Emergencia e interactividad: A-Life Art como paradigma para la creación de experiencias de comunicación interactiva Autor: Joan Soler-Adillon (Universitat Pompeu Fabra) Citación recomendada: Soler-Adillon, Joan (2010). "Emergencia e interactividad: A-Life Art como paradigma para la creación de experiencias de comunicación interactiva". Hipertext.net, 8. http://www.upf.edu/hipertextnet/numero-8/a-life_art.html Joan Soler-Adillon Resumen: La idea detrás del concepto de emergencia es que existen fenómenos complejos que no pueden explicarse por el mero análisis de las partes o elementos que los conforman. En este trabajo analizamos el concepto de emergencia en el contexto del alife art para estudiar sus aplicaciones en la comunicación interactiva en general, a partir del ejemplo del uso de los algoritmos genéticos en instalación interactiva. Palabras clave: Emergencia, interactividad, interacción, arte, vida artificial, a-life art, instalación interactiva, museística 1. Introducción La idea detrás del concepto de emergencia es que existen fenómenos complejos que no pueden explicarse por el mero análisis (reduccionista) de las partes o elementos que los conforman. Entre el nivel de las interacciones locales entre agentes y los comportamientos que éstos manifiestan a nivel de grupo (o en todo caso a un nivel superior de comportamiento) existe un algo más que no puede explicarse simplemente con la mera agregación de comportamientos individuales. Son utilizados como ejemplos típicos de emergencia el comportamiento de una colonia de hormigas, la aparición de la mente humana a partir de las interconexiones neuronales, o incluso la complejidad de un juego como el ajedrez, que parte tan sólo de un número limitado de piezas con unas normas predeterminadas. En este trabajo vamos a hacer en primer lugar un recorrido por la historia, definiciones y discusión alrededor del concepto de emergencia. Seguidamente, analizaremos ejemplos de su uso en el arte de la vida artificial (a-life art). Es esta la disciplina, y especialmente en el subgénero del arte genético, donde encontraremos un uso de la idea de emergencia suficientemente bien acotado como para poderla utilizar en la última parte de nuestra argumentación. En esta parte intentaremos exponer cómo esta idea puede ser una herramienta útil para la creación de experiencias interactivas en un contexto más general. 2. El concepto de emergencia Sin duda la emergencia es uno de estos conceptos tan utilizados como difíciles de definir. Es un concepto central (sino el concepto) en disciplinas como el arte generativo o el a-life art (creación artística a partir de la generación de sistemas de vida artificial), y existen algunos libros monográficos sobre el tema. Pero aún así, el concepto es difícil de acotar. Esta dificultad, que para algunos es precisamente una de las cosas que dan interés al concepto [Whitelaw, 2006, p. 208], genera también una cantidad considerable de discusión científica. Sin pretensión de exhaustividad, vamos a revisar aquí muy brevemente la historia del uso del concepto, algunas de las definiciones propuestas, y las líneas de discusión más relevantes, siempre desde el punto de vista de la emergencia en el contexto del a-life art, que es el paradigma que nos servirá para proponer posibles aplicaciones a la comunicación interactiva en general. 2.1. Notas sobre la historia del concepto El primero en utilizar el término emergencia (emergence) fue el filósofo George Henry Lewes en 1875, en el contexto propuesto anteriormente por John Stuart Mill de la discusión entre distintos tipos de causación. Mill examinó la causación en casos como la composición vectorial de las fuerzas en física (donde la fuerza sería reductible a los vectores de fuerza en los que puede descomponerse) y la comparó con la combinación de compuestos químicos. Es en estos últimos la reducción no es tan sencilla. El agua, por ejemplo, no es una mera agregación de hidrógeno y oxígeno, sino algo más. En este contexto Lewes propone la distinción entre compuestos resultantes y emergentes. Así, si a los primeros se les podría aplicar el clásico método reduccionista de aislar las partes y estudiarlas para entender cómo se forma y cómo se comporta el todo, en los casos en que este todo no puede reducirse a una mera adición de las partes estaríamos hablando de fenómenos (o causaciones, en el vocabulario de Lewes) emergentes. Después de su aparición, el concepto quedó sujeto a varios altibajos en lo que a su uso se refiere. Durante la tercera década del siglo XX tuvo un cierto éxito en el contexto del darwinismo entre pensadores que escribieron sobre evolución emergente, buscando alternativas a concepciones mecanicistas y vitalistas de la evolución. La idea de base para estos autores es que hay una serie de niveles jerárquicos en la organización de la vida (materia