Literatura colonial y de la conquista española

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LITERATURA COLONIAL Y DE LA CONQUISTA
Biografía de Sor Juana Inés de la Cruz
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés
de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 - Ciudad de México, 17 de
abril de 1695) fue una religiosa y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de
la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la
prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de
América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana».
A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de
Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25. º Virrey novohispano. En 1667, por
vocación religiosa y anhelo de conocimiento, ingresó a la vida monástica. Sus más
importantes mecenas fueron los virreyes De Mancera, el arzobispo virrey Payo
Enríquez de Rivera y los marqueses de la Laguna, virreyes también de la Nueva
España, quienes publicaron los dos primeros tomos de sus obras en la España
peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y
Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana. En el campo de la lírica, su
trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La
producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde
convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la
obra conceptista de Quevedo y Calderón.
Juana Inés vivió con María Ramírez, hermana de su madre, y con su esposo Juan de
Mata. Posiblemente haya sido alejada de las haciendas de su madre a causa de la muerte
de su medio hermano, o bien, de su abuelo materno. Aproximadamente vivió en casa de
los Mata unos ocho años, desde 1656 hasta 1664. Entonces comienza su periodo en la
corte, que terminará con su ingreso a la vida religiosa.
A finales de 1666 llamó la atención del padre Núñez de Miranda, confesor de los
virreyes, quien, al saber que la jovencita no deseaba casarse, le propuso entrar en una
orden religiosa. Aprendió latín en veinte lecciones impartidas por Martín de Olivas y
probablemente pagadas por Núñez de Miranda. Después de un intento fallido con las
carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a enfermarse, ingresó en
la Orden de San Jerónimo, donde la disciplina era algo más relajada, y tenía una celda
de dos pisos y sirvientas. Allí permaneció el resto de su vida, pues los estatutos de la
orden le permitían estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitas, como las de
Leonor de Carreto, que nunca dejó su amistad con la poetisa.
Fachada de la iglesia de San Jerónimo de la Ciudad de México. En este conjunto
conventual Sor Juana vivió la mayor parte de su vida.
Muchos críticos y biógrafos atribuyeron su salida de la corte a una decepción amorosa,
aunque ella muchas veces expresó no sentirse atraída por el amor y que sólo la vida
monástica podría permitirle dedicarse a estudios intelectuales. Se sabe que Sor Juana
recibía un pago de la Iglesia por sus villancicos, como también lo obtenía de la Corte al
preparar los u otros espectáculos.
Para 1692 y 1693 comienza el último período de la vida de Sor Juana. Sus amigos y
protectores han muerto: el conde de Paredes, Juan de Guevara y diez monjas del
Convento de San Jerónimo. Las fechas coinciden con una agitación de la Nueva
España; se producen rebeliones en el norte del virreinato, la muchedumbre asalta el
Real Palacio y las epidemias se ceban con la población novohispana.
En la poetisa ocurrió un extraño cambio: hacia 1693 dejó de escribir y pareció dedicarse
más a labores religiosas. Hasta la fecha no se conoce con precisión el motivo de tal
cambio; los críticos católicos han visto en Sor Juana una mayor dedicación a las
cuestiones sobrenaturales y una entrega mística a Jesucristo, sobre todo a partir de la
renovación de sus votos religiosos en 1694. Otros, en cambio, adivinan una
conspiración misógina tramada en su contra, tras la cual fue condenada a dejar de
escribir y se le obligó a cumplir lo que las autoridades eclesiásticas consideraban las
tareas apropiadas de una monja.43 44 No han existido datos concluyentes, pero sí se han
avanzado en investigaciones donde se ha descubierto la polémica que causó la Carta
atenagórica.
A las cuatro de la mañana del 17 de abril, cuando tenía cuarenta y tres años, murió
Juana Inés de Asbaje Ramírez. Según un documento, 53 dejó 180 volúmenes de obras
selectas, muebles, una imagen de la Trinidad y un Niño Dios. Todo fue entregado a su
familia, con excepción de las imágenes, que ella misma, antes de fallecer, había dejado
al arzobispo. Fue enterrada el día de su muerte, con asistencia del cabildo de la catedral.
El funeral fue presidido por el canónigo Francisco de Aguilar y la oración fúnebre fue
realizada por Carlos de Sigüenza y Góngora.
Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz
DETENTE SOMBRA
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
ESTA TARDE MI BIEN
Esta tarde, mí bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza. "
Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
Biografía de Alfonso de Ercilla y Zúniga
Nació en Madrid, en 1533. Sus padres Fortún García de Ercilla, jurista del Consejo
Real, y Doña Leonor de Zúñiga, eran oriundos de Bermeo (Vizcaya, País Vasco). Sexto
y menor de los hijos, cuando tenía apenas un año, muere su padre. Doña Leonor tratará
de sacar adelante a su familia y se desplaza a los distintos señoríos en los que puede
recibir rentas (Bermeo, Nájera, Bobadilla). La situación económica se agrava al ser
despojada por una discusión sobre su patrimonio en 1545, al tiempo que su hijo mayor
muere en Madrid. Casi en la pobreza destina su segundo hijo a la Iglesia y solicita el
favor de Carlos V.
