La sospechosa muerte del general Augusto Lutz

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El Clarí-n de Chile
La sospechosa muerte del general Augusto Lutz
autor Raúl Auth Caviedes
2009-12-22 16:17:11
El procesamiento de seis imputados como autores o colaboradores del crimen del ex presidente Eduardo Frei Montalva
por el Juez Alejandro Madrid, ha hecho rememorar las dudosas circunstancias de la muerte del general Augusto Lutz en
el Hospital Militar en 1974.  Â
Curiosamente, en los dos casos tuvo actuación relevante el cirujano militar Patricio Silva GarÃ-n. Este médico también
jugó un rol en el penoso trato dado a José Tohá en ese establecimiento, en donde supuestamente se suicidó.
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Augusto Lutz Urzúa era un hombre de sobresalientes dotes intelectuales, gran lector que dominaba varios idiomas.
Egresado en 1942, habÃ-a sido primera antigüedad de su curso en la Escuela Militar. Cuando el general Carlos Prats
fue jefe del Servicio de Inteligencia Militar durante 1968 y 1969, tuvo a Lutz como su segundo, creándose un fuerte nexo
solidario.
Este distinguido oficial habÃ-a jugado un trascendental rol en el golpe militar en su calidad de director del SIM durante el
gobierno del presidente Allende. La información que proporcionó a los conspiradores fue valiosÃ-sima para terminar
prontamente la resistencia armada de los partidarios de la Unidad Popular. Se le relacionó con la muerte del joven
periodista norteamericano, Charles Horman, cuya suerte se decidió por su cabal conocimiento de la participación de
los militares estadounidenses en el golpe de Estado. Lutz, en conjunto con personeros de la embajada de EEUU,
habrÃ-an acordado su eliminación, según el agente de seguridad de la FACH, Rafael González. Su hija Olga desmiente
esta participación y relata que el mes y medio que Lutz se mantuvo en el SIM, después del golpe, afectó
negativamente a su padre; narra que en ese perÃ-odo envejeció. Hubo un momento en que en que le manifestó a su
esposa: “Mamita (asÃ- la llamaba), no doy más. Retirémonos―.
El diputado socialista durante la Unidad Popular, Eric Schnake, relató en España a Olga Lutz, la experiencia que
habÃ-a tenido con su padre. Esta narración nos revela el espÃ-ritu democrático y los propósitos diametralmente
opuestos que sostenÃ-a Augusto Lutz en relación a la conducta seguida por el jefe de la Junta Militar, el general
Pinochet. Schnake, detenido el 12 de septiembre de 1973, habÃ-a sido cruelmente torturado en los Servicios de
Inteligencia de la Armada, Aviación y Carabineros. Después fue trasladado a la Academia de Guerra del Ejército. AllÃ- el
trato se modificó por completo. Le retiraron la capucha que le impedÃ-a ver desde hacÃ-a más un mes y recibió una
comida aceptable. Pronto fue visitado por el coronel Manuel RodrÃ-guez, quien le manifestó que venÃ-a enviado por el
general Lutz, para sostener con él conversaciones acerca de la situación polÃ-tica chilena y su futuro. Schnake, con
cierta reticencia y desconfianza, aceptó y mantuvo varias entrevistas con ese oficial. Después de algunas semanas,
RodrÃ-guez, por orden del general Lutz, le propuso que redactara un informe dando su opinión sobre aquellos partidos
democráticos de izquierda que se podrÃ-an tener en cuenta en el momento de restablecerse la democracia en el paÃ-s.
Tiempo después, fue visitado por el propio general Lutz, quien, después de saludarlo amablemente, le expresó: “Muy
interesante su informe señor Schnake―. Luego conversaron largo rato sobre las posibles alternativas de la futura
situación polÃ-tica chilena. Schnake le manifestó a Lutz su sorpresa que le fuese solicitada su opinión, después de
haber sufrido tantos vejámenes en los otros sitios en donde habÃ-a permanecido recluido. Lutz le contestó que dentro
de las Fuerzas Armadas existÃ-a una corriente fascista, representada por el general Gustavo Leigh, pero consideraba
que el Ejército era muchÃ-simo más democrático, y que él, como Secretario General de la Junta Militar, podrÃ-a ejercer
muchÃ-sima influencia en el futuro sistema de gobierno, con una posible apertura democrática en Chile. Le expresó que
su idea era realizar un gobierno de transición con todos los partidos polÃ-ticos, excluidos aquellos de izquierda
calificados como no democráticos.
