Lírica griega y latina

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1. − Introducción a la lírica griega y romana.
La lírica griega se cantaba o recitaba con el acompañamiento de la lira. Formas líricas populares en la época
clásica eran las elegías y las odas. Entre los poetas líricos de la antigua Grecia figuran Safo, Alceo y Píndaro;
entre los romanos, Horacio, Ovidio y Catulo.
2. − La lírica griega
La lírica fue, en un principio, una canción para ser cantada con el acompañamiento de la lira. En la antigua
Grecia se componían dos tipos principales de líricas, la personal y la coral.
La lírica personal se desarrolló en la isla de Lesbos. El poeta y músico Terpandro, que había nacido en Lesbos
pero que vivió casi toda su vida en Esparta, está considerado como el primer poeta lírico griego porque fue el
que antes unió música y poesía. La mayor parte de sus poemas eran nomos o himnos litúrgicos, escritos en
honor de un dios particular, Apolo, y cantados por un sólo cantante acompañado de la lira.
Después de Terpandro aparecieron en el siglo VII a. C. los grandes poetas de Lesbos. Alceo se ocupó en sus
poemas líricos de temas políticos, religiosos y personales e inventó la estrofa alcea. Safo, la mayor poetisa de
la antigua Grecia, creó la estrofa sáfica y escribió también en otras formas líricas. Sus poemas de amor y
amistad se encuentran entre los más apasionados y mejor trabajados de la tradición occidental. Los poetas
lésbicos, así como varios poetas líricos posteriores de otras ciudades griegas, compusieron sus poemas en
dialecto eólico.
En el siglo VI a. C., el poeta Anacreonte escribió alegres poemas líricos sobre el vino y el amor en varios
metros líricos, y sus posteriores versos, similares en tono y tema, fueron conocidos como anacreónticos.
Anacreonte también escribió dísticos elegíacos, epigramas y poemas en metros yámbicos.
La lírica coral se desarrolló por primera vez en el siglo VII a. C. por poetas que escribieron en dialecto dórico.
Este dialecto, dominante en la región de alrededor de Esparta, se utilizó incluso en épocas posteriores cuando
los poetas de otros lugares de Grecia escribían poemas líricos corales. Los poetas espartanos fueron los
primeros en escribir de esta forma canciones y bailes en celebraciones públicas religiosas. Más tarde lo
hicieron para celebrar éxitos privados, como por ejemplo, una victoria en los juegos olímpicos de la
antigüedad.
Se dice que el primer poeta lírico coral fue Taletas, que se cree viajó de Creta a Esparta para sofocar una
epidemia con himnos corales a Apolo. Le siguió Terpandro, que escribió tanto poemas líricos personales
como corales; Alcmán, cuyos poemas eran en su mayor parte partheneia, himnos procesionales corales
cantados por un coro de doncellas y de carácter parcialmente religioso, de tono más ligero que los himnos a
Apolo y Arión. Se cree que Arión creó tanto el ditirambo como el estilo trágico, que se utilizó ampliamente en
el drama griego. Entre los grandes escritores posteriores de poemas líricos corales se encuentran el poeta
siciliano Estesícoro, contemporáneo de Alceo, que introdujo la forma ternaria de la oda coral, consistente en
series de grupos de tres estrofas; Íbico de Reggio, autor de un largo fragmento que se conserva de una oda
coral ternaria y de poemas líricos personales eróticos; Simónides de Ceos, cuya lírica coral incluye epinicia, u
odas corales en honor de los vencedores en los juegos olímpicos, encomia, o himnos corales que celebraban a
personas concretas, y cantos fúnebres, además de poemas líricos personales que incluyen epigramas, y
Baquílides de Ceos, sobrino de Simónides, que escribió epinicios, de los que se conservan 13, y ditirambos,
cinco de los cuales han llegado hasta nosotros.
