EL CONVENIO ARBITRAL Su eficacia obligatoria

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MARCO DE BENITO LLOPIS-LLOMBART
Doctor en Derecho
Profesor de Derecho Procesal, Comillas-ICADE
Abogado, Uría Menéndez
EL CONVENIO ARBITRAL
Su eficacia obligatoria
Prólogo
JUAN FERNÁNDEZ-ARMESTO
Primera edición, julio 2010
CIVITAS
PATROCINA LA REVISIÓN
DEL LÉXICO JURÍDICO DEL
DICCIONARIO DE LA
REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA
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© 2010 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Marco de Benito Llopis-Llombart]
Editorial Aranzadi, SA
Camino de Galar, 15
31190 Cizur Menor (Navarra)
ISBN: 978-84-470-3451-2
Depósito Legal: NA 2008/2010
Fotocomposición: Editorial Aranzadi, SA
Impresión: Rodona Industria Gráfica, SL
Polígono Agustinos, Calle A, Nave D-11
31013 - Pamplona
SUMARIO
Página
ABREVIATURAS.................................................................................
13
AGRADECIMIENTOS........................................................................
15
PRÓLOGO ..........................................................................................
17
INTRODUCCIÓN ..............................................................................
1.
Objeto, método y plan ..............................................................
2.
Precisiones terminológicas .......................................................
21
21
26
PRIMERA PARTE
CONCEPTO Y NATURALEZA JURÍDICA
CAPÍTULO I
CONCEPTO Y NATURALEZA JURÍDICA DEL CONVENIO
ARBITRAL
1.
Concepto ...................................................................................
2.
Naturaleza jurídica....................................................................
a) Contractual .........................................................................
b) No formal ...........................................................................
c) Separable ............................................................................
d) No sinalagmático................................................................
Excursus: Los contratos procesales ...........................................
37
38
38
40
48
56
62
SEGUNDA PARTE
EFECTO POSITIVO
CAPÍTULO II
EFICACIA OBLIGATORIA DEL CONVENIO ARBITRAL
1.
¿Eficacia obligatoria o meramente procesal? ..........................
81
10
SUMARIO
Página
2.
3.
4.
5.
Tesis formal: eficacia dispositiva ..............................................
Tesis material: eficacia obligatoria ...........................................
La STS de 12 enero 2009 (caso «USA Sogo»).........................
Fases estática y dinámica del convenio arbitral.......................
Excursus: El arbitraje informal..................................................
82
85
89
95
102
CAPÍTULO III
CONTENIDO DE LA OBLIGACIÓN COMPROMISORIA
1.
Planteamiento del tema............................................................
2.
Los conceptos de carga procesal y material ............................
3.
La declinatoria como carga material .......................................
4.
La obligación compromisoria como carga material del derecho de acción... .........................................................................
111
113
118
CAPÍTULO IV
LA OBLIGACIÓN COMPROMISORIA COMO PRECEPTO JURÍDICO
1.
La obligación compromisoria como concreto modelo de conducta ..........................................................................................
2.
El interés de las partes en la obligación compromisoria........
3.
Interpretación del convenio arbitral .......................................
a) La búsqueda de la intención de las partes .......................
b) El principio de interpretación efectiva.............................
c) La buena fe como canon interpretativo ...........................
d) El contexto: los usos del comercio....................................
e) El canon de la totalidad: remisión ....................................
f) Hacia un específico deber de lealtad en el cumplimiento
del convenio arbitral ..........................................................
CAPÍTULO IV
INDEMNIZACIÓN DE DAÑOS POR INCUMPLIMIENTO DEL
CONVENIO ARBITRAL
1.
El valor patrimonial del convenio arbitral ..............................
2.
Daños y perjuicios (I): las costas ..............................................
120
125
133
135
136
137
139
140
141
141
145
152
SUMARIO
11
Página
3.
4.
Daños y perjuicios (II): los gastos legales ................................
Daños y perjuicios (III): otros conceptos ................................
157
162
TERCERA PARTE
EFECTO NEGATIVO
CAPÍTULO VI
LA DECLINATORIA
1.
Fundamento obligacional del efecto negativo........................
2.
Tratamiento procesal del efecto negativo: antecedentes históricos ........................................................................................
3.
La declinatoria ..........................................................................
4.
Tribunal competente ................................................................
5.
Plazo...........................................................................................
6.
Sustanciación.............................................................................
7.
Costas: remisión ........................................................................
8.
Efectos: remisión.......................................................................
9.
Recursos.....................................................................................
10. Efectos de la falta de alegación del efecto negativo ...............
171
177
184
185
194
195
196
197
200
CAPÍTULO VII
ALCANCE DE LA COGNICIÓN JUDICIAL SOBRE EL CONVENIO ARBITRAL
1.
Planteamiento del tema............................................................
2.
Modelos de cognición plena y limitada...................................
a) Modelo de cognición plena...............................................
b) Modelo de cognición limitada ..........................................
3.
La cuestión en la jurisprudencia española..............................
4.
¿Es posible aplicar otro sistema? ..............................................
a) El Convenio de Nueva York...............................................
b) La Ley Modelo de UNCITRAL..........................................
c) La Ley de Arbitraje.............................................................
203
206
206
207
210
216
217
220
221
167
12
SUMARIO
Página
a’) Art. 11.1........................................................................
b’) Art. 15.5........................................................................
c’) Art. 7.............................................................................
d) El Convenio de Ginebra ....................................................
e) Interpretación que se propone .........................................
Efectos de la revisión judicial de la validez del convenio .......
221
222
224
225
226
232
CONCLUSIONES...............................................................................
235
BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................
239
5.
PRÓLOGO
1. El convenio arbitral es en el mundo del Derecho lo que más
se acerca a la magia. Acudir al juez, reclamar su protección, constituye un derecho fundamental de toda persona. Pero una simple
cláusula de arbitraje, tres líneas insertas al final de un documento,
producen el efecto mágico de convertir un derecho fundamental,
el de someter una disputa jurídica a la decisión del juez, en un comportamiento proscrito. Aceptado un convenio arbitral, la vía judicial
queda vetada, y si uno de los contratantes insiste en acudir a ella, el
juez debe rechazar la pretensión, decretar su propia falta de competencia y remitir al arbitraje. El árbitro es el único competente para
dirimir la controversia.
