120 GOTTLOB FREGE Y LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE Alfonso Gómez - Lobo En el pensamiento contemporáneo se ha ido imponiendo cada vez con mayor fuerza la convicción de que las tareas filosóficas sólo pueden ser abordadas satisfactoriamente si se toma como punto de partida el estudio del lenguaje. En favor de esta tesis se suelen aducir diversas razones. Por una parte se ha sostenido que los científicos, p. ej. los químicos, han construido con éxito un lenguaje especial (el del sistema periódico de los elementos) para poder hablar con rigor de sus objelos. En consecuencia, los filósofos también deberían hacerlo porque muchos de los problemas filosóficos tradicionales no son sino pseudodificultades suscitadas por los defectos de las lenguas naturales que han empleado. Mediante un lenguaje formalizado, vale decir, un lenguaje construido artificialmente en el cual cada signo representa una sola cosa y donde se pasa de una afirmación a otra conforme a reglas de inferencia muy precisas, se podría esperar un importante progreso en este campo. Por otra parte se insiste en que el uso cognoscitivo del lenguaje, el que está en juego tanto en la química como en la filosofía, no es sino un caso particular de nuestro uso del lenguaje. De hecho usamos nuestra lengua no sólo para describir o explicar las cosas, es decir para hacer ciencia, sino también y con igual derecho para pedir, ordenar, prometer, etc. De acuerdo con esto el discurso filosófico estaría sometido, al igual que las demás formas de discurso, a ciertas reglas generales que gobiernan todo nuestro comportamienDoctor en hilosofíu por In Universidad de Munich (Alemania) Prof, en los Institutos de Filosofiu de la UC y UCV. to lingüístico. Estas reglas ciertamente no se identifican con la lógica de los lenguajes formalizados y de su conocimiento se espera obtener claridad en algunos puntos controvertidos do la tradición filosófica. Según se haya puesto el énfasis en uno u otro aspecto de la cuestión (construcción de lenguajes formales o explicitación de las reglas que rigen toda actividad lingüística), la filosofía del lenguaje que ha florecido en el mundo anglosajón se ha dividido en dos grandes familias: la rama de los lenguajes formalizados (Russell, Carnap, Quine) y la rama del lenguaje ordinario (Wittgcnstcin en su segundo período, Austin, Strawson, Searle). Si observamos con detención las afirmaciones de los filósofos de ambas tendencias acerca del origen histórico de la línea que ellos representan, nos encontramos con algo sorprendente: todos hacen un elogio, a primera vista desmedido, de Gottlob Frege. Quine sostiene que 1879 —a causa de la publicación de una obra de Frege— es la fecha más importante en el desarrollo de la lógica moderna '. No es la suya una opinión aislada, pues entre los historiadores de la lógica se ha decantado cada vez más nítidamente la convicción de que esta disciplina es hija de dos grandes figuras: Aristóteles y Frege : . Por su parte J. R. Searle abre una importante antología dedicada a los problemas del lenguaje ordinario diciendo que "a pesar de la continuidad 1 - W. V. O. Quine. Los Métodos de la LúgicH. trad. de M. Sacristán, Arlet, Barcelona, l % 9 . p. 21. H. Mates, Elcmcmary Logic, Oxford Unlversit) l'rosb, York, 1965, p. 217. 121 histórica que llega hasta los griegos, hay buenas razones para señalar como el comienzo de la filosofía moderna del lenguaje la obra de G. Frege" 3. ¿Quién es Frege? Gottlob Frege (1848-1925) nace en Wismar, (Alemania), estudia matemáticas y algo de filosofía, obtiene el doctorado en la primera de esas disciplinas e ingresa luego a la carrera académica en la Universidad de Je-na. Toda su existencia transcurrirá en el Instituto de Matemáticas de esta institución. Su vida está marcada por la soledad y por un doble fracaso. Como profesor universitario no logra ni siquiera la meta normal de la carrera: obtener una cátedra en propiedad. Tuvo muy pocos alumnos y sólo uno que más tarde haya alcanzado cierto renombre, R. Carnap; pero incluso éste confiesa que recién diez años después logró comprender la importancia de las extrañas fórmulas que dibujaba sobre el pizarrón etíe hombre pequeño de barba blanca cuidadosamente cepillada. Como investigador Frege dedicó toda su vida a la fundamentación de una tesis, la llamada tesis logicísta (que explicaré más abajo), para lo cual tuvo que emprender gigantescos trabajos previos. Cuando ya parecía cercano a la meta, a la coronación de todos sus esfuerzos, una carta de Bertrand Russell le hizo ver que su punto de partida implicaba una contradicción. Frege, dando muestras de un insobornable amor a la