34);
(Is33,22); (Is35,4); (Is43,3); (Is45,15); (Is45,21-22); (Is60,16); (Is62,11); (Jer17,14);
(Jer23,6); (Jer31,7); (Ez34,22); (Dan3,21-24); (Dan13,60); (Sof3,17); (Sal22,6); (Sal27,1);
(Sal35,3); (Sal51,16); (Sal62,7); (Sal107,13); (Sal107,19); (Sal107,28)...; (Si51,1);
(Si51,11). Con la nueva alianza Dios sigue siendo el salvador de los hombres (Lc1,47);
(1Tim1,1); (1Tim2,3-4); (1Tim4,10); (2Tim1,9); (Tit1,3); (Tit2,10); (Tit3,4); (Jds1,25),
pero ahora la salvación de Dios ha tomado cuerpo humano en Jesucristo, el Salvador
(Mt1,21), (Lc2,11); (Jn3,17); (Jn4,42); (Jn12,47); (He4,12); (He5,31); (He13,23);
(Rom3,24); (Ef5,23); (Tit2,13); (Tit3,6); (2Pe1,11); (2Pe2,20).
salvación: Acción por la que Dios libera a su pueblo en particular, y en general a todos los
hombres, de una situación calamitosa, que puede ser material o espiritual, temporal o
escatológica. El Dios de la Biblia es un Dios esencialmente salvador (Éx14,13); (Jue2,16);
(Jue2,18); (Jue6,14-16); (Jue13,3-5); (1Sam7,8); (1Sam11,13); (2Sam3,18); (2Re19,34);
(Is33,22); (Is35,4); (Is43,3); (Is45,15); (Is45,21-22); (Is60,16); (Is62,11); (Jer17,14);
(Jer23,6); (Jer31,7); (Ez34,22); (Dan3,21-24); (Dan13,60); (Sof3,17); (Sal22,6); (Sal27,1);
(Sal35,3); (Sal51,16); (Sal62,7); (Sal107,13); (Sal107,19); (Sal107,28)...; (Si51,1);
(Si51,11). Con la nueva alianza Dios sigue siendo el salvador de los hombres (Lc1,47);
(1Tim1,1); (1Tim2,3-4); (1Tim4,10); (2Tim1,9); (Tit1,3); (Tit2,10); (Tit3,4); (Jds1,25),
pero ahora la salvación de Dios ha tomado cuerpo humano en Jesucristo, el Salvador
(Mt1,21), (Lc2,11); (Jn3,17); (Jn4,42); (Jn12,47); (He4,12); (He5,31); (He13,23);
(Rom3,24); (Ef5,23); (Tit2,13); (Tit3,6); (2Pe1,11); (2Pe2,20).
Samuel: (= Dios ha escuchado, o Dios es el Señor?). Profeta de Ramá, hijo de Elcaná y de
Ana, estéril (1Sam 1,1.19-20); ofrecido como nazireo al Señor (1Sam 1,25-26; Si 46,13);
llamado por el Señor (1Sam 2-3); juez (1Sam 7-12); se opuso a los filisteos (1Sam 4,1-2;
7,7-8); contrario a la monarquía (1Sam 8,5-6); consagró rey a Saúl (1Sam 9,17-10,8;
11,7-8; 12,1-2; 13,8-9) y después a David (1Sam 16,1-2; 19,18-19); sepultado en Ramá
(1Sam 25,1); evocado por Saúl (1Sam 28,12); ejemplo de intercesión (Sal 99,6; Jer 15,1;
cfr. He 3,24; 13,20; Heb 11,32). - Hijo de Amihud (Núm 34,20). - Hijo de Tolá, de la tribu
de Isacar (1Crón 7,2).
Sansón: (= hijo del sol). Duodécimo juez-libertador de Israel, nacido prodigiosamente,
nazireo, libera al pueblo de los filisteos, se casa con Dalila, que le entrega a los enemigos,
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# Página 177
Introducción a los Libros Bíblicos
muere sacrificándose (Jue 13,2-16,31); ejemplo de fe (Heb 11,32-33).
Santiago: - Apóstol de los Doce llamados por Jesús, apellidado "el Mayor", hijo de
Zebedeo y hermano de Juan (Mt 4,21; 5,2; 10,2; 17,1; 27,56; Mc 1,19-20; Lc 6,14; He
1,13); llamado con su hermano hijo del trueno (Mc 3,17); uno de los predilectos de Jesús
(Mt 17,1; 26,37; Mc 5,37; 9,2; 10,35; 13,3; 14,33; Lc 5,10; 8,51; 9,28-29.54); decapitado
por Herodes Agripa I (44 d.C.; He 12,2). - Santiago de Alfeo, llamado "el Menor", apóstol
de los Doce llamados por Jesús (Mt 10,2-4; Mc 3,18; 15,40; Lc 5,10; 6,15; 24,10; Gv
19,25; He 1,13). Quizá = - Familiar de Jesús (Mt 13,55; Mc 6,3), jefe de la primera
comunidad de Jerusalén (He 12,17; 15,13-14; 21,18; 1Cor 15,7; Gál 1,19; 2,9.12), lapidado
en el 62 d.C., hermano de Judas (Jd 1), identificado por la tradición con el autor de la carta
homónima (cfr. Sant 1,1). - Hijo de María, una de las mujeres que estaban junto a la cruz
(Mt 27,56; 28,1).
Sara: (= princesa). Mujer de Abrahán (Gén 11,29-30; 12,17), antes llamada Saray (Gén
12,11; 17,15); encubierta como hermana (Gén 12,13; 20,2; cfr. 26,7); estéril mucho tiempo,
madre de Isaac (Gén 15,4; 16,1-8; 17,15-16; 18,10-11; 21,1-7); hace expulsar a su esclava
Agar (Gén 21,8-9); está sepultada en la cueva de Macpela (Gén 23,1-20); antepasada del
pueblo elegido (Is 51,2), madre del nuevo pueblo de Dios por su fe (Rom 4,19; 9,9; Gál
4,21-31; Heb 11,11; 1Pe 3,6). - Hija de Rag\u00fcel y después mujer de Tobías (Tob 3,7-8;
6,11; 7,8-9; 10,8-11,17; 12,14).
Saúl: - Primer rey de todo Israel (1030-1010 a.C.), hijo de Quis (1Sam 9,1-2), ungido por
Samuel (1Sam 9-10), luchó contra los amonitas y filisteos (1Sam 11-14), rechazado por su
infidelidad (1Sam 15), persiguió a David (1Sam 18-20), mató a los sacerdotes (1Sam
22,6-20); evocó a Samuel (1Sam 28,5-6); murió derrotado por los filisteos (1Sam 31;
1Crón 10; cfr. He 13,21). - Rey de Edón (Gén 36,37-38; 1Crón 1,48-49). - Hijo de Simeón,
fundador de los saulitas (Gén 46,10; Éx 6,15; Núm 26,13; 1Crón 4,24). - Levita, hijo de
Azarías (1Crón 6,9).
Sarkinos: De carne, pero no carnal sino que débil, tierno e inmaduro. [1Cor3,1] [2Cor3,13]
[Heb7,16] [Rom7,14]
Sarx k. aima: Carne y sangre. Expresión hebrea: se refiere al hombre en su condición
mortal y limitada más que pecadora. [1Cor15,30] [Gál1,16] [Mt16,17]
S\u00e8meia k. Terata: Señales y prodigios, es decir: señales sorprendentes y milagros
impresionantes: ver también [He2,22]. [He2,19] [He2,43] [He4,30] [He14,3] [He15,2]
[Jn4,48] [Mc13,22] [Mt24,24]
S\u00e8meia k. Terata k.dunameis: Señales, prodigios y poderes: señales sorprendentes,
milagros impresionantes y obras poderosas de Dios: ver también [2Cor2,19] [2Cor12,12]
[2Tes2,9] [He2,22] [He6,8] [Heb2,4] [Rom15,19]
Semnos: Digno y honorable: probo [1Tim3,8] [1Tim3,11] [Flp4,8] [Tit2,2]
Semnot\u00e8s: Dignidad y honorabilidad. [1Tim2,2] [1Tim3,4] [Tit2,7]
Serpiente: Considerada como un animal peligroso del que había que huir (Si 21,2); figura
de la maldad (Gén 3,14; Sal 58,5-6; Mt 3,7), de la astucia (Gén 3,1), del peligro (Pr 23,12),
del enemigo (Jer 8,17; Mi 7,17), de la insidia (Gén 49,17), ocasionalmente de la prudencia
(Mt 10,16); Moisés cambia el bastón en serpiente (Éx 7,9-12.15); los justos y los discípulos
de Cristo no deben temerla (Sal 91,13; Lc 10,19). Algunas veces representa un motivo
mitológico, per ejemplo como monstruo (Leviatán, Is 27,1), como símbolo de una
divinidad (culto de Baal para la fertilidad) o como personificación del diablo (Gén 3,1-3;
Sap 2,24; Ap 12,9; 20,2-3). - de bronce. Expuesta por Moisés como signo de protección de
Yavé (Núm 21,6-9; Sap 16,7-8); adorada como Nejustán, fue destruida por Ezequías (2Re
18,4). Signo de Jesús crucificado (Gv 3,14).
Serpiente: Considerada como un animal peligroso del que había que huir (Si 21,2); figura
de la maldad (Gén 3,14; Sal 58,5-6; Mt 3,7), de la astucia (Gén 3,1), del peligro (Pr 23,12),
del enemigo (Jer 8,17; Mi 7,17), de la insidia (Gén 49,17), ocasionalmente de la prudencia
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Introducción a los Libros Bíblicos
(Mt 10,16); Moisés cambia el bastón en serpiente (Éx 7,9-12.15); los justos y los discípulos
de Cristo no deben temerla (Sal 91,13; Lc 10,19). Algunas veces representa un motivo
mitológico, per ejemplo como monstruo (Leviatán, Is 27,1), como símbolo de una
divinidad (culto de Baal para la fertilidad) o como personificación del diablo (Gén 3,1-3;
Sap 2,24; Ap 12,9; 20,2-3). - de bronce. Expuesta por Moisés como signo de protección de
Yavé (Núm 21,6-9; Sap 16,7-8); adorada como Nejustán, fue destruida por Ezequías (2Re
18,4). Signo de Jesús crucificado (Gv 3,14).
Sicarios: (del latín sica = puñal). Secta de fanáticos por la ley y por un Mesías político que
luchaban contra la dominación romana; se rebelaron cuatro mil (He 21,38).
sicarios: (del latín sica = puñal). Secta de fanáticos por la ley y por un Mesías político que
luchaban contra la dominación romana; se rebelaron cuatro mil (He 21,38).
Simón: - Jefe de un clan descendiente de Judá (1Crón 4,20). - Abuelo de Matatías (1Mac
2,1). - Hermano del sumo sacerdote Menelao, descubrió a Apolodoro las riquezas de
Jerusalén (2Mac 3,4-5; 4,1-2.23). - Sumo sacerdote (220-195 ca. a.C.), benemérito y
alabado (Si 50,1-21). - Hermano de Jesús (Mt 13,55; Mc 6,3). Quizá = el Cananeo. Llamado "Iscariote", padre de Judas, el traidor de Jesús (Gv 6,70; 13,2.26). - Curtidor de
pieles, hospedó a Pedro en Jafa (He 9,43; 10,6-32). - de Cirene o Cirineo. Llevó la cruz de
Jesús (Mt 27,32; Mc 15,21; Lc 23,26). - el Cananeo o el Celota. Uno de los doce apóstoles
(Mt 10,2-3; Mc 3,18; Lc 6,15; He 1,13). - el fariseo. Hospedó a Jesús (Lc 7,36-37). - el
leproso. Hospedó a Jesús en Betania (Mt 26,6-7; Mc 14,3-4; cfr. Gv 12,1-2). - Macabeo.
Llamado "Tasi" (1Mac 2,3); hijo de Matatías y jefe de los rebeldes (1Mac 2,65;
5,17.20-21.55; 9,19), vengó la aprehensión de Juan (1Mac 9,37-38), luchó contra Apolonio
(1Mac 10,74.82); tomó Acre y estableció su fiesta conmemorativa (1Mac 13); renovó la
alianza con los romanos (1Mac 14,17-24); derrotó a Cendebeo (1Mac 16,1-10); asesinado
(1Mac 16,13-16; cfr. 2Mac 8,22; 10,19-20; 14,17). Se le considera fundador de los
Asmoneos. - Mago. Adivino en Samaría, intentó comprar a Pedro el don de las curaciones
(He 8,9-24). De ahí viene el término "simonía". - Nombre verdadero del apóstol Pedro.
Skandalizein: Escandalizar. Eso es preparar el obstáculo que hará caer. Por extensión, se
trata de lo que provoca indignación y oposición. Uno se escandaliza: no comprende y
denuncia. [1Cor8,13] [2Cor11,29] [Jn6,61] [Jn16,1] [Lc7,23] [Lc17,2] [Mc4,17] [Mc6,3]
[Mc9,42] [Mc14,27] [Mt5,29] [Mt5,30] [Mt13,57] [Mt15,12] [Mt17,26] [Mt18,6]
[Mt24,10] [Mt26,31]
Skandalon: El escándalo. En un principio se refiere a la piedra que sobresale y que hace
tropezar al que no la advirtió. Designa por ende la situación o el evento que pone a prueba
nuestras convicciones y nos lleva a ser cómplices del mal. [1Cor1,23] [1Jn2,10] [1Pe2,8]
[Ap2,14] [Gál5,11] [Lc17,1] [Mt16,23] [Mt18,7] [Rom9,33] [Rom11,9] [Rom14,3]
[Rom16,17]
Sk\u00e8n\u00e8: La tienda. El autor alude aquí a la Tienda-Santuario de los hebreos en el
desierto, y el sentido es: el santuario. [Ap13,6] [Ap15,5] [Ap21,3] [He7,44] [Heb8,2]
[Heb9,2] [Heb9,11] [Heb9,21] [Heb13,21]
Skeuos: El vaso. Esta palabra se traducirá muy a menudo con: la cosa. Pues no tiene sentido
más que por los calificativos que se le añaden. Vaso de honor = cosa valiosa. [1Pe3,7]
[1Tes4,4] [2Tim2,20] [Rom9,21] [Rom9,22] [Rom9,25]
Skl\u00e8runein: Endurecer. El corazón endurecido significa una cabeza dura o un espíritu
cerrado. [He19,9] [Heb3,8] [Heb3,15] [Heb4,7] [Rom9,18]
Sofonías: - Profeta, noveno de los doce llamados "menores", autor del libro homónimo, que
vivió en el tiempo del rey Josías (640-609 a.C.). - Levita, hijo di Tájat (1Crón 6,21). Sacerdote, hijo de Maasías, trató con Jeremías (Jer 21,1; 29,25.29; 37,3; 52,24-25). Quizá =
Zofonías. - Jefe de un clan sacerdotal (Zac 6,10.14).
S\u00f4ma (a): El cuerpo. La significación es muy amplia. Aquí apunta a la realidad
(oponiéndola a su sombra); es también lo esencial de la cosa. [Col2,17] [Rom6,6]
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S\u00f4ma (b): El cuerpo. La significación es muy amplia. Aquí se refiere a la misma
persona. [1Cor6,13] [1Cor6,18] [1Cor15,44] [2Cor10,10] [Ap18,13] [Col1,22] [Col2,11]
[Ef5,28] [Flp3,21] [Lc11,34] [Mt5,29] [Mt6,22] [Rom12,1]
S\u00f4zein: Salvar. La significación es muy amplia y se salva de cualquier limitación,
enfermedad o pecado. Ser salvo significa en un principio: vivir en plenitud, con salud
integra. [1Cor1,18] [1Cor3,15] [1Cor5,5] [1Cor7,16] [1Cor9,22] [1Cor10,33] [1Cor15,2]
[1Pe3,21] [1Pe4,18] [1Tes2,16] [1Tim1,15] [1Tim2,4] [1Tim2,15] [1Tim4,16] [2Cor2,15]
[2Tes2,10] [2Tim1,9] [2Tim1,9] [2Tim4,18] [Ef2,8] [He2,21] [He2,40] [He4,9] [He11,14]
[He14,9] [He15,1] [He16,30] [Heb5,7] [Heb7,25] [Jn3,17] [Jn5,34] [Jn10,9] [Jn11,12]
[Jn11,12] [Jn12,27] [Jn12,47] [Jds 1,23] [Lc7,50] [Lc8,36] [Lc8,48] [Lc9,24] [Lc13,23]
[Lc17,19] [Lc18,26] [Lc18,42] [Lc23,55] [Mc3,4] [Mc5,23] [Mc6,56] [Mc8,35] [Mc10,26]
[Mc10,52] [Mc13,13] [Mc13,20] [Mc15,30] [Mc16,16] [Mt1,21] [Mt14,30] [Mt16,25]
[Mt19,25] [Mt24,13] [Mt24,22] [Rom5,9] [Rom8,24] [Rom9,27] [Rom10,9] [Rom11,14]
[Rom11,26] [Sant1,21] [Sant2,14] [Sant4,12] [Sant5,15] [Tit3,5]
S\u00f4zesthai: Ser salvo, salvarse, mejorarse. [Mt9,21]
Sphragizein: Sellar. El sello puede ser una marca con la que se reconocen los elegidos de
Dios; puede también guardar secreto un mensaje, al modo de una llave o de un código.
