Exclusión social, racismo y etnicidad

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ANTROPOLOGIA CULTURAL
Ficha de cátedra Nº 6: Exclusión social, racismo y etnicidad
Mgter.Graciela Ciselli
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
CATEDRA: ANTROPOLOGIA CULTURAL
FICHA DE CATEDRA Nº 6
Año 2007
Exclusión social, racismo y etnicidad
Para comprender el racismo es importante conocer el contexto socio-histórico en que
apareció el concepto raza y los postulados racistas. Algunos autores1 consideran que el
proceso histórico iniciado en el siglo XV es clave puesto que el contacto con el continente
americano abre una nueva gama de conocimientos y la necesidad de justificar por parte de
España y de sus competidores, su dominación y explotación. Europa construirá su “visión de
mundo”, con una posición absolutamente etnocentrista. En el siglo XVIII, nuevas ideas critican
el orden imperante (absolutista, y en algunos países aún feudal) poniendo a la tolerancia, las
ideas de igualdad, perfectibilidad y a la razón por encima de la tradición. Las explicaciones
acerca de la diversidad son relacionadas a factores ambientales y geográficos.
Hay que esperar al siglo XIX para ver el desarrollo de una corriente de pensamiento
conocida como darwinismo social. El concepto de evolución agudizó el debate sobre las razas
humanas, su clasificación y la búsqueda por demostrar la superioridad de la “raza blanca”.
Este avance de ideas racistas debe entenderse en el contexto expansivo del capitalismo
liberal, industrial y colonialista, con el desarrollo de la ciencia y el auge de los nacionalismos.
El liberalismo, que proclamaba la libre competencia en el mercado, fue utilizado políticamente
como justificación a la no intervención estatal frente a las desigualdades y “ante las
consecuencias etnocidas de la expansión colonial pues allí se libraría una lucha por la
existencia en la que sólo perdurarían los pueblos y los sectores de la sociedad capaces por sí
mismos de sobrevivir, los biológicamente superiores2”.
A partir de la aceptación de la teoría de la evolución de Darwin, los biólogos
consideraron la raza como “organismo identificable dentro de una especie”, que eran
definidas teniendo en cuenta caracteres físicos observables y que ocupaban áreas
geográficas determinadas. Estas ideas fueron cuestionadas, al demostrarse que las grandes
razas no son entidades naturales sino categorías construídas por el investigador y que las
diferencias biológicas entre las poblaciones son mínimas.
La genética realizó aportes claves para desechar el concepto raza. Los genetistas
mediante el uso de la inmunología y la química de la proteína 3 identificaron genes que
codifican enzimas4 específicas y otras proteínas. Del estudio de 150 proteínas se estableció
Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. “Poder, racismo y exclusión”. En Mirtha Lischetti (comp)
Antropología. Eudeba. 1995.
2
Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. Ob. Cit. Pg. 340.
3 Proteínas: material del organismo formado por la unión de múltiples moléculas de ácidos animados.
Son esenciales en la actividad de la célula viva, para la formación de hemoglobina, hormonas.. Las
proteínas (carne, pescado, leche) se transforman a través del tubo digestivo en aminoácidos que
aparecen en la circulación.
4 Enzimas: sustancia orgánica o fermento soluble, producido por el organismo y que permite una
reacción química que no podría producirse en su ausencia.
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que el 75% de los diferentes tipos de proteínas son idénticas en todos los individuos
examinados, independientemente de la población, mientras que un 25% tienen frecuencias
variables en la especie humana. En síntesis, demostraron que lo que diferencia es que hay
una variación en la frecuencia de las formas alternativas del gen5 pero no unos genes
particulares de cada grupo.
Si bien el darwinismo social y posiciones eugenésicas6, tenía adeptos en Alemania
desde fines del siglo XIX, es luego de la derrota de este país en la Primera Guerra cuando
dichas ideas se propagan. Algunos sectores sostuvieron que para que Alemania recuperara
su gloria era necesaria la depuración biológica, con predominio de la “raza aria”. La segunda
guerra acarrea una serie de cambios sociales y económicos en el mundo, y en Gran Bretaña y
Estados Unidos surge la necesidad de atraer inmigración que sirviera como mano de obra por
lo que comienzan a revisarse las posturas racistas. Fueron los norteamericanos quienes, a
partir de su explicación funcionalista y organicista de la sociedad, plantearon a los conflictos
como enfermedades sociales y a las minorías como asimilables a la sociedad. En la década
del sesenta aparecen reclamos de sectores recién incorporados, movimientos femeninos,
militancia negra y en la del setenta resurgen los discursos biologicistas como intentos para
debilitar las crecientes demandas. Nuevas explicaciones desde Latinoamérica comienzan a
interesarse por lo interétnico e interracial.
