pereyra victor daniel

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Poder Judicial de la Nación
TS06D 62722 15-03-11
SALA VI
EXPTE. Nº 34.311/07
JUZGADO Nº 63
AUTOS: “PEREYRA VICTOR DANIEL C/ ALUSUD ARGENTINA S.A. Y OTRO S/
DESPIDO”
Buenos Aires,
de
de 2011.
EL DOCTOR JUAN CARLOS FERNANDEZ MADRID:
1. Llegan los autos a esta alzada con motivo de los agravios que, contra la
sentencia de primera instancia de fs. 530/535, interpusiera la parte actora a tenor
de los memoriales obrantes a fs. 542/552. También apela la representación letrada
de la parte demandada y el perito contador los honorarios regulados a su favor por
considerarlos reducidos.
2. Se agravia el accionante porque la señora Jueza “a quo” rechazó su
pretensión de ser indemnizado por despido injustificado al considerar ajustado a
derecho el acto disolutorio dispuesto por la empleadora, ya que, juzgó probado que el
accionante realizó conductas incompatibles con el relevante cargo que ocupaba en la
empresa consistente en acoso sexual a una trabajadora y hostigamiento a otros
empleados. Afirma el recurrente que la sentenciante valoró en forma errónea la
prueba testimonial rendida y que se violó el principio de simultaneidad entre la injuria
y la sanción.
Adelanto que la queja no tendrá favorable acogida.
En orden a la situación de autos, debe distinguirse las actitudes que tuvo el
actor con Luciana Chavez y Mónica Susana Moavro Mónaco de las que en conjunto
afectaron a todo el personal.
Respecto de la empleada primeramente mencionada se incurrió en una
conducta comprendida en la ley 24.685 que al respecto establece que: “Se entiende
por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión, que de manera
directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una
relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad
personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes”
(conf. Art. 4º).
Quedan especialmente comprendidos en la definición del artículo precedente,
la violencia sexual consistente en “Cualquier acción que implique la vulneración en
todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir
voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas,
coerción, uso de la fuerza o intimidación… acoso…” (conf. Art. 5º, ley citada).
En especial, el art. 6º inc. c) refiriéndose a la violencia laboral contra las
mujeres incluye el “…hostigamiento psicológico en forma sistemática sobre una
determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral”.
Los conceptos expresados, que caracterizan lo que en doctrina se expresa
con el vocablo “mobbing”, conforman una conducta comprobada en autos respecto
de Chavez que se ha utilizado por parte del actor para hostilizar y degradar a la
trabajadora afectando su salud y dignidad, aprovechándose de su situación
jerárquica.
Estas conductas ilícitas levadas a cabo por el accionante atentan contra las
condiciones de trabajo que encuentran protección en el art. 14 bis de la Constitución
Nacional y en los tratados internacionales con jerarquía constitucional (art. 75, inc.
22).
Asimismo, parte de los conceptos expresados se proyectan sobre la situación
de Moavro que sufrió acoso moral adquiriendo razonabilidad los términos de la
ruptura contractual dispuesta por la demandada el día 12 de marzo de 2007 fundada
en las siguientes imputaciones: “…acoso moral sostenido en forma constante a la Sra.
Mónica Moavro…acoso sexual a la Sra. Luciana Chavez…ocurrido durante los años
2003 y 2004…hostigamiento moral sobre otras personas de la empresa”.
Más abajo examino la prueba que justifica dicho aserto.
En virtud de las reglas que rigen la carga probatoria corresponde a quien
denuncia el contrato, la empresa demandada, la prueba de los extremos pertinentes
(art. 377 CPCCN).
