Institucionalización y psicología social Roberto Manero Brito El tema de la institucionalización es, desde hace tiempo, uno de los objetos importantes en ciertas tendencias de la psicología social, en donde me incluyo. En otros lugares (Manero, 1996) hemos desarrollado algunos elementos de la cuestión. La importancia de los procesos de institucionalización en relación con la psicología social tenía que ver, de acuerdo con esos estudios, básicamente con la incorporación en el concepto de institución de una serie de elementos que, a pesar de estar parcialmente enunciados por algunas tendencias, poco se habían desarrollado. Introducción L a incorporación de la problemática en la denominada psicología social de intervención que hemos trabajado en el Área de Concentración en Psicología Social de la Licenciatura en Psicología de la UAMXochimilco (Casanova, Manero, Reygadas, 1996), nos ha permitido también establecer alguna distancia con los objetos clásicos de la psicología social académica: percepción social, memoria social, interacción grupal, etcétera. Esta distancia también se ha elaborado en relación con tendencias cercanas, como las psicoanalíticamente orientadas. Es importante mencionar que esta problemática está indisociablemente ligada con una serie de campos de reflexión, como son los conceptos referentes a los procesos imaginarios y al imaginario social, a las perspectivas agrupadas ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2010 • UAM-XOCHIMILCO • MÉXICO • PP. 589-606 institucionalización y psicología social bajo la denominación del análisis institucional, así como con campos de análisis grupal y cuestionamientos sobre la latencia. Dicho de otra manera, el tema de la institucionalización se desarrolla en el contexto de una psicología social que tiene en las figuras de los grupos y las instituciones uno de sus ejes fundamentales. Este punto lo desarrollaremos más adelante. El tema de los grupos y las instituciones, paralelamente al ascenso de perspectivas teóricas y metodológicas derivadas de la antropología cayó, durante un cierto tiempo, en descrédito. Algunos investigadores lo consideraban como un paradigma agotado, que se debería ir abandonando para incursionar en otros campos articuladores, tal como los llamados procesos de subjetivación. No estamos de acuerdo con esto. Consideramos que la temática de los grupos y las instituciones tiene mucho por desarrollar, y la cuestión sobre los procesos de institucionalización resulta ser no sólo apasionante, sino uno de los ejes de articulación que puede mostrar definiciones de los campos paradigmáticos lo suficientemente fértiles para justificar su existencia y el interés que despierta en muchos investigadores. La psicología social de grupos e instituciones que inspira a nuestra psicología social de intervención, es una psicología que entiende a los grupos e instituciones como espacios sociales privilegiados, y también como construcciones teóricas intermedias que nos llevan a una serie de interrogantes. Éstas tienen que ver con los procesos de la subjetividad trabajados en torno a la cuestión del imaginario. Sin embargo, los planteamientos alrededor del concepto de imaginario, especialmente en las teorías grupales e institucionales, son conceptos que caen claramente en la crítica que hacía Castoriadis en relación con el uso común de ese concepto, es decir, con la idea de un imaginario especular. En la elaboración de la génesis teórica o la historia del concepto de imaginario, caímos en la cuenta de que ese término es bastante antiguo, pero lo rastrearíamos básicamente desde Marx, en donde el concepto imaginario parecería asociado al tema de la ideología. Desde ahí, el tema de la ideología evolucionaría hasta encontrar las dos posturas sociológicas contrastantes de Durkheim y Weber. 590 subjetividad y comunidad roberto manero brito En Durkheim, el concepto nos remitiría básicamente a su expresión jurídica y poco a poco, desde ahí, al concepto de institución. Mientras tanto en Weber, el problema del imaginario aparecía desde la problemática del carisma, que nos remitía a las diferentes formas de dominación y las diferentes formas de institucionalización, hasta llegar a la institucionalización de los sistemas jerárquicos, desde la aristocracia hasta la burocracia. Los desarrollos posteriores nos llevarían a los elementos que ya menciona Castoriadis alrededor de las perspectivas que podríamos llamar funcionales de la institución, y a las perspectivas simbólicas estructurales de la misma. A pesar de que ya se ha desarrollado el estudio de los procesos de institucionalización en relación con los fenómenos imaginarios y de una psicología social de los procesos institucionales, en este