A pesar de que los logros científicos demostraron las falencias del concepto raza y de
las críticas a la doctrina y práctica racistas, éstas han recrudecido en diferentes países, tanto
europeos como americanos. Si bien en América Latina no es tan visible, algunos autores7
sostienen que el racismo en esta región es el más arraigado y perverso, ya que se caracteriza
por ser solapado y aparece como “natural” al ciudadano. Este rebrote se halla ligado a la
globalización y a la proliferación de identidades socio-culturales en diversas partes del mundo.
Algunas de las explicaciones para entender el rebrote del racismo se centran en el plano
económico, porque sostienen que éste es el efecto local de la crisis económica internacional.
Cada país responde a las políticas de ajuste del nuevo orden económico mundial con medidas
tales como la privatización, el recorte del gasto público, el desempleo, etc. Dentro de este
panorama se excluye de los escasos beneficios a quienes carecen de “derechos ancestrales”
como es el caso de los inmigrantes o a las minorías étnicas asentadas en el país. Según esta
posición, la doctrina racista serviría para justificar las diferencias socio-económicas y
culturales a partir de la exacerbación del mito de la superioridad racial o la pertenencia étniconacional.
Otras explicaciones buscan un trasfondo cultural al fenómeno racista: el derrumbe de
las ideologías que ha provocado incertidumbre en los ciudadanos y ha generado el repliegue
individual hacia los sentimientos tribales o nacionales. Así explican tanto los rebrotes
nacionalistas de base etnicista como los atomizados y dispersos, denominados en algunos
casos “nuevos movimientos sociales” o “nuevas minorías” basadas en criterios de identidad
grupal: mujeres, jubilados, desocupados. Asimismo, algunos autores como Roger Bastide,
5
Gen: molécula de nucleoproteína que participa de las estructura de los cromosomas y que es el
soporte de los caracteres hereditarios. Los factores hereditarios son llevados por los elementos del
núcleo de la célula viva. Cada cromosoma contiene una serie completa de genes. Tenemos veinticuatro
pares: 23A + XY en el hombre y 23 A + XX en la mujer.
6 El vocablo eugenesia proviene del griego: buena estirpe. Sus partidarios querían demostrar que las
personas eminentes eran hijos de padres eminentes, por lo que el talento era hereditario. No tuvieron
en cuenta la influencia del medio socio-cultural y económico.
7 José Almeida Vinueza. El racismo en las Américas y el Caribe. Quito. Ed Abya –Yala. 1999.
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proponen entender el prejuicio racial en relación a fenómenos más amplios, es decir,
proponen vincular las relaciones étnico-raciales con aspectos de la estructura social como la
composición de clases, sistemas de producción y mercado de trabajo, distribución de poder,
control cultural.
El racismo como discurso es una elaboración ideológica excluyente, que al partir de la
supuesta superioridad biológica y cultural de una raza incide en la construcción de la
subjetividad individual y colectiva de una población. Es decir, que aparece una relación
desvirtuada con respecto al “otro”, en el que sus diferencias son transformadas en estigmas
para luego excluírlos del vínculo social. El racismo como doctrina de exclusión social no sólo
empuja un sistema clasificatorio que organiza y jerarquiza a los grupos desde una escala
etnocéntrica sino que niega el acceso a determinados bienes y espacios a aquellos que son
considerados diferentes. Asimismo se inscribe en un “horizonte cultural” que ha incidido en el
comportamiento de los pueblos occidentales o en contacto con él, en el cual aparece la idea
de universalismo que propone al mundo la imitación al modelo europeo como solución a los
problemas de la desigualdad y diversidad humana pero que a su vez, quita la posibilidad al
defender un sistema excluyente. El racismo se fundamenta en relaciones de desigualdad,
injusticia y explotación en la que los grupos dominantes articulan mecanismos ideológicos de
consenso junto con el uso de la fuerza.
Almeida Vinueza propone entonces interesarse por el espacio y temporalidad en que
se sitúan el discurso y la práctica racistas, por las relaciones sociales que evocan, por la
matriz simbólica en a que se inscriben y las formas que adoptan, lo que a su vez, lo sitúa en la
problemática del poder. Por su parte, Mazetelle-Sabarots proponen además vincular al
racismo con otros conceptos: etnocentrismo, prejuicio, etnicidad, discriminación, exclusión que
ayudan a explicar este fenómeno.