La lírica coral alcanzó su apogeo hacia mediados del siglo V a.C. en las obras de Píndaro, que escribió
muchos poemas de este género en todas las formas, incluyendo himnos, ditirambos y epinicios. Se conserva
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cerca de un cuarto de su obra, principalmente epinicios con la estructura trinaria creada por Estesícoro. Se
escribieron muchas odas corales importantes contemporáneas a la obra de estos últimos poetas, tanto en
estructura ternaria como sin ella, como parte integral de las tragedias griegas.
3. − Principales líricos griegos.
Safo :(c. 600−? a.C.), poeta lírica griega cuya fama hizo que Platón se refiriera a ella dos siglos después de su
muerte como la décima musa. Nació en la isla de Lesbos, probablemente en Mitilene. Aunque no se sabe
mucho acerca de su vida, perteneció al parecer a una familia noble y fue contemporánea del poeta lírico
Alceo, de quien se supone fue su amante, y de Stesichorus. También se dice que se casó con un hombre rico
de la isla de Andros y que tuvo una hija llamada Cleis. Otra leyenda, que no merece credibilidad alguna,
sostiene que, tras ser rechazada por el joven marino Faón, se arrojó desde un acantilado en Léucade (una isla
de la costa occidental de Grecia). No se sabe cuando murió, pero en sus poemas de última época se describe a
sí misma como una anciana que goza de una vida tranquila, pobre, en armonía con la naturaleza.
Los fragmentos que hoy conservamos de sus poemas indican que Safo enseñó su arte a un grupo de mujeres
jóvenes, con las que mantuvo una estrecha relación y para las que compuso sus odas nupciales cuando la
abandonaron para casarse. El poeta Anacreonte (mediados del siglo VI a.C., es decir, una generación posterior
a Safo), afirmaba, en referencia a este grupo, que Safo sentía un amor sexual por las mujeres; de ahí proceden
los términos lesbianismo y safismo, que aluden a la homosexualidad femenina.
Safo escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos, pero apenas se
conservan algunos fragmentos de todos ellos. Entre estos destaca la Oda a Afrodita, citada por el erudito
Dionisio de Halicarnaso en el siglo I a.C. En el siglo XX se descubrió un papiro con nuevos fragmentos de sus
poemas.
La poesía de Safo se caracteriza por la exquisita belleza de su dicción, su perfección formal, su intensidad y su
emoción. Inventó el verso hoy conocido como oda sáfica (tres endecasílabos y un adónico final de cinco
sílabas). Muchos poetas griegos posteriores asimilaron la influencia de Safo, en particular Teócrito.
Alceo: (c.600 a.C.), poeta griego, que creó la estrofa alcaica (un metro formado por estrofas de cuatro versos),
que Horacio adaptó a la poesía lírica latina. Nació en la isla de Lesbos. Alceo fue el líder del movimiento
contra el tirano de Lesbos, Pitaco; fue desterrado pero, una vez perdonado, regresó a Lesbos. De los diez
libros de sus odas, sólo existen unos pocos poemas en forma fragmentaria; estos poemas, todos compuestos en
dialecto eólico, tratan de su dolor por el estado de Lesbos, su odio hacia los tiranos y sus propios infortunios,
si bien en algunos de los poemas alaba el amor y el vino.
Píndaro:(518−438 a.C.), poeta griego, generalmente considerado como el mayor poeta lírico de la literatura
griega.
Píndaro representa la culminación de la lírica coral griega, compuesta para ser cantada, con acompañamiento
musical, por coros de jóvenes, en oposición a la lírica personal, cantada o recitada por una sola voz. Píndaro
compuso para los dioses himnos, ditirambos, odas, canciones, cantos fúnebres y elogios, pero de toda esta
producción no quedan más que unos cuantos fragmentos. Su obra conocida abarca al parecer sólo una cuarta
parte del total de su producción, y está formada por cuarenta y cuatro epinicios u odas triunfales en honor de
los vencedores de los cuatro grandes juegos nacionales: olímpicos, pitios, itsmios y nemeos. Su estructura es
bastante compleja y contienen una importante carga moral, así como un profundo sentido religioso, que
siempre fue uno de los rasgos más notables de la lírica coral griega.
