Semiología Psiquiátrica y Psicopatía

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Semiología Psiquiátrica y Psicopatía
NEUROBIOLOGÍA DEL PSICÓPATA
Dr. Eduardo A. Mata
El enorme interés que ha despertado el psicópata en la Psiquiatría contemporánea tiene mucho que ver
principalmente con dos factores. En primer lugar, el desarrollo que ha tomado la personología y, dentro de
ella, sus bases neurobiológicas, las cuales, a su vez, están vinculadas con el creciente conocimiento que
tenemos del cerebro.
El segundo aspecto tiene que ver con la potencial y actual destructividad que caracteriza la conducta de
algunos psicópatas. La destructividad humana es un fenómeno apasionante y cuya comprensión y
profundización se hace tanto más necesaria cuanto mayor son los recursos que las Ciencias del Hombre van
poniendo a nuestra disposición. En especial, interesa tratar de establecer ciertos puntos en común entre las
grandes manifestaciones de destructividad (guerras, genocidios, torturas, terrorismo ) algunas de los cuales
podrían apoyarse en la Sociología, en la Antropología Filosófica y, tal vez, en la Historia; y, por otra parte, las
manifestaciones individuales de destructividad humana, basadas en la Psicopatología, la Psicología y las
Neurociencias. Tal recorrido tal vez nos permita hacer un repaso integrativo de tal modo que, guiándonos por
la línea de la destructividad como comportamiento, nos deje entrever el nexo que vincula, en el hombre, el
plano profundo de sus bases biológicas más elementales, hasta los más elevados y complejos de sus
organizaciones sociales y de su axiología. Debido al alcance de este trabajo, sólo tomaremos algunas de las
características clínicas y neurobiológicas de un tipo particular de personalidad vinculada a la destructividad: el
psicópata.
Lorenz y los etólogos consideran la agresividad organizada como una adquisición evolutiva que se habría
producido hace unos 40.000 años. Sería un ejemplo de "fusión" primitiva, en un sentido social, ya que para
aumentar la eficacia de la agresión como arma de supervivencia, había que unirse y organizarse. Este vínculo
parece tener relación con el "entusiasmo militante", forma especializada de agresión comunitaria, un
entusiasmo que comparte el grupo contra un enemigo común. Su máxima expresión sería la "esquizofrenia de
guerra", descrita por Kahler, y que necesita -en principio- considerar que el enemigo no es un semejante. Hay
una especie de continuo en este modelo que va desde la agresión organizada en ejércitos regulares regidos
por convenciones internacionales -cerebro límbico- a la crueldad y brutalidad inútil de las torturas y vejaciones
de los campos de concentración y los genocidios -cerebro reptílico.
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Como una de las corrientes de ideas más importantes en la comprensión del funcionamiento del cerebro en
relación con la personalidad, mencionaremos la concepción de McLean.(37,38,39)
Un modelo de cerebro organizado jerárquicamente ya había sido propuesto por Hughlings Jackson. Para este
famoso neurólogo inglés habría centros "superiores", "medios" e "inferiores", siendo estos últimos rerepresentados por los medios, y ambos re-representados por los superiores.
Contra esta posición surgió la de los antilocalizacionistas, que querían ver al cerebro como "una masa
homogénea, como cualquier glándula, por ejemplo el hígado, con funciones homogéneamente distribuidas".
Head pensaba que las lesiones cerebrales interrumpían una serie de eventos que estaban secuenciados entre
sí y que conducían a un resultado. Ahora se sabe que cada acto mental es consecuencia también de múltiples
procesos paralelos y no solamente de una sola línea secuencial.
La visión actual de estos procesos es que existen tanto jerárquicos como paralelos. Las "últimas" estaciones
reciben "inputs" tanto de las "intermedias" como de las "iniciales" confundiendo los esquemas simplemente
jerárquicos.
De este modo, el cerebro funciona como un sistema modular (40). A estos sistemas no lineales se les llama
heterarquías. Éstas, aunque tienen muchos elementos de las jerarquías, son mucho más complejas. Desde
que sus diferentes unidades pueden ser relativamente independientes, pueden interaccionar entre todas ellas,
sin considerarse sus niveles de complejidad. Dada la inseparabilidad entre estructura y función, se puede
pensar que el comportamiento funciona de la misma manera.
Recordaremos aquí, nuevamente, las ideas de McLean. De acuerdo a su teoría, el cerebro humano resulta de
la superposición e integración de funciones de tres cerebros distintos, con diferentes características
estructurales y neurofisiológicas, y también especiales performances comportamentales.
Representan la herencia de nuestros antepasados: los reptiles, los mamíferos y los primeros primates.
Consiste en un conjunto de estructuras nerviosas, que en el hombre ocupan los llamados ganglios basales y
el complejo estrío palidal. Es la parte más primitiva en el cerebro humano, y además de lo mencionado
comprende la médula espinal, el bulbo y la protuberancia, que forman parte del cerebro posterior; y el cerebro
medio o mesencéfalo. McLean llama "armazón neural" al conjunto integrado por la médula, el cerebro
posterior y el cerebro medio. Alberga los mecanismos neurales básicos de la reproducción y de la
autoconservación, lo que incluye el ritmo cardíaco, circulación sanguínea y respiración. En un pez o un
anfibio, éste es casi todo el cerebro que existe. Entre los elementos comunes al hombre y a los reptiles, que
suponemos provenientes del componente R (cerebro reptílico) figuran la selección del hogar, la territorialidad,
el involucramiento en la caza, apareamiento, crianza y, de acuerdo a McLean, también intervienen en la
formación de jerarquías sociales y selección de líderes. Tiene participación en los comportamientos ritualistas.
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Salvo algunas excepciones, pareciera que estos comportamientos forman parte de las conductas burocráticas
y políticas del hombre actual. Se dice que "mató a sangre fría" y la metáfora alude al componente R y a la
"sangre fría" de los reptiles.
Rodeando al complejo R se encuentra el sistema límbico. Lo tienen rudimentariamente los reptiles y, por
supuesto, los mamíferos. El comportamiento de los mamíferos, desde las clases más inferiores hasta las más
desarrolladas, incluyendo a los humanos, difiere de los reptiles no sólo en la gama mucho más vasta de
comportamientos posibles, sino porque en ellos aparece la emoción. Algo muy importante es que este sistema
no sufrió grandes cambios desde las especies menos avanzadas hasta las más desarrolladas. Esto se
advierte en las expresiones de furia de un gato o un perro, notablemente similares a las de un humano en la
misma situación. No es nada comparable con la impasibilidad de la expresión de los reptiles.
Es llamativo que la casi totalidad de los psicofármacos actúen en el sistema límbico. Los sistemas
neuroendocrino, neuroinmune, neurovegetativo, los ritmos circadianos, todos ellos fuertemente influenciados
por las emociones, tienen allí su sede.
La amígdala, parte importante en esta región, tiene un papel trascendente en la agresividad. Recordemos
que, actuando armónicamente con el circuito septal, constituirían la sede neuroanatómica y neurofisiológica
de los instintos de vida y de muerte de Freud. Existen motivos para creer que la base del comportamiento
altruísta se encuentra en el cerebro límbico. El amor (instinto de vida) parece ser una adquisición de este
cerebro. Muchas investigaciones documentan que las emociones son patrimonio de los mamíferos y, en
algunos casos, de las aves. Precisamente las especies que, fuera de los insectos sociales, cuidan de sus
crías.
Los sitios más primitivos de agresión, la agresión depredadora, han sido ampliamente estudiados, y
numerosas estructuras filogenéticamente muy antiguas han sido implicadas, incluyendo el hipotálamo, el
tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y, como ya se dijo, el núcleo amigdalino. La amígdala y el hipotálamo
trabajan en estrecha armonía, y el comportamiento de ataque puede ser acelerado o retardado según sea la
interacción entre estas dos estructuras. Por lo tanto, vemos que la inhibición de la agresión puede ocurrir entre
dos elementos neuroanatómicos, que son ellos mismos primitivos, y que no es tan simple decir que se trata
del control de estructuras "superiores" sobre otras "inferiores".
Por último, aparece el neocórtex, que ya se presenta en estado rudimentario en los mamíferos inferiores, sufre
un desarrollo impresionante en los primates y este proceso se vuelve explosivo en la línea de los homínidos y
en los grandes mamíferos acuáticos. La velocidad, volumen y trascendencia de este desarrollo parece haber
incidido para que la integración a los dos primitivos cerebros que le precedieron -y que ellos lograron entre síno se cumpliera completamente. Tal vez esta discrepancia permita explicar la disparidad entre la curva de
crecimiento de los logros científicos por una parte y la falta de mejoría apreciable en el control de las
emociones y la primacía de la conducta ética por otra.
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La agresión y su subproducto perverso, la destructividad, requieren el compromiso de estas antiguas
estructuras. Sin ellas no habría verdadera agresión, ya que ésta ni es una abstracción ni es definida por sus
consecuencias. La verdadera fuerza de la agresión radica en un conjunto de "redes neurales" o "armazón
neural" (como respectivamente la llaman Grisgby y Schneider, por un lado, y McLean por el otro) y en la
emoción provista por el límbico (un modelo de integración de redes neurales de diferentes niveles).
De esta manera, el cerebro humano transporta consigo la historia de la evolución (39) en su anatomía.
Comenzó en el agua cuando el pez desarrolló un tubo para transportar los nervios desde partes distantes de
su anatomía a un lugar central de control. En primer lugar aparece un abultamiento en lo alto de la espina,
después los nervios comienzan a especializarse. Algunos de ellos se vuelven sensibles a moléculas y forman
nuestro cerebro olfatorio. Otros se especializan en percibir la luz y forman los ojos. Estas estructuras se
conectan a una especie de bosquecito que controla los movimientos: el cerebelo. Este conjunto forma el
cerebro reptílico, mecánico e inconsciente. Sus partes básicas continúan intactas y forman parte del más bajo
nivel del sistema de tres partes que se ha desarrollado desde entonces (cerebro trino).
Encima de éste, se desarrollan luego más módulos: el tálamo, que permite que la vista, el olfato y el oído
puedan ser usados conjuntamente; la amígdala y el hipocampo, creando un sistema de memoria primitivo; y el
hipotálamo, haciendo posible que el organismo reaccione a mayor cantidad de estímulos. Este es el cerebro
mamífero, el cerebro límbico. Las emociones se generan aquí, pero todavía no puede ser experimentadas
como conscientes.
Durante la evolución de los mamíferos los módulos sensoriales dispararon la creación de una delgada capa
de células, cuya forma permitía que se formaran muchas conexiones entre ellas, con muy poco crecimiento en
volumen. Esta "piel" se volvió la corteza y es donde emergió la consciencia.
Los mamíferos que iban rumbo a convertirse en humanos desarrollaron un mayor córtex, desplazando al
cerebelo atrás, a la posición que ahora ocupa. El "Australopithecus Africanus" tenía un cerebro muy cercano
al actual hace unos 300 millones de años atrás, pero era un tercio de tamaño del actual. Un millón y medio de
años atrás el cerebro homínido experimentó una evolución explosiva, como ya se señaló. Tan súbito fue este
desarrollo que los huesos del cráneo debieron modificarse, para crear la alta y plana frente que nos distingue
de los primates.
La personalidad -y los comportamientos que generalmente incluyen cognición y percepción- representan la
operación compleja de varios sistemas funcionales, cuya actividad es mediada por un repertorio relativamente
estable de redes neurales intrincadas. Uno puede estudiar las funciones de la personalidad como módulos
pertenecientes a un sistema mayor, comprendidos ellos mismos por múltiples subsistemas. Aunque hasta
ahora no hay pruebas claras del funcionamiento modular de la personalidad, sería verdaderamente extraño
que otros aspectos del funcionamiento perceptual sean modulares, y la personalidad no. La supervivencia
requiere de un funcionamiento adecuado, y muchas veces automático e inconsciente, de una cantidad de
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sistemas (módulos) que median muchos factores: motivación, exacta percepción del ambiente, obtención de
lo que se necesita para sobrevivir, regulación de los impulsos agresivos y sexuales, formación de las
relaciones con otros individuos, iniciación y completamiento de comportamientos intencionales, y la inhibición
de los inapropiados.
En general, la gente se experimenta a sí misma como una unidad, coherente y estable, en abierta
contradicción con el hecho de que el substrato neural de su funcionamiento psicológico está basado en
muchos componentes modulares diferentes. Este sentido de totalidad es consecuencia de la notable (y no
siempre bien comprendida) capacidad de síntesis o de autoorganización que el organismo posee. Esta
organización refleja un proceso no linear, cuyo curso no se puede predecir a partir de fenómenos químicos o
físicos. Las propiedades funcionales que emergen de estas complejas redes neuronales poseen un alto grado
de organización. El deterioro de un aspecto dado de tales redes puede asociarse a un cambio específico de
funcionamiento, haciendo que la mayor parte del tiempo el comportamiento observado permanezca
organizado, aunque tenga deficiencias.
Una fuente de la auto-organización puede encontrarse en la "re-entrada de señales", lo cual ocurre en todos
los niveles de la heterarquía neural.
Hay muchas ventajas en la adopción de una perspectiva modular y funcional. Además de su valor explicativo,
puede servir para cambiar el énfasis puesto hasta ahora en los rasgos y desplazarlo hacia las funciones y
sistemas funcionales (autocontrol, regulación del afecto, juicio, destructividad). Además, una teoría modular
podría añadir fundamentos a la conceptualización cognitiva de los esquemas (asunciones básicas). Por lo
tanto, este self podría estar compuesto por un gran número de autorepresentaciones, cada una de ellas
sustentadas por diferentes pero superpuestas redes neurales, las que incluyen las encargadas de regular los
afectos. Trastornos tales como los casos de personalidad múltiple, personalidad borderline y estados
disociativos podrían entonces ser considerados en parte como perturbaciones de diferentes sectores de las
redes neurales. Esta perturbación sobre el sistema cerebro/mente podría tener causas biológicas y/o
determinadas por la experiencia. La variabilidad menos caótica y la coherencia observada en las personas
normales podría ser el resultado de una mejor integración de estos sistemas modulares.
Los datos clínicos para esta hipótesis son abundantes. Uno de ellos es la creciente habilidad de los niños y los
adolescentes en rumbo hacia la adultez para regular su conducta, a medida que el cerebro madura. Esta
maduración parece ser consecuencia no sólo de la experiencia, sino también de la mielinización de las áreas
prefrontales (con los cambios consecuentes en las redes neurales), un proceso que continua hasta la tercera
o cuarta década de la vida.
Este modelo es también consistente con las investigaciones hechas en relación a la congruencia del humor
con la memoria. Tiene que ver con el hecho de que cuando uno tiene determinados estados de humor, tiende
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a tener recuerdos específicos. Una red específica parece haber sido activada, y al hacerlo, bloquea el acceso
a otras representaciones. Cuando uno está deprimido, tiende a tener cierto tipo de recuerdos y de fantasías.
Es posible que la operación de redes neuronales relativamente independientes estén sustentando la
consistencia observada en varios estados emocionales. Si estas redes son perturbadas es posible observar
ciertas incongruencias afectivas, lo que depende de la naturaleza de la perturbación. Un afecto inapropiado
puede verse en la esquizofrenia, pero también puede verse en la "esquizofrenia de guerra" de Kahler, o en los
genocidios (41). En estos últimos casos serán factores contextuales, tal vez operando a través de sistemas
neuroquímicos (como los que sugerirían los hallazgos en los monos vervet) los que producirían tales
disociaciones.
Aunque el cerebro está comprendido por un número grande de módulos relativamente independientes, posee
una notable capacidad de síntesis. La actividad del organismo humano es, por lo tanto, coherente, a pesar de
la enorme variabilidad en el funcionamiento de sus componentes modulares. Diversas capacidades
funcionales psicológicas y físicas surgen de la estructura heterárquica de las redes neuronales del cerebro.
Los circuitos neuronales están organizados en una forma modular distribuida, y desde que sus "propiedades
funcionales son envueltas en propiedades estructurales" se ha argumentado que el mismo funcionamiento
debía estar organizado de manera similar. Toda actividad humana, por lo tanto, refleja una compleja síntesis
de muchos factores actuando concertadamente para producir un resultado específico mediante incontables y
variados métodos (40). Estos son realmente sistemas funcionales.
La extensión de estas ideas, como se dijo más arriba, al terreno de la personalidad, es la etapa siguiente que
la lógica indica.
King(20) se refiere a la historia de las teorías neurobiológicas de la personalidad, señalando que ya en el siglo
IV antes de Cristo, Hipócrates había precisado la existencia de cuatro estilos diferentes de personalidad
basado en los humores. Durante más de veinte siglos después de él, aún no se ha podido desarrollar una
teoría neurobiológica coherente. No obstante, en los últimos diez años (la llamada "década del cerebro") se
han producido avances significativos en las neurociencias, en particular en la neuroquímica. La taxonomía en
este terreno ha registrado también progresos a través de Eysenck, Zuckerman, Siever y Cloninger.
Se podrían dividir los enfoques referidos a la biología de la personalidad en dos subcategorías: las
macroteorías y las microteorías.
Las macroteorías intentan explicar las múltiples variaciones de la personalidad en relación a sistemas
neurobiológicos, y las microteorías son modelos que tienden a explicar los comportamientos más específicos
en relación con la actividad de sistemas singulares de neurotransmisión.
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A esta complejidad cabe agregarle los criterios dimensionales y categoriales para analizar los trastornos de la
personalidad. Los dimensionales se centran en los rasgos, y por lo común son curvilineales. Los categoriales
son taxonómicos, y responden a los agrupamientos de los "clusters" A, B y C del DSM-IV.
Las alteraciones de la personalidad, desde el lado neurobiológico, requieren tener en cuenta estos
antecedentes. Ahora nos abocaremos a intentar proveer algunos elementos concernientes a la personalidad
psicopática.
Ha
habido,
en
general,
bastante
controversia
en
relación
al
concepto
de
personalidad
psicopática/personalidad antisocial, y también a los rasgos que lo componen. R. C. Howard (24) llega a la
conclusión de que, más que ser una entidad clínica unitaria hay una familia de conceptos de psicopatía
parcialmente superpuestos, que pueden dividirse en tres. 1) Un tipo Norteamericano ("sociópata")
caracterizado por una conducta antisocial crónica que comienza en la infancia o la adolescencia temprana; 2)
Un tipo secundario por el rasgo del alto nivel de impulsividad, aislamiento social, y perturbaciones
emocionales; y 3) un tipo primario caracterizado por la impulsividad sumado a una falta de aislamiento social y
de perturbaciones emocionales. Esto no implica que estos tres tipos sean mutuamente excluyentes; es más,
la "sociopatía" es vista como un concepto amplio que abarca tanto la psicopatía primaria como la secundaria,
así como una alta proporción de criminales comunes.
De todos modos, para cualquier agrupación diagnóstica que parta de una concepción psicobiológica se hace
necesario formular tres cuestiones:
1-¿Cómo? (esto es, ¿cuáles son los mecanismos que median las conductas?)
2-¿Cuándo? (o sea ¿cuáles son los disparadores ambientales que precipitan el comportamiento?)
3-¿Por qué? (esto es, ¿cuáles son los factores que predisponen al individuo a desarrollar tales conductas)
Hay tres fuentes principales de datos, que se corresponden con cada uno de los tres niveles precedentemente
señalados: el epidemiológico, cuyo propósito es la descripción de las relaciones sociológicas, donde su foco
son las poblaciones y su método es el estadístico; el clínico, que describe el cuadro clínico y sus correlatos, su
foco es el individuo, y su método es el estudio de casos, y, por último, el experimental, cuyo objeto es
desarrollar una teoría que explique el fenómeno clínico, su foco son los mecanismos, y su método es el
análisis experimental de las conductas análogas.
Surge de esto una conclusión: una explicación completa de la conducta requiere de estos tres niveles. En un
nivel intraorgánico, se debe establecer una distinción entre los mecanismos que median los efectos de los
eventos iniciadores y de las influencias predisponentes, de las expresiones cognitivas, afectivas y motóricas
de la salida (output) de tales mecanismos mediadores. Por lo tanto los rasgos de personalidad, que pueden
definirse como características y persistentes maneras de pensar, sentir y actuar hacia sí mismo y hacia el
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ambiente, son expresiones de mecanismos subyacentes, los que pueden ser descritos como "sistemas
funcionales" neuropsicológicos. Las salidas afectivas, cognitivas y motóricas, retroalimentan a los eventos
disparadores (las consecuencias de nuestros actos pueden convertirse en estressores), y a las influencias
predisponentes (comportamientos característicos y habituales o "estilos de vida"); pudiendo, por lo tanto en
influencias predisponentes a perturbaciones psicofisiológicos (enfermedad coronaria) tanto como a trastornos
psiquiátricos. (Howard)
Veamos, en este contexto, el análisis de las teorías que hace Howard (24). Las teorías serán examinadas,
principalmente en la extensión en que responden a las tres grandes cuestiones (¿Cómo? ¿Por qué?
¿Cuándo?), y, en segundo término, en qué medida estas respuestas son aplicables a las tres clases de
psicopatía descritas por Howard, y permiten identificarlas como un género. Las iremos viendo a medida que
surjan los temas relacionados a las mismas.
En este trabajo, me concentraré especialmente en aspectos neurobiológicos del trastorno de personalidad
antisocial al cual, como veremos, es más adecuado denominar "psicópata". Analizaremos, a lo largo del
mismo, cómo se entrelazan las micro con las macroteorías, y los aspectos dimensionales con los categoriales.
Hacer una disección de los mismos ni parece práctico ni resulta posible sin afectar la idea de integración de
los elementos que componen un trastorno de la personalidad.
No es necesario subrayar la importancia de este tipo de alteración de la personalidad, teniendo en cuenta su
asociación con las actividades delictivas, la violencia, las dificultades en el control de impulsos, la sexualidad
riesgosa y desordenada, y el consumo indebido de substancias.
Siever (18) ha señalado recientemente (1998) la poca bibliografía existente en lo concerniente a la
neurobiología del psicópata, e inclusive, la controversia respecto del concepto mismo de psicopatía. Mientras
en los Estados Unidos se ha prestado considerable atención a los aspectos antisociales y criminales de este
trastorno, poco se ha estudiado su falta de empatía y su locuacidad.
