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LOUVRE
EVOLUCIÓN FUNCIONAL Y DE LA IDEA DE
PATRIMONIO Y CONSERVACIÓN
Como objeto de estudio para mi trabajo de investigación, he decidido decantarme por el actual
Museo del Louvre, situado en la capital francesa, París, ya que ofrece numerosas posibilidades
dentro de nuestra asignatura de Museología y Patrimonio. Entre éstas cabe destacar además de la
característica requerida por el profesor de que fuera una obra en la que a lo largo su historia se le
haya adjudicado una función diferente según su época lo requería, atesora este edificio todo ese
pensamiento y filosofía museologística y de interés por la conservación del patrimonio. Como
desarrollaremos a lo largo de éstas páginas, aunque la denominación como museo sea en cierto
modo moderna, desde su creación en el siglo XII hasta éste momento mencionado, siempre ha
poseído un carácter de almacenamiento de objetos valiosos o mejor dicho, de tesoro real, que en las
siguientes líneas explicaremos con mayor detenimiento.
Además de los continuos cambios en lo que a funcionalidad respecta, como es lógico, el edificio ha
ido transformando su aspecto exterior durante el paso de siglos , así como la distribución de sus
espacios y la creación de nuevos de los mismos, aumentando notablemente la extensión que el
conjunto ocupa en la ciudad.
EL LOUVRE MEDIEVAL: TORRE Y FORTALEZA
Comenzando con el desarrollo de la investigación, nos remontamos hasta los orígenes del Louvre,
situándonos en 1190. En este año Felipe Augusto, rey de Francia, manda construir la torre del
Louvre, la torre Nueva, a orillas del Sena. Mediría cerca de 20 metros de diámetro y alcanzaba los
31 metros de altura. Se situaba en el interior de un recinto cuadrado amurallado con unos fosos de
10 metros de ancho y una profundidad de 6 metros. Construido para reforzar la defensa de la ciudad
de París, se conoce que todas las fortalezas francesas se subordinarían a ella, exceptuando la de
Coucy que bajo ciertos aspectos tendría una parcial independencia.
Varias son las hipótesis que existen sobre por qué el Louvre se llama así, pero una de las más
aceptadas es la de su semejanza al término “Lower”, que no es más que un reducto de madera, que a
su manera, habrían edificado los normandos y que los habitantes de la ciudad continuaron llamando
así cuando allí se construyó la torre real.
Lo que actualmente queda de este primer Louvre, son algunos vestigios subterráneos y dibujado por
una línea de piedra a ras de suelo del Patio Cuadrado actual, su plano aproximado.
Hasta el fin del reinado de Juan el Bueno en 1364, el Louvre conserva su rudo aspecto de castillo
feudal. Los reyes se limitaron a salvaguardar en el conjunto su tesoro: monedas, metales preciosos,
joyas, telas o muebles, además de usarlo también para encerrar a sus enemigos, a modo de prisión,
prefiriendo vivir en el palacio de la Cité, ya que éste antiguo Louvre debía ser un lugar falto de
alegría y comodidad.
En la sala mayor el rey administraba justicia y fue allí donde se celebró, en 1303, la asamblea que
se considera como la primera reunión de Estados Generales. En las lizas que le rodeaban, hubo
torneos y toda clase de armas, tanto ofensivas como defensivas, entre las macizas murallas.
Un cierto aire renovador al aspecto del conjunto, llegará con la figura de Carlos V, el Sabio,
consagrado en Reims en 1364, el cual pensaría este lugar más como un castillo de recreo. Además
este rey había levantado ya la Bastilla, la cual desde este punto de vista le parecía ya suficiente.
Le encargaría a su arquitecto Raymond Du Temple construir nuevas secciones, añadiendo al edificio
de Felipe Augusto altos techos decorativos con doradas giraldillas, introduciendo poco a poco los
atractivos del lujo más refinado de aquel momento como estatuas dentro de hornacinas o sobre
ménsulas, flores de lis esparcidas un poco por doquier o paños de oro.