Pero la magia se acentúa aún más: cuando el árbitro decide el
fondo de la controversia, su laudo es final e inapelable, y no está sujeto a revisión judicial. La justicia autolimita su intervención a supuestos excepcionales: sólo si el árbitro se extralimita, si viola gravemente el debido proceso o transgrede el orden público, puede el juez
anular la decisión arbitral. El convenio arbitral elimina, pues, casi
en su totalidad la tutela judicial, y obliga a estar y pasar por lo que el
árbitro decida. Es expresión de la libertad de la que los ciudadanos
disfrutamos para organizar la solución de controversias en la forma
en que más nos convenga.
2. Se comprende así que el Dr. Marco DE BENITO, bien aconsejado y dirigido, haya elegido el convenio arbitral como tema para su
tesis doctoral primero y para la presente monografía después. Es un
tema fascinante, en el que convergen planos muy diversos –de Derecho público, procesal, civil, mercantil e internacional– que incrementan su complejidad jurídica y exigen del investigador especial
rigor, madurez, valentía y amplitud de miras.
Esas cualidades las posee el autor de esta obra, a quien tengo el
gusto de tratar desde hace años, en grado sobresaliente. El Dr. DE
BENITO pertenece a una larga tradición de juristas que compaginan
18
PRÓLOGO
el ejercicio de la abogacía con la labor universitaria. Ejerce en el mismo despacho en el que yo aprendí la profesión, y es profesor en la
misma Universidad en la que me formé y en la que, durante treinta
años, he enseñado e investigado. La simbiosis de ejercicio y Universidad ha sido una tradición del mundo jurídico español, y una tradición fructífera. Un jurista que no ejerce es como un cirujano que
no opera, como un arquitecto que no construye o como un ingeniero que no diseña, un teórico que investiga lo que no importa y
que enseña lo que no interesa.
Nada de eso se puede decir con respecto al Dr. DE BENITO: es un
abogado brillante y un universitario profundo, que enseña lo que
los alumnos demandan e investiga las cuestiones que preocupan.
Buena prueba de ello es la presente obra. Su tesis doctoral
introduce nuevas interpretaciones, presenta enfoques alternativos,
soluciona dudas que no habían sido adecuadamente resueltas; en
una palabra, enriquece de verdad el acervo jurídico español. Huye
por lo tanto de ese modelo de tesis de largas y tediosas disquisiciones, en las que se recalientan caldos ya condimentados por otros
cocineros y se esconde, tras un aparato deslumbrante de citas, un
vacío de análisis, una ausencia de aportación, el más mínimo avance de la ciencia.
3. ¿Dónde están las principales aportaciones del Dr. DE BENIA mi modo de ver, en el análisis de los efectos positivo y negativo del convenio arbitral.
TO?
En cuanto a la primera cuestión, el autor se enfrenta con
valentía a la discusión doctrinal entre las que denomina tesis formal y material del convenio arbitral. El Dr. DE BENITO se decanta
decididamente por la concepción material, y defiende que la simple firma de la cláusula arbitral ya obliga a someter toda controversia futura a la decisión del árbitro. La parte que así no lo haga, y
que acuda al juez, incurrirá por este solo hecho en responsabilidad,
con independencia de que, planteada por la contraparte la excepción de arbitraje, el juez deba remitir la controversia a arbitraje. En
mi opinión, la tesis, defendida por el autor con argumentación sólida y brillante, parece la más apropiada, porque, como él muy correctamente señala, ofrece una ventaja adicional: las partes que aceptaron el convenio arbitral quedan sometidas a un especial deber de
lealtad o buena fe en su cumplimiento, mientras continúe en vigor.
PRÓLOGO
19
De esta forma, una parte que pretenda hacer descarrilar el procedimiento arbitral con actuaciones irregulares, bien ante la justicia o
ante los propios árbitros, se hará contractualmente responsable frente a la parte in bonis por incumplimiento del convenio arbitral.
El autor también analiza con profundidad el efecto negativo
del convenio arbitral, y los posibles conflictos entre la autocompetencia de los árbitros para fijar su jurisdicción y la potestad del juez
para aceptar o rechazar la declinatoria de arbitraje. En este punto
nuestra Ley de Arbitraje presenta una laguna, pues enumera ambos
principios, pero no ofrece una norma de solución de conflictos. Para
resolver esta tensión, el Dr. DE BENITO opta, correctamente en mi
opinión, por sostener que en nuestro ordenamiento el juez, al fallar
sobre la declinatoria, queda sujeto a un régimen de cognición limitada o prima facie sobre la validez del convenio arbitral, correspondiendo la decisión en cuanto al fondo al propio árbitro, en ejercicio
de su facultad de autocompetencia.
4. Un prólogo no puede ni debe reproducir la obra que introduce. El lector encontrará que la monografía del Dr. DE BENITO es de
grata y fácil lectura, y que enriquece el status quæstionis con su cuidado análisis de la jurisprudencia y de la doctrina, tanto españolas
como anglosajonas, alemanas, francesas e italianas; análisis comparado al que han contribuido sin duda las diversas estancias de investigación del autor en Yale Law School y el Max-Planck-Institut für ausländisches und internationales Privatrecht. La obra que el lector tiene
en sus manos llena una laguna importante en nuestros estudios de
Derecho del arbitraje y sienta criterios sólidos para resolver un buen
número de quæstiones vexatæ que surgen constantemente en nuestra
práctica arbitral y judicial. Con ella, el Dr. DE BENITO sella su incorporación por derecho propio a la pujante comunidad arbitral española e internacional. En ella le auguro una espléndida carrera.
Juan FERNÁNDEZ-ARMESTO
INTRODUCCIÓN
1.
Objeto, método y plan
Una convicción sustenta este trabajo: la de ser el convenio arbitral la piedra angular de todo el edificio del Derecho arbitral. Esta
gran importancia contrasta con la escasa atención monográfica que se
ha prestado en la doctrina española al estudio de lo que hay de más
esencial en el convenio arbitral: su contenido –sus efectos– y su naturaleza jurídica. Ambas cuestiones conforman el tema de este libro.