La entrevista concedida por Augusto Lutz a la revista Ercilla, en enero de 1974, un mes después de asumida su nueva
responsabilidad en el gobierno, ayuda a tener una visión más acabada del pensamiento y de los errores de
apreciación de Lutz sobre los gobernantes de facto, de los cuales se arrepentirÃ-a. El periodista describió hallarse ante
“un militar entregado por entero a su profesión, disciplinado, de gran lealtad con sus superiores, sentimiento que logra
con gran fuerza entre sus subalternos. El ambiente que se palpa a su alrededor es de un gran respeto y también de un
profundo afecto, nacido de las experiencias comunes―. Aseguraba Lutz que el propósito de las FFAA era: “lograr
reconstruir, levantar al paÃ-s, aportando nuestra organización, orden y disciplina que tanta falta hacÃ-a―. Entre otras
consideraciones, expuso en dicha oportunidad: “Me alegro de poder corroborar que el pronunciamiento fue para salvar a
todos los chilenos, y no para beneficiar a  unos pocos. En cuanto a sÃ- es posible que esto pueda ocurrir, lo estimo casi
imposible, pues en todas las reuniones en que he tenido la ocasión de estar presente con los miembros de la Junta, me
he podido dar cuenta que las clases desposeÃ-das, los parientes pobres de nuestra sociedad, tienen sus mejores
defensores en los cuatro miembros de la Junta, quienes, ante cualquier iniciativa que se les presente, ya sea
relacionada con salarios, con reforma agraria, etcétera, siempre están preocupados de que las clases más necesitadas
salgan favorecidas Si pudiera haber alguna preferencia, ella tenderÃ-a a beneficiar a los más necesitados, a los más
desposeÃ-dos, que, a la vez, son los más numerosos. Los que a pesar de ello, sigan creyendo que el movimiento fue
para el beneficio de unos pocos, tendrán que atenerse a las consecuencias posteriores. La Junta de Gobierno es la que
está en estos momentos fijando las polÃ-ticas que se van a seguir en las diferentes actividades de la vida nacional. Por
lo tanto, las personas que están cooperando en la labor de la Junta en los diversos Ministerios, en las industrias, en el
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agro, en distintas actividades de la vida nacional, lo hacen sin otro norte que lograr la reconstrucción del paÃ-s en el
más breve plazo, al margen de sus ideas polÃ-ticas o de otros intereses partidistas―.
Junto con otros generales, como Bonilla, Palacios, Arellano, Viveros, compartÃ-an la misma creencia religiosa y los
valores del humanismo cristiano, afines a los del cardenal Silva HenrÃ-quez. Los dÃ-as domingos, siempre se veÃ-a a
Lutz y Bonilla charlando, acompañados de sus esposas, a la salida de misa de la Iglesia de Avenida El Bosque de la
Comuna de Providencia
Lutz se encargó en los primeros meses del gobierno militar de llevar las tensas relaciones con la Iglesia Católica,
sirviendo de puente conciliador entre el régimen y el cardenal Silva HenrÃ-quez, cuya conducta de desaprobación de lo
que estaba sucediendo en Chile, tanto irritaba al General Pinochet. ¡Este don Raúl!- decÃ-a repetidamente cuando las
relaciones empeoraban por las detenciones de religiosos- ¡Le suelto un sacerdote, y ya le tienen otro preso!. Se habÃ-a
opuesto firmemente a la intervención de la Universidad Católica, tan insistentemente solicitada por los gremialistas de
Jaime Guzmán y firmemente resistida por la jerarquÃ-a eclesiástica, dado el carácter pontificio de esa casa de estudios
superiores. VeÃ-a con desasosiego que ese plantel universitario católico se estaba constituyendo en un cerrado nido de
los ideólogos del gobierno, que no respetaban los principios del humanismo cristiano.Â
Prontamente, Augusto Lutz se constituyó en un fuerte critico del coronel Manuel Contreras, con quien habÃ-a sostenido
un violento enfrentamiento verbal por el arresto del marido de una profesora de su hijo. HabÃ-a llamado telefónicamente
a Contreras para pedirle información sobre el caso. Éste le habÃ-a respondido en forma cortante: “No tiene acceso a esa
información, general. Sólo el Presidente― Ante esa respuesta, Lutz se encolerizó, y pretendió imponer su mayor grado
y prestigio en la institución, gritándole: “!Qué te has creÃ-do! ¡Cómo te atreves a decirle eso a un general de la
República! ¡Ya vas a ver!―. Y agregó “En este momento usted debe estar de pie, cuadrándose ante mÃ-―. Sus post
protestas a nivel más alto resultaron inútiles, con la consiguiente indignación y frustración de Lutz. VeÃ-a en Contreras
un poder maligno, que con su comportamiento despiadado, con violaciones flagrantes de los derechos humanos, no
sólo enlodaba el prestigio del Ejército sino que también desprestigiaba al régimen de las FFAA, tanto en el plano
nacional como internacional
Paulatinamente, se fue desilusionando al observar que el gobierno estaba cayendo en manos de un grupo polÃ-ticoeconómico de derecha, que salvaguardaba fundamentalmente sus propios intereses, sin preocuparse de los más
necesitados. Y, lo más importante, Pinochet habÃ-a implantado una polÃ-tica sistemática de violación de los derechos
humanos más fundamentales. Era una polÃ-tica del terror para que la población amilanada aceptara cualquier medida
del gobierno militar, por muy dura que ella fuera.
