Conferencia General Abril 1977 EL PODER DE LA SENCILLEZ élder Marvin J. Ashton del Consejo de Los Doce Recientemente, en un grupo de estudio se me hizo la siguiente pregunta: "¿Qué escritura o porción de la historia de la Iglesia lo eleva más espiritualmente?" Aunque no recuerdo que se me hubiera hecho jamás esa pregunta, respondí sin vacilar: "Creo que la declaración más importante que se ha hecho en la historia de la Iglesia es: ,¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!' " Continuamos, hablando de la importancia de esta conversación celestial y de la sencillez del escenario en que tuvo lugar, de la presentación y de la invitación. Allí, en un simple bosque, dos personajes celestiales aparecieron a un muchacho de catorce años, en respuesta a su ferviente súplica e inalterable fe. Allí, en aquel escenario de sencilla belleza, un muchacho desconocido fue llamado por Dios, presentado al Salvador Jesucristo, e invitado a escuchar unas palabras de comprensible sencillez, a fin de que comenzara a aprender los principios más importantes que se pudieran enseñar en este mundo. La realidad de esta visión da un nuevo significado a las declaraciones de Nefi con respecto a la sencillez: * "...porque, he aquí, mi alma se deleita en la claridad hacia mi pueblo, para que aprenda." (2 Ne. 25:4.) "Porque mi alma se deleita en la claridad; porque así es como el Señor Dios obra entre los hijos de los hombres." (2 Ne. 31:3.) "Me glorío en la claridad; me glorío en la verdad; me glorío en mi Jesús, porque ha redimido mi alma del infierno." (2 Ne. 33:6.) Por medio de este gran Profeta y de otros como él, llegamos a comprender que podemos aprender más fácilmente si se nos enseña y explica con claridad y sencillez. Brigham Young una vez dijo que si se le concediera una sola oportunidad de bendecir con algo a los santos, él les daría "ojos para que pudieran ver las cosas tal como son" (Journal of Discourses, 3:221). Tanto el humilde, como el inteligente, el dócil, el sabio y el obediente, pueden comprender la sencillez en la misma forma. Muchas veces, la verdad pura se ve pervertida por el pretencioso, el grosero, el crítico, el contencioso y el inicuo. Ahora, más que en ninguna otra época de la historia, hay una imperiosa necesidad de que el Evangelio de Jesucristo se enseñe con sencillez y claridad; Dios se deleita cuando sus verdades se enseñan en forma comprensible, sin ostentosos adornos. La sencillez en la manera de vivir, de hablar y de conducirse, es una virtud eterna. Cuando en la enseñanza y el sistema de vida cristiano falta esa virtud, el resultado es sufrimiento y apostasía; la gente queda en la oscuridad cuando se le niega la luz de la sencillez y la claridad. Conferencia General Abril 1977 "...porque ha despojado el evangelio del Cordero de muchas partes que son claras y sumamente preciosas, y también ha quitado muchas de las alianzas del Señor. Y lo ha hecho todo para pervertir las rectas vías del Señor, a fin de cegar los ojos y endurecer el corazón de los hijos de los hombres." (1 Ne. 13:26-27.) Las verdades del Evangelio de Jesucristo son sencillas, preciosas y trascendentales; la vida de los justos es sencilla, preciosa y trascendental. Quisiera compartir con vosotros ciertas lecciones que he recibido sobre sencillez, por las cuales estaré eternamente agradecido. Algunas provienen de niños; éstos son humildes y dóciles en su fe pura, y el Salvador enseñó que toda persona debería volverse como un niño para ser digno del reino de los cielos. Hace un tiempo, cuando la Primera Presidencia pidió a los miembros de la Iglesia en Estados Unidos que observaran una semana de oración, a fin de pedir que las aflicciones del hambre, las enfermedades, el frío y la sequía llegaran a su fin, en este país y en todo el mundo. Una familia se reunió en su noche de hogar; la pequeña de ocho años ofreció la oración, y en ella pidió que hubiera "más nieve así podemos tener bastante agua en el verano y toda la familia puede ir a nadar". A los ojos de esta niña de ocho años lo