Las relaciones obrero-patronales en los establecimientos ganaderos

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III Congreso Latinoamericano de Historia Económica y XXIII Jornadas de Historia Económica
Mesa general 10: Mundo del Trabajo
Las relaciones obrero-patronales en los establecimientos ganaderos: el caso
de Tandil (1919-1925)1
Luciano Barandiarán
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional del Centro
[email protected]
Resumen
La presente ponencia realiza una primera aproximación a la caracterización de las
relaciones asalariadas existentes en los establecimientos ganaderos bonaerenses durante las
primeras décadas del siglo XX. Los vínculos entre peones ganaderos y patrones han sido
tradicionalmente abordados desde una mirada política, siendo caracterizados tales lazos como
clientelares y paternalistas, visión compartida por instituciones oficiales y partidarias, así
como gremialistas y académicas.
Para observar tales vinculaciones nos proponemos analizar la naturaleza de los
conflictos producidos en la campaña del partido de Tandil entre 1919 y 1925 que por sus
repercusiones fueron de dominio público. A ello contribuía la opinión y la intervención de
diversos representantes de la autoridad estatal, como la policía, y diversos agentes judiciales,
y de otros actores como vecinos, periodistas, cuyos testimonios contribuyeron a caracterizar
algunos conflictos relevantes suscitados en ese contexto. A partir de los mismos, pretendemos
estudiar si esos hechos se suscitaban por desavenencias suscitadas entre peones y patrones, o
si por el contrario aparecían como la emergencia de problemáticas propias de otros actores. A
partir de un abordaje cuantitativo de fuentes cualitativas (judiciales, legales y especialmente
periodísticas) esperamos iniciar el análisis mencionado para acercarnos a la compleja
configuración de las relaciones sociales de la campaña bonaerense en las primeras décadas del
siglo XX.
1
Agradezco los comentarios y las sugerencias brindados por Mirta Lobato, Enrique Mases y Juan Suriano en la
presentación de esta ponencia durante las XXIII Jornadas de Historia Económica.
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San Carlos de Bariloche, 23 al 27 de Octubre de 2012 - ISSN 1853-2543
1
Introducción
Durante la primera mitad del siglo XX, los trabajadores permanentes pampeanos de
las estancias vinculados con la realización de actividades ganaderas fueron asociados con una
imagen bastante tradicional. Criticada por socialistas y en menor medida por conservadores y
radicales (Barandiarán 2006; 2012), de acuerdo a dicha representación los trabajadores “de a
caballo” entraban cuando se realizaban los comicios en las ciudades y pueblos tras la figura de
su patrón-estanciero (y líder político activo), votaban en masa al candidato que aquel les
ordenaba y posteriormente iban a los comités y clubes partidarios a comer asado y
empanadas, tomar vino, jugar a la taba y a los naipes. Como consecuencia del alcohol y de la
convivencia, las celebraciones solían culminar en riñas que facón mediante generaban heridos
y muertos. La misma escena se repetía en las esquinas y pulperías de la campaña cuando los
“gauchos” disfrutaban de breves momentos de ocio, pues el resto del tiempo lo habrían
pasado trabajando en las estancias.
Se habrían tratado, por ende, de ámbitos plagados de violencia, en los que
predominaban gauchos célibes, obedientes a sus patrones en el espacio laboral, y borrachos y
pendencieros en los ámbitos públicos, apelando al duelo criollo ante la más leve insinuación,
generando regueros de violencia propios de una sociedad rural polarizada entre estancieros y
peones (Slatta 1985).
Si bien pudo basarse en algunos casos reales, tal imagen precisa matices.2 Una
contradicción resulta visible si se compara esa concepción de una sociedad rural violenta, con
otra imagen que concibió a la campaña bonaerense como un espacio caracterizado por un
orden armonioso y sin conflictos. La contradicción no es tan manifiesta si se considera que los
conflictos que se pretendía observar eran manifestaciones colectivas obreras. Fue a comienzos
de la década de 1980 que comenzó a modificarse la imagen de una sociedad rural pampeana
sin conflictos, a raíz de numerosas investigaciones históricas que expusieron diferentes
2
Como sostiene Yangilevich (2011), el consumo de bebidas alcohólicas no puede relacionarse directamente con
los duelos a cuchillo, los cuales no siempre se entablaron con el propósito de matar sino que en general las peleas
finalizaban cuando se lograba herir al contrincante, siendo una forma válida, entre otras, de resolver los
conflictos que se presentaban a diario durante el siglo XIX. Por otro lado, como sostuvo Zeberio (1989), en los
ámbitos de sociabilidad como las pulperías y almacenes generales era en donde solían producirse encuentros
sociales heterogéneos, en los que confluían comerciantes, trabajadores permanentes y transitorios, arrendatarios,
etc., es decir, un mundo rural social y profesional muy heterogéneo.
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2
manifestaciones de conflictividad social, tanto durante el siglo XIX (Slatta 1985; Salvatore
1993, 1997; Fradkin 2003) como en el XX (Ansaldi 1993).3
Este último trabajo en particular fue producto del trabajo de un programa de
investigación que analizó la conflictividad de los obreros rurales de las provincias pampeanas
durante las primeras décadas del siglo XX, obreros en su mayor parte transitorios. Dicho
trabajo originó un debate a partir de la reseña que del mismo hiciera Palacio (1996), que
posteriormente respondió Sartelli (1997) y que cerró nuevamente Palacio (1997). Entre otras
objeciones, este autor señaló que en los artículos allí compilados se utilizó el concepto
“conflicto” sin contemplar las variables cotidianas del mismo, en lugar de las manifestaciones
excepcionales (huelgas, enfrentamientos con la policía, etc.). Proponía al respecto la noción
de “formas cotidianas de resistencia” apelando a Scott (1997), las cuales podrían encontrarse,
entre otras fuentes, en las judiciales. A posteriori realizó esa operación a través del estudio de
expedientes de la Justicia de Paz del Partido de Coronel Dorrego, estudiando la naturaleza de
los conflictos cotidianos y su resolución a partir de la mediación de esa instancia judicial
(Palacio 2004).