Sobre ninguna de esas dos cuestiones existe una communis opinio
en la doctrina y en la jurisprudencia españolas. Probablemente, la
explicación haya que buscarla en la vieja polémica doctrinal sobre la
naturaleza contractual o jurisdiccional del arbitraje1. Si bien la virulencia de esta discusión se muestra hoy día visiblemente mitigada
–en parte, sin duda, por la pragmática posición adoptada por nuestro
TC al definir el arbitraje como un «equivalente jurisdiccional»2–, las
(1) Pueden hallarse completas exposiciones de las diversas concepciones
sobre la naturaleza jurídica del arbitraje en SERRA DOMÍNGUEZ, M., «Naturaleza
jurídica del arbitraje», en Estudios de Derecho Procesal, Bosch, Barcelona, 1969,
pgs. 571 y ss.; RAMOS MÉNDEZ, F., Derecho Procesal, Bosch, Barcelona, 1978, pgs. 299
y ss.; HINOJOSA SEGOVIA, R., El recurso de anulación contra los laudos arbitrales (estudio jurisprudencial), EDERSA, Madrid, 1991, pgs. 38 y ss.; CORDÓN MORENO, F., El
Arbitraje de Derecho Privado. Estudio breve de la Ley 60/2003 de 23 de diciembre de arbitraje, Civitas, Cizur Menor, 2005, pgs. 39 y ss.
(2) Vid., entre muchas otras, las SSTC 62/1991, de 22 de marzo, Fto. Jur. 5.º,
y 288/1993, de 4 de octubre, Fto. Jur. 3.º Para una exposición general de la cuestión del arbitraje como «equivalente jurisdiccional», vid. MERINO MERCHÁN, J.
F., El equivalente jurisdiccional en el Derecho Público español, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002; más resumidamente, MERINO MERCHÁN,
J. F., CHILLÓN MEDINA, J. M.ª, Tratado de Derecho Arbitral, Civitas, Cizur Menor,
2006, pgs. 105 y ss.; y, desde un punto de vista crítico, PERALES VISCASILLAS, M.ª
P., Arbitrabilidad y convenio arbitral, Aranzadi, Cizur Menor, 2005, pgs. 73 y ss. En
general sobre la doctrina del TC sobre el arbitraje, vid. VERDERA SERVER, R., El
convenio arbitral, Civitas, Cizur Menor, 2009, pgs. 19 y ss.
22
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
diferencias de fondo persisten y se hacen patentes con frecuencia.
Un ejemplo es éste de la naturaleza y efectos del convenio arbitral,
tema singularmente esquivo por la parsimonia con que se manifiesta
en la práctica.
La necesaria delimitación del tema de esta monografía pasa por
las siguientes consideraciones. En primer lugar, el objeto del trabajo
se ciñe al ámbito del llamado arbitraje comercial, como contrapuesto
al arbitraje de inversiones. Éste halla su fundamento –en gran
medida– en normas y principios de Derecho internacional público,
que imprimen en él unas características propias, distintas en muchos
aspectos del arbitraje comercial. Por ello, el estudio del acuerdo que
constituye la raíz del arbitraje de inversiones requiere un análisis
específico y diferenciado.
En segundo, al seguir nuestra LA el llamado sistema monista, la
perspectiva que se adopta para el estudio del convenio arbitral no
requiere establecer una distinción entre arbitraje interno e internacional3. La relevancia de esta distinción para el estudio del convenio
arbitral se centra en la determinación de la ley aplicable a su validez, extremo que cae fuera del ámbito de nuestra investigación. Ello
no obstante, se hará alusión específica al arbitraje internacional
cuando la argumentación lo requiera.
En tercer lugar, se excluyen del objeto del trabajo las relaciones
entre arbitraje y concurso, puesto que, aunque éste afecta a la eficacia del convenio arbitral, no lo hace a su contenido obligacional, cuyo
análisis constituye el ámbito esencial de la obra.
Por último, no se examina la impropiamente llamada extensión
a terceros de los efectos del pacto compromisorio, pues este tema
encuentra su sede natural en la determinación de las partes del
convenio y del propio procedimiento arbitral; una vez determinadas, los efectos del convenio arbitral para esas partes son los mismos
que para las demás.
(3) Como señala la Exposición de Motivos de la LA, apartado II, en la
«contraposición entre arbitraje interno y arbitraje internacional, esta ley opta
claramente por una regulación unitaria de ambos». Así, «son pocas y muy justificadas las normas en que el arbitraje internacional requiere una regulación
distinta de la del arbitraje interno».
1. OBJETO, MÉTODO Y PLAN
23
Así delimitado de modo preliminar el tema elegido para la
investigación, se observará que sigue ésta un método4 inductivodeductivo, basado en la observación y análisis de los datos legales y
jurisprudenciales, históricos y comparados, necesarios para perfilar
con mayor justeza los conceptos existentes5, a menudo imprecisos
por la falta de aquella opinión común. Además, por su peculiar situación, a caballo entre el Derecho procesal –sobre el que gravita con
carácter primordial–, el civil, el mercantil y el internacional privado,
el estudio del tema supone adentrarse en una de aquellas tierras de
frontera6 que desembocan, «quiérase o no», como decía GÓMEZ
ORBANEJA7, «en la teoría general». Esa referencia a la teoría general
se mantiene en este trabajo en los límites de unas breves incursiones,
escuetas pero insoslayables para vertebrar una respuesta dogmática
coherente a las cuestiones que se plantean.
La primera parte del libro, integrado por un único capítulo,
trata el concepto y la naturaleza jurídica del convenio arbitral. Se
aborda aquí el tema de su carácter formal o no formal. Se hacen
también unas consideraciones sobre el principio de separabilidad
del pacto compromisorio, así como sobre el pacto asimétrico, cuya
propia existencia revela y contribuye a precisar aspectos importantes
del convenio, en especial los relativos a su bilateralidad y reciproci(4) En general sobre metodología jurídica, vid. HERNÁNDEZ GIL, A., Metodología de la ciencia del Derecho, Uguina, Madrid, 1971, y VALLET DE GOYTISOLO, J. B.,
Metodología jurídica, Civitas, Madrid, 1988. En especial sobre metodología de la
investigación en Derecho Procesal, vid. GUASP DELGADO, J., Concepto y método de
derecho procesal, Civitas, Madrid, 1997, pgs. 71 y ss.
(5) Siguiendo a GUASP DELGADO, J., op. cit., pgs. 84 y ss.
(6) Zone «di confine», en la expresión original de CARNELUTTI, F., La prova
civile, Giuffrè, Milano, 1992, pg. 2 (en español en La prueba civil, trad. de ALCALÁZAMORA Y CASTILLO, N., Depalma, Buenos Aires, 1982, pg. XXV). GÓMEZ ORBANEJA hablaba de «temas fronterizos», tal y como recuerda su discípulo CORTÉS
DOMÍNGUEZ, V., «En memoria de Emilio Gómez Orbaneja», en GÓMEZ ORBANEJA,
E., Derecho y proceso, Civitas, Cizur Menor, 2009, pg. 520.
