Éticas del bien o de la felicidad. También llamadas: Éticas Condicionales, la felicidad como motor o condición de la acción moral, y Éticas Materiales, porque dicen QUE hay que hacer. Eudemonistas. Aristóteles: felicidade= vida buena, benestar; realización del ser humano; vivir realizando, actualizando la potencialidad propiamente humana: la razón y el entendimiento. TEXTOS DE ARISTÓTELES -”Pois si existe algún fin dos nosos actos que queiramos por el mesmo, e os demais por causa del, e se nada do que eliximos depende doutra cousa –pois así chegaríase ó infinito e dese xeito o desexo sería baldeiro e inútil-, ese fin evidentemente sería o bo e o mellor (...) “Xa que todo coñecemento e toda elección tenden a algún ben, retomemos o asunto e digamos cal é aquel ao que tende a política e cal é o ben supremo de todos os que se poden facer. Sobre o seu nome case todo o mundo está de acordo, pois tanto o común da xente como os distinguidos dinlle felicidade e sosteñen que vivir ben e obrar ben é a mesma cousa ca ser feliz. Pero en cambio discuten sobre que é a felicidade e non o explican da mesma maneira o común da xente e os sabios, pois uns consideran que é algunha das cousas visibles e manifestas, como pracer, riqueza e dignidades, e outros outra cousa e mesmo unha única persoa pode ter opinións diferentes. Cre que a felicidade é a saúde, se está enfermo, e a riqueza, se é pobre. Os que recoñecen a súa propia ignorancia, admiran aos que din algo grande e que está por riba deles. Pero algúns cren que ademais de toda esta abundancia de bens, hai outro que existe de seu e que é a causa de que todos aqueles sexan bens. (ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco libro I-1094a1–1094b11/1095a14– 1095b13 Traducción de Teresa Amado Rodríguez. USC) En cambio a [virtude] ética xorde do costume, por iso o seu nome varía un pouco do de “costume”. Deste feito resulta evidente que ningunha das virtudes éticas se da en nós por natureza, pois nada do que existe por natureza cambia por costume. Así, por exemplo, a pedra, que por natureza vai cara abaixo, no se afaría a ir cara arriba por máis que se intentase meterlle o costume tirándoa moitas veces cara arriba, ni o lume se afaría a ir cara abaixo, nin ningunha outra cousa que é de certa natureza podería afacerse a ter outra distinta. Así é que as non se producen por natureza nin contra a natureza, senón porque temos de noso aptitude para recibilas e perfeccionalas mediante o costume (...) Así pois, xa que o presente tratado non é teórico coma os outros (pois non investigamos para saber que é a virtude, senón para ser bos, pois doutra maneira sería inútil), cómpre investigar o tocante ás accións, como as hai que facer, pois elas son as causantes da adquisición dos distintos costumes, como xa dixemos. Que hai que actuar de acordo coa recta razón é algo de aceptación común e que se da por suposto. Xa falaremos logo do diso e do que é a recta razón e qué relación ten coas demais virtudes … Primeiramente hai que observar que estas cousas de natural se destrúen por exceso ou por defecto, tal como vemos que ocorre co vigor e a saúde (cómpre utilizar exemplos claros para aclarar os escuros): O exceso ou a escaseza de exercicio destrúen o vigor e, igualmente, a comida e a bebida de máis ou de menos prexudica a saúde, mentres que en cantidade moderada prodúcea, increméntaa e consérvaa. Así ocorre tamén coa moderación a virilidade e as demais virtudes. O que fuxe de todo, ten medo e non atura nada vólvese covarde, o que nada teme e se bota a todo, afoutado, o que goza de todos os praceres e non se arreda de ningún, intemperante, e o que fuxe de todos, como os rústicos, un insensible. Polo tanto, a moderación e a virilidade destrúense por exceso e por defecto e consérvanse coa moderación. (Ética a Nicómaco libro I-1094a1–1094b11/1095a14–1095b13 Traducción de Teresa Amado Rodríguez. USC) Cinicos. Diógenes de Sínope. La felicidad= Autarquía y conformidad con la naturaleza. Individualismo, subjetivismo y cosmopolitismo TEXTOS SOBRE LOS CÍNICOS Lamentablemente no se han conservado textos escritos por ellos, y las anécdotas han sido recopiladas varios siglos después de su existencia. No obstante en esas anécdotas pueden verse expresados con claridad algunos de