Sobre el concepto de “república” en las décadas finales del siglo XVIII. Joaquín Abellán. Los teóricos del republicanismo en la actualidad suelen remitirse a la existencia de una tradición de pensamiento republicano, que ven iniciada en Cicerón, en la época de la República autores romana, de las y continuada repúblicas por Maquiavelo renacentistas y otros italianas, por James Harrington y otras figuras del período de la guerra civil en la Inglaterra del siglo XVII y por otros muchos teóricos de Inglaterra, Francia y Norteamérica durante el siglo XVIII 1 . Suelen considerar, además, que esta tradición de la que se reclaman forma una tradición distinta de la tradición liberal por el concepto de libertad y por la concepción de la comunidad política que subyacen en ambas líneas de pensamiento. Las páginas que diferenciación siguen entre no abordan liberalismo y esta cuestión republicanismo de la y ni siquiera analizan la relación del republicanismo actual con sus “clásicos”; sólo pretenden hacer una contribución a la historia del concepto de “república”, analizando algunos políticos y pensadores “clásicos” de finales del siglo XVIII, que marcaron las líneas del debate teórico sobre algunos conceptos fundamentales de la política durante algunos años. En primer lugar analizamos el concepto de “república” en la Francia de antes de la Revolución de 1789 y de los primeros años revolucionarios (I), para pasar luego a algunos teóricos de la Constitución norteamericana 1 Véase, por ejemplo, Philip Pettit, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno (1997). Trad. cast. de Toni Domènech, Barcelona 1999, págs. 22-23. 1 (II), acabando finalmente con la exposición del concepto de “república” en la Alemania de fines del XVIII (III). I En la Francia anterior a la Revolución, Jean-Jacques Rousseau ofrecía en su libro El contrato social, publicado en 1762, un fundamentales concepto para la de “república” teoría con política. implicaciones Rousseau llama “república” a todo estado o cuerpo político gobernado por leyes, cualquiera que sea su forma de administración, porque entonces sólo gobierna el interés público, y añade a continuación que el gobierno legítimo es republicano (libro II, cap. 6). La legitimidad consiste, en definitiva, en estar vinculado a la voluntad de los ciudadanos, que se manifiesta en las leyes, las cuales son asunto de la voluntad general, que es precisamente donde los ciudadanos como tales se funden en una persona pública. Esta persona pública recibe el nombre de cuerpo político o república. República es, en resumen, el gobierno de las leyes. Este gobierno de leyes -legítimo o republicano – puede conocer distintas formas de gobierno o de ejercer el poder ejecutivo, y lo que destaca Rousseau es que este gobierno que ejerce el poder ejecutivo tiene que ser distinto del cuerpo político o soberano, pues señala que “no es bueno que quien hace las leyes las ejecute él mismo”. Ahora bien, el gobierno ejecutor de las leyes está subordinado al poder legislativo. De no ser así no habría una constitución, sino una situación de anarquía. Al entender la república como gobierno de las leyes y al ser posibles varias “formas de administración”, Rousseau distingue claramente entre república y democracia. La democracia es, junto con la aristocracia, la monarquía y el gobierno mixto, una forma concreta de gobierno, a la que 2 Rousseau no le concede realmente muchas oportunidades. En el capítulo dedicado a la democracia en el Contrato social dice Rousseau que, tomando el término de democracia en su acepción rigurosa, no ha existido nunca verdadera democracia ni existirá jamás, pues “va contra el orden natural que el gran número gobierne y que el pequeño sea gobernado” y aduce una serie de argumentos a favor de esta afirmación. Piensa que es difícil imaginar que el cuerpo político permanezca continuamente reunido para los asuntos públicos y añade a continuación que esa forma del gobierno democrático exige unos requisitos muy difíciles de conseguir: no sólo requiere un Estado muy pequeño, una gran sencillez en las costumbres y mucha “igualdad en los rangos y fortunas”, sin la que no podría subsistir por mucho tiempo la igualdad en los derechos, sino que ninguna forma de gobierno está tan expuesta a las guerras civiles como la democrática. Su exposición sobre la democracia termina con su afirmación de que “si hubiera un pueblo de dioses se gobernaría democráticamente; un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres” El concepto de república así entendido se convierte para Rousseau en la guía central para determinar el contenido de lo él que llama la “religión civil” del cuerpo político. Es precisamente el amor a las leyes el núcleo esencial de la actitud de los ciudadanos respecto a la república. En el penúltimo capítulo del Contrato social, donde analiza la cuestión de si la religión es útil para el cuerpo político, se manifiesta a favor de una religión puramente civil, sin la que no se podría ser un buen ciudadano y un súbdito fiel. Esta religión