artículo me interesa desarrollar la pertinencia de este abordaje, en su relación con diversas teorías institucionales derivadas de la sociología, la antropología, así como el estudio de los movimientos sociales. El desarrollo de los conceptos que siguen se llevó a cabo en el contexto del Seminario Teórico-Metodológico que impartí en el Doctorado en Ciencias Sociales, con el doctor Fernando García Masip, a quien debo no sólo la idea para desarrollar este artículo, sino también su amable gestión para la transcripción de algunas sesiones del curso, que es la materia prima de esta colaboración. Durkheim y el concepto de institución Para Durkheim, la sociología es la ciencia de las instituciones. Es decir, la sociedad se va a organizar para cumplir con sus necesidades a partir de las instituciones, pero ¿qué es esa institución? Para Durkheim, la institución remite, en un primer momento, a las prácticas sociales. Este autor las va analizando, en principio, desde la cuestión de las religiones, desde el planteamiento de los mitos y los rituales. Sin embargo, para Durkheim el mito y el ritual todavía no son una institución, podrían ser incluso una serie de proto-instituciones, pero todavía no hay una institución ahí. subjetividad y comunidad 591 institucionalización y psicología social Lo que hace que aparezca la institución como tal, es la sanción social y su traducción jurídica. Entonces la institución aparece por un lado como norma y por otro lado como ley. Antes de eso, tenemos prácticas de corte religioso, tenemos rituales, tenemos aquello que se da en otro tipo de sociedades que no están tan avanzadas como las europeas. Esto permitirá a algunos etnólogos hablar del pensamiento primitivo. Las sociedades que van avanzando salen de esas proto-instituciones para generar las instituciones jurídicas, que son el sentido pleno de la institución. La primera institución es la Constitución. Desde ahí tendremos las instituciones políticas, las instituciones sociales, etcétera. ¿Dónde está el gran analizador de las instituciones? En la norma, ahí donde no existe más la norma, ahí donde se va quebrando ese tejido social, es donde la institución empieza a fallar, empieza a quebrarse y entonces la vida social pierde sustento. Se trata de la anomia. La vida social entonces tiene este sustento que son las instituciones. Este planteamiento sobre la institución y las formas religiosas será un punto de partida central para algo que ya existía también en la sociología o la antropología de Marcel Mauss, padre de la antropología francesa, en el sentido de las formas del análisis ¿Por qué? Porque se trata de la matriz común del estructural-funcionalismo, o sea tanto de los funcionalistas como los estructuralistas. El pensamiento durkheimiano de la institución es la matriz común de los desarrollos que van desde Mauss –en el análisis del Potlatch– hasta Malinowsky, desarrollos que nos llevarían al planteamiento de que las instituciones, es decir todo aquello que deriva del mito y del ritual, toda esta evolución del mito y el ritual hacia la institución, con sus respectivos cortes y quiebres, tienen que ver con el elemento funcional; es decir, la institución supone la resolución de algún tipo de necesidad social. Este es el punto, el eje fundamental sobre el cual se asienta el funcionalismo. Derivada de estas sociologías tendríamos, por ejemplo, a los reproduccionistas. La escuela ¿para qué funciona? Pues funciona, sí, puede ser para enseñar, puede ser para transmitir conocimiento, para cualquier cosa que se quiera. Pero tenemos también la otra función, que es la función de sometimiento al régimen establecido. De ahí se desprende una serie de 592 subjetividad y comunidad roberto manero brito estudios sobre la escuela, entre los que destacan aquellos que descubren el currículum oculto. Sin embargo, a pesar de su perspectiva crítica, son teorías sociológicas que definen la institución desde su función. Posteriormente, Lévi-Strauss trabajará también con los elementos que estaban planteados desde el análisis del Potlatch en Marcel Mauss, el análisis del don. Trabajará desde ahí las estructuras de parentesco como el eje fundamental de la estructura social, y desde ahí hasta el lenguaje. Sin embargo, en el mismo simbolismo que plantea la estructura institucional, estamos ya frente a un proceso de conquista, lenta y nunca integral, del simbolismo por la funcionalidad. En ese sentido, estamos de acuerdo con Castoriadis, cuando critica a los “estructuralistas” en la idea del simbolismo institucional. Suponer ese simbolismo nos remitiría a una especie de contenido extrainstitucional que se expresaría en la institución. Toda estructura, todo contenido de la vida social se vuelve