Monasterio Monsalud (Español) - Patrimonio Histórico de Castilla

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monumentos
de Castilla-La Mancha
CÓRCOLES
Monasterio de Monsalud
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Taquilla
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A
A. Iglesia
B. Sacristía Antigua
C. Sacristía Nueva
D. Capilla
E. Sala Capitular
F. Escalera Dormitorio de Monjes
G. Pasaje a la Huerta
H. Antigua Sala de Monjes
I. Refectorio Nuevo
J. Cocina
K. Escalera a Dormitorio de
Novicios y Panda de Conversos
L. Hospedería
M. Vestíbulo
N. Claustro
Ñ. Portería
O. Bodega
El Monasterio de
Monsalud, un
emplazamiento
que invita al retiro
E
l Monasterio cisterciense de Santa María de Monsalud fue uno de los cenobios
medievales más importantes de su entorno y el más antiguo y mejor conservado
de los cuatro que se fundaron en la provincia de Guadalajara, junto a los de
Bonaval, Buenafuente del Sistal y Óvila.
Está enclavado en plena naturaleza y cercano a una fuente de agua, el arroyo Sacedón,
siguiendo el esquema tradicional de las construcciones cistercienses.
Declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento desde 1931 pueden
contemplarse hoy, tras varias obras de restauración y consolidación, las ruinas de un
conjunto de edificaciones que sirvieron para la vida de los “monjes blancos” del Císter
durante mediados del siglo XII hasta el XIX.
El Monasterio de
Monsalud
N
o se conocen muchos datos sobre la fundación del Monasterio. El primer
documento fiable data de 1167, en el que Juan de Treves, Arcediano de
Huete, concede al Monasterio de Monsalud la aldea de Córcoles con todos
sus términos.
En 1169 el rey Alfonso VIII confirma la donación anterior precisando los derechos y
territorios del Monasterio.
Su fundación se debe al fenómeno repoblador impulsado por los monarcas frente a los
musulmanes. La erección de estos centros monásticos servía para fijar la población de los
territorios recién conquistados, que se estabilizaban ante la posibilidad de incrementar la
producción de la tierra, en cuyo trabajo destacaron los monjes del Císter.
Su casa madre fue el Monasterio de Scala Dei o Escaladei, en los Pirineos franceses.
De allí procedía su primer abad, Fortún Donato, y a él le siguieron muchos otros
abades de esta nacionalidad.
Parece ser que la Orden de Calatrava tuvo cierta relación con el Monasterio de Monsalud
como se deduce de otro documento de Alfonso VIII de 1174, de las dos lápidas de
maestres calatravos conservadas en la sala capitular, y de algunas cruces de la orden
pintadas en los muros del cenobio.
El Monasterio fue acumulando propiedades dentro de la provincia, si bien los problemas
económicos surgieron ya en el siglo XIII, deteriorándose la situación hasta la encomienda
de la abadía debido a su empobrecimiento a finales del siglo XV, en buena parte por la
mala gestión de sus abades.
En 1538 se puso el Monasterio bajo la Observancia de Castilla, lo que supuso el paso de
abades perpetuos a abades trienales y con ello el inicio de su recuperación y nuevo auge.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII el Monasterio era un importante foco de peregrinación
gracias a la devoción a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Monsalud, abogada,
entre cosas, contra la rabia, aflicciones y melancolías de corazón, endemoniados y mal de
ojo, tal y como nos transmiten los documentos de la época.
Su importancia se fue reduciendo lenta pero inexorablemente hasta su supresión y
clausura en 1835, a consecuencia de la Desamortización de Mendizábal.
El Cister
La Orden del Cister surge en Francia en el siglo XI en un intento de
reforma monástica, una renovación que buscaba el distanciamiento
con la vida opulenta de los monjes benedictinos de Cluny.
El aislamiento, la pobreza, el trabajo directo en el campo, la oración y
el seguimiento estricto de la Regla de San Benito fueron las señas de
identidad de los monjes cistercienses.
En cada monasterio se elegía un abad, que disponía de jurisdicción
plena sobre el cenobio, constituyéndose un Capítulo General formado
por todos los abades de la Orden presidido por el Abad de Citeux, la
Casa Madre.
