Centros de Formación Inicial y Continua Hacia fines del siglo XIX se

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Centros de Formación Inicial y Continua
Hacia fines del siglo XIX se consolidó en nuestro país, un modelo de educación cuyo pilar
fundamental fue edificado a partir de la formación de los maestros. La escuela pública, que
buscaba incluir al conjunto de la población y a las nuevas generaciones de inmigrantes a una
nación en gestación, se edificó sobre una fuerte apuesta a la formación de un cuerpo
especializado y homogéneo de docentes que se constituyó, sin lugar a dudas, en una de las
bases fundamentales del desarrollo y fortalecimiento del sistema de enseñanza.
Las Escuelas Normales de este período dan muestra de esta apuesta a futuro. Los grandes
edificios construidos en las ciudades capitales y pequeñas localidades del interior del país,
mostraban en su propia materialidad el gesto de un Estado Nacional convencido de que la tarea
de formar a los maestros merecía un espacio particular y de envergadura.
Sin embargo, la imponencia que estos edificios lograron mostrar a fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, fue erosionada a lo largo de los años por la falta de recursos financieros
destinados no sólo a construir nuevos, sino incluso a mantener y restaurar los ya existentes.
A los inconvenientes causados por el estado de los inmuebles se le suma los efectos causados
por la expansión de la oferta de educación superior que, históricamente, no ha sido acompañada
por un nivel de inversión acorde a los requerimientos de este tipo de formación. En la actualidad,
la mayor parte de las instituciones que brindan carreras de formación docente inicial lo hacen
compartiendo edificios con otras instituciones y niveles del sistema educativo, e incluso lo hacen
en condiciones de seguridad e higiene que merecen ser revisadas.
En los últimos años, el progresivo aumento de la matricula del nivel superior no universitario,
cuya taza alcanza valores superiores al 68%, introduce nuevos desafíos. En este sentido, si bien
el crecimiento de la matricula de educación superior no universitaria fue acompañado también
por un progresivo aumento de la oferta del sector privado; actualmente los institutos de
formación docente inicial del sector estatal albergan al 70% de la matricula de formación
docente, lo que representa un total de 220.843 estudiantes.
Más recientemente, en las últimas dos décadas del siglo XX, la formación continua de los
docentes se constituye en una de las herramientas fundamentales para la renovación del
sistema. El inicio de la formación docente continua expresa su desarrollo en la conformación de
una Red Federal de Formación Docente Continua que configuró una compleja trama conformada
por la Cabecera Nacional, las Cabeceras Provinciales y las instituciones oferentes que dejó
como principal resultado la institucionalización de la capacitación como actividad inherente al rol
docente y a la intervención del Estado en el plano nacional y provincial.
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En los últimos años, los esfuerzos de Estado en materia de desarrollo profesional son más que
significativos: en la actualidad un 60% de la inversión realizada a través de los Planes Globales
de las jurisdicciones provinciales, corresponde a líneas de capacitación y un número importante
de Programas Nacionales se llevan adelante a partir de la organización de acciones de
capacitación en las provincias.
El interés por los procesos de capacitación que se vio acompañado por diversas decisiones en
los ámbitos de gestión, no fue solidario con la construcción de edificios que permitiesen el
desarrollo de tales actividades. No se construyeron en el país sedes para el desarrollo
profesional de los docentes por lo que, salvo pocas excepciones, la capacitación aún no posee
espacios propios.
Esta situación conlleva serios inconvenientes. En muchas ocasiones la suspensión del curso
regular de clases en los establecimientos de escolaridad básica aparece como la única solución
posible para permitir que las actividades de capacitación se lleven adelante. Si en algunas
jurisdicciones se utilizan los edificios a contraturno, en otras ocasiones ni siquiera se cuenta con
esta posibilidad, viéndose obligados a recurrir a espacios (hoteles, centros culturales, cines) que
se encuentran muy lejos de ser los apropiados para la reflexión y el trabajo con grupos
numerosos de docentes.
Estas circunstancias, exigen que los responsables de la formación continua lleven adelante un
conjunto de estrategias tendientes a obtener espacios físicos frente a cada proyecto específico,
que implican una significativa cuota de energía puesta en la gestión organizativa y aumentan los
costos de estas acciones por el alquiler de espacios e infraestructura básica.