institución. No hay un contenido previo que se exprese en la estructura. La estructura es institución (Castoriadis, 1975). Institucionalizar, desde estas perspectivas, es organizarse para cumplir una función, para establecer un simbolismo, para construir una estructura desde la cual se reproducirá la organización de una sociedad para satisfacer sus necesidades. Existe en el concepto de institucionalización, en esta escuela, una relación positiva entre movimiento e institución, entre el proyecto filosófico y el proyecto programático (Ardoino). La organización es la traducción del proyecto fundacional, y contiene en su propia materialidad la necesidad que le da origen. No obstante, diríamos con Castoriadis, reducir la institución a una forma de organización para satisfacer las necesidades, es una forma de ocultar algunas cuestiones, entre ellas una que nos parece fundamental, que es la naturaleza colectiva y negativa del movimiento instituyente que le da origen. Este aspecto sería enunciado por Castoriadis y desarrollado posteriormente por Lourau, en la perspectiva del análisis institucional. subjetividad y comunidad 593 institucionalización y psicología social Weber y la dinámica de la dominación Para Weber, en su obra Economía y sociedad (1984), el problema de la institucionalización parte fundamentalmente de su concepto de la rutinización del carisma. La primera forma de dominación que podemos conocer es una dominación que se da básicamente en el ámbito primitivo y religioso que es la dominación carismática. El líder carismático es aquel que domina por carisma (chiaris), por su claridad, porque es el líder esclarecido. Puede ser esclarecido por diversas razones, por su sensibilidad o porque Dios así lo designó (pensemos en el Moisés de las leyes. Estamos ahí frente al líder carismático, es el líder que tiene ese chiaris). Indudablemente esta cuestión nos lleva a una primera problemática: la problemática de lo profano y lo sagrado. Esta división entre lo sagrado y lo profano nunca es nítida, es objeto de cualquier tipo de desplazamiento de condensación, de deslizamiento, etcétera. Nada más sagrado ahora que, por ejemplo, los dictados de la ciencia. Castoriadis planteaba que el vínculo que existe entre el individuo y la ciencia no difiere de la relación que guarda con la fe religiosa. La fe en la ciencia no difiere en nada a la fe que se guardaba en la palabra de Dios, enunciada por su Iglesia. Parte de nuestras certezas, producto de descubrimientos científicos, y que en ocasiones no proceden directamente de la percepción, son resultado de esta fe en el saber y la institución científica. Pero esta fe supondría, de alguna manera, la invasión del campo científico por esa energía de lo sagrado, y la institución científica como un equivalente de la Iglesia. Las formas de lo sagrado en la vida cotidiana, también fueron objeto de un artículo interesante de Leiris, en el momento de creación del Colegio de Sociología (Hollier, 1982). Leiris describe cómo en realidad la vida cotidiana está permanentemente entretejida de lo sagrado, y esto aparece claramente por ejemplo en la religiosidad popular. Jesús Carpio (2006) realizó una tesis sobre la religiosidad popular. En esta religiosidad el sentido del milagro está perfectamente entretejido en la vida cotidiana. Eso es lo que la separa de la perspectiva teológica de la iglesia. En la perspectiva de la religiosidad popular, el milagro no es algo 594 subjetividad y comunidad roberto manero brito extraordinario o sobrenatural. Está entretejido en la vida cotidiana. Curarse, aliviarse, encontrar al burro perdido o no ser aprehendido en la comisión de un delito, son evidencias de la intervención divina. La vida cotidiana es testimonio de lo sagrado. Es ese tejido de lo sagrado en lo cotidiano lo que permite pensar que estos desplazamientos, esta energía, estos elementos están presentes ya desde un principio en la idea del chiaris, en la idea del carisma. En el pensamiento weberiano, la dominación carismática está en el origen de las diferentes formas de organización de la sociedad. La rutinización del carisma, y con ella la transmisión hereditaria del mismo, daría como resultado la dominación aristocrática, y desde ahí llegaríamos, a través de diversos estadios, hasta la dominación burocrática. Resultan entonces especialmente interesantes para nuestros fines los aspectos desarrollados en torno al carisma y su rutinización, elementos primeros del proceso de institucionalización. El movimiento y la institución Entonces parecería que podemos traducir al carisma de muchas maneras. Sabemos, desde la psicología social, desde la psicología de los grupos, que el liderazgo no depende tanto de las cualidades del