Entendiendo que ambos tipos de fenómenos denotan resistencia por parte de los
trabajadores asalariados, este trabajo pretende realizar una primera aproximación a los
conflictos sociales que surgían a partir de las relaciones asalariadas existentes al interior de
los establecimientos ganaderos. Para ello, se abordará el caso del partido de Tandil durante
las primeras décadas del siglo XX. El objetivo es problematizar los vínculos al interior de
dichas empresas, especialmente entre los peones ganaderos y sus patrones. Vínculos que
como ya se mencionó, han sido caracterizados como clientelares y paternalistas, concepción
que se plasmó también en discursos de instituciones oficiales, partidarias, gremialistas y
académicas. Analizaremos los hechos producidos en la campaña tandilense entre 1919 y 1925
que indiquen la existencia de conflictos y que por sus repercusiones fueron de dominio
público. A ello contribuía la opinión e intervención de diversos representantes de la autoridad
estatal, como la policía, y los agentes judiciales; y de otros actores, como vecinos y
periodistas.
3
Los mencionados trabajos sólo son citados a manera de ilustración, pues somos conscientes que la cantidad de
obras que dan cuenta de este fenómeno es mucho más numerosa. Ver al respecto Barandiarán (2007) y Di Grecia
(2007).
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3
En síntesis, a partir de esos casos pretendemos estudiar si los problemas en esos
espacios laborales se suscitaban centralmente entre peones y patrones, o si eran problemáticas
que involucraban a otros actores. A partir de un abordaje cuantitativo de fuentes periodísticas,
y en menor medida del uso de fuentes judiciales y legales, esperamos acercarnos a la
complejidad propia de la configuración de las relaciones sociales que tuvieron como escenario
dicha campaña hacia 1920.
La fuente central que se utilizó en este trabajo fue la columna “Policía” que apareció
en el diario “Nueva Era” (N. E) entre octubre de 1919 (fecha de fundación de dicho medio) y
diciembre de 1925 (última año que hasta ahora hemos relevado). Además de una opción
heurística, nos interesa analizar dicho período, que se encuentra aún dentro del “modelo agroexportador”, pues nuestra intención es comparar en trabajos futuros la naturaleza de tales
relaciones con lo que aconteció en las décadas siguientes, en las cuales aquel modelo habría
entrado en crisis, al igual que la sociedad rural en el que se sustentaba (Palacio 2004). Desde
el punto de vista metodológico escogimos para esta primera aproximación un análisis
cuantitativo para tener una idea general sobre los fenómenos a observar, si bien en futuros
trabajos esperamos complementar el estudio a partir de herramientas cualitativas. El estudio
pretende centrarse en los hechos que denotan relaciones entre obreros y patrones o sus
representantes en establecimientos rurales vinculados al trabajo ganadero. Nuestra hipótesis
de trabajo en torno al problema sobre si existieron manifestaciones de conflicto entre los
peones ganaderos y sus patrones es que los enfrentamientos directos fueron escasos porque las
tensiones se explicitaron a través de otras figuras delictivas.
Como ya se mencionó, el objetivo al apelar a estas fuentes es la de poner en cuestión
la idea de una sociedad rural en apariencia armónica y pacífica. Retornando a Scott (1997), si
bien algunas de esas manifestaciones pueden no ser consideradas conflictos obreros en el
sentido tradicional (a diferencia por ejemplo de huelgas, rebeliones, movilizaciones, etc.), son
prácticas que en su conjunto pueden manifestar disconformidad ante el orden social, como
quema de parvas, corte de alambres o robos. No atacan directamente a sus patrones, pero sirve
para exponer el desacuerdo no a partir de sujetos colectivos sino por acciones grupales o
individuales, hechos a través de los cuales también se puede manifestar el conflicto social
(Palacio 2004) (Di Grecia 2007).
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En principio, analizaremos la estructura de justicia provincial y el lugar que en la
misma tenía la Policía. Luego, las características de la economía tandilense bajo el período en
estudio, en especial su estructura rural. Posteriormente, a partir del análisis de la mencionada
fuente, analizaremos si los casos policiales se vinculaban a delitos contra la propiedad o
contra las personas, y los casos en los cuales hubo conflictos manifiestos entre patrones y
peones.
La estructura judicial bonaerense y la Policía
Tras la caída de Rosas, en 1853 se dividió a la provincia de Buenos Aires en
Departamentos Judiciales, creándose dos juzgados del crimen en los Departamentos del Sur
(Dolores) y del Norte (San Nicolás), además del ya existente en la Capital. En octubre de
1856 se realizó una nueva división, constituyéndose el departamento del Centro (Mercedes).
El Departamento Judicial con sede en “la Capital” tuvo como primera cabecera a la ciudad de
Buenos Aires, y a partir de 1884 se instaló en La Plata. La mayor parte de los partidos del
sudeste bonaerense integraban en ese momento el departamento de la Capital, que hacia 1879
tenía jurisdicción sobre 41 partidos. Además de los partidos cercanos a La Plata (Avellaneda,
Almirante Brown, Ensenada, etcétera), incluía a los partidos del sur y del centro de la
provincia. La posterior creación de los Departamentos Judiciales de Bahía Blanca (1902) y
Azul (1915) recortaron su área de influencia (Corbetta y Helguera; 1984: 21). En el interior de
la provincia entre 1915 y 1955 solamente Tandil continuó formando parte del Departamento
cuya sede se encontraba en La Plata.
En cuanto a la estructura del poder judicial provincial, tras 1880 fue reorganizada a
partir de la ley 1.431, que estableció la fisonomía de la justicia letrada. Se constituyó una
Corte Suprema compuesta por cinco vocales y un Procurador de Justicia. Cada Departamento
Judicial contaría con un Tribunal de Apelaciones compuesto por tres integrantes. La Primera
Instancia se conformaría con un Juez en lo Civil y Comercial, y otro para el fuero Criminal,
con su respectivo agente fiscal. El juez de Primera Instancia era el eje articulador entre las
instancias superiores de Justicia letrada (Cámara y Corte), y los auxiliares de Justicia (Juez de
Paz y Policía) (Van Hauvart; 2005).