más importante era eso. Y, ¿quién podría decir que su oración, hecha con sencilla fe infantil, no fuera aceptable ante el Señor al pedir que toda la familia pudiera divertirse junta? También el poder de un testimonio sencillo y sin adornos me impresiona siempre. Recuerdo a un muchachito de doce años, que se paró para dar su testimonio. Mientras trataba de hablar, tembloroso y conmovido, la voz se le quebró y se quedó allí, de pie y en silencio; todos estábamos emocionados, rogando interiormente que pudiera encontrar las palabras para seguir hablando; los segundos se arrastraban implacables, haciendo que el silencio fuera más intenso. Después de un momento de gran ansiedad e inquietud, propio de las circunstancias en que el jovencito se encontraba, levantó la cabeza y con voz apenas audible dijo: "Hermanos, mi testimonio es demasiado pequeño"; después, se aclaró la garganta y se sentó. Mas su mensaje había llegado a nosotros. Sus palabras me hicieron pensar en aquel momento, y desde entonces, muchas veces: "¡Qué observación tan acertada!" ¿Quién no tiene un testimonio "pequeño"? ¿Qué testimonio no necesita fortalecerse constantemente? Después de oír su "sermón" de una sola frase, reconocí que también mi testimonio era muy pequeño, y me propuse hacer que aumentara compartiéndolo con otras personas más frecuentemente. Aquel día aprendí una lección por medio de la sencilla declaración de un muchachito. En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se enseñan lecciones y se fortalecen los testimonios mediante acciones sencillas. Los domingos por la mañana una tímida niñita o un pequeño niño, que apenas han salido de la Escuela Dominical de Menores, limpios, muy bien peinados y con su mejor ropa, se acercan vacilantes al púlpito; se paran en la punta de los pies, y echando una furtiva mirada a su madre para reforzar su valor, guían a la congregación en las palabras de la Joya Conferencia General Abril 1977 Sacramental. A medida que pasan los años, -estos simples actos se convierten en escalones para alcanzar estabilidad, para obtener un conocimiento de las Escrituras, para lograr un testimonio. Todos los domingos, en todo el mundo, sacerdotes pulcramente vestidos, sin mantos ni adornos especiales, tienen el honor de bendecir el sacramento; después, en una forma ordenada y sencilla, los diáconos sirven a la congregación los sagrados emblemas. A todos los miembros del Sacerdocio Aarónico se les enseña a estar alertas, a fin de que ningún miembro se quede sin participar del sacramento. Estos mismos jóvenes quizás cuiden a los miembros de su barrio en años futuros, cuando tengan la oportunidad de servir como miembros de obispados. Las jovencitas, por medio de proyectos de servicio sencillos pero fundamentales, como visitar a los enfermos y ancianos, o atraer a la Iglesia a alguna amiga, encuentran en estos actos los escalones para alcanzar la plenitud de su propósito como mujeres. Algunas de las lecciones más importantes de la vida, se aprenden al atender los asuntos de nuestro Padre, por medio de hechos bondadosos, que se convierten casi en una diaria rutina. Las maestras de la Iglesia en todo el mundo, arreglándoselas para transportar niños a la Primaria, a fin de que aprendan el hermoso y sencillo significado de ser hijos de Dios; o quizás, alguna persona recién convertida a la Iglesia, a quien se le pida que haga una presentación especial o dé un discurso y se le ayude para que pueda vencer su timidez, como escalón inicial hacia una vida de oportunidades. En el Evangelio de Jesucristo, el poder de la sencillez en la disciplina no siempre se aprecia o se comprende; pero para el contrito y arrepentido, es una gran bendición. La disciplina en la Iglesia es sencilla, y el arrepentimiento y el perdón están disponibles para todas las personas, con la sola condición de que sigan un proceso determinado. No hace mucho tiempo, una hermana detuvo a otra en el vestíbulo de la capilla y le preguntó en voz baja si sabía que el hermano B. había sido excomulgado de la