saludnatural por Integral Centre Mèdic i de Salut efecto? Cuando la situación no permite elección, entonces, la ansiedad se presenta como signo de malestar planteando dificultades. Aunque ésta no sea privativa del hecho de viajar, puesto que la ansiedad se puede ubicar en otros muchos huecos de la vida de una persona, describiré el caso de una muchacha a la que llamaré María. "No puedo viajar en tren" getty images Cuando la ansiedad nos impide la vida cotidiana Si se trabaja, puede convertirse en un agente promotor de desarrollo personal L a ansiedad imprime un carácter de apremio y forma parte del abanico de respuestas ante el acontecer de la vida humana, por lo que anida en cada persona. Como agente promotor de avances, permite alcanzar logros difíciles, pero también exige la satisfacción inmediata. Cuando la inmediatez no es posible, puede actuar como agente generador de huida y dispersión. Los síntomas de la ansiedad suelen presentarse a nivel físico: sudoración, opresión en el pecho, molestias digestivas, etc; psicológico: inquietud, temor a perder el control, inseguridad, etc; de conducta: estado de alerta, torpeza o dificultad para actuar, impulsividad, etc; intelectuales: dificultades de atención, concentración y memoria, interpretaciones negativas, etc; sociales: dificultades para iniciar o seguir una conversación, hablar demasiado, temor excesivo a posibles conflictos, etc. No obstante, cada 80 integral persona puede manifestarse más sensible a unos síntomas que a otros y no todas muestran los mismos ni éstos la misma intensidad en todos los casos. Como signo de malestar, la ansiedad describe un movimiento continuo, como el de las partículas de polvo agitándose bajo un haz de luz. Ese tipo de movimiento sin finalidad no quiere decir que esté exento de razones, ya que a nivel operativo es un modo de eludir el peligro que la persona siente. Pero, al mismo tiempo, ese movimiento, igual que el de las partículas de polvo, puede llevar eventualmente al mismo lugar después de haber recorrido un largo e infructuoso camino. ¿Quién no ha oído a alguien decir que no puede viajar en avión, o lo ha experimentado en su propia piel? Mientras se pueda evitar el avión y usar otro medio de transporte, la ansiedad no suele presentar mayores problemas. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando no hay alternativa y la evitación queda sin Hace una semana que María está de baja cuando acude a mi consulta. A pesar de tomar un ansiolítico que le ha ayudado a disminuir el grado de ansiedad y de haber descartado problemas orgánicos, afirma no verse capaz de tomar el tren para ir a trabajar. Sólo pensarlo le da el pánico. No mucho tiempo atrás, María estaba muy contenta porque había conseguido el trabajo que deseaba. Sin embargo, ahora se le había venido todo abajo. Después de cuatro meses de desplazamientos cotidianos, se sentía sin fuerzas para volver a coger el tren, imposible de eludir para acudir al trabajo. María no comprende cómo ha llegado hasta ahí. Necesita hablar, entender lo que le pasa. Ante la falta de alternativa de transporte público, se pregunta entre sollozos y abatimiento: "¿Qué hago para tomar el tren?". Mediante el trabajo de elaboración en las sesiones, la pregunta sobre el “qué hago” se transformó en "¿qué puedo hacer?". Ese giro permitirá a María encontrar una respuesta: “Puedo darme tiempo”. En este punto, María recobra un poco de confianza en sí misma al vislumbrar una posibilidad. María empieza dándose tiempo para acudir al destino, es decir, toma el tren con el tiempo suficiente para apearse si es necesario. Se trata de dividir el trayecto en varias etapas. De este modo no cederá al apremio que le impone la ansiedad. La primera semana de retorno al trabajo, efectúa el trayecto en dos etapas. La segunda semana se sorprende a sí misma: el primer día llega a destino sin haberse apeado ni una sola vez. De momento, no es un placer, pero para ella es importante no quedarse atrás y acudir al trabajo. Después de un tiempo, ocasionalmente se encuentra con dificultades, pero aun así realiza el trayecto de una sola vez. Dice: “Aunque lo pase mal, ahora sé que no me voy a morir por eso. Luego, se me pasa y ya está. Antes me asustaba tanto que no podía”. Veamos paso a paso el proceso de elaboración que María ha llevado a cabo a través de la función ordenadora de la palabra, que le permite mediar entre la exigencia de satisfacción inmediata impuesta por la ansiedad y la tarea a realizar. El primer paso fue dar un giro a la pregunta que ella misma se planteaba: "¿Qué hago?". Ante la cual le pregunté: "¿Qué puedes hacer?". A la que ella respondió “Darme tiempo”, sorprendiéndose a sí misma. Ese cambio de planteamiento permitió a María responder desde otra perspectiva, convirtiendo lo imposible en posible. ¿Qué le sucedía a María cuando cogía el tren? Sentía una ansiedad insoportable que se manifestaba con sudores y sensaciones de ahogo y pensaba que le iba a dar algo malo. Para ella, coger el tren daba cuenta de dónde se situaba lo insoportable de la ansiedad. María necesitaba disminuir la intensidad de las manifestaciones corporales para que al menos fueran soportables. Lo consiguió dándose el tiempo necesario, respetando así las condiciones que precisaba para tomar el tren. Si las sudoraciones se presentaban, podía bajar en lugar de exigirse permanecer en el tren a toda costa, lo que no hacía más que aumentar el malestar hasta lo insoportable. Asimismo, María aprendió a manejarse con la ansiedad en lugar de sucumbir en ella. Durante el proceso descubrió cómo se dejaba llevar por la exigencia de inmediatez que caracteriza a la ansiedad y de la cual, al mismo tiempo, pretendía huir por el peligro de malograr su deseo de reconocimiento en el ámbito profesional. María había sorteado siempre el viajar en tren. Sólo cuando no pudo evitarlo se le transformó en un problema. Problema que plantea la lógica de la satisfacción inmediata relacionada con la huida de los efectos devastadores de ésta, permitiéndole, a la vez, entender cómo “fallaba” –como ella misma decía– a su genuino deseo de reconocimiento. A través de mi quehacer profesional, María se puso a trabajar la ansiedad hasta convertirla en agente promotor de avances en su desarrollo personal. Esto ilustra cómo la ansiedad responde a la lógica de lo inmediato –en algunas ocasiones muy necesario–, pero la función ordenadora de la palabra responde a la lógica de la simbolización, de la mediación, de la elaboración, etc., operaciones necesarias para abordar problemáticas que requieren desprenderse de la inmediatez como la que María ha planteado. Algunos consejos en caso de ansiedad De la experiencia del trabajo con María, puedo extraer algunos consejos. Ante el reto de transitar desde el lugar de la respuesta de la satisfacción inmediata hasta el lugar de la respuesta mediada, es decir, elaborada y por lo tanto humanizada, es preciso tener en cuenta las condiciones de posibilidad siguientes: n Consultar con un medico en el caso que la sintomatología física sea muy manifiesta para descartar problemas orgánicos. n Pedir ayuda a nivel de la palabra para poner orden y mediar entre la respuesta impulsiva y la elaborada en lugar de esperar a que pase el malestar. n Ofrecerse la oportunidad de pasar por un proceso de trabajo personal para aprender de la propia experiencia. Y, por último, hay que recordar que de las dificultades personales se pueden hacer habilidades. Rosalina Sicart Pedagoga del desarrollo personal