El etnocentrismo8 es una visión de mundo en la cual nuestro propio grupo es tomado
como centro y los otros son pensados y sentidos a través de nuestros valores, nuestros
modelos. Frente al choque cultural, conocemos a “nuestro” grupo que come igual, viste igual,
frente a “otro” que come y vive diferente. El grupo del “yo” hace de su visión la única posible y
si puede la hace ver como la mejor, la superior. La sociedad del “yo” es mostrada como el
espacio de la cultura y la civilización, donde existe trabajo, mientras que la del “otro” es
mostrada como la atrasada, la salvaje. Todo fenómeno racista supone etnocentrismo, pero no
todo etnocentrismo supone racismo. Sin embargo en ambos, se requiere del contacto entre
dos grupos, sea por migraciones (forzadas, voluntarias, internas o internacionales).
Los prejuicios son sistemas de valores, juicios totalizadores que tienden a dar sentido
a la acción humana, favoreciendo la creación de estereotipos. Se relacionan a esferas
afectivas de los individuos y se adquieren en el proceso de socialización, por lo que son
difíciles de modificar. Aunque no todo es tan lineal, sino que existen variaciones en cuanto a
una mayor o menor actitud crítica frente a los prejuicios. Por otro lado, se responden a
intereses de grupos, que al estigmatizar a sectores subordinados mantienen su poder.
Aunque dentro de los sectores subalternos esos prejuicios son reinterpretados y hasta se
generan otros en función de diferenciarse de los “pobres”. Por otra parte, influyen en la
construcción de la “identidad social villera” definida como la coproducida por los actores
sociales que se manifiesta en una articulación de atributos socialmente significativos, tornando
8
Everardo Guimaraes Rocha. Que es el etnocentrismo. Edit Brasiliense. Sao Paulo. 1985. Traducción
de Liliano Seró. Dto Antropología Social. FHCS. UnaM.
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a dichos actores históricamente reconocibles. La identidad es operativa cuando transmite
sentidos relevantes para las distintas partes de la interacción que se construyen en un
complejo entramado de relaciones sociales9. La identidad social villera es reconocida a partir
de los características: la pobreza (alude a la desprovisión de bienes y recursos valorados
socialmente) y la inmoralidad (imagen transmitida por el extravillero). Ser “villero”es un
estigma que el niño aprende. Un estigma es aquel atributo que por su significación suministra
información que puede ser manipulada en función de la interacción. Según Goffman la teoría
del estigma es una ideología que pretende explicar la inferioridad del estigmatizado y dar
cuenta del peligro que representa para la sociedad. Guber expone, además, el papel
desempeñado por los villeros en la construcción de su identidad cuyo significado se halla
condicionado por el sector hegemónico. Por un lado desarrolla un rol activo en la construcción
de su estigmatizada identidad a partir del cual resignifica el estigma en función de las
posibilidades que le brinda la interacción y según sus intereses. En el proceso social la
relación con el villero ha adoptado dos modalidades articulatorias: asistencialización y
marginalización del pobre. En la primera hay una asitencia mediada por un aparato
organizativo específico (estado u organizaciones asistenciales). A veces hacer gala de
pobreza implica el logro de beneficios pero también es un modo de reinvindicar su llugar
social: un lugar de provisión y de derechos. Marginalidad implica la convergencia entre la
posición socioeconómica y el status jurídico ilegal de la población villera respecto de la tierra
que ocupa.
Dentro de la amplia gama de prejuicios, el racismo es un tipo en el que la marca
identificatoria definida socialmente son los rasgos físicos (villero/cabecita negra/gitanos) que
sitúan a los grupos involucrados en sistema de estratificación dominado por imaginarios
colectivos de dominación-sumisión. No son las diferencias físicas observables entre grupos
humanos las que crean por sí las nociones populares de raza en una sociedad, sino la
aceptación de que tales diferencias son socialmente relevantes.