Chekley ha sido probablemente quien más ha aportado en los últimos tiempos al concepto de psicopatía,
subrayando la desviación social, el encanto superficial, la falta de remordimientos, la incapacidad para amar, y
el estilo vincular irresponsable e impersonal.
Hare, especialmente en la última versión de su Psychopathy Checklist (PCL-R), permite hacer la distinción
entre dos estructuras.
La primera de ellas (Factor 1), se caracteriza por la locuacidad, falta de remordimientos o culpa, afectos
superficiales, callosidad, falta de empatía, y renuencia a aceptar responsabilidades. Esta variante no
necesariamente debe ser antisocial.
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La segunda (Factor 2) consiste en los rasgos verdaderamente antisociales, en la agresividad y falta de control
de impulsos.
El Factor 1 es el "núcleo" de la psicopatía, y puede o no estar asociado a lo antisocial; pero esto último
siempre está vinculado al Factor 1. Por esto es necesario distinguir la psicopatía de la antisocialidad. En la
práctica, no es nada fácil separar uno de otro factor, y distinguir las múltiples variantes fenomenológicas que
pueden exhibir los psicópatas.
Otro aporte importante para penetrar en la taxonomía del psicópata ha sido el de Lewis(4) quien cita, entre
otros, las tipologías de Blackburn. Este autor subraya que, mientras la psiquiatría norteamericana define la
conducta antisocial en términos comportamentales, otras definciones lo han hecho en relación con las
emociones. Así, se pueden distinguir dos grupos. Uno de ellos está formado por individuos que tienen muy
poca culpa con respecto a su conducta anormal, y poca empatía hacia sus pares (factor 1 de Hare). El otro
grupo está formado por individuos que tienen "tendencias neuróticas": estos últimos presentan emocionalidad
excesiva y quejas de "conflicto interno... culpa, ansiedad, depresión, remordimientos, paranoia, y otros
síntomas psiconeuróticos". La primera ha sido llamada "psicopatía primaria" y a la segunda "psicopatía
secundaria". En el modelo del "nuevo paradigma" de Esterly y Neely la "psicopatía secundaria" se
corresponde con el tipo de alta ansiedad que son dependientes de drogas, y con el Tipo I de alcoholismo de
Cloninger.
Este último, que es bajo en Búsqueda de Sensaciones, es improbable que tenga comportamientos impulsivos,
pero, cuando existen, tienen la finalidad de reducir la ansiedad (por ejemplo, trastornos alimentarios, exceso
de ejercicios, adicción al trabajo, y exceso de compras y despilfarro). Coincide con exceso de las monoaminas
(MA, DA, alta MAO).
Mientras tanto, el Tipo II de alcoholismo de Cloninger es más probable que tenga comportamientos
impulsivos, y cuando los tienen, son dirigidos a la búsqueda de sensaciones y de riesgo (por ejemplo,
aventuras sexuales, juego patológico y robo). Habría baja ST y baja MAO.
Lewis propone hipótesis respecto de las bases biológicas que subyacen a ambos tipos de psicopatía.
Sostiene que el comportamiento antisocial persistente tiene importantes correlatos emocionales: ya sea una
notable falta de las mismas en "psicópata primario" (miedo, ansiedad, culpa, calidez, empatía) o su exceso,
también importante (enojo, depresión, ansiedad, culpa), en "psicópata secundario". La ST está
protagónicamente detrás de la sintomatología de ambos grupos. Como se verá más adelante, hay un defecto
en el aprendizaje de la evitación, que depende en buena medida de la ST. La afectividad excesiva e
inapropiada, con conductas impulsivas y comportamientos desviados, coinciden con bajos niveles de 5-HIAA
en LCR. La disfunción ST ha sido implicada también en el trastorno bipolar, y tanto la agresión como esta
última se tratan con carbonato de litio(4).
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Para iniciar el estudio de las bases neurobiológicas de las personalidades antisociales, convendría analizar los
aportes de algunos de los principales personólogos que, desde esta perspectiva, han incorporado conceptos
básicos (Zuckerman, Gray, Cloninger, Siever, etc.). Nos referiremos a ellos en general, para luego detenernos
en el factor 2, tratando de ver el componente de agresividad, violencia y destructividad y al de control de
impulsos. Se ha sugerido que el primero de estos componentes es parte del segundo, que tiene otras formas
de expresión no agresivas (18) ni antisociales, como ocurre con los trastornos alimentarios. Cuando hablemos
del control de impulsos nos referiremos específicamente a este factor.
La idea de Zuckerman (1, 2), del superrasgo P-Impuss (Psicoticismo-Impulsividad-Búsqueda de SensacionesNo socializado) es uno de esos aportes. No está sólo presente en este tipo de desorden de personalidad, sino
también en las personalidades borderlines, y en personalidades relativamente adaptadas.
Se ha conjeturado que el rasgo P-ImpUSS y la psicopatía, son una combinación de una fuerte tendencia a la
aproximación unida a una débil inhibición y a los mecanismos de alerta. La primera de ellas es equivalente a
la búsqueda de sensaciones de Zuckerman y de novedades de Cloninger. Los mecanismos de alerta están
relacionados con el factor de "evitación del daño" de este último autor y con el aprendizaje de la evitación
pasiva.
Raine y Col.(17) afirman que el patrón antisocial se caracteriza por: a) una desinhibición comportamental, baja
responsividad fisiológica (vinculada al bajo alerta), y disfunción prefrontal; y, b) disfunción del hemisferio
izquierdo o, alternativamente, una lateralización reducida para las funciones lingüísticas.
a) La desinhibición comportamental
Todas las alteraciones incluidas en a) tendrían elementos comunes. Por empezar, la desinhibición
comportamental se vincula con conceptualizaciones de Gray en relación con el sistema de activación
comportamental (SAC), como opuesto al sistema de inhibición comportamental (SIC). El SAC se activa en
respuesta a incentivos gratificantes o placenteros; en tanto, el SIC los hace frente a la posibilidad de castigo o
frustración, y se piensa que es el substrato de la ansiedad.
Se ha sugerido que habría una hiperrespuesta del SAC, con baja reactividad del SIC. Esto ha sido
demostrado por medio de pruebas.
Otra prueba a favor del bajo SIC es la baja conductancia de la piel cuando anticipan un estímulo aversivo.
Volveremos más adelante sobre los aspectos fisiológicos.
b) La inhibición comportamental
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Gray demostró los mecanismos mediante los cuales los agentes farmacológicamente sedantes (BDZ,
barbitúricos y etanol) reducen el aprendizaje de la evitación pasiva; en otras palabras, reduce la eficacia de los
mecanismos del SNC que median la inhibición comportamental al enfrentarse al castigo o a la frustración no
gratificante. Es por esto que se sospecha la participación GABA en los mecanismos de evitación pasiva.
Numerosas investigaciones han analizado la neuroquímica del SIC. El protagonista parece ser la ST. La
disrupción de su transmisión deteriora el aprendizaje de la evitación pasiva, de la habituación a los
comportamientos exploratorios, dispara hiperactividad, distraibilidad, respuestas de espanto, agresión y
comportamientos sexuales. Estas acciones eran específicas y no podían ser atribuidas a efectos
generalizados sobre el alerta o el comportamiento. Se supone que el efecto gabaérgico consiste en la
inhibición que ejerce sobre la ST. Sin embargo, Soubrie afirmó que aunque muchos estudios demuestran el
disparo de comportamientos punibles después de la reducción central de ST debido a la administración de
BDZ, esto no prueba que la reducción de ST sea necesariamente ansiolítica. Señala que desde datos
humanos existen individuos con ST normal o alta que pueden ser impulsivos y ansiosos. Estas diferencias
pueden deberse a las acciones antagónicas de los receptores 5-HT2 y los 5-HT1c y de las vías que parten
desde diferentes zonas del rafe, en lo referente a la ansiogénesis y a la ansiolisis.
Para Soubrie, sin embargo, la reducción de la actividad ST y de las BDZ no necesariamente coinciden en el
mismo mecanismo. La ST no actuaría a través de sus efectos ansiolíticos sino mediando la supresión de
conductas.
Esto es esencial para la adaptación. A veces, el comportamiento de aproximación puede ser selectivamente
inhibido por la presencia de claves o anticipación de castigo o de refuerzo negativo. La falla primaria del
psicópata es que carece de inhibición en situaciones en donde tanto la recompensa como el castigo son
posibles y, como demostraron Newman y Kosson, cuando esto ocurre, los psicópatas parecen enfocar sobre
las posibilidades de recompensa e ignorar las de castigo. Esto podría vincularse con la ausencia de culpa o
remordimientos.
Consecuentemente, exhiben más errores en la acción (esto es, respondiendo cuando no deben hacerlo), lo
que demuestra una deficiencia en el aprendizaje de la evitación pasiva. Se debe pensar, entonces, que la
búsqueda impulsiva de sensaciones como un rasgo de la personalidad y la psicopatía como un rasgo
diagnóstico, están relacionados a un déficit del aprendizaje pasivo de la evitación. Por consiguiente, son
insensibles a claves de castigo -posiblemente debido a este fracaso en aprender la evitación pasiva- y no es
improbable que tengan algún tipo de comportamiento antisocial bajo la mirada de un policía; está debilitada la
anticipación del castigo a largo plazo. En 1973, Trasler conjeturó que esta dificultad en el aprendizaje de la
evitación pasiva y en el condicionamiento del miedo anticipatorio -con conservación del aprendizaje de la
recompensa- eran la base de la dificultad para inhibir comportamientos socialmente inaceptables.
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Las tareas de la evitación pasiva son aquellas en las que el sujeto debe inhibir una respuesta para evitar una
estimulación aversiva. En un estudio de Lykken con laberintos mentales (uno de cada tres errores era
castigado con un shock) los psicópatas mostraron menor evitación de los errores que los no-psicópatas (más
adelante veremos que Howard sostiene que esto es más bien evitación activa). No obstante, Hare, en 1978,
demostró que los psicópatas podían aprender la evitación pasiva cuando se trataba de dinero. Detrás de esto
podría estar la "psicopatía primaria" de Blackburn, que dicho sea de paso, para Fowles son los que tendrían la
"falta de miedo" en su teoría. Conviene aclarar aquí que evitación activa es cuando el animal o el sujeto
inhiben un comportamiento a punto de expresarse, y evitación activa es cuando se realiza un comportamiento
con la finalidad de evitar algo.
Para Gray, una falta del alerta autonómico podría explicar el déficit en el aprendizaje de la evitación pasiva en
psicópatas que puntúan alto en la dimensión ImpUSS debido a que el arousal puede inhibir la respuesta en
las personas más ansiosas. Los psicópatas tienden a exhibir menos alertabilidad de acuerdo a las mediciones
de resistencia eléctrica de la piel, pero muestran alta respuesta cardíaca a los estímulos que han sido
condicionados al castigo; ocurriendo a la inversa cuando tal condicionamiento no existe. La respuesta de la
piel ha sido interpretada como una activación del SIC, mientras que la respuesta cardíaca ha sido descrita por
Fowles como indicando la activación del SAC. Ambas reacciones son también indicaciones de la activación de
un sistema de alerta no específico. No resulta claro cómo diferenciar los componentes del alerta en relación a
la aproximación y la evitación si se miden solamente estos dos indicadores. Por otra parte, una aceleración
puede ser indicadora de un reflejo defensivo. Estas débiles respuestas de la piel ante estímulos asociados al
castigo pueden ser también indicadores de bajos niveles de ansiedad, más que una función de los rasgos
ImpUSS en la misma psicopatía.
El castigo en sí, tal como es vehiculizado por el feedback, parece elicitar menos alerta (explicitado por la
reacción cardíaca y de la piel), en los psicópatas que en los no psicópatas, lo cual probablemente indique
menos procesamiento de los estímulos feedback en los psicópatas. Este fracaso en procesar los estímulos
feedback podría explicar sus dificultades para aprender del castigo.
Esto conduce a la teoría de la "falta de miedo" mencionada por Howard (24). Hare había dicho que los
psicópatas muestran una falta del "miedo condicionado", vinculado con lo que se cita en otras partes de este
trabajo, la falta de actividad electrodérmica anticipatoria en el condicionamiento aversivo clásico, además de la
conducta de evitación deficitaria. Esta dificultad del aprendizaje de la evitación pasiva es una "variable
interviniente" en el esquema de Howard, y no un "mecanismo mediador", por lo tanto no responde a la
pregunta ¿cómo? en relación a la psicopatía. La teoría de Hare es criticada por la falta de especificidad, ya
que la escasa reacción electrodérmica anticipatoria también se vería en los esquizofrénicos.
La versión de Fowles (1980) de la "falta de miedo" coincide con una falla del SIC de Gray (véase más arriba)
aunque es más específica, ya que predice un déficit en la evitación pasiva, no en la activa. Fowles argumenta
12
que esta característica podría explicar lo nuclear del psicópata, con excepción de su incapacidad para
desarrollar relaciones estrechas. Hay mucha discusión, no obstante, en torno al defecto del SIC en los
psicópatas. Por ejemplo, el "laberinto mental" de Lykken, mencionado más arriba, es más bien evitación
activa, que pasiva, ya que los sujetos aplican una presión sobre una palanca para evitar el castigo. Se ha
informado una disminución de la evitación activa en los psicópatas. Por lo tanto los resultados de Lykken
encajan mejor en la evitación activa y no en la pasiva. La teoría de Fowles de la "falta de miedo" sería
aplicable a los "psicópatas primarios", o sea, aquellos que carecen de ansiedad, ya que ésta está asociada al
SIC. Y a pesar de que Lyyken consideró que los psicópatas, ya sea con alto o bajo puntaje en ansiedad,
mostraban déficits en la evitación en el "laberinto mental", hay que considerar que una deficiente evitación se
expresa además en fallas del control de impulsos, y ésta suele correlacionar con alta ansiedad. La teoría de
Fowles tiene la ventaja de que especifica muy precisamente los disparadores ambientales que explican
porqué los inputs adecuados al SIC no provocan reacciones, incluyen una disminución de la reacción a los
"estímulos innatos de miedo" a los estímulos novedosos. Sin embargo, señala Howard, no hay ninguna
evidencia de que los psicópatas sean menos susceptibles a las fobias que la población general, y existe
evidencia que prestan menos atención a la novedad (lo que habría que correlacionar con los estudios de
potenciales evocados que cita Raine), aún cuando sus puntajes de búsqueda de sensaciones sean elevados.
Verdaderamente, la necesidad de los psicópatas de búsqueda de estimulación, necesita tener en cuenta una
teoría general de la psicopatía.
Resumiendo, para Howard, la teoría de Fowles no parece tener en cuenta, desde un punto de vista clínicocomportamental, no solamente la falta de capacidad de vínculos del psicópata, sino también el grado de
impulsividad, un punto cardinal clínico y una característica psicodiagnóstica.
Sería posible, sin embargo, superar esta dificultad si se resuelve la hipotética relación entre el SIC de Gray y
los rasgos de personalidad. Es importante tener en cuenta que la hipótesis de Gray descansa en la afirmación
de que "...una descripción de los procesos psicológicos que son alterados por las drogas ansiolíticas equivale
a una descripción de la patología de la ansiedad". Se puede cuestionar esta afirmación en dos terrenos, el
conceptual y el empírico. Conceptualmente, desde el momento que se afirma que el SIC detecta la
discrepancia entre los resultados obtenidos y los esperados (incluyendo la gratificación), uno puede suponer
que la discrepancia dependería, entre otras cosas, de la expectativa respecto de la recompensa y el nocastigo. Esto último estaría relacionado, según Gray, con la impulsividad, y no con la ansiedad. Por otra parte,
se podría pensar que los comportamientos mediados por el SIC, especialmente la evitación pasiva, estarían
relacionados no solamente con la ansiedad, sino también con la impulsividad, desde que implicarían
"vacilaciones y dudas", las cuales, según sostiene Gray, están mediados por el sistema septo-hipocámpico, el
substrato neural del SIC.
Empíricamente, hay por lo menos cuatro argumentos que podrían llevar a cuestionar esa afirmación. En
primer lugar, las drogas que se supone que afectan al SIC (alcohol, tranquilizantes menores, barbitúricos) no
13
sólo tienen un efecto sedante, sino que tienen, además, un efecto desinhibidor. Por ejemplo, el alcohol puede
desinhibir comportamientos agresivos. En segundo lugar, los barbitúricos pueden mimetizar los efectos del
rasgo impulsividad aumentándoles, o lentificar los cambios cerebrales potenciales en tareas de discriminación
"lo hago/no lo hago".
En tercer lugar, hay investigadores que describen la acción de los sedantes como capaces de producir una
"oscilación" en los niveles de ansiedad, más que su reducción. Algunos autores, estudiando los efectos
comportamentales de una BDZ (clordiazepóxido) encontraron efectos diferenciales que dependían de la tarea:
había una interacción entre el clorodiazepóxido y las drogas Gabaérgicas en una situación de supresión
inducida por el castigo, pero no en tareas de discriminación (donde el clordiazepóxido sólo interfería con el
rendimiento). Esto implica que un efecto diferente del sedante, en esta droga, estaba operando para inteferir
con los rendimientos en una tarea de discriminación, lo cual, se sostuvo, operaba sobre el substrato neural del
rasgo de impulsividad.
Se encontró que los altos buscadores de novedades (o de sensaciones = BdS) mostraban reacciones más
fuertes de la piel a estímulos auditivos y visuales novedosos, que los que mostraban los bajos buscadores de
novedades, pero no encontraron diferencias en respuesta a la estimulación repetida. Aunque estudios
adicionales mostraron que los BdS altos mostraban diferencias en los estímulos significativos, no lo hacían
con los neutrales. En otro estudio varios autores encontraron que los altos buscadores de sensaciones
mostraron respuestas dérmicas a palabras con contenido sexual o de agresión, respuestas consistentes con
el interés que muestran estas personas por estos temas en los medios de comunicación.
En contraste con la respuesta dérmica, la cardíaca es bifásica: puede mostrar tanto aceleración como
desaceleración en respuesta a los estímulos. La aceleración es vista como una respuesta orientada que
demuestra interés o apertura hacia los estímulos, en tanto que la desaceleración parece estar vinculada o a
un reflejo defensivo o a uno de arranque, que depende del estímulo y de las características de la respuesta.
Algunos autores encontraron que los altos buscadores de sensaciones, especialmente aquellos que puntúan
alto en desinhibición, tienden a mostrar baja desaceleración cardíaca a los tonos de moderada intensidad, en
tanto que los bajos buscadores de sensaciones responden a la inversa. Estos resultados sugieren que los
altos buscadores atienden más a los estímulos novedosos, aún si ésto carecen de significado desde el punto
de vista de la recompensa o el castigo. El reflejo defensivo parece representar una inhibición de la atención a
los estímulos novedosos o quizás un retiro, más que un acercamiento cognitivo (búsqueda de información)
respecto de tales estímulos.
En un estudio de Horvath y Zuckerman (12), estos autores afirman que, en su búsqueda de sensaciones y
experiencias intensas, los buscadores de sensaciones asumen diversos tipos de riesgos, por ejemplo,
trabajos o deportes peligrosos. Se exponen a situaciones ilegales conduciendo demasiado rápida y
descuidadamente, e incluso intoxicados. Suelen ser voluntarios para experimentos considerados peligrosos,
14
así como en misiones voluntarias de riesgo en la guerra. Tienden a beber pesadamente, tomando todos los
riesgos sociales de su conducta desinhibida; fuman, aceptando los riesgos para la salud, así como se
arriesgan no sólo de esta manera, sino también con la ley, al consumir drogas ilegales. Suelen ser ludópatas,
asociado esto a un incremento en el alerta. En experimentos simulados, tienden a tomar también mayores
riesgos financieros. Tienen tendencia a involucrarse en relaciones sexuales pasajeras y múltiples, que los
exponen a contagios venéreos y, en especial, al SIDA.
¿Por qué los altos buscadores de sensaciones toman tales riesgos y los de bajo puntaje no lo hacen? Puede
ser porque aprecian más que éstos las recompensas esperadas de tales actividades, tales como la sensación
de caída libre del paracaidista, el "rush" de la heroína, o el "high" de la cocaína, el viento en la cara de un
motociclista lanzado a toda velocidad, el corazón latiendo rápido en el pecho del ludópata, a la espera de la
apertura de cartas, la excitación del sexo, todos ellos proveen formas de alerta que son más valiosos para los
altos buscadores de sensaciones que para los bajos. La intensa gratificación que esto les provee supera los
riesgos que estas actividades puedan contener.
Una hipótesis, aunque no necesariamente contradictoria, sostiene que los altos buscadores de sensaciones
tienen un "sesgo optimista", que hace que se vean en realidad menos expuestos a los riesgos. Zuckerman
llamó Ss al rasgo de toma de riesgo para indicar cuantas veces el sujeto se expone a una variedad de
situaciones riesgosas. Esta actitud contiene un rasgo de impulsividad.
Otra razón por la que los psicópatas podrían no ser alertados por señales de castigo en un conflicto de
gratificación-castigo es que, o no atienden a las señales de castigo, o le prestan demasiada atención a las de
recompensa. Harpur, en 1993, postuló que la sobresensibilidad de los psicópatas a la gratificación los
conduce a un conjunto dominante de respuestas que supera su capacidad de modular su conducta en
respuesta a estímulos competitivos de castigo. Sin embargo, Ball y Zuckerman encontraron que los altos
buscadores de sensaciones mostraban una atención mejor enfocada a todos los estímulos en una tarea de
enlistado dicotómico independientemente de si los estímulos eran palabras neutrales o de interés especial
para ellos.
Los estímulos novedosos pueden ser intrínsecamente gratificantes o provocadores de miedo. El efecto parece
depender de los niveles del factor de búsqueda de sensaciones, que tenga el individuo.
