Autismo y el valor de la palabra Descriptores: Autismo

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Autismo y el valor de la palabra
Descriptores: Autismo- Diagnóstico- Depresión materna- Valor de la
palabra
Resumen: Voy a describir cómo planteamos en el equipo de “Psicoanálisis
en trastornos del desarrollo infantil” el diagnóstico, las posibles causas y
formas de intervención en los niños llamados autistas o TGDI.
Fundamentaré con algunas viñetas clínicas las intervenciones en pacientes
con autismo (de diferentes causas) y los efectos producidos por la eficacia de la
palabra.
Fundé el Equipo de “Psicoanálisis en trastornos del desarrollo infantil”
dentro del Servicio de Salud Mental del Hospital Durand en el año 1996. El motivo
fue comenzar a atender a una población que el equipo de niños del Servicio
derivaba a otros efectores como el Hospital Tobar García.
Desde un comienzo organicé al equipo desde un marco teórico
psicoanalítico con una orientación interdisciplinaria. Esto por dos motivos: por un
lado por el tipo de patologías de los niños que recibíamos que imponía un
abordaje de este tipo; y por otro, porque el hospital mismo ofrecía los recursos
humanos para hacerlo. Daba la posibilidad de realizar un intercambio fluido con
profesionales
de
otras
disciplinas
como
neuropediatra,
kinesiología,
psicopedagogía.
Con neuropediatría mantengo una relación muy directa y permanente con
discusiones sobre diagnóstico, tratamiento y estrategias terapéuticas. Para
alcanzar este objetivo, nos reunimos un día por semana en el cual citamos a los
pacientes que presentan dificultades diagnósticas y, en conjunto, planteamos
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desde cada uno la forma de entender el caso o el paciente que se nos presenta
para acordar modos de abordajes.
Por otra parte, trabajamos con un día de admisión fijo al cual llegan chicos
derivados de diferentes sectores, ya que con el tiempo se ha ido difundiendo la
existencia del equipo. Las derivaciones pueden ser internas, desde distintos
servicios del hospital o externas: escuelas, otros hospitales, centros de salud o de
otras instituciones.
La admisión la entiendo como un proceso. Por lo tanto no se agota en una
sola vez sino que se le dedican la cantidad de entrevistas que sean necesarias
con el fin de entender la problemática y construir una demanda de tratamiento.
Desde el psicoanálisis, sería el equivalente a las entrevistas preliminares. Luego
se le brinda la continuidad terapéutica tratando de no generar demoras
institucionales ni listas de espera.
Las patologías que nos derivan abarcan desde los trastornos neurológicos,
Gilles de Latourette, epilepsia, parálisis cerebral, trastornos genéticos como
síndrome de Down, Prader Willis, Fragilidad del X, Síndrome de Morsier, hasta
psicosis en la infancia, autismo, síndrome de Asperger, retraso madurativo y otros.
Con esta variedad de pacientes las estrategias terapéuticas las vamos armando
uno a uno. Sin embargo hay un factor común: la disposición para escuchar a un
sujeto. Trabajamos sobre el supuesto que si llega a la consulta es porque sufre. Y
es allí donde se abre una pequeña grieta para comenzar a intervenir.
Como las estrategias terapéuticas las vamos considerando caso por caso,
entonces no es raro que trabajemos con los padres a veces, con uno de ellos en
particular, y\o con el niño. Esto nos va a ayudar, cuando se produzca algún
cambio, a la regulación pulsional en la familia de lo que llamamos goce, para no
encontrarnos con una reacción terapéutica negativa.
Voy a describir brevemente cómo conceptualizo la clínica de lo que se llama
autismo o TGDI.
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Se puede concebir al autismo como el grado cero o reducido de la
subjetividad, donde hay una imposibilidad de sujeto o resistencia a la entrada en el
lenguaje. Se lo puede incluir dentro de las psicosis o de las neurosis. Sin embargo,
y a pesar de los intentos clasificatorios actuales, el autismo plantea problemas
referidos al proceso humano por excelencia: el proceso de subjetivación. Esto va a
tener efectos sustanciales en el niño. Sus vínculos y la comunicación con el otro
serán particulares y será también particular el modo de situarse en el mundo, en
relación con el mundo.
