SANTA COMBA DE BANDE

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Santa Comba de Bande
en el albor del cristianismo gallego
ALFONSO DE LA VEGA. Ingeniero y escritor
Lejos de los caminos habituales o más transitados, Galicia
posee una de las joyas españolas del arte visigótico. La mejor
conservada en su modalidad bizantina. No se ocuparon de
ella célebres viajeros extranjeros como el barón Davillier en
su famoso recorrido acompañado por Gustavo Doré ahora
hace ciento sesenta años, en tartana, galera, diligencia, tren
o a caballo por la pintoresca y arrumbada España decimonónica. Ni el meritísimo Street, el sabio arquitecto inglés
que dedicaba temporadas de sus vacaciones a conocer,
estudiar e inventariar muchos de nuestros mejores tesoros
arquitectónicos. Y que accedían a Galicia mediante largo
y penoso viaje en diligencia desde Astorga. La visión de
nuestro arte por parte de forasteros cultos no deja de
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tener interés para los españoles porque pese a cierto posible
exceso de pintoresquismo nos hace notar cuestiones que a
nosotros nos pudieran pasar desapercibidas.
Pero el bajo Limia quedaba ahora fuera de las vías
de comunicación principales, amén que el prestigio
internacional de la posterior peregrinación a Santiago
ha tenido un influjo de paradójico oscurecimiento de
otras muchas bellezas de Galicia. Incluso si hoy se hiciera
una encuesta, muchos españoles y entre ellos bastantes
gallegos probablemente tendrían dificultades para
situar al pequeño templo de San Torcuato o Santa Comba
en el espacio y el tiempo.
Si las iglesias mozárabes salvo dos, Melque y Bobastro,
suelen encontrarse al norte de la frontera musulmana
hacia el siglo XI, las visigóticas están esparcidas en distintas
partes de España muy distantes entre sí. La de Bande es la
ubicada más al noroeste y procede del siglo VII. Un siglo
posterior y unos cincuenta kilómetros en línea recta más al
Sudoeste que el impresionante cenobio de San Pedro de
Rocas erigido a raíz de la misión de San Martín Dumiense
en un monte escarpado rodeado de vegetación.
San Martín había nacido en Centroeuropa y después de
visitar Tierra Santa se convirtió en el obispo de Braga, la
capital del reino suevo. Predicó el evangelio a los lugareños,
publicó un famoso texto De correctione rusticorum contra
ciertas supersticiones y concepciones paganas. Con
materias que curiosamente casi un milenio después
vuelve a tratar Pedro Ciruelo, señal de que ciertas ideas y
costumbres resultan difíciles de abandonar.
San Martín puede considerarse, y así lo hacen ciertos
autores, el verdadero evangelizador de Galicia. Consiguió
del rey suevo la conversión al parecer a cambio de lograr
la curación de su hijo de la lepra. De ese modo el reino
suevo de Galicia fue adelantado de España en la conversión
oficial al catolicismo. A finales del siglo VI Leovigildo
anexionó el reino suevo a la unidad territorial española.
La tradición piadosa explica que después de la invasión
musulmana y la caída del reino visigótico, unos cristianos
de Guadix, en Granada, huyeron hacia el Norte con el cuerpo
de San Torcuato. Durante unas décadas esta región
permaneció casi despoblada, fronteriza con el Islam hasta
que se reconstruyó Orense en el siglo nono y se repobló la
comarca. En tal tiempo se restauró el primitivo templo que
dataría de un par de siglos antes donde los restos de San
Torcuato habrían sido luego depositados en un sarcófago,
si bien ciertos sarcófagos existentes en templos antiguos
más que para albergar restos mortales eran empleados en
determinados ritos y ceremonias.
San Torcuato habría sido el primer obispo de Guadix, uno
de los llamados Siete Varones apostólicos, de hipotético
origen aragonés pero supuestos evangelizadores de
Andalucía oriental durante la España romana. Su recuerdo
se encuentra relacionado con los intentos de integración
social de los moriscos granadinos tras la Reconquista
y el fraude de los libros de plomo del Sacromonte, ya
denunciado por el sabio polígrafo Benito Arias Montano,
bibliotecario de Felipe II y embajador real. Biografías reales
o inventadas, la posesión de los restos y reliquias de santos
constituía fuente de poder y prestigio político y social.
Según su hagiografía, Santa Comba habría sido una bella
doncella que rechazó el matrimonio con un personaje real
por lo que fue castigada a entrar en un prostíbulo, donde
habría hecho un milagro salvando del ataque de una osa
a un pretendiente de sus favores. Luego fue degollada.
Ciertas tradiciones orensanas la hacen hermana de
Santa Marina de Aguas Santas, a la que está dedicada otro
interesante centro de culto ancestral.
La antigüedad del templo está documentada en la escritura
de donación que en el siglo IX hace Adonyo a San Rosendo
y en la que se afirma que: “una de estas villas dio a su primo
hermano Adonyo, diácono, sita en las orillas del Limia, con
sus iglesias, que muchos años antes estaban fundadas, la
una dedicada a Santa María, siempre Virgen, la otra a Santa
Columba, virgen y mártir: estas iglesias había más de
doscientos años que estaban fundadas y así estaban
deslucidas y sucias…”
Según el profesor Lampérez el arte visigótico tiene dos
escuelas procedentes de tres fuentes. Nuestro hermoso
pequeño templo de Santa Comba, Columba o San Torcuato
de Bande pertenecería a la escuela bizantina, de planta
general cuadrada o en cruz griega, como es nuestro caso,
conjunto exterior piramidal, techos abovedados y detalles
de dicho estilo bizantino.
