III Encuentro Nacional de Educadores.lNAME. Montevideo, set. 1999. pag. 49-51 LA CUESTIÓN DE LOS MENORES INFRACTORES y LAS RESPUESTAS JURÍDICAS E INSTITUCIONALES DESDE UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA Dr. Javier Salsamendi Director del Departamento Jurídico del INTERJ – INAME En primer lugar quisiera plantear la dificultad que se nos presenta en algunos casos en el plano del lenguaje. Desde nuestra disciplina, desde lo jurídico, muchas veces existen determinadas terminologías, un lenguaje técnico, que no siempre nos resulta sencillo explicitar en términos que puedan ser aprehensibles por quienes no están en el ámbito del Derecho. En cualquier caso es una dificultad del expositor y no un problema de quien recibe el mensaje. Vamos a intentar abarcar el tema en sí mismo desde diversos puntos de vista. En lo esencial el planteo no va a tener prácticamente nada original, que ya no esté expuesto o esbozado en planteos anteriores. Intentaré seguir la línea metodológica, como plan de exposición, que para América Latina planteó inicialmente el doctor Emilio García Méndez y que particularmente para Uruguay -inclusive en libro de muy reciente aparición- ha planteado el doctor Carlos Uriarte. La infancia constituye el resultado de un complejo proceSo de definiciones, acciones institucionales y cambios sociales en los sentimientos. Los mecanismos e ideas creadores de la infancia se corresponden con los mecanismos e ideas creadoras de su control. La historia de la infancia tiene el mismo recorrido que la historia de su control (Emilio García Méndez). Philippe Ariés, un autor francés, en una obra que podría decirse que se ha convertido en un clásico, llamada "El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen", plantea básicamente dos tesis. En primer lugar que en la antigua sociedad tradicional-obviamente está hablando de Europa y particularmente de Francia- no podía representarse bien al niño y menos todavía al adolescente. En segundo lugar, que ~ fines del siglo XVII se consolida la escuela como un sustituto del aprendizaje como medio de educación; se refiere al aprendizaje en tanto contrato. Con relación a su primera tesis Ariés desarrolla básicamente en el capítulo 11 del libro citado, llamado precisamente "El descubrimiento de la infancia", cómo a partir del estudio de la iconografía del niño como tal, en esta pintura de origen fundamentalmente religioso -en sus estudios parte del Medioevo-, aparecía con cuerpo de niño o eventualmente de enano, como prototipo del bufón, pero con cara de adulto. Sintéticamente describe cómo a partir del siglo XIII comienza a aparecer la figura, la representación del niño ligada fundamentalmente a la figura del ángel y al hecho mismo de la muerte. Esto se explica básicamente porque lo que hoy denominaríamos como tasa de mortalidad infantil obviamente resultaba altísima, yeso determinaba una sensibilidad profundamente distinta a la hoy vigente respecto al niño, en términos de sensibilidad frente a la muerte. A partir de los siglos XVI y XVII se representa al niño con un traje especial que lo distingue de los adultos, principalmente a los varones, recordando el autor, en este caso, la importancia de las forÍnas exteriores y los trajes en esa época. Finalmente mencionaremos que luego, a partir del siglo XVII, el niño ocupará un lugar casi central en la devoción y la iconografía religiosas. Aparecen la devoción por la santa infancia, el interés por la infancia, por la creación de escuelas elementales y colegios y la preocupación pedagógica. El niño pues, superada una etapa que el autor denomina como de primeros riesgos, se convertía en un hombre joven, se educaba por el aprendizaje en su convivencia con los adultos y se desarrollaba fundamentalmente fuera de su familia. Su muerte, en esa primera etapa de los riesgos primeros, no resultaba relevante para la sensibilidad general y su presencia como niño en la familia y la sociedad era breve e insignificante. Este planteo de Ariés ha sido controvertido. El libro data de 1973 Y su edición castellana empezó a circular a partir de 1977; ha sido relativamente controvertido y discutido en cuanto a algunas de sus conclusiones y en cuanto a la ubicación y veracidad históricas, concretas, de algunos de sus datos. No obstante ello entendemos que nos permite esbozar una primera conclusión básica: que la infancia como categoría es necesariamente una construcción social; ontológicamente, en el sentido más estricto del término, no existe, sino que es socialmente construida. Con relación a este tema en Uruguay habría que apuntar los desarrollos o trabajos de Barrán en "La historia de la sensibilidad" y remarcar que el concepto de adolescencia, inclusive