¿Cómo ganar la guerra de la cultura?

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Peter John Kreeft es profesor católico de Filosofía en Boston College y The King’s College.
Autor de más de 45 libros. Si deseas mayor información sobre el autor, http://en.wikipedia.org/wiki/Peter_Kreeft y
http://www.peterkreeft.com/home.htm
1. Introducción
• Nuestra cultura es un desastre, está muriendo. Diferentes grupos tienen diferentes
explicaciones: los conservadores le echan la culpa a los liberales y los liberales culpan
a los conservadores, los heterosexuales culpan a los homosexuales y los homosexuales
culpan a los heterosexuales, los blancos culpan a los negros y los negros culpan a los
blancos, los hombres culpan a las mujeres y las mujeres a los hombres. Algunos dicen
que nadie tiene la culpa, sino que las cosas simplemente suceden. Este es el peor pesimismo de todos: si nadie está destruyendo la cultura, entonces nadie puede arreglarla,
si no hay causa, no hay remedio.
•
¿Qué es el progreso? obtener la felicidad. Bajo esta definición, hoy no estamos progresando, sino retrocediendo.
2. Estamos en guerra
• Dos ideas mueven a nuestra sociedad occidental hoy: la búsqueda de dinero y la búsqueda de placer, sobre todo placer sexual. La lujuria y la avaricia son palabras casi intercambiables: no sabemos la diferencia entre el dinero y el sexo. Usamos el sexo como
medio de intercambio y tratamos el dinero como sexo, pues queremos que se embarace y se reproduzca.
• Los suicidios son el indicador más trágico de la infelicidad actual. No sólo de individuos,
sino de matrimonios: cada divorcio es un suicidio, pues los casados no son dos ya, sino
uno solo. Además está el aborto: “cuando una madre puede matar a su bebé, ¿qué
queda de la civilización que se pueda salvar?” (M. Teresa de Calcuta).
• Por este camino, ¿a dónde vamos? ¿Si existe un Dios, no responderá a esta cultura de la
muerte con su juicio? El evangelio nos da la respuesta: Dios en verdad nos juzgará. Pero
también es verdad que Dios está comprometido en la batalla. La Biblia entera es una
descripción de la guerra espiritual en la que estamos metidos.
• Esta guerra no es sólo acerca de la civilización occidental, sino que es una guerra donde se juega la vida eterna: el que nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos
vean a Dios o no en la eternidad.
• Saber que estamos en guerra hace toda la diferencia:
•
Significa vivir en la realidad
•
Significa tener una oportunidad de ganarla
•
Significa un cambio radical de conciencia, de perspectiva, de valores.
“Todas las opiniones vertidas en éste medio son responsabilidad de su autor” Amor Seguro, A.C.
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cree, ama y espera
ARTÍC
3. La identidad del enemigo
• ¿Quién es el enemigo?
•
No son los protestantes
•
Ni los judíos
•
Ni los musulmanes
•
No son los liberales. Liberal y conservador son términos políticos que no
son ni el origen ni el remedio al cáncer espiritual que hace esta guerra espiritual y un asunto de vida o muerte: vida o muerte eterna.
•
No son los anticristianos fanáticos e intolerantes: regímenes comunistas totalitarios o terroristas musulmanes. Ellos son nuestros pacientes.
•
Tampoco son los medios de información, que propagan la cultura de la
muerte. Ellos también son nuestros pacientes.
•
Igualmente, los activistas homosexuales y lesbianas, las feministas radicales o
los abortistas no son el enemigo, son nuestros pacientes
•
Ni siquiera son los herejes dentro de la Iglesia, los cristianos mediocres, los
cristianos “a la carta”. Ellos son también nuestros pacientes.
•
Tampoco los teólogos de algún así llamado seminario cristiano o departamento de teología que han vendido sus almas por treinta becas y prefieren
el aplauso de sus semejantes a la alabanza de su Dios.
•
Ni aún los mismos pocos y realmente malos sacerdotes y pastores que corrompen a los pequeños a quienes juraron proteger.
El enemigo son dos: Satanás y el pecado. Satanás es real, y consigue hacer su obra a través de nuestra
libre voluntad, pues pecar es hacer la obra del diablo.