En el templo existen capiteles romanos probable pepitoria
de otros monumentos anteriores, seguramente de las
cercanas termas de Bande. Y columnas adosadas a una
pilastra o parte del muro. Dispone de arcos de herradura.
Y en el crucero bóveda de arista. Con ábside rectangular,
se halla orientada en el sentido del Logos solar de Este a
Oeste como corresponde a la antigua tradición iniciática y
esotérica del Cristianismo.
El sol se asimila al Logos, imagen del Padre. Los templos
cristianos se orientan de Este a Oeste para expresar ese
mismo paralelismo simbólico si no identidad entre Cristo
y el Sol, hijos del Padre y dadores o regeneradores de
la Vida. Como indica, por ejemplo, la liturgia de del
Sábado Santo:
“Oh Dios y Señor Padre Omnipotente, luz inextinguible y
creador de toda luz. Tú que alumbraste a todo el mundo
bendice esta luz que ya por Ti fue bendita y santificada,
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para que por ella seamos inflamados y alumbrados con el
fuego de tu resplandor”
Dentro del espacio sagrado y simbólicamente jerarquizado
del templo se puede presentir el murmullo vibratorio de
muchas sensaciones y acontecimientos a lo largo de los
siglos, desde su remoto origen.
Explicaba Antonio Machado que la verdadera misión
de la Cultura es despertar las almas dormidas y hacerlas
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susceptibles de espiritualidad. De tal modo la visita a Santa Comba debería emplearse más allá del conocimiento
entendido como erudición o simple manifestación estética.
Toda forma de Arte sagrado viene a suponer un conocimiento, un saber sobre el alma. Y cuando, como ocurre
en la sociedad actual en palabras de Jung, se vive en una
“psicología sin alma”, resulta muy difícil hablar del mundo
metafísico a quienes se encuentran incursos en el materialismo filosófico y en consecuencia vienen a considerar
el alma como una vieja superstición antigua o medieval.
Así, ahora se considera que sólo es científico lo que es manifiestamente material o lo que puede ser deducido de
causas accesibles a los sentidos. A esta consideración cabe
añadir otra dificultad de expresión como todo lo que tiene
que ver con los símbolos porque se escapan de cualquier
definición puramente racional. Y es que si pudieran ser bien
definidos mediante códigos cerrados ya no sería símbolos
sino signos a los que se les daría un significado más o menos convencional o arbitrario. Por tanto, siempre las cosas
han de quedar de modo incompleto, como relativamente
inexpresadas. A todo ello hay que añadir la insuficiencia
añadida de lo verbal frente a la imagen. Pero no se puede
olvidar y menos en tiempos críticos o turbulentos que sin
alma, chispa del Espíritu, no hay valores metafísicos ni por
tanto Libertad. Así, determinados lugares nos ponen en
contacto con lo numinoso y parecen preguntarnos acerca
de quiénes somos.
El templo es una especie de máquina espiritual dirigida
a elevar nuestra conciencia. Imaginemos que mientras
estamos en él percibimos los ecos de la antigua liturgia
española llamada visigótica o mozárabe. El rito visigótico,
mal llamado mozárabe, sin duda ha representado un
importante papel dentro de la música sagrada en la
apertura de la conciencia mística.
Los ritos son sistemas simbólicos en acción. La música
es entre todas las Artes la que mejor permite conectar
con el Universo del Noúmeno o de la “Cosa en Sí” como
lo explicaba Schopenhauer. El médico español Doctor
Eduardo Alfonso, discípulo de Mario Roso de Luna,
miembro de varias importantes sociedades iniciáticas
y metafísicas, estudioso de religiones comparadas y
egiptólogo, consideraba que…
“cuando la gama de sonidos es combinada según excelsas
leyes musicales por la intuición del genio, formando acordes,
arpegios, melodías, contrapuntos...el sentido del oído adquiere
un elevado rango, no superado por los demás. Se convierte
en la entrada del aparato pineo-hipofisario, de funciones
trascendentales... estas dos glandulillas, pineal e hipófisis, son
una especie de antenas receptoras y emisoras de vibración
mental... son los órganos donde se manifiestan las más elevadas
operaciones intelectuales del ser humano....”
En tales cuestiones espirituales, energéticas, anatómicas
y fisiológicas se basan el canto litúrgico, el mito de Orfeo
como realidad psicológica o el empleo de sonidos vocales
para la apertura de los llamados chacras.
Muchas de estas cosas o bien son desconocidas o ya
no forman parte del bagaje cultural del viajero de hoy,
acostumbrado a visitar parques temáticos en los que casi
todo se encuentra convenientemente explicado y tasado.
Con estas, líneas bajo la hospitalidad de Vosotros, pretendo
invitar al viajero sensible a disfrutar de un viaje también a
lo largo del tiempo y del otro universo, el simbólico, que
nos revela tantas cosas de nuestra propia identidad. l
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