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 9-LA ADMINISTRACIÓN PROVINCIAL EN LAS HISPANIAS
I. PROVINCIAE Y CONVENTVS
1. Planteamiento
Hispania pasó, entre el 218 a. C. y el 197 a. C., y como se ha
dicho aquí varias veces, de ser tierra de conquista a ser una provincia
del Imperio territorial que Roma venía consolidando desde algunos
años antes. La omnipresencia de la guerra durante el primer siglo de
presencia romana en la Península Ibérica hizo que o bien la
administración fuera una administración totalmente “de guerra” o
bien, incluso, que ésta revistiera caracteres de irregularidad que Roma
trató de empezar a evitar –con la consecuente codificación de la praxis
administrativa provincial– a partir del 197 a. C. en que se eligen
gobernadores específicos –y no priuati investidos de imperia
extraordinaria– para la Vlterior y para la Citerior. En este tema se
estudiará como fue evolucionando –al ritmo de la conquista y de la
integración del solar peninsular y de los problemas que una y otra
labor evidenciaban– la política romana en lo que respecta a la
administración provincial y de qué modo quedó esta articulada a
finales de la época republicana y modificada, profundamente y con
notable eficacia, a partir de las reformas augústeas en el 13 a. C.
2. Esquema de contenidos básicos
1.
2.
Algunas cuestiones en torno a la administración provincial
a. Improvisación, organización, eficacia
b. Imperialismo, control, extorsión
c. De prouincia a prouinciae: los ámbitos de poder de los
magistrados
La evolución de la administración provincial del territorio
peninsular
a. Los orígenes de la presencia romana: la II Guerra Púnica
i. Los priuati cum imperio y la excepcionalidad
ii. Las principales prerrogativas de los gobernadores
iii. Gobernadores al margen de la oficialidad del
magistrado
b. La primera territorialización del concepto de prouinciae:
el 197 a. C.
i. La división en Vlterior y Citerior
ii. La prouincia, territorio extraitálico sometido a la
autoridad de un magistrado
40 iii. Atribuciones y organización: las leges prouinciae
iv. “Limes” provincial
c. La verdadera “administración” de las provincias: 133-27
a. C.
i. El papel de la colonización y municipalización
ii. La relación con las comunidades indígenas
iii. Las nuevas tareas de la administración provincial
iv. Cuadro general de la administración republicana
1. Praetores, propraetores, consules, proconsules
2. Quaestores
3. Legati, tribuni, praefecti
d. La reforma provincial de Augusto (13 a. C.)
i. Provincias imperiales y provincias senatoriales
ii. Provincias pacatae y provincias militarizadas
iii. La nueva reorganización provincial: Vlterior
Baetica, Vlterior Lusitania y Citerior
iv. El acercamiento y la racionalización de la
administración provincial augústea
a. Las diocesis
b. Las prouinciae extraordinarias
c. Los conuentus iuridici
d. La ciuitas
e. Los noua officia (legati)
3. Cuadro general de las funciones del gobernador (ver 3. 2).
3. Síntesis
3. 1. Histórico-cronológica
Como se dijo más arriba, si algo caracterizó –en época
republicana, al menos, y, desde luego, hasta la codificación
administrativa llevada a cabo por el nouus status augústeo– a la
administración provincial romana en general y a la aplicada en la
Península Ibérica en particular fue la irregularidad, al menos entre el
218 y el 197 a. C. Durante ese periodo, la verdadera prouincia –como,
de hecho, había sucedido en la progresiva “provincialización” del
Mediterráneo Occidental– era la guerra contra los cartagineses de
modo que los “gobernadores” enviados al solar hispano (P. y Cn.
Cornelio Escipión, por ejemplo) eran, sencillamente, priuati cum
imperio en función del número de tropas que se les habían otorgado y
con una dimensión más militar que civil –aunque también
desarrollasen algunas tareas en ese sentido aunque casi todas
derivadas de los objetivos de guerra y pacificación– de su poder.
41 Lógicamente, la “perpetuación” del deseo romano de permanecer en la
Península y las circunstancias de la política senatorial obligarían al
Senado de Roma a, al menos a partir del 197 a. C., oficializar –en
forma del envío de praetores, propraetores o proconsules– el sistema
administrativo provincial. Fue ese el momento –coincidente, además,
con el establecimiento territorial de dos ámbitos de acción separados:
el de la Vlterior y el de la Citerior– en que la administración provincial
empezó a seguir unos canones claros controlados desde el Senado por
más que el contenido esencialmente militar del poder gubernamental
dejase de lado la aplicación de otro tipo de medidas más de
administración (“el gobernador republicano gobierna pero no
administra”, suele decirse) si bien también en ese aspecto estamos
condicionados por la naturaleza de las fuentes literarias, siempre más
abiertas a hacerse eco de periodos de conflicto, extorsión y guerra que
a periodos pacíficos y de organización administrativa.
