Un vistazo desde Mendel al ADN

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BioGeo: (15.3.08) por Sergio Mestre
Un vistazo desde Mendel al ADN
Peter Atkins en su libro "El dedo de Galileo"
(Espasa 2003) se ocupa, entre otros temas,
del ADN. (Capítulo 2- ADN: Racionalización de
la biología) - el autor hace un interesante
recorrido cronológico por las aportaciones que
contribuyeron a relacionar los trabajos de
Mendel, primero con los cromosomas y luego
de estos con el ADN.
Cada una de nuestras células, y rondan el
centenar de billones, la mayoría tan diminutas
que hacen falta doscientas para llenar el punto
de esta i, contiene una plantilla de todo
nuestro cuerpo. En principio, cada célula
podría engendrar un individuo idéntico
completo. Por suerte, hay limitaciones físicas
y biológicas que hacen imposible esta fantasía.
Hasta los trabajos de Mendel (1865) poco se
sabía sobre las
leyes
y
los
mecanismos de la herencia. En aquel tiempo se pensaba que cada
progenitor vertía sus características hereditarias en el tarro
que era el hijo, y éste emergía de la mezcla (herencia de/por la
mezcla)
Aunque Mendel desarrolló su trabajo en el siglo XIX, hubo que
esperar al siglo siguiente para que sus trabajos fueran
aceptados por la comunidad científica; las aportaciones de
Mendel fueron esenciales para cambiar la idea dominante en
aquella época, de la herencia por la mezcla, por una teoría según la cual la información
heredada se transportaba en unidades separadas (Mendel llamó a estas unidades
“factores”). Hasta 1909 los “factores” de Mendel recibieron toda clase de nombres, pero
hoy nos referimos a ellos con el nombre de “genes”, que sugirió en ese año Wilhelm Ludvig
Johannsen.
Paralelamente la biología recorría otras sendas que estaban destinadas a confluir.
El
biólogo
alemán
Ernst
Haeckel (1838-1919) sugirió, en
1868, que el núcleo de las
células contenía la información
que gobierna la herencia.
El embriólogo alemán Walter
Flemming llevó aún más lejos
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esta idea cuando en 1882 descubrió que el núcleo de las células (en este caso de larvas de
salamandra) contienen unas diminutas estructuras parecidas a bastoncitos que podían
colorearse al absorber determinados tintes. Basándose en esta observación Wilhelm von
Waldeyer sugirió en 1889 el nombre de cromosoma (“cuerpo coloreado”) para estas
estructuras.
Entre finales del siglo XIX y comienzos del XX
los biólogos habían llegado a sospechar que los
cromosomas eran los instrumentos de la
herencia. Esos cromosomas se cruzaron en el
camino de la herencia mendeliana en 1902,
cuando Walter Sutton (1877-1916), estudiando
las células espermáticas de una especie de
saltamontes (que presentaba grandes células y
cromosomas
razonablemente
visibles),
descubrió que los cromosomas emparejados
entre sí se separaban, y cada miembro del par
pasaba a formar parte de una célula diferente. El descubrimiento de Sutton suele
conocerse como la teoría Sutton-Boveri, pues Theodor Boveri (1862-1915) un biólogo
alemán que estaba investigando con las huevas de erizo de mar, había afirmado en 1904 que
él también había tenido esa idea, casi al mismo tiempo que Sutton. De hecho, Boveri (junto
con otros) aportó algunas ideas fundamentales. Llegados a este punto podemos inferir que
los cromosomas de Sutton portan los genes de Mendel
La idea de que una sustancia química (que formaba parte de la composición de los
cromosomas) lleva codificada la información hereditaria, había surgido también durante el
siglo XIX. En un principio se pensó que eran las proteínas, las moléculas que contenían la
información hereditaria. Se sabía, sin embargo, que en el núcleo de las células había otra
sustancia desconcertante, otro tipo de molécula, llamada “ácido nucleico” debido a que se
localizó por primera vez en el núcleo y porque reaccionaba con colorantes básicos; pero
todo el mundo pensaba que esos ácidos nucleicos eran demasiado sosos y estructuralmente
demasiado simples como para poder transmitir la tremenda cantidad de información que
debería haber en los cromosomas.
Esta opinión iba a cambiar en
1944
a
partir
de
las
investigaciones de Oswald Avery
(1877-1955).
Aunque
los
resultados
de
Avery
no
convencieron a toda la comunidad
científica, los papeles habían
cambiado por completo y los
ácidos nucleicos estaban a punto
de convertirse en las moléculas
más interesantes y más importantes del mundo.
La relación definitiva entre los ácidos nucleicos y la información genética vino de la mano
de las experiencias realizadas en 1952 por Alfred Hershey (1908-1997) y la estudiante
Martha Chase.
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De entre todos los ácidos nucleicos la molécula de ADN (ácido desoxiribonucleico) se
identificó como la molécula que contenía la información genética. Esta sustancia fue
descubierta en 1868 por un doctor suizo, Friederich Miescher, sin embargo, estos últimos
descubrimientos despertaron el interés de la comunidad científica en conocer la estructura
de la molécula y del código genético.
La estructura de la molécula de ADN empezó a dilucidarse a partir de los trabajos de
Erwin Chargaff (1905), de las aportaciones de Maurice Wilkins (1916) y Rosalind Franklin
(1952) y en última instancia de los trabajos de Francis Crick y James Watson (1953).
La historia del descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN la dejaremos para
otra ocasión. Quedaba pendiente también dilucidar cual era el código genético.
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