Arte Colonial

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ARTE COLONIAL EN NORTEAMERICA
Los primeros colonizadores trajeron consigo su estilo de vida, su visión personal del arte, indudablemente
influida por los siglos de evolución artística en Europa y las ganas de crear un nuevo mundo, por lo que los
estilos, indudablemente, se basaban en modelos transoceánicos en los primeros momentos.
Para apreciar este periodo debemos basarnos, sobre todo, en el conocimiento de la arquitectura, el campo en
que los primeros colonizadores sí apostaron por una visión artística, aún inconscientemente y del urbanismo, a
menudo olvidado o menospreciado cuando va unido, indisolublemente, a la arquitectura.
LA ARQUITECTURA COLONIAL
Sin duda, lo que más evidencia el desarrollo del arte en las colonias es la arquitectura, aunque siempre hay
que entender que no se desarrolla, en un principio, como medio de expresión artística, sino como una
necesidad básica. Pero la evolución, la mejora de las construcciones, que aún hoy se conservan, es el mejor
dato, el más fiable para comprender la evolución del arte en Norteamérica.
Entendemos que las condiciones de vida que tuvieron que soportar los primeros colonos fueron
extremadamente duras y afectaron, obviamente, a la organización del espacio y a la práctica constructiva.
Exceptuando la zona sudoeste, la arquitectura indígena fue arrasada y, por tanto, su influencia fue nula. En la
actual Arizona y el actual Nuevo México, los españoles que penetraron en el siglo XVI, encontraron unos
indígenas a los que bautizaron pueblo. Eran comunidades de agricultores y ganaderos que construían pueblos
de arcilla secada al sol en medio de sus campos regados. La técnica india consistía en disponer capas
sucesivas de arcilla para formar las paredes, y dejar secar al sol antes de proseguir el trabajo; el techo de
ramajes revestido por una gruesa capa de esa misma arcilla, estaba sostenido por gruesas vigas transversales
que sobresalían en cada extremo. Ese estilo, algo modificado por los españoles, ha subsistido hasta plena
mitad del siglo XX.
Es Europa, con su diversidad, la que aporta los modelos a seguir. Hay que subrayar que no hay una influencia
única, sino que cada oleada de emigrantes llevara consigo las tradiciones constructivas de sus respectivos
países. Estas, además, intentando responder a las exigencias de su nuevo entorno, tuvieron que adaptarse a las
diferentes zonas de asentamiento. No se puede hablar, por tanto, en la época colonial, de una arquitectura
colonial en singular.
Así, tenemos la célebre log cabin sueca, la cabaña de troncos de madera en Nueva Inglaterra (que luego
explicaremos en más detalle).
Los franceses aportaron en Canadá y en el valle del Mississippi la técnica de construcción de poste sobre
añojal tomada del oeste de Francia: montantes de madera verticales sobre ajustados maderos horizontales que,
a su vez, descansaban en un lecho de piedrecitas. Los intersticios eran rellenados de adobe y, con frecuencia,
eran revestidas de un revoque blanco. La casa de Juan Bautista Saucier, más conocida como la Courthouse, en
Cahokia, Illinois, es uno de los escasos ejemplos que ha sobrevivido.
Los holandeses que se instalaron en el valle del Hudson introdujeron la fachada de aguilón y difundieron el
uso del ladrillo desde los primeros momentos de la colonización.
En cuanto a los españoles, aún se pueden ver restos de su dominación en ciertas regiones del sur y del oeste:
fachadas adornadas con cancelas trabajadas a lo Nueva Orleans, patios frescos y al abrigo de miradas en las
residencias coloniales de Nuevo México y, sobre todo, esas notables Misiones implantadas en la California
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del siglo XVIII, con sus iglesias barrocas de decoración exuberante.
El espíritu innovador y libre, la utilización de otros materiales, la modificación de proporciones, la adaptación
funcional, etc., son rasgos indicativos de la voluntad de crear algo nuevo a partir de elementos antiguo.
A pesar de todas estas diferencias, tradicionalmente, se han encontrado en el periodo colonial dos momentos
bien diferenciados: el siglo XVII y el siglo XVIII, hasta 1776. Hay que entender que son fechas muy flexibles,
que se han tomado como indicadores orientativos de dos momentos arquitectónicos muy diferentes.