civil incluye, entre sus dogmas básicos, “la santidad del contrato social y de las leyes”, constituyendo así el núcleo esencial de la República: el Estado no puede obligar a nadie a creerla, pero sí puede, 3 sin embargo, expulsar a quien no la crea, no por impío, sino por insociable, por ser incapaz de “amar sinceramente las leyes, la justicia y de inmolar su vida, llegado el caso, a su deber”. Consideraciones proyectada En sobre reforma otra el obra posterior, gobierno (1772), de desarrolla en Polonia Rousseau y todo las su un programa de educación del ciudadano, que incluye el cultivo de las costumbres nacionales, el deporte, el teatro sobre temas patrióticos y la celebración de fiestas públicas para que asienten la República en el corazón de los polacos: el amor a la patria consiste, en definitiva, en el amor a las leyes y a la libertad. Durante la Revolución francesa, el concepto de república no fue al principio un concepto central, pues el debate giraba en torno a la reivindicación de la “constitution” y de la garantía de la libertad. Se trataba, antes que nada, de eliminar el régimen de privilegios y particularidades estamentales y territoriales y de eliminar el absolutismo monárquico a favor de la libertad política. El resultado de los primeros años revolucionarios fue la Constitución de 1791, que recogía una declaración de derechos, la separación de poderes y el principio de representación. Pero como junto a la representación mediante la elección – para la asamblea nacional legislativa- se había introducido asimismo una representación virtual en la persona del monarca (título 3, art. 2 de la Constitución), se abrió un debate sobre el concepto de república y su relación con la monarquía. Montesquieu había hablado de tres clases de Gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico, y los había clasificado atendiendo a quién tiene el poder soberano. En el gobierno monárquico gobierna uno solo, con arreglo a leyes fijas y establecidas; en el gobierno despótico gobierna una sola persona sin ley y sin norma, y 4 en el republicano tiene el poder soberano el pueblo entero o una parte del pueblo. Si es el pueblo entero el que es dueño del poder soberano, estamos ante una democracia, y si el poder soberano está en manos de una parte del pueblo se trata de una aristocracia (Espíritu de las leyes, 1748, libro II). La república, por tanto, fuera un república aristocrática o democrática, se oponía a la monarquía. Ahora, en los primeros años de la Revolución y con una constitución política que establece un Estado que elimina el poder absoluto y garantiza la libertad política, pero con un monarca en el gobierno, el concepto de república experimenta importantes transformaciones respecto a esta formulación clásica de Montesquieu. Tanto Robespierre como Sieyès se separan de esta concepción de Montesquieu, aunque también entre ellos mismos lleguen al final a conclusiones distintas. Maximilien Robespierre afirmaba en un discurso pronunciado el 13 de julio de 1791, después de la huida de Luis XVI, que la palabra república no significa ninguna forma particular de gobierno, sino que es la denominación general de todo tipo de gobierno de hombres libres que tienen una patria. Y por eso afirmaba que la constitución francesa de esa época era una república con monarca: los hombres, en realidad, podían ser libres tanto con un monarca como con un senado. Algunos meses después, en mayo de 1792, vuelve a afirmar que él prefiere antes una asamblea representativa popular y de ciudadanos libres con un rey que un pueblo esclavo bajo un senado aristocrático o un dictador (Expositions de mes principes, 1792). Cuando se abolió la monarquía por acuerdo de la Convención nacional, el 21 de septiembre de 1792, se proclamó la République française. Robespierre identificó entonces república con democracia, pues consideraba que la esencia de ambas era la igualdad: 5 “la democracia continuamente no es un reunido, estado regule en por el sí que el mismo pueblo, todos los asuntos públicos;… la democracia es un estado en el que el pueblo soberano, guiado por las leyes que son obra suya, hace por él mismo todo lo que puede hacer bien y a través de delegados todo lo que no puede hacer él mismo” (Discurso de 5.2.1794). Y añade a continuación que ciudadano es equivalente a republicano y que el amor a la igualdad es un componente esencial del amor a la patria. En ese mismo discurso Robespierre desarrolla toda una ética social- política, en la que deberían sustituirse las costumbres por los principios, la tiranía de la moda por el imperio de la razón, la vanidad por la grandeza de alma, en defintiva, “todos los vicios y ridiculeces de la monarquía por todas las virtudes y maravillas de la República”. Emmanuel Joseph Sieyés, sin embargo, que también relativiza la contraposición entre estado monárquico y estado libre, es decir, entre identificación democracia. monarquía final Para de y república, Robespierre Sieyès, no entre efectivamente, llega a república la la y auténtica contraposición