La teoría del bajo alerta, lo cual tendría que ver con la frialdad afectiva, se apoya en que los psicópatas tiene
baja responsividad fisiológica, evidenciado por el bajo gasto cardíaco, evidenciable desde muy temprana
edad, exceso de ondas lentas en el EEG y baja conductividad eléctrica de la piel. (Figs. 5, 6 y 7). En un
sentido directo, esta baja responsividad puede hacer al individuo menos sensible a claves sutiles requeridas
para el aprendizaje de claves prosociales -lo que lo vincula a la callosidad- y puede deteriorar el
condicionamiento clásico de respuestas emocionales que se cree son importantes para la formación
consciente del aprendizaje de la evitación. La predicción clave para esta teoría es que las personas
15
antisociales tendrán baja responsividad eléctrica de la piel, bajo rendimiento cardíaco, y más actividad de
ondas lentas en el EEG, en reposo, comparados con controles normales. Esto se relaciona con la baja
respuesta a los eventos aversivos o estresantes. Muchas conductas antisociales implican alto riesgo, del cual
parecen no darse cuenta.
Howard (24) subraya que el bajo alerta puede ser cortical y autonómico. Ambos conformarían un modelo de
"sistema de alerta". Su concepto es que la teoría del bajo alerta se concentra en la pregunta ¿cómo? y
descuida las cuestiones ¿cuándo? y ¿porqué? Para este autor, las características de bajo alerta cortical
(exceso de actividad theta y delta) caracterizan más bien al psicópata secundario que no al primario.
La disfunción prefrontal, a la que volveremos a referirnos cuando hablemos de la impulsividad y de la
agresión, tendría que ver con cambios en la flexibilidad intelectual y formación de habilidades
comportamentales y pobre atención sostenida, concentración y capacidad de razonamiento.
Por consiguiente, un análisis de sus procesos de aprendizaje puede resultar de utilidad. Aunque los
psicópatas no son usualmente menos inteligentes que otros criminales, parecen tener problemas en aprender
que no deben repetir comportamientos que les trajeron problemas con anterioridad. Los psicópatas pasan
más tiempo en prisión por reincidencias que otros criminales. Estas reincidencias pueden ser explicadas por
su necesidad de excitación (búsqueda de sensaciones) o su impulsividad en respuesta a perspectivas de
recompensa. Otra posibilidad radica en su insensibilidad al castigo. Pero, como se ha visto, participa de este
comportamiento la dificultad ya vista en sus procesos de aprendizaje de la evitación pasiva.
Los psicópatas representan un tipo extremo de personalidad sobre la dimensión P-ImpUSS. Algunas de estas
características pueden ser vistas en los rasgos que componen la dimensión P: impulsividad, falta de reflexión,
búsqueda de sensaciones (especialmente desinhibición) y falta de socialización.
Eysenck interpretó, en los '70, que la dimensión P era una amplia tendencia latente hacia el psicoticismo. Este
término era usado en el sentido de un espectro que incluía la esquizofrenia, los trastornos afectivos mayores,
la personalidad antisocial (TPA) y la criminalidad en general, y también involucraba al pensamiento creativo
pero desviado dentro de la población no psicótica. Zuckerman cuestionó la amplitud de este concepto y sugirió
que era mejor usar la palabra psicopatía (tendencias antisociales) para esta dimensión. Los delincuentes y los
prisioneros adultos puntúan alto en la dimensión P, pero los esquizofrénicos lo hacen sólo ligeramente por
arriba de la población general, y los depresivos endógenos lo hacen como esta última.
Los criminales con personalidades antisociales puntúan más alto en la dimensión P que los que no lo son.
Probablemente si se estudiara la población general aparecerían puntajes más altos en gente que puede
convertirse en criminales bajo determinadas circunstancias.
16
La forma más extrema de búsqueda de sensaciones puede verse en la manía. Los hipomaníacos son
caricaturas de buscadores de sensaciones impulsivos, y comparten muchas de sus características biológicas,
incluyendo un aumento de la dimensión EP (extraversión-psicoticismo) y bajos niveles de MAO plaquetaria.
Por lo tanto no es sorprendente que los sujetos con este trastorno puntúen alto en estos rasgos, y lo hacen
aún cuando estén en fase normal, e inclusive en fase depresiva, lo que demuestra que la relación no es
estado-dependiente. Los hijos de pacientes con esta dimensión también puntúan alto en búsqueda de
sensaciones, especialmente en desinhibición, lo cual sugiere que el rasgo de personalidad puede ser parte de
una disposición transmisible genéticamente del desorden.
En contraste, los individuos con depresiones unipolares puntúan bajo en este rasgo, aún inmediatamente
después de su recuperación. Los esquizofrénicos, especialmente los solitarios e inactivos, tienden a ser bajos
buscadores de sensaciones. Estos hallazgos son un desafío para las afirmaciones de Eysenck, que tiende a
ver a toda clase de psicosis ubicado en lo alto de su dimensión P.
El modelo neuronal sugiere que un sistema feedback positivo similar al comportamental se puede ver en el
trastorno maníaco, en el que la estimulación impulsa al paciente a buscar más estimulación. El darle a un
paciente bipolar IMAOs en la fase depresiva dispara a menudo la fase maníaca, caracterizada por
desinhibición comportamental, humor eufórico, actividad incrementada, altos niveles de NA en el LCR, y
posiblemente un incremento de DA en áreas del cerebro específicamente involucradas en la actividad y en la
recompensa. Todos estos efectos pueden ser debidos a una desregulación del sistema de las catecolaminas
(CA). Si este estado de hiperactividad se prolonga, las CA podrían ser vaciadas con los consiguientes
cambios comportamentales, tales como una caída desde las alturas de la manía a las profundidades de la
depresión. Esta curvilinealidad del rendimiento catecolaminérgico está descrita en la figura 5, modificada de
Zuckerman
De acuerdo a este modelo, el sistema CA juega un papel en el humor, la actividad, la interacción social, y en
ciertos desórdenes clínicos. Más específicamente, la actividad DA estriada puede influir en el la actividad
física, y la DA en el N. accumbens y en las proyecciones prosencefálicas sobre los sentimientos positivos. La
actividad social también puede estar influenciada por vías DA específicas. El alerta NA puede ser más
importante en el alerta de sentimientos negativos tales como la depresión o la ansiedad, pero la NA y la DA
pueden tener efectos sinérgicos en estados tales como los maníacos caracterizados por la euforia y la
hostilidad. Variaciones normales en estos rasgos asociados con la personalidad pueden moverse entre los
rangos B a C; y estarán basados en los niveles tónicos de la actividad o reactividad CA. Estados asociados
con extremas variaciones de las CA cerebrales van desde la depresión producida por la depleción de NA a la
ansiedad y los ataques de pánico producidos por su exceso. De la misma manera, un déficit de DA puede
producir anhedonia y retraimiento social, también característicos de la depresión, y un ligero exceso produce
euforia, hiperactividad, e hipersociabilidad; pero en un exceso de dosis o en su hiperactividad crónica (como
17
ocurre bajo la acción de drogas estimulantes), los efectos óptimos cambiarían a una actividad limitada y
estereotipada, alejamiento social, y hostilidad y agresión que alimentarán la paranoia. Tales efectos
curvilineares de la actividad CA han sido demostrados repetidamente en la literatura sobre experiencias en
humanos y animales. Por ejemplo, la actividad motora en las ratas aumenta con la administración de
anfetamina, pero decrece a medida que se aumenta la dosis. Su comportamiento social experimenta idénticos
cambios. Tales relaciones curvilineares explicarían algunas diferencias en dirección a las relaciones entre
metabolitos de las catecolaminas y humor o comportamiento en normales y en pacientes, debido a que las
dos poblaciones podrían ocupar dos diferentes rangos en el nivel de actividad CA, una en la rama ascendente
y otra en la descendente de la curva.
En el esquema de Zuckerman se observa que, en un nivel más bajo de análisis, la modulación cortical de la
estimulación intensa, como se muestra en el paradigma de aumento-reducción en los potenciales evocados,
parece representar una expresión neural directa de la propensión de la inhibición-desinhibición
comportamental. De la misma manera que una persona con una tolerancia fisiológica al alcohol está en mayor
riesgo de volverse alcohólico, el individuo con mayor tolerancia a la estimulación o excitación cortical está en
un riesgo aumentado de transformarse en un buscador desinhibido de sensaciones. El buscador elevado de
sensaciones es activado por altos niveles de estimulación mientras que las bajas tienden a "desintonizarlo",
como si se dispararan mecanismos de inhibición cortical. Hay ventajas y desventajas adaptativas en ambos
extremos. Un aumentador-desinhibidor parece tener un SNC "fuerte" que continúa funcionando bien aún bajo
las condiciones de sobreestimulación más estresantes, tales como una batalla. Un reducidor tiende a perder
alerta cortical y atención en tales condiciones y por lo tanto pierde eficacia. Sin embargo, el feedback positivo
del aumentador puede constituirse en una vulnerabilidad. La tendencia a buscar altos niveles de estimulación
puede impulsarlo a conductas antisociales, como ocurre en el psicópata. Vemos que en los niveles
bioquímicos más bajos del rasgo involucrado en la dimensión P, encontramos déficits de hormonas, NT y
enzimas, que juegan un papel fundamental en la inhibición comportamental, incluyendo déficits de cortisol,
serotonina, NA y MAO, y dopamina-beta-hidroxilasa (DBH).
En un nivel más bajo de análisis, la modulación cortical de la estimulación intensa, como se muestra en el
paradigma de aumento-reducción en los potenciales evocados, parece representar una expresión neural
directa de la propensión de la inhibición-desinhibición comportamental. De la misma manera que una persona
con una tolerancia fisiológica al alcohol está en mayor riesgo de volverse alcohólico, el individuo con mayor
tolerancia a la estimulación o excitación cortical está en un riesgo aumentado de transformarse en un
buscador desinhibido de sensaciones. El buscador elevado de sensaciones es activado por altos niveles de
estimulación mientras que las bajas tienden a "desintonizarlo", como si se dispararan mecanismos de
inhibición cortical. Hay ventajas y desventajas adaptativas en ambos extremos. Un aumentador-desinhibidor
parece tener un SNC "fuerte" que continúa funcionando bien aún bajo las condiciones de sobreestimulación
más estresantes, tales como una batalla. Un reducidor tiende a perder alerta cortical y atención en tales
18
condiciones y por lo tanto pierde eficacia. Sin embargo, el feedback positivo del aumentador puede
constituirse en una vulnerabilidad. La tendencia a buscar altos niveles de estimulación puede impulsarlo a
conductas antisociales, como ocurre en el psicópata.
Por consiguiente, a través del procesamiento de la intensidad de los estímulos, se ha podido distinguir entre
aumentadores y reducidores de los potenciales evocados (PE) corticales. La reacción cortical a estímulos
breves, tales como un destello de luz o un ruido brusco, puede ser evaluado repitiendo el estímulo muchas
veces, registrando las reacciones corticales por medio de EEG, y promediando la respuesta por medio de una
computadora. Esta operación traza una curva de respuesta punto por punto. Las complejas formas de ondas
visibles en humanos son altamente hereditarias; las curvas para muchos gemelos idénticos puede ser muy
aproximadamente superpuestas, y se parecen a las que se obtienen en un individuo determinado a través de
mediciones múltiples(16).
Significativamente, niveles bajos del metabolito de la ST, el 5-HIAA y de las enzimas MAO y DBH se
encuentran también, típicamente, en los aumentadores visuales en potenciales evocados. Por el momento no
se sabe si los NT o neurorreguladores inhiben directamente el alerta cortical debido a que los datos humanos
son linearmente correlacionables. Los bajos niveles de MAO se vinculan consistentemente con los
buscadores de sensaciones y son bajos en los desórdenes desinhibitorios. La MAO baja puede ser un signo
de falta de actividad ST o excesiva actividad DA. La baja DBH, un correlato algo menos consistente de los
buscadores de sensaciones, resulta en una baja actividad NA en las áreas límbicas que sirven al alerta y a la
inhibición.
En lo que hace al vínculo entre los potenciales evocados y los buscadores de sensaciones han habido por lo
menos 21 estudios llevados a cabo en poblaciones de antisociales. Pueden dividirse en los de latencia rápida,
mediana y tardía (Fig. 4). En los estudios de respuesta rápida se ha advertido una prolongación del tiempo de
latencia de tronco cerebral, lo que puede interpretarse como indicando un alerta reducido y un filtrado
excesivamente alto de los estímulos ambientales. Las consecuencias comportamentales de estos hallazgos
será en la deprivación de estímulos y bajos niveles crónicos del alerta.
Los hallazgos en los PE de latencia media, fueron mucho más equívocos, pero se ha especulado que los
psicópatas parecen mostrar crecientes amplitudes a los PE a estímulos de creciente intensidad
(aumentadores córtico-visuales), un fenómeno que ha sido vinculado a la búsqueda de sensaciones.
Los resultados de la latencia tardía de los PE, fueron mucho más consistentes, y ellos indican,
sorprendentemente, que los psicópatas muestran amplitudes P300 aumentadas, indicando un incremento de
la atención a los estímulos que les interesan.
Se ha sostenido que las consecuencias comportamentales de estos tres niveles de potenciales evocados (la
deprivación de estímulos, la búsqueda de sensaciones, y la atención a eventos estimuladores) están
19
causalmente vinculados. Esto es, que los individuos con bajos niveles, crónicamente, de alerta (posiblemente
causados por excesivo filtrado de estímulos) buscarían estimularse para llevar los niveles de alerta a una
performance óptima. Esta búsqueda de estimulación puede explicar parcialmente la atención incrementada
hacia los sucesos de interés, reflejada en el aumento del P300 a estímulos blancos en un paradigma de
atención selectiva. Las situaciones potencialmente peligrosas y riesgosas, en las que los actos criminales y
delictivos encuentran facilidades para ser llevados a cabo, son muy atractivas para los psicópatas.
Como muchas teorías de la violencia basadas en la biología, este modelo tomado de los PE es sólo una
explicación parcial del comportamiento violento. Por otra parte, aunque muchos psicópatas son violentos, no
todos lo son; y hay violentos que no son psicópatas. Por lo tanto, se debe tener prudencia al extrapolar los
datos a partir de una teoría de la tendencia a la violencia de los psicópatas. Una característica inusual de este
modelo es que los psicópatas están en condiciones de aumentar su atención. Este hallazgo contradice
creencias de base biológica sobre el comportamiento criminal, que casi universalmente enfatizan sobre los
déficits sobre tales poblaciones.
Si la propuesta de que hay una predisposición biológica a la violencia conduce a la personalidad antisocial y al
crimen, hay que tener en cuenta que tales conductas dependen fuertemente de las circunstancias ambientales
en las que se encuentra el individuo. Por ejemplo, con un CI apropiado, buenos cuidados parentales, y crianza
en una familia de alto status socioeconómico, la toma de riesgos y la búsqueda de estimulación puede
traducirse en un audaz y creativo hombre de negocios o en un piloto de jets militares o de fórmula 1, y no en
el crimen y la violencia.
Tales interacciones pueden tener implicaciones para las intervenciones. Como ejemplo, se cita que se han
visto psicópatas que muestran tanto elevados P300 sobre zona parietal, como registros elevados en pruebas
neuropsicológicas que registran el funcionamiento del lóbulo parietal. Estos hallazgos, relativamente
específicos, muestran que no hay diferencias ya sea en PE registrados en lóbulos temporales, o en los
rendimientos verbales o de CI. Estos estudios demuestran que los psicópatas criminales pueden estar
capacitados para tareas y ocupaciones que implican habilidades manipuloespaciales, tales como artes
plásticas, manejo de vehículos y mecánica. Si un psicópata violento puede ser identificado en la adolescencia,
puede ser factible ayudarlo a desarrollar sus habilidades latentes que poseen claramente y alejarlos así de la
violencia y el crimen. El trabajo y otras situaciones similares pueden ser interesantes, en donde los jóvenes
psicópatas pueden ser identificados, ya que pueden "competir" en situaciones en donde es más probable que
elicite comportamientos más violentos y criminales.
20
Buschsbaum y Silverman desarrollaron una técnica para comparar los componentes de potenciales evocados
tempranos. Este componente PE representa la reacción cortical temprana que ocurre entre 100 y 140 ms
después del estímulo. Los individuos que muestran una amplitud marcadamente incrementada de los PE
como función de un estímulo crecientemente incrementado (curva positiva), son llamados aumentadores, en
tanto que aquellos que muestran poco incremento o aún disminución en la amplitud de los PE a las
intensidades más altas (curvas negativas) son llamados reducidores. Aunque esta terminología sugiere una
dicotomía, la distribución de las curvas de intesidad entre estímulos y PE es continua y normal.
La reducción puede representar una función protectora cortical. El aumento puede ser considerado como un
fracaso de la inhibición cortical o un marcador para un sistema nervioso fuerte en el sentido pavloviano de
resistencia a una inhibición transmarginal a partir de una estimulación intensa.
Como ocurre con las respuestas cardíacas-respuestas reflejas defensivas, los aumentadores o reducidores en
los PE están más claramente relacionados a los puntajes de la Escala de Desinhibición (DIS), la cual es una
subescala de la Escala de Búsqueda de Sensaciones. El DIS mide la búsqueda de novedades y de
sensaciones a través de otra gente como ocurre en reuniones desinhibidas y las experiencias sexuales
variadas.
El PE aumentador es característico de individuos con trastorno bipolar (aun cuando no está bajo estado
maníaco), alcohólicos, y delincuentes masculinos. Los reducidores son característicos de los esquizofrénicos
crónicos o en agudos con pobre pronóstico. Las diferencias de género son inconsistentes, pero los
aumentadores tienden a cambiar a reducidores con la edad.
Se han estudiado estas características en modelos animales. Los gatos "aumentadores" tienden a ser más
exploratorios, activos, y muestran reacciones de lucha o aproximación ante estímulos novedosos, en tanto
que los "reducidores" tienden a estar tensos y emotivos y alejarse como respuesta a estímulos novedosos.
Usando paradigmas condicionados, Saxton y col. encontraron que los gatos aumentadores eran más
reactivos en un esquema de intervalos fijos, en el cual la gratificación es simplemente una función de presión
sobre una palanca, pero los gatos reducidores rendían mejor en un esquema que les requiere mantener una
baja tasa de respuesta para obtener gratificación. La última clase de esquema castiga a los respondedores
21
impulsivos y requiere una capacidad para inhibir la respuesta y evitar el castigo (pérdida de gratificación). Los
gatos aumentadores, por lo tanto, recuerdan a los buscadores impulsivos de sensaciones y a los psicópatas
en su deficiencia en el aprendizaje de la evitación.
Siegel y otros extendieron el paradigma reducidores-aumentadores a las ratas, usando linajes Romanos de
alta evitación (RHA) y de baja evitación (RLA). Estos dos linajes fueron criados a partir de un stock original
Wistar para rendimiento en adquisición de tareas de dos vías de evitación activa. Las ratas RHA aprendieron
rápidamente a evitar el shock, en tanto que las ratas RLAS tienden a congelarse más que correr y por lo tanto
les toma mucho más tiempo aprender la evitación.
Casi todas las ratas RLA y Wistar eran, reducidores o aumentadores débiles, en tanto que la mayor parte de
las ratas RHA estaban entre los moderados y fuertes aumentadores. Hay poca superposición en los
potenciales evocados entre los grupos RLA y RHA en lo que hace al paradigma aumentadores-reducidores.
Debido a que todos los miembros de un linaje son como gemelos idénticos que comparten casi todos sus
genes, se pueden hacer generalizaciones a partir de diferencias en los linajes encontrados en otros estudios.
Además de las diferencias en la evitación activa, las ratas reducidoras son menos activas y más temerosas en
las pruebas a campo abierto, menos agresivas cuando son shockeadas, muestran poca tolerancia a los
barbitúricos y poco gusto por el alcohol, son más maternales con sus crías, y muestran menos respuesta
hipotálamo adrenal al stress a través del disparo de serotonina, CRH, y ACTH. En respuesta a la estimulación
de las áreas hipotalámicas laterales mediante la gratificación intrínseca ("placer") en el cerebro, las ratas de
baja evitación son más sensibles a bajas intensidades, pero tienden a más escape cuando son estimuladas
con altas intensidades. Las ratas de alta evitación, por lo contrario, un modelo conveniente para el buscador
de sensaciones impulsivo, tanto normal como psicopático: activo, explorador de nuevos ambientes, agresivo,
más susceptible de abuso de substancias, menos protectores de los más jóvenes, una necesidad de intensa
estimulación como gratificación e insensibilidad a gratificaciones más débiles, y menor respuesta del eje
adrenal al stress. Sin embargo, las ratas de alta evitación muestran un incremento en el disparo de dopamina
en el córtex prefrontal en respuesta al stress. Las drogas opiáceas y estimulantes que son usadas por los
buscadores impulsivos de sensaciones incrementan la actividad dopaminérgica.
Kumar y col. han hecho una excelente revisión de los trabajos que vinculan a los buscadores de sensaciones
con el uso de drogas y, en cierta medida de alcohol, además de actividades, creencias y experiencias
22
paranormales(3). Los resultados de sus trabajos muestran diferencias entre hombres y mujeres, dando
puntajes más altos para los hombres, en especial para el uso de substancias. Los usadores de drogas tenían
más altos niveles de creencias en fenómenos paranormales que los no-usadores, e informaron un número
más alto de experiencias en tal sentido, tendiendo también a ser más introspectivos. En este último sentido no
había diferencias entre hombres y mujeres.
Estos resultados sugieren que ambos tipos de comportamientos (drogas y experiencias paranormales)
comparten algo en común: la búsqueda de aventuras y de experiencias variadas y excitantes. Mientras que la
tendencia al aburrimiento y a la desinhibición parece ser más significativo en los usadores de drogas, no lo es
tanto en los buscadores de experiencias paranormales. Es posible que la combinación de ambas conductas
tenga que ver con motivaciones de introspección, más que por presión de los pares o razones culturales.
El comportamiento social de los altos buscadores de sensaciones observable en el laboratorio muestra altos
niveles de expresión de afectos sociales positivos a través de miradas, sonrisas, risas, autoconfidencias y
charlas. Las mujeres se involucran con los hombres en conversaciones privadas más que las que puntúan
bajo. Las relaciones amorosas tienden a ser múltiples y superficiales.
Las variables demográficas de este rasgo están asociadas a la edad y al sexo. Van declinando
consistentemente desde la adolescencia hacia los 60 años, siendo los puntajes de los hombres
significativamente más altos que en las mujeres. El trastorno por personalidad antisocial es 4 a 7 veces más
prevalente en varones que en mujeres y declina con la edad después de un pico a los 20 años. La
socialización puede explicar algunas diferencias vinculadas al sexo, y la experiencia adquirida las que tienen
que ver con la edad, pero también puede haber diferencias determinadas por cambios en los NT, enzimas y
hormonas gonadales.
