Universidad Estatal a Distancia (UNED), Sr. Gustavo Gatica.

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Integración, educación capacidades algunas consideraciones generales que se vinculan
a la experiencia de un país receptor de población migrante y refugiada
Gustavo Gatica López1
Difícilmente hoy alguien discuta acerca de la importancia de la educación en los procesos
de desarrollo de los países.
Lo que podría ser un tema sin discusión, parece
problematizarse cuando, en el caso de países receptores de población migrante, la discusión
en torno a la provisión de servicios de educación, pasa de ser vista de inversión en las
personas, a costo para la hacienda pública. Si bien la literatura hace énfasis acerca que la
inversión en educación tiene una alta rentabilidad social y que es un factor clave para
incrementar la productividad de las personas trabajadoras y la productividad nacional,
asumimos de nuestra parte que la inversión en educación si bien es un medio que permite
tener una mano de obra más calificada, su carácter es instrumental en tanto se ordena a algo
mayor: avanzar hacia lograr la creación de capacidades y de cohesión social. Esto si se
quiere, es algo acerca de lo cual tendrían que tener claridad quienes impulsan políticas de
integración de población migrante y refugiada, claro está, con la discusión previa acerca de
los alcances que ha de tener una tal integración.
Teniendo en perspectiva que nos interesa situar la importancia de la investigación en
educación dentro de los procesos de integración social, sistematizaré y presentaré en primer
lugar, algunos aportes a la discusión sobre los alcances del concepto de integración social.
Esta distinción que puede parecer teórica, nos brindará la posibilidad de calibrar el aporte
no solo de la investigación, sino de la educación a los procesos de integración social. En
segundo lugar, presentaré los argumentos que suelen invocarse a favor de la inversión en
educación. En un tercer momento, introduciré el concepto de capacidades desde la
perspectiva teórica del economista y premio Nobel Amartya Sen. Valga afirmar como
criterio de ingreso a la discusión que, la educación adquiere en estos procesos un carácter
instrumental, frente a una aspiración más amplia: asegurar que existe integración de todas y
todos los miembros de la sociedad, particularmente quienes enfrentan formas de exclusión.
Algunas notas acerca de la integración
Con frecuencia damos por asumido que todos y todas tenemos el mismo concepto de
integración cuando discutimos temas afines a la migración y el desplazamiento humano.
De mi parte, parto de que tenemos distintas nociones de la integración, lo cual, lejos de ser
algo negativo, revela la riqueza y posibilidades que da de sí tal concepto. Brevemente
resumiré algunos aportes que pueden ayudar a establecer sus rasgos esenciales, sus
alcances y fines.
Si bien puede parecer innecesario para algunos, tal discusión nos permitirá tener un marco
aproximativo que puede orientar las acciones que se impulsen o los fines que tendrá tal
integración, por ejemplo: promover las capacidades de las personas migrantes y refugiadas;
1
Guatemalteco. Investigador del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) Universidad
Estatal a Distancia y de la Universidad Nacional (Costa Rica). Investigador asociado del Instituto
Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (INCEDES, Guatemala). Profesor de la Maestría en
Desarrollo Económico Local de la Universidad Centroamericana (UCA, El Salvador).
1
favorecer el ejercicio efectivo de la ciudadanía; asegurar el ejercicio de los derechos
humanos o favorecer la cohesión social.
¿Qué rasgos caracterizan el concepto de integración? Añón, afirma que la noción de
integración supone un proceso de inserción social complejo, multidimensional y transversal
(2010, página 626). Para esta autora, la integración tendría que incluir los siguientes
contenidos y procesos:
“(i) la igualdad en derechos y obligaciones, que hace referencia tanto al estatus
jurídico del extranjero como a un igual trato social. La integración es, en este
sentido, inserción social y jurídico-política; de ahí el peso de conceptos como el
de pertenencia y ciudadanía. (ii) Son procesos que afectan tanto a la sociedad de
acogida como a la sociedad alógena. Implican a todas las instituciones y actores
sociales. (iii) Son procesos que se desenvuelven y atraviesan todas las
dimensiones sociales: estatuto jurídico, participación pública y política, vida
laboral, cultural, acceso a la educación, conocimientos lingüísticos, problemas
urbanos y de vivienda, sanidad o servicios sociales. El acceso a todas ellas es
condición necesaria aunque no suficiente de la integración y la cohesión social.