en el terreno político-constitucional es la que se da entre un sistema autocrático y un sistema con representación y separación de poderes. Para él, una organización político-constitucional en la que no exista con carácter esencial la representación no es legítima, con independencia de cómo se denomine. Para la organización de una comunidad como Estado sólo existe la alternativa de un sistema representativo o el despotismo. La legitimidad de una constitución no reside en que el poder ejecutivo sea un gobierno monárquico o un gobierno republicano, sino en que el gobierno como tal esté vinculado al principio de la representación. Y a representativa- la llama esta constitución legítima – república. La república es, en 6 resumen, un gobierno representativo. Y desde esta perspectiva, Sieyès considera que tanto el partido de los monárquicos como el de los republicanos tendrían que estar por la república y que los enemigos de la monarquía no tendrían que llamarse republicanos, sino “poliarquistas” o “policráticos”, pues de lo único que se trata ya es de decidir si la mejor forma de gobernar la república es un gobierno monárquico o un gobierno poliárquico. Esta cuestión, piensa él, ya no es una cuestión de legitimidad, sino simplemente de funcionalidad o conveniencia, pues se trata de decidir cómo se pone la última piedra al edificio de la constitución, si con un hombre solo o con un cuerpo colegial, es decir, si el edificio de la constitución termina en punta o en una plataforma (Moniteur 8.7.1791). Este planteamiento de Sieyès de situar el centro de gravedad del Estado, de su legitimidad, en la existencia de un sistema representativo, dejando en un segundo plano la cuestión de si el poder ejecutivo es más conveniente que esté en manos de un monarca o de un cuerpo colegial, será retomado por Immanuel Kant pocos años después, quien insistirá igualmente en que la cuestión central y primera en el Estado es cómo se gobierna y no tanto quién o quiénes detentan el poder ejecutivo. II Con la independencia de las colonias británicas en Norteamérica, en 1776, las constituciones de los nuevos Estados porque según fueron usualmente garantizaban las Government, leyes. en que John 1776, el consideradas poder Adams que la como político escribía auténtica repúblicas se en ejerciera Thoughts on definición de “republic” es el imperio de las leyes y no el de los 7 hombres. En este mismo sentido, el propio Adams escribía algunos años después que la constitución de Inglaterra era en verdad una república, porque tenía una monarquía limitada constitucionalmente por dos ramas independientes, el poder aristocrático y el poder democrático (A Defence of the Consstitutions of Government of the United States of America, 1787). En estos mismos años, sin embargo, se escuchaban otras voces de otros contemporáneos, como la de Thomas Payne, que denunciaban la constitución británica precisamente por considerar que el rey era una tirano o una figura decorativa innecesaria (Commen Sense, 1776). Con su concepto de república, John Adams iba a poner en entredicho la consigna independencia de los primeros de que “el años pueblo no de lucha puede por obrar la mal”, expresando sus temores por el posible abuso del poder por parte del pueblo. necesariamente. escribe: República En “podemos su y democracia libro encontrar mencionado en cualquier no coincidían anteriormente página de la historia… pruebas irrefutables de que el pueblo, cuando no ha tenido brutal, contrapesos, bárbaro y ha cruel, sido como tan injusto, cualquier rey tiránico, o senado poseedor de un poder incontrolado. La mayoría ha usurpado eternamente y sin excepción los derechos de la minoría”. Y en una carta a Jefferson, en 1815, le resumía su credo político en los siguientes términos: “el principio fundamental de mi credo político es que el despotismo o poder absoluto es el mismo en una mayoría de una asamblea popular, un consejo aristocrático, una junta oligárquica o un emperador”. Partiendo de este concepto de república como el imperio de las leyes y no de los hombres, James Madison establece asimismo una clara diferencia entre república y democracia. Sus reflexiones al respecto están contenidas en los 8 artículos que escribió “al pueblo del Estado de Nueva York” sobre la Constitución federal de los Estados Unidos de 1787 –artículos que escritos, junto con los de Alexander Hamilton y John Jay, entre octubre de 1787 y mayo de 1788 fueron reunidos en el libro El Federalista. Para Madison, la república implica un sistema de representación política y comprende a un número grande de ciudadanos y un territorio más extenso, mientras que la democracia es “una sociedad integrada por un reducido número de ciudadanos, que se reúnen y administran personalmente el gobierno” (El Federalista, núm. 10). Su posición contra la democracia se deriva de la que él considera incapacidad de la democracia para evitar los peligros del espíritu sectario dentro de la sociedad, ejercen atajar pues, al ser personalmente sus los mismos el gobierno, e