Impulsado por personalidades como la de San Bernardo, la orden del
Cister se extendió rápidamente por toda Europa, llegando a España
por vez primera en el siglo XII.
La realidad política de los reinos cristianos de la Península,
inmersos en una constante guerra, y la necesidad de afianzar los
territorios conquistados, favorecieron la propagación de la Orden,
multiplicándose las fundaciones de monasterios por parte de los
monarcas.
En el ámbito constructivo se plasmó también el ideal de pobreza del
Cister, huyendo en sus edificios del boato, de lo decorativo, de las
representaciones figuradas, de pinturas, esculturas, relieves, altas
torres o vidrieras policromadas, buscando la belleza a través de la
perfección arquitectónica y en la elegancia de todas las estructuras,
que aparecen limpias y estilizadas.
El Edificio
E
l monasterio conserva aún gran parte del conjunto de construcciones que lo
componían, que, a grandes rasgos, responden a varios momentos de su
edificación: inicial, desde finales del siglo XII y todo el siglo XIII; reformas del
siglo XVI y añadidos del siglo XVII.
A. La iglesia: es la construcción más importante del Monasterio. Está ubicada al
sur y no al norte, como es habitual en los monasterios cistercienses. No llegó a
concluirse, por lo que aparece desproporcionada. Se concibió siguiendo una planta
plenamente románica: tres naves, con dos tramos cada una y más ancha la central,
crucero poco saliente y cabecera con tres ábsides semicirculares escalonados.
Observando las bóvedas podemos apreciar como tuvo lugar un cambio en el
proyecto inicial, adoptándose las nuevas soluciones técnicas que venían de Francia,
en un estilo que se ha denominado hispano-languedociano, que preludia el gótico. Se
comenzaría a construir por su cabecera, hacia 1170 hasta bien entrado el siglo XIII.
Su sobriedad, austeridad y elegancia encajan a la perfección con la estética
cisterciense. Como únicos elementos ornamentales podemos apreciar los capiteles,
con decoración vegetal; algunas basas con garras de león, o el curioso lavamanos del
ábside central, con arcos polilobulados y lacerías de influencia mudéjar.
La misma sencillez es apreciable en el exterior, que conserva una portada románica
al sur, cuya única decoración son sus capiteles vegetales que sustentan arquivoltas
de medio punto y los modillones de rollos del alero en la cabecera.
La portada meridional tiene cinco arquivoltas planas y, sobre ella, un gran óculo
circular con arquillos inserto en un arco.
En la cabecera se plasma un bello juego de volúmenes, con el ábside central por
encima de los laterales. Los absidiolos aparecen lisos, con un estrecho vano en la
parte central, mientras que el ábside central aparece dividido en varios paños por
cuatro columnas entre las que se abren tres ventanas de medio punto, una de ellas
deformada al empotrar un camarín para la imagen de la Virgen.
Otros elementos arquitectónicos reseñables son el coro, del siglo XVII y la portada
oeste, del siglo XVI.
B. Antigua sacristía: de planta rectangular y cubierta con bóveda de cañón apuntada,
tiene un tamaño bastante reducido. Las dos hornacinas que se abren en la cara
externa de uno de sus muros se han interpretado como restos del “armarium”, para
los libros empleados en los Oficios o para lecturas piadosas que leerían los monjes.
C. Sacristía nueva: construida en el siglo XVII como ampliación de la original. En uno
de sus extremos se abrió una capilla.
D. Capilla.
E. Sala capitular: construida en el siglo XII, es uno de los espacios más bellos
conservados en el edificio. Su acceso se realiza mediante una portada con tres
arcos apuntados, en cuya jamba de entrada encontramos la inscripción funeraria
de dos maestres de la Orden de Calatrava: D. Nuño Pérez de Quiñones y D. Sancho
de Fontonova. Tiene planta rectangular y dos naves con columnas de capiteles
foliáceos y ábacos y basas octogonales que configuran un espacio de seis tramos.
En este lugar, los monjes presididos por el abad se reunían cada mañana para orar,
meditar y leer un capítulo de la Regla de San Benito.