[2Cor1,22] [Ap7,3] [Ap10,4] [Ap22,10] [Ef1,13] [Ef4,30] [Jn3,33] [Jn6,27]
Spoud\u00e8: Interés y diligencia. El celo que uno demuestra en el cumplimiento de su
oficio. [2Cor7,12] [2Cor8,7] [2Cor8,16] [2Pe1,5] [Heb6,11] [Lc1,39] [Rom12,8]
[Rom12,11]
Stoichea: Los elementos. La significación es tan amplia como en nuestro lenguaje: los
elementos que constituyen el mundo, las bases de una doctrina, los principios de la
sociedad. [2Pe3,10] [Col2,8] [Col2,20] [Gál4,3] [Gál4,9]
Sukaminos: La morera. [Lc17,6]
sumo sacerdote: Sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El
sacerdocio ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu
de Leví, con la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29);
(Núm25,10-13); (Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos
sacerdotes ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer
sacrificios (Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás
beneficios divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión
(Is28,7); (Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo
sacerdocio (Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento
en Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
Sumo Sacerdote: Sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El
sacerdocio ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu
de Leví, con la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29);
(Núm25,10-13); (Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos
sacerdotes ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer
sacrificios (Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás
beneficios divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión
(Is28,7); (Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo
sacerdocio (Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento
en Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
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Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
Sumos Sacerdotes: Sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El
sacerdocio ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu
de Leví, con la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29);
(Núm25,10-13); (Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos
sacerdotes ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer
sacrificios (Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás
beneficios divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión
(Is28,7); (Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo
sacerdocio (Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento
en Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
sumos sacerdotes: Sacerdote: La Biblia se hace eco de dos tipos de sacerdocio: a) El
sacerdocio ministerial, que en el pueblo israelita era ejercido por los miembros de la tribu
de Leví, con la familia de Aarón a la cabeza (Éx28,1) - (Éx29,1); (Éx32,25-29);
(Núm25,10-13); (Dt33,8-11); (1Re1,7-8); (1Re1,25-26); (2Re23,9); (Ez44,15-31). A estos
sacerdotes ministeriales correspondía custodiar el arca de la alianza (1Sam2,12-17), ofrecer
sacrificios (Lev2,2-10); (Núm18,1-19); (Si50,5-21), recordar a los israelitas la ley y demás
beneficios divinos (Dt27,9); (Dt33,10), (Neh8,10). No siempre fueron fieles a su misión
(Is28,7); (Jer2,8); (Os4,4-11); (Jer5,1), por lo que los profetas anuncian un nuevo
sacerdocio (Jer33,18); (Zac3,6-10); (Mal3,14); (Sal110,4), que tendrá pleno cumplimiento
en Jesucristo (Heb5,1) - (Heb10,1) y en los sacerdotes de la nueva alianza (Lc22,19-20);
(1Cor11,24-25). b) El sacerdocio común, que afecta a todos los miembros del pueblo de
Dios y del que el sacerdocio familiar es una especie de tipo (Gén12,7-8); (Gén13,18);
(Gén16,25). Ya el AT proclama esta condición sacerdotal de todo el pueblo (Éx19,6);
(Is61,6), y el NT la confirma (1Pe2,5); (1Pe2,9); (Ap1,6); (Ap5,10); (Ap20,5); ver
(Rom12,1); (Heb12,28).
Sunergos: Pensemos en la palabra "sinergia". Se refiere al ayudante o al colaborador.
[1Cor3,9] [1Tes3,2] [2Cor1,24] [2Cor8,23] [3Jn1,8] [Col4,11] [Flp2,25] [Flp4,3] [Flm1,1]
[Rom16,3]
Sustrati\u00f4t\u00e8: Compañero de armas. [Flp2,25] [Flm2,1]
Tapeinoun: Humillar, rebajar. Es humilde el que está muy abajo y cuya cabeza no
sobresale. [1Pe5,6] [2Cor11,7] [Flp2,8] [Lc3,5] [Lc14,11] [Lc18,14] [Mt18,24] [Mt23,12]
[Sant4,10]
Tekt\u00f4n: La palabra es de la misma familia que "arquitecto". Designa al artesano que,
en un pueblo, fabrica y ajusta tanto los muebles y tejados como los artefactos del agricultor.
[Mt13,55]
Telein: Puede ser concluir, completar, pero el sentido mas preciso es poner fin o finalizar.
[Jn19,28] [Jn19,30]
Teleios: Perfecto. Para un judío se entiende del que observa toda la ley de Dios. En las
cartas de Pablo el perfecto designa a menudo al que ha alcanzado (o cree que ha alcanzado)
el conocimiento verdadero, como pasaba en las religiones mistéricas. [1Cor2,6]
[1Cor14,20] [Col1,28] [Col4,12] [Ef4,13] [Flp3,15] [Heb5,14] [Mt5,48] [Mt19,21]
[Sant1,4] [Sant3,2]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Teleioun: Puede ser completar, pero el sentido preciso es cumplir, llevar a su sentido pleno.
[Jn4,34] [Jn5,36] [Jn17,4] [Jn17,23] [Jn19,28]
Tel\u00f4n\u00e8s: Cobrador. En el evangelio se refiere al que cobra el impuesto para los
romanos; es considerado pecador público: es el publicano. [Lc3,12] [Lc5,27] [Lc7,29]
[Lc15,1] [Lc18,10] [Mc2,15] [Mt5,46] [Mt9,10] [Mt10,3] [Mt10,19] [Mt18,17] [Mt21,31]
T\u00e8rein: Este verbo cubre todos los sentidos de nuestro guardar. Juan lo usa más que
cualquier otro en el N.T. refiriéndose a guardar los mandamientos y el espíritu de Jesús.
[Jn8,51] [Jn8,55] [Jn14,15] [Jn14,21] [Jn15,10] [Jn15,20] [Jn17,6] [Jn17,11] [Jn17,15]
Testamento: Palabra de origen latino, que responde al griego "diazeke", y que tiene el
sentido fundamental de alianza o pacto entre Dios y su pueblo (Mt26,28); (Lc22,20);
(He3,25); (Rom9,4); (Rom11,25); (2Cor3,6.14); (Gál4,24); (Ef2,12); (Heb7,22); (Heb8,8);
(Heb9,15); (Heb9,20); (Heb10,29). De ahí pasó a significar, con los adjetivos "viejo" y
"nuevo", el conjunto de libros que contienen la revelación divina ver (Éx24,7); (2Re23,2);
(2Re23,21); (1Mac1,57); (2Cor3,14). Naturalmente, con la palabra "testamento" se traduce
también cuando lo requiere el caso, la idea de última voluntad de un hombre con respecto a
sus bienes para después de la muerte (Gál3,15); (Heb9,16).
testamento: Palabra de origen latino, que responde al griego "diazeke", y que tiene el
sentido fundamental de alianza o pacto entre Dios y su pueblo (Mt26,28); (Lc22,20);
(He3,25); (Rom9,4); (Rom11,25); (2Cor3,6.14); (Gál4,24); (Ef2,12); (Heb7,22); (Heb8,8);
(Heb9,15); (Heb9,20); (Heb10,29). De ahí pasó a significar, con los adjetivos "viejo" y
"nuevo", el conjunto de libros que contienen la revelación divina ver (Éx24,7); (2Re23,2);
(2Re23,21); (1Mac1,57); (2Cor3,14). Naturalmente, con la palabra "testamento" se traduce
también cuando lo requiere el caso, la idea de última voluntad de un hombre con respecto a
sus bienes para después de la muerte (Gál3,15); (Heb9,16).
Tetraarch\u00e8s: Tétrarque, es decir, gobernante de una de las cuatro naciones. [He13,1]
[Lc3,19] [Lc9,7] [Mt14,1]
Tharsein: Atreverse, dar el paso: arriesgarse a creer. [He23,11] [Jn16,33] [Mc10,49]
[Mt9,2] [Mt9,22] [Mt14,27]
The\u00e2sthai: Mirar con calma. A veces significa contemplar, pero más a menudo
debemos conformarnos con el sentido de ver: [1Jn1,1] [1Jn4,12] [Jn1,14] [Jn1,32] [Jn1,38]
[Jn4,45] [Jn6,5] [Jn11,45]
Thel\u00e8ma: Una voluntad, una decisión. [1Cor1,1] [1Cor7,37] [2Cor1,1] [2Tim1,1]
[Col1,1] [Ef1,1] [Ef1,11] [He22,14] [Heb10,7] [Jn1,13] [Jn5,30] [Jn6,38] [Mt26,42]
[Rom1,10]
Théosebeia: Piedad con Dios. Tiene el mismo que eusebeia [1Tim2,2]. [1Tim2,10]
Ti moi k. soi: ¿Qué a ti y a mí?, o sea: ¿qué tenemos de común en este asunto? ¿Por qué te
metes en lo que es mío ? [Jn2,4] [Lc4,34] [Lc8,28] [Mc1,24] [Mc5,7] [Mt8,29]
Tobías: (= Dios es bueno). Hijo de Tobit y protagonista del libro homónimo. - Levita,
maestro de la ley (2Crón 17,8). - Jefe de un clan que no pudo demostrar su descendencia
israelita (Esd 2,60; Ne 7,62). - Funcionario de Artajerjes, llamado el esclavo, contrario a la
reconstrucción de los muros (Ne 2,10.19; 3,35; 4,1; 6,1-19). Quizá = - Pariente de Eliasib,
que residía junto al templo (Ne 13,4.7-8). - Padre de Hircano (2Mac 3,11). - Uno de los 4
repatriados con metales preciosos (Zac 6,10).
Tribus: Consistente agrupación de personas ligado por un origen común o por asociación
voluntaria (cfr. Éx 12,38). Las tribus de Israel se formaron con la unión de diversos clanes
en ocasión de la conquista de Canaán; inicialmente estaban asociadas a una federación de
tipo cultual (denominada a menudo impropiamente "anfictionía"). La tierra prometida fue
dividida entre los descendientes de los hijos de Jacob (Rubén, Simeón, Judá, Zabulón,
Isacar, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Benjamín) y de los dos hijos de José, Efraín y Manasés
(cfr. Gén 48,5; Núm 34,14-15; Jos 13-19; 1Crón 12,38; 26,30; Ez 48,2-3); los hijos de Leví
no recibieron un territorio, sólo ciudades levíticas (Jos 21). Después del exilio ya no se
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pudo realizar la división territorial. Jesús llamó a los doce apóstoles como patriarcas del
nuevo pueblo de Dios (cfr. Mt 19,28; Lc 22,30).
tribus: Consistente agrupación de personas ligado por un origen común o por asociación
voluntaria (cfr. Éx 12,38). Las tribus de Israel se formaron con la unión de diversos clanes
en ocasión de la conquista de Canaán; inicialmente estaban asociadas a una federación de
tipo cultual (denominada a menudo impropiamente "anfictionía"). La tierra prometida fue
dividida entre los descendientes de los hijos de Jacob (Rubén, Simeón, Judá, Zabulón,
Isacar, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Benjamín) y de los dos hijos de José, Efraín y Manasés
(cfr. Gén 48,5; Núm 34,14-15; Jos 13-19; 1Crón 12,38; 26,30; Ez 48,2-3); los hijos de Leví
no recibieron un territorio, sólo ciudades levíticas (Jos 21). Después del exilio ya no se
pudo realizar la división territorial. Jesús llamó a los doce apóstoles como patriarcas del
nuevo pueblo de Dios (cfr. Mt 19,28; Lc 22,30).
Trit\u00e8 \u00f4ra: La tercera hora, es decir: a mitad de la mañana. [Mc15,25] [Mt20,3]
Uiothesia: El acceso a la filiación: uno cobra sus plenos derechos como hijo adulto, libre y
capaz de heredar. Esto vale tanto para un hijo sanguíneo como para el hijo adoptivo. [Ef1,5]
[Gál4,5] [Rom8,15] [Rom8,23] [Rom9,4]
Upako\u00e8: Obediencia. Esta palabra se refiere a menudo a los que acogen la fe y
responden. [1Pe1,2] [1Pe1,14] [2Cor7,15] [2Cor10,5] [Flm21,1] [Heb5,8] [Rom1,5]
[Rom6,16] [Rom15,8] [Rom16,19] [Rom16,26]
Up\u00e8ret\u00e8s: Sirvientes. Con este nombre se designaba a los policías del Templo.
[Jn7,45] [Jn7,32] [Jn18,3] [Jn18,12] [Jn18,18] [Jn19,6] [Mc14,54] [Mt26,58]
Upokrita: Hipócrita. Esta palabra designa en la Biblia a los que se preocupan antes que
nada por las apariencias y que, por tanto, quedan superficiales. Y hacen despreciar a Dios
[Lc6,42] [Lc12,56] [Lc13,15] [Mc7,6] [Mt6,2] [Mt6,5] [Mt6,16] [Mt7,5] [Mt7,5] [Mt15,7]
[Mt22,18] [Mt23,13] [Mt24,51]
Upomon\u00e8: Paciencia. Se nos pide soportar las adversidades y permanecer constantes:
esa es la otra cara de la esperanza. [1Tes1,3] [1Tim6,21] [2Cor1,6] [2Cor6,4] [2Cor12,12]
[2Pe1,6] [2Tes1,4] [2Tes3,5] [2Tim3,10] [Ap1,9] [Ap2,2] [Ap2,19] [Ap3,10] [Ap13,10]
[Ap14,12] [Col1,11] [Heb10,36] [Heb12,1] [Lc8,15] [Lc21,19] [Rom2,7] [Rom5,3]
[Rom8,25] [Rom15,4] [Sant1,3] [Sant5,11] [Tit2,2]
Upsoun: Levantar [Jn3,14] [Jn8,28] [Jn12,32]
Z\u00e8mia: Pérdida y pérdidas. Desventajas e inconvenientes. [Flp3,7] [Flp3,8] [He27,10]
Vía: (Camino) Además del significado literal (Éx 13,21; Dt 1,33) indica la vida humana
(Sal 102,24); sobre todo la conducta (1Re 15,26; Sal 37,5), que puede ser buena o mala (Dt
30,15-16; Sal 1,1.6; Pr 4,18-19; 12,28; Jer 21,8; Mt 7,13); la buena conducta es llamada a
menudo camino de la vida (Sal 16,11; Pr 6,23; 8,20; 10,17; 12,28; 15,24), trazado por Dios
(16,9; 20,24; Jer 10,23); el malo es el camino de la perdición (Pr 7,27; Jer 23,12). El
camino de Dios, diverso del camino del hombre (Is 55,8-9), es el bueno (Dt 8,6; 32,4; He
13,6; Rom 11,13), los buenos le piden a Dios que se lo muestre (Éx 33,13; Sal 25,4), y él
promete indicárselo (1Sam 12,23; 1Re 8,36; Is 30,21), invitando a recorrerlo (Jer 7,23). En
los tiempos mesiánicos enviará un mensajero a prepararlo delante del Mesías (Mal 3,1),
personalizado en Juan Bautista que indica a Jesús (Mt 3,3; Mc 1,2-3; Lc 3,4-5; Gv 1,23).
Jesús es el Camino (Gv 14,6; Heb 10,20) porque revela al Padre (Gv 1,18; 12,45; 14,9-10),
a quien nadie puede ir sin él (Gv 14,6). Como Jesús, la Iglesia, que encarna su doctrina,
constituye el camino (He 9,2; 18,25; 22,4; 24,22). - del mar. Región costera occidental del
lago de Genesaret (Is 8,23; Mt 4,15). - real. Camino de Transjordania obstruido por Sijón
(Núm 20,17; 21,22; Dt 2,26-27). - sagrado o santo. Nombre simbólico del regreso del exilio
(Is 35,8; cfr. 40,3-4; 43,19).
