Intervención del Señor Contralor General de la República, doctor Edgardo José Maya Villazón, en la Audiencia convocada por la Corte Constitucional, en el marco del proceso de seguimiento a la Sentencia T-025 de 2004, a celebrarse el 14 de septiembre de 2015 Tema: Concepto de las instituciones sobre la superación del estado de cosas Inconstitucional en materia de desplazamiento forzado. En primer lugar deseo agradecer a la Honorable Corte Constitucional la invitación que le formuló a la Contraloría General de la República, mediante el Auto 298 de 2015, para pronunciarse sobre la superación del estado de cosas inconstitucional (ECI) en materia de desplazamiento forzado, declarado por esta corporación a través de la sentencia T-025 de 2004. Hace algo más de 10 años, la Corte Constitucional, atendiendo el entonces dramático llamado de miles de víctimas del conflicto armado interno que sufre nuestro país, que deambulaban entre distintas agencias gubernamentales sin encontrar respuesta a la grave situación que afrontaban después de haber sido expulsadas de sus tierras por grupos armados ilegales, asumió de manera directa y en cumplimiento de su mandato como garante de los derechos fundamentales, la gran responsabilidad que significa orientar, verificar y monitorear la gestión del Estado diseñada para la protección y realización de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación, recalcando que el compromiso con esos miles de colombianos y colombianas no se agota en la ayuda humanitaria de emergencia, sino que se extiende hasta garantizar el 1 restablecimiento de sus derechos de manera tal que puedan hacer tránsito de esa condición de víctimas, superándola, y erigirse como ciudadanos y ciudadanas en pleno ejercicio de sus derechos. El impacto de ese riguroso proceso de orientación y seguimiento desarrollado por la Corte Constitucional, merece sin duda un sentido reconocimiento, no solo por parte de las víctimas sino de la sociedad en su conjunto, pues a partir de él se ha venido consolidando una política pública de Estado de atención integral a las víctimas del conflicto armado interno, que si bien aún es insuficiente, hoy es reconocida incluso a nivel internacional. Ha sido la Corte Constitucional, la que con el apoyo técnico de las organizaciones sociales que protegen los derechos de las víctimas, de las instituciones del Estado y de la comunidad internacional, ha impulsado la definición e implementación de una política pública de Estado diseñada para garantizar los derechos de las víctimas: una política integral que garantiza la realización y goce efectivo de los derechos de la población víctima de desplazamiento forzado y de graves violaciones a los derechos humanos, que incluye herramientas que permiten su medición rigurosa, su registro sistemático, y a partir de 2006, asignaciones presupuestales específicas para la atención de las víctimas de este flagelo. El seguimiento y la orientación que sin pausa ha hecho la Corte a este complejo proceso, ha contribuido por ejemplo a que la ayuda humanitaria se conciba como un derecho y no como un acto de solidaridad; a que se desarrolle el enfoque diferencial étnico, de género y etáreo que se impone dado el impacto desproporcionado del conflicto armado sobre estos grupos poblacionales, que 2 reclaman soluciones acordes con sus características; y, de especial importancia, a visibilizar y dignificar a las víctimas como sujetos de derechos que por su condición ameritan un trato prevalente, ante gruesos sectores de la sociedad y del mismo Estado que durante años fueron indiferentes. Lo dicho y la circunstancia ineludible en el análisis de que se mantiene vigente el conflicto armado interno en nuestro país, aunque con la razonable esperanza de que pronto encuentre un principio de solución por la vía negociada, me permite anticipar mi concepto como titular del máximo órgano de control fiscal en el país, en el sentido de que es conveniente que se mantenga, por un tiempo más, la declaratoria de estado de cosas inconstitucional en materia de desplazamiento forzado que determinó la Corte a través de la sentencia T-025 de 2004. No obstante, quiero aprovechar este espacio para proponer algunas reflexiones que en mi opinión nos corresponde hacer a todos, a las víctimas, a las organizaciones que las representan y a los responsables de la política pública de Estado en esta materia, que desde el ejercicio de nuestras distintas funciones y competencias tenemos como propósito común fortalecerla y reorientarla a la coyuntura actual y a una posible situación de posconflicto. La primera tiene que ver con una tendencia que de manera preocupante se está afianzando en distintos sectores, de confundir las políticas de reparación integral de las víctimas del conflicto armado interno con aquellas que como Estado Social de Derecho 3 debe éste desarrollar para garantizar bienestar y condiciones de dignidad a toda la población. No es posible aspirar a que con los siempre escasos recursos destinados a la reparación de las víctimas se solucionen los problemas estructurales de pobreza y exclusión que históricamente ha vivido el país, que desde luego en mucho encuentran causa principal en la violencia pero que también se originan en la corrupción y en fenómenos de discriminación y arbitrariedad arraigados en el imaginario social y cultural. Esta confusión ocasiona graves problemas, de una