Al respecto declaran los siguientes empleados de la empresa demandada:
a) Luciana Chavez (fs. 297/300), relata ser la autora de la denuncia de acoso
moral y sexual que motivara el despido del Sr. Pereyra. Señala que trabajaba de
facturista y tenía que hacer gráficos con estadísticas de venta para su jefe
inmediato, el Sr. Emilio Bianchi, que Pereyra también quería que se los llevara a su
oficina y cuando lo hacía, aquél cerraba la puerta y se los hacía colgar en una
pizarra de corcho que había en su oficina detrás de un archivo. Que eso generaba
dificultad y el Sr. Pereyra se levantaba y le apoyaba su mano en la zona de la
cadera y la cola pidiéndole que le explicara como iban las ventas, que le explicara el
gráfico, tarea que no le correspondía a ella, sino a su jefe. Que esto ocurría todos
los días. Que cansada le comentó lo que ocurría a sus compañeros, porque la
esposa de Pereyra era también compañera suya. Que cuando arribaba a la empresa
a la mañana, la testigo se iba al baño para evitar que el actor la toqueteara, porque
es muy toquetón y hasta que no subía, ella no salía. Que cuando la empresa se
vendió, entre los jefes decidían que personas iban a permanecer en la empresa y a
quienes iban a desvincular. Que a ella la llamó a Pereyra para informarle que iba a
permanecer y que como no tenía tiempo ahí porque había mucha gente, le propuso
hablar de las perspectivas fuera de la empresa, fuera del horario laboral tomando
un café. Que ella le dijo que no y que las cosas de trabajo se hablaban en el
trabajo. Que al otro día la llamó a la oficina para hacerle un comentario y le
preguntó si le gustaba el color lila. Que ella le contestó que era un color lindo y que
Pereyra le dijo que en la ropa interior le encantaba. Ella no hizo ningún comentario
y se fue. Que ante sus negativas, al no tener una respuesta favorable a su acoso,
comenzó a tratarla mal, a decirle que no trabajaba, que su rendimiento no era el
esperado, que bajaba las cortinas de su oficina porque estaba cansado de no verla
hacer nada. Que una mañana el Sr. Pereyra dijo que le sigan metiendo denuncias,
que ya iban 8 y que igualmente seguía trabajando ahí y que estaba capacitando a
su esposa para que lo mantenga.
b) Mónica Susana Moavro Mónaco (fs. 302/305), le imputa al actor
hostigamiento, descalificación y humillación hacia su persona. Señala que el Sr.
Víctor iba a su oficina, abría la puerta intempestivamente, entraba, le tiraba las
cosas sobre su escritorio, la descalificaba, la maltrataba delante de sus
colaboradores y eso generaba un clima terrible. Que el maltrato era diario, que
comenzó el año 2004 y continuaron hasta que se fue de la empresa. Aclara que el
Sr. Víctor era cambiante había períodos que aflojaba y otros que se intensificaba, de
pronto te trataba bien y de repente te decía barbaridades hirientes. Señala la
deponente que por el alto grado de estrés sufrido como consecuencia de esos
maltratos cayó en un estado de depresión, socavamiento de su autoestima y
agravamiento de sus enfermedades crónicas. Que le decía que era enferma que no
servía en la compañía y que tomarían a otra persona en su reemplazo.
Por otro lado, afirma conocer por la propia Sra. Chavez el acoso sexual
sufrido pero señala que no los presenció. También expresa haber sufrido maltratos
el Sr. Roberto Fraga, cuando un día quedó inmovilizado y una persona lo llamó
porque pensó que podía tener una descompensación. Asimismo, expresa que en una
reunión tuvo descalificaciones y exabruptos hacía el responsable de producción Julio
Marcelo Feijo y un técnico de procesos, Diego Rabollini.
Asimismo, la testigo señala que en la empresa los empleados se sentían
amenazados porque el Sr. Pereyra era la máxima autoridad en Argentina y en una
reunión de “dayli management” les dijo que dejaran de llamar a la línea de ética
para hacer denuncias porque lo único que iban a lograr era que cerraran y se
quedaran todos sin trabajo, que él no tenía problemas porque él estaba bien
conceptuado y lo iban a reubicar en alguna unidad.
c) Walter Federico Van Dommselaar (fs. 310/311), dice que no tenía relación
directa con el actor porque de por medio estaba el gerente comercial, que el
accionante no tuvo comentarios directos contra él pero que tenía un carácter fuerte,
como el resto del personal, depende el día; a veces venía contento, alegre y
saludaba a todo el mundo, otras veces no saludaba a nadie. Señala que si tenía
problema con alguna persona podía pasar un tiempo sin que la salude. Que con
algunas personas tenía un trato cordial y con otras un trato más despectivo. Afirma
que en algunas reuniones el actor tenía un trato despectivo con superiores del
ponente, como el caso de Emilio Bianchi que fue gerente comercial, que al testigo lo
hacía sentir mal esa situación por la forma en que se dirigía a su superior,
demostrando quien era el jerárquico, desacreditándo a Emilio Bianchi que de hecho,
terminó despidiéndolo.