Visiones: (Visión/es) Se le atribuye un origen divino (Am 7,1.4.7; Jer 1,11) y constituye un
elemento de las vocaciones proféticas (Is 6; Jer 1,5-10; Ez 1-3). Debe entenderse come
visión espiritual, constituye una de las fuentes principales del conocimiento profético del
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futuro (Jer 24; Am 7,1-9) y es una característica peculiar de la apocalíptica judaica (Dan
2,19.28; 7,1; 8,18). En el NT se entienden también como visión el bautismo de Jesús (Mt
3,16-18) y la visión de los discípulos en la transfiguración (Mc 9,2-10). Además el NT
refiere una visión de Esteban (He 7,55) y de Pedro (He 10,11-16). Pablo apela a las
visiones como fundamento de su vocación (He 26,12-18). El Apocalipsis utiliza el género
literario de las visiones.
visiones: (Visión/es) Se le atribuye un origen divino (Am 7,1.4.7; Jer 1,11) y constituye un
elemento de las vocaciones proféticas (Is 6; Jer 1,5-10; Ez 1-3). Debe entenderse come
visión espiritual, constituye una de las fuentes principales del conocimiento profético del
futuro (Jer 24; Am 7,1-9) y es una característica peculiar de la apocalíptica judaica (Dan
2,19.28; 7,1; 8,18). En el NT se entienden también como visión el bautismo de Jesús (Mt
3,16-18) y la visión de los discípulos en la transfiguración (Mc 9,2-10). Además el NT
refiere una visión de Esteban (He 7,55) y de Pedro (He 10,11-16). Pablo apela a las
visiones como fundamento de su vocación (He 26,12-18). El Apocalipsis utiliza el género
literario de las visiones.
Zacarías: (= Dios se ha acordado). Profeta, undécimo de los doce llamados "menores", hijo
de Idó (Zac 1,1), autor del libro homónimo, en parte (cc. 1-8) del primer período
postexílico (520-518 a.C.; Esd 5,1; 6,14); parte (cc. 9-14) más tardío, redactado quizá por
un Deutero-Zacarías en los ss. III-II a.C. - Decimocuarto rey de Israel (753 a.C.), hijo de
Jeroboán II, muerto por Salún (2Re 14,29; 15,8-9). - Padre de Abi, madre de Ezequías de
Judá (2Re 18,2; 2Crón 29,1). - Hijo o hermano de Yeiel, de la tribu de Rubén (1Crón 5,7). Levita portero, hijo de Meselemías (1Crón 9,21; 26,2). - Hijo de Yeiel, de la tribu de
Benjamín (1Crón 9,37). Quizá = Zequer. - Levita en el traslado del arca (1Crón 15,18.20;
16,5). - Sacerdote trompetista en el traslado del arca (1Crón 15,24). - Levita, hijo de Yisías
(1Crón 24,25). - Levita portero, hijo de Josá (1Crón 26,11). - Padre de Yidón, de la tribu de
Manasés (1Crón 27,21). - Oficial maestro de la ley (2Crón 17,7). Quizá = - Levita, padre de
Yajaziel (2Crón 20,14). - Hijo de Josafat de Judá, muerto por Jorán (2Crón 21,2). - Profeta,
hijo de Baraquías, apedreado en el templo (2Crón 24,20-26; cfr. Mt 23,35; Lc 11,51). Profeta, consejero de Azarías (2Crón 26,5). - Levita, descendiente de Asaf (2Crón 29,13). Levita, descendiente de Quehat (2Crón 34,12). Quizá = - Sacerdote en la pascua de Josías
(2Crón 35,8). - Del clan de Parós, repatriado con Esdras (Esd 8,3). - Del clan de Bebay,
repatriado con Esdras (Esd 8,11). - Jefe de repatriados (Esd 8,16). - Del clan de Elán,
repudió a la mujer extranjera (Esd 10,26). - Con Esdras en la lectura de la ley (Ne 8,4). - De
los hijos de Judá, repatriado (Ne 11,4). - Del clan de Seloní, repatriado (Ne 11,5). Sacerdote, hijo de Pasjur, repatriado (Ne 11,12). - Jefe de un clan sacerdotal (Ne 12,16). Jefe de músicos en la dedicación de los muros (Ne 12,35). - Cantor en la dedicación de los
muros (Ne 12,41). - Padre de José, oficial de Judas Macabeo (1Mac 5,18.56). - Sacerdote
testigo de Isaías (Is 8,2). - Sacerdote de la clase de Abías (cfr. 2Crón 24,10), padre de Juan
Bautista (Lc 1,5-6; 3,2).
Zaqueo: - Jefe de un ejército de Judas Macabeo (2Mac 10,19). - Publicano de Jericó
convertido por Jesús (Lc 19,1-10).
Z\u00f4nt\u00f4n kai nekr\u00f4n: Cristo es juez de los vivos y de los muertos: es una
manera de expresar que él juzga toda la historia, tanto de los que lo precedieron como de
los que vendrán en el futuro. [1Pe5,5] [2Tim4,1] [He10,42] [Rom14,9]
Z\u00f4opoiein: Comunicar vida. A menudo significa: resucitar. [1Cor15,22] [1Cor15,36]
[1Cor15,45] [1Pe3,18] [2Cor3,6] [Gál3,21] [Jn5,21] [Jn6,63] [Rom4,17] [Rom8,11]
Zorobabel: Zorobabel: Hijo de Sealtiel, descendiente de David (1Crón 3,19; Esd 3,2.8; 5,2;
Ag 1,1); guía a los repatriados desde el exilio (Esd 2,2); gobernador de Jerusalén (Esd 6,7);
impulsado por los profetas Ageo y Zacarías comienza la reconstrucción del templo y la
recuperación del culto (Esd 3,1-9; 4,2-3; 5,2-4; 6,7; Ne 7,7; 12,1.47; Sal 131,10; Si 49,11;
Ag 2,2.18-19; Zac 4,6-7); considerado príncipe mesiánico (Ag 2,21-22; Zac 6,12-13); su
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descendencia (1Crón 3,19-20); antepasado de Jesús (Mt 1,12-13; Lc 3,27). Quizá =
Sesbasar.
Diccionario Griego
Abba: Padre, papito. Una palabra aramea que reservaba a su Padre y que los apóstoles
recordaron por lo mucho que les sorprendía. [Gál4,6] [Mc14,36] [Rom8,15]
Agalli\u00e2n: Exultar, o saltar de alegría. [Mt5,12]
Agap\u00e2n: Amar. Es el verbo más común por el amor al prójimo; tiene una misma raíz
con agapé, el mandamiento del amor. [Mt5,44] [Mt5,46]
Agap\u00e8tos: Amado. Este término, cuando empleado solo, se refiere en el Evangelio a
Jesús: él es el Amado del Padre, el que se complace en él como Yavé se complacía en sus
elegidos [Is42,1]. Los apóstoles lo emplean para sus corresponsales. [2Pe1,17] [2Tim1,2]
[3Jn2,1] [Col1,7] [He15,25] [Lc20,13] [Mc9,7] [Mc12,6] [Mt3,17] [Mt12,18] [Mt17,5]
[Rom16,8]
Agiazein: Santificar. En un comienzo significaba más bien consagrar, pero, junto con la
palabra "agios", santo, significa a menudo santificar en el Nuevo Testamento. [1Cor1,2]
[1Cor7,14] [1Pe3,15] [1Tes5,23] [1Tim4,5] [Ef5,26] [He20,32] [He26,18] [Heb2,11]
[Heb9,13] [Heb10,10] [Heb10,29] [Heb13,12] [Jn10,36] [Jn17,17] [Jn17,19] [Lc11,2]
[Mt6,9] [Mt23,17] [Rom15,16]
Agios: Mientras la palabra santo (kadesh) es en hebreo propia de Dios y de los seres
divinos, el presente agios, o santo, se refiere también en griego a una vida noble y pura.
Este término puede calificar a la Iglesia, el pueblo que Dios ha consagrado para sí. Los
santos son aquellos que Dios escogió para sí, pero también se les dice que su vida moral
debe ser santa y perfecta ante Dios. [1Cor1,2] [1Cor6,1] [1Cor14,33] [1Cor16,1]
[1Cor16,15] [1Tes3,13] [1Tes5,10] [2Cor1,1] [2Cor8,4] [2Cor9,1] [2Cor13,12] [2Tes1,10]
[Ap8,4] [Ap13,7] [Ap14,12] [Col1,2] [Col1,4] [Col1,22] [Ef1,1] [Ef1,4] [Ef1,15] [Ef2,19]
[Ef3,8] [Ef3,18] [Ef4,12] [Ef5,3] [Ef6,18] [Flp1,1] [Flp4,2] [He9,13] [He9,32] [He9,41]
[He26,10] [Heb6,10] [Heb13,24] [Rom1,7] [Rom8,27] [Rom12,13] [Rom15,25] [Rom16,2]
Agios t. Theou: El Santo de Dios. Es otra manera de referirse al Mesías, el sacerdote o rey
consagrado por Dios. [Jn6,69] [Lc4,34] [Mc1,24]
Agi\u00f4sun\u00e8: Esta es la obra del Dios que nos sanctifica, transformándonos y
perfeccionándonos interiormente. Designa también la santidad en el sentido común de la
palabra. [1Tes3,13] [2Cor7,1] [Rom1,4]
Agnos: Esta palabra significa: puro, non profanado, casto. [1Jn3,3] [1Pe3,2] [1Tim5,22]
[2Cor7,11] [2Cor11,2] [Flp4,8] [Sant3,17] [Tit2,15]
Ag\u00f4n: Es el combate de los romanos, o la competición de los griegos. Pablo más que
cualquier otro utiliza este término. [1Tes2,2] [1Tim6,2] [2Tim4,7] [Col2,1] [Flp1,30]
[Heb12,1]
Agorazein: Comprar o adquirir. Este verbo se refiere en la Biblia al Dios que escoge y se da
a sí mismo un pueblo. Por ende habrá que entenderlo muchas veces como: rescatar.
[1Cor6,20] [1Cor7,23] [2Pe2,1] [Ap5,9] [Ap13,17] [Ap14,3]
Ai\u00f4n: Esta es la palabra eón muy de boga entre los gnósticos. Significa a la vez un
mundo y un tiempo. Se trataba de uno de los ciclos de la historia, según el concepto que de
ella tenían los griegos. En el N.T. es, al singular, el mundo presente; al plural, los siglos. En
Hebreos, son los seis días de la creación. [Gál1,4] [Heb1,2] [Heb11,3] [Lc18,30] [Lc20,34]
[Mt12,32]
Akarpos: Sin frutos, o estéril. [1Cor14,14] [2Pe1,8] [Ef5,11] [Mt13,22] [Tit3,4]
Akolouthein: Seguir. Este verbo casi siempre se refiere en el NuevoTestamento al hacerse o
al ser discípulo. Esa es la razón por la cual a veces nos parece que Jesús está continuamente
moviéndose seguido por los suyos. [Jn1,37] [Jn1,43] [Jn8,12] [Lc5,11] [Lc18,43] [Mt4,20]
[Mt4,22] [Mt4,25] [Mt8,2] [Mt8,10] [Mt8,19] [Mt8,22] [Mt8,23] [Mt9,9] [Mt9,19]
[Mt9,27] [Mt27,55]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Akrobustia: Prepucio. La importancia de la circuncisión, como de la señal necesaria o el
"sacramento" de la Alianza hizo que esta palabra ausente de nuestras conversaciones
"decentes" se empleaba comúnmente para designar al mundo de los no-judíos, los
no-circuncidados. [Col3,11] [Ef2,11] [Gál2,7] [He11,3] [Rom2,27] [Rom3,30] [Rom4,9]
[Rom4,11]
Alabastron: Alabastro. Así se llama a la piedra para yeso cuando se presenta con grandes
cristales. Es fácil de tallar y se parece al mármol. [Lc7,37] [Mc14,3] [Mt26,7]
Amartia (a): El pecado: la falta contra una persona que puede ser el prójimo (puede ser el
caso en [Mt18,15]). Pero es casi siempre contra Dios. [Jn8,46]
Amartia (b): Esta palabra que significa: el pecado designa también en la Biblia a la víctima
por el pecado [Lev4,25]. Es el sentido en este lugar. [2Cor5,21] [Mt1,21] [Mt3,6] [Mt9,2]
[Mt9,5] [Mt12,31]
Anach\u00f4rein: Alejarse. Este verbo se refiere a menudo en el evangelio a un alejamiento
de Jesús debido al peligro o a la mala acogida. [Jn6,15] [Mt2,12] [Mt2,14] [Mt4,12]
[Mt12,15] [Mt15,21] [Mt27,5]
Anakeimenos: Tendido, o acostado. Esto se refiere a veces al que está "en la mesa", tendido
sobre los sofás inclinados en torno a la mesa, según la costumbre griega. [Jn12,2] [Lc22,27]
[Mc16,14] [Mt9,10] [Mt22,10] [Mt26,7]
Anastroph\u00e8: La forma de orientarse en la vida. Es la forma de vida, o la conducta
moral, o las opciones tomadas y los compromisos escogidos. [1Pe1,15] [1Pe2,12] [1Pe3,1]
[1Pe3,16] [1Tim4,12] [Ef4,22] [Gál1,13] [Heb13,7] [Sant3,13]
Anathema: El anatema es la fórmula solemne mediante la cual uno hace pasar una persona
o una cosa del área profana al área de lo consagrado a Dios. Muchas veces en el Antiguo
Testamento se consagran a Dios enemigos que se van a exterminar. A veces también se
hace un don irreversible a Dios. En el Nuevo Testamento se usa la palabra refiriéndose a un
miembro de la comunidad que se echa a las tinieblas exteriores: es como una maldición.
[Rom9,3]
Angareuein: Esta palabra es tomada el vocabulario militar de los romanos y significa
requisar. [Mc15,21] [Mt5,41] [Mt27,32]
Anist\u00e8mi: Levantar. Aquí tenemos uno de los dos verbos que el Nuevo Testamento
emplea preferentemente para decir: resucitar. [Lc6,39] [Lc6,44] [Lc11,23] [Lc11,32]
[Lc16,31] [Lc18,33] [Lc20,9] [Lc24,7] [Lc24,46] [Mc8,31] [Mc9,9] [Mc9,31] [Mc10,34]
[Mc12,25] [Mc16,9] [Mt12,41]
Anomia: Esa es la falta contra la ley; tiene a menudo el mismo sentido que "amartia", el
pecado. Aquí los dos términos son asociados, menos para designar dos cosas diferentes que
para guardar la repetición tan preciada por el estilo hebreo. [1Jn3,4] [Heb10,17] [Rom4,7]
Anthr\u00f4pos: Un hombre, o alguna persona. Al plural este término no hace distinción de
hombres y de mujeres. En las Cartas, las expresiones hombre nuevo, hombre viejo, hombre
exterior e interior, primer hombre... nos ayudan a comprender que nuestro acceso a la vida
"en Cristo" trae consigo, no sólo una renovación de tipo moral, sino una re-creación de la
persona entera. [1Cor2,11] [1Cor2,14] [1Cor15,47] [1Pe3,4] [2Cor12,4] [Col3,9] [Ef2,15]
[Ef3,16] [Ef4,22] [Rom6,6] [Rom7,22]
Aoratos: Invisible. Para nosotros lo invisible es de entrada cuestionado como no-existente.
Para el N.T. lo invisible pertenece a un orden más elevado y habitualmente divino.
[1Tim1,17] [Col1,15] [Col1,16] [Heb11,27] [Rom1,20]
Aparch\u00e8: Las primicias. Son a la vez la primera partida de los frutos nuevos, y lo
mejor de la cosecha: es la parte de Dios. Los tres sentidos se juntan a menudo en el N.T.
[1Cor15,20] [1Cor15,23] [1Cor16,15] [2Tes2,13] [Ap14,4] [Rom8,23] [Rom11,16]
[Rom16,5] [Sant1,18]
Aparnein: Negarse a hacer, o: no tener en cuenta, o también renegar de. [Lc12,9] [Lc22,34]
[Mc8,34] [Mt16,24] [Mt26,34] [Mt26,75]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Aphésis amarti\u00f4n: El perdón o, más precisamente, la remisión de los pecados,
asemejada a la de una deuda. [Col1,14] [He5,31] [He10,43] [He13,38] [He26,18] [Lc1,77]
[Lc3,3] [Lc24,47] [Mc1,4] [Mt26,28]
Apokalupsis: Revelación. El sentido puede variar: puesta a la luz de lo escondido,
manifestación solemne, revelación de un misterio divino. [1Cor1,7] [1Cor14,6] [1Pe1,7]
[2Cor12,1] [2Tes1,7] [Ef1,17] [Gál1,12] [Lc2,32] [Rom2,5] [Rom8,19]
Apokaluptein: Revelar, descubrir, descubrirse. Aquí la palabra se refiere a la manifestación
de Dios juez y salvador en el último día. Y es la manifestación gloriosa de Cristo.