En 1556 llega al Perú y acompaña a García Hurtado de Mendoza, el recién nombrado
gobernador y capitán general de Chile, donde se habían sublevado los araucanos.
Estuvo en Chile diecisiete meses, entre 1557-1559 y conoció a don Francisco Pérez de
Valenzuela. Participó en las batallas de Lagunillas, Quiapo y Millarapue, siendo testigo
de la muerte de Caupolicán, protagonista de su poema: La Araucana, poema épico de
exaltación militar en 37 cantos, donde narra los hechos más significativos de la guerra
de Arauco contra los araucanos (mapuches) y que empezó a escribir en campaña.
En marzo de 1558 don García fundó la ciudad de Osorno y cuando se realizaba una
fiesta en la nueva ciudad con la participación de todos sus vecinos, salió ese día don
García por una puerta falsa de su casa cubriendo el rostro con un casco de visera
cerrado acompañado de Alonso de Ercilla y Pedro Olmos de Aguilera, cuando de
improviso se incorporó Juan de Pineda, quien estaba enemistado con Alonso de Ercilla
por rencillas anteriores y en un momento dado ambos sacaron espadas produciéndose
un confuso incidente. Don García se percató de la situación y arremetió contra el más
exaltado, que era Alonso de Ercilla, y lo derribó con un golpe de maza. Malherido,
Alonso de Ercilla corrió a una iglesia y buscó asilo. El gobernador mandó encarcelarlos
y degollar a ambos contendientes al día siguiente. La vecindad y muchas personas
influyentes, considerando injusta la condena, trataron de persuadir a García Hurtado y
Mendoza, pero los preparativos para la ejecución prosiguieron y la esperanza de
salvarlos estaba perdida. Entonces dos mujeres, una española y otra india, se acercaron
a la casa de don García y se introdujeron por la ventana y por medio de súplicas
lograron conmover el duro corazón del gobernador, quien perdonó la vida a los
sentenciados. Alonso de Ercilla siguió preso tres meses más y luego fue desterrado al
Perú. Escribiría don Alonso en su épico poema La Araucana respecto de este serio
incidente:
Ni digo cómo al fin por accidente
del mozo capitán acelerado
fui sacado injustamente
a la plaza a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
donde estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más grave que la muerte.
Después de residir en el Perú, regresó a España en 1562, donde publicó su gran obra
(1569), dedicada a Felipe II. Fue nombrado gentilhombre de la corte y caballero de
Santiago en la villa de Uclés, tras lo cual participó en diversas acciones diplomáticas.
En 1570 se casó con María de Bazán y se instaló en Madrid, donde terminó las partes
segunda (1578) y tercera de su poema (1589). Ercilla usa la palabra araucano como
gentilicio de la palabra en mapudungun rauko (tierra gredosa).
Fallece a los 61 años en 1594. Sus restos reposan en el Convento de San José situado en
la ciudad de Ocaña en Toledo. El convento se halla habitado por carmelitas descalzas.
Sus restos estuvieron varios siglos bajo el altar en una cripta donde se enterraban las
propias monjas, pero fueron trasladados a la iglesia anexa al monasterio para que
pudiesen ser visitados con más facilidad. Todos los días del año, a las 8 de la mañana.
Resumen de la Obra: “La Araucana”
El poema empieza con la descripción de habitantes y costumbres de chile, además de la
llegada de los españoles (Canto1); sigue uno de los más bellos cantos: el consejo de los
caciques para elegir capitán.
Primeras luchas:
Valdivia ataca Tucapel y sufre grandes pérdidas. Venganza de los españoles, llegada a
la concepción, batallas de araucanos y españoles y fiestas de aquellos por sus triunfos
(Cantos II-XI).
La segunda parte empieza con la llegada del marqués de Cañete don García Hurtado de
Mendoza al Perú.
Envía auxilio a los españoles; Villagrán ataca a lautaro y le infiere grandes pérdidas.
Nuevos ataques araucanos y empieza el episodio de San Quintín intercalado para narrar
lo que por los mismos días está ocurriendo a los españoles en Europa. Asalto de los
araucanos y retirada de Tucapel.
Caupolicán pasa revista a su gente, y la bella Tegualda, hija del cacique Brancol, refiere
al poeta su lastimosa historia y encuentre entre los cadáveres el de su marido. Nuevas
batallas: los españoles cortan las manos del indio Galvarino, que pronuncia varios
discursos en la asamblea para incitar a los indios a la venganza.
Desafió de Caupolicán a los españoles:
Se traba la gran batalla con suerte adversa para los de Arauco. Obstinación y muerte de
Galvarino, episodio del jardín y estancia del mago Fitón (Cantos XII-XXVI).
En la tercera parte, el poeta escribe diversas ciudades de España, África, Asia y
América; encuentro con la hermosa Glaura que narra a Ercilla sus desdichas; nuevo
combate y descalabro de los indios.
Interviene Andresillo, por cuyo consejo Caupolicán vuelve a atacar, para salir
nuevamente derrotado. Episodio de la historia de Dido. Prisión, castigo y muerte de
Caupolicán, el valiente indio que antes de morir es bautizado. Con grandes trabajos
retornan al Perú los españoles.
El último canto es una digresión del poeta sobre los derechos de Felipe II al trono de
Portugal (Cantos XXVII-XXXVII).”
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