verdad, reconoció su error, procuró corregirlo y por último, poco antes de su muerte, comenzó de nuevo por un camino diferente pero sólo alcanzó a dar unos pocos pasos y su proyecto quedó irrealizado. rigen las relaciones lógicas son suficientes por sí solas para explicar todo lo que constituye el cuerpo tradicional de la ciencia de los números. Pero para demostrar este estrecho parentesco entre lógica y aritmética, Frege se encontraba como un biólogo que ha concebido una determinada hipótesis respecto a la conformación de un tejido y que posee un microscopio que por un defecto técnico no le permite observar lo que a él le interesa. En el caso de Frege el ojo desnudo corresponde al lenguaje natural. Este es rico y variado, útilísimo para una serie de actividades cotidianas, pero confuso e impreciso cuando se trata de hacer afirmaciones científicas. Con el microscopio defectuoso del símil hay que comparar el instrumento tradicional en estos quehaceres: la lógica aristotélica. Esta permitía ciertamente corregir muchos deslices del lenguaje cotidiano pero adolecía a la vez de una serie de insuficiencias. La más importante de éstas es que no permitía formalizar claramente los juicios mediante los cuales expresamos algo que existe y que suponía tácitamente afirmaciones de existencia en algunos enunciados donde es de vital importancia poder distinguir entre lo que se dice de algo y si ese algo existe o no. Doy un ejemplo. En la oración "Todos los centauros tienen cuerpo de caballo y tronco de hombre" una interpretación lógica adecuada debe ser capaz de distinguir entre "Si algo es centauro, entonces tiene cuerpo de caballo y tronco de hombre" (que es verdadera) y "Hay centauros" (que es falsa). Fl nuevo microscopio debe permitir observar claramente ésta y otras distinciones que ni el lenguaje cotidiano ni la lógica aristotélica nos permiten percibir. La ideografía FRFGE Y LOS LENGUAJES FORMALES La tesis logicista El propósito central de Frege había sido mostrar que la aritmética en su totalidad se puede reducir a la lógica, es decir, que las leyes que f. R. Searlu (ed.). The lMiilusuphy of Languagc. Oxford Uníversity Press, Oxford, 1971, p. 2. Frege presentó por vez primera un instrumento acabado de análisis lógico en 1879, en una pequeña obra llamada Begriffsschrift, "escritura conceptual" o, como se suele decir hoy, ideografía"". Con ella se funda la lógica moderna y todos los : Reimpresión cuidada por i. AnselelH, oims, HUdestaelm, il)b4. II ProC Hugo I'HJHILI Ch. pivpuru una traducción española que será publicada próximamente por el Instituto de Investigaciones Filosóficas di ii Universidad Nacional Auiónuma dv 122 tratados actuales de lógica elemental, si bien emplean una símbología diferente, dependen en lo esencial de este libro. Entre las rasgos que hacen de él un texto revolucionario quiero destacar dos. En primer lugar se parte en el análisis no de términos o palabras aisladas, como en la tradición aristotélica, sino del juicio. Esto permite establecer por vez primera lo que hoy se llama un "cálculo preposicional", vale decir la manera de establecer la verdad o falsedad de enunciados compuestos haciendo abstracción de su contenido y tomando solamente en cuenta si sus enunciados componentes son verdaderos o falsos, Por otra parte, Frege introduce un dispositivo llamado más tarde "ouantificador universal" que permite representar claramente las relaciones entre los enunciados que expresan universalidad y los que expresan existencia. Retomemos el ejemplo anterior. "Para todo x, si x es un centauro, x tendrá tronco de hombre" expresa que todos los centauros poseen dicha cualidad; la existencia en cambio la afirmaremos diciendo que "No para todo x vale que x no es un centauro". El euantificador universal nos permite tomar una totalidad de objetos y afirmar que en ese universo hay algunos objetos que poseen el predicado en cuestión. Y esta es hasta el momento la explicación más satisfactoria que se haya dado de los juicios de existencia. Es evidente que para el lector no especializado todo esto resultará bastante oscuro. Me interesa sólo destacar que Frege fabricó un instrumento lógico muy perfecto para desarrollar su tesis relativa a una de las ramas de las matemáticas y que este instrumento renovó radicalmente la lógica, una disciplina que Kant, p. ej., consideraba completa e inmutable. Leyes fundamentales de la aritmética En 1893 y 1903 aparecen los volúmenes en que Frege, modificando en algunos puntos su ideografía 5, desarrolla en detalle su derivación de la aritmética a partir de ia lógica. Esta obra, llamada s La lesis de la evolución de la ideografía ha sido expuesta por Claudc