Líderes políticos europeos del siglo XIX

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GIUSEPPE GARIBALDI
(1807−1882)
Revolucionario nacionalista italiano y líder de la lucha por la unificación e independencia de Italia.
Garibaldi nació en Niza el 4 de julio de 1807 y su educación tuvo carácter autodidacta. Durante su juventud,
trabajó como marinero en barcos mercantes en la zona del Mediterráneo. En 1833 se unió a la Joven Italia, el
movimiento organizado por el revolucionario italiano Giuseppe Mazzini y cuyo objetivo era alcanzar la
libertad y unificación del pueblo italiano dentro de una república autónoma. Garibaldi fue condenado a muerte
en 1834, pero consiguió huir a Sudamérica, donde permaneció doce años. Tomó parte en la rebelión del
estado de Río Grande do Sul contra Brasil y más tarde participó en la guerra civil de Uruguay; demostró sus
excepcionales dotes como jefe militar en ambos conflictos.
EL REGRESO A ITALIA
Cuando regresó a Italia, comenzaba a extenderse por el país la corriente revolucionaria que recorría Europa en
1848, y Garibaldi se unió al Risorgimento, movimiento en favor de la liberación y unificación de Italia.
Organizó un regimiento de unos 3.000 voluntarios que luchó al servicio del gobernante piamontés Carlos
Alberto, rey de Cerdeña, y fue derrotado por las tropas austriacas de Lombardía. En 1849 se dirigió con su
pequeño ejército a Roma para apoyar a la República proclamada por Mazzini y otros revolucionarios.
Garibaldi consiguió defender la ciudad de los ataques de los franceses, superiores en número, durante treinta
días, pero finalmente se vio obligado a negociar un acuerdo con éstos. Se le permitió abandonar Roma con sus
5.000 seguidores, pero la línea de retirada atravesaba el territorio controlado por los austriacos, que
asesinaron, capturaron o dispersaron la mayor parte de sus tropas; Garibaldi tuvo que huir de Italia ante el
riesgo que corría su vida.
Viajó a Estados Unidos y se instaló en Staten Island (en Nueva York), donde trabajó como fabricante de velas
y obtuvo la nacionalidad estadounidense. Regresó a Italia en 1854 y compró una modesta casa en la isla de
Caprera, al noreste de Cerdeña. En esta misma época tuvo lugar su ruptura política con Mazzini, que se había
convertido en un rígido republicano; Garibaldi, sin embargo, consideraba que era necesario establecer una
alianza con el gobernante liberal Víctor Manuel II, rey de Cerdeña, y su primer ministro, el conde Camillo
Benso di Cavour para alcanzar la liberación y unificación de Italia. La gran influencia de su postura en miles
de nacionalistas y revolucionarios italianos perjudicó la situación del monarca sardo y tuvo grandes
repercusiones para el país.
LA LUCHA POR LA UNIFICACIÓN
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Garibaldi intervino activamente en las complicadas luchas militares y políticas que se produjeron en los años
siguientes. Encabezó una victoriosa expedición contra las fuerzas austriacas de los Alpes en 1859; aprovechó
el descontento de Sicilia contra la dinastía Borbónica y dirigió desde Génova la 'expedición de los mil' o de
los 'Camisas rojas', nombre por el que se conocía a sus hombres. El líder italiano conquistó Sicilia entre mayo
y agosto de 1860 y estableció allí un gobierno provisional insular. A continuación, se trasladó a la península
italiana; tomó Nápoles tras derrotar a sus habitantes en una batalla decisiva que tuvo lugar en la ribera del río
Volturno el 26 de octubre de 1860, y capturó la fortaleza de Gaeta, que en febrero de 1861 cayó.
El reino de Italia se fundó pocos meses después y Víctor Manuel fue proclamado rey. Ni Roma, una posesión
del papa guarnecida por tropas francesas, ni los territorios del norte de la península, que se hallaban en poder
de los austriacos, pertenecían al nuevo estado. Garibaldi no aceptó honores ni cargos en el nuevo régimen y se
retiró a su residencia de la isla de Caprera. No obstante, en los años siguientes organizó la Sociedad para la
Emancipación de Italia y visitó Sicilia, donde reclutó un pequeño ejército de voluntarios con el fin de
conquistar Roma e incorporarla al estado unificado de Italia. Tuvo que hacer frente a la oposición de Víctor
Manuel, contra quien luchó en la batalla de Aspromonte el 29 de agosto de 1862. Garibaldi fue herido y
capturado en esta contienda, pero no tardó en recibir el perdón y ser puesto en libertad.
El líder revolucionario italiano volvió a formar un regimiento de voluntarios en 1866 para anexionar los
Estados Pontificios al reino de Italia, a pesar de la oposición del gobierno. Después de las primeras victorias
iniciales, fue derrotado por las fuerzas conjuntas del Papa y los franceses en la batalla de Mentana el 3 de
noviembre de 1867 y se le retuvo como prisionero durante un tiempo.