El procedimiento habitual de Píndaro para alabar a los vencedores de los juegos consistía en insertar en la
parte central del poema un mito que expresaba el estado de ánimo general en esa ocasión o relacionaba al
héroe victorioso con el pasado mítico. En Píndaro se observa un tratamiento de los mitos griegos distinto al de
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los poetas épicos y más próximo al de la tragedia atica. Del mismo modo, introduce en sus odas numerosas
reflexiones de carácter religioso y moral, y proclama la inmortalidad del alma y la existencia del juicio futuro.
4.− Lírica latina
El precursor de la era más grande de la poesía romana fue Lucrecio, cuyo poema didáctico De rerum natura
argumenta en versos elocuentes que los dioses no intervienen en asuntos humanos. Su finalidad era liberar a la
gente de la superstición y del miedo a la muerte. Catulo, el primer gran poeta lírico en latín, se inspiró en
modelos griegos. Sus poemas largos son complejos y eruditos, pero son más característicos de él los poemas
líricos más cortos, algunos de los cuales son puras declaraciones de amor a una mujer llamada Lesbia o
dedicados a su hermano muerto, y otros en los que saca a relucir su inventiva de ingenio mordaz e hiriente
contra sus enemigos políticos. Su palabra rigurosa e intensa ha sido una fuerza impulsora en la historia de la
lírica europea desde el redescubrimiento de su obra a comienzos del renacimiento.
Reconocido como el más grande de los poetas latinos, tanto en vida como en tiempos posteriores, Virgilio
escribió al principio de su carrera las Églogas, diez poemas pastorales elegantes y vivos que se convirtieron en
modelos perpetuos en su género. A estas siguieron las Geórgicas, poemas llenos de gracia sobre la vida de los
agricultores. Sin embargo, la obra maestra de Virgilio es la Eneida, un poema épico que narra cómo el héroe
troyano Eneas viajó a Italia para encontrar el asentamiento donde se fundaría Roma. Este complejo poema,
inspirado en la obra de Homero, es un prodigio de armonía, donde contrasta el deseo de paz con la veneración
tradicional de la virtud militar. Cada época ha encontrado en la Eneida un mensaje central a su propio interés.
La tradición lírica continuó con una galaxia de poetas que aún se leen en la actualidad. El amigo de Virgilio,
Horacio, se convirtió en el maestro de la oda adaptando hábilmente los metros griegos al latín con el concurso
de su propia voz llena de gracia. De su mejor poesía se desprende también un humor chistoso. La tradición de
la elegía de amor, que empezó Catulo, fue continuada de una manera dulce y melancólica por Alibio Tibulo
(c. 48−19 a.C.). El último de los tres libros que se le atribuyen incluye poemas de amor directos y
conmovedores y que, sin embargo, son poemas escritos en realidad por su contemporánea, Sulpicia, y son los
únicos poemas que se conservan de una mujer romana.
Más dinámicas y complejas son las elegías de amor escritas por Sexto Propercio, registros turbulentos e
impacientes de sus difíciles amoríos con Cintia. La tradición elegíaca concluyó con la obra de Ovidio, que se
ocupó del género de una manera festiva. Prolífico poeta, es más conocido por su Ars amatoria, un manual de
amor irónico, y por su obra más importante, la Metamorfosis, un largo y poco urdido poema que vuelve a
abordar los mitos antiguos.
5.− Principales representantes de la lírica latina.
Horacio: (65 a.C.−8 a.C.), poeta lírico y satírico romano, autor de obras maestras de la edad de oro de la
literatura latina.