Es en este marco, resulta imprescindible destacar la importancia que tienen las condiciones
edilicias de las instituciones en el campo de la formación docente inicial y continua. La variable
espacial no se constituye como una variable más, sino que expresa por sí misma la calidad de
los vínculos y procesos que en esta dimensión se desarrollan.
Si los lugares hablan sobre las percepciones, las valoraciones y las prioridades, entendemos que
la construcción de edificios especial y espacialmente destinados a la formación docente inicial y
continua, no sólo habla del esfuerzo realizado por el Ministerio por emprender acciones
tendientes a fortalecer la formación docente, sino también de la responsabilidad asumida por el
Estado en el mejoramiento de las condiciones materiales y simbólicas en la que se desarrolla el
trabajo de los docentes.
En este sentido, y particularmente para el caso de la formación inicial, la construcción de
edificios específicamente destinados a las instituciones de formación docente inicial, permitiría
no solo saldar gradualmente la deuda pendiente en materia de infraestructura sino
fundamentalmente modificar de un modo cualitativo la propuesta de formación.
Un Instituto de Formación Docente abierto durante todo el día ofrece condiciones igualitarias a
todos los jóvenes para poder acceder a sus estudios. De la misma manera, amplía las
posibilidades de trabajo para los docentes que deseen especializarse en este nivel. Un Instituto
con edificio propio permite intensificar las función de extensión, estrechando los lazos entre la
comunidad y los futuros maestros. Un Instituto que funciona en los mismos horarios en los que
las escuelas enseñan, permite generar otros modos de trabajo y articulación entre las
instituciones que conforman nuestro sistema educativo.
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En síntesis, la construcción de un edificio propio genera un conjunto de condiciones que resultan
imprescindibles a la hora de pensar una reconfiguración de la formación inicial y continua atenta
a los desafíos de las actuales y futuras condiciones de escolaridad.
El Programa de construcción de edificios para la formación inicial y continua se propone dotar al
territorio nacional de edificios destinados a la formación docente inicial y continua en los que se
puedan generar espacios de formación integral, que cuenten con ámbitos diversos para
desarrollar actividades también diversas que incluyan a los profesores de IFD, alumnos,
docentes en ejercicio y otros actores de la comunidad. Una infraestructura espacial que propicie
el encuentro entre colegas, el diálogo y la circulación de saberes y experiencias que facilite la
apertura y la extensión a la comunidad.
La construcción de estos nuevos edificios constituye un importante esfuerzo en materia
económica. La envergadura del emprendimiento pone de relieve los esfuerzos que el Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología viene realizando en posicionar la formación docente inicial y
continua como uno de los ejes estratégicos dentro de las políticas educativas. En tal sentido,
este Programa permitirá materializar gran parte de las funciones encomendadas por el Consejo
Federal de Cultura y Educación al futuro Instituto Nacional de Formación Inicial y Continua
tendientes a generar las condiciones para el mejoramiento de la formación docente inicial y
continua y fortalecer el funcionamiento de sus instituciones.
En este sentido, la propuesta arquitectónica de estos nuevos centros considerará la necesidad
no sólo de incluir espacios destinados a la investigación, la capacitación y la extensión sino
también de aquellos destinados especialmente para el funcionamiento de los Centros de
Actualización e Innovación Educativa y de las Cabeceras provinciales de la Red de Formación
Docente Continua.
Hace más de un siglo, el estado nacional inició una tarea política que tuvo mucho de
arquitectónica. Quizás no tengamos aún una clara conciencia de la magnitud del gesto que
significó para las incipientes ciudades de nuestro país, la construcción de las escuelas normales,
la dimensión de su espacio y la importancia que sus aulas y pasillos adquirieron en la vida de
cada uno de los jóvenes que las transitaron
Hoy, en una geografía considerablemente distinta el Estado renueva su confianza en la
formación docente como herramienta en la construcción de otros futuros posibles para nuestros
jóvenes y niños.. La creación de los centros constituyen, sin duda, una ampliación del espacio
público, una apuesta a la construcción de lo común, una oportunidad, en suma, para entretejer
sueños y desafíos colectivos a partir del encuentro y del saber.
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