intrigas, ambiciones ciudadanos nada hay pudiendo quienes que pueda brotar la tiranía en la primera ocasión favorable que se presente. La democracia, piensa Madison, es, además, incompatible con la seguridad personal y con los derechos de propiedad. Por el contrario, en la representación política se encuentra la garantía de la libertad. En el núm. 51 de El Federalista escribe: “todo el poder del gobierno en proyecto estará en manos de los representantes del pueblo. Esta es la seguridad esencial y, después de todo, la única eficaz de los derechos y privilegios del pueblo que es asequible en la sociedad civil”. La primera ventaja, por tanto, de la república sobre la democracia, es la delegación del gobierno en unos cuantos hombres por parte representación del actúa resto como un de los filtro ciudadanos; que refina la los intereses de los particulares, pasándolos a través de un cuerpo de ciudadanos elegidos, cuya sabiduría puede discernir mejor los verdaderos intereses de su país y cuyo 9 patriotismo y amor a la justicia hará menos probable que los sacrifiquen a consideraciones particulares o transitorias (El Federalista, núm. 10). Este filtro de la representación puede así desactivar el espíritu de facción, es decir, la unión de varios ciudadanos “movidos por algún impulso de derechos pasión de los o por demás algún interés ciudadanos o contrario a los a los intereses permanentes de la comunidad”. Pero como el filtro de la representación podría convertirse en un mecanismo distorsionador, sirviendo a la selección precisamente de personas indeseables, la segunda ventaja de la repúblicaque puede ser extensa, y por tanto, diversa- permite solucionar este problema: en un estado más grande existe una posibilidad juiciosos; mayor siendo intereses el de encontrar estado distintos más y, representantes extenso, habrá consiguientemente, mas menos probabilidad de que puedan combinarse en el sentido de una facción vasta contra los república de derechos los de Estados otros Unidos ciudadanos:”en y entre la la gran diversidad de intereses, partidos y sectas que abarca, una coalición integrada por la mayoría de toda la sociedad rara vez podría formarse sobre la base de principios que no fuesen los de la justicia y el bien general” (El Federalista, núm.51). Ambos elementos, por tanto, son esenciales a la república tal como la entiende Madison: la representación y, para que ésta surta efecto, un territorio extenso. El propio Madison dice que es difícil que un gobierno representativo hubiera podido tener éxito dentro de los estrechos límites en que se desarrollaban las democracias griegas. Y aunque acepta que, en un desconocido cierto por sentido, completo la los antiguos representación no habían –pues había cargos públicos elegidos que, en cierto modo, representaban 10 al pueblo en su capacidad ejecutora-, la representación en la república norteamericana, sin embargo, desempeña un papel esencial. Esta representación implica, precisamente, la exclusión del pueblo en su “collective capacity” de la participación política. III También en Alemania, donde la mayoría de los Estados tenían un régimen monárquico absolutista, se debatió a finales del siglo XVIII en torno a la constitución y a la “república”, teniendo presentes las experiencias y las doctrinas francesas, inglesas y norteamericanas y revisando, al mismo tiempo, la propia tradición alemana del derecho natural de más de décadas un siglo. del En siglo este XVIII, sentido, se en desarrolla las en dos últimas Alemania un derecho natural nuevo, que dio base teórica al liberalismo. El punto central de ese nuevo derecho natural es un nuevo concepto de constitución, según el cual la constitución tiene como finalidad la realización de la libertad personal, civil y política de los hombres. Y entre los autores que dan un impulso a este nuevo derecho natural, y concretamente, a un nuevo concepto de “república” destaca Immanuel Kant. Con el mismo planteamiento de Sieyès, cuyo artículo en Moniteur había sido publicado en alemán en 1792 ( en el Göttingisches historisches Magazin), Kant desplaza la cuestión tradicional de las formas de estado, según quién tiene el poder, a la cuestión de la forma de gobernar. En su escrito La paz perpetua (1795) afirma que “la constitución civil de todo Estado debe ser republicana” y desarrolla a continuación los principios de la forma de gobernar republicana. Se trata de una forma de gobernar en 11 la que se parte del reconocimiento de la libertad, de la igualdad y de la dependencia respecto a la legislación común de todos los ciudadanos. Y este republicanismo – término que utiliza el propio Kant- implica asimismo el principio de la separación entre el poder ejecutivo y el poder legislativo. Esta separación de poderes implica un sistema representativo, pues “toda forma de gobierno que no sea representativa es, en propiedad, una no-forma, porque el legislador no puede ser al mismo tiempo ejecutor de su voluntad en una y la misma persona”. El modo de gobierno contrapuesto al republicanismo es, según Kant, el