              En su calidad de eminencia gris del régimen, Jaime Guzmán instó a Pinochet que se quedara
por tiempo indefinido. Dicha influencia quedó en evidencia en un acto solemne efectuado en la sala de plenarios del
edificio Diego Portales, el 11 de octubre de 1973. A este acto asistieron embajadores y autoridades del Poder Judicial.
El discurso fue redactado por el propio Guzmán, siendo el único orador Augusto Pinochet. Su texto fue: “Reconstruir es
siempre más arduo que destruir. Por ello, sabemos que nuestra misión no tendrá la transitoriedad que desearÃ-amos, y
es asÃ- como no damos plazos ni fijamos fechas. Sólo cuando el paÃ-s haya alcanzado la paz social necesaria para el
verdadero progreso y desarrollo económico a que tiene derecho, y Chile no muestre caras con reflejos de odio, será
cuando nuestra misión habrá terminado.... Afianzadas las metas anteriores (cambio profundo de la mentalidad de los
chilenos), Las Fuerzas Armadas y de Orden darán paso al restablecimiento de nuestra democracia, la que deberá
renacer purificada de sus vicios y malos hábitos que terminaron por destruir nuestras instituciones. Una nueva
Constitución PolÃ-tica de la República debe permitir la evolución dinámica que el mundo actual reclama, y aleje para
siempre la politiquerÃ-a, el sectarismo y la demagogia de la vida nacional, que ella sea la expresión suprema de la
nueva institucionalidad y bajo esos moldes se proyecte el destino de Chile―.
Otra demostración del manejo que los grupos económicos y polÃ-ticos de extrema derecha, a través de Guzmán,
ejercÃ-an sobre Pinochet fue la Declaración de Principios de marzo de 1974. En ella se evidenciaba claramente que
Jaime Guzmán habÃ-a convencido a Pinochet que debÃ-a permanecer en el poder por un extenso tiempo para permitir
introducir en el paÃ-s un marco institucional y una mentalidad de acuerdo con los principios largamente anhelados de la
derecha chilena. Este documento, redactado por Guzmán, expresaba:“Las Fuerzas Armadas y de Orden no fijan plazos
a su gestión de Gobierno, porque la tarea de reconstruir moral, institucional y materialmente al paÃ-s, requiere de una
acción profunda y prolongada. En definitiva, resulta imperioso cambiar la mentalidad de los chilenos. El actual Gobierno
ha sido categórico para declarar que no pretende limitarse a ser un Gobierno de mera administración que signifique
un paréntesis entre dos Gobiernos partidistas similares o, en otras palabras, que no se trata de una “tregua― de
reordenamiento para devolver el poder a los mismos polÃ-ticos que tanta responsabilidad tuvieron por acción u
omisión, en la virtual destrucción del paÃ-s. El Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, aspira a iniciar una nueva
etapa en el destino nacional, abriendo el paso a nuevas generaciones de chilenos formadas en una escuela de sanos
hábitos cÃ-vicos―Â
              Pese a la fuerte defensa del golpe militar, tanto nacional como internacional, que hizo la DC, el mi
marzo de 1974, la dictadura puso una definitiva lápida a sus pretensiones de aprovecharlo a su favor. Un convencido
Pinochet, junto con leer la Declaración de Principios, expresó con voz resonante: “Algunos señores polÃ-ticos tomaron
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una actitud favorable al gobierno, pero vieron en la liberación de Chile por las Fuerzas Armadas y Carabineros la
posibilidad que se les devolviera la conducción del Estado en breve tiempo. Hoy han reaccionado en contrario al darse
cuenta cuán equivocados estaban, y yo me pregunto ¿o son patriotas o son mercaderes?―.
