El problema con las Denominaciones

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EL PROBLEMA CON LAS DENOMINACIONES
El problema con las Denominaciones
“…el Cristo, el Hijo del Dios viviente… sobre esta roca edificaré mi iglesia…” (Mat.
16:16-18). La iglesia fue edificada sobre Cristo, el Hijo del Dios viviente (cf. Ef. 2:20; 1 Ped.
2:5-9). Cristo es su fundamento y su fundador, su dueño y Señor. Debemos entender esto
correctamente. En el primer siglo, no había denominaciones, sino solamente la iglesia del
Señor (Mat. 16:18), la que él estableció y “ganó por su propia sangre” (Hech. 20:28), y de
la cual él es su Salvador (Ef. 5:23). Obviamente, entonces, las denominaciones son una
invención humana desconocida en el plan de Dios. El apóstol Pablo dijo que hay “un solo
cuerpo” (Ef. 4:4, LBLA), y ese cuerpo es la iglesia del Señor (Ef. 1:22-23).
Actualmente, a diferencia del primer siglo, hay miles de denominaciones, y cada
persona religiosa elige según su preferencia a cual confesión religiosa quiere pertenecer.
Ahora bien, ¿esto es un problema? Muchos dirán “¡No, esto no es ningún problema!” porque
ellos han aprendido a elegir según su preferencia la denominación de su elección, total “esta
iglesia es tan buena como esta otra”, nos dicen. Sin embargo, las sagradas Escrituras
enseñan que esto sí es un problema, ¿por qué? En este artículo vamos a notar cuatro
razones por las cuales sabemos que las Denominaciones son un problema a los ojos de Dios.
Las Denominaciones son divisionistas
A menudo, los cristianos verdaderos (no denominacionales) somos acusados de ser
divisionistas. En realidad, son las denominaciones las que abrazan y contribuyen a más y
más división. Existía la misma mentalidad en Corinto y fue condenada por Dios a través de
Pablo: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis
todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis
perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros
contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y
yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por
vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Cor. 1:10-13).
El problema en Corinto era que los cristianos ahí se estaban dividiendo en base a su
lealtad y/o afinidad por ciertos individuos de su preferencia. Así también hoy, existen
denominaciones porque los que dicen seguir a Cristo se han dividido en base a su
lealtad/afinidad por ciertas doctrinas y prácticas que les parecen más atractivas y
convincentes. Es más, la mayoría de las personas no prestan la más mínima atención a las
creencias y prácticas de su denominación y a menudo pasan de una iglesia a otra.
La hipocresía más grande se nota cuando las diferentes denominaciones sacan
adelante algún proyecto común (ministerio, evento), pero siempre continúan divididos sin
unirse en creencia y práctica. No trabajan en algo sin primero mantener en alto las paredes
que los dividen.
A pesar de la división denominacional, Jesús oró por la unidad de los que habían de
creer en él: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí
por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn.
17:20,21). Esta unidad (“la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, Ef. 4:3) no es creada
ni mantenida por ignorar las diferencias doctrinales. Esta unidad se crea y se mantiene
cuando todos los creyentes sometiéndose a Cristo hablan una misma cosa y se mantienen
unidos en una misma mente y un mismo parecer (1 Cor. 1:10).
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Por Josué I. Hernández
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La división no se produce cuando los creyentes están firmes por la verdad, la división
se produce cuando los creyentes se apartan de la verdad en base a su preferencia.
La culpa de la división y confusión religiosa que nos separa actualmente, es de todas
las denominaciones y de todos sus integrantes que apoyan y mantienen en alto el muro de
la división de la sabiduría humana.
Las Denominaciones no hacen a la gente miembros de la iglesia del Señor
Cuando alguno se une a una denominación, se une a una iglesia que no es de Cristo
(Mat. 16:18). Evidentemente, a la luz de las Escrituras, sólo hay una iglesia que pertenece a
Cristo (Ef. 4:4; 1 Cor. 12:13). Sin embargo, en un esfuerzo absurdo, algunos sostienen que
cada denominación es simplemente una parte de la iglesia del Señor. El pasaje de la
Escritura que comúnmente tuercen es el siguiente: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es
el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto,
lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he
hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;
porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera
como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn. 15:1-6).
El argumento de los defensores del denominacionalismo moderno es que cada
pámpano representa a una denominación religiosa, y que todos ellos están unidos a Cristo.
No obstante, la enseñanza del Señor es totalmente diferente. Los pámpanos son individuos
creyentes, no organizaciones religiosas sectarias. Jesús estaba hablando aquí a sus
discípulos, quienes estaban unidos en su fe y práctica. Jesús no estaba hablando aquí a los
representantes de diversas denominaciones de la llamada cristiandad.
Veamos como Cristo claramente especificó que los pámpanos son individuos
creyentes (discípulos de él): “El que en mí no permanece, será echado fuera como
pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn. 15:6). Si los
pámpanos son denominaciones, ¿cómo se aplica el principio de responsabilidad
personal/individual? Cristo habló de pámpanos que se queman, lo cual es un lenguaje de
juicio, y sabemos que Cristo no juzgará a grupos organizados, sino a cada cual, como
individuo, según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo (Ez. 18:20; 2 Cor. 5:10).