Durante el siglo XVII, con algunas excepciones, no se levantaron grandes mansiones, ni siquiera se construían
casas de piedra. El motivo es evidente: la gente que se instalaba no tenía grandes cantidades de dinero para sus
construcciones, sino que se veían obligados a trabajar duramente si querían sobrevivir, y no podían importar la
cal para el mortero. Por este motivo, las construcciones que se conservan son de madera, de reducidas
dimensiones. Todas ellas según técnicas y gustos del Viejo Mundo. La tradición carpintera del Este de
Norteamérica proviene de estos primeros momentos, por lo que es lógico que profundicemos en las
construcciones en madera:
Encontramos una gran variedad de técnicas en las construcciones americanas. El más sencillo consistía en
utilizar los troncos de árboles enteros para formar los muros de una casa. Se practicó en los bosques de
coníferas, ya que la madera de pino es relativamente ligera y los árboles muy rectos. Es la famosa cabaña de
troncos, convertida en el siglo XIX en el símbolo de la vida frugal y heroica del pionero americano.
Esta técnica no era empleada por los colonos británicos de Nueva Inglaterra o de Virginia, ya que fueron los
suecos del Delaware los que edificaron las primeras log cabin, cuyo origen debe remontarse a las
construcciones vikingas de Escandinavia: troncos de pino, aplanados en una cara y que se entrecruzan en los
cuatro extremos, relleno de hierba o de musgo, y chimenea de ángulo.
Los alemanes personalizaron la construcción espaciando los troncos y rellenando los huecos con un cascote de
piedrecillas.
Los irlandeses y escoceses alargaron la construcción y desplazaron la chimenea a un extremo,
Un ejemplo típico de esta época es la Whipple House, en Ipswich, Massachusetts. Esta casa presenta dos
plantas y un ático, con grandes vanos en todas las fachadas, excepto las del ático, de reducidas dimensiones.
El acceso está centrado en uno de los lados longitudinales de la casa, enmarcado por gruesos tablones que
hacen las veces de jambas reforzadas y decoradas por molduras. Las ventanas también solían estar decoradas
con maderas molduradas, y se hacían traer los cristales de Inglaterra. A menudo, estos cristales eran
reforzados con barras de hierro.
Como vemos, es un claro ejemplo de vivienda familiar de estilo inglés de las primeras décadas de
colonización.
Actualmente, se habla del estilo barroco americano del siglo XVIII, denominación totalmente errónea, ya que
aunque hubo numerosas influencias europeas de estilo barroco, no fueron menores las influencias
neopaladianas que se gestaban en Inglaterra. De hecho, las construcciones que han perdurado han sido estas
últimas, ya que una adaptación al continente las convirtió en el llamado estilo federal.
Las primeras construcciones de gusto inglés que se adaptaron fueron los cottages ingleses. Estas
construcciones, muy en boga en el XVIII, eran pequeños edificios con aspecto un tanto rústico en el exterior
pero con todas las comodidades del momento en el interior. Estaban construidas para la burguesía adinerada
que quería un alojamiento en el campo. El modelo del que fueron sacados estos edificios era el falso
pueblecito que se edificó en Versalles para María Antonieta.
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La adaptación norteamericana pasó por una transformación en vivienda para todas las clases sociales al
abaratar los materiales (madera, por supuesto como material principal), y al simplificar al máximo el esquema
rectangular de los cottages ingleses. Se edificaron, por tanto, edificios de una solo planta en la mayoría de las
veces, o de planta y media, como llaman los americanos a la entreplanta y piso abuhardillado. Suelen constar
de una entrada central y dos salas laterales, el hall y el parlor. Las dos características más comunes van a ser
la gran chimenea de ladrillos central y la planta en saledizo por otra parte, como se puede apreciar en la casa
del pastor Capen, en Topsfield, Massachusetts.
Junto a esta influencia inglesa iba a penetrar un elemento francés que se ha constituido en todo un símbolo de
la arquitectura norteamericana del sudeste de los Estados Unidos: el porche. Desde los primeros tiempos de la
colonización de la Luisiana, las casa se rodearon por una galería sobrealzada, protegida del sol y de la lluvia
por un amplio tejado de cuatro vertientes, y a la que se abrían todas las piezas de la casa por puertaventanas
(llamadas french door).
Todas estas influencias iban a mezclarse, a fundirse, poco a poco, hasta que la República crease un estilo
nuevo, para un estado nuevo: el llamado estilo federal.
URBANISMO
Para un país nuevo la organización del espacio, urbano y rural, se planteaba como una necesidad prioritaria.
En Estados Unidos la cuestión urbanística no está prejuzgada por la historia antigua ni por el carácter
monumental de las ciudades. De hecho, éstas, hasta la Declaración de Independencia (1776), no son más que
asentamientos de colonos, generalmente con la forma reticular uniforme de manzanas cuadradas y calles
ortogonales.