De lo anterior se aprecia la gran habilidad y poder de convencimiento que tuvo Guzmán sobre Pinochet. Supo llevarlo
desde el complejo de inferioridad que experimentaba ante los generales Mahn y Prats hacia la megalomanÃ-a, para que
se sintiera iluminado y capaz de grandes misiones. El lÃ-der gremialista solÃ-a decir “La ciencia polÃ-tica enseña
reiteradamente que el poder de influencia es mucho mayor que el poder de mando... pues se obtiene que el mando
haga lo que más le gusta que haga―. Justamente esto es lo que sucedÃ-a en la relación entre este maquiavélico polÃ-tico
y el intelectualmente limitado militar.
En mayo de 1974, Lutz junto con Bonilla, Palacios y otros sostuvieron conversaciones con otros generales para intentar
frenar la declarada intención de Pinochet de proclamarse Jefe Supremo del Estado. Consideraban que iba en contra de
la legalidad y del respeto a la tradición democrática chilena. A su juicio, con ello, el régimen se estaba
desnaturalizando al comprometer a las FFAA en una gestión ajena a su quehacer profesional, inmiscuyéndose en el
terreno polÃ-tico a favor de una tendencia que ellos no compartÃ-an. Según Olga Lutz, su padre cometió el error de
comentar con el general César Benavides que Pinochet no debÃ-a hacerse nombrar jefe de Estado, pese a las
advertencias de su esposa que no confiara en él. El 24 de junio, Lutz y Bonilla, en reunión de generales, tomaron la voz
cantante planteando sus inquietudes sobre la pérdida del sentido original de la rebelión militar. Consideraban que se
estaba violando el compromiso asumido el 11 de septiembre, establecido en el bando N° 5 que decÃ-a: “Las Fuerzas
Armadas y de Orden han asumido el deber moral que la Patria les impone de destituir al Gobierno que, aunque
inicialmente legÃ-timo, ha caÃ-do en la ilegitimidad flagrante, y han debido asumir el Poder por el solo lapso en que las
circunstancias lo exijan. Fuera de esta oposición a la decisión de Pinochet de nombrarse Presidente, ambos generales
hicieron fuertes crÃ-ticas al coronel Manuel Contreras y al accionar de la DINA, que era la columna básica de la
dictadura para afirmarse en el poder. Vista en perspectiva, esta valiente acción encabezada por Lutz y Bonilla aparece
como quijotesca, pues Pinochet habÃ-a sido seducido por los intereses de la derecha que consideraban esencial que se
perpetuara a la cabeza del régimen para conseguir un cambio radical y duradero de la sociedad chilena acorde a su
ideologÃ-a. Nada lograrÃ-an los generales en oponerse en oponerse al dictador que se sentÃ-a un lÃ-der mundial del
anticomunismo y salvador de la Patria. Lejos se encontraba de la imagen que ellos tenÃ-an de Pinochet de ser un
oportunista, que, con grandes reticencias y temores, se habÃ-a plegado a última hora a la rebelión militar. Y ahora,
instado por los polÃ-ticos más reaccionarios, pretendÃ-a, a sangre y fuego, constituirse en una especie de soberano
absoluto, tipo siglo XIX. Prestando oÃ-dos sordos a estas quejas, en esos dÃ-as se publicaba el decreto 521 que
consagraba la existencia de la DINA y el 527 que nombraba a Pinochet como Jefe Supremo de la Nación. Además se
procedÃ-a a la quema de los registros electorales.
Aquella reunión del 24 de junio de 1974 trajo adversas consecuencias para Bonilla y Lutz. El primero fue desplazado
desde el Ministerio del Interior al de Defensa, de escasa trascendencia, pues los principales asuntos eran manejados
por el Comandante en Jefe. Por su parte, Lutz fue designado a la V División en Punta Arenas el 10 de julio de ese año.