Imbm en su introducción a G. Frege. Ecrils logiques el pliilosupliiquev du Senil. Puríi, 1971. Gottlob Frege; lógica y lenguaje Leyes Fundamentales de la Aritmética", es de extraordinaria complejidad. Fue en ella donde Russell descubrió la famosa paradoja del conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos. Esta paradoja mostraba que el edificio entero estaba mal construido desde la base y hoy sabemos que las reparaciones que intentó hacer Frege son insuficientes: el edificio de la aritmética no puede descansar únicamente sobre la lógica sino que entre sus cimientos tiene que haber también elementos extra-lógicos. Sin embargo, pese al fracaso, resulta innegable que con Frege se abre una nueva etapa en la filosofía de las matemáticas. Al leer sus Fundamentos de la Aritmética7 de 1884 no se puede dejar de percibir que es allí donde por vez primera se pisa tierra firme en una disciplina en la que todo lo an* Grundgcsclzc der Arllhmctik. reemprisión Olms, lllldcshclm. 2 7 Die Grundiajjcn der Arithmciik, reimpresión Darmstatlt, 1161. l.:i l"(liti)ri;il I , i i M . de Barcelona publicará nnu traducción de esta obra. 123 tenor, incluso las leonas de Figuras tan eminentes como Leibniz o Kant, nos parece hoy radicalmente insuficiente. Además, diversos estudiosos están dispuestos a reconocer que aun en el pi ísente no han perdido su validez ciertos aspectos fundamentales de la concepción fregeana de! número. FREGF, Y I O S LENGUAJES NATURALES Sentido y denotación A comienzos de este siglo se tuvo gran confianza en que los progresos de la lógica llevarían muy lejos. Hoy ese entusiasmo primero ha pasado. La lógica misma se ha encargado de mostrar sus propios límites, observándose a la vez que por diversas razones los lenguajes naturales parecen tener una preeminencia sobre los oíros, por lo pronto como problema filosófico. Y también esto ha hecho renacer el interés por Frege. En la década de 1890 nuestro autor publicó una serie de artículos * donde propuso una distinción que ha resultado ser extraordinariamente fecunda, la distinción entre sentido y denotación (o referencia). Esta distinción obedece a la necesidad de explicar un fenómeno muy curioso. Cuando yo hablo del satélite natural de la tierra todos me entienden; si comienzo a hablar del satélite natural de Venus, más de alguien objetará: "Tus palabras carecen de sentido: no hay ningún satélite natural de Venus". Sin embargo., es obvio que mi expresión tiene sentido puesto que el interlocutor la entendió. Lo que ocurre es que la expresión "satélite natural de la tierra" sirve para presentar un objeto (la luna) y eso es su denotación; la manera en cambio como presenta esc objelo (como satélite natural de la tierra) es su sentido. En el ejemplo defectuoso lo que teníamos era una expresión con sentido pero sin denotación y esto es una anomalía. Porque lo que esperamos de un nombre es precisamente que nombre algo. Lo verdadero y lo falso Carecer de denotación es una anomalía para una expresión que pretende nombrar algo, porque * Reunidos en G. Frege, Lógica y Semántica. Ediciones Universitarias de Valparaíso, [972. todo lo que afirmemos usando esa expresión tro será ni verdadero ni falso. Del satélite natural de Venus no es verdadera ni falso decir que carece de atmósfera. Y resulta que lo que más nos interesa, lo que guía toda nuestra actividad cognoscitiva es la verdad. Nos interesa que las explicaciones tengan denotación y no sólo sentido, precisamente porque nos interesa la verdad de lo que digamos o se nos diga. - Frege, utilizando un principio de sustitución, llega así a una doctrina muy sorprendente: las oraciones asertivas deben tener también sentido y denotación y esta última debe ser concebida como un objeto. De este tipo sólo hay dos objetos: lo Verdadero y lo Falso (los llamados valores de verdad o valores veritativos). Esta doctrina ha sido objeto de agudas críticas y se han propuesto caminos para evitar sus malas consecuencias conservando lo esencial: que la denotación de una palabra está estrechamente ligada a la verdad de las oraciones en que puede ser incluida. Esta noción no es más que la otra cara de la moneda que proponía comenzar la lógica por los juicios y no por los términos. Aplicaciones de la semántica fregeana También en este campo vemos los límites de los planteos de Frege, entre otros la falta de una noción precisa de lo que es el sentido (problema en el que no se está hoy en una situación mucho mejor que la de Frege), pero a la vez hay que reconocer que con su semántica Frege introdujo luz meridiana en problemas que antes de él parecían una selva umbrosa, p. ej. el de los juicios de identidad. Antes