d) Roberto Fraga (fs. 395/399), señala que el director general, Guillermo
Miranda, le comentó que despidieron al actor por incumplimiento de los valores de
la empresa, puntualmente por acoso sexual. Que sabe que el gerente general
acosaba a Luciana Chavez porque ésta se lo dijo. Que un día la tocó, no estuvo
presente el testigo, pero afirma que cuando compartían el piso con la víctima, la
oficina del Víctor Pereyra estaba arriba y era cerrada por puertas, no tiene forma de
verse lo que ocurría en su interior. Señala que un día cuando Luciana sube a la
oficina y la ve salir la nota de una manera extraña, se le acerco y le preguntó que
pasó, le contestó que nada y cuando vuelve a preguntarle le contesta que había
tenido un percance con el Sr. Víctor. Que, asimismo, otro día Luciana comentó que
estaba muy molesta por una discusión mantenida con Víctor que la hacía sentir
acosada desde un punto psicológico. Respecto a su experiencia en la demandada
dice haber tenido relación directa con el actor ya que le reportaba directamente a él,
era responsable del área de calidad y tenía a su cargo el procedimiento de
aprobación de la materia prima. Expresa que respecto del personal existieron varias
situaciones relacionadas a su trato despectivo, a modo de ejemplo señala el caso de
Alejandro Hoffman: el ponente lo llevaba a reuniones porque lo estaba entrenando
para reemplazarlo en su puesto y en aquéllas el actor lo agredía directamente
descalificando sus propuestas porque lo había tomado de punto. Continua
describiendo la forma de agredir al personal señalando que los ridiculizaba al
desestimar su trabajo, a modo ejemplificativo señala que al presentar algo les decía
que era una tontería. Afirma haber sufrido descalificaciones directas hacía su labor,
no recuerda puntualmente las palabras exactas utilizadas por el Sr. Víctor pero si la
situación donde le daba a entender adelante del resto de sus compañeros que su
trabajo era una tontería. Un evento no muy agradable fue durante la aprobación de
una materia prima, que se encontraba en proceso. Víctor lo llamó a su despacho y
cuando llegó había dos personas de ventas. Le preguntó sobre la materia prima y le
contestó que todavía no había sido aprobada pero que estaba en proceso.
Automáticamente estalló a los gritos, situación de agresividad tal que lo dejó sin voz
y sin poder explicar motivos debió retirarse de la sala haciendo señas como un
mudo.
e) Diego Eugenio Rebolini (fs. 421/423), señala que al actor lo despidieron
debido al trato que tenía con el personal. Señala a modo de ejemplo que en una
especie de discurso, frente a un grupo de personas, dijo que si no había cambios en
la compañía ibamos a perder el trabajo. Que lo presenció en dos ocasiones y que
aquellas manifestaciones iban dirigidas hacia su persona. Agrega que en una
segunda ocasión, ante una manifestación suya, le contestó lo iba a hacer delante de
sus compañeros de trabajo con palabras y expresiones soases. El testigo señala que
no dependía directamente del actor sino que su superior jerárquico era Marcelo
Feijo, gerente de producción. Afirma que el propio Víctor en discursos o charlas
reconocía que tenía varias denuncias por malos tratos, pero decía que de todos
modos no iba a cambiar su modo de gestionar. Respecto de Luciana Chavez,
expresa que era una empleada como él, que un día que estaba solo, se acercó
llorando a su oficina y le contó que Víctor la había llamado, le había dicho que la
estaba mirando y que si no trabajaba la iba a despedir.
Las declaraciones testimoniales anteriormente analizadas son las que
aportan claridad a la controversia, estos dieron suficiente razón de sus dichos, ya
que tomaron conocimiento directo de los hechos en cuestión, por haber trabajado
con el actor, haber sido destinatarios de ofensas y tratos desconsiderados.
