LA GENERACIÓN DE 1914 Bajo la denominación generación de 1914 se designa a un grupo de escritores españoles que, nacidos en torno a 1880, comienzan su actividad literaria en torno a 1900, aproximadamente. Los miembros de este grupo son los siguientes: Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Gregorio Marañón y Ramón Gómez de la Serna, más conocido como Ramón. Características de la generación: 1. Frente a la generación anterior, autodidacta y anarquizante, los novecentistas se caracterizan por su sólida formación intelectual y por la sistematización de sus propuestas. 2. Europeización. Los novecentistas se sienten atraídos por la cultura europea y analizan los problemas de España desde esa nueva perspectiva. Su propuesta consiste en modernizar intelectualmente el país. Desde ese punto de vista, sus aportaciones al llamado debate sobre el Ser de España van en un sentido distinto al de la generación precedente (generación de 1898), aunque no fueron coincidentes entre ellas, sobre todo después de la Guerra Civil Española (Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz...) 3. Intelectualismo. El rechazo del sentimentalismo y de la exaltación personal les lleva al análisis racional del arte, incluso en poesía. 4. Arte por el arte. El arte ha de perseguir como finalidad única el placer estético. 5. Preocupación por la forma. La estética novecentista tiene como principal objetivo la obra bien hecha. Ese anhelo conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la perfección en las formas y a un arte para minorías. 6. Simbolismo. Los modelos clásicos, griegos y latinos, se imponen de nuevo y la serenidad se convierte en factor estético dominante. 7. Incorporación a la vida adulta y oficial para aprovechar los resortes del poder en la transformación del país. Los novecentistas consideran que su propuesta de cambio no puede limitarse a quedar expuesta en sus escritos, sino que debe realizarse desde el poder. De ahí que participen activamente en la vida política y social de españa 1 AUTORES - GABRIEL MIRÓ Fue el segundo entre los hijos de Encarnación Ferrer y Juan Miró, ingeniero de Obras Públicas. Estudió entre 1887 y 1892 junto a su hermano Juan como alumno interno de los jesuitas del Colegio de Santo Domingo en Orihuela, donde le concedieron su primer premio literario con un trabajo de redacción escolar titulado Un día de campo; allí enfermó de reúma en la rodilla izquierda, quizás por hipocondría, y pasó largo tiempo en la enfermería del colegio. Su delicado estado de salud movió a sus padres a trasladarlo al Instituto de Alicante, y después marchó con su familia a Ciudad Real, como reflejará en su novela Niño y grande, donde terminó el bachillerato. En octubre de 1895 empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Valencia y posteriormente en la de Granada, por la que se licenció en 1900. Fracasado en dos convocatorias de oposiciones a la Judicatura, ocupó cargos modestos en el Ayuntamiento de Alicante y en su Diputación Provincial, viviendo en el apartado barrio de Benalúa. En 1901 contrajo matrimonio con con Clemencia Maignon, hija del Cónsul de Francia en Alicante, de cuyo matrimonio nacieron sus hijas Olympia (1902) y Clemencia (1905). En 1908 ganó el primer premio de novela organizado por El Cuento Semanal, adquiriendo rápidamente gran fama de narrador y estilista: en ese mismo año le dan un homenaje varios escritores, entre ellos Valle-Inclán, Pío Baroja y Felipe Trigo; también en ese año fallece su padre. Colabora en muchos diarios y revistas españolas y americanas, entre ellas El Heraldo, Los Lunes de El Imparcial, ABC y El Sol de Madrid, y Caras y Caretas y La Nación de Buenos Aires. En 1911 le nombraron cronista de su ciudad natal. Desde 1914 anduvo empleado en la Diputación de Barcelona, donde se traslada a vivir. Allí dirigió una