(7) En el prólogo a El ejercicio de los derechos, Civitas, Madrid, 1975, pg. 10
(recientemente recogido en GÓMEZ ORBANEJA, E., Derecho y proceso, cit., pgs. 119
y ss.), opúsculo que recoge el discurso de apertura del curso 1954-1955 en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid, publicado por la misma
Universidad, Valladolid, 1954: primera ed. que aquí emplearemos preferentemente.
24
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
dad. Este capítulo I concluye con un excursus sobre la categoría
germánica del contrato procesal, que, como se verá, con ser útil a
efectos dogmáticos y didácticos, deja sin resolver el alcance de la
vinculación inter partes que nace del convenio arbitral.
Se hace preciso, en consecuencia, seguir profundizando en el
estudio de esos efectos, cuyo centro de gravedad es el llamado efecto
positivo. Tal es el objeto de la segunda parte del trabajo. En el capítulo
II, las diversas teorías que al respecto se proponen en la doctrina española se agrupan en dos grandes corrientes, que llamamos respectivamente material: del convenio arbitral nacen genuinos derechos y obligaciones materiales; y formal: del convenio arbitral no surge derecho
u obligación alguna material, sino exclusivamente y ab initio posibilidades y cargas procesales. La promulgación de la LA en 2003 ha
servido para que estas tesis hayan sido recientemente revisadas y
convenientemente reformuladas por sus autores, al hilo de los diversos tratados, comentarios, artículos y monografías que se han publicado sobre la nueva Ley, y en concreto sobre su art. 11, a cuyo tenor
«el convenio arbitral obliga a las partes a cumplir lo estipulado». Por
las razones que se señalan al final del capítulo, entendemos que la
concepción material tiene una más natural incardinación en nuestro
Derecho y es más completa para describir los complejos fenómenos
jurídicos que produce inter partes el convenio arbitral.
Establecida la existencia de una auténtica obligación de cumplir
«lo estipulado», queda aún precisar su contenido y alcance. La cuestión se examina con detalle en el capítulo III, en el que se incluye un
estudio del concepto de las cargas materiales y procesales y se propone
una explicación de carácter sistemático de los efectos del convenio en
relación con la teoría general del derecho de acción.
Lo expuesto hasta el momento tiene consecuencias en materia
de interpretación del convenio arbitral, pues lleva a reconocer la
existencia de un concreto precepto jurídico y del carácter valorativo,
no neutral, del sistema arbitral español. De ello se desprende la existencia, en el cumplimiento del convenio arbitral, de un específico
deber de lealtad a lo pactado, cualificado por la aleatoriedad y gravedad de las consecuencias de su violación. El capítulo IV del trabajo
analiza estos extremos.
La segunda parte del libro se cierra con el capítulo V, en el que
se estudia la posibilidad de reclamar y obtener compensación por
1. OBJETO, MÉTODO Y PLAN
25
los daños sufridos por causa del incumplimiento del convenio arbitral. Ello completa el examen de lo que tradicionalmente se encuadra en el efecto positivo del convenio arbitral.
El efecto negativo del convenio arbitral, objeto de la tercera
parte del trabajo, se concibe como «una consecuencia del efecto
positivo»8; por ello, el capítulo VI sencillamente desarrolla la tesis
material con un estudio específico de la declinatoria como carga y
facultad material y como remedio típico para hacer valer la vinculación nacida ex compromisso.
El trabajo concluye con el análisis detallado del ámbito y efectos de la cognición judicial al conocer de la declinatoria, y con una
breve consideración sobre el efecto de la falta de alegación del efecto
negativo del convenio arbitral. Ambas cuestiones se derivan naturalmente del estudio de la declinatoria, pero su especificidad aconseja tratarlas en un capítulo aparte, el VII y último del libro.
El 19 de febrero de 2010 se aprobó en Consejo de Ministros el
Anteproyecto de Ley de reforma de la Ley de Arbitraje y de regulación del arbitraje institucional en la administración general del
Estado, acompañado del necesario anteproyecto de Ley Orgánica
complementaria a esa reforma. Este libro describe, analiza y valora
críticamente los aspectos de esta normativa que afectan, en mayor o
menos medida, al objeto del trabajo: la atribución de determinadas
competencias judiciales de apoyo y control del arbitraje a la Sala de
lo Civil del Tribunal Superior de Justicia; la precisión de que, alegada
la existencia de un convenio arbitral, el juez deberá dejar de conocer del asunto salvo que el convenio arbitral sea manifiestamente
nulo o inaplicable; la supresión de la proclamación expresa de la
fuerza obligatoria del compromiso; el cambio de la declinatoria
como tal a la llamada excepción de sumisión a arbitraje; las vicisitudes del principio de oralidad, que se ve restringido en la acción de
anulación y reforzado en la excepción de sumisión de arbitraje; y la
proscripción del arbitraje interno de equidad8bis.
(8) CALVO CARAVACA, A. L., FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA, L., El arbitraje comercial internacional, Tecnos, Madrid, 1989, pg. 88.
(8bis) Con mayor detalle, vid. DE BENITO LLOPIS-LLOMBART, M., «Consideraciones sobre la reforma de la Ley de Arbitraje», en SAR, núm. 8, 2010, pgs. 165 y ss.
26
2.
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
Precisiones terminológicas
Conviene hacer una sucinta referencia previa –sin enzarzarnos
en estériles quæstiones de nominibus– a una cuestión terminológica. La
doctrina ha acabado por adoptar, de modo casi unánime, las perífrasis
«convenio arbitral» y «cláusula arbitral» para referirse a la institución
que ahora estudiamos. Durante siglos, no obstante, se ha empleado
para designar la misma figura el término «compromiso»9. Mediante el
compromiso, las partes sometían a arbitraje un litigio, presente o
futuro, in actu o in potentia. Cuando el litigio era in potentia, se denominaba específicamente «pacto compromisorio»10 (pactum de contrahendo o, más concretamente, de compromittendo), o «cláusula compromisoria» cuando estaba incluida en un contrato principal. Ello no
prejuzgaba, empero, la denominación unitaria de «compromiso» para
designar genéricamente ambas especies; el propio CC sigue denominando «De las transacciones y compromisos» el Título XIII de su Libro
IV, donde se encuentra la huella de los antiguos arts. 1820 y 1821,
ambos bajo el epígrafe «De los compromisos».