Ahora bien, si estos son los enemigos, la conclusión es más esperanzadora que la realidad: si el demonio
y el pecado es el enemigo, el Salvador es realmente la respuesta, pues Él es infinitamente más poderoso
que el enemigo.
3. El tipo de guerra en el que estamos
• Es fundamental distinguir el tipo de guerra espiritual en la que estamos, pues hay dos
tipos de guerra espiritual, la verdadera y la falsa.
• Hoy se vive una falsa espiritualidad: su más claro exponente es el New Age: en el fondo
esta mentalidad niega los dos enemigos reales: niega los demonios porque afirma que
el espíritu es solamente bueno, no malo, y niega el pecado, porque afirma que el hombre es solamente bueno, no malo. No es más que una repetición de las antiguas herejías de los Gnósticos, los Maniqueos y los Marcionistas.
• Estas personas “espirituales” no creen en el cristianismo, ni en el ateísmo ni en el materialismo, creen solamente en la “espiritualidad”. Creen que la religión, cualquier religión
es buena porque promueve una cierta moralidad, aunque tienden a reducir el término
“moralidad” solamente a la compasión y tolerancia. Simultáneamente, estas personas
piensan que la religión es mala no porque sea falsa, sino porque promueve el “fanatismo”.
Estos espiritualistas no creen en el diablo porque creer en el diablo significa creer en:
• el mal sobrenatural (los naturalistas niegan lo sobrenatural)
• el mal moral (sólo aceptan el mal físico, el dolor, a veces porque son deterministas y no
creen en la libertad, a veces porque tienen alguna fobia hacia la culpa, y por lo tanto a
la ley moral)
• el mal espiritual (algunos son verdaderos gnósticos que asocian el bien con lo espiritual)
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el mal personal (algunos son marxistas, socialistas etc. que sólo creen en sistemas económicos o sociales malos)
el mal en sí mismo (algunos son simplemente optimistas)
Sin embargo, Cristo se tomó muy en serio a Satanás. Concluye la oración modelo con
“líbranos del malo”.
Satanás es mucho más poderoso de lo que podemos imaginar, pues es un espíritu puro, mucho más inteligente de lo que podemos concebir. El Papa León XIII tuvo una visión
en la que Dios concedía a Satanás libertad para actuar durante un siglo, y Satanás escogió
el siglo XX. ¿No es esta visión la mejor hipótesis que explica los datos? El siglo pasado,
con todos sus avances, el que más influyó en la vida del hombre fue el invento del genocidio: Auschwitz, Hiroshima, los Gulag, Ucrania, Armenia, Rwanda, Camboya, la revolución cultural de Mao, Sudan… nadie que haya experimentado cualquiera de estas
atrocidades puede creer que se deben a la malicia del hombre solamente. Un signo
revelador en todas ellas es la ausencia completa de cualquier remordimiento en sus
autores. El demonio, habiendo usado a sus instrumentos humanos, los abandona, y el
homicida no siente ninguna culpa, como si no hubiera sido él quien realizó la acción.
Así como los santos están llenos de una bondad que va más allá de la bondad humana,
pues están llenos de Dios, así, estos hombres están llenos de una maldad va más allá de
la maldad humana.
Pero esto no ha acabado: ¿por qué no reaccionamos ante el genocidio del aborto?
Este es el mayor triunfo de Satanás: ha logrado matar la conciencia.
Sin embargo, si el siglo XX fue el siglo que el demonio escogió, el siglo XXI no lo es, y
por lo tanto, debe ser mejor que el anterior. Juan Pablo II, el hombre más realista de nuestro
tiempo siempre se muestra esperanzado, especialmente por la juventud de la próxima generación. Un arrepentimiento, un renacimiento, un regreso, una segunda primavera
pueden ocurrir, de tal forma que el siglo XXI sea el más grande de la historia.
