En la Comunidad de Teruel se hallan representadas multitud de

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Una fauna rica y discreta
JAIME GÓMEZ MORALES
En la Comunidad de Teruel se hallan representadas multitud de especies, en número
imposible de nombrar y describir en su totalidad si no queremos convertir este acercamiento a la fauna en un catálogo inacabable. Sin duda, lo más operativo será dividir la comarca en varias zonas, ubicando de este modo a las diversas especies en
sus hábitats correspondientes.
Por la sierra del Pobo y alrededores
Corresponde a las áridas parameras del Alfambra la Zona de Especial Protección para
las Aves (ZEPA), donde destacaremos la
alondra ricotí (Chersophilus duponti), ave del
tamaño de la alondra común, pero de mayor
esbeltez. Muy tímida y huidiza, habrá que
descubrirla por su canto.
Sobre los cultivos de Ababuj, Aguilar del Alfambra y otros pueblos, peinando los campos en busca de presas, es posible contemplar al aguilucho cenizo (Circus pygargus),
rapaz típica de terrenos abiertos.
Herrerillo común.
Terminamos el recorrido serrano en Castelfrío
y los pinares y roquedos de los pueblos vecinos, donde habita la cabra montés (Capra hispánica) en las zonas más escarpadas.
Es propia también de estos parajes la víbora hocicuda (Vipera latasti), que a veces
sorprendemos atravesando pistas y senderos. O el herrerillo común (Parus caeruleus),
pequeña ave insectívora que nos llamará la atención desde los árboles. En los rincones más escondidos, menos accesibles, se agazapa el gato montés (Felis silvestris).
Mucho más fácil es ver en vuelo algún ejemplar de águila real (Aquila chrysaetos),
rapaz de gran tamaño que anida en cortados y árboles de buen porte.
Por el altiplano y riberas del Alfambra
También hay declarada una ZEPA en Campo de Visiedo, amplio paraje que incluye
la reserva ornitológica del Mas de Cirujeda, con acceso indicado desde la N-420. Allí
destacan, además de la mencionada alondra ricotí, la avutarda (Otis tarda), de gran
tamaño, el sisón (Tetrax tetrax), un gallo de cereal, el alcaraván (Burhinus oedicnemus), también llamado chorlito, y la ganga ortega (Pterocles orientalis). Algún invierno nos podemos tropezar con una bandada del raro chorlito carambolo (Charadrius morinellus).
Cada vez se le concede más importancia a esta riqueza faunística, de modo que no
habría que descartar el turismo ornitológico, tan minoritario como respetuoso con
el medio, actividad para la que también ofrece interesantes posibilidades la zona ve-
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cina del río Alfambra,
donde no son difíciles de
localizar el águila calzada
(Hieraetus pennatus) o el
milano real (Milvus milvus), cuando no contemplar el petirrojo (Erithacus
rubecula).
Todos los años nos visita
el alimoche (Neophron
percnopterus), milopa o
buitre blanco. En la zona
Tejón.
de los cortados anida una
importante población de
buitre leonado (Gyps fulgus), mientras que, por el contrario, en las zonas áridas resiste un reducido número de cernícalo primilla (Falco naumanni) y es relativamente
habitual ver en los barrancos de vegetación más rala la collalba negra (Oenanthe leucura).
El hábitat del Alfambra da cobijo al tejón (Meles meles), a la garduña (Martes foina)
y a la pequeña y esquiva comadreja (Mustela nivalis). Por su parte, los riachuelos
que afluyen al río Martín desde la parte norte de esta comarca cuentan con barbo
colirroyo (Barbus haasi).
Por el Alto Jiloca
La subcomarca del Alto Jiloca cuenta con zonas húmedas como la laguna del Cañizar,
donde se pueden contemplar diversas aves. Nombraremos algunas de ellas: la garcilla bueyera (Bubulcus ibis), la garcilla cangrejera (Ardeola ralloides), las avocetas (Recurvirostra avosetta), las cigüeñelas (Himantopus himantopus), las grullas (Grus grus)
o la cigüeña negra (Ciconia nigra). En su mayoría se trata de visitantes esporádicos,
pero confieren gran diversidad y belleza al paisaje. En época de invernada las amplias
zonas de pastizal servirán como dormidero al aguilucho pálido (Circus cyaneus), y
algún año se ha detectado la rara lechuza campestre (Asio flammeus) en este mismo
hábitat. Como anfibio a tener
en cuenta, destaca la llamada
ranita de san Antón (Hyla arborea), pues en el conjunto de
la comarca únicamente se encuentra en estos parajes. Hasta
los rincones más boscosos
que conforman esta entidad
del Alto Jiloca se acerca el
corzo (Capreolus capreolus),
cérvido de pequeño tamaño
cuya estilizada presencia deleita a cualquier amante de la
naturaleza.
Ranita de San Antón.
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Comunidad de Teruel
Por la ribera del Turia
El río Turia y sus afluentes dan unidad a una zona de variada presencia faunística,
no tan alterada como a priori pudiera parecer por la localización de la capital a orillas del río. Pero a Teruel y su entorno le dedicaremos una atención especial posteriormente.