El proceso de subjetivación va más allá del orden puramente biológico,
aunque no sin él. Se relaciona directamente con el momento de la entrada a la
realidad de los hombres, constituida por palabras e imágenes. Pensar lo biológico,
lo genético o alguna alteración orgánica como lo único determinante en el proceso
de subjetivación sería innegable, si el campo humano se redujera sólo a este
plano. Pero al no ser así, hay que considerarla sólo como una variable. Aunque
hoy, algunas posturas promovidas a veces desde un fundamentalismo ciego e
interesado, caigan en el error de hacer de la causa biológica, una totalidad de una
parte. Es imprescindible entonces, sostener el tratamiento de los autistas desde un
pensar y un hacer interdisciplinario.
El autismo no es una enfermedad ni una deficiencia, sino la detención
del proceso de subjetivación. De constitución del yo y del sujeto. A raíz de este
detenimiento se verán afectados:
La adquisición del yo y la imagen humana. Que se corresponde con lo
que Lacan llamó Estadio del espejo. El autista tiene dificultad para hacer lazo con
un semejante. Luego, no logra anticipar el dominio de su cuerpo mediante una
identificación con otro, la percepción de la propia imagen ante un espejo. De allí el
característico hablar en tercera persona, su insensibilidad al clima o a los golpes, y
los problemas para construir un espacio estable donde si se algo modifica, no
provoque una desestabilización.
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La entrada al lenguaje. El niño autista no está fuera del lenguaje ya que
es hablado desde antes del nacimiento. Lo que hay es una resistencia a la entrada
en el campo del lenguaje, a dejarse tomar utilizándolo para hablar.
La regulación pulsional. La mirada y la voz funcionarán en el autismo de
manera particular. La voz del niño será metálica, su hablar ecolálica, raro y
particular. La mirada puede estar más o menos perdida, los ojos mirando torcido o
sin enfocar.
El proceso de apoptosis y de plasticidad neuronal. La apoptosis es la
autodestrucción de las células de forma programada, codificada genéticamente.
La apoptosis se produce cuando la célula activa su programa de suicidio como
resultado de señales internas o externas. Mientras que la plasticidad neuronal es
la capacidad de las células nerviosas para cambiar sus propiedades, por ejemplo,
desarrollando nuevas sinapsis, modificando la forma o la función de las existentes.
Al alterarse estos dos procesos complementarios de muerte y renovación
neuronal, se verá alterado el establecimiento de los circuitos neurológicos,
fundamentales en este primer periodo de la vida para vincularse con el mundo
externo.
Es decir que esta detención temprana en el desarrollo normal de la
constitución subjetiva, alterará tanto el psiquismo como cuerpo biológico del niño,
ambas variables en estrecha interrelación. Además se debe tener en cuenta que la
gravedad de cada caso de autismo, estará dada por el momento madurativo en
que cese en la marcha normal de los acontecimientos y de cuánto tiempo se
prolongue.
En todo caso, la forma de hacer frente a esta problemática, que tiene tantas
aristas y recovecos, será sin dudas, re-humanizar (no reeducar ni adaptar). De
esto se trata cuando tenemos como herramienta a la palabra.
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Ángel tiene dos años y medio. Aletea y hamaca su cuerpo hacia adelante y
hacia atrás. Pasa la mayor parte del tiempo solo. En un rincón del jardín de
infantes. No tiene amigos y no le interesa jugar. La madre está preocupada porque
su hijo no responde cuando le habla o lo llama. Se comporta raro, dice. En una de
las primeras entrevistas cuenta de su hijo y entre otros temas, menciona como al
pasar, un hecho ocurrido hace algunos años: la muerte de un familiar lejano. Esto
irrumpe en la entrevista como cuando algo sale a flote desde las profundidades.