Enciclopedia sagrada para la editorial catalana Vecchi & Ramos, proyecto que no se llegó a concluir pero que le satisfizo íntimamente, y entre 1914 y 1920 colaboró en la prensa barcelonesa: Diario de Barcelona, La Vanguardia y La Publicidad. Conoce allí al editor de muchas de sus novelas, Domenech. Se trasladó a Madrid al ser nombrado en 1920 funcionario del Ministerio de Instrucción Pública y allí permaneció los últimos diez años de su vida; en 1921 era Secretario de los concursos nacionales de ese mismo ministerio. En 1925 ganó el Premio Mariano de Cavia por su artículo "Huerto de cruces" y en 1927 es propuesto para la Real Academia de la Lengua, pero no es elegido, quizá 2 por el escándalo levantado tras la publicación de su novela El obispo leproso, considerada anticlerical. La infancia y juventud de Gabriel Miró en un ambiente católico y tradicionalista moldearon profundamente a Gabriel Miró como hombre melancólico e introvertido; era un cristiano esencial y puro de sentimientos, pero su experiencia formativa con los jesuitas lo convirtió en anticlerical al modo de "Clarín". Hombre sencillo, humilde y bondadoso, Gabriel Miró tuvo un temperamento hiperestésico, una sensibilidad exacerbada a colores, aromas, texturas y sonidos que refleja en sus obras, de tempo lento y moroso y carácter muy lírico y descriptivo; su estilo, muy elaborado, se halla esmaltado de palabras castizas, arcaísmos y sinestesias. Entre sus escasos amigos tuvo al compositor Óscar Esplá y al escritor José Martínez Ruiz, "Azorín", que era de su misma tierra. Respecto a su obra hay que decir que la mayor parte de la crítica considera que su etapa de madurez literaria se inicia con Las cerezas del cementerio, de 1910, cuya trama desarrolla el trágico amor del hipersensible joven Félix Valdivia por una mujer mayor (Beatriz) y presenta —en una atmósfera de voluptuosidad y de intimismo lírico— los temas del erotismo, la enfermedad y la muerte. En 1915 publicó El abuelo del rey, novela en la que se relata la historia de tres generaciones en un pueblecito de Levante, para presentar, no sin ironía, la pugna entre tradición y progreso y la presión del entorno; pero, ante todo, nos encontramos con una meditación sobre el tiempo. Un año después aparece Figuras de la pasión del Señor (1916-17), formada por una serie le estampas en tomo a los últimos días le la vida de Cristo. También de 1917 es el Libro de Sigüenza, con el que Miró inicia las obras de carácter autobiográfico, centrándose en el personaje de Sigüenza, no sólo heterónimo o alter ego del autor, sino su propio yo fijado líricamente, que va dando unidad a las escenas en sucesión que componen el libro. Un carácter similar tienen El humo dormido (1919), sobre el tema del tiempo, y Años y leguas (1928), de nuevo con el personaje de Sigüenza como protagonista y eje conductor. En 1921 apareció un libro de estampas, El ángel, el molino, el caracol del faro, y la novela Nuestro padre san Daniel, que forma una unidad junto con El obispo leproso (1926). Ambas se desarrollan en la ciudad levantina de Oleza, trasunto de Orihuela, en el último tercio del s. XIX. La ciudad, sumida en el letargo, está vista como un microcosmos de misticismo y sensualidad, en el que los personajes se debaten entre sus 3 inclinaciones naturales y la represión social, la intolerancia y el oscurantismo religioso a los que están sometidos. Ricardo Gullón ha calificado los relatos de Miró como novelas líricas. Son, por tanto, obras más atentas a la expresión de sentimientos y sensaciones que a contar sucesos, en las que predominan 1. La técnica del fragmentarismo, 2. La utilización de la elipsis y 3. La estructuración del relato en escenas dispersas, unidas a través de la reflexión y la rememoración. La temporalidad constituye el tema esencial de la obra del autor alicantino, quien incorpora el pasado a un presente continuado, por medio de las sensaciones, la evocación y el recuerdo, tal y como, antes que él, hiciera Azorín. Lo sensorial es en la literatura mironiana una forma de creación y conocimiento, de ahí 1. 