Quinto Horacio Flaco nació en diciembre del año 65 a.C., hijo de un liberto, en Venusia (hoy Venosa Apulia,
Italia). Estudió en Roma y Atenas filosofía griega y poesía en la Academia. Fue nombrado tribuno militar por
Marco Junio Bruto, uno de los asesinos de Julio César. Luchó en el lado del ejército republicano que cayó
derrotado por Marco Antonio y Octavio (después Augusto) en Filipos. Gracias a una amnistía general volvió a
Roma y rechazó el cargo de secretario personal de Augusto para dedicarse a escribir poesía.
Cuando el poeta laureado Virgilio conoció sus poemas, hacia el año 38 a.C., le presentó al estadista Cayo
Mecenas, un patrocinador de las artes y amigo de Octavio, que le introdujo en los círculos literarios y políticos
de Roma, y en 33 a.C. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde se retiró a escribir y pensar.
Horacio, uno de los grandes poetas de Roma, escribió obras de cuatro tipos: sátiras, épodos, odas y epístolas.
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Sus Sátiras abordan cuestiones éticas como el poder destructor de la ambición, la estupidez de los
extremismos y la codicia por la riqueza o la posición social. El Libro I (35 a.C.) y el Libro II (30 a.C.) de las
Sátiras, ambos escritos en hexámetros, eran una imitación del satírico Lucilio. Las diez sátiras del Libro I y
las ocho del Libro II están atemperadas por la tolerancia. Aunque los Épodos aparecieron también el 30 a.C.,
se escribieron con anterioridad, ya que reclaman con pasión el fin de la guerra civil, que terminó con la
victoria de Octavio sobre Antonio en Actium en el año 31 a.C., y critican mordazmente los abusos sociales.
Los 17 poemas cortos en dísticos yámbicos de los Épodos constituyen adaptaciones del estilo lírico griego
creado por el poeta Arquiloco. La poesía más importante de Horacio se encuentra en las Odas, Libros I, II y
III (23 a.C.), adaptadas y algunas, imitaciones directas de los poetas Anacreonte, Alceo y Safo. En ellas pone
de manifiesto su herencia de la poesía lírica griega y predica la paz, el patriotismo, el amor, la amistad, el
vino, los placeres del campo y la sencillez. Estas obras no eran totalmente políticas y de hecho incorporan
bastante mitología griega y romana. Se nota la influencia de Píndaro y son famosas por su ritmo, ironía y
refinamiento. Fueron muy imitadas por poetas renacentistas europeos.
Hacia el año 20 a.C. Horacio publicó el Libro I de sus Epístolas, veinte cartas cortas personales en versos
hexámetros en las que expone sus observaciones sobre la sociedad, la literatura y la filosofía con su lógica del
"punto medio", a favor de doctrinas como el epicureísmo, pero siempre abogando por la moderación, incluso
en lo referente a la virtud. Para entonces su reputación era tal que, a la muerte de su amigo Virgilio el año 19
a.C., le sucedió como poeta laureado. Dos años después volvió a escribir poesía lírica cuando Augusto le
encargó el himno Carmen saeculare para los juegos seculares de Roma. Las fechas de sus últimas obras, las
Epístolas, Libro II; las Odas, Libro IV; y la Epístola a los Pisos, más conocida como Ars poetica, son
inciertas. Las dos cartas que aparecen en el Libro II son discusiones literarias. Ars poetica, su obra más larga,
ensalza a los maestros griegos, explica la dificultad y seriedad del arte de la poesía y proporciona consejos
técnicos a los poetas aspirantes. Horacio murió en Roma el 27 de noviembre del año 8 a.C.
Ovidio :(43 a.C.−c. 17 d.C.), poeta romano cuyo talento narrativo, ingenuidad, inteligencia y alegría le han
asegurado una enorme popularidad desde su época hasta la actualidad.