Aunque con una población disminuida, con paciencia todavía es posible apreciar en
estas aguas fluviales la trucha común (Salmo trutta), el barbo de Graell (Barbus graellsii) e incluso alguna anguila (Anguilla anguilla). Más difícil será localizar la oropéndola (Oriolus oriolus), ave de mediano tamaño, teniendo el macho un color amarillo muy llamativo, pero al mismo tiempo propicio para camuflarse con facilidad en
el bosque de ribera. Bosque propio del agateador común (Certhia brachydactyla),
pequeña ave insectívora que sube y baja en espiral por los árboles.
La gineta (Genetta genetta) es un carnívoro de cuerpo estilizado que vive cerca del
río Camarena. El búho real (Bubo bubo), ave rapaz nocturna de gran tamaño, custodia las noches de los pinares de Tramacastiel. En los montes de rodeno de los términos de Tormón y Alobras, e incluso en las estribaciones serranas de Villel, se mantiene una pequeña población estable de ciervo (Cervus elaphus), parajes sobre los
que se cierne el vuelo del águila culebrera (Circaetus gallicus).
Si nos acercamos a las antiguas minas de Libros –hoy abandonadas, pero dignas de
ser visitadas–, puede que sorprendamos, o nos sorprenda, el lagarto ocelado (Lacerta
lépida). Por último, merece ser mencionada la salamanquesa (Tarentola mauritanica), llamada por los lugareños “apegadizo”, reptil que dentro de la Comunidad de
Teruel sólo se encuentra en las zonas de influencia del Turia, comúnmente asociado a paredes con focos de luz, por donde transita en busca de insectos.
Teruel capital y su entorno
En nuestro caso, el hábitat urbano es más rico en fauna de lo que pudiera parecer.
En el capitalino parque de los Fueros –y en las laderas boscosas de la ciudad– abunda la ardilla (Sciurus
vulgaris), que contemplamos a menudo saltando de árbol en
árbol. Durante las noches de primavera oiremos al autillo (Otus
scops), pequeña ave
rapaz nocturna de característico canto.
No lejos del parque
podemos encontrarnos, en los límites del
barrio del Ensanche, al
avión común (Deli-
Garza Real.
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chon urbica), ave de pequeño tamaño parecida a la golondrina (Hirundo rústica).
En el entorno, por ejemplo, de la iglesia de San Francisco nos llama la atención una
ruidosa bandada de vencejos (Apus apus), mientras que, en su itinerario migratorio,
la cigüeña (Circonia circonia) se posa todos los años en los puntos más altos de la
capital, rematando torres y almenas desde el atardecer hasta la hora temprana de reemprender el vuelo.
En el cercano pantano del Arquillo (San Blas) es fácil ver al ánade real (Anas
platyrhynchos), pato de buen porte, o a la garza real (Ardea cinerea), siempre a la
espera de su presa. Desde lo alto, en ocasiones, vigila las aguas el águila pescadora (Pandion haliaetus), de la que presenciaremos acrobáticos virajes en sus intentos de captura. Y una nutrida población de cormoranes (Phalacrocórax carbo) nos
acompañará en invierno.
A modo de conclusión
Quedan aves por nombrar, así como unos cuantos anfibios y reptiles, y algún
mamífero. La fauna aquí citada es representativa de la riqueza de este territorio, quizá
poco conocida, pero no por ello menos necesitada de conciencia y protección.
Muchos de los animales mencionados no existen sólo en las zonas señaladas. Así,
por ejemplo, el corzo tiene presencia en muchos lugares de la comarca, la cabra
montés cuenta con tres o cuatro núcleos, el águila real con al menos nueve parejas, etcétera. Por no hablar del zorro (Vulpes vulpes), presente en cultivos, lomas,
bosques o bien merodeando por el casco urbano; o del jabalí (Sus scrofa), que remueve el terreno en busca de tubérculos, dejando su huella marcada en el barro; o
del conejo (Oryctolagus cuniculus), corriendo hacia su madriguera o deslumbrado
en la noche cuando cruza la carretera; o de la liebre (Lepus capensis), agazapada en
su cama, que a veces vemos salir corriendo hasta perderse de vista; o de la codorniz (Coturnix coturnix), cuyo canto puede escucharse en zonas cerealistas; o de
la rana común (Rana ridibunda), presente en multitud de enclaves húmedos; o
de la urraca o picaraza (Pica pica), que de no ser tan abundante seguro que destacaríamos por su belleza; o del gorrión común (Passer domesticus), en densas bandadas por campos, eras y calles; o, en fin, del águila ratonera (Buteo buteo), rapaz
de tamaño mediano que veremos posada en los postes de luz y teléfono a lo largo
de valles y carreteras... Estas y otras especies están presentes en todo el territorio comarcal.
Otra cuestión es la fauna que por diversas razones ha ido perdiendo presencia, encontrándose en estas latitudes en una situación difícil, fauna muy llamativa entre la
que destaca el cangrejo y la nutria. El lector entenderá que abordemos su situación
con reservas. En algunos arroyos sobrevive una reducida población de cangrejo autóctono (Austropotamobius pallipes), crustáceo protegido que tuvo gran importancia lúdica, constituyendo además en el pasado un pequeño recurso económico de
la zona. Hoy vive malos momentos: la aphanomicosis ha causado una gran regresión en su número. En cuanto a la nutria (Lutra lutra), aunque a veces parece que
se haya extinguido, siguen encontrándose sus típicos excrementos –con escamas y
olor característicos– en piedras y lugares visibles de los ríos, siendo su existencia un
indicador de la calidad de las aguas, de la que podemos felicitarnos.
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Comunidad de Teruel
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