parte en el propio Estado que ante la demanda creciente y algunos casos exponencial de recursos en medio de una difícil situación fiscal, pretende y así se lo ha hecho saber esta Corporación, extender los efectos de políticas públicas diseñadas para atender la satisfacción de derechos fundamentales de toda la población a las demandas diferenciadas y prevalentes de las víctimas. Y de otra en las mismas víctimas y las organizaciones que las representan, que ante su precaria situación intentan por la vía de la reparación obtener beneficios que desplazan las necesidades, también inmediatas y urgentes del resto de la población, especialmente la más marginada, que reclama reiteradamente que sus derechos no son debidamente atendidos por no acreditar la condición de víctimas. Un caso paradigmático, que en las últimas semanas nos ha ocasionado inmenso dolor e indignación, es el de los miles de colombianas y colombianos expulsados de la frontera por el gobierno de Venezuela, en un proceso que ha desconocido de manera aberrante las mínimas normas del derecho humanitario; 4 esos miles de compatriotas, en su mayoría no han sido víctimas directas del conflicto armado interno que vive nuestro país, pero sí lo son de la indiferencia y la desidia de un Estado y una sociedad que nunca se ocupó, como lo ordena nuestra Constitución, de brindarles lo mínimo necesario para una subsistencia digna. La segunda reflexión que le propongo al país realizar de manera pronta, objetiva y serena, tiene que ver con el compromiso ineludible que tenemos de identificar alternativas y mecanismos de racionalización que nos permitan reformular y elaborar presupuestos suficientes y reales para atender, en plazos razonables, los procesos de reparación de las víctimas, no se trata de limitar el análisis a si se reducen o se aumentan los presupuestos, se trata de entender y asumir que estos procesos avanzan en medio de una grave crisis económica global y que es irresponsable comprometer recursos con los que no cuenta el país para ofrecer una reparación que difícilmente podrá hacerse efectiva antes de 10 o 20 años. Por último quiero referirme a una serie de denuncias que alertan sobre la necesidad de revisar los sistemas de registro e información del SNARIV, Sistema Nacional de Atención a la Reparación Integral de las Víctimas, que encuentra sustento en la Ley 1448 de 2011, Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, advirtiendo que no se trata de una situación generalizada sino de varios hechos de abuso y extralimitación en el ejercicio de derechos, que intermediarios inescrupulosos promueven deslegitimando ese ejercicio y afectando de manera grave recursos que sin duda podemos calificar como sagrados en tanto dirigidos a rescatar a las víctimas de la violencia del conflicto de esa desdichada condición. Debemos 5 prevenir y evitar, que como en otros sectores, las víctimas del conflicto ahora caigan en manos de delincuentes que negocian con sus derechos y defraudan al Estado. El resultado de los ejercicios de vigilancia y control realizados por la Contraloría General de la República, en cumplimiento de sus funciones constitucionales y legales y de las tareas encomendadas a ella por la Corte Constitucional, una de ellas la realización de la Encuesta Nacional de Víctimas, sobre los resultados e impacto de la política pública de asistencia, atención y reparación integral en Colombia, nos ratifican en lo expresado al comienzo de esta intervención: que a pesar de los avances en el proceso de consolidación de una eficaz política de Estado en esta materia, aún es conveniente y necesario mantener la declaratoria de estado de cosas inconstitucional sobre la situación de desplazamiento forzado ocasionado por el conflicto armado, advirtiendo que este mecanismo no puede ser la respuesta a los problemas estructurales del Estado colombiano. De acuerdo con nuestros estudios, el mantenimiento del estado de cosas inconstitucional se justifica y hace necesario por los siguientes motivos: (i) La persistencia del conflicto armado, que sigue produciendo víctimas aunque en proporciones mucho más bajas, que demandan una atención integral y oportuna, es el caso por ejemplo de las 200.000 personas que en el 2014 y lo que va corrido del 2015 se han registrado como desplazadas. 6 (ii) Los avances del proceso de negociación de paz que animan a miles de víctimas a visibilizarse, lo que incrementa de manera significativa el registro y los compromisos del Estado. (iii) Los índices de pobreza extrema de la población desplazada que superan los de la población no víctima, lo que quedó demostrado en los resultados de la Encuesta Nacional de Víctimas de la Contraloría, que mostró que el nivel de pobreza de la población desplazada es mayor al del resto de la población en 50 puntos porcentuales, es decir que el 80% es pobre frente al 30,6% de toda la población; en igual sentido se observa la pobreza monetaria extrema, que para los desplazados es del 35,5% mientras que para toda la población es del 9,1% lo que muestra una diferencia del 26,4%. Es decir que por causa del conflicto armado el 11% de la población desplazada se encuentra en peores condiciones que el resto de los colombianos. (iv) Los aún precarios resultados en los indicadores de goce efectivo de derechos de las víctimas registradas, situación que se agrava si se tiene en cuenta que la dinámica del conflicto ha hecho