ENTRE LA REALIDAD DEL DESEO Y LA FICCIÓN DE

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ENTRE LA REALIDAD DEL DESEO Y LA FICCIÓN DE SATISFACCIÓN
TEORIA-PSICOPATOLOGÍA
Alicia Hendel y Graciela Lanfir
Desde un comienzo, Freud (1905 [1901]), advirtió que “La incapacidad para
cumplir la demanda real de amor es uno de los rasgos más esenciales de la
neurosis; los enfermos están dominados por la oposición entre la realidad y la
fantasía. Lo que anhelan con máxima intensidad en sus fantasías es
justamente aquello de lo que huyen cuando la realidad se los presenta; y se
abandonan a éstas con tanto mayor gusto cuando ya no es de temer que se
realicen” (p.97). Paradoja del deseo humano a la que nos tenemos que
enfrentar como psicoanalistas en un análisis y que se cuenta entre las
resistencias más tenaces. Esto nos interroga respecto de la categoría de
realidad a la que nos estamos refiriendo, como también sobre qué entendemos
por satisfacción.
Cuando Freud (1900; cap. VII) elabora su concepto de deseo lo hace partiendo
de la distinción que establece entre la satisfacción de la necesidad y la
realización del deseo. El deseo inconsciente, es el motor de la vida psíquica.
Dado el estado de prematuración en que un ser humano nace, es el Otro
materno el que cumple la acción específica que el niño se encuentra
imposibilitado de realizar por sí mismo. La particularidad de lo humano, es que
sobre ese estado de indefensión en que se encuentra, se monta una vivencia
de satisfacción que queda inscripta como huella de una satisfacción primera
imborrable. Huella que de ahí en más será investida, toda vez que se renueve
la necesidad. El aparato mismo ha engendrado una nueva necesidad: “motivos
compulsivos” (Proyecto; p. 367) empujan a repetir esa vivencia.
Cuando sienta hambre, lo primero que hará es alucinar una experiencia de
satisfacción con un objeto ficticio, en ausencia del objeto de la realidad. Este
desplazamiento de la necesidad hacia el deseo que aspira a repetir una
experiencia gozosa con el objeto en el plano de la fantasía, hace emerger un
objeto no recuperable en la realidad pero indispensable como ficción de placer
que hará tolerable el dolor del desvalimiento inicial y la espera de aquel que
vendrá en su auxilio. Recordemos que Freud (p. 414) hace concordar en uno
de sus párrafos de El Proyecto, el “individuo auxiliador” con “el objeto deseo
mismo”. De este modo, todo objeto de un anhelo va a ocupar el lugar del Otro
primordial, va a aludir a éste. “Ese objeto, das Ding, en tanto que Otro absoluto
del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar” (Lacan, 1959/60; p.68).
Podemos decir, que la vivencia de satisfacción evoca a nivel inconsciente, una
fantasía de encuentro logrado entre el sujeto y el objeto. Surge una forma de
satisfacción que es la “realización del deseo” y un sujeto que también ahí se
realiza, sostenido en esa ficción de placer.
Esta realización de deseo comporta un placer que puede conducir, llegado el
caso, al aislamiento más extremo de la realidad. Está en la base de la
melancolía y la anorexia, por ejemplo. La melancolía, reclama un encuentro
con el Otro sentido como irrecuperable, haciéndose culpable el sujeto de esa
pérdida. La anorexia, rechaza el encuentro para poder situar un deseo propio.
Situaciones intermedias observamos a diario en la neurosis y se hace notoria la
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preponderancia que toma la fantasía en la relación del sujeto con los objetos
que despiertan su deseo. ¿Es que habría un modo acaso, de poder acceder a
los placeres que nos procuramos sin el soporte de la fantasía?