Así se ha admitido con frecuencia11, y se sigue empleando por
la ley –la propia Exposición de Motivos de la LEC vigente, apar(9) Así el art. 1820 CC, antes de su derogación: «comprometer en un
tercero la decisión de las contiendas». El Diccionario de la Real Academia Española (22.ª ed., Madrid, 2001) recoge esta acepción como la primera del verbo
«comprometer»: «poner de común acuerdo en manos de un tercero la determinación de la diferencia, pleito, etc., sobre que se contiende». Como puede
verse, se trata de un sinónimo perfecto –más conciso y sencillo, y por ende más
cercano a la elegantia iuris– de la perífrasis, más en boga actualmente, «someter(se) a arbitraje». Por su parte, la definición del sustantivo «compromiso» se
remite a la del verbo comprometer: «convenio entre litigantes, por el cual
comprometen su litigio en jueces árbitros o amigables componedores».
(10) Éste es el único criterio seguro para distinguir ambas figuras; no lo es
el criterio formal de la incorporación como cláusula de un contrato –como
señala BERNARDO SAN JOSÉ, A., en Arbitraje y jurisdicción. Incompatibilidad y vías de
exclusión, Comares, Granada, 2002, pg. 18–, pues puede perfectamente formalizarse un pacto compromisorio como contrato formalmente independiente. Vid.
GONZÁLEZ CAMPOS, J. D., «Sobre el convenio de arbitraje en el Derecho Internacional Privado español», en Anuario de Derecho Internacional, núm. 2, 1975, pg. 8.
(11) Por ej., CHIOVENDA, G., Principios de Derecho Procesal Civil, t. I, trad. de
CASÁIS Y SANTALÓ, J., Reus, Madrid, 1977, pgs. 125 y ss., dice: «El compromiso
debe contener la determinación de las controversias», aun las futuras «que pueden
nacer de un determinado contrato ya concluido».
2. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
27
tado XX, emplea el término en su acepción amplia, al hablar de la
«alegación de compromiso»–, la jurisprudencia12 y la doctrina españolas13, así como en la legislación comparada14 y en los tratados
internacionales15.
(12) Pueden citarse, de entre las más recientes y sin ánimo alguno de
exhaustividad, las SSTS de 23 mayo 2002 (RJ 2002, 6420) y 17 julio 2006 (RJ
2006, 5348), así como, siguiendo doctrina reiterada del TS, las SSAP de Vizcaya
de 17 y 25 mayo 2005 (AC 2005, 1350 y 2005, 1342), de Madrid de 29 julio 2005
(AC 2005, 1547) o el auto de la misma AP de 5 abril 2006 (JUR 2006, 193507).
También el TC emplea ordinariamente el término; destaca el ATC 176/2005, de
5 mayo, que habla de «cláusula de compromiso» para «cualquier controversia
que pueda derivarse» del contrato en el que se inserta.
(13) Así O’CALLAGHAN MUÑOZ, X., «El contrato de compromiso según la Ley
de Arbitraje de 5 de diciembre de 1988», en Actualidad Civil, núm. 1, semana del
2 al 8 enero 1989, pgs. 5 y ss., ofrece la siguiente definición del contrato de compromiso: «contrato por el que las partes convienen que una determinada controversia jurídica, que ya ha surgido o que puede surgir, sea resuelta por uno o varios árbitros, a cuya decisión se someten» (la cursiva es nuestra). Igualmente MARTÍNEZ
VÁZQUEZ DE CASTRO, L., La cláusula compromisoria en el arbitraje civil, Civitas, Madrid,
1991, pgs. 16 y ss. También ARTUCH IRIBERRI, E., El convenio arbitral en el arbitraje
comercial internacional, Eurolex, Madrid, 1997, inter alia en la pg. 210, emplea profusamente el verbo «comprometer». La lista de ejemplos es interminable.
(14) Es ilustrativa la referencia a un ordenamiento de limitada aplicación en
el tráfico pero de singular perfección técnica: el Derecho canónico, en el cual la
denominación genérica de compromiso, comprensiva de las disputas presentes y
futuras, está plenamente vigente. Por ejemplo, al comentar el canon 1714 («De
transactione, de compromisso, deque iudicio arbitrali serventur normæ a partibus selectæ
vel, si partes nullas selegerint, lex ab Episcoporum conferentia lata, si qua sit, vel lex civilis
vigens in loco ubi convenio initur»), ACEBAL, J. L., «Comentario al canon 1714», en
Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe comentada (con AZNAR, F., MANZANARES,
J., SANZ, M.), BAC, Madrid, 2001, pg. 877, define el compromiso como el «contrato
de someter la controversia, nacida o previsible, a la decisión de un tercero» (la
cursiva es nuestra). Nótese que la LA rige plenamente, con las salvedades impuestas en otros lugares del Código de Derecho Canónico, los compromisos canónicos celebrados en España, así como el eventual procedimiento arbitral canónico
(op. cit., pgs. 877 y ss.), por remisión del canon 1714, arriba transcrito, y del 1716
sobre los efectos del laudo y su posible impugnación.
(15) VIRGÓS SORIANO, M., GARCIMARTÍN ALFÉREZ, F. J., Derecho Procesal Civil
Internacional. Litigación Internacional, Civitas, Cizur Menor, 2007, pg. 314, observan que «al ratificar el CNY 1958 los Estados se obligan a reconocer la eficacia de
ambas modalidades de sumisión al arbitraje, que quedan sujetas a los mismos
requisitos de forma y producen los mismos efectos procesales» (la cursiva es nuestra).
Asimismo, el CG 1961 emplea la expresión «acuerdo o compromiso arbitral» para
aludir conjuntamente al compromiso stricto sensu y a la cláusula compromisoria.
28
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
De forma paralela a la tendencia internacional favorable a
denominaciones análogas a la de «convenio arbitral»16, varios factores puramente internos han contribuido sin duda al éxito de este
cambio de terminología. No creemos tarea inútil apuntar al menos
dos de ellos, sin ánimo alguno de exhaustividad.
El primero de esos factores internos lo constituye el régimen
rigurosamente diverso otorgado al compromiso stricto sensu y al pacto
compromisorio en la Ley de Arbitraje de 1953. El origen de esta
nítida distinción es francés17, por la desconfianza con la legislación
procesal francesa del siglo XIX contempló el paulatino desplazamiento del compromiso arbitral por la cláusula compromisoria en la
práctica mercantil18, y desde luego no era en ese momento universal19. De hecho, el movimiento de unificación internacional de las
normas rectoras del arbitraje ya por entonces se encaminaba decididamente hacia la unificación de los efectos de ambas figuras20.