Las hormonas gonadales, en particular la testosterona, han sido asociadas con la sexualidad, la dominancia
social y la agresividad en animales. Estos hallazgos han sido algunas veces extendidos a los humanos sin
suficientes estudios comparativos. Altos niveles de testosterona en prisioneros han sido relacionados con
historias de agresiones especialmente malignas, pero tanto en prisioneros como en normales la testosterona
parece estar relacionada con la dominancia social, la búsqueda de sensaciones (desinhibición) y experiencias
héterosexuales. La testosterona parece estar relacionada tanto con las dimensiones P como E, pero hay
alguna evidencia de que hay menos de ella en los tipos introvertidos y ansiosos de hombres. Hay que tomar
23
con prudencia estos datos porque el stress puede disminuirla y la estimulación sexual puede aumentarla en
los hombres. Las relaciones entre testosterona y personalidad son recursivas, (Fig.6).
Para algunos autores, sin embargo, las hormonas gonadales, tanto la testosterona como los estrógenos,
están directamente relacionadas con los buscadores de sensaciones varones, especialmente en los de tipo
desinhibido. Estas hormonas estarían también negativamente relacionadas con la socialización y el
autocontrol -otros dos marcadores para la dimensión ImpUSS- y a la variedad de experiencias heterosexuales
y cantidad de parejas heterosexuales. Por otra parte, el estradiol en el hombre está relacionado con altos
puntajes en el MMPI para esquizofrenia, hipomanía, y psicopatía. La testosterona en delincuentes presos está
relacionada con la alta dominancia y extrema violencia. El cortisol y la NA en el LCR están inversamente
relacionados a rasgos que constituyen la dimensión P-ImpUSS. El cortisol está producido por la activación de
la vía del stress del eje adrenal, en tanto que la NA en el LCR puede ser parcialmente una función de la
actividad en el LC y en las vías descendentes dentro de la médula. Cuando se enfrenta con un stress natural,
tal como esperar sentencia por un hecho criminal, los prisioneros no psicópatas muestran alerta en sus
mediciones periféricas y de NA y A, pero los tipos psicopáticos muestran poco cambio en el alerta
adrenérgico.
La enzima MAO (Mono-amino-oxidasa) está contenida en las mitocondrias de las neuronas monoaminérgicas
y regula el nivel de los NT disponibles en las células a través de degradación catabólica por los NT después
de la recaptación. La MAO en los humanos es evaluada usualmente a través de las plaquetas. La MAO
plaquetaria es usualmente de tipo B, la que está primariamente asociada con la regulación de las neuronas
DA en el cerebro humano.
Bajos niveles de MAO plaquetaria han sido asociados con altos niveles del rasgo de búsqueda de
sensaciones, y también con niveles altos de actividad social, criminalidad, tabaco, alcohol y drogas ilegales.
Los alcohólicos, individuos con trastorno bipolar, y con trastorno borderline de la personalidad tienden a tener
bajos niveles de MAO. Los niveles altos han sido vinculados con niveles bajos de búsqueda de sensaciones.
Los bebés que tienen alta MAO son menos activos y coordinados que los que la tienen baja, en los tres
primeros días después del nacimiento, lo cual sugiere una influencia genética en las relaciones entre MAO y
rasgos comportamentales entre los adultos. De hecho, los niveles de MAO parecen estar casi enteramente
determinados genéticamente por un gen principal con numerosos alelos.
24
Las diferencias individuales en la MAO plaquetaria son altamente confiables y resistentes a cambios
temporarios. Los aumentadores corticales de potenciales evocados tienden a tener baja MAO plaquetaria, en
tanto que los reducidores muestran lo opuesto, lo cual provee otra relación entre los dos niveles del
fenómeno. La demografía de la MAO es consistente con los puntajes de P, buscadores de sensaciones, y
psicopatía: los hombres tienen menos MAO que las mujeres, y la MAO aumenta con la edad tanto en el
cerebro como en las plaquetas sanguíneas.
Los hallazgos comparativos usando monos que viven en una colonia natural también proveen apoyo para las
relaciones entre ImpUSS en humanos (y sociabilidad, también) con los niveles de MAO. Los monos de baja
MAO se veían como más activos, socialmente dominantes, juguetones, sexuales y agresivos. Los monos con
alta MAO tendían a ser inactivos, aislados socialmente, y bajos en la jerarquía de dominancia, y tendían a
mostrar poca actividad sexual o agresiva.
Como se deduce de esto, la MAO plaquetaria ha sido relacionada con rasgos de personalidad y con el
comportamiento tanto en humanos como en monos. Pero hay sutiles diferenciaciones entre los
subcomponentes de este superrasgo. En un trabajo de Klinteberg y col.(5) realizado con pilotos militares de
jets, se encontró que los perfiles de personalidad y sus características neuropsicológicas coincidían con la
elección de una carrera que implicaba toma de riesgos, altos requerimientos profesionales de habilidades
perceptuales y motoras. En ellos se midió la actividad de la MAO plaquetaria y los niveles séricos de un
metabolito adrenal androgénico, el sulfato de dihidroepiandrosterona (DHEA-S), y se los comparó con un
grupo de conscriptos. Contrariamente a lo que se podría esperar, no había diferencias en la MAO plaquetaria
de ambos grupos, cuando se sabe que está descendida en otros tipos de tomadores de riesgos, como los
escaladores de montaña y varias clases de deportistas con alta toma de riesgos. Que los pilotos no tuviesen
baja MAO tiene que ver con el hecho de que este marcador está vinculado a la desinhibición motora en las
tareas neuropsicológicas, en donde los pilotos obtenían, por lo contrario, altos puntajes. Los perfiles de
personalidad de los pilotos diferían de los de los conscriptos en la dimensión esperada. Los primeros
mostraban altos puntajes en la búsqueda de sensaciones, extraversión (E) y no-conformismo, y una tendencia
a tener bajos puntajes en relación con la ansiedad.
Ambos grupos diferían en una de las dos escalas de impulsividad administradas. Se piensa, teóricamente,
que la impulsividad está relacionada con una vulnerabilidad a los trastornos psicosociales "desinhibitorios",
mientras que los rasgos de búsqueda de novedades parecen estar más bien vinculados a los
25
comportamientos de toma de riesgos. La impulsividad que mostraba similitudes en ambos grupos tenía que
ver con un subtipo "estrecho" de la misma, más bien relacionada con la tendencia a actuar bajo la presión de
estímulos momentáneos.
Los pilotos tenían más altos niveles de DHEA-S, la cual, según estudios de Fava y col. (6, 7), correlaciona
también inversamente con el tipo "A" de personalidad (que, se sabe, tiene un riesgo coronario mayor que la
población normal). Diversos estudios han confirmado que la DHEA-S está vinculada a la búsqueda de
sensaciones, la evitación de la monotonía, las escalas de asertividad, y la habilidad espacial, pero disminuye
bajo la acción del stress crónico. En estas condiciones, sus niveles basales resultan bajos en relación con los
de cortisol, sugiriendo un cambio en el metabolismo de la pregnenolona adrenal que va desde los andrógenos
adrenales hasta los glucocorticoides. Se especuló que estos cambios córticoadrenales, que afectan a las tres
clases de sus esteroides (mineralo, glucocorticoides y andrógenos adrenales) podrían maximizar la
producción de cortisol necesaria para la supervivencia y minimizar el uso de la pregnenolona por síntesis de
mineralocorticoides y andrógenos, no tan necesarios para la supervivencia en condiciones de stress severo.
La testosterona ha sido asociada con la agresión verbal y una preferencia por los deportes. No obstante, las
relaciones entre andrógenos gonadales y adrenales no está todavía suficientemente clara. En conclusión, las
características bioquímicas de los pilotos militares podría ser asociada a una personalidad impulsiva sin
signos de desinhibición motora en las tareas neuropsicológicas. Por lo tanto, se puede aceptar que solamente
algunos aspectos de la impulsividad son críticos cuando se asocian a baja actividad MAO. La actividad MAO
plaquetaria y las hormonas andrógenas pueden estar también vinculadas a estos aspectos diferenciales de la
impulsividad, y pueden interactuar también diferencialmente con la actividad frontal inhibitoria, más alta en las
pruebas en los pilotos que en los conscriptos.
Otro trabajo de la misma autora y su equipo(8) permitió comprobar la existencia de una activación
relativamente más alta del hemisferio derecho en las personas con baja MAO plaquetaria, la cual, a su vez, se
asociaba con un acortamiento del tiempo empleado en la verificación y chequeo de las pruebas.
26
Pacientes con altos niveles de MAO plaquetaria tenían una habilidad pareja en las pruebas con ambas
manos, situación que, con niveles menores de rendimiento, se ha encontrado también en pacientes con
esquizofrenia de alta incidencia genética, en los cuales se encuentra también altos niveles de 5-HIAA. En este
trabajo, el resultado más interesante fue la relación negativa encontrada entre la actividad MAO plaquetaria y
la cantidad de fracasos en las inhibiciones en el tiempo de reacción ante tareas que tenían señales auditivas
para la inhibición de la respuesta. Esto puede interpretarse como una preferencia por la velocidad en relación
con la exactitud. También puede ser visto como un índice de la desinhibición motora, comparable al
paradigma de la evitación pasiva en investigaciones animales, en la que la depleción serotoninérgica está
asociada con una capacidad reducida de refrenar respuestas que han sido previamente castigadas. En
investigaciones anteriores efectuadas sobre seres humanos se ha visto que la impulsividad y la psicopatía han
estado relacionadas con resultados parecidos en tareas similares. Como ya ha sido señalado, el aprendizaje
de la evitación pasiva está deteriorado en los psicópatas y en los extravertidos, quienes tienen, por supuesto,
baja actividad MAO. Esto lo vincula con una baja actividad frontal inhibitoria, lo cual apoya la hipótesis que la
actividad plaquetaria MAO puede ser un marcador de la actividad ST central. Parecidos déficits de
rendimiento se pueden observar en animales con depleción de ST, lo cual vincularía la baja MAO plaquetaria
con baja actividad ST central.
Los humanos con baja MAO suelen involucrarse en comportamientos antisociales y consumo de drogas. La
MAO parece ser un factor importante tanto en la dimensión E como en la P, cosa que también ocurre con la
testosterona. Aunque hay poca evidencia que relacione la MAO con la dimensión N, hay alguna evidencia de
una relación positiva con la ansiedad en los pacientes. La alta heredabilidad de la enzima, y sus correlaciones
comportamentales en los primeros días de vida sugieren su importancia en la psicobiología de la
personalidad. La razón de su importancia en por lo menos dos dimensiones de la personalidad no está clara.
Como se señaló más arriba, algunos investigadores sugieren que la MAO es un indicador positivo de la
actividad ST. Otros han puntualizado que su importancia alcanza a los tres principales sistemas de NT,
aunque la MAO B parece estar involucrada en el sistema DA. Los bajos niveles de MAO no necesariamente
aumentan o disminuyen la actividad de cualquiera de esos sistemas, aunque los desregularía. Si uno de los
sistemas monoaminérgicos (MA) está ya activado, y si hay baja MAO para degradarlo, y si hay hiperrespuesta
en los receptores, entonces es probable que todo el sistema hiperresponda.
Veamos el papel de la enzima dopamina-b-hidroxilasa (DBH). En la neurona DA, la conversión bioquímica de
tirosina a L-dopa a dopamina se detiene con la producción de esta última. Pero en la neurona noradrenérgica,
la enzima DBH convierte la DA en NA, en el interior de la vesícula sináptica. Las concentraciones de DBH en
el plasma y en LCR correlacionan fuertemente, lo que sugiere que ya sea la DBH plaquetaria como la del LCR
tienen una fuente común -como la DBH cerebral- o, más probablemente, que los sistemas NA periféricos y
centrales están coordinados. En los procesos neuronales, la DBH ha sido utilizada como un marcador
inmunohistoquímico en las neuronas noradrenérgicas de la corteza adrenal y en el hipotálamo de monos
27
rhesus. La DBH sérica tiene propiedades que la hacen un posible marcador biológico de los efectos sobre el
sistema noradrenérgico del abuso o maltrato infantil temprano (54b). En primer lugar, la actividad de la DBH
sérica aumenta especialmente en los dos o tres primeros años de la vida, con un descenso de ese incremento
después de los seis años. En segundo lugar, los estudios en animales de experimentación y en humanos, han
mostrado disociación entre la DBH plasmática y los cambios catecolaminérgicos. Por lo tanto, mientras parece
no ser útil como índice de la respuesta simpática a estressores agudos, sí puede serlo a los que actúan a lo
largo de lapsos prolongados. En tercer lugar, considerando que tanto los sistemas noradrenérgicos como de
los glucocorticoides son respondientes al stress, su interacción parece involucrar alteraciones en la actividad
DBH.
Galvin y col. habían propuesto que el maltrato infantil en etapas evolutivas críticas ponía al sistema NA en
condiciones iniciales de sobreestimulación, posiblemente con una elevación inicial de su enzima limitante,
seguida después por represión de la misma actividad enzimática reflejada periféricamente por un descenso de
la actividad DBH.
Estudios ya antiguos encontraron correlaciones negativas significativas entre la búsqueda de sensaciones y la
DBH plasmática, aunque estudios recientes no han apoyado estos hallazgos. Bajos niveles de DBH deberían
conducir a la predicción de bajos niveles de NA, y Ballenger y col. encontraron una correlación negativa
substancial entre la NA en el LCR y la búsqueda de sensaciones.
A pesar de las inciertas relaciones entre DBH y búsqueda de sensaciones, se han encontrado bajos niveles
de DBH con alteraciones en la inhibición de impulsos, por ejemplo, alcohólicos y niños con conducta no
socializada y en los pacientes borderlines.
Varios trabajos de Matthew Galvin y col.(9,10,11) han asociado el maltrato temprano infantil con varias
secuelas ulteriores (cogniciones sociales, regulación afectiva, apego, los sistemas del self, y las relaciones
con los pares), habiendo sido también implicado en la patogenia de los trastornos severos de conducta. Se
dice de estos niños que "no tienen conciencia", pero la conciencia en todo caso es un complejo constructo
enraizado en la psicobiología.
Se sabe que la conciencia del sentido de pertenencia o la necesidad moral derivada del interjuego entre las
diferencias biológicas individuales y las experiencias evolutivas tienen que ver con el apego, las cogniciones,
las emociones y la autonomía. La conceptualización de la conciencia mide el grado de inclusividad y
abstracción que una persona utiliza cuando provee una definción personal de la conciencia. Investigaciones
llevadas a cabo con niños y adolescentes normales de edades entre los 5 y los 17 años, han permitido
identificar cinco etapas en este proceso de conceptualización, a las que se ha denominado de acuerdo a sus
características más salientes: la conciencia externa (que va desde el nacimiento hasta los 6 años); la
conciencia cerebral o del corazón (desde los 7 a los 11), la conciencia personificada (entre los 12 y 13 años),
la conciencia confusa (entre 14 y 15) y la conciencia integrada (entre los 16 y 17). Hay etapas de transición en
28
otros terrenos que están también vinculadas a la conceptualización de la conciencia. La moralización del
apego mide las transiciones evolutivas de las respuestas de los más jóvenes a las demandas y prohibiciones
parentales basadas en cómo éstos vinculan los sentimientos de seguridad, empatía y pertenencia a las
relaciones del hijo con el padre o con otras figuras de autoridad. La responsividad moral-emocional mide las
transiciones evolutivas de la manera en que el niño usa: a) la ansiedad y el humor para regular la conducta
moral; y b) los procesos de reparación y de manejo de situaciones de errores y equivocaciones para recuperar
los estados fisiológicos que se experimentan normalmente cuando uno se siente una buena persona. La
evaluación moral mide los cambios evolutivos en la manera como un niño justifica la adhesión o no a reglas
de conciencia basadas tanto en el razonamiento como en las defensas psicológicas. Este último campo se
subdivide en tres sectores, centrado en las formas en que el niño clasifica las reglas de conciencia según
estén fundamentadas en derivadas de la autoridad, derivadas de sí mismo, o derivadas de los pares.
Por último, el campo de la volición moral actualmente bajo análisis, mide las transiciones evolutivas de las
maneras como el niño usa su sentido de autonomía al responder y al redefinir reglas de conciencia.
Se supone que la NA juega un papel importante en la modulación del comportamiento y en la internalización
de valores. Por lo tanto, los marcadores biológicos de alteraciones en un sistema noradrenérgico en desarrollo
pueden resultar de interés, desde el momento que los niños maltratados persistentemente en edades
tempranas pueden resultar afectados en las raíces psicobiológicas de la conciencia. Existen estudios respecto
de las interacciones de los dos sistemas principales de respuesta al stress, como son los glucocorticoides y la
NA, que han correlacionado la DBH sérica baja-recordemos que es la enzima involucrada en el paso de DA a
NA-con el trastorno de conducta disocial y con el maltrato persistente en edades tempranas.
En uno de los estudios de Galvin y col.(11), ellos conjeturaron que:
a) los pacientes que habían sido maltratados antes de los 36 meses de edad tendrían menos suficiencia (más
retraso evolutivo) y más interferencias psicopatológicas que aquellos que no habían sufrido experiencias de
maltrato, o que de haberles ocurrido, fueron más tardías.
b) cuando se los clasificara de acuerdo a su actividad enzimática, los pacientes con menor actividad DBH
tendrán menos suficiencia y más interferencias psicopatológicas que los que tenían actividad DBH más
elevada.
c) en relación con los campos de conciencia considerados más arriba, los pacientes que tenían más
interferencias psicopatológicas en la valoración de la autoridad y de los pares (esto es, menor respeto por los
derechos de los demás en función de normas y valores apropiados a la edad) tendrán que tener más abuso,
maltrato o negligencia tempranas, así como menor actividad DBH.
Los resultados demostraron que aquellos que habían sido maltratados antes de los 36 meses de edad tenían
un retraso significativo en el desarrollo de la conciencia de acuerdo a las etapas evolutivas descriptas
29
anteriormente, en comparación con los que no lo habían tenido, o lo habían experimentado sólo más tarde. El
primer grupo resultaba notoriamente menos eficiente en conceptualizar su conciencia personal y en informar
sobre reglas derivadas de sí mismo y de los pares, que el grupo de comparación. No eran tampoco capaces
de utilizar sentimientos de ansiedad para inhibir comportamientos antisociales, ni eran capaces de hacer algún
movimiento, por consiguiente, para restaurar un equilibrio interior perdido a causa de su mala conducta. No
podían percibir a las figuras de apego como motivación para obtener un cambio en sus actitudes morales;
tampoco se sentían motivados a obtener protección de las mismas a través de los cambios que pudieran
producir para volverse personas responsables ni en ese momento ni en el futuro.
Cuando se analizaron las interferencias psicopatológicas combinadas con la evaluación de pares y
autoridades, el grupo con mayores interferencias tenía también menor actividad DBH y mayor frecuencia y
cantidad de abuso temprano que los que no tenían interferencias. Por otra parte, el primer grupo tenía un
retraso considerable en el desarrollo de la suficiencia moral, con una estrecha relación con trastornos de
conducta. Estos retrasos de desarrollo, interferencias psicopatológicas, falta de reconocimiento de los valores
de la autoridad y de los pares, requieren un sistema de inhibición comportamental que es mediado por la NA.
Sin embargo, es necesario subrayar que el funcionamiento de la conciencia no depende enteramente de la
inhibición comportamental. La responsividad emocional y moral requieren acción comportamental y
compromiso en el proceso de reparación y de manejo de estas cuestiones, tanto como el comportamiento
prosocial. Los campos de la evaluación del self y de la volición moral están relacionados con el mantenimiento
de la autoestima y el desarrollo desde la autonomía hacia la acción moral. Probablemente se encontrará que
estas funciones de la conciencia dependen de neuromodulaciones diferentes de aquellas que están
involucradas en la inhibición comportamental. Por ejemplo, la amígdala, a la que se considera importante en
aspectos del desarrollo prosocial relacionados con la responsividad empática, puede compartir con el
hipocampo y otras estructuras cerebrales la vulnerabilidad a los efectos mediados por respuestas al stress
intensas y prolongadas. De todas formas, sería sorprendente si las complejidades de la conciencia no fueran
comparables con la de sus basamentos neurobiológicos.
Lo que Galvin y col.(10) llamaron trastorno de conducta agresivo solitario (TCAS) fue encontrado relacionado,
por estos investigadores, con la actividad DBH y el maltrato infantil, aunque estas relaciones distan de ser
simples. La baja DBH correlacionaba más fuertemente con la presencia del TCAS que con el maltrato infantil,
y aparecía el dato interesante de que los TCAS con antecedentes de maltrato (Tipo II) tenían valores más
altos de DBH que los que no habían sido maltratados. Los individuos pertenecientes a este Tipo II mostraron
menor actividad DBH que los que fueron maltratados pero que no presentaban TCAS y mucho menor aún que
aquellos que no tenían TCAS y no fueron maltratados. En otro estudio de Galvin (11) quedó claro que si no se
especificaba la fecha del maltrato, no había correlaciones significativas entre la baja DBH y la aparición
ulterior de personalidades antisociales y borderline. Pero, cuando se tenían en cuenta, se observaba la
30
correlación si el maltrato había ocurrido antes de los 36 meses de edad. La especificación de descuido era
más confiable que la del abuso.
Es presumible que el 5-10 % de los chicos normales tengan baja DBH. A pesar de ésto, las cifras muy baja de
DBH en los chicos severamente perturbados pueden reflejar una influencia genética, ya que se ha observado
que los padres de chicos con trastornos severos de conducta y baja DBH, también tienen bajas las cifras de la
enzima. Esto ha sido vinculado, por algunos investigadores, a la predisposición de estos padres a maltratar o
descuidar a sus hijos.
Si la actividad de la DBH es afectada por la experiencia y no únicamente determinada por la genética, es
posible que la asociación entre su actividad y el desarrollo del TCAS refleje dos subtipos de niños que
desarrollan este último trastorno; aquellos cuya baja actividad DBH es el resultado de una falla genética
primaria, y los que este descenso de la actividad enzimática es condicionada por el stress del maltrato.