El objeto atrae por su rasgo que despierta el deseo, pero también es
rechazado, temido, por el placer que le hacemos prometer-nos. Podemos decir,
que la fantasía sostiene la relación sujeto-objeto en una ficción de proximidad y
alejamiento a la vez. Por un lado, prescinde del encuentro con el objeto en la
realidad externa, pero a su vez aporta satisfacción al deseo inconsciente que
en ella se expresa. La vivencia alucinatoria de la experiencia de satisfacción
ficcionaliza podemos decir, un encuentro imposible para el ser humano desde
el momento que es un ser parlante, mediatizado en su relación consigo mismo
y con la realidad exterior por las representaciones, es decir, el lenguaje.
Para Freud (1900/1) “Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos
es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y
nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo
es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales”
(p.600). En este sentido pensamos que esa ficción de encuentro, es también
promotora del acceso a la realidad. Más aún, sólo sobre esa construcción
simbólica se puede montar una realidad, dada la promesa de encuentro que
escenifica. Ficción que empuja al sujeto a una búsqueda infructuosa signada
por la repetición, no alcanzando nunca la meta pero tampoco, pudiendo
detener la marcha (Freud; 1920).
Freud (1950[1892-99] Carta 52) plantea un aparato psíquico que en el
trascurso que va desde la percepción hacia las sucesivas trascripciones
significantes, se producen sucesivas pérdidas, algo no realizado de la
vivencia, cuando ésta se trascribe en el símbolo que intenta recuperarla para
la memoria. La experiencia humana, tiene que ver “con trozos escogidos de la
realidad” (Lacan (1959/60; p. 62). A partir de allí, donde algo se recupera y otra
cosa se pierde, esa pérdida es subjetivada, es decir, expresada por fuera de la
palabra pero no sin ella, en términos de intentar mediante el impulso del deseo,
recuperar una “vivencia de satisfacción” nunca alcanzable.
El pulso de lo humano será repetir ese intento una y otra vez, y será
subjetivado a nivel consciente como satisfacción e insatisfacción. Huella que se
busca recrear primero en el campo de la fantasía y que encuentra dificultades
para ser orientada al objeto de la realidad. Podemos decir que la realidad
humana, es una experiencia de huellas sobre huellas. La huella mnémica no se
podría repetir a sí misma, si así fuera bastaría con la primera y todo terminaría
ahí, funcionaría como un instinto. Lo que Freud nos muestra en El Proyecto (p.
350), es un aparato que sirve al apartamiento del mundo exterior y del
organismo, dado que tanto la cantidad como la cualidad de la realidad material,
no pasan al proceso secundario (Lacan (1959/60; p.61). Un sistema de huellas
que se multiplican, donde la cantidad se traduce en diversificación, en
complejidad y la significación última se pierde en el laberinto del sentido.
El das Ding es único pero una multiplicidad de huellas lo alude (Freud.
(1950{1895}; p.373). La vivencia de satisfacción lo inscribe, lo significa en la
búsqueda eterna de lo igual, es decir, la búsqueda de una satisfacción absoluta
que para el mundo del símbolo se presenta como imposible y que funda la
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repetición (Lacan (1959/60 p.69/71). Siguiendo lo planteado en el Proyecto y el
cap. VII del Libro de los Sueños, podemos decir que el proceso secundario una
y otra vez intenta significar, retranscribir, lo indecible de la imposibilidad de
repetir la experiencia de la satisfacción (primera). Tanto es así, que para Freud,
la atención sólo se dirige hacia el objeto de la realidad en la medida que
encuentre una coincidencia parcial, con la expectativa de lo evocado por el
deseo inconsciente.