Las denominaciones son una falsificación de la iglesia que Cristo estableció y por la
cual él murió. Por esta razón, las denominaciones no existen en las páginas del Nuevo
Testamento porque no son de la sabiduría de Dios, sino de la sabiduría humana, “terrenal,
animal, diabólica” (Sant. 3:15). Recuerde, Cristo estableció una sola iglesia (Mat. 16:18) y
es Cristo quien añade a la iglesia a los que van siendo salvos (Hech. 2:47).
Las Denominaciones impiden la salvación de sus integrantes
Las denominaciones mantienen a la gente lejos del Señor y de la salvación que está
sólo en la iglesia del Señor (Ef. 5:23, Hech. 2:47). Estos grupos sectarios no enseñan el plan
de salvación que Cristo mandó en su evangelio, y por lo tanto no salvan a la gente, sino que
la ayudan a que se pierda. Recuerde el pasaje: “…Y el Señor añadía cada día a la iglesia los
que habían de ser salvos” (Hech. 2:47).
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los
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Por Josué I. Hernández
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que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras
testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los
que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
personas” (Hech. 2:37-41).
Las denominaciones no enseñan el plan de salvación que el apóstol Pedro y los
demás apóstoles y primeros cristianos predicaban. Por lo general rechazan el bautismo en
Cristo como esencial para la salvación. Pero, el buen estudiante de la Biblia aprovechará
esta oportunidad para leer varios otros pasajes bíblicos que mencionan lo esencial del
bautismo en agua para el perdón de los pecados (Ej. Mar. 16:16; Hech. 22:16; 1 Ped.
3:21).
El bautismo en Cristo es un paso esencial que lleva al pecador penitente al perdón y
la salvación. Sin embargo, las denominaciones no enseñan esto. Muchos proclaman que el
hombre se salva “por la fe sola” o por alguna oración que salva al pecador al punto de la fe.
No obstante, la única vez que la frase “solamente por la fe” se encuentra en toda la Biblia es
precisamente para indicar que la fe sola no salva: “Vosotros veis, pues, que el hombre es
justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24). ¿Por qué Santiago dijo
esto? “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta” (Sant. 2:26).
El suicidio espiritual de los miembros de las denominaciones consiste en haberse
convencido de que son salvos en Cristo cuando en realidad no lo son. Este es el mismo tipo
de engaño sobre el cual habló por el Espíritu el profeta Amós: “¡Ay de los que desean el día
de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz” (Am. 5:18).
El pueblo pensaba encontrarse en el día del Señor en grandes bendiciones, pero tal día sería
para ellos uno de juicio de condenación.
Cuando una persona se convence de que ya es salvo, no verá urgencia en informarse
más acerca de este tema que estamos tratando, pues no tiene razón de dudar acerca de su
llamada “salvación”. No obstante, Cristo dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:21-23). Aunque
muchos religiosos pretenden sinceramente hacer cosas en el nombre de Cristo, en realidad
están viviendo en plena rebeldía, pues son en la práctica “hacedores de maldad”.
Todas las denominaciones mantienen encapsulados a sus integrantes en el camino a
la perdición.
Las Denominaciones proveen un estándar incorrecto
Las denominaciones enseñan un evangelio diferente al que nos trajo Cristo del cielo.
El apóstol Pablo advirtió a las iglesias de Galacia sobre esto: “Estoy maravillado de que tan
pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio
diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el
evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio
diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también
ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea
anatema” (Gal. 1:6-9).
Un “evangelio diferente” es una forma de doctrina distorsionada del evangelio
verdadero, y siempre es fatal, tanto así que los gálatas con él estaban abandonando la
gracia del Señor (Gal. 1:6). Esto no nos sorprende en consideración de lo que Cristo había
advertido respecto a la enseñanza de doctrinas y tradiciones humanas, tales cosas siempre
hacen de la adoración una adoración vana (Mat. 15:6-9).
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Por Josué I. Hernández
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A diferencia de las denominaciones, debemos proclamar “todo el consejo de Dios”
(Hech. 20:27), ni más ni menos que esto (2 Jn. 9; Apoc. 22:18-19). Tenemos que hacer
esto porque la palabra de Dios es la norma por la cual seremos juzgados (Jn. 12:48; Rom.
2:16). El apóstol Pablo (un hombre inspirado) dijo: “Conociendo, pues, el temor del Señor,
persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que
también lo sea a vuestras conciencias” (2 Cor. 5:11). Si tenemos un sano temor del Señor,
vamos a vivir según la norma del Señor y vamos a predicar el evangelio puro de Cristo para
que otros también lo hagan, porque todos nos presentaremos “ante el tribunal de Cristo” (2
Cor. 5:10).
Conclusión
Las denominaciones no representan “rutas adicionales de acceso al cielo”. Todos ellas son
parte del camino ancho que lleva a la perdición eterna (Mat. 7:13,14). El llamado que
hacemos a todas las personas es que abandonen los grupos religiosos de los hombres y
obedezcan el evangelio puro de Cristo para ser añadidos por el Señor a su iglesia que él
compró con su sangre (Hech. 20:28).
Adaptado por Josué I. Hernández, de la obra “The Problem with Denominations” escrita por
Andy Sochor.
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Por Josué I. Hernández
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