• Vida
Nació en Sulmona, cerca de Roma. Educado para seguir una carrera política, destacó notablemente en el arte
de la retórica, pero su genio era esencialmente poético y dedicó la mayor parte de su tiempo y energía a
escribir poesía. Tras heredar la propiedad de su padre, Ovidio se trasladó a Atenas para completar su
educación. Posteriormente viajó por Asia y visitó Sicilia. A la edad de treinta años, Ovidio se había casado
tres veces y divorciado dos. Se le atribuyen numerosas amantes. Los detalles de sus romances se relatan en
Amores, una serie de poemas que hablan de las diversas fases por las que pasaron sus relaciones con una
mujer llamada Corina (que probablemente encarna la síntesis de varias figuras femeninas). Su vida privada
fue la de un hombre de letras libre de preocupaciones, adinerado y en cierto modo libertino. En Roma, donde
residió hasta cumplir los cincuenta años, se relacionó con la sociedad más distinguida de la ciudad, incluido el
propio Emperador Augusto. Sin embargo, en el año 8 d.C. Ovidio fue desterrado a Tomis (hoy Constanza,
Rumania). Según el propio Ovidio, uno de los motivos de su destierro fue la publicación del Arte Amatoria,
un poema sobre las artes amatorias demasiado exaltado para el gusto del emperador, que se proponía
emprender diversas reformas morales. Pero probablemente esto no fue más que un pretexto, puesto que el
poema llevaba ya diez años en circulación. Otra de las razones, nunca revelada por Ovidio, pudo haber sido su
conocimiento del escándalo en el que estaba involucrada la hija del emperador, Julia. Pese a todo, Ovidio no
perdió su ciudadanía y nunca abandonó la esperanza de ser repatriado, como manifiesta en los numerosos
poemas que escribió para sus amigos durante su exilio en Tomis; pero tanto sus expectativas como las de sus
amigos resultaron vanas. Ovidio murió en Tomis, tras ser nombrado ciudadano de honor de esta localidad.
• Obras de juventud
La poesía de Ovidio puede dividirse en sus obras de juventud, sus obras de madurez, y el periodo del exilio en
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Tomis. Durante su primera época, Ovidio continuó la tradición elegíaca de los poetas Sexto Propercio y Albio
Tibulo, a quienes conoció personalmente y admiró. Los Amores son poemas eróticos centrados en el romance
con una mujer llamada Corina, que contienen escasos sentimientos auténticos y se caracterizan por su ingenio
y su deliberada artificiosidad. También compuso poemas didácticos, entre los que cabe destacar Medicamina
faciei, Femineae, un fragmento sobre cosmética, y una retractación en tono burlesco del Arte Amatoria,
Remedios de amor. Medea, una tragedia muy alabada por los críticos antiguos, se ha perdido casi por
completo, y sólo se conservan unas líneas. El interés de Ovidio por la mitología se refleja en sus Heroidas o
Epistuale Heroidum, veintiuna cartas de amor ficticias, dirigidas por heroínas mitológicas a sus amantes.
• Obras de madurez
Durante esta época Ovidio escribió las Metamorfosis, un largo poema en quince volúmenes que recoge
diversas historias y leyendas mitológicas sobre el tema de la metamorfosis o transformación. El poema
comienza con la primera gran metamorfosis, la creación del universo, y concluye con la muerte y la
deificación de Julio César. Muchas de las historias muestran la relación entre los mortales y los dioses, las
consecuencias de la obediencia o la desobediencia, y su posterior recompensa o castigo en una transformación
final. Es en esta obra donde los temas presentes en la poesía anterior de Ovidio, el amor y el erotismo, se
abordan con mayor profundidad, en un intento de explorar las diversas emociones humanas, y donde el talento
narrativo y descriptivo del autor brilla con más fuerza que nunca. El libro se ha convertido casi en un manual
de mitología griega. La otra gran obra de este periodo intermedio es los Fastos, un calendario poético que
describe las diversas fiestas romanas y las leyendas relacionadas con cada una de ellas. De los doce libros que
configuraban el proyecto original, uno por cada mes del año, sólo se conservan los seis primeros.