Pese a que el rey continuara residiendo en el palacio de la Cité, o bien en el palacio de Saint-Pol,
hizo transportar al Louvre su librería de 900 manuscritos y recibió allí en 1378 al emperador Carlos
IV.
Una casa de fieras con leones, una casa de labranza con sus corrales y sus hórreos y también una
pajarera donde se aplicaba la tarea de perfeccionar a los ruiseñores en el arte del canto, existió en
los jardines del Louvre. Pero la guerra civil, los desórdenes, la invasión inglesa y ciertos motivos
más, fueron la causa de la ruina de este primer Louvre.
Más tarde Luis XI lo convertiría de nuevo en prisión y posteriormente Luis XII lo hizo servir como
arsenal hasta que hiciera demoler la robusta torre. Ya bajo el mando de Francisco I comenzará a ser
levantado el Louvre radiante de nuestros días.
EL LOUVRE DE LOS VALOIS
Francisco I remoza las viejas construcciones y plantea en su interior decoraciones fastuosas, para en
1540, recibir en ellas a Carlos V, después de la tregua de Niza. El resultado de esto crea un contraste
que choca de manera desproporcionada al gusto, mostrando un armazón arquitectónico frente a un
contenido interior que no poseen relación alguna entre ambas partes.
Se había de llevar a cabo una actuación en el edificio que lo elevara a una posición más acorde con
lo que se esperaba que representara, por ello el rey seguramente llamará al italiano Sebastiano
Serlio, que había realizado alguna obra en Francia, pero para ésta tarea se piensa que más adecuado
sería utilizar un artista del país. Tras un primer proyecto de Serlio que no gusta mucho, se piensa en
el arquitecto Pierre Lescot que regresaba en ese momento de Italia, el cual presenta un proyecto que
Serlio examina y aprueba.
Un año antes de su muerte, en 1546, el rey decide escoger como arquitecto del nuevo palacio a
Pierre Lescot, al que confirmará en su misión Enrique II. Resultará de ello una de las más
admirables obras maestras de la arquitectura clásica.
Fue tan sólo a partir de la muerte de este monarca, cuando el nuevo palacio se convirtió relamente
en residencia real, ya encontrándonos en 1559. Enrique II pasó aquí únicamente cortas temporadas,
encontrándose más cómodo en su castillo de Tournelles. Más que a la de la vida cotidiana le parecía
a la medida de las ceremonias y fiestas. Por este motivo, las grandes habitaciones fueron ocupadas,
principalmente, por príncipes extranjeros, huéspedes de paso.
Hacia 1574, Catalina de Médicis, había encomendado a Philibert Delorme su castillo de las
Tullerías, lo que había tenido como consecuencia que se demorasen los trabajos en el Louvre. Pero
en compensación, cabe destacar en este punto que en la idea de unir la obra de Delorme con la de
Lescot, es donde encontramos el origen de la Gran Galería.
Bajo Francisco II, Carlos IX y Enrique III, la corte pasa en el Louvre al menos la mitad del año,
celebrándose allí incluso en 1572 el matrimonio de Enrique de Borbón, rey de Navarra, con
Margarita de Valois (la reina Margot).
Carlos IX fue un rey muy poco constructor, lo mismo que su sucesor Enrique III, gran aficionado a
las mascaradas y conciertos, a los ballets y torneos, y cuyos bailes celebrados en el Louvre hicieron
soñar, durante mucho tiempo, a las damas de todas las cortes de Europa.