[1Cor3,13] [1Pe1,5] [1Pe5,1] [Lc17,30] [Rom1,18] [Rom8,18]
Apokatastasis: Restauración o reordenación del mundo. Ver también [He1,6]. [He3,21]
Apokatist\u00e8mi: Restaurar. La palabra se refiere en el N.T. a la reordenación del
universo y en especial del orden mundial que tendrá lugar en el Juicio. [He1,6] [Heb13,19]
[Mc9,12] [Mt17,11]
Apollumi: Destruir. [Jn12,25] [Mt2,13] [Mt5,29] [Mt5,30] [Mt12,14] [Mt18,14]
Apologia: Disculpas, pero también defensa de sí mismo o de la causa propia ante un juez o
un examinador. Puede referirse a la defensa y justificación de la fe cristiana. [1Cor9,3]
[1Pe3,15] [2Cor7,11] [2Tim4,16] [Flp1,7] [Flp1,16] [He22,1]
Apoluein (a): Desligar, soltar. Se refiere a menudo en la Biblia al hecho de desligar de una
obligación: es permitido. Pero interpretando la ley se puede llegar al extremo de permitirlo
todo y entonces soltar significará: echar a un lado la ley. [Lc6,37] [Lc13,2] [Lc16,18]
[Mc10,11] [Mt1,19] [Mt5,31] [Mt5,32] [Mt19,3]
Apoluein (b): Desligar. Esta palabra se aplica al despido de la mujer según [Dt24,1], y por
extensión al divorcio. [1Cor12,3] [1Cor16,22] [Gál1,8] [He23,14] [Mc10,4]
Apolutr\u00f4sis: Es el rescate o la liberación. Dios adquiere para sí un pueblo,
rescatándolo de su situación pecadora. Dios llevará a cabo esa obra cuando rescate o
glorifique el cuerpo (o la persona humana entera) en al vida gloriosa). [1Cor1,30] [Col1,14]
[Ef1,7] [Ef1,14] [Ef4,30] [Heb9,15] [Heb11,35] [Lc21,28] [Rom3,24] [Rom8,25]
Apostasia: Abandonar su puesto: apartarse de la ley para seguir a otro maestro o para
escoger otro camino más fácil. [2Tes2,3] [He21,21]
Apostellein: Enviar. Este verbo se hospeda en la palabra "apóstol" o enviado. [Mt10,16].
Aposunag\u00f4gos: Excluido de la sinagoga. Esa es la excomunión: uno es renegado por
la comunidad y pierde también sus derechos ante Dios. [Jn9,22] [Jn12,42] [Jn16,2]
Arch\u00f4n: El primero, en todos los sentidos de la palabra: el príncipe. En griego, es el
gobernador. [Jn12,31] [Jn14,30] [Jn16,11] [Lc11,15] [Mt9,34] [Mt12,34]
Arrhab\u00f4na: El primer pago. Dios paga de entrada una parte de sus promesas, y dicha
"promesa" es antes que nada el don del Espíritu. [2Cor1,22] [2Cor5,5] [Ef1,14]
Assarios: El as, una moneda romana de poco valor. Dieciséis ases hacían un denario.
[Lc12,6]
Ast\u00e8r: Astro. Se usaba habitualmente al plural para designar a las estrellas. Al
singular, puede ser un planeta o un fuego en el cielo. [Mt2,2] [Mt2,7] [Mt2,9] [Mt2,10]
Astheneia: Astenia, enfermedad o debilidad. En las cartas de Pablo, la palabra se refiere a
menudo a la fe inmadura que no tiene una visión clara de lo que es importante ante Dios, y
de lo que es sólo creencias y prácticas ligadas a una cultura. [2Cor11,3] [2Cor12,5]
[2Cor12,9] [2Cor13,4] [Heb4,15] [Heb5,2] [Heb7,28] [Heb11,34] [Rom6,19] [Rom8,26]
[Rom15,43]
Asthen\u00e8s: Débil, o enfermo. En las cartas de Pablo, este término califica la fe poco
segura o inmadura. El débil en la fe no ha alcanzado todavía la convicción personal y
motivada. Por tanto no distingue bien de las observancias humanas lo que es voluntad de
Dios. [1Cor8,7] [1Cor8,9] [1Cor8,11] [1Cor8,12] [1Cor9,22] [2Cor11,29] [Rom14,1]
[Rom14,2]
Baptizomenos eis: Bautizado para o con miras a. El bautismo no nos sumerge en Cristo
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Introducción a los Libros Bíblicos
sino que nos destina para Cristo. Esa expresión es una manera de distinguir el bautismo
cristiano de los demás bautismos. [1Cor1,13] [1Cor10,2] [Gál3,27] [Rom6,3]
Barbaros: Bárbaro. Entre los griegos este término designaba a todos aquellos cuyo lenguaje
no entendían. [1Cor14,11] [Col3,11] [He28,2] [Rom1,14]
Biazesthai: Hacer violencia. Las formas pasivas de este verbo (sufrir violencia), no se
distinguen de la llamada "voz media" con la cual significa recurrir a la fuerza. Es muy
probable que Mateo lo usa al sentido pasivo y Lucas al medio. [Lc16,16] [Mt11,12]
Blasph\u00e8mein: Blasfemar. Eso es hablar de alguien en forma falsa e insultante. En el
N.T. se trata habitualmente de discursos que ofenden a Dios, su honor y sus declaraciones.
[Jn10,36] [Mt9,3]
Blasph\u00e8mia: La difamación. En el N.T. se refiere habitualmente a una palabra que
ofende a Dios, su honor y sus declaraciones. [1Tim6,4] [Ap2,9] [Ap13,1] [Ap17,3]
[Ef4,31] [Jn10,33] [Lc5,21] [Mc14,64] [Mt12,31] [Mt15,19] [Mt26,65]
Brabeion: Es el premio o el trofeo de la competición en el estadio. [1Cor9,24] [Flp3,14]
Charisma (a): Don. En este lugar se trata precisamente de uno de los dones del Espíritu.
[Rom1,11]
Charisma (b): Un don, en el sentido más amplio. [1Cor1,7] [1Cor7,7] [1Cor12,4]
[1Cor12,9] [1Cor12,28] [1Pe4,10] [1Tim4,14] [2Cor1,11] [2Tim1,6] [Rom5,15] [Rom6,23]
[Rom11,29] [Rom12,6]
Ch\u00f4rein: Contener. En un sentido figurado, es lo que se puede captar, comprender y
admitir. [Jn2,6] [Jn8,37] [Mc2,2] [Mt19,11]
Chr\u00e8matistheis: Avisado, o instruido por un oráculo divino. [Mt2,12] [Mt2,22]
Christos: Cristo: esta palabra dice en griego lo mismo que Mesías en hebreo: el que fue
ungido. Aquí estamos en un contexto judío antes de la fe cristiana, y la traducción Mesías
es más indicada. [Mc14,61] [Mc15,32] [Mt16,16] [Mt22,42] [Mt24,5] [Mt26,63] [Mt27,17]
[Jn1,17] [Jn1,25] [Jn3,28] [Jn7,26] [Jn9,22] [Jn10,24] [Jn11,27] [Jn12,34] [Jn17,3]
[Jn20,31] [Lc2,11] [Lc3,15] [Lc4,41] [Lc9,20] [Lc20,41] [Lc22,67] [Lc23,35] [Lc24,26]
[Mc8,29] [Mc12,35] [Mc13,21]
Daimonion: En griego la palabra demonio designaba un espíritu buen o malo. En el
evangelio dicha palabra tiene a menudo el mismo sentido que "espíritu impuro", pero a
menudo también se trata de enfermedades con desórdenes psicológicos, las cuales eran
atribuidas a espíritus. [Jn7,20] [Jn8,48] [Jn10,20] [Lc4,33] [Lc7,33] [Lc8,27] [Lc9,42]
[Lc11,14] [Mc1,34] [Mc3,15] [Mc6,13] [Mc7,26] [Mc16,17] [Mt7,22] [Mt9,33] [Mt11,18]
[Mt12,24] [Mt17,18]
Deigmatizein: Exponer a la deshonra. [Col2,15] [Mt1,19]
Denarion: El denario. Esta moneda de plata era como el dólar de los romanos y para
muchos trabajadores era el salario del día. [Ap6,6] [Jn6,7] [Jn12,5] [Lc7,41] [Lc20,24]
[Mc6,37] [Mc12,15] [Mt14,5] [Mt18,28] [Mt20,2] [Mt22,19]
Diakonia: El servicio que uno presta, o el cargo que uno ha recibido; puede referirse a una
ayuda material. Esta palabra vale tanto para un ministro del estado como para un esclavo.
En el N.T. se traduce a menudo por ministerio. [1Cor12,5] [1Cor16,15] [1Tim1,12]
[2Cor3,7] [2Cor3,9] [2Cor4,1] [2Cor5,18] [2Cor8,4] [2Cor9,1] [2Cor9,12] [2Cor11,8]
[2Cor6,3] [2Tim4,11] [Ap2,19] [Col4,17] [Ef4,12] [He1,17] [He1,25] [He6,1] [He6,4]
[He11,29] [He12,25] [He20,24] [He21,19] [Lc6,13] [Lc10,40] [Mt5,43] [Mt6,24] [Mt8,15]
[Rom9,13] [Rom11,13] [Rom12,7] [Rom15,31]
Diakonos: El servidor que cumple su oficio, o el ministro al que se le encargó una misión.
Ambos sentidos se juntan habitualmente en el N.T., pero a menudo prevalece el segundo,
especialmente cuando Pablo haba de sí mismo. En las Cartas la palabra designa a veces el
diácono en el sentido preciso que la Iglesia da a este ministerio. [1Cor3,5] [1Tim3,8]
[1Tim3,12] [1Tim4,6] [2Cor6,4] [2Cor11,23] [Col1,25] [Ef3,7] [Flp1,1] [Gál2,17]
[Jn12,26] [Mc9,35] [Mc10,43] [Mt20,26] [Mt23,11] [Rom13,4] [Rom15,8] [Rom16,1]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Diaspora: Dispersión. La misma Biblia usa esta palabra refiriéndose a la mayoría del
pueblo de Israel que había salido de su tierra y vivía "entre las naciones". Los profetas
soñaban con la congregación de esa inmensa diáspora en el día de Yavé. En las Cartas más
tardías la diáspora designa a las comunidades cristianas del imperio romano. [1Pe1,1]
[Jn7,35] [Sant1,1]
Diatassein: Establecer. Es siempre un acto de la autoridad que dispone, ordena y nombra
para un puesto. [1Cor7,19] [1Cor9,14] [1Cor11,34] [1Cor16,1] [Gál3,19] [He23,31]
[Lc3,13] [Lc8,55] [Lc17,9] [Lc17,10] [Mt11,1] [Tit1,5]
Diath\u00e8k\u00e8: Testamento, o cualquier arreglo legal entre dos partes. La Biblia
griega escogió este vocablo para traducir la Alianza establecida entre Dios y su pueblo, y
esta es su traducción más habitual. De ahí viene que hablamos indiferentemente de
Testamento o de Alianza. Pero en el caso presente, es claro que se trata de un testamento.
[Gál3,15] [Gál3,171] [Heb9,15] [Heb9,16]
Didaskalia: La enseñanza. Palabra del vocabulario de la Iglesia apostólica. Pasará a
designar la enseñanza de la catequesis tradicional de la Iglesia. [1Tim1,10] [1Tim4,1]
[1Tim4,6] [1Tim5,17] [1Tim6,1] [2Tim3,10] [2Tim4,3] [Rom12,7] [Tit2,1] [Tit2,7]
[Tit2,10]
Didaskalos: Maestro. La figura del maestro cristiano se esbozó a partir de la del maestro de
la Ley en Israel. En las Cartas la palabra se refiere siempre a un maestro en religión. Se
refiere a personas que recibieron un cargo oficial muy parecido al de nuestros catequistas.
[1Cor12,28] [1Tim2,7] [2Tim4,3] [Ef4,11] [He13,1] [Heb5,12] [Sant3,1]
Didrachma: La doble dracma. Esa era la moneda, y esta era la tarifa que todo israelita
pagaba anualmente para el Templo. La tasa era igual para ricos y pobres, recordando así
su igualdad ante Dios. [Mt17,24]
Dikaio\u00f4 (a): Este verbo que significa justificar ha recibido un sentido muy preciso en
las cartas de Pablo: Dios justifica, o sea, pone en la verdad la persona humana y la hace
justa a sus ojos. Esta re-ordenación es nada menos que una divinización. [1Cor6,11]
[Gál2,16] [Gál3,8] [Gál3,11] [Gál3,24] [Gál5,4] [He13,38] [He13,39] [Rom2,13]
[Rom3,20] [Rom3,28] [Rom4,2] [Rom4,4] [Rom5,1] [Rom5,9] [Rom6,7] [Rom8,30]
[Sant2,21] [Sant2,23] [Sant2,24] [Tit3,7]
Dikaio\u00f4 (b): Este verbo significa primeramente: justificar, justificarse, hacerle justicia
a alguien, darse apariencia de justo. [1Cor4,4] [1Cor7,37] [1Cor8,9] [1Cor9,4] [1Cor9,5]
[1Cor9,9] [1Cor9,12] [1Cor9,18] [1Tim3,16] [Lc7,29] [Lc7,35] [Lc10,29] [Lc16,15]
[Lc18,14] [Mt11,19] [Mt12,37] [Rom1,17]
Dikaios: Justo. En términos generales esta apelación se refiere a la persona que vive según
el orden establecido por Dios y cumple sus leyes. El Nuevo Testamento insiste en que uno
pasa a ser justo a los ojos de Dios al ser perdonado y santificado por él. Pero, en la vida
diaria, esta palabra significa sencillamente que una persona es derecha y actúa bien. [Lc1,6]
[Mt1,19] [Mt5,45] [Mt9,13] [Mt13,49] [Mt27,19]
Dikaiosun\u00e8 (a): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la perfecta justicia que está en Dios. [Rom3,5]
Dikaiosun\u00e8 (b): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la justificación en el preciso sentido que Pablo le ha dado: es el proceso por el cual
Dios restablece el orden en la persona humana y la hace justa, es decir, derecha y auténtica,
tal como Dios la quiere. [Flp3,9] [Gál2,21] [Gál3,6] [Gál3,21] [Gál5,5] [Rom4,11]
[Rom4,22] [Rom5,17] [Rom5,21] [Rom8,10] [Rom10,3] [Rom10,4] [Rom10,10]
[Sant1,20] [Sant2,23]
Dikaiosun\u00e8 (c) : Este término que significa tanto justicia como justificación es tomado
aquí en el sentido más amplio: lo que es bueno. [1Jn2,29] [1Jn3,10] [1Pe2,24] [1Pe3,14]
[2Cor11,15] [He10,35] [Mt6,1] [Mt6,33] [Rom10,3]
Dikaiosun\u00e8 (d): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
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aquí a una vida derecha. [1Cor1,30] [1Tim6,11] [2Cor3,9] [2Cor9,9] [2Pe1,1] [Ap22,11]
[Ef4,24] [Ef5,9] [Heb11,7] [Heb12,11] [Mt5,10] [Mt5,20] [Rom14,17]
Dikaiosun\u00e8 (e): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a la vida que es buena y derecha ante Dios. [2Cor5,21] [2Cor6,7] [2Cor6,14]
[2Tim3,16] [2Tim4,8] [Ef6,14] [Flp1,11] [Flp1,11] [Flp3,6] [Heb5,13] [Mt5,6] [Mt21,32]
[Rom4,3] [Rom6,16] [Rom6,18] [Rom6,20] [Rom9,30]
Dikaiosun\u00e8 (f): Este término que significa tanto justicia como justificación se refiere
aquí a al orden justo según el plan de Dios. [Mt3,15]
Dikaiosun\u00e8 (g): Este término que significa tanto justicia como justificación designa
aquí la forma en que Dios nos viene justificando. [Rom3,21] [Rom3,22] [Rom3,25]
[Rom3,26]
Dikaioun y Agiazein: Aquí vienen juntos santificar y justificar. Esas no son dos acciones
diferentes, sino dos aspectos de una misma realidad: restauración interior y consagración a
Dios. [1Cor6,11] [Ap22,11]
Dokimazein: Poner a prueba, o también: probar y experimentar, o también: escoger para sí.