Freud (1916-1917, p.339) descubre que para el inconsciente el pensamiento de
deseo es equivalente a su realización, lo que sitúa en un primer plano la
realidad psíquica por sobre la realidad exterior y el deseo inconsciente como lo
verdaderamente real para la vida psíquica. De allí que sea infructuoso querer
diferenciar realidad de fantasía, dado que para un sujeto el objeto está perdido
y su realidad sólo puede ser deseante, es decir, fantasmática. Frente a la falta
del objeto específico, la marca no instintual de la satisfacción humana, lo
psíquico responde con la evocación de una experiencia de placer de encuentro
con el objeto. El objeto de la realidad, será el objeto vuelto a encontrar y de allí
en más, la satisfacción humana será incompleta (Lacán (1959/60, p.56). Se
evoca un objeto ausente en el plano de la realidad material pero absolutamente
presente en el plano de la realidad psíquica, se evoca una ausencia que
convoca una presencia altamente satisfactoria. Presencia que si rebasa los
límites del principio del placer, se torna peligrosa.
Esta expectativa de encuentro absoluto, amenaza hacer presente un goce
insoportable que lleva a que se dispongan toda clase de obstáculos para
evitarlo, frente a la angustia que suscita esa proximidad. Lo que observamos,
son múltiples maneras de fuga, posposición, rechazos, todos ellos
mediatizados por conflictos y desencuentros, a veces de transcurso
interminable. La experiencia clínica nos muestra que en el contexto del
despliegue del ansia deseante, el objeto hallado y la fantasía de encuentro que
lo enmarca, tiene que permitir cierta evocación del objeto buscado-perdido, y a
la vez conservar cierta condición de ausencia, de metáfora del mismo, cierto
grado de ficción, de no real-ización, para que sea posible el encuentro.
El principio de placer-displacer es el encargado de mantener esta distancia. En
el Proyecto Freud (1950 [1895]; p.372) le da a este principio, la función de ser
un mecanismo de inhibición de los procesos primarios, al impedir avanzar la
“investidura-deseo” hasta la alucinación donde la satisfacción fantaseada
asume condición real. Real que en un psiquismo desarrollado, amenaza con
borrar los contornos de la fantasía en la que se sostiene el deseo y que es la
encargada de mantener la distancia entre lo deseado y lo hallado.
El ser humano es un hablante y su principal satisfacción estará en buscar
significar ese deseo indestructible que lo anima. Incansable trotamundos de la
palabra, es así cómo observamos en los análisis la dificultad de abandonar el
terreno de la fantasía donde se significa, a veces hasta el infinito lo que se
desea, evitando transitar el pasaje hacia su encuentro. La fantasía tendría una
doble vertiente, es puente de acceso a la realidad al darle un marco donde se
escenifica un placer posible, pero puede retener al sujeto en su condición
mágica de promesa de placer absoluto: “demorarse en los cumplimientos de
deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque el saber que no se
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trata de una realidad permanezca intacto” (Freud, 1916/17, p.339).
¿El pasaje a la satisfacción en la realidad es pospuesta por la pérdida de placer
que trae en comparación con el placer evocado o por el peligro de arribar a lo
deseado? Algo del encuentro con lo deseado, aunque sea parcial, despierta
rechazo y tendencia a la huida. El neurótico prefiere repetir un desencuentro
para permanecer añorando lo deseado. Aproximarse al objeto real marca un
límite a la fantasía y lo tan ansiado puede suceder. El encuentro con el objeto
en la realidad, amenaza con traspasar el principio del placer. Una analizante, a
punto de concretar una cita y habiéndose intercambiado fotos, dice sentir temor
“porque puedo no gustarle yo a él o él a mi”. ¿Se pone a prueba el valor de
atracción de ambos o se pone a prueba el deseo mismo? ¡Cuántas veces los
encuentros fracasan por no poder sostener el deseo y tolerar ser deseado!
Enfrentar el deseo, asusta y a veces, aterroriza.
En este punto, Lacan (1957/58) incorpora un concepto que nos resulta
determinante a la hora de profundizar en esa dificultad. Advierte que el niño no
tiene simplemente relación con un objeto que lo satisface o no lo
satisface, sino con “el deseo del sujeto materno que tiene delante” (p.231).