(iv) La integración no debe implicar, obligatoriamente, la asimilación cultural de
las personas migrantes o su aculturación, sino el respeto y cierto derecho a la
diferencia. (v) La finalidad o la orientación de estos procesos es lograr que las
personas y los grupos sociales se sientan parte de una sociedad con vínculos que
garanticen la pertenencia plena y se sientan aceptados, maximizando la
capacidad de los individuos para decidir sobre sus propias vidas (2010, página
626).
Lo planteado por Añón parte del reconocimiento de la integración como proceso, que
presenta complejidades, que es multidimensional, que atraviesa ámbitos sociales, políticos,
culturales, económicos y políticos. La propuesta que sistematiza esta autora, renuncia a
seguir el paradigma de la asimilación cultural, por el contrario, abre horizontes para el
respeto y valoración de las diferencias y especificidades de cada persona y grupo. Un
concepto de integración que se enfoque en uno de los aspectos, corre el riesgo de ser
mutilado.
La integración puede entenderse asimismo desde el reconocimiento de las desigualdades
sociales. Para Garreta Bochaca, la integración es la incorporación a la sociedad, en igualdad
de condiciones, de aquellos grupos que sufren situaciones de subordinación o exclusión.
La integración, dirá este autor, debe eliminar obstáculos jurídicos, culturales, lingüísticos,
que permitan a las minorías sentirse parte de la sociedad (2003, página 85). Este mismo
autor, citando a Milton Gordon, afirma que la integración se entiende como una
incorporación en igualdad de condiciones en la política y la estructura socioeconómica de
la comunidad, con ausencia de discriminación por origen o adscripción a una minoría
étnica.
Mármora (2002) utiliza el concepto de inserción, el cual se encuentra dentro del péndulo
participación-marginalidad. Anota el autor:
“La participación sería la materialización de la relación social, observable a
partir del contacto ya sea económico, cultural, ecológico, que establece el
2
migrante con el medio y sus modalidades. La marginalidad, resultaría de una no
participación apareciendo el concepto de marginalidad como una falta de
contactos y, por tanto, de participación del individuo o grupo respecto a uno o
más sectores de la sociedad” (2002, página 329).
La integración, a la luz de los aportes señalados, ha de entenderse como hecho procesual,
en el que ocurren hechos simultáneos. Debe dejarse claro que, vista como proceso, la
integración no tendría que suponer la “superación de etapas” para que sea efectiva. La
dimensión de proceso parte del reconocimiento de la multidimensionalidad y complejidad
de factores que se ven involucrados, desde aspectos educativos, lingüísticos y culturales,
pasando por aspectos laborales, sociales, hasta otros de naturaleza política.
Un factor que puede contribuir a favorecer la integración es distinguir la ubicaciónposición de los sujetos. Así, ha de tomarse en cuenta la marginalidad-exclusión como
condición desde la cual las personas migrantes se integran. Partir de esta condición nos
exigirá reconocer las necesidades que surgen de la especificidad de la experiencia
migratoria, pero también de aquellas que surgen por la realidad de género, la edad, por el
nivel educativo, la condición migratoria, por citar algunas.
Un aspecto central en la integración de las personas migrantes y refugiadas es la
participación real y activa en las dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales que
se crean al interior de una sociedad. Cuanto más alejadas estén las personas migrantes de
esta participación real, menos integradas-cohesionadas estarán con la sociedad. A la
inversa, cuanto más partícipes sean de aquellas dinámicas, el sentido de pertenencia a la
sociedad receptora se incrementará y podrán alcanzarse mayores logros sociales con un
sentido de desarrollo inclusivo.
De forma específica, la promoción de integración pasa por el reconocimiento de la
ciudadanía para las personas migrantes. Ella supone la realidad de ser sujeto político con la
que cuenta un individuo, objetivamente expresada en el reconocimiento de sus derechos,
con capacidad de ejercerlos y reclamarlos en medio de la comunidad política y social a la
que pertenece. La ciudadanía incluye una dimensión subjetiva que se expresa en la propia
conciencia del individuo respecto de su individualidad y de su propio poder de decisión, no
solo cuando forma parte de procesos colectivos en los que se determinan los contratos
sociales fundamentales, sino cuando de forma pragmática se definen las mediaciones que
harán posible la reproducción de la vida humana. A este respecto, conviene recordar que:
“solo puede sentirse como miembro pleno de una sociedad aquel que cuenta con
sus derechos civiles, políticos y sociales. La posesión de estos derechos sociales
adquiere especial relevancia para el ejercicio de la ciudadanía toda vez que
permite una inclusión real de los excluidos y fortalece el camino hacia la
superación de las desigualdades. Por el contrario, una noción formal de
ciudadanía que no tenga en cuenta la realización de los derechos sociales,
termina perpetuando las desigualdades” (IIDH, 2008, página 20).