líder, sino de la estructura misma del grupo. El grupo genera su líder (o líderes). Es una forma de expresión psicosociológica de ciertos elementos que también venían encontrando más o menos al mismo tiempo los sociólogos y los etnólogos. Hay una pregunta: ¿por qué cuando Freud escribe su Psicología de las masas toma como interlocutor a Le Bon, que efectivamente era un sociólogo más o menos reaccionario, cuando al mismo tiempo estaban escribiendo Weber, Durkheim, Mauss? Hubiera sido interesante un debate de Freud y Weber, por ejemplo. Freud no lo interpeló y al parecer Weber también lo ignoró bastante, pero no es mal momento para empezar a pensarlo desde ahí, y replantearse cómo en todo esto hay algo que los sociólogos y los etnólogos posteriormente retomarían en la relación movimiento-institución, entre otros Francesco Alberoni (1984). subjetividad y comunidad 595 institucionalización y psicología social Alberoni escribe algunos libros sobre la amistad y el erotismo. Sin embargo, su obra fundamental es un libro de más de quinientas páginas: Movimiento e institución. Teoría general. En sus primeros capítulos sobre la institución plantea que ésta es lo que queda ahí después de un movimiento social, y esa idea de movimiento que va hacia la institución va a ser la idea central en toda forma de sociología. Desde ahí, el proceso de institucionalización tendría que ver fundamentalmente con el devenir de los movimientos sociales. Alberoni plantea que de la idea de un líder carismático que es capaz de mover a la masa, tendríamos que desplazarnos más bien a la idea de un medio carismático que es capaz de producir a su líder. Estamos justamente en el pleno laboratorio de esto que llamaríamos con Castoriadis la sociedad instituyente. Esa sociedad es un hervidero de representaciones, de significaciones, un hervidero emocional (porque la emoción es uno de los espacios privilegiados a través de los cuales estas significaciones y estas representaciones se manifiestan). Para Mühlmann la emoción tiene que ver con los afectos, pero es sobre todo eso que nos mueve. Etimológicamente, emoción remite precisamente al movimiento que se da hacia fuera. Pero entones ¿de qué está compuesto este medio carismático? Es un medio que, por alguna razón, cambia su tiempo, cambia su temporalidad. La temporalidad cotidiana es un tiempo estandarizado, un tiempo espacializado, un tiempo convertido en ciertas formas del ritmo, en cierta forma de medición, etcétera. Este tiempo ritmado, este tiempo cotidiano, digamos este tiempo sintagmático, se ve quebrado por otro tiempo que podríamos llamar tiempo sagrado. Es un tiempo donde las coordenadas de la vida cotidiana (levantarse, vestirse, irse a trabajar, comer, retornar al hogar) se ven completamente rotas, y el tiempo se vuelve el tiempo de la espera, de la espera de algo que va a suceder, o es el tiempo precioso de la posesión, donde la espera se hizo cero.1 Entonces tenemos otro tipo de emoción en ese tiempo sagrado. El tiempo sagrado juega con otras representaciones. La imagen de la cuerda que Henri Norbert Elias reconoce tres aspectos de la determinación del tiempo: la actividad, la institución y la experiencia (cfr. Elias, 1997). 1 596 subjetividad y comunidad roberto manero brito Desroche (1976) retoma de Mircea Eliade expresa claramente el tipo de emoción que suscita lo sagrado a través de la esperanza: es el mito de una cuerda, esa cuerda que ancla en ningún lugar y que sin embargo es capaz de resistir la humanidad entera... Como cuando Zeus le dice a los mortales: “podrán lanzar una cuerda hacia mí, y jalar todos los mortales de ella, que no seré yo el que me acerque a ustedes, sino ustedes serán los que se aproximen a mí”. Esa es la imagen y la emoción que nos está planteando lo sagrado. Lo sagrado aparecería aquí, entonces, como el espacio de la potencia de representación, o la potencia de significación de lo social, de la sociedad instituyente. La sociedad sacraliza cuestiones que en un momento dado pudieron ser bien banales o pudieron haber sido bien seculares (la palabra secularización viene de siglo, de seculum; lo secular aparece cuando lo sagrado se vuelve del siglo, es decir se vuelve del presente, se vuelve humano). Aquí aparece un aspecto importante, ya que este lugar, este espacio de lo sagrado, que le permite entonces al colectivo inaugurar un chiaris, inaugurar este medio carismático, que resulta además ser el crisol de las representaciones y de nuevas significaciones, que resulta ser un ente tan potencialmente magmático como pudieran ser estas formas de la significación social imaginaria, se constituye como un espacio alienante. El desdoblamiento de la sociedad en su parte secular y en su parte sagrada está