También es posible que algunas otras influencias más poderosas que el maltrato operen para bajar la DBH en
aquellos niños que desarrollan TCAS sin que haya mediado maltrato previo. Es obvio que el TCAS se
corresponde con la personalidad antisocial y las características generales del ImPUss.
En este marco cabe inscribir otra de las teorías mencionadas por Howard(24), la de los "modelos de
aprendizaje cognitivo-sociales". Esta línea ha sido seguida por Blackburn (1982), Marshall y Barbaree (1984) y
también la encontramos en los trabajos precursores de Gough (1948) con su "teoría de la socialización". Estos
aportes responden a la cuestión ¿porqué?, y ven a la psicopatía como un trastorno del pensamiento. Por lo
tanto Blackburn ve a la psicopatía primaria y a la secundaria compartiendo un sesgo cognitivo común hacia
las intenciones malevolentes de los otros. Marshall y Barbaree han señalado que los padres de psicópatas los
han castigado duro y erráticamente, y han sido fríos y distantes tanto para sus chicos como para terceros. Por
lo tanto, se constituyen en modelos para el egocentrismo calloso y el distanciamente de los otros.
Para el modelo que luego presentaremos de la psicopatía, según Howard(24), esta teoría puede ser útil en la
medida en que da una respuesta al ¿porqué?, aunque no contesta ni el ¿cómo? ni el ¿cuándo? Como se ha
señalado en el esquema 1, las expresiones cognitivas de los mecanismos mediadores, no deberían
confundirse con estos últimos. En un enfoque cognitivo, la psicopatía puede verse en términos descriptivos
pero, desde un modelo psicobiológico se necesita explicar (nivel explicativo) los mecanismos mediadores.
Sobre la base de estudios animales se ha conjeturado que una seria disrupción del apego en períodos
evolutivos críticos resulta en una regulación menos eficaz del sistema NA bajo condiciones de stress.
Estudios recientes indican que hay una superposición considerable en la disfunción emocional de los
trastornos de conducta en los jóvenes y los informes han demostrado que los jóvenes delincuentes padecen
mayores niveles de depresión y que, por otra parte, los jóvenes depresivos tienen mayores tasas de
31
delincuencia. Estos últimos pertenecerían a la "psicopatía secundaria" de Blackburn(4). Habría una estrecha
relación entre sintomatología afectiva y conducta delincuente en chicos.
¿Cuáles son los elementos comunes de la búsqueda de riesgos y de los comportamientos acordes a lo largo
de distintas situaciones? ¿Hay una tendencia a evaluar situaciones como de bajo o alto riesgo, o la tendencia
se da de la misma manera cualquiera sea la cuantía del mismo?
Horvath y Zuckerman buscaron, en el estudio mencionado, determinar las siguientes hipótesis:
1- Los buscadores de sensaciones deberían estar relacionados negativamente a la evaluación del riesgo y
positivamente relacionados a las conductas temerarias en todas las áreas de toma de riesgos.
2- Similarmente, la impulsividad debería estar negativamente relacionada a la evaluación del riesgo y
positivamente relacionada con las conductas temerarias en todas las áreas.
3- La evaluación del riesgo debería estar inversamente relacionada a la conducta temeraria y,
4- La apreciación del riesgo debería mediar las relaciones entre búsqueda de sensaciones e impulsividad y
comportamientos riesgosos.
Los estudios efectuados por estos autores llevaron a la conclusión de que los comportamientos criminales y
las violaciones menores a la seguridad (que representan tipos de comportamiento antisocial) tenían más en
común una con otra que las que tenían con los riesgos deportivos y financieros. Los ludópatas, al menos
aquellos que buscaban tratamiento, tenían bajos niveles de búsqueda de sensaciones. Algo parecido pasa
con quienes toman riesgos financieros.
La criminalidad crónica a menudo es la expresión de una personalidad antisocial y por lo tanto, puede
representar el grado extremo del rasgo P-ImpUSS. Los resultados de estudios hechos con gemelos
adoptados en Scandinavia muestran que hay una fuerte influencia genética a partir de los padres, y que hay
una débil influencia del ambiente compartido provisto por los padres adoptivos. Sin embargo, estímulos
ambientales específicos, como la influencia de los pares, o el status socioeconómico de los padres adoptivos,
puede también jugar un rol en el comportamiento criminal, tanto como un rasgo P-ImpUSS anormal.
Como se sabe, el rasgo P-ImpUSS incluye una variedad de comportamientos que pueden ser resumidos por
el término desinhibición: criminalidad, búsqueda de variedad sexual, uso y abuso de substancias, así como
toma de riesgos tanto en actividades financieras como deportivas. Los individuos con personalidades
antisociales y bipolares en fase maníaca ilustran la desinhibición en sus formas comportamentales más
vívidas. Estos trastornos representan los extremos anormales de una dimensión normal de la personalidad.
En el nivel siguiente encontramos un déficit en una clase específica de condicionamiento. Los tipos ImpUSS,
especialmente en sus extremos psicopáticos, tienen problemas en el aprendizaje de la evitación pasiva. Para
situaciones en donde tanto la recompensa como el castigo son dos evoluciones posibles, parecen ignorar las
32
segundas y enfocar sólo sobre las primeras. Tienen una fuerte capacidad para enfocar sobre los estímulos
salientes e ignorar los que distraen, como serían las señales de castigo. En el nivel psicofisiológico, los
desinhibidores muestran esta atención enfocada al exhibir fuertes reflejos que orientan la atención hacia
estímulos novedosos que pueden elicitar reflejos defensivos en los bajos buscadores de sensaciones. Los
desinhibidores también muestran aumento de la reacción cortical a los estímulos intensos que elicitan la
inhibición cortical en los bajos desinhibidores. Esta capacidad para responder a estímulos intensos y
novedosos es resumida bajo el término "accesibilidad cortical".
Debajo del nivel fisiológico están los sistemas bioquímicos que influyen sobre los amplios mecanismos
comportamentales y las reacciones psicofisiológicas: el sistema DA (acercamiento), serotoninérgico
(inhibición), y noradrenérgico (alerta y atención enfocada). Enzimas como la MAO y la DBH que regulan estos
NT, y hormonas tales como la testosterona y el cortisol, están también involucradas en el rasgo. Una persona
con alto P-ImpUSS probablemente tenga tendencias de aproximación y desinhibición fuertes y que sean
débiles las de alerta e inhibitorias. La implicación es que tienen un sistema DA activo y reactivo, y que son
inactivos o poco reactivos los ST y NA. La inversa sería válida para los que puntúan bajo en este rasgo: débil
aproximación y fuerte inhibición o restricción con fuerte alerta o alertabilidad por señales de castigo.
Sitios neurológicos para la personalidad sugieren una nueva forma de frenología. Pero esta nueva frenología
está basada en relaciones entre el comportamiento y vías y núcleos cerebrales bien definidos de
neurotransmisión y no en la forma del cráneo, como la antigua. La restricción o inhibición de la conducta
puede originarse en la corteza frontoorbitaria, donde el daño puede traducirse en desinhibición
comportamental. Las influencias excitatorias a partir de fuentes corticales descienden al sistema comparador
septohipocámpico (descrito por Gray, en 1982 en relación al rasgo de ansiedad) donde la ansiedad puede ser
adicionalmente potenciada. El núcleo central de la amígdala es también una fuente de inhibición
comportamental y de alerta autonómico. Cada uno de estos describe niveles de inhibición desde el más
deliberado (corteza) hasta el más reflejo y menos conciente (amígdala).
El mecanismo de aproximación se origina en el sistema mesolímbico DA ascendente, que comienza en el
área tegmental ventral y atraviesa el fascículo prosencefálico medial, al hipotálamo lateral y el n. accumbens y
finalmente al córtex prefrontal medial y lateral. Otro sistema, que es mediado por NA y afecta el alerta, se
origina en el LC y asciende a las estructuras límbicas que incluyen la amígdala, el septum, el hipocampo y,
finalmente, todas las partes del neocortex. Un sistema serotoninérgico inhibitorio se origina en los núcleos del
rafe y asciende a la amígdala, hipocampo, hipotálamo, septum, striatum, y todas las áreas del neocórtex.
Ultimamente, las diferencias individuales en la estructura y fisiología de estos sistemas depende del fenotipo.
El ImpUSS tiene una fuerte heredabilidad, la cual está al tope de lo que es típico para los rasgos de
personalidad. A diferencia de otros rasgos amplios de personalidad, sin embargo, los buscadores de
sensaciones muestran substancial agrupamiento ordenado, lo cual sugiere alguna ventaja evolutiva en el
33
rasgo. Un alto nivel de búsqueda de sensaciones debe haber estado asociado a la cacería, la búsqueda de
nuevos territorios, de compañeros, y de actividad sexual con una variedad de parejas, por lo tanto
aumentando la adquisición de recursos esenciales a la supervivencia y al éxito reproductivo. Pero también los
altos niveles de toma de riesgos habrían sido maladaptativos, de tal modo que la selección pudo haber estado
en un nivel óptimo en un punto intermedio del rasgo.
Los orígenes evolutivos son altamente especulativos. El significado actual de un rasgo y sus correlatos
biológicos son más demostrables.
Haremos algunas referencias aquí al factor 2, el más vinculado con la violencia y la criminalidad. Un
temperamento desinhibido puede ser un predictor temprano predisponente para el comportamiento agresivo o
violento.
Impulsividad y Agresividad
La impulsividad involucra a una gran variedad de rasgos. Cuando se generan las condiciones para la
aparición de un rasgo impulsivo, el sujeto está dispuesto actuar sin mayor reflexión ni planificación previa;
piensa sobre sus acciones después de haberlas cometido, si es que lo hace. La ausencia de cogniciones
previas al acto impulsivo significa que las consecuencias experimentadas previamente por acciones similares
no son tenidas en cuenta.
Hay muchas clases de impulsividad. La tendencia a actuar rápidamente sin reflexión previa ha sido llamada
impulsividad estrecha para distinguirla de un rasgo más amplio que implica a otros factores tales como
vivacidad y temeridad. La impulsividad y la búsqueda de sensaciones están moderadamente relacionadas y
en conjunto, comprenden uno de los tres factores que componen el ImpUSS. El Psicoticimo (P) de Eysenck se
constituye en un excelente marcador para esta dimensión.
Dadas las relaciones entre impulsividad y búsqueda de sensaciones, se podría esperar que ambas sean
predictoras eficientes del gusto por la toma de riesgos y del comportamiento emergente, pero uno de ellos
podría ser primario y el otro secundario en estas predicciones.
Alternativamente, se ha sugerido que por lo menos algunas formas de violencia y de comportamiento
antisocial pueden ser vistos como una búsqueda patológica de estimulación, lo cual se cree está vinculado
con la baja respuesta fisiológica y la necesidad de incrementar el alerta a un nivel óptimo.
King (20) propone, para explicar la impulsividad y la agresividad, la "teoría del incentivo motivacional" que
puede ser definido como "un objeto externo que tiene un valor positivo o hedónico para el organismo".
Ejemplos de incentivos serían la comida para un roedor o un objeto de apego social para un primate. En los
humanos, las conexiones asociativas pueden transformar objetos neutrales complejos en incentivos. Esto está
34
en la base de la propaganda comercial. Un producto (estímulo neutral) es asociado con claves que provocan
sentimientos cálidos y de excitación, que impulsan luego a su compra.
La "motivación" puede ser definida como "la activación motora de un organismo debido a la presencia o
ausencia de un incentivo esperado". Por ejemplo, antes de que la comida esté disponible, los roedores
exhiben una actividad motora incrementada como consecuencia de estar en presencia de la fuente de
alimentos.
La teoría del incentivo emocional relaciona la noción de incentivo como un activador externo de la excitación
"motivacional". El incentivo presentado a un animal desencadena una serie de comportamientos
"preparatorios" destinados a la consumación del incentivo.
King subraya el papel de la DA en este mecanismo, cosa que también han sostenido Gray, Cloninger y
Zuckerman. Su principal hipótesis descansa en el hecho de que el sistema DA mesolímbico debe ser
distinguido del no-lómbico. Se ha demostrado recientemente que las regiones neoestriadas del cerebro
forman un componente límbico que está densamente inervado por neuronas DA provenientes del área
tegmental ventral mesencefálica y de las porciones mediales de la substantia nigra pars compacta. Estas
regiones límbicas neoestriadas incluyen el núcleo accumbens, el tubérculo olfatorio, y la porción más ventral y
medial del estriado. El estriado límbico es una central de procesamiento de información, que recibe
información proveniente de regiones paleocorticales y límbicas tales como el cingulado, el orbitario, el insular
y el neocórtex temporal. Además, hay proyecciones desde áreas tales como la amígdala basolateral y el
subículum del hipocampo (Fig. 8)
Los inputs DA al sistema estriado límbico parecen aumentar las respuestas motrices hacia una multitud de
incentivos. Esto diferencia la acción DA sobre el estriado no límbico, que responde a demandas ambientales
que no contienen incentivos.
La DA se activa ante la novedad, la recompensa y la seguridad. Los agonistas DA tales como la apomorfina o
las anfetaminas, aumentan la locomoción en un campo abierto novedoso. Además promueven conductas
irritables y agresivas.
El sistema DA mesolímbico aumenta selectivamente la respuesta a los reforzadores condicionados; y las
lesiones de este sistema anulan las respuestas a tales reforzadores.
La mayor parte de las conclusiones derivadas de experiencias animales conducen a pensar que existen
diferencias hereditarias en la tendencia a tener comportamientos exploratorios en presencia de incentivos. El
sistema DA mesolímbico parece ser un mediador fundamental en esta tendencia. Las respuestas emocionales
agresivas parecen ser un componente central en estas diferencias individuales. Desde que los incentivos
sociales componenen una parte fundamental de los reguladores externos del comportamiento humano, King
35
ha propuesto que los rasgos impulsivos de personalidad en los humanos son derivados de una actividad DA
mesolímbica incrementada.
King y colaboradores han demostrado que los niveles de DA en LCR están correlacionados positivamente con
los rasgos de extraversión y que la actividad motriz promedio está vinculada positivamente con el cluster B.
Estos datos apoyan la hipótesis que una actividad DA aumentada en estas áreas tiene que ver con la
impulsividad incrementada.
Se podría esperar, entonces, que medicamentos que reduzcan el disparo DA deberían actuar sobre los
comportamientos impulsivos (20).
Lewis ha señalado para el "psicópata secundario" de Blackburn, la existencia de alteraciones afectivas, un
comportamiento hostil e irritable, agresivo y demandante, y explosiones de cólera. Hawett y Martin (1980)
informaron que "un estilo de vida caracterizado por comportamientos antisociales y abuso de alcohol y drogas
está íntimamente asociado con la aparición temprana de estados de ánimo depresivos que difieren de la
depresión clásica".
La disfunción prefrontal sería un factor contribuyente, combinado con la impulsividad, debido a: 1) la pérdida
del control sobre estructuras subcorticales que facilitan la agresión; 2) cambios comportamentales, los que
incluyen explosiones emocionales y agresivas y comportamiento querulante.
Hare y Forth(13) han vinculado la disfunción del hemisferio izquierdo, reflejada en la preferencia por la mano,
el pie y el ojo del mismo lado, con ulteriores comportamientos delincuenciales y violentos. En sus
investigaciones sobre presos, las preferencias de lateralidad estuvieron relacionadas con el tipo y severidad
de las actividades criminales, o con comportamientos agresivos y violentos. Los mismos autores admiten que
estos resultados no son concluyentes.
Tal vez convenga aquí hacer algunas consideraciones generales sobre la destructividad en general para
otorgarle un cierto contexto a los conceptos puntuales de esta característica en los psicópatas.
36
Neuroquímica
Sobre la base de experiencias animales, han sido implicados numerosos NT centrales en la modulación del
comportamiento agresivo. Los más importantes son la DA, la NA y la ST.
Noradrenalina
Para Raine, los estudios que vinculan la NA dan resultados paradójicos e inconsistentes. Hay alguna
evidencia de que la NA tiene alguna participación en la agresión afectiva (defensiva, impulsiva). La
administración de IMAOs que elevan los niveles de la NA central, aumenta la lucha inducida por shock. De
manera similar, drogas que vacían de NA al cerebro, anulan la furia inducida en gatos. Evidencias
contradictorias, sin embargo, han indicado que la inyección de NA colocada intraventricularmente no produce
agresión afectiva.
Paradójicamente, la NA parece tener un papel inhibitorio de la agresión predadora (ofensiva, impulsada por
motivaciones), como se demuestra por la reducción de la actividad asesina de la rata hacia el ratón, en ratas
cuya NA central había sido aumentada por la administración de tricíclicos. En general, los resultados a partir
de estudios animales sugieren que la NA puede facilitar la agresión afectiva, en tanto que inhibe la predadora,
aunque hay mucha inconsistencia en los hallazgos a través de las especies.
Una manera de explicar esta aparente contradicción es analizar las diferencias entre agresión defensiva y
predadora. Aunque hay una cantidad de razones para relacionar las nociones etiológicas de subalerta y
desinhibición, estos estudios neuroquímicos indicarían que estos dos constructos no siempre van juntos al
producirse el comportamiento agresivo. Por ejemplo, un incremento en la NA puede conducir a un incremento
en el alerta general, el cual disminuiría el umbral para la agresión reactiva. Tal proceso sería similar a una
forma de desinhibición, en donde, al mismo tiempo, el incremento en el alerta inhibe los mecanismos más
complejos de la conducta predatoria. La agresión afectiva puede ser vista entonces como una desinhibición, a
consecuencia del hiperalerta, mientras que la agresión predatoria derivaría de una desinhibición debida a un
bajo alerta. Sin embargo, para evaluar esta hipótesis, se necesitan estudios neurofisiológicos en humanos
para llegar a una más completa definición de la agresión y criminalidad.
Dopamina
El papel de la DA en la agresión animal ha sido menos extensivamente estudiada que algunos otros NT, pero
existen investigaciones que sugieren que la DA facilita la agresión afectiva. Drogas tales como la L-Dopa y la
apomorfina, la cual eleva los niveles de DA, se ha encontrado que induce la lucha espontánea en roedores,
poe el contrario los neurolépticos que bloquean los receptores DA, suprimen la agresión espontánea en ratas.
Además, el incremento de la síntesis de DA ha sido encontrado después de comportamiento agresivo en
lauchas.
37
Se ha encontrado también que las drogas que aumentan los niveles de DA inhiben la agresión depredadora.
Por lo tanto, de manera similar a la NA, la DA puede inhibir la agresión depredadora y estimular la defensiva,
o afectiva. No se ha demostrado consistentemente esta proposición.
Serotonina
Funcionalmente, este NT está asociado a muchos y diferentes efectos. Sus numerosas familias y subfamilias
de receptores cumplen en esta variedad un papel muy importante.
Aunque inicialmente fue conocido su papel en la digestión, es en realidad un NT que, en el cerebro,
representa un papel inhibitorio para la descarga de impulsos. Por lo tanto, podría esperarse que los individuos
con bajos niveles de serotonina (ST) tengan problemas en el control de los mismos. Las pruebas de su acción
en humanos, incluyen(28):
a) Estudios del catabolito (5-HIAA) en LCR.
b) Estudios del contenido de triptofano en plasma y de la recaptación de ST en las plaquetas.
c) Desafíos neuroendocrinos de sus receptores centrales.
Los niveles del principal catabolito de la ST, el 5-HIAA, fueron medidos simultáneamente de la corteza y el
LCR de 48 personas, y estaban correlacionados. Se cree que refleja la actividad ST presináptica, por lo que
su reducción significaría una reducción de su actividad central.
Se descubrieron bajos niveles de 5-HIAA en pacientes depresivos que tenían antecedentes de intentos
violentos de suicidio (no de los no violentos). Los vínculos psicológicos entre la agresión auto y héterodirigida
han sido reconocidos desde Freud. Mann(29) también sostiene que hay una relación entre la agresión dirigida
interna o externamente, basándose parcialmente en una asociación estadísticamente significativa de ambos
tipos de agresión en el mismo individuo. Sostiene, por lo tanto, que la violencia dirigida externamente no debe
ser discutida en forma independiente de la que se dirige hacia sí mismo. Las vinculaciones biológicas fueron
descubiertas por el NIMH quienes informaron que la agresividad vinculada a la personalidad estaba
inversamente relacionada con los niveles de 5-HIAA en el LCR.
Esta relación trivariada entre bajos niveles de 5-HIAA en LCR, conducta suicida y agresividad, ha sido
confirmada en una muestra de prisioneros fineses que tenían una historia de abuso de alcohol y que habían
sido encarcelados por asesinato o intento de asesinato. Estos delincuentes mostraban una crueldad inusual
hacia sus víctimas. Los asesinos que fueron considerados "impulsivos" tenían menores niveles de 5-HIAA que
los otros. Tomados en conjunto, pareciera que la impulsividad fuese el factor común.
Estos sujetos que cometían agresiones impulsivas fueron diagnosticados como trastornos explosivos
intermitentes o personalidad antisocial, mientras que otros delincuentes recibían el diagnóstico de trastorno de
38
personalidad paranoide o pasivo-agresivo. Es posible que otras dimensiones de la personalidad diferentes de
la impulsividad contribuyan a las diferencias informadas sobre el 5-HIAA en el LCR.
En otro estudio se comparaba 16 asesinos convictos, 22 que intentaron suicidio y 39 sujetos de control. 15 de
los 16 asesinos fueron considerados impulsivos. Los niveles de 5-HIAA de los suicidas eran menores, los de
los asesinos parecidos a los controles, salvo los que habían asesinado a sus parejas. Es posible que éstos
hayan cometido el asesinato en extrema emoción violenta, pero las muestras fueron extraídas 40 días
después. Este grupo podría haber sido considerado más impulsivo (como rasgo) que los demás.
Por más de una década se ha acumulado evidencia de la relación significativa entre los índices de
funcionamiento del sistema ST central y la conducta impulsivo agresiva. En primer lugar, hay correlaciones
inversas entre el 5-HIAA en LCR y la historia de comportamientos agresivos en individuos con trastornos de
personalidad y alcoholismo.
En segundo término, menores concentraciones de 5-HIAA en LCR fueron encontrados en delincuentes
violentos, comparados con los no violentos.
