El cambiante mapa migratorio de América Latina y el Caribe (notas

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El cambiante mapa migratorio de América Latina y el Caribe
(notas para una exposición)
1. Una nota introductoria. Las personas migrantes internacionales —que han vivido
fuera de su país de nacimiento por un año o más— no alcanzan el 3% de la población
mundial: un total de acaso 175 millones en el año 2000. En otras instancias históricas esta
proporción ha sido mayor. No obstante, la inquietud por la migración en las últimas
décadas cobra fuerza a raíz de la drástica caída del crecimiento demográfico en varios
países: tanto en los Estados Unidos como en Europa, la inmigración es ahora el resorte
principal del crecimiento de la población.
A lo largo de su historia, América Latina y el Caribe ha sido una tierra de atracción
migratoria, pero en la segunda mitad del siglo XX sus saldos se hicieron negativos. Se
calcula que en 2000 algo más del 11% de los migrantes internacionales en el mundo (es
decir, unos 21 millones de individuos) nació en un país de América Latina y el Caribe.
De ello se infiere que en la actual fase de globalización, la región exporta capital humano,
lo que va en desmedro de sus potencialidades de innovación. Aun así, las personas
migrantes no son ni masas desheredadas ni amenazas para la seguridad de otros países.
GRÁFICO 1
PORCENTAJE DE MUJERES EN EL TOTAL DE MIGRANTES INTERNACIONALES, 1960-2000
A escala mundial, la participación de las mujeres en la migración internacional ha venido
aumentando desde 1960, pero aún no son mayoría (Gráfico 1). Así, en las regiones en
desarrollo, que son de emigración, esta proporción ha fluctuado en torno al 46%. En las
principales regiones de inmigración, en cambio, las mujeres sí son mayoría (desde 1990,
en Europa y América del Norte, y desde 2000, en Oceanía y el Sudeste de Asia); también
lo son en América Latina a contar del decenio de 1990. Esta feminización cuantitativa
trasunta componentes objetivos y subjetivos, asociados tanto a las transformaciones
económicas mundiales —manifiestas en la reestructuración de los mercados laborales—
como a la consolidación de redes sociales y familiares de alcance transnacional. Más allá
de la cantidad, este fenómeno debe examinarse a la luz de la potencial autonomía de las
mujeres o de una subordinación a los patrones de desigualdad de género.
Con el fin de explorar el proceso migratorio es útil identificar grandes patrones y
examinar sus tendencias. Sin perjuicio de las serias limitaciones de información, el
procesamiento de los microdatos censales disponibles en el Proyecto IMILA
(Investigación de la Migración Internacional de Latinoamericanos) del CELADE y la
utilización de otras fuentes permiten reconocer tres grandes patrones migratorios en
América Latina y el Caribe: la inmigración de ultramar; la migración entre los países de
la propia región y, la emigración al exterior de la región.
2. Inmigración de ultramar. Entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX,
se registró una intensa, si bien fluctuante, inmigración de ultramar que ejerció una
decisiva influencia, especialmente en los países donde los inmigrantes, en su mayoría del
sur de Europa, encontraron condiciones más favorables para su integración social y
económica. Las transformaciones socioeconómicas de Europa después de la segunda
guerra mundial —que comenzaron en los países del norte y occidente del continente y
que luego, en virtud de mecanismos de integración y convergencia, se difundieron a los
del sur— impulsaron una vigorosa expansión económica, con lo que disminuyó la
emigración a América Latina y el Caribe.
GRÁFICO 2
AMÉRICA LATINA: POBLACIÓN INMIGRANTE NACIDA EN ULTRAMAR, 1970-2000
La no renovación de los flujos ocasionó un envejecimiento gradual del stock de
inmigrantes de ultramar; mermado por la mortalidad y la migración de retorno, su total
se redujo a menos de la mitad entre 1970 y 2000 (Gráfico 2). El tradicional predominio
masculino en este patrón ha persistido, si bien algo menos acentuado que en el pasado.
3. Migración intrarregional. Los desplazamientos de población entre las naciones
latinoamericanas y caribeñas configuran un segundo patrón. Facilitada por la proximidad
geográfica y cultural, esta migración —de honda raigambre histórica— se orienta a los
países con estructuras productivas proclives a la generación de empleos y donde, por lo
general, existen grados mayores de equidad social. Además, la migración intrarregional
se ve afectada por coyunturas de expansión y contracción económicas y por los avatares
sociopolíticos de los países; así, los períodos de violencia, ruptura y restauración de las
formas de convivencia civil han resultado en oleadas de exiliados y retornantes entre las
naciones.