(16) «Vale la pena señalar que se conserva el tratamiento unitario de la cláusula compromisoria –para la sumisión a arbitraje de controversias futuras– y del
compromiso –cuando se trate de una controversia ya existente–, bajo la sola y
única denominación de convenio arbitral, evitándose así un tratamiento diferenciador, fuente de confusión y, hoy en día, abandonado por la casi totalidad
de las nuevas leyes en materia de arbitraje»; son palabras de MANTILLA-SERRANO,
F., Ley de Arbitraje. Una perspectiva internacional, Iustel, Madrid, 2005, pg. 77.
(17) Vid. SCHLOSSER, P., Das Recht der internationalen privaten Schiedsgerichtsbarkeit, vol. I, Mohr, Tübingen, 1989, pgs. 249 y 255, o POUDRET, J.-F., BESSON, S.,
Comparative Law of International Arbitration, trad. de BERTI, S. V., PONTI, A., Sweet
& Maxwell, London, 2007, pg. 122, que expresamente apunta al Code de Procédure
Civile de 1806 como origen de la distinción. Vid. también GONZÁLEZ CAMPOS, J.
D., op. cit., pg. 9. No es, pues, exacto CREMADES SANZ-PASTOR, B. M.ª, en «El convenio arbitral», en Revista de la Corte Española de Arbitraje, vol. XVIII, 2003, pg. 47,
al atribuir esta separación al Derecho histórico español; en seguida veremos, de
hecho, cómo la jurisprudencia española era constante, antes de la Ley de 1953,
en reconocer eficacia negativa al pacto compromisorio.
(18) Vid. CALVO CARAVACA, A. L., FERNÁNDEZ DE LA GÁNDARA, L., op. cit., pgs.
55 y ss.
(19) Un estudio comparativo de los diversos sistemas nacionales europeos
en las fechas en que se elaboró la Ley de 1953 puede encontrarse en SANDERS,
P., «Arbitration Law in Western Europe: a Comparative Survey», en DOMKE, M. (ed.),
International Trade Arbitration: A Road to World-Wide Cooperation, AAA, New York,
1958, pgs. 138 y ss.
(20) Baste citar el Protocolo de Ginebra de 24 septiembre 1923 sobre cláusulas de arbitraje o el Convenio de Ginebra de 26 septiembre 1927 sobre reco-
2. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
29
Hacia esa misma unificación se encaminaban la jurisprudencia21 y la doctrina22 españolas de la época. Admitiendo la perfecta
validez del pacto compromisorio –ya entonces ampliamente preferido en la práctica23–, se le reconocían plenos efectos negativos.
nocimiento de sentencias arbitrales extranjeras, ambos ratificados por España
cuando se elaboró la Ley de Arbitrajes de Derecho Privado de 1953. Inmediatamente posteriores a la Ley española son el Projet d’une loi uniforme sur l’arbitrage dans les rapports internationaux en droit privé adoptado por UNIDROIT en
1954, cuyos trabajos preparatorios comenzaron en 1933, el propio CNY o el CG.
Para una exposición detallada de este proceso, vid. GONZÁLEZ CAMPOS, J. D., op.
cit., pgs. 8 y ss.
(21) Vid., entre otras, las SSTS de 25 enero 1884, 29 marzo 1886 y 27 septiembre 1887 (J. C., t. I, pgs. 25 y 319); 6 febrero 1890 y 18 mayo 1892 (J. C., t. II, pgs.
34 y ss.), ambas respetando la eficacia de sendas cláusulas compromisorias incluidas en estatutos sociales; 12 abril 1897 (J. C., t. III, pg. 247); 20 abril 1899 (cit. en
MANRESA Y NAVARRO, J. M.ª, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, t. IV, Reus,
Madrid, 1929, pg. 15); 11 mayo y 10 diciembre 1903 y 13 julio 1904 (J. C., t. V, pgs.
32 y 237 y ss.); 27 febrero 1911 (J. C., t. VII, pgs. 375 y ss.); 28 octubre 1921 (J. C.,
t. IX, pg. 343); así como las de 6 mayo 1931 (RJ 1931, 2045), 14 marzo 1933 (RJ
1933, 1549) y 25 junio 1945 (RJ 1945, 719). En ellas se casa la sentencia impugnada «por haber desconocido la eficacia de este pacto» (en palabras de la de 25
junio 1945), esto es, por haberse entrado a conocer del asunto existiendo una
cláusula compromisoria válida (en los dos primeros casos, en un contrato de sociedad; en el tercero, en los estatutos de una comunidad hereditaria). En la STS de
20 diciembre 1945 (RJ 1945, 1302) se confirma la incompetencia de jurisdicción
apreciada en las dos instancias por virtud del pacto compromisorio.
(22) Para una exposición completa del régimen legal del arbitraje en
España justo antes de la promulgación de la Ley de 1953, vid. PRIETO CASTRO, L.,
«El arbitraje según la legislación y la jurisprudencia españolas», en Revista general de legislación y jurisprudencia, núm. 5, noviembre 1943, pgs. 478 y ss. (también
en Estudios y comentarios para la teoría y la práctica procesal civil, Madrid, 1950, vol.
II, pgs. 443 y ss.); sobre la cláusula compromisoria, que «funda también la excepción de incompetencia», vid. pgs. 485 y 520 y ss. Consciente de la importancia
del tema, siguió preconizando el reconocimiento de la completa eficacia de la
cláusula compromisoria SILVA MELERO, V., «El compromiso», en Revista General
de Legislación y Jurisprudencia, núm. 81, 1932, pgs. 427 y ss. Sobre la regulación
anterior de la cláusula compromisoria vigente la Ley de 1953, vid. CARRERAS
LLANSANA, J., «Contribución al estudio del arbitraje. Ensayo de Derecho comparado», en Estudios de Derecho Procesal (con FENECH NAVARRO, M.), Bosch, Barcelona, 1962, pgs. 441 y ss., o HERCE QUEMADA, V., Derecho Procesal Civil (con GÓMEZ
ORBANEJA, E.), vol. II, Marcial Pons, Madrid, 1975, pgs. 222 y ss.