En cuanto a la Justicia de Paz, tras la caída de Rosas las autoridades nacionales y
provinciales recortaron paulatinamente muchas de sus funciones, restringiendo a sus
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funcionarios al área judicial. La tendencia se cristalizó con la ley 1853 de Procedimiento para
la Justicia de Paz, sancionada en mayo de 1887, que señaló que los Jueces de Paz eran
“funcionarios exclusivamente judiciales y agentes de los tribunales de justicia” (artículo 14),
siendo nombrados por el Poder Ejecutivo a propuesta de una terna elevada por las autoridades
municipales (artículo 12). Los jueces de paz debían ser ciudadanos mayores de 25 años,
contribuyentes, y con residencia de por lo menos 2 años en el distrito, debiendo saber leer y
escribir. Es decir que a diferencia de la Justicia de Primera Instancia no había que ser
abogado, siendo el cargo gratuito y obligatorio. El artículo 21 de la ley establecía la
jurisdicción de la Justicia de Paz, delimitándolas en los conflictos civiles y comerciales hasta
los 1000 pesos, y en asuntos correccionales en los que la pena no excediera los 500 pesos de
multa o un año de detención. Si se superaban esos valores, las causas se remitirían al Juzgado
de Primera Instancia, actuando la Justicia de Paz como sumariantes, igual que en los delitos
graves (Códigos de la República Argentina; 1927: 1648-1661). Por ende, hacia 1920 la
Policía era agente auxiliar de la Justicia de Primera Instancia, y la mediadora entre los
ámbitos judiciales y la sociedad.
Su historia a nivel provincial era bastante reciente. Desde la separación con la policía
de la Capital Federal en la década de 1880 hasta finales de la década de 1920, en la policía de
la provincia de Buenos Aires circuló un repertorio de medidas reformistas (escuelas de
formación, reorganización de la estructura, plan de carrera, etc.) que no se concretaron o
tuvieron corta vida. Durante la década de 1920, la policía bonaerense fue un instrumento
maleable y de relativa efectividad al servicio de los gobiernos de turno, siendo conocida como
la policía brava. Dirimía localmente su espacio de poder a través del ejercicio de una
autoridad fuerte y que frecuentemente recurría a acciones extrajudiciales para la resolución de
los conflictos, a cuenta y riesgo de sus propios apoyos políticos. En las décadas posteriores,
dicha policía se transformó en dura, articulada en toda la provincia de forma vertical, y con el
aval explícito de las autoridades reprimió sistemáticamente la protesta social y la disidencia
política, contribuyendo a posteriori, junto a otros actores políticos y militares, a crear las
condiciones para la instalación del terrorismo de Estado en la Argentina (Barreneche 2010).
En Tandil, durante las primeras décadas del siglo XX la base de la estructura policial
en el Partido fue la comisaría local ubicada en el centro de la ciudad. Una sub-comisaría se
ubicaba en la zona rural, en María Ignacia, Estación Vela, cuya dotación integraban un
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subcomisario a cargo, un escribiente, un dragoneante y 5 vigilantes. También existían
destacamentos policiales en distintas estaciones del Partido, también ubicadas en la campaña
(Estación Iraola, Estación De la Canal, Estación Gardey y Estación Azucena), y en las que
había un solo vigilante. En el destacamento de Cerro Leones había dos vigilantes y en el de
San Luis había cuatro 4 guardianes cárceles, lugares donde se extraía piedra y en
consecuencia había obreros anarquistas que solían realizar manifestaciones obreras que la
policía pretendía conocer y eventualmente controlar (Memoria 1913). A posteriori se creó otra
sub-comisaría en el barrio de la Estación, en el norte de la ciudad.
Las extralimitaciones y falta de cumplimiento en el deber por parte de la policía brava
eran denunciadas constantemente por parte de la prensa local, haciéndose eco de
presentaciones contemporáneas en la legislatura bonaerense sobre vejaciones que la policía
llevaba a cabo, especialmente algunos de sus agentes.4 La prensa cuestionaba que empleados
de policía y agentes desconocieran los procedimientos a seguir, pudiéndose explicar eso en
que las designaciones de los mismos se basaban en recomendaciones personales y no en sus
antecedentes o en su preparación para el trabajo, produciéndose en ocasiones abusos ajenos al
derecho policial.5 En parte esa descripción también debe considerar algunos elementos que
podían atenuar la fidelidad al trabajo por parte de aquellos agentes; en principio, sus sueldos
eran muy bajos: hacia mayo de 1920, por ejemplo, mientras que el precio de una vaca rondaba
los 100 pesos, un policía ganaba 81 pesos por mes.6 Además, las dotaciones policiales no
crecían al ritmo de la población, siendo necesaria una reforma.7 Como ya se mencionó, solo
se haría efectiva a nivel provincial en las décadas posteriores (Barreneche 2010).
En ese contexto, no es llamativo que parte de la sociedad rural interesada en que el
delito (en especial el abigeato) disminuyera, contribuyera con su dinero y sus bienes para que
la policía recorriera la campaña. Así, por ejemplo, en octubre de 1919 el meritorio de policía
Alfredo Quintana salió a recorrer el campo del Partido, teniendo además la misión de recoger
en varia estancias los caballos donados por algunos hacendados a la Policía provincial.8 Tales
medidas no parecían cubrir la demanda de policía en el campo por parte de propietarios y
dueños de ganado para que disminuyera el robo de animales, la carneada de los mismos, etc.
4
Por ejemplo N. E., “Los abusos policiales”, 23/01/1925.
N. E, “El personal de policía”, 11/01/1924.
6
N. E., 07/05/1920.
7
N. E., “Policía de la provincia. Escasez de personal”, 19/08/1922.
8
N. E., 24/10/ 1919.
5
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Así por ejemplo, el primero de octubre de 1921, debido a “las continuas incursiones nocturnas
de las personas amigas de lo ajeno” se mencionó la idea de crear un cuerpo de rondines para
el servicio de las campañas en la zona rural, medida que finalmente no se concreto. 9 Si se
lograron tomar medidas más efectivas en junio de 1922, cuando de acuerdo con órdenes
recibidas desde la superioridad, el subcomisario Allan dispuso que todos los meses desde el
primero hasta el día 15 recorriera la campaña un rondín a cargo de un empleado y del 15 al 30
otro a cargo de un agente, los cuales deberían prestar especial vigilancia en los deslindes del
Partido.10 Sin embargo, hacia febrero de 1925 la reglamentación que obligaba a recorrer la
campaña parecía haber caído en letra muerta, pues no se cumplía y se desconocía la existencia
de resoluciones posteriores que dejaran sin efecto dichas recorridas, culpando “Nueva Era” a
la desorganización de la fuerza policial por dicha inactividad.11
La economía tandilense
En este apartado señalaremos algunas características de la economía de la ciudad bajo
el período de estudio, para contextualizar mejor la naturaleza de las relaciones sociales a las
que haremos referencia en el trabajo.