Michel Wieviorka10 distingue cuatro planos o niveles de racismo. El primer plano lo
califica de infrarracismo caracterizado por la xenofobia, la violencia difusa, la segregación
alrededor de zonas donde prima la miseria y la discriminación institucional a través de algunas
estigmatizaciones. En el segundo plano, el racismo es aún fragmentado pero aparece más
abiertamente, con más publicaciones, opiniones, más violencia, más segregación y
discriminación en los diversos ámbitos de la vida social, es decir que hay una mayor
articulación en el accionar racista. En el tercer nivel, el racismo se convierte en el principio de
acción de una fuerza política, anima debates, presiones, moviliza sectores. El movimiento
político capitaliza las opiniones y los prejuicios, rodeándose de intelectuales que justifican
medidas concretas discriminatorias. El cuarto nivel se alcanza cuando el Estado se organiza
de acuerdo con orientaciones racistas, desarrolla políticas de exclusión, de discriminación
masiva. Como manifestaciones concretas del racismo la segregación mantiene al grupo
racializado a distancia y le reserva espacios propios (apartheid- guetos) mientras que la
discriminación le impone un trato diferenciado en diversos ámbitos de la vida social (escuela,
empleos, con la policía). La segregación inscribe el racismo en el espacio y marca la
organización geopolítica de un país o una ciudad.
Rosana Guber. “Identidad social villera”. En Mauricio Boivin, Ana Rosato, Victoria Arribas.
Constructores de la Otredad. Una introducción a la Antropología Social y Cultural. Buenos Aires.
Eudeba. 1999.
10 Michel Wieviorka. El espacio del racismo. Barcelona. Paidós. 1992. Pgs.101-104.
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El racismo en América Latina
En la América Indígena, la institucionalidad estatal ha sido construída en muchos
países a partir del argumento racial. Luego de la conquista, los administradores coloniales
trataron de imponer organizar América teniendo en cuenta el interés metropolitano. Los
enfrentamientos entre los indígenas y el estado, que buscaba centralizar el poder explican la
frágil estructuración institucional de las formas administrativas tanto coloniales como
republicanas. El derecho de los indígenas nunca fue tomado en cuenta, sino que fue negado
con el objeto de facilitar la incorporación de estos grupos al escalón más bajo de la sociedad
colonial. El argumento de la exclusión fue la “raza”, las más fuertes habían vencido a las más
débiles. Por ello, la fusión de las diversidades étnicas en la categoría de “indio”11 era un modo
de silenciamiento de sus particularidades para administrar mejor sus recursos y mano de
obra. De este modo, se instauró un orden que hacía coincidir raza, ocupación y cultura e
implicaba crear un sistema de categorías humanas que respaldaran un nuevo orden
económico y social implementado en provecho del colonizador.
En los siglos XVIII y XIX, las colonias americanas fueron impactadas por los principios
universalizantes e igualitarios. El nuevo orden impulsó a los “Criollos” a crear un nuevo
concepto de nación que les permitiera alejarse del poder soberano metropolitano. Sin
embargo, se engendró el concepto alternativo de “mestizo “, lo que abrió la puerta a un nuevo
problema. Ya no se trataba sólo de “mezclar sangre” con la del superior para mejorarla, sino
de negar el aporte de los componentes indios y negros y de los valores culturales asociados a
aquellos que poseían “sangre impura”. En estas nuevas naciones americanas, la idea artificial
de una nación y la realidad que mostraba una pluralidad socio-cultural no coincidieron a la que
los estados combatieron o negaron. El mestizaje fue transformado en el elemento más
representativo de la ”barbarie” en clara dicotomía con la “civilización”12. En los casos en que el
mestizaje fue alentado, éste servía a la sociedad colonial como un estrato útil a sus fines: en
Brasil eran necesarios para las actividades económicas, el control militar sobre los esclavos
negros, la captura de esclavos indios o fugitivos. En las plantaciones cumplían roles
policíacos. En la zona de colonización española eran capataces en la minería y agricultura,
arrieros, pequeños comerciantes. Hablar de mestizaje es hablar de relaciones interétnicas. El
término etnía13 proviene del griego -significa “pueblo”- y ha estado ligado a factores culturales
y a los conceptos de grupo y territorio. Cuando los antropólogos refieren a una etnía
consideran elementos socioculturales que la definen y diferencian y pueden coincidir o no con
características físicas distintivas. Los atributos que definen un grupo étnico son: un grupo
social capaz de reproducirse biológicamente, miembros que se identifican entre sí y
diferencian de otros, reconocen un origen común, comparten ciertos elementos culturales
(lengua). En un primer momento estas relaciones interétnicas se basaron en la situación
colonial, en donde los indígenas fueron integrados por medio d ela violencia a una estrucutra
económica. La discriminación étnica, la dependencia política, la inferioridad social, la
segregación residencial, la sujeción económica y la incapacidad jurídica son algunas de sus
principales características.
