10 de agosto de 1809, PRIMER GRITO DE LA INDEPENDENCIA

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10 de agosto de 1809, PRIMER GRITO DE LA INDEPENDENCIA
Tomando como base que independencia es un sinónimo de libertad y sin dejar de
narrar los hechos históricos que sucedieron en esta gloriosa fecha, trataré también de
mencionar antecedentes, causas , importancia y significado histórico que se
produjeron en torno al 10 de Agosto de 1809,
PRIMER GRITO DE LA
INDEPENDENCIA.
Iniciaré mencionando que los movimientos independentistas en América Latina son
complejos procesos de adquisición de autonomía que no fueron fáciles ni cortos para
quienes participaron de ellos. Los hombres y mujeres que comenzaron con la lucha
independentista de Iberoamérica tenían en común su procedencia criolla, la mayoría
de estas personas eran aristócratas que se revelaban ante la desigualdad entre
peninsulares y criollos, ante el régimen que imposibilitaba el desarrollo comercial de
América y ante la corrupción y burocracia administrativa. Este proceso de
emancipación se dio desde 1808 hasta 1826 en casi todos los territorios que eran
controlados por españoles; las principales causas para que se hayan dado estos
hechos fueron la indignación del pueblo al sentirse discriminados socialmente por los
españoles. Además tanto la revolución francesa como la de Estados Unidos también
influyo en los criollos que eran enviados a estudiar a Europa los cuales tenían un
pensamiento ilustrado y sostenían como principio básico la lucha por la libertad.
Los libertadores de América Latina eran gente con ideas revolucionarias provenientes
de corrientes europeas como la Ilustración, la Revolución Francesa y la Independencia
de las Trece Colonias. Todos estos factores convergieron en los estallidos
independentistas
de
América
Latina.
Haití fue el primer país en proclamar su independencia, se encontraba bajo la
ocupación de Francia en un sistema de esclavitud. Esta es la principal diferencia con
las otras independencias, ya que no estaba sometida por España o Portugal, como las
otras regiones Latinoamericanas.
Entonces los hechos del primer grito de nuestra independencia comienzan en la noche
del 9 de Agosto de 1809, cuando un núcleo de intelectuales, doctores, marqueses y
criollos complotados residentes en la ciudad de Quito se reunieron en la casa de
Manuela Cañizares. Allí decidieron organizar una Junta Soberana de Gobierno, en la
que actuaría como Presidente Juan Pío Montufar, Marqués de Selva Alegre, como
Vicepresidente el Obispo José Cuero y Caicedo, y como Secretarios en los despachos
del Interior, de Gracia y Justicia y de Hacienda, los notables Juan de Dios Morales,
Manuel Quiroga y Juan Larrea, respectivamente.
En la mañana siguiente, el día 10 de agosto, Antonio Ante se encargó de presentar,
ante el Presidente de la Real Audiencia, Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla, el
oficio mediante al cual se le daba a conocer que había cesado en sus funciones y que
el gobierno lo asumía la Junta Soberana de Quito. Al mismo tiempo,
Juan de Salinas se encargó de la guarnición, que, de inmediato, se pronunció a favor
de la Junta. Los criollos de Quito, actuando como “diputados del pueblo”, suscribieron
el Acta, por la cual desconocieron a las autoridades audienciales, reconocieron a la
Junta Suprema como gobierno interino “a nombre y como representante de nuestro
soberano, el señor don Fernando Séptimo y mientras Su Majestad recupere la
península o viniere a imperar en América”; le encargaron sostener “la pureza de la
religión, los derechos del Rey, los de la Patria y hará guerra mortal a todos sus
enemigos, principalmente franceses”; y dispusieron la formación de la falange militar
propia. El Cabildo abierto del 16 de agosto, en el que estuvieron los representantes de
los
diversos
barrios,
ratificó
solemnemente
todo
lo
actuado.
El golpe de Estado ejecutado el 10 de agosto de 1809 no dejó dudas sobre el carácter
autonomista y libertario del movimiento patriota, que no pudo ocultarse con la
proclama de fidelidad al Rey. Sin embargo, en la misma época, no quedaban dudas
que el movimiento de aquellos criollos patriotas se inspiraba en el pensamiento
ilustrado inculcado por Eugenio Espejo y que, sobre todo, al asumir como suyo el
principio de soberanía popular y de representación del pueblo, ejecutaba un acto
revolucionario que, en última instancia, movilizaba un proyecto autonomista.
Así lo entendieron las autoridades de las otras regiones de la Audiencia de Quito y de
los Virreinatos de Lima y de Bogotá. Por ello, aunque los patriotas quiteños llamaron a
la unión de “los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación” y
especialmente a Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, la Junta de Quito
resultó aislada e incluso provocó la reacción de las otras regiones, desde las que se
prepararon
milicias
para
someterla.
El Virrey de Lima, Fernando de Abascal y Souza, envió tropas al mando del Coronel
Manuel Arredondo. Ante el peligro inminente, el 28 de octubre la Junta resignó el
poder ante el “españófilo” Juan José Guerrero, Conde de Selva Florida, quien a los
pocos
días
lo
devolvió
al
Conde
Ruiz
de
Castilla.
Aunque el Presidente restaurado prometió olvidar los sucesos, cuando entraron a la
ciudad las fuerzas realistas, se inició la persecución contra los revolucionarios
quiteños.