Ella dice no haber tenido conciencia de cómo la afectó esta pérdida hasta el
momento en que termina de decirlo.
Esa muerte inscripta en lo inconsciente, impedía que el flujo libidinal, de
vida, se dirigiera hacia Ángel, lo que produjo el cierre temporal. Al posibilitar en la
madre este descubrimiento y ponerse en palabras las causas del estado depresivo
(no detectado como tal), aquella herida cicatrizó. La elaboración del duelo permitió
el volver a reencontrar en este objeto-niño, la posibilidad de desear-lo. Al poder
funcionar de nuevo como un referente, esta madre restablece el flujo libidinal,
vuelve la vida. Y Ángel retorna del país de las sombras en el cual estaba detenido.
Con otra predisposición psíquica por parte de la madre, logra salir de su autismo
en pocos meses de tratamiento. Ángel puede reiniciar la marcha.
Francis Tustin (1972) sitúa a la depresión materna como una de las causas
del autismo. También en un artículo publicado en octubre de 2011 1, de clara
orientación farmacológica y cognitivo conductual, se concluye que “…la remisión
de la depresión de las madres, independientemente de su momento, parece estar
relacionada con la disminución en los problemas de conducta y síntomas en sus
hijos…” Si la madre se ausenta, no a nivel de la presencia física sino al nivel
simbólico, psíquico, el hijo sufrirá las consecuencias: no encontrará quien regule lo
pulsional por un lado, y la entrada en lo simbólico mediante el lenguaje por otro.
.-“Niños de madres depresivas 1 año después de la remisión de la depresión materna:
Hallazgos del estudio STAR*D-Niños”, publicado en “The American journal of Psychiatry”,
(Star*Anexo 3)
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Las personas cercanas a Daniel lo notan raro. Aconsejan a la madre que
consulte. La madre, psicóloga, no registra lo que sucede, pero accede a la
consulta. Ella habla de su ex pareja. Luego de Daniel. Durante la entrevista le
indico que ella no le habla y le pregunto cuál es el motivo, ella se da cuenta de que
nunca le habló. Que no se comunica con el hijo. Dice:
“Yo creo que no entiende. Por eso no le hablo”
“A veces habla de noche. Yo nunca lo había escuchado. Dijo: Tomá mamá.
Dormido, con un tono de voz que nunca había escuchado.”
A la sesión siguiente algo cambia en Daniel. La madre había empezado a
hablarle. Con el transcurrir de las sesiones las personas cercanas al niño notan un
cambio en Daniel muy significativo. Se vincula más, utiliza mayor cantidad de
palabras. Quiere hablar y lo empieza a hacer. La madre, sorprendida, se
entusiasma y profundiza en el cambio. El referente actúa dando fe a su acto. La
palabra llega a destino. Daniel empieza a retornar de donde estaba oculto.
Si la madre no cree poder hablar con el hijo porque no confía en el valor de
sus palabras, éste se perderá en la incredulidad materna. Ya no hay palabra que
marque, que modifique el cuerpo del hijo, que sea significante. Porque la madre no
le da categoría de significante. Esto es responsabilidad de la madre o de quien
ocupe este lugar. No significa culparla, sino indagar el por qué no se cumple esta
función de humanización y ubicar lo que sucede. En el caso de Ángel, fue la
depresión de la madre la que llevó a que esto no se produce. ¿Puede alguien en
este estado de depresión, investir algún objeto? Seguramente le resultará difícil,
pero si logra resolver el duelo, podrá. En el caso de Daniel, es la madre la que por
algún mecanismo inconsciente, no da valor a lo simbólico. Es un ejemplo magistral
de la diferencia entre el saber cómo información, y la verdad inconsciente que es
eficaz determinando las conductas. A decir de Maurice Blanchot:“…hay algo más
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grave. Cuando el poder de hablar se interrumpe, no se sabe, nunca se puede
saber, a las claras qué está actuando…”2
Lic. Jorge A. Casarella
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Blanchot, Maurice (2008), “La conversación infinita”, Ed. Arena Libros.
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