11
L. Nervi. América Latina: grupos étnicos e integración nacional. En Mirtha Lischetti (comp)
Antropología. Eudeba. 1991.
12
Margarita Huayhua. Los procesos de deslegitimización de la condición humana del indígena. En José
Almeida Vinueza. El racismo en las Américas y el Caribe. Quito. Ed Abya –Yala. 1999.
13 Liliana Tamagno. La construcción social de la identidad étnica. En Identidad e identidad étnica.
Cuadernos de Antropología Nº 2. Universidad Nacional de Luján. 1988.
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Producidas las revoluciones de independencia del siglo XIX, lls grupos que acceden al
poder en zonas de grandes poblaciones indígenas se proponen la construcción de estados
nacionales igualitarios. El indio fue convertido en “ciudadano” con “propiedad privada
individual” lo que implicó el despojo de las tierras comunales. En México se plantea la
integración en términos étnicos, mientras que en Argentina la construcción de la nacionalidad
se planea al margen de los indios. El proyecto es su extinción y el poblamiento con
inmigrantes europeos. Sarmiento y Alberdi desplegarán el ideal de la nueva raza y lña
generación del 80 materializará esos ideales en lo militar (campañas al Chaco y a la
Patagonia) y en lo politico (ley Avellaneda de inmigración)14. El mestizo no encajaba en el
orden nacional del positivismo y aparecía como el enemigo interno, al que había que asimilar.
El trasfondo de todas estas categorizaciones es que expresan situaciones no resueltas de
desigualdad socio-económica, segregación racial y exclusión político-cultural.
Para el caso argentino, al tratar de establecer cuál fue la relación del Estado argentino
con el indígena surgieron interrogantes referidos a la propia identidad de los países
latinoamericanos con presencia indígena, y a sus relaciones con el resto de la sociedad no
indígena. La pregunta acerca de lo que son y representan las propias comunidades indígenas
para cada Estado nacional es, sin duda un área a investigar. Sin embargo, es interesante
determinar los aspectos que rodean la relación entre los Estados Nacional - Provincial y los
pueblos indígenas y explicar los fenómenos socioculturales15 que se transformaron en el
interior de las comunidades indígenas.
Como lo expresa Bidart Campos16, en la Constitución de 1853 y su reforma de 1860,
las poblaciones indígenas eran vistas como muy primitivas, y como reacias a una integración
en la sociedad lo que seguramente motivó la alusión de darles un “trato pacífico“. Pero el
Estado expansionista del siglo XIX fue agresivo si se recuerda la Conquista del Desierto con
miras a recuperar territorios, afianzar las fronteras interiores y exteriores, y ocupar tierras
consideradas desérticas, geográfica y culturalmente desintegradas o aisladas. Hugo
Trinchero17 analiza las etnicidades como resultado de las relaciones interétnicas al interior del
proceso de formación del estado-nación. La caracterización del estado como entidad
vehiculizadora de una única nacionalidad asumida por los intelectuales de la “generación del
ochenta” es heredera de los ideales iluministas. La generación del 80 propuso una ideología
asimiladora que impulsaría un modelo de adscripción étnica voluntaria promovido desde la
educación. Por otro lado, se encomendó al Congreso la promoción de la conversión de los
indios al catolicismo, expresión de la confesionalidad asumida por la Constitución, pero sin
duda implicaba una tarea misional impropia del Estado, que en el mejor de los casos tenía
que ser cumplida por la Iglesia con la ayuda y cooperación indirectas de aquél.
Se percibe entonces que desde el siglo XIX en nuestro país predominó la idea de una
cultura homogeneizante. Esta idea inspiró la legislación, y las relaciones y prácticas reales.
14
L. Nervi. América Latina: grupos étnicos e integración nacional. En Mirtha Lischetti (comp)
Antropología. Eudeba. 1991. Pgs 282-286.
15 Norma Acuña, Graciela Ciselli, Sonia Ivanoff. El matrimonio indígena ¿un reconocimiento olvidado o
desconocido?. El caso de los pueblos indígenas de las provincias de Chubut y Santa Cruz. Este
trabajo ha obtenido el Primer Premio en el X Congreso Internacional de Derecho de Familia, organizado
por la Universidad Nacional de Cuyo, Gobierno de Mendoza y Universidad de Mendoza, entre los días
20 al 24 de septiembre de 1998.