ya inaugurando, al mismo tiempo que su posibilidad de desarrollo, su tendencia a la alienación. Estas dos líneas van a estar en permanente tensión justamente en los procesos de institucionalización, porque van a ser las dos fases o las dos caras del proyecto, que de cierta manera terminará explicando tanto la evolución institucional, como la repetición institucional, la enajenación, la alienación de las dimensiones utópicas. Castoriadis y la alienación de la sociedad instituyente Más arriba mencionábamos la crítica castoridiana a los reduccionismos funcionales y simbólicos al concepto de institución. Este autor plantea que una gran mayoría de estudiosos de las instituciones las reducen tanto a su subjetividad y comunidad 597 institucionalización y psicología social componente funcional como a la componente simbólica. Sin embargo, la mayoría olvida que la institución es el resultado de la acción de la sociedad instituyente, la encarnación de las significaciones sociales imaginarias de una sociedad. Sin embargo, la idea del imaginario es también problemática. Castoriadis explica que comúnmente la idea de imaginario aparece como un imaginario especular, y que es necesario replantearnos la necesidad de algo que otorga sentido, que funciona como elemento de creación, que se opone a la reproducción infinita que supone el imaginario especular. Este elemento de creación se sitúa en una instancia que podríamos llamar el imaginario radical. El imaginario radical es en tanto psiqué-soma flujo representativo-afectivointencional. Lo que en la psiqué-soma es posición, creación, hacer ser para la psiqué-soma, le nombramos imaginación radical. El imaginario radical es en tanto social-histórico, flujo abierto del colectivo anónimo. Lo que en lo social-histórico es posición, creación, hacer ser, lo nombramos imaginario social, o sociedad instituyente (cfr. Castoriadis, 1975:493). Tendríamos así un esquema articulador desde el cual podríamos fundamentar de otra manera el estudio de la subjetividad, de eso que llamamos los elementos latentes o de eso que llamamos la memoria o el proyecto implícito en las instituciones. Para Castoriadis, la institución del mundo es institución de un legein y el teukhein, que nos remite al pensar y al hacer, a la reflexión y a la técnica y la acción sobre el mundo; estos son los ejes del hacer humano, es en donde se van concretando las formas específicas de este elemento magmático que son las significaciones sociales imaginarias. Las significaciones sociales imaginarias son la expresión, entonces, de esa sociedad instituyente, de un imaginario social que fluye, que tiene una existencia de tipo magmática. ¿Por qué magma? Porque no es carente de estructura, pero tampoco puede ser una estructura tal y como la conocemos, es un magma en el sentido de que permanentemente hay un juego de transformación de formas y de transformación de estructuras. La idea de lo magmático es la idea de aquello que es un flujo intencional y que permanentemente puede ir generando formas nuevas y que son formas indeterminadas. Lo indeterminado 598 subjetividad y comunidad roberto manero brito no es un elemento totalmente azaroso, es una indeterminación que tiene su sustento en elementos históricos, en elementos que existen previamente; sin embargo, no es desde estos elementos que se puede elucidar las nuevas formas que van apareciendo. En ese sentido, por ejemplo, Castoriadis plantea la idea de aquellas formas que fueron apareciendo durante el proceso de institucionalización del capitalismo. En el capitalismo hay varios inventos y todos ellos importantes; entre otros está, por ejemplo, la idea de la empresa. Sin embargo, la significación que es central en el capitalismo es una cosa que parecería totalmente psicótica, que es ver en una persona, en un sujeto, en un humano, una mercancía. Es la idea de fuerza de trabajo. Pensemos cuáles eran las representaciones que tenían los curas españoles cuando llegan a América. Tienen que hacerse serios estudios, hay debates interminables para saber si los indios tenían o no alma. Sepúlveda decía que los indios estaban a medio camino entre el mono y el hombre. Me pregunto, más allá del elemento racista y de todo lo que ya denunció desde entonces Fray Bartolomé de las Casas, si en la cabeza de Sepúlveda (recordemos que Sepúlveda es un sujeto que ya está en el filo de la navaja, es un funcionario que tiene que defender las formas feudales frente al capitalismo mercantilista que estalla; ya tenemos enormes ciudades como la ciudad de Sevilla, y el burgo está dejando de ser una de las figuras predominantes; ya la representación de la riqueza está cambiando del atesoramiento hacia las capacidades productivas, y Sepúlveda está