Juniperus phoenicea L. Parece indudable el papel preponderante que a esta especie correspondió representar en la vegetación canaria de los pasados tiempos; multitud de datos históricos fundamentan esta suposición, que encontramos confirmada por la frecuencia de los nombres Sabinar^ Sabinosa, Subinilla, etc., ofrecidos por la toponimia de estas islas. Se conserva noticia de ejemplares gigantescos, más o menos famosos, de este Juniperus en todas las islas occidentales; con referencia a los que existieron en la Caldera de Taburiente, leemos en la Phytogrwphia oanariensis, de Webb y Berthelot: "Cratere prisco de la Caldera ins. Palmse supersunt adhue quaedam magnitudinis ingentis arbores quas Cedras Libani montis proceras adsequant." Aun suponiendo que hubiera algo de exageración en estas frases, siempre denotan la extraordinaria dimensión que debieron alcanzar tales ejemplares. También encontramos numerosas referencias a los variados usos que se hacía de esta sabina (vigas de molino, armas e instrumentos de combate, entibaciones, etc.) y al gran aprecio ¡en que siempre se tuvo su madera incorruptible. Tal utilidad y aprecio explican, en gran parte, la persecución y destrozo de que fueron objeto los sabinares. Actualmente existen restos abundantes de las formaciones de Juniperus phcenicea en los términos de Vallehérmoso y Hermigua, de la isla de Gomera, y en la Sabinosa y Dehesa de los Reyes, del Hierro. En Tenerife se encuentran ejemplares sueltos en Las Cañadas, Guía de Isora, Icod, Guimar, Anaga, etc. Tampoco faltan en Gran Canaria algunos vestigios del antiguo dominio del sabinar. Incitada nuestra curiosidad por algunos comentarios que hace años oímos al Dr. Gaussen, de la Universidad de Toulouse, respecto a la posible individualización de la sabina canaria, hemos pues-