Frente al deseo del Otro el sujeto queda sin recursos, a menos que tenga
alguna eficacia la función paterna para poner distancia frente a lo que ese
deseo convoca en el hijo. Cuando esta distancia fracasa, se hace presente un
real, un fuera de sentido que le llega del Otro, algo que no tiene respuesta, que
exige satisfacción y que el sujeto se esfuerza en significar sin lograrlo. A esto
pondría distancia el neurótico cuando se refugia en el placer de la queja o el
desencanto. Hay algo que le hacemos pedir al otro y que le solicitamos, que
nos desborda.
La madre o sustituto es la encargada de libidinizar con su deseo sexual y
amoroso al hijo y como consecuencia, lo hace dependiente de su demanda.
Privada de falo, busca en el cuerpo del hijo y en su deseo, restaurar el lugar
faltante-deseante que la habita. La función fálica posibilitaría las equivalencias
entre los diversos objetos-lugares que se ocupa, de lo contrario no habría
deslizamiento del deseo ni humanidad posible (Lacan; 1956/57).
El problema que se presenta para un sujeto es que es llamado a identificarse
con un falo “inexistente”, una “nada hacia la cual tiende el deseo y que lo
vuelve errante al ser” (G. Pommier; p.13), una nada que a la vez es sostén,
hace existir el ser. Identificarse completamente con el objeto de ese deseo
amenaza de desaparición al sujeto, de allí que la insistencia en pretender
encontrarle una significación a ese deseo, culmina en la angustia donde el
sentido se desvanece. Para Pommier, “la satisfacción de la demanda comienza
por engendrar placer pero, más allá de cierto umbral, el aumento de placer
empuja hacia la nada (p 15).
El deseo en su permanencia e indestructibilidad, no apunta a un objeto sino
que es deseo de deseo, se sostendría estructuralmente de la existencia del
Otro como deseante. Uno de los motivos por los cuales un sujeto evita
entonces, la satisfacción a la demanda real de amor, es la amenaza de
confrontar con esa nada que habita el corazón del deseo cuando es llamado a
satisfacerlo y satisfacerse. El camino para situar el propio deseo es interrogar
el deseo del Otro, pero ante lo opaco del deseo del Otro el sujeto se encuentra
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sin recursos (Lacan;S 5; 228). El armado fantasmático en cambio, le va a
permitir ubicarse en un lugar situable dado que asume una significación fálica
para ese deseo al tiempo que vela la opacidad inherente al deseo mismo. La
posición en un fantasma le permite aprehender algo del ser a nivel imaginario,
una identidad pero esa posición ficcional, es endeble y lo amenaza de caer
irremediablemente al lugar de objeto despojado del brillo fálico que cautivaba el
deseo del Otro. Como planteamos, el intento de colmar al otro o buscar ser
colmado, conduce a la angustia y por consiguiente, a la huida. Tomar al pie de
la letra lo que se pide o lo que se ofrece, hacer de la palabra un mandato,
aplasta el deseo que le dio origen y con él al sujeto (de la palabra) que allí se
sostiene al realizarse simbólicamente.
Es necesario preservar la relación presencia-ausencia en relación a la
demanda que hace circular el deseo para no precipitarse en la angustia. En la
relación al Otro, hay un vacío a preservar para que se sostenga el deseo y la
subjetividad, el sujeto debe mantener distancia de pretender colmar ese resto
para no desaparecer. Surge una paradoja del deseo y la satisfacción que le es
inherente. Un sujeto busca la satisfacción pero si la encuentra, desaparece, en
la medida que se mantiene en el plano de la demanda de colmar o ser
colmado. El plano de la demanda implica una dependencia de la voluntad del
Otro y sus significaciones como se percibe en la sumisión frente al superyó con
la amenaza de angustia que la acompaña.
El plano del deseo en cambio, se sostiene de la evocación de una satisfacción
inalcanzable con un objeto siempre ausente pero recuperable parcialmente en
la relación con el objeto de la realidad. El deseo es deseo de deseo y se
satisface de bordear el deseo del Otro apuntando a lo que no puede ser
significado de ese deseo. El deseo es deseo de una falta que es necesario que
se sostenga en la relación al deseo del Otro.
