La ciudad como objet trouvé

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Por Rafael Cippolini
postillas. Incluso bastante antes
que el anatemizado Spinoza, en
un paréntesis de siglos que excluye quizá el XVIII, un clérigo manchego, luego de transcribir el mote “geometría de la afección”, describió la posibilidad de un destino como el devaneo de un yo “huido de sí”; la belleza,
consecuente y en reflejo a la escritura
del Santo de Hipona, como la obliteración de la fuga que, trocando “confesión” y “confusión”, prescinde de la
A
percepción de los objetos y de la precisa construcción de una identidad: un
discurso vacío, empañado, a mitad de
espacio entre lo opaco y transparente
(puntos 1, 3, 4 y 7).
El artista, licuado en su glosa, propone
y fija la tensión de un zigzag entre confort y vacuidad. Cercano al J. K. Huysman de “La Bas”, el tedio de lo opaco
no conoce una forma moral y se divierte con la posibilidad de la modernidad
entendida en repostería (puntos 5 y 9).
Su texto, sumatoria de citas y mañas
(Kandinsky, Champolión, Wittgenstein,
Bohn, Agustín, Nebridio – Ponticiano
– Acipio, Brueghel, Friedrich, Ronald
Hubbard) impone una zona donde el
nombre se expande hacia su exceso.
Lo visto suele ahogarse en la impostura del humor de otras referencias
(puntos 1,4,6,7,9,10,11 y 12).
En cuanto a la respuesta, unívoca y
caleidoscópica, recordará al juego de
la buena pipa, salvo que cambiando a
ésta por otra roseta cualquiera.
Todo astucia, reticencia y zanganismo. Ningún otro propósito para la torta.
La ciudad como objet trouvé
Insólito casting inmobiliario llamando al 4361 7276
Por Mónica Rossi
n las calles de la Boca se encuentran, misterios, enredaderas, conventillos, casas clásicas del 1800,
bares diminutos, mercerías de entonces,
cines que actualmente son supermercados, ferreterías industriales, nauticas,
casas de colores, plazas, plazoletas,
panaderías que humean con el pulso de
la tradición, puestos de flores, procesiones, banderas, cantos y bandas de
músicos, dignidad, mercado, ferias en
las plazas y fachadas de distintas épocas
de la tradición italiana, el neoclásico,
E
construcciones que rodean la costa, el
Museo de Quinquela Martín, la Escuela de
Gráfica, los grandes hangares, los areneros, las provedurías navales, las vias del
tren floridas y simples. Y por último el río,
espacio abierto, el puente, la luz que cambia la escena, a cada rato, y las grúas, testigos que vigilan junto con los mástiles, a
éste pueblo de grandes pintores, de gente
que trabaja y vive a 20 minutos del centro,
como si fuera una isla; verdaderamente La
República de la Boca.
Pensando todas éstas cosas, camino
a diario, recorro y compruebo que la
sorpresa nunca tiene fin. Busco
talleres, estudios, la esperanza de la
guarida, la que toca una poética u
otra, y así voy encontrando lugares
que vale la pena visitar.
Por ejemplo: en frente de la Plaza
Matheu, en la calle Lamadrid 1069,
entre Irala y Hernandarias, detrás de
unas percianas blancas, hay estudios de
artistas que recomendamos ver. Desde
adentro se ve la plaza y una construcción que será de la época del 20 o del
30. Del otro lado de la plaza, sobre la
calle Magallanes, está la casa de Juan
de Dios Filiberto. Esta vecindad refuerza
la poética del lugar.
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