En el mismo orden de cosas, destaco que el acoso sexual es una injuria de
difícil prueba y generalmente se debe decidir en base a indicios que revelan un trato
indebido entre el superior jerárquico y el o la empleada. Los hechos relacionados a
este tipo de figuras ocurren en general en ausencia de terceros, por lo tanto no
corresponde prescindir de la denuncia de quien invoca la situación de víctima del
acoso sexual. En el caso, Luciana Chavez atestigua de modo concordante con la
denuncia realizada en la empresa demandada y los demás deponentes son testigos
directos de las depresiones que sufría aquella como consecuencia del trato del que
era objeto en el ámbito laboral.
En segundo lugar, la automaticidad y la contemporaneidad entre el
conocimiento por el empleador de la circunstancia que motiva el acoso y su
represalia no constituyen requisitos insoslayables para configurar la injuria, máxime
cuando dadas las características especiales del presente caso y las pruebas
producidas se encuentran acabadamente acreditadas las amenazas de despido que,
desde su posición jerárquica, inferidas sobre los trabajadores dependientes, con el
fin de atemorizarlos y así lograr el prolongado silencio que acompaño la reprochable
actitud del Sr. Pereyra durante varios años. Por ello, en modo alguno considero
violado el principio de contemporaneidad entre la injuria y la sanción.
Por otro lado, se trata de una figura de carácter puramente laboral, por lo
que no están subordinadas a cuestiones penales y deben ser evaluadas con el
criterio específico de la materia y la naturaleza la cuestión justifica la falta de
instrucción sumaria pues es evidente que la actitud asumida por el actor
comprometía gravemente la responsabilidad de la empresa, que no debía tolerar
que se turbara de ese modo a los trabajadores cuya dignidad que estaba obligada a
tutelar resultaba afectada (art. 75, LCT).
Además de la consideración del acoso sexual imputado, en el caso se ha
acreditado que el demandante incurrió en una actitud de hostigamiento y de
violencia moral contra Moavro, Fraga, Feijo y Rabollini a quienes maltrataba,
descalificaba y desafiaba bajo distintas amenazas.
Cabe destacar que el superior jerárquico, frente a sus subordinados,
representa al empleador y es inaceptable que aproveche de su situación prominente
para efectuar presiones que atentan contra la dignidad y la libertad moral y menos
aún sexual individual de las personas que tiene menor rango en la empresa.
En este contexto, considero que la medida adoptada por la accionada (conf.
art. 242 LCT) resultó proporcionada a la falta cometida por quien revestía un cargo
jerárquico. Por lo que, propongo confirmar en este aspecto el decisorio de grado.
3. Asimismo, apelan la representación letrada de la parte demandada y el
perito psicólogo los honorarios regulados a su favor por considerarlos reducidos. Por
ello, teniendo en cuenta la naturaleza, mérito, alcance, tiempo y calidad de la labor
desarrollada por los profesionales intervinientes en la causa así como también
atendiendo las pautas arancelarias vigentes como también, estimo que los
emolumentos cuestionados por la representación letrada de la accionada lucen
reducidos, no así los del experto psicólogo que los considero equitativos; motivo por el
cual corresponde elevar los de la representación letrada de la parte demandada a la
suma de $100.000 y confirmar los del perito en cuestión (conf. art. 38 ley 18.345 y
ley 21.839).
4. Por los motivos expuestos precedentemente, de prosperar mi voto,
propongo confirmar la sentencia de primera en lo que hace al fondo de la cuestión y
modificar la regulación de honorarios de la representación letrada de la parte
demandada en el sentido de elevarla a la suma de $100.000.
5. Con relación a las costas de alzada, serán impuestas a la parte actora que
resultó vencida (conf. arts. 68 del C.P.C.C.N.). A ese fin, regúlense los honorarios de
los profesionales intervinientes en esta instancia, en el 25 % de lo que a cada una en
definitiva le corresponda por la labor de origen (conf. art. 14 L.A.).
EL DOCTOR LUIS A. RAFFAGHELLI DIJO:
Que adhiere al voto que antecede.
En atención al resultado del presente acuerdo, EL TRIBUNAL RESUELVE: I)
Confirmar la sentencia de primera instancia en lo que hace al fondo de la cuestión.
II) Elevar los honorarios de la representación letrada de la parte demandada a la suma
de $100.000. III) Imponer las costas de alzada a la actora vencida. IV) Regular los
honorarios de los profesionales intervinientes en ésta instancia en el 25 % de lo que a
cada una en definitiva le corresponda por la labor de origen.
Regístrese, notifíquese y vuelvan.
Ls
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