Cada analizante llega con el sufrimiento de su demanda dolidamente
insatisfecha, como veremos más adelante en una viñeta clínica. No le dan lo
que espera y le corresponde o se prodiga en función de lo que los otros le
demandan o necesitan mientras él no extrae aparentemente placer alguno. Los
analizantes reclaman por no poder acceder al placer y rechazan las
limitaciones que les ofrece el objeto de la realidad frente a la condición ideal del
objeto de la fantasía que les promete un placer de encuentro absoluto y sin
carencias. Es como si se intentara recuperar el goce en la fantasía o en el
síntoma y evitado en la realidad. El acceso a la realidad trae aparejado la
pérdida de goce o lo que es lo mismo, la pérdida de goce será la puerta de
entrada a una satisfacción posible en la realidad. ¿De qué características es
esta satisfacción evitada en la realidad y recreada en la fantasía?
La oposición no habría que plantearla entre satisfacción en la fantasía y
satisfacción en la realidad como si esta última fuera verdadera y la otra falsa.
La satisfacción en la realidad también requiere de una trama ficcional sostenida
del deseo. Lo que verdaderamente se evita en la concreción del deseo en la
realidad, es la “proximidad” que trae aparejada con el otro como deseante.
Siendo un factor secundario, la frustración inevitable que trae toda satisfacción
al confrontarse con la realidad.
La realidad al igual que la fantasía, es siempre ficcional dado que para cada
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sujeto la realidad se estructura en torno a un objeto ausente. El objeto de la
realidad lo sustituye y lo evoca, por eso atrae el deseo. La satisfacción en la
realidad, no es menos ficcional que la satisfacción en la fantasía porque
requiere que se sostenga la ficción de encuentro. Pero el neurótico no puede
dejar su condición sufriente frente a una completud que se supone haber
perdido que nunca existió. Lo temido del acceso a la realidad es confrontar el
deseo del Otro en su insondable indeterminación que remite a esa pérdida.
El sujeto, se ofrece a dar todo pero teme que el otro le demande todo a pesar
de que busca ser demandado para no preguntarse por lo que quiere. Si
responde a la demanda entendida como demanda de darlo todo, sufre la
amenaza de quedar perdido y reducido al lugar de objeto del capricho del Otro.
Situación que se traduce habitualmente en un sometimiento sufriente o en
deseos de rebeldía. Por este motivo, satisfacerse en la realidad amenaza de
desaparición al sujeto al verse perdido en la nada que finalmente se esconde
en su demanda de pedirlo todo. Satisfacerse en la fantasía, en cambio, le
permite seguir fundido al Otro, ofreciéndose en la ficción de una entrega
absoluta, pero evitando en la realidad el peligro de un encuentro de esas
características, manteniendo la insatisfacción y la queja.
Cintia tiene 30 años y convive hace cuatro años con su novio de 31. Se queja
de no tener libertad para hacer lo que ella quisiera, lo que sería posible si
pudiera hacer un “corte” con esa relación ¿Deseo de cortar o dificultad de
continuar? Podemos preguntarnos por lo que la mantiene ligada. Matías ocupa
aparentemente un lugar materno, la contiene, la abraza, la escucha. Es el único
que le pregunta qué le pasa cuando llora. Ella también puede colgarse de su
cuello, besarlo, abrazarlo; con él puede tener una casa, un sustento y
posibilidades de realizar su trabajo. Repentinamente expresa que sexualmente
con su novio no está bien.
¿Qué pasa si se separa de Matías? Tiene que volver a vivir a la casa materna y
pierde parte de su trabajo. En esa casa, vivió atada a principios religiosos muy
estrictos que la obligaban a permanecer ingenua y alejada de la sexualidad.