EL LOUVRE DE ENRIQUE IV
Este monarca propone impulsar con empeño y hasta su terminación, los trabajos iniciados bajo los
reinados precedentes y, ante todo, los de la Pequeña Galería y la fachada de tiempos de Carlos
IX. .Proyecta realizar el mismo vasto plan de Pierre Lescot.
Louis Métezeau, nombrado arquitecto de los edificios reales en 1596, recibe la orden de construir la
Gran Galería, que Androuet Du Cerceau, continuará desde el Pabellón Lesdiguières hasta el
Pabellón de Flora.
Uno de los aciertos en este sentido del rey, fue proporcionar alojamiento, tanto a los albañiles como
a los decoradores de la Gran Galería en la planta baja y entresuelo de ésta. Los liberaba así de la
tutela de las corporaciones, con la intención de verlos trabajar con sus propios ojos, pero también
con la de crear, como precisan las letras patentes de 1608, un “plantel de obreros, del cual, bajo el
aprendizaje con tan buenos maestros, saldrán otros muchos que, poco después, se esparzan por todo
el reino y sepan servir muy bien al interés público”.
Injusto sería no reconocer la gran participación que en os embellecimientos del Louvre tuvo la
segunda mujer del rey, María de Médicis, ya que cuando allí entró en 1600, se cuenta que quedó
consternada al encontrar tanta diferencia entre la decoración interior de ese palacio y el lujo
refinado de su mansión florentina.
Enrique IV es el único rey de Francia que haya fallecido en el Louvre, antes de los funerales,
celebrados en Saint Denis, su efigie fue expuesta en la Sala de las Cariátides, sobre un lecho
suntuoso, cubierto con paño de oro.
EL LOUVRE DE LUIS XIII
Este periodo se caracteriza por el enlace en 1612 de este monarca con la hija del rey de España, Ana
de Austria, lo que da motivo a una enorme ostentación de magnificencia. Como en anteriores
periodos, el monarca prefería vivir durante más parte del año en Versalles que en París.
En 1617 tendrá lugar un hecho más dramático ante la gran puerta del Louvre, será el asesinato de
Concini, que obligará al exilio de Maria de Médicis.
En lo que respecta a la morfología del edificio, decir que en este momento Richelieu, enemigo de
todo lo que pueda recordar al poder feudal, hizo derribar la torre de la Librería y el pabellón a ella
adjunto, es decir borró buena parte del Louvre de Felipe Augusto. Sobre este espacio ganado,
Jacques Lemercier construirá el pabellón del Reloj, llamado hoy pabellón Sully, cuyas ocho
cariátides, esculpidas por Jacques Sarazin, son aún el ornamento más espectacular del patio del
Louvre.
Además Richelieu instala en la planta baja de la Gran Galería la planta real que acaba de fundar, y
allí traslada los talleres de la Moneda, y aún queda sitio bastante en el entresuelo, para continuar,
con respecto a los artesanos, la política iniciada por Enrique IV.
EL LOUVRE DE LUIS XIV
Durante el reinado de este monarca se suceden numerosos hechos de gran importancia, tanto en lo
arquitectónico, como en lo que respecta al coleccionismo con la llegada de obras de renombre
internacional que se quedarán en el palacio.
Lo iniciado por Richilieu, Luis XIV y Mazarino lo continuaron hasta la destrucción completa del
Louvre medieval. Durante quince años, a partir de 1659, se trabajó en la creación de nuevas
construcciones.
En 1665, Bernini sería llamado a París con el fin de emprender la obra de la fachada principal en
dirección este. Presentará un proyecto de claro estilo barroquizante que en un principio seduce al
rey, pero más tarde se decantará por el de Claude Perrault, la famosa columnata, obra conjunta de
éste, quien la concibió de Le Brun, que hizo en el proyecto unos retoques y de Le Vau, que fue su
constructor.
Luego se produjo una suspensión de las obras, cuya actividad se redujo de 1674 a 1810, a trabajos
de adaptación o de restauración.