Hacia 1880 comenzó en la ciudad de Tandil una etapa de crecimiento semejante al que
experimentó la región pampeana. Tal proceso se basó en la producción rural, principal
actividad económica de la ciudad desde su creación en 1823. Al igual que otros pueblos
rurales pampeanos, el crecimiento también se debía a que era un centro de abastecimiento de
bienes y servicios para el sudeste de la provincia de Buenos Aires, siendo su área de
influencia mayor que la del partido (Miguez; 1987: 351). Además de su esfera productiva, la
intensificación de la demanda regional de bienes y servicios facilitó la expansión de intereses
administrativos, financieros y comerciales.
9
N. E., “Creación de un cuerpo de rondines para la zona rural”, 01/10/1921.
N. E., “Rondines a la campaña”, 03/06/1922. La iniciativa se parecía a una anterior, experiencia cuya
diferencia radicaba en que había sido sostenida por los vecinos de la zona rural, la cual había permitido que
también hubiera policía en la ciudad sin descuidar el cuidado de esta. N. E., “Vigilancia policial. Las
contribuciones vecinales”, 28/06/1922. La iniciativa de la que hablamos tuvo lugar bajo la intendencia de
Antonio Santamarina, miembro de una de las familias más poderosas del país. Hacia febrero de 1916 se inauguró
un Cuerpo de Gendarmería Rural por iniciativa del Inspector de Policía Antonio F. Moliandi, “costeado con la
contribución de los hacendados y vecinos”, lo cual redundaría en “una obra de positivo provecho para la
seguridad de los hacendados y represión del cuatrerismo”. Ver Libro de Actas del Honorable Concejo
Deliberante, 1914-1921, sesión extraordinaria 06/05/1916, folio 106.
11
N. E., “Por los dominios policiales. Las recorridas por la campaña”, 20/02/1925.
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A Tandil, ciudad cabecera del partido, el arribo del ferrocarril en 1883 le posibilitó una
mayor integración de la producción local (tanto minera como agrícola) con los mercados
nacionales e internacionales, intensificando además la llegada de contingentes inmigratorios.
Desde el punto de vista social implicó la incorporación a Tandil de las familias de los
trabajadores del Ferro Carril del Sud, surgiendo hacia el norte de la ciudad el barrio de la
Estación, pues al igual que las familias de los obreros de las canteras los ferroviarios se
asentaron en las inmediaciones de sus lugares de trabajo (Spinelli y Zeberio; 1983: 179-183).
Fueron los gremios vinculados a actividades secundarias y terciarias localizadas de
manera predominante en el medio urbano los que más tempranamente surgieron. Organizados
en los primeros años del siglo XX, los panaderos, sastres y costureras, tipógrafos y canteristas
formaron sociedades de resistencia. Paralelamente aparecieron en la ciudad numerosos
talleres artesanales -herrerías, carpinterías, talabarterías, sastrerías, etc.- y formas muy
rudimentarias de industrias, tales como fábricas de fideos, licores y chacinados; molinos
harineros y hornos de ladrillos. Entre 1860 y 1914, a raíz de las actividades mencionadas y
otras como jabonerías y derivados de la leche, Tandil experimentó un importante crecimiento
económico. Sin embargo, con respecto a la demanda de mano de obra las actividades
económicas más importantes fueron la agricultura y la minería.
Tal demanda comenzó a declinar hacia 1920 y 1930, al verse afectadas la industria
minera, perturbada por innovaciones técnicas (el reemplazo del adoquín por el hormigón en
los planes de obras públicas); la agricultura sufrió el impacto de la crisis del ‟30: al igual que
en otras coyunturas, los propietarios de tierra se volcaron hacia la ganadería para disminuir los
riesgos económicos, al ser una actividad que requería menos cantidad de mano de obra y que
era más estable que la agricultura. Conviene recordar que bajo nuestro período de análisis,
como ha observado Sábato (1993: 37), entre 1918 a 1921 y entre 1926 y 1929 fueron años
buenos para la agricultura y relativamente malos para la ganadería, en tanto disminuyó la
demanda de carne al finalizar la Primera Guerra Mundial, lo que también se reflejó en la
prensa del período.12
La campaña tandilense presentó una ocupación muy temprana, vinculada a la
fundación en 1823 del Fuerte Independencia. Dividida en 12 cuarteles rurales, en el cuartel VI
se localizaron los pueblos rurales más grandes del partido (Gardey y Vela) después de la sede
12
N. E., “La crisis ganadera”, 25 de agosto de 1923.
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de su cabecera, la ciudad de Tandil, nucleados ambos alrededor de sus respectivas estaciones
ferroviarias. También existían otros núcleos de población alrededor de estancias, empresas
lácteas y canteras, así como en las restantes estaciones ferroviarias del partido. Hacia 1920, la
actividad agrícola impulsó el crecimiento de las futuras empresas metalúrgicas, pues las
mismas y los pequeños y medianos talleres eran subsidiarios de la renovación tecnológica que
había llegado al campo durante la década de 1920, dedicándose a mantener en funcionamiento
máquinas agrícolas que habían quedado obsoletas.
Considerando la importancia de su producción pecuaria, es preciso contemplar la
cantidad de ganado existente. Hacia 1908 en el Partido de Tandil unos 864 propietarios
poseían 281.340 vacunos, 744.701 ovinos, 42.898 equinos y 6.741 porcinos (Censo 1908). En
1915, de acuerdo a las cifras del Censo Ganadero Permanente, en Tandil había 354.027
vacunos, 328.087 lanares, 15.489 porcinos y 60.989 yeguarizos (Memoria 1915), mientras
que en 1919 eran 424.896 vacunos, 425.045 lanares, 49.209 equinos y 13.042 porcinos
(Memoria 1919). Sin dudas como ya se mencionó esos cambios se vinculaban con las
oscilaciones que provocaba el mercado internacional con respecto a la demanda de carne y
lana en el caso de vacunos y ovinos, y de cambios internos con respecto a porcinos y equinos,
en tanto la mayor parte de los mismos se vinculaban con el consumo y el transporte interno.