[1Cor3,13] [1Cor11,28] [1Cor16,3] [1Jn4,1] [1Pe1,7] [1Tes2,4] [1Tes5,21] [1Tim3,10]
[2Cor8,8] [2Cor8,22] [2Cor13,5] [Ef5,10] [Flp1,10] [Gál6,4] [Lc12,56] [Rom1,28]
[Rom2,18] [Rom12,2] [Rom14,22]
Doxa: La gloria. Puede ser la fama o el esplendor; puede ser la riqueza y el lujo. En el N.T.
designa a menudo la Gloria de Dios, es decir, toda su riqueza en su eternidad, aquello
mismo que somos lamados a compartir. [1Cor2,7] [1Tes2,12] [2Cor3,18] [2Cor4,4]
[2Pe1,3] [Col1,27] [Mt4,8] [Mt6,29] [Rom4,20] [Rom6,4] [Rom8,18] [Rom9,23]
Doxazein: Glorificar. Es la acción de Dios que nos prepara para entrar en su Gloria, o sea,
para compartir todo lo que es él en su eternidad. [Mt5,16] [Mt6,2] [Mt9,8] [Mt15 ,31]
Drachma: La dracma, el denario de los griegos = una jornada de trabajo. [Lc15,8]
Dunamei k. Exousia: Con poder y autoridad: el poder de los milagros y la autoridad para
enseñar y echar a los demonios. [Lc9,1]
Dunameis: Los poderes. Esta expresión designa a menudo a los milagros. [1Cor12,10]
[1Cor12,28] [2Cor12,12] [Gál3,5] [He2,2] [He8,13] [He19,1] [Heb2,4] [Lc19,37] [Mc6,2]
[Mc6,14] [Mt7,22] [Mt13,58]
Echein...ouk euchein: Tener... no tener... esta expresión debe entenderse a partir del árbol
que tiene o no tiene frutos. [Lc8,18] [Mc4,25] [Mt13,12] [Mt25,29]
Echtroi: Enemigos. En este lugar significa: en el campo opuesto. [Col1,21] [Rom5,10]
[Rom5,10] [Rom11,28]
Egeirein: Despertar. Es una de las palabras más usadas en el N.T. para decir: resucitar.
[Jn5,21] [Jn12,1] [Jn21,14] [Lc7,22] [Lc8,54] [Lc9,22] [Lc11,31] [Lc20,37] [Lc24,6]
[Mt1,24] [Mt2,13] [Mt2,14] [Mt2,20] [Mt2,21] [Mt8,25] [Mt8,26] [Mt9,6] [Mt9,7]
[Mt9,19] [Mt9,25] [Mt10,8] [Mt12,42]
Egersis: El despertar. Una de las palabras que se usan para decir: resurrección. [Mt27,53]
Eidolothuton: Sacrificado a los ídolos. Con este término se entienden las carnes
procedentes de los sacrificios de animales en templos y lugares sagrados de los griegos.
[1Cor8,1] [1Cor8,7] [1Cor10,19] [Ap2,14] [Ap2,20] [He15,29] [He21,25]
Eir\u00e8nopoios: Artesano de la paz. [Mt5,9]
Eis Christon: Para Cristo, o sea: para integrarnos a Cristo. [2Cor1,21] [Gál3,24] [He24,14]
[Rom16,5]
Eis s\u00f4t\u00e8rian: Con miras a la salvación: para ser salvado. [1Pe1,5] [1Pe2,2]
[2Cor7,10] [2Tes2,13] [2Tim3,15] [Flp1,19] [He13,47] [Heb9,28] [Heb11,7] [Rom1,16]
[Rom10,1] [Rom10,10]
Ekatontarxh\u00e8s: Jefe de cien. El oficial romano conocido habitualmente bajo el nombre
de centurión. [He10,1] [He10,22] [He21,32] [He22,25] [He23,17] [He27,1] [Lc7,2]
[Lc23,47] [Mt8,5] [Mt27,54]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Ekkl\u00e8sia: La asamblea de los que Dios ha convocado: se trata habitualmente de la
comunidad cristiana, la Iglesia, pero no es siempre el caso. [1Cor11,18] [1Cor14,19]
[1Cor14,28] [1Cor14,33] [1Cor14,34] [1Cor14,35] [1Tim3,5] [He7,38] [Heb2,12]
[Heb12,23] [Mt18,17]
Eklogu\u00e8: Lo escogido. Aquellos que Dios ha llamado a la fe. [1Tes1,4] [2Pe1,10]
[He9,15] [Rom9,11] [Rom11,5] [Rom11,28]
Ekpeirazein: Poner a prueba, o desafiar, o tentar. [1Cor10,9] [Lc4,12] [Lc10,25] [Mt4,7]
Ekt\u00e8 \u00f4ra: La sexta hora del día, o sea, alrededor del mediodía. [He10,9] [Jn4,6]
Ekt\u00e8...enat\u00e8: La sexta... la novena hora : alrededor del mediodía... como a las
tres. [Lc23,44] [Mc15,33] [Mt20,5] [Mt27,45]
Ele\u00e8mosyn\u00e8: La limosna. Hacer la limosna es uno de los deberes religiosos: ver
el libro de Tobías. [Mt6,2] [Mt6,3]
Enat\u00e8 \u00f4ra: La novena de las doce horas del día: como a las tres de la tarde.
[He3,1] [He10,3]
\u00c8ngiken: Ha pasado a ser muy cercano. Jesús lo dice del Reino. [Lc10,9] [Lc21,8]
[Mc1,15] [Mt3,2] [Mt4,17]
Entellein: Dar una orden o establecer una ley. Siempre es un acto de autoridad. [He1,2]
[He13,47] [Heb9,20] [Heb11,22] [Jn14,31] [Jn15,14] [Jn15,17] [Lc4,10] [Mc13,34]
[Mt4,6] [Mt17,9] [Mt19,7] [Mt28,20]
Entol\u00e8: Mandamiento. [Mt5,19]
Epangelia (a): Aquí leemos la promesa sin más: ésa es el don del Espíritu. [He2,33]
Epangelia (b): Esta es a veces una aprobación, pero más habitualmente una promesa. En el
N.T. es a menudo la cosa prometida. La promesa sin más es el don del Espíritu. [1Jn2,25]
[2Pe3,9] [2Tim1,1] [Ef1,13] [Ef2,12] [Ef3,6] [Gál3,14] [Gál3,29] [Gál4,23] [He1,4]
[He2,39] [He7,17] [He13,32] [Heb4,1] [Heb6,15] [Heb9,15] [Heb10,36] [Heb11,9]
[Heb11,39] [Lc24,49] [Rom4,13] [Rom4,20] [Rom9,8]
Epieik\u00e8s: Abierto, acogedor, de relaciones fáciles. [1Pe2,18] [1Tim3,3] [Flp4,5]
[Tit3,2]
Episkopos: Supervisor, el que vigila y controla lo hecho: de ahí viene la palabra obispo.
[1Pe2,25] [1Tim3,2] [Flp1,1] [He20,28] [Tit1,7]
Epithesis t. Cheir\u00f4n: Imposición de las manos. [1Tim4,14] [2Tim1,6] [He8,18]
[Heb6,2]
Epitithesthai t.cheiras: Imponer las manos. Ese es el gesto que transmite la autoridad, o bien
la fuerza del Espíritu [Núm27,23] [He6,6] [He8,17] [He9,12] [He9,17] [He13,13] [He19,6]
[He28,8] [Lc13,13] [Mc5,23] [Mc6,5] [Mc7,32] [Mc8,23] [Mt9,18] [Mt19,15]
Epouranios: Supercelestial: aquellas cosas que se ubican cerca de Dios, por encima de la
bóveda celeste: son pues realidades sobrenaturales, estables y eternas. [1Cor15,40]
[1Cor15,48] [2Tim4,18] [Ef1,3] [Ef1,20] [Ef3,10] [Ef6,12] [Heb3,1] [Heb6,4] [Heb8,5]
[Heb9,23] [Heb12,22] [Jn3,12]
Eschatos: Ultimo. Este término se refiere a menudo a lo que será al fin de los tiempos,
cuando Dios juzgue al mundo: último día y últimos tiempos. [1Cor15,42] [1Jn2,18]
[1Pe1,5] [1Pe1,20] [1Pe2,20] [2Pe3,3] [2Tim3,1] [He2,17] [Heb1,2] [Jn6,39] [Jn6,44]
[Jn6,54] [Jn11,24] [Jn12,48] [Jds 1,18] [Sant5,3]
Esthiein ton arton: Comer el pan. Esta expresión significa tener una comida. [Jn6,23]
[Lc7,33] [Lc14,1] [Lc14,15] [Mc7,2]
Eterodidaskalein: Enseñar en forma diferente. Ese es uno de los temores de la Iglesia, que
los maestros se aparten de la doctrina recibida, la cual quiere ser el eco de la tradición
apostólica. [1Tim1,3] [1Tim6,3]
Ethn\u00e8: Las naciones. Con este término la Biblia se refiere habitualmente a los pueblos
extranjeros. En el N.T. significa lo más de las veces: los no-judíos, los paganos. [1Cor1,23]
[1Pe4,3] [1Tes2,16] [Ef3,1] [Gál2,12] [Gál3,8] [He10,45] [He11,11] [He11,18] [He13,48]
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Introducción a los Libros Bíblicos
[He14,5] [He15,3] [He18,6] [He21,25] [Mt10,5] [Rom11,13] [Rom15,9] [Rom15,27] 2Pe
1,14]
Ethnikos: Lo que es propio de no-judíos, su modo de vivir. [3Jn1,17] [Mt5,17] [Mt6,7]
[Mt18,17]
Eucharistein: Dar gracias. Esta palabra significa a menudo: celebrar la eucaristía, en el
mundo griego. [1Cor10,30] [1Cor11,24] [Jn6,11] [Jn6,23] [Lc17,16] [Lc22,17] [Lc22,19]
[Mc8,6] [Mc14,23] [Mt15,36] [Mt27,27] [Rom14,6]
Eudokein: Complacerse en. Para quien piensa en hebreo, es habitualmente considerar
bueno, preferir; en griego es más a menudo complacerse en. [1Cor1,21] [1Cor10,5]
[Col1,19] [Gál1,15] [Heb10,8] [Lc12,32] [Mc1,11] [Mt3,17] [Mt12,18]
Eulogein: Bendecir. No se trata de bendecir algo sino de bendecir a Dios por sus dones.
Esta expresión es característica de la eucaristía en el mundo judío. [1Cor16,16] [Lc2,28]
[Lc24,30] [Mc8,7] [Mt14,19] [Mt26,26]
Eulogia: Bendición, con todos los sentidos de esta palabra en castellano. [1Cor10,16]
[1Pe3,9] [2Cor9,5] [Ap5,12] [Ef1,3] [Gál3,14] [Heb6,7] [Heb12,7] [Rom15,29]
[Rom16,18]
Eusebeia: Piedad. Esta palabra se encuentra más que todo en las cartas tardías. Allí puede
significar también: la religión, la bondad. [1Tim2,2] [1Tim3,16] [1Tim4,7] [1Tim6,3]
[1Tim6,6] [1Tim6,11] [2Pe1,3] [2Pe1,6] [2Tim3,5] [He3,12] [Tit1,1]
Euthus: Inmediatamente. Marcos más que cualquier otro usa esta palabra, pero dándole
habitualmente el sentido de: después, más tarde. [Mc1,10] [Mc1,18] [Mc1,21] [Mc1,23]
[Mc3,6] [Mc8,10] [Mc14,72] [Mc15,1] [Mt3,16]
Evangelizein: Dar la buena nueva, o bien buenas noticias. En los Hechos y las Cartas,
significa habitualmente evangelizar. [1Cor1,17] [1Cor9,16] [1Cor15,1] [1Pe1,12] [1Pe1,25]
[1Pe4,6] [1Tes3,6] [2Cor10,16] [2Cor11,7] [Ap10,7] [Ap14,6] [Ef2,17] [Ef3,8] [Gál1,8]
[Gál1,16] [Gál1,23] [He5,42] [He8,4] [He8,25] [He8,35] [He10,36] [He11,20] [He13,32]
[He14,7] [He14,15] [He16,10] [He17,18] [Heb4,2] [Heb4,6] [Lc1,19] [Lc2,10] [Lc3,18]
[Lc4,18] [Lc4,43] [Lc7,22] [Lc8,1] [Lc9,6] [Lc16,16] [Lc20,1] [Mt11,5] [Rom1,15]
[Rom10,15]
Exagorazein t. Kairon: Rescatar el tiempo. No dejar estéril el momento presente ni dejar
que se nos escapen las ocasiones. [Col3,5] [Ef5,16]
Exestin: Es permitido. Una palabra importante para quien busca antes que nada observar la
ley: ¿será permitido o prohibido? [1Cor6,12] [He16,21] [Jn5,10] [Lc6,2] [Lc6,9] [Lc14,3]
[Lc20,22] [Mc2,24] [Mc3,4] [Mc6,18] [Mc10,2] [Mc12,14] [Mt12,2] [Mt12,10] [Mt14,4]
[Mt19,3] [Mt20,15] [Mt22,17] [Mt27,6]
Exomologoumai: Confesar, reconocer, a veces proclamar la fe. [Flp2,11] [He19,18]
[Lc10,21] [Mt3,6] [Mt11,25] [Rom14,11] [Rom15,9]
Exousia (a): Autoridad. Significa que uno tiene el poder, o la autoridad, o la capacidad.
[Jn1,12] [Jn5,27] [Jn10,18] [Jn17,2] [Jn26,18] [Lc4,6] [Lc4,36] [Lc5,24] [Lc9,1] [Lc20,2]
[Mc1,22] [Mc2,10] [Mc3,15] [Mc6,7] [Mc11,28] [Mt7,29] [Mt7,29] [Mt9,8] [Mt10,1]
[Mt21,23] [Mt28,18]
Exousia (b): Esta palabra que significa autoridad designa aquí una nación o un poder
establecido. [1Cor15,24] [1Pe3,22] [Ap12,10] [Ap13,2] [Col1,13] [Col1,13] [Col1,16]
[Ef1,21] [Ef2,2] [Ef3,10] [Ef6,12] [Lc22,53]
Exousia (c): Este término que significa habitualmente poder, autoridad, significa aquí el
derecho y la libertad para hacer algo. [1Cor15,25]
G\u00e8: La tierra es en la Biblia la tierra de Israél. Jesús amplia este sentido restrictivo en
las Bienaventuranzas. [Mt2,21] [Mt5,5]
Géenna: La Gehena, o sea, el barranco de Ben-Hinon, que limitaba a Jerusalén al sur, lugar
de mala fama cubierto de sepulcros. Se recordaba a las hogueras que ahí se encendieran
para los ídolos, y había pasado a ser una imagen del infierno. [Lc12,5] [Mc9,43] [Mt5,22]
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[Mt5,29] [Mt10,28] [Mt18,9] [Mt23,15] [Sant3,6]
Genea: Generación. Con un demostrativo, el sentido es a menudo: gente de esa clase.
[Col1,26] [Ef3,5] [Flp2,15] [He2,40] [He8,33] [Heb3,10] [Lc1,48] [Lc1,50] [Lc11,29]
[Lc11,50] [Lc16,8] [Lc17,25] [Mt1,17] [Mt11,16] [Mt12,41] [Mt17,17] [Mt23,36]
[Mt24,34]
Genealogia: Esta palabra genealogía, no se refiere primero a una lista de antepasados, sino
a una búsqueda de los orígenes de tal o cual persona o cosa [Gén2,4]. [1Tim1,4] [Tit3,9]
Genesis: Esta palabra no significa tanto el nacimiento como el génesis, el cómo ha nacido.
[Jn3,3] [Jn3,4] [Mt1,1] [Mt1,18]
Genn\u00e2n: Engendrar. Juan en especial lo usa en la voz pasiva : lo que ha nacido de
Dios. Y con esto se refiere a nuestra divinización. [1Jn2,29] [1Jn3,9] [1Jn4,7] [1Jn5,1]
[1Jn5,1] [1Jn5,4] [1Jn5,18] [Jn1,13] [Jn3,6] [Jn8,41] [Jn9,2] [Jn9,19] [Jn9,32] [Jn16,21]
[Jn18,37] [Mt1,2] [Mt1,20] [Mt2,1]
Gn\u00f4nai: Conocer. El verbo tiene aquí el sentido muy hebraico de: tener relaciones.