Este panorama parece comenzó a cambiar a partir del 133 a. C.,
y hasta, al menos, las guerras civiles. En la Península, el final de la
resistencia celtibérica en Numancia garantizó la preocupación de los
gobernadores por una mejor y más eficaz administración –y hasta
reordenamiento– del territorio también muy probablemente motivada
por la cada vez más creciente presencia de ciudadanos romanos y
latinos en las colonias que Roma había ido instalando, especialmente
en la fachada mediterránea y en Andalucía o por extraordinarias
concesiones ex uirtute. A partir de ese momento el gobernador empieza,
de verdad, a ser la imagen de Roma en provincias desde una
perspectiva que excede, con mucho, el ejercicio la representatividad de
esa imagen en el ámbito militar (algunos documentos epigráficos
extraordinarios de época republicana como el bronce de Lascuta –CIL
II, 5041– o la tabula Contrebiensis –AE 1979, 377– así lo evidencian).
Esta preocupación por la “administración” en lugar de por la
“conquista” tomará aun mayor forma jurídica con las disposiciones de
Sila si bien se arruinará con las guerras civiles en las que, con especial
protagonismo del ámbito hispano, se producirá, de nuevo, la
conversión de las provincias en escenarios de guerra permanente, afán
de los gobernadores por el enriquecimiento y la extorsión y cantera
para la constitución de ejércitos privados particulares.
Será Augusto quien en su afán de equilibrar la legalidad
constitucional republicana con el nuevo carácter monárquico del
régimen por él impuesto mantendrá –en lo básico (un gobernador, un
quaestor y varios subalternos en forma de legati) y en lo organizativo–
el sistema gubernamental provincial pero aportando algunas
novedades “hijas” de su tiempo y que buscaban la mayor eficacia y
42 racionalización de la administración. Por eso, hacia el 13 a. C.,
Augusto dividió las dos antiguas provincias en tres a partir de la
partición en dos de la Vlterior: Vlterior Baetica, Vlterior Lusitania y
Citerior –para cuya administración tuvo que establecer varias
“legaturas” para acercar la administración al ciudadano, por
expresarlo en términos contemporáneos y tras cuya división estaba la
fe augústea en la necesidad de separar del Senado la gestión de las
provincias militarizadas–, estableció el sistema de los conuentus
iuridici y comenzó a hacer descansar, aun más, si cabe, la
administración central en la autonomía municipal.
3. 2. De competencias y atribuciones del gobernador
provincial (con especial atención al periodo republicano)
[1]. Dimensiones básicas del imperium:
1. Imperium de carácter individual (Cic. Leg. 3, 2-3) que ha de
ejercerse con la consabida dignitas (Cic. Verr. 2, 16 y Att. 6, 3, 12) y evitando la perfidia/deslealtad (Cic. Q. Fr. 1, 1, 21). Cfr.
virtudes del gobernador: liberalitas (Cic. Fam. 3, 8, 8), humanitas
(Cic. Pis, 16, 38) e integritas (Cic. Fam., 13, 65, 1).
2. Dimensión militar: permite disponer de un ejército siendo
responsable de él y capaz de administrarlo (Cic. Phil. 5, 45),
prerrogativa ésta que –para el caso hispano– fue clave, al menos,
hasta las reformas silanas aunque reapareciera, después, con las
guerras civiles.
3. Poder asociado a la función jurisdiccional de los magistrados
cum imperio (Gai Inst. 4, 105 y Dig. 2, 1, 3; Dig. 4, 6, 26, 2 y Gell.
NA. 13, 15).
4. Poder entregado al gobernador provincial en tanto que custos
defensorque de su provincia (Cic. Verr. 2, 5, 6) y ejercido a través
de la administración y el control militar, por tanto, con
prerrogativas militares (cfr. § [2]), fiscales/financieras y
jurisdiccionales (cfr. § [3], Dig. 1, 16, 7, 1-2 -De officio
proconsulis, de Ulpiano- y Cic. Att. 6, 3, 1-3).