ahí, en la vorágine de estos cambios...), en medio de todo esto, dice que el indio está a medio camino entre el mono y el hombre, más o menos unos 300 años antes de Darwin...2 Las significaciones sociales imaginarias son aquellas que definen el modo de ser de una sociedad. No pretendo plantear con esto una especie de continuidad entre el pensamiento de Sepúlveda y Darwin. Sin embargo, es claro que en la figura que utiliza el primero está ya presente un elemento de comparación, de similitudes posibles. Por ello, en un trazo hacia la génesis teórica del concepto de evolución, la expresión de Sepúlveda podría resultar sumamente esclarecedora del proceso de incubación del concepto. Dicho de otra manera, estaban ya en el imaginario social las condiciones de posibilidad del descubrimiento darwiniano. Este ejemplo expresa con suma claridad esa condición magmática del imaginario social. 2 subjetividad y comunidad 599 institucionalización y psicología social Estas significaciones sociales imaginarias, encarnan en las instituciones, es decir, sufren un proceso de institucionalización. Y la creación de instituciones es una actividad completamente humana, las instituciones son el resultado directo de la actividad de la sociedad instituyente. De ahí la autonomía. La sociedad, permanentemente, tiene la posibilidad de crear, modificar y disolver sus instituciones. Sin embargo, lo que distingue al proyecto de la sociedad autónoma, es precisamente el reconocimiento de estas instituciones como producto de su propia acción, y que esta acción es deliberada. Más arriba planteábamos cómo, desde la perspectiva weberiana, la generación del medio carismático era un elemento fundamental para el proceso de institucionalización. Tendríamos en esta organización, la organización carismática, el germen del proceso de institucionalización. Sin embargo, la forma del carisma, el chiaris, es una forma alienada, ya que la expresión del carisma se encuentra enajenada de sus creadores, de ese colectivo anónimo.3 La forma misma del carisma supone un eje alienante, que es el ocultamiento del colectivo anónimo como origen de la creación de las instituciones. Más arriba planteábamos cómo en Castoriadis el proceso de institucionalización tiene que ver con la forma en la que las significaciones sociales imaginarias “encarnan” en las instituciones. Las instituciones son creación humana, de un colectivo anónimo, de una sociedad instituyente. Así, al igual que Durkheim y Weber, Castoriadis plantea un proceso de institucionalización positivo en relación con el proyecto que le da fundamento o las significaciones sociales imaginarias que le dan origen. Más adelante veremos que hay otras versiones del proceso de institucionalización que contrastan con este planteamiento. El planteamiento freudiano, de acuerdo con Rozitchner (1987), propondría dos formas de concebir un colectivo original: la horda salvaje y la alianza fraterna. Sería interesante establecer la relación entre estas figuras y el planteamiento de un colectivo anónimo en Castoriadis. Evidentemente no se trata de la misma cosa. Sin embargo, un trabajo sobre estos conceptos seguramente aclararía diferentes versiones en torno a la naturaleza del vínculo social. 3 600 subjetividad y comunidad roberto manero brito Mühlmann y el fracaso de la profecía En sus formas alienadas, las figuras religiosas de cualquier manera son portavoces de elementos imaginarios sociales, de verdaderas significaciones imaginarias sociales que se expresan en ese lenguaje. Más arriba veíamos con Alberoni que existe una relación estrecha entre el movimiento y la institución. Visto desde estas corrientes sociológicas, las instituciones son la secuela del movimiento, es lo que queda del movimiento social. Pero aun en esta versión, la relación entre movimiento e institución es positiva, hay concordancia entre el proyecto que enarbola el movimiento, y la institución que se organiza para la realización de dicho proyecto. En esta perspectiva, Mühlmann (1968) aparece como un fuerte contraste con las concepciones anteriores. El análisis de una enorme cantidad de movimientos mesiánicos, en diferentes épocas y lugares del mundo, le permitió observar una constante. El fracaso de la profecía del movimiento no siempre acarreaba su final. Al contrario, en una gran cantidad de movimientos, el fracaso de la profecía significaba un aumento en la movilidad y velocidad de difusión del movimiento, y parecería no cuestionar su propia legitimidad. No obstante, los movimientos no quedan intocados a partir del fracaso de la profecía. Evolucionan lentamente hacia formas de organización. Así, se convierten en sectas o iglesias. Esto le permitió a Mühlmann plantear lo que él llama