[Mt1,25]
Gn\u00f4sis: El conocimiento. Al usar esta palabra Pablo alude a menudo al conocimiento
de los misterios que muchos esperaban de las religiones procedentes del oriente. Opondrá a
una tal iniciación el conocimiento místico, don del Espíritu. [1Cor1,5] [1Cor8,1] [1Cor8,7]
[1Cor12,8] [1Cor13,2] [1Cor14,6] [1Tim6,20] [2Cor6,6] [2Cor8,7] [2Cor11,6] [2Pe1,5]
[Col2,3] [Ef3,19] [Lc11,52] [Rom2,20] [Rom15,14]
Gonguzein: Murmurar: éste traduce el descontento y la mala voluntad de aquellos que no se
atreven a criticar a Dios abiertamente. [1Cor10,10] [Jn6,41] [Jn6,61] [Lc5,30] [Lc15,2]
[Lc19,7] [Mt20,11]
Grammateus: El hombre de la letra, o de la ley. Este es el escriba, o maestro de la Ley, el
que, habiendo estudiado y sido formado por otro maestro, enseña y aconseja. [1Cor1,20]
[He19,35] [He23,9] [Lc5,21] [Lc11,53] [Lc20,39] [Mc1,22] [Mc2,6] [Mc2,16] [Mc3,22]
[Mc9,11] [Mc12,28] [Mt2,4] [Mt5,20] [Mt7,29] [Mt9,3] [Mt12,28] [Mt13,52] [Mt16,10]
[Mt23,2] [Mt23,34]
Gr\u00e8gorein: Velar, estar alerta y vigilando. [1Cor16,13] [1Pe5,8] [1Tes5,6] [Ap3,2]
[Ap16,15] [Col4,2] [He20,31] [Lc12,37] [Mc13,34] [Mc14,34] [Mt24,42] [Mt25,13]
[Mt26,38]
Had\u00e8s: Este es el "infierno" de los griegos, que se traduce habitualmente con los
infiernos. En la Biblia griega dicha palabra corresponde al "sheol" de los hebreos y por
ende designa a la morada de los muertos. Pero también en él se alojan los potencias
infernales, es decir los agentes mortíferos a los que gobiernan los espíritus malos.
[Ap1,18] [Ap6,8] [Ap20,13] [He2,27] [He2,31] [Lc16,15] [Lc16,23] [Mt16,18]
Ilast\u00e8rion: El propiciatorio. Esa era la cubierta del arca, lugar muy sagrado de la
presencia divina al que se llevaba la sangre de las víctimas [Éx25,17]; [Lev16,14] [Heb9,5]
[Rom3,25]
Katabol\u00e8: La creación o, más bien, la fundación, puesto que se veía a Dios poniendo
la tierra sobre firmes pilares, y además, porque Dios había fundado el orden del mundo.
[1Pe1,20] [Ap13,8] [Ap17,8] [Ef1,4] [Heb4,3] [Mt13,35] [Mt25,34]
Katalambanein: Echar mano de, agarrar. [1Cor9,24] [1Tes5,4] [Ef3,18] [Flp3,12] [Flp3,13]
[Jn1,5] [Jn8,4] [Jn12,35] [Rom9,30]
Katallag\u00e8: La reconciliación. [2Cor5,18] [Rom5,11] [Rom11,15]
Katallattein: Restablecer la concordia. [1Cor7,11] [2Cor5,18] [Col1,20] [Col1,25] [Ef2,16]
[Rom5,10]
Kataluein: Como "luein" [Mt5,19], este verbo significa quitarle su fuerza a la Ley. [Mt5,17]
Katatom\u00e8: Los cercenados. Una palabra malintencionada respecto de aquellos que se
llaman a sí mismos "la circuncisión". [Flp3,2]
Katharizein: Purificar. En tiempos antiguos se refería más bien a "lo puro y lo impuro".
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Luego se pensó en la purificación del pecado. Ambos sentidos van a menudo a la par.
[1Jn1,7] [1Jn1,9] [2Cor7,1] [Ef5,26] [He15,9] [Heb9,14] [Heb9,22] [Sant4,8] [Tit2,14]
Kauchasthai: Sentirse fuerte y orgulloso gracias a.. [1Cor1,31] [2Cor10,8] [2Cor10,17]
[2Cor12,9] [Flp3,3] [Rom2,17] [Rom2,23] [Rom5,2] [Rom5,11] .
Kauch\u00e8ma: Manifestación de la propia seguridad. [Flp1,26] [Heb3,6]
Kauch\u00e8sis: Seguridad y orgullo. [2Cor1,12] [2Cor7,4]
Kenturi\u00f4n: Este es un calco de la palabra centurión, el jefe de cien. [Mc15,39]
[Mc15,45]
Kerd\u00e8: Beneficio, buen negocio, carta maestra. [Flp1,21] [Flp3,7]
K\u00e8rugma: De ahí viene nuestra palabra "kerygma", a pesar de que es, en realidad, no
el mensaje mismo, sino la proclamación del mensaje. [1Cor1,21] [1Cor2,4] [1Cor15,14]
[2Tim4,17] [Lc11,32] [Mc16,9] [Mt12,41] [Rom16,25] [Tit1,3]
K\u00e8russein: Proclamar. [Mt3,1] [Mt4,17] [Mt9,35] [Mt10,7] [Mt11,1]
Klasas: Habiendo partido el pan. Ese era un rito de la comida judía, pero se refiere más bien
a la eucaristía en el N.T. [1Cor10,16] [1Cor11,24] [He2,47] [He20,7] [He27,35] [Lc24,30]
[Mc8,19] [Mt14,19]
Kl\u00e8ronomein: Heredar. Se sabe el valor que el A.T. reconoce a la herencia que el
padre transmite a sus hijos, por ser ésa su parte inalienable de la tierra prometida. De ahí
que se habla de heredar, refiriéndose a la felicidad que cada cual tendrá en el mundo futuro.
[1Cor6,9] [1Cor15,50] [1Pe3,9] [Ap21,7] [Gál5,21] [Heb1,14] [Heb6,12] [Heb12,17]
[Mc10,17] [Mt5,5] [Mt19,29] [Mt25,34]
Kl\u00e8sis: Vocación, llamada, o también a veces condición a la cual uno ha sido llamado.
[1Cor1,2] [1Cor1,26] [1Cor7,20] [2Tim1,9] [Ef1,18] [Ef4,1] [Ef4,4] [Flp3,14]
Kl\u00e8tos: Llamado, o invitado, y por ende a veces: escogido. [1Cor1,1] [1Cor1,24]
[2Pe1,10] [Jds 1,1] [Rom1,1] [Rom1,6] [Rom1,7] [Rom8,28]
Kodrant\u00e8: El cuarto de un as. Es la más pequeña de las monedas. [Mt5,26]
Koimasthai: Dormir o haber muerto. El N.T. mostrará su interés por esta última
significación. [1Cor7,39] [1Cor11,30] [1Cor15,6] [1Cor15,18] [1Cor15,51] [1Tes4,13]
[2Pe3,4] [He13,36]
Koinon: Común. Lo que es común se opone a lo sagrado: podrá, pues, ser algo impuro.
[Ap21,27] [He10,14] [He10,28] [Mc7,2] [Rom14,14]
Koin\u00f4nia (a): Aquello en que varios participan: aquí se trata de una colecta. [2Cor8,4]
Koin\u00f4nia (b): Comunión: aquello en que varios participan. [1Cor1,9] [1Cor10,16]
[1Jn1,3] [1Jn1,6] [2Cor9,13] [2Cor13,13] [Flp1,5] [Flp2,1] [Flp3,10] [Gál2,9] [He2,42]
[Heb13,16] [Rom15,26]
Kraspedon: El borde, o la orilla, o la orla... En el caso presente, se trata de los flecos de lana
a cada esquina del mando [Núm15,36] [Lc8,44] [Mc6,56] [Mt9,20] [Mt14,36] [Mt23,5]
Latreuein: Rendir culto. El AntiguoTestamento no hace diferencia entre rendir culto y
servir. [Mc16,12]
Leitourgein: Realizar una celebración oficial. En el N.T. se trata de una función religiosa:
esa es la raíz de nuestra palabra "liturgia". [2Tim1,3] [Ap7,15] [Ap22,3] [Flp3,3] [He7,7]
[He24,14] [He26,7] [He27,23] [Heb8,5] [Heb9,9] [Heb10,2] [Heb12,28] [Heb13,10]
[Lc1,74] [Lc2,37] [Lc4,8] [Mt4,10] [Rom1,9] [Rom1,25]
Leitourgia: Función religiosa: liturgia. [2Cor9,12] [Flp2,17] [Flp2,30] [Heb8,6] [Heb9,21]
[Lc1,23]
Leitourgos, -ikos: El funcionario o el sacerdote que cumple una celebración oficial o
religiosa. Se refiere también a lo que es propio de su ministerio. [Flp2,25] [He13,2]
[Heb1,7] [Heb1,14] [Heb8,2] [Heb10,11] [Rom13,6] [Rom15,16] [Rom15,27]
Logia: Oráculo rendido por una divinidad. En este lugar: palabras y promesas. [1Pe4,11]
[He7,38] [Heb5,12] [Rom3,2]
Luein: Desatar, deshacer. En el vocabulario religioso significa: desligar de una obligación,
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o anular una ley. [1Cor7,27] [Ap1,5] [Jn2,19] [Jn5,18] [Jn7,23] [Jn10,35] [Lc13,15]
[Lc13,16] [Mt5,19] [Mt16,19] [Mt18,18]
Makrothumia: Magnanimidad, o: paciencia, comprensión. [1Pe3,20] [1Tim1,16] [2Cor6,6]
[2Pe3,15] [2Tim3,10] [2Tim4,2] [Col1,11] [Col3,12] [Ef4,2] [Gál5,22] [Heb6,12]
[Rom2,4] [Rom9,22] [Sant5,10]
Math\u00e8teuein: Hacer o formar discípulos. [He14,22] [Mt13,52] [Mt27,53] [Mt28,19]
Mégalosun\u00e8: La majestad. La Majestad es uno de los nombres de Dios. [Heb1,3]
[Heb8,1]
Mell\u00f4n: Que ha de venir. Se refiere a veces a los tiempos del Juicio. [2Tim4,1]
[Lc21,36] [Mt11,14] [Rom5,14]
Mell\u00f4n ai\u00f4n: El tiempo (el mundo) que viene. Esos son los tiempos posteriores al
Juicio. [Ef1,21] [Heb6,5] [Mt12,32]
Mellous\u00e8: Que viene. Esta palabra se refiere a menudo a la realización muy cercana
del Juicio. El fin de los tiempos se acerca. [1Pe5,1] [1Tim4,1] [1Tim6,19] [Ap12,4]
[Col2,17] [Gál3,23] [He24,25] [Heb2,5] [Heb10,1] [Heb13,14] [Rom8,18]
Mellous\u00e8 org\u00e8: La cólera que se acerca. Se refiere a una decisión de la justicia
divina que ya ha sido tomada y que traerá dentro de poco un castigo. [Lc3,7] [Mt3,7]
Metanoein: Cambiar de parecer, reorientar su vida... Decimos: arrepentirse. [2Cor12,21]
[Ap2,5] [Ap2,16] [Ap16,9] [He2,38] [He3,19] [He8,22] [He17,30] [He26,20] [Lc10,13]
[Lc11,32] [Lc13,3] [Lc15,7] [Lc17,3] [Mc1,15] [Mc6,12] [Mt3,2] [Mt4,17] [Mt11,20]
[Mt12,41]
Metanoia: La media vuelta o la conversión. Decimos : el arrepentimiento. [Mt3,11]
Mim\u00e8t\u00e8s: Emulo. [1Cor4,16] [1Cor11,1] [1Tes1,6] [1Tes2,14] [2Tes3,7]
[2Tes3,9] [Ef5,1] [Heb6,12] [Heb13,9]
Misein: Este verbo es el calco de un verbo hebreo que significa a menudo: odiar, pero que,
tratándose de una opción, se refiere a lo que fue rechazado, o menos amado. [Jn12,25]
[Lc6,13] [Mt5,43] [Mt6,24] [Rom9,13]
Misthos: El salario. [Mt5,12]
Mna: Mina. La mina valía cien dracmas de plata. [Lc19,13]
Monogen\u00e8s: El hijo único. Ese es un título del Unico de Dios en el N.T. Y es evidente
que él es también el único de su madre. [1Jn4,9] [Heb11,17] [Jn1,14] [Jn1,18] [Jn3,16]
[Jn3,18] [Lc7,12] [Lc8,42] [Lc9,38]
Morf\u00e8: Esta palabra significa a menudo la forma, pero también la forma de ser, la
naturaleza. [Flp2,6] [Flp2,7]
Musterion: El primer sentido es: una decisión secreta. Luego se refiere a un secreto que
cierta secta transmite a sus iniciados. Luego es un misterio. [1Cor2,1] [1Cor2,7] [1Cor4,1]
[1Cor14,2] [1Cor15,51] [1Tim3,9] [2Tes2,7] [Ap1,20] [Ap16,7] [Ap17,5] [Col1,26]
[Col2,2] [Col4,3] [Ef1,9] [Ef3,3] [Ef5,32] [Ef6,19] [Mt13,11] [Rom11,25] [Rom16,25]
Muthos: Se trata menos de un mito que de una fábula, o una leyenda, o una historia de
dioses. [1Tim1,4] [1Tim4,7] [2Pe1,16] [2Tim4,4] [Tit1,14]
Naz\u00f4raios: Nazoreo. Marcos dice Nazareno; Mateo, Juan y Hechos: Nazoreo; Lucas,
tanto el uno como el otro. [Jn18,5] [Jn19,19] [Lc18,37] [Mt2,23] [Mt26,71]
N\u00e8phein: Ser sobrio: en especial, abstenerse de vino. [1Pe1,13] [1Pe4,7] [1Pe5,8]
[1Tes5,6] [2Tim4,5]
N\u00e8steuein: Ayunar. [Mt4,2] [Mt6,16] [Mt6,17] [Mt6,18] [Mt9,14] [Mt9,15]
Nik\u00e2n: Vencer, superar. La 1 Jn y el Apocalipsis gustan de este verbo al que dan
aplicaciones muy diferentes. [1Jn2,13] [1Jn4,4] [1Jn5,4] [Ap2,7] [Ap2,7] [Ap2,17]
[Ap2,26] [Ap3,5] [Ap3,12] [Ap3,21] [Ap5,5] [Ap6,2] [Ap12,11] [Ap15,2] [Ap21,7]
[Jn16,33]
Nomikos: El hombre de la Ley. Es otro nombre para designar al escriba o maestro de la
Ley. [Lc7,30] [Lc10,25] [Lc11,45] [Lc11,52] [Lc14,3] [Tit3,13]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Nomodidaskalos: Maestro de la Ley. Un término menos usado que "grammateus" o
"nomikos". [1Tim1,7] [He5,34] [Lc5,17]
O erchomenos: El que viene. Ese es el Mesías o el Profeta. [Ef1,10] [Jn3,31] [Jn6,14]
[Jn11,27] [Jn12,3] [Lc7,19] [Lc13,35] [Lc19,38] [Mc11,9] [Mt11,3] [Mt26,64]
Ochloi: Los tropeles. Al plural, como es el caso aquí, se entiende de una verdadera
muchedumbre. [Mt13,2]
Ochlos: El tropel. Al singular, como es el caso aquí, puede tratarse de un grupo reducido.
[Lc7,11] [Mt13,2]
Oikonomia: Mantenimiento de la casa, y por ende administración. Se refiere a menudo a la
progresión de la obra salvadora de Dios, o al buen uso de los dones recibidos. [1Cor9,17]
[1Tim1,4] [Col1,25] [Ef3,2] [Ef3,9]
Oikoumen\u00e8: La (tierra) habitada. Este término entraña un concepto de universalidad,
más del planeta que de la humanidad: la palabra no existe todavía. [Ap3,10] [Ap12,9]
[Ap16,14] [He11,28] [He17,6] [He24,5] [Heb1,6] [Heb2,5] [Lc2,1] [Lc4,5] [Lc21,26]
[Mt24,14] [Rom10,18]
Oligopistia: La poca fe: el evangelio usa más a menudo el adjetivo: (persona) de poca fe.
[Mt17,20]
Oligopistos: (Persona) de poca fe. Esta palabra fue forjada por Jesús. [Lc12,28] [Mt6,30]
[Mt8,26] [Mt14,31] [Mt16,8]
\u00d4moioth\u00e8: (El Reino) puede ser comparado. Es la manera hebrea de decir que se
va a presentar una parábola referente al Reino. [Lc7,31] [Lc13,18] [Mc4,30] [Mt7,24]
[Mt11,16] [Mt13,24] [Mt18,23] [Mt22,2] [Mt25,1]
Omologia: La profesión de fe. Esto tiene también el sentido de: el contenido de la fe.
