La forma en que se logra que surjan en los estudiantes reflexiones metacognitivas, interrelacionadas con acciones autorreguladoras. Las acciones autorreguladas y metacognitivas deben llevar al alumno a reflexionar sobre los resultados obtenidos y la relación entre esos resultados y los procesos de enseñanza aprendizaje que los llevaron a dichos resultados, con la finalidad de determinar el origen de las dificultades y su modificación. Uno de esos hallazgos claves, que debe convertirse en un principio de nuestro trabajo educativo, dice así: "Un enfoque 'metacognitivo' en la instrucción puede ayudar a los estudiantes a tomar el control de su propio aprendizaje definiendo los objetivos de éste y haciendo seguimiento a su progreso en la búsqueda de su logro". Lo 'metacognitivo' se refiere a la habilidad de la gente para predecir su desempeño en diversas tareas y para actuar como monitor de sus niveles de conocimiento y comprensión sobre algún tema. Involucrar a los estudiantes dentro del proceso de valoración y evaluación es parte fundamental para hacer de éste un proceso balanceado. Cuando los estudiantes se convierten en miembros activos del proceso de aprendizaje adquieren una mejor perspectiva de ellos mismos como lectores, escritores y pensadores. A medida que los estudiantes reflexionan sobre lo que han aprendido y de qué manera lo han aprendido, ellos desarrollan herramientas que les permiten convertirse en aprendices más efectivos. Los estudiantes necesitan examinar su trabajo y pensar sobre lo que hacen bien y cuáles son las áreas en las cuáles aún necesitan ayuda. Desde esa perspectiva es que hemos planteado en reiteradas ocasiones la necesidad de que la autorregulación en función de modificaciones, parta de procesos de autoobservación, que conduzcan a autoevaluación y luego a autocorrección, pero estos tres procesos no se pueden dejar al azar sino que requieren de guías o referentes. La autoevaluación no pude realizarse al azar sino siempre sobre la base de las evidencias o criterios definidos previamente en la planificación de la enseñanza, de manera tal que se dé la reflexividad y la toma de perspectiva que constituyen las bases de adecuados procesos de evaluar para aprender. Cuando los estudiantes entienden los criterios de lo que es buen trabajo antes de comenzar la actividad en cuestión, tienen una mayor posibilidad de alcanzar esos criterios. Lo esencial para la comprensión de esos criterios es que sean claros. A medida que los estudiantes evalúan su propio trabajo se les puede pedir que establezcan sus propios criterios en trono a lo que es un buen trabajo. Por ello un tarea importante de la evaluación es ayudarlos a clarificar sus criterios a medida que evalúan sus propios trabajos. En materia de cómo se produce el aprendizaje las actitudes de reflexividad y perspectiva deben favorecer que los procesos de autoevaluación se orienten hacia los indicadores o evidencias siguientes: Cómo se está comportando nuestra percepción y atención, vista la atención fundamentalmente desde nuestra capacidad para separar lo relevante de lo irrelevante. Cómo se está comportando nuestro proceso de codificación y decodificación, o sea, cómo expresamos la información a través de símbolos (fundamentalmente palabras) y cómo convertimos los símbolos en información que pueda ser entendida por los receptores. Cómo estamos memorizando la información percibida y codificada, de manera tal que nos sea fácil recuperarla para utilizarla posteriormente. Cómo se está comportando nuestra comprensión a través de nuestras interpretaciones o explicaciones y la forma en que integramos lo percibido a nuestro propio conocimiento ,lo que nos permita hacer clasificaciones. Cómo se está comportando nuestro aprendizaje activo, más allá de observar para adentrarnos en aprender haciendo. Cómo se está comportando nuestro proceso de motivación a través de la forma de enfrentar desafíos, estar estimulados por la curiosidad ,la forma en que nos controlamos y autocontrolamos, el desarrollo de la fantasía y la imaginación, niveles de satisfacción, etc. Cómo se comportan nuestros modelos mentales, concretados en la forma en que entendemos y la forma en que resolvemos problemas. Todo este proceso de autoevaluación a partir de indicadores debe proveer al alumno de información sobre el comportamiento de su proceso y su producto, para de ahí derivar el análisis de dificultades y aciertos, rotular juicios que le permitan analizar causas y sobre esa base tomar decisiones que deriven en procesos retroalimentadores y autorreguladores, como estrategias de control que