los principios que sostenían. Contexto histórico “Cuando la libertad de palabra en la ciudad se vio prohibida por la sumisión al monarca de turno, el cínico reivindicó, a título personal, la franqueza más absoluta, la parresía; cuando se prohibió que las comedias se burlaran de individuos por su nombre, la sátira de los cínicos agudizó sus ataques contra todos; cuando en la corte se impuso el gesto de la humillación total ante el soberano, la proskínesis, se recordó el ademán displicente con que Diógenes había mandado a paseo al gran conquistador, a su paso por Corinto; en un mundo sometido al terror, la humillación y el desatino, sólo el sabio que de casi nada necesitaba pudo proclamarse libre y feliz” (García Gual, en Diógenes Laercio 2007: 24-25). Principios cínicos: La naturaleza, por encima de todo. Quizá el principal fuera "obedecer a la naturaleza, por encima de la convención". La naturaleza le proporciona al hombre todo lo que necesita no sólo para subsistir, sino para ser feliz. Pero el afán de lujos, la ambición, la falta de reflexión hacen que los hombres creen sus propias trampas y que hagan que algo que tenían a la mano se torne poco menos que inaccesible. Lo que es natural, es de por sí bueno; las convenciones que se oponen a lo natural son, en sí mismas, malas. La Parresía Al igual que Sócrates, mantenían una actitud desafiante ante los poderosos, tanto con las obras como con las palabras. En este sentido, consideraban como una de las mayores virtudes del hombre el ser "parresiásticos"; esto es, ser capaces de decir la verdad sin rodeos, con toda su crudeza, a aquellos que estaban en condiciones de castigarlos por ello. Dión Crisóstomo, narrando un encuentro entre Alejandro y Diógenes, cuenta que el filósofo le dice: "Tú no sólo llevas armas, sino que las llevas, incluso, cuando duermes. ¿Y no sabes que llevar armas es propio de un hombre que tiene miedo? Y el que tiene miedo no sabe ser rey, no más que cualquier esclavo". La autonomía Como otros filósofos, los cínicos amaban la libertad. Ser libre significaba para ellos no depender de otros, no traicionarse a sí mismos por temor, no ser esclavo de los propios vicios ni de las cosas materiales. En el mismo texto que citábamos antes (el Discurso IV, "De la realeza"), Dión cuenta que ante esas palabras Alejandro se le acercó blandiendo la espada. Entonces Diógenes le dijo: "Enfádate y salta contra esos enemigos, y júzgame el más perverso de los hombres, injúriame delante de todo el mundo y, en el caso de que te parezca bien, atraviésame con tu lanza, pero sé que soy el único de los hombres del cual has oído la verdad que no aprenderás de ningún otro, porque todos los hombres valen menos que yo y son menos libres que yo". Alejandro avanzó enfurecido, y Diógenes continuó: "Bien, puedes matarme; pero si haces eso, nadie más te dirá la verdad". Dión comenta: "Entonces se maravilló Alejandro de la valentía y la falta de miedo de ese hombre". Como Sócrates, los cínicos intentaban ayudar a sus interlocutores a abandonar sus falsas opiniones y a que reflexionen acerca de qué es lo mejor para la vida. En el texto de Dión vemos cómo los momentos de humor se alternan con los de tensión. Comenta Dión: "Diógenes se dio cuenta de que Alejandro estaba enardecido y que tenía el alma muy inquieta; Diógenes se divertía con él y lo llevaba en todas direcciones para ver si podía apartarlo un poco de su orgullo y arrancar de raíz sus falsas opiniones. Además Diógenes se había dado cuenta de que Alejandro por momentos estaba encantado, por momentos enojado consigo mismo, y que el alma del príncipe era presa de indecisión, como el aire en el tiempo del solsticio, cuando de una misma nube cae lluvia y después resplandece el sol". El desapego Además de esta actitud de provocación callejera a los poderosos, los cínicos tomaron de Sócrates su desapego por los bienes materiales y lo llevaron a un extremo. Que se trataba tanto de una elección como de una exigencia se ve claramente en la anécdota en la que Crates trata de persuadir a Hiparquía de que no era un buen partido para ella y le muestra su única posesión: el cuerpo desnudo. No coincidían en todo con Sócrates Una diferencia importante en relación con Sócrates se percibe en los medios para alcanzar