¿Por qué tienen que obedecer los hijos? Lic. Vivian Saade El tema de la desobediencia en los hijos ha sido tratado desde tiempos inmemoriales. Pero, ¿qué es obedecer?, ¿qué es lo que se debe obedecer?, ¿por qué deben obedecer? Cuando de inicio la consigna es: “los hijos deben hacer todo lo que los padres dicen”, tenemos ya un problema. La educación tendría que atender varios propósitos; entre ellos el de criar hijos independientes que puedan hacer buenas elecciones (basándose en la educación que han recibido), que sepan asumir las consecuencias de sus actos y que vivan congruentes con sus valores. A partir de los 5 o 6 años y hasta la adolescencia existe un afán natural en los niños de separarse de sus padres, ya que están buscando crear una identidad propia y a veces, por un tiempo, actúan diferente a lo que se espera de ellos. Si entendiéramos que la desobediencia no tiene que ver con nosotros sino con ellos y que no lo hacen por “retarnos” o “llevarnos la contra”, sino por poner a prueba “lo que les han dicho que debe ser” para comprobarlo por ellos mismos; no estaríamos en una guerra constante. Por eso es importante replantearnos qué valores, reglas y actitudes son importantes y no negociables para la familia y en cuáles podemos ser flexibles y negociar. Negociar es permitirles que expongan las razones por las que no quieren hacer algo que les pedimos, escuchándolos con respeto y atención y nosotros exponerles de igual manera por qué creemos que deben de actuar como les decimos. Al hacer esto, podemos llegar a un consenso juntos. Hay padres que en ocasiones, ya sea por comodidad, por prisa o por costumbre tratan de regular todas las actividades y elecciones de sus hijos: cómo vestirse, que desayunarán o llevarán de lunch, con cuáles amigos pueden salir, cuándo hacer la tarea y cómo, qué actividades extracurriculares tendrán, qué carrera elegirán, etc. Aunque estos ejemplos sean una mezcla de decisiones relevantes e irrelevantes, lo importante aquí es que, en principio, los niños pequeños también puedan hacer elecciones pequeñas y en caso de que no sean las acertadas, que vivan las pequeñas consecuencias para así ser más cuidadosos en sus elecciones posteriores. Esto gradualmente les formará una imagen de sí mismos de confianza, triunfo y aprendizaje. Al llegar a la juventud, éstas serán las herramientas que les ayudarán a tomar las decisiones más adecuadas en cualquier ámbito, ya sea profesional, social o de auto-cuidado. ¿Qué pasa si no los vamos soltando progresivamente ni les permitimos elegir desde pequeños? Podría suceder que cada vez que reciban un “no” por cualquier cosa, tengan comportamientos oposicionistas, retadores y altaneros, creando un círculo en el que los hijos retan y los padres presionan; una dinámica de castigos, enojos, luchas de poder, distanciamiento y rencores. 1 ¿Qué hacer? Confirmar que las reglas sean claras y estén entendidas. Antes de regañar o castigar por desobediencia, es necesario que la regla haya sido establecida con anterioridad. Si es la primera vez que se “rompe”, es importante explicar lo que está permitido y lo que no, y hablar de las consecuencias que tendrá en adelante. Pensar realmente qué batallas vale la pena pelear. Aunque aparentemente todo lo que hacen los niños y jóvenes nos puede parecer inadecuado; hay que reflexionar, poner prioridades y trabajar en lo realmente importante. Tomar algunas decisiones en conjunto expresando nuestra opinión y escuchando su punto de vista sobre el tema que se esté tratando. Dejar de ver sólo lo que no hacen bien: enfocarnos en lo que sí hacen bien y principalmente en sus esfuerzos. Esto redimensiona los problemas. No presuponer por qué no cumplieron una regla: permitir que ellos nos digan qué fue lo que pasó, antes de lanzarnos a regañarlos o castigarlos. En ocasiones las cosas no son como nosotros las vemos o imaginamos. Si estamos enojados, esperar un rato o unos días antes de hablar con ellos: actuar cuando se está enojado hace que nos dejemos llevar por la emoción y no por la razón. Podemos herir sin necesidad o amenazar con cosas que no vamos a cumplir. Los regaños o consecuencias no tienen que ser inmediatas. Cada problema es una oportunidad de mejorar lo que está mal. Sentarse a hablar y a escuchar la impresión de los hijos sobre los problemas que se suscitaron y preguntarles qué proponen para que no vuelva a pasar. Si entendemos que los padres no debemos solucionar los problemas de nuestros hijos, sino guiarlos y acompañarlos para que ellos puedan hacerlo solos; lograremos que se sientan respetados, confiables, responsables, útiles y comprometidos a respetar las nuevas reglas. Estos consejos pueden aplicarse con hijos de todas las edades; pero si empezamos a consensuar, a reflexionar y a dialogar con los niños desde pequeños, estaremos creando una atmósfera ideal para el futuro en la que los hijos no “tengan que obedecernos en todo”, pero aprendan a pensar, escuchar y hacer; a obedecerse y auto-regularse. 2