Este mismo texto señala que la ciudadanía reúne los derechos y las obligaciones asociado a
la capacidad de ser miembro de una unidad social, lo cual confiere a los derechos sociales
un papel esencial para su ejercicio. En este orden de ideas, la Comisión Económica para
América Latina (CEPAL) señaló que:
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“mientras se impone una racionalidad cultural basada en esta negación del otro,
también se niega el vínculo social y ciudadano de reciprocidad. Los grupos
discriminados, además de tener un acceso más precario a la educación, el empleo
y los recursos monetarios, también se ven excluidos por la falta de
reconocimiento político y cultural de sus valores, aspiraciones y modos de vida.
Hay que tener en cuenta, además, que este rasgo secular de negación del otro
instala en la cultura política y en la vida cotidiana un patrón de valoración que
refuerza la desigualdad y la segmentación sociales. De este modo, la exclusión
socioeconómica y la discriminación cultural se potencian mutuamente”2.
En este orden de ideas, surge la necesidad de avanzar de modelos Estatales garantistas a
modelos en los que los Estados aseguren de forma real el reconocimiento y exigibilidad de
derechos de las personas migrantes. La discusión en torno a la ciudadanía y al concepto
de integración puede dar claridad para nuevas formas de “gestionar” la migración en países
receptores.
Esta es una distinción que podría parecer secundaria, incluso marginal, pero que es preciso
identificar, pues las derivaciones de una y otra tendrán impactos distintos no solo en los
alcances de la población a la que llegan, sino en las aspiraciones de desarrollo de un país.
La ausencia de claridad conceptual, procedimental o metodológica de quienes elaboran o
diseñan las políticas públicas, puede ahogar valiosos esfuerzos. Véase el caso de una
Dirección de Integración que forma parte de la Dirección General o Secretaría de
Migración y Extranjería. Esta podría llevar adelante importantes esfuerzos para promover
“la integración” de la población migrante en un país receptor. Sin embargo, los ámbitos de
influencia y las articulaciones que favorece, pueden ser muy limitadas en medio de la
arquitectura institucional gubernamental, pero también en la amplia y compleja variedad
de factores que están vinculados a la migración en un país. Se requiere por tanto de
acciones estratégicas que involucren a instituciones de planificación (Ministerios o
Secretarías de Planificación); de generación de información (Institutos de Estadísticas o
Centros de investigación); de gestión de servicios (Ministerios o Secretarías de Educación,
Salud, Vivienda, por mencionar algunas).
Complementariamente, la discusión acerca de la integración supone, ponderar lo que
pueden ser procesos impulsados al interior de una institución (por ejemplo un Ministerio,
Secretaría de Estado, una Dirección General de Migración o un Instituto Nacional de
Migración), las orientaciones que se derivan de las Leyes de Migración o de los Planes
Nacionales de Desarrollo. Todo ello, armónica y coherentemente daría lugar a estrategias
amplias, diríamos una política pública.
Un proceso planificado de política pública que favorezca la integración de la población
migrante, tendría en sí mismo que estar en plena coherencia con las metas de desarrollo que
el país ha definido para sí. Esto es, por mencionar algunas: las políticas educativas, de
salud, de empleo, de integración a la economía internacional. Acá entonces cobraría
sentido la pregunta ¿Cómo se integra a la población migrante que vive en un país, a los
procesos de desarrollo que se impulsan?
2
Comisión Económica para América Latina (2007). Cohesión social: Inclusión social y sentido de
pertenencia en América Latina y el Caribe. CEPAL. Santiago, de Chile. Página 20.
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Anotaciones generales acerca de la inversión en educación
Si atendemos a las consideraciones meramente económicas acerca de la importancia de
invertir en educación, ha de señalarse que ésta se justifica en la espera que habrá un
beneficio compensatorio futuro: sea individual o social. Desde la perspectiva de la
economía neoclásica, un incremento en el stock de capital humano contribuye a aumentar
la productividad de las personas en su inserción al mercado laboral, lo que deriva en la
obtención de mayores ingresos, asumiendo que la persona recibe un salario conforme a su
productividad marginal.