GRÁFICO 3
AMÉRICA LATINA: POBLACIÓN MIGRANTE ENTRE PAÍSES DE LA REGIÓN, 1970-2000
Hasta comienzos del decenio de 1990, el grueso del stock de inmigrantes de los países de
América Latina y el Caribe provenía de fuera de la región; en 2000, la mayoría de los
inmigrantes era originaria de la misma región (Gráfico3). En el decenio de 1970, a raíz
del efecto combinado de los factores estructurales y las alteraciones sociopolíticas, el
número de migrantes entre países de la región se duplicó y llegó a casi dos millones. Más
modesto fue el aumento del stock en el decenio de 1980; ello reflejó tanto el impacto de
la llamada década perdida —que se hizo sentir con fuerza en los principales países de
destino de los migrantes— como el retorno de migrantes a sus países de nacimiento luego
del restablecimiento de las formas de convivencia civil. En el decenio de 1990, la década
de luces y sombras, el aumento del stock de migrantes intrarregionales fue algo mayor,
totalizando casi tres millones de personas en 2000.
MAPA 1
AMÉRICA LATINA: PRINCIPALES CORRIENTES MIGRATORIAS INTRARREGIONALES, 2000
Casi dos tercios de los migrantes interarregionales residen en Argentina y Venezuela
(Mapa 1). Argentina es el destino tradicional de contingentes procedentes de Paraguay,
Chile, Bolivia y Uruguay; a ellos se agregó Perú, en los años noventa. La inmigración
regional en Venezuela proviene, en su mayoría, de Colombia. En las últimas décadas se
registró una significativa migración de retorno a algunos países, como Paraguay.
También emergieron nuevos destinos; Chile, por ejemplo recibió inmigrantes de Perú y
Argentina y acumuló el mayor número de extranjeros en su historia. En Centroamérica,
después de las convulsiones sociopolíticas de los decenios de 1970 y 1980, el mapa
migratorio intrarregional se caracterizó por el papel central de Costa Rica como país de
destino, principalmente de nicaragüenses; a su vez, en Belice, los extranjeros (en su
mayoría guatemaltecos y salvadoreños) llegaron a representar el 15% de la población
censada en 2000.
La migración entre las naciones de habla inglesa de la Comunidad del Caribe se distingue
por una intensa circulación, incentivada por la elevación de las condiciones de vida y la
demanda de mano de obra —vinculada a la expansión del turismo— en algunos países y
la falta de empleos en otros. Como resultado, más de la mitad de los inmigrantes en la
Comunidad procedía de la misma subregión y equivalía a casi el 4% de la población total
de los países miembros. Es de señalar también la corriente migratoria de Haití a
República Dominicana que, más allá de vaivenes coyunturales, tiene un carácter
sostenido en el tiempo.
GRÁFICO 4
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: PORCENTAJE DE MUJERES
EN EL TOTAL DE MIGRANTES INTRARREGIONALES, 1970-2000
Desde el decenio de 1980, la migración intrarregional adquirió un creciente predominio
femenino (Gráfico 4), como se advierte en los principales stocks de inmigrantes
intrarregionales acumulados en 2000: las colombianas en Venezuela (91 hombres por
cada cien mujeres), las paraguayas y chilenas en Argentina (73 y 92 por cien) y las
peruanas en Chile (67 por cien). Sin embargo, hay excepciones, como los bolivianos en
Argentina y los argentinos en Chile y Brasil, que tienen mayoría masculina. En general,
las variaciones en la composición de las corrientes según el género guardan relación con
el grado de complementariedad entre los mercados de trabajo de los países de origen y
destino, la demanda laboral en actividades de servicios y la reunificación familiar. El
análisis de la información disponible permite afirmar que la migración de las mujeres
tiene especificidades, pues sus motivaciones van de las estrictamente laborales, pasando
por las de carácter familiar, a otras más individuales.
4. Emigración fuera de la región. Con la declinación de la inmigración de ultramar y la
relativa estabilización de los desplazamientos intrarregionales, la emigración al exterior
de la región adquirió preeminencia. Si bien los flujos se dirigen a diversos destinos, casi
las tres cuartas convergen en los Estados Unidos. La emigración a ese país, en especial la
originada en México y el Caribe, tiene larga data, y ha fluctuado con los vaivenes
económicos y sociopolíticos y conforme a los cambios en la legislación migratoria
estadounidense.
GRÁFICO 5
ESTADOS UNIDOS: POBLACIÓN INMIGRANTE NACIDA EN PAÍSES
DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE, 1970-2000
El stock de inmigrantes latinoamericanos y caribeños en los Estados Unidos aumentó dos
y media veces entre 1970 y 1980, se duplicó entre 1980 y 1990 y llegó a casi 15 millones
de personas en 2000, cuando estos inmigrantes y sus descendientes se convirtieron en la
primera minoría étnica en los Estados Unidos. Algo más de la mitad de los inmigrantes
de la región censados en 2000 nació en México y otro tercio en los países
centroamericanos, principalmente en El Salvador y Guatemala; el tercio restante se
distribuye, casi por igual, entre personas nacidas en América del Sur y el Caribe, siendo
más numerosos los colombianos, cubanos y dominicanos (Gráfico 5).