que su problemática y secuelas se desplacen de los departamentos de Antioquia, Córdoba, Choco y la región del Magdalena Medio, que en el año 2000 tuvieron los mayores índices de desplazamiento en todo el país, a los departamentos de Valle del Cauca en particular en Buenaventura, Nariño, Sucre y Cauca, aclarando que Antioquia continúa entre los departamentos de mayor expulsión de población desplazada. Así, por ejemplo, las víctimas aún no tienen un acceso pleno a la salud y sólo el 2% de ellas tienen acceso a atención en salud 7 mental; el indicador de vivienda digna apenas alcanza al 11,3%, lo cual significa que las condiciones de habitabilidad son precarias entre otras cosas porque se presentan graves problemas de hacinamiento, insuficiencia en el acceso a los servicios públicos domiciliarios y carencia de materiales apropiados. (v) El fenómeno de despojo y abandono de tierras, que presenta un panorama sombrío de garantía de derechos, si se tiene en cuenta que cerca de 530.000 grupos familiares fueron despojados de alrededor de 7’668.423 hectáreas, lo que pone de presente que el proceso de restitución de tierras apenas se inicia y que son muchos los problemas y obstáculos que hay que salvar, una tarea que seguramente será menos difícil si se mantiene el escenario que se configura con la vigencia de la declaratoria del estado de cosas Inconstitucional. (vi) El análisis del presupuesto destinado a las víctimas que alerta sobre necesidades que no podrá atender el erario de la nación, si se mantiene el modelo de reparación hoy vigente. La Contraloría reconoce que el presupuesto se ha venido fortaleciendo y que ha aumentado de manera constante dada la inclusión de recursos del Sistema General de Participaciones (SGP), sin embargo éstos son recursos constitucionalmente destinados a garantizar los derechos a la educación y la salud de toda la población colombiana, en los cuales se incluyen los de las víctimas, que reclaman una atención diferencial y preferente. Así, mientras que los recursos del SGP en el Presupuesto General de la Nación se incrementaron en un 0,68% desde el 2011 año en que se expidió la 8 Ley de víctimas1 a la fecha, el resto del gasto para víctimas sin incluir este componente, disminuyó su participación en el Presupuesto General de la Nación en 0,10%.2 El Gobierno Nacional ha reconocido que los recursos asignados inicialmente para garantizar la atención a las víctimas, en el CONPES 3712, son insuficientes, y que los $54,9 billones previstos no cubrirán las necesidades, pues de acuerdo con las proyecciones actualizadas ellas ascienden a $92,4 billones hasta el año 2021. Sin embargo, los cálculos de la CGR, realizados con base en la proyección de los recursos necesarios para el pago de la indemnización administrativa y los requerimientos de vivienda, arrojan un total de necesidades que ascienden a $126 billones. Así las cosas, no obstante la adición presupuestal definida por el Gobierno, aún existe un faltante de $33,6 billones para cumplir con las obligaciones derivadas de la Ley 1448 de 2011. De ahí nuestra invitación a estudiar serena y objetivamente un posible replanteamiento del modelo de reparación que estamos implementando. Para terminar, la Contraloría reitera su llamado para que los distintos actores y sectores comprometidos con el diseño y la implementación de la política pública de Estado para las víctimas del conflicto, propiciemos un ejercicio de reflexión profundo que nos conduzca a un rediseño de la misma, que por ejemplo evite que la atención que se les brinde se agote el asistencialismo; que permita que los esfuerzos de la sociedad y del Estado concluyan con la garantía efectiva de los derechos a la verdad, la justicia y la 1 2 De 1,48% en 2012 a 2,16% en 2015. De 2,27% en 2012 a 2,18% en 2015. 9 reparación integral de las víctimas, las cuales por la vía del goce efectivo de sus derechos superarán esa condición encontrado su lugar en la sociedad como ciudadanos y ciudadanas en pleno uso de sus derechos, en ese momento, cuando estén sentadas las bases que permitan avanzar fluidamente en ese propósito, seguramente habremos superado el Estado de Cosas Inconstitucional que en el 2004 debió decretar la Corte Constitucional. En esa perspectiva se han dado pasos importantes, uno de ellos lo dispuesto en el Decreto 2569 de 2014, que propone una medición de la condición de vulnerabilidad de las víctimas, lo que constituye una primera apuesta en este sentido, no obstante es necesario analizar su contenido y la posible ruta de implementación, de manera tal que se haga de manera rigurosa y sus conclusiones correspondan y contribuyan a la realización material de los derechos de las víctimas. La presencia activa de la Corte Constitucional en el desarrollo de estos procesos, como garante que es de la Constitución y concretamente de los derechos de todos los asociados, pero especialmente de los más vulnerables, ha sido y será necesaria mientras logramos afinar un modelo de reparación, que dada la envergadura y extensa duración del conflicto que vivimos, demanda de todos nosotros el mayor compromiso y esfuerzo. Como lo dijo el pasado miércoles el presidente de la Unión Europea, al presentar propuestas para la recepción y atención de miles de personas que buscan desesperadamente refugio en ese continente, es hora de actuar, sin poesía ni retórica pero con mucho compromiso y decisión. 10 Gracias. 11