La teoría económica señala algunos beneficios monetarios y no monetarios que justifican la
inversión en educación. Recordemos algunos:

Beneficios monetarios. Se afirma que el incremento en los niveles de educación de la
personas, son acompañados por un incremento de su productividad en el mercado de
trabajo. Esto al menos teóricamente, se traduce en un aumento de su nivel de
remuneración. Bajo esta premisa, podríamos decir que a mayor educación, se espera un
mayor nivel de remuneración monetaria para la persona (ello sería un beneficio
individual). A su vez, los beneficios individuales, se incorporan a la contribución
específica de las y los trabajadores a la economía nacional al crecimiento económico.

Beneficios no monetarios. La literatura también señala que la educación permite a las
personas obtener beneficios no monetarios que se desprenden de la actividad
transformadora que implica la inversión educativa y que aumentan sus niveles de
satisfacción. Pueden mencionarse como ejemplo, las mejoras en salud por la adopción
de nuevos hábitos preventivos médicos sanitarios, alimenticios que también involucran
beneficios sociales en tanto reducen los costos de atención en tratamientos médicos.
Otros beneficios generales de invertir en educación son:





La capacidad de asignar mayor valor a la naturaleza, el entorno, las creaciones humanas
como la cultura. La variedad de los gustos se hace más diversa y se aumenta la
capacidad para obtener satisfacción de distintos bienes.
Se incrementa la valoración por los derechos, por la diversidad y se es más receptivo a
un enfoque de interculturalidad en las relaciones personales o en los procesos
educativos. Hay un impacto positivo en las actitudes y valores sociales que se viven.
Contribuye en el caso de las mujeres a reducir en el largo plazo, la tasa de natalidad de
forma significativa, lo cual da lugar a transformaciones en las formas en las que las
mujeres se insertan al mercado laboral, dada la aún vigente asignación de roles que
sigue endosando las labores de cuido de los hijos a las mujeres y en menor medida a los
hombres.
Ayuda a favorecer mayor participación de las personas en procesos organizativos
comunitarios, en la vida social y democrática de los países. Debe agregarse que mayor
educación contribuye a crear mayor independencia y libertad de pensamiento.
A nivel social, mayor educación da lugar a externalidades positivas que se relacionan a
la inversión educativa, en tanto las ventajas que obtienen los miembros de la
comunidad, van más allá de los beneficios que obtiene una sola persona o grupo.
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En general hay beneficios intergeneracionales positivos con la provisión de educación a las
personas, particularmente a aquellas que experimentan formas específicas de exclusión
como puede ser el caso de las personas migrantes o refugiadas. Desde una perspectiva
muy limitada y bajo un enfoque economicista, tendría que reconocerse que las decisiones
acerca de la inversión en educación surgen de la ponderación de los beneficios individuales
y sociales que se obtienen al compararse con los costos que tal bien implica para un país
El enfoque de capacidades: recuperando los aportes de Amartya Sen
Ha sido el premio Nobel de Economía Amartya Sen quien ha insistido con mayor vigor en
la importancia de discutir el enfoque de capacidades. Uno de los puntos de partida en su
planteamiento es la pregunta acerca de ¿cómo debería promoverse la justicia? Esto que en
principio parece una discusión solamente teórica, deriva en implicaciones prácticas, sobre
todo para quienes tienen la responsabilidad de elaborar políticas públicas. Para Sen, la
necesidad de una comprensión de la justicia basada en los logros está relacionada con el
argumento “que la justicia no puede ser indiferente a las vidas que las personas pueden
realmente vivir” (2010a página 50). Precisamente, no ser indiferente a las vidas de cada
persona, nos lleva a distinguir lo que hace diferente a cada individuo, en su historia, pero
también en sus aspiraciones para construir un proyecto de vida por el cual desee vivir.
Asumir conscientemente las especificidades de cada persona es lo que lleva a estar atentos
ante una retórica que plantea una igualdad formal del hombre, que a menudo “suele desviar
la atención de estas diferencias… al no tener en cuenta el hecho de que el considerar a
todos por igual puede resultar en que se dé un trato desigual a aquellos que se encuentran
en una posición desfavorable” (2010b, página 13).