inerte, vida, mente, por ejemplo) y que las interacciones en un nivel inferior generan, de forma emergente, los superiores. Aunque este movimiento perdió fuerza a partir de los años 30, esta concepción de emergencia siguió apareciendo, principalmente en el contexto de la filosofía de la ciencia y a menudo como postura defensiva contra posiciones de un fuerte reduccionismo [Whitelaw, 2006]. Fue a principios de los años 60 cuando empezaron a aparecer revisiones mucho más escépticas sobre la idea, como la de Ernst Nagel, que argumentó que la atribución del calificativo de emergente a ciertos fenómenos es tan sólo producto de estar utilizando una teoría no suficientemente completa como para describirlos, introduciendo así la noción de emergencia como fenómeno epistemológico [Whitelaw, 2006, p. 211]. Finalmente, y después de unos años recibiendo poca atención, en los años 80 y 90 del siglo XX el concepto de emergencia encontró uno de sus hábitats naturales en la disciplina de la vida artificial, y concretamente en el a-life art, en el cual juega un papel central, como veremos en la sección 3. 2.2. Definiciones Como se ha dicho, emergencia es un concepto especialmente difícil de definir, y como tal sus definiciones llevan implícitas ciertas connotaciones de cómo se entiende e interpreta exactamente en cada caso. Una de las mejores y más completas aproximaciones a la emergencia es el libro monográfico de John Holland de 1998, que ya en el subtítulo sugiere su enfoque: Emergence. From Chaos to Order. La primera definición que encontramos en el libro es muy cercana a la más generalmente aceptada de que el todo es más que la mera suma de las partes: Emergencia es "much coming from little" [Holland, 1998, p. 1], en un sentido que se contrapone a la explicación del reduccionismo, que es la que entiende que el todo ha de poder entenderse estrictamente por el análisis de las partes que lo conforman. Holland propone un esquema para entender los fenómenos emergentes a partir de la creación de modelos con múltiples agentes y estudiando las interacciones entre estos, los estados del modelo en cada momento (y las transiciones entre estados) y las reglas según los cuales pueden actuar los agentes. En este contexto, propone un tipo de reduccionismo diferente. Uno basado, no en el análisis de los agentes en aislamiento, sino en las interacciones de estos entre sí y con el entorno: "Emergence is above all a product of coupled, context-dependent interactions. (...) Under these conditions the whole is indeed more than the sum of its parts. However, we can reduce the behavior of the whole to the lawful behavior of its parts, if we take the nonlinear interactions into account" (énfasis en el original) [Holland, 1998, p. 122]. Así, aunque Holland considera que existen fenómenos verdaderamente emergentes, y que pueden entenderse según los parámetros descritos, admite también la dificultad en determinar exactamente cuáles son estos fenómenos. Para ayudar a dicha distinción, propone, en oposición al de emergencia, el concepto de serendipitous novelty, que serviría para referirse a los fenómenos que producen novedades inesperadas en la ejecución del modelo, pero que dejan de serlo una vez pasa la novedad y podemos entender sus causas. Otras aproximaciones a la definición del concepto aprovechan el potencial de la idea de emergencia, ni que sea como metáfora en principio, para estimular la intuición en el entendimiento de sistemas complejos [Miller y Page, 2007]. El problema viene al intentar analizar su validez como término científico. Finalmente, hay una serie de definiciones que toman en consideración de una manera mucho más clara el papel del observador, como la de Mitchell Whitelaw, que define emergencia como "the moment the system exceeds itself, breaches its initial boundaries, surprises us" [Whitelaw, 1998]. De hecho, la idea de sorpresa es el punto fundamental de una última definición que vamos a analizar aquí, que se basa en el Test de Turing para proponer su propio test de emergencia [Ronald et al., 1999]. Así, si en el caso de Turing se trataba, descrito brevemente, de ver si un ordenador era capaz de hacerse pasar por ser humano en una conversación vía terminal de texto [Turing, 1950], en el test de la emergencia se trata de sorprender a quien ya conoce el diseño de un sistema complejo (en el contexto de la vida artificial) con la ejecución del mismo. El test de la emergencia consistiría en tres pasos: En primer lugar, el diseñador de un sistema (o alguien que conoce su diseño a la perfección) describe las interacciones locales entre los componentes del mismo. En segundo lugar, la misma persona describe los comportamientos globales de dicho sistema en ejecución. Finalmente, si entre lo descrito y lo observado existe una relación no obvia para el observador, se produce lo que los autores