(23) Ya en 1965, FOUCHARD, P., L’arbitrage commercial international, Dalloz,
Paris, pg. 54, afirmaba que al menos el ochenta por ciento de los contratos de
30
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
Durante un largo período se garantizó incluso la plena efectividad
del efecto positivo del pacto compromisorio, mediante la posibilidad del nombramiento judicial de los árbitros24. Sin embargo, el art.
6 de la Ley de 1953, que dio carta de naturaleza legal a la cláusula
compromisoria, la definió como un «contrato preliminar de arbitraje», cuya función se limitaba a «preparar el arbitraje», obligando
a las partes a «instituirlo en su día»25. Surgió así la paradoja de la
regulación de la Ley de 1953: antes de su promulgación, si existía
cláusula compromisoria y el demandado alegaba su existencia, los
tribunales debían abstenerse de conocer (efecto negativo); en
cambio, su eficacia inter partes (efecto positivo) era extremadamente
frágil, al no ser posible sustituir por vía ejecutiva la actividad del
demandado –que se entendía personalísima– en el arbitraje, lo que
se resolvía, en la práctica, en una simple indemnización de daños y
comercio internacional contenían una cláusula compromisoria. La misma práctica común se seguía en España, como demuestra GONZÁLEZ CAMPOS, J. D., op.
cit., pgs. 21 y ss.
(24) De un lado, en efecto, los arts. 324, 345 y 989 CCom/1829, en relación con los arts. 2175 y 2176 LEC/1881, así lo preceptuaban en diversos asuntos mercantiles, que se sometían por ministerio de la ley a arbitraje forzoso.
Sobre el arbitraje en el CCom/1885, vid. PERALES VISCASILLAS, M.ª P., op. cit., pgs.
36 y ss. La supresión de los arbitrajes forzosos operada por el CCom/1885 planteó la cuestión de la vigencia o derogación tácita de las precitadas disposiciones
de la LECiv/1881, y, si bien una nutrida jurisprudencia –de la que es buen botón
de muestra la STS de 25 abril 1896 (J. C., t. III, pgs. 248 y ss.)– siguió admitiendo
el nombramiento judicial de árbitros, la STS de 16 febrero 1918 declaró definitivamente su falta de vigencia. Vid. sobre este tema MANRESA Y NAVARRO, J. M.ª,
op. cit., t. VI, pgs. 700 y ss. Debe señalarse, no obstante, que el art. 2177
LEC/1881, que establecía el nombramiento judicial de los amigables componedores en todo tipo de materias, no se vio afectado por esa derogación, y siguió
aplicándose –vid. la STS de 1 abril 1911 (J. C., t. VII, pg. 376)– hasta su sustitución por el procedimiento de formalización judicial del arbitraje instituido por
la Ley de 1953. Vid. a este respecto FENECH NAVARRO, M., Doctrina procesal civil del
Tribunal Supremo, vol. IV, Aguilar, Madrid, 1957, pgs. 5984 y ss.
(25) Así glosa este precepto GUASP DELGADO, J., El arbitraje en el Derecho español, Bosch, Barcelona, 1956, pgs. 115 y ss.: «Cierto que el arbitraje podría ir
precedido de aquella promesa previa, que ya analizamos con el nombre de
“contrato preliminar” o precontrato de arbitraje. Pero ése es un antecedente
posible, no necesario –el arbitraje propiamente dicho nace del contrato de
compromiso, que constituye en primer elemento indefectible».
2. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
31
perjuicios. Por el contrario, tras la entrada en vigor de la Ley de
1953, la «formalización judicial del arbitraje» otorgó plena eficacia
inter partes a la cláusula compromisoria (efecto positivo), pero enervó
su eficacia excluyente de la jurisdicción (efecto negativo), al hacerla
depender del otorgamiento del contrato de compromiso (o de la
propia litispendencia de la formalización judicial del compromiso)26.
En definitiva: la Ley española –un ejemplo paradigmático de legislación de autor27– se apartó de la tradición hispana28 y de la práctica
y la tendencia legislativa nacional e internacional para separar con
dogmático rigor ambas figuras, negando eficacia negativa29 –y por
ende toda eficacia práctica– al pacto compromisorio.
La unanimidad en el reconocimiento de la ineficacia de este
régimen, percibida como inseparable de su propia terminología, fue
probablemente uno de los factores que llevó al legislador de 1988 a
suprimir radicalmente toda referencia al compromiso y a sustituirlo
por el de «convenio arbitral», comprensivo de ambas figuras sin
ningún resquicio para la duda, en lugar de retomar la tradición
(26) FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ, M. Á., «Comentario al art. 11», en
GONZÁLEZ SORIA, J. (coord.), Comentarios a la nueva Ley de Arbitraje 60/2003, de 23
de diciembre, Aranzadi, Cizur Menor, 2004, pg. 116.
(27) Cabe reseñar al respecto las duras palabras que dirigió ALCALÁ-ZAMORA
Y CASTILLO, N., al principal autor de la Ley de 1953, en «Examen de la nueva Ley
española sobre arbitraje», en Revista de la Facultad de Derecho de México, núm. 15,
julio-septiembre 1954, pgs. 105 y ss., artículo recogido en ALCALÁ-ZAMORA Y
CASTILLO, N., Estudios Procesales, Tecnos, Madrid, 1975, pgs. 42 y ss., que se refería al móvil «vanidoso» de «el o los redactores efectivos», que prefirieron «aparecer como autores de una ley nueva y no como meros reformadores de una antigua».
La valoración general que hace ALCALÁ-ZAMORA es ciertamente severa: «una
empresa que da la sensación de haberse realizado tan sólo para hacer que se hace»,
dando como resultado una ley «mucho más aparatosa que consistente».
(28) Desde un punto de vista histórico, la Ley de 22 diciembre 1953 –por
primera vez extravagante del cuerpo normativo procesal– supone, indudablemente, un intento consciente de romper con la tradición jurídica hispana en
materia de arbitraje. Para MERCHÁN ÁLVAREZ, A., en El arbitraje. Estudio histórico
jurídico, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1981, pg. 41, «uno de los defectos capitales de la Ley del 53 está en el caso omiso que ha hecho de la tradición jurídica
hispana sobre la materia».
(29) En cuya virtud «cada una de las partes puede rehusar el ser llevada por
la contraria ante los Tribunales de Justicia», en expresión de GUASP DELGADO, J.,
El arbitraje..., cit., pg. 97.
32
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
patria y extender sencillamente al pacto compromisorio los efectos
negativos propios del compromiso stricto sensu.