En tercer lugar, se han encontrado correlaciones negativas de la respuesta de prolactina a la estimulación con
agonistas ST, y automediciones de agresión, irritabilidad y hostilidad. Además de estos hallazgos en
humanos, se han encontrado relaciones inversas similares ya sea en los niveles de 5-HIAA en LCR como en
la respuesta a fenfluramina y la expresión de agresión abierta en primates no humanos(21). (platon)
Las mediciones ST efectuadas en los estudios biológicos de la agresión en humanos adultos sólo reflejan la
actividad ST central de un modo indirecto. Es distinto cuando se estudia a la conducta suicida, en donde tanto
los receptores pre y postsinápticos cerebrales postmortem, y las plaquetas premortem han sido examinados.
Mientras los primeros son difíciles de llevar a cabo por su complejidad, los estudios plaquetarios premortem
de individuos agresivos y no agresivos son fáciles de realizar.
Estas mediciones plaquetarias se efectúan a través del binding a receptores relacionados a la ST, como el
receptor 5-HT2a y el binding de inhibidores presinápticos de recaptación de ST, tales como hidrocloride de
imipramina tritiada y paroxetina tritiada. Aunque las plaquetas constituyen un sitio periférico y no comparten el
mismo microambiente como las neuronas ST centrales, se ha informado que los sitios transportadores de ST
plaquetarios son estructuralmente idénticos a los sitios correspondientes de las neuronas ST en el cerebro.
Los resultados de los estudios de Coccaro(21) conducen a la conclusión de que una historia de actos
agresivos y la tendencia a responder a las provocaciones con violencia, covarían con el número, pero no con
la afinidad, de los sitios plaquetarios de recaptación de ST evaluados usando paroxetina tritiada.
Notablemente, la correlación entre los valores Bmax para la ligadura de la paroxetina tritiada y la historia vital
de agresión eran independientes del funcionamiento global, del estado de la depresión, o de los trastornos
afectivos, alcoholismo, o abuso de drogas, actuales o del pasado. Por lo tanto, es improbable que esta
39
relación simplemente represente un epifenómeno de otras condiciones psicopatológicas entre los pacientes
en esta muestra.
La ausencia de correlaciones similares inversas puede ser explicada por el limitado puntaje en las mediciones
de agresión a lo largo de su biografía, y/o por el pequeño tamaño de este grupo de sujetos. La ausencia de
una diferencia significativa entre los transportadores plaquetarios ST en los sujetos sanos y los que padecían
trastornos de personalidad, sugieren que no hay anormalidades en los transportadores de los sujetos con
trastornos de personalidad como grupo. Más aún, estos datos sugieren que hay una relación entre una
dimensión de la agresión y variables relativas al sitio del transportador plaquetario ST. Esto es consistente con
otros datos relacionados a variables biológicas y de personalidad en individuos con trastornos de
personalidad. Casi todos los estudios de ligadura del sitio de recaptación plaquetaria ST han sido llevados a
cabo con imipramina tritiada, principalmente en sujetos depresivos. Sobre todo estos estudios han arrojado
alguna evidencia de la existencia de una anormalidad en el sitio de ligadura en la depresión y en la
suicidalidad. Esto puede deberse a que la ligadura de la imipramina tritiada no refleja la totalidad de la
población transportadora ST. La ablación de los terminales ST elimina solamente el 50 % de la unión de la
imipramina tritiada en el cerebro de la rata. Por otra parte, la imipramina tritiada tiene una menor afinidad que
la paroxetina tritiada por el sitio de recaptación plaquetaria. Y, además, la imipramina tritiada tiene menor
afinidad que la paroxetina tritiada por los sitios de unión plaquetarios, por lo que puede ser confundido por
drogas residuales o alguna otra variable. Por consiguiente, la imipramina tritiada no parece ser un marcador
tan sensitivo o selectivo para la ST como se creyó en un principio. En contraste, la paroxetina tritiada es 100
veces más vida que la imipramina por los sitios de recaptación. Su distribución en el cerebro del ratón sigue
estrechamente las de la ST. Además, la anulación química de las vías ST reduce la unión de la paroxetina
tritiada entre el 60 y el 90%. Por consiguiente, la paroxetina tritiada parece ser un radiomarcador más
selectivo para la recaptación de la ST en el cerebro y plaquetas que la imipramina.
Los efectos fisiológicos de la reducción de la cantidad de sitios transportadores presinápticos para ST en las
neuronas ST centrales es desconocido. Se ha sugerido que podría estar asociado a una disminución de la
recaptación, lo cual puede tener numerosas consecuencias. Para empezar, la disminución de la cantidad de
ST que reingresa al citosol podría reducir su catabolismo a 5-HIAA por la MAO. Esto podría explicar
parcialmente la reducción del catabolito en el cerebro de los suicidas, y en el LCR de los depresivos, intentos
de suicidio, y en individuos con comportamientos agresivo-impulsivos. En segundo lugar, la disminución de
recaptación haría que exista mayor biodisponibilidad de ST en la sinapsis. Esto podría conducir a una
disminución de la sensibilidad de los autoreceptores terminales de ST, a un mayor diparo de ST por impulso
neuronal y, por último, a una disminución de la sensibilidad de varios receptores ST postsinápticos.
Dependiendo del grado en que todas estas alteraciones ocurran, la reducción de los sitios de recaptación del
transportador podría asociarse a un descenso neto de la actividad ST en el cerebro, lo que está asociado a la
depresión y a los comportamientos agresivo-impulsivos.
40
Los hallazgos de Coccaro coinciden con otros previos que mostraban una reducción de los valores Bmax para
imipramina tritiada en poblaciones de "discapacitados mentales" agresivos internados, de adolescentes con
trastornos de conducta, y en niños con problemas de impulsividad y agresión, comparados con voluntarios
sanos sin una historia personal o familiar de trastornos psiquiátricos. Es posible que las mediciones de
agresión correlacionen inversamente con el número de transportadores plaquetarios, tanto a lo largo del ciclo
de vida como en sujetos con trastornos mentales distintos de los de personalidad.
La capacidad limitada de los datos provenientes de las plaquetas deriva del hecho de que no son neuronas, ni
están incluidas en redes. Sin embargo, estudios recientes muestran que la secuencia de aminoácidos de las
proteínas transportadoras de ST que se expresan en plaquetas y neuronas son idénticas. Por lo tanto, es
posible que algunas anormalidades relacionadas con las proteínas transportadoras y su nivel de expresión
ocurran en plaquetas tanto como en neuronas.
Sobre la base de estudios de lesionados cerebrales y pruebas farmacológicas, se cree que la ST inhibe tanto
la conducta predatoria como la defensiva. La administración de P-CPA (paraclorofenilalanina), una droga que
disminuye la producción de ST inhibiendo la enzima que convierte el triptofano en ST, por ejemplo, aumenta la
pelea inducida por shock en ratas. Similarmente, la destrucción de los núcleos del rafe dorsal, en donde se
originan las vías ST, aumenta la lucha y el asesinato en ratas. En contraste, la administración del precursos
ST, 5-hidroxitriptofano, el cual incrementa los niveles de ST, se ha demostrado que disminuye la lucha
inducida por shock y la conducta asesina hacia ratones, en ratas.
Hay fuerte evidencia del rol inhibitorio de la ST sobre la agresión que parte de los estudios farmacológicos
efectuados sobre la conducta asesina de las ratas. En contraste con esta evidencia, hay una cantidad de
estudios que probarían que el deterioro del sistema ST puede suprimir el comportamiento de ataque en
ratones. Por otra parte, se ha encontrado que los niveles de ST aumentan después de un comportamiento
agresivo en animales. En general, sin embargo, los resultados de los estudios en animales indican que los
procedimientos que elevan la disponibilidad de ST cerebral, inhiben los comportamientos agresivos, y lo
contrario los aumentan.
En otro trabajo(22), Coccaro subraya la relación inversa del 5-HIAA con la gravedad de la depresión, historia
de serios intentos de suicidio y o suicidios violentos, lo cual también fue señalado por Linnoila(26). La relación
con la depresión no siempre ha sido replicada, pero sí con los serios intentos de suicidio, los cuales se han
visto también en otros grupos psicopatológicos tales como esquizofrenia y alcoholismo, además de los
trastornos de personalidad.
La relación diagnóstica cruzada entre la baja concentración de 5-HIAA en LCR y suicidio sugiere que la
disfunción ST está relacionada con un agrupamiento específico de conductas. Lo mismo ocurre con la
41
agresión, ya que parece estar más relacionada con la agresión impulsiva, que con la premeditada. Esta
reducción de 5-HIAA en LCR y de la ligadura de imipramina en la corteza frontal y tronco cerebral de los
suicidas, sugiere fuertemente una reducción de la función presináptica ST, de la misma manera que la
elevación de la ligadura de los receptores corticales 5-HT2 hacen pensar que la función 5-HT postsináptica
está incrementada, probablemente por up-regulation compensatoria de estos receptores. Por otra parte, el
efecto neto de esta sumatoria es desconocido, y puede reducirse, aumentarse o permanecer sin cambios
dependiendo de la magnitud de esta compensación.
Experimentos con animales demuestran que la "hipersensibilidad" es el núcleo temperamental del rasgo de la
impulsividad-agresividad, en respuesta a los estímulos frustrantes o adversos, y una capacidad disminuida
para controlar estas reacciones. La diferencia primaria entre el comportamiento suicida y agresivo es el lugar
donde la agresión es colocada: hacia sí mismo en el suicida y hacia afuera en los comportamientos agresivos.
En muchas ocasiones ambas conductas se dan simultáneamente (suicidios ampliados).
En tanto que algunos efectos de la ST tienen que ver con sus efectos basales (lo que puede ser en alguna
medida hereditario), otros están más vinculados a la "reprogramación" emergente de situaciones especiales.
Esto es lo que puede ocurrir con el cambio de status social y los niveles de ST observado en los monos
vervet.
Los efectos basales podrían estar vinculados con lo que llamamos "personalidad" (es decir, disposiciones
relativamente estables a responder al ambiente social y natural de modos diferentes pero predecibles). La
"reprogramación" a corto plazo de estos efectos basales (por ejemplo, a un cambio de status social) tiene
características diferentes, comparables a lo que se podría llamar un "cambio comportamental" o "cambio de
actitud".
La definición científica de personalidad ha estado sometida a una considerable controversia. Recientemente,
Cloninger (1986, 1987), y después McDonald (1988) han propuesto una teoría de la personalidad basada en
tres factores que, a su vez, derivan de los tres principales sistemas de neurotransmisión límbica: los
controlados por la dopamina (DA), la serotonina (ST) y la noradrenalina (NA).
En este marco, se ha sugerido que la ST estaría vinculada a la "evitación del daño" (la tendencia a evitar o
tomar riesgos). La NA se asocia con la "dependencia a la gratificación" (la tendencia a buscar la aceptación y
recompensa social como motivador del comportamiento), mientras que la DA estaría ligada a la "búsqueda de
estímulos" (la tendencia a buscar estímulos novedosos).
Desde el momento que cada uno de estos sistemas influye en los otros, las necesidades y comportamiento de
cada individuo necesitarían el análisis del estado de estos tres niveles.
42
De acuerdo con la teoría de Cloninger, el sistema ST está asociado con la evitación del daño y la toma de
riesgos; los niveles bajos de ST están asociados con la tendencia a evitarlos y los altos a tomarlos.
Es muy llamativa la similitud de esta tipología en relación con el riesgo, con la descripta por Rof, hace más de
treinta años, basada en la división entre "ocnófilos" (no tomadores de riesgo) y "filóbatas" (tomadores de
riesgo)(30) y, también, con el concepto de "personalidad autoritaria" (31,32) y "personalidad de Tipo A"(33),
conceptos que han sido tratados en otra parte. En principio, sólo enunciaremos aquí que las concepciones de
Fromm y Adorno respecto del "carácter revolucionario"(34,32), como opuestos en un continuo, ha sido
descrita por mí en un trabajo anterior(31), y las bases narcisistas del Tipo A, por consiguiente del mismo
autoritarismo y posiblemente de los "no tomadores de riesgo", están bien fundamentados en un trabajo de
Condon(35).
Resulta pues, de muy alto interés, considerar cómo ciertos sistemas de NT como el ST pueden influir en las
disposiciones comportamentales y rasgos de carácter estables que han sido descritas como "personalidad".
Pero además, diferentes niveles de un NT pueden tener efectos ampliamente específicos en la modificación
de la sensibilidad o amplitud de respuesta a diferentes claves sociales o simbólicas de amenaza,
reaseguramiento, atractividad sexual, etc. Esto implica la esfera cognitiva, si lo queremos ver desde el punto
de vista cognitivo-comportamental, y suponen el fundamento de los "esquemas" o "creencias básicas" en este
enfoque(36). De acuerdo a la teoría modular de la personalidad, sobre la que nos explayamos más arriba,
serían sustentadas por redes neurales tanto más estables y rígidas, cuanto más precozmente hayan sido
establecidas, tanto más intensos los vehículos emocionales con los que fueron impresas, y tanto más
significativas las relaciones con los emisores de los mensajes estructurantes de tales redes.
Por ejemplo, dado el efecto inhibitorio de la ST, los individuos con bajos niveles de la misma pueden ver
amenazas en señales ambiguas que son ignoradas por aquellos con altos niveles de este NT. Como
consecuencia, las diferencias basales de ST podrían estar en los fundamentos de aquellos esquemas o
creencias básicas que, a su vez, pueden ser importantes elementos modulares en la constitución de nuestra
personalidad.
Consideremos la tendencia de algunos individuos a ser agresivos, manipuladores y socialmente tortuosos.
Las mediciones psicológicas de este rasgo son similares a lo que los anglosajones llaman "machiavellianism".
Esta escala parece estar vinculada a la "dependencia a la gratificación" y "evitación del daño" de Cloninger:
cuanto más alto califican para el maquiavelismo, menores son sus puntajes en gratificación social y evitación
del riesgo. Desde que la agresividad está a veces asociada con ciertas formas de dominancia, los rasgos de
la personalidad involucrados en la manipulatividad social se vincularían por lo tanto con disposiciones
comportamentales determinadas por los niveles basales de la actividad del NT.
Nótese que en estos casos hay que presumir la existencia del involucramiento de dos sistemas distintos de
NT: el ST y el NA. Cada uno de estos sistemas, por otra parte, depende de cierto número de procesos
43
neuroquímicos, y cada uno es sensible de ser "reprogramado" por la experiencia. Por lo tanto, la medición de
un sólo NT nos diría poco o nada acerca de un individuo específico. Éste sería el caso de cotejar, desde el
punto de vista de la personalidad, lo que ocurre con el "maquiavelismo", el "autoritarismo", el "carácter
revolucionario" y el "narcisismo", todas ellas variables independientes difíciles de fusionar para crear
compartimientos del tipo "todo o nada". Inclusive la respuesta a claves sociales, como por ejemplo los
cambios de actitudes y de respuestas emocionales a la aparición televisiva de líderes políticos, los niveles de
actividad basales de los NT pueden ser poderosas razones para establecer las diferencias de percepción,
sensibilidad y comportamientos ulteriores.
En lo concerniente a la ST, los descubrimientos recientes apuntan a dos áreas de importancia en la psiquiatría
social y forense, como son los comportamientos desviados y criminales, y el suicidio. Debido a que la ST está
vinculada a la inhibición de la respuesta, sus bajos niveles pueden tener que ver con la incapacidad para
reprimir impulsos, como ya se expresó más arriba. Dependiendo de la interacción con otros sistemas de NT,
sus alteraciones pueden tomar la forma de violencia impulsiva (tal como homicidios), autodestructividad
(suicidio), depresión (incapacidad para inhibir pensamientos negativos o amenazantes), adicciones (al juego,
a la comida, etc.)
Un metaanálisis de los estudios que examinan la relación de NA, DA, y ST con el comportamiento antisocial
en humanos sugiere que la reducción simultánea de ST y NA pueden potenciar la agresión humana. Este
metaanálisis encontró que en los estudios en los que los sujetos antisociales tenían un trastorno afectivo o
alcoholismo, la NA central estaba significativamente disminuida. Los niveles de ST, sin embargo, estaban
igualmente reducidos, independientemente de que tengan o no problemas psiquiátricos. Los niveles reducidos
de ST y NA en los antisociales pueden estar relacionados con esta disminución de la inhibición
comportamental. La relación de los niveles de NA con esta desinhibición, sin embargo, sí parece secundaria a
las enfermedades psiquiátricas. Coccaro(22), ha señalado que en un estudio las función ST estaba asociada
con la agresión autodirigida (solamente intentos de suicidio) en las depresiones mayores primarias, y la
heteroagresión en los desórdenes primarios de personalidad. Tal vez este hallazgo refleje algunas diferencias
en sus respectivas neurobiologías, basada en la regulación del comportamiento inhibido (mediado por ST) y el
alerta (mediado por catecolaminas). Se ha informado extensamente sobre una hiporrespuesta en los
receptores NA en la depresión mayor (DM). La observación de que la mediación del comportamiento agresivo
por parte de la ST es atenuado por la disminución de NA, y otros que demuestran que las funciones
fisiológicas de la ST pueden deteriorarse cuando hay fallas en el sistema NA, apoyan esta posibilidad.
Las pruebas realizadas con desafíos farmacológicos parecen indicar que la disfunción ST estaría al nivel o por
encima del nivel del hipotálamo.
La hipótesis de Linnoila(26) es que, de dos grupos igualmente violentos, los ofensores impulsivos podrían
tener menores niveles de 5-HIAA en el LCR en relación con los no impulsivos, que habían premeditado sus
44
actos. Por lo tanto, un bajo 5-HIAA es más bien un marcador de impulsividad que de violencia. Puede señalar
baja producción de ST, o ser indicador de un alto transporte fuera del LCR, lo cual es un fenómeno de
membrana. Los autores sugieren que el temprano consumo de alcohol asociado a bajos niveles de 5-HIAA
pueden desembocar en cuadros de psicopatía violenta, por lo que sería conveniente suministrar
preventivamente serotoninérgicos.
Se comprobó, en un estudio finlandés, que los incendiarios y ofensores violentos tenían baja tasa de 5-HIAA
en LCR. Los incendiarios en este grupo fueron elegidos por tratarse de comportamientos impulsivos de baja
agresividad, y eventualmente con agresividad dirigida hacia objetos inanimados más que hacia objetos
vivientes. Fueron excluidos los incendiarios que registraban antecedentes de intentos de suicidio violentos.
Las concentraciones de 5-HIAA o MOPHEG no correlacionaban con el comportamiento incendiario repetido,
pero sí lo hacían con el nadir glucémico en el test de tolerancia a la glucosa (TSG), el cual es una medición de
la tendencia a la hipoglucemia.
Esto apoya la hipótesis de que un pobre control de impulsos está vinculado a bajos niveles de metabolitos de
las monoaminas y con una tendencia a la hipoglucemia en ofensores criminales. Hay varias explicaciones
para el mecanismo de esta asociación. En primer lugar, puede estar asociado con una forma particular de
depresión, caracterizada por intentos violentos de suicidio. En segundo lugar, con descontrol de la agresión
por un impulso incrementado hacia ella. Y, en tercer lugar, por deficiencia en el control de los impulsos y,
como consecuencia de esto, descontrol de la agresión, inter e intrapersonal.
El triptofano (Tf) y el Litio (Li) reducen los actos violentos, aparentemente porque retrasan la descarga, y
ayudan a mantener el control (El Li facilita la actividad ST, inhibe su recaptación, down regula la cantidad de
receptores ST en el cerebro de la rata).
El ST, la glucosa y el metabolismo de la insulina, se demostró que están asociados unos con otros en el
metabolismo de los incendiarios y en los ofensores habitualmente violentos e impulsivos. Linnoila no encontró
correlación entre catabolitos de las monoaminas, y bajo nadir de glucosa en el TTG, pero pueden coexistir en
muchos incendiarios. Lo que más correlaciona es esta última. La tendencia severa a la hipoglucemia es un
fuerte predictor a las recaídas en los incendiarios.
La falta de correlación entre el nadir de glucosa y los bajos niveles de 5-HIAA en el LCR no es sorprendente.
Esto se debe a que la concentración de glucosa está determinada multifactorialmente, y la responsividad de
uno solo de ellos (insulina, glucagon, GH, adrenalina) podrían vincularse a la ST central.
La última asociación estudiada por los fineses fue con el alcohol. Formularon la siguiente hipótesis: un bajo 5HIAA en LCR está asociado a bajo control de impulsos, disforia e insomnio intermitente. El alcohol, que tiene
un efecto similar a la reserpina sobre el sistema ST, puede remedar agudamente algunos de estos síntomas,
disparando ST, pero a largo plazo empeorando por vaciamiento de la misma. Por lo tanto, el abuso de alcohol
45
puede, en estos individuos, con un control deficiente de impulsos, representar un intento de automedicarse,
aunque solamente empeora la situación, disminuyendo el control de impulsos y probablemente agravando la
hipoglucemia. Tal asociación podría explicar por qué tantos de estos sujetos estaban bebidos cuando
cometieron sus crímenes. En apoyo de esta hipótesis, Branckey y col. han encontrado evidencia de que en
estos alcohólicos con una historia, tanto de depresión como de agresión, la relación Tf/LNAA puede ser baja.
Se ha encontrado un paralelismo entre concentraciones de HVA y 5-HIAA en LCR. Cuando ambas están
bajas son un poderoso predictor de riesgo suicida. Los predictores más fuertes son el nadir de glucosa en el
TSG y los niveles de 5-HIAA en LCR. Estas variables psicobiológicas como tales o asociadas a las
comportamentales tienen más valor que las comportamentales solas. Los individuos propensos a las ofensas
son más fácilmente identificables usando estas combinaciones. Las drogas serotoninérgicas pueden mejorar
esta situación, reduciendo el consumo de alcohol y mejorando los perfiles metabólicos(26).
Coccaro(42) señaló que estudios animales muestran que la arginina-vasopresina (AVP) juega un rol facilitador
de la conducta agresiva, en especial contra personas, en particular en individuos con trastornos de la
personalidad. Niveles altos de AVP en LCR se correlacionaron con biografías cargadas de agresión, lo cual es
mucho más fuerte en hombres que en mujeres. Ésto no parece estar vinculado a la impulsividad, desde que
las concentraciones de AVP en agresores violentos, incendiarios, y controles normales, eran similares. Puede
ser significativo que la concentración AVP en depresivos sea baja, y que sea alta en estados maníacos. Hay
que tener en cuenta que el "pool" de AVP periférica y central son diferentes, tienen vías distintas y cumplen
funciones no relacionadas entre sí.