Un lugar de destino muy poco apetecido en el Alto Mando, pues generalmente implicaba una marginación. Este
traslado a mediados de año era inusual en el Ejército. Era costumbre que las nuevas destinaciones se realizaran a
finales de año, para evitar los problemas que ocasionaba el cambio de casa y de colegio de los hijos.
El horrendo asesinato del general Prats y su esposa en Buenos Aires, a fines de septiembre de 1974, impactó
profundamente a Lutz. Su hija, Olga, narra que estaba con su padre cuando la radio dio la noticia de la muerte del
matrimonio. Relata que se puso pálido y, con una mezcla de tristeza e indignación, expresó “Esto no puede ser―. Piens
su hija que, en ese momento, su progenitor creyó que el coronel Manuel Contreras y el mismo Pinochet podÃ-an estar
detrás del asesinato. Esta idea se reforzarÃ-a ante la negativa del gobierno chileno de no hacerse parte de la
investigación de la trágica muerte del matrimonio Prats-Cuthbert y del entierro semiclandestino realizado en Santiago,
por presión de las autoridades militares.
Después de asistir en Santiago a la Junta de generales de octubre de 1974, Lutz quedó sumamente perturbado y
amargado. HabÃ-a concurrido a la reunión con una grabadora escondida en la guerrera registrando la conocida frase de
Pinochet: ¡Señores, la DINA soy yo! ¿Alguien más quiere pedir la palabra?, seguida de un fuerte golpe en la mesa.Â
Comunicó a su familia que ya no soportaba más lo que acontecÃ-a dentro el Alto Mando que aceptaba sumisamente
todo lo que Pinochet pretendÃ-a. Ante lo cual habÃ-a decidido que, al año siguiente, se irÃ-a irrevocablemente del
Ejército.
En Punta Arenas, durante la segunda semana de noviembre, tras concurrir a una comida con otros miembros de las
Fuerzas Armadas, enfermó. Al dÃ-a siguiente, fue examinado por el médico del Servicio de Sanidad del Ejército, el
doctor Cerda, quien diagnosticó una gastritis, indicó régimen alimentario y dejó una receta. Sin embargo, durante ese
dÃ-a se produjo una hemorragia digestiva, que obligó a su hospitalización. Extrañamente, el facultativo tratante
decidió operarlo de inmediato, tomando una decisión muy discutible en aquellos años. En general, la experticia de los
médicos militares, salvo excepciones, no era la mejor  Era sabido por los cirujanos con experiencia en estos casos, que
la operación de urgencia en las hemorragias digestivas, constituÃ-a una excepción, sólo debÃ-a efectuarse cuando el
sangramiento fuese masivo y se contase con un equipo experimentado para hacerlo. Según los datos que
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proporcionaron posteriormente los familiares, esta circunstancia de extrema urgencia quirúrgica no se daba en el
general Lutz. La conducta que cabÃ-a era estabilizar sus signos vitales, transfundiendo sangre y sueros y observar su
evolución. ExistÃ-a también la opción de trasladarlo a Santiago, en donde se disponÃ-a de mayores recursos. En Punta
Arenas se carecÃ-a de ellos como consta que, para operarlo, se debió solicitar elementos indispensables a Concepción
y a RÃ-o Gallegos, vecina localidad argentina. Resultó particularmente raro que el doctor Cerda le haya negado el pase
para trasladarlo en avión a Santiago cuando la esposa le manifestó ese deseo.
A la salida de la intervención quirúrgica, el cirujano le comunicó a la esposa que la operación habÃ-a sido un éxito. “Le
he salvado la vida a mi general―, fueron sus palabras. Le explicó que le habÃ-a suturado unas várices sangrantes del
esófago. Este diagnóstico aparecÃ-a sumamente extraño, dado que no existÃ-a ningún factor que explicara una
hipertensión portal que pudiese motivar la existencia de dichas várices. No habÃ-a antecedentes de enfermedad del
hÃ-gado ni de alcoholismo. Desde un perspectiva médica la conducta del doctor Cerda aparece como imprudente y
desacertada al no derivar el caso a un profesional con más experiencia en cirugÃ-a digestiva de urgencia.
Los familiares del general, residentes en Santiago, cuando conocieron la noticia de la enfermedad, intentaron que el
Ejército proporcionara un avión para su traslado a Santiago, pero recibieron una negativa de parte del Ministro del
Interior, general César Benavides, quien adujo que contaba con información que se trataba de algo sin importancia.