de él reinaba oscuridad acerca de lo lo que hacemos cuando decimos p. ej. que Pompidou es el Presidente de Francia. Si esta afirmación expresa efectivamente una identidad podemos reemplazar uno de sus términos por e>l otro y decir: "El Presidente de Francia es el Presidente de Francia". La primera afirmación comunica una información histórica importante, la segunda es en cambio banal. ¿En qué radica la diferencia? Sencillamente en que en el primer ejemplo ambos términos designan a la misma persona (tienen la misma denotación) pero la presentan de manera diferente (dis- 124 tinto sentido). Y muchas veces, tanto en el conocimiento científico como en la vida cotidiana, se hacen importantes hallazgos de este tipo: se descubre que diversos nombres corresponden a lo mismo. Hasta aquí una aplicación que hizo el propio Frege o, mejor aún, una de las dificultades que le hizo concebir la famosa distinción. Hasta este momento la recepción de Frege se ha realizado sólo en el mundo anglosajón, un mundo de una fuerte tradición empirista y positivista. La recepción en Alemania y Francia ha comenzado y no es necesario ser profeta para sostener que, dados los méritos internos de su pensamiento, también se extenderá por otras regiones, entre ellas América Latina. Y esto hará entrar al pensamiento de Frege en contacto con otras corrientes filosóficas. Sería un error pensar que los hallazgos de Frege están indisolublemente ligados a una posición positivista y quiero dar un ejemplo de lo iluminadoras que resultan sus ideas para un problema que surge en el interior de una tradición diferente. En las décadas entre 1940 y 1960. sobre todo entre pensadores que dependían de Heidegger, hubo una intensa discusión sobre la historicidad de la verdad, su condición de desvelamiento o desencubrimiento en un momento cualitativamente privilegiado del tiempo, en un kairós, como decían los griegos. Como signo de esto se aducía el hallazgo de ciertas verdades p. ej. en los orígenes de la filosofía en Grecia o en tal o cual pensador posterior. También se habla de la vigencia de ciertas verdades dentro de determinados límites temporales, de que su captación dependía de la "altura de los tiempos", etc. Estas ideas fueron particularmente seductoras para pensadores que estaban cerca de la teología, especialmente de la exégesis bíblica. Pero otros, más aferrados a una posición tradicional, protestaron porque vieron amenazada la absolutez de la verdad, esa absolutez o intemporalidad que se hace patente cuando dentro de ciertas afirmaciones incluimos referencias al tiempo. Así p. ej. no hay ningún momento del tiempo —ni siquiera antes del hecho mismo, por más que se le haya ignorado— en que sea falso que Julio César murió en los Idus de marzo del 44 A. C. (suponiendo que fue efectivamente así). También las proposiciones matemáticas muestran una absolutez similar y desde Platón se conocen las insalvables dificultades que debe enfrentar una concepción relativista de la verdad. Si se toma la distinción de Frege se ve ahora que la discusión se clarifica enormemente, pues todas las experiencias —innegables— de la historicidad de la verdad se refieren al sentido. Lo que se desvela ©n un momento dado, lo que se capta en un instante privilegiado y no en otro, es un sentido, p. ej. el del teorema de Pitágoras o el de la presencia universal del logos en el caso de Heráclito. Es también el sentido de determinadas afirmaciones lo que tiene vigencia o la pierde. Y todo esto independientemente de la denotación que esté en juego en cada caso. Et heliocentrismo como doctrina astronómica aparece en un punto preciso de la historia (durante el Renacimiento o tal vez ya con Aristarco de Samos), pero los astros giraban alrededor del sol mucho antes de que se concibiera esa teoría. La verdad no depende, por lo tanto, del momento de captación del sentido. La verdad no es relativa al tiempo; es absoluta, en el sentido explicado. Frege afirma esto último cuando dice que "la verdad no está en nuestra potestad", pero ciertamente no aplicó su doctrina semántica a éste ni a otros problemas de metafísica. Trabajó, en efecto, con gran tesón en una sola región y prácticamente no se interesó por nada más. Sobre ética no dijo jamás nada, tos problemas del conocimiento le parecían secundarios frente a los del lenguaje y de la lógica y sus afirmaciones parecen esbozar una ortología que deja abiertas muchas interrogantes. Sin embargo, hoy está fuera de duda que la región que exploró es fundamental; en ella se mueve todo pensamiento, tanto cotidiano como científico o filosófico, y por eso la gravitación de sus ideas se dejará sentir en los más diversos campos.