Respecto a las tradiciones y su vinculación con el asesinato de

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Respecto a las tradiciones y su vinculación con el asesinato de
animales en España
Antropología de la vida animal. Grupo de estudios de etnozoología
Para iniciar nuestra andadura, lo haremos intentando establecer qué es una tradición,
teniendo presente que, al igual que otros términos genéricos, existen muchas
definiciones del mismo. El término Tradición está estrechamente vinculado al de
Identidad, ambos son conceptos polisémicos, ambiguos y complejos. Y lo son porque
resultan de las construcciones sociales cuyos significados se modifican en función de la
época, de quién los utiliza y con qué finalidades. Para bastantes antropólogas y
antropólogos, la tradición equivale al concepto de cultura que es, a su vez, otro de
esos términos difíciles de definir. Actualmente, se produce una revisión en
profundidad del concepto de tradición a partir de una nueva perspectiva porque es un
constructo social que se modifica a través de su paso de una generación a la siguiente
y, sobre todo, de un territorio o lugar a otro. Por tanto, la tradición cambia entre las
diferentes culturas y dentro de cada una de estas, considerando además el lapso
temporal y el grupo social concernido.
La identidad, a su vez, es la creencia o la conciencia de los diversos grupos sociales de
que tienen formas de vida concretas y relevantes que les representan, al establecer
aspectos diferenciadores del resto de sociedades. En este sentido, la identidad se
encuentra en una vinculación dialéctica con la tradición.
La cultura es un sistema de conocimiento que consiste en un patrimonio heredado,
transformado, incrementado, compartido y transmitido de generación en generación
por los miembros de un grupo. Este es el proceso denominado enculturación, que
comprende la transmisión y el aprendizaje cultural, y se realiza a lo largo de toda la
vida de los individuos, de manera que estos desaparecen pero la cultura se mantiene.
Etimológicamente, tradición deriva del latín tradere, aquello que viene transmitido del
pasado y se entiende como un conjunto de conocimientos y prácticas que son
entregadas por una generación a la siguiente. En ese movimiento de cambio pueden
observarse diferentes metamorfosis porque, si la tradición es un legado, una herencia
que viene del pasado y atañe a un grupo, indudablemente también incorpora su
renovación en tiempo presente. De manera que la tradición actualiza y renueva el
pasado desde el presente porque, para no convertirse en una serie de anacrónicas
costumbres o prácticas obsoletas, la tradición se transforma o modifica parcialmente
sus contenidos al compás de la sociedad, con objeto de no perder su continuidad
cultural. Aquí radica esa capacidad de constante cambio y renovación que forma parte
de la tradición y que es consustancial a todas las sociedades, dado que todas las
tradiciones constantemente se crean, recrean, renuevan, destruyen e inventan.
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La tradición, esa que se marca como inalterable y estática frente al paso del tiempo, al
estudiarla en profundidad observamos que hay dos polos dialectalmente vinculados, a
saber, la continuidad y el cambio. Porque la idea de tradición remite al pasado pero,
también, a un presente vivo. De manera que lo que queda del pasado en el presente,
eso es la tradición. Pero no todo lo que sobrevive del pasado en el presente se
convierte automáticamente en tradición, a pesar de que los intereses de los miembros
de un grupo quisieran argumentar lo contrario. En definitiva, la tradición es una
construcción social que se crea en el presente sobre el pasado. El presente es la
herencia cultural que se reactualiza y tiene un significado social que otorga sentido a la
tradición.
Lo explicitado permite establecer un vínculo que transita transversalmente, desde la
tradición, que otorga identidad a los individuos a través de reconocerse estos en unas
creencias y prácticas comunes de un pasado más o menos próximo o remoto, hasta el
sistema de conocimiento que es la cultura y que les aglutina como grupo sociocultural
con valores, ideologías y aprendizajes diferentes a otros grupos. Este conjunto de
factores se convierte, actualmente, en el fundamento empleado por un sector de la
sociedad española para defender determinadas prácticas que atentan contra la
integridad y la vida de los otros animales.
En España se llevan a cabo una serie de celebraciones marcadas por la tortura y la
matanza de animales como puntos culminantes de la “fiesta”. Prácticas que quieren
justificarse basándose en la cultura y la tradición de un pueblo o de un grupo social,
aun cuando la mayoría de los que promueven y defienden la realización de estos
asesinatos no tenga una idea concisa de a qué se están refiriendo cuando buscan
apoyarse en tales términos. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI haya quien piense en
realizar espectáculos y festejos crueles, en los que se maltrata a los otros animales por
deporte, por ocio, por placer o por lo que sea? Sorprende constatar que la sociedad
española cambia, registra avances científicos y tecnológicos, mientras que una parte
considerable de la ciudadanía se mantiene apegada a prácticas indignas y perversas
que torturan a los otros animales y que, además, intentan situarlas como fiestas “de
interés turístico”.