El segundo factor interno del cambio terminológico al que
aludíamos lo encontramos también en la confusión entre la acepción estricta de «compromiso» y la amplia, que lo equipara a «pacto»
o «convenio»: vocablos que, por genéricos, plantean la necesidad de
especificarlos como «arbitrales»). La «deformación práctica»30 había
llegado a utilizar el término «compromiso» para designar fórmulas
autocompositivas, «para designar acuerdos entre los particulares a
través de los cuales éstos resolvían directamente sus conflictos sin
intervención de terceros»31. En suma, el vocablo había caído en
desuso en el habla vulgar32. Las vacilaciones terminológicas de GUASP
son ilustrativas de los comienzos del cambio terminológico al que
nos estamos refiriendo33. En efecto: GUASP, ante la consideración de
que todo contrato lleva aparejado un cierto compromiso, se ve en una
(30) GETE-ALONSO CALERA, M.ª C., «La caracterización del convenio arbitral
en la Ley 36/1988, de 5 de diciembre, de arbitraje (acotaciones sobre la configuración del contrato)», en La Ley, vol. 2/1990, pg. 1033.
(31) Ibidem.
(32) Extender esa desuetudo al ámbito de la ciencia del Derecho es manifestación del fenómeno del vulgarismo jurídico, cuyos rasgos esenciales son, en
palabras de D’ORS PÉREZ-PEIX, Á., Derecho privado romano, EUNSA, Pamplona,
1997, pgs. 98 y ss., con referencia al Derecho romano postclásico: «i) la tendencia pragmática a la epitomación, con pérdida de lo que resulta ya demasiado
difícil o inútil para los fines de la formación elemental o del uso judicial; ii) la
tendencia naturalista, que enfoca las instituciones desde el punto de vista de los
efectos económicos, especialmente los fiscales, o de las relaciones sociales, con
olvido de las categorías conceptuales y de la tradicional autonomía del derecho
elaborado por la Jurisprudencia; iii) la tendencia moralizante, que busca, sin
escrúpulos de forma, las soluciones de justicia, en congruencia con el concepto
del derecho que prevalecerá en la expresión “directum”». Resulta innegable
que algunos de estos rasgos se reconocen también en nuestra época, como reiteradamente puso de manifiesto el propio D’ORS; entre otros muchos textos, en
su Nueva introducción al estudio del derecho, Civitas, Madrid, 1999, pg. 19.
(33) Basta con leer los primeros párrafos que dedica al compromiso en su
obra sobre la entonces reciente Ley de Arbitrajes de Derecho Privado (op. cit.,
pgs. 115 y ss.) para advertir el peso tal vez desmesurado que otorga al posible
equívoco con la acepción vulgar de “compromiso”, que determina para el autor
la necesidad de completar la palabra con el adjetivo de “arbitral”, «para que se
sepa cuál es la especie del ligamen jurídico a que queremos referirnos».
2. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
33
artificial necesidad de emplear la perífrasis «compromiso arbitral»34.
Pero esa solución sigue sin satisfacer al ilustre jurista, tal vez por ser
claramente redundante. En efecto, GUASP llega a proponer su sustitución por el término «contrato de arbitraje», si bien no puede dejar
de reconocer los inconvenientes de tan genérica expresión: «el
compromiso no puede ser “el” contrato de arbitraje, sino “uno” de
los dos contratos fundamentales que en todo arbitraje se dan» –el
otro es el receptum arbitri–; «quizás, afinando la terminología, podríamos llamar contrato de arbitraje el compromiso y contrato arbitral
al de dación y recepción de los árbitros. Pero el léxico se haría aquí
quebradizo a fuerza de sutil, y, sobre todo, sin apoyo ninguno en la
doctrina, ni en el derecho positivo»35.
La adopción en la Ley de 1988 de la expresión «convenio arbitral» obedece a la misma inquietud que expresara GUASP cincuenta
años atrás. Se alude al «convenio» como si fuera una cosa distinta de
«contrato»36. A este respecto, GETE-ALONSO es tajante al señalar que
convenio «ha sido siempre una de las formas de nominar o decir
contrato: acuerdo contractual productor de obligaciones»37. Puede
ser que se prefiera «convenio» porque «no “recuerda” tanto al Derecho civil»38; pero entonces se hace necesario añadir el adjetivo «arbitral» para calificar tan genérico vocablo. Y ello aunque las limitaciones
de las que ya era consciente GUASP –y que determinaron que no se
decidiera a sustituir el clásico «compromiso» con una perífrasis similar– permanecen plenamente vigentes ahora. En todo caso, con la
LA/1988 se dio el paso más importante para la sustitución del término
tradicional por el nuevo: su inclusión en el texto de la ley39.
Las anteriores consideraciones nos llevan a preconizar el
empleo indistinto de ambos términos: el de «convenio arbitral»,
imprescindible en atención al tenor de la ley, a la práctica casi
(34) Op. cit., pg. 15.
(35) Op. cit., pg. 118.
(36) Que lo es lo demuestran GETE-ALONSO CALERA, M.ª C., op. cit., pg. 1033;
o DÍEZ-PICAZO PONCE DE LEÓN, L., «Comentario al art. 9», en GONZÁLEZ SORIA, J.
(coord.), Comentarios..., cit., pg. 101.
(37) GETE-ALONSO CALERA, M.ª C., loc. cit.
(38) GETE-ALONSO CALERA, M.ª C., op. cit., pg. 1034.
(39) Todo ello sin perjuicio de los matices prácticos que pueden indudablemente apreciarse entre los diversos términos.
34
INTRODUCCIÓN.–EL CONVENIO ARBITRAL
unánime y al Derecho comparado –y un gran acierto desde muchos
puntos de vista–, pero que no debe excluir –cuando el contexto
impida todo posible equívoco– el de «compromiso» y sus derivados:
cláusula o pacto «compromisorios»; «obligación compromisoria»40
para designar la vinculación nacida de este contrato; «comprometer» por someter a arbitraje; «compromitentes» por «partes» o
«firmantes» del convenio arbitral; términos presentes en tratados
internacionales vigentes en España e irreprochables en buena
técnica jurídica.
(40) Denominación que sigue una larga tradición castellana: vid. MERCHÁN
ÁLVAREZ, A., El arbitraje..., cit., pg. 220; o, en Indias, TAVERA-MARCANO, C. J., Historia de la propiedad territorial en los Valles de Aragua, 1590-1830, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Caracas, 1995, pg. 184.
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