EL DUELO INFANTIL Artículo de Rebeca Recio Berlanas, psicóloga de PSYCOS. La muerte de un ser querido forma parte de nuestras vidas, independientemente de la edad que tengamos. Muchos niños sufren la pérdida de sus abuelos, tíos u otros familiares más cercanos como padres o hermanos. También el cambio de casa, colegio, muerte de una mascota o separación de los padres son situaciones de duelo para los más pequeños. Los adultos, ya sean padres, familiares o profesores, no pueden proteger a los niños de las pérdidas, ni evitar el dolor que ellos sienten, pero sí pueden ayudar a los pequeños a vivir el duelo de una manera más adecuada. Para cualquier persona, la pérdida de un ser querido, es una situación difícil, pero para los niños lo es especialmente. Los niños son seres dependientes, que va adquiriendo capacidades de forma progresiva, y durante los primeros años de vida necesitan a los adultos para sobrevivir (no pueden alimentarse por sí mismos, protegerse de los peligros, etc.). Por lo que para ellos la pérdida de una figura cercana es una pérdida a nivel vincular, afectiva, de cuidados, de una fuente de protección, seguridad, etc. Además, según la edad, debido a que su desarrollo cognitivo-afectivo no es completo, tendrá dificultades para entender lo sucedido. ¿Cómo podemos ayudarles? Los niños necesitan comprender “¿qué es la muerte?”. Necesitan tener información concisa y apropiada para su edad. Los padres en ocasiones tienen miedo a explicárselo, no quieren hacerles daño, ni darles más información de la que pueden comprender. Para asegurarnos que la información que damos es la adecuada debemos partir de lo qué saben. Además, los niños necesitan sentir que pueden preguntar tantas veces como necesiten los diferentes aspectos que les preocupan o generan curiosidad, con el fin de completar el proceso de entendimiento de un suceso tan complejo como la muerte. Algunos conceptos necesarios para la comprensión de la muerte son entenderla como un hecho irreversible, inevitable y universal. Pero debido al progresivo desarrollo de las capacidades cognitivas, aunque los niños pueden expresar emociones sobre lo sucedido, dependiendo de la edad, no siempre entienden realmente lo que significa la muerte. Hasta los 5 años de edad la concepción sobre la muerte es muy limitada, ya que es a esta edad a la que el niño adquiere una diferencia clara entre separación temporal y separación definitiva. A los 9 años los niños adquieren las nociones de irreversibilidad, insensibilidad (post-mortem) y universalidad. Los niños pueden presentar diferentes formas de expresar las emociones derivadas de la pérdida. Pueden expresar la tristeza llorando; manifestar la rabia e injusticia a través de comportamientos inadecuados como peleas, contestaciones agresivas, etc.; pueden somatizar las emociones en forma de dolores físicos; pueden tener retrocesos en aprendizajes adquiridos hace tiempo (control de esfínteres, etc.). Junto al dolor, los pequeños pueden expresar otras emociones como temor a que ellos u otras personas queridas puedan fallecer o enfermar, culpa por los comportamientos inadecuados o escasas muestras de afecto que tuvieron con la persona antes de fallecer, etc. Llorar, cuando alguien importante para nosotros se ha marchado, es una reacción normal y muy sana. Pero ante ello, los adultos podemos sentirnos incómodos por no saber cómo reaccionar o porque no queremos que sufran. La mejor manera de ayudarles es generar un espacio para la expresión de estas emociones, que necesitan ser expresadas. La pérdida es dolorosa también para los niños, no hay consuelo o solución posible, pero si las personas a las que queremos nos acompañan, estando presentes y mostrándose afectuosos y disponibles, será un poco más fácil el proceso. Es de gran ayuda poder hablar sobre lo sucedido, sobre cómo se sienten, que cosas extrañan, etc. Si notamos que les cuesta expresar lo que sienten, no debemos presionarlos, podemos ayudarlos con nuestro ejemplo. Así ellos sabrán que cuando lo necesiten y estén preparados, podrán compartir sus sentimientos con nosotros. Para los niños es positivo que les ofrezcamos la posibilidad de despedirse de la persona fallecida asistiendo al funeral u otros rituales. En ocasiones intentamos evitar que el niño sufra dejándole al margen, pero lo que le produce dolor al niño no es el funeral sino la pérdida. Los rituales de despedida tienen la función de que las personas allegadas al fallecido puedan compartir la pena y permiten despedirse de la persona querida. Por lo que, impidiendo que el niño asista a estos eventos, no sólo no evitamos el dolor que siente, sino que impedimos que se despida y comparta su tristeza con el resto de familiares. Es importante poder prepararlos para esa situación explicándoles en qué consiste, las posibles reacciones de la gente, etc. Esto les permitirá tener un mayor control de la situación y por tanto sentirse más seguros. También se les puede ofrecer crear con ellos un ritual de despedida personal en el que ellos puedan decir adiós a la persona amada a su manera. Una vez concluidos los rituales, es necesario que transmitamos a los niños la importancia de retomar las rutinas y volver a jugar y reír. Para que los niños puedan retomar su vida, sin sentir que por ello olvidan a la persona fallecida, necesitan que los adultos de referencia actúen como modelo. A pesar de la desorientación y tristeza propias del duelo, la familia necesita retomar su vida. Para ello pueden pedir apoyo a familiares o amigos que les ayuden hasta que pueda reestructurar la cotidianidad. Pudiendo establecer momentos, formas o lugares de recordar a la persona querida. Los profesores también pueden ayudar en estas situaciones, pudiendo trabajar con el resto de la clase lo que significa la muerte y las formas más adecuadas de recibir al pequeño. ¿Cuándo es necesaria la intervención de un profesional? En ocasiones el proceso de duelo se complica, haciendo necesaria la intervención de un profesional que pueda ayudar al niño en la elaboración de la pérdida. Algunos indicadores del duelo patológico son: Tristeza severa que limita el interés del niño en las actividades diarias El niño presenta dificultades para dormir, comer o estar solo. Regresión a comportamientos propios de un niño más pequeño Imitación de la persona fallecida Deseos de irse con la persona fallecida Pérdida del interés en los amigos o el juego Negativa a asistir a la escuela o descenso intenso y persistente de las calificaciones La problemática aparece cuando estas conductas persisten en el tiempo, produciéndose un incremento de las mismas en intensidad o frecuencia. Los niños necesitan que los adultos los acompañemos en la elaboración de su duelo, proporcionándoles contención, escucha y afecto. Fuente: http://psicopedagogias.blogspot.com.ar/