Iglesia. Cuando su interlocutora le respondió que ya estaba enterada, ella agregó: "¿No es algo horrible?" A lo cual la otra hermana contestó: "No. Yo creo que es maravilloso que pueda sacarse de encima la carga del pecado y empezar de nuevo, con la ayuda del amor que todos podamos demostrarle". En unas pocas palabras, en lugar de contribuir al chisme con un comentario cáustico y destructivo, esta buena hermana dio una sencilla lección de amor. Cada paso en la vida de Jesucristo quedó claramente marcado, a fin de que nosotros pudiéramos aprender. Quisiera que recordáramos juntos algunas de sus palabras, pronunciadas con magnífica sencillez, y que se encuentran en el libro de Mateo: "Bienaventurados los mansos..." (Mat. 5:5.) "Bienaventurados los misericordiosos..." (Mat. 5:7.) Conferencia General Abril 1977 "Amad a vuestros enemigos..." (Mat. 5:44.) "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Mat. 22:39.) "El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará." (Mat. 10:39.) "El que tiene oídos para oír, oiga." (Mat. 11:15.) "Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mat. 16:26.) "Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos." (Mat. 18:4.) "... y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro servidor." (Mat. 20:26.) Ciertamente, el Salvador habló con toda claridad para que pudiéramos aprender, y sus palabras son elocuentes en su sencillez. El encanto y el misterio no conducen a la vida eterna. Muchos pasan por alto las grandes recompensas y los goces del evangelio, porque piensan que la vida eterna y el conocimiento del Salvador sólo pueden obtenerse mediante la ostentación y el misterio. Pero el Señor nos ha dicho que debemos aprender "línea por línea y precepto por precepto". Podemos aprender las claras y sencillas verdades del evangelio, siguiendo las claras y sencillas instrucciones que nos dan nuestros líderes. Cada asignación que cumplamos y cada lección que aprendamos, nos conducirán más seguramente al reino celestial que la pompa, la ceremonia o la ostentación. En el servicio de cada día no debemos buscar el encanto del misterio, sino la humildad; aprender obediencia y comprensión de las sencillas verdades del evangelio, y luego compartirlas por medio de las acciones y de un lenguaje claro y sincero. El poder de la sencillez en la vida diaria y en la enseñanza, es un deleite para nuestro Padre Celestial. José Smith es un Profeta de Dios. Os digo esto con humildad y sencillez. Sus claras, simples y valientes palabras que enseñan la verdad, sobrevivirán siempre a las críticas y darán consuelo y fortaleza a aquellos que lo reconocen como un Profeta. A todas las personas en el mundo declaramos formal y sencillamente que Dios el Padre y su Hijo Jesucristo aparecieron a José Smith. "Uno de ellos me habló, llamándome por nombre, y dijo, señalando al otro: ¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!" (J. Smith 2: 17.) Invitamos a toda la humanidad a estudiar cuidadosamente y con oración, las verdades que se revelaron después de esta manifestación celestial. Aun cuando esto hizo que se ridiculizara y maltratara al Profeta, y finalmente condujo a su martirio, agradezco humildemente a Dios que él tuviera el valor de declarar con inconfundible sencillez y claridad: Conferencia General Abril 1977 "Como quiera que sea, era no obstante, un hecho que yo había visto una visión." (J. Smith 2:24.) 1 Os dejo mi humilde testimonio de la verdad de esas sencillas, pero gloriosas palabras, en el nombre de Jesucristo. Amén, Nota de la editora: Como muchas veces sucede, una vez más nos encontramos aquí con el problema de las diferentes acepciones que puede tener una palabra. El élder Ashton usa el término "plainness", que traducido al español es sencillez, claridad o simplicidad. En la traducción de la escritura del Libro de Mormón se usó muy acertadamente claridad, puesto que se refiere a la forma de enseñar, Pero el discurso del élder Ashton tiene como tema la sencillez en todas las cosas, por lo que decidimos usar dicho término.