abuelita se perdió al mercado en la hora pico de

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ABUELITA SE PERDIÓ AL MERCADO
EN LA HORA PICO
DE UN DÍA DE LLUVIA
texto y ilustraciones
Pedro de Luna
Abuelita era una mujer pequeña, le encantaban los gatos,
los duraznos con higos secos y olía a violetas.
Cada viernes, Abuelita me llevaba al mercado en la hora pico,
muchas veces llovía pero parecía no importarle.
Compraba duraznos e higos secos, después me agarraba fuerte
la mano y, corriendo, me llevaba a la colina.
Abuelita me contaba siempre que arriba de esa colina, bajo el árbol
grande, había conocido a mi abuelo.
Ella era joven y lloraba por Pedro, su gato, que había quedado
atrapado entre las ramas.
El abuelo, que pasaba por allí, trepó y lo salvó y, para agradecérselo,
Abuelita lo besó.
Ella contaba que se amaron muchísimo hasta el momento en el que
empezó la guerra que, con su odio, todo destruye y todos separa.
Antes de partir, el abuelo la llevó arriba de la colina y le pidió
que lo esperara cada viernes con una canasta de duraznos e
higos secos, puesto que cuando él volviera, iba a estar cansado
y hambriento, aunque, seguro, más enamorado todavía…
Así que se fue y Abuelita lo esperó.
Cada viernes Abuelita, lo esperaba bajo el árbol de la colina,
pero el tiempo pasaba y Abuelita esperaba.
Lo esperaba mientras esperaba a mi mamá.
Lo esperaba mientras mi mamá me esperaba.
Lo esperaba conmigo todos los viernes, en aquella colina, bajo el
gran árbol, con una canasta de duraznos e higos secos.
Yo me dormía entre sus brazos, mecido por su perfume de violetas.
Un viernes, como cada viernes, fuimos al mercado, compramos
los duraznos y los higos secos, pero cuando quise agarrarle la mano
para ir corriendo a la colina, Abuelita no estaba más.
Perdido, miré alrededor y vi que se escapaba atrás de un gato,
corrí detrás suyo pero desapareció.
Miré por todas partes y todo el mercado la buscó conmigo hasta que la
encontramos, Abuelita dormía acurrucada en una caja de repollos,
tenía en la cara una gran sonrisa y parecía más pequeña que yo.
Me dijeron que no se iba a despertar más.
Tuve ganas de llorar pero cuando levanté la mirada vi otra vez al gato.
Corría hacia la colina y entonces sonreí porque sin duda Abuelita ya
estaba allá, bajo el gran árbol, con una canasta de duraznos e
higos secos, esta vez con mi abuelo, por fin.
Nunca olvidaré aquel viernes, era la hora pico y ese día de lluvia
Abuelita se perdió para volver a encontrar a su verdadero Amor.
Yo soy Pedro, me encantan los gatos, los duraznos con higos secos
y el perfume de las violetas.
dedicado a mis abuelos y su gran amor
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