Dos años después, Garibaldi se retiró a su casa de campo de Caprera. Ofreció sus servicios al gobierno francés
en 1870 y luchó contra sus dos hijos en la Guerra Franco−prusiana. Italia se anexionó Roma en octubre de
1870 y Garibaldi fue elegido miembro del Parlamento italiano en 1874. Durante los últimos años de su vida,
simpatizó con el movimiento socialista que comenzaba a introducirse en Italia y otros países. Falleció en
Caprera el 2 de junio de 1882. En 1887 se publicó su autobiografía.
GIUSEPPE MAZZINI
(1805−1872)
Revolucionario y patriota italiano que luchó a favor de la unificación de Italia.
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Mazzini nació en Génova el 22 de junio de 1805. Era hijo de un doctor y estudió derecho en la universidad de
su ciudad natal. Protestó enérgicamente por la incorporación de la república de Génova al reino de
Piamonte−Cerdeña en 1815. En 1827 se unió a la sociedad revolucionaria de los carbonarios, pero abandonó
esta organización por su ineficacia después de haber sido encarcelado en Savona (1830−1831). Abandonó el
país y siguiendo los modelos impuestos por los liberales españoles años antes, fundó la sociedad Joven Italia
en Marsella (Francia) en julio de 1831, de la cual se establecieron delegaciones en muchas ciudades italianas.
Mazzini opinaba que los levantamientos armados coordinados eran el instrumento con el que el pueblo podría
derrocar a los príncipes italianos y expulsar a los austriacos de las zonas de la península Italiana que
mantenían ocupadas, para poder constituir un Estado italiano unificado bajo una forma republicana.
CONSPIRACIONES FALLIDAS
Mazzini fracasó al intentar promover un alzamiento republicano en los estados sardos en 1832, y fue
condenado a muerte en su ausencia. Expulsado de Francia, se trasladó a Suiza donde continuó conspirando
contra el gobierno sardo hasta que en 1834 alentó otra sublevación fallida. Mientras tanto estaba
convirtiéndose en el adalid del nacionalismo europeo y había organizado una Liga de los Pueblos, integrada
por diversas asociaciones que él mismo fundó: Joven Europa (1834), Joven Alemania (1835) y Joven Suiza
(1835). En 1837 se refugió en Inglaterra.
El periodo más importante de su trayectoria política tuvo lugar durante las Revoluciones de 1848, cuando
regresó a Italia y fue elegido como uno de los dirigentes de la proclamada República Romana. Sin embargo
Mazzini se vio obligado a huir de nuevo tras la caída de este régimen (julio de 1849) y la reinstauración del
papa propiciada por la intervención del ejército francés. Sus intentos para provocar rebeliones republicanas en
Mantua (1852) y Milán (1853) fracasaron y el liderazgo del movimiento nacionalista italiano fue asumido por
partidarios de una monarquía liberal, como el jefe de gobierno de Piamonte−Cerdeña Camillo Benso di
Cavour.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Mazzini regresó a Italia durante las guerras de 1859 y 1860, pero no vio con agrado el régimen monárquico
que se adoptó en 1861 cuando Italia consumó su unificación, rechazándose la república por la que él había
luchado. Estaba organizando una insurrección para conquistar Venecia y Roma cuando fue encarcelado en
Gaeta (agosto−septiembre de 1870); mientras tanto, el ya rey de Italia, Víctor Manuel II entraba en Roma. Se
retiró a Pisa debido a sus problemas de salud donde el 10 de marzo de 1872 falleció.
Mazzini desempeñó un papel fundamental en la unificación de Italia. Su incesante acción para convertir los
territorios italianos en una república unitaria obligó a los grupos más conservadores a tomar parte en la lucha,
y su concepción popular del nacionalismo encontró el apoyo de muy amplios sectores de la sociedad. El
advenimiento de la república en Italia en 1946 fue un reconocimiento tardío a sus ideas.
OTTO VON BISMARCK
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(1815−1898)
Político prusiano, artífice y primer canciller del segundo Imperio Alemán (1871−1890).
Bismarck nació en Schönhausen, al noroeste de Berlín, el 1 de abril de 1815. Su padre era un terrateniente de
la nobleza y su madre pertenecía a la burguesía acomodada: su heterogénea formación es la causa de una
personalidad en la que se funden la sutileza intelectual y el provincianismo de la aristocracia conservadora.
Estudió leyes y comenzó a trabajar al servicio del Estado en 1836. Dimitió un año después para ocuparse de la
administración de los bienes de su familia, poco productivos, y consiguió que volvieran a ser rentables.