• Obras del exilio
Las obras compuestas durante el exilio están impregnadas de intimismo y melancolía. Entre éstas destacan los
Tristes, cinco libros de elegías que relatan su infeliz existencia en Tomis y apelan a la clemencia de Augusto;
las Pónticas, cartas poéticas de tono similar a las anteriores; el poema breve Ibis, que contiene una serie de
maldiciones para destruir a un enemigo personal, y Haliéutica, un poema del que sólo se conservan algunos
fragmentos. La nuez y Consuelo a Livia, se consideran no escritas por el autor. A excepción de las
Metamorfosis y Haliéutica, ambas escritas en hexámetro dactílico, toda su poesía está compuesta en pareados
elegíacos, un tipo de verso que alcanzó con Ovidio la máxima perfección formal.
• Crítica
La popularidad de Ovidio continuó después de su muerte, a pesar de que Augusto retirara sus obras de las
bibliotecas públicas. Su influencia fue enorme durante la edad media, tanto en el mundo académico como
entre los poetas y trovadores. Cuando se desarrolló en Francia el concepto de amor cortés, la influencia de
Ovidio se dejó sentir con fuerza en el Roman de la Rose, el libro que exponía esta filosofía. La fama de
Ovidio creció durante el renacimiento. Francisco Sánchez de las Brozas, el humanista español del siglo XVII,
lo tradujo al castellano, aunque Juan Ruiz, el arcipreste de Hita, ya había recogido alguno de sus cuentos en el
Libro del buen amor, que Menéndez Pelayo ha visto como una glosa del Arte amatoria. También Ludovico
Ariosto y Giovanni Boccaccio, en Italia, y Geoffrey Chaucer y John Gower, en Inglaterra, basaron en los
relatos mitológicos de Ovidio gran parte de sus cuentos románticos.
Catulo:, Cayo Valerio Catulo (c. 87−c. 54 a.C.), poeta romano, muchas veces considerado el mejor escritor
latino de poesía lírica.
Se cree que Catulo nació en Verona y se estableció en Roma hacia el 62 a.C., donde fue el miembro más
destacado de los poetas jóvenes que emulaban las formas métricas de los poetas griegos de Alejandría
(Egipto).
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Entre las obras más famosas de Catulo están sus llamados poemas a Lesbia, que expresan profunda pasión,
devoción, desprecio y odio hacia una dama misteriosa, identificada únicamente como Lesbia. Los eruditos
conjeturan que Lesbia en realidad era Clodia, una mujer hermosa pero sin escrúpulos que habría sido infiel al
joven poeta. Aunque el punto central es Lesbia, muchos de los poemas expresan las dudas, la autocrítica y la
autocompasión del propio Catulo. Con independencia de los hechos exactos, los críticos por lo general
coinciden en que los poemas de Lesbia se cuentan entre las expresiones más intensas y efectivas de la
literatura romana. Suelen ser obras breves, de tema variado, escritas en forma lírica. Intercalados con los
poemas de Lesbia hay versos epigramáticos en los que ataca a sus rivales y enemigos.
Muy afectado emocionalmente tras su ruptura con Clodia hacia el 57 a.C., Catulo parece ser que realizó un
largo viaje por la provincias romanas de Asia Menor. Su popular oda con el verso frater ave atque vale
(hermano hola y adiós) está inspirada en una visita a la tumba de su hermano en Troya. A su regreso (c. 56
a.C.), Catulo escribió su poema más extenso, Las bodas de Peleo y Tetis. Hacia el final de su vida escribió
unos ataques directos personales contra Julio César y sus compañeros políticos. Se cree que murió joven,
puede que a la edad de 30 años.
La influencia de la poesía de Catulo no sólo se puede apreciar en la poesía amorosa de los poetas latinos
posteriores, como ocurre con Ovidio y Horacio, sino también en los epitalamios de los poetas ingleses del
renacimiento, como Robert Herrick, Ben Jonson y Edmund Spenser, y en los neoclasicistas españoles del
siglo XVIII, como Meléndez Valdés y Lista.
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