[1Jn1,9] [1Jn2,23] [1Jn4,2] [1Tim6,12] [1Tim6,12] [2Cor9,13] [Ap3,5] [He23,8] [He24,14]
[Heb3,1] [Heb4,14] [Heb10,23] [Heb13,15] [Jn1,20] [Jn9,22] [Jn12,42] [Lc12,8] [Mt7,23]
[Mt10,32] [Rom10,9]
Onoma (a): El Nombre (de Dios), su poder divino. [1Jn3,23] [1Jn5,13] [3Jn1,7] [Flp2,9]
[He2,21] [He9,21] [Heb1,4] [Jn1,12] [Jn2,23] [Jn12,28] [Jn17,6] [Jn17,11] [Jn17,26]
[Jn20,31] [Lc1,49] [Mt12,21] [Rom10,13]
Onoma (b): El nombre. Es también la presencia y el poder de alguna persona. Puede ser
también un Ser superior al que se debe respeto. [1Cor1,15] [1Cor6,11] [1Jn2,12] [Ap2,13]
[Ef1,21] [He3,6] [He3,16] [He4,16] [He5,40] [He8,12] [He18,15] [Jn3,18] [Jn14,13]
[Jn16,23] [Lc9,49] [Lc10,17] [Lc24,47] [Mc9,38] [Mc16,17] [Mt7,22] [Mt18,20] [Mt28,1]
[Rom1,5] [Sant5,14]
Org\u00e8: La cólera. Cuando se usa sola, la palabra se refiere a una decisión de la justicia
divina que ya ha sido tomada y que traerá dentro de poco un castigo. [1Tes2,16] [1Tes5,9]
[Col3,6] [Ef2,3] [Ef5,6] [Jn3,36] [Lc21,23] [Rom1,18] [Rom2,5] [Rom3,5] [Rom4,15]
[Rom9,22] [Rom12,19] [Rom13,4]
Oros: El monte. Cualquier altura, desde el Monte Sinaí hasta la colina de los Olivos, desde
el lugar muy alto a donde uno va a buscar a Dios, hasta las lomas incultas y de acceso
difícil en las que uno encontrará refugio. [1Cor13,2] [Heb12,22] [Heb12,22] [Jn4,21]
[Jn6,15] [Lc9,28] [Mt5,1] [Mt5,14] [Mt8,1] [Mt15,29] [Mt17, 20] [Mt21,1] [Mt21,21]
[Mt24,16] [Mt28,16]
\u00d4sanna: Esa era una aclamación tradicional: ¡Ayúdanos, pues! [Mc11,9] [Mt21,9]
Osios: Santo. En una misma palabra se unen pureza y santidad, o carácter sagrado.
[1Pe1,13]
Osphues periz\u00f4smen: Los lomos ceñidos, es decir, con la ropa bien tomada de la
cintura, dispuesto para trabajar, listo para hacer frente a cualquier necesidad. [1Tim2,8]
[Ap15,4] [Ap16,5] [He2,27] [He13,34] [Heb7,26] [Tit1,8]
Paideu\u00f4: Educar. Como la educación no se conseguía sin el uso del látigo, este verbo
pasó a significar también: corregir, castigar. [1Cor11,32] [1Tim1,20] [2Cor6,9] [2Tim2,25]
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# Página 196
Introducción a los Libros Bíblicos
[Ap3,19] [He7,22] [He22,3] [Heb12,6] [Lc23,16] [Tit2,12]
Pantokrat\u00f4r: El dueño del universo. Esa es en la Biblia griega la traducción de
"Sabaot": Dios de los ejércitos, o sea, del universo. [2Cor6,18] [Ap1,8] [Ap4,8] [Ap11,17]
[Ap15,3] [Ap16,7] [Ap19,6] [Ap21,22]
Parabasis: Es en el N.T. la transgresión de una ley. [1Tim2,14] [Gál3,19] [Heb2,2]
[Heb9,15] [Rom2,23] [Rom4,15] [Rom5,14]
Paradosis: Aquello que se trasmite, la tradición. Al plural, son las costumbres, o formas de
vivir de un grupo o de una sociedad. [1Cor11,2] [2Tes2,15] [2Tes3,6] [Col2,8] [Gál1,14]
[Mc7,3] [Mt15,2]
Parakalein: Un verbo de significación muy amplia: pedir, invitar a, suplicar, predicar. Aquí
el sentido es: confortar, consolar. [1Tes3,7] [2Cor1,4] [2Cor7,6] [2Tes2,17] [Col2,2]
[Col4,8] [Ef6,22] [Mt2,18] [Mt5,4]
Parakl\u00e8tos: El que intercede, habla a favor de, defiende la causa. Y no olvidemos que
dicha palabra designaba al que, en la sinagoga, traducía el texto sagrado al idioma hablado.
[1Jn2,1] [Jn14,16] [Jn14,26] [Jn15,26] [Jn16,7]
Paralambanein: Recibir. Dicho verbo se usa en el N.T. con el sentido de aceptar una
tradición. [1Cor11,23] [1Cor15,1] [1Tes2,13] [1Tes4,1] [2Tes3,6] [Col2,6] [Flp4,9]
[Gál1,9] [Gál1,12]
Parapt\u00f4ma: Paso en falso, falta. [2Cor5,19] [Col2,13] [Ef1,7] [Ef2,1] [Gál6,1]
[Mc11,25] [Mt6,14] [Rom4,25] [Rom5,15] [Rom5,18] [Rom11,11]
Parath\u00e8k\u00e8: El depósito que se pone en manos de un deudor en el que uno tiene
fe. [1Tim6,20] [2Tim1,12] [2Tim1,14]
Parousia: La presencia. Se trata habitualmente de la visita del señor, el que se hace
presente. En el N.T. es a menudo la venida de Cristo juez al final de los tiempos.
[1Cor15,23] [1[Jn2,28] [1Tes2,19] [1Tes3,13] [1Tes5,23] [2Pe1,16] [2Pe3,4] [2Tes2,1]
[Mt24,3] [Mt24,27] [Mt24,39] [Sant5,7]
Parr\u00e8sia: Osadía, aplomo, seguridad : actitud del apóstol que proclama la fe sin
miedo, seguro de que el Espíritu confirmará sus palabras. [1Jn2,28] [1Jn3,21] [1Jn4,17]
[2Cor3,12] [Ef3,12] [He4,13] [He4,29] [He28,31] [Heb3,6] [Heb10,19] [Heb10,35]
[Jn7,26] [Jn10,24] [Jn11,14] [Jn16,25] [Jn18,20]
Parthénos: Habitualmente se trata de una virgen; es a veces una joven en un contexto social
en que la niña no casada se queda virgen. La palabra se refiere tanto a hombres como a
mujeres. [Mt1,23]
Pasa sarx: Toda carne. Expresión hebraica que significa: todo mortal. [1Cor1,29]
[1Cor15,39] [1Pe1,24] [Gál2,16] [He2,17] [Jn17,2] [Lc3,6] [Mc13,20] [Mt24,22]
[Rom3,20]
Peirasmos: La palabra significa tanto la comprobación y la prueba como la tentación.
[1Cor10,13] [1Pe1,6] [1Pe4,12] [1Tim6,9] [Ap3,10] [Gál4,14] [He20,17] [Heb3,8]
[Lc4,13] [Lc8,13] [Lc11,4] [Lc22,28] [Lc22,40] [Lc22,46] [Mc14,38] [Mt6,14] [Mt26,41]
[Sant1,2]
Peirazein: Poner a prueba, o tentar. [1Cor7,5] [1Cor10,9] [1Tes3,5] [2Cor13,5] [Ap2,2]
[Ap2,10] [Ap3,10] [Gál6,1] [He5,9] [He9,26] [He15,10] [He16,7] [Heb2,18] [Heb3,9]
[Heb4,15] [Heb11,17] [Jn6,6] [Jn8,6] [Lc11,16] [Mt3,18] [Mt4,3] [Mt16,1] [Mt19,3]
[Mt22,18] [Mt22,35] [Sant1,13]
Pepoith\u00e8sis: Convicción, pero también lo que justifica nuestra seguridad. [2Cor3,4]
[2Cor8,22] [2Cor10,2] [Ef3,12] [Flp3,4]
Peripatein: Andar. Se refiere a un estilo de vida, a la elección de una vida moralmente
buena o mala, a la puesta en práctica de la fe. [1Cor3,3] [1Cor7,17] [1Jn1,6] [1Jn2,6]
[1Jn2,11] [1Pe5,8] [1Tes2,1] [1Tes4,12] [2Cor4,2] [2Cor5,7] [2Cor10,2] [2Cor12,18]
[2Jn1,3] [2Tes3,6] [3Jn1,4] [Ap9,20] [Col1,10] [Col2,6] [Col3,7] [Col4,5] [Ef2,2] [Ef2,10]
[Ef4,1] [Ef4,17] [Ef5,2] [Ef5,8] [Ef5,15] [Flp3,17] [Gál5,16] [He21,21] [Heb13,9] [Jn6,66]
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# Página 197
Introducción a los Libros Bíblicos
[Jn8,12] [Jn11,9] [Jn12,35] [Jn21,18] [Mc7,5] [Rom6,4] [Rom8,4] [Rom13,13]
[Rom14,15]
Peritom\u00e8: "La circuncisión". Esta palabra designa a menudo el partido o el grupo de
los circuncidados, oponiéndolos a otros grupos sociales o religiosos. [Col4,11] [Ef2,11]
[Flp3,3] [Gál2,7] [Gál2,12] [He10,45] [He11,2] [Rom3,30] [Rom4,9] [Rom4,12]
[Rom15,8] [Tit1,10]
Periz\u00f4smenoi: Los lomos ceñidos: la parte baja de las ropas se levanta y se toma de la
cintura para caminar o para trabajar sin trabas. [Ef6,14] [Lc12,35] [Lc12,37] [Lc17,8]
Philein: Amar. Este verbo trae un matiz que no se encuentra en "agapan" [Mt5,44], pues
incluye el sentimiento del amor y sólo se usa para los parientes cercanos y los amigos.
[1Cor16,22] [Ap3,19] [Jn5,20] [Jn11,3] [Jn12,25] [Jn15,19] [Jn16,27] [Jn20,2] [Jn21,15]
[Mt10,37] [Mt10,38] [Mt26,48]
Phobein: Temer. En la Biblia se refiere a menudo a la persona que está bajo la impresión de
una manifestación sobrenatural. [Lc9,34]
Phobos: El temor. Esta palabra designa a menudo en la Biblia los sentimientos complejos
de quienes están bajo la impresión de una manifestación sobrenatural. [He2,43] [He5,5]
[He19,17] [Lc1,65] [Lc2,9] [Lc5,26] [Lc7,11] [Lc7,16] [Lc8,37] [Mc4,41] [Mt28,8]
[Mc16,8]
Phobos k. Tromos: Temor y temblor. Así se expresa el temor a dar un paso en falso: uno se
cuida de no actuar muy a la ligera. [2Cor7,15] [Ef6,5] [Flp2,12]
Phoumenoi t. Theon: Los que temen a Dios. Este término designaba a aquellos no-judíos
que los judíos establecidos fuera de Palestina habían convertido. No estaban dispuestos
para recibir la circuncisión, pero participaban en las celebraciones de la sinagoga. [He10,2]
[He10,22] [He13,16] [He13,26]
Phronein (a): Pensar en. Este verbo puede cobrar diferentes sentidos; aquí es: aspirar a,
moverse y preocuparse por. [Col3,2] [Flp2,2] [Flp2,5] [Flp3,15] [Flp3,19] [Flp4,10]
[Rom8,5] [Rom11,20] [Rom12,3] [Rom12,16] [Rom14,6]
Phronein (b): Pensar en. Este verbo puede cobrar diferentes sentidos; aquí: calcular y hacer
planes. [2Cor13,11] [Flp4,2] [He28,22] [Mc8,33] [Mt16,23]
Phulak\u00e8: Esta palabra reúne los sentidos de guardia y de vigilia. Entre los romanos la
noche se dividía en cuatro vigilias, y ese es el sentido en este lugar. El N.T. sigue el uso de
los romanos,mientras que para los hebreos la noche se dividía en tres vigilias. [Lc12,38]
[Mc6,48] [Mt14,25] [Mt24,43].
Phulatt\u00f4: Este verbo puede cobrar todos los sentidos de guardar. Aquí es mantener con
vida. [Jn12,25]
Pistis tou Christou: La fe de Cristo. La fe según Cristo, o que es propia de sus discípulos.
Hoy diríamos: la fe cristiana. [Col2,12] [Gál2,16] [Gál3,22] [He3,16] [Rom3,22]
[Rom3,26]
Pistis, agap\u00e8, elpis: La fe, la caridad, la esperanza. Las tres virtudes son asociadas. Le
esperanza es reemplazada a menudo por la constancia (upomon\u00e8). [1Cor13,13]
[1Tes1,3] [1Tes5,8] [1Tim6,11] [2Tim3,10] [Col1,4] [Tit2,2]
Pistos o logos: Esa es una palabra digna de fe. [1Tim1,15] [1Tim3,1] [1Tim4,9]
[2Tim2,11] [Tit1,9] [Tit3,8]
Pléon\u00e8xia: Avidez, codicia, avaricia. [1Pe2,3] [1Tes2,5] [2Cor9,5] [Col3,5] [Ef4,19]
[Ef5,3] [Lc12,15] [Mc7,22] [Rom1,29]
Pl\u00e8rophoria: La abundancia, la plenitud, la dilatación. Un sentimiento de seguridad
resulta de esta abundancia. [1Tes1,5] [Col2,2] [Heb6,11] [Heb10,22]
Pl\u00e8roun: Llenar, y por ende cumplir une profecía, manifestar su sentido pleno o darle
un sentido más verdadero y profundo. [Jn12,38] [Jn18,32] [Jn19,24] [Mt1,22] [Mt2,17]
[Mt2,23] [Mt3,15] [Mt4,14] [Mt5,17] [Mt8,17] [Mt12,17] [Mt13,35] [Mt21,4] [Mt26,54]
[Mt26,56]
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# Página 198
Introducción a los Libros Bíblicos
Porneia: La licencia sexual. Toda la gama de las uniones prohibidas, la lujuria y, en forma
esencial, la prostitución. [1Cor5,1] [1Cor6,13] [1Cor12,21] [1Tes4,3] [Ap2,24] [Ap6,6]
[Ap9,21] [Ap14,8] [Ap19,2] [Col3,5] [Ef5,3] [Gál5,19] [He15,20] [He21,25] [Jn6,7]
[Jn8,41] [Jn12,5] [Lc7,41] [Lc19,35] [Lc20,24] [Mc6,37] [Mc7,21] [Mc12,15] [Mc14,5]
[Mt5,32] [Mt5,32] [Mt15,19] [Mt18,28] [Mt19,9] [Mt20,2] [Mt22,19]
Porneiai: Este plural de la palabra que abarca todas las formas de la licencia sexual designa
a lo mejor las fuerzas rebeldes del instinto sexual. [1Cor7,2]
Prait\u00f4rion: El pretorio. La residencia del gobernador romano con sus dependencias:
las audiencias, el cuartel de la guardia y la cárcel. [Flp1,13] [He23,35] [Jn18,28] [Mc15,16]
[Mt27,27]
Proorizein: Definir, decidir, escoger : la palabra predestinación proviene de este verbo.
[1Cor2,7] [Ef1,5] [Ef1,11] [He4,28] [Rom8,29] [Rom8,30]
Proph\u00e8teia: Profecía. Designa también una palabra de profeta: se entiende de los
profetas de la Iglesia primitiva. [1Cor12,10] [1Cor13,2] [1Cor14,6] [1Tes5,20] [1Tim1,18]
[1Tim4,14] [2Pe1,20] [Ap1,3] [Ap11,6] [Ap19,10] [Ap22,7] [Ap22,18] [Rom12,6]
Proph\u00e8t\u00e8s: El profeta. Se refiere al profeta mencionado en [Dt18,18]. Ese era
uno de los términos usados para designar al Mesías o a uno de los mesías en el caso de que
un de ellos preparara al otro. [Jn1,21] [Jn4,19] [Jn6,14] [Jn7,40] [Jn7,52] [Jn9,17]
Prosagein: Dar acceso. En el N.T. significa: darnos acceso a Dios, no sólo para ser
escuchado sino también para entrar en su misterio. [1Pe3,18]
Prosag\u00f4g\u00e8: El acceso. Se trata del acceso a la benevolencia de Dios y a Dios
mismo: ser atendido por él, serle agradable y entrar en comunión con él. [Ef2,18] [Ef3,12]
[Rom5,2]
Pros\u00e8lutos: Prosélito: "el que se juntó con nosotros". Se refiere a personas no-judías
que se adhirieron a la fe de Israel pero no están dispuestas a aceptar la circuncisión y otras
prácticas: participan en el culto de la sinagoga. [He2,11] [He6,5] [He13,43] [Mt23,15]
Proseuch\u00e8: El rezo para pedir. [Mt6,6]
Proseuchesthai: Rezar. Es la oración en la que uno pide a Dios. [Mt6,5] [Mt6,7]
Proskunein: "Hacer reverencia", postrarse". Aquí el sentido es : adorar, rendir culto.