[2]. Prerrogativas del imperium militare: entre la iniciativa individual y
el control senatorial.
1. Carácter absoluto del poder militar del gobernador (Cic. Q. Fr.
1, 1, 8) y éste como parte fundamental de las responsabilidades
de aquél (Cic. Q. Fr. 1, 1, 5-6) algo especialmente presente en las
43 fuentes respecto del caso hispano republicano dada la
omnipresencia de la guerra.
2. Principales prerrogativas del gobernador destacadas por las
fuentes:
a) Dirección de operaciones militares (cfr. § [2], 3).
b) Suscripción de acuerdos diplomáticos (Liv. 21, 6, 20 o
Zonar. 8, 25, foedera socialia de Escipión con Tarraco y
Emporiae -217 a. C.-) y supervisión de su cumplimiento
(App. Hisp. 44, episodio de las murallas de Segeda -154 a.
C.-).
c) Imposición de condiciones militares a los vencidos (Liv.
28, 33 y 34, 21, condiciones de rendición impuestas por
parte de Catón a los Bergistanos -206 a. C., y 195 a. C.-) y
liderazgo en las negociaciones de guerra (Diod. Sic. 33, 24,
diálogo de Graco con una embajada de Celtíberos cerca de
Contrebia -179 a. C.-).
3. Límites a su acción por parte del Senado [respecto de § [2], 2
a)-c) este organismo apenas podía hacer sino confirmar o
desautorizar, casi siempre a posteriori, las acciones del
gobernador]:
a) Dependencia económica del gobernador respecto del
Senado: coste de la guerra (Polyb. 3, 106, 7 y 10, 19, 2 o
Liv. 23, 48, 4 y 33, 21, 4, con peticiones de dinero para la
guerra en Hispania -218 a. C.- y en Sicilia -214 a. C.-).
b) Control “moral” por parte del Senado para garantizar el
adecuado empleo del imperium en la gestión provincial (Liv.
39, 3, destitución de M. Furio, en Galia, por su agresión a
los Cenomanos -187 a. C.-; o App. Hisp. 81, 351 y 358, M.
Emilio Lépido Porcina, en la Citerior, es desprovisto del
imperium por su injustificado y fracasado ataque a los
Vacceos -136 a. C.-): futuros procesos de maiestate (lex
Cornelia -80 a. C.-).
c) Recurso al Senado para solicitar la suspensión
voluntaria en el cargo (Liv. 30, 26, 5, Léntulo, gobernador
de la Vlterior, pide permiso para dejar el cargo y presentarse
a las elecciones consulares del año 201 -en el 203 a. C.-)
d) Tutela y supervisión (al final del mandato) por parte del
Senado respecto de la equitativa aplicación de las
prerrogativas gubernamentales (Liv., 43, 2, 1-11, embajada
de indígenas hispanos para protestar por la auaritia
superbiaque de los gobernadores del lapso 178-173 a. C. 171 a. C.- y consiguiente designación de patroni y
recuperatores entre antiguos gobernadores hispanos,
evidencia del recurso constante de las poblaciones
44 indígenas a los gobernadores; Liv., 32, 2, 5, quejas de los
Gaditani por el envío de praefecti -199 a. C.-: futuros
procesos de repetundis con la lex Calpurnia -149 a. C.-). La
falta de moderación de los gobernadores fue empleada
también como “arma arrojadiza” en las elecciones
consulares (Val. Max. 6, 4, 2, por parte de Escipión
Emiliano contra Sulpicio Galba -141 a. C.-).
[3]. Prerrogativas civiles del imperium: el gobernador y la humanitas
(justicia, costumbres, leyes, obra pública…).
Ejercidas, ocasionalmente, en viajes (Cic. Att. 5, 13, 1 o Verr. 2,
4) y a través de la recepción de embajadas (Cic. Verr. 2, 4).
¿Paralelo con la documentación imperial (Plin. Epist.) al respecto?
a) En paralelo con § [2], 2 fortalecer el papel de las
instituciones romanas y debilitar el de las indígenas
adaptándolas a Roma (CIL, II, 5041, decreto de L. Emilio
Paulo respecto de los habitantes de la turris Lascutana 190/189 a. C.-, y AE, 1984, 405, deditio de Alcántara y
condiciones a los Seano[---] por L. Cesio -104 a. C.-). Velar
por la humanidad de las leyes indígenas (Plut. Quaest. Rom.