Ante este rechazo, lograron que el subdirector del Hospital Militar, el cirujano Patricio Silva GarÃ-n, y un médico
anestesista del mismo establecimiento los acompañaran en el vuelo regular de LAN. Cuando llegaron a Punta Arenas,
Lutz ya se encontraba operado. El doctor Silva, al examinar al paciente recién intervenido, se mostró preocupado. Su
hija Olga, dice haberle escuchado, detrás de la puerta “A mi general lo charquearon― Se decidió el traslado inmediato a
Santiago, consiguiendo cupo en el avión de LAN, que regresaba a la capital en una hora más.
 Durante el vuelo, presentó una nueva hemorragia digestiva. Al llegar a Santiago, fue rápidamente llevado al Hospital
Militar, en donde fue nuevamente operado, esta vez con el diagnóstico de ulcera gástrica. Después de la intervención,
que duró dos horas, el doctor Silva, le explicó a la familia que habÃ-a ubicado la arteria sangrante en el estómago y
que el paciente por el momento permanecerÃ-a en la Unidad de Tratamiento Intensivo. Para tranquilizarlos les agregó
que era un organismo joven, en buenas condiciones generales, y que ahora vendrÃ-a su recuperación. Tres dÃ-as más
tarde, Silva les dio alentadoras noticias sobre la favorable evolución del paciente. Extrañamente, ese mismo dÃ-a, una
radioemisora dio una inconcebible noticia: “El general Lutz, intendente de Magallanes, falleció en el Hospital Militar,
donde habÃ-a ingresado dÃ-as antes―. La familia, desesperada se comunicó con el doctor Silva, quien se manifestó
indignado y les recordó que momentos antes les habÃ-a dicho que el general mostraba una notoria recuperación. Dos
dÃ-as mas tarde, en un canal de televisión, se reiteró la misma falsa noticia del fallecimiento. Esto era sumamente
extraño pues, en aquellos dÃ-as, la Dirección Nacional de Comunicaciones, censuraba rigurosamente cualquier
información polÃ-tica o relacionada con las Fuerzas Armadas. Un funcionario de la emisora que habÃ-a dado
primeramente el anuncio, le confidenció al periodista Hernán Millas, que habÃ-a “emanado de una fuente responsable―.
ParecÃ-a que se daba por hecho en las altas esferas del gobierno que Lutz iba a morir.
El enfermo continuó evolucionando favorablemente, al extremo que el doctor Silva, el 19 de noviembre, le comunicó a
la familia que al dÃ-a siguiente podrÃ-a abandonar la Unidad de Tratamiento Intensivo. No obstante, esa noche se
agravó y se diagnosticó una peritonitis. El facultativo, disgustado, constató que, durante ese dÃ-a, la sonda de drenaje
abdominal se habÃ-a salido de su sitio y que el paso del suero le habÃ-a sido cortado. Debió ser sometido a una tercera
intervención por la peritonitis. Hizo una complicación pulmonar, por lo cual se le colocó un respirador artificial, previa
traqueotomÃ-a. El doctor Silva, aparentemente alarmado por tantos inconvenientes, ordenó colocar una guardia
especial permanente, para impedir que personas no autorizadas pudiesen acercarse al general.
Se dispuso de medicamentos de última generación para su tratamiento, no existentes en Chile, que eran enviados
desde Panamá. El jefe de gobierno de ese paÃ-s, el general Omar Torrijos, antiguo amigo de Lutz, se los enviaba a
través del embajador de ese paÃ-s, JoaquÃ-n Meza.
Hubo un alentador, pero breve perÃ-odo de recuperación. En esos dÃ-as, relata su hija Olga que Lutz, dado que no
podÃ-a hablar debido a la traqueotomÃ-a, escribió una nota que decÃ-a “sáquenme de aquÃ-―. Curiosamente, este men
estremecedor se repetirÃ-a en el caso del ex presidente Frei Montalva en enero de 1982. El dÃ-a 23 se produjo un nuevo
retroceso. El general cayó en coma, atribuido a una sobredosis de antibióticos, que una enfermera por un desusado e
inexplicable error le habÃ-a administrado, dañando la función de sus riñones. El 26 de noviembre se realizó una junta
médica con especialistas de la Universidad Católica, que manifestaron su extrañeza ante tan desfavorable evolución y
los inusuales errores en la administración de medicamentos. En la madrugada del 28 de noviembre, Lutz falleció. La
información oficial fue: “transcurridos 17 dÃ-as de la primera intervención quirúrgica, se presentó un cuadro de sepsis
originado en infección pleural y peritoneal, lo que produjo un shock irreversible que le ocasionó su fallecimiento―.