a partir de la formulación misma de su término, inicialmente estaba relacionado con una persona básicamente problemática. Asimismo también podría plantearse la propia noción de familia como elemento vincular o no. Queremos dejar planteado que también existe una categoría histórica que se nos da casi como naturalmente dada y que sin embargo representa un descubrimiento, una construcción relativamente moderna: la idea de cárcel, que en la historia de la humanidad apenas está llegando a los 200 años de existencia. Vamos a desarroUar estos planteos siguiendo básicamente la metodología de abordaje utilizada por el doctor Carlos Uriarte. Su libro, que mencionaba, de muy reciente aparición, se llama "Control institucional de la niñez-adolescencia en infracción". Queremos aclarar un primer punto central que tiene que ver con el objeto y el método en el estudio de este tema. No nos vamos a centrar en la infancia en primer lugar sino en una especie de subcategoría o, al decir de Emilio García Méndez, en una categoría residual dentro de la categoría infancia y adollescencia, que es la del niño adolescente construido institucionalmente como "menor". No nos vamos a ocupar de los menores infractores sino del análisis histórico de cómo se fueron construyendo, a partir de una determinada época, las instituciones que operan el control de la niñez y la adolescencia, construida ésta como minoridad infractora y abandonada, incluyendo la propia construcción de las nociones de minoridad, abandono e infracción. Dentro de este marco nos introduciremos, en la medida de lo posible, en los discursos médicos, jurídicos y educativos, que en este caso sirven como sustento ideológico para las prácticas del control social. Esto necesariamente es así porque en la medida en que el objeto de estudio deje de ser este menor construido institucionalmente como menor infractor o menor abandonado en la dirección que antes señalábamos, nos obliga a estudiar las propias disciplinas en la medida en que éstas, en la práctica institucional, se dedican en lo fundamental al estudio clínico del propio objeto construido -el menor abandonado o infractor- desde una óptica causal explicativa ligada de algún modo a una función de diagnóstico y pronóstico en un método que deviene del positivismo y desde un paradigma etiológico. Vamos a tratar de traducir esto. Lo importante analíticamente es el estudio del control social institucional, no el estudio de sus productos, de aquellos menores que el control social construye en primer lugar como menores, en segundo lugar como menores abandonados y en tercer lugar como menores abandonados y/o infractores. A partir de este planteo el estudio de las disciplinas que legitiman discursivamente el sistema de control social debe comenzar a ser visto o analizado -siempre desde esta óptica- por sus resultados e integrando el discurso que realiza de su propia prácticá como elemento de estudio. De acuerdo a los planteos de García Méndez las primeras construcciones jurídicas o más específicamente el tratamiento jurídico diferenciado de la infancia y la adolescencia en América Latina, se ubica en las primeras décadas del siglo XX y su naturaleza fue estrictamente penal. No nos vamos a adentrar en otra materia que por cierto puede resultar absolutamente apasionante como sería el desarrollo histórico de las leyes laborales aplicadas a la niñez y la adolescencia. Al decir del doctor Pérez Manrique, siguiendo además esta forma de análisis que planteaba García Méndez, en Uruguay como en todos los países, la historia de la regulación de los límites de la imputabilidad penal es la historia de la legislación sobre la niñez y la adolescencia. Así, antes del Código del Niño, que fuera promulgado el 6 de abril de 1934, puede mencionarse muy sucintamente el Código Penal de 1889, que es el primer Código Penal uruguayo que establecía un sistema de franjas en materia de imputabilidad o más específicamente de inimputabilidad. El código establecía franjas entre los 10 y los 14 años y entre los 14 y los 18. Con posterioridad se dicta, en 1911, la denominada ley de protección de menores, en la que se consagra una inimputabilidad absoluta hasta los 16 y 18 años respectivamente, según fuera el delito castigado con pena de penitenciaría o prisión y multa respectivamente. La diferencia entre una pena de prisión y una de penitenciaría es si el mínimo está fijado por encima o por debajo de los dos años. En el caso de que el mínimo sea igualo superior a los 24 meses estaremos ante una pena de penitenciaría, en caso contrario estamos ante una pena de prisión. En 1915 se crea el llamado Patronato de Delincuentes y Menores. Aparece consagrado por primera vez el