83, Craso prohíbe los sacrificios humanos -96/95 a. C.-;
Cic. Balb. 43, César prohíbe quemar vivos a los criminales
ajusticiados).
b) Garantizar el cumplimiento de pactos, no sólo cuando se
daban entre Roma y los indígenas (cfr. § [2], 2, b)) sino
también cuando se trataba de pactos entre ciudades
indígenas (AE, 1979, 377, tabula Contrebiensis con
mediación de C. Valerio Flaco -87 a. C.-): labor de
aculturación política de la elite y ensayo del papel de la
autonomía local cuya eclosión llegará en el Principado.
c) Velar por las adecuadas finanzas de las ciudades
(conseruatio ciuitatium -Cic. Att. 6, 3, 3-). Supervisión de
obras públicas realizadas pecunia publica en ellas (CIL, II,
3422 de Carthago Noua, M. Calpurnio Bíbulo construye las
puertas de la ciudad -h. 59 a. C.-, uaria loca, acción de M.
Sergio y Q. Fabio Labeón, amojonamiento de las vías del NE
tras el 133 a. C.). Implicación en el evergetismo (EE, IX, 346
de Carthago Noua, Q. Casio Longino -52 a. C.-, como
quaestor o Liv. Per. 53 y CIL, I, 546 de Italica, L. Mummio y
su obsequio con estatuas de Corinto a ciudades
occidentales -146 a. C.-).
45 d) Fundación y promoción jurídica de comunidades
(Saguntum, Carthago Noua, Carteia, Italica, Valentia, Palma,
Pollentia, Gracchurris, Pompelo…).
4. Bibliografía complementaria
Aunque la Unidad Didáctica plantea una buena síntesis
sobre la administración provincial, su Historia en las Hispaniae
en función de la propia evolución de la Historia de la presencia
romana en la Península y sus principales problemas existen, en
un mismo volumen, dos síntesis válidas sobre la organización
provincial además de una amplísima bibliografía que, sobre
distintas cuestiones, se citará a continuación. Nos referimos a
OZCÁRIZ, P.: “Organización administrativa y territorial de las
provincias hispanas durante el Alteo Imperio”, y NAVARRO, F. J.:
“La organización proivincial de Hispania durante el Imperio
Romano (siglos I-III)”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I.
(eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano,
ICAC, Tarragona, 2009, pp. 323-338 y 345-360 respectivamente,
sin duda síntesis muy completas sobre los contenidos de esta
lección. Consúltese, en cualquier caso, también, la bibliografía
que en ella se recomienda (pp. 388-389) y la que aportan los
trabajos de P. OZCÁRIZ y F. J. NAVARRO arriba citados.
En relación al tema del imperialismo romano –que, en realidad, está
detrás del origen de la “provincialización” del solar peninsular–, siguen
siendo claves, entre otros, los trabajos de BADIAN, E.: Foreign Clientelae
(264-70 BC), Clarendon Press, Oxford, 1958 y Roman Imperialism in the
Late Republic, Cornell University Press, Pretoria, 1967; CARCOPINO, J.:
Les étapes de l’impérialisme Romain, Hachette, París, 1961; BRUNT, P.
A.: Italian Manpower: 225 BC-AD 14, Clarendon Press, Oxford, 1971;
HARRIS, W. V.: War and Imperialism in the Republican Rome (327-70
BC), Clarendon Press, Oxford, 1979; KNAPP, R.: The Roman Provinces of
Iberia to 100 BC, University of Pennsylvania Dissertations, Ann Arbor,
1977 o RICHARDSON, J. S.: Hispaniae. Spain and the Development of
Roman Imperialism (218-82 BC), Cambridge University Press,
Cambridge, 1986 (estos dos últimos principalmente circunscritos a la
política hispana). Para una revisión y actualización de todas las
posturas y una síntesis del amplio debate generado en torno a ellas
son inexcusables los trabajos de E. HERMON, “L’impérialisme romain
républicain: approches historiographiques et approche d’analyse (à
propos de deux colloques recents sur le sujet)”, Athenaeum, 78, 1989,
46 pp. 407-416 (a complementar con el volumen monográfico dedicado a
la cuestión por la revista Ktéma, 8, 1983) y el volumen de ÑACO, T., y
ARRAYÁS, I. (eds.): War and Territory in the Roman World. Guerra y
territorio en el mundo romano, Archaeopress, Oxford, 2006.
