TEXTO 4: B.Russell Un empirismo estricto en imposible porque aunque nuestro conocimiento es inferencial, no tenemos, sin embargo, una justificación precisa de los principios de inferencia que utilizamos. Más bien se trata de principios apriorísticos ligados al hábito. Este es el límite del empirismo, que, como doctrina general admite la falibilidad y limitación del conocimiento. Esto es lo que sostenía Russell en 1948. “Todos los hechos particulares que se conocen sin inferencias son conocidos por la percepción o la memoria, es decir, por la experiencia. A este respecto el principio empirista no exige limitación alguna. Los hechos particulares inferidos, como los de la historia, simple exigen hechos particulares experimentados entre sus premisas. Pero, puesto que en la lógica deductiva un hecho o colección de hechos no puede implicar ningún otro hecho, las inferencias de unos hechos a otros sólo pueden ser válidas si el mundo tiene ciertas características que no son lógicamente necesarias. ¿Conocemos estas características por la experiencia? Parecería que no. En la práctica, la experiencia nos lleva a generalizaciones, tales como “los perros ladran”. Como punto de partida para la ciencia basta que tales generalizaciones sean verdaderas en una gran mayoría de casos. Pero aunque la experiencia de perros que ladran basta para causar la creencia en la generalización “los perros ladran”, por sí misma no da ningún fundamento para creer que esto es verdad en los casos no experimentados. Para que la experiencia brinde tal fundamento, debe ser complementada con principios causales que hagan previamente plausibles ciertos tipos de generalizaciones, Estos principios, si se los da por sentados, llevan a resultados que están en conformidad con la experiencia, pero esto no basta lógicamente para hacer probables los principios. Nuestro conocimiento de esos principios – si se puede llamar conocimiento – existe al principio exclusivamente en la forma de una propensión a hacer inferencias del género que ellos justifican. Hacemos explícitos los principios reflexionando sobre tales inferencias. Y cuando de los ha hecho explícitos, podemos usar la técnica lógica para mejorar la forma en que se los enuncie y eliminar agregados innecesarios. Los principios son “conocidos” en un sentido diferente de aquel en que son conocidos hechos particulares. Son conocidos en el sentido de que generalizamos de acuerdo con ellos cuando usamos la experiencia para convencernos de la verdad de una proposición universal tal como “los perros ladran”. A medida que la humanidad ha progresado en inteligencia, sus hábitos inferenciales han concordado cada vez más con las leyes de la naturaleza que han hecho de todo esos hábitos con más frecuencia una fuente de expectativas verdaderas, que de falsas. La formación de hábitos inferencia les que llevan a expectativas verdaderas es parte de la adaptación al ambiente de la que depende la supervivencia biológica. Pero aunque de esto modo nuestros postulados puedan adecuarse a un marco que tiene lo que podemos llamar un “aire” empirista, es innegable que nuestro conocimiento de ellos, en la medida en que los conocemos, no puede basarse en la experiencia, aunque todas sus consecuencias verificables serán confirmadas por la experiencia. En este sentido, debe admitirse, el empirismo como teoría del conocimiento ha demostrado ser inadecuado, aunque menos que cualquier otra teoría anterior del conocimiento. En verdad, los errores que hemos creído encontrar en el empirismo han sido descubiertos por la estricta adhesión a una doctrina que ha inspirado a la filosofía empirista: la de que todo conocimiento humano es incierto, inexacto y parcial. No hemos hallado ninguna limitación a esa doctrina.” B.Russell, El conocimiento humano Ediciones Orbis S.A., Barcelona, 1983.