4. El principio fundamental de todas las guerras de cultura.
• La “ley de Colson”: La “ley de Colson” predice que la duración de una cultura es proporcional a su moralidad, y por lo tanto de su religión, pues no se puede conocer la moral aparte de la religión. Es cierto que la ley natural puede ser conocida por todo hombre,
usando su razón, pero en la práctica muy pocos hombres lo pueden lograr completamente. Es un dato histórico que la religión ha sido la fuente del conocimiento de la
moralidad. Pues si bien la religión no es el origen del ser de la moralidad, sí ha sido la
fuente primaria del conocimiento de la misma.
• Nuestra civilización ha contraído SIDA moral. La contrajimos en la Ilustración, cuando relegamos a Dios. Pero también hay una fuente contemporánea de la enfermedad: nuestros “expertos”, los especialistas sociales: nuestros moralistas, nuestros formadores del
pensamiento, nuestros educadores formales (escuelas y universidades) e informales
(los medios de comunicación), quienes han sido entrenados por nuestros psicólogos y
sociólogos.
• La medicina es más eficaz si se aplica a la causa que a las consecuencias: debemos infiltrar los departamentos de psicología y sociología de los centros de estudio, así como
los centros de producción de los medios de comunicación.
• ¿Quienes tienen que hacer el trabajo? Los santos. Los santos son los glóbulos blancos que
dan su vida por luchar contra la infección. Si nadie te quiere crucificar, no estás haciendo
tu trabajo, o tu trabajo no es el de Dios.
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5. El plan de batalla del enemigo
• El poder corrompe: le pasa incluso a la Iglesia. Sin embargo, no hay que olvidar que
Dios avanza: Los cristianos son dos billones de personas; si sumamos a los filósofos
teístas, judíos y musulmanes, la mitad de la población del mundo adora al Dios de
Abraham.
• Divide y vencerás.
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División entre las iglesias.
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División dentro de las iglesias.
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División de la cabeza y el corazón: verdad de amor, justicia de compasión.
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“Religionizar” la política (persecuciones y guerras religiosas)
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Politizar la religión (clasificar la fe en liberal o conservadora, usar categorías
mundanas para juzgar a la Iglesia en vez de usar las categorías de la Iglesia
para juzgar al mundo).
• La Gran Mentira. Relativismo absoluto. Subjetivismo. Proclamado en los tres foros
formadores de la mentalidad de la sociedad: Escuelas, entretenimiento y periodismo (los
medios de comunicación social).
• Negar la guerra en la que estamos metidos. Subestimar al demonio, negar su existencia.
• Llegar al corazón a través de las hormonas:
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El objetivo final es ganar almas para el infierno.
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Un poderoso medio para hacerlo es corrompiendo la sociedad (una buena
sociedad es una sociedad que facilita ser bueno; una mala sociedad es una sociedad que facilita ser malo).
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El medio más poderoso para destruir una sociedad es destruir su componente fundamental: La familia, en donde se aprende el amor incondicional.
Se aprende a amar no por lo que se hace o tiene, sino porque se es.
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La familia se destruye más rápidamente si se destruye su cimiento: el matrimonio estable.
El matrimonio se destruye disolviendo el pegamento que lo mantiene: la
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fidelidad sexual.
La fidelidad se destruye con la revolución sexual.
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La revolución sexual se propaga principalmente por los medios de comu•
nicación.
Se acepta el relativismo absoluto sobre todo en la moralidad sexual. No se acepta el robo o la esclavitud, la opresión, la guerra nuclear, el racismo, el secuestro pero se defiende el divorcio, la fornicación
y la masturbación y la contracepción y el aborto y la sodomía y la bestialidad y la bisexualidad y el
travestismo…
El principio Maquiavélico: Si no puedes elevar tus prácticas a tus principios, rebaja tus principios a tus prácticas.
Esta estrategia es terriblemente dañina al hombre porque:
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Es oculta y justificada por la nueva filosofía del relativismo.
La sexualidad es central en el hombre: “sed fecundos y multiplicaos” es el primer mandamiento de Dios al hombre.
La sexualidad es la forma en que se origina una vida humana, es parte de la creación
de un alma inmortal. ¿Cómo se le puede considerar un mero entretenimiento?
La sexualidad es una imagen de la vida Trinitaria misma: es expresión de amor.
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La misma Biblia usa el matrimonio como su principal imagen del plan de Dios para el
hombre, y usa el adulterio como la imagen del pecado más importante: la infidelidad a
El.