la vida virtuosa. Sócrates era partidario de lo que luego se denominaría "intelectualismo ético"; esto es, la idea de que nadie hace el mal sabiendo que lo que hace es malo. Si una persona es ayudada a ver, a comprender, qué está bien y qué está mal, necesariamente, según Sócrates, optará por el bien. Los cínicos, en cambio -y en esto coincidirán los epicúreos y los estoicos- advierten que el acceso a la virtud excede a lo intelectual. Alguien puede muy bien entender que un hábito suyo es malo y no tener las fuerzas corporales suficientes para modificar su conducta. Por ello, además de un trabajo intelectual de reflexión, es necesario un entrenamiento físico que haga que el cuerpo responda al intelecto. Después de este recorrido por el cinismo, volvamos a la pregunta inicial: ¿te parece que la nuestra es una época "cínica"? ¿Sería bueno o no que realmente lo fuera Fuente: http://filosofia-intensa.blogspot.com.es/2007/10/cnicos.html Hedonistas. Epicuro y Lucrecio. La felicidad =placer comedido. Individualismo, subjetivismo y cosmopolitismo TEXTOS. Carta a Meneceo (Fragmento) “Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma. Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz. Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya na necesitamos de nada más. Por eso decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos reconocido como bien primero y connatural, y a partir de él hacemos cualquier elección o rechazo, y en él concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la sensación como norma o criterio. Y puesto que el placer es el bien primero y connatural, no elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos placeres cuando de ellos se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores son preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos mayores placeres. Todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser aceptado. Y todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre. Hay que obrar con buen cálculo en estas cuestiones, atendiendo a las consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo bueno como de un mal, o de algo malo como de un bien. La autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho nos contentemos con ese poco; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo superfluo difícil de obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que una comida costosa y refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad. Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos -como creen algunos que ignoran, no están de acuerdo o interpretan mal nuestra doctrina-, sino al no sufrir dolores en el cuerpo ni estar perturbado en el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes dan la felicidad, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas opiniones de las que procede la gran perturbación que se apodera del alma. El más grande bien es la prudencia, incluso mayor que la filosofía. De ella nacen las demás virtudes, ya que enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con placer. Las virtudes están unidas naturalmente al vivir placentero, y la vida placentera es inseparable de ellas.” Estoicos. Zenón de Citio, Séneca y Marco Aurelio. La felicidad =ataraxia (imperturbabilidad) y apatheia (apatía). Individualismo, subjetivismo y cosmopolitismo Ataraxia (imperturbabilidad) “Tal como tantos ríos, tanta lluvia que se precipita…no cambian ni atenúan la salsedumbre del mar, de la misma manera el ímpetu de las adversidades no pliega el ánimo del fuerte….No digo que sea insensible a ellas, sino que las vence” (Séneca, De la providencia) “No es invulnerable el que no es herido, sino el que no puede ser ofendido. Por este signo reconoceré al sabio…No importa que arrojen en contra de él muchas flechas, dado que ninguna puede herirlo: de la misma manera que el hierro no puede vencer la dureza de ciertas piedras, ni puede cortarse, dividirse o consumir el diamante…,y como ciertos escollos salientes en el mar pueden romper la ola, sin mostrar ellos ningún signo de la violencia que los ha azotado durante tantos siglos, así es sólida el alma del sabio” (De la constancia del sabio, III, 3-5) Cosmopolitismo “Libertad no significa no sufrir nada. Es un error. Libertad es colocar el alma por