SEMBLANZA DEL GENERAL LUIS CARLOS CAMACHO LEYVA

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SEMBLANZA DEL GENERAL LUIS CARLOS CAMACHO LEYVA
La génesis de las instituciones parte de los hondos pensamientos de hombres
ilustres, para quienes su grandeza de pensamiento y la visión universal de sus
ideas, es consustancial con la brillantez de su trayectoria y con las ejecutorias
de una vida llena de logros y realizaciones.
Luis Carlos Camacho Leyva, egregio caballero de las armas e insigne maestro
del derecho, es el hombre que forjó el nacimiento de esta benemérita
Institución que hoy le rinde sentido y justo homenaje de gratitud.
Nuestra historia señala ejemplos de insignes militares que como el General
Luis Carlos Camacho Leyva, han dado lumbre a las letras y gloria a la
academia, por su aporte generoso a la juventud estudiosa: General Francisco
de Paula Santander, organizador de la Universidad del Cauca; General Santos
Acosta, gestor de la Universidad Nacional; General Benjamín Herrera,
organizador de la Universidad Libre y el General Rafael Calderón Reyes,
gestor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Esta pléyade de connotados
hombres públicos, de entraña y estirpe castrense, tuvo el valor de acrecentar
los destinos de la Patria, forjando instituciones que han sido alma mater de un
incontable grupo de profesionales, gestores por igual de los nuevos destinos de
la cátedra colombiana.
Nuestro brillante General, nació en Fontibón el 3 de septiembre de 1921, hijo
de Alberto Camacho Torrijos y de su señora Rosa Leyva de Camacho. El
pequeño fue bautizado en su ciudad natal, donde transcurrieron sus primeros
años de vida.
Una mañana simple, fría de principios de enero de 1940, ingresó en la Escuela
Militar de Cadetes José María Córdova, en una época compleja para tomar la
decisión de hacerse militar, teniendo en cuenta que estaba en pleno desarrollo
la Segunda Guerra Mundial que marcó este período como ningún otro
acontecimiento. Hacerse oficial de cualquier ejército del Mundo en este
contexto, no era un buen destino ni el mejor futuro. La guerra se extendía a
todo el Planeta, y cada vez se hacía mucho más sangrienta. Aun así, el joven
continuó con su proyecto, y fue ascendido a cadete por medio del Decreto
2226 del 8 de febrero de 1940. Después de cuatro años de intenso estudio,
jornadas agotadoras, marchas interminables y un riguroso ceremonial, el 1° de
agosto fue ascendido al grado de subteniente en un grupo de 82 alféreces, por
1
el Decreto 1766 de 1944. Esta promoción de oficiales adoptó el nombre de
Camilo Torres Tenorio.
Unos años después, contrajo matrimonio con la señorita Bertha Quintero, de
cuya unión nacieron María Consuelo, Luis Carlos, Sergio y Elisa.
Su pasión por las ciencias políticas y el derecho, lo impulsaron a doctorarse
como abogado de la Universidad Nacional de Colombia con su tesis El delito
Militar en Colombia y en las Naciones Unidas, y luego complementar su
vocación con una especialización en Derecho Internacional y Ciencias
Políticas en la Universidad de Roma, Italia.
Cuando su oratoria y su argumentación jurídica lo destacaron como un
brillante jurista, la Justicia Penal Militar se benefició de su discurso y lo
acogió como Miembro de Número de la Academia de Jurisprudencia.
En su carrera Militar, los méritos unidos al mando, preparación y amplios
conocimientos de la realidad y situación del País, lo condujeron a los más
destacados cargos, tanto en la administración pública como en el ejercicio del
mando militar. En su brillante hoja de servicios, se destacan: Gobernador del
Cauca y Valle, Alcalde Militar de Alcalá e Inzá en Cauca, Comandante e
Instructor de la Academia Militar Ramírez, Profesor sobre Legislación Militar
de la Escuela Militar de Cadetes, Profesor de Justicia Penal Militar en la
Escuela de Infantería y Escuela Militar de Cadetes, Secretario Privado de la
Presidencia de la República, Secretario General del Ministerio de Justicia,
Profesor de Derecho Constitucional de la Escuela Militar de Cadetes, Auditor
Superior de Guerra del Comando del Ejército, Comandante del Batallón
Infantería Ricaurte, Jefe de la Sección de Inteligencia del Departamento de
Inteligencia del Estado Mayor Conjunto, Jefe del Estado Mayor y
Comandante de la Cuarta Brigada, Fiscal Permanente de la Cuarta Brigada,
Comandante de la Primera Brigada, Comandante de la Quinta Brigada,
Comandante de la Brigada de Institutos Militares, Inspector General de las
Fuerzas Militares, Delegado del Ministerio de Defensa ante el Hospital Militar
Central, Segundo Comandante y Jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional,
Comandante del Ejército Nacional, Comandante General de las Fuerzas
Militares, y Ministro de Defensa Nacional.