Parece haber una relación funcional y recíproca entre la AVP y la ST. Los inhibidores de recaptación de ST
(IRSS), como la fluoxetina, reducen dramáticamente los niveles de AVP y de la agresión defensiva. La
relación entre ST y AVP puede ser sólo unidireccional, como por ejemplo, disminución de AVP por aumento
de la ST.
Se han hecho observaciones en los monos vervet(27). Hay varios hechos interesantes en relación con la
dominancia. Las monas dominantes tienen ciclos menstruales más regulares y predecibles, con lo que
aumenta la posibilidad de embarazo. En algunas especies la ovulación en las hembras subordinadas puede
ser suprimida, quizás debido a alteraciones por el stress, que produce supresión de LH. En los machos
dominantes hay diferencias en la testosterona y en la ST. La ST en la sangre de los monos vervet dominantes
es el doble de la que tienen los subordinados. Estos cambios bioquímicos parecen estar relacionados con las
diferencias de status. Entre los vervet y otros monos, los factores sociales no afectan solamente las
hormonas, sino también las concentraciones y el funcionamiento de la ST cerebral. Cuanto más alto es el
nivel de ST, más capacidad tienen para las actitudes prosociales y menor destructividad (¿el "carácter
revolucionario" de los monos?). La ST modula e inhibe la agresión destructiva. Los sistemas serotoninérgicos
46
parecen ejercer mucho de su impacto inhibitorio sobre la agresión disminuyendo la actividad de otros sistemas
neuronales que la facilitan.
Se ha visto que los monos dominantes y los subordinados no presentan diferencias morfológicas
significativas, pero sí comportamentales. En relación con las hembras subordinadas, es menos probable que
las dominantes inicien la agresión, y es más probable que inicien una reconciliación después de una pelea, así
como también, son más capaces de conseguir aliados en una lucha, y es más probable que actúen
defendiendo al grupo contra la intrusión de un animal potencialmente agresivo. Se ha visto en los machos, un
patrón de diferencias vinculadas con el rango similar, al de las hembras. Estos datos sugieren que los
animales dominantes difieren de los subordinados en su capacidad de establecer vínculos sociales, en evitar
comportarse con agresión inapropiada y por inhibir ataques inadecuados o no provocados.
Combinados con observaciones hechas en otras especies, estos hallazgos apoyan la idea de que la
dominancia y la agresión son conceptos distintos.
47
Neurofisiológicos
Desde hace tiempo se ha argumentado que la baja respuesta cortical puede ser una causa determinante de
comportamiento criminal. Aunque estas teorías no han estado inicialmente dirigidas a explicar la violencia, una
variedad de fuentes indican que los ofensores violentos, en particular, pueden ser corticalmente
bajoalertables. El alerta reducido se lo supone vinculado con la búsqueda de sensaciones; como
consecuencia, a esta teoría se la analiza conjuntamente con la teoría del alerta, de la que nos ocupamos más
arriba. Esta última ha sido más frecuentemente verificada midiendo las respuestas fisiológicas, especialmente
el EEG y los potenciales evocados pero, como se ha visto ya, el alerta autonómico ha sido visto también en el
marco de la teoría del arousal. Ya hemos revisado más arriba las opiniones de Howard(24) al respecto.
Hay muchos estudios que han evaluado el alerta en delincuentes y criminales, pero una dificultad importante
para obtener conclusiones reside en que esos estudios provienen únicamente de tres fuentes: las respuestas
fisiológicas electrodérmicas, cardiovasculares y corticales. Además, estos estudios no son prospectivos, y
fueron llevados a cabo en poblaciones institucionalizadas.
Un estudio prospectivo reciente demuestra que la baja alertabilidad puede ser crítica en el desarrollo del
comportamiento antisocial y criminal. La conductancia eléctrica de la piel en reposo, el rendimiento cardíaco y
la actividad EEG fueron determinadas en 101 chicos de 15 años, y vueltas a determinar 9 años después,
cuando tenían 24. Los hallazgos se han mostrado en las figs. 5, 6 y 7. Se encontró que los criminales tenían
significativamente menor gasto cardíaco, reducida conductancia en la piel y más frecuencia theta en el EEG
que los no criminales. Estas tres mediciones clasificaron correctamente al 74% como criminales. Estas
relaciones no parecen estar condicionadas por clase social, habilidades académicas, o área de residencia.
Este estudio sugiere que si estas comprobaciones fueran llevadas a cabo en poblaciones no
institucionalizadas y no seleccionadas, se pueden encontrar evidencias aún más fuertes sobre las relaciones
entre los aspectos biológicos y la criminalidad. La baja alertabilidad fisiológica es un constructo muy utilizado
pero extremadamente complejo, dado que las tres mediciones mencionadas no suelen estar correlacionadas
en la población general. El hecho de que las tres coincidan para predecir crimen en una misma muestra puede
ser visto como concediendo algún grado de replicación de las vinculaciones del alerta con el crimen.
Aunque estos hallazgos tienen un significado potencial, hay dos problemas importantes que necesariamente
tienen que resolverse: 1) El primero es si estos hallazgos pueden ser replicados. Si esto es así, eso
demostraría que la baja responsividad al alerta puede tener un papel importante en el desarrollo de la
personalidad antisocial, y puede ser una vía mediante la cual las influencias genéticas en la aparición del
comportamiento antisocial ejerzan su influencia.
El segundo tema tiene que ver con la evolución de las variables evolutivas. Debido a que el crimen sólo puede
determinarse si el individuo fue atrapado y condenado, los resultados están limitados a los criminales
48
"fracasados". El análisis funcional discriminante califica a muchos sujetos bajorrespondientes como no
criminales, pero puede que éstos lo sean, y no han sido detectados. La disponibilidad de extensos
autoinformes sobre comportamiento antisocial, agregados a los grupos de criminales oficialmente reconocidos
como tales, aumenta la fuerza de los efectos conjeturales.
Ya hemos mencionado que un gran número de estudios han implicado alteraciones EEG en los criminales.
Algunos autores las encontraron en un 50%. Estos hallazgos han sido confirmados por otros sobre asesinos y
ofensores violentos. Una de las alteraciones más comunes observadas en el EEG es la excesiva actividad
theta, la cual es consistente con la baja respuesta al alerta. Estudios diseñados más rigurosamente, como el
mapeo cerebral, puede profundizar en este tema.
Una teoría sostiene que como la actividad theta excesiva caracteriza el EEG de los niños, su presencia en el
adulto criminal podría significar una cierta "inmadurez cortical". Numerosos estudios prospectivos han
demostrado que una excesiva actividad theta en niños y adolescentes predice actividad antisocial en la
adultez, pero no hay estudios prospectivos en relación a la violencia. Se necesitan también estudios para
explorar la posibilidad de que las alteraciones EEG, específicamente la baja alertabilidad, puedan subyacer a
los déficits cognitivos y fracaso escolar, la cual puede relacionarse ulteriormente con la violencia.
Howrad(24), al hacer una revisión de las teorías más importantes, también señala la del "retraso madurativo",
relacionándolo con una actividad lenta de la región temporal posterior, tal como ocurre normalmente en niños
y adolescentes. Insiste que aquí también, estas observaciones responden al ¿Cómo?, pero no al ¿porqué?
(que podría vincularse a un ambiente pobre de estimulación en sus etapas tempranas); por ésto la considera
insuficiente, ya que tampoco responde al ¿cuándo?
La teoría tradicional de la disfunción del hemisferio izquierdo en las bases de la violencia argumenta a favor
de un daño estructural en ese hemisferio, a través de test neuropsicológicos, comparándolo con otros de daño
cerebral. Una teoría más reciente, sutil -y potencialmente más plausible- de la violencia, tiene que ver con que
estos individuos tienen procesos de discurso menos lateralizados.
Las motivaciones reducidas para llevar a cabo tareas de activación no puede ser fácilmente explicada por la
reducción del metabolismo de la glucosa debido a que no hay diferencias de rendimiento en los criminales.
Tampoco parece haber ninguna relación entre estos niveles metabólicos bajos de glucosa en los criminales
con los subrupos que de estos puedan formarse en base a relaciones con la víctima, actos impulsivos vs.
planeados, agresión instrumental opuesta a la afectiva, implicaciones sexuales o no, edad y sexo de la
víctima.
No obstante, después de una serie de análisis de la literatura previa Nachsohn que la disfunción del
hemisferio izquierdo está vinculada a la conducta criminal. La teorización de Nachshon difiere de la de otros
en dos puntos importantes: a) en contraste con las teorías frontales y frontotemporales límbicas, argumenta
49
que hay una disrupción generalizada funcional en lugar de una disrupción estructural específica; y b), basa la
evidencia para esta afirmación, no en el EEG o los tests neuropsicológicos tradicionales, sino en estudios de
preferencia de lateralidad, asimetrías de la conductancia eléctrica de la piel, estudios de campo visual,
dividido, y estudios de escucha dicótica. Nachsohn argumenta que la disfunción del hemisferio izquierdo
predispone a la conducta criminal al disrumpir el control normal que el hemisferio izquierdo ejerce sobre los
comportamientos impulsivos.
Una cantidad de problemas plantea esta teoría de la violencia. En primer lugar, los mecanismos de la
conductancia eléctrica diferenciada en cada mano están confusas debido a que las conexiones cerebrales
para estas funciones no están claramente establecidas. Por este motivo, es difícil sacar conclusiones sobre la
lateralidad hemisférica en este sentido. En segundo lugar, aunque Nachsohn atribuye el concepto de
impulsividad como un mediador entre la disfunción del hemisferio izquierdo y la violencia, ninguno de estos
estudios ha verificado esta noción usando mediciones de impulsividad. En tercer lugar, los datos provenientes
de la escucha dicótica, es usada para fundamentar un déficit global del hemisferio izquierdo, pero esto no es
fácil de interpretar. Por ejemplo, Nachsohn argumenta que el oído izquierdo aventaja sobre tareas de tono
dicótico en los agresivos violentos, mientras otros investigadores verían esto como una función normal para el
material no verbal. En cuarto lugar, esta teoría debería predecir alteraciones EEG y de los PE lateralizadas, y
tales cosas no han sido demostradas.
A pesar de estas críticas, la noción de una disfunción hemisférica global aún queda como una teoría factible
de la violencia, pero necesita más investigación. Verificaciones futuras de estas teoría deberían usar
indicadores más directos de la función cerebral, tales como PET y SPECT, más que indicadores indirectos
como es la conductancia de la piel o la audición dicótica. El estudio por PET de Raine y col. muestra un
consumo de glucosa disminuido en el lóbulo prefrontal izquierdo, aunque no pudo demostrar una clara
asimetría. No obstante, otros estudios con diagnóstico por imágenes pueden proveer más bases para esta
hipótesis.
En relación con el daño frontotemporal-límbico izquierdo, Yeudall sostiene que la violencia está en parte
determinada por el daño en las zonas izquierdas frontales, córtex temporal anterior, y las zonas amigdalares
hipocámpicas del mismo lado. La evidencia empírica para esta hipótesis está basada en un gran número de
estudios neuropsicológicos en sujetos habitualmente violentos y agresivos. Los estudios efectuados muestran
un 76% de este tipo de disfunciones en criminales, localizadas en las regiones frontales y temporales del
cerebro. De estos, el 79% mostraban anormalidades frontotemporales lateralizados a izquierda.
Localizaciones similares de actividad dominante de lóbulo temporal izquierdo se encontró en los adolescentes
violentos y agresivos.
Hemos mencionado, varias veces en este trabajo, a Howard (24). Este autor presenta por último un "modelo
psicobiológico" de la psicopatía, en la que pretende integrar las tres diferentes clases de psicópatas que se
50
describieron al principio (sociópata, secundario y primario). Howard se pregunta si en el nivel descriptivo hay
uno o varios rasgos que sean comunes a los tres tipos de psicópatas. Se pueden hacer tres clases de
interrogantes: ¿Cuáles son los mecanismos mediadores? ¿Cuáles las influencias predisponentes? ¿Y cuáles
los eventos desencadenantes? (Esquema 1).
Blackburn sostiene que hay un factor (psicopatía = PP) definida por una alta carga de impulsividad y agresión,
y en menor medida por Escalas de Hostilidad, desviaciones psicopáticas y extraversión; que comparten los
tres tipos de psicópatas. Debería subrayarse que Blackburn define a la psicopatía en términos de
impulsividad.
Resultados de investigaciones recientes no confirman plenamente esta afirmación. En primer lugar, se ha
vuelto progresivamente claro que la impulsividad no es un rasgo unitario. Barratt discrimina tres tipos de
impulsividad: motora, cognitiva y falta de planificación. Eysenck distingue varios subrasgos de la impulsividad
(toma de riesgos, improvisación, vivacidad e impulsividad estrecha). Varios autores dividieron también la
dimensión de la impulsividad en tres subrasgos: reflexión vs. frivolidad; planificación vs. improvisación, y
evitación del alerta vs. búsqueda de alerta. La cuestión es sobre qué substrato se asienta la impulsividad en el
sentido que le da Blackburn, aunque se sabe que este modelo correlaciona fuertemente con los rasgos de
ansiedad y hostilidad. Podría considerarse que aquí la impulsividad está vinculando una dimensión que refleja
una di-menensión de intencionalidad (intencional vs. inintencional) hacia una meta y un afecto (positivo vs.
negativo), tal como se indica en el Esquema 2.
En lo que hace a los mecanismos mediadores (esquema 1), Howard subraya que los bajos potenciales
evocados hablan de un correlato potencial con la impulsividad, el cual se ha informado tanto en criminales
anormales como normales, de tal manera que se observa que los sujetos impulsivos muestran escasa
diferenciación en el paradigma "Lo hago/no lo hago" en la evitación. Hasta ahora no se sabe con qué
aspectos del rasgo de la impulsividad correlaciona esta escasa diferenciación cortical. Sin embargo, cuando
se considera el esquema 2, parece reflejar la interacción de las dimensiones "intencionales" y las afectivas.
Esto determina que los individuos colocados en el cuadrante superior derecho del esquema 2, mostrarían
especialmente baja diferenciación cortical.
Ya se ha indicado que la actividad EEG lenta parece estar vinculada a la psicopatía secundaria, más que a la
psicopatía como género. Sin ambargo, otra anomalía electrofisiológica, la actividad temporal posterior lenta,
parece caracterizar a los psicópatas de Checkley cuando se usaba la Escala de Hare (RASP_Research
Assessment Scale of Psychopathy), ya que estos mostraban una prominente lentificación temporal posterior
en sus EEG de reposo.
Dentro de estos mecanismos mediadores hay que considerar la disfunción de los lóbulos frontales, ya
mencionada, que conduce a una disminución del tono frontal. Esto se puede traducir en un déficit en tareas de
apreciación primaria, tales como el peligro.
51
Cuando analizamos los eventos iniciadores, vemos que éstos tienen que ver con el stress y la adaptación en
los psicópatas.
La siguiente pregunta que se plantea Howard es el ¿cuándo?, o sea cuáles son los stressores ambientales
que desencadenan la conducta psicopática. Con relación a los psicópatas secundarios, se ha postulado que
son especialmente sensibles a las claves que significan castigo o no gratificación, debido a su aislamiento
social. Ésto estaría de acuerdo con las hipótesis de Gray, quien sostiene que las personalidades ansiosas,
están vinculadas a la dimensión de la sociabilidad. Llevado ésto a términos cognitivos, significa que muestra
una "apreciación errónea", o sea, que tienden a sobredimensionar las amenazas del ambiente.
En lo que hace a los psicópatas primarios, se ha sugerido que ellos pueden estar colocados en una forma
extrema y patológica de los que se llamaría "inintencionalidad" (esquema 2) quienes experimentan poco alerta
sentido como aversivo (y además luchan para no tenerlo). En otras palabras, se considera que los psicópatas
primarios son altamente susceptibles al stress por aburrimiento. Creo que aquí conviene tener en cuenta las
diferencias en potenciales evocados descritos por Raine (Fig
Tanto los psicópatas primarios como los secundarios comparten la falta de adaptación. Adaptación o no
adaptación se dice que reflejan la apreciación primaria y secundaria. Sin embargo, en los psicópatas
secundarios se podría decir que la falta de adaptación proviene de una defectuosa apreciación primaria
(apreciación exagerada del peligro) mientras que en los psicópatas primarios la falta de adaptación proviene
principalmente de una falla en la apreciación secundaria (control percibido como bajo). Estas asociaciones
entre impulsividad y adaptación están implicadas en el resultado de estudios recientes de las diferenciaciones
electrocorticales de la personalidad. En estos estudios se confirmó la relación entre diferenciación cortical e
impulsividad, ya que aquélla correlaciona con los aspectos afectivos de la impulsividad: hostilidad, ansiedad y
depresión. También se encontró una alta correlación entre impulsividad y el grado de aumento en el stress
subjetivo en situaciones "Lo hago/no lo hago". En otros estudios se ha encontrado que el grado de pérdida de
control sobre estímulos aversivos ("desamparo") lleva a una reducción temporaria de la diferenciación cortical,
o lo que es lo mismo, mimetiza los efectos de la impulsividad. Por lo tanto, una dimensión descrita como
estática (rasgos) vinculada a la Impulsividad de Blackburn puede corresponder, en términos dinámicos
(estado) a una dimensión de adaptación-no adaptación (Esquema 2), con polos opuestos en la dimensión de
no adaptación, con un punto intermedio de buena adaptación.
Las influencias predisponentes tienen que ver con algo ya mencionado antes, esto es, las relaciones entre la
antisocialidad adulta y la deprivación afectiva durante la infancia, además de la dura incoherencia normativa.
A pesar de esto, y de lo que se ha señalado más arriba acerca de las consecuencias biológicas del maltrato,
abuso y descuido, hay factores biológicos en juego que no se pueden descuidar. Hay descenso de ciertas
actividades cognitivas, en los psicópatas, que son demostrables desde temprana edad, y que tienen cierto
52
valor pronóstico, en especial para los delincuentes reincidentes. También los chicos hiperactivos, con
anormalidades EEG, entran en este grupo (platon).
Psicogenética de la psicopatía
Cuando se habla de genética comportamental debe entenderse que se está hablando de una teoría de la
personalidad. Esta teoría atribuye variaciones de la personalidad, al menos parcialmente, a la variación de la
estructura y funcionamiento de sistemas fisiológicos. Los genes contienen la información que codifica para
varias proteínas estructurales y regulatorias (incluyendo al ARNm) que conducen a diferentes vías de ese
desarrollo. Aunque las diferencias individuales se pueden expresar en cualquier sistema fisiológico, los que se
establecen en el cerebro y en otras partes del sistema nervioso son probablemente más importantes para los
rasgos comportamentales
A pesar de haberse encontrado que la influencia de los pares era lo más fuerte en lo que hace a la violación
de reglas y conducta criminal, en estudios correlacionales tales como el mencionado(12) no se puede
distinguir entre los efectos genotipo-ambiente causales directos, y los correlacionales e interaccionales. El
comportamiento de los pares puede correlacionar con el comportamiento propio debido a que la gente
aprende de sus pares y que estas personas seleccionan pares que coinciden con ellos mismos. Coincidencias
significativas en las asociaciones de gemelos idénticos separados sugiere que el genotipo puede influir sobre
asociaciones e intereses sobre el fenotipo. Similaridades genéticas en la búsqueda de sensaciones pueden
explicar parte de su evolución, pero que la especificidad de la expresión encontrada en el rasgo debe ser
debida a alguna clase de correlación activa genotipo-ambiente, a la que los investigadores llaman
emergenesis.
En lo que hace a la genética del rasgo ImPUSS, se puede decir que las diferencias individuales en los
sistemas bioquímicos y neurológicos que subyacen a los mecanismos básicos tienen sus orígenes en
variaciones en este campo. Las diferencias observadas en linajes animales en relación con la exploración, el
temor, la agresión, la actividad y la inhibición sugiere un control genético de estos rasgos. Los resultados de
crianzas selectivas han confirmado la influencia genética, y estudios de crianza cruzados han provisto
controles para los posibles efectos de un ambiente compartido.
Como en otros casos, los estudios biométricos genéticos en humanos utilizan gemelos y adoptados para
estimar la heredabilidad. El estudio de Minnesota de gemelos separados provee datos para ambos tipos. El
principal test de personalidad usado en este estudio fue el Multidimensional Personality Questionnaire de
Tellegen, el cual puntúa tres factores que recuerdan los de Eysenck. El principal de ellos es llamado
"restricción". Este factor consiste en tres subescalas: Control, Evitación del Daño, y Tradicionalismo, los que
groseramente son el reverso de Impulsividad, Búsqueda de Sensaciones, y tendencias No Socializadas en el
modelo de cinco factores alternativo.
53
Las correlaciones entre gemelos idénticos que fueron criados en forma separada dan una estimación directa
de la heredabilidad de estos rasgos. La estimación de la heredabilidad del factor de constricción y el
componente de búsqueda de sensaciones están cerca del final superior de la heredabilidad evaluada por este
método. Hay pocas diferencias entre las correlaciones para mellizos idénticos que fueron criados aparte y los
que fueron criados conjuntamente, lo que indica que el ambiente compartido es de poca importancia para
estos rasgos. Esta conclusión va en contra de la creencia común de que el ambiente familiar es el principal
responsable de la socialización del niño y que las similitudes mayores observadas en los idénticos se deben a
que son tratados de manera más parecida que los fraternos. El ambiente específico parece jugar un papel
más importante en estos rasgos. Esta clase de influencia es provista por diferentes pares u otras presiones
que afectan a un miembro pero no a otros.
Se ha sugerido(24) que hay una predisposición genética al retraimiento social, y que esto está relacionado
con las anormalidades electrofisiológicas vistas en algunos psicópatas. Esto quiere decir que los niños que
están predispuestos biológicamente a ser psicópatas están genéticamente predispuestos al aislamiento social,
estarían también en riesgo debido a su hipersensibilidad a amenazas de castigo (en los que están
sobrevalorando el peligro). Esto no significaría negar que, si la deprivación y maltrato infantil fueran lo
suficientemente intensos, estos chicos necesitarían menos predisposición biológica para expresar su
estructura psicopática.