De las desafortunadamente numerosas “fiestas” españolas de sangre, o de tortura y
muerte de los otros animales, tenemos multitud de ejemplos. Algunas asociaciones
animalistas anuncian que son varios miles este tipo de celebraciones, en el territorio
español. De entre estas fiestas, cómo no dejar de referirnos a un festejo tan rechazado
por la sociedad y tan defendido por los habitantes de Tordesillas, el tremendo torneo
del Toro de la Vega, en el que cada setiembre se asesina un toro a base de lancearlo
hasta su muerte. Y todas esas crueles actividades festivas que también involucran el
asesinato de toros, tan extendidas por el territorio español: toros de fuego,
enmaromados, arrojados al mar, perseguidos con automóviles todoterreno, tractores y
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motos o las becerradas de Algemesí, etc. E incluso el toro que, en Ohanes (Almería), es
atado y obligado a “arrodillarse” ocho veces ante un santo.
O el Idi-dema, el arrastre con bueyes, la mayoría en Vizcaya (País Vasco) donde se
azuza a los animales con una vara que tiene un punzón de 11 milímetros para que tiren
de la carga de unos 2.000 kilos de peso, como todos los propietarios de bueyes quieren
ganar, dopan a los animales inyectándoles sustancias como speed, anfetaminas,
pentoxicilina, etc., y no solo maltratan a los bueyes sino que les parten el corazón con
el uso de esos productos. Existe también otra versión de esa funesta práctica, que es el
idi-proba, realizado con caballos.
Y qué decir del lanzamiento de una pava desde el campanario de la iglesia en las fiestas
de Cazalilla (Jaén). Esta aberrante práctica, que fue prohibida por la Junta de Andalucía
hace 12 años, sin embargo continúa ejecutándose anualmente. Y es que los habitantes
de Cazalilla recolectan, año tras año, los 2001 Euros que pagaran la multa con la que se
sanciona a quien lanza la pava desde el campanario que, para evitar problemas, ese día
tiene abierta la puerta de acceso al mismo. Argumentan esas gentes de Cazalilla que
ahora ya no le arrancan plumas a la pava y que, por tanto, esta no sufre.
Otras fiestas “exitosas” como la suelta de patos al mar en Puerto Sagunto en la que
participan miles de personas. Dicen las gentes del lugar que este año han lanzado 120
patos, 15 menos que el pasado año. Así justifican cumplir con la ley, al reducir el
número de ánades y, como señala el presidente de las peñas que organizan los
festejos, no se produce ningún maltrato a los patos. O como ocurre en Roses (Girona)
donde una buena parte de las familias del lugar comen pato, si logran cazarlo el día en
que 120 de estos son lanzados al mar. Los patos tienden a dirigirse hacia tierra, en
lugar de marchar mar adentro. Y es en la playa donde les esperan los habitantes del
lugar, de todas las edades, con objeto de cazar al pato. Entonces se inicia lo que esas
gentes califican de “cómico” porque los patos, aterrados, quieren volver al mar y la
gente se lanza para capturarles como sea. Aseguran los participantes de la trágica
celebración que, si alguien no trata bien al animal, se le puede retirar.
Y las celebraciones donde el maltrato evidente pasa casi desapercibido para la mayoría
de la población, como ocurre con las fiestas de San Juan en Menorca. Son también
prácticas en las que se tortura a los animales, a los caballos, que son los protagonistas
de las celebraciones, y a los que se les hace saltar repetidamente –simbolizando
nobleza y poderío de los jinetes o caixers– durante los días que duran las actividades,
al ritmo de la música y canciones típicas de esa fiesta. Todo ello en medio de un gentío
alborotado que justifica los actos aduciendo que es una tradición centenaria.
Los ejemplos son solo la mínima muestra de una casuística infinita que provoca
preguntarnos ¿por qué seguimos siendo tan extremadamente perversos? ¿Por qué la
crueldad colectiva se basa en celebrar fiestas populares donde los otros animales se
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convierten en seres torturados, que sirven para una extraña diversión del grupo? ¿Por
qué se amaga el asesinato de animales etiquetándolo como tradición, cultura, interés
turístico o identidad, desconociendo lo que esto significa? Ciertamente, los festejos
están vinculados a rituales que solo se celebran una vez al año y eso los convierte en
algo excepcional, además de estar relacionados con un determinado contexto.
Podemos convenir que la participación de los animales ha estado siempre presente y
tiene un valor simbólico ligado a la masculinidad, la fertilidad, la reproducción, etc.
Pero ocurre que estamos en el siglo XXI y las tradiciones, la cultura y la identidad ha
atravesado transformaciones significativas, sobre todo, porque son los animales
humanos los que crean y recrean esos elementos que configuran el mundo donde
estos mismos se desarrollan. Si ya no vivimos en las cavernas, si nuestra tecnología y
nuestra ciencia nos han hecho cambiar el modo de apreciar el complejo espectro del
mundo ¿por qué continuamos matando a los otros animales como lo hacíamos
antaño? Y, sobre todo, ¿por qué continuamos asesinándolos?
Grupo Antropología de la vida animal. Grupo de estudios de etnozoología.
http://www.antropologia.cat/node/23552
Integrantes:
Helena Escoda
Mara Martínez Morant
Divina Ponsdomènech Asensio
Coordinadora:
Mara Martínez Morant
Antropología de la vida animal. Grupo de estudios de etnozoología.
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