despotismo. Este tipo de gobierno se caracteriza porque el gobernante utiliza la voluntad pública como si fuera su propia voluntad particular, tratando al pueblo como si éste fuera parte de su propiedad. En el despotismo no hay tampoco separación de poderes, porque ejecuta las leyes el mismo que se las ha dado. Y una vez expuesto lo que entiende por republicanismo o constitución republicana, Kant analiza cuál de las formas de Estado –la monarquía, la aristocracia o la democraciaes la más adecuada para poder gobernar republicanamente. En este punto, Kant afirma que a la aristocracia le resulta más difícil que a la monarquía llegar, mediante reformas, al modo de gobierno republicano, y que a la democracia le resulta totalmente capacidades de imposible. Su afirmación sobre las la monarquía para llegar al republicanismo la basa en que cuanto más pequeño sea el número de los que tienen el poder y cuanto mayor sea su representación, se puede esperar que, a través de las reformas, pueda elevarse su constitución actual hasta el republicanismo. La democracia tiene, por el contrario, según Kant, el peor punto de gobierno partida para republicano, intentar pues ella ajustarse implica al modo de realmente un 12 despotismo. En la democracia cada ciudadano tiene poder por derecho propio, y cada uno quiere, por tanto, ejercer el poder directamente. Al poder y querer todos y cada uno de los ciudadanos ejercer el poder directamente pueden decidir sobre alguien, que no quiera, con lo que se está atentando contra la libertad y produciéndose un ejercicio despótico del poder. Este concepto de república de Kant –libertad e igualdad de los ciudadanos, sistema representativo y división de poderes- actúa como una idea reguladora, como una norma, para cualquier política como produciendo constitución tal en le la política queda encomendada realidad ejemplos concreta. la de tarea ese A la de ir modelo, procurando llevarlo a la realidad a través de paulatinas reformas de los revolución. sistemas Esta constituciones vigentes transformación vigentes obligación derivada del en una y no mediante paulatina de republicana la las es una espíritu del “contrato originario” por el que se funda el Estado – o república, según el término latino de res publica-; una transformación paulatina y continuada hasta que la constitución actual – una monárquica, por ejemplo- se adecue a la única constitución legítima, que es la republicana (Metafísica de las costumbres, 1797, #52). La grandeza de la Revolución francesa había consistido, según Kant, precisamente en que había puesto ante los ojos de la humanidad el camino de un progreso hacia algo mejor, hacia una situación en la que el derecho, y no el poder, se estaba convirtiendo en el criterio organizador de las relaciones entre los hombres. Y con optimismo afirma Kant que el proceso abierto por la Revolución francesa no es algo concluso, sino que continua su marcha hacia el establecimiento general de la constitución republicana (Disputa de las Facultades, 1798). 13 Este concepto kantiano de república fue aceptado por algunos de sus contemporáneos, que, sin embargo, llegaron a conclusiones distintas a las de Kant. Es el caso de Johann Adam Bergk y de Friedrich Schlegel, entre otros. Bergk también afirma republicanas república que y y todas las presenta de la constituciones como deben características constitución ser de la republicana la representación, la división de poderes y la elección para un plazo determinado de las personas que han de ejecutar el poder. Sin embargo, no encuentra contradicción entre república y democracia hasta el punto de que califica las constituciones francesas de 1793 y 1795 como “constituciones republicanas democráticas”. Su concepto de constitución republicana lleva a las últimas consecuencias el planteamiento kantiano y desarrolla un concepto de ciudadano mucho más amplio que el kantiano, al considerar, por ejemplo, que las mujeres y no sólo los varones deben ser también ciudadanos Metaphysische (Briefe Anfangsgründe über der Immanuel Rechtslehre, Kants’ 1979). Friedrich Schlegel, por su parte, en la recensión que hace del libro la Paz perpetua, escribe que el republicanismo es necesariamente democrático y critica la tesis kantiana de que la democracia diferencia de precisamente (Versuch el über sea necesariamente Kant, Schlegel ideal al den Begriff que ve hay des en que despótica. la ir A democracia aproximándose Republikanismus, 1796). También el joven Görres escribe, después de la guerra de la primera coalición contra Francia, que la forma ideal de estado es la democrática y que Francia constituía la forma del “estado normal”, es decir, la democrática (Der allgemeine Frieden, ein Ideal, 1798). 14 A lo largo del siglo XIX el concepto de república, aunque se siguió utilizando como el concepto general de un Estado de derecho o una constitución representativa, con independencia de la forma de gobierno concreta, se fue identificando progresivamente con el concepto de democracia y con un programa de reforma social. 15