El 2 de agosto de 1810 un fallido intento por liberar de la prisión a los próceres
detenidos concluyó con la matanza de los próceres detenidos en los calabozos del
Cuartel “Real de Lima” en Quito, fusilando en el acto o atravesando con bayonetas y
cuchillos a Morales, Quiroga, Salinas, Larrea, Arenas. Riofrío. Ascásubi, Guerrero,
Villalobos y tantos otros. La brutalidad de las tropas llegadas con el coronel Arredondo
se extendió inmediatamente sobre los barrios de la ciudad, que apenas pudieron
resistirlas. El obispo y los sacerdotes tuvieron que recorrer las calles para implorar que
terminen los enfrentamientos. Dos días después, en la Asamblea de vecinos
convocada por las autoridades fueron denunciadas las atrocidades y se acordó la
salida de las tropas, la formación de una Junta y el recibimiento del Comisionado
Regio.
Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, llegó en calidad de Comisionado
nombrado directamente por el Consejo de Regencia de España, para apaciguar en
algo el clima de represión con que fue sometida Quito. Organizó una segunda Junta
Superior de Gobierno, presidida temporalmente por Ruiz de Castilla, pero integrada
por criollos patriotas. El 1º. de enero de 1812 se instaló un Congreso Constituyente
que,
además,
dictó
la
primera
Constitución
Quiteña.
El virrey del Perú desconoció la Junta de Quito. Además, segregó Cuenca y Guayaquil
y nombró a Joaquín Molina como Presidente. Carlos Montúfar, definido por la
revolución, armó la defensa del gobierno popular de Quito, alistando tropas, que
fueron enviadas hasta el norte y el sur, logrando triunfos en Pasto y cerca de Cuenca.
El general español Toribio Montes organizó las fuerzas realistas desde el litoral, con
soldados del Perú, Panamá y Guayaquil. Paulatinamente fue venciendo en su ascenso
por los Andes. Entró a Quito el 8 de noviembre de 1812 y organizó la persecución de
los últimos resistentes. Montúfar y los principales lograron escapar. Otros fueron
procesados, condenados y hasta desterrados. Así terminó la Revolución de Quito.
Aunque la Revolución de Quito no logró mantenerse, había dado inicio a la conciencia
autonomista y se convirtió en fuente de las luchas independistas posteriores que, en
una segunda y definitiva fase, arrancaron con las Revoluciones de Guayaquil y
Cuenca
en
1820.
Si bien antecedieron a la Revolución de Quito tanto la independencia de los Estados
Unidos en 1776, así como la de Haití en 1804 e incluso los movimientos de
Chuquisaca y La Paz (Bolivia) en 1809, los sucesos de Quito adquirieron significación
continental no solo por la instauración de una Junta de criollos, sino porque los
próceres que participaron en la revolución fueron asesinados el 2 de agosto de 1810 y
porque
en
Quito
se
expidió
en
1812
la
primera
Constitución.
Simón Bolívar se refirió a los sucesos de Quito como los gestores de la emancipación
y su proclama de “guerra a muerte” contra los españoles la lanzó como reacción a la
escandalosa matanza de los patriotas quiteños. En Chile también se reconoció la
gesta del 10 de agosto, declarando a Quito “Luz de América”.
Después de la Revolución de Quito se sucedieron en 1810 nuevos movimientos
autonomistas en México y las Juntas de Caracas, Bogotá, Santiago de Chile y Buenos
Aires. El proceso de la independencia de América Latina había comenzado.
La Revolución de Quito no fue, por consiguiente, un movimiento meramente local, sino
que tuvo en la mira la liberación de un país que estaba gestándose. Generó la
conciencia de identidad propia. Y estuvo conectada con un movimiento más general: el
de toda Hispanoamérica, que estallaba en rebeliones y protestas contra las
autoridades
españolas.
Aunque la dirección política revolucionaria estuvo en manos de una elite criolla, ella
cumplió con un interés histórico mayor: dar inicio al proceso de la lucha anticolonial, en
la que inevitablemente tendrían que involucrarse, más tarde o más temprano, todas las
regiones dominadas por una metrópoli que actuó como un poder de dominación
nacional.
En Quito los ideales abiertamente independistas de algunos de los patriotas se
conjugaron con posiciones autonomistas o menos radicales de otros revolucionarios.
Pero no hay duda que, en conjunto, la Revolución daba continuidad a las rebeliones
que habían estallado durante todo el siglo XVIII, a las ideas del precursor Eugenio
Espejo y al espíritu de identidad forjado por múltiples vías culturales y sociales.
Comprendida con una visión histórica de amplia perspectiva, la Revolución de Quito
del 10 de Agosto de 1809 dio inicio al proceso de la independencia de la actual
República del Ecuador, que solo después de trece años de insurgencia culminaría
exitosamente en la Batalla del Pichincha del 24 de mayo de 1822.
Los ecuatorianos somos ejemplo de pueblo altivo y libre, si todos los hombres somos
iguales ante los ojos de Dios, más aun somos iguales en la tierra ante los ojos del
hombre. Si mantener nuestra libertad y soberanía nos ha costado la ofrenda de vidas
de héroes y patriotas, la conservación y cuidado de las mismas demanda entonces
nuestra obligación y respeto. Ya no es tiempo de reyes, de majestades ni tiranos, que
prevalezca el respeto, el patriotismo y la paz es nuestro deber ya que un pueblo sin
libertad está condenado a morir
GRACIAS
TCRN. EM. FERNANDO VINIACHI ROMERO
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