Una de las áreas en las que más se ha avanzado en los últimos
veinte años respecto de nuestro conocimiento del imperium del
gobernador provincial ha sido la relativa a la documentación
epigráfica, clave para el seguimiento de la cuestión y responsable de
algunas nuevas aproximaciones al fenómeno. Así, resultan útiles los
trabajos recogidos en FATÁS, G (dir.): Epigrafía hispánica de época
republicana, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1983. Los
propósitos de esa reunión tuvieron su continuidad en el igualmente
inexcusable volumen de BELTRÁN LLORIS, F. (ed.): Roma y el nacimiento
de la cultura epigráfica en Occidente, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 1995. También resultan oportunos los presentados en
CASTILLO, C. (ed.): Novedades de epigrafía jurídica romana, EUNSA,
Pamplona, 1989 y, desde luego –con el mérito de haber puesto toda la
documentación, excelentemente bien comentada, a nuestra
disposición– el reciente trabajo de DÍAZ, B.: Epigrafía latina republicana
de Hispania (ELRH), Instrumenta, Barcelona, 2008 que, además, es
muy recomendable en el trazado que hace del contexto histórico de la
España republicana.
Para el seguimiento de algunas de las cuestiones historiográficas
todavía abiertas (especialmente clientelas y derechos cívicos) o sobre
las que, en cualquier caso, ha habido notables revisiones en los
últimos años, puede verse el trabajo de PINA, F.: “Hispania y su
conquista en los avatares de la República tardía”, en ANDREU, J.,
CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae. Las provincias hispanas en el
mundo romano, ICAC, Tarragona, 2009, pp. 223-236 y el de KREMER,
D.: Ius Latinum. Le concept du droit Latin sous la République et l’Empire,
Boccard, París, 2006 (con una singular concepción del derecho Latino
que hemos revisado en Faventia 29-2, 2007: disponible en red). El
enfoque de dos trabajos actualmente en marcha sobre la cuestión y
que –es de esperar– nos obsequiarán con una adecuada síntesis sobre
las funciones del gobernador provincial puede verse en DÍAZ, A.: “El
gobernador provincial en la República romana (227-44 a. C.): ideal y
práctica”, ETF(2) 22, 2009, pp. 27-28 (dirigido por F. PINA) y en OLMO,
R.: “Las funciones del gobernador provincial romano”, ETF(2) 22, 2009,
pp. 44-45 (dirigido por P. LÓPEZ BARJA).
Sobre el término imperium, han de consultarse los clásicos
trabajos de MOMMSEN, Th.: Römisches Staatsrecht. I3, Beck, Leipzig,
47 1888, esp. pp. 116-136; TOUTAIN, Ch.: “Imperium”, en DAREMBERG,
Ch., y SAGLIO, E. (dirs.): Dictionnaire des antiquités grecques et
romaines, Hachette, París, 1899, pp. 418-423 (también disponible en
red); y ROSENBERG, A.: “Imperium”, en: Paulys Real-Encyclopädie des
classischen Altertumswissenschaft, Metzler, Stuttgart, 1916, cols.
1201-1211. Para una aproximación clásica, y de síntesis, al asunto,
sigue siendo válido el volumen de NICOLET, C.: Rome et la conquête du
monde méditerranéen. 1/Les structures de l’Italie romaine, Nouvelle
Clío, París, 1977, esp. pp. 394-395.
Sobre los avances y la consolidación progresiva de la
administración provincial en época republicana pueden verse los
trabajos de BARRANDON, N. y KIRBIHLER, F. (dirs.): Administrer les
provinces de la République romaine, Presses Universitaires de Rennes,
Rennes, 2010, pp. 213-215 y, para el caso hispano, las excelentes
síntesis de SALINAS, M.: El gobierno de las provincias hispanas durante
la República romana (218-27 a. C.), Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1995 o EDMONSON, J.: “Roman Power and the Emergence
of Provincial Administration in Lusitania during the Republic”, en
HERMON, E. (ed.): Pouvoir et ‘imperium’ (IIIe av JC-Ier ap JC), Jovene,
Nápoles, 1996, pp. 163-2017 y las todavía válidas reflexiones de
ROLDÁN, J. M.: “Las provincias romanas de Hispania hasta las guerras
celtibérico-lusitanas”, en Historia de España Antigua. Tomo II. Hispania
Romana, Cátedra, Madrid,1978, pp. 51-77, esp. pp. 57-58 y de GARCÍA
MORENO, L. A.: “Presupuestos ideológicos de la actuación de Roma
durante el proceso de conquista de Hispania”, Gerión, 5, 1987, pp.