Los inmigrantes latinoamericanos y caribeños en los Estados Unidos se distinguen por
una composición heterogénea, a veces ensombrecida por los promedios. Así, por
ejemplo, los hombres son mayoría en el stock total de estos inmigrantes, pero ello resulta
de la elevada proporción de personas originadas en México y América Central. El
examen desagregado de las cifras muestra un predominio femenino entre los inmigrantes
que nacieron en los países del Caribe y América del Sur (Gráfico 6).
GRÁFICO 6
ESTADOS UNIDOS: PORCENTAJE DE MUJERES
EN LA POBLACIÓN NATIVA Y LA POBLACIÓN INMIGRANTE, 2000
GRÁFICO 7
ESTADOS UNIDOS: TASA DE ACTIVIDAD ECONÓMICA DE LA POBLACIÓN NATIVA
Y DE LA POBLACIÓN INMIGRANTE, 2000
7
Si bien la tasa de actividad económica de las mujeres inmigrantes a los Estados Unidos es
inferior a la de los hombres, las discrepancias son mucho menores que en los países de
origen (Gráfico 7). La participación laboral que registran las caribeñas y sudamericanas
es notoriamente más elevada que la de las mexicanas y centroamericanas. Con todo, es
importante agregar que, según la información de la ronda de 2002 de la Encuesta
Continua de Población de los Estados Unidos, la mano de obra femenina inmigrante
nacida en México se inserta en empleos de mayor calificación que la masculina, ya que
casi el 9% desarrolla actividades profesionales y de gerencia y otro 23% cumple labores
técnicas, administrativas y de ventas. Esta situación se asocia al hecho de que el nivel
educativo medio de las mujeres trabajadoras es más elevado que el de los hombres. Sin
embargo, esta posición de ventaja no se refleja en la retribución económica: el pago
promedio por hora trabajada es de US$ 10.8 para los hombres y de US$ 8.4 para las
mujeres.
La migración latinoamericana y caribeña a los Estados Unidos obedece a razones ancladas
en las asimetrías de los procesos de desarrollo. En el caso de México, los nexos históricos
con el suroeste de los Estados Unidos y el empleo de diversos mecanismos de contratación
de mano de obra generaron un mercado laboral de facto entre ambos países. Con relación a
Centroamérica, la emigración a los Estados Unidos se expandió en el decenio de 1970,
cuando las rigideces de las economías del istmo, aunadas a las crisis de exclusión política,
llevaron a una emigración muy variada: refugiados, desplazados, indocumentados, familias.
En los últimos decenios, la emigración fuera de la región se ha visto incentivada por
diversos factores. Los procesos de apertura económica, por una parte, y la aplicación de
nuevas tecnologías en el ámbito del transporte y las comunicaciones, por otra, contribuyen a
atenuar el costo de las distancias. La escasa capacidad de creación de puestos de trabajo
estables, la mantención de altos índices de pobreza y las profundas desigualdes en la
distribución del ingreso repercuten en la búsqueda de opciones de vida fuera de la región.
Las redes sociales transnacionales coadyuvan a la superación de los obstáculos que se
interponen en el curso de la migración. Estos factores, entre otros, redundan en que
segmentos cada vez más amplios de la población de América Latina y el Caribe respondan
rápidamente a informaciones y oportunidades distantes.
La emigración a otros países fuera de la región alcanzó un total de casi tres millones de
personas en 2000 (Gráfico 8). Canadá, Europa (en especial, España y el Reino Unido),
Japón, Australia e Israel son los destinos más importantes. En algunos países europeos y
Japón, la presencia latinoamericana y caribeña se acrecentó con el flujo de personas que
obtuvieron el reconocimiento de su derecho de ciudadanía en el país de origen de sus
parientes y antepasados.
España se convirtió, recientemente, en el segundo destino de la emigración regional: en
2001 se registraron 840 mil personas nacidas principalmente en América del Sur.
Además del retorno diferido entre generaciones, esta migración admite otras
interpretaciones; por ejemplo, la cercanía cultural ha hecho que goce de aceptación entre
los españoles, lo que se deduce de las opiniones de la ciudadanía.