Desde esta preocupación general por la justicia, podemos acercarnos al concepto de
capacidad. Ésta se entiende como el poder propio del que se dispone, pero también de la
voluntad que tenga una persona para resolver situaciones adversas del entorno social,
comunitario, familiar o individual que se presenten. El poder propio del que se dispone
hace referencia a habilidades que la persona ha adquirido y de la destreza con las que las
utiliza. Sen, distingue entre la perspectiva de capacidad y la “igualdad de oportunidades”.
La capacidad de una persona para realizarse, dirá Sen, sí supone la oportunidad de
perseguir sus objetivos, en cambio la igualdad de oportunidades se refiere de forma más
restringida para hacer referencia a la disponibilidad de algunos medios particulares para
lograr algo. Una “verdadera” igualdad de oportunidades tiene que pasar por la igualdad de
capacidades (Sen 2010b página 20).
El concepto de capacidad está unido intrínsecamente al de libertad. Para Sen, la libertad es
ni más ni menos que la “oportunidad real” que tenemos para alcanzar aquello que
valoramos (2010b, página 45). ¿Qué es lo que una persona valora? De acuerdo a la
realidad específica de cada sujeto, vivir un tipo de vida que, de acuerdo a sus aspiraciones
merezca la pena vivirse. En este particular, las respuestas pueden ser tan variadas, partiendo
de la diversidad humana. La libertad está intrínsecamente unida a la posibilidad de agencia,
que en la perspectiva de Sen, reside en el reconocimiento y respeto de la capacidad de una
persona por establecer objetivos, compromisos y valores (Sen 2003, páginas 47-74). La
agencia es asimismo capacidad. El valor de estas radica en la libertad que la persona ha
tenido para elegirlas. Esta línea de análisis nos remite a considerar un conjunto amplio de
variables que incide finalmente en el desarrollo. El concepto de agencia supone un cierto
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poder autónomo del individuo frente a la sociedad, a las instituciones y al poder. Para
nuestros intereses, una persona migrante con “capacidad” de agencia es menos vulnerable
cuando se incorpora al mercado de trabajo.
Al tomar en cuenta el punto de partida original en el que se encuentran las personas en la
estructura social, se valora la posibilidad real de convertir el deseo individual en situación
de bienestar. Sen dirá que la característica primaria del bienestar puede valorarse en
términos de lo que una persona puede realizar (Sen, 1997, página 77), más aún dirá, que la
característica esencial del bienestar es la capacidad para conseguir realizaciones valiosas
(Sen, 1997, página 80). Dicho de forma sencilla, el “mejor estado humano” es el que se
alcanza a partir de las realizaciones que deliberada, consciente y libremente el individuo
realiza en función del tipo de vida que razonablemente estima vivir. Expresado con otras
palabras, un genuino bienestar deviene de la capacidad que la persona pueda tener para
elegir libremente cómo desea vivir. Esta libertad de elección que permite escoger los
medios que se deseen para alcanzar la vida que cada persona aspira, no es realmente posible
para todas las personas, particularmente quienes enfrentan formas de exclusión como
pueden ser las personas migrantes y refugiadas.
En perspectiva
La integración tendría que tener como finalidad lograr cohesión social ese sentido de
pertenencia a un grupo o a una sociedad, incluso, cuando no se ha nacido en ella, lo que no
implica que exista una renuncia al pasado, a los orígenes, a las propias raíces. Las
sociedades que ostentan mayores niveles de cohesión social brindan un mejor marco
institucional para el crecimiento económico y operan como factor de atracción de
inversiones al ofrecer un ambiente de confianza (Ocampo, citado por CEPAL 2007, página
17).
En este marco amplio, la educación tiene un papel fundamental. Habilita por una parte a
cada persona a integrarse de mejor forma al mercado laboral. A mayor educación, habrá un
incremento de la productividad individual y nacional. Dentro de una perspectiva
reduccionista, se incrementan los ingresos personales y también los colectivos. Más
importante que ello, es la contribución positiva a la transformación en las actitudes y
valores frente a la vida, frente a las otras personas y frente al entorno.
Siguiendo los aportes de Amartya Sen y distinguiendo entre capacidades y oportunidades,
corresponde a los Estados asegurar la igualdad de oportunidades que es la disponibilidad de
contar con los medios ¡como la educación! Para lograr algo, por ejemplo, tener un trabajo
decente. Ello sería un medio para promover la capacidad de las personas, recordando que
aquella es la posibilidad de buscar los propios objetivos o la oportunidad real para alcanzar
lo que más profundamente valoramos. A ello podemos apostar cuando elegimos invertir en
educación.
Referencias
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