211-244, esp. p. 223. Las primeras han sido recientemente
actualizadas en WULFF, F.: “Sociedades, economías, culturas”, en
ROLDÁN, J. M., y WULFF, F.: Citerior y Ulterior. Las provincias romanas
de Hispania en la era republicana, Itsmo, Madrid, 2001, pp. 468-514
un trabajo que, desde luego, ha de convertirse, ya, en volumen de
referencia sobre la Hispania republicana.
La acción del Senado supervisando el trabajo de los
gobernadores en su ejercicio del imperium militare y poniendo,
ocasionalmente, límites al inadecuado ejercicio del mismo ha sido
abordada por HARRIS, W. V.: “Roman expansion in the West”, en ASTIN,
A. E., WALBANK, F. B. A., FREDERIKSEN, M. W., y OGILVIE, R. M. (eds.):
The Cambridge Ancient History. Second Edition. VIII. Rome and the
Mediterranean to 133 BC, Cambridge University Press, Cambridge,
1989, pp. 107-162, esp. pp. 128-141 y ECKSTEIN, A. M.: Senate and
General. Individual decision making and Roman foreign relations (264194 BC), University of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres
1987, esp. pp. 231 y 319-328. Sobre el juicio moral de la acción del
48 magistrado en esta material, puede verse CRISTOFORI, A.: “Il giudizio
della società provinciale sugli amministratori romani in età
republicana: consideración sulla documentazione”, en MOOREN, L.
(ed.), Politics, Administration and Society in the Helenistic and Roman
World, Peeters, Leuven, 2000, pp. 55-76. De referencia, sobre el
ejército y el gobernador y, además, referido al ámbito hispánico:
CADIOU, F.: Hibera in terra miles. Les armées romaines et la conquête de
l’Hispanie sous la République (218-45 av. JC), Casa de Velázquez,
Madrid, 2008. Una perspectiva interesante sobre el gobernador
actuando en la supervisión de actividades diplomáticas y velando por
el cumplimiento de los tratados puede verse en GARCÍA RIAZA, E.:
Celtíberos y lusitanos frente a Roma: diplomacia y derecho de guerra,
Anejos de Veleia, Vitoria, 2002.
Una de las cuestiones más discutidas en los últimos años en
relación al imperium del gobernador provincial ha sido la de su
participación en la extensión de privilegios de ciudadanía y, por tanto,
su implicación en la promoción jurídica de comunidades. El tema ha
encontrado un claro revulsivo en algunos nuevos aportes
documentales relativos a nuevas colonias latinas documentadas en el
ámbito hispano gracias a RIPOLLÉS, P. P., y VELAZA, J.: “Saguntum,
colonia latina”, ZPE, 141, 2002, pp. 285-291 y a ABASCAL, J. M.: “La
fecha de la promoción colonial de Carthago Noua y sus repercusiones
edilicias”, Mastia, 1, 2002, pp. 21-44. A nuestro juicio –y aunque con
perspectivas divergentes– resultan útiles la síntesis de GARCÍA
FERNÁNDEZ, E.: “Reflexiones sobre la Latinización de Hispania en época
republicana”, en ANDREU, J., CABRERO, J., y RODÀ, I. (eds.): Hispaniae.
Las provincias hispanas en el mundo romano, ICAC, Tarragona, 2009,
pp. 378-390 (y, antes en El municipio latino. Origen y desarrollo
constitucional, Anejos de Gerión, Madrid, 2001, esp. pp. 68-71) y la
monografía de KREMER, D.: Ius Latinum. Le concept du droit Latin sous
la République et l’Empire, Boccard, París, 2006, esp. pp. 191-196.
Para los réditos políticos del imperium provincial en relación a la
carrera consular, resulta un adecuado instrumento de trabajo el
volumen de ROSENSTEIN, N.: Imperatores Victi. Military defeat and
aristocratic competition in the middle and Late Republic, ¿ ?, Los Ángeles
1990 y, sobre todo el de BASTIEN, J.-L. : Le triomphe romain et son
utilisation politique à Rome aux trois deniers siècles de la République,
L’Ecole Français de Rome, Roma 2007. Con un análisis más ideológico
sobre las motivaciones de esos réditos politicos puede verse RICH, J.:
“Fear, greed and glory: the causes of Roman War-making in the middle
Republic”, en RICH, J., y SHIPLE, G. (eds), War and Society in the Roman
World, Routledge, Londres-Nueva York, 1993, pp. 38-68.
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