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GRÁFICO 8
POBLACIÓN NACIDA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE Y PRESENTE EN EUROPA
Y OTROS PAÍSES CON INFORMACIÓN DISPONIBLE, CIRCA 2000
GRÁFICO 9
ESPAÑA: POBLACIÓN NACIDA EN LOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
ENUMERADA EN EL CENSO DE 2001
Un rasgo notable de la inmigración latinoamericana en España es la muy elevada
proporción de mujeres en casi todas las corrientes (Gráfico 10). Si bien en algunos casos
este predominio disminuyó entre 1991 y 2001, posiblemente debido al reagrupamiento
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familiar, el hecho es que las mujeres fueron pioneras en la instalación del flujo. Más aun,
muchas de estas inmigrantes cumplen una labor fundamental en la provisión de cuidados
a las personas mayores y de servicios domésticos en una sociedad que experimenta un
veloz envejecimiento demográfico; incluso su participación económica contribuye al
financiamiento del sistema de seguridad social. Varios estudios coinciden en señalar que
la calificación de las y los sudamericanos en España es elevada; si bien su inserción
laboral es segmentada, la experiencia de trabajo y los vínculos con las redes sociales y
familiares permiten que muchas de estas personas registren una rápida movilidad
sociocupacional.
GRÁFICO 10
ESPAÑA: PROPORCIÓN DE MUJERES EN LA POBLACIÓN NACIDA EN LOS PAÍSES DE
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE EMPADRONADA EN EL CENSO DE 2001
Canadá mantiene un programa importante de admisión permanente de inmigrantes
basado en una evaluación de la capacidad de las personas para su integración económica
y social; el número de inmigrantes oriundos de la región, principalmente de los países del
Caribe (en especial, Jamaica) y en su mayoría mujeres, casi se duplicó entre 1986 y 1996.
El Reino Unido dio preferencias a los inmigrantes de la Comunidad del Caribe, que en
1980 llegaron a ser 625 mil, pero su número disminuyó después de concluida la política
de libre admisión. En Japón, la inmigración se acentuó en virtud de disposiciones que
facilitaron el ingreso y permanencia a los descendientes de japoneses instalados desde las
primeras décadas del siglo XX en Brasil y Perú; en 2000, más de 300 mil no nativos
residentes eran latinoamericanos (80 % de ellos nacidos en Brasil), en su mayoría hombres,
empleados en los sectores manufactureros.
5. Una nota sobre la migración de las mujeres. La participación de las mujeres en la
migración internacional tiene significados específicos. Hasta no hace mucho, una alta
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proporción ocupaba una condición subordinada: migraban en calidad de acompañantes de
los varones o de acogidas a la figura de la reunificación familiar. Un número muy
importante de mujeres no migraba y, siguiendo a Ángeles Mastretta, podría decirse que
compartían las angustias de Lupis: el papá de sus hijos ya no la llamaba, pero le había
escrito a sus padres para decirles que allá se va a quedar; otras advertían que el rancho
estaba casi vacío, que ya no vivían allí sino mujeres y viejos huérfanos de hijos y que la
vida de quienes se fueron se ha vuelto parte del paisaje reseco. En la actualidad son
numerosas las mujeres que migran solas, tal vez una expresión de mayor autonomía
relativa: ellas también pueden beber del brebaje que produce la mezcla de la necesidad
con la audacia. La más directa evidencia es la feminización cuantitativa de la migración
dentro y fuera de la región. Migran solas, y también con arreglo a difíciles negociaciones
y decisiones dentro del grupo doméstico. Su memoria es más persistente que la de los
hombres, ya que aportan responsablemente con recursos al hogar.
La participación creciente de las mujeres en la migración, como también sucede entre los
hombres, involucra riesgos, pero todo riesgo tiene dos caras: la oportunidad y la
adversidad. Aun cuando no se sabe a ciencia cierta si el hecho de migrar configura un
caso claro de empoderamiento, es indudable que la decisión de hacerlo entraña la
potencialidad de abrir más espacios para las mujeres. Para elucidar si ello es efectivo, se
requiere profundizar en los factores estructurales, sociales e individuales situados detrás
de las decisiones migratorias de las mujeres, así como indagar con mayor detenimiento
sobre las múltiples repercusiones de la migración. Con todo, los antecedentes disponibles
indican que la vulnerabilidad de las migrantes es, en promedio, mayor que la de los
hombres; están expuestas a sufrir discriminación, explotación y violencia, sea en las
travesías o en los destinos. Ello es aun más notorio cuando se dejan de lado los
promedios y se presta atención a la confluencia del género, la etnia y la indocumentación,
que suele traducirse en la violación de los derechos humanos, abusos sexuales, deterioro
de la salud reproductiva y amenaza a la integridad física. Pero no es lícito encasillar a las
migrantes en la categoría de víctimas y hacer parecer a las mujeres como incapaces de
decidir y actuar independientemente. De seguro que la realidad es más diversificada y
compleja que lo que sugieren las imágenes contrastadas.
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