una ley sociológica: el fracaso de la profecía es condición estructuralmente necesaria para la institucionalización del movimiento. Lourau, por su parte, llamaría a este fenómeno el efecto Mühlmann (Lourau, 1977). Subrayamos en este aspecto la negatividad presente en el concepto de institucionalización: entre el proyecto, la profecía, que animan el movimiento social, y la institución que sigue al movimiento, la relación es de contradicción y negatividad. La institución no es encarnación de la significación social imaginaria que le da origen; tampoco es la traducción del proyecto que anima al movimiento social: es más bien su negación. El planteamiento de Mühlmann indudablemente trajo una verdadera revolución en la concepción de las instituciones. De ahí deriva una serie de estudios prácticamente interminables y, además, permite releer muchos subjetividad y comunidad 601 institucionalización y psicología social elementos que ya estaban presentes en la polisemia del concepto de institución. Las dimensiones imaginarias del concepto, no solamente en el sentido castoridiano, sino también aquellas que fueron descubiertas por los psicoterapeutas y pedagogos institucionales, tendrían que replantearse a la luz de esta “ley sociológica”. A partir de esta perspectiva del proceso de institucionalización, la institución sería algo así como el cadáver exquisito del proyecto que le da origen. Quizás sea importante detenernos un momento en algunos detalles del planteamiento mühlmanniano. Efectivamente, para Mühlmann un movimiento social o religioso no necesariamente está directamente inspirado en un proyecto o profecía racional. Lo que mueve al movimiento es una emoción colectiva, que Mühlmann concibe como las capas psicológicas profundas del movimiento. El movimiento genera una temática, que este autor denominará su mito, y será esta temática la que ancle en esas capas psicológicas profundas. Así, mientras más el movimiento es movimiento, más está impulsado por las capas psicológicas profundas. En la medida en la que el impulso original decae, los aspectos racionales de la organización predominarán. La institución aparecerá, entonces, como la negación del proyecto que le da origen, lo cual expulsa definitivamente la posibilidad de una disfuncionalidad como elemento explicativo de las problemáticas institucionales. La institución siempre es negación y algo más que su finalidad explícita. Pero para justificar plenamente eso, habría que hacer concursar otra perspectiva. En el planteamiento de Lourau, el efecto Mühlmann parece poner en juego dos elementos fundamentales en el plano del movimiento: el proyecto utópico y el proyecto de institucionalización. Movimiento versus institución. En el proceso de institucionalización, el fracaso del proyecto utópico propone una forma social que estaría reproduciendo aquello negado por el movimiento, sería la negación misma del movimiento. Para ello, Lourau plantea la existencia de un principio de equivalencia ampliado, que describiría a la forma estatal como el común denominador de las formas institucionales. Toda institución es equivalente. Por ello, la transformación violenta, revolucionaria (por oposición a la evolución lenta y pausada de las instituciones producto de 602 subjetividad y comunidad roberto manero brito la equivalencia, no identidad), requiere un concepto que elucide el cambio posible. Por ello, al lado del proceso institucional está siempre la figura, agonística, de la contrainstitución. Baechler (1970), sociólogo francés, plantea que la institución alberga no sólo un proyecto, sino una infinidad de proyectos concurrentes, del cual resultó uno vencedor. Los movimientos sociales o religiosos que dan origen a las instituciones no son movimientos que logren unanimidad. El mito es siempre polisémico, es por naturaleza polisémico. Por ello, no podemos pensar en un pensamiento utópico único, en una figura imaginaria unánime. Más bien tendríamos una matriz utópica que permite diversas interpretaciones, que implica la diferencia, la disensión, una alteridad radical. Por ello, el fracaso de la profecía como ley sociológica tiene una complejidad bastante fuerte. Podríamos pensar que, en general, el movimiento está soportado en una estructura de malentendido, de significaciones múltiples que se derivan en el momento mismo de instaurar su propio simbolismo. Dicho de otra manera, el mito encierra en sí mismo una polisemia que significará una variabilidad enorme en la naturaleza de la profecía que impulsa al movimiento. Esta multiplicidad de proyectos posibles no desaparece en el momento de la institucionalización. La institución está habitada por la disensión y la polisemia. Eso ya lo sabían los institucionalistas, ya