de hierro (minas de Lucainena, Gérgal, etc.), existiendo a tal fin

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BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA
de hierro (minas de Lucainena, Gérgal, etc.), existiendo a tal fin varios
ferrocarriles mineros.
El corredor de Sorbas es una depresión sinclinal rellena de depósit o s miocenos y pliocenos marinos formados por un brazo de mar que en
épocas geológicas recientes se adentraba entre las dos sierras. Posteriormente, debido a los movimientos de emersión que ha sufrido toda esta
zona, se cortó su comunicación con el mar, quedando el corredor sometido a un régimen continental del cual es testigo la cuenca de un lago
desecada en tiempos relativamente recientes, cerca de Tabernas.
Los movimientos orogénicos post-miocenos, patentes en el frente norte
-de las Cadenas Béticas, han levantado aquí los estratos miocenos hasta
cerca de los 45 , siendo estos movimientos más acentuados a medida que
se avanza hacia poniente, al acercarse a Sierra Nevada.
Entre los terrenos miocenos que cruzamos aparecen algunos yesos,
que han llegado a ser explotados a pesar de su mala calidad, y por una
serie de curvas muy pronunciadas vamos bajando al cañón del río Aguas,
que a causa de la blandura del terreno tiene gran semejanza con los
laess de China.
Seguimos la margen izquierda del río hasta Sorbas, pueblo de algun a importancia, construido sobre las capas superiores del Mioceno, cuyo
castillo medio derruido, que fué construido por los moros, destaca en silueta sobre el azul del cielo.
Lo más típico de Sorbas son sus cuevas o casas subterráneas, bastante cómodas y limpias, cuidadosamente blanqueadas en su entrada, que
forman marcado contraste con los colores amarillentos de las arcillas miocenas en que están excavadas, aprovechando sus moradores los materiales extraídos para la fabricación de objetos de alfarería, muy preciados por su buena calidad y caprichosa forma, así como por su gran resistencia a la acción directa del fuego, siendo principalmente exportados
~z las provincias de Almería, Granada y Jaén.
Al subir de nuevo a los 400 metros vemos en los estratos unos magníficos fenómetros de erosión eólica, y al final de la subida, un hermoso
anticlinal roto por su clave, por donde precisamente pasa la carretera.
Tenemos a nuestra derecha, como es consiguiente, la Sierra de los
Filabres, y detrás de ella se dibujan confusamente en la lejanía las cres"tas de Sierra Nevada, entre las brumas del atardecer.
Después de un rato de marcha monótona, la carretera se empieza a
-encajar de nuevo entre los estratos miocenos plegados, entrando en un
bad-lcmd magnífico y muy extenso, con las capas inclinadas, lo cual complica la forma de erosión.
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