llaman una disonancia cognitiva Este sería el momento de sorpresa, que se identificaría, según esta caracterización, al de emergencia. Se presenta pues aquí un concepto de emergencia totalmente ligado al observador, en lo que algunos han venido a definir como emergencia subjetiva [Monro, 2009], en oposición a la emergencia objetiva que es la que buscaría Holland. Elaborando sobre esto, y aumentando la idea de sorpresa a un más complejo conjunto formado por sorpresa-asombro-misterioautonomía, el artista de arte generativo Gordon Monro propone una definición de emergencia des en el contexto del arte generativo que parece muy adecuada en términos generales. Esta definición estaría formada por dos estadios, que presuponen siempre que el observador tiene un conocimiento completo de la construcción del sistema que está observando: * (1) La obra produce un resultado o comportamiento no obvio o difícil de predecir. * (2) Este resultado o comportamiento evoca sentimientos de sorpresa-asombro-misterio-autonomía en el observador. La problemática que aportan algunos de los conceptos utilizados en las definiciones citadas nos lleva a la necesidad de repasar algunas de las cuestiones más relevantes que se han debatido alrededor de la idea de emergencia. 2.3. Discusión Algunas de las principales líneas de discusión al entorno de la emergencia se han apuntado ya en la sección anterior. En las últimas definiciones expuestas hemos visto como la importancia del papel del observador es una de las cuestiones principales. La cuestión es pues, en el fondo, si los fenómenos emergentes existen realmente (es decir, si tienen validez ontológica en el sentido filosófico del término), o si pertenecen tan solo a la epistemología. En este último caso dichos fenómenos serían tales estrictamente debido a nuestra incapacidad para entender la complejidad del sistema en que se manifiestan. Es decir, la calidad de emergente, en este sentido, sería una calidad meramente transitoria, temporal. Lo emergente dejaría de serlo en el momento en que fuéramos capaces de establecer las relaciones causales entre lo que sabemos del micro-nivel y lo que observamos en el macro-nivel. Esto podría producirse con el avance del conocimiento o, si nos quedamos con la noción de sorpresa citada anteriormente, cuando esta dejara de ser tal. Probablemente la crítica más bien dirigida al concepto de emergencia tal (el hecho de que sea la más citada en la literatura debería ser prueba suficiente) es la que formuló Peter Cariani a principios de los 90 [Carani, 1992], en una argumentación que retoma la crítica de Nagel en los sesenta, comentada en la sección 2.1. Su aproximación es la que se conoce como la de emergencia relativa al modelo, y argumenta que la emergencia, en los casos que puede existir, es siempre relativa al observador y, de hecho, contingente en el sentido de que depende del modelo a partir del cual este analiza el sistema: el marco de observación. Cariani escribe ya en el contexto de vida artificial, y se pregunta si los artefactos computacionales pueden generar realmente fenómenos emergentes. En este sentido habla de artefactos que deberían en primer lugar ser abiertos al entorno. Ser capaces de cambiar las reglas de sus computaciones internas. Es lo que Cariani entiende como adaptación sintáctica, y algo que se podría conseguir por ejemplo con algoritmos genéticos. Su segunda exigencia es mucho más difícil, si no imposible, de cumplir. Se trata de la adaptación semántica, y consistiría en la capacidad de cambiar la manera como se percibe el entorno. Esto es, de generar (evolucionar) no sólo nuevos mappings entre lo que el artefacto percibe del entorno y sus computaciones, sino también las maneras de percibirlo, evolucionando nuevos sensores. Llevada al extremo la crítica de Cariani hace prácticamente imposible que una emergencia real, en el doble nivel que describe, pueda darse en a-life art (al menos a tenor de las posibilidades actuales de la tecnología). Aun así, su crítica, tal y como argumenta Whitelaw, es un instrumento muy útil para entender las limitaciones y posibilidades de dicha práctica artística [Whitelaw, 2006, p. 220]. De hecho, un análisis de su crítica deja en una posición muy difícil (si la aceptamos) a otra disciplina artística muy ligada a la emergencia, el arte generativo, en el sentido que ningún sistema computacional puede ser auténticamente emergente. Pero en cambio, para el a-life art le deja una puerta abierta a la introducción de elementos no computacionales en la obra y, por lo tanto, a la aparición de la emergencia: La interactividad. Para el marco que intentamos definir aquí, el del uso de la programación con algoritmos genéticos (la base del arte genético, subgénero del a-life art), nos basta con esta emergencia relativa al modelo del observador, tenga o no validez ontológica.