Ningún otro apetito puede estar tan fuera del control del hombre. Un glotón no puede comer más de dos o tres veces lo que debiera, un lujurioso puede poblar un estado
entero, y quiere hacerlo.
La sexualidad no es una característica aislada del ser humano, sino que lo permea enteramente. Si cambias su entendimiento de la sexualidad, cambias su entendimiento de
sí mismo.
Pero, Juan Pablo II ha descubierto la estrategia, y la está combatiendo:
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Conoce los ciclos de la Iglesia y entiende la paradoja de lo fuerte que se vuelve la Iglesia cuando es contracultural y perseguida, y lo débil que se vuelve cuando se pone de
moda. Por eso es un optimista, sobre todo acerca de los jóvenes de la próxima generación. Tertio milennio ineunte.
Está comprometido con el ecumenismo y la reunificación de los cristianos. Unitatis redintegratio.
Proclama la verdad absoluta. Veritatis Splendor.
Descubre la guerra en que estamos metidos, identificando la cultura de la muerte.
Evangelium Vitae.
Contrarresta la revolución sexual descubriendo el significado profundo de la sexualidad.
Mulieris Dignitatem, la teología del cuerpo.
6. La batalla más dura
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No vamos a ganar la guerra de la cultura si no ganamos la guerra del sexo, porque el
sexo es la religión de la cultura actual, y la religión es el motivo más fuerte que puede tener un ser humano.
La sexualidad es especial: es sagrada. Es la única puerta por la que regularmente entra
Dios en la historia humana y realiza lo que sólo Él puede realizar: crear nuevas imágenes
de Él mismo. La sexualidad es como la religión no sólo porque es objetivamente sagrada,
sino porque subjetivamente también nos permite experimentar un anticipo del cielo, al
permitirnos olvidarnos de nosotros mismos, entregarnos, trascendernos, ya que esta donación es lo que constituye la vida interna de la Trinidad.
Por esto, la peor derrota moral de la sociedad es el aborto. Y el aborto está naturalmente conectado con la sexualidad. El aborto existe porque se quiere tener relaciones sexuales sin bebés. Por eso, para convencer a las personas de que el aborto no es
una opción, que los bebés son sagrados y no juguetes que se pueden tirar a la basura
cuando le plazca a uno, tenemos que lograr un objetivo mucho más difícil: convencerlos que
la sexualidad es sagrada y que no se le puede tratar como un juguete. Porque el contexto
del aborto es la sexualidad. El aborto es diferente de otras cuestiones porque la sexualidad es diferente de otras cuestiones.
El contexto que nos rodea es siempre el factor determinante más poderoso: si puedes
rodear al enemigo en la batalla, o al rey en el tablero de ajedrez, ganas. Si rodeas una
elección con la luz y la verdad, esa elección será la correcta. Si rodeas a un individuo con
una buena familia y una buena sociedad, ese individuo encontrará fácil el tomar las decisiones correctas.
La teología del cuerpo de Juan Pablo II es una alternativa positiva a las dos filosofías modernas, falsas y destructivas, sobre el cuerpo: por un lado su deshumanizante materializa-
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ción y objetivización por el positivismo científico y por otro, la espiritualización idolátrica y subjetivización del mismo por el gnosticismo de la revolución sexual.
Es interesante ver cómo en esta batalla, los católicos ortodoxos y los protestantes
evangélicos están juntos en el frente de batalla, mientras en la retaguardia, y sin tomar
parte en la refriega están la mayoría de los protestantes liberales y los católicos liberales. Las líneas de batalla están apareciendo más claras cada día y por eso, también las
fronteras que definen la identidad de la Iglesia, pues de acuerdo a la doctrina católica, la
Iglesia no está limitada a la Iglesia Católica Romana.
Una vez que se ha entendido que la sexualidad funciona como una religión, ¿qué hacer?
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Ser realistas: No hay que esperar que las víctimas de la revolución sexual
sean objetivas y racionales. Estamos desafiando a su dios, estamos enzarzados en una guerra espiritual.
Siempre poner las negativas (no al pecado) en el contexto de los positivos
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(sí al pecador).