F. Escalera al dormitorio de monjes: comunicaba el claustro con las dependencias del
piso superior. El dormitorio era un gran salón compartimentado por arcos de diafragma
e iluminado por estrechas saeteras, donde los monjes descansarían en simples catres.
Estaba comunicado con la iglesia para permitir su asistencia a los Oficios.
G. Locutorio: lugar en el que el prior recibía a los monjes, asignándoles el trabajo
del día. De aquí tomarían las herramientas y accederían directamente a la huerta.
Al lado, el hueco dejado bajo la escalera ha sido identificado por algunos autores
como el archivo del Monasterio.
H. Antigua Sala de monjes: habitación rectangular que surge por la necesidad de
ampliar el dormitorio de los monjes en la planta superior. Al final de esta sala se
situarían las letrinas.
I. Refectorio nuevo: construido en el siglo XVII, aún se conservan restos del púlpito,
en el que un monje leía la Biblia a sus compañeros mientras tomaban una frugal
comida. Probablemente el refectorio original se situaría al oeste, en paralelo a la
sala de los monjes.
J. Claustro: construido en la segunda mitad del siglo XVI. Conserva aún tres de sus
pandas cubiertas cerradas con bóvedas sexpartitas de ojivas. Se trataba de un
elemento fundamental en la vida monástica y, constructivamente, del espacio en
torno al cual se organizaban el resto de dependencias.
K. Vestíbulo: espacio rectangular cubierto con bóveda estrellada construido en el
siglo XVI, que comunicaba el claustro con el exterior del edificio.
Pese a los trabajos arqueológicos desarrollados en 1990 y 2009, no se han identificado
el resto de dependencias de las alas norte, oeste y sur. Utilizando como modelo el “plano
ideal” de los monasterios cistercienses, podríamos inferir una organización funcional de
estos espacios:
L. Cocina: se comunicaría con el refectorio y con la zona destinada a conversos.
M. Escalera a dormitorios de novicios y planta de conversos: la escalera data del
siglo XVI. Los legos o conversos eran servidores del monasterio que se encargaban
fundamentalmente del trabajo agrícola, pero no eran monjes. Hacían voto de
pobreza, castidad y obediencia y no estaban sometidos a la Regla de San Benito.
Esta situación propiciaba que estuvieran separados de los monjes dentro del edificio.
Otros autores sitúan también en este ala la cilla o granero.
N. Hospedería: en la que se atendía a los peregrinos y necesitados.
En el exterior, se han conservado restos de diversas estructuras:
Ñ. Portería: sería el único acceso al interior del Monasterio, que data del siglo XVII.
En su frontis aparecen las figuras de San Benito y San Bernardo, rematado por un
frontón triangular con Dios Padre. Una cerca cerraría la entrada desde la portería
al muro del Monasterio, de la que podemos ver algunos fragmentos.
La portada principal del cenobio es renacentista y está coronada por el escudo de
la Congregación Cisterciense de Castilla.
O. Bodega: excavada en la roca, se organiza en una sala rectangular de la que salen
varias galerías, donde se colocarían las tinajas de vino.
Monasterio de Monsalud
Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Consejería de Educación, Ciencia y Cultura.
www.jccm.es
Horario:
De noviembre a abril
Sábados de 11,00 h. a 18,00 h. – domingos de 11,00 h. a 15,00 h.
De mayo a octubre
Sábados de 11,00 h. a 20,00 h. – domingos de 11,00 h. a 15,00 h.
Teléfono de información: 949 88 50 50
a Zaragoza
Distancias
desde Guadalajara: 58 km.
desde Madrid: 114 km.
desde Toledo: 202 km.
desde Valencia: 275 km.
desde Zaragoza: 282 km.
A-I
Madrid
Guadalajara
Córcoles, Sacedón
N-320
A-42
Toledo
Textos: Fernando Aguado, Museo de Guadalajara.
Fotografías: Humberto Cuenca.
Diseño: Jer Publicidad, AD-Medios.
Maquetación: AD-Medios.
Depósito Legal: TO - 133 - 2011.
A-3
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