2. 3. 4. La riqueza plástica de su obra, El uso de las sinestesias y de imágenes sensoriales, La adjetivación sorprendente y El léxico riquísimo. Por lo que hace a su obra, se editaron dos veces unas Obras completas de Gabriel Miró en Madrid, 1931, por los "Amigos de Gabriel Miró," y en Madrid, 1942, en un solo volumen, por Biblioteca Nueva. He aquí la relación de esas obras: La mujer de Ojeda, 1901. Hilván de escenas, 1903. Del vivir, 1904. La novela de un amigo, Alicante, 1908. Nómada, 1908. La palma rota, 1909 El hijo santo, novela corta, 1909 Amores de Antón Hernando, novela corta Las cerezas del cementerio La señora, los suyos y los otros, 1912, novela corta Del huerto provinciano, Barcelona, 1912, cuentos El abuelo del rey, Barcelona, 1915. Dentro del cercado, Barcelona, 1916. 4 Figuras de la Pasión del Señor, 1916 y 1917. Libro de Sigüenza, 1917. El humo dormido, Madrid, 1919. El ángel, el molino y el caracol del faro, Madrid, 1921. Nuestro padre San Daniel, Madrid, 1921. Niño y grande, Madrid, 1922. El obispo leproso, Madrid, 1926. Años y leguas, Madrid, 1928. RAMÓN PÉREZ DE AYALA Nace en Oviedo, ciudad donde estudió Derecho y fue discípulo de Leopoldo Alas, 'Clarín'. Realizó estudios en Inglaterra, Alemania e Italia. Durante la I Guerra Mundial fue corresponsal de La Prensa de Buenos Aires. En 1928 ingresó en la Real Academia Española. Estuvo vinculado con José Ortega y Gasset y con Gregorio Marañón, miembros como él de la Generación del 14, a través de la Agrupación al servicio de la República, de la que fue embajador en Londres (1931-1936). Al estallar la guerra civil emigró a Buenos Aires, donde permaneció hasta 1954. Cultivó casi todos los géneros literarios: periodismo, poesía, novela, ensayo y crítica. En su obra de ficción se reconocen una primera etapa modernista y una segunda intelectualista, que exige un lector capacitado para moverse por las intenciones artísticas y filosóficas no explícitas del autor. Su producción poética abarca La paz del sendero (1903), El sendero innumerable (1916) y El sendero andante (1921). Entre sus novelas figuran Troteras y danzaderas (1913), Belarmino y Apolonio (1921), Luna de miel, luna de hiel (1923), Los trabajos de Urbano y Simona (1923) o El curandero de su honra (1926). Dentro de su labor como ensayista merecen citarse Hermann encadenado (1917), Política y toros (1918), Amistades y recuerdos (1961) y Fábulas y ciudades (1961). Murió en 1962 en Madrid. Toda la obra de Pérez de Ayala parece un experimento literario en el que utiliza la ironía y lo bufo para probar a sus lectores. A éstos les costará saber si el narrador está tratando algo serio de una manera humorística o si lo que sucede es que nada es serio en sí; esta actitud lo que en el fondo manifiesta es un gran pesimismo y nihilismo, que le acerca y relaciona con los escritores de la generación del 98. Ahora bien, la originalidad de los planteamientos y argumentos de sus novelas, sobre todo, le convierten en uno de los mejores escritores españoles de este siglo. 5 RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888–Buenos Aires, 1963). Escritor perteneciente a las vanguardias de comienzos de siglo, generalmente adscrito a la Generación de 1914, también conocida como Novecentista, e inventor del género literario conocido como greguería, que él definió como humorismo mas metáfora.. Era hijo de un notable jurista, publicó su primer libro a los diecisiete años y terminó Derecho a los veintiuno, si bien no llegó a ejercer la profesión: el afán literario le absorbió. Empezó su carrera literaria en el periodismo, donde destacó por su