que era un fenómeno observado en todas sus intervenciones. La institucionalización y la psicología social Los institucionalistas (Lourau, Lapassade, Hess, Savoye, etcétera) van a retomar todos estos elementos, y lo que van a observar es precisamente cómo el movimiento, la sociedad y las fuerzas instituyentes actúan al interior del establecimiento. Aparecen así versiones sociológicas o institucionalistas de los grupos. Bion hablaba de un grupo de trabajo y un grupo de base, y estas denominaciones hacían referencia a instancias imaginarias presentes en cualquier grupo. Se trataría de un planteamiento de la forma de la latencia en un grupo. Lourau retoma la idea de Bion, sustituye a la dialéctica entre subjetividad y comunidad 603 institucionalización y psicología social lo manifiesto y lo latente, una dialéctica entre lo instituido y lo instituyente, en este caso el grupo de base y el grupo de trabajo (constituidos entonces en subgrupos dentro del grupo). Lourau encuentra esos grupos como vehículo de las fuerzas instituyentes, y por eso se sitúa tan cerca de la idea de gruposujeto en Guattari, por eso retoma la idea de la transversalidad. Sin embargo, el problema aparece de otra manera. Si efectivamente la institución es lo que queda después del fracaso en la profecía, o con Baechler, la institución es un proyecto que triunfa en contra de otra serie de proyectos que fracasaron, entonces ¿qué es lo que triunfó? y ¿qué es lo que fracasó? Aquí estamos frente a una problemática que da pertinencia a una psicología social, ya que es este objeto imaginario de la institución lo que aparece como objeto fundamental de dicha psicología. Es lo que aparecería en todo caso como el sujeto de la institución, dicho de otra manera, como la estructura subjetiva de la institución. ¿Qué es lo que queda? Memoria. No solamente fracasó el proyecto instituyente, no solamente fracasó el proyecto utópico. Las fuerzas instituyentes quedaron ahí en esos proyectos que no triunfaron, pero que sin embargo no desaparecieron. Son proyectos que están ahí actuando, articulándose o no con fuerzas instituyentes o, dicho de otra manera, cargándose o no de esa energía instituyente o de esa energía de la sociedad instituyente, de esa capacidad de creación. Por eso los institucionalistas insistirían tanto frente al inmovilismo de la institución durkheimiana, sea en su figura funcional o sea en su figura simbólica estructural. Lo que tenemos es una dinámica que se traduciría en su momento en una dialéctica al interior de la institución. Entonces ésta se vuelve así objeto de la psicología social, precisamente porque es desde la institución que podemos entender categorías como memoria histórica, como memoria institucional, como conciencia institucional. Estamos hablando así de una idea de latencia que no serían ni la latencia del grupo, ni el inconsciente freudiano, estaríamos hablando entonces de una figura de latencia que nos asociaría inmediatamente a pensar desde otros términos eso que los sociólogos y etnólogos no pudieron sino llamarle lo sagrado, aunque no se detiene en eso. Tampoco es un inconsciente social. Estamos más cerca del planteamiento de Lapassade, en el sentido de encontrar en esas fuerzas instituyentes el inconsciente político de la sociedad. 604 subjetividad y comunidad roberto manero brito Pensamos así de otra manera la psicología social. Estamos fuera de esta idea de procesos de subjetivación, toda vez que en esa subjetivación el tránsito a través de las figuras colectivas de los grupos y las instituciones está ignorado, es decir, parten de un concepto de imaginario abstraído o alienado de su potencia concreta de creación en el colectivo anónimo. Estamos fuera de la idea de las teorías de influencia social y cosas por el estilo. Pero también nos distinguimos de las teorías donde la psicología social es intersubjetividad, es articulación. En estas articulaciones está el eslabón básico de los vínculos, pero esa otra dimensión, esa otra figura, ese otro objeto que se genera dentro de los colectivos, ese es el objeto privilegiado en la psicología social. Por eso esta última tiene que ser psicología social de grupos y de instituciones. Hay versiones donde se considera obsoleto el estudio de los grupos y las instituciones. Yo creo que con esto estamos viendo que la psicología social de grupos e instituciones es una forma original, es una forma singular, no la única y quizá tampoco la más privilegiada. Pero sí es una forma que vale la pena ir desarrollando en torno a la singularidad de nuestra escuela. Bibliografía Alberoni, F. (1984), Movimiento e institución. Teoría general, Editora Nacional, Madrid. Baechler, J. 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