Antes de todo esto, hacia mitad de siglo, en la planta baja de la Gran Galería se imprimió la Gazette,
el primer periódico aparecido en Francia. En la misma galería los artesanos y artistas más dignos de
ser protegidos, continuaron teniendo su alojamiento y su taller, Colbert fundó en este lugar, en 1667,
el taller de calcografía.
Fue también Colbert quien incitó al rey a reunir en su palacio, el mayor número posible de obras de
arte. Llegados a Fontainebleau, entran en el Louvre la Gioconda y el retrato de Francisco I por el
Tiziano. Se comprarán los cuadros de Mazarino, de Jabach ( Correggio, Giorgione, Holbein, Van
Dyck) y millares de dibujos. Se irá principalmente a Italia a realizar numerosas adquisiciones. Si se
calculan unas doscientas las pinturas de la colección real al ascender Luis XIV al trono, se elevan a
dos mil al final de su reinado. A los cortesanos, a los extranjeros de categoría y después al público
bajo ciertas condiciones, se les franquea la entrada para que puedan visitar la colección. Se
encargará a Le Brun que ordene el gabinete de los cuadros del rey y a Coypel el de los dibujos.
El Louvre es un vasto edificio en este momento, la corte vive en Versalles. Las salas disponibles se
convertirán en sede de las academias. El mismo Luis XIV instala en ellas la Academia Francesa,
siguen después, la Academia de Arquitectura, luego la de Pintura y Escultura, que organizará en
1699 en la parte oeste de la Gran Galería, su primera exposición anual, el “Salón”. En este mismo
año, se acoge a su vez la Academia de Ciencias.
EL LOUVRE DE LUIS XV
En los últimos años del reinado de Luis XIV, el Louvre quedó prácticamente abandonado por la
realeza y en las escasas visitas a París se alojó en las Tullerías. Se había consentido la creación de
varias viviendas privadas en las proximidades del Louvre, sin embargo y pese al aspecto cada vez
más decadente del palacio, grandes maestros continuaban habitando en el entresuelo de la Gran
Galería. Personas particulares pretendieron establecer en el Patio Cuadrado del palacio sus casas y
las partes inacabadas del conjunto amenazaban ruina.
(vista del Patio Cuadrado del Louvre)
Luis XV, todavía niño, no tenía la conciencia en este momento de darse cuenta de lo penoso de la
situación. Uno de los primeros en mostrar la indignación por lo que estaba sucediendo fue Voltaire,
y sería mediante unas líneas dirigidas al propio rey, cuatro años después de que la victoria de
Fontenoy resucitara en los franceses el sentimiento de amor propio. Pero estas palabras se pasaron
tan por alto que incluso se pensó en la demolición del palacio para vender sus materiales.
Será a la figura de la marquesa de Pompadour, a quién se le deba la salvación de edificio, la cual
nombró director general de las edificaciones, jardines,artes y manufacturas del rey a Le Normand de
Tournehem, que tras una repentina muerte, fue sucedido en el cargo por el hermano de la propia
marquesa, el marqués de Marigny. Su mayor logro en este aspecto, fue la reapertura en 1755 de los
talleres del Louvre.
De nuevo se plantearía una total terminación del conjunto palaciego, pero había de despojar todos
sus alrededores de los hotelitos y casuchas que hasta este momento habían ido formando parte de la
vista general del edificio.
Por otra parte, se había pensado hacer ya en el Louvre según afirman las Memoires secrets,un
“museum”, con el nombre de Palacio de las Artes, donde se habrían reunido todas las obras
maestras de arte pertenecientes al rey, reunidas por primera vez en tiempos de Luis XIV, y dispersas
después nuevamente. Ya en el Luxemburgo un ensayo de realización de esa idea en 1750, con
entrada libre dos veces por semana, había hecho preciso que el catálogo se editara muchas veces.
EL LOUVRE DE LUIS XV Y EL DE LA REVOLUCIÓN
En 1774 el conde d'Angiviller sucederá al marqués de Marigny, que había dimitido. Se prepara todo
para exponer de un modo permanente, en la Gran Galería, las obras maestras del arte antiguo y
moderno, pero el local se encuentra en muy mal estado.