Especialmente el padre y la iglesia, que absorbieron buena parte de su vida, le
prohibían mirar y relacionarse con algún hombre de otra religión. Siempre le
resultó difícil manifestar su disconformidad ante el padre, denunciar aquellas
cuestiones que eran inadecuadas para toda la familia. En sus peleas brutales
con él, fue echada del hogar paterno que efectivamente tuvo que dejar, siendo
muy jovencita. Con mucho dolor recuerda que su madre no hizo nada por
retenerla, no la defendió del padre. También con Matías se encuentra
repitiendo escenas de no ser defendida por él frente a las reiteradas
desvalorizaciones de la familia de éste.
Junto a Matías encontró un hogar, alguien que le da ternura pero encuentra un
“sexo pobre” y añora ser libre para estar con otros hombres. Sin embargo,
pensar en dejarlo la hace sentir muy desamparada. Se siente encadenada,
deseando liberarse sin poder hacerlo. Cintia, en sus fantasías de libertad,
recrea una satisfacción que siente que la realidad le niega, mientras
secretamente satisface un deseo de entrega y unión con Matías donde
reproduce el cobijo de la casa materna que tuvo que abandonar y con la cual
todavía no puede “cortar”. ¿Es Matías a quien no puede dejar?
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En una sesión, trae un relato ejemplar: Matías está enfermo y haciendo un
tratamiento en el que no puede tomar leche, compré para mí, porque tengo
derecho a alimentarme también con leche (…) Cuando voy a la heladera el
sachet casi entero de leche está cortada, un gusto horrible. Por suerte Matías
se estaba bañando porque si no me iba a ver y me iba a retar porque había que
tirarla. La frase “tengo derecho a alimentarme también con leche”, resuena
como manifestación de otros pensamientos inconscientes que expresan
simbólicamente, deseos y prohibiciones reprimidos.
No hay pregunta acerca de ¿por qué no se tomó leche? ¿no se pudo o no se
quiso? En el relato la leche “cortada” retorna como un alimento-objeto del cual
está obligada a estar carente ¿Es el objeto madre que tuvo dejar
prematuramente o es ella como deshecho que se corta del hogar paterno y no
puede sobrevivir si no es bajo la complacencia de Matías? ¿Por qué la madre
no la retuvo? Desesperadamente ha buscado encontrar en una pareja amparo,
estabilidad, un hogar. Su novio le proporciona “alimento”, y a su vez encarna
como la voz del padre, el lugar del superyó que ella necesita mantener vigente
como mandato que la guía. Le adjudica una mirada que no la deja ser libre, que
la reta, que no le permite jugar en libertad sus deseos. Se siente atrapada,
“tomada” en ese significante “tomar leche”, que la retiene en el goce y el
sufrimiento. Cintia tironea con Matías porque sabe que no la quiere dejar
marchar como lo hicieron sus padres. “Así el sujeto mismo se acerca bastante
a esto que llamamos dimensión del goce. El sujeto percibe que hay algo
incontrolable en su vida, que no está en condiciones de realizar sus proyectos y
que toma en el fondo una posición más pasiva que activa” (Chemama, p.20).
¿Qué es lo que en sucesivas repeticiones, al volver a ellas una y otra vez, el
sujeto satisface que no es realmente satisfactorio? Cintia por un lado, sostiene
un deseo de encontrarse con personajes paternos que le brinden amparo,
ternura, para contrarrestar la mirada de frialdad por la que se sintió marcada
que la expulsa de la relación amorosa. Por otro lado, el mismo deseo cargado
ya en exceso, la coloca en una situación de niña enfrentada a lo incestuoso,
que se traduce defensivamente en una queja por falta de libertad desde el
fantasma que la enlaza al Otro.
Cintia arma repetidamente una historia de desear perder esa unión absorbente
para ser libre y taponar de este modo, su deseo de fusión y el temor al
abandono. Busca volver activo lo que sufrió pasivamente, siendo ella ahora la
que puede abandonar a Matías. Finalmente repite volver a estar sola, una vez
más. Mientras tanto, ensaya un “puedes perderme”, como intento de desatarse
del objeto. La repetición con la que se juega es su misma pérdida, como si este
fuera un momento inaugural, al que pudiera estar atado el sujeto. Más tarde,
hará alternar en más o en menos, la tentativa de encontrar un objeto de
satisfacción (Chemama, p. 21).