16 Germán Bidart Campos, Tratado elemental de Derecho constitucional argentino, Bs. As. , EDIAR,
1995, p. 371.
17 Hugo Trinchero Desiertos de identidad. En Papeles de trabajo Nº 7. 1998. Rosario.
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Durante la conformación del Estado argentino surgió la primera matriz cultural: la
determinación de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. En este período se
caracterizó al indio como pobre, sufrido por su condición, inculto y bárbaro desde la mirada del
criollo-europeo. El conjunto de ideas discriminatorias se fortaleció con las teorías
evolucionistas de la época, que consideró a los indígenas “miembros de una cultura inferior “,
ideas que fueron compartidas por los doctrinarios de la época.
La construcción de un modelo de nacionalidad requiere de un doble movimiento de
significaciones: un principio positivo –afirmación de identidad- y uno negativo –de otredad-El
principio positivo tuvo su anclaje en la territorialidad, ocupación de los espacios vacíos –que el
proyecto estatal trató de vaciar de toda reivindicación étnica- mientras que uno negativo fue
construído en la elaboración de otro enemigo –indígenas que controlaban los territorios a
conquistar-. “Más allá de los discursos sobre la incorporación pacífica del indio al trabajo
productivo, la intervención militar generaba contradicciones en las posibilidades de un
reclutamiento ordenado y funcional a la burguesía agroindustrial del norte argentino. La
imagen del indio guerrero y malonero en el Chaco responde a la necesidad de la corporación
militar de hacer visible al indígena en términos militares como enemigo bárbaro que se
enfrenta a la nación-civilización...Barbarie y desierto conforman los códigos de visibilidad de la
población indígena y del territorio para las instituciones de la estatalidad en la frontera. El indio
pasa a ser desplazado allende las fronteras que construía el dispositivo civilizatorio18”.
Con la herencia del liberalismo se pensó que todos habían nacido en la misma tierra y
existiendo un crisol de razas, no habría discriminación ante la ley ni trato especial a los
indígenas, ya que ellos eran parte de la cultura nacional. Para la oligarquía argentina la base
del poder económico y político estaba en el control territorial y en la producción agrícolaganadera, temas que los enfrentaron con los pueblos indígenas, al ocupar sus territorios. De
la idea de exterminio se pasó al de la existencia de su cultura pero considerándola inferior a la
europea. La denuncia al trato del indígena demostró que la igualdad ante la ley es sólo una
formalidad vulnerada cotidianamente.
Gonzalo Aguirre Beltrán,19destacado indigenista mejicano, señalaba en 1967 que: “El
indigenismo no es una política formulada por indígenas, para la solución de sus propios
problemas, sino la de los no indígenas respecto a los grupos étnicos heterogéneos que
reciben la general designación de indígenas”. El indigenismo es el conjunto de acciones
gubernamentales cuyos expresos destinatarios son los pueblos indígenas con el objetivo
demla integración nacional (proletarización, aculturación,etc). La comunidad indígena aislada
podía practicar su cultura, sus costumbres, sus modalidades matrimoniales sin necesidad de
poseer un discurso autojustificatorio, explicativo hacia el exterior. Ellos hacían determinados
ritos y costumbres porque así lo habían hecho sus ancianos y hoy muchas comunidades
necesitan autoexplicarse el por qué realizan ciertos ritos culturales y la validez de los mismos
frente a alternativas entregadas por el sistema comunicacional occidental. La necesidad de
reelaboración del discurso se ha transformado en un requerimiento de sobrevivencia de las
comunidades, de las etnias o pueblos indígenas existentes en nuestro país. Es por ello que ha
surgido con fuerza la necesidad de un discurso que afirme la autonomía. Al señalar la
autonomía nos referimos exclusivamente al terreno de la cultura, exigiendo en las relaciones
18
Hugo Trinchero Desiertos de identidad. En Papeles de trabajo Nº 7. 1998. Rosario. Pg 97.
José Bengoa, Los indígenas y el Estado nacional en América Latina, Sao Pablo, Revista de
Antropología, p.167.
19
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con el Estado, que se respeten lenguas, costumbres, en fin, los valores simbólicos de la
cultura.
El desafío actual es tratar de visualizar una sociedad pluriétnica y cambiar el carácter
del Estado en su visión monolítica y socializadora de la sociedad. El tema de las relaciones
interétnicas no está cerrado. En nuestro país el asunto se refiere a las relaciones de la
sociedad no indígena con la sociedad indígena que lo habitaba y que sigue sobreviviendo y
exigiendo su derecho a ser respetada como sociedad viviente.