Guiado por una fuerte ambición de poder, Bismarck se introdujo en la política en 1847. Mientras fue delegado
de la primera Dieta prusiana, destacó como uno de los más férreos conservadores; al estallar la Revolución de
1848 se apresuró a ir a Berlín para recomendar encarecidamente al rey Federico Guillermo IV que reprimiera
la sublevación. Su consejo no se tuvo en cuenta, pero su lealtad fue recompensada al ser nombrado
representante prusiano en la Confederación Germánica, la liga de los 39 estados alemanes, en 1851. Pasó a ser
embajador en Rusia en 1859 y fue destinado a Francia en 1862.
LA UNIFICACIÓN
En este mismo año, la encarnizada disputa entre el gobierno prusiano y el Parlamento sobre la ampliación del
Ejército había llegado a un punto muerto. En 1861, el Parlamento había concedido al gobierno fondos
adicionales para realizar estas reformas, pero en 1862 se negó a entregarlos si no se llevaba a cabo una
reducción de tres a dos años en el servicio militar obligatorio. El rey Guillermo I no cedía por temor a que los
reclutas no estuvieran suficientemente imbuidos de los valores conservadores, y precisamente por esta razón
el Parlamento, con mayoría liberal, insistía en obtener esta concesión.
A fin de salir de este estancamiento, Bismarck fue nombrado primer ministro. Procedió a recaudar impuestos
adicionales de acuerdo con el presupuesto de 1861, alegando que, puesto que en la Constitución no se
disponía nada en el caso de una paralización de las negociaciones, se veía obligado a aplicar el presupuesto
del año anterior. Para justificar la ampliación del Ejército, y refiriéndose a la unificación de Alemania,
advirtió lo siguiente: las grandes cuestiones del momento no se solucionarán con discursos ni con decisiones
adoptadas por mayoría, sino con sangre y acero.
La opinión pública comenzó a inclinarse a su favor en 1864, cuando Bismarck utilizó al reorganizado Ejército
prusiano, en alianza con Austria, para arrebatar las provincias de Schleswig y Holstein a Dinamarca. Dos años
después, convirtió la disputa por estas conquistas entre Austria y Prusia en una guerra contra Austria y los
restantes estados alemanes, la denominada Guerra Austro−prusiana o guerra de las Siete Semanas. Tras una
campaña fulminante, Bismarck anexionó Schleswig−Holstein, Hannover y algunos territorios más a Prusia.
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Asimismo, reunió a todos los estados del norte y centro de Alemania en la Confederación de Alemania del
Norte, bajo el control prusiano. Ante estos acontecimientos, el Parlamento de Prusia cedió y sancionó con
carácter retroactivo sus estratagemas financieras de los cuatro años precedentes.
En 1870, Bismarck consiguió involucrar a Francia en una guerra contra los estados alemanes (la denominada
Guerra Franco−prusiana). Confió en que, ante el entusiasmo nacionalista que se desataría, lograría atraer a los
indecisos estados alemanes del sur al proyecto de una Alemania unificada. Y su plan tuvo éxito: en 1871, el
Imperio Alemán (conocido por la historiografía como el II Imperio Alemán), incluidos los estados del sur,
reemplazó a la Confederación de Alemania del Norte y el rey de Prusia se convirtió en el emperador de
Alemania.
EL CANCILLER
Bismarck fue designado canciller imperial por Guillermo I, en 1871. Aquél consideró como su principal
misión la consolidación del Estado recientemente unificado. En su política exterior buscó el fortalecimiento
del Imperio mediante el establecimiento de una red defensiva de aliados; en cuanto a la política interior, luchó
contra todo aquel que cuestionaba sus medidas. Los católicos, que se opusieron a la creación de un Estado
centralizado, fueron víctimas de su cólera en la llamada Kulturkampf contra la Iglesia; también debilitó
enormemente a los socialistas mediante restricciones para el Partido Socialdemócrata de gran repercusión; así
mismo venció a los liberales al cuestionar su patriotismo. Bismarck consiguió desacreditar a los liberales, pero
tuvo que reconciliarse con los católicos y, aunque no llegó a derrotar a los socialistas, la legislación en materia
de asuntos sociales que él implantó (seguro social médico y de accidentes y jubilación) abortó cualquier
proyecto revolucionario que hubieran elaborado.
El emperador Guillermo II, que no era partidario de la cauta política exterior del canciller y que rechazaba sus
nuevos planes para aplastar al proletariado por la fuerza, destituyó a Bismarck en 1890. Desde entonces se
retiró a sus propiedades cerca de Hamburgo, donde falleció el 30 de julio de 1898. Había contraído
matrimonio con Johanna von Puttkamer en 1847 y fue padre de dos hijos y una hija.
VALORACIÓN
En su afán por llevar a cabo la unificación de Alemania, Bismarck no sólo recurrió a la sangre y al acero.
Todos sus pasos fueron meticulosamente calculados y puso fin a todas las guerras iniciadas en cuanto veía
cumplidos sus objetivos. Su moderación se atenuó en los asuntos nacionales, agrandando las diferencias
sociales y políticas existentes y provocando el rencor en sus adversarios al cuestionar su buena fe.
BIBLIOGRAFÍA
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