Todavía grandes artistas como fueran Louis David o Joseph Vernet, siguen habitando en el
entresuelo, y el Gran Consejo viene a celebrar sus sesiones en las antiguas habitaciones de la reina
madre, a la vez que varios altos personajes reciben autorización para instalarse en otros lugares del
palacio. Mientras tanto, la idea del museo sigue progresando.
En agosto de 1792 se adopta la proposición de Louis David, que de acuerdo con la idea de Barrère,
pretenden hacer del Louvre un museo célebre. En julio de 1793, la Convención Nacional decreta
que todos los objetos de arte procedentes de las requisas revolucionarias en los conventos, iglesias y
castillos, así como en las casas reales, sean transportados al Louvre.
En 1798 llegan al Louvre las obras maestras de la Antigüedad y del Renacimiento, confiscadas en
Italia por el general Bonaparte. El día 28 de julio fue una jornada triunfal, un largo cortejo de carros
desfiló a través de París hasta el campo de Marte. Leones, camellos, osos arrebatados a los
ciudadanos de Berna, abrían la marcha. Seguían los más bellos ejemplares de la escultura antigua,
los caballos de bronce de Venecia, la Venus del Capitolio, el Laoconte y el Gladiador moribundo.
Todo aquello fue presentado al público en la Galería de Apolo y en el Salón Cuadrado. El primer
cónsul, creador de los grandes museos de provincias, debe ser considerado como el verdadero
fundador del Museo del Louvre, que de inmediato quedó abierto todos los días a los extranjeros y
tres veces por semana a los habitantes de la ciudad de París.
Otra innovación que tendría consecuencias fue que en 1801, en el Patio Cuadrado, se celebró la
primera exposición de productos de la industria.
EL LOUVRE DE NAPOLEÓN I
Como si quisiera mostrar al mundo entero que era el continuador indiscutible de los reyes de
Francia, toma la resolución de terminar la construcción del Louvre. Pero como por la historia
conocemos, no tendrá tiempo en vida para tal efecto.
En 1802 invitó a los artistas que allí residían a desalojar sus locales, que en 1806 todavía no lo
habían hecho, pero tras un último toque de atención en quince días marchan del edificio, entre ellos
Fragonard o el mismo Louis David, indemnizando a unos y acomodando a otros en el Colegio de
las Cuatro Naciones.
Habiendo terminado Percier y Fontaine, en un año, el arreglo interior de la Gran Galería, les
encargó edificar el arco de triunfo del “Carrousel”, sobre el cual fueron colocados, esperando su
retorno a Venecia, los caballos de San Marcos.
Napoleón I fue un enamorado del Louvre, celebrando su matrimonio con María Luisa en el Salón
Cuadrado. Uno de los invitados a tal evento dejó sus impresiones redactadas, en las que decía algo
así como, “ en un mismo lugar y al alcance de una sola ojeada” las obras maestras del arte ( desde
las Bodas Caná del Veronés a la Transfiguración de Rafael, de la Asunción del Tiziano al
Descendimiento de la cruz de Rubens) y “ las más seductoras producciones de la naturaleza”. “La
magnificencia de los cuadros, el frescor de una decoración nueva, la brillantez de los trajes de
ceremonia, la belleza de las damas y, sobre todo, el efecto mágico de los rayos de sol que,
penetrando alternativamente por las aberturas de la bóveda y por la de las ventanas, daban en los
muros de enfrente, producían un efecto que resulta difícil de expresar”.
EL LOUVRE BAJO LA REALEZA PARLAMENTARIA Y LA SEGUNDA REPÚBLICA
Desde 1816 hasta 1824, Fontaine prosigue, hasta el actual Pabellón de Rohan, la edificación de la
galería norte, en 1821 ha dado nueva disposición a la Sala de los Guardias, que se convertirá en la
actual Sala Lacaze, mientras tanto , se celebra allí, en presencia de Luis XVIII, la sesión de apertura
del Parlamento.