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Dejar claro la razón por qué la sexualidad es sagrada: como la conversión y
como la Eucaristía, trae a Dios mismo a la tierra. La concepción es un acto divino, un milagro.
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Reconocer y afirmar la presencia del amor humano genuino aún en relaciones pecaminosas. Los motivos humanos comúnmente están mezclados.
•
Usa tu imaginación. Ponte en el lugar del otro y piensa qué quisieras que la Iglesia hiciera por ti. Tú quisieras que te rescatara de tu error, de tu perversión,
no simplemente que condonara tu perversión o te condenara a ti. Pues “ve
y haz tú lo mismo”.
•
Haz sacrificios heroicos a favor de los pobres espirituales. Se un humilde y
anónimo héroe de la pureza y castidad. “Ni siquiera lo pienses”, y haz esto
simplemente por amor a Dios y a los hijos extraviados de Dios
•
Cuando un cuerpo es atacado por una infección, produce anticuerpos. El Cuerpo
de Cristo es un cuerpo real, y por lo tanto, también produce anticuerpos: los santos. Lo que tienen en común todos estos anticuerpos es que no son solamente personas que evitan el pecado, sino santos; no son solamente buenas
personas, sino pequeños Cristos, manos y dedos de Cristo, cuyos imperfectos y humanos sacrificios constituyen algunas de las medicinas que el Gran
Médico, en su extraña y divina sabiduría, elige usar para salvar su mundo.
7. El arma secreta que ganará la guerra.
• El arma más poderosa en el mundo es la santidad. Muchas personas asocian “santidad”
con amable, bueno, simpático. Pero los santos son verdaderos guerreros. Realmente molestan a la gente y frecuentemente son martirizados. Si no molestan a nadie, es que no
son verdaderos santos.
• El mundo puede ofrecernos paz con él, con la carne y con el demonio; mientras que
Jesús nos da paz con el vecino, con nosotros mismos y con Dios. El mundo nos ofrece
paz basado en la avaricia por las cosas del mundo, la lujuria por las cosas de la carne y
la soberbia por las cosas del demonio. Pero Jesús nos da una paz basada en la pobreza,
la castidad y la obediencia. Las dos paces son opuestas, están en guerra. Los santos entienden esto.
• Los santos buscan y viven dos cosas esenciales: verdadero amor y la verdad, simultáneamente y más que cualquier otra persona. Aman al pecador y denuncian y combaten
el pecado. Los santos son profetas que no ofrecen lo que el mundo quiere, sino lo
que el mundo necesita. Esta doble devoción de los santos al amor y a la verdad es la
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única arma que puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte. Solamente los
santos pueden salvar al mundo.
La razón más profunda porqué la Iglesia está débil y el mundo está muriendo es porque no
hay suficientes santos. Bueno no, la razón es porque nosotros no somos santos. Tú puedes ser santo, nada ni nadie te puede detener. Es tu elección totalmente libre. “Si miras
dentro de tu corazón con la mayor honestidad, tienes que admitir que solamente hay una y
solamente una razón por la cual tú no eres, aún ahora, tan santo como los primeros cristianos: porque realmente no quieres serlo”.
Lo que nos detiene es miedo. Miedo a pagar el precio porque el precio es “todo”, todo lo que tienes. Dale a Cristo cien por ciento de tu corazón y tu vida cien por ciento
del tiempo, sin quedarte con nada, absolutamente con nada en ningún lugar, nunca. Esto
significa el martirio de morir diariamente, cada minuto durante el resto de tu vida, a
todos tus deseos y planes, incluyendo tus planes de cómo ser santo. O más bien, para
ser más teológica y psicológicamente correcto, no morir a tus deseos, sin morir al “tú”
en tus deseos. Esto significa simplemente darle a Dios un cheque en blanco. Significa sumisión, fiat. Solamente si hacemos esto, nuestra actividad apostólica funcionará. El alma
humana es como un tubo que conecta el cielo y la tierra, sólo si está vacío, puede conducir
la gracia del cielo a la tierra.
