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u Reseñas
Libro: Palacios plebeyos
Autor: Edgardo Cozarinsky
Editorial: Sudamericana
LA ESENCIA DE LOS TIEMPOS PLEBEYOS
Por Antolín Magallanes
Edgardo Cozarinsky es un argentino de ida y vuelta entre Buenos
Aires y París, que visita el mundo a través de los cines. Un hombre
que ha filmado una cantidad importante de películas entre las que
se destacan La guerra de un solo hombre, Cahiers du Cinema, Citizen Langlois y Guerreros y cautiva”, entre otros títulos. Pero su cine
es muy poco conocido en la Argentina y para acceder a él hubo y
hay que recurrir al circuito off.
También, como él se define, es un escritor tardío, con novelas importantes como La Novia de Odessa, Vudu Urbano, y El Rufián Moldavo, novelas que llevan y traen historias sobre los mares, depositando reflexiones sobre problemas crueles del siglo XX, novelas que
se mueven a través de relatos, de generación en generación, juntando lo nómade, haciendo de distintos mundos uno solo.
Cozarinsky es un hombre de miradas amplias que evita que a quienes nos importa la mirada sociológica y política de nuestra sociedad,
ésta no se llene de una pobreza significativa a la hora de indagar
en la cultura y en los aspectos esenciales de la época que estamos
mirando.
Por eso, su obra es un nexo importante con la tensión de nuestro
tiempo: con su cine y su literatura impulsa la posibilidad de recorrer los sentidos que otros dieron a los nuestros.
Es por allí donde se mete el autor, llevándonos por un gran recorrido
global en el barrio de los cines, donde los mismos portan un sentido
y una impronta decisiva en el espectador. De este modo, podemos
observar que esos palacios plebeyos proponen mucho más que la
adoración de la imagen, el relato o la ilusión, sino también que allí
anidan aromas, recuerdos, situaciones, vicios, alegrías, tristezas y pla-
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ceres varios. Estos lugares que se presentan como verdaderos faros
culturales que durante años han permitido que uno no encallara.
Momentos imaginados ansiosamente por toda la secuencia a vivir
antes, durante y después de salir del templo de la imagen. A toda
esa cultura que hemos atesorado en ese recorrido, se refiere Cozarinsky en su libro.
Las grandes ciudades tienen cicatrices que las expresan, lugares donde
uno puede leer mensajes de lo ocurrido. Ciudades como Buenos Aires
nos muestran marcas del clamor que diciembre de 2001 dejó en las
sendas peatonales, pañuelos alrededor de la Pirámide de Mayo, persianas abolladas por miles de martillitos profanadores de bancos
vacíos y ahora autos picados de viruela por un granizo feroz e inoportuno. Tal vez esas marcas sean muchas y tal vez, al girar, se repitan
en otros lados de la aldea global.
Pero si aquí y allí hay una cicatriz o un agujero, donde no un “outlet”,
una mueblería o una iglesia pentecostal que se repite, es la “marca”
de la ausencia de aquellos palacios plebeyos.
Cozarinsky entra como antropólogo y se explaya en relatos con
miles de ramificaciones cinéfilas y sociológicas a partir de esas pérdidas y ese vacío que quedaron en las ciudades y recorre tipologías de
cine religioso, prostibulario, de todos esos credos propuestos en
cada templo.
Hace pocos años, un excelente documental sobre Ada Falcón –Yo
no sé que me han hecho tus ojos, de Sergio Wolf– , nos mostraba
uno de sus momentos más logrados cuando el protagonista enfrentaba solo con su humanidad la dirección catastral cinematográfica
de otrora, con la iglesia o el garage que lo habita hoy.
Este libro también rescata el concepto por el cual el cine crece junto
con la movilidad social, generando el espacio de la “ilusión” democrática y cómo fue atravesando los tiempos, no sólo mostrando su
evolución técnica y visual, sino, además, conformando arquitecturas que mucho decían de los países que las sugerían y presentaban
como meros espacios donde miles de personas accedían a la ilusión.
De esta forma, el relato versiona estilos que reproducen templos
egipcios, romanos, arquitecturas modernizantes, jardines interiores con cielos de estrellas en las salas, lugares donde albergar esculturas y murales de noveles artistas.
Según este libro, el cine vale por sus valores propios, pero el cine
no es sólo pantalla, es imagen y oscuridad en un lugar acondicionado para eso, más el toque justo de imaginación que deriva de
ese acto.
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Reseñas
LA ESENCIA DE LOS TIEMPOS PLEBEYOS
El libro abunda en hermosos relatos de cine, dentro y fuera de la pantalla, anécdotas, citas de críticas cinematográficas de Borges, o filosos comentarios de Victoria Ocampo comparando arquitecturas cinematográficas.
Pero también se dejan ver importantes y lúcidos análisis de cómo los
contextos sociales y políticos influyeron en las costumbres de estos
templos.
Uno de los hallazgos de este libro es su “cierre póstumo”, a través
de un cuento policial que no hace más que homenajear heroicamente a aquellos que pudieron ver la esencia de los templos plebeyos, para no desprender más de sus retinas las secuencias más sublimes de sus dioses.
Palacios Plebeyos nos cuenta cómo nacieron, vivieron, y murieron
aquellos lugares que acompañaron la ilusión de sociedades prósperas. Un libro que toca las culturas que ya no nos habitan, salvo en
el espacio del rescate.
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