encima de las injurias, y lograr transformarse a sí mismo de tal manera, que sea posible extraer únicamente de sí mismo las propias satisfacciones” (Ibid., XIX, 2)) “Yerra quien cree que la esclavitud penetra todo el hombre: la mejor parte se halla exceptuada de ella: los cuerpos se hallan sujetos y consignados al amo, pero el alma permanece dueña de su derecho propio…no puede darse en esclavitud... Todo lo que deriva de ella es libre: ni nosotros podemos mandar en todo, ni los siervos están constreñidos a obedecer en todo” Individualismo “Las cosas son de dos maneras, algunas dependen de nosotros, otras no. Dependen de nosotros la opinión, el movimiento de nuestro espíritu, el deseo, la aversión, en una palabra, todas aquellas cosas que constituyen nuestros propios actos. No dependen de nosotros el cuerpo, los bienes materiales, la reputación…,en una palabra, aquellas cosas que no constituyen nuestros actos. Las cosas que dependen de nosotros son libres por naturaleza, no pueden ser impedidas ni detenidas. Aquellas otras, en cambio, son débiles, esclavas, sujetas a impedimentos y por último ajenas a nosotros. Utilitaristas. Jeramy Benthan, J. Stuart Mills: Felicidad =felicidad social. Principio de la acción (praxis) humana: Alcanzar la mayor felicidad posible. La experiencia1 demuestra que éste es el criterio de todas las acciones humanas, tanto privadas como públicas, tanto de la moralidad individual como de la legislación política o social. Una acción será correcta si, con independencia de su naturaleza intrínseca, resulta útil o beneficiosa para ese fin de la máxima felicidad posible. Una felicidad que concibe, además, de modo hedonista; se busca en el fondo y siempre aumentar el placer y disminuir el dolor. Es preciso, pues, calcular los efectos a medio y largo plazo de las propias acciones de manera que el saldo final arroje más placer que dolor Fuente: http://www.philosophica.info/archivo/2012/voces/utilitarismo/Utilitarismo.html Otras: https://filosoria.wordpress.com/2012/02/23/texto-no-24-el-utilitarismo/ Textos: “El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad (*), o el Principio de la mayor felicidad, mantiene que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de placer [...] El placer y la exención del sufrimiento son las únicas cosas deseables como fines” (MILL, J.S., El utilitarismo, trad. de E. Guisán, Alianza, Madrid, 2002, p. 50). “Resulta degradante la comparación de la vida epicúrea con la de las bestias precisamente porque los placeres de una bestia no satisfacen la concepción de felicidad de un ser humano. Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades [...] No existe ninguna teoría conocida de la vida epicúrea que no asigne a los placeres del intelecto, de los sentimientos y de la imaginación, y de los sentimientos morales, un valor mucho más elevado en cuanto placeres que a los de la pura sensación (…) Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho de que algunos tipos de placer son más deseables y valiosos que otros. Sería absurdo que mientras que al examinar todas las demás cosas se tiene en cuenta la calidad además de la cantidad, la estimación de los placeres se supusiese que dependía tan sólo de la cantidad (...)Cuando las personas que son tolerablemente afortunadas con relación a los bienes 1 Los utilitaristas pertenecen filosofícamente a la tradición empirista anglosajona, que afirman que todo conocimiento, para ser considerado cierto, debe externos no encuentran en la vida goce suficiente que la haga valiosa para ellos, la causa radica generalmente en la falta de preocupación por los demás. [...] Aquellos que han cultivado un sentimiento de solidaridad respecto a los intereses colectivos de la humanidad, mantienen en la víspera de su muerte un interés tan vivo por la vida como en el esplendor de su juventud o de su salud. Después del egoísmo, la principal causa de una vida insatisfactoria es la carencia de cultura intelectual. Una mente cultivada –no me refiero a la de un filósofo, sino a cualquier mente para la que estén abiertas las fuentes del conocimiento y a la que se ha enseñado en una medida razonable a ejercitar sus facultades- encuentra motivos de interés perenne en cuanto le rodea”” (El utilitarismo, cit., p. 51-60)