Al igual que en arquitectura, podemos rastrear influencias de un urbanismo español, francés, etc., pero el
modelo prioritario es el británico.
En Nueva Inglaterra, las pequeñas comunidades de pescadores, agricultores, artesanos, se organizaron de
acuerdo a un esquema muy específico, que refleja el doble carácter de la sociedad puritana, a la vez
individualista y comunitaria. La preocupación esencial de los fundadores era atribuir a cada uno la cantidad de
tierras que le correspondía, por lo que disponían las casas a lo largo de la calle. Cada familia disponía,
además, de otra parcela cultivable fuera del recinto. El burgo, llamado town o township, se estiraba en
longitud en lugar de presentarse como una aglomeración medieval.
El segundo carácter de las ciudades coloniales de Nueva Inglaterra era la existencia de un elemento que refleja
la estructura comunitaria. Es el prado comunal o village green, espacio herboso, generalmente plantado de
árboles, situado en medio del pueblo. Suele estar dominado por un lado por la meeting house, casa comunal
que sirve a la vez de lugar de culto y de centro cívico. Concebido al principio como un lugar de pasto común,
el green o common pronto perdió ese papel para ser tan sólo un espacio verde público.
El único lugar donde fue diseñado de manera realmente rigurosa fue New Haven, la ciudad fundada en 1638
en Connecticut por disidentes de Massachusetts. La ciudad se componía teóricamente de nueve cuadrados de
iguales dimensiones, siendo el del centro el green.
Vamos a hacer un pequeño inciso para hablar de la meeting house: ya hemos comentado que en un principio
hacía las veces de lugar de culto y de centro político. En él, los puritanos rechazaban toda ornamentación y la
claridad y la austeridad han seguido siendo caracteres permanentes de la arquitectura religiosa posterior. Pues
bien, de la casa de reunión puritana derivan dos tipos de edificio que se diferencian claramente a partir de
principios de siglo XVIII, en el momento en que la vida política se laiciza y se separa de las actividades
religiosas. En adelante, las comunidades de Nueva Inglaterra tienen por una parte sus iglesias, y por otra, su
Ayuntamiento o su casa comunal.
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Así, en Boston, la Antigua Casa del Estado, sede del gobierno colonial, es contemporánea de la vieja casa de
reunión del sur y de la vieja iglesia del norte: las tres fueron construidas entre 1713 y 1729. Las casa
comunales se parecían a las iglesias inglesas de la misma época, con su columnata frontal, su campanario
blanco de varios pisos, construidas en ladrillo, etc. Ejemplos básicos de estos edificios son la King´s Chapel,
en Boston, inspirada en las iglesias de Gibbs; o, Saint Michael´s Church, en Charleston. Ambas son las
mejores realizaciones del que a veces es llamado el primer arquitecto americano: Peter Harrison. En cualquier
caso, son excelentes ejemplos de la adaptación del estilo georgiano a la arquitectura pública religiosa y los que
ayudaran a la evolución que se dará hacia el neopaladianismo, en busca de un estilo nacional
También hay que destacar que muchos proyectos arquitectónicos se diseñaron en esta época, como el de
Filadelfia. Fundada en 1682 por el cuáquero William Penn, la ciudad, diseñada a partir del plano elaborado
por el capitán Thomas Holme, reflejaba los grandes proyectos de Penn y los modelos británicos en los que se
inspiraba. Era un vasto cuadrilátero alargado de oeste a este entre los dos ríos, Delaware y Schuylkill. Dos
ejes perpendiculares lo dividían en cuatro partes, subdivididas a su vez en islotes por la red de calles
ortogonales. En el cruce de los dos ejes se hallaba el centro cívico y comercial y en cada uno de los cuatro
barrios, una plaza plantada de árboles ofrecía a los habitantes un espacio para distenderse.
Hay que comprender que Penn era un hombre muy culto, que mantenía relaciones amistosas con arquitectos
londinenses, como el genial Christopher Wren. Además, había asistido al gran incendio de Londres en 1666, y
seguido de cerca los numerosos proyectos de reconstrucción elaborados los años siguientes.
Debemos dejar aquí el arte colonial, pues si bien podemos hablar de muchos edificios construidos antes del
1776, ya se deben a un estilo que no es colonial, aunque tenga una influencia inglesa mayor que la de este
periodo, incluso. Así, el estilo neoclásico, también llamado georgiano en el Viejo Mundo, aquí recibirá el
nombre de estilo federal, aún cuando sus edificios sean realizaciones de planos realizados por arquitectos
ingleses eso sí, adaptados a las magnitudes más grandes del continente para generar un estilo propio
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