Los familiares quedaron desolados y con la sensación que la muerte del general habÃ-a sido provocada en el Hospital
Militar. Sus hijos repetÃ-an “A nuestro padre lo mataron―. Tanto fue su encono, que la viuda y sus hijos, se negaron a
concurrir a los funerales que organizó el Ejército.
El escritor y periodista, José Miguel Varas, informó sobre el fallecimiento de Augusto Lutz, en las noticias de radio
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Moscú, en forma bastante cáustica “El general murió de una úlcera perforada... sin salida de proyectil―. Esto implica
que en el exterior se conocÃ-a la postura francamente disidente del destacado militar ante la polÃ-tica del gobierno de
Pinochet.
Durante el funeral, el general Oscar Bonilla se vio profundamente apesadumbrado y desolado. No solo habÃ-a perdido a
su mejor amigo, sino que a uno de los generales que compartÃ-a su rechazo a que Pinochet acumulara en su persona,
los cargos de Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército, lo que, a su juicio, implicaba la
instauración de una dictadura sin contrapesos y de duración indefinida. CompartÃ-a también la gran desazón de la
familia de Lutz, acerca de las dudosas circunstancias que rodeaban su fallecimiento, centrando sus sospechas en una
acción de la DINA, dirigida por Manuel Contreras, a la cual ambos se habÃ-an valiente y firmemente opuesto. Al poco
tiempo, cuando debió operarse de la columna, Bonilla lo hizo en la ClÃ-nica Alemana como elemental medida de
precaución, pues no confiaba en el hospital de su institución, pese a gozar de todos los beneficios para atenderse allÃ-.
MarÃ-a Olga Lutz, en representación de la familia, concurrió donde el general Pinochet para pedirle que ordenara un
sumario en el Hospital Militar, para aclarar lo sucedido a su padre en ese establecimiento. El jefe de la Junta, le
manifestó que estaba muy afectado por su muerte y que, si eso servÃ-a para mitigar su dolor, asÃ- se harÃ-a.
Consecuentemente, el Director General de Sanidad del Ejército, el médico Eduardo DÃ-az Carrasco, fue nombrado fiscal
de la investigación sumaria. Fueron citados y careados todos los participantes en la atención del general Lutz.
Enfermeras, médicos y funcionarios declararon ante el doctor DÃ-az. Incluso la cónyuge fue careada con el doctor
Cerda que lo habÃ-a operado en Punta Arenas. Como era de rigor, un actuario registraba todo lo que se decÃ-a.
Transcurrido un mes del término de los interrogatorios del sumario, la viuda del general Lutz llamó una y otra vez al
doctor DÃ-az para que le informara sobre el resultado de la investigación. Sin embargo nunca consiguió contactarlo, ya
que este médico sistemáticamente se escabullÃ-a. Sólo trascurridos siete meses de fallidos intentos logró ubicarlo por
teléfono. La respuesta del médico fue desconcertante “Perdone Olguita que no la entienda. ¿de qué sumario me hab
“Perdóneme, pero usted está equivocada. No se ha realizado ningún sumario― “Mire Olguita, quédese usted bien
tranquila, que no se ha realizado ningún sumario―
Angustiada y desesperada ante tan inexplicable comportamiento del doctor DÃ-az Carrasco, la viuda recurrió a
numerosos altos oficiales para aclarar la situación.. El general Jorge Court, casado con una prima hermana, le previno
: “Yo le aconsejarÃ-a, Olguita que deje las cosas como están, porque no va a sacar absolutamente nada―. Odlanier Mena
le dijo a Patricia Lutz “a tu padre lo mató la DINA―. Otros altos oficiales retirados de inteligencia militar le confidenciaron â
tu padre lo ayudaron a morir en el Hospital Militar―.
El hijo menor del general Lutz, Alejandro, estudió Medicina y realizó una práctica en el Hospital Militar. AllÃ- solicitó la
ficha clÃ-nica de su padre, pero le dijeron que habÃ-a desaparecido. Revisó personalmente el Libro de Ingresos,
encontrando que la hoja correspondiente a la segunda quincena del mes de noviembre habÃ-a sido arrancada. Para
efectos estadÃ-sticos del hospital, el general Lutz nunca estuvo internado allÃ-.
