El rol de los empresarios ante los retos de nuestro tiempo Juan

Anuncio
El rol de los empresarios ante los retos de nuestro tiempo
Juan Pablo Castañón Castañón
Presidente del Consejo Coordinador Empresarial
@jpcastanon
La visita del Papa Francisco a nuestro país reviste especial trascendencia, no sólo
para los católicos, sino para el país en su conjunto, debido a dos circunstancias que
embonan perfectamente.
Por un lado, el complejo momento histórico que hoy vivimos los mexicanos. Por el
otro, la orientación que Francisco ha decidido marcar en la Iglesia y en la capacidad
de ésta para influir en el mundo: la integración de la concepción cristiana de la
misericordia con un llamado urgente al cuidado de “la casa común”.
No es un planteamiento abstracto, sino una invitación a la acción para hacer del
mundo un sitio más justo, humano, sustentable y sin exclusión. El reclamo es
reconciliar, en el aquí y ahora, el desarrollo económico con el social, y más aún, con
la ética.
Ese trasfondo explica el que el Papa haya elegido para su recorrido lugares en los
que se presentan, de forma emblemática, algunos de los más graves problemas
que aquejan millones de mexicanos, y que son similares a los de cientos de millones
de personas en el resto del mundo.
Es el caso de la delincuencia y la violencia; de la degradación del medio ambiente;
de las crisis migratorias, económicas y políticas; de la pobreza y la creciente
desigualdad; de las difíciles condiciones que enfrentan muchos jóvenes, sin
perspectivas de futuro.
No podemos dejar pasar esta ocasión sin la necesaria reflexión y mejor aún, sin una
toma de compromisos. Con esa disposición vamos muchos empresarios al
encuentro que tendremos con el Papa Francisco y con representantes del mundo
del trabajo el próximo miércoles 17, en Ciudad Juárez.
Los retos sociales, económicos y políticos ante el cambio de época que toma forma
en los albores de este nuevo siglo, nos obligan a pensar en la responsabilidad que
nos corresponde, como líderes no sólo de cada una de nuestras empresas, sino en
un contexto mucho más amplio.
Tenemos que partir del hecho de que, si la familia es la célula básica de la sociedad,
la empresa lo es de la economía.
Por supuesto, debemos asegurarnos de que nuestras empresas funcionen y
subsistan en el tiempo, con rentabilidad y crecimiento: lo necesario, como mínimo,
para cubrir las obligaciones fiscales, con los accionistas y para que todas las
personas que las conforman puedan tener ingresos dignos y crecer junto con la
organización.
La vocación del empresario trasciende el interés patrimonial: se centra en la
responsabilidad de generar oportunidades, empleo y opciones de desarrollo integral
de todas las personas que conforman a la empresa. Responsabilidad que se
extiende al devenir de nuestras comunidades y la sociedad de la que formamos
parte, e inclusive frente a las futuras generaciones.
Esta vocación incluye también la participación en la vida pública, y el impulso a las
políticas públicas que necesitan la empresa y sus trabajadores para crecer: medidas
que verdaderamente favorezcan la inversión, el empleo, la productividad, y con todo
ello, el desarrollo económico sostenible e incluyente.
Esa es, en el fondo, la dimensión profundamente social del empresario ante los
retos de nuestro tiempo: ser verdaderos líderes en la creación de condiciones y
espacios donde las personas puedan crecer de manera integral, a través del trabajo
y el desarrollo de sus capacidades para generar valor agregado en la sociedad.
Sólo así podremos erradicar la pobreza extrema y dar la vuelta a la página a las
exclusiones que enfrentan millones de mexicanos.
Esa es la respuesta que debemos dar al llamado del Papa, seamos creyentes o no:
nuestro compromiso de impulsar juntos – trabajadores y empresarios- un
crecimiento que ponga a la empresa como motor de la economía y a las personas
y su desarrollo como principio y fin de toda la actividad social, económica y política.
Descargar