[1Cor14,25] [Ap4,10] [Ap5,14] [Ap9,20] [Ap13,9] [He7,43] [He24,11] [Jn4,20] [Jn9,38]
[Jn12,20] [Mt2,2] [Mt2,9] [Mt4,9] [Mt4,10]
Proskunein: Hacer reverencia, postrarse. [He10,25] [Heb1,6] [Jn4,20] [Jn9,38] [Jn12,20]
[Lc24,52] [Mt2,11] [Mt8,2] [Mt9,18] [Mt14,33] [Mt15,25] [Mt28,9] [Mt28,17]
Prosopo-lempsia: Atenciones especiales para la cara, o sea, para la persona. Tratamiento
discriminatorio según las condiciones. [Col3,25] [Ef6,9] [Rom2,11] [Sant2,1]
Prosopo-lemt\u00e8s: El que tiene atenciones para el rostro, o sea, para la persona. Y trata
en forma discriminatoria según la condición de las personas. [He10,34]
Pros\u00f4pon blepein: Mirar al rostro, o a la persona: tratar en forma discriminatoria según
la condición de las personas. [Gál2,6] [Lc20,21] [Mc12,14] [Mt22,16] [Sant2,9]
Pr\u00f4totokos: El primogénito. Este no es solamente el primer nacido, sino que ocupa un
rango eminente y pertenece a Dios en forma especial. [Col1,15] [Heb1,6] [Heb11,28]
[Heb12,23] [Rom8,29]
Pr\u00f4totokos ek t\u00f4n nekr\u00f4n: El primogénito de entre los muertos..
Recordemos que el primogénito no es solamente el primer nacido, sino que ocupa un rango
eminente y pertenece a Dios en forma especial. [Ap1,5] [Col1,18] [Lc2,7]
Psuch\u00e8: Es comúnmente el alma, con el sentido que los hebreos daban a esta palabra:
el centro de los deseos y de la afectividad. Pero también se debe traducir muy a menudo
"mi alma" con: mi vida, o también con: yo. [1Cor15,45] [He2,27] [He3,23] [Jn10,11]
[Jn12,27] [Jn13,37] [Jn15,13] [Lc1,47] [Lc2,35] [Lc6,9] [Lc12,19] [Lc12,22] [Lc14,26]
[Lc17,33] [Lc21,19] [Mc3,4] [Mc10,45] [Mt2,20] [Mt6,25] [Mt10,39] [Mt11,29]
[Mt12,18] [Mt16,25] [Mt20,28] [Mt22,37] [Mt26,38] [Rom2,9]
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# Página 199
Introducción a los Libros Bíblicos
Rabbi: Mi maestro. Palabra tomada del arameo. Se refiere al docente, el maestro de la Ley..
[Jn1,38] [Jn3,2] [Jn3,26] [Jn4,31] [Jn6,25] [Jn9,2] [Jn11,8] [Mc9,5] [Mc11,21] [Mc14,45]
[Mt23,7] [Mt26,25] [Mt26,49]
R\u00e8mata: Las palabras o el mensaje. [Jn3,34] [Jn5,47] [Jn6,63] [Jn6,68] [Jn8,20]
[Jn8,47] [Jn12,47] [Jn14,10] [Jn15,7] [Jn17,8]
Sarkikos: Carnal. La persona que se deja llevar por sus sentidos y por lo sensual, por sus
deseos y sus pasiones. [1Cor3,3] [1Cor9,11] [1Pe2,11] [2Cor1,12] [2Cor10,4]
Sarkinos: De carne, pero no carnal sino que débil, tierno e inmaduro. [1Cor3,1] [2Cor3,13]
[Heb7,16] [Rom7,14]
Sarx k. Aima: Carne y sangre. Expresión hebrea: se refiere al hombre en su condición
mortal y limitada más que pecadora. [1Cor15,30] [Gál1,16] [Mt16,17]
S\u00e8meia k. Terata: Señales y prodigios, es decir: señales sorprendentes y milagros
impresionantes: ver también [He2,22]. [He2,19] [He2,43] [He4,30] [He14,3] [He15,2]
[Jn4,48] [Mc13,22] [Mt24,24]
S\u00e8meia k.Terata k.Dunameis: Señales, prodigios y poderes: señales sorprendentes,
milagros impresionantes y obras poderosas de Dios: ver también [2Cor2,19] [2Cor12,12]
[2Tes2,9] [He2,22] [He6,8] [Heb2,4] [Rom15,19]
Semnos: Digno y honorable: probo [1Tim3,8] [1Tim3,11] [Flp4,8] [Tit2,2]
Semnot\u00e8s: Dignidad y honorabilidad. [1Tim2,2] [1Tim3,4] [Tit2,7]
Skandalizein: Escandalizar. Eso es preparar el obstáculo que hará caer. Por extensión, se
trata de lo que provoca indignación y oposición. Uno se escandaliza: no comprende y
denuncia. [1Cor8,13] [2Cor11,29] [Jn6,61] [Jn16,1] [Lc7,23] [Lc17,2] [Mc4,17] [Mc6,3]
[Mc9,42] [Mc14,27] [Mt5,29] [Mt5,30] [Mt13,57] [Mt15,12] [Mt17,26] [Mt18,6]
[Mt24,10] [Mt26,31]
Skandalon: El escándalo. En un principio se refiere a la piedra que sobresale y que hace
tropezar al que no la advirtió. Designa por ende la situación o el evento que pone a prueba
nuestras convicciones y nos lleva a ser cómplices del mal. [1Cor1,23] [1Jn2,10] [1Pe2,8]
[Ap2,14] [Gál5,11] [Lc17,1] [Mt16,23] [Mt18,7] [Rom9,33] [Rom11,9] [Rom14,3]
[Rom16,17]
Sk\u00e8n\u00e8: La tienda. El autor alude aquí a la Tienda-Santuario de los hebreos en el
desierto, y el sentido es: el santuario. [Ap13,6] [Ap15,5] [Ap21,3] [He7,44] [Heb8,2]
[Heb9,2] [Heb9,11] [Heb9,21] [Heb13,21]
Skeuos: El vaso. Esta palabra se traducirá muy a menudo con: la cosa. Pues no tiene sentido
más que por los calificativos que se le añaden. Vaso de honor = cosa valiosa. [1Pe3,7]
[1Tes4,4] [2Tim2,20] [Rom9,21] [Rom9,22] [Rom9,25]
Skl\u00e8runein: Endurecer. El corazón endurecido significa una cabeza dura o un espíritu
cerrado. [He19,9] [Heb3,8] [Heb3,15] [Heb4,7] [Rom9,18]
S\u00f4ma (a): El cuerpo. La significación es muy amplia. Aquí apunta a la realidad
(oponiéndola a su sombra); es también lo esencial de la cosa. [Col2,17] [Rom6,6]
S\u00f4ma (b): El cuerpo. La significación es muy amplia. Aquí se refiere a la misma
persona. [1Cor6,13] [1Cor6,18] [1Cor15,44] [2Cor10,10] [Ap18,13] [Col1,22] [Col2,11]
[Ef5,28] [Flp3,21] [Lc11,34] [Mt5,29] [Mt6,22] [Rom12,1]
S\u00f4zein: Salvar. La significación es muy amplia y se salva de cualquier limitación,
enfermedad o pecado. Ser salvo significa en un principio: vivir en plenitud, con salud
integra. [1Cor1,18] [1Cor3,15] [1Cor5,5] [1Cor7,16] [1Cor9,22] [1Cor10,33] [1Cor15,2]
[1Pe3,21] [1Pe4,18] [1Tes2,16] [1Tim1,15] [1Tim2,4] [1Tim2,15] [1Tim4,16] [2Cor2,15]
[2Tes2,10] [2Tim1,9] [2Tim1,9] [2Tim4,18] [Ef2,8] [He2,21] [He2,40] [He4,9] [He11,14]
[He14,9] [He15,1] [He16,30] [Heb5,7] [Heb7,25] [Jn3,17] [Jn5,34] [Jn10,9] [Jn11,12]
[Jn11,12] [Jn12,27] [Jn12,47] [Jds 1,23] [Lc7,50] [Lc8,36] [Lc8,48] [Lc9,24] [Lc13,23]
[Lc17,19] [Lc18,26] [Lc18,42] [Lc23,55] [Mc3,4] [Mc5,23] [Mc6,56] [Mc8,35] [Mc10,26]
[Mc10,52] [Mc13,13] [Mc13,20] [Mc15,30] [Mc16,16] [Mt1,21] [Mt14,30] [Mt16,25]
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Introducción a los Libros Bíblicos
[Mt19,25] [Mt24,13] [Mt24,22] [Rom5,9] [Rom8,24] [Rom9,27] [Rom10,9] [Rom11,14]
[Rom11,26] [Sant1,21] [Sant2,14] [Sant4,12] [Sant5,15] [Tit3,5]
S\u00f4zesthai: Ser salvo, salvarse, mejorarse. [Mt9,21]
Sphragizein: Sellar. El sello puede ser una marca con la que se reconocen los elegidos de
Dios; puede también guardar secreto un mensaje, al modo de una llave o de un código.
[2Cor1,22] [Ap7,3] [Ap10,4] [Ap22,10] [Ef1,13] [Ef4,30] [Jn3,33] [Jn6,27]
Spoud\u00e8: Interés y diligencia. El celo que uno demuestra en el cumplimiento de su
oficio. [2Cor7,12] [2Cor8,7] [2Cor8,16] [2Pe1,5] [Heb6,11] [Lc1,39] [Rom12,8]
[Rom12,11]
Stoichea: Los elementos. La significación es tan amplia como en nuestro lenguaje: los
elementos que constituyen el mundo, las bases de una doctrina, los principios de la
sociedad. [2Pe3,10] [Col2,8] [Col2,20] [Gál4,3] [Gál4,9]
Sukaminos: La morera. [Lc17,6]
Sunergos: Pensemos en la palabra "sinergia". Se refiere al ayudante o al colaborador.
[1Cor3,9] [1Tes3,2] [2Cor1,24] [2Cor8,23] [3Jn1,8] [Col4,11] [Flp2,25] [Flp4,3] [Flm1,1]
[Rom16,3]
Sustrati\u00f4t\u00e8: Compañero de armas. [Flp2,25] [Flm2,1]
Tapeinoun: Humillar, rebajar. Es humilde el que está muy abajo y cuya cabeza no
sobresale. [1Pe5,6] [2Cor11,7] [Flp2,8] [Lc3,5] [Lc14,11] [Lc18,14] [Mt18,24] [Mt23,12]
[Sant4,10]
Tekt\u00f4n: La palabra es de la misma familia que "arquitecto". Designa al artesano que,
en un pueblo, fabrica y ajusta tanto los muebles y tejados como los artefactos del agricultor.
[Mt13,55]
Telein: Puede ser concluir, completar, pero el sentido mas preciso es poner fin o finalizar.
[Jn19,28] [Jn19,30]
Teleios: Perfecto. Para un judío se entiende del que observa toda la ley de Dios. En las
cartas de Pablo el perfecto designa a menudo al que ha alcanzado (o cree que ha alcanzado)
el conocimiento verdadero, como pasaba en las religiones mistéricas. [1Cor2,6]
[1Cor14,20] [Col1,28] [Col4,12] [Ef4,13] [Flp3,15] [Heb5,14] [Mt5,48] [Mt19,21]
[Sant1,4] [Sant3,2]
Teleioun: Puede ser completar, pero el sentido preciso es cumplir, llevar a su sentido pleno.
[Jn4,34] [Jn5,36] [Jn17,4] [Jn17,23] [Jn19,28]
Tel\u00f4n\u00e8s: Cobrador. En el evangelio se refiere al que cobra el impuesto para los
romanos; es considerado pecador público: es el publicano. [Lc3,12] [Lc5,27] [Lc7,29]
[Lc15,1] [Lc18,10] [Mc2,15] [Mt5,46] [Mt9,10] [Mt10,3] [Mt10,19] [Mt18,17] [Mt21,31]
T\u00e8rein: Este verbo cubre todos los sentidos de nuestro guardar. Juan lo usa más que
cualquier otro en el N.T. refiriéndose a guardar los mandamientos y el espíritu de Jesús.
[Jn8,51] [Jn8,55] [Jn14,15] [Jn14,21] [Jn15,10] [Jn15,20] [Jn17,6] [Jn17,11] [Jn17,15]
Tetraarch\u00e8s: Tétrarque, es decir, gobernante de una de las cuatro provincias. [He13,1]
[Lc3,19] [Lc9,7] [Mt14,1]
Tharsein: Atreverse, dar el paso: arriesgarse a creer. [He23,11] [Jn16,33] [Mc10,49]
[Mt9,2] [Mt9,22] [Mt14,27]
The\u00e2sthai: Mirar con calma. A veces significa contemplar, pero más a menudo
debemos conformarnos con el sentido de ver. [1Jn1,1] [1Jn4,12] [Jn1,14] [Jn1,32] [Jn1,38]
[Jn4,45] [Jn6,5] [Jn11,45]
Thel\u00e8ma: Una voluntad, una decisión. [1Cor1,1] [1Cor7,37] [2Cor1,1] [2Tim1,1]
[Col1,1] [Ef1,1] [Ef1,11] [He22,14] [Heb10,7] [Jn1,13] [Jn5,30] [Jn6,38] [Mt26,42]
[Rom1,10]
Théosebeia: Piedad con Dios. Tiene el mismo que eusebeia [1Tim2,2]. [1Tim2,10]
Ti moi k. Soi: ¿Qué a ti y a mí?, o sea: ¿qué tenemos de común en este asunto? ¿Por qué te
metes en lo que es mío ? [Jn2,4] [Lc4,34] [Lc8,28] [Mc1,24] [Mc5,7] [Mt8,29]
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Introducción a los Libros Bíblicos
Trit\u00e8 \u00f4ra: La tercera hora, es decir: a mitad de la mañana. [Mc15,25] [Mt20,3]
Uiothesia: El acceso a la filiación: uno cobra sus plenos derechos como hijo adulto, libre y
capaz de heredar. Esto vale tanto para un hijo sanguíneo como para el hijo adoptivo. [Ef1,5]
[Gál4,5] [Rom8,15] [Rom8,23] [Rom9,4]
Upako\u00e8: Obediencia. Esta palabra se refiere a menudo a los que acogen la fe y
responden. [1Pe1,2] [1Pe1,14] [2Cor7,15] [2Cor10,5] [Flm21,1] [Heb5,8] [Rom1,5]
[Rom6,16] [Rom15,8] [Rom16,19] [Rom16,26]
Up\u00e8ret\u00e8s: Sirvientes. Con este nombre se designaba a los policías del Templo.
[Jn7,45] [Jn7,32] [Jn18,3] [Jn18,12] [Jn18,18] [Jn19,6] [Mc14,54] [Mt26,58]
Upokrita: Hipócrita. Esta palabra designa en la Biblia a los que se preocupan antes que
nada por las apariencias y que, por tanto, quedan superficiales. Y hacen despreciar a Dios
[Lc6,42] [Lc12,56] [Lc13,15] [Mc7,6] [Mt6,2] [Mt6,5] [Mt6,16] [Mt7,5] [Mt7,5] [Mt15,7]
[Mt22,18] [Mt23,13] [Mt24,51]
Upomon\u00e8: Paciencia. Se nos pide soportar las adversidades y permanecer constantes:
esa es la otra cara de la esperanza. [1Tes1,3] [1Tim6,21] [2Cor1,6] [2Cor6,4] [2Cor12,12]
[2Pe1,6] [2Tes1,4] [2Tes3,5] [2Tim3,10] [Ap1,9] [Ap2,2] [Ap2,19] [Ap3,10] [Ap13,10]
[Ap14,12] [Col1,11] [Heb10,36] [Heb12,1] [Lc8,15] [Lc21,19] [Rom2,7] [Rom5,3]
[Rom8,25] [Rom15,4] [Sant1,3] [Sant5,11] [Tit2,2]
Upsoun: Levantar [Jn3,14] [Jn8,28] [Jn12,32]
Pérdida y pérdidas. Desventajas e inconvenientes. [Flp3,7] [Flp3,8] [He27,10]
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