En 1994, los legisladores plantearon que las cláusulas constitucionales resultaban
desactualizadas, e incluso distante de una libertad religiosa que se propugnaba. Por lo cual el
texto actual de la Constitución Nacional reformada establece:
Art. 75.- Corresponde al Congreso:
Inciso 17: Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural;
reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias
de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes
para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de
gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos
naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer
concurrentemente estas atribuciones.
A las viejas ideas de protección, integración o paternalismo, el nuevo artículo 75 inc.
17, de la Constitución de 1994, le otorga rango constitucional a derechos ya reconocidos y a
su vez avanza en el reconocimiento de otros, obligando de esta manera a la adecuación de
los textos legales existentes y a la sanción de otros nuevos. Tal como lo afirman Altabe,
Braunstein y González20 en el nuevo artículo de la Constitución de 1994 se establecen nuevas
pautas de relación entre el Estado Argentino y los pueblos indígenas, relación que deberá
desarrollarse en un marco de diálogo intercultural basado en el respeto a la identidad de estos
pueblos. Ello implica reconocer en forma definitiva el pluralismo étnico, como posibilidad que
tienen los individuos de identificarse a sí mismos y actuar como pueblos distintos aunque
insertos en la comunidad nacional21 Dicha identificación deberá ser asumida y respetada no
sólo por el Estado sino también por la sociedad no indígena con consecuencias jurídicas
válidas para todos.
El respeto a la identidad debe traducirse en normas que interpreten y reconozcan las
particulares formas indígenas de entender el mundo que habitamos y las expectativas que
genera en esos pueblos la pertenencia al conjunto y de esta manera establecer un marco de
previsibilidad de las acciones positivas del Estado. El reconocimiento de la preexistencia
étnica y cultural ofrece dos aspectos: Uno simbólico y reparador, otro histórico. El elemento
español anterior a nuestra independencia y el flujo inmigratorio posterior a la Constitución
originaria, son precedidos por las comunidades indígenas.
Argentina, de cara al europeísmo y a las imitaciones foráneas, nunca exaltó su
indigenismo sino más bien lo renegó, lo menospreció o, cuando menos, lo olvidó y lo ocultó.
De ahí que los dos aspectos recién señalados – simbólico-reparador e histórico- vengan a ser,
20
R. Altabe, J. Braunstein y J. Gonzalez, Derechos indígenas en la Argentina, Bs. As. , El Derecho,
Universidad Católica Argentina, 1995, p. 1
21 Ob cit. Pg. 2.
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aunque tardíamente, una reivindicación de nuestro ancestro primero, luego tan
cuantitativamente reducido22. El valor que se le otorga a esta primera frase del nuevo inciso es
de importancia práctica por su aplicabilidad. Que étnica y culturalmente hayan preexistido los
pueblos indígenas implica que es imposible desconocer o contrariar la herencia que hoy existe
en sus comunidades y en nuestra sociedad toda. El Congreso, en ejercicio de la competencia
que surge de la norma comentada tiene el deber de no tornarla sin valor y de conferirle
desarrollo en cuanto ámbito resulta posible. Uno de ellos, es el de la participación, en
contraposición a las viejas ideas de integración, propiciada en su política indigenista por el
Estado, significaba hacerlos parte integrante de la sociedad, haciendo que renuncien a su
estilo de vida, a sus diferencias, a su idiosincrasia, a su cultura.
Si partimos de la idea que la Constitución es un hecho de carácter jurídico y político, el
reconocimiento explícito de la preexistencia de los pueblos indígenas, debe ser congruente
con otros hechos del mismo carácter, es decir, reconocer la preexistencia de instituciones que
corresponden a dichos pueblos. Al referirse la Constitución Nacional de 1994 a “ pueblos
indígenas argentinos” cuyos antecedentes inmediatos son la Declaración de la necesidad de
la reforma y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) aprobado
por ley del Congreso de la Nación 2407123. Se reconoce el carácter nacional de los grupos
sociales indígenas.