carácter original, ejerciendo una rebelión imaginativa y nihilista contra una sociedad anquilosada, burguesa y sin expectativas. Desde la revista Prometeo, que servía a los intereses políticos de su padre, procuró renovar el panorama literario español, bebiendo fundamentalmente de la literatura finisecular francesa e inglesa. Estuvo ligado sentimentalmente a la también escritora y periodista Carmen de Burgos, Colombine. Realizó con ella varios viajes por Europa, visitando París —ciudad a la que ya había viajado al acabar el bachillerato—, Londres, Nápoles, Lisboa... Funda —nada más empezar la Primera Guerra Mundial— la tertulia del café Pombo en un antiguo café y botillería de la calle de Carretas, inmortalizada en un célebre cuadro de José Gutiérrez Solana. Durante años, los sábados por la noche la Sagrada Cripta de Pombo recogió lo más significativo de la intelectualidad europea. Escritor de personalidad muy acusada y de una vastísima obra, su creación más significada y reconocida es la greguería, que ejerció una enorme influencia en los creadores de su tiempo y, especialmente, en los poetas de la Generación del 27. Él mismo aventuró una definición para entenderla, que apuntábamos anteriormente: «humorismo + metáfora = greguería». Un ejemplo: «La Zeta es un siete que oye misa», pero también este otro: «Nuestros gusanos no serán mariposas». Fue importante su papel como vehículo de entrada en España de las vanguardias, no sólo —ni fundamentalmente— literarias, a pesar de que ni su persona ni su obra pueden realmente calificarse de vanguardistas. Podemos seguir su obra periodística anterior a la Guerra Civil española en La Tribuna, El Liberal, El Sol y La Voz. Su obra literaria se encuentra en casi todas las revistas del momento, desde las minoritarias y efímeras hasta Revista de Occidente, La Gaceta Literaria o Cruz y Raya. Los años veinte son los años del reconocimiento internacional de Ramón, vive en El Ventanal, el chalet que se construyó en Estoril con Carmen de Burgos, en Nápoles y en Madrid; en París, en Le Cirque d'Hiver, da una conferencia subido a lomos de un 6 elefante; en El Circo Americano de Madrid lee su conferencia rollo de papel sentado en un trapecio elevado sobre la pista. «Ramón», como le gustaba que le llamaran, escribió un centenar de libros, la gran mayoría traducidos en todos los idiomas principales. Divulgó las vanguardias europeas desde su concurrida tertulia, en el café de Pombo. Escribió especialmente biografías, donde el personaje reseñado era en realidad una excusa para la divagación y la acumulación de anécdotas verdaderas o inventadas. Cultivó un teatro muy innovador, cercano a la estética surrealista, cuyo mejor exponente es Los medios seres, que llegó a representarse pero no fue entendida por el público madrileño, poco habituado a las extravagancias vanguardistas. También sintió interés por el madrileñismo castizo y encontró una forma de renovar el costumbrismo que se había utilizado en su descripción en la metáfora del mercadillo de Madrid, al que dedicó su libro El Rastro, donde los objetos infortunados y abandonados son salvados por su evocación lírica. Volviendo a las greguerías, la imagen en que se basan puede surgir de forma espontánea, pero su formulación lingüística es muy elaborada, pues ha de recoger sintética, ingeniosa y humorísticamente la idea que se quiere transmitir. El efecto sorpresivo se obtiene a través de: 1. La asociación visual de dos imágenes: «La luna es el ojo de buey del barco de la noche». 2. La inversión de una relación lógica: «El polvo está lleno de viejos y olvidados estornudos». 3. La asociación libre de conceptos ligados: «El par de huevos que nos tomamos parece que son gemelos, y no son ni primos terceros». 4. La asociación libre de conceptos contrapuestos: «Lo más importante de la vida es no haber muerto». 7