término. En los hechos se aplicaba a estos menores -no obstante la inimputabilidad o la no inimputabilidad que mencionáramos- la misma jurisdicción -la penal- y el mismo procedimiento que a los adultos, siendo además encerrados en las mismas cárceles. Los autores del Código del Niño de 1934 realizaban la aclaración de que los reclusos adultos que se encontraban ya penados, que tenían una sentencia que primero tipificaba el delito y determinaba la pena, se encontraban en mejores condiciones que estos menores procesad.os. como los definían. Con anterioridad a este desarrollo existe un estudio de lo que se llama la prehistoria del control social de los menores en América Latina. Hay un libro realmente interesante al respecto que se llama "Infancia, adolescencia y control social en América Latina". Es muy didáctico con ejemplos prácticos de cómo se desarrollaba este sistema. La situación que antes relatábamos, que de algún modo se repetía a nivel mundial, motivó un movimiento que fue denominado como el "Movimiento de los salvadores del niño", que comienza en Estados Unidos a fines del siglo XIX, se expande por Europa Occidental a comienzos del siglo XX y, como ya dijimos, tiene un corre lato latinoamericano. La compasión que los niños encarcelados provocaba debía, asimismo, ser acompasada a las nuevas necesidades de la defensa social. En la página 57 de las actas del congreso celebrado en Bélgica en 1912 se puede leer que" el movimiento democrático de este siglo ha provocado un acercamiento de las clases sociales anteriormente desconocido. En consecuencia son numerosas las personas que comprenden los peligros de las familias obreras y pobres". He aquíotra influencia que favorece la modificación del derecho penal y procesal. Utilizaremos el término "manifiesto" como contrario a "encubierto" o eufemístico, y es el carácter que este derecho de menores asumirá en lo subsiguiente como elemento o nota casi esencial. Para una mejor aproximación a estos congresos en el ámbito panamericano, como se lo denominaba -término de clara raigambre imperialista-, me remito a los desarrollos de Iglesias, Villagrán y Barrios, recogidos en el tomo 1 de un libro que se llama "El derecho a tener derecho". Como se apreciará el carácter clasista de este derecho resulta absolutamente manifiesto. Retornando a Uruguay, previo a la promulgación del Código del Niño, en diciembre de 1933, se promulga asimismo el Código Penal que entró en vigencia el 1 Q de agosto de 1934 y está todavía vigente. En Uruguay los códigos, con la excepción del Código General del Proceso, que se aprobó en el año 1989, fueron todos aprobados en períodos dictatoriales. En 1934 se aprueban tres textos fundamentales, dos de ellos con absoluta vigencia, el Código del Niño y el Código Penal y se aprueba además una nueva Constitución que por primera vez incorpora los llamados derechos sociales a la Constitución o derechos humanos de segunda generación. Este código que fue redactado por lrureta Goyena y aprobado a tapas cerradas consagra, en su artículo 34, la inimputabilidad absoluta de los menores de 18 años. A su vez el artículo 92 estable~cuatro clases de medidas de seguridad: medidas de seguridad curativas, educativas, eliminativas y preventivas. Obviamente las medidas de seguridad educativas son las que se aplican a los menores de 18 años de edad, así como a los sordomudos, que cometan delitos o faltas. Las medidas de seguridad curativas en realidad se aplican en una gran cantidad de situaciones, pero en lo básico se refieren a una persona mayor de 18 años que comete un delito que, sometida a un peritaje psiquiátrico, por lo menos forense, se defina que no posee conciencia y voluntad, en términos del código, que no es capaz de apreciar el carácter ilícito del acto. Está referido a los ebrios habituales, a los que cometen delitos intoxicados por consumo de estupefacientes, etcétera. La redacción del código es bastante confusa y confunde fuertemente muchas cosas, pero su idea era bastante clara. Las medidas de seguridad eliminativas se aplican como un plus de la pena en los casos de violaciones y homicidios en algunas circunstancias especiales. O sea que si a una persona por el delito de que se trate se le aplica una pena, por ejemplo en un delito de homicidio especialmente agravado de 30 años, se le pueden aplicar además, en razón de su peligrosidad, de un pronóstico o un diagnóstico de peligrosidad -según la posición que se quiera asumir al respectcr un plus de por ejemplo 15 años de medidas de seguridad. Finalmente están las medidas preventivas cuya explicación francamente no tiene mucha importancia. Lo fundamental es ver en qué capítulo están ubicadas estas medidas de seguridad