La expresión de “pueblos indígenas“ llevó a pensar a algunos que el concepto “pueblo”
en plural, podía causar desmembración o desintegración, por aquello que en el derecho
internacional se denomina “autodeterminación de los pueblos“. A criterio de Bidart Campos24,
no es éste el alcance de la incorporación de la palabra, ya que al añadir el adjetivo
“argentinos“, está dando la pauta integrativa (en cuanto a territorialidad y nacionalidad) que
presupone que como pueblos, hacen y son parte de nuestra sociedad. El concepto “pueblo“
sería aquí equivalente a población y con ese sentido, los pueblos indígenas argentinos
“vienen a definir los sectores de población o comunidades grupales que componen al conjunto
humano que es elemento de nuestro Estado.”25 Sin lugar a dudas, cuando la Constitución se
refiere a las comunidades indígenas, remite al concepto de reconocer los grupos étnicos que
se identifican como tales, descendientes de la población que habitaba el territorio nacional en
la época de la conquista y la colonización.
La Constitución Nacional, al usar “identidad” agrega el adjetivo de “étnica”, para
reforzar el sentimiento de pertenencia (conciencia étnica) de estos pueblos, que existían
previamente a la formación del Estado nacional argentina, de las actuales fronteras
sociopolíticas y el ordenamiento jurídico.
Si bien el constituyente de 1994 incluyó la cláusula sobre indígenas dentro del artículo
dedicado a atribuciones del Congreso, es importante señalar su conexión con la parte
dogmática. En este inciso 17, se advierte claramente, desde que el status o modo de
instalación social de los pueblos indígenas y de sus integrantes individuales forman parte del
eje fundamental de la sección dogmática de toda constitución, mas aún cuando se trata de un
estado democrático: qué tipo de reconocimiento se depara a la persona humana y a los
grupos a los que se integra. A criterio de Bidart Campos, ello definiría la forma de situación
22
Germán Bidart Campos. Ob cit. Pg 371.
Sancionada y promulgada en marzo y abril de 1992 respectivamente.
24 Germán Bidart Campos. Ob cit. Pg 372.
25 Ob cit. Pg 372
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ANTROPOLOGIA CULTURAL
Ficha de cátedra Nº 6: Exclusión social, racismo y etnicidad
Mgter.Graciela Ciselli
política e institucional en que se hallan los indígenas. El nuevo inciso 17, podría estar
indicando un reconocimiento constitucional a las minorías, en este caso de los indígenas. No
cabe duda de que las comunidades indígenas permiten su encuadre en lo que comúnmente
se rotula como “minoría “ dentro de la sociedad, teniendo en cuenta su escaso peso numérico.
El pluralismo democrático exige que se les tutele su derecho de acuerdo a sus caracteres
propios. El derecho internacional así lo tiene asumido, incluso en los tratados sobre ese tema.
Si ello implica que la reforma constitucional ha venido a dar recepción normativa
explícita a una minoría indígena que, como tal, ya existía desde antes y desde siempre en
nuestra sociedad, es posible que algunos supongan que se ha producido una novedad
inusitada en materia de igualdad. El actual alcance constitucional de la igualdad, requiere
especificar que en lo que una minoría no es igual al resto, todo cuanto tiene de diferente
necesita, en reciprocidad, un trato también diferente, precisamente para que se cumpla al
máximo aquello de que tratar igual a quienes no son iguales no satisface a la igualdad sino
que, al contrario, la lesiona.
Como cierre el nuevo artículo 75 inc. 17, trae una previsión sobre el reparto de las
competencias, entre el Estado federal y las provincias. Dice así: las provincias pueden ejercer
concurrentemente estas atribuciones. Esta aclaración es útil, porque si bien la doctrina y la
jurisprudencia se ocuparon siempre de deslindar cuáles competencias son exclusivas del
estado, cuáles son concurrentes entre él y las provincias, y cuáles les son reservadas a éstas,
quedaron zonas oscuras en varias cuestiones y materias. De ahí que una definición concreta
sobre la concurrencia parece conducente para aclarar el tema. Ante tales circunstancias, es
necesario visualizar cuáles son las adecuaciones de las actuales Constituciones reformadas
en 1994 de las Provincias de Chubut y Santa Cruz. La primera, consagra los derechos
reconocidos a los pueblos indígenas en el art. 34 “reivindicando la existencia de los pueblos
en su territorio, garantizando el respeto a su identidad” y la segunda nada dice al respecto, no
existe en ella un artículo que hable de la población indígena. Tal situación provoca un
desamparo jurídico acuciante para las poblaciones indígenas de la provincia, en donde se
entrecruzan sus costumbres y el derecho vigente. A partir de las Reformas de las
Constituciones de 1994, de los Estados Nacional y provinciales se reconoce el pluralismo
cultural; ello implica aceptar diferentes sistemas de valores, pautas y hechos que deberían
actuar armónicamente.
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