En cuanto al personal que trabajaba en los establecimientos donde dichos animales se
criaban, hacia 1908, 729 personas estaban ocupadas todo el año en actividades agrícolas,
mientras que 1.373 lo hacían durante la cosecha, siendo en total de 2.102 personas, la mayoría
de las cuales eran hombres (1.825 sobre 129 mujeres y 148 niños). En cuanto a la ganadería,
3.147 se ocupaban en forma permanente, 2.608 lo hacían en la esquila y 516 en otros trabajos,
siendo en total de 6.271 personas, la mayoría de los cuales también eran hombres (5.184 sobre
763 mujeres y 324 niños) (Censo 1908). El Tercer Censo Nacional de Población no dividió al
personal ocupado en actividades agrícolas y ganaderas, sino que contabilizó el personal
ocupado en explotaciones agropecuarias que vivían en los establecimientos, dividiendo a los
que integraban la familia del responsable (4.026 personas) y a los empleados y peones (un
total de 3.241 personas), siendo en total 7.267 personas (Censo 1914).13
Dos observaciones podemos hacer con respecto a estas cifras, si bien en ambos censos
no se está considerando lo mismo: en principio, parece haber habido más trabajadores en 1908
13
Los “familiares del Director” eran 1.322 hombres, 1.093 mujeres y 1.611 niños, mientras que los empleados
eran 2.140 hombres, 430 mujeres y 671 niños (Censo 1914).
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(un total de 8.373 personas) que en 1914 (7.267 personas). En segundo lugar, y quizás sea
más significativo en tanto son cifras del mismo censo, la proporción del personal ocupado en
actividades rurales hacia 1914 representaba el 40 % de la población rural, y el 21 % de la
población total del Partido de Tandil.
Esta población rural disminuyó en los años posteriores: hacia 1947, el 57 % de los
habitantes del partido residían en la ciudad. A pesar de existir numerosos pueblos y estaciones
ferroviarias que aglutinaban a buena parte de la población rural, esta disminuyó fuertemente
durante los últimos decenios de la primera mitad del siglo XX. Tendencia visible a nivel
nacional y local, mientras que el porcentaje de la población rural disminuyó en Argentina del
47,3% en 1914 al 37,5% en 1947, en Tandil el cambio implicó la disminución del 54%
(18.391 habitantes rurales sobre un total de 34.061) al 38,95% (22.047 y 56.603
respectivamente), observándose un aumento absoluto de la población rural pero una fuerte
disminución desde el punto de vista relativo (Censo 1947).
Fue en un contexto con mucha población animal y humana en el campo tandilense
donde se manifestaron los conflictos sociales que analizaremos a continuación.
Los casos registrados (1919-1925)
En anteriores trabajos hemos intentado acercarnos a los trabajadores permanentes de
las estancias a través de diversas vías, los cuales tuvieron menor impacto público que los
trabajadores transitorios, protagonistas de los conflictos manifiestos en especial durante
ambas coyunturas de posguerra (Ansaldi 1993) (Lattuada 1986) (Mascali 1986). Hemos
estudiado por ejemplo la concepción de los mismos por parte del Partido Socialista y las
estrategias desarrollada por dicho partido para acercarse a los mismos (Barandiarán 2006;
2010; 2012); las políticas elaboradas en el período de entreguerras por el gobierno bonaerense
y a posteriori por el Estado nacional para mejorar la calidad de vida y de trabajo de dichos
trabajadores, al igual que las reacciones que provocaron (Barandiarán 2008; 2009; 2011). Y
su relación y acceso a la justicia de primera instancia para solucionar sus conflictos laborales,
tanto por parte de los trabajadores como de sus familiares en aquellos casos en que las
consecuencias de los accidentes resultaron fatales (Barandiarán 2007; 2010 b; 2011b).
A partir de un trabajo anterior a través del cual analizamos la relación de la policía con
los trabajadores transitorios (Barandiarán 2006b), en este trabajo hemos pretendido acceder a
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los trabajadores permanentes a través de la información suministrada por la Policía de la
ciudad de Tandil al diario “Nueva Era” en sus primeros años. Al igual que toda fuente, esta
presenta una serie de ventajas y desventajas.
1) Por un lado, es el único diario del período que se editaba diariamente (el diario “El Eco de
Tandil”, también conservado, solo se editó durante buena parte de este período los días jueves
y viernes).
1) Con respecto a las fuentes judiciales, que como ya se mencionó hemos analizado en otros
trabajos, muchos de los casos contemplados en la prensa no llegaron a la instancia judicial,
por numerosas razones: acuerdos entre las partes, falta de pruebas sobre la culpabilidad de un
sospechoso, aparición de animales presuntamente robados, etc.
2) A pesar de su resolución abierta, sin embargo, las noticias de los diarios contienen como
elemento positivo su inmediatez, es decir, se publicaba rápidamente tras conocerse el hecho
en cuestión, registrando las primeras impresiones sobre los casos, mientras que en un
expediente judicial el tiempo transcurrido desde que se produjo el hecho hasta su tratamiento
judicial implica mayor cantidad de mediaciones.
2) La mayoría de las veces, en la fuente con la que aquí trabajaremos, las mismas era
producida por la policía al realizar los sumarios (en contadas ocasiones observamos que eran
rumores que llegaban al diario o información que allí se elaboraba), lo cual implica que desde
su misma realización contenía la concepción de las fuerzas del orden con respecto a esos
hechos. Es importante considerar este último punto, pues la mirada sobre las acciones
protagonizadas por los trabajadores agrarios que aquí analizaremos fue construida desde sus
inicios por los encargados de su dominación (Scott 1997); y reproducida en un medio de
tendencia radical, es decir que simpatizaba con las acciones del gobierno nacional, provincial
y local, lo que significa que, en general, sus desavenencias para con la acción policial se
vinculó con los agentes de la misma y no con los que la dirigían desde la ciudad de La Plata.
3) Finalmente, otra característica de esta fuente es que en ocasiones las noticias sobre un
mismo caso eran cubiertas a lo largo de muchos días, por lo cual es necesaria una lectura
atenta de la fuente para no cometer errores en su cuantificación.