educativas. Les vaya leer las notas explicativas de Irureta Goyena sobre estos artículos. Dice: "Me ha parecido conve. niente complementar la acción defensiva de las penas con las medidas de seguridad" . En otro párrafo dice: "Este nuevo medio de defensa no se concibe racionalmente sin el complemento de la sentencia indeterminada. No debe sobrevivir al peligro ni desaparecer antes que él. Finalmente, las medidas educativas sólo pueden aplicarse a sujetos educables y la educación no se concibe más allá de los 25 años". Supuestamente a esa edad el tratamiento educativo cumplió su efecto o ya no 10 va a poder lograr. Irureta Goyena utiliza los términos de defensa social y peligrosidad. Creo que di por supuestas cosas que no deberían darse por tales. El tema de la defensa social, muy sucintamente explicado, es una teoría o un enfoque en el marco del derecho penal donde 10 que importa es la defensa de la sociedad contra los que la agreden. O sea que los agresores, los delincuentes, estarían enfrentados a la sociedad, que se defiende de ellos mediante el mecanismo del derecho penal, pero desde esta orientación o enfoque. Esto es simplemente aplicar los principios o los criterios de que existiría un estándar de normalidad de determinado sector de la sociedad que se defiende de otro que 10 agrede a través del delito. El tema de la peligrosidad también es muy sencillo. El planteo de la peligrosidad nace con el positivismo en materia de derecho penal, como reacción al derecho penal clásico. Dos personas cometen delitos, una comete un hurto y otra un homicidio o un acto descrito como tal. Hay lo que se denomina dos bienes jurídicos distintos tutelados, la vida en el caso del homicidio y la propiedad en el caso del hurto. Lo importante no será que el derecho penal dé una respuesta en lo que clásicamente se conocía hoy severamente cuestionadcr como proporcionalidad o reproche en función del bien que se agrediósino que la respuesta debe estar dada en función de la peligrosidad del agente. Así, por ejemplo, quien cometió el hurto puede ser sometido a un período infinitamente mayor de encierro que el que cometió el homicidio en función de que existe un pronóstico o un diagnóstico que determina que es más peligroso que el eventual homicida. En términos groseros ésta sería la teoría o el planteo de la peligrosidad. Las medidas de seguridad educativas están ubicadas en este lugar y consideradas desde esta perspectiva. Hoy, gatopardescamente, la "continentación" y las teorías preventivas de la pena "llenan" este espacio. Vamos al tema de la definición de delito. Es muy difícil poder entender cuál puede ser un enfoque crítico o que intente serIo del tema de la respuesta que se dé a la infracción y a los infractores si no se logra entender estos elementos constitutivos. El primer elemento fundamental a definir es que el delito no es un hecho natural, no es ontológico, es políticamente creado, se define una conducta. La teoría clásica dice que existen tres elementos que definen el delito; hoy, como casi todo en materia de derecho penal, está en discusión, pero tomemos lo que todavía se acepta mayoritariamente. El delito se define como un hecho, un acto, una demostración exterior de una conducta típica. Vamos a explicar qué quiere decir típico; por ejemplo en caso de homicidio, el que diere muerte a alguien en forma intencional, etcétera, si se cumplen esos caracteres, en principio encuadraría en lo que se define como el tipo legal del homicidio. El tema del tipo es esencial porque define lo que se llama el principio de legalidad, o sea que todos sepan que van a ser penados o no en función de que cometan determinado tipo de conducta y no que frente a cualquier conducta alguien va a estar definiendo en el momento si encuadra o no dentro de una definición de delito. Por eso se habla de tipos cerrados, o sea que sólo aquello que entra estrictamente en la definición del tipo puede llegar a ser juzgado como una violación de la ley penal. Todo tipo más o menos "abierto" violenta el Derecho penal liberal y democrático (leyes "antidrogas", "antiterroristas", etcétera). '" El segundo elemento es que sea antijurídico. Quiere decir básicamente que uno no tenga una causa de exculpación. Volviendo al ejemplo del homicidio, si el mismo se cometiere teniendo los elementos de la legítima defensa va a ser un hecho típico pero no antijurídico ya que en definitiva esa conducta de matar se ajusta a la ley. Existen quienes entienden -y yo comparto- que la antijuridicidad es un elemento del tipo penal; en todo caso son cuestiones muy "técnicas" donde no vale la pena adentrarse. Finalmente tenemos el elemento de la culpabilidad. Demás está decir que nuestro análisis será algo