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BIBLIOGRAFÍA
-Chemama, R. (2007): El goce, contextos y paradojas, Cap. Del placer al goce.
Buenos Aires, Nueva Visión, 2008.
-Freud, S. (1950 [1895]): Proyecto de psicología, T I, Buenos Aires, Amorrortu
editores, 1986.
_____ (1905 [1901]): Fragmento de análisis de un caso de histeria, T VII,
Buenos Aires, Amorrortu editores, 1978.
_____ (1900-1901): La interpretación de los sueños, T V, Buenos Aires,
Amorrortu editores, 1984.
_____ (1916-1917): Conferencias de introducción al psicoanálisis, Conf. 32, T
XVI, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1978.
_____ (1920): Más allá del principio del placer, T XVIII, Buenos Aires,
Amorrortu editores, 1984.
-Lacan, J. (1956-1957): El Seminario. Libro 4, La relación de objeto, BarcelonaBuenos Aires, Paidos, 1994.
_____ (1957-1958): El Seminario. Libro 5, Las formaciones del inconsciente,
Barcelona-Buenos Aires, Paidos, 1999.
_____ (1959-1960): El Seminario. Libro 7, La ética del psicoanálisis, BarcelonaBuenos Aires, Paidos, 1991.
-Pommier, G. (2004): Qué es lo “Real”, Buenos Aires, Nueva Visión, 2005.
RESÚMEN
En la neurosis aquello que se anhela con más intensidad en la fantasía, es
justamente lo que se evita encontrar en la realidad. El deseo inconsciente es el
motor y lo verdaderamente real de la vida psíquica. El deseo se monta sobre la
ficción de una vivencia de satisfacción de encuentro pleno con un objeto
perdido. El pulso de lo humano será repetir esta vivencia, refugiándose en el
plano de la fantasía en detrimento del encuentro con la satisfacción en la
realidad. El camino para situar el propio deseo es interrogar el deseo del Otro
que se presenta opaco y deja al sujeto sin recursos dado que lo confronta a un
vacío de sentido. El sujeto debe mantener distancia de pretender colmar ese
resto para no desaparecer. Surge una paradoja del deseo y la satisfacción que
le es inherente, si se confunde la falta que sostiene el deseo con la demanda
de colmar o ser colmado por el Otro para llenar ese hueco. La oposición no
habría que plantearla entre satisfacción en la fantasía y satisfacción en la
realidad como si esta última fuera verdadera y la otra falsa. La satisfacción en
la realidad también requiere de una trama ficcional sostenida del deseo y de
una ilusión de encuentro, ilusión que torna conflictiva la “proximidad” al Otro
como deseante; siendo un factor secundario, la frustración inevitable que trae
toda satisfacción al confrontarse con la realidad.
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Mediante una viñeta clínica, intentaremos mostrar cómo la realidad al igual que
la fantasía, es siempre ficcional dado que para cada sujeto la realidad se
estructura en torno a un objeto ausente. El objeto de la realidad lo sustituye y lo
evoca, por eso atrae el deseo. Pero el neurótico no puede dejar su condición
sufriente frente a una completud que supone haber perdido, que intenta recrear
y al mismo tiempo separarse. Lo temido del acceso a la realidad es confrontar
el deseo del Otro en su insondable indeterminación y perderse como sujeto en
la nada que finalmente se esconde en su demanda de darlo y pedirlo todo.
Satisfacerse en la fantasía, en cambio, le permite seguir fundido al Otro,
ofreciéndose en la ficción de una entrega absoluta, pero evitando en la
realidad el peligro de un encuentro de esas características, manteniendo la
insatisfacción y la queja.
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