Una síntesis de lo desarrollado puede observarse en el siguiente cuadro:
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Cuadro 1: Clasificación de contravenciones (Tandil, 1919-1925)14
Contravenciones contra las
191915
1920
1921
1922
1923
1924
1925
Total
Lesiones
4
11
6
10
19
20
22
92
Homicidio/ Asesinato
1
2
0
5
3
5
6
22
Muerte natural
1
0
2
0
4
2
0
9
Accidente/ muerte accidental
2
1
2
8
18
10
4
45
Rapto/ fuga de menor
0
0
1
0
0
0
0
1
Suicidio
0
1
1
0
5
2
3
12
Violación
0
0
0
0
0
1
0
1
Total
8
15
12
23
49
40
35
182
Abigeato/ Animales carneados
11
23
39
34
13
43
51
214
Robos
2
6
13
13
10
14
11
69
Incendio campo
0
1
1
2
2
2
1
9
Total
13
30
53
49
25
59
63
292
Abuso de autoridad
0
0
0
0
0
1
1
2
Desacato
0
0
0
6
3
0
0
9
Total
0
0
0
6
3
1
1
11
personas
Contravenciones contra la
propiedad
Contravenciones contra el Estado
Como allí puede observarse, llama la atención la mayor cantidad de casos vinculados
con hechos que afectaron a la propiedad (60%) con respecto a las personas (38%), ocupando
un lugar relativamente marginal los casos contra el Estado (2%). El hecho de que en la
segunda mitad del siglo XIX (si bien considerando como fuentes los expedientes de Primera
14
Elaboración propia en base a datos extraídos del diario Nueva Era (octubre de 1919 a diciembre de 1925). La
clasificación de los hechos, si bien se basa en la propuesta por Salvatore (1997), presenta modificaciones en
tanto no hay un nombre explícito para cada caso como sucede con la caratula de los expedientes judiciales; y en
tanto se trata de una primera aproximación se han unificado diferentes delitos en tres grandes categorías (contra
las personas, contra la propiedad y contra el Estado), incluyendo en las mismas a las vinculadas contra el orden
público. Pretendemos en un futuro cercano delimitar mejor los datos y las categorías. En lugar de delitos
preferimos utilizar el término contravención, en tanto como ya se mencionó, no todos los casos lo fueron. En
total son 485 casos.
15
La información para el año 1919 solo contempla tres meses (octubre a diciembre), en tanto el primer ejemplar
del diario “Nueva Era” se editó el primero de octubre de 1919.
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Instancia y un área que involucraba a muchos partidos del sudeste bonaerense),16 la mayor
cantidad de causas judiciales se refirieron a ataques contra las personas (77,5%), ocupando los
ataques contra la propiedad privada solo el 16,4% (Yangilevich 2011), podría estar indicando
o una menor violencia interpersonal o un crecimiento del número de ataques contra la
propiedad.
Con respecto a la violencia interpersonal la misma continuó siendo elevada, si se
considera que la suma de homicidios y lesiones, que generalmente seguían originándose en
ámbitos de sociabilidad (Yangilevich 2011), alcanza casi al 63% de la categoría
“contravenciones contra las personas”.
La otra suma importante son 45 accidentes, gran parte de los cuales tenían relación
con esa violencia, en tanto 20 se produjeron por heridas realizadas con el cuchillo al trabajar o
al dispararse un arma sin querer. Ello implicó que de los 19 accidentes fatales registrados, 10
se produjeron por el mal uso de las armas. La portación de armas era un fenómeno recurrente,
tanto en la ciudad como en la campaña, que también se asociaba a viejas prácticas de la
campaña (Yangilevich 2011). Si bien el uso del cuchillo tenía una larga tradición en la
campaña bonaerense en tanto era usado con múltiples propósitos, uno de los cuales era como
herramienta de trabajo especialmente en las faenas ganaderas, a posteriori llama la atención el
mayor uso de armas de fuego, en especial escopetas y revólveres. Al respecto, la prensa no
cejó de solicitar que su uso disminuyera: no se terminaría con su abuso “por el espíritu de los
bravucones”, pero si se limitarían los episodios desgraciados de origen ocasional como los ya
comentados.17
En cuanto a las “contravenciones contra la propiedad”, como puede observarse en el
cuadro, el 73 % se refería al abigeato y a otras prácticas vinculadas al mismo delito, como
animales carneados, robo de cueros, corte de alambrados, etc. Un segundo lugar, no menos
relevante, fue el de robos de otros objetos en los establecimientos de campo (24 %),
observándose una baja cantidad de incendios (3%). Sin dudas el abigeato era un delito que la
opinión pública observaba como el más común y de difícil erradicación, debido a sus
16
Para realizar una comparación con lo que aconteció antes debimos remitirnos a lo que aconteció en la segunda
mitad del siglo XIX en el sudeste de la provincia de Buenos Aires porque no hemos encontrado información con
respecto a Tandil durante las dos primeras décadas del siglo XX en lo referente a estadísticas sobre delitos y
contravenciones.
17
Ver por ejemplo, N. E., “Simpático proyecto. Sobre la portación de armas”, 12/07/1923; “La portación de
armas”, 06/12/ 1923; “El peligro de la portación de armas”, 26/08/1924; “Dolorosas comprobaciones. El uso y
abuso de armas de fuego”, 27/10/ 1924.
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características, delito presente a lo largo de todo el siglo XIX. Notas periodísticas sobre el
tema aparecieron en la prensa de forma recurrente a lo largo del período bajo estudio,
señalando las vinculaciones de los autores de los delitos con diferentes actores, tanto
carniceros como propietarios y agentes policiales,18 lo cual por cierto tampoco era una
novedad considerando las prácticas anteriores que habían tenido lugar en la campaña
bonaerense (Yangilevich 2008) y que seguirían produciéndose hasta hoy.
Algunos hechos son interesantes de remarcar por el marco en el cual se produjeron.