La hipótesis de una muerte debida a complicaciones postoperatorias parecerÃ-a plausible, si no hubiesen existido
múltiples circunstancias inusuales. Las negligencias médicas burdas e inexplicables conducirÃ-an a un supuesto
homicidio, facilitado por las condiciones de indefensión producto de la enfermedad y obligada hospitalización.. Resulta
congruente la mala y caprichosa evolución con un atentado criminal. La desaparición de toda la documentación
correspondiente a un importante caso clÃ-nico es un hecho sorprendente e inverosÃ-mil en un hospital de las Fuerzas
Armadas. Resulta aún más grave este extravÃ-o por haber pertenecido a un general, cuyo médico tratante era el
subdirector del establecimiento Es asaz increÃ-ble la pérdida de una investigación sumaria solicitada por altas
autoridades de gobierno. También fue anormal que, al existir dudas sobre las causas del fallecimiento, no se dispusiera
practicar una autopsia. Todo ello conducirÃ-a a inferir que se intentó eliminar todo rastro de pruebas que pudieran
establecer la intervención de terceros en la muerte del general Lutz. PodrÃ-a juzgarse como un deliberado
encubrimiento de asesinato, que no resultaba tan extraño, especialmente si se toma en consideración los atentados de
la DINA contra el general Carlos Prats, Orlando Letelier y Bernardo Leighton y la muerte en extrañas circunstancias, en
ese mismo hospital, del ex ministro de Defensa José Tohá. Los familiares no se dieron cuenta que el Hospital Militar era
un nido de agentes de la DINA que podÃ-an aprovecharse de tener indefenso, bajo su dominio, a uno de sus principales
detractores.
Otro caso fatal trascendente que vale la pena resumir es el del ex ministro de Defensa y del Interior del gobierno de la
Unidad Popular, José Tohá. Bajo la administración del doctor Silva GarÃ-n, el Hospital Militar vio desvirtuado su rol
hospitalario, al ser usado como cárcel polÃ-tica y presumible lugar de ejecución. Tohá, reconocido, por su bondad y
sensibilidad social, habÃ-a sido sometido a trato vejatorio en la isla Dawson lo que afectó su salud ya deteriorada por la
aflicción por la muerte del presidente Allende y de su gran amigo, Augusto Olivares. Sufrió una seria depresión
reactiva y gran baja de peso, por lo que fue internado en el Hospital Militar en enero de 1974. AllÃ- sufrió apremios y era
llevado en las noches a la Academia de Guerra Aérea en donde era interrogado bajo torturas. Su estado de salud fue
empeorando rápidamente, disminuyendo su peso a 49 kilos, siendo su estatura 1,92 metros y apenas podÃ-a moverse
en su cama. Alarmado, su hermano médico, Isidoro, recurrió al doctor Silva, quien le manifestó que las gestiones que
la familia habÃ-a efectuado ante las autoridades(ante el propio Pinochet) sólo habÃ-an agravado la situación, pues
ahora su pariente era tratado con mucho más dureza y aún interrogado con la colaboración de un psiquiatra. Cuando
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El Clarí-n de Chile
Isidoro Tohá le expresó a su colega Silva que el Hospital Militar tenÃ-a el deber de velar por la vida de su hermano, la
tajante y brutal respuesta de éste fue: “Mire, el señor Tohá ahora debe atenerse a las consecuencias de sus actos
polÃ-ticos―.
El 15 de marzo de 1974, el gobierno militar informó el suicidio de José Tohá. La versión oficial fue que se habÃ-a
ahorcado con su propio cinturón apoyado en una cañerÃ-a que pasaba por dentro del closet de su habitación del
Hospital Militar. Esto resultaba extraño, pues en todo paciente con depresión se le retira cualquier objeto que pudiese
utilizar para autoeliminarse y además se encontraba en tan malas condiciones que no podÃ-a levantarse de la cama por
sÃ- solo. El perito criminalista de Investigaciones, el médico Alfonso Chelén, que examinó el sitio del suceso y el
cadáver, pese a las fuertes presiones para que rectificara su informe, asegurarÃ-a inquebrantablemente “la muerte no fue
suicida, sino obra de terceros, por estrangulamiento, con simulación de suicidio―. En este caso también el hospital hizo
un sumario que curiosamente se extravió.
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