En su pecho y con dignidad, ostentó sus refulgentes condecoraciones,
testimonio fiel de su trasegar como un gregario de la Patria, por campos y
ciudades, conduciendo las tropas con la seguridad de un avezado soldado; con
la prudencia de los expertos y la seguridad de los calificados conductores de
tropas. Así lo reconocieron en su momento, países hermanos como Ecuador,
Perú, Bolivia, Argentina, Brasil, Venezuela, República Dominicana y México,
lo mismo que países extranjeros como Italia, Francia, España y Corea, que lo
distinguieron con sus condecoraciones y medallas, por ser paradigma de
hombre ejemplar en el universo castrense, incomparable en el campo laboral,
y eminente en el quehacer académico y cultural.
Bien lo refleja Alfonso López Michelsen al expresar: Era de una personalidad
avasalladora… No solo era un hombre de lecturas sino un doctor en derecho
de dos universidades: la Nacional de Colombia y la de Roma… Si alguien
conocía las fronteras entre la disciplina castrense y el derecho, era aquel
joven que en los años gloriosos de la ciudad universitaria, asistía vestido con
su uniforme militar, a los cursos de Darío Echandía, de Jorge Soto del Corral
o de Antonio García, con el mismo espíritu inquieto y el mismo sentido crítico
de sus contemporáneos en los bancos universitarios.
Poseía el don de la claridad en la expresión de los más intrincados problemas
jurídicos y, como era un hombre de carácter, no vacilaba en divulgar sus
convicciones con el rigor del catedrático y, en veces, con agudo sentido del
humor. No fue imposible para que esta suma de atributos personales,
moviera al presidente Turbay a pedirle que, como Ministro de Defensa le
explicara al País por la televisión el llamado estatuto de Seguridad. Era una
tarea más propia del ministro de Gobierno o de Justicia, pero para sorpresa
de los colombianos, quien lo explicó en la pantalla chica, haciendo gala de su
versación jurídica, fue el Ministro de Defensa.
Un rasgo típico de su carácter, fue su reacción ante la paternidad disputada
del Estatuto de Seguridad. Con una gran discreción se limitó a desconocer la
autoría del estatuto y dentro de su humor negro, punzante, solía agregar que,
si hubiera surgido de su pluma habría sido más riguroso y severo. Era apenas
una frase desafiante, como muchas otras, destinadas a inquietar a sus
críticos, subiendo la nota.
Julio Cesar Umaña lo dibuja en su esencia, así: El hombre tiene compromisos,
compromisos con el futuro, compromisos con el porvenir. Obligaciones para
conquistar. Sólo que nada es fácil, solamente el desbordamiento de los
impulsos, es una clara fe en los propósitos. Es el deseo, es la actividad que
revoluciona y desemboca en originalidad y renovación. El hacedor de ideas
puede ver en colores y devolver lo prestado al Universo.
Y así, entre grandezas y controversias, entre dificultades y logros, entre las
armas y el derecho, emergió en el horizonte de los grandes, una figura recia y
descollante en talentos, firme en sus determinaciones, controversial por su
indeclinable compromiso en la lucha contra los enemigos del Estado,
inmodificable en sus convicciones de la formación integral de los miembros
de la Fuerza Pública y visionario en el diseño de grandes proyectos como esta
Casa de Estudios que con no pocos detractores, se abrió paso por la firme
decisión de su gestor insigne, el General Luis Carlos Camacho Leyva, hasta
llegar hoy a estos estadios de progreso sostenido, en un trasegar sin pausa y
sin tregua por los caminos de la excelencia académica, meta a la cual se han
dispuesto todos los esfuerzos y recursos, realidad que hoy vemos plasmada en
estas nuevas obras del Campus Nueva Granada que sustentan y aseguran la
senda trazada por su gestor.
En el marco de este hermoso entorno de la sabana cundinamarquesa, y al
cumplir 30 años de reconocimiento institucional a la Universidad Militar
Nueva Granada, esta Casa de Estudios rinde sentido homenaje a la grandeza
de un hombre, al genio de un General, al talante de un jurista y a la tenacidad
de un soldado que se hizo grande por su carácter indomable, por su temple y
voluntad, ejemplo de disciplina, de constancia y de valor por sus actos,
incomparable por su pensar en grande, destacado por sus ideas innovadoras y
de cambio, y brillante por sus realizaciones que estuvieron a la altura de los
insignes hombres de la Patria, para quienes es fundamental hacer tránsito del
teorizante camino de las ideas, al pragmático sendero de las realidades, en
donde los sueños y los pensamientos emergen en obras colosales que
trascienden los tiempos y acompañan con orgullo el devenir de Colombia.
Loor y gloria a la memoria de un hidalgo General de la República, a cuyo
nombre se erige este Templo de la Academia.
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