Así, por ejemplo, en el contexto de la agitación agraria que protagonizaron los trabajadores
rurales transitorios en la primera posguerra (Ansaldi 1993), la prensa señalaba que los
incendios de campo solía producirse por las chispas que arrojaban las locomotora y los
cigarrillos que tiraban los pasajeros, pero que por los conflictos obreros el incendio de 1920
por ejemplo podía ser intencional.19
En este período la ley escrita ya estaba en condiciones de hacerse completamente
efectiva, a diferencia de lo que había acontecido en el siglo anterior, en tanto el Estado habría
logrado hacer cada vez más efectivo su control e imponer las normas a la población
(Yangilevich 2011). Sin embargo, algunas prácticas que se consideraron ilegales desde la
norma continuaron realizándose bajo el período en estudio. Así, por ejemplo, a principios de
1920 los conductores de carros Clemente Pérez, Antonio Gómez y Pedro López pretendieron
abrir un alambrado que era propiedad de Blas Jacobo Larson Bille para cargar ladrillo en las
cercanías.20 Si bien aparentemente el medio está en contra de ese hecho, es posible todavía
encontrar hacia 1924 argumentos a favor del corte de alambre cuando cortaba el paso de un
sujeto:
“…Ningún dueño o arrendatario de campos con caminos adyacentes a su propiedad, tiene el derecho
de protestar contra la rotura de sus alambrados. El derecho del camino corresponde por entero al viandante.
Porque en todos los casos los caminos impracticables son una consecuencia directa del abandono de los
18
Se pueden citar al respecto a modo de ejemplo las siguientes editoriales y columnas, todas extraídas del diario
N. E.: “La matanza de vacas”, 16/04/1924; “El asunto de las carnicerías clandestinas”, 29/04/1924; “Las
carneadas”, 29/05/1924 y 17/06/1924; “Un caso típico. El porqué de los robos de hacienda”, 17/10/1924; “Notas
locales. Abigeatos y carneadas”, 30/10/1924; “Los abigeatos”, 17/09/1925; “Los robos de haciendas”,
22/09/1925; “Los robos de hacienda. Sus vergonzosas concomitancias”, 21/11/1925; “El cuatrerismo”,
26/11/1925.
19
“El Eco de Tandil”, “Incendios”, 08/01/1920.
20
“El Eco de Tandil”, “Como en su casa”, 08/01/1920.
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propietarios de los campos linderos, que se desentienden por inmoralidad o por el egoísmo de las imposiciones
del progreso y beneficio comunes…”.21
O la costumbre de dejar el cuero del animal que se mataba para alimentarse a su
dueño, lo que en el siglo XIX había estado permitido pero que ya en el siglo XX podía
conducir a la comisaría a sus autores, acusados de “cuatreros”.22
Los conflictos directos entre peones y patrones
Sobre un total de 485 casos, los enfrentamientos directos entre trabajadores ocupados
en actividades ganaderas y sus patrones, sus representantes o sus familiares entre 1919 y 1925
solo se produjeron en 11 ocasiones, es decir, un 2 % del total. Analicemos en profundidad
tales hechos, extraídos de los apartados “Lesiones” y “Homicidio/ Asesinato”, de la categoría
“contravenciones contra las personas” del cuadro anterior.23
Solamente en un caso el conflicto involucró a un arrendatario (en este caso a su
familia), pues la mayor parte de los hechos sucedieron en grandes estancias, y los que hacían
las denuncias ante la policía eran los mayordomos o encargados de las mismas, si bien
también existieron enfrentamientos entre peones y patrones.
En principio, a veces el objeto de la violencia no fue el patrón sino su familia, cuestión
que en esta pequeña muestra sucedió en dos ocasiones.
El 24 de junio de 1924 el mayordomo de la estancia “Lonacepín” Bautista Laugá, se
presentó a la comisaría para hacer una denuncia en representación del propietario Ambrosio
Coira. En un tambo que allí explotaba F. Sotelo en sociedad con Coira, se encontraba presente
un ex-peón de Sotelo llamado Valentín Zizarazo, también llamado “Ochoa”. Al ausentarse su
ex-patrón del tambo, Zizarazo escondió a los tres hijos de Sotelo en un galpón y
posteriormente apuñaló en 11 ocasiones a la mujer de aquel, Juana Escudero, asesinándola. Si
bien en el momento se adujo que posiblemente el asesino presentaba sus facultades mentales
alteradas, posiblemente fue una venganza por el trabajo perdido o posiblemente cierta
atracción hacia la mujer no respondida lo que lo llevó a cometer esa acción.
21
N. E., “Un tema de interés. La facultad de cortar alambrados”, 14/04/1924.
Así, por ejemplo, en 1919 en un campo del cuartel 3 le carnearon a José M. Quilchang 6 ovinos, llevando la
carne y dejando los cueros. Ver “El Eco de Tandil”, “Cuatrerismo”, 17/09/ 1919.
23
Salvo que se mencione lo contrario, la fuente de donde se extrajo estas noticias en todos los casos es el diario
“Nueva Era”.
22
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16
El otro caso se había producido dos años antes. El 9 de febrero de 1922, en un campo
arrendado por Ándres Martiarena ubicado a 10 leguas de Tandil, su peón Agapito Otazú llevó
a pasear en la chata a las cuatro hijas de aquel (de entre 4 y 13 años). Recorridos unos 700
metros, el hombre comenzó a gritar “¡Estamos perdidos! ¡Coman caramelos! ¡Ahora mato a
todos: primero ustedes, luego los caballos y después yo!”, y atacó con un cuchillo a las
menores, una de las cuales falleció a raíz de las heridas recibidas. Luego Otazú se suicidó con
una escopeta, hecho ante el cual el diario Nueva Era adujo nuevamente “impulsos por un
ataque de enajenación mental”.
En ambos casos, que conmovieron a la opinión pública tandilense, los patrones no
estaban presentes, centrándose el daño sobre sus familias y afectándolos directamente a ellos.
Sin embargo, los conflictos solían surgir por una pelea directa entre el peón y la parte
que representaba al patrón. Así, por ejemplo, en octubre de 1919 en la estancia “Ramón I”, el
peón Domingo Núñez fue atacado por el capataz Andrés Neiro, sufriendo lesiones leves en el
rostro. El primero de diciembre del mismo año, el encargado del establecimiento de Roberto
Hardié, Rudecindo Venegas, fue a la comisaría en calidad de detenido por que había
asesinado en aquel lugar al peón Teófilo Barrera. En febrero de 1924, en el campo “Santo
Domingo”, ubicado en el cuartel 12 del partido, el capataz Miguel Ballende disparó dos veces
contra el peón Luis Saliture, produciéndole lesiones leves. El acusado se fugó pero al otro día
se presentó en la comisaría. En febrero de 1925, en un campo cercano a Vela, Francisco
Farinelle agredió con cuchillo a Norberto Sarlangue mientras administraba el campo de su
padre, huyendo sin ser detenido. En otra ocasión el enfrentamiento estuvo latente: el 6 de
agosto de 1924, en un campo ubicado en el cuartel 5, Juan Marino denunció que encontró
escondido bajo su cama a su peón Marcos Ocampo, quién en su opinión pretendía asesinarlo,
por lo cual lo denunció. En diciembre de ese año Ocampo fue absuelto del delito de violación,
por lo cual posiblemente sus intenciones no habían sido las de asesinar al patrón como este
pensó en un primer momento.