más que un esquema, por razones de tiempo de exposición. En Uruguay, el Código Penal la define, en su Art. 18, con relación a las diversas organizaciones del dolo y la culpa. A esta altura, claramente estos elementos se integran al tipo penal y no dicen relación con el concepto ni con el juicio de culpabilidad. Sintéticamente, la culpabilidadd se recogería en el Art. 30 del precitado Código, cuando se rrefiere a la capacidad de entender la entidad del daño que se causa y comportarse de acuerdo a sus consecuencias. Optar por una culpabilidad normativa implica un juicio acerca de la exijibilidad de una conducta alternativa -atendiendo al hecho concretoy el nivel de participación del presunto agresor en el bien jurídico agredido. Esto es, determinar qué valoración tiene el sujeto presuntamente agresor en el bien jurídico agredido, de lo que representa para los demás en función de lo que para él, concretamente, representó en su vida. Un derecho que sólo atienda a la "responsabilidad" sin culpabilidad o es un derecho de pura responsabilidad objetiva, o es un derecho arbitrario --con relación a la "entidad" de la medida "socio-educativa" o con relación a la existencia misma de la "responsabilidad". El eje ideológico del Código del Niño, que asienta sus bases en la doctrina de la situación irregular, está enmarcado fundamentalmente en el tema del abandono moral y material. El eje central del Código del Niño no es la infracción; el eje central y la gran boca del sistema de control en el derecho penal de menores o en el sistema de control social de menores en Uruguay es el abandono moral. Engarzando abandono moral como un eje ideológico de intervención institucional casi irrestrictamente -porque es absolutamente amplio definir la moral- sumado al elemento de la materialidad -ausencia de continentación, etcétera- implica, además, que se puede intervenir no sólo sobre esa forma simbólica que vendría a ser la moral sino que se interviene sobre el cuerpo, sobre lo material, con una respuesta que institucional y tradicionalmente ha sido el encierro. Así, el doctor Héctor Erosa ha hablado de la "construcción punitiva del abandono". Un elemento clave de la "situación irregular" es la equiparación entre abandono e infracción, siendo esta última una "mera" consecuencia del primer "estado" de abandono. Por ende se construyó un "Derecho Punitivo"(¿Penal?) de autor y una "culpabilidad por conducción de vida". En cuanto al tema educativo el problema es el siguiente. Hoy se está discutiendo en América Latina la conveniencia o no del establecimiento de un derecho penal juvenil, lo cual no significa rebaja de la edad de imputabilidad, etcétera. En realidad la discusión está saldada entre quienes discutimos en favor de la necesidad de su creación. Esa discusión, y la de la imputabilidad, es absolutamente políticopartidaria sin ningún efecto práctico. Hoya los niños, niñas y adolescentes uruguayos se los responsabiliza por sus delitos y se les aplica una "pena" encerrándolos en lugares que son cárceles en sentido estricto. Esa discusión tiene efectos prácticos con relación al tiempo de la pena y al lugar donde se los encierra, pero no más que eso, que es bastante. Es una discusión absolutamente eufemística y exclusivamente en términos de pirotecnia electoral o se plantea en determinados momentos álgidos con relación al tema. El abandono sigue siendo el eje de intervención; en realidad por encima de que alguien cometa un acto o un hecho que se pueda definir como delito, más que culpabilizarlo por ese acto o hecho se lo culpabiliza por su forma de vida, por su conducción en la vida o eventualmente por algún defecto de tipo biológico que en algún planteo organodinamicista se pueda llegar a detectar. El abandono sigue siendo el elemento central: un infractor "abandonado" va a estar más tiempo encerrado. Esa ecuación se cumple estricta y cotidianamente. En cuanto al tema de lo educativo el problema es que uno primero tiene que determinar de qué está hablando cuando se habla de educación. ¿Estamos hablando del sistema formal?, ¿estamos hablando de educación en un sentido amplísimo? Me parece claro, sin querer meterme en un tema que no domino totalmente, que la educación requiere como mínimo voluntariedad de quien se pretende educar, de quien pretende acceder a la misma y además tener algún tipo de relación con los elementos que hacen a su vida. La educación impuesta en función de una pena, donde la penalización es que se eduque parecería tener un fundamento que no resistiría el menor análisis. Esto es, el elemento "educativo" debe ser clave de intervención, pero jamás fundamento de una "pena", salvo que deseemos "vestir" el "eufemismo" con nuevos "ropajes".