Resumiendo, la hipótesis planteada por Howard es que hay una clase de individuos (llamados por los
norteamericanos "sociópatas") que muestran un comportamiento antisocial muy temprano, crónico, y cuya
condición es fundamentalmente evolutiva, manifestándose en la adultez como un déficit madurativo, tanto
comportamental como electrofisiológico. Al crecer, estas características disminuyen. En un nivel de rasgos,
algunos de estos individuos (especialmente los que mostrarán un auténtico trastorno de personalidad) se
caracterizan por un subrasgo patológico de impulsividad. Como consecuencia de esto hay falta de adaptación,
que es la resultante de déficits de la apreciación tanto primaria como secundaria. Esta última puede ser la
consecuencia de la exposición a maltratos infantiles, disminuyendo la sensibilidad a claves de recompensa o
seguridad, lo que impide relacionarse empáticamente con otras personas. Por otra parte, si los otros no son
percibidos como fuentes de gratificación, no hay razones para modificar nuestra propia conducta para
satisfacer las expectativas sociales, ni para verse a sí mismo como un objeto social.
Dentro de la categoría arriba señalada (no-adaptativos) habrá algunos (psicópatas secundarios y algunos
esquizofrénicos) que muestran déficits neuropsicológicos y de rendimiento, además de algunas
anormalidades electrofisiológicas, que se suponen innatas. En este grupo hay subgrupos que perciben
amenazas exageradas, lo que es un déficit en la "apreciación primaria".
También dentro de la clase de los no-adaptativos hay otros (psicópatas primarios) que no tienen retraimiento
social ni demasiados signos orgánicos como en la psicopatía secundaria, pero debido a que su conducta es
54
inintencional muestran un déficit en la apreciación secundaria. Los psicópatas primarios, a diferencia de los
secundarios, son extremadamente sensibles al stress del aburrimiento, y para eludir ésto se implican en
conductas patológicas de búsqueda de sensaciones
Por último hay un conjunto de individuos que integran la amplia clase de los "sociópatas" que no son
psicópatas ni primarios ni secundarios. Estos individuos no serán especialmente sensibles al stress ni desde
la amenaza ni desde el aburrimiento (los de alta ansiedad de Esterly- Neely y los altos buscadores de
sensaciones(18)). Sus episodios de comportamientos psicopáticos no se desencadenan fácilmente. Por lo
tanto, aunque sean criminales reincidentes, son plenamente imputables, y su lugar más adecuado es la cárcel
más que una institución para enfermos mentales.
Sociobiología
Para completar esta breve reseña de los aspectos neurobiológicos de las psicopatías, quisiera agregar‚
algunas consideraciones provenientes del campo de la sociobiología.
MacMillan y Kofoed(14) hacen notar que una de las características más salientes del psicópata es que sus
rasgos principales se dan en la interacción social, lo que hace cuestionarse como se comportaría un antisocial
totalmente aislado de sus semejantes (isla desierta). La naturaleza de los criterios diagnósticos hacen pensar
que la "patología" es más interactiva y social, que interna. Las explicaciones internas han estado basadas en:
1- Teoría del Aprendizaje: se han basado en la evidente incapacidad del psicópata de aprender de la
experiencia.
2- Formulaciones psicodinámicas: pueden reflejar los procesos mentales del paciente, pero no demuestran
convincentemente cómo experiencias tempranas tan variadas pueden conducir a un trastorno altamente
estereotipado.
3- Teoría de los mecanismos de defensa: Vaillant ha descrito el uso de mecanismos de defensa
maladaptativos para controlar la ansiedad y la depresión, enfocando sobre los aspectos evolutivos más que
en los genéticos.
4- Las neurobiológicas.
Cualquiera sea la validez de estas explicaciones, para un neurobiólogo que se hace preguntas sobre la
filogenia, las cuestiones claves quedan sin respuesta; es decir, si este comportamiento está influido
genéticamente y, si es así, cuáles son los procesos que mantienen esta condición en la población general. Un
enfoque de este tipo tiene que preguntarse cuáles son las ventajas adaptativas de esta conducta; y esto nos
conduciría a un enfoque sociobiológico de la cuestión. En éste, en lugar de ver a este tipo de personalidad
como maladaptativo, se lo ve como el final de un continuo de estrategias adaptativas para maximizar el éxito
55
reproductivo. Se supone una influencia genética para la predisposición a ciertas conducta. Se ha analizado las
manera como los genes pueden influir los contenidos mentales(15). Lumsden y Wilson ven las influencias
genéticas como coacciones observables en numerosos niveles del funcionamiento neuropsicológico. Los
mecanismos sensoriales, con su sensitividad variable a diferentes estímulos (por ejemplo, detección de
movimientos versus detección de límites a los mismos) fueron desarrollados a través de un proceso de
selección, que apuntaba a la supervivencia dentro de ambientes competitivos. Estudios efectuados sobre la
adquisición del lenguaje y la discriminación visual temprana indican que, mientras que el proceso cognitivo
tiene un gran monto de plasticidad, opera dentro de límites neurofisiológicos preprogramados. Estos límites
parecen ser tendencias a actuar ciertos comportamientos.
Al estudiar las predisposiciones genéticas para las conductas, el sociobiólogo ve al gen, más que a los
individuos o a las especies, como la unidad de la selección natural. El individuo mejor adaptado es el que
transporta la mayor parte de sus genes exitosos a la próxima generación.
Las estrategias generales de supervivencia giran en torno a dos temas:
a) Aumentando las probabilidades de supervivencia de crías y parientes invirtiendo energía en conseguir
alimento, abrigo y protección, y por lo tanto disminuyendo la dedicada al cortejo y copulación y de este modo,
limitando el número de crías y por consiguiente, de parientes.
b) Aumentando el número de crías (y de parientes) al dedicar mayor tiempo al cortejo y la copulación con
parejas múltiples, y disminuyendo por consiguiente el tiempo y energía destinado a la protección y cuidado de
las crías y de los parientes, limitando así su supervivencia.
MacMillan y Kofoed sostienen que el antisocial se inclina -por razones genéticas- a la estrategia (B) y lo
fundamentan de esta manera. En primer lugar, citan los trabajos de W.D. Hamilton sobre el comportamiento
altruista de las aves, el cual denomina "adaptación inclusiva" para definir su función evolutiva. Esto incluye no
sólo el material genético individual, sino también el que cada animal tiene con sus congéneres. Visto de esta
manera, un ave puede actuar altruísticamente sin incurrir en un error evolutivo. Dicho de otra manera, un
individuo puede tener más chance de transmitir sus genes a la siguiente generación si corre riesgos para
salvar la vida de un semejante. Por ejemplo, si dos hermanos comparten el 50% del material genético, salvar
al hermano salva ese 50%. La adaptación inclusiva aumenta, a pesar de su costo, la supervivencia y esta
conducta, por consiguiente, es seleccionada. Si un ave emite graznidos de advertencia ante un peligro,
aumenta ligeramente su riesgo, pero aumenta considerablemente la seguridad de muchos otros con los que
tiene genes en común. Las familias pueden ser vistas como entramados de ligaduras de adaptación inclusiva
que se vuelven más débiles cuanto más se adelgazan sus lazos.
56
Dentro de esta trama de ligaduras de adaptación inclusiva, hay diferencias sustanciales entre machos y
hembras en la manera como distribuyen sus energías. Las hembras la dedican mayoritariamente a la
gestación y crianza, intentando además inducir a los machos a hacerlo, como una extensión de su propia
estrategia. La elección de las hembras a través de rituales de seducción ha sido vista como una forma de
verificar la probabilidad de que éstas consigan ese último objetivo de sus machos.
Estos, a su vez, tienen poca dedicación a las crías, salvo en el momento de la concepción. Pierden poco
abandonando a las hembras y sus crías. Aunque este abandono puede disminuir las posibilidades de
supervivencia de las crías, el macho puede equilibrar esto dedicando su energía a reproducirse más aún con
otras hembras. Esta falta de adherencia a las crías después de la concepción abre la puerta a múltiples
estrategias. Pueden invertir tiempo y energía en la siguiente generación, criando a sus hijos y apoyando otras
familias extensas, a través de la adaptación inclusiva si esto es conveniente. Sin embargo, pueden hacer lo
opuesto, como se dijo más arriba. Esta última estrategia no está disponible de la misma manera para las
hembras, y hacer pareja con machos de este último tipo puede ser desventajoso para ellas.
Dentro de los sistemas donde los machos pueden aparear a muchas hembras, se desarrollan jerarquías de
dominancia para controlar el acceso a las mismas. La energía invertida en los conflictos resultantes no está
disponible para copular ni criar. En tales situaciones, los machos tienen varias estrategias reproductivas
determinadas por tres factores:
a) Capacidad para competir en el establecimiento de las jerarquías.
b) Capacidad para elegir a la hembra.
c) Habilidad para "estafar".
La elección de la hembra es el punto de control en todo el sistema reproductivo. La hembra tiene la posibilidad
de evaluar a través de los rituales de cortejo las posibilidades del macho para seguir cuidando a las crías, así
como su poder a través de su lugar en la jerarquía. Estas condiciones pueden ser simuladas por el macho,
quien adopta aquí la actitud de "estafa".
Goodwin y Guze, al caracterizar a la personalidad antisocial, describen "una manera seductora con falta de
culpa y remordimiento", "experiencias sexuales más tempranas", "más probabilidad de ser promiscuo", tanto
como "matrimonios precoces... marcados por la infidelidad y el divorcio". Esto parecería ser muy exacta
descripción de las acciones y autopresentaciones de los individuos que simulan un status.
Si el trastorno de hecho describe un punto de un continuo de estrategias reproductivas (continuo en el que
muchos machos exhiben estrategias combinadas), entonces uno podría esperar encontrar un espectro
gradual de estrategias comportamentales que incluye a personas que manifiestan formas menos severas de
57
personalidad antisocial. Algunos no entran en los criterios del DSM-IV, pero tienen no obstante problemas
sociales, legales o de abuso de substancias similares.
La teoría sociobiológica predice que el comportamiento "estafador", y por lo tanto los síntomas sociopáticos,
deberían ocurrir en el período reproductivo (por lo tanto desvalorizando las crías nuevas y valorando las
futuras), y disminuir con la edad avanzada (cuando la capacidad para competir es baja).
Devore demostró que, en una sociedad animal jerárquica, los baboones savanah comienzan a menudo su
carrera reproductiva mediante cópulas tramposas, montados sobre el lomo de los machos dominantes. Robins
encontró que el 82% de los chicos diagnosticados como antisociales desarrollaron sus síntomas antes de
cumplir los 14 años, y Yochelson y Samedow describieron criminales en sus poblaciones como
"profundamente involucrados en actividades sexuales a una edad muy temprana". Inversamente, a medida
que aumenta la edad el interés por las crías actuales debería incrementarse, convirtiéndose de "estafador" en
"criador". La disminución de la severidad de los síntomas psicopáticos con la edad ha sido demostrada en el
39% de ellos (Robins). Aun en los casos en que no remite, la frecuencia y variedad de las transgresiones
legales cambian con la edad, con una disminución de los asaltos, homicidios y prostitución. La mayor parte de
los psicópatas mayores son arrestados por ebriedad. La edad media de esta mejoría está en los 35 años, pero
muchos mejoran después de los 46. Esta disminución de la gravedad con la edad ha sido mal comprendida
clínicamente, explicándola como "maduración" o "temor". Los datos empíricos son pues consistentes con la
predicción de aparición temprana y disminución con la edad.
Estas
asumciones
teóricas
sugieren
que
la
personalidad
antisocial
debería
ser
un
trastorno
predominantemente masculino, debido a las limitaciones biológicas que caen sobre la mujer por el embarazo.
Estrategias sutilmente estafadoras son posibles entre mujeres, pero los datos actuales dan diversas mayorías
a los hombres.
Una conclusión adicional sería que las mujeres deberían tener una predisposición genetica mayor que los
hombres, para que se pueda expresar en síntomas, debido a que sus ventajas a través de la conducta
"estafadora" son menores, por el involucramiento innato mayor con las crías. Cloninger y col. demostraron que
las mujeres antisociales tienen más parientes con el mismo trastorno que su homólogos masculinos. Un
estudio reciente sobre la criminalidad, que MacMillan y Kofoed suponen un epifenómeno del comportamiento
"estafador", antes descrito, en la lucha por la dominancia de jerarquías en las sociedades altamente
estructuradas separan los factores ambientales y genéticos para tal conducta. Este estudio encontró que la
"predisposición (genética) de una mujer debe ser mayor que la de un hombre para manifestar... personalidad
antisocial o criminalidad en la adultez". Y además, los "antecedentes congénitos de criminalidad leve son
cualitativamente los mismos independientemente del sexo", pero "la mujer criminal tiene más padres
biológicos con criminalidad menor que sus contrapartidas masculinas". Parece que verdaderamente las
mujeres requieren mayor carga genética para poder manifestar los síntomas de este trastorno.
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Si la personalidad antisocial es la manifestación de una estrategia reproductiva "estafadora", los individuos
con este trastorno deberían tener menos relaciones heterosexuales permanentes y una mayor tendencia a la
promiscuidad que los controles y otros pacientes psiquiátricos. Los estudios muestran que las personas con
personalidad antisocial tienen un 56% de promiscuidad contra el 27% que no la tienen, y el 12% de los
controles. Más probablemente se divorcian (78,5 contra el 49% y 20% de los controles), han sido poco
confiables y financieramente irresponsables, y han vivido con una pareja por períodos más breves que otros
pacientes o los controles, lo que apoya estas predicciones.
Se esperaría que los individuos con personalidad antisocial tuviesen un nivel de adaptación reproductiva
comparable a los controles si la predisposición a este trastorno estuviese en equilibrio genético en la
población. Debido a que este trastorno representa el extremo de un continuo de estrategias reproductivas y
debido a que el control genético de la conducta es impreciso, uno podría predecir que dentro de las muestras
de antisociales se podría encontrar un espectro entre un "estafador extremo" con pocos ejemplares, y muchos
individuos con formas leves o sutiles de "estafa". Las mediciones de éxito reproductivo son complicadas.
Deberían incluir no sólo la cantidad de crías sino también mediciones de la capacidad de adaptación de la
cría. De éstas, las que no producen nuevos descendientes, contribuyen poco a la adaptación inclusiva. La
falta del cuidado parental puede tanto disminuir el número de crías sobrevivientes o disminuir su adaptación
debido a la falta de cuidados en su desarrollo. El equilibrio de estos factores se ilustra en la fig. 1. Este gráfico
muestra la interacción de la cantidad y adaptación a la crianza, que conduce a una red de éxito reproductivo, y
predice un continuo de comportamiento antisocial que va desde "estafadores" exitosos sutiles con muchas
crías a estafadores obviamente fracasados con pocos hijos. Los datos empíricos sobre el éxito reproductivo
de los antisociales son escasos. Sin embargo, los datos disponibles apoyan este modelo. Robins encontró
que el 34% de los varones seriamente antisociales eran personas que no criaban hijos, cuando se los
comparaba con el 21 por ciento de los controles. Inversamente, un 21% tenían más de cuatro hijos cuando se
los comparaba con el 12% de los controles. Muchos hijos de antisociales pueden estar no informados debido
a que su acentuada promiscuidad puede conducirlos a tener hijos no conocidos por el padre. Estos datos
apoyan la predicción de que puede haber una gran cantidad de hijos producidos por padres antisociales.
Estas hipótesis sugieren también algunas predicciones en relación con el status socioeconómico de los
antisociales. Un componente básico de las estrategias "estafadoras" es no competir en la jerarquía de
dominancia social; por esto parece haber más antisociales en las clases bajas.
M. Stone aporta a este tema controversial(16) sus comentarios sobre el modelo de Dawkins de la "batalla de
los sexos", fundada en el interjuego entre estrategias cooperativas y competitivas que se dan, ya desde
Freud, en dos campos fundamentales: el trabajo y el amor. Dawkins, quien parte desde un punto de vista
etológico neo-darwiniano, tiene muchos puntos de contacto con los sociobiólogos mencionados más arriba. El
principal de ellos es la lucha de los genes para poder replicarse. La lucha está planteada entre el altruismo y
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el egoísmo, y el ser humano lucharía para encontrar un equilibrio entre ambas fuerzas. En un extremo egoísta
del continuo, se encontraría los narcisistas y los antisociales.
Habría estrategias diferenciadas entre hombres y mujeres para asegurarse la continuidad de sus genes
("programas comportamentales inconscientes"). En los humanos, como en muchos animales, las hembras no
sólo deben gastar más tiempo y energía en la crianza de sus hijos, sino que además, sólo tienen unas 350
oportunidades de embarazarse a lo largo de su vida fértil. El hombre, en cambio, puede disponer de más
tiempo y energía y embarazar a muchos miles de mujeres.
Debido a estas circunstancias, se ha apuntado -basándose en la teoría de los juegos- que la mujer se inclina
hacia una estrategia "tímida y reservada" (coy), que implica un largo cortejo antes de permitir el sexo. El
hombre que se implica en este juego tiene mejores posibilidades de permanecer al lado de la hembra y cuidar
las crías: ha adoptado una estrategia de "constancia y fidelidad" (faithful). En la vida real, la curva de Gauss
muestra que hay un cierto número de hombres que pierden la paciencia ante la estrategia "coy" y abandonan
el cortejo.
Si sólo hubiese mujeres "coy", los hombres "galanteadores" (philanderers) tendrían que, o aprender a
tenerpaciencia, o quedarse sin mujer y por consiguiente, sin posibilidades de reproducción. Algunas mujeres,
sin embargo, tienen una estrategia "ligera" (fast), y no ofrecen tanta resistencia. Esto les permite a los
hombres, cualquiera sea su estrategia, facilitar que los genes "fast" pasen a la siguiente generación. Dada la
facilidad de las "fast" para acomodarse a los "philanderers" hay que suponer que sus genes se encontrarían
más ampliamente distribuidos que los provenientes de las otras dos estrategias (coy y faithful).
Pero bajo estas circunstancias, un gran número de mujeres "fast" se verían abandonadas por sus parejas
"philanderers", cargadas de hijos a criar. En tal panorama, un compañero "faithful" sería muy deseable, a fin
de compartir las cargas de la crianza, y sus genes vendrán a reemplazar a los "philanderers"; la estrategia coy
parecería más aceptable que la fast y el equilibrio se restablece.
Si el problema fuera sólo éste, podríamos esperar ver oscilaciones salvajes dentro de una sociedad dada, por
ejemplo, desde el predominio en una generación de estrategias coy/faithfulness, con el de fast/philanderes en
la siguiente. Lo que se encuentra en realidad es un equilibrio, un "estado evolutivo estable", en el que todas
las estrategias están presentes, pero en un eqilibrio númerico que hace que las cosas no cambien demasiado
entre generaciones. Dawkins afirma que desde el punto de vista económico, la estrategias coy cubrirían 5/6
de las mujeres y las faithful 5/8 de los hombres.
Las proporciones específicas en una sociedad dada dependen de muchos factores, inclusive climáticos. En
sociedades cálidas, donde la comida abunda haciendo menos necesario el cuidado de las crías, hay una
proporción menor de estrategias "faithful". En climas más fríos, con comida escasa, los cuidados parentales
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pueden ser más necesarios, por lo que la supervivencia necesitaría de un mayor número de hombres con esta
estrategia. Habría una especie de "feedback" evolutivamente condicionado.
Desde el punto de vista de Dawkins hay implicaciones para la personalidad, así como en los de MacMillan y
Kofoe. Desde la óptica cultural, las estrategias coy/faithful son mejor vistas que las fast/philanderes. Dawkins
coincide con los autores mencionados anteriormente, en el sentido de que debe haber mayor proporción de
antisociales en la estrategias "philanderers" (estafadores). Puede haber una correlación, tal vez débil, entre
las personalidades borderlines y las estrategias "fast", aunque sea porque muchas borderlines han recibido
estimulación sexual temprana vía abuso e incesto, conduciéndolas a un estilo "fast" en su vida adulta.
La búsqueda de sensaciones -como se advierte en los integrantes del Cluster "B" y en las personas
hipomaníacas- se podría asociar con las estrategias fast/philanderers; mientras que los integrantes del cluster
"C" podrían vincularse con los estilos coy/faithful.
Resulta claro que el concepto de "estafadores" es asimilable al de fast/philanderers, en las dos
conceptualizaciones analizadas.
Lista de abreviaturas utilizadas
MAO: Monoaminooxidasa
SNC: Sistema Nervioso Central
TPA: Trastorno de personalidad antisocial
EEG: electroencáfalograma
IMAOs: Inhibidores de la Monoaminooxidasa
NA: Noradrenalina
DA: Dopamina
CA: Catecolaminas
NT: Neurotransmisores
DBH: Dopamina-b-hidroxilasa
ST: Serotonina
5-HIAA: Acído 5-Hidroxi-indol-acético
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LC: Locus coeruleus
Dimensión E: Extraversión
Dimensión P: Psicoticismo
ARNm: Acido ribosonucleico mensajero
LCR: Líquido céfalorraquideo
BDZ: Benzodiacepinas
HVA: Ácido homovanílico
TSG: Test de sobrecarga de glucosa
NIMH: National Institute of Mental Health (USA)
MOPHEG:3-4-Metoxi-fenil-etil-glicol
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Notas al pie:
1 Conferencia presentada en el Simposio Regional de la WPA organizada por la AAP el 22 de octubre de
1999. Mesa Redonda: "Personalidades psicopáticas: tres enfoques"
2
Jefe
del
Servicio
de
Psiquiatría
Psiconeuroinmunoendocrinología
del
(Fundación
Hospital
Favaloro).
Municipal
Profesor
de
Bahía
Adjunto
Blanca.
de
la
Magister
en
Maestría
de
Neuropsicofarmacología (Fundación Barceló). Profesor de "Psicología de la Personalidad" en el Instituto Juan
XXIII, de Bahía Blanca. Director de la Comunidad Terapéutica "Nuestra Señora de la Esperanza"
perteneciente al Arzobispado de Bahía Blanca.
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