Finalmente, encontramos cuatro casos en los cuales los patrones se enfrentaron
directamente con sus peones. El 10 de enero de 1920, en un campo localizado en el cuartel 4
del partido, el patrón Jesús Vázquez fue atacado por su peón Pantaleón Armando, quién le
ocasionó lesiones en la mano derecha, la cabeza y el brazo izquierdo, hecho que finalizó
cuando la esposa de Vázquez disparo un arma para atemorizar al agresor. En marzo de 1922,
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17
en un campo cercano a Lobería, Domingo Di Lorenzo fue atacado por su ex-peón Isidoro
Fuentes, quién lo agredió armado con cuchillo y revolver, defendiéndose con el cabo de una
horquilla, siendo ambos detenidos. En febrero de 1923, el patrón Silvano Villanueva,
aparentemente “jugando de manos” con su peón Julián Domenique, le infringió heridas de
cuchillo en la mano derecha. En enero de 1924, en el establecimiento de Rendon localizado en
el cuartel 12, su peón Julio Tisera agredió con su cuchillo al hijo del patrón y cuando quiso
acuchillar a su patrón Eduardo Rendon, este se defendió disparando su revólver, siendo ambos
detenidos e interviniendo el juez del crimen.
Si bien menos frecuentes que los enfrentamientos abiertos entre peones (la mayoría de
los casos encasillados en la categoría “Lesiones” y “Homicidios/ Asesinatos” del cuadro
anterior representan casos de ese tipo), las peleas directas entre aquellos, y sus patrones y/o
sus representantes en los lugares de trabajo continuaron produciéndose más allá del período
bajo estudio.24
Primeras conclusiones
Siendo la primera aproximación al problema, creemos que estas primeras conclusiones
precisan aún un análisis más profundo, en especial considerando la información de otras
fuentes, como otros medios de prensa y fuentes judiciales. Por ende, las siguientes ideas que
desprendemos de este estudio necesitan mayor corroboración.
Slatta mencionó que la conversión del gaucho al peón implicó que la relación
estanciero-peón fuera más formal, impersonal y económicamente racional, siendo la jerarquía
administrativa más rígida; peón –de a pie y de a caballo-, capataz -que conocía la letra del
Código Rural y controlaba el trabajo y los hábitos sociales para lograr una mayor eficacia
laboral-, mayordomo y propietarios habrían conformado la estructura típica de la estancia
24
Un ejemplo final: hacia fines de la década de 1920, en el campo de Fernández Tasende ubicado en la estación
Fultón, Francisco Fernández Gómez mató a su peón Manuel Aspeteguía, el cual tenía malos antecedentes. De
acuerdo al testimonio de Fernández Gómez, había contratado los servicios de Aspeteguía como peón de su
establecimiento, debiendo empezar a trabajar el 21 de noviembre por la mañana en el tambo. Al mismo tiempo,
despachaba al peón que tenía, José Hoyos, que había trabajado en el establecimiento 20 días. Pero Aspeteguía no
fue a trabajar el día indicado y se fue a un almacén con Hoyos. Al llegar Fernández con la leche a la fábrica,
Apesteguía lo atacó con un rebenque y luego con un cuchillo, ante lo cual Fernández se defendió con un
revólver, provocándole heridas fatales. Diario “Tribuna”, 23/11/1929. Sin dudas motivos anteriores pueden
explicar tales reacciones, así como el conocimiento previo con el otro peón o su solidaridad con el mismo tras
ser despedido. Lo interesante del caso es que confluyen los dos espacios en los que generalmente se producían
estos conflictos, es decir, los lugares de trabajo y de sociabilidad.
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18
moderna, caracterizada por una mayor distancia social entre los peones y los administradores
de la empresa (Slatta; 1985: 83-85).
Posiblemente ese argumento puede ayudar a explicar la baja tasa de conflictos
suscitados entre peones y patrones o sus representantes al interior de las estancias. Sin
embargo no acontecía lo mismo en los espacios de sociabilidad, en los que las cantidad de
peleas (ya no solo a facón como en el siglo XIX sino también con ese elemento, rebenque y/o
revólver) registradas fue mayor, y en los que las fuentes no describían con mayor detalle la
relación que unía a los contrincantes, espacio por ende en el que los enfrentamientos entre
peones y patrones pueden haberse también producido. Otra posible respuesta es que no todos
los conflictos llegaban ni a la policía ni al diario, y que incluso algunos de los casos
analizados finalmente se produjo después de cierto tiempo de ser contenida la tensión.
Una cosa es segura, y es que al menos a nivel explícito la cantidad de conflictos
directos entre los trabajadores permanentes ganaderos y sus patrones al interior de las
estancias fue escasa en términos cuantitativos. Pero también lo es que los delitos contra la
propiedad eran muy numerosos. Posiblemente era a través de esa vía, por cierto indirecta, que
los trabajadores saldaban cuenta con sus patrones en lugar de enfrentamientos abiertos, en los
cuales, además de arriesgar la vida, también se podía perder el trabajo en un mercado
capitalista que si bien se presentaba moderno, seguía aunando la costumbre de conocer la
fama del sujeto trabajador con la decisión final de contratarlo.
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Bibliografía General
Fuentes
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Discursos, políticas y corporaciones en la Argentina, 1870-2000, Buenos Aires, Prometeo
Libros.
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-------------------------------- (2011b) “La Justicia de Paz ante los accidentes de trabajo rurales:
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------------------------------------- (2012) “El Partido Socialista bonaerense y los trabajadores
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Sitio web: http://www.aahe.fahce.unlp.edu.ar/Jornadas/iii-cladhe-xxiii-jhe/
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