En el Salón Cuadrado, a raíz de la Exposición de Bellas Artes, los artistas contemporáneos son
admitidos para exponer allí sus nuevas obras, ocultándose provisionalmente, mediante colgaduras,
las de sus maestros y precursores.
Las colecciones del Louvre se incrementan con donaciones y adquisiciones importantes, como la
Venus de Milo en 1821, que lo enriquecen después de las excavaciones efectuadas en Grecia, Asiria,
Argelia y las de Khorsabad.
En 1830 el levantamiento penetra en el Louvre, pero sólo lo atraviesa, sin causar daños, en su afán
por alcanzar, a través de las galerías, las Tullerías.
El Louvre se ve en la situación de tener que amontonar , en treinta oscuros almacenes, lo que no
puede exponer por falta de sitio. Thiers, en 1833, subió en vano a la tribuna, para proponerla
reanudación de los trabajos.
En Febrero de 1848 nueva alarma: los insurgentes ocupan la Gran Galería, encienden allí fuegos,
antorchas, en ella se instalan clubs, se celebran reuniones electorales, funcionan talleres nacionales
para mujeres, uno de los entresuelos se había transformado en polvorín, y se llegó a ver a los
soldados bebiendo vino en copas griegas. Felizmente, los daños no fueron, ni por asomo,
proporcionales a lo que se había temido.
El 24 de marzo, el Gobierno provisional decreta que el palacio del Louvre será terminado y que se
llamará Palacio del Pueblo.
Más tarde llegarán las Jornadas de Junio y el museo quedará convertido en hospital.
EL LOUVRE DE NAPOLEÓN III
Desde 1850 el príncipe-presidente había dado a conocer su deseo de apresurar la limpieza definitiva
de la plaza del Carrousel.
El 12 de Marzo de 1852, se formula el decreto de terminación del Louvre, poniéndose la primera
piedra el 25 de Julio de este mismo año. El plan general fue establecido por Visconti, quién murió
en 1854. Se ha pensado alguna vez, con razón, que los arquitectos del siglo XIX se hayan
preocupado menos, en general, de encontrar algo nuevo, que de adaptar al gusto del día los estilos
del pasado. Visconti, en todo caso, no se equivocó al pensar que convenía, sobre todo, continuar lo
que tan bien comenzaron Pierre Lescot y Jacques Lemercier.
Lo que concibió armoniza con el viejo Louvre, sin superarlo, evidentemente, pero sin dar motivo, ni
mucho menos, a establecer el menor contraste desagradable.
Habiendo Lefuel sucedido a Visconti, todo se terminó en cinco años, y la solemne inaguración se
celebró el 14 de agosto de 1857. El viejo sueño se había, al fin, realizado, todo quedaba cerrado. A
pesar del incendio de las Tullerías en 1871, el Louvre, donde se resumen cuatro siglos de
arquitectura francesa, sigue siendo uno de los más bellos palacios del mundo y el monumento más
grandioso de París.
BIBLIOGRAFIA
– Benevolo,L. Historia de la arquitectura del Renacimiento, la arquitectura clásica del siglo
XV al siglo XVIII,vol.2, traducido por Maria Teresa Weyler. Editorial Gustavo Gili,
Barcelona, 1981.
– Bazin,G. El Louvre. Traducción de R.S.Torroella. Editorial Timun Mas,S.A.Barcelona ,1961
– Gauthier, M. Louvre, París, vol.1.Traducción de Olivar.M. Editorial Salvat, S.A, Pamplona,
1964
– Gauthier, M. Louvre, París, vol.2.Traducción de Olivar.M. Editorial Salvat, S.A, Pamplona,
1964
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