hacen surgir reflexiones metacognitivas. Con respecto a estas reflexiones metacognitivas una herramienta útil está en poder establecer indicadores que permitan a los alumnos determinar cuánto conoce de sí mismo, de sus conocimientos y capacidades y cómo andan sus ritmos de aprendizaje y cuáles son los métodos que más se le acomodan. Esos indicadores pueden dirigirse hacia lo siguiente: Si tienen poco conocimientos de sí mismos. Si tienen bajo nivel de conocimientos. Si tienen alto nivel de conocimientos, pero bajo nivel de metacognición. Si tienden a sentirse seguros o inseguros. Si tienen alto nivel de cognición y metacognición y por tanto son más independientes. Si reconocen que conocen poco, que tienen poco desarrollo de sus capacidades y limitadas creencias, lo que redunda en bajos niveles de autoestima. Estos indicadores pueden ser agrupados según características afines y sus regularidades permitiría a los propios alumnos autoclasificarse en determinado grupo de acuerdo con sus comportamientos metacogntivos, teniendo como referente que este proceso puede transitar gradualmente por niveles siguientes: tácito, consciente, estratégico y reflexivo. En el nivel tácito, aún el sujeto no ha tomado consciencia en trono a lo que sabe y lo que no sabe: en el nivel consciente ya puede ubicarse en sus limitaciones y aciertos, en el nivel estratégico puede tomar decisiones para determinar qué conocimiento usar, cúando hacerlo y cómo, en consonancia con las demandas de situaciones concretas y en el nivel reflexivo, alejado de toda posible actuación impulsiva, el sujeto puede sacar provecho de todo lo que conoce y proyectar incluso acciones futuras tendientes a elevar niveles de desarrollo. El paso por esos nivel es gradual y forma parte de las acciones formativas que conciba el docente, aunque existen vías no reglas de ir ascendiendo por estos niveles metacognitos. Podemos ir concluyendo que el elemento referido a la observación, en función de la evaluación para aprender o evaluación formativa debe conducir progresivamente a obtener información sobre la manera en que los alumnos van siendo cada vez más capaces de utilizar por sí mismos el conocimiento, para lo cual requiere de variar los procedimientos de adquisición, lo que le permite el desarrollo de los modelos mentales , que constituyen representaciones potentes (o modelo de la situación) que son los que propician que se pueda aplicar lo aprendido a diversas situaciones, pero ya como parte de de una serie de inferencias que se relacionan con los conocimientos previos y derivan en una serie de conclusiones propias favorecedoras de flexibilidad en el pensamiento y en su aplicabilidad. Lo más relevante está en lograr que el tipo de tareas a las que se enfrente el alumno no esté concentrada única y explícitamente en la competencia que se ha venido practicando, como pretendieron en su inicio postular los modelos racionales para la formación de competencias, sino que el alumno pueda hacer uso, por elección propia, de cualquiera de las diversas capacidades que de forma colateral se han trabajado alrededor de la capacidad general seleccionada, así como hacer uso de otras habilidades y operaciones para las cuales no les proporcionaremos claves de cuál usar, ni cuándo, pues lo que se pretende es que sepa cuándo hacer uso de determinadas capacidades, estrategias, etc. y estar dispuesto a hacerlo, pues capacidad y disposición se conjugan en una actuación competente. Al enseñarles y proporcionarles oportunidades para transferir lo aprendido y aplicarlo de manera autónoma a diversos contextos se está ayudando al alumno a generalizar la competencia y ponerla en acción de manera adecuada y por iniciativa propia en diversos nuevos contextos. La meta final es precisamente que se arribe a ese aprendizaje autónomo y que actúen por iniciativa propia; meta en la cual se involucran de manera decisiva actividades en las cuales los alumnos demuestran el dominio que han alcanzado en materia de variar los procedimientos de adquisición, con técnicas de trabajo intelectual que le permitan obtener información, organizarla, recordarla y hacer uso de dicha información de manera propositiva y creativa. La evaluación de cierre del proceso observado tiene un carácter diferente a las evaluaciones anteriores, en este caso deben incluirse instrumentos evaluativos que permitan determinar el nivel en que los alumnos han aprendido, o sea, los niveles de logro alcanzados y la efectividad de los métodos y estrategias empleados en la unidad, ello permitirá recapitular y arribar a juicios de valor sobre la enseñanza.