No hay una tecnología para ser santo. La santidad es amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y todas las fuerzas y al prójimo como a ti mismo. Solamente
hay que amar. Claro que el efecto no puede ser mayor que la causa, y como la santidad
es lo más grande que hay para un ser humano, la causa de la santidad es Dios mismo,
su gracia. Pero Dios concede esta gracia sólo si la queremos y pedimos realmente.
Es muy sencillo pero muy difícil. Lo difícil es aceptar solamente a Cristo. Es fácil aceptar a Cristo y a nosotros mismos, o a Cristo y nuestra teología, o a Cristo y nuestra
psicología, o a Cristo y nuestro país o a Cristo y a nuestra política, o a Cristo y nuestra
cultura, o a Cristo y nuestra contracultura, pero a Cristo solamente, Cristo bebido solo
y no mezclado, es demasiado peligroso para nosotros.
Y sin embargo, esta arma, la santidad es lo único que ganará esta guerra, que no es
por la sociedad, sino por las almas, no solo para este tiempo, sino para la eternidad.
8. Entrenamiento básico.
• Guardar los diez mandamientos. Intentarlo, una y otra vez hasta “amar a Dios con todo
el corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas”. Dios ayuda con infinita paciencia hasta
que lo logramos.
• Dios nos da la gracia que aceptamos, que pedimos. Y la mayor “gracia” es Cristo mismo. No somos santos porque en realidad no queremos serlo.
• Pero Dios da la gracia de acuerdo a nuestro crecimiento espiritual, en el tiempo. No
hay que impacientarse, no estamos diseñados para ser santos en un día.
• La gracia y la naturaleza no son cosas separadas. La naturaleza es simplemente la naturaleza de la gracia, la forma que toma la gracia cuando es recibida en el tiempo. Por eso
los milagros son la excepción que prueba las reglas de la naturaleza. Las “reglas” para el
hombre (su naturaleza), incluyen el tiempo y el crecimiento.
• Debo darme completamente a Dios en su tiempo, pero su tiempo es siempre ahora,
así que hoy debo darme completamente a Él. Si hoy no crezco en santidad, en el futuro tampoco creceré. El secreto es hacerlo hoy, ahora, sin “planear hacerlo” (¡just do it!).
Pero en realidad no puedo hacerlo sino hasta que me de cuenta de que no está en mis manos
ser santo, sino que es una gracia de Dios, que deje de intentarlo a mi manera y me rinda a su
amor, me deje moldear por Él, me voltee a ver su cara. Hay que mirar a Dios a la cara, este es el
punto clave para ser santo: nadie puede pecar viendo a Dios a la cara, porque su cara es la verdad. La honestidad total con la verdad es la clave de la santidad, pero todo reside en la voluntad,
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pues hay que querer la luz, hay que escoger voltearse hacia Dios para verlo. Hay muchas cosas
que impiden tomar esa decisión, pero la más importante es la soberbia.
9. El pronóstico de victoria.
• Las personas de Dios ganarán la guerra de la cultura:
•
La verdad es más fuerte que la mentira, la luz es más fuerte que la oscuridad.
•
El amor es más fuerte que el egoísmo. Luchamos porque amamos, y el
enemigo no ama.
•
Jesús es el Señor, Cristo es Rey. Tenemos el arma más poderosa del universo:
la sangre de Cristo. No a Cristo sin sangre, no un hermoso ideal; y no sangre
sin Cristo, un simple sacrificio y martirio humano. Ni el sacrificio sin amor ni
el amor sin sacrificio ganarán. La sangre de Cristo ganará, porque esa sangre brota de su corazón, y el corazón de ese corazón es amor (ágape) y el
amor nunca se rinde.
•
Tenemos la absoluta confianza de que debemos ganar esta guerra. Debemos
recordar este punto, pues sin él, podemos desesperar de obtener un ideal
tan alto como la santidad.
Ganaremos esta guerra porque no importa cuantas veces caigamos, no
•
importa cuantas veces fracasemos en ser santos, no importa cuantas veces
fallemos en el amor, nunca, nunca nos rendiremos. Ganaremos porque
somos el cuerpo de Cristo, y Cristo es Dios, y Dios es amor y el amor
nunca, nunca, se rinde.
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